El coche privado es una máquina de generar desgracias. Producen multitud de traumatismos y muertes por accidentes, además de enfermedades y muertes por su contaminación (atmosférica, acústica, hídrica o turística, entre otras).
Los destrozos ambientales por los automóviles son ingentes. A la minería de sus productos, hay que sumar el desgaste de los neumáticos y la muerte de orangutanes. En todo esto, el coche eléctrico solo elimina una parte de los gases de combustión que, en muchos casos, simplemente se trasladan de lugar. Las baterías de litio tienen un elevado coste ambiental.
Examinemos los daños que producen los automóviles, en cuatro aspectos clave, de los que los dos primeros son más conocidos que el resto.
1. La minería para los automóviles destruye la naturaleza
Una batería para un coche eléctrico necesita litio, cobalto, níquel, grafito, cobre, acero, aluminio y plástico. Para ello, se requiere extraer y procesar 500 veces su peso en materiales. O sea, una batería de 500 kilos, requiere remover y alterar de la naturaleza 250 toneladas de tierras (y podrían ser bastante más, dependiendo del tipo de minas; y eso sin incluir los productos químicos empleados para procesar los minerales). Aparte de las baterías, el resto del coche necesita acero, aluminio, magnesio, termoplásticos, cuero, fibra de vidrio y de carbono, hierro, etc. El peso medio de un coche ronda los 1.400 kilos (y solo sirve para mover los pocos kilos de entre 1 y 5 seres humanos).
“Fabricar un coche eléctrico produce las mismas emisiones de CO2 que fabricar dos coches de combustible”, dice Laurentino Gutiérrez. Es decir, hasta que el coche eléctrico no ha recorrido entre 30.000 y 40.000 kilómetros, no empieza a ser más ecológico que un vehículo de combustión.
A toda la devastación ocasionada por las minas hay que sumar la contaminación por las ingentes cantidades de energía necesaria para procesar el material. Por todo el planeta crecen las zonas de sacrificio, zonas asesinadas en nombre del progreso (como denunció Klein en su libro En llamas). Pero hablemos claro, un coche es «asequible» porque no estamos pagando los costes ambientales, y lo vemos «razonable» porque miramos para otro lado cuando nos dicen lo que conlleva.
2. Gases tóxicos que salen por el tubo
El tubo de escape de un coche es una fuente terrible de contaminación que depende, entre otras cosas, del tipo de combustible. El CO2 y los NOx (óxidos de nitrógeno) son los más famosos, por sus consecuencias en el calentamiento global y en la salud humana. No obstante, hay muchos otros contaminantes, como óxido de carbono (CO), benzopirenos, azufre y sus óxidos (responsables de la lluvia ácida), carbono negro, hollín, hidrocarburos no quemados (HC), anhídrido sulfuroso, así como otras partículas finas, conocidas como PM2,5 y PM10. Los benzopirenos son partículas consideradas como muy cancerígenas y forman nubes tóxicas en las ciudades. El ozono es otro contaminante poco conocido, aunque suframos sus mortíferos efectos.
Algunas partículas, como las de carbono negro, son
tan pequeñas que pueden penetrar hasta lo más profundo de los pulmones.
De ahí, pasan al torrente sanguíneo, al corazón y al cerebro, originando
respuestas inflamatorias y otros efectos sobre la salud no muy bien
conocidos. El cáncer es solo una de las consecuencias posibles.
Los gases contaminantes causan un tercio de las muertes por accidentes cerebrovasculares, enfermedades respiratorias crónicas y cáncer de pulmón; así como de una cuarta parte de los decesos producidos por ataques cardíacos. Se ha estudiado que la exposición a la contaminación del aire pone a los adolescentes en riesgo de enfermedades del corazón.
Hay que decir que los motores de combustión no son las únicas fuentes de estos contaminantes del aire. Industrias (como las cementeras), chimeneas domésticas de leña, y las quemas agrícolas son la causa de que haya zonas muy contaminadas, alejadas de las grandes ciudades o de las zonas de tráfico denso.
3. Los neumáticos contaminan casi 2.000 veces más que los tubos de escape
Esta conclusión es disruptiva, porque saca del foco la contaminación del tubo de escape. Al rodar, los neumáticos desprenden sustancias tóxicas peligrosas, cancerígenas y para las cuales no existe una regulación legal. Las minúsculas partículas por debajo de 23 nm son difíciles de medir y actualmente no están reguladas ni en la UE ni en Estados Unidos. Son partículas tan finas que vuelan y son respiradas. No son solo partículas, sino que también hay compuestos químicos cancerígenos, como los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP).
Cuanto más pesa el coche, más desgasta sus neumáticos y más partículas emite. Los coches eléctricos no emiten gases en las ciudades, pero a cambio, pesan más, por las baterías, por lo que sus emisiones por los neumáticos son superiores. También influye la forma de conducir. Un tipo de conducción agresivo (con acelerones y altas velocidades) emite casi el triple de este tipo de partículas. A ellas hay que sumar las del tubo de escape o la de las chimeneas de las centrales eléctricas.
Estas partículas que sueltan los neumáticos son parte de los microplásticos que contaminan los océanos. Uno de los compuestos de los neumáticos está relacionado con la muerte de salmones en EE.UU. Tengamos en cuenta que los neumáticos tienen multitud de compuestos: pigmentos, aceites, resinas, metales pesados (cadmio y plomo), ftalatos, benzotiazoles, bisfenoles, etc. Los expertos dicen que se podría reducir mucha contaminación eliminando los neumáticos más tóxicos.
4. El efecto secundario de reciclar neumáticos
Es bien sabido por los ecologistas de verdad que el reciclaje no suele ser ecológico. Para que lo sea, primero hay que reducir y reutilizar, lo cual no suele hacerse. Y segundo, porque el proceso mismo de reciclaje es tan complejo que no es rentable hacerlo bien. Por eso, el reciclaje suele usarse más como greenwashing que como técnica de economía circular. Los neumáticos son un buen ejemplo de todo esto.
Las ruedas gastadas se han empleado en el suelo de parques infantiles, en campos de césped artificial y también para hacer carreteras. Los científicos han descubierto que los gránulos de caucho
son una fuente de contaminación en el mar y que esto afecta a las
especies marinas. Además, sus consecuencias son a muy largo plazo,
porque esas partículas se van degradando lentamente. Algunas son tan
finas que se las lleva el aire y acaban cayendo hasta en las zonas
polares.
Hay tantos neumáticos que no hay capacidad para reciclarlos. Por tanto, muchos se almacenan en vertederos (legales o no), algunos de los cuales acaban ardiendo de forma incontrolada y otras veces acaban como combustible de industrias tan contaminantes como las cementeras.
En 2017, la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) estimó que el 28,3% de los microplásticos en el océano provienen de la erosión de los neumáticos al conducir. Ese dato solo tiene por encima los microplásticos que se liberan al lavar la ropa (34,8%).
5. Y al final mueren los orangutanes
Los bosques de Sumatra están siendo arrasados para ser sustituidos por vastas plantaciones de caucho y aceite de palma. Como ves, no importa que el coche sea o no eléctrico. Los neumáticos están quitando selvas de los orangutanes y bosques a países como Camboya, Tailandia, Myanmar, Indonesia y el Congo.
Estamos pagando con enfermedades colectivas, que algunos vivan cómodamente. Esa comodidad puede que la percibas como generalizada, pero la realidad es que los que más enferman y los que más pierden sus hogares no son los que más cómodamente contaminan.
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