Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, marzo 31

Renovables, ¿no, gracias?

 


En años recientes, y más aún en los últimos meses, la aparición de muchos (y grandes) proyectos de instalación de parques eólicos y solares en el territorio está generando la aparición de muchas protestas e impugnaciones desde el mundo rural. La razón es simple: como en otras muchas ocasiones, estas comunidades sienten cómo se les imponen decisiones sin su participación cuando serán ellas las que sufrirán las afectaciones. Pero, ¿qué otros ángulos debemos incluir en este debate?
 

Renovable, el recurso o la tecnología
 

Cuando se habla de un recurso renovable está claro a lo que nos referimos. Mientras el petróleo es un bien finito que tarde o temprano se agotará, el Sol, el viento o las mareas, inclusive la energía geotérmica, son fuentes energéticas que pueden perdurar. Quemar petróleo, además, supone emisión de gases con efecto invernadero con impactos cada vez más complejos y destructores, tanto que la Agencia Internacional de la Energía, ya hace algunos años, recomendó dejar en el subsuelo las dos terceras partes de las reservas conocidas de todos los combustibles fósiles. Por todo ello, hay un consenso social en la necesidad de dejar de consumir petróleo.
 

Pero esta situación se complejiza cuando analizamos la tecnología y funcionamiento de las actuales formas de aprovechamiento de la energía del Sol y del viento. Las placas solares y los molinos de viento que redibujan nuestros paisajes esconden en su interior la necesidad de unos materiales minerales que, como el petróleo, también son finitos. En algunos casos, son minerales tan escasos que se incluyen en una categoría conocida como ‘tierras raras’. De hecho, no solo la mecánica para extraer la energía depende de minerales finitos, el transporte de la electricidad con la que querremos cargar nuestros coches eléctricos significan muchos kilómetros de cobre. Y como son tantos, y como parece que serán muchos más, la pregunta es doble ¿cuánto cobre está disponible y cuál es el impacto que provoca su extracción?
 

Minerales importados
 

En este sentido las campañas de muchas entidades para darnos a conocer el origen del coltán que utilizan todos nuestros teléfonos móviles nos abren los ojos. El cobalto que se requiere en estas tecnologías se encuentra en el Congo. Muy buena parte del cobre en Perú y Chile. El litio de las baterías para almacenar la energía conseguida, en Bolivia, Chile, Argentina y parece que en breve en Portugal. Y esos minerales con nombres complicados de recordar son procesados mayoritariamente en China.
 

En todos estos lugares, la acelerada extracción minera que supone abastecer a esta industria y sus usos, provoca graves problemas por contaminación directa de la tierra, agua y aire de la zona, requiere de un uso excesivo de agua que limita otros usos más esenciales como el de boca o el agrícola y genera graves problemas sociales como desplazamientos forzados de comunidades, enfermedades por toda la toxicidad mencionada o verdaderos conflictos bélicos para el control de estos recursos.
 

Otro ejemplo aún más desconocido
 

Es paradójico conocer que para construir molinos de viento “verdes” se deforeste la selva amazónica del Ecuador. Las palas del rotor de los molinos “están hechas en su mayoría de plástico reforzado con fibra de vidrio y madera de balsa unida con resina epoxi o poliéster”, dice Peter Meinlschmidt, director del Instituto Fraunhofer de Investigación de la Madera, Wilhelm-Klauditz-Institut, WKI, en Brunswick.
 

La balsa es un árbol que crece en los bosques tropicales y en la actualidad, como denuncia la población indígena de Ecuador, está siendo explotada en grandes cantidades por capitales extranjeros, sobre todo chinos. Y aunque es un árbol que crece con rapidez, más rápida es la demanda del material lo que, finalmente, provoca altas tasas de deforestación de la selva y pone en peligro el clima y la vida sostenible (ellas sí) de estas comunidades. Te puede interesar
 

Lo más importante es el uso
 

Sin minimizar la importancia de qué energéticos se utilizan y se consumen, cómo se los explota y procesa, así como quién controla la generación de energía, es trascendental pensar para qué se emplea la energía. Si yo uso unos pocos decilitros de gasolina para mi motosierra, ¿hago un uso poco ecológico? Si con ella puedo hacer leña para pasar el invierno, está claro que no. Mayor atención debería de ponerse en este punto pero las administraciones lo ignoran ¿Necesitamos talar árboles para disponer en casa de un aspirador eléctrico cuando existen las escobas?¿Necesitamos consumir petróleo para importar comida que podemos producir en nuestras tierras?

 

Gustavo Duch

domingo, marzo 28

La plaga de nuestro tiempo

 


«La combinación de distintas pestes, guerras y absolutismos parecen sucederse en la historia de manera que los breves lapsos de civilización casi se nos presentan como períodos anecdóticos dentro de una crisis permanente de la condición humana.»

«La plaga de nuestro tiempo está fuertemente arraigada en la naturaleza de nuestras relaciones sociales, en una forma de organización de la explotación y la dominación que hace tiempo dejó de tener más horizonte que el de su propia supervivencia. Hoy se hace patente, de nuevo, que los sacrificios necesarios para la continuidad del modelo se cargarán en la cuenta de aquellos que menos interés tendrían en mantenerlo.»


Juanma Agulles

Sociólogo y escritor, ha formado parte de Ediciones El Salmón y del colectivo Cul de Sac. En sus libros y artículos se ha encargado de analizar cuestiones relacionadas con la tecnología, la ciudad o la dominación social, dando lugar a una lúcida crítica social.

Es autor de Los límites de la conciencia, Piloto automático y La vida administrada, entre otros títulos. En 2017 ganó el Premio Catarata de Ensayo por su libro La destrucción de la ciudad.

https://editorialmilvus.net 

jueves, marzo 25

Tiempo


 

                     El tiempo es oro, reza el refrán popular.

 

Si nos debatimos por algo es por tener tiempo. Tiempo libre, decimos. La vida digital se ha adueñado de éste y lo ha convertido en beneficio para las empresas que gobiernan Internet.
 

“Que nos atraiga lo que nos destruye nos aparta siempre del poder”

Virginie Despentes, Teoría King Kong.
 

 

Punctum

La pantalla es la nada. Una viva imagen de la muerte. Vacío. Desierto. El punctum, la fascinación de la imagen, la fuga y la posibilidad de la metáfora, han sido devoradas metonímicamente por el píxel. Se toma la parte, el fragmento, el instante, por el todo. Sin fuga posible, el píxel es la clausura. Esa imagen mortal está fragmentada, es incapaz de hilvanarse para crear un discurso, no se puede tramar, nos incapacita para urdir una trama, para tramar, para construir metáforas y habitarlas; si el vídeo mató a la estrella de la radio, el píxel acabó con la poesía, con la subversión de la poesía como un arma cargada de futuro.

Ese punto-ciego-de-la-intuición que se fuga hacia posibilidades abismales, la profundidad de un horizonte por descubrir, desaparece en el flujo constante de imágenes muertas intercambiables, sustituido por el vacío generado por imágenes-fantasma, las phantom-shots de las que hablaba Harocki, como una continuidad de espacios vacíos captados por las máquinas de guerra de la visión hacia un punto de no retorno, que nos incapacita para reapropiarnos de nuestra propia historia.

Re-cuerdos

Re-cordar. En latín, volver a pasar por el corazón. Estar cuerdo es estar consciente, lúcido, crítico, alerta ante un peligro, ante el advenimiento de un peligro, leer las señales, interpretar los signos y los símbolos, intentar unir estos en una historia propia, una casa propia; la casa del lenguaje, de la acción, de los gestos y la vida autónoma y no autómata. Estas se confunden constantemente hoy, si es que aún existe el hoy.

¿Cómo apropiarse de un recuerdo? En otro lugar escribí sobre esto hace años, el acontecimiento o la huelga de estos más bien, como nos recuerda Baudrillard. Re-historizar, apropiarnos de las palabras, contar la historia, nuestra historia con nuestras propias palabras, no con las del amo, parafraseando a Audre Lorde. La imposibilidad de contar, de contarnos en el imperio de la mentira, de la posverdad, como consecuencia directa de una fragmentación que rompe el hilo del relato, el sinsentido como nuevo sentido, la posibilidad de contarnos, más allá de un espejismo, de un juego de espejos que deforman nuestra imagen, desintegrando nuestras experiencias, el contexto que somos.

La insurrección a esta sumisión voluntaria pasa por apropiarnos de nuestra memoria, del tiempo denso y profundo de los afectos frente al inútil y tóxico feed constante con el que alimentamos nuestra apatía, cada vez más carentes, necesitados de la pequeña subida de dopamina que alienta ese viaje narcisista a ninguna parte.  

Simulacros

Todo en Internet es un juego macabro al servicio del capital, la vida misma fuera de las pantallas —si aún es posible— ha devenido ese mismo juego, un juego despiadado y barato, regido por el diktat neoliberal: acumular y acumular, competir y competir por acumular, más likes, más emoticonos, más interacciones y más atención que nutran a la máquina de falsas e-mociones, hasta la extenuación.

La disrupción de lo digital torna nuestras experiencias y afectos, el contexto que construimos, nuestra capacidad para interpretar, en un simulacro, vaciando de potencia los acontecimientos. Las máquinas-de-la-visión son máquinas de guerra regidas por algoritmos contra nuestra propia visión.

En la posteridad digital no cabe la alteridad, la opacidad de los muros digitales en los que se proyectan constantemente esas imágenes deformadas por el narcisismo, la depresión y la ansiedad, nos alejan del mundo, de la experiencia del otro, de los otros, al convertirnos en objetos reflejados en un espejo deforme: la soledad de la multitud conectada y la vida entre pantallas.

Un viejo mito de muchas culturas ancestrales habla de la negación a ser fotografiado para no perder el alma. Es precisamente esto lo que los simulacros provocados por lo digital hacen con nosotros. La falsa transparencia constante de gestos simulados y mecánicos, filtrados y automatizados, para adaptarnos a la suspensión del tiempo denso y profundo que operan los algoritmos en los muros, el feed de las redes (anti)sociales y los servicios de mensajería privada de Internet nos separan, paradójicamente, del mundo. Y mirar al otro por encima de un muro, nos dice el filósofo Ailton Krenak, es el comienzo del genocidio. 

 

Extraído de https://www.elsaltodiario.com

lunes, marzo 22

No perdamos el tiempo

 

 

Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.
¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna…
Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel,
y no decir lo inti1no, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando,
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre.

 

Gloria Fuertes

viernes, marzo 19

El abismo se repuebla

 


Jaime Semprún

 

El abismo se repuebla es un libro que marca un punto de inflexión en el pensamiento crítico revolucionario, cerrando una etapa de balance que debutó con la revista Encyclopédie des Nuisances (EdN) y el libro de Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo. Constituye un nuevo momento de la reflexión teórica coincidente con la entrada en una época oscura donde la sinrazón ha llegado a su punto más alto: la destrucción del medio obrero, la entronización de una sociedad de masas, la globalización de los mercados y el salto tecnológico hacia adelante tienen su correlato en el descenso abrupto de la crítica social hasta casi su práctica desaparición. [...]

Con estas claras palabras comienza Miguel Amorós la presentación de esta imprescindible obra que publicamos en una traducción revisada de Tomás González.El abismo se repuebla es un texto muy importante en el contexto de la crítica social radical y sincera, pero no es lo deseablemente conocido entre los lectores en castellano. Es un escrito que aporta poderosos y lúcidos argumentos a las líneas de discusión sobre la alienación y la dominación en la sociedad contemporánea. Y está emparentado —por la brevedad, la urgencia y la importancia de su irrupción en el debate social— con textos como el Comunicado urgente contra el despilfarro, A nuestros amigos, La revolución del arte moderno y el moderno arte de la revolución, La abolición del trabajo o Cómo vivimos y cómo podríamos vivir por citar algunos ejemplos. Celebrado y criticado ampliamente desde el momento de su aparición, creemos que sigue siendo un texto de imprescindible lectura.

[…] Las cosas que la gente no tiene ganas de escuchar, que no quiere ver aun cuando estén bien a la vista son entre otras las siguientes: primero, que todos los perfeccionamientos técnicos que han simplificado la vida hasta eliminar de ella casi todo lo realmente vivo, fomentan algo que ya no es una civilización; segundo, que la barbarie surge, como algo natural, de esta vida simplificada, mecanizada y sin espíritu; y, tercero, que, de todos los resultados terribles de esta experiencia de deshumanización a la que la gente se ha prestado de buen grado, el más aterrador de todos es el de su descendencia, ya que este es el que, en resumidas cuentas, ratifica todos los demás. Por ello, cuando el ciudadano-ecologista se atreve a plantear la cuestión que cree más molesta preguntando: «¿Qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos?» en realidad, está evitando plantear otra realmente inquietante: «¿A qué hijos vamos a dejar el mundo?». […]

martes, marzo 16

Comprar cuero es maltratar animales

 

Nuestra sociedad (en general) se indigna cuando surgen noticias de maltrato animal (especialmente hacia perros, gatos o caballos). Sin embargo, convivimos con el maltrato animal a diario y la sociedad no lo ve, tal vez porque no quiere verlo. Un ejemplo es el uso generalizado de cuero. El cuero es piel de un animal que vivió —casi con seguridad— en condiciones indeseables: sufrió durante su vida y durante su muerte.

En un bolso, unos zapatos o un cinturón de cuero, también podemos ver los ojos de un animal pidiendo que no mercadeemos con su piel. Estamos éticamente obligados a preguntar por los componentes de cada objeto antes de comprarlo.

El cuero suele ser piel de vaca, pero también lo hay procedente de otros animales (cerdos, ovejas, cabras, caballos, avestruces, reptiles… incluso perros y gatos en China para productos baratos que se venden por todo el mundo). Una vez arrancada la piel del animal, se pierde la pista de su origen. Antes de venderla hay que curtirla para evitar su putrefacción. En todo el proceso hay, al menos, tres graves problemas:

  1. Impacto ambiental: Aquí tenemos que incluir dos aspectos inseparables.
    1. Impacto de la ganadería en su conjunto (cría, transporte y sacrificio): Esta es una de las industrias más conflictivas del planeta, provocando deforestación, contaminación de tierras, consumo excesivo de agua, grandes emisiones de gases contaminantes (especialmente metano), contaminación de acuíferos, de ríos y de mares, pérdida de hábitats, extinción de especies, etc. Reduciendo la ganadería se reduciría la contaminación y tendríamos tierras y agua para alimentar y vestir a muchas más personas (lo dice la ciencia). Se estima que la ganadería:
      • Es la responsable del 18% de las emisiones contaminantes de GEI.
      • Ocupa más del 30% de las tierras cultivables del planeta.
      • Consume más del 50% del agua que usan los humanos.
    2. Impacto del curtido: Se usan productos químicos muy contaminantes, como cromo, arsénico o cianuro, además de grandes cantidades de agua, lo que eleva la huella hídrica de los productos de marroquinería.
  1. Condiciones de los trabajadores: Entre los trabajadores del curtido hay mucha incidencia de cánceres (especialmente cáncer de páncreas), problemas respiratorios y cutáneos. Los salarios y las condiciones laborales suelen ser malas, incluso permiten el trabajo de menores (en Pakistán, por ejemplo, uno de los grandes exportadores de cuero). El trabajo en mataderos es, obviamente, indeseable para la mayoría de las personas. Suelen trabajar allí los que no tienen otras alternativas.
  1. Maltrato animal: Hasta usar lana es una forma de esclavizar animales y en su cría se les provoca mucho dolor y sufrimiento invisibilizado (como el desconocido proceso de mulesing). Por tanto, con más motivo el cuero es algo éticamente rechazable. Es imposible producir cuero de forma ética para los animales.

La industria del cuero no es ajena a sus problemas y por eso aplica técnicas de greenwashing para confundir a los consumidores. Cuatro de estas estrategias son:

  1. Algunos presumen de ser “libres de cromo” (chrom-free), pero evitan mencionar que usan otros productos químicos y, por supuesto, no hacen nada respecto a los demás problemas mencionados.
  2. Otros alegan sellos de “bienestar animal” diciendo que sus animales se han criado en “semilibertad y ecológicamente”. Aunque unos animales pueden vivir mejor que otros, se están usando de forma egoísta, simplemente por el beneficio para los humanos y, por supuesto, al final todos los animales son sacrificados (incluso los de granjas supuestamente ecológicas).
  3. Otro argumento es que la humanidad lleva usando pieles desde la prehistoria. Un argumento absurdo que no justifica hoy todos los problemas que hemos expuesto, más aún cuando tenemos muchas alternativas disponibles. En todo caso, el consumo en la prehistoria no amenazaba la estabilidad planetaria. En la prehistoria no había macrogranjas, ni se producía soja deforestando el Amazonas para alimentar ganado a miles de kilómetros.
  4. Los defensores del cuero alegan que es un subproducto de la industria de la carne. El argumento no sirve porque la industria ganadera también gana dinero vendiendo la piel y podría alegarse que la carne es un subproducto de la industria del cuero. Lo mismo se puede decir con los huesos de los animales con los que se fabrican cosméticos, gelatinas y golosinas, por ejemplo. Tanto si compras carne como si compras gelatina, golosinas o cuero estás dando dinero a esa industria, la cual te agradece tu contribución y tu apoyo directo.

Es imposible descubrir el origen del cuero de un producto: nunca lo pone en la etiqueta. Tampoco se indica nunca la especie del animal del que procede esa piel. Si es algo barato, muy posiblemente es piel de perro. Muchas veces el cuero viene de lejanos países donde las leyes sobre bienestar animal son laxas o inexistentes. Un curioso caso es el de India: dado que allí la vaca es un animal sagrado está prohibido matarlo en casi todos los estados. Lo que hacen es matarlas clandestinamente o transportarlas a países o estados donde es legal su sacrificio. Hasta las vacas sagradas mueren para alimentar el comercio internacional.

 Lo mejor de todo es que hay alternativas vegetales y no son caras. El nailon es una alternativa plástica, pero no es recomendable porque produce micro y nanoplásticos que contaminan el planeta. Solo tenemos que buscar esas alternativas vegetales y elegir con conciencia planetaria. A veces es imposible saber si un producto tiene elementos de origen animal porque ni siquiera lo saben los vendedores. En ese caso, para estar seguros debemos acudir a marcas y tiendas que garanticen ser veganas.

 

Extraído de https://blogsostenible.wordpress.com

sábado, marzo 13

Asesinatos de estado en las cárceles del estado español desde 2015

 


Presos: 863 asesinatos de Estado desde 2015

La cárcel mata, no redime. Según los datos oficiales, conocidos por una pregunta al gobierno realizada por el senador de Compromis Carlos Mulet, un total de 863 reclusos murieron en las prisiones gestionadas por la administración central del Estado entre enero de 2015 y diciembre de 2019, con 2018 como el año más criminal, con 210 fallecidos, y la cárcel de Morón de la Frontera (Sevilla) como el centro donde más prisioneros del Estado perdieron la vida, con 47.

Estos datos oficiales no incluyen los de las cárceles catalanas, controlados por los carceleros de la Generalitat.

2015 se saldó con 155 personas fallecidas en prisión y 2016 con un total de 157, mientras que al año siguiente la cifra fue de 147, mientras en 2018 volvió a subir hasta las 210 muertes, la cifra más alta desde 2009 y que supone un 42,9 % más que en 2017.

En 2019 fueron 194 las personas fallecidas, lo que supone casi 4 muertes a la semana de media, todo un macabro récord para el sistema penitenciario y criminal español.

En todo el quinquenio, la cifra de fallecidos alcanzó los 863, lo que supone 81 personas más en comparación con el periodo 2010.2014.

La prisión que tiene el triste honor de ser en la que más presos han perdido la vida en estos cinco años, es la de Sevilla 2 de Morón de la Frontera la que encabeza la lista, con 47, seguido del centro penitenciario de Aranjuez (Madrid VI), con 37, y la cárcel de León, con 35.

Precisamente, una gran parte de los fallecidos en el centro leonés corresponde al año pasado, cuando murieron 14, la mayor cifra en una cárcel durante un año en este lustro.

La cárcel de Málaga, la de Sevilla 1 y el centro penitenciario Puerto III de Cádiz acumulan 29 muertes cada una, lo que sumado al resto de prisiones convierten a Andalucía en la comunidad con más fallecidos a pesar de tener menos centros de reclusión del Estado.

Según esta estadística la media de edad de los reclusos fallecidos es menor de 50 y la causa fue muerte natural en el 54,4 por ciento de los casos, en tanto que el consumo de drogas lo fue en el 25,1 por ciento y el suicidio en el 15,8 por ciento. El resto de las muertes están originadas por accidentes, el VIH y las agresiones.

El estado español tortura y asesina. Los medios de comunicación callan. La patronal, multinacionales y toda clase de explotador@s se forran. Y la grandísima mayoría que somos el resto, no actuamos. ¿Hasta cuando?

Son miles las personas presxs abandonadas a su suerte y su enfermedad en los centros de secuestro del Estado, una situación que debemos denunciar.

 

¡¡NI OLVIDO NI PERDON POR LOS MUERTOS EN PRISION!!

 

¡¡PRESXS ENFERMXS A LA CALLE !!

 

Extraído de https://www.nodo50.org/cna

miércoles, marzo 10

Un juicio - Ruymán Rodríguez

 

En unas semanas seré enjuiciado y también, indudablemente, condenado. Se me acusa de un delito de «atentado a la autoridad» (poético, para un anarquista) y se me pide un mínimo de 1 año y 6 meses de prisión y 770 pavos de multa. Todo esto por supuestamente haber dado en 2015 una patada a un guardia civil en el cuartelillo donde se me retenía y torturaba con la finalidad de intimidarme y desestabilizar el proyecto autogestionario de vivienda de la Comunidad «La Esperanza», ubicada en el municipio grancanario de Guía.

No gastaré el tiempo en clamar por mi inocencia ni chorradas similares, y menos aun cuando hay compañeras y compañeros que en estos momentos, mientras escribo, ya están en la cárcel. Además, sería inútil. Que seré condenado es tan seguro como que mañana saldrá el sol. Se intentará con ello (si quiero evitar, según parece, que se ejecute la sentencia) tenerme «tranquilo» y sin alborotar durante algunos años y, si es posible, escarmentar en mi espalda a un anarquismo canario y a un movimiento insular por el derecho a la vivienda que lleva demasiado tiempo incordiando por encima de sus posibilidades.

Y luego dicen que los anarquistas somos ingenuos… Si piensan que la convicción de los militantes y la necesidad de los desahuciados pueden sofocarse con leyes, juicios y condenas es que no han comprendido nada. Hasta los propios fundadores del Derecho Romano lo asumían: necessitas caret lege («la necesidad carece de ley»). Ningún papel ni barrote han podido aplastar nunca el instinto de supervivencia y la urgencia de conseguir comida, techo y abrigo. Mi condena tampoco lo logrará.

Dicho esto, me gustaría usar este episodio como pretexto para compartir algunas reflexiones sobre el entramado judicial y sus mecanismos.

Lo primero es el propio acto del juicio. Entrar por primera vez en una sala donde se te va a procesar es como tomar parte en una suerte de ritual sobrecogedor. La liturgia recargada, el lenguaje arcaico, la atmósfera deshumanizada, las vestimentas ridículas, todo lo necesario para fabricar un ambiente solemne que apabulle a la víctima y la haga presa de la angustia y la culpabilidad. La sensación es como la de acercarse a un altar de sacrificios donde un sumo sacerdote puede decidir, a su antojo, tu destino. Aunque todo ello esté adornado con la parafernalia burocrática de la era moderna, el evento es tremendamente similar al que podría celebrar un chamán consultando a los espíritus sobre la culpabilidad del infractor o un inquisidor exigiéndole que confiese la verdad ante Dios: gente con disfraces absurdos asume un rol de autoridad suprema y decide sobre el destino ajeno en base a una fórmula, escrita o no, que para el enjuiciado adquiere cierto carácter sobrenatural.

La experiencia o la formación política pueden ir resquebrajando el aspecto mágico del chiringuito. Ver a los protagonistas momentos después del juicio con las togas en la mano, riéndose de lo sucedido en la sala, hablando de fútbol mientras mean en los baños del juzgado o apurándose un carajillo mientras fuman en una terraza cercana, le quita un poco de rigor al asunto. Igual que pasa con las detenciones en comisaría, con el tiempo llegas a comprender que todo es un teatrillo, una farsa enorme, patética, cómica y a la vez dramática. Gente adulta, orgullosa de símbolos y uniformes, amparada en un rango, convencidos más o menos del papel que interpretan y que han convertido una ópera bufa, un trágico carnaval, en un oficio respetable del que sus hijos pueden presumir en el colegio. Si no tuvieran el poder de destrozar la vida de otros, serían dignos de lástima.

Pero todo este circo se fundamenta sobre el texto sagrado de la sociedad civil desde el Código de Hammurabi: la ley.

Si las sociedades necesitan o no un código escrito para regularse puede ser tema de debate. Que ese código sea elegido por una minoría en base a sus intereses, impuesto a la mayoría y de obligado cumplimiento a través de la compulsión o la violencia, me parece algo mucho menos debatible. Siempre que los anarquistas planteamos la ridiculez que supone que un código verticalmente impuesto rija nuestras vidas se nos pregunta que haríamos con los crímenes, la violencia, etcétera (si nos dieran un céntimo cada vez que nos interrogan sobre esta cuestión tendríamos un PIB muy superior al de cualquier Estado). La realidad es que los códigos penales llevan existiendo siglos y nunca han conseguido mitigar o suprimir la violencia humana; con suerte la han refinado.

El Código Penal español, como todos los códigos punitivos del resto del mundo, sólo se fundamenta en la defensa de dos principios elementales: proteger la propiedad privada (todos los artículos sobre robo, allanamiento, usurpación, etc., derivan de ahí1) y garantizar que sea el Estado, y no ningún particular, el detentador único del monopolio de la violencia (usando la expresión de Max Weber). El Estado no tiene ningún interés en suprimir la violencia; sólo pretende controlarla y asegurarse de que nadie le disputa el privilegio de su aplicación. Ese, por encima de cuestiones morales, es el fundamento del que emanan todos los artículos que penalizan el uso de la violencia entre terceros.

Aun cuando esto se admita, se nos seguirá insistiendo sobre cuál es la alternativa anarquista a leyes, cárceles, policías y judicatura. Muchas compañeras y compañeros, antes y mejor que yo, nos han legado elaboradas respuestas al respecto2. Yo, con menos tiempo y luces, sólo puedo decir que no conozco la solución perfecta y definitiva, porque quizás no la haya. Sólo sé que el Estado español tiene casi la mayor población penitenciaria de la UE con una de las ratios más bajas de criminalidad3. Sólo sé que los delitos relacionados con la violación de la propiedad privada perderían su razón de ser si tuviéramos una sociedad donde la riqueza fuera compartida por todos y no estuviera retenida en manos de un porcentaje mínimo de la población. Sólo sé que gran parte de los presos y presas de las cárceles españolas están recluidos por delitos morales que quizás mañana no lo sean, como por ejemplo los vinculados con las drogas (tal y como en su día dejó de ser punible el adulterio). Sólo sé que fenómenos humanos naturales como la migración son considerados ilegales y que encerrar con ese pretexto a miles de personas en condiciones infrahumanas, como ocurre ahora mismo en Canarias, parece ser algo perfectamente legal. Sólo sé que en el Estado español es delito blasfemar contra Dios, ultrajar a la bandera, al rey o a las comunidades autónomas, hacer comentarios de mal gusto sobre terrorismo (quedan excluidos, por supuesto, el terrorismo de extrema-derecha o el de Estado) y que hay gente procesada o encarcelada por chistes, canciones, obras de teatro, performances o por quemar símbolos. Sólo sé que los cuerpos policiales profesionales existen desde hace siglos y sólo han servido para mantener los privilegios de la clase dirigente, salvaguardar la desigualdad, perseguir la pobreza, reprimir la disidencia política e imponer una violencia vertical muy superior a cualquier violencia horizontal. Sólo sé que las cárceles evidencian un grave estado de inmadurez social, donde el Estado, convertido en padre ignorante y cruel, soluciona los problemas de su hijo, el individuo disruptivo, encerrándolo en un cuarto oscuro hasta que aprenda la lección. Sólo sé que después de milenios con todo tipo de condenas, de cadenas perpetuas o penas de muerte, la violencia no se ha reducido un ápice. Sólo sé que quizás nunca haya una cura para la violencia humana, pero que tal vez no estaría mal analizar qué porcentaje de actos atroces son un reflejo de la sociedad donde se producen; probar con otros modelos de sociedad y aprendizaje donde a lo mejor no se nos inculque a los hombres que violentar a las mujeres forma parte de nuestra naturaleza y de nuestros privilegios; experimentar, quizás, con otras fórmulas de resolución de conflictos que no pasen por sumar más violencia a la violencia o por enterrar los problemas, también cuando esos problemas son seres humanos, bajo la alfombra.

Como humanos sufrimos una disociación cognitiva que nos desgarra por dentro. Se nos ha injertado dos morales: una superficial (la que públicamente define lo que es bueno o malo) y otra profunda (la que íntimamente define lo que es bueno o malo), las mismas que nos permiten repetir que «matar es malo» mientras somos capaces de racionalizar como aceptable que un soldado o policía pueda disparar a alguien. Nos han educado para interiorizar la violencia individual como un fenómeno desconectado de la violencia social, económica y gubernamental. Nos han adoctrinado para que las guerras, el heteropatriarcado, los desahucios, los despidos, la explotación laboral, el racismo institucional, las torturas y cargas policiales, nos parezcan violencias de una naturaleza más aceptable, lógica, racional, que la violencia espontánea de los individuos. Nos han enseñado que hay leyes de sangre –como las que atañen a la propiedad y a la obediencia– de obligado cumplimiento, y leyes de papel –como las que hablan de la responsabilidad social de los Estados– que pueden ignorarse sin consecuencias. Nos han acostumbrado a que las empresas, instituciones y partidos puedan romper sus propias leyes, como pájaros que atraviesan una telaraña, mientras nosotros, simples moscas, quedamos enredados en los delitos más ridículos, tal y como decía el viejo Calicles.

A pesar de esta cierta y dura conclusión, el mundo real, sensitivo, lejos de artificios y medidas de control mental, se puede abrir paso aunque te arrojen al más infecto agujero. Lo único que necesitamos es aprender a reducir el mundo oficial a su justa dimensión, poderoso en lo relativo a la fuerza bruta, pero impostado, ficticio y penoso en su expresión más pura. Todo se limita a que un grupo de gente, creyentes en el principio de autoridad que establece que unas personas son superiores a otras, se disfraza de jueces y policías para obligarnos a hacer lo que otro grupo de gente, que se disfraza de políticos, escribe periódicamente en un libro que dictamina qué es delito y qué no, y todo ello para salvaguardar el patrimonio de otro reducido grupo de gente que lleva siglos disfrazándose de propietarios, acaparando lo que es de todos y dictando lo que hace el resto de gente disfrazada. No te puedes tomar en serio algo así, aunque desgraciadamente por esa broma pesada la gente pierda su libertad, su salud, física y mental, años de vida o incluso la vida misma.

Pero por mucho daño que nos hagan no podrán borrar nunca una evidencia cruda: sus leyes, incluso las de sangre, están escritas en papel y hay que tener la certeza de que algún día, más tarde o más temprano, lloverá.

Desde aquí, y a modo de conclusión, sólo quiero ofrecer mi agradecimiento a todas las compañeras y compañeros y a todos los colectivos que de una u otra forma se han solidarizado con mi situación personal. Nunca podré agradecerles lo suficiente. Ustedes han hecho posible que pudiera seguir activo en un frente de lucha tan desgraciada pero necesariamente público y visible como el que afrontan la Federación Anarquista de Gran Canaria y el Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria. También a mis compañeras y compañeros de ambas organizaciones, a mis compis de fatiga diaria, por estar ahí cuando lo más fácil era no estar, por ayudarme a recoger los pedazos. Gracias a todos.

Sólo recuerden que si estos cabrones nos prohíben respirar sólo obtendrán una cosa: una desobediencia, como mínimo, de doce veces por minuto. Respiren fuerte, mis compas.

 

Ruymán Rodríguez

Norte de África, a finales del año 1 de la distopía pandémica

Fuente: https://anarquistasgc.noblogs.org/

lunes, marzo 8

No debemos salir el 8 de marzo

 


No podemos celebrar el 8 de marzo.
Por supuesto que no.
¿Cómo os atrevéis
a sugerirlo?
Todo empezó un 8 de marzo.
Los pangolines se aparearon el 8 de marzo
dejando escamas picatostes
para sopa de murciélagos.
Un meteorito cayó el 8 de marzo
y de la polvoreda se enfermó
la Lombardía,
y por culpa del 8 de marzo
Vox se vio obligado a traer
a Raphael a un mitin en
el Palacio de Deportes.

Todas nuestras penas, y las de los iraníes
y los argentinos y los chinos
empezaron por el 8 de marzo.
Fue una repetición de Adán y Eva,
o más bien Eva y Eva
follando una manzana
y comiéndose las calles descaradas ese día,
(Adán sólo solidario,
sin tomar la dirección del movimiento),
y la caída del hombre fue el 8 de marzo, fecha fatídica.

Todas las comidas y las cenas desde entonces
son sólo una protesta silenciosa
contra la perfidia, el desprecio vuestro
hacia vuestras abuelas y las mías.
Cómo se os ocurre sugerir
que podéis salir a la calle
(no entrar a la tienda: ¡¡salir a la calle!!).
¡Cómo os atrevéis a decir que podéis salir
un 8 de marzo!
Queréis celebrar el 8 de marzo y sois unas brujas.
Os quemaremos en hogueras el 9 de marzo.
Os quemaremos. Os vamos a crucificar.

El 9 de marzo empieza nuestra Inquisición
y más aún en la Marca Hispánica.

Las brujas, a los bares.
NO SALGÁIS A LA CALLE EL 8 DE MARZO.

 

Extraído de https://latercarealidad.wordpress.com/

domingo, marzo 7

Navalquejigo vive. La okupación rural madrileña en peligro

 

En un pequeño rincón de la sierra madrileña, cercano a El Escorial, se encuentra la aldea de Navalquejigo. De origen medieval (declarada en 2006 Bien de Interés Cultural por varias construcciones que datan de los siglos XIII al XVII), sus siglos de historia estuvieron a punto de llegar a su fin cuando en 1989 fue abandonada por sus últimos habitantes, como ha ocurrido en tantísimas poblaciones serreñas del centro de la península a lo largo del siglo XX.

Sin embargo, en 1998 un grupo de personas decidieron instalarse allí, recuperar y rehabilitar poco a poco el espacio y sus casas, devolviendo la vida al pueblo y conservando un entorno repleto de reliquias.

El proyecto

«La okupación rural es, para muchos, la mejor alternativa de vida, un proyecto sostenible y de conservación»

Recogemos a continuación un extracto de la presentación y el comunicado de prensa emitidos por las y los habitantes de Navalquejigo que explica en qué consiste en su proyecto:

Navalquejigo es un pueblecito okupado y rehabilitado de la sierra madrileña. En él vivimos cerca de 40 personas, de diferentes procedencias, ocupaciones o maneras de entender el mundo. Algunxs llevamos más de 20 años de convivencia pacífica, entre nosotrxs y con lxs vecinxs de alrededor, reconstruyendo y mimando este lugar, llenándolo de vida según nuestras convicciones tal como queremos y consideramos que es justo.

Navalquejigo es un asentamiento humano muy particular. Su formación ha sido y es continua y fluctuante, ha albergado a personas muy dispares y grandes historias entre sus muros, es un pueblo que ha visto nacer y crecer, ha vivido dramas y alegrías, mucho trabajo, etapas generacionales de lo más variopintas.. y arte, sobretodo mucho arte.. La mayoría de las personas que convivimos en el pueblo, nos dedicamos o tenemos vínculos con el sector del arte y el espectáculo, circo, músicos, técnicxs de sonido y vídeo, artesanxs…

Creemos en un estilo de vida alternativo y sostenible. Aquí nada se desecha fácilmente, practicamos el reciclaje, cultivamos la mayoría de nuestros alimentos y utilizamos diferentes recursos energéticos como las instalaciones de placas solares y aerogeneradores. Apostamos por la convivencia en armonía y el consenso vecinal, aun así, cada uno es libre de desarrollarse en su propio espacio.


El comienzo de la batalla legal

En el año 2007 se inició un proceso penal y a los pocos meses se llevó a cabo el desalojo de todas las viviendas por parte de la Guardia Civil. Durante 14 meses, muchas de las habitantes siguieron viviendo en el pueblo, en caravanas y tiendas de campaña, hasta que finalmente, la Audiencia Provincial de Madrid revocó la sentencia por la “falta de legitimidad” del denunciante, un ex comisario de la Policía Nacional que se personó como propietario de los terrenos, a pesar de que los había vendido a la constructora Edisan cuatro años antes, quien no los había inscrito aún en el Registro de la Propiedad. El fallo rechazaba igualmente que las viviendas estuvieran en estado de ruina en el momento de ser okupadas, lo cual era uno de los motivos alegados para proceder al desalojo.

A partir de entonces, entra en el juego Edisan. Esta constructora, nueva propietaria de los terrenos, pertenece al grupo San Román y está presidida, de hecho, por José Antonio San Román, sobrino de Fidel San Román, uno de los principales implicados en el famoso caso Malaya de corrupción urbanística.

De nuevo, Navalquejigo en peligro

Tras agotar la vía penal, Edisan recurrió en 2017 a la vía civil para reclamar la posesión de los terrenos que conforman el pueblo, con la intención de ejecutar un plan urbanístico que pone en peligro su patrimonio y que dejaría sin vivienda a sus actuales habitantes.

En diciembre de 2019 se celebró el juicio por la primera de las fincas que componen el pueblo en el juzgado municipal de El Escorial, que fue favorable para los demandantes, y contra el que se interpuso recurso ante la Audiencia Provincial de Madrid.

En febrero de este año, las habitantes de Navalquejigo recibieron la noticia de que el recurso había sido desestimado (es decir, que se confirmaba la condena), por lo que Edisan podría solicitar en los próximos meses el desalojo de esta parte del pueblo (la que engloba la finca a la que hace referencia la sentencia), y sentar jurisprudencia para el resto de procedimientos, poniendo en peligro no solo la integridad, sino la existencia misma de Navalquejigo.

A día de hoy, los y las habitantes del pueblo y varias asociaciones de vecinas se han unido en la Plataforma Salvemos Navalquejigo para tratar de hacer frente al posible desalojo. Igualmente, han comenzado una campaña de crowdfunding (micromecenazgo a través de donaciones online) en GoFundMe para costear los gastos del proceso judicial que se puede consultar haciendo click aquí.

Puedes consultar información actualizada y posibles convocatorias en su Facebook Navaljekigo_vive o contactar con ellas en el correo electrónico navalkejigovive@gmail.com

 

 Extraído de https://www.todoporhacer.org

jueves, marzo 4

Se quedaron con todo

 


Se quedaron con todo, 

también con el rencor, 

las formas de reconstruir la esperanza, 

de hacernos 

en su idea de la justicia 

una ausencia de culpables. 


Aunque ya no queman libros 

y se han sacudido, como caspa, 

al innombrable, 

el presente sigue siendo de azul en las camisas. 


Nunca vendrán los nuestros, 

porque no se puede avanzar ni un milímetro 

en la fosa común que les labraron. 

Se destiñó su color, 

el de la sangre. 

Atados y bien atados 

los dejó el general, 

como a nosotros. 


Los que llegaron después, 

eran sus hijos. 



Antonio Orihuela. Esperar sentado. Ed. Ruleta rusa, 2017

lunes, marzo 1

Némesis Médica. La expropiación de la salud y otros escritos

 


Más allá de determinado umbral la medicina se vuelve contraproducente; es la creciente medicalización de la sociedad lo que reduce la salud. Y hoy la medicina está regida por una cuestión económica: presupone que el mejor indicador es el nivel de “salud nacional bruto”, es decir, de distribución de los productos de la industria farmacéutica. Además, la medicina actual no quiere plantearse las causas del aumento de enfermedades, ya que estas causas constituyen la base misma de la sociedad y del sistema económico: ciudades masificadas, consumismo, trabajo precario y alienante, sobreproducción, contaminación y falta de cohesión social; todo esto genera estrés, frustración, angustia y falta de motivación… lo cual se intenta solucionar con medicamentos.

La profesionalización de la medicina pone en riesgo el conocimiento popular y el conocimiento de cada persona sobre su propio cuerpo (y la capacidad curativa de este). A la vez, el sistema capitalista arrebata a las comunidades sus concepciones sobre la salud, la enfermedad y su tratamiento. Una verdadera invasión farmacéutica pretende convencernos de que no hay salud fuera de los procedimientos de la clase médica profesional. Un nuevo lenguaje, elaborado en las altas esferas sociales, impregna entonces la sociedad, reduciendo lo que constituye un punto esencial de cada individuo: su autonomía personal.

Iván Illich define la medicina moderna como el monopolio radical de los expertos: tecnócratas como los que más, desde los ministros de salud y los gerifaltes de las multinacionales farmacéuticas y biotecnológicas, pasando por parte del personal de clínicas y hospitales (médicos comprados por los visitadores de las farmacéuticas, personal sanitario sin vocación o sin pensamiento crítico). Illich aborda también temas como al diagnóstico y el estigma; y analiza, desde la antropología social, cómo percibimos y significamos el dolor o la muerte en nuestra cultura.

Illich traza un análisis brillante de cómo nos se estamos convirtiendo en esclavos de nuestras propias herramientas, de las instituciones y bienes que debían haber estado a su servicio. Si la deriva del sistema no se detiene, Illich predice una profunda crisis social y económica. El fin de esa crisis tiene dos resultados posibles: la instalación de lo que él denomina un “fascismo tecnoburocrático” capaz de mantener el control sobre la población a pesar de que el crecimiento se haya detenido y los valores sobre los que se sustentaba sean cuestionados o la puesta en marcha de un sistema político distinto, basado en lo que llama la convivencialidad” (término que con el que dio nombre a un libro editado por Virus editorial y disponible para descarga).

coronavirus.  Puedes encontrarla en librerías como Malatesta, Enclave y Traficantes.

La medicina actual ha degenerado, quiere ser dueña de toda nuestra vida: su ideal es la prevención absoluta, totalitaria; encomendará ilusamente a la genética el crear un cuerpo mudo: pura fuerza de trabajo y de consumo, aun sabiendo que el precio de destruir la capacidad curativa innata es la enfermedad degenerativa (medicalización permanente: crear un enfermo incurable).

La editorial Irrecuperables nace de la iniciativa de rescatar obras, autores e ideas antagonistas, principalmente de la psicología crítica (pero no solo). También corrientes como la antipsiquiatría y el psicoanálisis político. Tiene por objetivo realizar una crítica a las teorías que constituyen la psicología y la psiquiatría oficiales, así como a la relación de estas con el poder. Han publicado libros como La revolución sexual (Reich) o Más allá del diván (Gross), ya reseñado anteriormente en este medio. Es un proyecto sin ánimo de lucro, horizontal, autogestionado y abierto a nuevas participantes. Su correo electrónico es: irrecuperables@autistici.org

Autor: Iván Illich. Editorial Irrecuperables. Enero 2021. 410 páginas

 

Extraído de https://www.todoporhacer.org