Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

jueves, agosto 30

La filosofía anarquista de Herbert Read


A mediados del siglo pasado, Herbert Read decía ya que "la actitud política característica de nuestros días no es de fe positiva, sino de desesperanza". En ese momento, ya pocos confiaban en el marxismo como una alternativa al capitalismo y toda filosofía social del pasado era vista con recelo. La única práctica del socialismo que parecía haber triunfado no había liberado al hombre de la explotación, las desigualdades sociales continuaban teniendo una causa económica en todas las naciones, sea cual fuera el régimen estatista que imperase.


Un mundo nuevo solo puede tener cabida si se da predominancia a los valores de libertad e igualdad frente al lucro, la competencia, el poder técnico o el nacionalismo. El anarquismo es la única filosofía social y política que, en ese aspecto, se mantiene firme a través de los tiempos. Lo que Herbert Read sostenía, en la línea de lo que diría tiempo después Colin Ward, es que multitud de personas en todo el mundo practicaban ya, consciente o inconscientemente, esos valores y solo era necesaria cierta sistematización del ideal ácrata de cara a ser comprendido por el hombre común.

La gran pregunta sigue siendo cuál es la medida del progreso humano, sin que tenga que cuestionarse necesariamente de raíz si estamos o no, al día de hoy, en esa línea de perfeccionamiento. Read destaca que en las formas sociales más primitivas el individuo es solo una unidad, el grupo actúa como un cuerpo único, mientras que en las más perfeccionadas es una personalidad independiente dispuesta a unirse a los demás cuando fuere necesario defender intereses comunes. Así, se establece una medida del progreso por el grado de diferenciación dentro de una sociedad: si el individuo no es más que una unidad en un cuerpo colectivo, se verá limitado y su vida será gris y mecánica; si, por el contrario, es en sí mismo una unidad y posee cierto margen para desarrollarse y expresarse podrá potenciar su conciencia y vitalidad. Es una distinción, si se quiere, muy elemental, pero está demasiado presente, todavía al día de hoy, en la división de los seres humanos. Existen ciertas predisposiciones para que muchos individuos se refugien y busquen seguridad en el anonimato del rebaño y en la rutina, sin que parezcan tener ambiciones más allá de obedecer y subordinarse ante alguna autoridad; mientras que los hombres que sí poseen la capacidad para desarrollarse acaban siendo los mandatarios de esos hombres incapaces. Herbert Read coloca su medida del verdadero progreso, e incluso puede decirse que un nivel de existencia superior, en la emancipación del esclavo y en la diferenciación de la personalidad. Así lo expresó: "El progreso se mide por la riqueza e intensidad de la experiencia, por una más amplia y profunda comprensión del significado y perspectiva de la existencia humana". Dejemos a un lado la riqueza militar o los éxitos militares de una civilización o de una cultura, su progreso se medirá por los valores y por la creatividad de sus individuos representativos (filósofos, poetas, artistas...).

Por lo tanto, se puede considerar al grupo como un instrumento auxilar en la evolución, un medio para la seguridad y el bienestar económico, incluso puede considerársele esencial para una civilización. Pero el paso siguiente en la evolución sería esa diferenciación del individuo, de tal manera que va alcanzando su auténtica emancipación y no resulta ya la antítesis de la colectividad. Estamos ante una visión anarquista que considera que el desarrollo de la personalidad solo se inserta en las adecuadas condiciones sociales y económicas. A pesar de sus defectos, la antigua civilización griega o el Renacimiento europeo constituyen ejemplos históricos de ese despertar de la conciencia sobre los valores de la libertad y la pluralidad. En una civilización en la que se asegure el progreso y se cultiven los valores no hay diferenciación ya entre sus conquistas y las de los individuos que la componen. Son malos tiempos para hablar de la noción de "progreso", pero leyendo a autores como Herbert Read, que sostiene que los credos y las castas deben formar ya parte del pasado, nos damos cuenta de los errores de la modernidad y de las falacias de la posmodernidad.

Precisamente, Read recuerda a Nietzsche, autor tan mencionado por los filósofos posmodernos, como el primero que llamó la atención sobre el significado del individuo como una medida dentro del proceso evolutivo. La relación entre individuo y grupo es el origen de todas las complejidades de la existencia, por lo que Read reclama indagar y simplificar para desenredar la madeja a la que se ha dado lugar. Incluso, esa correspondencia entre la persona y la colectividad es el origen de la conciencia y de la moral, visión a la que ayudan las diferentes disciplinas científicas y que solo encuentra oposición en la religión. Si la religión y la política fueron intentos históricos originarios de determinar la conducta del grupo, sabemos que el proceso siguiente supone que un individuo o una clase se haga con el poder de las instituciones políticas y religiosas para volverlas contra la sociedad (aunque, en origen, los propósitos fueran otros). En este proceso, el individuo acaba viendo primero deformados sus instintos y luego finalmente inhibidos gracias a un rígido código social, la vida se convierte en convención, conformismo y disciplina. Pero Read hace una importante distinción entre esa disciplina impuesta y una actitud vital que tenga su origen en la libre iniciativa y en la libre asociación; son dos cualidades que solo pueden verdaderamente desarrollarse a nivel individual y sin instancia coercitiva que imponga un comportamiento mecánico.

De esa manera, se reclama una "ley inherente a la vida", que no sería arbitraria tal y como sostuvo Nietzsche, y sí garante de la equidad, de la armonía estructural y de la funcionalidad. Read criticaba como paradójica la definición del diccionario inglés sobre la bella palabra "equidad": "recurso a principios de justicia para corregir o completar la ley". Dicho uso del término no distingue entre el derecho consuetudinario o jurídico, los cuales no coinciden necesariamente con una ley natural o justa. En cambio, si acudimos al diccionario de la lengua española (y que me perdonen los amigos que me critican por realizar esto con excesiva frecuencia, solo lo hago como un punto de partida regulador, con todos los ánimos críticos), encontramos varias acepciones entre las que se encuentran las siguientes: "Bondadosa templanza habitual" (continúa, hablando de oposición a la Ley) o "Justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva". En la jurisprudencia romana, se puso por primera vez de manifiesto el principio de equidad; se derivó, por analogía, del significado físico de la palabra y se basaba en la estricta observación de las instituciones existentes con el fin de que se asemejaran a ese estado hipotético de la naturaleza basado en el orden simétrico tanto físico como moral. Read distingue entre la leyes naturales, que bien pueden recibir también el nombre de leyes del universo físico, y el "estado prístino de la naturaleza" de la teoría rusoniana, más sentimental que otra cosa al añorar un pasado ideal y desdeñar el mundo real (algo opuesto a la visión romana).

Read, sin defender obviamente relación alguna con el derecho romano, sí afirma que el anarquismo tiene su origen en la ley natural (y no en el estado natural). No se trata de sostener la bonhomía de la naturaleza humana, sino de tomar como modelo la simplicidad y armonía de las leyes físicas universales. Se remite a Rudolf Rocker, y a su obra Nacionalismo y cultura, para confirmar la divergencia, también en este aspecto, del anarquismo con el socialismo estatista: "El socialismo moderno tiende a establecer un vasto sistema de derecho positivo contra el cual ya no exista una instancia de equidad. El objeto del anarquismo, por otro lado, es extender el principio de equidad hasta que reemplace totalmente el derecho positivo". En la misma línea, Bakunin ya rechazaba todo sentido de la justicia basado en la jurisprudencia romana, en gran medida fundada en actos de violencia y bendecida por algún tipo de Iglesia para transformarse en principio absoluto; reivindicaba, por el contrario, una justicia fundada en la conciencia de la humanidad, en la conciencia de cada uno de sus miembros. Es una justicia universal para el anarquista ruso, pero que no se ha impuesto en el mundo político, jurídico o económico debido al abuso de la fuerza y a las influencias religiosas.

Herbert Read habla de sistema equitativo, más que de un sistema legal, y al igual que éste demanda un arbitrio que no implique dominación. La administración en una sociedad anarquista dejará a un lado todo prejuicio legal y económico y recurrirá a los principios universales de la razón, determinados por la filosofía o el sentido común. Read apela a cierto idealismo en la gestión de la sociedad, rechaza un materialismo encorsetado en el que los hechos deban ajustarse a una teoría preconcebida. Ese idealismo demanda algo parecido a una religión, sin la cual considera Read que una sociedad no se mantiene demasiado tiempo. Las connotaciones negativas que implica el término "religión", con su demanda de subordinación al ser humano y su dogmatismo, no deben hacernos desestimar lo que este autor quiere decirnos. Por supuesto, el fenómeno de las religiones es analizable científicamente, es posible conocer su evolución y otorgarla una explicación, pero es importante igualmente darla a conocer como "actividad humana sensible". Read considera que si no se otorga una nueva "religión" a la sociedad revertirá inevitablemente hacia creencias antiguas, tal y como ocurrió en el socialismo implantado en Rusia. Además de la readmisión de la Iglesia ortodoxa, el comunismo dio lugar también a cierta salida para las emociones religiosas: deificación del líder político, con su tumba sagrada, sus estatuas y sus leyendas. El nazismo introdujo un nuevo credo basado en el sincretismo y el fascismo italiano nunca se desvinculó de la Iglesia católica. Read considera que es posible que de las ruinas del capitalismo pueda aparecer una religión nueva, tal y como el cristianismo surgió de las ruinas de la civilización romana, sin que vaya a ser el socialismo tal y como lo entendieron los materialistas pseudohistoricistas.

Jung habló de "arquetipos del inconsciente colectivo", consistentes en complejos factores psicológicos que dan cohesión a una sociedad, y Read apela en esa línea a una religión que implique una "autoridad natural" de gran vitalidad que actúe como árbitro, sin que acabe conviertiéndose en etapas posteriores en un nuevo "opio del pueblo". Hay que entender bien a Read, desprovistos de prejuicios ideológicos, ya que no pide la restauración de ninguna religión ni cree en ninguna en concreto, simplemente piensa que la religión es un componente necesario en cualquier sociedad orgánica. Por otra parte, demanda un mayor desenvolvimiento espiritual que puede aportar el anarquismo, el cual no se muestra exento de cierta "tensión mística" y puede ocupar el lugar de una nueva religión. Si observamos la religión únicamente como un fenómeno histórico a "abolir", si tenemos en cuenta todos los factores que mantienen al ser humano arrodillado y sujeto a cierta voluntad trascendente, se nos hace obviamente rechazable desde nuestra perspectiva libertaria; pero no hay que olvidar que el anarquismo, no solo pretende la transformación de la sociedad en un sistema más equitativo, demanda una moral y un espíritu infinitamente más poderosos que todas las creencias basadas en un plano trascendente y en una voluntad superior. Ahí radica tal vez lo que Read pide con un "mayor desenvolvimiento espiritual", al igual que pedimos un mayor horizonte para la razón lo demandamos también para la moral y la acción humanas.

Lo que desea Read es asentar una comunidad socialista que respete las leyes de progresión orgánica, y por lo tanto capaz de perdurar en el tiempo. Para ello, dentro de la visión anarquista, solo es posible que la industria, en manos de los trabajadores y lejos de cualquier centralización que la mantenga estática, se constituya en el seno de una federación de organizaciones colectivas que se gobiernen a sí mismas. Read hablaba de la posibilidad de un parlamento industrial, una especie de cuerpo diplomático regulador de las relaciones entre las diversas colectividades y organo decisor sobre cuestiones generales, pero sin llegar a ser un cuerpo legislativo o ejecutivo ni tener situaciones privilegiadas. La meta sería la desaparición entre el antagonismo entre productor y consumidor, propio del sistema capitalista, y la expansión del principio de solidaridad y de la ayuda mutua para crear estructuras en consonancia con ellas, en detrimento de las basadas estrictamente en la competencia. En estas ideas radica la simplicidad que pide Read, opuesta al monstruo estatal centralizado con sus numerosos conflictos producidos por el abismo abierto entre el productor y el administrador. Dentro de una economía descentralizada, a nivel local o regional, puede darse de manera más eficaz el bienestar de la comunidad basándose en la asociación y en la ayuda mutua. Read quería asegurar el espíritu emprendedor, fundado en esa búsqueda de máximo beneficio para la sociedad.

El problema de la interpretación de la equidad, recordaremos que Read prefería esta denominación a "administración de la justicia", quedará en manos de las organizaciones colectivas. Las tendencias peligrosas de ciertos individuos bien pueden ser sublimadas gracias a determinadas vías de escape inofensivas para las energías emocionales; Read habla del deporte en el que se pueden insertar esos instintos agresivos y tendencias competitivas de algunas personas para ser liberados de manera no dañina. El observar la sociedad como un ser orgánico, como una estructura viva con sus apetitos, instintos, pasiones, inteligencia y razón, hace que el crimen sea un mal extirpable. Indagando en la génesis del crimen, como enfermedad social que nace en la pobreza, la desigualdad y las limitaciones emocionales de todo tipo, puede creerse verdaderamente que una sociedad puede ser liberada de esa enfermedad. Toda alternativa a esta visión, netamente anarquista, resulta en adaptar el mundo y la sociedad a alguna suerte de orden artificial producto de una voluntad autoritaria.

Pero, al margen de las exposiciones de Kropotkin, o de autores posteriores, que podrían actuar de guía, Read no desea encorsetar la organización de la sociedad. Sí cree que hay que volcar los esfuerzos en establecer los principios de equidad, de libertad individual y de autogestión, por parte de los productores, a partir de las necesidades y circunstancias locales. Para ello, puede hablarse de acción revolucionaria, aunque se recuerda a Stirner y a Albert Camus en la distinción entre revolución y rebeldía; es la diferencia entre un movimiento que apunta a un mero cambio de instituciones políticas y aquel dirigido contra el Estado que pretende acabar por completo con toda institución jerárquica. El gran arma de la clase trabajadora es la huelga, algo que no se había empleado estratégicamente a fondo ni con la suficiente valentía, era necesario emplearla contra el Estado (fuerza antagónica de la sociedad). Para Read, pasaba por esta vía acabar con toda tiranía. El sentido de la justicia reclamado era incompatible con el sistema que imperaba en Europa y Estados Unidos a mediados del siglo XX y que había hecho ya que la iniquidad se instalara en el mismo desarrollo del capitalismo, por lo que Read deseaba una rebeldía espontánea y universal capaz de atraer lo mejor del hombre, de expandir la razón y la ayuda mutua. Décadas después, y lejos de cualquier tentación visionaria, es incluso más importante al día de hoy insistir en estos valores imperecederos del anarquismo.

J. F. Paniagua

Tierra y Libertad

lunes, agosto 27

Las mujeres en las luchas medioambientales


La especial predisposición de las mujeres a implicarse en las luchas medioambientales y en defensa del territorio, la naturaleza o los animales, ha sido contemplada desde diversas perspectivas. Desde el ecofeminismo se ha atribuido ese especial interés a la proximidad de las mujeres a la naturaleza. La perspectiva cartesiana incidió en la dicotomía naturaleza/razón, asociando la primera a las mujeres, lxs etnificadxs y lxs colonizadxs y la segunda a los varones blancos. Desde esta perspectiva la libertad del individuo derivaba de su capacidad de abstraerse de los condicionantes naturales, dominándolos tanto a nivel intrapsíquico como a nivel externo. La naturaleza fue sometida al dominio del hombre blanco así como todo aquello que se relacionaba con ella, tal y como las mujeres, lxs colonizadxs y los animales. El ecofeminismo revierte esta lógica de dominio, positivizando los valores de la naturaleza y la “esencial” unión de las mujeres a los mismos. La capacidad femenina de crear vida genera, según esta perspectiva, una mayor preocupación de las mujeres por el cuidado del medio natural y la salud de las comunidades que en él se desarrollan.
Por otra parte, desde el ecologismo político feminista se elabora una crítica hacia estos discursos, los cuales, según las autoras partidarias de esta postura, tienden a elaborar una visión idealizada y parcializada de los intereses políticos que mueven a las mujeres a emprender luchas en defensa del medio ambiente. Para estas autoras, la implicación de las mujeres en las luchas medioambientales está más relacionada con una cuestión de preservación de los medios de subsistencia y con la distribución genérica de intereses y tareas. Por ejemplo, basándose en el movimiento Chipko, movimiento en defensa de los bosques del Himalaya Uttaranchal, región al norte de la India, MawsdleyII analiza el ecocentrismo con el que algunas autoras ecofeministas han tratado o avalado dicho movimiento sin tener en cuenta los factores económicos o de contexto político que han podido movilizar a lxs habitantes de esta región a defender su zona boscosa.
Según Mawsdley, la lucha Chipko, nace con un claro componente de defensa de la pequeña industria local para favorecer el acceso de esta a las materias primas, en contra de la explotación de las mismas por parte de las grandes compañías. Maswdley argumenta que las protestas del movimiento Chipko derivaron, no únicamente de la defensa de las formas de vida tradicionales que se oponían a la razón instrumental y a la evolución tecnocientífica, sino también de que los medios de subsistencia que podían derivarse de los bosques eran ya muy escasos por de la degradación ecológica a causa de la gestión estatal de los mismos. La autodeterminación y autogestión por la que luchaban los movimientos Chipko tenían como finalidad los intereses de subsistencia económica de las comunidades de la zona del Himalaia, más que una identificación de los miembros de este movimiento, especialmente las mujeres, con la idea de la preservación de una naturaleza indómita y sus medios de vida relacionados, según Maswdley.
En las regiones boscosas de la India la mayoría de las tareas relacionadas con los bosques son responsabilidad de las mujeres, hecho que ha favorecido su movilización para defender sus medios de subsistencia. Tanto en la lucha Chipko, como en las movilizaciones de mujeres en contra de los riesgos ambientales en otras regiones de occidente, percibimos que las mujeres, debido a la distribución genérica de tareas, disponen de especial predisposición para la movilización social y el activismo en cuestiones que afectan directamente a la salud, el bienestar y la subsistencia de la comunidad y de sus criaturas.
En este caso, podemos o no adherirnos a las posturas ecofeministas que afirmarían que la especial co- nexión entre las mujeres y la naturaleza es un hecho que debe relacionarse con su capacidad para dar vida, pero tanto si aceptamos esta perspectiva como si partimos de la idea de que la distribución de tareas de género es un hecho construido, lo cierto es que las preocupaciones políticas de las mujeres están dirigidas, en muchas ocasiones, al cuidado de la comunidad y sus movilizaciones tienen que ver más con la subsistencia y el bienestar de las personas de su comunidad.
Aun y así desde ambas posturas, la del ecofeminismo y la del ecologismo político feminista, se rompe con la tradicional vinculación de feminidad y pasividad: si desde el feminismo político, la conciencia ética sería el motor de la movilización y el activismo; desde el ecofeminismo la vinculación con el medio y su identificación con el mismo, serían los ejes centrales de la resistencia de las mujeres a la instrumentalización capitalista y patriarcal de sus tierras y las comunidades vinculadas a ellas.
La pasividad y el pacifismo forman parte de los mitos prescriptivos asociados a la feminidad por su
normativa hegemónica de género la cual, desde la supuesta inferioridad física de las mujeres, generaliza esta característica al conjunto de la persona. Esta dinámica favorece la consideración victimizada de las mujeres ante los arrebatos violentos masculinos, aniquilando parcialmente la agencia femenina e instigando al miedo y a la indefensión, convirtiéndose en una forma de control social, que queda en entredicho ante la virulencia y la agresividad con que las mujeres defienden sus tierras, sus modos de vida y las comunidades de las que forman parte.
En este sentido, uno de los ejemplos que podríamos destacar de deslegitimación del mito de la pasividad y el pacifismo femenino en las luchas medioambientales y en defensa de la comunidad y su medio, es la lucha de las mujeres mapuche. Patricia Troncoso, prisionera política mapuche, estuvo 55 días en huelga de hambre en el interior de la cárcel en protesta por la persecución poli- cial al pueblo mapuche y conocido es también el papel destacado de las mujeres mapuche en las luchas contra la petrolera Repsol YPF.
En el contexto occidental y tomando como referencia el movimiento radical antidesarrollista y antiautoritario, las mujeres también suponen un número muy elevado entre las personas activistas. Si tenemos en cuenta que estas luchas suelen caracterizarse por la vulneración de las leyes, a las cuales se las considera como herramientas que sirven a los intereses de las grandes corporaciones, y por la acción directa, el amplio porcentaje femenino destaca todavía más. Valiéndonos del listado, actualizado en 2009 (III) , de personas encarceladas por emprender acciones en defensa de la liberación de la tierra y en contra de la explotación de las grandes corporaciones, observamos que de las 39 personas encarceladas, la en Estados Unidos y Reino Unido, 12 son mujeres, lo que supondría más de un 30%. Si tenemos en cuenta que, por ejemplo, en Reino Unido, se calcula que, de la totalidad de la población carcelaria, el 6,2% son mujeres y que de este porcentaje solo el 17% lo están por delitos violentos (homicidios o robos) (IV) la cifra es todavía más sorprendente. Parece ser que el interés de las mujeres y la disposición a arriesgar su libertad por la defensa del medio, aun y cuando esta estadística tampoco pueda aportar datos absolutamente concluyentes, es evidente incluso por encima de otras luchas, como por ejemplo aquellas vinculadas con la liberación de los roles de género, las luchas antipatriarcales, etc. que suelen caracterizarse por una tendencia más pacífica.
El discurso del ecofeminismo es rechazado en ocasiones por esencialista, pero no debemos olvidar que este mismo discurso es enarbolado por ciertas tendencias “naturalistas” dentro del anarquismo. La positivización de los valores naturales y de la vinculación con la naturaleza ha sido universalizada tomando como ejemplo a las mujeres. De esta forma, las mujeres han servido como territorio inhóspito y como ejemplo de esta “vuelta a la naturaleza”, ahora ya no solo ellas, sino también los varones deben seguir el ejemplo anti-civilizatorio al que la modernidad condenó a los subalternos: mujeres, colonizadxs, etnificadxs, etc. Ahora bien, el canto a los instintos, a lo corporal-natural-instintivo, a las pasiones naturales y a los deseos, juega un doble matiz perverso cuando quienes lo reclaman son aquellxs que han accedido a un lugar que ahora rechazan. Sin lugar a dudas el paradigma tecnocientífico ha generado una ilusión que señala como retroceso todo aquello que no responde a sus parámetros, haciendo parecer formas de vida tradicionales en armonía con su medio como aberraciones y a las comunidades que las defienden como representantes del paletismo más acérrimo. Resulta sin duda tentador revalorizar aquello históricamente castigado, ahora bien resultaría mucho más estimulante hacerlo con cierta actitud crítica. El ecofeminismo es acusado de idealizar excesivamente y mistificar ciertas intenciones de las mujeres en las luchas, obviando el componente económico y de subsistencia que las mueve a radicalizarse en contra de los intereses de las corporaciones. De la misma forma, la mistificación por parte del anarquismo de la renuncia a la razón instrumental resulta hipócrita en tanto que no cuestiona el lugar desde el que se formula. Es fácil enunciar la muerte de la razón, del sujeto racional y cantar a la identificación con el mundo animal mediante los instrumentos de legitimación propiciados por el mundo occidental masculino, tales como el lenguaje legitimado, y el lugar de enunciación válido, tal y como la clase media blanca del mundo occidental.

I- Apunte para hipersensibilidades igualitaristas:
Me refiero a mujeres, aunque evidentemente no considero que solo ellas sean protagonistas de estas
luchas, sino que el interés del presente artículo está centrado en la implicación de estas en las mismas.

II- Emma Mawdsley (1999) Repensant Chipko:
ecofeminisme sota escrutini. Revista d’Anàlisi Geogràfica. 35. UAB.

III-http://lacizallaacrata.nuevaradio.org/index. php?p=35 consultar también: http://www.ecopri- soners.org/prisoners.htm

IV- Datos extraídos de: Cruells, M. y Igareda, N. (eds) Mujeres, Integración y Prisión. Surt. Barce-
lona: 2005

Laura
En veu alta

viernes, agosto 24

Sociedad y clase. Rudolf Rocker


El período iniciado después de la pasada guerra mundial, y que hoy ha conducido a una nueva catástrofe de incalculable alcance, no solamente ha echado por la borda una cantidad de instituciones políticas y sociales, sino que ha dado también una nueva dirección al pensamiento y lleva hoy a la conciencia de muchos lo que algunos habían reconocido hace tiempo. No sólo se ha producido una modificación en el pensamiento de las capas burguesas de la sociedad; el mismo cambio se advierte también en el campo del socialismo. La gran mayoría de los socialistas que han creído con Marx en la misión histórica del proletariado y sostuvieron con el marxismo que “de todas las clases que se encuentran hoy frente a la burguesía, sólo el proletariado es una clase realmente revolucionaria”, se encuentran ahora ante fenómenos que no se puede explicar con argumentos puramente económicos. Era muy cómodo ver en el proletariado al heredero de la sociedad burguesa y creer que eso obedecía a férreas leyes históricas, tan inflexibles como las leyes que rigen al universo.
Este es el defecto inevitable de todos los conceptos colectivos y de las generalizaciones arbitrarias. Pero el pensamiento y la acción del hombre no son sólo un resultado de su incorporación a una clase. Está sometido a todas las influencias sociales imaginables y, sin duda, también depende, en parte, de ciertas disposiciones innatas que encuentran la expresión más variada bajo la acción del ambiente social circundante. Seis hijos engendrados por el mismo padre proletario, dados a luz por la misma madre proletaria y crecidos en el mismo ambiente proletario, siguen, en el desarrollo de su vida ulterior, los caminos más divergentes y son atraídos por toda suerte de aspiraciones sociales, o son reacios a todo sentimiento social. Uno llega al campo hitleriano, el otro se vuelve comunista, socialista, reaccionario, revolucionario, librepensador o sectario religioso. ¿Por qué ocurre eso? No lo sabemos, y tampoco los mejores ensayos de explicación son capaces de descubrirnos absolutamente el desenvolvimiento del individuo.
Si el pensamiento de la evolución tiene un sentido, sólo puede consistir en el hecho que todo fenómeno lleva en sí las leyes de su formación gradual, leyes que se ajustan a las condiciones externas del ambiente social y natural. Ya el hecho singular de que la fe en la “misión histórica del proletariado”, la idea misma del socialismo, no han nacido del cerebro de los llamados proletarios, sino que han sido inventadas por descendientes de otras clases sociales y fueron presentadas a las clases trabajadoras como un condimento listo para el consumo, debería sonar algo críticamente.
Casi ninguno de los grandes precursores y animadores del pensamiento socialista ha surgido del campo del proletariado. Con excepción de J. P. Proudhon, E. Dietzgen, H. George y algún par de ellos más, los representantes espirituales del socialismo de todos los matices han surgido de otras capas sociales. Ch. Fourier, H. Saint-Simon, E. Cabet, A. Bazard, C. Pecqueur, L. Blanc, E. Buret, Ph. Buchez, P. Leroux, Flora Tristan, A. Blanqui, J. de Collins, W. Godwin, R. Owen, W. M. Thompson, J. Gray, M. Hess, K. Grün, K. Marx, F. Engels, F. Lasalle, K. Rodbertus, E. Düring, M. Bakunin, A. Herzen, N. Chernichevsky, P. Lavroff, Pi y Margall, F. Garrido, C. Pisacane, E. Reclús, P. Kropotkin, A. R. Wallace, M. Fluerschein, W. Morris, N Hyndman, F. Domela Nieuwenhuis, K. Kautsky, F. Tarrida del Mármol, F. Mehring, Th. Hertka, G. Landauer, J. Jaurés, Rosa Luxemburg, H. Cunow, G. Plekhanof, N. Lenín y centenares más, no eran miembros de la clase obrera.
No fueron las leyes de la “física económica” las que llevaron a esos hombres y mujeres al campo del socialismo, sino principalmente motivos éticos, aun cuando quizás en algunos también hayan intervenido otros factores. Su sentimiento de justicias se rebeló contra las condiciones sociales de su tiempo y dio a su pensamiento una orientación determinada.
Y, por otra parte, vemos que hombres como Noske, Hitler, Stalin y Mussolini, que han surgido de las más bajas capas sociales, se han elevado a la categoría de los peores enemigos de un movimiento obrero independiente y se convirtieron en vehículos conscientes de una reacción social cuya significación para el próximo futuro de la historia humana no se puede calcular todavía.
Si se pudiera probar que la pertenencia a una clase determinada influye tan fuertemente en el pensamiento y en el sentimiento del hombre que le distingue, por toda su esencia, de los miembros de las otras clases sociales y le lleva por una dirección completamente determinada, entonces se podría hablar, quizás, de “necesidades” y de “misiones históricas”. Pero como no es así, por esa senda no se llega más que a peligrosos sofismas que transforman el pensamiento viviente en un dogma muerto, incapaz de otro desarrollo. Lo que hoy se suele calificar como “contenido social” de una clase, como “psicología” de una raza o “espíritu” de una nación, es siempre el resultando de un trabajo mental individual que se atribuye luego, arbitrariamente, como supuesta “ley de su vida”, a la clase, a la raza o a la nación. En el mejor de los casos, no pasa de una ingeniosa especulación. Pero en la mayoría de las veces obra como una fatalidad, pues no estimula nuestro pensamiento, sino que lo condena a una infecunda parálisis.
La clase es sólo un concepto sociológico que tiene para nosotros la misma significación que la división de la naturaleza orgánica, por el hombre de ciencia, en diversas especies. Es un fragmento de la sociedad, como la especie es un fragmento de la naturaleza. Atribuirle una “misión histórica” es incurrir en un juego especulativo de nuestro pensamiento y no tiene mayor valor que si un naturalista quisiera hablar de la misión de los cocodrilos, de los monos o de los perros. No es la clase, sino la sociedad en que vivimos, y de la cual la clase no es más que una parte, la que influye continuamente hasta en lo más profundo de nuestra existencia espiritual. Toda nuestra cultura, el arte, la ciencia, la filosofía, la religión, etcétera, es un fenómeno social, no un fenómeno de clase, y se impone a cada uno de nosotros, cualquier que sea la capa social a que pertenezcamos.
¿No nos ha dado Alemania en este aspecto un ejemplo clásico? Hay todavía a estas horas bobos que no quieren ver en el movimiento hitleriano más que una rebelión de la pequeña burguesía, afirmación absurda privada de todo fundamento. En la institución del Tercer Reich han contribuido los hombres de todas las clases sociales y no en último término las grandes masas del proletariado alemán. En 1924 recibió Hitler en las elecciones 1.900.000 votos; diez años más tarde, en 1934, esa cifra alcanzó a 13.732.000. El ejército pardo de Hitler no se componía solamente de pequeño burgueses y de intelectuales, sino, principalmente, de obreros alemanes que, a pesar de su origen proletario, fueron tan subyugados por las ideas del fascismo como las otras capas sociales.
Si se quiere combatir eficazmente la barbarie general que amenaza nuestra cultura, hay que renunciar a más de un dogma muerto y arrojar al montón de desperdicios más de una “verdad absoluta”.

Rudolf Rocker

martes, agosto 21

La carga del hombre blanco


1672
Londres

La carga del hombre blanco

El duque de York, hermano del rey de Inglaterra, fundó hace nueve años la Compañía de los Reales Aventureros. Los cultivadores ingleses de las Antillas compraban sus esclavos a los negreros holandeses; y la Corona no podía permitir que adquirieran artículos tan valiosos a los extranjeros. La nueva empresa, nacida para el comercio con África, tenía prestigiosos accionistas: el rey Carlos II, tres
duques, ocho condes, siete lores, una condesa y veintisiete caballeros. Como homenaje al duque de York, los capitanes marcaban al rojo vivo las letras DY en el pecho de los tres mil esclavos que cada año conducían a Barbados y Jamaica.
Ahora, la empresa ha pasado a llamarse Real Compañía Africana. El rey inglés, que tiene la mayoría de las acciones, estimula en sus colonias la compra de los esclavos, seis veces más caros que lo que cuestan en África.
Los tiburones hacen el viaje hasta las islas, detrás de los buques, esperando los cadáveres que caen desde la borda. Muchos mueren porque no alcanza el agua y los más fuertes beben la poca que hay, o por culpa de la disentería o la viruela, y muchos mueren de melancolía: se niegan a comer y no hay modo de abrirles los dientes.
Yacen en hileras, aplastados unos contra otros, con el techo encima de la nariz. Llevan esposadas las muñecas, y los grilletes les dejan en carne viva los tobillos. Cuando el mar agitado o la lluvia obligan a cerrar las troneras, el muy poco aire es una fiebre, pero con las troneras abiertas también huele la bodega a odio, a odio fermentado, peor que el peor tufo de los mataderos, y está el piso siempre
resbaloso de sangre, flujos y mierda.
Los marineros, que duermen en cubierta, escuchan los gemidos incesantes que suenan desde abajo durante toda la noche; y al amanecer los gritos de los que han soñado que estaban en su país.  

Memoria del fuego I. Los nacimientos.
Eduardo Galeano

sábado, agosto 18

Yo también ODIO LAS MAÑANAS: Ecos de la voz de JEAN-MARC ROUILLAN


“Escribo para no reventar, por temor a la muerte lenta y a la gangrena de la amnesia, en la que se pudre toda una generación (…) Escribo mientras noto cómo me sube por dentro la bomba de explosión retardada de estos años de soledad (…) Escribo porque todavía no se me ha ocurrido nada mejor para matar definitivamente las mañanas carcelarias. O porque no he tenido el valor para hacerlo. Escribo para que esas mañanas sin vida se encarcelen y se hundan en el dolor de las palabras y de su frágil arquitectura.”
Así, engarzando soledad, desesperanza y sustantivos, dejó escrita su voz Jean-Marc Rouillan en su primer libro, Odio las mañanas. Jean –Marc fue integrante del MIL, de los GARI y luego de Action Directe, encarcelado a perpetuidad desde 1987 aunque, actualmente, El 26 de septiembre del 2007 un tribunal de París le concede el régimen de semilibertad y el 17 de diciembre es trasladado al centro de semilibertad de Marsella. Ese mismo día sale por primera vez a la calle tras 21 años de prisión.
Durante su encarcelamiento, escribió en el periódico francés de crítica y experimentación social CQFD, abreviatura de "Ce Qu'il Faut Dire, Détruire, Développer" (Lo Que Es Necesario Decir, Destruir, Desarrollar), donde distintos movimientos sociales abordan temas como la precariedad laboral, la okupación, el ecologismo, antiglobalización o las condiciones de presos en las cárceles.
A finales de 2008, el semanario L'Express publica una entrevista con Rouillan en la que, a la pregunta sobre si se arrepiente del asesinato de Georges Besse, responde: "Tengo prohibido expresarme sobre eso... Pero el hecho de que no me exprese ya es una respuesta. Pues es evidente que si escupiese a la cara de todo lo que hicimos podría expresarme. Esta obligación de silencio nos impide también hacer un verdadero balance crítico de nuestra experiencia". En opinión de la fiscalía de París estas frases infringen la prohibición, que forma parte de su régimen de semilibertad, de hacer declaraciones que se refieran a los hechos por los que fue condenado. Por ello la semilibertad de Rouillan se supende de forma preventiva el 2 de noviembre de 2008.
El 17 de mayo de 2011, Txema Bofill escribió: “Después de 24 años de prisión Jean Marc Rouillan, ex miembro de Action Directe, sale en libertad condicional el jueves 19 [en realidad, en semilibertad]. Rouillan está bien de salud, tanto física como psicológicamente, y no ha renunciado nunca a sus ideales. El activista ha sufrido más de 10 años de reclusión en aislamiento, 7 años en un solo periodo, entre otras vejaciones que ha sido denunciadas a lo largo de los años por sus familiares y amigos y por los grupos de apoyo que ahora celebran verlo en libertad. La justicia francesa y los medios oficiales le han exigido durante años que se arrepintiera y renunciara a hablar de su pasado, pero no lo han conseguido.
Jean Marc Rouillan no tendrá que volver a la cárcel para dormir, pero llevará una pulsera de control y tiene la obligación de trabajar y de indemnizar a las viudas del general René Audran y del presidente de la Renault, Georges Besse, con una parte de su salario. Tampoco disfrutará plenamente del derecho a la libertad de expresión, no podrá hablar de lo que hizo, hace más de dos décadas, ni de por qué lo hizo. Con esta ridícula amputación del derecho de expresión, uno de los más elementales derechos humanos, el gobierno francés solamente demuestra que tiene miedo, un miedo atávico a una insurrección armada o a que resurjan grupos armados que hagan de justicieros contra banqueros, empresarios, políticos, generales, y corruptos de todo tipo. La justicia francesa se lo impide expresamente bajo la amenaza de volverlo a encarcelar, como ya hizo el año 2007 cuando contestó a una entrevista de un periodista de L’Express.”
Jean-Marc Rouillan nos dejó escrito una frase que se escribe desde la convicción más absoluta, desde la absoluta evidencia de que es inútil luchar contra la necesidad de LIBERTAD que el ser humano, que no humanizado, siente:”Uno no se acostumbra nunca a la cárcel. Y cuanto más tiempo pasa, más duelen las mañanas. ¿De dónde sigo sacando fuerza o inconsciencia para llegar a la noche?”
Poco ha cambiado de esa cárcel que sometió la libertad de Jean-Marc y muchos activistas contra el fascismo y el capitalismo. No existen materialmente los barrotes de metal que tergiversaban la realidad exterior para que, a los ojos enceguecidos cruelmente, de los aprisionados, fuera una realidad tan dolorosa como vivir fuera de ella, sin su acceso. Hoy el mundo es una cárcel gigante, de plantas desoladas, preñadas de celdas sin luz, atiborradas de soledad y desesperanza. Una no acaba de acostumbrarse a la cárcel, a esta realidad que nos han ido construyendo, por la espalda, poco a poco, ofreciéndonos una zanahoria ideológica, cubierta de falsas promesas, que unos pocos amasan para engañarnos bajo la expresión de “estado de bienestar”. Nos han dado en los ojos el fogonazo reiterado e imparable de una libertad que es MENTIRA, a la que jamás llegaremos, porque nuestras huellas, nuestros pies, están teledirigidos por el capitalismo en su versión más dañina. Nos han ido programando, mentalmente, mientras, a la vez, nos dejaban creer que vivíamos. Estamos muertos. Asesinados por la mentira. Ahogados por una mano invisible que nos empuja a adentrar nuestra cabeza sobre las aguas negras de la inconsciencia, la paralización social, la anestesia ideológica y la mutilación de la acción, cada vez que intentamos respirar el espejismo incierto al que ellos llaman libertad.
Sin esperanza, con las manos atadas por el hambre. Con la garganta cerrada por el miedo a que nos despojen de lo poco que todavía conservamos. Con el corazón absolutamente en estado de muerte inducida, sin latido, luchamos no por recobrar la libertad, que nos hurtan cada día, sino por no sentir que nada merece nuestro esfuerzo, ni uno solo de nuestros sueños. Nos han secuestrado las mañanas. Han hecho que cada uno de sus actos asesinos -hay muchas formas de asesinar, no solo la de quien arranca la vida a otro con un arma- halle una escusa perfecta en el saqueo financiero a que estamos sometidos, al vapuleo de todas y cada una de las facciones de terroristas económicos que se sientan en los sillones de las entidades que ayer nos dieron para que hoy les debamos hasta la vida. ¿Por qué hemos olvidado que el capitalismo conlleva la destrucción del hombre como ser social? ¿Por qué permitimos, hemos ido permitiendo, su presencia en alud sobre nuestra existencia? ¿Por qué dejamos pasar a nuestro lado a quién nos roba con impuestos y, a la vez, nos da palmadas en la espalda mientras nos asfixia quitándonos cualquier medio para sobrevivir?
No puede ser cierto que únicamente nos quede la palabra. No puede ser. Me niego en voz alta a que la palabra sea la expresión máxima de una rebeldía que hemos olvidado. Estamos en una cárcel sinfín en la que el sinfín de los días se hace crónico y oscuro. Habrá que aporrear los barrotes y las puertas, salir de la prisión y luchar contra la muerte de la libertad y contra la victoria de quienes pisotean nuestros derechos más elementales.
Jean-Marc Rouillan decía que, al despertar, la cárcel se le tira a uno a la garganta. Yo siento cada día, que despertar es ser esa garganta cercenada y enmudecida, pero ha de haber algo más que la palabra. Yo, que escribo para no reventar y dejarme abatir por la desesperanza ante la visión esperpéntica de algo que un día se soñó como “sociedad”, busco algo más que la expresión y persigo un camino, aunque pequeño, que conduzca a la revuelta, de mi interior, mi mirada y mis actos…porque ha de haber algo más que la palabra. O permitirnos enfrentar a la palabra al espejo que Ernesto, Che, Guevara dibujó en su mente para decir “solo veo la palabra si es el gatillo de la acción”.
Una no se acostumbra nunca a esta realidad que es una cárcel donde los tiranos poderosos, la banca, los jueces corruptos, los políticos mafiosos, los mentirosos con traje que besan las banderas nos dan el toque de queda y nos recluyen. Y cuanto más tiempo pasa, más me duelen las mañanas.

miércoles, agosto 15

Dios y la autoridad

Bakunin, en Dios y el Estado, atribuía la creencia en un ser supremo abiertamente a la ignorancia; la imposición del trabajo, la falta de ocio y de medios intelectuales conducen a la aceptación acrítica de las tradiciones religiosas. Sacerdotes y gobernantes, para el anarquista ruso, son los que mantienen artificialmente esa dependencia mental y moral, de tal manera que resulta a menudo más poderosa que el buen sentido natural. Existe otro motivo para explicar la creencias absurdas del pueblo y Bakunin, en la línea de Marx, la atribuye en gran medida a las penosas condiciones económicas a las que se ve condenado. Solo existe un medio no ilusorio para salir del estado de necesidad material y es la revolución social, la cual acabará con todo rastro de hábitos y creencias absurdos. Bakunin considera que opresores y explotadores de la humanidad, aunque no sean verdaderos creyentes en su fuero interno, necesitan que el pueblo se aferre a una religión; hacen buena, así, la máxima de Voltaire: "Si Dios no existe, habría que inventarlo". Además, el filósofo anarquista señala otro tipo de creyentes, aquellos intelectualmente incapaces de aceptar los dogmas, pero que dejan intacto el absurdo máximo de la religión: se aferran a la existencia de Dios; no es ya el ser omnipotente y brutal de la teología clásica, pero siguen creyendo en un ser supremo, nebuloso e ilusorio, hasta tal punto que es plenamente identificable con la nada.

Bakunin todavía señala a otro tipo de personas, entre los cuales se encuentran autores ilustres. Son aquellos que tratan de legitimar las creencias en base a su antigüedad y universalidad; sin embargo, nada hay tan inicuo y antiguo como lo absurdo. Bakunin se muestra aquí de una actualidad innegable al señalar valores como la verdad y la justicia como menos universales y más jóvenes. Las tradiciones hay que observarlas como fenómenos históricos construidas desde el momento en que el ser humano avanza dejando atrás su animalidad; desde ese punto de vista, la esclavitud divina seria un estado intermedio entre la bestialidad y la humanidad del hombre, el cual debe seguir marchando en pos de la realización de la libertad. Así, Bakunin considera que altas metas como la fraternidad no se encuentran al principio de la historia, sino al final; hay que mirar hacia adelante y el pasado solo es válido para comprobar lo que se ha sido, creído y pensado y lo que no debemos ser, creer ni pensar ya más. Respecto a la universalidad de una creencia, Bakunin considera que lo que demuestra es la similitud de toda la especie humana hasta el punto de convertir un error en históricamente necesario. Se reclama aquí la comprensión sobre cómo se produjo la idea de un mundo sobrenatural y divino para luego desenvolverse en la historia y en la conciencia humana, precisamente para, no solo señalarla como absurda, sino también destruirla definitivamente. En otras palabras, hay que ir a la raíz de los absurdos que atormentan al mundo para acabar con ellos y que no generen nuevos problemas. El anarquista ruso explica así la caída, una y otra vez, en el absurdo religioso.

Bakunin recoge la herencia del gran Feuerbach al decir que el paraíso ultraterreno no es más que un reflejo idealizado y magnificado de la propia existencia del hombre. A lo largo de la historia, cada vez que el ser humano descubría una fuerza, cualidad o defecto lo atribuía a seres sobrenaturales. Así, el cielo cada vez se fue enriqueciendo más en perjuicio de la existencia terrenal hasta el punto que Dios acabó siendo la causa, razón, árbitro y dispensador absoluto de todas las cosas: el hombre se convirtió en nada ante Dios, su propia creación. Para Bakunin, el cristianismo representa la esencia de todo sistema religioso: "el empobrecimiento, el sometimiento, el aniquilamiento de la humanidad en beneficio de la divinidad". Dios supone la abdicación de la razón humana y de la justicia, la negación de la libertad a todos los niveles. El desafío que lanza el filósofo ruso a la creencia religiosa es el siguiente: "Si Dios existe, el hombre es esclavo; ahora bien, el hombre puede y debe ser libre: por consiguiente, Dios no existe". La crítica de Bakunin es feroz y no deja títere con cabeza entre idealistas y metafísicos, por muy sinceros que se muestren: el Dios positivo de la tradición deja paso al ser supremo de Robespierre y Rousseau, al Dios panteísta de Spinoza o al Dios inmanente y confuso de Hegel. Todos esos autores se muestran cautos a la hora de otorgar una condición positiva a su Dios, simplemente lo nombran como una abstracción que simbolice lo grande, lo bueno y lo noble en la humanidad. Para Bakunin, la contradicción está en separar la idea de Dios de la humanidad, algo que supone su destrucción mutua. Si se quiere salvar la existencia de Dios en nombre de aspiraciones como la libertad humana es porque se coloca otra palabra junto a ella: la autoridad. Al referirnos a la autoridad no hablamos de las leyes naturales manifestadas en la sucesión de fenómenos, tanto en el mundo natural como social; frente a esas leyes, la rebeldía resulta imposible, ya que constituye la base misma de la existencia humana.

Tal y como lo observa Bakunin, la sumisión a esas leyes naturales no es ninguna degradación, ya que forman parte del ser humano, le son inherentes y, puede decirse, constituyen nuestro ser. De hecho, el conocimiento y aceptación de esas leyes, y no la imposición por parte de una fuerza externa, son parte del camino hacia la emancipación humana. Por lo tanto, el rechazo a la autoridad se produce solo en la medida en que supone una imposición, por parte de los hombres o de la divinidad; desde este punto de vista, la sumisión a la autoridad externa es una pérdida de libertad y de dignidad. Por otra parte, en el mundo humano no existe tampoco una autoridad fija e inmutable, sino un cambio continuo de autoridad y de subordinación mutuas, temporales y, sobre todo, voluntarias. Aunque Bakunin reconoce la autoridad de la ciencia, a priori de forma absoluta, pasa a continuación a matizar que se rechaza la infabilidad y universalización de los que la ejercen; frente a los que observan la perfección como un ideal abstracto, se considera aquí la perfectabilidad continua de la acción humana sin llegar nunca a la realización absoluta. En otras palabras, la ciencia entendida como reproducción exacta del universo y como el sistema o coordinación de todas las leyes naturales no se realizará nunca de manera plena; así, Dios no se substituirá por la ciencia y la libertad humana no se compromete en absoluto.

domingo, agosto 12

15-M. Obedecer bajo la forma de la rebelión


15-M Obedecer bajo la forma de la rebelión.Tesis sobre la indignación y su tiempo. Colectivo Cul de Sac
Ediciones El Salmón – Alicante / Madrid, Junio de 2012 

El 15-M ha supuesto la alineación de una parte de la población, hasta ahora sólo desencantada, para la defensa por otros medios del orden establecido. Ha exclamado su pretensión de mantener las condiciones de una vida insostenible al módico precio de olvidar la opresión pasada, justificar la presente y preparar la futura. Cuando la sumisión está tan arraigada usa la forma de la rebelión para afirmar su renuncia. Lo más significativo de los indignados no son sus proclamas, aquello que gritan a los cuatro vientos, sino lo que callan, sobre lo que no tienen más remedio que guardar silencio. ¿Indignación ante qué? ¿Ante la inhumanidad del mundo que nos ha tocado vivir y el papel represivo de cualquier Estado, o ante los precios de los pisos y la inutilidad de los títulos universitarios para conseguir un trabajo bien remunerado? ¿Con qué se indigna la clase media occidental?
El tiempo de la indignación es el tiempo de la defensa de los privilegios, no el de la revolución contra el orden que los produce. Ir en su contra supondría aceptar una reducción drástica de muchas comodidades y prebendas que la organización técnica nos ofrece, y esa perspectiva no es alentadora para la mayoría. Más bien es exactamente lo contrario de lo que defienden cuando se indignan.
 
Conversamos con uno de los miembros del Colectivo Cul de Sac, redactores y editores del opúsculo "15M - Obede cer Bajo La Forma De La Rebelión". Muy brevemente nos desglosa las tesis centrales de dicho texto así como los motivos que les mueven a realizar esta crítica.

jueves, agosto 9

Ni tres R's ni hostias: argumentos contra la vivisección

"La lucha no es por nosotros, no es por nuestros caprichos o necesidades personales. Es por las almas de los muertos torturados que lloran pidiendo justicia, y por los vivos que lloran pidiendo libertad. Podemos hacer justicia y proporcionarles esa libertad. Los animales solo nos tienen a nosotros, no les fallemos".

Barry Horne, Septiembre de 1998
Antartis - Resistencia Vegana

lunes, agosto 6

Anarquía defendida por anarquistas


Para la mayor parte de los americanos anarquía es una mala palabra, otro nombre para la maldad, la perversidad y el caos. Los anarquistas son vistos como un rebaño de despeinados, sucios, viles y rufianes empeñados en asesinar a los ricos y dividir su capital. Sin embargo, anarquía, para sus seguidores significa la unión mediante la ausencia de todo gobierno del hombre por el hombre; en suma, significa la libertad individual perfecta.

Si hasta el momento el significado de la anarquía ha sido interpretado como el estado de mayor desorden, es porque han enseñado a la gente que sus asuntos están regulados, que ellos son gobernados sabiamente, y que esa autoridad es una necesidad.

En siglos pasados cualquier persona que afirmo que la humanidad podía arreglárselas sin la necesidad de una autoridad mundana y espiritual fue considerado un loco, y fue colocado en un loquero o quemado en la hoguera; mientras que hoy son cientos de miles de hombres y mujeres los infieles que desprecian la idea de un Ser sobrenatural.

Los librepensadores de hoy día, por ejemplo, todavía creen en la necesidad del estado, que protege la sociedad; no desean conocer la historia sangrienta de nuestras instituciones. Ellos no entienden que el gobierno no pudo y no puede existir sino mediante la opresión; que cada gobierno a cometido hechos oscuros y grandes crímenes contra la sociedad. El gobierno se ha desarrollado en el orden, el despotismo, la monarquía, la plutocracia; pero siempre ha sido tiranía.
No se puede negar que hay un gran número de sabios y personas bien intencionadas que están ansiosos por mejorar las condiciones actuales, pero no se han emancipado lo suficiente a sí mismos de los prejuicios y supersticiones de la edad oscura como para comprender la verdadera esencia de la institución llamada gobierno.

“¿Cómo podemos vivir sin gobierno?” preguntan estas personas. “si nuestro gobierno es malo trataremos de conseguir uno bueno, pero debemos tener gobierno cueste lo que cueste”.

El problema es que no hay tal cosa como un buen gobierno, porque su propia existencia se basa en la sumisión de una clase a la dictadura de otra. "Pero los hombres deben ser gobernados", observan algunos; "ellos deben ser dirigidos según leyes”. Bien, si los hombres son niños que deben ser conducidos, ¿quien entonces es tan perfecto, tan sabio, tan intachable para ser capaz de gobernar y dirigir a sus muchachos?

Afirmamos que el hombre puede y debe gobernarse a sí mismos individualmente. Si los hombres son todavía inmaduros, los gobernantes lo son de la misma manera. ¿acaso puede una persona, o un pequeño numero de estas conducir a todos los millones de ciegos que componen una nación?

"Pero debemos tener alguna autoridad, al menos”, nos dijo un amigo americano. Ciertamente  debemos, y la tenemos, también; esta es el poder inevitable de las leyes naturales, que se manifiesta en el mundo físico y social. Podemos o no podemos entender estas leyes, pero debemos obedecer ellas porque son una parte de nuestra existencia; somos los esclavos absolutos de estas leyes, pero en tal esclavitud no hay ninguna humillación. La esclavitud tal cual existe hoy día mediante un dominador externo, un legislador que se mantiene fuera de aquello que controla; mientras las leyes naturales no están fuera de nosotros, ellas están en nosotros; vivimos, respiramos, pensamos, nos movemos sólo por estas leyes; ellos no son por lo tanto nuestros enemigos, sino nuestros benefactores.

¿Están las leyes creadas por el hombre, las leyes de nuestros estatutos echas en conformidad con las de la naturaleza? Nadie, pensamos, puede tener la temeridad para afirmar que ellas no lo están.

Es porque las leyes que prescriben para nosotros los hombres no están en conformidad con las leyes de la Naturaleza que la humanidad sufre de tanto mal. Es absurdo hablar de la felicidad humana, mientras los hombres no sean libres.

No es de extrañar que algunas personas estén tan amargamente opuestas a la anarquía y sus exponentes, ya que exige el cambio tan radical de los conceptos, mientras que los últimos ofenden en lugar de conciliar por el celo de su propaganda.

La paciencia y la dimisión son predicadas al pobre, prometiéndolos una recompensa en el en el futuro. ¿Qué puede importar al paria desgraciado que no tiene ningún lugar que pueda llamar propio, quien ansia un pedazo del pan, que las puertas de Cielo están más ampliamente abiertas para él que para el rico? Ante la gran miseria de las masas tales promesas parecen una amarga ironía.
He conocido a muy pocas mujeres inteligentes y hombres que con honestidad y conciencia podría defender los gobiernos impuestos; incluso algunos de ellos estuvieron de acuerdo conmigo en muchos puntos, pero se carece de valor moral, en lo que respecta a la cuestión de dar el paso al frente y de declararse abiertamente en simpatía con los principios anarquistas.

Nosotros, hemos elegido el camino establecido para nosotros por nuestras convicciones que se oponen a la organización del Estado, en principio, alegando el derecho igual de todos a trabajar y disfrutar de la vida.

Una vez libre de las restricciones de la autoridad ajena, los hombres entrarán en libre relaciones;  organizaciones espontáneas  surgirán en todas partes del mundo, y cada uno contribuirá a su bienestar común y al trabajo tanto como él o ella es capaz de hacerlo, y consumirá en función de sus necesidades. Todas las invenciones técnicas y descubrimientos se emplearán para hacer que el trabajo sea cada vez más fácil y agradable, y la ciencia, la cultura y el arte se utiliza libremente para perfeccionar y elevar la raza humana, mientras que la mujer será igual al hombre.

"Esta todo dicho", contesta alguien, "pero las personas no son ángeles, las personas  son egoístas".

¿Qué les parece? El egoísmo no es un delito, sólo se convierte en un crimen cuando las condiciones son tales como para dar una persona la oportunidad de satisfacer su egoísmo, en detrimento de otros. En una sociedad anarquista cada uno buscará satisfacer su ego, pero como la Madre Naturaleza ha organizado las cosas de modo que sólo sobreviven los que tienen la ayuda de sus vecinos, el hombre, a fin de satisfacer su ego, extenderá su ayuda a quienes lo ayudan y, de esta forma, el egoísmo no será más una maldición sino una bendición.

Una daga en una mano, una antorcha en el otro, y todos sus bolsillos desbordantes con bombas de dinamita – tal es la imagen del Anarquista dibujada por sus enemigos. Ellos lo miran simplemente como una mezcla de un idiota y un bribón, cuyo objetivo exclusivo es un universo desordenado, y cuyo único medio para lograr lo que se propone es matarlos a todos y a cada uno que difiera con el.

La imagen es una fea caricatura, pero su aceptación general no debe ser sometida a pregunta, considerando como continuamente la idea ha sido martillada en la mente del público. Sin embargo, creemos que la Anarquía -que es la libertad de cada individuo de la coacción dañosa por otros, sea esta por otros individuos o un gobierno organizado- no pueden ser lograda sin la violencia y esta violencia es la misma que venció con los  Termópilas y en la Batalla de Maratón.

La demanda popular de la libertad es más fuerte y más clara que nunca, y las condiciones para alcanzar el objetivo son más favorables. Es evidente por el curso entero de historia y la evolución que la esclavitud de cualquier clase, la coacción bajo cualquier forma, debe romperse, y de tras lo cual la libertad, la libertad llena e ilimitada, para todo y de todos debe llegar.

De esto se deduce que el anarquismo no puede ser un movimiento retrogado, como se ha insinuado, para que los anarquistas marchen en la furgoneta y no en la retaguardia del ejército de la libertad.

Consideramos que es absolutamente necesario que la masa del pueblo no olvide ni por un momento la gigantesca competencia que vendrá antes de que sus ideas puedan ser comprendidas y, por tanto, deben utilizar todos los medios a su disposición -la expresión, de prensa, la escritura- para acelerar el desarrollo revolucionario.

El bien de la humanidad, como en el futuro debe y será planeado, depende del comunismo. El sistema de comunismo lógicamente excluye todas y cada una de las relaciones entre el amo y el siervo, y significa realmente el anarquismo, y el camino que conduce a este objetivo es la revolución social.

En cuanto a la violencia que la gente tome como característica anarquista, no fue y no será negado que la mayoría de los anarquistas se siente convencido de que "la violencia" no es reprobable en cuanto a la realización de sus convicciones siempre que sea utilizada por los oprimidos para obtener la libertad. El levantamiento de los oprimidos siempre ha sido condenada por los tiranos. Persia estaba asombrada de Grecia, Roma de las Horcas Caudinas, e Inglaterra de Bunker Hill ¿Puede la anarquía esperar menos, o exigir victorias sin esforzarse para ello?
 
John Most y Emma Goldman
http://www.kclibertaria.comyr.com/

viernes, agosto 3

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?


¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (en inglés: Do Androids Dream of Electric Sheep?) es una novela corta, perteneciente al género de la ciencia ficción, escrita en 1968 por Philip K. Dick (1928-1982)

El clásico del cine de ciencia ficción, Blade Runner, dirigido por Ridley Scott en 1982 se basa –aunque muy libremente– en esta novela. Dick murió ese mismo año, antes de que se estrenara la película.

La acción se sitúa en un mundo cubierto de polvo radiactivo, tras una guerra nuclear que ha matado a casi todos los animales, por lo que la gente tiene animales eléctricos. El protagonista es Rick Deckard, un ex-policía y experto Blade Runner (aunque en la novela no tiene este nombre, sino el de «cazador de recompensas»), que debe eliminar a un grupo de Nexus 6 —androides de última generación casi idénticos a seres humanos— que ha llegado hasta la Tierra, huyendo desde una colonia espacial debido a las terribles condiciones de vida a las que estaban sometidos.

La novela, uno de los clásicos de Dick, trata temas como el impreciso límite entre lo artificial y lo natural, la decadencia de la vida y la sociedad, y aborda diversos problemas éticos sobre los androides. También, dado su estética y descripciones de un mundo destruido, abandonado, donde la tecnología es omnipresente, se la puede enmarcar en el género del cyberpunk.

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? transcurre en 1992 (2021 en algunas ediciones más recientes de la novela), varios años después de la lluvia radioactiva provocada por la «Guerra Mundial Terminal», que diezmó gran parte de la tierra. Este polvo radiactivo que contamina gran parte de la tierra no se había originado en ningún país y no había sido previsto, y sin embargo, se había ido extendiendo hasta abarcar gran parte del globo.

Como consecuencia, las Naciones Unidas alientan y animan a la gente a emigrar a colonias fuera de la tierra para preservar a la raza humana de los efectos del polvo radiactivo producido por la guerra. La ONU utiliza medios como la televisión para promover la emigración, mediante frases como «¡Emigra o degenera! ¡Elige!». Uno de los incentivos es que cada familia que decida emigrar recibirá un androide sirviente hecho a medida (también llamados despectivamente «andrillos»). En la novela el término «androide» es usado generalmente para referirse a seres artificiales de composición biológica –«Androide Orgánico» según el libro—, sin embargo en la ciencia ficción moderna el término ha llegado a significar a máquinas no-biológicas, p. ej.: los «droides» de «Star Wars».

Las personas que permanecen en la tierra viven en ciudades caóticas donde la radiación causa enfermedades y daña sus genes. Todos los animales están en peligro de extinción: el polvo radiactivo ha matado todas las aves y diezmado a las otras especies animales.

Tener y cuidar un animal se considera una virtud cívica y un símbolo de estatus social, dependiendo en la rareza de la especie. Los animales se compran y venden tomando como referencia el último número de la revista Sydney de aves y animales; los animales extintos figuran allí con el precio del último ejemplar vendido. Algunas personas que no pueden pagar un animal verdadero eligen comprar uno artificial para mantener su posición social. El protagonista de la historia, Rick Deckard, tenía una oveja que murió de tétanos y la remplazó por una réplica eléctrica del animal para mantener las apariencias. Las empresas encargadas de crear, reparar y atender animales eléctricos gozan de popularidad en esta sociedad. Preguntar si el animal del vecino es eléctrico se considera tabú, una falta muy grave de cortesía, más aún que averiguar si los dientes, el pelo o los órganos internos de una persona son genuinos.

Los androides son usados en colonias humanas, principalmente la de Marte, pero muchos de ellos huyen a la tierra para escapar de la soledad del planeta rojo y para ser libres de la esclavitud a la que los someten los humanos. Se los fabrica con elementos completamente orgánicos y son físicamente indistinguibles de las personas. Cazadores de recompensas, como Deckard, rastrean y «retiran» androides fugitivos, que generalmente se hacen pasar por humanos. Se realiza un análisis de médula en el cuerpo de cada androide “retirado” para comprobar que no se haya asesinado a una persona. Debido a diferencias en el nervio vago, un androide puede suicidarse con sólo contener la respiración.

Es necesario para los cazadores de recompensas aplicar test como el de empatía de Voigt-Kampff para diferenciar humanos de androides. El test mide la actividad cerebral y el movimiento de los ojos en respuesta a disparadores emocionales, muchos de los cuales involucran maltrato a los animales. Como los androides no pueden sentir empatía, su respuesta emocional es significativamente diferente a la de los seres humanos. El test de Boneli, algo más sencillo, mide la velocidad de respuesta del Arco Reflejo que se produce en los ganglios superiores de la columna vertebral.

Otro de los instrumentos de la novela es el «Órgano de Ánimos Penfield», llamado así por el neurólogo Wilder Penfield, que induce emociones en los usuarios. El usuario puede marcar un número y experimentar de forma automática cierto humor o emoción. Ejemplos incluyen: «Conciencia de las múltiples posibilidades que el futuro me ofrece» (481), «Reconocimiento satisfactorio de la sabiduría superior del marido en todos los temas» (594), «Deseos de ver la televisión, no importa lo que haya» (888), «Descanso reparador y merecido» (670) y «Deseo de marcar» (3). Muchos usuarios tienen un programa diario de ánimos.

El icono cultural más significativo de la tierra es el «Amigo Buster», el jovial presentador del «talk show» de humor «El Show del Amigo Buster», que hace simultáneamente un programa de radio y televisión 23 horas al día. Buster ataca frecuentemente en sus programas el mercerismo.

Al leer la novela se nos presenta el dilema de cuál es el tema principal. En una primera lectura vemos que hay dos temas principales: el asunto religioso del mercerismo y la relación entre hombres y androides, pero ambos temas están tan estrechamente ligados que desembocan en un único tema: la realidad (tema recurrente en las novelas de Philip K. Dick).

A lo largo de la novela destaca la idea de unión espiritual entre todos los seres humanos a través de una máquina con la que los sentimientos de cada persona individual son compartidos por el resto. Sin embargo, es curioso que para lograr esta unidad los seres humanos deban recurrir a una máquina y que, en cierto momento de la novela, se plantea la teoría de que Mercer pueda ser un impostor. Así se ahonda en la idea de que todo lo que parece real para los humanos es algo falso, como ocurre en el caso de los androides. Por otro lado, en muchos aspectos, los objetos artificiales son más perfectos que los reales puesto que no degeneran: los animales eléctricos no enferman y los androides humanos parecen más conscientes de la importancia del concepto de humanidad que los propios hombres.

Pero, ¿qué es la realidad en este libro? Como se ha mencionado antes, es difícil establecer los límites entre lo que es real y lo que no. La dificultad con la que se encuentra el protagonista a la hora de distinguir a los humanos de los androides es una prueba de esta confusión entre lo real y lo ficticio. Asimismo, el propio mercerismo triunfa por el culto a lo falso: sensaciones falsas que ayudan a evadirse de la realidad, la probable falsedad de Mercer... El sueño de realidad del protagonista, identificado con su necesidad de un animal vivo, se pierde en la nada. De nuevo lo irreal se impone a lo real. Lo vivo está condenado a morir y a degenerar; lo no vivo seguirá ahí para siempre.