Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, noviembre 30

Ni vencidos, ni dominados: Las resistencias indígenas a la conquista española entre el siglo XVI y XIX.


La tarea de repensar el sur, es una asignatura pendiente aún en nuestra latitud que, por supuesto, no realizarán los poderes gubernamentales, pero que tampoco hay indicios de abordarla próximamente las sociedades de esta vieja Europa. Siempre que se acerca la fecha del 12 de octubre de nuestro calendario, se renueva el neocolonialismo con un discurso rancio y ultranacionalista. Esa herencia colonial sigue viva a través de la explotación y el extractivismo del territorio Latinoamericano en el siglo XXI. Y no solamente está viva en la cuestión material, que sin duda es la más sangrante de todas, sino también en los imaginarios y las narrativas triunfalistas que celebran la conquista del continente americano defendiendo esa brutalidad como la única civilización posible.

En este artículo repensaremos el concepto de conquista, porque el relato dominante siempre se ha escrito en torno a la idea de una conquista rápida y aplastante en el siglo XVI de todas las comunidades sociales americanas. Los documentos de origen indígena estudiados con detalle, nos relatan las resistencias en época colonial de estos pueblos que nunca claudicaron a la dominación y que, en algunos casos, conservaron su territorio. A pesar de encontrarse en un marco de dominación generalizada, y aunque en muchos pueblos la población disminuyó drásticamente, llevaron a cabo acciones de rebeldía contra la colonización española. A veces algunas batallas militares o batallas legales se convirtieron en pequeñas victorias de estos pueblos en distintas latitudes del inmenso continente. Estos estudios permiten romper el mito de la dominación española sencilla, continuada y totalizadora del territorio americano, poniendo el foco sobre dos procesos: el mesoamericano, concretamente las resistencias en México; y el suramericano, particularmente el Wallmapu, o autonomía territorial mapuche.

El concepto de indígena y la resistencia de los pueblos en México.

La idea de indio nace del contacto de los conquistadores con los pueblos mesoamericanos, y como producto de un error geográfico de aquella época. Este concepto histórico va cambiando su significado a lo largo del tiempo; se resiste, se asume o se redefine desde la perspectiva de los pueblos originarios. Por ejemplo, en el periodo abierto en México desde 1994 hasta la actualidad se ha adoptado el término de autodeterminación de los indios o indígenas, resignificando ese concepto desde lo negativo, es decir, se reconocen como indios y toman conciencia como tales, porque aspiran a dejar de ser indios en un futuro.

En el siglo XVI se produce una pérdida de autonomía de los pueblos originarios en México. Las primeras noticias que llegan a la región occidental mesoamericana sobre la llegada de los conquistadores españoles son relatos cargados de violencia. Las fuentes directas de estos pueblos no son demasiado numerosas, dado el carácter oral en muchos casos de las comunidades, y también por la destrucción premeditada de estas fuentes por los españoles. Las narrativas históricas están contaminadas por los conceptos en uso y funcionales para los dominantes. Los documentos están ya pasados por el tamiz del formato de quienes gobiernan, y esas son las fuentes que nos quedan a los historiadores. Los protocolos oficiales, y la sumisión simbólica queda ya inscrita en los documentos que posteriormente se estudian, por lo que para hacer un estudio de los pueblos originarios debemos profundizar más allá de aquello que cuentan con simpleza estos documentos. El imaginario en el relato histórico parte de base de un imaginario ya preconstruido desde la colonización de las mentalidades, la cultura y la sociedad.

Sin embargo, afirmamos que perdieron su autonomía porque han dejado testimonio de toda una serie de sucesos violentos como ser testigos directos de la destrucción de sus creencias y lugares sagrados, o sufrir el despojo directo de su fuerza laboral para satisfacer la imposición de cargas tributarias. Vivieron, además, el robo de terrenos y territorios, adquiridos como botín de guerra por encomenderos y otros colonizadores. Experimentaron la muerte por guerra en cifras que rebasaban mucho cualquier conflicto ritual previo, y formas de violencia desconocidas. Fueron despojados de su lengua, de sus vestidos, y bienes primarios; así como les fue arrebatada su dignidad, y la pérdida del equilibrio salud-enfermedad.

La rebelión de los pueblos indígenas fue una constante histórica para recuperar su autonomía o como una resistencia activa al despojo. Algunos ejemplos de estas rebeliones serían: La Guerra del Miztón (1540-1542), la Guerra Chichimeca (1548-1598), la Rebelión de los Tepehuanes (1616), la Rebelión de los Huicholes (1702). Por otro lado, algunos pueblos originarios como los coras lograron mantener su territorio sin presencia de colonizadores hasta 1722. Se ha evidenciado en escritos la aplicación de una justicia comunitaria, y han quedado registrados documentos de desobediencia civil a la justicia hispánica.

 

Las independencias americanas siguen perpetuando el colonialismo y el exterminio indígena.

En el siglo XIX se produce la construcción del Estado nacional de México en pleno conflicto con los pueblos originarios, pues la Independencia en muchos territorios supuso un mero cambio nominal, que legitimó la dominación por parte de otras instituciones herederas de las coloniales. Las luchas por la autonomía de los pueblos indígenas en el siglo XIX frente al Estado liberal mexicano, han dado como resultado culturas y comunidades locales con resistencias específicas. Es reseñable la historia de las resistencias al proceso de conformación de los diversos Estados mexicanos, cuyo origen por lo tanto se sitúa en la violencia ejercida contra la población indígena, y las numerosas campañas de exterminio de poblaciones originarias.

Se desarrolla un conflicto constante entre dos tipos de modelos social y político antagónicos, el proyecto del liberalismo heredero del colonialismo hispánico, frente a los pueblos originarios. El Estado mexicano no reconoce a los grupos indígenas, las luchas de las comunidades son silenciadas y aplastadas, quedando en el terreno de la clandestinidad. Se produce el empobrecimiento de los grupos indígenas, sin embargo, estas luchas fortalecieron la organización horizontal y solidaria, y vincularon lazos de identidad política con gran fuerza del componente étnico. Se inicia una reindianización como proceso clave para la supervivencia, y evitar diluirse en el olvido impuesto. Estos grupos no se suman a la conformación de la ciudadanía mexicana, ponen en peligro la delimitación de fronteras, la ocupación efectiva del territorio por las autoridades estatales, y rechazan la asunción de una identidad nacional común que les invisibiliza y atenta contra sus costumbres.

La resistencia en el Wallmapu, territorio de los pueblos mapuches

El territorio de Wallmapu es una realidad social milenaria presente aún en la actualidad, una territorialidad anterior a los conceptos nacionales actuales. Este territorio sufrió la agresión conquistadora del mundo hispano, y sin embargo, no sucumbieron en este conflicto a la invasión de sus territorios, lograron torcer ese destino continental americano. Una veintena de parlamentos mapuches sostenidos con los hispanos desde 1641 en Quilén, hasta el de Negrete en 1793, son testimonio de esa resistencia. Fueron encuentros políticos entre autoridades españolas y líderes mapuches. Se establecieron fronteras y territorios de autodeterminación, intercalados con periodos de guerra y batalla. Los procesos de emancipación americana, en concreto la chilena y argentina, se erigieron en repúblicas que desconocieron la autonomía mapuche. Hacia 1860 la entidad estatal chilena cierra filas en torno a la idea de que el territorio mapuche les pertenece, y lo incluyen como una provincia chilena.

Desde esa fecha hasta 1885 se produce la conquista chilena de una parte importante del Wallmapu, una ocupación y guerra abierta contra los mapuches al sur del río Bíobío, poniendo fin a la autodeterminación mapuche. La mecánica de los parlamentos y la negociación mapuche no pudo practicarse, debido a la fuerza que toma el Estado chileno. A finales del siglo XIX la sociedad mapuche inicia una relación colonial respecto de Chile, introduciendo una lógica de dominio social, desposesión del territorio y agresiones a sus formas de vida y supervivencia básica. El pueblo mapuche siempre ha tendido la mano a la negociación y a la lucha de recuperar su territorio de manera pactada porque esa es su esencia milenaria.

El weychan, o la lucha se instala en la memoria larga, en el despojo de su territorio a finales del siglo XIX a partir de campañas militares como la Campaña del Desierto en Argentina o Pacificación de la Araucanía en Chile, y la fundación de ciudades y pueblos de control. En la actualidad la colonialidad está representada por grandes capitales y empresas que ocupan el territorio con fines de explotación. La radicalización de las luchas mapuches o guerra de autodefensa ha provocado una fuerte agresión por parte de los gobiernos liberales, ya sean más conservadores o progresistas. Los mapuches desean volver a sus estilos de vida comunitarios propios, articulando discursos reivindicativos en torno a la autonomía.

  

El aprendizaje de la lucha de los pueblos originarios de América Latina.

Al colonialismo español le continuó el colonialismo interior tras las afamadas independencias americanas. No se puede reducir el exterminio indígena a una cuestión de que no supieran integrarse al proceso de construcción del Estado nacional, porque esto les convierte injustamente en responsables de su desgracia. Frente a ese discurso victimizador sobre los pueblos originarios que les sitúa como aquellos que sufrieron la consecuencia de su inadaptación, es necesario confrontar a un sistema que suma todas las responsabilidades de la violencia que tiene su exclusivo origen en los dominadores y no en los dominados.

El aprendizaje de las resistencias de estos pueblos que no han logrado ser derrotados, es la construcción de la historia de los oprimidos. Son ellos quienes marcan la senda histórica contra la colonización, y después contra el capitalismo, son ellos mismos quienes nos pueden enseñar cómo convivir con la naturaleza, la historia de los pueblos originarios desde hace siglos es una historia de supervivencia. El despojo de saberes es una brecha irrecuperable en la historia, una pérdida incalculable que ha impedido que nos llegue un mayor y más profundo conocimiento, y quién sabe si por el camino quedaron olvidadas las herramientas necesarias para haber puesto fin hace ya tiempo al capitalismo. Lamentarnos no sirve de mucho, sino organizarnos para reinventar la resistencia, y la estrategia nos la marcan las acciones de los pueblos que en América luchan por su autonomía.

 

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domingo, noviembre 27

La Medicina como negocio y control social


 

La medicina se está convirtiendo, en gran medida, en una institución de control social y supeditada a los intereses de las grandes empresas. A medida que pasa el tiempo, el necesario análisis retrospectivo de las políticas gubernamentales y de los grandes medios de comunicación va desvelando hechos que difícilmente se corresponden con objetivos de protección de la salud de las poblaciones frente a la nueva pandemia. Jose´R. Loayssa

jueves, noviembre 24

A los trabajadores de las empresas privadas

 


A los trabajadores de las empresas privadas

se les enfrenta con los de la pública.


A los mal pagados

con los un poco mejor pagados,

a los de aquí con los inmigrantes

y al vecino con el vecino.


Lo que nadie ve, lo que no sale en ningún sitio,

de lo que nadie se percata

en este ascenso del racismo

y el nacionalismo,

es que los que han desaparecido son los ricos.


Las élites se preparan para lo que se nos viene encima

y por eso se han escondido detrás de la patria,

la religión, la tendencia sexual y la xenofobia,


y por eso la gente cuando mira

solo ve catalanes, vascos, musulmanes,

maricones, inmigrantes, pobres y delincuentes,


pero nadie ve a los ricos

y nuestra ceguera es su victoria.

 

 

Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Poesía completa (2014 -2019)

lunes, noviembre 21

Tras las huellas del fascismo

 

Ahora que acaba de ganar las elecciones en Italia una admiradora confesa de Mussolini, y espero que una vez más no le echen la culpa a la abstención, conviene lanzar unas reflexiones sobre las huellas del fascismo en este inefable país. No, no voy a resucitar el estéril debate sobre si Vox es o no abiertamente fascista, me basta con tildarlos de peligrosos bodoques ultrarreaccionarios; claro que no reivindican abiertamente a Franco, cuyo condición fascista ya es muy cuestionable, ya que saben que eso resulta inconveniente y necesitan un discurso adaptado a los nuevos tiempos, pero en esa línea política inicua podemos situarles. Es un lugar común decir que el verdadero fascismo en España lo constituyó la fusión en 1934 de Falange, partido admirador de Mussolini, y las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, que podríamos emparentar más con los nazis alemanes. Como también es (o debería ser sabido), el genocida Franco tuvo la habilidad de aunar en su bando el fascismo con el carlismo junto a otras corrientes tradicionalistas; los fascistas más puros, que se pretendían revolucionarios, tuvieron que tragar en aquel engendro llamado Movimiento Nacional con la Iglesia y con los monárquicos. De ahí que la cruel dictadura franquista fuera definida como un régimen nacional-católico; Franco solo extendió el brazo hasta que el eje fascista fue derrotado y en el franquismo se nutrió algo de los rasgos fascistas más genuinos a través del llamado sindicato vertical.

Sí, este inefable país todavía huele a franquismo sociológico, concepto más apropiado que el de fascismo, con sus loas a las gestas imperiales de antaño, a la unidad de España, al militarismo, a los toros, a la caza y a la estética del señorito a caballo, como hizo el propio Abascal en un vídeo; efectivamente, Vox es más identificable con toda esta basura, que con un fascismo puro y duro. No obstante, por buscar hilos conductores, recordemos que acaba de erigirse un enorme estatua en Madrid, en homenaje al centenario de un cuerpo militar expedicionario de pasado sangriento, la Legión española. Para ilustrar el monumento se ha elegido, claro, un atuendo del año de su fundación para recordarnos quiénes vencieron en la guerra civil e hilvanamos aquí con el fascismo propiamente dicho, ya que el propio ideador del cuerpo, Millán-Astray, era un admirador confeso de Hitler y Mussolini. El artista de semejante engendro, ultrarreaccionario de manual, ha tenido la poca vergüenza de decir que nada tiene que ver su creación con ideología alguna y se trata en realidad de un homenaje a todos aquellos que han dado su vida por España; sin precisar, por supuesto, el grado de asesinatos cometidos en su nombre. La ubicación de la estatua no está lejos de otra dedicada a Largo Caballero, lo cual sirve a nuestro franquismo sociológico para resucitar esa indignante patraña de que el conflicto entre «las dos Españas», en realidad, comenzó en 1934 con la Revolución de Asturias.

Efectivamente, este indescriptible país es diferente hasta en la vía que adoptó el fascismo, donde se fusionaron las peores esencias reaccionarias, cuyo pestilente aroma llega hasta nuestros días. Son muchos los intentos que ha habido para definir el fenómeno fascista y tengo la impresión de que ninguno ha sido del todo satisfactorio; por supuesto, de un modo muy general, los fascismos supusieron un retorno a la tiranía en el primer tercio del siglo XX, aunque sus rasgos son ambivalentes y hay que recordar que también se nutrieron del socialismo y el movimiento obrero. Por otra parte, y aquí es donde en este inenarrable país cobra total sentido en su historia reciente, el fascismo también puede ser visto como una herramienta de la derecha y las clases privilegiadas, precisamente, para anular todo movimiento verdaderamente transformador; recordaremos el reciente comentario de la muy peculiar presidenta de la Comunidad de Madrid, según el cuál si te llaman «fascista» es que estás haciendo las cosas bien, dicho sea esto mientras ha inundado la capital de enseñas rojigualdas de gran tamaño. Precisamente, otro de los puntos en común con la reacción hispana es el fuerte componente nacionalista del fascismo y su apelación a la grandeza de la patria; el italiano hundía sus raíces en la supuesta grandeza de Roma, mientras que por estos lares hay un resurgir de la tradición imperial más repulsiva en forma de ofensiva cultural ultrarreaccionaria. Ya he afirmado en otras ocasiones que soy muy crítico con la tendencia simplista a llamar fascista a cualquier cosa, máxime en tiempos de extrema confusión ideológica; no obstante, conviene recordar nuestra dramática historia reciente, en la que venció manu militari una forma de fascismo fusionada con la reacción.

 

Juan Cáspar

viernes, noviembre 18

Macrogranjas y ganadería industrial

 
Paliar o decelerar los efectos de la crisis climática, tener mayor independencia alimentaria respecto a los mercados internacionales o a las alzas de precios por las guerras, reducir la contaminación de ríos, reducir el riesgo de pandemias… ¿Quizás todo esto que ver con la agroindustria? ¿y con la industria cárnica en concreto? Bilbo, del colectivo Futuro Vegetal nos habla de todo esto.

martes, noviembre 15

El Mundial de Qatar y la sangre de los trabajadores

 


En unos días, comenzará en un pequeño país árabe ese fenoméno universal de enajenación colectiva que denominan mundial balompédico. Al parecer, hace unos años sorprendió que se concediera la sede a Qatar, un lugar sin tradición futbolística y sin infraestructuras, a lo que sea añadía unas temperaturas que superan los 50 grados, lo que explica que se se haya retrasado el alienante evento a los meses de noviembre y diciembre. Recordemos que no menor estupefacción produjo que el anterior país que acogió el Mundial, en 2018, fuera la hoy criminalizada Rusia. En 2015, pocos años después de aquellas decisiones, hagamos un poquito de eso tan necesitado en todos lares llamado memoria histórica, se reveló toda una trama criminal vinculada a la FIFA, con toda suerte de fraudes, comisiones y sobornos, relacionadas con los futuros mundiales en Rusia y Qatar; algo debió torcerse para que, una vez más, se decidiera eliminar a dirigentes para poner a otros en su lugar y que todo siguiera más o menos igual. Efectivamene, a pesar de las coyunturales mascaradas policiales y judiciales, Rusia acogió el enajante evento deportivo y no habría problema en que lo hiciera Qatar años después; todo ello, a pesar de las denuncias por violaciones de derechos humanos, trabajadores muertos y corrupción en la construcción de los estadios. No debería sorprender todo esto, ya que una y otra vez se repite la misma situación en este inicuo sistema económico y político que sufrimos; empresarios, en plena connivencia con los que regentan los poderes políticos, ofrecen una estupenda idea sobre algún proyecto de gran magnitud para que, inmediatamente, se produzcan pagos de todo tipo para que sean unos pocos quienes se beneficien y los medios desinformen sobre lo benévolo del proyecto.

Parece mentira que tantos incautos y papanatas sigan aceptando el discurso de que todo ello supone inversiones, puestos de trabajo y nuevas instalaciones, en ese capitalismo de amiguetes, a pesar de que normalmente los gastos sean muy superiores a los beneficios y los de abajo sigan estando bien jodidos. A todo esta ignominia, se añaden en este caso esas permanentes violaciones de los derechos más elementales, con condiciones de trabajo insalubles, en trabajadores que Qatar ha importado de otros países para la construcción de todo tipo de infraestructuras; por supuesto, resulta imposible conocer la cifra real de asesinados, mucho mayor con seguridad que la que ha trascendido de unos cuantos miles; de los cuales, por supuesto, las autoridades qataríes han reconocido muy pocos, atribuyendo las muertes a «causas naturales» y negando cualquier ayuda a familiares. Son los países de origen de estas personas, India, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka o Pakistán, los que han proporcionado algunos datos aclarando que los fallecidos gozaban de buena salud, pero fueron sometidos a duras condiciones de trabajo con altas temperaturas. Las muy democráticas potencias occidentales, una vez más, apoyan un repulsivo régimen, el de Qatar, en forma de monarquía absoluta donde la mano de obra es esclava, se discrimina a las mujeres, la homosexualidad está prohibida, la libertad de expresión es muy restringida y se practica la pena de muerte.

Recordaremos también, ya para ser totalmente explícitos, que Qatar es un lugar con petroleo, que ha sabido mantenerse en equilibro entre los negocios con Estados Unidos y los conflictos en Oriente Medio. De hecho, como en tantas partes del mundo, seres humanos acuden a un país con una renta per cápita elevada, en busca de algún beneficio económico para encontrar las más crueles de las desgracias. También traeremos a la memoria que la Federacion balompédica de este inefable país, llamado Reino de España, con los grandes clubes a la cabeza al tener patrocinadores provenientes de Oriente Medio, apoyó sin dudarlo la candidatura de Qatar para el Mundial. La realidad es que todo se muestra atado y bien atado por parte de los poderosos en un sistema globalizado; queda esta vez a un lado la tan mencionada democracia cuando interesa, que por otra parte no se cree nadie en ningún lugar, y los derechos humanos importan un carajo. Exigir, como hace algunos, que el régimen de Qatar reconozca y repare a la víctimas, y a las federaciones de fútbol que denuncien la vulneración de derechos humanos, es solo una muestra de ingenuidad al no entender todo este contubernio del crimen. Un sistema específicamente nauseabundo, el de este pequeño país, que busca un lavado de imagen a través de la celebración de grandes eventos y con el patrocinio de grandes clubes y empresas en esos países que tienen la caradura de hablar de libertad y derechos humanos. Y es que ningún organismo, ni evento, es inocente en el mundo político y económico que padecemos; si además está aderezado con nobles competiciones deportivas, que tanto alborozo causan en la masa, mucho mejor.

 

Juan Cáspar

miércoles, noviembre 9

Todo irá bien, y una mierda

 


Aspirando millones de pulmones,

el peligro invisible

y las órdenes

y decretos

y que la máquina no pare

mientras la vida es confinada

al trabajo, al comercio, al encierro

al miedo.



El grito mudo de la asfixia

retumba tras la máscara o el respirador.

Nuevamente deciden

que todo saldrá bien.

Nuevamente deciden quien debe respirar.

Policía en las calles,

chivatos en los balcones,

hay un mundo que se prepara

para instalarse las apps y demás mierdas.

Geolocalización y más pantallas.



Gente en las colas del hambre,

gente desfalleciendo en los campos de inmigrantes,

gente aislada muriendo en las cárceles,

gente que debe morir lo más rápido posible

en las residencias de ancianos,

gente que muere asfixiada y sola en los hospitales.

Todo saldrá bien… para los de siempre.



Hay gente en el mundo que no se confina,

la revuelta necesita del contagio social….

La cuarentena es un golpe salvaje

de la dictadura el Capital.



Viviendo, despertando, muriendo…

Golpeando a la obediencia

de un mundo enfermo.



La nueva normalidad

es la vieja normalidad

pero con más cadenas,

con más precariedad,

con más borregos

y los recortes de siempre,

pues nuestra salud es mercancía,

y somos excedentes prescindibles,

los que sobramos que se confinen,

la nueva eugenesia de quien sobra y debe morir.

Todo irá bien,

y una mierda.


 

José Suñé López “OdO”. En: B10LENTOS, Antología Décimo Aniversario, 2.022.

domingo, noviembre 6

Drogas

 


Leo un pequeño artículo de Errico Malatesta, de 1922, sobre la cocaína y de cómo, a pesar de las leyes severas o quizá a causa de ellas, su consumo se extendía cada vez más por Europa y América. Como buen ácrata, el bueno de Errico señalaba que jamás la ley, por bárbara que sea, ha servido para suprimir el vicio o el delito. Por el lado consumidor, cuanto más severa sea la restricción más se incrementará la atracción por el fruto prohibido, así como se producirá cierta fascinación por el riesgo subyacente. Por otro, como factor añadio que hace inútil esperar solución alguna de la prohibición, los negociantes y especuladores de la droga verán su avidez de ganancia incrementarse a medida que crezca la ley. Hace ya un siglo que un anarquista pedía no ilegalizar el uso y comercio de la cocaína y, además, dejar libres la expendedurías en las que dicha droga sea vendida a precio de costo o incluso por debajo de él; paralelamente, se daría toda la información sobre las consecuencias del consumo de la cocaína y no podría haber propaganda en contra al no haber nadie que encuentre ganancia en ello.

Por supuesto, bendito y lúcido Malatesta, consideraba que no desaparecería con ello el uso dañino de la droga si es que permanecían las causas sociales que dan lugar a tanto desgraciado y le empujan al consumo. Ya digo, esto lo decía un libertario hace décadas al proclamar, al menos, que el mal disminuiría al no poder nadie lucrarse con la venta de la droga; cien años después, continúan las leyes prohibitivas que no hacen más que incrementar el problema. Aclararé que mi relación personal con las drogas siempre ha sido, prácticamente, inexistente; nunca he pretendido ser un moralista a respecto, pero no dejaba de exponer de mdo altivo que todo aquello que altere la conciencia o la consciencia me produce cierto repelús. Claro que, hay quien me asegura que a ver de qué manera definimos esa percepción de la realidad que denominamos consciencia y en ese punto, exento ya de ningún ánimo polemista, me muestro algo cauto. Sea como fuere, la hipocresía social sobre las drogas es indudable y no hace falta entrar en detalles sobre el consumo aceptable, publicitado y reiterado de ciertas sustancias, seguramente tan dañinas como esas otras prohibidas.

Por otra parte, los sesudos expertos aseguran que todas la drogas han estado presentes en todas las culturas y que cada una de ellas, hasta hace no tanto, resolvía su relación con los estupefacientes de modo ajeno a toda ley positiva. La cruzada contra las drogas, al parecer, ha surgido en la modernidad y, aunque nos queramos poner una venda en los ojos, ha supuesto una ampliación espectacular de todos los males. Diremos de modo obvio que no tendría que ser necesario legalizar, sencillamente habría que derogar la prohibición al igual que se hizo con la Ley Seca; aunque sea otro topicazo mencionar el alcohol en esta controversía sobre el consumo de otras drogas, no deja de ser menos cierto. Y tenemos en cuenta que seguimos viviendo en un sistema donde impera el ánimo del lucro, por encima de cualquier consideración moral, y que vemos a diario a mucho desgraciado empujado al consumo exacerbado de alcohol. Al respecto, recordemos al lúcido Errico, es necesario «acabar también con los males sociales»; su artículo concluía con la siguiente petición por parte de gente inteligente y desinteresada: «Después de que las leyes penales se han demostrado impotentes, ¿no estaría bien, al menos a título de experimento, probar el método anarquista?». Dicho hace un siglo y así seguimos.

 

Juan Cáspar

jueves, noviembre 3

«Fuck The Crown». Las miserias de las monarquías europeas en el siglo XXI

 

 

La muerte de Isabel II el pasado 8 de septiembre, tras más de setenta años reinando, y la sucesión al trono de Carlos III, el rey que nunca ha querido reinar, ha abierto nuevamente un incendiado debate social sobre la monarquía, no solamente en la sociedad británica, sino sobre las monarquías europeas. Y es que junto al Reino Unido existen otras nueve monarquías en Europa: España, Luxemburgo, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Noruega, Mónaco y Liechtenstein. La familia real británica concretamente, es el símbolo que ha mantenido unido en los dos últimos siglos no solamente un privilegio de clase, sino también colonial, y que ha perpetuado ese poder intocable. A lo largo del siglo XIX, en la ultraconservadora época victoriana, periodo en que reinó la Reina Victoria, se perfiló la construcción de ese poder monárquico aliado con una tradición política liberal en el Reino Unido, y que junto con el mercantilismo esclavista, también tradicionalmente inglés, afianzaba la brutal explotación colonial a lo largo del mundo.

 Ya en el siglo XX, se le ha cambiado la vitrina de oro a la monarquía británica por una de diamantes, fabricada sobre la sangre derramada en los territorios del Imperio Británico, y reconvirtiendo ese sistema en un neocolonialismo adaptado a los tiempos. Irrumpiendo el capitalismo globalizado a finales del siglo pasado, se podía ver a la reina Isabel II en fotografías junto a Margaret Thatcher, consolidando un sistema político y económico parasitario que se necesitan mutuamente. La abolición de las monarquías, debe venir de la mano de la abolición del capitalismo.

Decía este pasado mes Daniel Treviño en su cuenta de Twitter en torno a esta idea: «La monarquía es una humillación porque nos recuerda que nuestra existencia se limita a luchar por ser alguien esclavizándonos al trabajo asalariado para sobrevivir, mientras que a un número selecto de familias se les permite vivir por encima del resto por gracia del estado. Es la monarquía lo que a lo largo de la historia se ha utilizado para justificar barbaridades como el colonialismo o las guerras y lo que ha desposeído a los pueblos y a las gentes de su poder de decisión y soberanía, como ha sucedido en España desde hace cientos de años».

Las actuales monarquías parlamentarias encierran contradicciones en sí mismas, siendo una institución completamente anacrónica en pleno siglo XXI. Si bien es cierto que no será tan fácil como sacar la guillotina a las plazas y proclamar la abolición de la monarquía, ya que cuentan con una protección de primer nivel. También es cierto que en este sistema neoliberal los peones somos la clase explotada siempre reemplazable, pero en ocasiones también se permiten caer torres, caballos y alfiles; y por supuesto incluso se podría sacrificar a la dama o al rey, pero lo importante es que nunca se desdibuje el tablero de juego. Este sistema económico brutal se ha construido en la vieja Europa sobre la base de monarquías con un poder autoritario de herencia medieval que simbólicamente han servido para perpetuar el resto de desigualdades jurídicas y sociales.

Si bien la abolición de la monarquía en un escenario como el español es siempre una justa y digna reivindicación de izquierdas con el horizonte de instaurar una república, la lectura que debemos hacer de las estructuras políticas no puede ser tan simple. Ningún régimen republicano en Europa ni América ha venido nunca junto a la abolición de las desigualdades sociales, ciertamente la monarquía es antidemocrática, pero una república burguesa y autoritaria no es el horizonte al que aspirar desde la lucha popular. No queremos reyes o reinas déspotas que mueran tranquilamente en la cama sin rendir cuentas ante una justicia social, pero tampoco deseamos una monarquía que muera pacíficamente como institución en los brazos de una república que mantenga intactos los privilegios de clase.

Nuevamente el compañero Daniel Treviño apuntaba: «En España la monarquía ha reinado durante siglos provocando todo tipo de desgracias. Y actualmente es heredera del franquismo, como reza el eslogan “atado y bien atado”. Luchar por ponerle fin a este símbolo caduco de un pasado oscuro e ignorante es un ejercicio de pura dignidad. La monarquía es la personificación de la ignorancia porque un poder basado en la dinastía y la superstición es un poder que escapa no solo a la voluntad popular, si no a cualquier forma racional de decisión. Y es además un poder que parasita de la sociedad para existir. Para justificar su existencia completamente fuera de lugar y contexto, a la monarquía se le ha inventado un glamour y una esencia que maquillan lo que verdaderamente es: la institución de parásitos sociales más antiguos de la historia».

En mitad de todos estos actos del eterno tour que ha hecho la reina muerta por el Reino Unido, varias personas fueron detenidas por protestar contra Carlos III, o el resto de la familia real. Algunas individualidades con pancartas que decían: ‘No es mi rey’, o ‘Abolición de la monarquía’, fueron detenidas por alteración de la paz social. La sociedad británica siempre ha apoyado de manera pública a la monarquía, pero fundamentalmente entre la juventud esa expresión de afecto está decayendo de manera sostenida. También en Escocia hay una fuerte brecha antimonárquica, de hecho la afición de fútbol del Celtic Glasgow fue sancionada por desplegar una pancarta de Champions League donde se leía: ‘Fuck the Crown’ (‘Que le jodan a La Corona’) y en la liga de fútbol escocesa en el partido del Dundee United se escuchó durante el minuto de silencio: ‘Lizzie´s in a box’ (‘Isa está en una caja’). Un joven escocés de 22 años de edad fue detenido por gritar al príncipe Andrés «¡eres un viejo enfermo!» en pleno cortejo fúnebre en las calles de Edimburgo, recordando los escándalos del miembro de la Corona británica involucrado en abusos de pederastia. Sin embargo, la monarquía inglesa no es la primera ocasión que se ve involucrada en graves delitos, y tampoco ha estado libre de escándalos Isabel II, retomando nuevamente unas históricas fotografías en las que se la ve de niña haciendo el saludo nazi por imitación a su madre y su tío Eduardo VIII en el año 1933.

 Explotación y colonialismo se unen en el pasado y presente de la monarquía británica, y en la actualidad se enmarca en un contexto de inflación histórica en el país, con una oleada de huelgas en proceso que reclama un aumento de los salarios para hacer frente a la pauperización de la vida. Además, está creciendo el malestar e indignación por las impagables tarifas energéticas, que está animando a la sociedad a movilizarse contra esta situación, y poniendo en tela de juicio a todos los poderes, incluida a una monarquía completamente alejada de las realidades de la clase trabajadora británica. Es buen momento para reivindicar ‘Anarchy in the U.K.’, son tiempos de relucir las miserias de las monarquías europeas, y su fin deberá venir de nuestras manos y nuestra lucha, junto con el fin del sistema capitalista que las sostiene.

 

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