Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

domingo, enero 29

La lógica del capitalismo



El capitalismo es el sistema económico que consigue

que el salario de una persona trabajadora

a jornada completa en un supermercado

sea insuficiente para comprar en el mismo establecimiento

lo básico que necesita para vivir.

 

El capitalismo es el sistema económico que logra

que las personas agricultoras

cobren por su trigo cosechado

una cantidad insuficiente para comprar

el pan producido con dicho cereal.



El capitalismo es el sistema económico que explica

que un país eminentemente agrícola

en un año de buenas cosechas

exporte con éxito tantísimas toneladas de alimentos

que su población no encontrará

donde ni como comprar comida.



Es decir,

el éxito del capitalismo conduce

irremediablemente

al hambre mundial.

 

Gustavo Duch

 

jueves, enero 26

Ratzinger y el papado

 


Recuerdo hace unos años, estando todavía el papa emérito recién fallecido en el trono de Roma, que hubo manifestaciones masivas por la celebración en Madrid de no sé que jornadas joviales de la Iglesia, con la visita de innumerables jóvenes católicos y del propio, entonces, sumo pontífice. El caso es que uno, gruñón y curioso por naturaleza, se pasó por aquellas protestas para ser testigo de algunas escenas peculiares. Así, los manifestantes, cada vez que se cruzaban con aquellos feligreses de corta edad venidos de tierras lejanas les espetaban, a modo de mantra, algo así como «¡Vuestro Papa es un nazi!». Es muy posible que la indescriptible expresión de los fervorosos creyentes, a medio camino entre el estupor y el espanto, estuviera motivada sencillamente por la incomprensión del idioma castellano, aunque no es descartable que estuviera originada en la ignorancia pura y dura acerca del fondo de la cuestión. Hay que decir, cierto es y como no podría ser de otra manera, que Joseph Ratzinger, cuyo nombre artístico fue Benedicto XVI, fue sin duda un tipo ultraconservador y, se destapó en su momento, había pertenecido al parecer a las Juventudes Hitlerianas, algo que él mismo aclaró fue de manera forzosa siendo un tierno infante. El caso es que, pretendiendo ser el que suscribe algo racional en sus protestas, sufrí algo de vergüenza ajena ante aquellos gritos iracundos que transgredían sin pudor la ley de Godwin.

Y es que uno pensaba que acudía a aquellas manifestaciones para protestar por una institución eclesiástica abiertamente reaccionaria, opuesta a todo asomo de librepensamiento, misógina, homófoba, que santifica la pobreza en lugar de combatirla, así como feroz y nauseabundamente jerarquizada, hasta el punto de que el fulano que está en la cúspide, sin asomo de la menor vergüenza, asegura estar en contacto con un ser sobrenatural todopoderoso. No tuve la sensación de estar compartiendo esa visión con gran parte de los manifestantes, que parecían lamentarse exclusivamente de que hubiera un tipo excesivamente conservador al frente de la institución; los hechos parecen haberme dado la razón cuando, no mucho después de aquello, un Papa supuestamente progre sustituyó a Ratzinger. Que todo cambie para que todo siga igual, que dijo el clásico. Y, ojo, viendo como la derecha más repulsiva alaba al ahora fenecido supongo que da que pensar, pero yo prefiero que el clero se manifieste como lo que realmente es, qué queréis que os diga. Ratzinger, como el propio Juan Pablo II antes que él fue efectivamente azote del feminismo, de la homosexualidad y de todo afán ilustrado, así como un dogmático de los pies a la cabeza arguyendo esa necedad del relativismo moral que conlleva el progreso; seamos serios, ¿acaso un verdadero católico no debe ser todo esto?

Dejemos a Joseph Ratzinger descansar en paz y vayamos ahora con su sucesor, que al parecer encabeza el frente progresista dentro de la muy carca institución católica. Jorge Mario Bergoglio, de nombre artístico Papa Francisco, sucedió a Benedicto XVI, si la memoria no me falla, allá por 2013. Las maneras del nuevo pontífice eran, por supuesto, más cautas y cercanas y la práctica totalidad de la prensa, incluida esa que se dice de izquierdas, aplaudió su llegada. La falta de análisis riguroso, en cuanto a una institución sencillamente anacrónica, rivalizó con una cuantiosa dosis de papanatismo ante cualquier memez que soltara el tal Francisco. Y habrá quien sostenga, con dudoso talante democrático, la existencia de una innumerable masa enfervorecida, que sigue ciegamente a cualquier líder eclesiástico (o de otro tipo); claro, estamos por la absoluta libertad de conciencia, algo que en cualquier caso no parece tener cabida en una institución dogmática que promueve la docilidad, la obediencia y la actitud acrítica en aras de una salvación ficticia que hay que dejar para otra vida. Francisco, eso sí con muy buenas maneras, no tardó en manifestarse como cualquier otra Papa: una abierta homofobia, que considera una patología toda condición sexual que no conlleve la procreación, su condena a una crítica radical a a religión (acordémonos del atentado a Charlie Hebbdo y lo que dijo el fulano) o sus necedades acerca de la virgen o el diablo en lugar de profundizar en los problemas sociales. Mis protestas contra alguien como Bergoglio, y lo que representa son tan enérgicas, como las que pretendí hacer hace años sobre Ratzinger; siempre, en nombre de la racionalidad, del bendito librepensamiento y de eso tan denostado que denominan progreso. Hay quien sostiene que la Iglesia no debería sucumbir ante la modernidad y el avance de los tiempos, estoy totalmente de acuerdo; nada me gustaría más, que no sucumba, que la dejemos morir de una vez por todas.

 

Juan Cáspar

lunes, enero 23

«Qatar. Sangre, dinero y fútbol», de Fonsi Loaiza

Ahora que ya pasó el mundial de ese deporte que parece enloquecer a las masas conviene recordar, gracias a este libro Qatar. Sangre, dinero y fútbol, la explotación y miserias que se producen en torno a ello, que es lo mismo que decir del sistema en que vivimos. Efectivamente, es necesario profundizar en ello, máxime, en este mundo de la información de la inmediatez y la permanente manipulación; como ejemplo, se filtraron gran parte de los crímenes producidos, con miles de trabajadores muertos por condiciones infrahumanas, por la celebración del mundial en un país con una dictadura y sin tradición futbolística, pero se ahogaron las protestas y la cosa se acabó celebrando sin mayores problemas para vergüenza de la profesión periodística y del mundo en general.

Fonsi Loaiza comienza su libro recordando que los valores del capitalismo han cambiado completamente el mundo del fútbol, deporte que considera nació como una conquista de la clase trabajadora, y que como cualquier otro debería ser limpio y disfrutable; sin embargo, hoy se ha convertido, palabras textuales, en “el bastión mafioso de la especulación financiera”, una gran cloaca del capitalismo que funciona como tapadera de toda suerte de oligarcas, jeques, fondos buitres y paraísos fiscales. Así, hace ya tiempo que gente muy poderosa del mundo árabe se ha hecho con el control de diversos clubes europeos (como el Manchester City o el Paris Saint-Germajn), incluidos varios más modestos en España; también, los tentáculos llegan a otros sectores, como medios de comunicación, constructoras o grandes superficies.

En el caso concreto de Qatar, el deporte claramente ha funcionado como lavado de imagen de la tiranía imperante en aquel país; se dan datos muy concretos, con nombres propios, de las circunstancias que llevaron a elegir la candidatura de este país para celebrar el evento. Si en los años 50 del siglo XX Qatar era una humilde región de 40.000 habitantes dedicada a la pesca, la explotación del gas y el petroleo, con la entrada de los mercados financieros le convertiría en uno de los países más ricos del mundo. Así, el régimen de Qatar llegaría a entrar en el IBEX 35, siendo el tercer fondo de inversión más importante, que controla empresas españolas como El Corte Inglés, Iberdrola, el Grupo Prisa o MediaPro; los tentáculos de Qatar, por lo que se ve, llegan lejos y a diversos ámbitos de este inefable país que llamamos Reino de España. A los poderosos jeques árabes se les recibe con todos los honores en España, pero cuando los musulmanes son pobres se les asesina en la frontera; el repulsivo mundo clasista en que vivimos.

Cuando el emir de Qatar vino hace unos meses a Madrid, a pesar de la sistemática vulneración de los derechos humanos en aquel país, se le concedieron toda suerte de medallas y honores por parte de los mandatarios españoles; en la vergonzosa cena de gala que Felipe VI ofreció en el Palacio Real, con el consecuente besamanos por el que desfilaron todo tipo de personajes del mundo empresarial y político, la reina Letizia Ortiz lucía unos diamantes regalados por el emir de Qatar valorados en 100.000 euros. Los datos sobre los negocios e inversiones de Qatar en España son innumerables y muy concisos; por ejemplo, el fondo soberano de inversión de Qatar posee un considerable porcentaje del capital de Iberdrola, una de las grandes empresas donde están colocados varios excargos políticos de España (la indignante política de las puertas giratorias), también hay capital qatarí en El Corte Inglés o en grandes empresas inmobiliarias.

Quizá de lo más indignante, que ya es decir, son las inversiones qataríes en Prisa, el grupo de comunicación más importante de España. Loaiza denuncia de forma concisa y acertada cómo el poder mediático de Prisa, a través de las páginas del diario El País y otros medios, ha funcionado como instrumento del control del pensamiento en España desde el fin de la dictadura ejerciendo la hegemonía ideológica; sus apoyos a la monarquía o a los gobiernos de Felipe González explican lo ocurrido en ese fraude denominado Transición a la democracia. Es sabido que el Banco Santander tiene un tanto por ciento de capital en Prisa, ya apenas puede ocultarse que la banca es la propietaria de los grandes medios de comunición; a su vez, el fondo de Qatar entró en el accionariado de Santander Brasil, que eligió al recientemente fallecido exfutbolista Pelé como embajador. Todos los intereses de la pasta perfectamente vinculados al mundo del deporte.

En este mundial, todo el mundo tiene las manos manchadas de sangre; apoyar el fútbol como negocio es ser cómplice de la situación de los trabajadores en Qatar, que son verdaderos esclavos del siglo XXI. Mientras estos obreros, procedentes de países como Sri Lanka, Bangladesh o la India, trabajaron con temperaturas de 50 grados para construir las infraestructuras (lo cual ha producido al menos 7.000 muertes), el evento se pasa al mes de noviembre para que los multimillonarios jugadores no pasen calor. Esta cifra ha sido proporcionada por algunos medios y por Amnistía Internacional, pero lo más probable es que sea mucho más elevada por la lógica opacidad del régimen dictatorial de Qatar, totalmente blanqueado por diversos tipejos europeos y por los propios deportistas desprendidos de cualquier tipo de conciencia.

Los jeques árabes comprendieron muy bien que dominar el mundo pasa por controlar el mundo del deporte, un auténtico nido de corrupción (se define a la FIFA como una mafia criminal). Para dar más datos concretos, y sorprendentes (o no tanto), uno de los países candidatos a futuras sedes del mundial es Arabia Saudí; el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, por cierto, amigo de Felipe VI, se le señala como el que mandó asesinar al periodista Jamal Khashoggi y hoy tiene inmunidad judicial en Estados Unidos al compartir negocio en el mundo del golf con Donald Trump. No obstante, la relación de estas teocracias árabes con Estados Unidos, con el nuevo inquilino en la Casa Blanca Joe Biden, no ha empeorado lo más mínimo; como ejemplo, a Qatar se le ha nombrado aliado principal de la OTAN, Se denuncia también cómo se ha fortalecido la monarquía española gracias a la financiación de los qataríes, saudíes y demás. De hecho, Felipe VI al parecer fue el único monarca que asistió a la inauguración del Mundial.

La dictadura teocrática de Qatar parece tener comprado al mundo entero hasta el punto que tiene buenas relaciones con los que parecen enemigos declarados; Estados Unidos e Irán o Israel y Palestina, mientras financia, tanto a Hamás o los talibanes de Afganistán, como al mundo capitalista occidental; tal y como sostiene Loaiza, con un juego de sobornos y con un ejercicio de cinismo notables ha logrado ser una pieza casi intocable en el ámbito geopolítico blindada por toda una red global de intereses.

El repulsivo régimen de Qatar, una de las mayores reservas de gas del mundo, ha acabado invirtiendo en los principales centros de poder a nivel internacional, ha adquirido acciones de los grandes bancos, de las principales empresas de prácticamente todos los sectores y se le ha blaqueado al funcionar como patrocinio de grandes clubes europeos como el FC Barcelona, la Roma, el Bayern de Munich o el Boca Juniors en Argentina, también ha sido sponsor de grandes torneos de fútbol; hablamos de una dictadura donde la mujer está totalmente sometida al hombre la homesexualidad está penada con prisión, los trabajadores no poseen derechos y no existen las libertades más elementales. Todo esto con la connivencia de los llamados Estados democráticos y liberales, que no denominan como dictadura a Qatar por ser sus jerarcas miembros de sus consejos de administración habiendo comprado a diestro y siniestro.

Fonsi Loaiza, por este libro y especialmente por Florentino Pérez, el poder del palco, no solo ha sido boicoteado, también permanentemente amenazado. El vergonzoso mundo en que vivimos, en el que hay que presentar batalla de forma constante.

 

Capi Vidal

 

viernes, enero 20

El precio del progreso

 

 

«Nuestra fe en el dogma del progreso como algo inevitable es tan fuerte, que ha sido capaz de sobrevivir a dos guerras mundiales, y continúa floreciendo a pesar del totalitarismo y el renacimiento de la esclavitud, los campos de concentración, los bombardeos atómicos. El progreso de la ciencia es uno de los factores determinantes implicados en el paulatino declive de la libertad, así como en la centralización del poder, que han tenido lugar durante el siglo veinte». 

«El ser humano es ahora víctima de su propia tecnología», afirmó Aldous Huxley en una entrevista a la BBC en 1961, dos años antes de morir. Célebre por su novela distópica Un mundo feliz, Huxley fue también un lúcido crítico de la civilización industrial. Desde el comienzo de su carrera de escritor, se mostró preocupado por la relación entre el progreso científico y la sociedad humana.

Los ensayos reunidos en El precio del progreso, escritos entre 1946 y 1962, muestran cómo Huxley puso por delante de cualquier otro factor para el cambio, la necesidad de cuestionar el dogma del progreso científico y tecnológico. Supo desvelar el peligro inherente a la transformación social en Occidente si dicha transformación, independientemente de su naturaleza política, no tenía en cuenta en qué medida la industrialización y la tecnología suponían amenazas patentes para la emancipación total de las comunidades humanas.

Aldous Huxley (1894-1963), escritor británico autor de innumerables novelas como Contrapunto, Ciego en Gaza, El tiempo debe detenerse, Mono y esencia o La isla, aunque sin duda la más célebre de todas ellas es la distopía Un mundo feliz, publicada en 1932, donde se describe una sociedad futura donde los individuos son separados en castas y se les induce una felicidad artificial mediante la tecnología y el soma. En sus libros de no ficción practicó temas tan variados como el misticismo, la literatura de viajes, las religiones orientales, la experimentación con las drogas, el papel de los intelectuales o los peligros del progreso tecnológico y científico. El precio del progreso reúne cuatro ensayos escritos entre 1946 y 1962.

martes, enero 17

El fin del mundo

 


Yo lo pensé, tal  como lo anuncian en la tele,

como un asunto de zombis

o invasores extraterrestres,

 

y tú me hablas de oligarquías del dinero,

bufones pastoreando las masas hacia el fascismo,

ocaso de los combustibles fósiles

y calentamiento global.



Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Poesía completa (2014 -2019)

sábado, enero 14

El mito de las mafias de la migración

 


Desde 2015, cuando alrededor de un millón de refugiadas y de migrantes consiguieron entrar a Europa, el foco de atención sobre el papel de las mafias migratorias ha crecido con fuerza. 
 
 
“Nuestro esfuerzo común es, antes de todo, luchar contra las mafias. Las mafias que trafican con personas y ponen su vida en peligro. Ustedes, los periodistas, han informado en los últimos días de las trágicas muertes en el mar de varios migrantes, personas que se encuentran en una situación de la cual se aprovechan estas mafias. Por eso uno de nuestros principales objetivos es la lucha contra las mafias”.

Así se expresaba, en noviembre de 2020, ante la prensa internacional el ministro español del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Los ojos del mundo estaban puestos en las islas Canarias. Catorce años después de la crisis de los cayucos del 2006, el archipiélago español había vuelto a convertirse en la principal puerta de entrada de la migración clandestina a Europa. Las imágenes del muelle de la vergüenza de Arguineguín daban la vuelta al mundo.

Es entonces cuando las autoridades de Madrid y Bruselas deciden que es hora de visitar las islas Canarias. Grande-Marlaska recorre el archipiélago con la comisaria europea Ylva Johansson, responsable comunitaria de seguridad y migración. Después de examinar de cerca los focos de la crisis, convocan una rueda de prensa conjunta en las Palmas de Gran Canaria.

En un discurso de poco más de ocho minutos, Grande-Marlaska utiliza once veces los conceptos “mafias” y “redes que trafican con personas”. Un ejemplo claro de aquello que las ciencias sociales denominan encuadre (framing): el complejo fenómeno de la migración se reduce a un problema de seguridad, una batalla del bien contra el mal. El ministro pinta una imagen de delincuentes sin escrúpulos responsables de la muerte de migrantes vulnerables. La comisaria europea Johansson está de acuerdo. Enfatiza la importancia de hacer frente a estas “redes delictivas” de manera conjunta con los estados miembros.

Pero, ¿cómo piensa Europa hacerlos frente? Proporcionando ayuda humana y material en los “países de tránsito y origen”. Así, los equipos fronterizos españoles están trabajando sobre el terreno con sus colegas de Marruecos, Mauritania, Senegal y Gambia. Agentes españoles patrullan junto a la policía y los guardacostas de estos países de África Occidental. Disponen de barcos de patrulla, vehículos todoterreno, aviones y helicópteros pagados por Europa.

Todos estos esfuerzos están dando sus frutos, según el ministro español. “La cooperación permite desarticular las redes dedicadas al tráfico de personas”, dijo en las Palmas de Gran Canaria. “Con esta fórmula, el año pasado redujimos un 50% la inmigración ilegal hacia España a través del Mediterráneo. Haremos el mismo en la ruta migratoria hacia las islas Canarias”. El ministro estaba convencido que este enfoque también funcionaría para la ruta Atlántica.
 
“Servicios de facilitación”

La atención a las redes criminales no es nueva. Desde 2015, cuando alrededor de un millón de refugiadas y de migrantes consiguieron entrar a Europa, el foco de atención sobre el papel de las mafias migratorias ha crecido con fuerza. En la política migratoria oficial de la UE, la lucha contra las redes de contrabando de personas ocupa ahora el primer lugar en la agenda. En parte, porque “explotan a los inmigrantes vulnerables”, en palabras del Consejo Europeo.

En el debate sobre la cuestión, se cita a menudo un informe conjunto de Europol e Interpol, organismos internacionales de cooperación policial. Afirma que más del 90% de las personas que migran hacia Europa utilizan “servicios de facilitación”, que serían ofrecidos y prestados por grupos delictivos en su mayoría. “En torno a la crisis migratoria sin precedentes a Europa ha surgido una red compleja, despiadada y multinacional de contrabando de migrantes” que “genera miles de millones de euros para los grupos criminales implicados”, concluye Europol.

Según el relato oficial, la migración clandestina hacia Europa está inextricablemente ligada a la delincuencia organizada, las mafias y las redes criminales. Ellas, son las responsables de las numerosas muertes y desapariciones en la peligrosa ruta migratoria hacia las Islas Canarias. Sin las mafias, es probable que una proporción muy mayor de la opinión pública se volvería contra la dura política migratoria de Europa. Y sin las mafias, la militarización de las fronteras exteriores sería mucho más difícil de vender.

¿Hasta qué punto es realista esta idea? Cómo funciona el proceso de migración en la práctica? ¿Quién organiza los viajes? ¿En qué medida la migración clandestina de África Occidental a las islas Canarias está en manos del crimen organizado? Hemos ido al Senegal y Gambia para averiguarlo. Desde estos países, se realiza la travesía más larga de esta ruta migratoria: entre 1.400 y 1.700 kilómetros para llegar a las Islas Canarias.

Los motivos del viaje

Hemos hablado con unas cincuenta personas clave sobre el terreno. Entre ellas se encontraban personas que querían migrar, personas devueltas, organizadores de los viajes hacia Europa, pescadores, líderes comunitarios, investigadores académicas, policías, responsables políticos y periodistas especializados. Conocen el terreno y el tema de primera mano. Y en conjunto, ofrecen un panorama que socava uno de los cimientos de la política migratoria europea: las redes criminales no juegan ningún papel en esta ruta migratoria.

La gente quiere salir de África Occidental motivada por toda una serie de razones, pero no porque una “compleja, despiadada y multinacional red de contrabando de migrantes” les dé la idea. La iniciativa casi siempre surge de la persona que quiere emprender el viaje o de su entorno más próximo: familia, amigos, compañeros de trabajo o vecinos. Tampoco necesitan recurrir a una mafia multinacional de contrabando para llevar a cabo su plan. Lo hacen ellos mismos. O, de nuevo, son personas de su entorno inmediato las que organizan los viajes marítimos.

Acostumbran a ser pescadores. Tienen barcos, experiencia como patrones en alta mar y una buena razón para querer irse. Sus capturas han disminuido drásticamente en los últimos años. Lo escuchamos por todas partes a lo largo de la costa del Senegal y de Gambia: “Nuestro gobierno ha vendido el mar en los extranjeros”. Los barcos de arrastre industrial europeos y asiáticos están vaciando las aguas costeras de África Occidental, tradicionalmente ricas en capturas. Para los decenas de miles de pescadores artesanales locales sólo quedan los peces más pequeños. En muchos casos insuficiente para sobrevivir.

La sobrepesca de arrastre de los países ricos no solo amenaza la existencia de los pescadores locales y sus familias. La economía de las zonas costeras del Senegal y Gambia depende en gran medida de la pesca. Las redes de pesca vacías están estrangulando la economía local. Y la población sufre las consecuencias de la creciente escasez de peces. La fuente más importante de proteínas en esta región es cada vez más inasequible. La crisis de la industria pesquera local —provocada tanto por los países ricos como por los gobiernos de África Occidental que les otorgan las concesiones de pesca— es un gran incentivo para los viajes clandestinos a las Islas Canarias, tanto en cuanto a la oferta como la demanda.

“Cuando tenga la oportunidad, marcharé”. Alhagie Jallow (21 años) está muy seguro. En la playa de Tanji, un pueblo pesquero de 15.000 habitantes en la costa atlántica de Gambia, pasa el rato con sus amigos Lamin Fofana (20) y Yaya Demba (18). “Si ahora mismo hubiera un barco que saliera hacia España desde esta playa, no dudaría a marchar ni un momento. Y no soy el único”.

Jallow y sus amigos suben a un viejo barco de pesca que está averiado en la playa. Hay grandes agujeros en el casco de la canoa de madera de cincuenta metros de largo. Reparado o de nueva construcción, este es el tipo de barco en el cual cada año miles de africanos se aventuran hacia las Islas Canarias. Según las cifras oficiales, 23.000 personas llegaron por vía marítima al archipiélago español en 2020, la segunda cifra más alta de la historia. El 2021 el flujo se mantuvo casi igual: fueron 22.000, a pesar de un gran despliegue policial a ambos lados del Atlántico para evitar las llegadas. Y en los primeros seis meses de 2022 han sido 8.741. Es decir, aunque las llegadas a Canarias ya no captan la atención de los grandes medios, la cifra se ha multiplicado por 1,7 comparándola con el mismo periodo del 2021, y por cinco si se toma como referencia el 2020, el año en que las cifras migratorias a Canarias fueron portada mundial.
 
Tanji es uno de los puntos de salida de la ruta migratoria del Atlántico. Desde aquí, hay 1.700 kilómetros en línea recta hasta las islas de Gran Canaria y Tenerife. No hace falta avisar a Jallow y sus amigos de los peligros de la larga travesía. Lo saben de sobra. Son hijos del mar, como casi todo el mundo en Tanji. Pero las noticias de muertes y desapariciones no pueden disuadir a los tres jóvenes.

Fofana y Demba también están decididos a aprovechar la primera oportunidad para ir a Europa. “No tengo miedo”, dice Fofana. “Si quieres sobrevivir, tienes que correr riesgos. Y es mejor morir en el mar que sentarse aquí y no hacer nada”. Sus amigos asienten con la cabeza. “Aquí no hay trabajo, aquí no hay nada”, dice Demba. “Es muy frustrante ver a tus padres sufrir. Cada día tienen que luchar para alimentarte a ti y a tus hermanos, mientras tú ya eres mayor y no puedes aportar nada”. Fofana y Demba han abandonado la escuela antes de acabarla. Sus padres tenían que elegir: pagar la escuela o alimentar a la familia.

Desde la distancia, el pescador Lamin Jarju (45) observa a los chicos en la barca. Los conoce: aquí todo el mundo se conoce. “Estas son las barcas de pesca más grandes que tenemos”, dice Jarju. “Caben más de 200 personas. Son los que usamos para el backway”. Backway —la puerta de atrás— es la palabra que han inventado los gambianos para referirse a la emigración clandestina. Es un término poético y eficaz: si Europa nos cierra la puerta principal, vamos por la puerta trasera. Y esta puerta principal cerrada es la imposibilidad práctica de obtener un visado europeo. En África Occidental, solo una pequeña élite de personas muy acomodadas puede acceder a esta vía de entrada.
 
Organización colectiva

Quienes son las personas que organizan los viajes en Tanji? Jarju no duda ni un momento: los propios habitantes. Cualquiera puede ser organizador. O agent como se dice aquí, agente de viajes. “Empieza con unas cuántas personas que deciden irse juntas. Suelen ser pescadores. Normalmente, hay alguien entre ellos que tiene un barco. Otro es patrón, con experiencia en alta mar, y algún otro sabe usar los sistemas de navegación. Y si no, son fáciles de encontrar aquí.

El barco se llena solo. El único problema a la hora de buscar gente interesada a viajar es que se tiene que hacer de manera discreta. En parte por la presión de Europa, la policía está intensificando su vigilancia. “Cuando se enteran de que sale un barco, la policía se presenta con un gran despliegue”, dice Jarju. “Arrestan a todo el mundo. Pero para nosotros la migración no es un delito. Los organizadores no son delincuentes, sino pescadores comunes y corrientes, los propios habitantes de Tanji. Los patrones de las embarcaciones forman parte de la comunidad local. La gente les dice: ‘Nuestros hijos quieren viajar y tú tienes un barco. Por favor, ayúdanos, te pagaremos por eso’. No los importa pagar los 300 o 400 euros del viaje”.

Una organización a nivel local, por iniciativa propia de quien migra (casi siempre se denominan “viajeros” a África Occidental), “gente corriente” y no redes criminales como organizadores de los viajes, y una imagen sorprendentemente positiva de los contrabandistas o “traficantes”: son elementos que se repiten una y otra vez en nuestras conversaciones con expertos, implicados y afectados en los principales puertos de salida de Gambia y Senegal.

Una de ellas es Khady Ndoye (40). Es periodista especializada en migraciones y reportera judicial en Mbour, una ciudad senegalesa situada a unos ochenta kilómetros de Dakar. “Los organizadores de los viajes son personas de la comunidad local”, dice. “Desde el punto de vista legal son delincuentes, pero para la sociedad no lo son. Quien comete un delito aquí es aislado por su familia. Pero si eres un convoyeur [organizador de viajes clandestinos], esto no ocurre. Esto demuestra que no se los considera delincuentes”.

La idea de irse surge cuando los jóvenes se sientan juntos, no tienen nada que hacer y entonces deciden buscar un barco, confirma Ndoye. Por lo tanto, no se puede hablar de organizaciones en sentido estricto. “Casi todos los viajes los planifican personas que ya se conocían: amigos, familiares, colegas. Se ponen en contacto con un conocido que es marinero y sabe cuando el océano está en calma”.

Bubacarr Fatty es economista y jefe de investigación del Management and Development Institute (MDI, Instituto de Gestión y Desarrollo) de Kanifing, una de las principales instituciones universitarias de Gambia. Fatty ha realizado estudios sobre los motivos por los cuales la gente opta por el backway. No ha encontrado pruebas que sustenten el discurso europeo del migrante como víctima pasiva de las redes migratorias criminales. De sus investigaciones se concluye que la iniciativa la toma quién quiere irse, no los contrabandistas.

“Desde la perspectiva de África Occidental, la migración no es un proceso que se rija por la lógica del supply-push”, afirma. “La migración es demand-pull, es decir, la demanda de oportunidades de viaje crea la oferta, y no al revés. Empieza con la población local sintiendo la necesidad de irse. Por la razón que sea: por las condiciones sociales, económicas o políticas, o impulsada por otros factores como el cambio climático. Los agents simplemente responden a esta necesidad”.

Los estudios del equipo de Fatty revelan otro factor del cual rara vez o nunca hablan los expertos en Europa: los migrantes gozan de una gran consideración social. “El entorno social valora mucho más sus esfuerzos que los de quienes luchan por llegar a fin de mes aquí”, dice Fatty. “Esto supone un impulso social a la emigración de primera magnitud. Es un factor más fuerte que cualquier otro”. Entre la juventud existe la idea que se puede hacer mucho más por la familia en cinco años en Europa que en treinta años en África Occidental. La investigación de Fatty demuestra que no solo los jóvenes piensan así. Cuando alguien pisa suelo europeo, la familia en los países de origen lo celebra efusivamente.

Ebo Town es uno de los muchos lugares donde se puede ver el porqué. En este polvoriente barrio popular de Serrekunda, la mayor ciudad de Gambia, se observa una gran cantidad de casas en construcción en modestos terrenos familiares. Pregunté por qué, y casi siempre obtendrá la misma respuesta: tenemos un hijo o hija en Europa que nos envía dinero.

Fuera de la ciudad, la situación no es diferente. El investigador Bubacarr Fatty calcula que en las zonas rurales entre el 60% y el 70% de las nuevas viviendas se construyen con dinero remitido por familiares desde Europa. “Más allá del peligroso viaje, la sociedad no ve nada malo en la migración clandestina”, dice Fatty. “Proporciona a los miembros de la familia que se quedan atrás unas oportunidades que nunca habrían tenido de otro modo. Por supuesto, esto no te lo dirán los políticos. Pero la gente de a pie dice: no hay absolutamente nada de malo en el backway. Todo lo contrario!”.

Las personas que organizan los viajes hacia las islas Canarias son vistas por la sociedad en su gran mayoría como benefactoras. Varios de nuestros entrevistados utilizan incluso el término “samaritanos”, como el politólogo Adama Mbengue en la capital senegalesa, Dakar. “Ponen comida en la mesa de muchas familias”, dice.

Por supuesto hay críticas también. Algunos passeurs (“barqueros”) te cobran el viaje y desaparecen sin dejar rastro”, dice Badou Ndoye (82), un pescador retirado y líder comunitario de Mbour. Estas estafas ocurren sobre todo cuando el organizador no procede de la comunidad local. Son casos excepcionales. Por lo general, los passeurs o agents cumplen los acuerdos. De lo contrario, se harían la vida imposible en la comunidad.

También ocurre que los agentes llenan demasiado la embarcación, a veces con consecuencias fatales. Hemos encontrado un caso en Barra (Gambia), donde el agente en cuestión tuvo que huir de la ira de sus conciudadanos. Finalmente, fue localizado y procesado por los tribunales.

Los organizadores de los viajes ganan mucho dinero. Es un hecho incuestionable. La cantidad exacta es difícil de calcular. Tanto en el Senegal como Gambia, sus clientes pagan unos 400 euros, con un máximo de 800 euros. Pero por otra parte, en cada expedición hay una serie de personas que no pagan: los patrones y su tripulación, familiares cercanos o amigos del organizador. Otros obtienen un descuento porque están desesperadas y no pueden reunir el dinero. Recordamos que normalmente entre organizadores y clientes todo el mundo se conoce.

Según el tamaño de la embarcación, los ingresos brutos por viaje oscilan entre 40.000 y 80.000 euros. Después de deducir los gastos —barco, motores fueraborda, sistema de navegación, combustible, provisiones—, queda un beneficio de entre 20.000 y 40.000 euros por viaje. Así lo estima Mountaga Kane, un experimentado periodista de Mbour que ha realizado numerosos reportajes sobre la migración clandestina. El beneficio se reparte entre los organizadores y sus ayudantes. Suelen rondar las diez personas. Esto supone entre 2.000 y 4.000 euros por persona y expedición. Por esta cantidad, se arriesgan a varios años de prisión.

Según el Banco Mundial, la renta anual per cápita es de 1.430 dólares en Senegal y de 750 en Gambia. Por lo tanto, según los estándares de África Occidental, los contrabandistas obtienen un gran beneficio. Pero probablemente no son sumas que vuelvan locos a delincuentes profesionales de una “compleja, despiadada y multinacional red de traficantes de migrantes”. Salvo que una única gran mafia migratoria controlara toda la costa de África Occidental. Algo que no sucede.

Dirigentes europeas y cuerpos policiales como Europol suelen utilizar las ganancias brutas de los organizadores de los viajes como prueba de que se trata de organizaciones criminales. Tal vez olviden que estos beneficios están condicionados por el grado en que se vigile la costa de África Occidental, algo que ocurre principalmente a instancias y a cargo de Europa. De este modo, un viaje clandestino en barco desde el Sáhara Occidental hasta las Islas Canarias cuesta 2.000 euros por un recorrido de cien kilómetros. Desde Senegal, una distancia quince veces mayor, se paga cinco veces menos. ¿La explicación? Las posibilidades de ser atrapado justo antes de salir y en el principio del trayecto son muchas más altas en el Sahara Occidental, territorio ocupado por Marruecos, que en Senegal. Y esta diferencia se explica por los recursos que Bruselas y Madrid transfieren a Marruecos para controlar las salidas. Es decir, la política europea está aumentando la rentabilidad de los contrabandistas.
 
Una opción de futuro popular

Según una idea muy extendida en Europa, las personas que marchan de África no pertenecen a los sectores más pobres de su país: “¡Mira cuánto pagan a las mafias!”, es la típica expresión de este tópico. Hay algo de verdad en esto. Sin embargo, en la práctica muchas familias pobres de Senegal y Gambia consiguen poner sobre la mesa los 400 euros que suele costar el viaje. Venden sus posesiones, sus tierras y su ganado para poder enviar a uno de sus hijos a Europa. Una inversión familiar, con la esperanza que las futuras remesas de dinero recompensen el esfuerzo conjunto.

Y si no tienes nada que vender, siempre quedan agents como Adama en Bakau, Gambia. Junto con su primo, Adama —nombre ficticio— organiza una vez al año un viaje a las Islas Canarias. Es pescador, músico y desde hace cinco años también agent. Se enorgullece de que sus barcos hayan llegado siempre sanos y salvos. Muestra un vídeo del último viaje, enviado desde Gran Canaria. El barco no está demasiado lleno, la gente está cocinando, cantante y riendo. Casi todos son amigos y conocidos del barrio, los demás son de países vecinos como Mali, Guinea y la Costa de Marfil. Cuarenta de los cien no pudieron pagar, pero se los permitió embarcar de todos modos. “Aquí todos somos pobres, nos ayudamos los unos a los otros”, dice Adama con una sonrisa. “Los que no pudieron pagar y después tienen suerte a Europa, quizás nos compensarán un poco en el futuro. Así es como lo hacemos”.

Las personas que se suben a un barco hacia las Islas Canarias no se sienten víctimas. Quizás se sienten víctimas de sus circunstancias socioeconómicas o de la estricta política europea de visados, pero no de los contrabandistas. “Algunos ven a los passeurs como aprovechados y explotadores”, dice el periodista senegalés Mountaga Kane. “Especialmente después de algunos accidentes notorios en el mar. Pero la mayoría de la población los ve como personas que ayudan a las familias pobres”.

A Saint-Louis, la ciudad portuaria y colonial del norte de Senegal, nos encontramos con la sorprendente comprensión por los contrabandistas desde un lado inesperado. El coronel Souleymane Cissé es el jefe de la Gendarmería Nacional Senegalesa en la región norte del país. Es responsable del control de las fronteras y de la guardia costera y, por lo tanto también de la lucha contra la migración ilegal. Le asiste un equipo permanente de diez agentes españoles de la Guardia Civil. El año pasado interceptaron trece barcos con 2.600 migrantes a bordo. La mayoría eran jóvenes sin trabajo a causa de la crisis de la pesca, dice Cissé.

¿Cómo ve a los que ayudan a estos jóvenes salir en un barco hacia Europa? “Depende de dónde estás”, dice el coronel Cissé. “Si estás en Europa puedes verlos como gente mala. Pero si estás aquí es diferente”. ¿Y qué opina de que los líderes europeos digan que no luchan contra migrantes y refugiados, sino contra las mafias migratorias y sus redes criminales? “Llevo uniforme”, dice sonriente, “así que no tengo opinión”.

En otoño de 2020 el Gobierno español inició una ofensiva diplomática en África Occidental. Coincidió con el crecimiento sin precedentes del flujo migratorio hacia las Islas Canarias. En noviembre, la entonces ministra de Asuntos exteriores Arancha González Laya y su secretaria de Estado, Cristina Gallach, viajaron a Senegal, Gambia y otros cinco países de la región. El objetivo del viaje era intensificar la cooperación que España estableció con los gobiernos de África Occidental en 2006 para poner fin a la llamada crisis de los cayucos, cuando 32.000 migrantes llegaron a las Islas Canarias.

En abril del año siguiente, Senegal volvió a recibir una visita del Estado español, esta vez del presidente del gobierno Pedro Sánchez. La lucha contra las “mafias” —o “redes de inmigración ilegal”, como se las denomina en los comunicados de prensa oficiales— era en todas estas visitas el primer punto en la agenda. Esto se traducía en más dinero y más ayuda material para el control de las fronteras a África Occidental. El 2021, Gambia recibió 39 millones de euros del Fondo de Emergencia para África de la UE. Senegal, 171. Una parte importante de este dinero se destina a la “gestión de la migración”.

Manding Saidykhan es el responsable de las políticas migratorias en el Ministerio del Interior de Gambia. Se sentó a la mesa con las delegaciones de Europa para tratar el tema. “Los líderes europeos vienen aquí con una agenda muy particular”, dice en su despacho del ministerio. “Quieren hablar sobre todo de repatriación y deportación de gambianos. Y quieren que vigilemos la frontera. Ya lo estábamos haciendo, por supuesto. Pero es imposible detener a todos. La migración no puede detenerse. Esta es la realidad. Es algo inevitable. Sabemos que para la mayoría de la gente es prácticamente imposible conseguir un visado para Europa. Por eso optan por el backway”. Cuando preguntamos qué piensa del énfasis que pose Europa en el papel de las mafias y las redes criminales de la migración clandestina, Saidykhan vacila un momento. “No lo sé”, dice. “Aquí a los organizadores los dicen agents. Tal vez formen una red. Pero no son delincuentes”.

Grande-Marlaska no ha cumplido su promesa de 2020. Al tomar medidas contra las “mafias de la migración”, el ministro del Interior español prometió reducir el número de llegadas a las Islas Canarias a la mitad. La realidad ha sido muy diferente. El 2021 llegaron casi tantos migrantes y refugiados como el año anterior. Y desde el principio de este año hasta octubre, el número de llegadas es prácticamente igual al de hace un año.

Mientras tanto, el número de muertes en la ruta atlántica no para de crecer. La ONG Caminando Fronteras ha documentado 4.016 muertos y desapariciones durante el 2021, más del doble que el año anterior (1.851). Si cruzamos los datos de muertes de la ONG con las cifras oficiales de llegadas del ministerio del Interior español, vemos que en 2020 un 7,4% de las personas que hicieron la travesía a Canarias perdieron la vida. El año pasado se dobló la proporción de muertes hasta 15,2%.

Desde la declaración de guerra de Grande-Marlaska a las mafias de la migración, ninguna “red multinacional de tráfico de personas” ha sido desarticulada en la ruta canaria. Si fuera así, sin duda nos habríamos enterado todos. No es porque los policías y guardacostas no dispongan de recursos, sino simplemente porque estas mafias no existen. Según el Instituto Danés de Estudios Internacionales (DIIS) hay numerosos datos que evidencian que también en otras rutas migratorias hacia Europa la “facilitación de la migración irregular” no es en absoluto dominio exclusivo de “redes delictivas transnacionales”.

Cada vez más, son grupos locales a pequeña escala: personas que se ayudan entre ellas, familiares, amigos. Sus beneficios son limitados y se invierten casi inmediatamente en la comunidad local. “La política de la UE en materia de migración es eurocéntrica y a menudo basada en las perspectivas de un pequeño grupo específico de tertulianos y analistas”, concluye la investigadora Gabriella Sánchez del DIIS. “Como han demostrado muchos estudios, esto lleva a repetir simplemente las explicaciones y teorías existentes sobre el contrabando”. De este modo, la versión oficial se refuerza acríticamente.

Hay que cuestionar el mito de las mafias. Pero no será tarea fácil. Generaría un problema serio. Porque si no hay mafias, al menos en esta ruta, ¿contra quién estamos entonces utilizando todos esos miles de millones de euros que Europa gasta para el control migratorio? ¿Contra los migrantes, a los que siempre hemos presentado como pobres víctimas de despiadadas bandas multinacionales de traficantes de personas?
 
 
El trabajo de campo para la investigación en Gambia y Senegal
 
La investigación El trabajo de campo para la investigación en Gambia y Senegal se realizó en colaboración con el periodista gambiano Fabakary B. Ceesay. En marzo y abril visitamos los principales puntos de salida de los refugiados en barco: Tanji, Bakau y Barra en Gambia, Mbour, Saly, Dakar y Saint-Louis en Senegal. Hemos hablado con cientos de personas directamente implicadas y con expertos en migración clandestina. Cincuenta de ellos fueron entrevistados exhaustivamente, muchos en su lengua nativa (wolof o mandinka). En mayo, continuamos con una serie de entrevistas con migrantes de África Occidental recién llegados a Gran Canaria y Tenerife. Completó la investigación un análisis de documentos oficiales, artículos de prensa y documentos científicos.
 
 

miércoles, enero 11

Sandra Bravo: “Pensar que hay una sola manera de organizar las relaciones es aburrido”

 

 

Periodista especializada en poliamor, sexo y feminismo, Sandra Bravo es autora de ‘Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre. (Poli)amor, sexo y feminismo’.



Sandra Bravo es periodista especializada en los temas que anuncia el subtítulo de su libro: poliamor, sexo y feminismo. Hace una intensa labor de divulgación en redes, charlas y talleres desde su plataforma Hablemos de poliamor. Además, utiliza su formación en terapia gestalt para ofrecer acompañamiento a personas que estén en relaciones no monógamas o quieran explorarlas.

En Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre. (Poli)amor, sexo y feminismo (Plan B, 2021), apoya su propio camino de afirmación personal y de concienciación política en lecturas de autoras feministas como Brigitte Vasallo, Irantzu Varela, Norma Mogrovejo, Laura Latorre o Virginie Despentes. Defiende el empoderamiento sexual como un motor de liberación personal y de revolución colectiva. Y reconoce al movimiento feminista como salvavidas: “Gracias a las feministas que lucharon por conseguir que hoy en día no me quemen en la hoguera por bruja, ni me detengan por adúltera ni me internen en un psiquiátrico por bisexual”. Esta entrevista es una adaptación de la realizada en la presentación del libro en la librería ANTI de Bilbao.

Ya no nos queman en la hoguera, pero el estigma sobre las mujeres libres sigue siendo muy fuerte. ¿Escribir este libro te ha servido para hacerle frente?

Poder decir con la cabeza muy alta “sí, soy promiscua, ¿algo que añadir?” es una forma de adelantarte a lo que te puedan decir, de apropiarte del insulto, como ha hecho el movimiento queer. Estoy orgullosa de ser así y no hay nada malo en ello, a pesar de que me señalen como viciosa y se piense que tengo miedo al compromiso o que no sé enamorarme de verdad. Ayuda a burlarte de algunos ataques, que son bastante ridículos a pesar de que llegan con mucha fuerza, porque vienen desde las estructuras de poder. La diversidad tiene una cosa maravillosa: demuestra que tenemos la posibilidad de reimaginarnos y de vivir la identidad, los afectos y las relaciones de maneras muy distintas. Pensar que hay una sola manera de organizar las relaciones para todo el mundo es aburrido; es imposible que encajemos todas en un mismo molde. El ejercicio de compartir y de visibilizar, ese “a mí también me pasa”, empodera porque nos da herramientas para combatir el argumento de que somos tan raras que nadie nos va a querer.   

El armario de la no monogamia es de los más difíciles de romper, sobre todo en el entorno familiar, ¿verdad? 

Cuando voy a mi pueblo y la señora María me pregunta si ya tengo novio, me dan ganas de decirle: “A ver cómo se lo explico… ¿Tiene quince minutos para hablarle de bisexualidad y de anarquía relacional?”. Tener que salir constantemente del armario es agotador. Es sensato valorar de qué armarios salimos, a qué violencias nos exponemos y qué ganancias o pérdidas vamos a tener. Además, hay personas que no se pueden permitir romper la relación con su familia de origen, ya sea por motivos materiales o emocionales. A mí el libro no me ha servido para salir del armario con mi familia, porque prefieren hacer como que no han entendido nada y seguir preguntando cuándo voy a sentar cabeza. Mi modelo de vida no se entiende, piensan que algún día me daré cuenta de que estaba equivocada, de que hay que formar la familia feliz, a ser posible con un señor o, en el peor de los casos, con una novia. Porque, si sigo así, ¿cómo voy a criar?, ¿cómo voy a envejecer? No hay un imaginario. Me han preguntado a menudo: “Y el día de mañana, cuando seas mayor, ¿quién te va a querer?” Pues espero que mucha gente. Si echo la vista atrás, lo conecto con el estigma que enfrentó mi tía soltera.

El título del libro me chirrió de entrada, porque se puede interpretar como si el poliamor fuera una moda millenial... 

Estoy de acuerdo, pero las experiencias anteriores no tienen casi visibilidad fuera del activismo. No hemos inventado nada nuevo; ya se trataron muchos temas en la revolución sexual, cuando se hablaba de amor libre. Hay muchas familias no monógamas que, por evitar violencias, viven de cara a la galería como familias normalitas. Esos relatos se han tapado; tenemos que recuperarlos y mostrarlos.

Empiezas hablando en primera persona de cómo viviste la sexualidad en la infancia. Treinta años después, los sectores conservadores siguen boicoteando toda iniciativa de educación sexual. 

La educación sexual tendría que ser transversal en el currículum escolar, no solamente una asignatura, y ahora no hay ni eso no. Tienes que tener la suerte de que llegue a tu centro una persona molona a dar un taller o una charla puntual. La educación sexual sigue estando muy enfocada al condón, al coito, a cómo evitar una ITS o un embarazo no deseado. Parte del miedo: te tienes que proteger porque el sexo te puede traer cosas muy malas. Por otro lado, no se trabaja la educación emocional: sería chulo enseñar desde la infancia qué es el consentimiento, que nadie tiene derecho a tocar tu cuerpo si tú no quieres, empezando por que no tienes por qué dar dos besos a un adulto. Enseñar a las criaturas que tienen derecho al placer, que explorar sus cuerpos de manera consentida entre iguales no tiene nada de malo.  

Tenemos mucho que reaprender de esa forma desprejuiciada en la que se vive el placer en la infancia, hasta que llega la represión… 

Nos echamos las manos a la cabeza porque desde la mirada adulta pensamos que se van a poner a hacer lo mismo que hacemos nosotres, y yo creo que son mucho más originales. La sexualidad humana es mucho más amplia que el coito heterosexual, e incluye también la asexualidad, que está completamente invisibilizada. Parece que si el sexo te gusta mucho mal, pero si no te gusta nada mal también. Eso puede llevar a las personas asexuales a sentir mucha culpa y a tener relaciones sexuales no deseadas.

Te preocupa más la propaganda del pensamiento amoroso que el porno.

El porno, aunque parezca que no, tiene mucho en común con el pensamiento amoroso. El mensaje de “encuentra a tu media naranja” está muy atravesado por la heteronorma, pero se reproduce también en relaciones no heterosexuales. Si te aislas por amor, si haces toda tu vida con tu pareja y en esa relación hay violencia, ¿a quién recurres? Tienes menos contacto con tus amistades, porque el relato romántico de que tu media naranja ya te lo da todo no anima a cuidarlas. Esa me parece una de las cosas más peligrosas de la monogamia. A eso se suman otras creencias populares peligrosas, como que los que se pelean se desean, o que en todas las casas cuecen habas, y así se justifican violencias que en cualquier otro tipo de relación nunca justificaríamos. El amor romántico está tan presente en la cultura popular que nadie quiere ser la pringada que reconozca que no es feliz en su relación monógama. Entonces, nos callamos el dolor, silenciamos violencias, lo que en según qué casos puede ser muy peligroso.   

Hablas de poliamor porque es la palabra conocida, pero te sitúas en la anarquía relacional. ¿Qué es? 

Es una filosofía que bebe de los fundamentos de la anarquía política: supone renunciar a los mandatos impuestos sobre cómo tienen que ser las relaciones. La anarquía relacional va de ampliar y diversificar afectos. Aprendemos que si etiquetamos a alguien como pareja tenemos que quererla más, tenemos que convivir y criar con ella. O que si etiquetamos a alguien como amiga, no podemos tener relaciones sexuales. La anarquía relacional nos invita a alejarnos del corsé de las etiquetas y ver en cada relación qué queremos compartir, qué nos motiva, qué nos gusta hacer juntas. No solo en el terreno sexual o amoroso sino también en las relaciones con la familia de origen, por ejemplo. Me parece un relato mucho más interesante, porque tiene una mirada más estructural que sitúa las relaciones en un contexto sociopolítico capitalista, patriarcal, racista, capacitista que atraviesa el deseo.

Te voy a devolver una pregunta que haces en el libro: ¿Cómo encontrar un equilibrio entre la libertad individual y la responsabilidad afectiva? 

Creo que con un poco de calma. Vivimos muy aceleradas y, cuando vas corriendo a todos lados y no paras ni a respirar, no sabes ni qué estás sintiendo. Es difícil parar un poco y observar tus relaciones, si estás cuidando con responsabilidad, si te estás atendiendo a ti misma… La libertad para mí no va tanto de “hago lo que me da la gana”, sino de escuchar mis límites, respetarlos, valorarlos y ponerlos en común. Se trata de no ir por la vida con el piloto automático, pero siento que la velocidad de la sociedad capitalista es una de las cosas que más dificultan el cuidado de las relaciones interpersonales y el autocuidado. Otra cosa importante es tomar conciencia de cuáles son tus privilegios en las relaciones. Por ejemplo, tener una belleza normativa, haber tenido acceso a terapia, tener más pasta o tiempo para irte de cañas o tener acceso a cierto tipo de ocio, tener más edad y experiencia vital… O, sencillamente, ser un hombre heterosexual, blanco y seguro de sí mismo. En una familia heterosexual no corresponsable, si se abre la relación, ¿quién va a tener más tiempo para las citas, para quedar con los amigos o ir al gimnasio?

¿Qué hacemos con la culpa? Especialmente en las mujeres, limita mucho nuestra forma de vivir la sexualidad.

Creo que cuando tenemos tiempo y calma para escucharnos, podemos ver qué forma tiene esa culpa, qué me está diciendo, si la estoy sobredimensionando… A veces son las normas sociales las que generan culpa, lo que nos han dicho que está bien y está mal. De joven intenté entender la monogamia, pero la practicaba mal, y la culpa me comía. Hasta que un día dije: “Quizá se pueden vivir las relaciones de otra manera”. Socializar la culpa entre amigas puede ayudar mucho.

En entornos feministas y cuir veo que también se vive con cierta culpa o complejo tener relaciones de pareja monógamas o una sexualidad convencional… 

En el libro lanzo ese aviso de no salirnos de un mandato para meternos en otro, sino abrir la mirada, ampliar opciones. A veces parece que haya que sacarse un carné de la buena bollera, la buena feminista o la perfecta poliamorosa. Estamos marcando de nuevo qué es hacerlo bien y hacerlo mal, y seguimos vigilando a la otra. Intentemos aprender de las violencias estructurales que nos oprimen para no reproducirlas por lo bajini de otra manera.

¿Y qué hacemos con los celos?

Son un término paraguas para describir emociones muy diversas: miedo al abandono, envidia, inseguridad… No hay que demonizarlos, sino entenderlos como un reflejo de todas nuestras vivencias, de cómo nos hemos construido. Puede que una situación concreta te despierte miedos pasados o puede que los celos te estén avisando de que esa persona te está tratando como el culo. En cambio, con una persona que te escucha, comparte sus emociones, te dedica tiempo de calidad y te hace sentir vista, puedes tener un apego seguro que permita la conexión con otras. También hay la idea errónea de que las personas poliamorosas no sentimos celos. Los sentimos, pero el tema está en cómo los gestionamos. Es verdad que cuando rompes con la idea de que tu pareja te pertenece, solo puede tener ojos para ti, follar contigo y quererte a ti, pues te relajas un poco. Pero en una misma persona puede haber distintos momentos: imagina que estás ansiosa por una situación de precariedad económica o que tienes que huir de un país en guerra. Recomiendo un libro cuya traducción he prologado, Una red segura, que habla de apego, trauma y no monogamias.

En otros países se ha reconocido legalmente a familias que se salen de la norma binaria. Por ejemplo, a la hora de registrar a las criaturas o cobrar la pensión de viuedad. ¿Cómo podemos avanzar en esa lucha?

Es complicado, y nos lleva al eterno debate de si nos integramos en el sistema o nos lo cargamos, como se dio con el matrimonio homosexual. Tiene sentido que el primer paso sea conseguir para nosotres derechos que tiene otra gente, pero sería interesante al mismo tiempo no conformarnos con alcanzar lo que ya existe sino imaginar otras maneras de configurar la protección legal a la familia y a la crianza. Es un trabajo de hormiguita que implica reunirse, debatir, compartir experiencias sobre lo que funciona y lo que no.

Terminas el libro con una carta conciliadora dirigida a tu madre. ¿Te puedo preguntar cómo se lo ha tomado?

Fatal. No entiende por qué lo tengo que hacer vox populi. Ahora ignorarlo es más complicado para ella, porque está publicado y hablo todo el rato de ello. Tampoco entiende a lo que me dedico ni le gusta cómo visto. No alcanza a ver que tengo una red maravillosa de personas a mi lado sin tener un novio que me cuide.

Busquemos entonces otro final feliz: ¿qué alegrías te está dando este libro?

Muchísimas. Uno de los mensajes que más he recibido es “El libro me ha hecho sentir que no soy tan rara, que no estoy tan sola”. Hay gente a la que le ha servido, a diferencia de mí, para reconciliarse con su madre y tener conversaciones sobre el tema. Los mensajes más bonitos han sido los de madres de una determinada edad, que han comprado el libro porque quieren entender a sus hijes y acompañarles.

 

June Fernandez

https://www.elsaltodiario.com 

lunes, enero 2

Los guardianes de la libertad

 


Autores: Noam Chomsky y Edward Herman. Editorial Austral. Publicado originalmente en 1988, en EEUU y revisado años después para adaptarlo a la comunicación digital. 384 páginas

¿Cómo se construye la verdad oficial? ¿Cómo se manipulan los datos para que puedan ser interpretados de modo que favorezcan los intereses de los poderosos? ¿De verdad es libre la prensa en nuestra sociedad desarrollada y democrática? Esto es lo que se plantean los autores de este libro, que fue escrito en 1988 y que sirvió para consolidar al lingüista anarquista Noam Chomsky como el gran teórico de los medios de comunicación.

En inglés se titula Fabricando consentimiento: la economía política de los medios de comunicación de masas y describe, entre otras cosas, lo que se llama el “modelo de propaganda”, que atribuye a los medios de masas la capacidad de construir consensos sociales y orientar la opinión pública y la conducta política de la población hacia determinados fines. Algo que, por si no era evidente ya, los audios de presuntos periodistas cloaqueros como Ferreras y Casals con Villarejo de este verano nos han recordado que es así.

Chomsky plantea que existen una serie de “filtros” que hacen que la información que recibimos efectivamente esté orientada hacia la conservación de ciertos intereses. La parte que desarrolla Herman en este ensayo está relacionada con uno de esos filtros: la propiedad de los medios de comunicación, dominados por el poder económico. La publicidad de grandes empresas es la principal fuente de ingresos de los medios de masas lo cual, lógicamente, permite influir en los contenidos por parte de quienes ponen el dinero. Además, el hecho de que la fuente más sencilla y más barata de información para un medio de comunicación es obtenerla directamente del Estado y de las grandes empresas, dificulta el cuestionamiento de la versión oficial.

Además de los filtros por los que pasa el contenido periodístico, Chomsky desarrolla las 10 estrategias de manipulación mediática. Y la más importante de las mismas es la “fabricación del consentimiento”. Los medios de masas son un instrumento de gobierno, una herramienta para mantener el orden establecido mediante la persuasión y la construcción de sentidos comunes y de obediencia, sin necesidad de recurrir al uso directo de la fuerza. De hecho, no es casualidad que la aprobación del sufragio universal coincidiera en el tiempo con el desarrollo de los medios de comunicación de masas: las élites no cedieron el derecho al voto hasta que existieron formas de imponer su visión del mundo mediante la palabra escrita.

Otra idea interesante de Chomsky es su análisis del papel que juegan los que él llama los “medios de élite”, es decir, la prensa escrita. Sostiene que, aunque la televisión y la radio llegan a audiencias de masas, es la prensa escrita el lugar de donde surgen los temas y los marcos que después se reproducen en los informativos y las tertulias de televisión y radio. Es decir, los directores de los programas audiovisuales leen a los líderes de opinión de referencia y, a partir de ahí, construyen su escaleta de temas y sus enfoques sobre los mismos.

Los autores explican que esa creación de consensos a favor de una visión determinada del mundo, por lo general no obedece a una gran conspiración. Nadie le tiene que decir al director de un programa de televisión lo que tiene que decir, porque saben que, poniendo a alguien de determinado perfil al frente, ya tomará esa decisión por ellos, y creerá que lo hace libremente. Como le dijo Noam Chomsky al presentador de la BBC, Andrew Marr, en 1996, cuando éste le preguntó que cómo sabía si él se autocensuraba o no: “No digo que te estés autocensurando. Estoy seguro de que crees todo lo que dices. Pero si creyeras en algo diferente, no estarías sentado donde estás”.

 

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