Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, septiembre 28

Entreser de Jorge Riechmann



Ya no tenemos cultura, tenemos tendencias

No tenemos universidades: tenemos escuelas de negocios

No tenemos trabajo, tenemos autoemprendimiento

No tenemos paisajes: tenemos capital natural

No tenemos ciudades, tenemos parques temáticos

No tenemos amistades, tenemos coaching

No tenemos viajes: tenemos rutas turísticas y hoteles con encanto

No tenemos comunidad, tenemos fútbol

No tenemos seres humanos: tenemos empresarios de sí mismos

gestores de sí mismos

y vendedores de sí mismos



En el futuro se pudre el pasado, dice un verso de Ajmátova



No tendría por qué ser así

No hay ninguna necesidad histórica que nos lleve al pudridero


Pero, de hecho, vamos a eso…

 

 

Jorge Riechmann

domingo, septiembre 25

¿Por qué se ataca al ecologismo?

 

 

En los últimos tiempos se redoblan los ataques contra el ecologismo, al que se llega a culpabilizar de los propios desastres ecológicos actuales. Algunos de estos ataques son bastante burdos, otros son más sofisticados, pero todos ellos juegan su papel en la ofensiva neoliberal que se está dando en el río revuelto de la actual multi-crisis.

 

El debate público, si se puede llamar así, ha llegado a puntos esquizofrénicos cuando se ha sugerido recientemente que los ecologistas y sus propuestas están detrás de la oleada de incendios de este verano. Pero esta afirmación es un punto álgido (quizá no el más alto, virgencita, que me quede como estoy) en una dinámica de comunicación sostenida desde hace tiempo, con intensidad creciente, en la que se sitúa al ecologismo como enemigo de la sociedad y, especialmente, de la prosperidad. Lo podemos ver como una locura sobrevenida, o como discursos irracionales utilizados como bomba de humo. También buscan situar al ecologismo fuera (y opuesto) a la gente de bien, los pequeños empresarios, los ahorradores, las clases medias…

Voy a tratar de utilizar las ideas de Jason W. Moore para intentar darle más profundidad a esto que está pasando. Sin querer suscribir todas las tesis de su libro El capitalismo en la trama de la vida, cuyas luces y sombras ya han sido comentadas por otras personas, tomaré prestadas algunas de sus ideas para plantear las mías.

Hipótesis para entender los ataques

Según las propuestas contenidas en el libro de Moore el capitalismo, entendido como una forma determinada de organizar la “naturaleza en la sociedad” y la “sociedad en la naturaleza”, despliega dos mecanismos básicos para la acumulación de capital (que es realmente su esencia). Uno es la capitalización de los procesos y la riqueza, optimizando (la explotación de) el valor de mercado que puede producir cada hora de trabajo humano de producción de mercancías, a través de cambios políticos y culturales y técnicas de organización de la producción vinculadas a desarrollos científicos y tecnológicos. El otro es la apropiación de riqueza (trabajo/energía) no pagados, ya sea en trabajo esclavo o semiesclavo, trabajos no remunerados que reproducen la fuerza de trabajo, o bienes y procesos generados por los ecosistemas y que no tienen valor de mercado o que están infravalorados. Para Moore, “todo acto de explotación (de fuerza de trabajo mercantilizada) depende de un acto todavía mayor de apropiación (de trabajo/energía no remunerado). Se explota a los trabajadores asalariados; todo lo demás es objeto de apropiación”. En sus palabras el capitalismo, como forma de organizar las naturalezas humanas y no humanas, sobrevive y crece porque no paga la mayor parte de las facturas.

Siguiendo este esquema (aunque de forma simplificada), las diferentes crisis de acumulación del capitalismo se han superado a través de dos mecanismos básicos, que normalmente se combinan. El primero es reorganizar los procesos productivos para optimizar la productividad del trabajo remunerado, combinando poder político, ciencia y tecnología (por ejemplo, la organización fordista de la cadena de montaje, o la ultilización de maquinaria y fertilizantes de síntesis en agricultura). La segunda es expandiendo las fronteras de apropiación de trabajo/energía, introduciendo nuevas fuentes de recursos (por ejemplo, la minería de Potosí, la exportación de esclavos africanos a las colonias americanas, o la deforestación del Amazonas para abastecer de grano nuestras macrogranjas) cuyo coste de producción/reproducción no se asume.

Como sabemos, el capitalismo necesita del crecimiento permanente del valor presente en el mercado y de la tasa de ganancias de quienes invierten el capital. Las crisis de acumulación capitalistas se relacionan con momentos históricos en los que capitalización y/o apropiación se dificultan. En esos momentos en los que no es posible ampliar las fronteras (no solo físicas) del capitalismo, el crecimiento de la tasa de ganancia se trata de mantener ampliando la parte de trabajo/energía que no se paga a través del trabajo asalariado ya incorporado en el mercado, y transfiriendo riqueza desde las clases trabajadoras hacia el capital, ¿te suena?. Un buen ejemplo es la ofensiva neoliberal de recortes sociales y laborales que sufrimos desde la crisis del petroleo de los años ‘70, en sucesivas fases. La justificación de esta ofensiva la sintetizó de forma magistral Margaret Thatcher en la frase: “There Is No Alternative -TINA-”.

Apropiados por el capitalismo

Cuando, a través de la lucha social y laboral, mejoran las condiciones laborales y los derechos sociales; o cuando a través de la lucha ecologista se fuerza a los propietarios del capital para que mitiguen los impactos de las actividades extractivas o asuman sus costes de restauración, la tasa de ganancia se reduce. Cuando las tareas de reproducción de la fuerza de trabajo, en su mayor parte realizadas por mujeres, se empiezan a remunerar, la fuerza de trabajo encarece su coste. Cuando las técnicas de extracción de recursos ven reducida su productividad, ya sea porque los recursos están menos disponibles (se agota el petroleo de calidad y accesible) o porque se elevan los precios de algunos factores de producción (se reduce la brecha salarial entre hombres y mujeres), la tasa de ganancia también se reduce.

En estos casos en los que no es posible ampliar la frontera de capitalización de energía/trabajo se lanzan las ofensivas de ajuste de la economía (por ejemplo, se degradan las condiciones laborales y la protección social, o se reduce la regulación ambiental), ampliando la frontera hacia dentro. Moore cita aquí la propuesta de la ecofeminista María Mies, que resume las naturalezas humanas y no humanas de las que se apropia trabajo/energía por parte del capital (sin asumir los costes) en “las mujeres, la naturaleza y las colonias”. Parece que el momento actual es otro buen ejemplo de crisis de acumulación, en el que la capacidad del capital para apropiarse de recursos y alimentar así los procesos de capitalización se ve cada vez más limitada -por ejemplo, por el peor acceso a recursos minerales, el cambio climático o pandemias globales. Esto genera tensiones, hasta el punto de volver a desatar guerras en Europa, entre otros síntomas. Y con estos mimbres el capital está trenzando su cesto para exprimir un poco más a “las mujeres, la naturaleza y las colonias”.

“Enemigos de la prosperidad”

Podemos establecer una relación directa entre los tres elementos sintetizados por María Mies y los sujetos sociales que hoy en día son señalados en el debate social y político como enemigos de la prosperidad: el movimiento feminista, la población migrante y el movimiento antirracista, y el movimiento ecologista. Desde esta perspectiva podemos entender las salidas de tono que atacan al feminismo, las que responsabilizan al ecologismo de los incendios, o las que señalan que los migrantes nos roban el trabajo y parasitan nuestra protección social. Establecen una frontera clara entre el “nosotros” de esas clases trabajadoras y de pequeños propietarios —que tienen miedo de las crisis solapadas— y los sectores partidarios de la transición ecosocial. Esta frontera móvil facilita sobreexplotar al trabajo irregular, justificar violencias varias, o desatar campañas de insumisión a ciertas leyes ambientales, aunque sea (de momento) de boquilla. Estos mensajes están justificando, en definitiva, una nueva ofensiva neoliberal en la que se mueve hacia dentro la frontera de apropiación, desmantelando las protecciones sociales y medioambientales que podrían prevenir nuevas y más fuertes crisis. 

Atacar a estos sujetos sociales debilita sus posiciones y argumentos en el debate público, y justifica los ajustes necesarios para restaurar y ampliar las tasas de ganancia. No hay más que ver como algunos sectores del gran capital están multiplicando sus beneficios en este escenario de crisis múltiple, y a su vez están presionando para socavar la normativa social y ambiental. Están asustados, y por ello suben la apuesta. Todo ello justificado por la covid o la guerra de Ucrania, al estilo de la más refinada doctrina del shock. Lo podemos ver a nivel estatal, a nivel europeo, y también en otros territorios. Desde esta perspectiva, “ocurrencias” como la que vincula ecologistas e incendios cobran otro sentido.

El ecologismo como enemigo

Por lo que me toca, y sin querer restar importancia a los otros dos sujetos sociales señalados, me centraré aquí en el ecologismo. En las últimas décadas, si bien los avances en normativa ambiental son claramente insuficientes a la vista de las múltiples crisis ecológicas que hoy sufrimos, se ha avanzado mucho y se ha ganado una importante legitimidad social en cuestiones como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad o la contaminación de las masas de agua. El ecologismo está dificultando el incremento de la tasa de ganancia capitalista al impulsar normativa que eleva los costes de producción de al menos tres de lo que Moore denomina “los cuatro baratos” necesarios para que funcione la acumulación de riqueza en pocas manos: recursos minerales, energía y alimentos. El capitalismo los necesita baratos para sostener su modelo de organizar la naturaleza. El ecologismo social ha sido capaz, a su vez, de incorporar en su discurso y práctica las condiciones de reproducción del otro “barato”: la fuerza de trabajo. 

Señalar al ecologismo como antisocial, como enemigo del bienestar y la prosperidad, es un elemento clave para justificar un reimpulso de la energía nuclear o de la minería más agresiva, o las macrogranjas y los cultivos de grano que éstas necesitan. Resulta necesario para desvirtuar los (más que tímidos) objetivos que presenta el pacto verde europeo, o para poder colar en el debate público que la prioridad de la digitalización en los Planes de Reconstrucción post-COVID (y los fondos europeos que los financian) es un proxy de mayor sostenibilidad ecológica, a la vez que asegurará restaurar el crecimiento del PIB. Atacar al ecologismo es neutralizar sus críticas y justificar esta nueva ofensiva neoliberal.

Ecologismo y sector agrario

La necesidad de alimentación barata para la acumulación capitalista nos sirve para profundizar en el dibujo de este escenario. Desde hace ya tiempo determinados sectores sociales han estado construyendo una oposición clara y profunda entre ecologismo y sector agrario, y desde el propio ecologismo debemos asumir parte de la responsabilidad. Tras siglos de descampesinización (para proveer de fuerza de trabajo barata a la industria) y décadas de desagrarización (para proveer de comida barata a las ciudades reduciendo los costes laborales), el sector agrario está en una profunda crisis de caída sostenida de renta, al reducirse los precios en origen y elevarse los costes. En la actual crisis los precios finales de los alimentos se están multiplicando, a la vez que se reducen los precios percibidos en origen.

A pesar de esta evidencia, la frustración y la amargura del sector agrario, que se sabe sector estratégico y a la vez se siente utilizado, vapuleado y denostado, se está canalizando desde una voz hegemónica que ataca al ecologismo, y reivindica su derecho a producir con modelos nocivos para las personas y el medio ambiente. Aunque estos modelos intensivos supongan la ruina de la agricultura familiar. Y esto está ocurriendo en muchos otros países. El sector de la agricultura familiar está haciendo suyos los discursos e intereses de aquellos que se apropian de la riqueza social generada con su trabajo: las empresas de insumos y tecnología, los grandes propietarios de la tierra, la gran agroindustria o las grandes cadenas de distribución.

Otro campo de este proceso son los ataques a las agriculturas sostenibles, que toman al menos dos formas: el ataque directo y la cooptación. En el primer caso, se hace responsable del hambre en el mundo a las políticas de fomento de la agroecología y la agricultura ecológica. En el segundo se presenta la agroecología como un conjunto de técnicas agrarias completamente compatibles con las semillas transgénicas, los agrotóxicos o los modelos de manejo altamente mecanizados y dependientes de tecnología digital y combustibles fósiles. En ambos casos se ataca a la agricultura ecológica, que está reconocida legalmente (si bien el reglamento europeo, por ejemplo, es claramente insuficiente y cada vez más favorable a modelos industriales), para derivar políticas y fondos de fomento de agricultura sostenible a modelos agrarios más intensivos, tecnificados, dependientes, y que en definitiva elevan la tasa de ganancia de los dueños del capital.

Todo ello se justifica a través de preguntas tramposas. La cuestión no es si la agroecología es capaz de alimentar al mundo, sino cómo alimentar al mundo sin destruir empleo rural, generar cambio climático, perder biodiversidad, o agotar las aguas dulces y recursos minerales.

Más allá de la guerra entre pobres

Creo que los ataques que reciben el ecologismo, el movimiento feminista y las comunidades migrantes y el movimiento antirracista muestran una agenda de trabajo clara para la transición ecosocial, en el aquí y el ahora. Es necesario fortalecer las alianzas entre estos movimientos sociales, y construir discursos y propuestas integradas que permitan frenar la actual ofensiva neoliberal amparada en la multi-crisis. Pero también es necesario desplegar discursos y prácticas capaces de conectar con las necesidades de quienes más están sufriendo la crisis, para intentar convertir el miedo en potencia social y propuestas políticas. Y para generar consensos que contengan los pasos atrás en las políticas ambientales y sociales, que como sabemos harán aún más duros y desiguales los impactos de la multi-crisis.

Concretando en el sector agrario, que gestiona el 80% del territorio y consume al menos el 70% del agua dulce estatales, creo que hay que buscar cómo revertir el enfrentamiento y establecer alianzas. Se ha perdido una importante ventana de oportunidad dejando pasar la publicación, el pasado mayo, del Censo Agrario 2020. Este estudio del INE, actualizado cada diez años, muestra la desaparición de un 7,6% de las explotaciones, un fuerte incremento de su superficie media, disminución de un 7,7% del empleo, y un importante viraje hacia modelos empresariales, desligados del territorio rural. Estos datos muestran un importante menoscabo de la agricultura familiar (que aun es ampliamente mayoritaria en el sector), a la vez que se impone un modelo más intensivo en capital y más destructivo. El modelo agrario que crece, y que se apoya mediante la proporción principal de fondos públicos, restituye las tasas de ganancia de los grandes operadores agroalimentarios. Pero destruye empleo y economías rurales, degrada los ecosistemas, genera cambio climático, promueve un modelo de dieta insaludable e insostenible, y genera alimentos de baja calidad y reducido valor añadido. Creo que esto puede ser base para una agenda común con la agricultura familiar aunque, por supuesto, no sea fácil acercar posiciones.

La reflexión sobre los ajustes que trae la actual multi-crisis me lleva también a reflexiones de otra índole. De lo que se trata en esta ofensiva (también en las anteriores) es del control de los medios de vida y de los medios de producción. Revertir las dinámicas de concentración de la tierra, el agua o la energía, y mantener el acceso público (y, en su caso, comunal) a los medios de vida y de producción, es uno de los grandes campos de juego. Desarrollar formas alternativas —no mercantilizadas— de gestionar los medios de vida y producción será también una tarea clave. Hoy no sabemos como se hace, y habrá que aprender a hacerlo. Pero además cada vez hay más gente expulsada fuera de los mercados y que necesita alternativas, y probablemente la construcción de satisfactores a estas necesidades -muchas de ellas materiales- sea la mejor forma de construir procesos sociales fuertes y amplios.

En cualquier caso, lo que no podemos permitirnos es pensar que estos ataques son solo salidas de tono orientadas a minorías sociales. Son mensajes que encajan perfectamente y sustentan en la esfera comunicativa una nueva ofensiva neoliberal, de gran calado. Facilitan que las crisis deriven en un nuevo ciclo de acumulación a partir de la reapropiación de trabajo y recursos cuya factura no se quiere pagar. En esta ofensiva hay amplios sectores sociales que saldrán muy perjudicados y que, aunque hoy aparezcan como representados enfrente de los planteamientos ecologistas y de la justicia social, distan mucho de ser homogéneos. Muchas de las necesidades y motivaciones particulares de las personas y entidades representadas en estos sectores pueden ser recogidas por el ecologismo social. La tarea de conectar el ecologismo con los malestares y las necesidades de estos amplios grupos de población es sin duda monumental, pero profundamente necesaria.

 

Daniel López García   

https://www.elsaltodiario.com

jueves, septiembre 22

Una mafia llamada OTAN


 

Los Estados Unidos es como el abusón del cole. Ha creado un club, la OTAN, a la que puede -debe- pertener cualquiera que desee comerse el bocadillo en el recreo sin que se lo roben. Antes su excusa era que perteneciendo a su club te protegía del abusón del otro curso, la URSS, que no solía acercarse a esta parte del patio, pero EEUU te metía miedo con que era mucho más peligroso que él. Ahora que la URSS se ha cambiado de cole, cada vez está más claro que pertener a su club sólo te salva de tu propio abusón, pero qué vas a hacer tú, el empollón del cole…

Pero ahora algo está cambiando. El despertar de China ya predicho por Napoleón está llegando. Los cansados ojos del abusón norteamericano no dejan de observar al pequeño preescolar que se ha hecho mayor y sin duda será más grande y más fuerte que él. Ya lo es. Y está haciendo cada vez más amigos, les ve cuchichear y les imagina conspirando contra su reinado. Se les nota en los ojos que cuando grita ya no inspira tanto miedo.

Estados Unidos está viejo y oxidado, sus viejas tácticas ya no le valen. Ha hecho el ridículo en Venezuela con Guaidó, aunque eso le ha proporcionado el control de todas las divisas venezolanas en el extranjero. Ha permitido la entrada de la influencia china y rusa en toda sudamérica y hasta en la fronteriza Méjico. Depende demasiado de Turquía, que se está volviendo cada vez más díscola, para mantener «pacificado» Oriente Medio. Los talibanes se han quedado con Afganistán y ha habido que decir que no eran tan malos. Hasta su eterna aliada Colombia se ha pasado a la izquierda, aunque antes de eso ya se había firmado la permanencia de tropas norteamericanas en la zona.

Mientras tanto, los chinos, difíciles de engañar en este cuento, están creando su propio segundo mundo, introduciendo sus empresas, inyectando dinero, mejorando relaciones y creando infraestructuras en África, Asia y Sudamérica. El sueño de la nueva ruta de la seda, desde China pasando por el norte por Rusia y Ucrania, y por el sur por Oriente Medio, norte de África y España hasta Europa, no le está gustando nada al gobierno norteamericano, así que está pasando a la acción.

En la frontera sur, aunque no sale en los medios de comunicación porque no es Europa, Marruecos está tensando cada vez más la situación en el Sáhara Occidental, para mayor mosqueo de sus vecinos Argelia y Mauritania. España, hasta ahora convidado de piedra en aquel molesto conflicto, se ve obligada por la OTAN a tomar partido cada vez más claro por Marruecos.

En la frontera norte ha tensado la cuerda de Rusia y Ucrania lo suficiente como para provocar una guerra de la que sabe que siempre sacará tajada, vendiendo armas ahora y reconstruyendo después. Pero además, ha obligado a Europa a renunciar al barato gas ruso y depender de su caro Gas Licuado, ha tirado por tierra el proyecto del Nord Stream II, construido durante once años para garantizar el suministro de gas hasta Alemania y, para rematar, ha organizado una Cumbre para que suban su gasto armamentístico en medio de una crisis económica. Todo son ventajas.

Casi todo, porque en este cuento todavía no hemos presentado a los verdaderos protagonistas. Nos habíamos olvidado de las personas que habitan eso que estamos llamando país tal o país cual, delimitados por unas fronteras creadas por milenios de muertos en guerras de vecino contra vecino, por un mueve acá estas lindes o por un esa mina es mía. Esas personas, pertenecientes realmente a una tribu llamada Humanidad y habitantes de un país llamado planeta Tierra, que llevamos sufriendo las luchas irracionales de nuestros egoistas líderes y que llegado el siglo XXI podemos -debemos- tomar una conciencia global de lo que está pasando.

Y lo que está pasando es que la mentalidad competitiva dominante, impuesta por Estados Unidos y su sueño americano, está provocando la creación de dos bandos condenados a enfrentarse. Nos están arrastrando a una guerra que nadie puede ganar para sostener un sistema insostenible. Están debilitando su propio bando para fortalecerse ellos mismos, mientras China está empoderando a sus aliados. Mala idea a largo plazo. La única solución posible es una reacción de los que sufriremos las consecuencias, el pueblo, exigiendo un mundo más igualitario y no competitivo.

 

 

Extraído del cnt nº 432

lunes, septiembre 19

Fanatismos religiosos (valga el pleonasmo)


Hace escasos días, el escritor Salman Rushdie fue apuñalado repetidas veces por uno de esos fanáticos dispuestos a hacer cualquier cosa en nombre de sus creencias. Hacía ya más de tres décadas que el ayatollah Jomeiní lanzó una fatwa (o como se diga eso) en la que pedía nada menos que el asesinato para el autor del libro Los versos satánicos; al parecer, por haber provocado la ofensa para los musulmanes, pero que dudo mucho que haya leído cualquiera de esos cretinos fundamentalistas. Son las cosas de la religión, mezcladas en este caso con la opresión política para mayor inri. Era yo muy jovencito cuando aquella situación se produjo, que obligo a Rushdie a vivir oculto y protegido durante años; tiene bemoles que el agresor homicida actual ni siquiera había nacido. El bueno de Rushdie, al pasar tanto tiempo, debía haberse relajado en su protección y estas son las consecuencias sangrientas, que deberían reforzarnos en nuestra condena del fundamentalismo religioso, que viene a ser una suerte de pleonasmo; la realidad es que durante esos años no pocos políticos y clérigos habían ratificado la sentencia iniciada por el inicuo Jomeiní, que por cierto murió al poco de lanzar su repulsiva fatwa, e incluso se había aumentado la recompensa económica por servir la cabeza de Rushdie. Una de las grandes vergüenzas de la humanidad, que no son pocas. Por supuesto, hubo numerosas voces de figuras públicas que dieron todo su apoyo al escritor en su momento, aunque la sensación es que no se produjo una condena unánime por gran parte de las instituciones que forman esta civilización tan cuestionable que hemos creado. Valga como ejemplo qe la Academia Sueca, que concede el premio Nobel, no acabó condenando la fatwa hasta hace pocos años.

En el momento de producirse, cuando había que repudiarla tajantemente, se quiso justificar de una u otra manera la persecución, no solo en nombre de esa ofensa a los sentimientos religiosos que tan bien conocemos en este inefable país, también por considerarse que el discurso de Los versos satánicos caía en la apostasía. Es curioso que, al parecer, un concepto que resulta un pecado para el fanatismo religioso a otros nos resulte de lo más saludable intelectual y moralmente. Las voces más honestas ya dijeron en su momento que la humanidad parecía haber vuelto a la Edad Media mientras que otros nos preguntamos si habríamos alcanzado de verdad la Modernidad mientras ciertas situaciones se toleraran de una u otra manera. Hay quien insistirá en lo pernicioso de la religión musulmana, la verdadera culpable para ellos de esta situación de persecución, algo que requiere de no pocos matices. No puede negarse que perviven repulsivos regímenes teocráticos, totalmente culpables de que se acuda a la nefasta ley islámica para condenar a una persona a la muerte; también hay que destacar que otras religiones, como el propio cristianismo, han sabido adaptarse de modo hipócrita a los nuevos tiempos en nombre de su propia supervivencia. Ello no quita que, no pocas veces, aparezca en ellas su verdadera faz fundamentalista e incluso, vaya más allá de su comunidad de fieles, para inmiscuirse en los asuntos políticos.

Pondremos como ilustrador ejemplo un comentario que realizó el tremendamente progresista papa Francisco a raíz del atentado hace unos años contra el semanario francés Charlie Hebdo, en el que murieron una docena de personas y varias resultaron heridas. Recordaremos que estos asesinatos, de nuevo en nombre de sagradas creencias, se produjeron por haber realizado la publicación una ofensa a los sentimientos religiosos con una caricatura del profeta Mahoma. La solidaridad masiva internacional no se hizo esperar, aunque es un hecho bien poco recordado que el inefable sumo pontífice católico no tardó en recordar los límites de la libertad de expresion y decir lo siguiente: «Si alguien insulta a mi madre, le espera un puñetazo. ¡Es lo normal!». Bergoglio mostró, tal vez, la verdadera esencia del fanático cuando alguien le preguntó sobre la libertad religiosa frente a la libertad de expresion: «No se pude provocar, no se puede insultar la fe de los demás. No puede burlarse de la fe. No se puede», insistió el Papa. Resulta significativo que alguien que se dice cristiano haga una defensa tan atroz de la violencia en nombre de algo tan etereo como es una ofensa a las creencias religiosas; particularmente, no sé qué tendríamos que hacer los ateos cuando se relaciona la ausencia de fe con falta de moral y con las mayores barbaridades que ha realizado la humanidad en la historia. Los ateos, por lo general mucho más razonables, dejan a un lado toda agresión física e inician el debate esforzándose en evidenciar que es justo lo contrario, como bien siguen demostrando los fanáticos religosos con la justificación de sus líderes; es en nombre de creencias sagradas, dogmáticas, absolutistas, cuando el ser humano aparece dispuesto a realizar cualquier aberración que agrede a la ética más elemental. Una pronta recuperación al amigo Salman Rushdie y, al menos, que valga su agresión homicida para preguntarnos de verdad si la creencia religiosa, ya acabando el primer cuarto del siglo XXI, es verdaderamente benefactora o más bien perniciosa.

 

Juan Caspar

 

viernes, septiembre 16

Giannis Michailidis, la Justicia y sus muchas caras

 

La justicia no es igual para todos. Eso está claro. No es neutral, ni objetiva, ni en la formulación de las leyes ni en la aplicación de las mismas. La justicia, en este sistema, es un mecanismo más de control social. Eso es algo que vemos día a día, desde leyes que castigan la pobreza, que no tienen en cuenta los contextos ni tratan de subsanar los supuestos daños causados, hasta indultos o causas que se pierden en el tiempo, según siempre a que clase social miremos.

Ejemplos hay muchos, pero estos días está resonando con especial fuerza el de Giannis Michailidis en Grecia. Giannis es un preso anarquista, encarcelado hace más de 8 años. Tras este tiempo, y según la legislación griega, debería haber optado a la libertad condicional hace meses. Sin embargo, la corte de apelación ha denegado su excarcelación en varias ocasiones. Las razones, que sigue firme en sus convicciones libertarias. Ante esta situación, Giannis comenzó una huelga de hambre, reivindicando su libertad condicional, el pasado 23 de mayo que ha mantenido durante 68 días hasta que la dio por terminada a finales del mes pasado. Casi ha muerto, y aún así, no ha logrado su libertad, pero durante este tiempo el apoyo que ha recibido en las calles ha sido multitudinario.

 Al mismo tiempo que esto le sucede a Giannis, nos encontramos con casos como el del policía que asesinó a Alexis Grigoropoulos en 2008 (y que desencadenó una revuelta de larga duración en todo Grecia), que fue condenado a cadena perpetua. Ya se encuentra en libertad. Lo mismo sucede con el exdirector del Teatro Nacional (y amigo del primer ministro Miksotakis), condenado en 2015 a 12 años por la violación de dos menores. También está ya en libertad. Lo dicho, la justicia no es igual para todos.

 

https://www.todoporhacer.org 

martes, septiembre 13

Vivir en Fraguas

 

 

Los repobladores de este pueblo demolido por el franquismo se enfrentan a ir a la cárcel si no pagan los 110.000 euros en los que el Gobierno castellano-manchego cifra su nueva demolición. En 2021 varios miembros de El Salto les visitamos para conocer cómo vivían y siguen resistiendo en este pueblo de la Sierra Norte de Guadalajara.

 

Lalo y César nos reciben junto a dos perros y nos acompañan por un camino de poco más de 20 metros que llega hasta la entrada de la casa comunal donde nos encontramos con varios jóvenes más. Nos invitan a un café y nos enseñan el pueblo que han reconstruido. Es final de marzo y son las 11.30h de un día soleado. Acabamos de llegar a Fraguas, un pueblo perdido en la Sierra Norte de Guadalajara, tras una hora y media de viaje desde Madrid. Un camino de poco más de una hora de autovía hasta pasar la capital de la provincia que sigue por carreteras secundarias salpicadas de aliagas y robles que pasan por pequeñas poblaciones, muchas de ellas medio despobladas, otras ya desmanteladas, como lo estaba también Fraguas hasta que comenzó a ser reconstruido hace nueve años, tras cerca de medio siglo en el olvido. Condenado a ser de nuevo derruido, sus repobladores afrontan ahora el pago de los cerca de 110.000 euros en los que la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha cifra su demolición o entrar en prisión por más de dos años.

—¿Cómo surgió el proyecto de recuperar el pueblo de Fraguas?
—Yo en Madrid participaba en centros sociales ocupados y en el movimiento por la vivienda. Después me fui a vivir al campo, al Valle del Tiétar [Ávila]. Allí un grupillo de peña que teníamos inquietudes en cuanto a la autogestión y la soberanía alimentaria decidimos buscar un sitio para desarrollar un proyecto basado en estos valores. Hicimos una búsqueda de pueblos por todo el Estado y este, que estaba cerca de nuestros entornos y tenía unas condiciones para la vida estupendas, nos pareció el adecuado.

Quien habla es Lalo Aracil, de 37 años. Es uno de los jóvenes que en 2012 decidieron dejar atrás la ciudad y comenzar un proyecto de vida en común en medio de la naturaleza, en Fraguas. No fueron los primeros. Hace ya más de 30 años que el movimiento neorrural comenzó a conseguir adeptos en España y desde entonces se cuentan por decenas los pueblos que han vuelto a la vida con proyectos basados en redes de apoyo mutuo para escapar del capitalismo y encontrar formas de vida más sostenibles.

El espacio que Lalo y sus compañeros eligieron para crear su comunidad fue Fraguas, un pueblo eliminado por la dictadura de Franco en los años 60. Desde su llegada en 2013 han reconstruido varias de las antiguas viviendas de este pueblo. Y cuatro años después el gobierno de Castilla-La Mancha les denunció por delitos contra el territorio, usurpación y delitos contra el medio ambiente. En 2019, un juzgado condenó a Lalo y a otros cinco de los jóvenes que llegaron a Fraguas a un año y nueve meses de cárcel por delitos contra la ordenación del territorio y usurpación. También les condenó a pagar la demolición del pueblo que durante cinco años habían reconstruido con su trabajo.

—¿Hace cuanto tiempo que vives en Fraguas? —le preguntamos a César, de 33 años. Otro de los jóvenes que nos reciben.
—Yo me vine hace tres años. Antes venía por aquí a menudo, porque conocía a gente de aquí desde hacía tiempo. Un día les encontré por Madrid vendiendo cremas y unas cervezas que no tenían ni gas ni nada, con un tapón de corcho. Me vine para acá, conocí el proyecto y flipé. La forma de vida que vi aquí me sorprendió mucho, no la había visto nunca.

A su lado está Andrea, de veintipocos años. Ella también conoció el proyecto por gente con la que milita en movimientos sociales.

—Desde agosto de 2020 vengo una semana sí, una semana no, para poder compaginar con la vida de Madrid, pero me gustaría estar más tiempo aquí. Lo que me motiva es todo lo que puedo aprender aquí, aporta mucho a nivel personal.

Carlos, otro de los pobladores de Fraguas, llegó desde Argentina con el billete de vuelta en la mochila, pero no lo utilizó. 

—Llegué hace casi dos años, en la etapa de resistencia —explica Carlos refiriéndose a la época en la que los pobladores de Fraguas fueron juzgados y condenados—-. Me vine por una semana y ya van dos años. Y estoy súper a gusto. La verdad es que era una tarea pendiente en mi vida lo que es la vida en colectivo y aquí eso se desarrolla súper bien. Funcionamos bien. Estamos defendiendo el desarrollo rural, el cuidado del patrimonio. Estamos poniendo nuestra libertad en juego para intentar que el el Gobierno del PSOE supere a Franco.

Marine, francesa también de veintipocos años, es la última en presentarse. También ha sido la última en llegar a Fraguas, donde apenas lleva viviendo una semana y espera estar unos pocos días más.

—Conocí el proyecto por un amigo de Bilbao —explica Marine—. Vine porque cuando supe que iban a derrumbar este pueblo me pareció una incoherencia muy grave y he venido a echar una mano en la medida de mis posibilidades.

La historia de Fraguas se remonta al siglo XII, según explica el historiador manchego Enrique Herchhoren, quien ha recogido en un amplio informe la historia del pueblo a partir de los testimonios de los vecinos de la zona. Siempre fue un pueblo pequeño: poco más de 20 casas, el edificio del ayuntamiento, una iglesia y un cementerio. Todo construido con el estilo de arquitectura negra, típica de la zona por la abundancia de pizarra. La mayoría de los poco más de 80 habitantes que había en Fraguas en los años 60 se dedicaban a la ganadería. En 1968, el Ministerio de Agricultura del régimen franquista ordenó su expropiación y eliminación como pueblo para dedicar la zona a la reforestación de pinos y su inclusión en el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara. Más tarde, en los 90, ya en democracia, lo que antes era un pueblo se convirtió en una zona de entrenamiento militar durante varios años.

Cuando Lalo y sus compañeros llegaron en 2012, se encontraron aún en pie algunas partes de los muros de piedra y pizarra que antes eran viviendas. También decenas de balas que atestiguan el paso por la zona de los militares. Lo vieron claro: allí querían crear su comunidad. Lo primero que hicieron fue pedir autorización al Gobierno de Castilla-La Mancha para poner en funcionamiento su proyecto de reconstrucción del pueblo, pero la respuesta fue no. No desistieron. Un año después, en 2013, decidieron trasladarse a Fraguas y comenzar su reconstrucción. Comenzaron por el edificio que se convertiría en la casa comunal de Fraguas, Casa Cándida. Tenía apenas un metro de muro aún en pie, construido con piedras de pizarra, como marca la arquitectura tradicional de la zona. Por el suelo se encontraban esparcidas otras decenas de grandes piedras que antes eran parte del muro. Se dedicaron a reconstruir esas ruinas, manteniendo su estilo original, recogiendo y reutilizando esas mismas piedras con las que se había construido inicialmente. Tardaron seis meses en convertirla en la casa en la que hoy está la cocina y la sala de estar de la comunidad. En los siguientes años levantaron tres casas más desde los cimientos que aún quedaban.

Al poco tiempo de llegar a Fraguas, recibieron la visita de algunos de los antiguos vecinos del pueblo, que les animaron a continuar con el proyecto y les descubrieron que, bajo la tierra, aún seguía viva la antigua calzada de Fraguas, también a base de pizarra. “Cuando nos dijeron que en todo el pueblo había una calzada de empedrado, comenzamos a picar y a echar cubos de agua. Lo hemos podido recuperar en algunas partes del pueblo ya, pero en la mayor parte del pueblo la calzada sigue enterrada por la tierra. Esto de recuperar la calzada de las calles es una actividad muy bonita, pero muy dura, la vamos haciendo poco a poco”, dice César.

Mientras trabajaban en construir un techo que les protegiera del frío en el siguiente invierno, también se pusieron manos a la obra con otra de sus necesidades básicas: la alimentación. “Según llegamos hicimos un pequeño huerto de subsistencia, con veinte tomates, unos pimientos, calabazas… Era más que nada testimonial, para sentir que empezábamos a autogestionarnos, a sostener nuestra alimentación, porque la soberanía alimentaria es uno de los pilares de nuestro proyecto”, explica Lalo.

En la cocina de Casa Cándida, Marine y Carlos cortan patatas para cocinarlas con ajetes y perejil. La cocina sobre la que trabaja está conectada a un circuito que aprovecha el calor generado para llevar calefacción al resto del edificio, un mecanismo que en el resto de casas han aplicado a la chimenea. Los ingredientes que usan para su receta han crecido en Fraguas.

Ahora la extensión del huerto de Fraguas ocupa casi media hectárea. A las hileras de coles lombardas las suceden las de coles de bruselas, repollo, brócoli, ajos, cebollas y habas. “Estamos preparando la tierra para volver a plantar patatas, y ese trozo lo tenemos que desbrozar para los tomates, pimientos, calabacines y todo las verduras de verano”, explica César señalando un pedazo de tierra en cuyo centro se ve una vieja máquina de arar. “El mecánico de la sierra, que es de confianza, le ha dado un repaso, aunque ahora justo no arranca, parece que solo funciona cuando está aquí el mecánico”, explica riéndose César cuando nos ve mirar la máquina, que también tiene su propia historia. Según explican, la máquina fue comprada por los habitantes de Rala, un pueblo navarro abandonado que en el año 2000 fue ocupado también por unos jóvenes para convertirlo en una comunidad neorrural. De allí pasó a Perales de Tajuña, municipio madrileño donde en el 2000 el colectivo Bajo el Asfalto Está la Huerta (BAH) comenzó a cultivar para producir verduras bajo el modelo de grupo de consumo. “En Perales de Tajuña estuvo diez años, y después llegó a Fraguas”, recuerda César.
 

Todas las verduras que cultivan son para su consumo y el de las decenas de personas vinculadas al proyecto que, aunque no viven allí, cada semana aparecen por Fraguas. También tienen colmenas y un gallinero con 15 gallinas. “Aquí hay gente vegana, vegetariana y que también consume carne. Desde el bote no compramos productos de origen animal, pero el colectivo sí que sostiene el maíz de las gallinas”, explica Lalo.

Todos trabajan en la huerta, y también todos trabajan en la elaboración de productos que venden para financiar su proyecto de vida. “Hacemos lo que nos brindan las temporadas. En verano, que hay mucha producción de frutas, hacemos mermeladas de ciruelas, higo, tomate”, explica Lalo, que enseña orgulloso los árboles frutales que se levantan entre las viviendas. Justo en el centro, frente a la entrada de Casa Cándida, César señala una enorme morera. “Es centenaria y da moras todo el verano, las mejores de todo el planeta”, afirma.

Justo al otro lado de esa morera se levanta la segunda edificación que reconstruyeron los repobladores de Fraguas: el taller. Era de los edificios que en peor situación estaban, con tal solo una parte de muro levantada que no llegaba a un metro, pero era la que estaba más cerca de la casa comunal. “Pensamos que era mejor si concentrábamos los espacios comunes”, afirma Lalo.


El taller es el centro de la vida económica de Fraguas. Allí elaboran, aprovechando las plantas que nacen libremente en la sierra, productos medicinales como tinturas de orégano —antiinflamatorio, analgésico y antiséptico natural— y equinácea —que refuerza el sistema inmune—, propóleo, ungüentos de hipérico y rosa de mosqueta, aceites de lavanda y rosa para masajes. También producen cerveza artesanal en unas enormes barricas que ocupan la mitad del edificio del taller.
 

—Todos participamos en la producción, en general el trabajo es colectivo —afirma Lalo.
—¿Cómo habéis aprendido?
—A base de ensayo y error, con voluntad y ganas. Cuando llegamos había gente que sabía un poco de cada cosa y nos hemos ido nutriendo de todo. Ahora vendemos a través de grupos de consumo, en centros sociales, venta directa a conocidos, por cadenas de WhatsApp. Va funcionando. Toda la economía de Fraguas depende de eso.

Además de la venta de los productos que elaboran, fundamentalmente a colectivos sociales en Madrid, César y Lalo detallan que también realizan intercambios de productos con otros pueblos de la zona como Santamera —población ubicada a 65 kilómetros en la que actualmente hay censados 13 habitantes—, Cañamares —a 160 kilómetros, con 467 personas censadas— o Albendiego —a 67 kilómetros, con 46 personas censadas—. Son pueblos con los que han establecido una red de apoyo mutuo y con cuya población se reúnen cada mes, cada vez en uno de los pueblos, para hacer las hacenderas, trabajos comunitarios aún habituales en regiones como Asturias, Castilla y León o País Vasco con el nombre de auzolan. “Vamos a un pueblo y ese pueblo decide qué trabajos hay que hacer, si hay que limpiar una acequia, construir un gallinero o lo que toque”, explica Lalo.

A los trabajos en la huerta, de elaboración de productos para su venta y trabajos comunales junto a otros pueblos de la zona, en Fraguas se suman otra serie de labores cuyo objetivo es recuperar la vegetación autóctona de la zona. Porque, aunque en los años 60 el régimen de Franco eliminó el pueblo para su reforestación, no lo hizo bien. En vez de replantar vegetación autóctona, decidió llenar la zona con un tipo de árbol de rápido crecimiento para la explotación maderera.

“La reforestación que hizo Franco fue con pino resinero, que no es autóctono. El único pino que sí es autóctono de la zona es el pino silvestris, que sigue existiendo en las zonas más altas de la sierra”, explica César. Antes de llegar a Fraguas, César aprendió sobre reforestación en la Sierra de Gata (Extremadura), donde trabajó junto a la asociación Reforest Acción en plantaciones de vegetación autóctona. Cuando llegó a Fraguas, también se estaban haciendo ya reforestaciones, y se unió al trabajo.
 

“Estamos haciendo reforestaciones todos los años, sobre todo de quejigos, encinas, robles, sabinas y enebros”, explica. Son reforestaciones que se realizan, sobre todo, en una zona de la sierra que sufrió un incendio en 2014. “Toda la zona que se incendió era de pinos resineros y la estamos reforestando poco a poco con árboles autóctonos con organizaciones como Arba y Arriba las Ramas. Nos juntamos unas cien personas, nos pasamos todo el día reforestando y luego comemos níscalos con patatas”, explica César.

El sol comienza a quemar. Recorrer los cinco edificios que conforman Fraguas no lleva mucho tiempo. Entre ellos se ven aún los cimientos de otras antiguas viviendas que podrían haber vuelto a la vida si la justicia y la administración hubieran permitido a los repobladores de Fraguas continuar con su proyecto de vida.

Nos sentamos a la sombra a comer las patatas con ajetes que han cocinado y nos dan a probar un par de sus cervezas artesanales.

—Pues esta cerveza sí que tiene gas, y además está bien buena —le decimos a César.

 

https://www.elsaltodiario.com 

 

sábado, septiembre 10

Entreser. Jorge Riechmann

 


Tienes que decidirte:

o lo real son los movimientos del dinero,
o lo real son los cuerpos de hombres
y mujeres. Irreconciliablemente
esa opción seccionará el mundo.

Lo llamaremos lucha de clases.




***




TIEMBLO POR el antílope, por el lobo y por el ser humano:



pero quedan y quedarán suficientes mohos, bacterias e insectos



como para que este planeta siga siendo un lugar muy agradable.





***




MIENTRAS EL capital va convirtiéndose en una estructura de acero



la sociedad va convirtiéndose en un puré.



La estructura de acero resulta ser por cierto



un pasapurés.




***


                                              en memoria de Ernesto Guevara




NO CONSTRUYÁIS estatuas:



sembrad jardines.





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LA LUCHA



no se decide en las calles



sino en los callejones


 

de la conciencia





           Jorge Riechmann. Entreser (poesía reunida. 1993/2016)

miércoles, septiembre 7

[Documental] On Nation (and other dogmas)

 

 

A partir de la reapropiación de imágenes de archivo de contenidos dispares (imágenes de guerra, partidos de futbol, celebraciones sociales, rituales religiosos, personajes históricos...), y procedentes de distintas fuentes (entre las que se incluyen películas de Chris Marker, Alain Resnais, Leni Riefenstahl o Gianikian y Ricci Lucchi, junto a imágenes de spots, telediarios...), la productora Zavan Films elabora este complejo y caleidoscópico trabajo sobre las identidades (nacionales, religiosas, comerciales...) y su relación con la guerra, los beneficios económicos y los "crímenes legales".

domingo, septiembre 4

Incendios, catástrofes y lo que les preocupa el tema

 


Estos días hemos sido informados a gran escala de la magnitud de varios incendios que han arrasado y arrasan cientos y miles de hectáreas de bosques. Poblaciones evacuadas, un bombero y un piloto muerto y muchos más heridos, un tren metido entre las llamas y los pasajeros en pánico mientras la maquinista salvaba la situación… Por lo visto decenas de medios aéreos y un par de cientos de equipos han atendido un frente de llamas de más de cien kilómetros en la comunidad valenciana, y en Zamora, y en Galicia, y en Cáceres…, y se las han visto y deseado para frenar el desastre. Vamos a poner que serían unas mil o dos mil personas trabajando no todas a la vez, en turnos infernales, en unas condiciones de espanto.

Por otro lado, declaraciones de políticos diciendo esto y lo otro con gesto preocupado, que si los rayos provocaban los incendios junto con la sequía y los vientos, además de la dificultad del terreno… No sé si alguien de esa peña habrá echado la culpa a la imprudencia de los conductores.

Lo que quería resaltar, es que los remedios que se aplican a estas catástrofes, son los que les da la gana al Gobierno. No les preocupa gran cosa. Y a los hecho me remito. Resulta que en Ucrania dos estados están enfrentándose en el Donbás, en un frente de varios cientos de kilómetros, donde hay destacados unos trescientos mil soldados con todos los avíos y pertrechos. Tanques, artillería, minas, fortificaciones, francotiradores… Más la logística para mantener todo eso en marcha: intendencia de balas, cohetes, misiles, aceite para motor, lubricantes, gasolina, repuestos y comida más papel higiénico a la hora de nutrir el estómago insaciable de dos ejércitos a la greña quemándolo todo. España participa en ese bochinche, fragatas, tanques, camiones, instructores… Y sin embargo para eso, hay dinero, recursos e inteligencia gubernamentales. Hay incluso, armas termonucleares desplegándose apaciblemente sobre nuestras cabezas.

Nunca dejará de asombrarme la capacidad de los dirigentes mundiales y de los técnicos a su servicio, que sacan dinero de debajo de las piedras para alimentar un incendio pavoroso, mientras estudian la manera más eficaz de matar gente. En tanto que un incendio accidental o no, en terreno escabroso, es imposible de controlar durante semanas. 

Es para pensar un rato, cabizbajos y meditabundos, como si rezásemos a algún espíritu invisible, en lo mucho que les preocupamos a esos tipejos. Sí que hay pasta en juego, sí. Pa lo que les importa realmente. Fin.

 

Acratosuario rex

jueves, septiembre 1

Crisis energética global, capitalismo y soluciones a la vida básica fuera de esa telaraña

 

El pasado mes el colectivo comunicativo Cuellilargo editó una serie de vídeos titulados «Petrocalipsis. Crisis energética global y como sí la vamos a solucionar», basados en una síntesis del libro de Antonio Turiel, científico y doctor en Física por la Universidad Autónoma de Madrid. Nosotras nos hemos propuesto realizar un breve resumen de esos vídeos gracias a las notas que el propio colectivo Cuellilargo nos ha compartido. Recomendamos la visualización completa de la serie de vídeos y la profundización en la lectura del ensayo de Antonio Turiel para ampliar toda la información.

La eterna crisis del capitalismo y el pico de petróleo

Estamos viendo cómo suben los precios del petróleo, el gas, la luz y, por extensión, de muchos alimentos y productos básicos. Vemos la tensión en el sector del transporte, pero también en la pesca e incluso la agricultura, la escasez de alimentos será una realidad y esta inflación no es consecuencia exclusiva de Putin como el gobierno español dijo recientemente, pero claro, para esto sirve la guerra, para culpar a otros de problemas mucho más complejos y que tienen responsabilidad compartida. Los problemas energéticos y de recursos básicos vienen de mucho antes de esta guerra, que evidentemente los agrava y los complica aún más. Nunca saldremos de esta crisis, al menos dentro del esquema económico y social capitalista. Éste se niega a reconocer un sencillo enunciado científico, y es que físicamente es imposible crecer ilimitadamente desde una perspectiva económica, ya que la economía se asienta siempre sobre los límites físicos del propio planeta. La problemática está mal planteada, y la solución no se halla en encontrar una fuente de energía verde y eternamente ilimitada como pretende el capitalismo, porque eso es científicamente imposible. Todo el énfasis se pone en aspectos técnicos y tecnológicos y en el desarrollo científico, porque no se quiere mirar el principal, el verdadero y auténtico problema. El sistema económico necesita el crecimiento continuado para sobrevivir, y en los últimos años, nos arrastra a toda la sociedad de un ciclo recesivo al siguiente en una crisis que no va a acabar nunca.

Ese techo de cristal está hecho de energía, concretamente de petróleo, y cada vez está descendiendo más, y sin energía nada funciona, pero cuando nos referimos a nada, no solamente hablamos del mercado capitalista, sino de nuestros servicios más básicos para la vida que están letalmente vinculados al futuro del sistema. Y  en todo este desastre su primer síntoma es la misma escasez de petróleo como una realidad ya en el presente. Es bien conocido que el consumo de petróleo libera grandes cantidades de dióxido de carbono que contribuyen al cambio climático, junto con otros gases contaminantes que provocan enfermedades respiratorias. Además, la extracción de petróleo puede contaminar el agua y la tierra de las zonas que lo albergan. Pero el sistema no puede dejar de usarlo, o colapsaría inminentemente. Este combustible fósil de alto rendimiento energético en poco volumen, hasta ahora extraído en abundancia y utilizado hasta la saciedad, ha hecho posible el sueño de la globalización capitalista. El petróleo, hoy en día, viene a ser la savia, la sangre de la economía mundial, se ha creado un monstruo que funciona a base de petróleo. Pero este globo dorado se ha pinchado y ya en la década pasada se advirtió de haber llegado al cénit de producción de petróleo o peak oil, un problema tan grave que obligará al sistema a prescindir del petróleo aunque no quiera hacerlo. De hecho, el petróleo nos va a abandonar mucho antes de que nosotras renunciemos a él.

 

Es un hecho conocido que, a pesar de que las reservas de petróleo puedan ser inmensas, la velocidad a la que extraemos petróleo se halla limitada por diversos factores físicos y no puede sobrepasar cierto valor. Después de haber alcanzado su máximo, la velocidad de extracción de petróleo irá reduciéndose paulatinamente sin remedio. Y es iluso pensar en el descubrimiento de nuevos yacimientos porque las previsiones ya contemplan este punto, y las mejoras tecnológicas y de eficiencia que pueda haber, por eso se denomina Petrocalipsis.

La energía fósil y el resto de energías alternativas en el sistema capitalista

En los siguientes vídeos de esta serie, Cuellilargo analiza una por una las distintas modalidades de la energía fósil, desde el conocido fracking, los petróleos extrapesados o bitumen, el petróleo oceánico, carbón, gas natural; y también otras energías alternativas planteadas como la energía nuclear, el hidrógeno, las energías renovables (eólica, hidráulica, solar…). Ninguna de estas fuentes de energía representa una solución al problema planteado, y en algunos casos, suponen riesgos inasumibles para la vida humana y el medioambiente.

Nos están vendiendo un futuro deslumbrante basado en las energías verdes, alternativas a los combustibles fósiles y una ilusoria movilidad eléctrica, pero lo que hay ahora mismo es algo mucho más limitado, y la energía que requiere el capitalismo para funcionar en su lógica de ilimitado crecimiento no puede ser obtenida ni técnica ni físicamente a través de las alternativas planteadas. Se insiste, una y otra vez, por ejemplo, en que el coche eléctrico es el futuro, como si fuera una verdad evidente e indiscutible, una panacea universal, cuando en realidad tendríamos que aclarar unas cuantas cosas antes de lanzarnos a invertir en una nueva burbuja que pueda empeorar aún más las condiciones de vida de la mayoría para que solo se beneficien unos pocos. Estas medidas no suponen siquiera parches plausibles temporalmente, significan tan solo una huida hacia adelante completamente desesperada.  En distintos estudios académicos se ha llegado a la misma conclusión, las economías de los países crecen a medida que crece el consumo de energía, lo contrario supone una crisis, y por supuesto el capitalismo es un veterano sistema en repartir las consecuencias de una crisis entre la sociedad explotada, costando decenas de miles de vidas humanas directa o indirectamente.

La llegada de la producción de los combustibles fósiles a su pico máximo y la manifiesta incapacidad de las energías renovables de cubrir completamente el agujero que irán dejando los combustibles fósiles van a imponer una situación de racionamiento forzoso. No se disminuirá el consumo de energía porque queramos, sino simplemente porque la cantidad de energía disponible cada año va a ser menor. Tampoco vamos a quedarnos sin energía de golpe ni el descenso va a ser vertiginoso (probablemente, este se prolongue durante unas décadas), pero sí que está garantizado que cada año obtendremos menor cantidad, y eso va a impedir que las economías crezcan de ahora en adelante. En el sistema económico dominante, si no crecemos ilimitadamente, tenemos un problema. Y asumir esta realidad nos va a imponer algo aún más drástico: acabará destruyendo el capitalismo tal como lo entendemos hoy [Aplausos y alborozo… ¿o no…? dependiendo de qué alternativas podamos construir]. Este colapso paulatino no será constante ni tampoco igual en todas las partes del mundo, en algunas zonas se podrán experimentar temporalmente ciertos períodos de mejora a costa de sumir a otras zonas en una depresión económica aún mayor.

No se podrá evitar que la producción de combustibles fósiles disminuya progresivamente a lo largo de las próximas décadas. Lo único que se puede llegar a cambiar, haciendo las cosas de la peor manera posible, es que la caída sea más rápida de lo que resulta estrictamente necesario (por ejemplo, invirtiendo los recursos disponibles en falsas soluciones o embarcándonos en guerras por el control de los últimos recursos). Las fuentes de energía renovable, aunque tengan un potencial de producción de energía muy elevado, solo podrían llegar a cubrir una fracción del total de energía consumida hoy en día. Además, un despliegue de tal naturaleza requeriría enormes cantidades de recursos minerales diversos, algunos de los cuales, como el cobre o el litio, que también van a comenzar a escasear pronto. Por si lo anterior fuera poco, todo esto sucede en un momento en el que la humanidad se enfrenta a grandes retos ambientales, entre los que despunta el cambio climático por su alcance global.

Las soluciones pasan por alternativas sociales que rompan con el capitalismo

La clave está en afrontar el decrecimiento, pero no de nuestras vidas individuales solamente (ya que el consumo al que nos invita el sistema es completamente insostenible), sin renunciar a recursos básicos para una vida digna y justa socialmente para todas las personas del planeta. El reto consiste en forzar al capitalismo a apagar el motor, un motor que debe seguir funcionando desde otras lógicas sociales distintas, por eso buscamos alternativas anticapitalistas reales a escala local y global. Ante esta situación que se nos viene, debemos salir a la calle y explicar el problema real, debatir el asunto y llegar a la conclusión de que hace falta adaptarnos a un entorno de decrecimiento forzado y comenzaríamos a hablar de cómo crear una nueva sociedad que genere empleo razonable y bienestar a todo el mundo sin necesidad de un falso crecimiento constante.

El problema real es la insostenibilidad consustancial al crecimiento. No hay margen para la reforma, no hay nada que se pueda hacer dentro del capitalismo. Mientras no abandonemos este sistema, esta crisis no acabará nunca. Y es que el problema de facto no es la energía, sino el capitalismo. Para demostrarlo, hagamos una sencilla hipótesis: si ahora mismo se duplicasen las reservas de petróleo fácilmente extraíble, tardaríamos solo treinta años en agotarlas al ritmo del consumo actual.

 

Debemos orientar la economía a la satisfacción de necesidades y no al crecimiento infinito de un sistema que es nuestra perdición. ¿Qué cambios deben hacerse? Pues se trataría de cambios de índole más social que tecnológico o energético, de modificar nuestra manera de relacionarnos con el planeta y nosotras mismas. De asumir cambios profundos en nuestra manera de entender la economía humana. Algunas medidas necesarias para no colapsar serían las siguientes:

Anulación de las deudas actuales totalmente impagables y que condenan a sociedades y países a la más pura esclavitud, esto implica reconocer la injusticia de esas deudas basada en la desigualdad, y partir de una situación más justa. La redefinición del dinero y su conversión en divisas locales, ajenas a intereses capitalistas globales y cercanas a un flujo socialmente razonable y próximo a una escala humana. Abolición y reforma profunda de los estados-nación actuales que son un esqueleto necesario para el capitalismo y la perpetuación de sus desigualdades, y establecer entidades horizontales de gestión social desde lo municipal, lo comarcal, y la construcción de instituciones confederativas. La definición de planes de transición locales que logren un cambio radical y rupturista, sustituyendo los planteamientos capitalistas por unos sociales a pequeña escala y atendiendo las necesidades de cada contexto social y geográfico. Preservación de los servicios básicos que serán atacados por el capitalismo en sus violentos coletazos para intentar conservar sus privilegios. Estos servicios fundamentales tendrían que ser sanidad, asistencia social y educación, debiendo ser organizados y administrados por el propio municipio.

Los poderes capitalistas se van a tirar encima de quienes osen plantear el abandono del capitalismo y la implementación de medidas en esa dirección. Una parte del sector académico, abiertamente al servicio de los intereses económicos dominantes, descalificará toda propuesta alternativa que se haga, y los gobiernos lo declararán como un ataque a los estados del bienestar y la democracia. Eso no quiere decir que nos podamos sentar tranquilamente en nuestro sillón a esperar a que el capitalismo desaparezca, ahogándose en sus propias contradicciones. Porque, si bien el capitalismo acabará desapareciendo, o mutando muchísimo con respecto a lo que es ahora, aquello hacia lo que nos encaminamos dependerá de las medidas que tomemos nosotras aquí y ahora. No es ninguna locura pensar en que podemos acabar en un sistema ecofascista en que un Estado imponga a sus ciudadanos medidas autoritarias y represivas para el control exhaustivo de los recursos energéticos. También podríamos acabar en un sistema militarista y expansionista, convencido de que la solución a la crisis es invadir tantos países como pueda para obtener los recursos que se necesitan para mantener su statu quo anterior. O incluso derivar en un sistema neofeudal, en el que uno o varios señores de la guerra impongan su ley a sangre y fuego a toda la población. Aunque también podemos acabar en un sistema democrático directo y asambleario, capaz de respetar los límites del planeta y, al mismo tiempo, las libertades individuales y colectivas.

Las medidas esbozadas son las únicas que resultan imprescindibles en una situación de decrecimiento energético, el capitalismo solo pone trabas y los gobiernos generan ficticias soluciones como el Green New Deal que solo perpetúan esa miseria de no afrontar una transformación profunda a tiempo. No hay ningún problema técnico que resolver, sino que todo el problema es de organización social, pero en nuestras mentes moldeadas por este sistema es mucho más difícil cambiar la manera de organizarnos y de entendernos entre nosotras que crear una especie de reactor nuclear mágico que proporcione una cantidad de energía infinita para siempre.

Y sí, así funciona el mundo neoliberal del que nos vendieron la moto en el siglo pasado, un mundo basado en abstracciones ilusorias, falsedades científicas y un egoísmo extremo de quienes lo estructuran y le sacan todo el beneficio. Y eso tiene su reflejo en el mundo global a través de guerras estratégicas como la disputada actualmente en suelo europeo. Cada potencia regional en este mundo multipolar trata de imponer su poderío ideológico en las reglas de juego del capitalismo, no son propuestas ideológicas antagónicas enfrentadas entre sí. Los recursos energéticos son las piezas de un tablero de ajedrez donde actúan múltiples actores, y el jaque definitivo no es a ningún rey, sino a las sociedades que integramos el planeta, nos jugamos nuestras vidas y nuestro futuro. Debemos buscar soluciones reales fuera del capitalismo, pero no mañana, sino hoy mismo, partiendo de la convicción de que habrá muchas problemáticas y que aún está todo por hacer.

 

Fuente original:

Petrocalipsis: Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar. Antonio Turiel, 2020.

El vídeo de @Cuellilargo: Petrocalipsis – Crisis energética global y cómo SÍ la vamos a solucionar