Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

viernes, febrero 7

La negación de la virtud. Una historia sobre la pobreza y el progreso

 


El ideal de progreso se ha presentado históricamente como un significante antagónico a la noción de pobreza. Un evolucionismo simplón que entiende el avance de la historia como un camino que dejaría atrás la miseria, de donde surge la división del mundo entre «desarrollados» y «subdesarrollados» y «la riqueza» como el concepto que encarnaría el bien absoluto.

En este sugerente ensayo histórico, Juanma Agulles muestra la estrecha relación entre lo que llamamos «progreso» y la pobreza entendida como un elemento material inherente a esa prosperidad cuyo trasunto moral ha sido, en palabras de Chesterton, abandonar «la pesada tarea de hacer triunfar a los buenos» para dedicarse «a la labor más sencilla de hacer buenos a los triunfadores». La negación de la virtud aborda las diferentes teorías morales e imaginarios de época alrededor de la figura del pobre y de los pobres, el papel de las instituciones religiosas, políticas o de control, su lugar en la crítica y en la lucha social, la relación con el trabajo o las construcciones estigmatizadoras en torno a su representación.

A partir de un sólido conocimiento de las teorías, la historiografía y las investigaciones contemporáneas, Agulles desarrolla también una crítica de la pobreza en el seno del dogma desarrollista actual. Las interpretaciones culturalistas, el lugar de las personas «no empleables», las soluciones tecnocráticas o la oposición entre perdedores y triunfadores son algunos de los temas abordados con rigor y máxima lucidez.

Frente a «la relación dialéctica entre la piedad y la horca, entre la caridad y la terapia, entre la reinserción y el encierro» que conforma el continuum histórico de la ideología del progreso, Agulles propone «un regreso a los lazos primarios que nos unen a los demás, a los ciclos reproductivos de la vida cotidiana, a la fraternidad que todavía subyace y sobrevive bajo el alud de la crisis endémica del capitalismo».

 

 https://viruseditorial.net/libreria/la-negacion-de-la-virtud/

 Juanma Agulles

martes, febrero 4

Masa gris (que no materia)

 


No puedo estar más de acuerdo con los que sostienen que el desarrollo del capitalismo y de la sociedad de consumo ha hecho de nosotros una panda de borregos sin remedio. Algunos, consecuentemente, atribuyen dicha situación a una falta notable de valores «espirituales», a un desinterés e indolencia por los asuntos que cultivan el «alma». Dejando a un lado toda la deleznable terminología religiosa, muy matizable en su significado, algo en lo que abundaremos más adelante, tampoco estoy seguro de que la cosa sea así. Y no lo estoy porque, si bien no estoy totalmente de acuerdo con el (muy) viejo Marx acerca de que las condiciones económicas determinan toda nuestra cultura, sí es un factor a tener muy en cuenta. Es decir, ni más ni menos, es el capitalismo y la sociedad de consumo los que, en gran medida, ocasionan está situación en la que, supuestamente, se produce una falta de valores. Además, no estoy de acuerdo en que no exista interés por lo «espiritual», más bien lo que habría observar es una profunda distorsión al respecto. A la, saludable, crisis de los valores religiosos tradicionales, encabezados por ese monoteísmo capaz de arrasar con todo asomo de pluralidad y pensamiento crítico, se une ahora una búsqueda de caminos espirituales, tan irritantes como vacuos.

Por otra parte, es cierto que existe en gran medida un culto a los bienes materiales y una búsqueda cuestionable de satisfacción del ego, en torno a esa falacia mercantilista del éxito personal. Todo ello, se cultiva adecuadamente gracias a toda una maquinaria mediática, en forma por ejemplo de repulsivos concursos televisivos o elementales libros de autoyuda de ventas millonarias. Es posible que ese sea el paradigma principal de las sociedades (pos)modernas, lo cual lleva a que la inmensa mayoría de la población, incapaz del alcanzar el bienestar material y el éxito social, o se refugie en las más disparatadas creencias o siga en una estéril carrera hacia la nada. No olvidemos tampoco que esas creencias alternativas, que adoptan en no pocas ocasiones formas de pseudoespiritualidad, igualmente son fagocitadas por dicha maquinaria del sistema. Las condiciones económicas, ese «materialismo» tan denostado, que condiciona y determina nuestra cultura, nuestros valores, como la formas de espiritualidad o religiosidad. Tanto el refugio en viejos y reaccionarios valores, como en (supuestos) innovadores caminos de espiritualidad, pero igualmente reaccionarios a poco que recapacitemos, es propio de esa caricatura en la que se ha convertido el ser humano consecuencia de un determinado desarrollo de la «civilización». Alguien que, tras esa débil máscara de cultivo del ego, está en realidad deseoso de entregar su libertad, su intelecto y su autonomía, incapaz del menor asomo de pensamiento crítico.

Qué quiere decirse exactamente cuando se alude de forma tan benévola al cultivo de lo «espiritual». En primer lugar, solo por oposición a lo «material» ya parece que le estemos otorgando una connotación positiva. Si atendemos a esa vieja distinción entre alma y cuerpo, ese repulsivo dualismo que tanto ha enajenado al ser humano, la cosa ya es muy vieja (y, de nuevo, muy reaccionaria). Es este ser humano, más bien bodoque y con escasa memoria y cultura, incapaz de comprender la sociedad política y económica en la que se ve inmerso, que condiciona sus frívolas necesidades «espirituales». Eso sí, si por espiritualidad y valores entendemos profundizar en todo ello, indagar en cómo funciona la maquinaria «material» que nos determina, sustituir las necedades de Paulo Coehlo u otros charlatanes por los auténticos gigantes del pensamiento, rechazando toda forma de papanatismo, y huyendo de toda forma de enajenación, para precisamente transformar radicalmente el estado de las cosas, eso es otra cosa. No, no es nada fácil adoptar esta actitud, toda una enorme masa gris humana envuelve y protege el sistema incapaz, no de encontrar vacuas y nefastas respuestas, sino de empezar a hacerse preguntas. Sea como fuere, una dosis al menos mínima de saludable nihilismo ayuda un poquito. Destruyamos valores, como dijo el clásico, que eso también es construir.

 

 Juan Cáspar

sábado, febrero 1

Google debe caer


Cuando nos preguntamos cómo derrotar al capitalismo cuesta imaginar por dónde empezar: consumir menos, participar en colectivos políticos, sindicatos, montar una cooperativa, etc.; la lista puede llegar a no tener fin. De entre todas las acciones, habrá algunas que nos impliquen una gran cantidad de energías y tiempo para organizarnos, otras no tanto. A la vez, es tan importante realizar obras que nos acerquen a nuestros objetivos como dejar de participar de aquello que nos aleja de ellos. Desgooglelizar nuestras vidas es una de esas acciones que requiere poco tiempo y que nos libera de ser cómplices del sistema.

Google, a nivel fiscal bajo el nombre de Alphabet, está en la lista de las empresas capitalistas más significativas de la historia. Junto a Ford, JP Morgan, Shell o Aramco, Google ha conseguido reunir en los últimos 25 años una de las mayores fortunas de todos los tiempos, a la vez que trastocaba las economías y sociedades a su paso. Antes de continuar convendría preguntarnos, ¿qué produce esta empresa? ¿Qué vende? Aunque la respuesta intuitiva es pensar que Google es un buscador de internet, y por lo tanto una empresa tecnológica, lo que en realidad se esconde tras su apariencia innovadora es un negocio ya bastante viejo: la publicidad.

En efecto, de los ingresos totales de 279.800 millones de dólares que obtuvo la empresa en 2022, el 80% corresponden a publicidad. Pero lo que realmente hace de Google una empresa muy, pero que muy capitalista, es haber obedecido con creces la ley de “obtener el máximo beneficio al menor coste”. El número de trabajadores contratados por el conglomerado Alphabet es de 190.234 personas, lo que dividido por los ingresos da como resultado que cada trabajador genera una media de un millón y medio de dólares de ingresos a la empresa. Para hacernos una idea de lo que esto significa en la práctica, pongamos un sencillo ejemplo. Descontrol Editorial es una pequeña empresa cooperativa con 8 personas en plantilla. Si obtuviera la misma proporción de ingresos por cada trabajador que Google, estaríamos hablando de que la cooperativa contaría en sus cuentas con 12 millones de dólares anuales. Por supuesto, en el mundo de los libros no se gana ni de lejos tantísimo dinero. De hecho, prácticamente en ningún ámbito de la industria o los servicios obtienen esos retornos respecto a la inversión inicial.

Entonces, ¿cómo es posible que colocando anuncios en páginas web se consiga ganar tanto dinero?

¿No había otras empresas que hicieran lo mismo, incluso quizás mejor? Descubrimos, así, que el secreto mejor guardado por los fundadores, Sergei Brin y Larry Page, es el modo en que convierten los datos en oro. ¿Por qué funciona? Porque obtenemos una respuesta relevante que nos conduce a lo que queremos obtener. Porque no hay límites ni obstáculos: no hay que pagar nada para usarlo y puedes hacer tantas búsquedas como te plazca. Google entendió la economía del comportamiento en los entornos digitales y aplicó las conclusiones para sacar el máximo provecho. Rastreando como nos movemos por las páginas web para deducir si los contenidos son o no relevantes. Haciendo seguimiento el número de clics, el tiempo de permanencia, etc., Google aprende continuamente de nosotros y de lo que hacemos en la red para proyectar en las pantallas una aparente capacidad de predecir lo que queremos.

Concretando, cuando realizamos una búsqueda el programa nos devuelve diferentes respuestas y somos nosotros los que elegimos la opción correcta. En realidad, estamos haciendo el trabajo que no puede hacer ninguna máquina hasta el momento, esto es: decidir. El buscador finge entender las páginas web, pero en realidad lo hacen otros humanos con la mediación de ordenadores y software. Por lo tanto, con cada click estamos trabajando para Google, brindándole valiosísima información para discernir entre lo verdadero y lo falso, lo relevante de lo insignificante. Estos datos se transforman en conocimiento que la compañía vende, en forma de espacio publicitario, apareciendo destacadas entre las opciones ofrecidas. Entonces, accionamos desde casa pequeñas palancas que se ponen a nuestra disposición gratuitamente a modo de una gigantesca cadena de montaje de trabajo distribuido por todo el planeta. Para Google esta relación es equitativa y revierte en un beneficio común, pues todos aportamos un poco al mecanismo del que todos nos beneficiamos. Pero bajo la apariencia de empresa altruista envuelta en una ética universal, la realidad es que una parte del contrato se beneficia más que la otra. Los usuarios somos la mercancía clasificada, como cualquier página web, incluso por nuestro nivel de corrección ortográfica.

Por supuesto, el comportamiento de un solo usuario no determina cuándo un resultado es correcto y cuando no lo es. Las cifras del buscador son de una magnitud increíble: 3.500 millones de búsquedas diarias. Del análisis de estos millones de interacciones se obtienen, mediante estadística, patrones y tendencias de comportamiento, que a la postre son el producto destilado y brillante que luego puede ser comercializado.

El acceso a ese conocimiento específico de gustos, modas, preferencias, tipos de consumidor y de poder adquisitivo es lo que Google vende en forma de espacios publicitarios personalizados. Una ventana directa para que las empresas coloquen su producto o servicio a la persona que sea más propensa a gastar un dinero por adquirirlo o a quien tenga una necesidad urgente que resolver.

¿Qué hacer? Se pregunta cualquiera ante esta situación de robo sistemático de nuestro trabajo vivo.

¿Cómo atajar la fuga de nuestro tiempo, de nuestro saber, de nuestro albedrío? Bien sencillo: dejar de trabajar. En este caso, no en forma de huelga -esto es, esperando generar presión para obtener una contrapartida del patrón digital, a la vez invisible e inaccesible- sino como una estrategia consciente de paro que nos lleve a escenarios en que nuestro trabajo no sea extraído para beneficio privado, sino que revierta en un bien común.

Es cierto, trabajamos para Google, porque a cambio recibimos un salario, una parte de los beneficios, en forma de resultados fiables en las búsquedas, vídeos relevantes, servicio de correo o mapas gratuitos, etc. Pero no debemos olvidar nunca que aunque Google sea el mejor servidor porque es el que usa más gente, perderá su poder cuando dejemos de proveerle ese trabajo voluntario no remunerado. Si conseguimos secar la fuente de la que extrae los datos, no podrá arrastrar nada en sus redes. Por ahora la empresa tiene varios frentes abiertos en su contra: el interior, en relación a la organización de sus trabajadores; el judicial, en el que se decidirá si se divide la compañía; y el de los usuarios, o sea, nosotros, si conseguimos establecer alternativas viables y masivas a sus servicios.



 Google y sindicalismo

Y, ¿qué pasa con los asalariados de Google? Hablábamos al inicio de sus 190.000 trabajadores: ingenieros, programadoras, psicólogos, técnicas de sistema, etc. Pues bien, en 2023 la empresa despidió al 10% de su plantilla. La resaca post-covid ha significado el fin de los buenos tiempos de crecimiento exponencial de usuarios y, por lo tanto, de ingresos. Han empezado los recortes y se auguran más en el horizonte. La inteligencia artificial promete reducir los costes laborales, en especial de las empresas tecnológicas, con lo cual será posible extraer aún más riqueza con menos cabezas a sueldo. A pesar de todo, los trabajadores, en el corazón de la bestia, se organizan. Fundada en enero de 2021, la Alphabet Workers Union (AWU) reúne apenas el 1% de la fuerza de trabajo, pero ya plantea luchas de largo alcance en diferentes ámbitos. En primer lugar, atacando la jerarquía existente dentro de la empresa entre trabajadores fijos y temporales, auténticos empleados de segunda categoría con salarios mucho más bajos y menos derechos laborales. La cuestión de “a igual trabajo igual salario” está al orden del día dentro de Google. En segundo lugar, afrontando con decisión los casos de acoso sexual que ocurren en las oficinas. Históricamente, la empresa ha lidiado con estos hechos dentro unos parámetros que incluyen obligar a sus empleados a firmar contratos con cláusulas de arbitraje empresarial que buscan resolver las denuncias lejos del foco de la opinión pública.

Y, por último, y quizás más importante: rompiendo el silencio y el aislamiento mediante el trabajo sindical, para que todo aquel que trabaje en la empresa deje de tener miedo a hablar y se atreva a denunciar y expresar su disconformidad con las políticas oficiales de la dirección y las estrategias de división de los trabajadores, como los salarios personalizados. Huelga decir que Google ha hecho todo lo posible para que los trabajadores no se autoorganizen, y seguirá poniendo trabas a sus aspiraciones, pero el sólo hecho de la creación de la AWU ha dado energías a multitud de iniciativas sindicales en todas las empresas de Silicon Valley. Hay esperanza y esta vendrá del Oeste.

USA versus Google

Los acuerdos entre las grandes empresas son algo común que se practica en beneficio mutuo a costa de los usuarios, siempre con la intención de acaparar el mayor porcentaje del mercado y acabar con la competencia. Estos pactos en la sombra son los que están siendo enjuiciados desde septiembre de 2023, en lo que se considera la mayor causa antimonopolio del siglo XXI. De hecho, la fuente principal para la redacción de este artículo han sido los documentos que Google se ha visto obligado a exponer en este juicio que afronta en los Estados Unidos. Sus presentaciones de powerpoint destinadas a la formación interna son su peor enemigo ante un tribunal que tiene que decidir si su increíble concentración de poder político y económico debe fragmentarse, como ya ocurrió con Rockefeller y la Standard Oil Company en el lejano 1911.

A raíz de las pruebas expuestas y las declaraciones de los testimonios, hoy sabemos que Google lleva pagando1 miles de millones de dólares a Apple para que sus servicios estén integrados en los dispositivos iPhone, Mac y iPad. De esta manera, Google garantiza que su buscador sea el predeterminado. También ha pagado a los fabricantes de teléfonos móviles (Samsung o Xiaomi) para que el sistema operativo de serie sea Android, lo cual incluye el navegador Chrome y múltiples aplicaciones marca Google. En definitiva, un entramado de pagos, tratos de favor y acuerdos de exclusividad para colocar la barra del buscador en un lugar privilegiado de los programas y aparatos de otras grandes tecnológicas que, en conjunto, son un coto cerrado donde sólo caben las opciones privativas y los grandes inversores. Además, el juicio ha revelado cuáles son las búsquedas más lucrativas para Google: “vuelos baratos”, “seguro de coche”, “seguro de vida”, “televisión por cable”, “universidades online”, “crédito”, etc., lo que nos da una idea de a dónde van a parar nuestros datos y a quién le interesa más acceder a ellos. Y es que, al fin y al cabo, Google ha construido su negocio en base a dar acceso a nuestras vidas privadas, permitiendo que multitud de empresas intervengan e influyan en ellas, sea como consumidores, sea como seres políticos, delineando los límites del mundo que imaginamos.

Todos los caminos empiezan por un primer paso

A la luz de todo lo anteriormente expuesto es difícil no llegar al final de este artículo sin pensar en cómo contribuir a cambiarlo todo. Siempre hay un primer paso que nos puede llevar a la salida si tenemos claro a dónde ir. En el mundo del programario y de internet se lleva décadas debatiendo sobre cómo crear alternativas libres. A veces, la mejor opción es simplemente testear cosas nuevas y comprobar que pueden ser igual de buenas que lo que nos ofrecen los monopolios. A continuación, presentamos tres niveles desde los que tirar del hilo:

Primer nivel (principiante): probar otros buscadores. En un equilibrio entre usabilidad y rigor de resultados encontramos Qwant, desarrollado y alojado en Francia, con lo cual se atañe a las directrices de privacidad de la Unión Europea, mucho más restrictivas que las estadounidenses.

Segundo nivel (usuario medio): usar otros programas, empezando por el navegador. Una excelente opción es Firefox, el cual permite configurar parámetros de privacidad y añadir extensiones para bloquear rastreadores y publicidad. Como alternativa a GoogleMaps hay diferentes opciones basadas en OpenStreetMaps, por ejemplo, Organic Maps, capaz de trazar rutas y asistente de conducción. Y para sustituir Gmail hay centenares de opciones. Ante la duda apostamos por servicios como ProtonMail o RiseUP ambos correos encriptados.

Tercer nivel (usuario experto): cambiar el sistema operativo de tu smartphone, de Android a Ubuntu Touch u otra opción libre.

 

 

Sergi Onorato Esteve

 https://redeslibertarias.com

 

 

 

miércoles, enero 29

Sé un hombre. Ensayos contra la masculinidad


El libro que todo hombre debe leer para entender por qué la masculinidad es tóxica y perjudicial, para ellas... y para ellos.



«Sé un hombre».

Como tantos otros hombres, Robert Jensen también tuvo que enfrentarse a este mandato. Sin embargo, con el tiempo se dio cuenta de que nunca sería «lo bastante hombre» según el ideal masculino impuesto por la cultura dominante. Un ideal que no sólo es inalcanzable, sino cuya búsqueda resulta además frustrante y hasta deshumanizadora.

Apoyándose en el trabajo desarrollado por diversas autoras feministas, Jensen muestra la naturaleza misógina y destructiva de la masculinidad. En particular, revela el papel que desempeña la pornografía, cada vez más accesible y violenta, en la formación y refuerzo de la masculinidad, influyendo en las actitudes de los hombres hacia las mujeres, promoviendo una sexualidad basada en relaciones de dominación y desapego emocional.

Alarmante y sugerente, esta obra plantea cuestiones difíciles pero cruciales sobre la sexualidad y el poder, en aras de alcanzar una verdadera igualdad sexual.

«Nuestra cultura es cada vez más consciente de que los rasgos asociados a la masculinidad —competición, agresión, dominación y represión de las emociones— no sólo guardan relación con la violencia de los hombres contra mujeres y niños, sino que también resultan tóxicos para los propios hombres. Pero los intentos de identificar y poner en valor rasgos masculinos alternativos aumentan, en lugar de reducir, la capacidad de los hombres para alejarse de una posición de dominación. Todo esfuerzo por redefinir la masculinidad para reducir los niveles de violencia debe ir de la mano de una toma de conciencia sobre el peligro inherente a la propia categoría de masculinidad, que debe ser abolida».

 

 https://www.edicioneselsalmon.com

 

domingo, enero 26

Te quiero raro

 

Los nuevos tiempos traen nuevas formas de amar: el poliamor, las relaciones por internet, las aplicaciones de ligue como el Tinder, el Grindr, la asexualidad, etc. Investigamos las nuevas formas de quererse, que siempre es muy bonito.  

jueves, enero 23

Infiltrats

 


Directoras: Gemma Garcia Fàbrega y Sònia Calvó Carrió. Producido por 3cat (TV3) con la colaboración de La Directa y Polar Star Films. Investigación a cargo de Jesús Rodríguez, Ester Fayos, Irene Molina, David Bou, Marc Iglesias y Gemma Garcia. Enero 2025. 58 minutos.

«Xurri, saps què no et perdonaria jo mai de la vida? Que et diguessis Maria Isern Torres. No t’ho perdonaria mai…«. El momento más duro del reportaje Infiltrats recoge el momento en el que Òscar Campos, activista de Girona, confronta a su pareja por videollamada, de la cual acaba de descubrir que es una policía infiltrada. «T’hem pillat«, le espeta, con la voz entrecortada, ante el silencio de ésta. «Ya…«, es lo único que ella puede responder en el momento, avergonzada. Se encuentra junto a su madre, su madre real, que también había participado del engaño. La madre intenta defender a su hija, sin éxito, y Òscar y Maria siguen conversando.

Maria reconoce que actuaba bajo las órdenes de la Comisaría General de Información y explica que «hi ha infiltrats a tot Espanya, ho entens? A tot Espanya: Salamanca, Màlaga, Granada… Hi ha infiltrats a tot Espanya. És que vosaltres ho heu associat tot a independentisme. No és ver, no és ver«. Y, desesperada, continúa hasta el final con la manipulación: «Sé que sempre ho he dit, sona hipòcrita o el que sigui, però és que tu m’has conegut a jo de veres. És que no me sent… És a dir, t’ho jur… Només t’he ocultat que he estudiat Criminologia i que soc policia«.

Òscar y Maria habían sido pareja durante tres años. Él pensaba que Maria se apellidaba Perelló, pero en realidad era Isern. Durante este tiempo, Maria le acompañó a manifestaciones, asambleas y actos públicos y privados del movimiento independentista catalán e informó a sus superiores de todo lo que ocurría en ellos. Incluso también le acompañó a una reunión con sus abogados – Òscar estaba imputado por una acción de corte de las vías del ave – y tuvo acceso a toda su estrategia de defensa.

En los últimos años, medios como La Directa y El Salto han destapado nueve casos de infiltraciones policiales en los movimientos sociales de Catalunya, València y Madrid. Este documental desgrana cómo lo hicieron, los patrones que siguieron, cómo entraron y cómo salieron de estos movimientos y los errores que cometieron al hacerlo (el fallo más notable fue que uno de los agentes se dejó un pen drive, del cual había eliminado unas fotografías en la Escuela de Policía de Ávila, las cuales pudieron ser recuperadas). Y, sobre todo, el filme sirve para poner voz y rostro a las víctimas, para que nos muestren, frente a la cámara, el dolor que sufrieron al enterarse de que habían mantenido relaciones sexoafectivas con agentes que les estaban espiando.

A través de entrevistas a activistas, afectadas, abogadas, historiadores, psiquiatras e, incluso, una portavoz de un sindicato policial (la única dispuesta a responder a las preguntas, ante la negativa de la Dirección General de la Policía y del Ministerio del Interior a participar en el programa), este documental evidencia cómo la policía se saltó los límites legales y éticos para espiar a activistas.

 Podéis ver el documental completo en este enlace

lunes, enero 20

Tomando el sol


En el medio del mar no hay alcobas

ni búcaros con flores ni sirenas de plata

ni dios siquiera ni misericordia


solo los ojos profundos de aquel negro

que sonríe y te mira entre la espuma

y escupe sal sin aliento

y sabe que te quiere y que se ahoga.


En la orilla descansa tranquila la serpiente

y crece el árbol de la infamia.


Sobre una playa de Tarifa

los náufragos toman el sol desnudos

por última vez ante el forense.




GARCÍA ALONSO, José, Formas de seguir abrazando, Alcancía, 2016, Plasencia.

 

viernes, enero 17

Inteligencia artificial: una visión anarquista

 

La inteligencia artificial es un campo de la informática que nace en los años 50 como consecuencia del desarrollo en la computación y el aumento de las capacidades de análisis de las máquinas. No existe una definición concreta ya que es un campo muy amplio en el que se mezclan diferentes conceptos como aprendizaje de las máquinas, trabajo en red, smart word o big data. 

En cualquier caso los adalides y mecenas de la tecnociencia nos presentan a la IA como un avance capaz de salvar vidas, mejorar nuestras condiciones laborales, frenar el calentamiento global, aumentar el nivel y la esperanza de vida, etcétera, etcétera...

Pues bien, desde el colectivo de crítica a la sociedad tecnológica MOAI nos hemos propuesto demostrar que, de nuevo y sin que sea una sorpresa, los defensores del tecnomundo nos engañan.

En esta revista monográfica sobre las "bondades" de la inteligencia artificial, que continúa en la misma linea que los anteriores números de la revista Libres y Salvajes, podremos aprender sobre cómo la IA perpetúa el patriarcado, el colonialismo o las desigualdades de clases. Pretendemos analizar el efecto de estas tecnologías en la destrucción de la naturaleza, en el aumento del control social, en el lenguaje y en la forma de relacionarnos. De igual manera, queremos poner en valor a todas las resistencias que levantan la voz y se oponen a que las redes tecnológicas del poder se apoderen de sus vidas y sus proyectos. 

Un agradecimiento especial a Inés Alba por sus ilustraciones, mil veces más auténticas, bonitas y sinceras de las que sería capaz de crear una IA. Y también a quienes han traducido, corregido o revisado los artículos, así como a todas las distribuidoras y editoriales autogestionadas y centros sociales que hacen que estas páginas hayan acabado entre tus manos.

Podéis contactar con nosotros en la dirección de correo electrónico blogmoai@gmail.com, entrando en el blog sobre inteligencia artificial contralaia.blackblogs.org o visitar nuestro blog archivomoai.blogspot.com, donde puedes encontrar todo el material que vamos publicando.


Descárgala aquí:

https://drive.google.com/file/d/13DmumBfGln0_P9JZMe4gNvuStaJ0kTwE/view?usp=sharing

martes, enero 14

Explorando la despolicialización: cinco estrategias para pensar desde nuestros entornos

 

A través de talleres se busca amplificar el conocimiento en la gestión de conflictos como modo de desalojar las lógicas punitivas

 

Cuando desde SinPoli comenzamos a encontrarnos, hace dos años, lo hacíamos con muchas preguntas y pocas respuestas en torno a las alternativas a lo policial, pero con puntos de partida firmes y compartidos. Teníamos claro que las formas policiales de provisión de seguridad en nuestros contextos y sus modos securitarios y represivos de abordar el conflicto social tienen consecuencias físicas, políticas y simbólicas muy dañinas.

Con todas aquellas preguntas a la espalda comenzamos a hacer talleres colectivos en distintos espacios del Estado español (Madrid, Vigo, Santander, Segovia, Zaragoza…) con distintos colectivos e individualidades que nos dieran claves para pensar cómo afrontar la despolicialización desde lo ya existente. Nos preguntábamos, básicamente, por cómo solucionamos conflictos sin policía, convencidas de que entre nosotras existen saberes que transcienden y revierten el despojo de agencia en el abordaje de violencias que nos atañen y la hiperpresencia policial en nuestras vidas.

Seguras de que en la cotidianeidad se daban más experiencias de las que creíamos en las que la policía no participaba, pues más bien somos nosotras mismas las que nos encargamos de gestionar los conflictos y de aportar seguridad. Nuestras intenciones fueron entonces ampliar el campo de conocimiento despolicializador, recuperando y reconociendo saberes y prácticas existentes para la resolución de desacuerdos, conflictos e inseguridades que, inevitablemente, se generan en nuestras relaciones sociales y comunitarias, y pensar cómo podríamos fortalecerlos.

Este texto surge con esa voluntad y fruto de lo aprendido en común en los talleres que hemos ido haciendo en colectivo con personas que también se sienten movidas por este rechazo hacia las formas policiales, pero que no tienen claras las herramientas para actuar de otras maneras. No se trata de un manual de herramientas, ni de un protocolo (del cual carecemos), sino más bien de una primera categorización y reflexión sobre las experiencias y estrategias que hemos ido compartiendo en estos encuentros.

La idea que guía el artículo es, por lo tanto, resaltar y analizar las potencialidades y límites de las estrategias que han ido surgiendo en nuestros encuentros y que hemos categorizado en: prevención, rebajar la violencia, establecer alianzas, mediación y acompañamiento. Se trata de construir, así, un primer escalón para pensar cómo nos hacemos cargo de la gestión de nuestros conflictos e impulsar la reflexión en torno a la despolicialización de nuestra sociedad.
 

Prevenir la gestión policial de los conflictos

La prevención es una de las primeras formas a través de las cuales evitamos cotidianamente que los conflictos acaben degenerando en situaciones gestionadas de forma policial. La formación de un tejido social denso y plural, cercano y de confianza, es una manera de disponer las condiciones necesarias para que los conflictos que nos interpelan sean apropiados comunitariamente y no externalizados a instituciones punitivas, siguiendo esta tendencia al alza de la deriva policial de nuestros conflictos.

Así, la generación de vínculos sociales cobra especial importancia tanto en la prevención de conflictos y violencias como en la reducción de la inseguridad subjetiva en el espacio urbano: conocer mejor nuestro entorno, establecer vínculos fuertes, romper fronteras internas que dividen, segregan e individualizan nuestra experiencia cotidiana…, son solo algunas de las acciones concretas que avanzan en el camino de la prevención.

Proyectos como La Dula, una cooperativa de Valencia que trabaja cuestiones de desarrollo comunitario, o Guantes Manchados, un gimnasio popular del barrio madrileño de Usera, son buenos ejemplos de este tipo de estrategias. Ambos colectivos resaltan la importancia de producir “encuentros improbables”, formas de relación anteriormente inimaginables por la distancia social y simbólica existente entre los distintos agentes que conviven en un mismo territorio y que son de gran utilidad a la hora de prevenir los conflictos que pueden surgir en los barrios populares.

De lo que se trata es de crear espacios de encuentro, vínculos de confianza y relaciones de proximidad entre personas y grupos distanciados para disputar los relatos criminalizantes en torno a las situaciones que se viven en los barrios populares, evitar formas de segregación y señalamiento, así como sentar bases para llevar a cabo nuevas formas de acción despolicializadora y estrategias más avanzadas de gestión de conflictos futuros.

No obstante, la prevención va mucho más allá de la mera creación de tejido comunitario. Supone llevar a cabo de forma reflexiva un aprendizaje de cada conflicto, crear y sostener comunidades políticas fuertes capaces de clarificar normas éticas, respetar acuerdos colectivos y revisarlos cuando ya no funcionan.
Rebajar la escalada de violencia

Otra cuestión que ha surgido repetidamente en nuestros encuentros es la irresolución de situaciones conflictivas. Efectivamente, en ocasiones los conflictos no se solucionan y simplemente se abandonan, pero esta escalada de violencia también puede ser una estrategia para afrontar los conflictos sin recurrir a la policía. Cuando, por ejemplo, hay peleas o discusiones, o cuando una tienda recibe un robo y se evita llamar a la policía, también se está optando por una acción despolicializadora, abandonando el conflicto e impidiendo las subsecuentes formas punitivas de gestión.

El abandono o la huida, si bien no solucionan el conflicto en sí mismo —no hay un juicio en el que se busque un culpable y un castigo, sino que hay una desescalada de la violencia—, proponen una nueva forma de comprenderlo, entendiéndolo como parte de nuestras relaciones y no como un hecho externo a eliminar de forma eficaz mediante instituciones violentas que nos son ajenas.
 

Establecer distintas formas de alianza

El recurso más importante a la hora de afrontar los conflictos de forma alternativa a lo policial es la existencia de un tejido comunitario. Entendemos que la existencia de éste es clave para construir un abordaje satisfactorio del conflicto o aliviar la sensación de inseguridad. Sin embargo, sabemos que no siempre es fácil, porque muchas veces los conflictos ocurren en espacios donde no existe un importante entramado comunitario que pueda hacerse cargo. Ante esto siempre cabe establecer alianzas de maneras distintas y creativas, que pueden ir desde la generación de comunidades espontáneas cuando, por ejemplo, somos testigos de violencias sobrevenidas y nos implicamos con personas desconocidas, hasta apoyarnos en un entorno cercano organizado e implicado, como vecindario, amistades, familiares, colectivo de militancia, etc.

La generación de comunidades espontáneas puede ocurrir si las personas afectadas lo solicitan o quienes han sido testigos deciden tomar partido en la situación. Las formas de despolicialización espontáneas o cotidianas que suceden en los espacios públicos, por mínimas que parezcan, tienen consecuencias importantes para las personas, especialmente para aquellas sujetas a mayores cuotas de violencia institucional, y desafían el sentido común policial relacionado con nuestra falta de imaginación política para resolver situaciones problemáticas.

En entornos donde se cuenta con una comunidad más estable y organizada (un espacio de militancia o un barrio con redes de conocidos) el abordaje de las alianzas está muy relacionado con la confianza que hayamos sido capaces de desarrollar anteriormente y con la capacidad de que se disponga en el momento para activarlas.

También es necesario poner en marcha formas creativas que permitan implicar a entornos que hasta la emergencia del conflicto no habíamos movilizado. La Porvenir, un grupo que trabaja desde distintos puntos del Estado español por la gestión colectiva de situaciones de sufrimiento psíquico, señala, precisamente, la importancia de implicar al entorno y de conseguir que las comunidades se responsabilicen de malestares que son siempre colectivos a través de recursos materiales, temporales o de cuidados.

En ocasiones, las alianzas en la gestión de conflictos pueden operar reproduciendo esquemas jerárquicos de poder como elementos tácticos, por ejemplo, cuando las mujeres recurren en situaciones de violencia física a hombres cis blancos para que les ayuden o apoyen en su defensa física más inmediata. Las figuras de profesionales sociales (personal técnico, profesionales del trabajo social y educación social) o educativas (como profesorado), también juegan este papel ambivalente en los conflictos: pueden reproducir lógicas punitivas, pero también convertirse en personas aliadas a la hora de reducir daños, ya que en ocasiones disponen de aprendizajes y herramientas en el manejo de situaciones conflictivas.

En muchos de los casos que vivimos, la impotencia viene derivada de una serie de condicionantes económicos, políticos y culturales. Por un lado, las instituciones laborales o educativas fomentan la desresponsabilización y las condiciones precarias de las trabajadoras. Por otro lado, los protocolos establecidos pueden bloquear la capacidad de intervención de formas de justicia alternativa. No obstante, casi siempre, incluso en situaciones de mucha atomización, hay posibilidades de buscar personas aliadas para gestionar los conflictos. Ante la inacción, es necesario llamar la atención, buscar aliadas, inventar formas, tender puentes, generar relaciones implicadas en la situación.

Es cierto que muchas veces es difícil encontrar equilibrios y que las partes legitimen tanto el proceso como a la figura mediadora. Además, la mediación puede suponer detraer al colectivo del aprendizaje político que el conflicto implica y que puede fortalecer al grupo. No obstante, apoyarse en procesos de mediación permite mantener el nivel de cercanía y distancia adecuado para hacer frente a procesos cuya exigencia de herramientas, tiempos y energías excede muchas veces las posibilidades de un grupo.

En cualquier caso, establecer procesos de mediación se configura como una de las principales herramientas que se pueden utilizar para evitar que nuestros espacios caigan en el recurso de las instituciones punitivas.
 

Configurar formas de acompañamiento

El acompañamiento, en tanto que herramienta de despolicialización, consiste en el seguimiento colectivo de un conflicto desde cierta comunidad autoorganizada. Implica, por lo tanto, la existencia de un grupo más o menos consciente de la necesidad de avanzar frente a la deriva punitiva de un conflicto y hacerse cargo del mismo en sus posibles devenires. Ello supone de forma necesaria cuestionar no solo las instituciones policiales, sino también sus lógicas, conceptos y procedimientos punitivistas.

El acompañamiento es una herramienta, por tanto, que arranca los conflictos de las manos de las instituciones punitivas para ponerlos en las de una comunidad acompañante que no se limita a apoyar a la persona afectada, sino que busca transformar las relaciones. Para AAMAS, colectivo de Manresa que trabaja el acompañamiento a mujeres que se enfrentan a violencias machistas, el acompañamiento es la única herramienta en contextos de hiper-precariedad para dar margen de elección a las personas que sufren la violencia machista, a la vez que abre la oportunidad de implicarse a otras personas.

El acompañamiento tiene un gran potencial de reducción de daños, puede servir para ejercer presión contra las instituciones punitivas y evitar formas de actuación más violentas y duraderas. Así, los grupos de apoyo feministas permiten evitar formas de revictimización de las mujeres por parte de quienes han agredido y de las instituciones. En el caso de las violencias psiquiátricas, desde La Porvenir inciden en que el tamaño y la implicación de la red son claves para garantizar el bienestar de las personas ante las instituciones de control psiquiátrico.

No obstante, hay que indicar que el acompañamiento no es un dispositivo perfecto, sino que, por el contrario, está sujeto a algunas cuestiones problemáticas. Se ha de buscar una forma de acompañamiento que prime la colectivización del conflicto, pero que no deje de lado ni olvide las dimensiones individuales del mismo, los deseos y la capacidad de agencia de las personas en los procesos. En el acompañamiento, como en la búsqueda de alianzas más superficiales, existe el riesgo de que se acaben reproduciendo esquemas jerárquicos y relaciones desiguales de poder, por lo que se debe incorporar necesariamente una revisión crítica de dichas jerarquías. Seguramente, mantener la idea de que lo de una afecta a todas, y de que las relaciones entre los aspectos individuales y los colectivos del conflicto han de estar sometidos a debate y negociación, sean actitudes que nos ayuden en su gestión.

Estas dificultades hacen innegable el reconocimiento de que muchas veces la mediación, al igual que cada una de las otras estrategias, no es exitosa, no logra evitar la policialización del conflicto. Las razones para este hecho son muchas y diversas. No obstante, esto no debe ser entendido como un fracaso. Por el contrario, el acompañamiento, incluso cuando se da en procesos mediados por la lógica policial, produce vínculos de relevancia, teniendo ya, por ello, un valor intrínseco que siembra las condiciones de posibilidad relacionales y afectivas para nuevas formas de hacer en futuros procesos y conflictos.
 

Consideraciones finales

Los límites de la despolicialización son los límites materiales, emocionales y de imaginación que se hacen presentes a la hora de sostener el conflicto en el tiempo. Traspasar estos límites supone ser capaces de desafiar la creciente individualización de nuestros contextos. Extender la reapropiación del conflicto implica avanzar en la construcción de comunidades políticas que, en su práctica despolicializadora, vayan ampliando y construyendo un poder popular autónomo que logre extender las lógicas despolicializadoras más allá de los límites de la situación actual.

Evidentemente, en la despolicialización, como en cualquier otro ámbito político, no hay recetas: cada conflicto y cada comunidad es singular. Es por ello por lo que las experiencias que se presentan buscan ser meramente tentativas, experimentadas por muchas de nosotras en nuestros espacios cotidianos. Plantean potencias, límites y ambigüedades que han de servir para pensar colectivamente en las formas de avanzar en la urgente tarea de la despolicialización. No obstante, sólo podemos colectivizar experiencias, herramientas, protocolos, soluciones, errores..., y favorecer encuentros y reflexiones que nos sirvan para seguir aprendiendo con el objetivo de generar comunidades potentes.

 

 

 
Miembros del colectivo de investigación militante SinPoli 
 

sábado, enero 11

La experiencia zapatista. Rebeldía, resistencia y autonomía

 

 

Ya cerca del 31 aniversario del levantamiento zapatista, aprovechamso la publicación del libro La experiencia Zapatista. Rebeldía, resistencia y autonomía, reeditado por Milvus. En este libro, el historiador Jerome Baschet hace un recorrido por la evolución del zapatismo en estas más de tres décadas.

Contaremos con el autor, Jerome Baschet, que, desde San Cristobal de las Casas en Chiapas, nos hablará de algunos de los pilares de la palabra-pensamiento zapatista.
Junto a él hablaremos de los orígenes marxista-leninistas de la guerrilla, para ahondar en cómo se fraguó su transformación. Para ello intentaremos profundizar como se relaciona el zapatismo con la idea de vanguardia, qué significa ese tipo de hacer política mirando abajo y a la izquierda. Todo esto nos llevará a entender esa política otra, alejada de la toma del poder y centrada en la defensa y construcción de autonomía.
Para ello hablaremos de los conceptos de rebeldía y resistencia zapatistas en relación a su crítica a la idea clásica de Revolución.
Y, por supuesto, nos dará pie para tocar también de qué forma concreta se materializa todo esto en la construcción de autonomía y su propias formas de autogobierno.

linternadediogenes@gmail.com