Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, noviembre 25

El anarquismo y el nacionalismo como religión de Estado



Puede decirse sin ambages que la visión anarquista del nacionalismo -concepto político para nada unidimensional, ni por su propia amplitud y ambigüedad, ni por los numerosos rechazos que recibe- es negativa, las más de las veces, por unos nítidos principios ideológicos que pretenden superar la parcelación patriótica, étnica o identitataria, y establecer estrechos lazos de colaboración entre los pueblos con el fin de expandir la libertad y la cultura, conviene analizar con detalle un fenómeno complejo, enmarañado con el tiempo, que es utilizado por todas las opciones políticas estatalistas y jerarquizantes. Conviene dejar claro, a priori, la asociación política que conlleva el nacionalismo político al llamado «derecho de autodeterminación», que aspira inevitablemente a la creación de un Estado para administrar sus intereses, por lo que las ideas libertarias se muestran, obviamente, opuestas a semejante objetivo.

En el protoanarquismo, se puede comprobar que Proudhon observaba la nación disociada del Estado, como parte de un engranaje de organización federativa, clave para la construcción del internacionalismo en la futura sociedad; poseía esta visión un carácter flexible y descentralizador y debía sustentarse en otras entidades autónomas como la región, el municipio o el barrio. Para Bakunin, la formalmente llamada «liberación nacional» de los pueblos sometidos estaba indisociablemente unida a la revolución social antiestatista y federalista -es conocida su visión al respecto sobre los distintos pueblos eslavos, enfrentados a los imperios ruso, austriaco, turco y prusiano-, negando, a priori, cualquier derecho histórico o político ya que la voluntad del pueblo se encontraba por encima de todo; opinaba que la nación es para los pueblos lo mismo que la individualidad para cada uno, un hecho natural y social, un derecho inherente a pensar, a hablar, a comportarse y a sentir de una manera propia, enfrentada a los Estados, tendentes a anular esa libertad tanto en naciones como en individuos. Es importante insistir en la divergencia ideológica entre Marx y Bakunin, también notable en este aspecto. La visión del alemán, insistente en su teoría de la expansión económica y desarrollo de las fuerzas de producción que desembocarían en el socialismo, negaba cualquier particularismo local o nacional -y, por lo tanto, negaba cualquier movimiento independentista o revolucionario a nivel local- ya que sería absorbido por el gran proceso. De nuevo estamos ante un conflicto polémico que conlleva demasiados vericuetos, especialmente con la perspectiva histórica que nos da la actualidad. Sin embargo, puede destacarse el mayor acierto y honestidad del anarquista ruso -al menos, en aquel contexto histórico- frente al pensador germano. Hay que matizar que para Bakunin la nacionalidad, separada del Estado, no era un principio universal ni un ideal en sí mismo, sino una consecuencia histórica, un hecho local del que tienen derecho a participar los pueblos. Kropotkin no se encontraba muy lejos de su compatriota en sus análisis de los movimientos de liberación nacional, los cuáles no podían tener un carácter meramente nacionalista ya que los factores económicos y sociales eran vitales para su lucha antiimperialista. Consideraba que los libertarios debían estar al lado de esta lucha contra la opresión, y darle un mayor énfasis a la cuestión social.

Es más, la Primera Internacional nace en gran medida por la consideración de que la llamada liberación nacional solo era sinónimo de explotación nacional, la proclamada nación solo tenía cadena para los trabajadores. Puede expresarse como que los obreros no tenían país y se organizaron en la Internacional. Conocida es la divergencia entre seguidores de Marx y de Bakunin, sospechosos los anarquistas de que el autor de El capital quería convertir la organización en un Estado tan represivo como los feudales o los nacionales. Las versiones posteriores de la Internacional no tuvieron ya en su seno a los anarquistas, hasta tener el colofón de una organización amoldada a la Unión Soviética, al partido dirigente de la misma y a su fundador Lenin. Aunque el propósito de la Tercera Internacional pretendía ser el derrocamiento del capitalismo, el proceso desarrollado en el Estado ruso no dejaba de ser similar a los de las naciones capitalistas. La explotación y el saqueamiento de recursos se hizo igualmente, con una fuerza policial cada vez más poderosa que dirigía su represión contra el interior de la nación, y así el comunismo se convirtió en equiparable a una organización totalitaria de perfecto control. Así, en los países totalitarios, en los que burguesía no llegó a crear una nación poderosa, el papel lo cumplió otra clase con un discurso diferente seudorrevolucionario, aunque no dejaba de producirse la explotación capitalista y, especialmente, la opresión nacional. Incluso, los herederos de Lenin y Stalin, ante el obvio fracaso en acabar con la explotación del hombre por el hombre y con el trabajo asalariado, empezaron a hablar de «liberación nacional». Este concepto presuponía, como es obvio, un Estado, una organización social jerarquizada con sus fuerzas policiales, y hacía hincapié en una supuesta liberación económica (sin que haya nada ya del componente romántico que tenía el nacionalismo en sus orígenes). Visiones ácratas posteriores, como muestra Fredy Perlman en El persistente atractivo del nacionalismo, llegan a considerar que sin capital, sin un proceso de producción capitalista (el cual se produjo igualmente en los llamados países socialistas y en los fascistas), no habría poder ni nación. Los líderes, así como toda clase de directivos generales, son parte nacional y parte del proceso de producción capitalista.

Rudolf Rocker, otro gran pensador y activista ácrata, en su obra Nacionalismo y cultura, se muestra claramente reacio al concepto que nos ocupa al ver una «voluntad de poder» detrás de todo lo nacional y considerar que «el aparato del Estado nacional y la idea abstracta de nación han crecido en el mismo tronco»; la separación de unos pueblos y otros tiene su génesis y su fortalecimiento en la opresión política de los Estados. Consideraba el teórico alemán que existía una clara ruptura entre la cultura y el nacionalismo, ya que era mucho más influyente en el individuo su entorno intelectual que el llamado «espíritu nacional». El «nacionalismo cultural» es indisociable de su vertiente política, mostrando las mismas aspiraciones de dominio. Para Rocker, la separación entre pueblo y nación era tan clara como entre sociedad y Estado; bajo ningún concepto se puede considerar el Estado como un efecto de la nación, más bien a la inversa. La conciencia nacional, al igual que la religiosa, no es innata en el ser humano, sino algo impuesto por el ambiente o la educación, una traba más en la definitiva emancipación universal. Es este criterio el que, bajo nuestro punto de vista, más se ajusta a la visión general anarquista, el de considerar a todo nacionalismo fundamentalmente reaccionario, ya que pretende la uniformización de una comunidad en base a unas creencias predeterminadas. El nacionalismo se mostraría como una creación cultural apriorística elevada a la categoría de sujeto colectivo, que se eleva por encima de los individuos y los relega a una condición histórico-cultural parcelada; se establecen así, artificialmente, diferentes identidades que abundan en la separación y falta de colaboración de la humanidad. Insistiremos en que este análisis no difiere demasiado del que se haría de la religión desde una óptica libertaria. El mismo Rudolf Rocker afirmó que el nacionalismo constituía la religión del Estado.

Fraternidad universal

Como hemos mostrado, el anarquismo es desde sus orígenes internacionalista; tal y como dice Ángel Cappelletti en La ideología anarquista, se entiende «que las fronteras políticas son obvia consecuencia de la existencia de los Estados, no pueden menos que considerarse también fruto de una degeneración autoritaria y violenta de la sociedad». ¿Qué propone y revindica entonces el anarquismo como sustituto de ese sentimiento político y cuasirreligioso? Se recoge en el anarquismo una herencia cosmopolita, una cambio de paradigma producido en la Antigua Grecia por parte de escuelas de pensamiento como la cínica y la estoica, basándose en observar a la humanidad como un todo natural y moral. Esa visión se filtrará siglos después a través de la Ilustración, y podemos hablar de unos de los componentes primordiales de la filosofía social anarquista; es posible que solo el anarquismo, y por supuesto los anarquistas, han sido fieles a esta idea ética de la fraternidad universal. El anarquismo considera que los tres grandes conceptos herencia de la Revolución Francesa están estrechamente vinculados: libertad implica necesariamente igualdad y fraternidad; esa herencia cosmopolita de la Antigüedad se concreta en la modernidad como una gran aspiración universal. Posteriormente, se reducirá notablemente ese ideal en beneficio de la nación-Estado, aunque tantas veces se presente en su forma republicano-democrática. El anarquismo considera que la fraternidad es endógena al individuo; si ese sentimiento es exógeno, se apropia de él una instancia externa y trascendente al ser humano se abre la puerta al autoritarismo.

Nos atrevemos a sostener entonces que el anarquismo es la evidente antítesis del nacionalismo, no parece concebible ninguna compatibilidad más allá de los rasgos libertarios (siempre enfrentados a otros autoritarios e inhibidores) que pueda presentar cualquier idea o creación humanas. Carlos Malato, en La filosofía del anarquismo, utiliza el término «patria» (si bien, como claro sinónimo de nación) y la acusa de no ser más que una religión vulgar, una nueva fe que substituye a la antigua. Incluso, se apela a lo que es «natural», y no lo es rechazar a una persona que ha nacido al otro lado de una frontera. El deseo histórico es que la idea de la patria se acabe fundiendo en la idea de la humanidad, lo cual constituye otra manera de entender el progreso. Tal y como lo expresa Malato, de manera muy bella y nítida, hay dos manera de negar la patria: uno bárbaro e inconcebible, que es desear la ruptura de un país unificado por el idioma y por una serie de costumbres, lo cual supondría el regreso al provincianismo de épocas anteriores; otra manera de negar la patria, tal y como se vincula a una nación y a un Estado, es preconizando la federación de pueblos libres, «una patria única y sin rival». Naturalmente, esta convicción no es simplemente un programa político que podamos aplicar en un futuro próximo, es un deseo consustancial al anarquismo, un ideal a perseguir que comienza considerando a todos los seres humanos nuestros hermanos, observándoles como individuos autónomos que forman parte de pueblos libres. Los ideales inconclusos de libertad, igualdad y fraternidad solo adquieren sentido en el anarquismo, no aplicados con una mirada estrecha ni mediatizados por algún nuevo poder político.

El persistente atractivo del nacionalismo

Fredy Perlman, en El persistente atractivo del nacionalismo, considera que se trata de un concepto que ha sido revitalizado con el tiempo, no solo por parte de los conservadores, también por la de muchos que se consideran revolucionarios. En éste último caso, se asegura que el nacionalismo es sinónimo de liberación de los oprimidos, tanto a nivel personal, como cultural. El nacionalismo, según esta visión presuntamente emancipadora, vendría a ser «una estrategia, ciencia o teología de la liberación, como la culminación del dictado de la ilustración, afirmando que el conocimiento es poder». En cualquier caso, como ya hemos dicho al principio, el nacionalismo no posee una definición definitiva, ya que se han producido diversas experiencias históricas en las que el término va adaptándose. Resulta muy interesante la visión de Perlman al respecto, desmontando una serie de tópicos «revolucionarios». El primero de ellos es considerar el imperialismo un fenómeno relativamente reciente, como la última fase de un capitalismo que pretende conquistar el mundo entero, y ver el nacionalismo (las luchas de liberación nacional) como un eficaz remedio contra ello. En cualquier caso, volviendo a los inicios históricos, hay que decir que el concepto de nación-Estado surge de las revoluciones del siglo XVIII y, anteriormente, únicamente puede hablarse de imperios. Tal y como afirma Perlman, el nacionalismo se convirtió en la metodología que condujo al imperio del capital. Otro de los factores responsables del mundo contemporáneo es el matrimonio entre capital y ciencia, debido al cual el medio natural se convirtió en un mundo procesado, en artificio, y se redujo a gran parte de la humanidad a meros servidores de ese artificio.

Durante el siglo XIX, los detentadores del capital explotaron la mistificación de la «identidad colectiva», la búsqueda de factores de cohesión con aquellos que explotaban. Si era complicado movilizar a las personas como sirvientes o clientes leales, sí podía hacerse como fieles compañeros de una misma nación. Esos factores de cohesión nacional, como la lengua, las costumbres o la religión, se convirtieron en materiales para la construcción de las naciones-Estado. Pero esos factores eran medios, y no fines, ya que lo que se pretendía desarrollar en realidad eran las economías nacionales. La primera fase del proceso nacionalizador abarca el periodo que se inicia con las revoluciones del siglo XVIII (americana y francesa) hasta el final del la Primera Guerra Mundial. En ese colofón, los estados dinásticos se convirtieron en naciones en las que la burguesía pasa a ser la clase dominante. Sí hay que aclarar que la burguesía de otras culturas más débiles, como es el caso de turcos y armenios, las cuales aspiraban a la misma dominación territorial, fue exterminada (y establecemos aquí una lógica entre evolución del concepto nacionalista con el genocidio de otros pueblos). Perlman insiste en la mistificación de la llamada identidad colectiva, como el mismo lenguaje o la misma religión, ya que solo era usada como material de unificación como una razón pragmática. Esos rasgos compartidos solo eran importantes porque resultaban útiles para dar lugar a una fuerza policial que protegiera la propiedad nacional y una armada que despojara a los extranjeros.

La visión de Perlman es, tan lúcida, como pesimista, ya que considera que el nacionalismo continúa resultando atractivo a los oprimidos ante la ausencia de otros proyectos. Insistiremos en su visión: el nacionalismo es un producto del proceso de producción capitalista (dentro de este proceso, Perlman critica también a la ciencia aplicada y a sus especialistas, los cuales se colocan al servicio de la opresión). Desgraciadamente, dentro de esa liberación nacional no existe ya lucha de clases ni afán antiautoritario, ya que el proletariado aspira simplemente a dejar de serlo y ocupar los más elevados puestos. El pragmatismo más mezquino que ofrece la nación-Estado en connivencia con el capital ha triunfado, solo en principio, y ante un horizonte de nuevas luchas, sobre los más nobles valores y las más altas aspiraciones de la humanidad. El anarquismo se observa como la gran esperanza para una sociedad de clases en la que conceptos como libertad, solidaridad y fraternidad universal adquieran un verdadero sentido que haga difícil reproducir modelos autoritarios.


Capi Vidal

Fuentes:

-Ángel Cappelletti, La ideología anarquista (Ediciones en movimiento, Bogotá 2004).

Eduardo Colombo, El espacio político de la anarquía (Editorial Nordan-Comunidad, Montevideo 2000). 

Fredy Perlman, El persistente atractivo del nacionalismo (Al Margen, Valencia 1998).

-Mijail A. Bakunin, Escritos de filosofía política (Ediciones Altaya, Madrid 1994).

-Murray Bookchin, Noam Chomsky, Herbert Read, Colin Ward, John P. Clark, Ángel J. Cappelletti, El anarquismo y los problemas contemporáneos (Ediciones Madre Tierra, Madrid 1992).

-Piotr Kropotkin, El Estado y su papel histórico… op. cit. 

-René Furth, Formas y tendencias del anarquismo (Editorial Nordan-Comunidad, Montevideo 1970). 

-Rudolf Rocker, Nacionalismo y cultura (Reconstruir).

-Víctor García, El pensamiento de P. J. Proudhon (Editores Mexicanos Unidos, México D.F. 1981). 


domingo, noviembre 22

Chile: Vamos por todo y con todo

 

 Luchar en tiempos de pandemia de la Primera Semestral Anarquista de Madrid, que cuenta, entre otras experiencias de lucha alrededor del globo, con una entrevista a una compañera que reside en Chile.

 

El pasado mes de octubre, Chile volvió a ser noticia. El sí al plebiscito sobre la redacción de una nueva constitución tuvo un pequeño hueco en noticiarios y periódicos. Unas cuentas líneas y hasta la próxima. Por nuestra parte, creemos que la lucha que se inició en octubre del año pasado y que sigue viva hoy en día va más allá de estas pocas líneas y necesita ser contada. Es por ello que compartimos este texto que una compañera nos envía desde allí.

Determinar cuál es la lucha que se estaba llevando en Chile antes de la llegada de la pandemia de coronavirus resulta difícil de definir. Si hay algo que caracteriza a este país andino es la multiplicidad de aristas respecto a las luchas y la conflictividad constante que se vive a lo largo y ancho del territorio.

Desde las luchas de los pueblos originarios, las luchas por garantías sociales como son la desprivatización del sistema de jubilaciones; la lucha por una educación pública y de calidad, teniendo en cuenta que en Chile cualquier persona con capital tiene el beneficio de la ley para comprarse un colegio o una universidad, con la consecuente brecha social y económica que eso supone; y sobre todo, de una manera muy presente las luchas en lo relacionado con la tierra y con la economía extractivista que impera en el país. Cada zona, cada territorio, “posee” su propia lucha en defensa de la tierra y contra su devastación. Desde el agua en territorios en los que, gracias a la ley, un árbol de palta (aguacates posteriormente exportados a Europa para ser vendidos como un súper alimento) recibe diariamente 100 litros de agua, mientras que familias enteras no tienen acceso a más de 10 litros por día porque “hay sequía”. La lucha contra los destrozos de las grandes mineras, que devastan y contaminan el medio ambiente con el fin de extraer minerales que son vendidos, en su gran mayoría en el mercado asiático, hidroeléctricas que inundan valles de bosque con especies nativas en peligro de extinción, zonas industriales que contaminan y envenenan el aire y el agua de los pobladores y pobladoras de la zona… y así un sinfín de ejemplos que han mantenido en los últimos 40 años el conflicto constante.

Si existe un antes y un después en la historia chilena es el pasado 18 de octubre de 2019, cuando tuvo lugar lo que se ha denominado oficialmente como “El estallido social”. Dicho estallido vino a aunar de alguna forma todos los pequeños focos de lucha que venían dándose en los últimos años. Por cuarta vez en un año se aumentó el precio del transporte público en Santiago en 30 pesos. 30 pesos no es mucho, son en torno a unos 5 céntimos de euro. Sin embargo, esto supuso la gota que colmó el vaso para la gran mayoría de los habitantes de Santiago.

En un país en el que todo, absolutamente todo, es privado, existiendo una pésima sanidad pública que además hay que pagar igualmente, enfermar y no tener dinero supone la muerte segura. La educación en manos de empresarios. El sistema de jubilaciones en manos de las AFPs (Administradoras de Fondos de Pensiones), las carreteras concesionadas de por vida a empresas españolas, el agua en manos de privados (hay que recordar que Chile es el único país del mundo que tiene sus aguas privatizadas), y además un costo de vida muy equivalente al de algunos países europeos, sin sueldos equivalentes a ello obviamente, hace que un porcentaje altísimo de la población se mantenga en la deuda constante. La clase media chilena, que de media tiene poco, subsiste, sobrevive y se puede comprar algún que otro lujito, única y exclusivamente porque vive en el endeudamiento a crédito con los mismos empresarios que son dueños del agua, las clínicas, las mineras, las AFP, etc.

Este círculo vicioso, sabido por todos y padecido por la gran parte de la población chilena, hizo que el aumento de 30 pesos del transporte público fuera el principio del fin (o eso se espera). Con los estudiantes secundarios como punta de lanza, comenzaron a convocarse evasiones masivas en numerosas estaciones de metro para decir que basta ya. Al grito de “evadir, no pagar, otra forma de luchar” colegiales de uniforme abrían las puertas y torniquetes del metro para abrirle paso a una masa adulta trabajadora que, diariamente, caminaba mirando al suelo soportando el peso de las deudas y una vida miserable que no se podía sostener. Esto conllevó la aparición de las fuerzas policiales del Estado quienes actuaron de manera violenta y represiva, lo cual, lejos de asustar a quienes evadían, iba encendiendo los ánimos del resto de la población, quienes entendían la legitimidad y el sentido de la protesta.

El 18 de octubre, cuando en redes sociales apareció la imagen de una escolar sangrando a causa de un disparo efectuado por carabineros de Chile, la revuelta se desató. Las barricadas, los saqueos, los disturbios se fueron apoderando de la ciudad. En cuestión de horas empezaron a llegar noticias de que, en otras regiones, en otras ciudades, también estaban saliendo a la calle. Todo Chile había entendido que “No son 30 pesos, son 30 años” que “no era depresión, era capitalismo”.

Desde ese día hasta principios de marzo, cuando llega el coronavirus a Chile, la revuelta continuó sin parar, el centro de Santiago quedo devastado, no hay multinacional u oficina bancaria que haya quedado en pie. En el balance negativo estamos sufriendo toque de queda, militarización de las calles, la criminalización legal y judicial de cualquier tipo de protesta, 34 muertos que aún no han sido investigados, 450 personas mutiladas sin ojos a manos de los perdigones de carabineros, en torno a 2500 personas presas, muchas de ellas aún en preventiva esperando juicio, un incontable número de personas heridas por perdigones etc. En el balance positivo, entre otras cosas, organizaciones territoriales, copamiento del espacio político por y desde la calle, deslegitimización absoluta de los políticos y el sistema legislativo, judicial y policial.

¿Qué supuso la llegada del coronavirus a Chile?

Supuso el caballo de Troya que en este contexto el gobierno necesitaba para apaciguar a la población. La primera medida que se toma con la llegada del virus es decretar estado de emergencia, sacar de nuevo a los militares a la calle y establecer toque de queda (el cual lleva impuesto firmemente desde marzo a la actualidad y contando). Lo cual deja claro que los intereses del Estado nunca han sido sanitarios, sino represivos. Esto generó obviamente un descenso en la intensidad de la revuelta, suponiendo la descentralización de la protesta y trasladándola, o más bien manteniéndola, en los territorios y poblaciones. La pandemia vino a dejar en evidencia las falencias del sistema neoliberal en el que vivimos. La precariedad, en una gran parte de la población, que si no sale a la calle a trabajar no tiene qué comer, la nefasta gestión de un sistema sanitario que no tiene cómo cubrir las necesidades básicas de la población, los claros intereses comerciales en la actividad diaria, quedando restringido el juntarse con otras personas, sin embargo viéndonos obligados a viajar en un transporte público atestado de personas y un sinfín de precariedades fruto de la sobreprivatización de los recursos naturales y sociales.

Es en este contexto que toman importancia las organizaciones territoriales, creadas por, desde y para quienes habitan y conviven en un mismo espacio y realidad. Las ollas comunes, creadas durante la dictadura en respuesta al hambre, vuelven a tomar protagonismo, la protesta desde los territorios, la organización entre las propias asambleas de barrio, son los ejemplos de lo que ha mantenido viva la lucha, demostrando también que para muchas personas la revuelta supuso además de destruir, construir en otros sentidos, de otras formas, desde lo horizontal y al margen de organizaciones partidistas.

Este es quizás el foco que ahora ocupa los objetivos de los espacios y colectivos políticos que se organizan al margen de instituciones y partidos. La convocatoria del plebiscito llamando a una nueva constitución del pasado 25 de octubre y que obtuvo como resultado el “apruebo” a este cambio, plantea de nuevo un panorama incierto respecto a lo que venga. Hay quienes hacen, o hacemos el llamado a que el neoliberalismo no morirá en una urna, que los intereses del capitalismo, y muy especialmente del neoliberalismo, están demasiado insertos en este territorio como para soltarlo tan fácilmente. Cuesta creer que la constitución escrita por los militares en el año 80, va a pasar a ser mucho mejor si ésta es escrita por los empresarios que se formaron al alero de la dictadura de Pinochet.

Que, aunque suene a cliché, la lucha esta en la calle y no en las instituciones, y prueba de eso es que en un año los políticos se han movido, y tanto derecha como izquierda, se han puesto de acuerdo para aprobar y desbloquear propuestas que llevaban años esperando. Esto ha sido y será fruto de la lucha en la calle, desde abajo, desde el habernos encontrado y reconocido. No esperamos respuestas o soluciones que vengan de los políticos, sin embargo, hemos podido intuir o sentir el miedo, o al menos la incertidumbre en sus caras ante una respuesta en la calle que no podían entender o controlar.

Sólo esperamos que el proceso constituyente no fagocite lo logrado hasta ahora. Ante eso sólo nos queda la opción de seguir perpetuando la lucha, con o sin pandemia, desde la calle, con apoyo mutuo, solidaridad y sobre todo horizontalidad. Lejos de los intereses partidistas y oportunistas de los políticos, que grandes o chicos, nunca van a estar de nuestro lado, porque su realidad no es y no será nunca la nuestra.

Vamos por todo y con todo… si no pa´ que…


Extraído de https://www.todoporhacer.org/

jueves, noviembre 19

Élisée Reclus y los melones de Don Benito


Quien haya leído alguna de las novelas de Julio Verne, habrá reconocido en ellas al geógrafo universal, aventurero científico y convencido anarquista que, ya recorriendo el mundo en globo, ya en barco, fue Élisée Reclus, de quien el 4 de julio se cumple el aniversario de su muerte, acaecida en Torhout, Bélgica, en 1905, cuando contaba 75 años.

Julio Verne no sólo utilizó sus libros de geografía como fuente donde documentar sus aventuras, sino que además creó algunos de sus más celebres personajes a imagen y semejanza de los hermanos Reclus, relatando escenas tomadas de la realidad de estos dos grandes aventureros, Élie y Élisée, que contribuyeron con su pluma y su acción libertaria a fijar los principios no sólo de la nueva geografía, sino también los fundamentos del anarquismo a partir de la Primera Internacional.  No en vano, Verne y el segundo de los hermanos, Élisée, compartían su pasión por la Aeronáutica y tuvieron amigos comunes en esta afición. Ambos mantuvieron relación con el fotógrafo anarquista Félix Tournachon, conocido como Nadar, creador de la Sociedad Francesa de Navegación Aérea y autor de las primeras fotografías de la historia tomadas desde el aire (1858). Gracias a las fotografías de Nadar recordamos el rostro y la figura de genios como Verne, Sarah Bernhardt, Émile Zola, Gustave Eiffel…Verne se basó en él para crear su personaje Michel Ardan, tripulante del proyectil-cohete en De la Tierra a la Luna. Durante los hechos de la Comuna de París, en 1871, Nadar organizó un batallón aéreo formado por globos aerostáticos con los que fotografiar las posiciones prusianas que asediaban la capital francesa. Élisée Reclus, que ya se había alistado a la Guardia Nacional, le pidió entrar en este batallón de aerosteros, dedicándose a llevar mensajes en globo por la provincia (referencia en Jules Verne, una (posible) lectura anarquista, de Pepe Gutierrez-Álvarez). Mientras tanto, su hermano Élie fue reclutado como director de la Biblioteca Nacional de París. Se da el caso de que, durante el tiempo que duró la Comuna, impidió el préstamo de libros, con intención de proteger el saqueo generalizado al que los nobles y burgueses estaban acostumbrados, quienes se habían hecho bibliotecas particulares a costa de los fondos de la parisina, entre los que había obras de incalculable valor.  

La comprometida intervención de Élisée Reclus en la Comuna, en la que ambos hermanos pasan del republicanismo “rojo” al anarquismo (ver el excelente artículo de Federico Ferretti, La Comuna de París y los orígenes del pensamiento anarquista: la experiencia de los hermanos Reclus, publicado en Germinal, octubre de 2009), hace que el menor de ellos y reconocido geógrafo sea detenido por los batallones versalleses con el rifle al hombro y condenado a la deportación a los presidios de Nueva Caledonia, medida cuya severidad se debió a su desdén frente a los jueces y a su notoriedad como geógrafo y miembro destacado de la Sociedad Geográfica Francesa. La comunidad científica gala, contraria al levantamiento de la Comuna, no le podía permitir su implicación en el movimiento revolucionario. 

Sin embargo, fueron esa misma notoriedad y reconocimiento ya internacional los que le salvaron de la deportación. El embajador inglés y la Sociedad de Geología y Zoología de Londres, intercedieron por él y lograron que se le permitiera exiliarse a Suiza, donde se implicaría con la Federación del Jura y afianzaría su amistad con Mijail Bakunin, padre del anarquismo.

En la petición, que encabezaba el mismísimo Charles Darwin, se manifestaba:

“Creemos que la vida de este hombre no pertenece únicamente al país que le ha visto venir al mundo, sino al mundo entero, y creemos que si se le condenase al silencio, o a languidecer lejos de todo centro de civilización, Francia sólo conseguiría mutilar y disminuir su legítima influencia en el mundo”.

Gutiérrez-Alvarez nos recuerda que el contenido de esta carta se asemeja a la declaración de un personaje de Verne, el investigador Thomas Roch en Ante la bandera (1896), quien, al sentirse injuriado por su país de origen y otros gobiernos, exclamó:

“¡Yo no tengo patria! ¡El inventor rechazado no tiene patria! ¡Allí donde encuentra asilo está su país!”. 

La relación de Bakunin con los hermanos Reclus ya venía de lejos. Hacia mediados de los años sesenta del siglo XIX participaron junto con el anarquista ruso en la creación de una banca mutualista, Crédit Mutuel, que aglutinó a numerosos protagonistas de la izquierda revolucionaria y cuyo fin era la financiación de experiencias cooperativas de producción y consumo. Esta banca, que iría a la bancarrota en poco tiempo, fue inspirada por Jacques Beluze, seguidor de Étienne Cabet, fundador del movimiento Icariano (quien desee leer una excelente novelización de esta experiencia libertaria en tierras norteamericanas, puede acudir a Icaria, Icaria, la novela del olvidado Xabier Benguerel).

Ilustración de El hombre y la Tierra

En torno a estos años, en 1868, llegaba Giuseppe Fanelli a España e iniciaba sus contactos con quienes integrarían el germen organizado del anarquismo español. Hay claros indicios y pruebas de que la misión en España para propagar la idea libertaria le había sido encomendada, en un principio, por Bakunin a Élisée Reclus, como miembro de la Alianza Internacional (sigo la fuente de Federico Ferretti), con ocasión del Pronunciamiento de Cádiz de 1868, que daría lugar a lo que se conoce como el “sexenio democrático”. Bakunin había trazado el plan de viaje desde Ginebra, pero Élisée rechazó la oferta. No obstante, junto con su hermano Élie y Aristide Rey, después significado miembro de la Comuna, prepararon el viaje de Fanelli, a quien facilitaron una serie de direcciones en Madrid, entre ellas la del republicano Fernando Garrido. Se daba la circunstancia de que ambos hermanos Reclus conocían bien España y hablaban perfectamente el español. Élisée había recorrido los Pirineos durante los meses de agosto y septiembre de 1861, desde San Sebastián a Port Vendres, escalando numerosos picos entre la vertiente francesa y española, enviado por la editorial Hachette para la elaboración, junto a Adolphe Joanne, de la segunda edición de la Guía de los Pirineos (referencia en María Teresa Vicente Mosquete, La geografía de un anarquista, y en Ortega Cantero y García Álvarez, La visión de España en la obra de Élisée Reclus: imagen geográfica y proyección política y cultural).

Del mismo modo, su hermano Élie nos dejó un precioso relato de su viaje, casi a pie, por España desde el norte hasta el sur, recientemente rescatado y publicado por la editorial Pepitas de calabaza, Impresiones de un viaje por España en tiempos de revolución, viaje realizado entre el 26 de octubre de 1868 y el 10 de marzo de 1869, en el advenimiento de la Primera República.

Finalmente, aquel viaje para propagar la idea libertaria que debería haber sido hecho por Élisée Reclus, fue protagonizado por Giuseppe Fanelli, Élie Reclus y Aristide Rey, quienes se internaron de forma independiente en la península ibérica y siguieron diversos derroteros, según parece debido a un error de comunicación inicial, pasando Fanelli a ser en la historia el primer bakuninista en mantener contacto con el núcleo organizador de Madrid. 

Aún así, fue tal la influencia de Eliseo Reclús (con este nombre, españolizado, era conocido en nuestro país) en los círculos obreros de finales del siglo XIX y principios del XX que, como afirma Dolors Marin en Anarquistas, un siglo de movimiento libertario en España, su biografía escrita por Max Nettlau y publicada por La Revista Blanca, La vida de un sabio justo y rebelde, traducida al español por Valeriano Orobón Fernández, no podía faltar en ningún hogar donde hubiera una biblioteca anarquista. 

Sus ideas entraron en España a través de publicaciones como La Revista Blanca, de la familia Montseny-Mañé, adelantando las de otros eminentes anarquistas. Según nos cuenta Álvaro Girón (En la mesa con Darwin. Evolución y revolución en el movimiento libertario en España, 1864-1914, editorial CSIC), los anarquistas españoles comenzaron a asimilar en parte la idea del apoyo mutuo a través de un artículo publicado en La revista Blanca por Anselmo Lorenzo (1900), titulado Falsedad de la lucha por la existencia, que en buena medida era la traducción de otro publicado por Élisée Reclus en La Humanité Nouvelle en febrero de 1898 y en el que se desarrollaban algunos aspectos del pensamiento de Kropotkin, de quien fue también amigo personal y para cuya Conquista del pan realizó el prólogo en su primera edición francesa de 1892.

No obstante las palabras tomadas por Anselmo Lorenzo de Élisée Reclus, cabe decir que este último estuvo siempre en contra de los derechos de autor tal y como hoy día los conocemos. Fiel al principio de Müntzer de Omnia sunt comunnia, creía en la libre reproducción de las ideas como condición necesaria para su circulación.

La humildad de Reclus y su aversión a la vanidad eran proverbiales. Renunció a diversos honores y premios, llevado por su anarquismo. En 1860, tras publicar diversos artículos sobre la guerra de secesión en Estados Unidos, inspirado por su antiesclavismo, recibió la oferta personal del presidente Lincoln de dirigir un observatorio, oferta que rechazó. Igualmente, renunció en 1891 al Premio Bienal del Instituto con el que algunos “inmortales” de la academia francesa quisieron premiar su labor. Por último y como anécdota, en 1895 la Real Sociedad de Geografía de Londres le concedió la Gran Medalla de Oro. Reclus la aceptó y fue a recogerla desde Bruselas, donde residía, cumpliendo con los honores ante la sociedad científica londinense. Sin embargo, no regresó con ella, y al preguntarle sus familiares qué había hecho con la medalla, les contó con cierto azoramiento infantil que la había convertido en moneda para aliviar la miseria de los numerosos compañeros rusos, franceses, españoles, etc. que vivían emigrados en Londres. La referencia la da quien fuera también su amigo personal Vicente Blasco Ibáñez, en el prólogo que hizo para la edición (también por él traducida) de la Novísima Geografía Universal de Eliseo Reclus, publicada en Madrid por la Editorial Española-Americana en 1906. 

El éxito de las ideas de Élisée Reclus radica en su abordaje de la geografía desde un punto de vista que supera el academicismo. Como se afirma en la introducción de una antología de sus textos publicada en 1980 en Barcelona por el Colectivo de Geógrafos (Eliseo Reclús, La geografía al servicio de la vida), distinguía entre un medio natural o estático (suelo, clima, vegetación…) y otro medio dinámico o histórico (estado, religión, salario, patronato, comercio…).  Su visión de la naturaleza es global, partiendo de lo local. En el prefacio de la Nueva Geografía Universal, dice:

“La gota de vapor que brilla un instante en el espacio refleja en su molécula casi imperceptible el Universo que la envuelve con su inmensidad: así es como yo trato de copiar el Mundo que me rodea”.


Gran Festival realizado en Barcelona por la escuelas racionalistas en 1905, por iniciativa de la Escuela Moderna

Vegetariano radical al que a veces su propia familia engañaba en los últimos años en las comidas, con el fin de que tomase proteínas, sus escritos recuerdan al Thoreau de Walden y presagian el ecologismo de la segunda mitad del siglo XX, advirtiendo ya en su día de las consecuencias que traería un capitalismo consumista y feroz –todavía entonces incipiente- en la degradación del medio ambiente. En su texto del Progreso, dentro de la colección El Hombre y la Tierra, señala:

“Se desechan como inservibles los viejos aparatos, los hombres habituados al trabajo antiguo. No obstante, el ideal es saber utilizarlo todo, emplear los desperdicios, los residuos, las escorias, porque todo es útil en manos del que sabe obrar”.

Aunque fue un infatigable viajero, para buena parte de sus escritos recurrió a otras fuentes documentales, a veces sin contrastar. Así se desprende, al menos, de parte de su relato de las tierras extremeñas, donde perpetúa el mito de Las Hurdes, la comarca entre las provincias de Cáceres y Salamanca, llevado seguramente por el Diccionario estadístico-geográfico-histórico de España de Pascual Madoz.

Así, para referirse a la comarca hurdana, Reclus dice en su Nueva Geografía Universal:

“El claro Alagón recoge las aguas de las Batuecas y Las Hurdes, circos desgarrados donde viven familias verdaderamente salvajes, seres flacos y mal vestidos con pieles y andrajos, entre basura y en cuevas inmundas, revueltos con las bestias, y separados en vida y costumbres del resto de los españoles”.

Este mito se perpetuaría a través del hispanista Maurice Legendre hasta alcanzar la Tierra sin pan de Buñuel. Más adelante, tras mencionar diversos accidentes geográficos extremeños, Reclus refiere el episodio de la Conquista de América y a los conquistadores, como causa en gran medida de la despoblación sufrida por Extremadura, a consecuencia de que “las imaginaciones se inflamaron; una ansia general de aventuras se apoderó de los habitantes; la pacífica agricultura fue considerada como una profesión despreciable, y millares de hombres, que no podían embarcarse para América, fueron a buscar fortuna en las ciudades y en los ejércitos”.

Reclus concluye su retrato de estas tierras y sus gentes diciendo: 

“Por eso los extremeños, sumidos en esta vida selvática del pastoreo, aunque son tal vez los españoles mejores, por su tenacidad y su energía, fueron llamados un tiempo los indios de la nación”. 

Su recorrido por Extremadura incluye referencias a Monfragüe y al Salto del Gitano. Del valle del Tajo y de las campiñas del Guadiana dice que en tiempos estaban cubiertos de villas prósperas que hoy son miserables caseríos.

Habla también de Plasencia, Cáceres, Trujillo, Badajoz, Mérida, Medellín y Don Benito. De este último, igual que de su vecina Villanueva de la Serena, refiere “las ventajas que le proporciona la fecundidad del suelo. Sus frutas, especialmente sus melones, son de general aprecio”.

También habla de Montánchez y de Guadalupe, ricas en fosfatos y otros elementos químicos que se emplean para fertilizar los campos agotados. Finalmente, acusa a Inglaterra y Francia del expolio de tales fosfatos, si bien afirma que la mayoría de los depósitos están aún sin explotar. 

Como señaló Dolors Marin, sus ideas en España eran tan bien conocidas como difundidas. No había mitin de propaganda de la idea anarquista donde no se hablara de su persona y de sus escritos, que iban desde la educación a la astronomía. Con motivo de la Excursión Nacional de Propaganda de 1904, organizada por el periódico Tierra  Libertad, José Rodríguez Romero habló sobre Eliseo Reclus en el mitin anarquista que se dio en el Coliseo del López de Ayala de Badajoz el 8 de mayo de ese mismo año, según refiere La Coalición. Periódico Republicano progresista, en su edición del 11 de mayo, dando noticia de un mitin en el que también se habló de Kropotkin, Gorki y Malato. Algunos periódicos regionales ridiculizaron dicho mitin y tildaron de exaltadas las ideas de tales intelectuales libertarios.

Justo ese año, el 11 de febrero de 1904, el mayor de los Reclus, Élie, había muerto a causa de una gripe infecciosa en Ixelles, una comuna céntrica de Bruselas donde residían todos los hermanos desde finales del siglo anterior.  Élisée había terminado el manuscrito de El Hombre y la Tierra y quedó sumido en un gran desamparo. En diciembre de 1904, la prensa de Bruselas había anunciado que Élisée Reclus tenía  intención de realizar un viaje de exploración científica en globo en compañía de otro ingeniero a través del Atlántico, partiendo desde las islas Canarias hasta América central. Su quebrantada salud le impidió realizar el que hubiera sido su último viaje.

Buscando la cercanía del mar, se trasladó junto a su familia a casa de una amiga en Torhout, cerca de Brujas, entre frondosos bosques. Hacia principios de junio comenzó a sufrir diversas crisis provocadas por una angina de pecho, si bien continuó trabajando en el prólogo para la edición rusa de El Hombre y la Tierra, a la vez que continuaba con un estudio sobre los volcanes.  Falleció de un ataque al corazón en la noche del 3 al 4 de julio de 1905. La prensa de esos días traía la noticia de que la tripulación del acorazado Potemkin se había sublevado en Sebastopol. 

Antes de morir dio las indicaciones necesarias para su entierro. Conocemos este hecho por la carta que su sobrino Paul Reclus (hijo de Élie) escribió a Pierre Kropotkine el 6 de julio de 1905. En ella le daba la mala noticia y le narraba cómo habían sido los últimos días del gran geógrafo, el dictado que había hecho de sus últimas voluntades el sábado anterior ante la presencia de su hermano Paul y su hermanna Louisse. Fiel a sus principios hasta la muerte, Reclus pidió que cuando esta llegara nadie asistiera a su entierro, nadie acompañara su cortejo, salvo su sobrino Paul, encargado de llevarle a su último lugar entre la tierra: “Paul seul me conduira au cimetière”.

Así lo hizo Paul Reclus, quien en la mañana del 6 de julio, a las 8 horas, asistió, absolutamente solo, a la inhumación del geógrafo anarquista en el cementerio de Ixelles. Sólo había un par de curiosos.

La prensa española dio pronto noticia de la muerte del geógrafo. Hasta la Iglesia Católica elogió su figura y su obra, aunque lamentó que muriera sin reconocer un creador de la Naturaleza. La revista Blanca, en su número 168, del 15 de julio de 1905, dedicó numerosas páginas a recoger las reseñas que sobre este genio se hiciera en los periódicos españoles. 

Su obra El Hombre y la Tierra fue publicada en seis volúmenes en España por la Escuela Moderna de Ferrer i Guàrdia, entre 1906 y 1909, traducida por Anselmo Lorenzo y revisada por Odon de Buen. En poco tiempo fue distribuida a todas las escuelas racionalistas y formó parte de las bibliotecas del país preciadas por tener entre sus anaqueles a librepensadores de la talla de Élisee Reclus. Apenas tres décadas después, con el inicio de la Guerra Civil, fue uno de los libros más buscados para ser quemado y destruido en las grandes hogueras públicas prendidas por los fascistas españoles.


Extraído de https://www.elsaltodiario.com



lunes, noviembre 16

La eterna lucha contra los embalses y la agónica vida en los pueblos


Un pequeño municipio de la provincia de Huesca, entre las montañas prepirenaicas y el río Ebro, ha ganado recientemente una batalla muy importante que otros pueblos de la región aragonesa, o del resto del territorio peninsular, no han podido ganar desde hace varias décadas. El Tribunal Supremo ha decidido una sentencia histórica que, si bien es un arma de doble filo, por el momento tumba definitivamente el proyecto del pantano de Biscarrués, una infraestructura que hubiera cambiado de manera fulminante el ecosistema de la zona. Esta decisión supone un punto de inflexión, y una gran victoria de asociaciones ecologistas y los pueblos de la región, que han llevado adelante esta lucha contra el embalse desde hace años.

La España rural que solo se explota para el turismo y la agricultura intensiva


A la orilla del río Gállego, a medio camino de su desembocadura en el río Ebro en la ciudad de Zaragoza, este importante afluente va regando de vida el territorio aragonés a lo largo de sus riberas. Desgraciadamente, a una banda y a la otra de los argumentos que se han utilizado para defender o rechazar la construcción del pantano, existen intereses económicos contrapuestos que olvidan situar en el centro la vida humana y el bienestar medioambiental. Por un lado, pequeños empresarios del turismo rural se posicionan contra la construcción del embalse porque perjudicaría a sus economías hosteleras. Mientras tanto, la comunidad de regadíos de una comarca aragonesa más al sur solicitan defender los planes hidrográficos para la zona y regar sus campos con cultivos competitivos como el forraje para animales. Ambas caras de la misma moneda se encuentran en un punto común, el legítimo derecho a vivir en áreas no urbanas y a crear comunidades sorteando los límites impuestos por el sistema capitalista. Estos límites han reducido las actividades rurales a una producción a escala global con el evidente deterioro de lo local. Muchas familias viven de los servicios en zonas rurales, de vender un modelo de turismo de recreación a los ajetreados ciudadanos de las estresantes urbes. Otras familias viven de un cultivo impuesto desde la lógica del capital, y alejado completamente de una subsistencia ecológicamente sostenible.

La España vaciada, como se ha venido llamando en estos años a los territorios abandonados por las administraciones y con una bajísima densidad de población o muy envejecida, no es una consecuencia inevitable, sino producto de una serie de políticas contra formas de vida alternativas. Trasladar cosmovisiones urbanitas y estrategias de la globalización neoliberal al mundo rural, convierten a este en un granero de las miserias del sistema económico y político. Estrangulan cualquier alternativa comunitaria de vida, y sobre todo, generan enfrentamientos cruciales en áreas rurales donde el ‘divide y vencerás’ es la mejor arma para mantener el control sobre su población. En Aragón la política hidráulica y todo lo relacionado con la gestión del agua constituye una de las mayores preocupaciones desde hace décadas. El Pacto del Agua de junio de 1992, un acuerdo impuesto sobre obras hidráulicas, ha creado conflictos sociales graves que aún persisten actualmente, casi treinta años más tarde.

Una sentencia judicial favorable con un doble filo de alto riesgo


La sentencia del Tribunal Supremo viene dada tras el recurso presentado por los regantes de la Comunidad de Riegos del Alto Aragón contra el fallo de la Audiencia Nacional, que anuló el anteproyecto y el estudio de impacto ambiental del pantano de Biscarrués, a petición de organizaciones ecologistas y los ayuntamientos de la zona. En la primera década del siglo XXI, la Comisión del Agua de Aragón, un órgano de participación con funciones consultivas e intereses completamente divergentes en muchos casos, ya reguló algunos acuerdos sobre los ríos aragoneses. Del mencionado Pacto del Agua se han conseguido frenar tres grandes embalses: Jánovas, Santaliestra y Torre del Compte; y tras una larga lucha vecinal se ha recortado la capacidad prevista inicialmente en el embalse de Yesa. Esta necesidad de almacenamiento de agua en Aragón, responde a unos intereses ajenos a una sostenibilidad ecológica y humana de la región natural. No obstante, se han acometido setenta y cinco actuaciones hidráulicas de diversas envergaduras, anulándose dieciocho y habiendo veintisiete más en tramitación hasta el año 2018.

La construcción de este embalse en Biscarrués conllevaba una serie de deterioros ambientales muy significativos, ya que hubiera destruido un tramo fluvial en buen estado de conservación natural, y en consecuencia amenazaba todo el ecosistema del río, tanto su flora como su fauna de interés comunitario y en riesgo de ser desplazadas. El gobierno central pretendía incumplir la Directiva Marco del Agua, una norma europea de aplicación en el Estado español desde el año 2000, y que obliga a proteger los ríos de la Unión Europea y a mejorar su estado. El Tribunal Supremo entiende que se incumpliría esta normativa de llevarse adelante la construcción hidráulica.

Sin embargo, ya mencionábamos previamente el arma de doble filo que supone esta sentencia  del Tribunal Supremo en los términos en que se ha fallado y las implicaciones jurídicas. Las administraciones podrán deteriorar zonas naturales protegidas cuando logren justificar científicamente que la ejecución de obras hidráulicas resulten más beneficiosas para el interés del país que conservar esa riqueza ambiental. No hace falta una lectura demasiado detallada para alertarnos de lo peligroso de esta sentencia, aunque en este caso haya salido a favor de los intereses medioambientales y pueda motivar la revisión de otras grandes obras hidráulicas. Todas sabemos bien que, tanto los informes científicos encargados a empresas privadas con sus propios intereses y comisiones, como las dinámicas de las instituciones regionales plagadas de enzarzadas luchas partidistas, son una bomba de relojería incontrolable. Día tras día comprobamos en la práctica que la vida se sitúa por debajo de los grandes intereses económicos consensuados por quienes gobiernan.

 

La ruralidad sumergida bajo el agua y el cemento del progreso


Alrededor de quinientos pueblos en territorio peninsular yacen bajo las aguas de pantanos y embalses construidos desde la segunda mitad del siglo XX. Pueblos fantasma literalmente sumergidos al construir obras hidráulicas pensando en clave del progreso urbanístico y en el sentido que marcaba el crecimiento capitalista. Muchos de estos pantanos fueron levantados en pleno Franquismo, pero esa tendencia ha continuado ya durante el régimen monárquico hasta nuestra actualidad. Municipios que atesoraban una eterna memoria de siglos de humilde poblamiento, silenciados para siempre y eliminados del mapa geográfico. Algunos casos como el pueblo de Ruesta, abandonado en los años 60 para la construcción del embalse de Yesa, en la provincia de Zaragoza, han sido recuperados en los últimos años gracias a la labor de activistas sociales. Actualmente dos edificios fueron levantados nuevamente para crear un albergue, y una casa de la cultura con biblioteca y sala para conferencias. La arqueología contemporánea y la antropología social trabajan para rescatar la memoria de estos enclaves arrasados en nombre de un progreso capitalista cada vez más cuestionado.
Mientras el mundo rural era asfixiado, la mano de obra obligada a desplazarse a las ciudades conformaba los nuevos arrabales obreros, de su explotación procede toda la riqueza de la segunda mitad del Franquismo y del actual Ibex-35 español. El neorruralismo capitalista actual es el remake de ese estrangulamiento a los pueblos que nos han visto crecer de pequeños, un reclamo a las raíces pero solo como simulacro para continuar despojando a las áreas rurales su potencial verdaderamente comunitario.

 

El entorno natural como trinchera de lucha frente al capitalismo verde


La salud humana está estrechamente ligada a nuestro entorno natural, y como consecuencia de esto cuanto más sanos estén los ecosistemas que habitamos, tendremos una mejor capacidad de prevención ante pandemias como la actual u otras crisis globales. Por lo tanto, cuidar la biodiversidad es la herramienta más útil para protegerse de estas amenazas. Desde Ecologistas en Acción afirman que “ha sido la actividad humana, especialmente los sistemas financieros y económicos mundiales bajo el paradigma del crecimiento económico a cualquier precio, la que ha causado la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y las últimas pandemias”.
Este contexto que hemos vivido en los últimos meses debería alertarnos a toda la sociedad de que la destrucción de los medios naturales, la expansión descontrolada de la agricultura, la deforestación vertiginosa, o la cría intensiva de animales en granjas industriales, facilitando la transmisión de enfermedades de animales a seres humanos, pueden causar un gran impacto social y sanitario. Esto nos advierte de que las pandemias en un futuro pueden resultar cada vez más frecuentes y propagarse de manera más letal, no pudiendo confiar en absoluto en las estructuras estatales ni los poderes económicos para proteger al pueblo trabajador, como ya hemos comprobado en la emergencia actual.
La gestión del agua en la Península Ibérica ha sido históricamente un debate político y económico de profundas raíces de enfrentamiento social junto con la tierra. Estas dos conforman la base de la vida en común y de la autonomía alimentaria. Un terreno donde huir de la confrontación política y humana se hace imposible, y las vías alternativas para promover la autogestión de las sociedades son trinchera de lucha.  Es impensable una solución ecologista sin pensar desde el anticapitalismo, y por eso mismo toda acción social debe ir en el sentido de blindar la defensa medioambiental frente a quienes anteponen el crecimiento económico.

Extraído de Todo Por Hacer.

viernes, noviembre 13

5 poemas de CAMINAR COMO UN ÁRBOL de PATRICIO RASCÓN

 



REVERDECER



A Jorge Espina



Le dije:

Si existiese la reencarnación,

en otra vida me gustaría ser un árbol.

Ella me abrazó,

mis pies se afianzaron en la tierra,

mis brazos reverdecieron

y en mi cabeza revolotearon pájaros.




HAYA



Al ver a la hiedra,

enredada en el tronco desnudo

del haya, no puedo evitar

sentir envidia.



Hay quienes piensan

que la trepadora es un parásito

de los árboles, que su abrazo

los debilita.



No sé, pero tal vez habría

que preguntarle al haya

qué cree que sería de ella

sin el calor de la hiedra.




HIGUERA



A Eladio Orta



La higuera,

alargando sus ramas

desde una finca colindante,

me regala su sombra

y sus frutos para librarme

de los rigores del verano.



Después

guardamos silencio

en memoria de quienes

tienen la desdicha

de encontrar solo muros

a lo largo del camino.




HUERTO



A Antonio Rigo



En casi todos los trabajos que tuve

solían acusarme de ser demasiado lento.

Me decían: así no llegarás nunca a ninguna parte.



Ahora cultivo un huerto,

y estoy sentado en un muro de piedra seca

―con los ojos entornados―

mientras escucho los balidos y los cencerros de las ovejas.



Sin embargo,

tengo la sensación



de que nunca avancé tan rápido.





VAGABUNDO



Pareces un vagabundo,

me dice mi hija,



y sonrío

como cuando mi padre me llamó poeta

en medio de una discusión.



Es posible que aún

no haya perdido del todo el rumbo.





Patricio Rascón. Caminar como un árbol. Multiverso, 2020

martes, noviembre 10

Entrevista a Esteban Vidal sobre el "Informe Coronavirus"

 

España en Estado de Alarma, Europa tiene otras soluciones. Con Esteban Vidal, autor del informe "Análisis comparativo de las políticas de gestión de la pandemia en Europa y una aproximación al fenómeno de la epidemia desde la ciencia política".

Se puede acceder al informe completo haciendo click aquí.

sábado, noviembre 7

¿Es la democracia una distopía?



De forma recurrente hablo y, de vez en cuando, escribo sobre la necesidad de recuperar la utopía como elemento central en el pensamiento crítico. No sólo por la necesidad personal de cada cual de ir atisbando un horizonte hacia el que caminar, sino como contraposición a una realidad cuyos elementos se vuelven cada vez más distópicos, más inhabitables. Existen infinidad de esos elementos que nos afectan, que condicionan nuestra vida durante cada segundo de nuestra existencia. Y ante los cuales hay que empezar por resistir para poder existir. Sin embargo, hay un elemento que probablemente engloba a todos, o prácticamente a todos los otros, y que rara vez es situado en la lista de elementos distópicos, de aspectos sobre los que al menos es necesario reflexionar y poner en tela de juicio.

Este elemento es la democracia, sí la sacrosanta democracia.

La democracia es el marco en el que los miembros de las sociedades que se consideran a sí mismas como ideales, tenemos para desenvolvernos. Lo domina todo, incluido el lenguaje con el que formamos los conceptos, las ideas con las que performamos nuestras vidas. Utilizamos ese lenguaje para describir aquello que nos incomoda, que nos crea malestar, que nos oprime. También para delimitar aquello que anhelamos, a lo que aspiramos. De esta forma, sin darnos cuenta, se impone un modelo de vida que es incapaz de transgredir los márgenes que nos ofrecen. Se coloniza nuestro interior al mismo tiempo que esa colonización tiene su reflejo en el mundo exterior, donde la fuerza es utilizada de forma más o menos explícita, para imponer ese modelo basado en la libertad. Una libertad que como mucho es un mal sucedáneo del ejercicio de la misma. Una libertad que como todo en esta vida es definida dentro de los límites de lo democrático, es decir, de lo asumible.

A partir de ese momento, no es posible imaginar nada mejor que la democracia. Tal vez podamos imaginar cómo mejorar algunos aspectos concretos (eso que unos llaman regeneración democrática, otros tal vez lo llamen democracia digital, tal vez si siguiéramos buscando podríamos hallar docenas de denominaciones para otros tanto modelos de mejora democrática). Pero, desde luego, lo que no somos capaces de vislumbrar es un sistema superador de la democracia. Es posible que esto se deba a que tenemos la creencia, transmitida de generación en generación de que la única alternativa a la democracia es la dictadura y ésta es, sin duda, el peor de los males. No lo pongo en duda. No deseo una dictadura de ningún tipo a nadie. Ahora bien, eso no implica que le desee un sistema democrático. Porque como decía, no quiero dictaduras y las democracias no dejan de ser dictaduras sociales en las que se imponen, como siempre, los intereses de una minoría. Así ha sido desde su origen.

Siempre se habla de la democracia ateniense como el principio del sistema hace ya unos cuantos siglos. Pero ya en ese momento, el gobierno del pueblo no era más que el gobierno de los poseedores, de los propietarios, hombres. Ni mujeres ni esclavos.

Hasta llegar a nuestros días, la democracia ha ido variando, construyéndose siempre respondiendo a una correlación de fuerzas muy desiguales entre aquellos que poseían la riqueza y los que no. Siendo así, no es de extrañar que en cualquiera de las diferentes manifestaciones que la democracia ha ido mostrando siempre hayan respondido a los intereses de unos pocos.

Pero si algo confiere de forma definitiva esa pátina distópica a la democracia es su carácter omnipresente. Jamás ha habido un modelo de gobierno tan intrusivo como la democracia que pretende abarcar todos los aspectos de la vida. Pretende legislarlo todo hasta lo más íntimo. Y lo que es peor, siempre con criterios económicos. Siempre con el beneficio en mente. Esto la ha convertido en el sistema ideal para el desarrollo del capitalismo ya que ha conseguido que un modelo económico nacido para el beneficio de los Estados se haya convertido en un elemento autónomo situado por encima de los Estados mismos. Esto explica en gran medida el porqué de la supremacía del modelo democrático y de su incuestionabilidad.

Además, la democracia es considerada como un sistema moralmente insuperable ya que es ni más ni menos que la representación del interés popular. Aunque es evidente que la única representación existente es la de los intereses de aquellos que poseen la riqueza sigue siendo, aparentemente, irrefutable esta afirmación. Al fin y al cabo, el pueblo elige libremente a sus representantes así que no hay nada que objetar. Es tal su grado de perfección moral que continuamente se inician guerras alrededor del mundo en su nombre. Se trata de imponer la perfección del sistema allá donde todavía se muestren indecisos ante él. Por supuesto, es todo por el bien del pueblo aunque para ello haya que asesinar al propio pueblo. La democracia pretende ser el único modelo posible. Su democracia debe ser para todos, sin excepción.

Democracia o barbarie. Podría ser el eslogan de los tiempos y, no obstante, no parece que la barbarie haya desaparecido ni mucho menos en los países democráticos. Basta ver cualquier informe (o abrir los ojos a tu alrededor si no es que tú mismo la sufres en primera persona) escogido al azar del organismo oficial que se quiera sobre condiciones de vida para ver la lamentable situación en que se encuentran las sociedades democráticas. Sirvan como ejemplos los de EEUU, donde las desigualdades sociales y todo lo que conllevan son abismales o la propia España, donde la pobreza alcanza a un tercio del total de la población. Podríamos fijarnos en el acceso a la vivienda, o a la educación, o a la sanidad o cualquier otro parámetro que se nos ocurra para ver qué intereses defiende la democracia.

Tal vez no presente los niveles brutales de represión pura y dura de las dictaduras (cuyo recuerdo facilita mucho más la imposición democrática) pero de ahí a la perfección como sistema de organización social hay un abismo. Hay margen para poder, al menos, confrontarla, para incluir, al menos,  esta oposición en el marco de nuestra conciencia. Es posible que estos sean buenos tiempos para ello. Tal vez esta nueva normalidad de la que tanto hablamos incluya la posibilidad de responder a la pregunta que encabeza este escrito. En caso de una respuesta afirmativa, estaremos más cerca de nuestro sentir. Y eso sí que es moralmente positivo.


https://quebrantandoelsilencio.blogspot.com/

miércoles, noviembre 4

Chicho Sánchez Ferlosio - Canción de soldados (1964)




Dicen que la patria es
un fusil y una bandera.
Mi patria son mis hermanos
que están labrando la tierra.


Mi patria son mis hermanos
que están labrando la tierra
mientras aquí nos enseñan
cómo se mata en la guerra.


Ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro contra mis hermanos.
Ay, que yo tiraba, que sí,
ay, que yo tiraba, que sí,
contra los que ahogan al pueblo en sus manos.


Nos preparan a la lucha
en contra de los obreros
mal rayo me parta a mí
si ataco a mis compañeros.


La guerra que tanto temen
no viene del extranjero;
son luchas de proletarios
como los bravos mineros.


Ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro contra mis hermanos.
Ay, que yo tiraba, que sí,
ay, que yo tiraba, que sí,
contra los que ahogan al pueblo en sus manos.


Cuando muere un general
lo llevan sobre un armón,
al que se mata en la mina
lo entierra el mismo carbón.


Al que se mata en la mina
lo llevan dos compañeros,
dolor de carbón de piedra,
luto de bravos mineros.


Ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro contra mis hermanos.
Ay, que yo tiraba, que sí,
ay, que yo tiraba, que sí,
contra los que ahogan al pueblo en sus manos.


Si mi hermano se levanta
estando yo en el cuartel
cojo el fusil y la manta
y me echo al monte con él.


Oficiales, oficiales,
tenéis mucha valentía
veremos si sois valientes
cuando llegue nuestro día.


Ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro contra mis hermanos.
Ay, que yo tiraba, que sí,
ay, que yo tiraba, que sí,
contra los que ahogan al pueblo en sus manos.


Ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro contra mis hermanos.
Ay, que yo tiraba, que sí,
ay, que yo tiraba, que sí,
contra los que ahogan a España en sus manos.