Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

sábado, abril 29

Anarquismo: educación, cultura y emancipación social

Desde sus orígenes, el movimiento anarquista ha profesado un amor apasionado por la cultura y la educación; no nos referimos únicamente a las manifestaciones culturales específicas dentro del anarquismo, sino a la cultura y el conocimiento de un modo amplio y liberador.

El sociólogo Christian Ferrer, en su notable obra sobre el movimiento anarquista, afirma que está poco rastreada la influencia que ha tenido sobre los intelectuales y los diferentes grupos sociales de carácter progresista y de vanguardia, a lo largo del siglo XX. De lo que no cabe ninguna duda, es de que el anarquismo ha sido y es una parte primordial del sustrato cultural, ético, político y existencia de los movimientos sociales. Esto es así por varios motivos, que merece la pena analizar. Tal como nos dice Paco Madrid, y como pensamos que se sostiene de manera generalizada por los anarquistas, la propia condición libertaria, que obligaba a prefigurar una sociedad futura sin explotación ni opresión, ayudó a configurar esa asombrosa fortaleza cultural. Solo hay que observar la innumerable cantidad de publicaciones, libros y folletos que publicaron los anarquistas, y que continúan haciendo en la actualidad ayudados por las nuevas tecnologías, ya que consideran que es la mejor herramienta de propagación de las ideas. La prensa anarquista fue innovadora, a pesar de sus lógicas limitaciones, ya que constituía una plataforma de discusión abierta a cualquiera. No hablamos, seguramente, de un gran nivel cultural expresado en crónicas, artículos y formas literarias todo tipo, pero sí de una encomiable energía y espontaneidad, no exentas de cierta belleza, que se daba por lo general en la prensa ácrata. Las publicaciones libertarias, a pesar de contar con un equipo de redacción más o menos fijo, tienen esa condición abierta y colectiva, que le otorgaba una indudable solidez superando cualquier obstáculo al contar con la colaboración de todos.

En cuestiones educativas, no resulta sorprendente tampoco el esfuerzo que realizan los anarquistas. Hay que tener en cuenta que su objetivo es poner al alcance de todos las herramientas para su liberación en base a su formación. Si hay una idea que se tenga de la transformación social dentro del anarquismo, aunque el concepto revolucionario no posea hoy un carácter mayestático, aquella está indudablemente ligada a la instrucción y la difusión cultural. En el pasado, existía un intolerable índice de analfabetismo que los ácratas combatieron, y de forma por lo general exitosa, desde sus inicios. Hoy, el empobrecimiento cultural y formativo tiene otros rasgos más complejos de paliar, pero resulta primordial seguir trabajando en la difusión, ayudar a crear esas inquietudes, que moldeen también la conciencia. Parecemos determinados a trabajar en el desarrollo del conocimiento, como herramienta de emancipación, a pesar de parecer cosa del pasado. Si el anarquismo poseyó una confianza, casi ilimitada en las posibilidades liberadoras de la ciencia y la técnica, hoy merece una reflexión si ello resulta posible. Es decir, en el pasado los anarquistas se esforzaron por crear un innovador imaginario social y cultural, que ayudara a demoler las condiciones de explotación y opresión. Ello, en todos los ámbitos de interés humano, lo cual otorga una especificidad notable e innovadora al movimiento anarquista frente a otros de intención transformadora, más reducidos a lo político. El análisis, en la sociedad posmoderna, más que nunca, es saber si trabajar por ese imaginario resulta más integrador que rompedor.

Una de las características del movimiento anarquista, directamente relacionada con la educación y la cultura, es el aspecto organizativo. En el pasado, se ha hecho tal vez demasiado hincapié en las grandes formaciones ácratas, o anarcosindicalistas, dejando a un lado lo que suponía el llamado "grupo de afinidad". La historiadora Dolors Marín nos recuerda que la relevancia de estos grupos anarquistas estribaban en la práctica cotidiana donde llevaban a cabo su "vivir en anarquía", su idea de la transformación social. Se trata de unas características digna de análisis, de indudable actualidad al tratar de prefigurar la sociedad que desean para el futuro, ya en su vida diaria. Estos grupos proliferaron en todo el territorio español, y en ello tuvo sin duda un papel importante la prensa anarquistas y su difusión ideológica. Del mismo modo, resulta sorprendente la extensa red de relaciones que llevaron a cabo, de manera descentralizada y apoyados casi exclusivamente por herramientas culturales e ideológicas. Estos grupos de afinidad ácrata, o como los queramos denominar, incluso en algunos casos sin etiqueta anarquista alguna, siguen funcionando en la actualidad, y de forma encomiable en muchos aspectos. Volvamos al lúcido e irónico Christian Ferrer. Este, se pregunta de forma retórica y sarcástica si existieron de verdad los anarquistas, si los problemas planteados por ellos hubieran tenido cabida en otros grupos disidentes (liberales o socialistas heterodoxos). Por supuesto que existieron y existen los ácratas, por lo que la modernidad no es una mera tensión política entre socialismo y liberalismo o, como también señala Ferrer entre nacionalismo e imperialismo. No, la visión libertaria es mucho más amplia y liberdora. La emancipación social, en base exclusivamente a la cultura y la educación, a pesar de lo atractiva que nos siga pareciendo, y que en muchos aspectos trabajemos por ella, es seguramente algo contextualizable en el pasado (y, por lo tanto, digno también de crítica). La liberación para el anarquismo, hoy, posee otras formas y otras expresiones, lo cual no implica renunciar a ese amor por la cultura y la educación, ni a herramientas y rasgos inherentes a las ideas y a la práctica: una exigencia de libertad, de carácter solidario y colectivo, que le aleja de postulados liberales o libertarianos.



miércoles, abril 26

Anarquía biocéntrica

Dejo a continuación una nueva publicación editada estos días a partir de la traducción que hemos hecho de un texto titulado “Biocentric Anarchy” y que plantea la cuestión de la liberación total (de la tierra y de todes sus habitantes) desde un enfoque biocéntrico que cuestiona no sólo la explotación animal, sino la relación enferma que mantenemos con el planeta y con la vida natural en su conjunto y con cada especie y ser vivo en particular, proponiendo el concepto de la “anarquía biocéntrica” como un punto de partida desde el que empezar a cuestionarnos y a deconstruir dicha relación con una perspectiva interseccional y revolucionaria.

Decir, por cierto, que dadas las fechas y la temática del propio material, se ha optado por dedicarle la edición y publicación del mismo a la memoria del compañero Javier Recabarren, recordando su compromiso por la liberación animal y su estilo de vida vegano, a pesar de tener sólo 11 años.
A continuación, sigue el texto de la introducción y los enlaces.

Para descargar o leer online:



Fuente: La Rebelión de las Palabras


Desde la distancia que separa el Estado español de Chile, queremos dedicar la traducción, edición y publicación de este librillo a la memoria del compañero Javier Recabarren, ahora que recientemente se cumplieron 2 años de su muerte, atropellado en la ciudad de Santiago de Chile por un autobús del Transantiago, una de esas máquinas usadas para asegurar la movilidad de mercancías y esclaves que es el flujo sanguíneo de esta civilización y de las ciudades modernas… Javier Recabarren tenía sólo 11 años, pero ya llevaba un estilo de vida vegano, participaba activamente en acciones de lucha callejera y por la liberación animal, charlas, debates, y otras instancias diversas que él alimentó y enriqueció con sus aportes. Todo un ejemplo y una razón más para seguir adelante.

Fuerza y complicidad a todas las individualidades que desde Chile (y otros lugares) llenan las calles de sabotajes, barricadas y propaganda en su recuerdo. Porque vuestros gestos también nos hacen sonreír. A vosotres también van dedicadas estas líneas.

Javier Recabarren, vives en la mirada ansiosa y el corazón rebelde de cada activista que deja atrás la pasividad y se arriesga, y de cada animal no-humano que por fin rompe la jaula que lo apresa y huye hacia la espesura.
Nuestra rabia es la misma, nuestro amor por la libertad también.

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Este fanzine, librillo o folleto, como se le quiera denominar, es la traducción que hemos realizado de un texto tiulado “Biocentric Anarchy” (Anarquía Biocéntrica), que fue escrito por una anónima británica y difundido para el debate. Nosotres nos lo encontramos en Internet y nos pareció interesante y oportuno traducirlo y discutirlo, ya que consideramos que en los distintos movimientos o ámbitos activistas donde se trata la liberación animal y la lucha contra el especismo, a menudo se habla desde una serie de posiciones que no son muy acertadas o que se estancan en los límites del ciudadanismo, el activismo legalista o peor todavía, en un discurso autocomplaciente que se basa simplemente en dejar de consumir productos de origen animal mientras se incita a otro tipo de consumo igual de ciego y que también consideramos que hay que cuestionar. Para nosotres, la libertad no tiene nada que ver con elegir comprar tofu y seitán donde antes comprabas queso y carne. Este es un paso importante, por supuesto, pues los productos que se obtienen de la explotación animal llevan intrínseca el abuso y la opresión (aunque a veces, los productos presuntamente “libres de crueldad” que consumimos también), y rechazarlos nos parece un primer paso que es necesario dar si queremos posicionarnos contra la dominación y buscar formas de vivir y de relacionarnos que traten de no reproducirla. No obstante, también sabemos que el capitalismo industrial, neocolonial, antropocéntrico y patriarcal es un sistema muy flexible con una gran capacidad de adaptación, y que para las distintas personas y entidades que ocupan las posiciones de poder no supondría ningún problema, llegado el caso, prescindir de la explotación de animales y adaptar las estructuras de producción a una nueva demanda masiva de productos de origen vegetal, sin que eso detuviera en ningún caso ni la explotación de animales humanos, ni la violencia contra todas las especies y contra el propio medio natural del que depende la supervivencia de cada individue de este planeta.

Seremos sinceres con vosotres, nosotres también compramos nuestra comida y vivimos en ciudades, y aunque estemos trabajando poco a poco en alejarnos de esa dependencia, lo cierto es que no lo hemos hecho, no al menos aun. Por eso, no pretendemos aleccionar a nadie con palabras que nosotres aun no nos hemos aplicado. Sólo pretendemos invitar a la reflexión y la autocrítica, desde una postura que pretende ser humilde y constructiva.

Muchas veces se ha querido separar la liberación animal de la liberación de la naturaleza, y hay quienes consideran que son antagónicas, que no se pueden conciliar. Para nosotres es al revés, ni podemos hablar de liberación de la tierra mientras nos aprovechamos de la explotación masiva de sus otros habitantes y del tremendo impacto medioambiental que crea, ni tampoco podemos hablar de liberación animal si lo reducimos todo a construir jaulas más grandes o a seguir justificando nuestra autoridad sobre elles bajo máscaras hipócritas de tutela y falso cuidado que al final no son más que otra forma de domesticación. No queremos construir santuarios donde amontonar animales incapaces de regresar a su estado natural*, sino extensos bosques donde ahora sólo hay grises ciudades de depresión y aire contaminado, queremos sanar la herida, volver a ser parte del equilibrio natural, con nuestres compañeres humanes y con el resto de criaturas. Tampoco queremos idealizar el pasado con discursos esencialistas sobre una vida primitiva cuya realidad no conocemos en absoluto sino mirar hacia adelante, hacia la incertidumbre y la falta de referentes y de medios que tenemos enfrente, y ayudar a crear las condiciones necesarias para articular un movimiento fuerte, sólido y coherente que ataque no sólo las bases ideológicas que sustentan la opresión especista, sino todo el engranaje, la totalidad de la opresión humana, con un enfoque interseccional y antiautoritario.

· Les Editores // Marzo 2017


*Aquí no estamos menospreciando el trabajo de santuarios y refugios. El problema es que nosotres no los entendemos como fines (como sí nos consta que hacen muches activistas) sino como medios, como herramientas necesarias en este momento. Sabemos que muchas especies por desgracia no pueden regresar a su estado salvaje porque han sido desnaturalizadas ad-nauseam, y entendemos que los santuarios sirvan como espacios para garantizar su seguridad y bienestar en este mundo, pero nuestro objetivo es la liberación animal, no una tutela en un recinto más grande pero igualmente cerrado.

domingo, abril 23

El panorama actual del libro anarquista. Buceando entre editoriales

Forma parte de la tradición libertaria, quizá de una manera central, el interés por la difusión de sus ideas. A lo largo de la existencia de lo que podría llamarse movimiento anarquista (con todas las comillas que se quieran), han existido cientos de grupos dedicados a la impresión de textos propios o traducidos, así como de un sinfín de revistas y publicaciones más o menos periódicas.

Lejos quedan los tiempos en los que el número de ejemplares se contaba por muchos miles (valga como ejemplo que el folleto Doce pruebas de la inexistencia de Dios, de Sebastian Faure, tuvo una edición de 620.000 ejemplares en 1917 o los 560.000 de Entre campesinos, de Errico Malatesta, según cifras de J. Álvarez Junco), pero es un hecho la vinculación entre el mundo editorial y el anarquismo. Figuras como Anselmo Lorenzo, Fermín Salvochea, Ricardo Mella o Abad de Santillán dedicaron esfuerzos a la edición y traducción de obras. Esta actividad editorial tuvo en los años 70-80 una continuación incluso por editoriales no estrictamente libertarias, que aprovecharían el tirón de las ideas para editar textos, como fue el caso de la serie Acracia, de Tusquets.

En los últimos años, entre otros motivos por cierto despertar del interés acerca de temas sociales, se ha extendido por toda la Península una interesante forma de acercarse a la cultura libertaria: los encuentros del libro anarquista.

Salamanca, Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia, Bilbao, Cartagena, Zaragoza, Gijón, Logroño, entre otras, son ciudades en las que este tipo de eventos se celebran ya. Estas citas sirven para difundir la cultura anarquista tanto en el ámbito oral, con charlas y coloquios, como en el escrito, reuniendo a diferentes proyectos dedicados al mundo del libro y el fanzine.

En paralelo al crecimiento y consolidación de muchos encuentros o ferias del libro anarquista, como evidente contrapunto a las ferias oficiales comerciales, parecen que también se expanden y se consolidan múltiples proyectos editoriales ligados al mundo libertario.

La cultura anarquista ocupa un lugar de permanente confrontación con la cultura hegemónica actual por lo que a menudo vive en los márgenes del sistema. Cuando hablamos de los márgenes del sistema queremos hablar de cómo hay formas culturales que transitan con tensión o que huyen con mayor o menor éxito de la vorágine cultural de la mercancía.

Dentro de este panorama, como no podía ser menos en el mundillo ácrata, la variedad es amplia.

Para alguna gente la cultura anarquista es aquella que reflexiona sobre las luchas, los personajes, las ideas, etc. asociadas al anarquismo en el pasado, en el presente o en el futuro. Esto puede hacerse desde diferentes modelos organizativos, entre los cuales hay quien defiende que un libro no es, única y exclusivamente, su contenido. Para esta posición, un libro es también su modo de circulación. Así, un libro sería como una persona, que es su contenido, sus palabras, y sus actos, ese modo de circulación del que hablamos. Las palabras tienen un contenido performativo. Es decir, las palabras hacen la realidad o, si lo preferimos, influyen en ella. Siguiendo este razonamiento, si un libro dice cosas racistas, se estaría convirtiendo en parte del sistema de dominación (racial) y, por ejemplo, si un libro se vende en una librería donde sus trabajadores/as tienen condiciones laborales miserables, ese libro se impregnaría de sus circunstancias, pues parte de su precio se convertiría en plusvalía (simplificando mucho, beneficio para el explotador).

Esta postura convive con otras, surgiendo múltiples debates en el día a día a partir de posibles matices que surgen en el desarrollo de la actividad cultural, en este caso, editorial. Esos debates se mueven entre la actividad editorial militante (que representarían las ideas explicadas) y las editoriales como cooperativas autogestionarias o proyectos de autoempleo; entre una actividad al más puro estilo Do It Yourself o más o menos profesionalizada. En unas posiciones y otras, pero con firme carácter asambleario y autogestionario, se construyen múltiples proyectos editoriales cuyas diferencias también se relacionan con la preferencia por tratar temas variados o girar alrededor de determinados temas específicos. Ejemplo claro de ello son editoriales como Ochodoscuatro, que se dedica a la divulgación de textos relacionados con los derechos de los animales, o El Salmón, que edita trabajos donde se analiza cómo la tecnología se inserta en el sistema de dominación. No es raro que haya editoriales que sean al mismo tiempo librerías o librerías que tengan su propio proyecto editorial. En Madrid ya es veterana la editorial y librería La Malatesta (y recién nacida La Rosa Negra) y en Barcelona se puede encontrar, en ese sentido, a Aldarull (y con parecido espíritu tenemos también El Lokal). En Granada, la librería Bakakai edita bajo diferentes nombres; mientras, en esa misma ciudad, la Biblioteca Social Hermanos Quero, con su propio nombre, colabora con cierta frecuencia con otros proyectos para publicar libros sobre antipsiquiatría o contrapsicología, urbanismo, etc.

Ya que nos hemos metido en la infame tarea de etiquetar editoriales hay que destacar que algunas tienen especial interés por los textos más clásicos, como la ya mencionada LaMalatesta, mientras que hay otras que se centran principalmente en la edición de ensayo contemporáneo como Virus Ed. o Muturreko Burutazioak, o, incluso, de forma exclusiva en los textos actuales o que analizan las últimas décadas del siglo XX y lo transcurrido hasta hoy del s. XXI como Ed. Klinamen. No obstante, probablemente sean más frecuentes las editoriales que utilizan para su edición criterios no cronológicos, por lo que se puede encontrar en sus catálogos textos de cualquier época como la Ed. Deskontrol, Diaclasa, Calumnia Ed., El Grillo Libertario, El Imperdible o Piedra Papel Libros, por poner unos ejemplos entre otros muchos posibles. La mayoría de las mencionadas (Diaclasa, El Imperdible y también Madre Tierra o Ediciones Marginales) se dedican en exclusiva (o casi) al género literario ensayístico, si bien hay otras que tienen en su catálogo obras de otros géneros literarios (como Piedra Papel Libros en poesía o Volapük en narrativa).

Simplificando de manera algo insultante diremos que podemos dividir el mundo editorial convencional entre las grandes empresas editoriales que funcionan como cualquier multinacional: es la gran industria cultural como el Grupo Penguin Random House (Plaza y Janés, Debolsillo, Taurus, etc.) o el Grupo Planeta (Espasa, Paidós, Ariel, etc.); y aquellas, pocas y pequeñas en comparación a las anteriores, que se aferran a la Cultura, con catálogos muy cuidados como Akal. También podemos hablar de un tercer grupo de editoriales alternativas por su tamaño como Nórdica Libros, Errata Naturae o Impedimenta.

Las primeras buscan esencialmente dinero, pese a lo que podría aparentar la compleja política de diversificación entre colecciones de consumo masivo y otras de carácter académico o de altos vuelos culturales; las otras aman, aprecian, la alta cultura porque todavía creen, de forma implícita, que un “mundo más culto” es un mundo mejor.

El mundo anarquista coincide con la despreciable gran industria editorial en un aspecto. Frente a las editoriales que miman sus catálogos con grandes pensadores o pensadoras, no sienten la cultura, como suelen hacer los artistas, como un fin en sí mismo. Los libros anarquistas son herramientas para concienciar, para agitar, y eso supone que muchos libros anarquistas no salen de un grupo de gente que se dedica en exclusividad a la actividad editorial, sino que lo hace como actividad cultural secundaria o puntual. Así encontramos que la CNT tiene una fundación (Fundación Anselmo Lorenzo) dedicada, entre otras cosas, a publicar libros sobre sus militantes y su historia, marginados por los cronistas académicos o que el ya veterano Local Anarquista Magdalena en el barrio madrileño de Lavapiés ha publicado puntualmente o colaborado en la edición de diversos textos.

Por otra parte, el mundo editorial anarquista, al entender el libro como una herramienta al servicio de la transformación social libertaria, ha apostado tradicionalmente por valorar el mensaje por encima de la forma. Por eso, no es raro que el formato sea extremadamente sencillo o incluso, a veces, muy mejorable desde los estándares de lo comercial. Para quien esté acostumbrado al mundo editorial convencional puede llevarse una impresión negativa, pero la realidad es que este proceso, que en estos tiempos lo relacionaríamos con el DIY, significa una desjerarquización del proceso cultural editorial, al abrir este mundo a casi cualquier persona o grupo de personas que pretendan poner por escrito lo que sea. De esta manera, hay una frontera tan débil entre quienes difunden y editan textos anarquistas y sus lectoras/es, de forma que pasar de un lado al otro es tremendamente habitual, lo que confiere un carácter popular y horizontal al mundo cultural libertario como es imposible imaginarlo en la industria cultural capitalista.

Esto se plasma sobre todo en el mundo del fanzine, que suele aparecer en las calles o en espacios diversos a través de distribuidoras (que es el nombre que le da el movimiento anarquista al proyecto de una o varias personas que publican y venden, o solo venden, o intercambian, textos libertarios por su cuenta y riesgo o como parte de un proyecto más amplio como puede ser, por ejemplo, un centro social), que se cuentan por decenas o quién sabe si centenares, constituyendo probablemente la más parte cuantitativamente más relevante del mundo editorial anarquista.

Es evidente que el campo editorial libertario ha servido de inspiración a gentes que no se identifican con el corpus general de sus ideas o prácticas pero que sí valoran e integran algunos o muchos aspectos del mundo libertario: su vocación anticapitalista, su mensaje rupturista, su organización autogestionada, la pretensión de hacer coherentes los medios para alcanzar un objetivo con el propio objetivo, etc. Esto hace que haya editoriales cuyos vínculos con el movimiento anarquista sean difíciles de dilucidar. Para más inri, un mundo descentralizado y atado a un aquí y ahora de proyectos que vienen y van en su pretensión de cambiar el mundo resulta inabarcable para nuestras posibilidades, por lo que muchos nombres, seguramente muy interesantes, meritorios e indudablemente comprometidos se nos habrán quedado en el camino.

Sin embargo, valga este escrito para una somera aproximación a la intensa labor de difusión cultural como forma de crítica social que mantiene la gente anarquista, a menudo contra viento y marea.

Por otra parte, los olvidos tienen fácil solución: esta página tiene la opción de añadir comentarios para recordarnos esos proyectos. Una manera de dar a conocer aquellas editoriales que hayamos podido olvidar o que no hayamos podido incluir por las limitaciones de espacio.


La Neurosis o Las Barricadas Ed.
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jueves, abril 20

La destrucción de la ciudad. El mundo urbano en la culminación de los tiempos modernos

de Juanma Agulles

Hacer un balance crítico sobre la cuestión de la ciudad y el moderno urbanismo y señalar algunas pistas para conducirnos fuera del estancamiento en que nos encontramos, nosotros todos, pobladores de la megaurbe global, es el principal propósito que anima el presente libro de Juanma Agulles, La destrucción de la ciudad, premiado recientemente por ediciones Catarata en su certamen anual de ensayo.

Uno de las virtudes de esta obra es su concisión y su claridad, méritos nada desdeñables dada la vastedad del tema abordado. En varios capítulos, algunos de los cuales ya conocíamos por haber sido publicados en revistas como Raíces o Cul de Sac, el autor va desplegando las líneas fundamentales de sur reflexión sobre el pasado y presente de la megalópolis, es decir, sobre la forma culminante y amenazante del proyecto urbano que fue antaño la ciudad: compendio de las aspiraciones de organización política y espiritual de una buena parte de la humanidad. De la ciudad como espacio posible de convivencia y emancipación a la moderna conurbación, espacio amorfo sometido a la mercancía, hay una transición mediada por el fracaso del proyecto de la modernidad, como el autor no explica, y que da cuenta justamente del apogeo del pensamiento de la deconstrucción en todas sus variantes. Acabada la época de los «grandes relatos» tenemos que adaptarnos, según los teóricos de la posmodernidad, a habitar en escenarios tan frágiles como efímeros. Si el centro ya no existe, entonces todo está permitido, y de ahí que la arquitectura posmoderna sea el reflejo de ese sinsentido que encierra la moderna sociedad de consumo.

Uno de los puntos interesantes del libro de Agulles es su insistencia en querer salvar el proyecto de la ciudad de sus derivas catastróficas a partir de la edad industrial. No se trata pues de una condena del medio urbano, sino justamente de señalar todo lo que en el medio urbano opera hoy contra las mismas condiciones que hacen posible una vida digna en una ciudad. Cada uno de los ensayos contenidos en el libro ilumina esta idea desde diversos ángulos, ofreciéndonos un prisma de reflexiones y argumentos que apuntan a una conclusión de orden político. La ciudad hoy, lo que seguimos llamando «ciudad», constituye el espacio que ciega nuestra capacidad de habitar y de ser, como lo expresa el autor : «nos queda la tarea de evidenciar en toda su crudeza este hecho : vivimos fuera del mundo que una vez fue nuestro hogar, casi sin esperanza ni atisbo de redención. Lejos de la naturaleza y lejos de la comunidad. Y aun así debemos encontrar razones para permanecer juntos.»

Apoyándose en esta visión radical, el autor desvela el hecho de que los espacios urbanos son hoy el escenario de un Poder incontestable. Ni que decir que la moderna tecnología es el factor que asegura el crecimiento exponencial de ese poder, en su sentido material como ideológico. Y toda veleidad estetizante, propia de la posmodernidad, revierte de manera constante en el refuerzo de esta situación. ¿No hay entonces salida ? Eso es lo que Agulles plantea en el último ensayo del libro «Saliendo de la ciudad sin límites». Consciente de la paradoja que supone abandonar o superar un espacio ilimitado, Tecnópolis, la megaurbe que cubre hoy el planeta, («la pregunta que se nos plantea es cómo salir de una ciudad cuyas murallas desaparecieron y sus límites se perdieron en el horizonte.»), ¿cómo encontrar pues el camino de vuelta a una visión más equilibrada de las cosas ? Como nos señala, no basta abandonar Tecnópolis y cumplir el retorno a la tierra, por muy satisfactorio que esto pueda resultar a primera vista. Frente a eso, Agulles nos pone en guardia contra cualquier ilusión de retorno o vuelta a un espacio no invadido por la megaurbe, invitándonos más bien a reconocer la complejidad de los procesos en marcha. Se trata de «recrear la ciudad», aquel espacio que intentó privilegiar la convivencia y la libertad, y para ello, previamente, tanto en el plano de las ideas como de los actos, será necesario «desmantelar Tecnópolis».

Para ello el autor nos indica algunas pistas: «Hay, por eso, multitud de frentes en los que luchar contra el envoltorio simbólico e ideológico que la urbanización construye a diario. Una cultura urbana refractaria a los designios del desarrollo tecnológico puede ser, por tanto, un buen motivo para permanecer juntos.»

José Ardillo
 
La destrucción de la ciudad
El mundo urbano en la culminación de los tiempos modernos
Juanma Agulles
Los libros de la Catarata, Colección Mayor, 612. Madrid 2017

lunes, abril 17

Las torturas en las cárceles españolas: presos FIES

Nuria Güell, autora del trabajo "Aplicación Legal Desplazada 3 FIES" y Amadeu Casellas, militante anarquista y ex preso en régimen FIES (Ficheros de Internos de Especial Seguimiento") son entrevistados.

Este vídeo forma parte del blog: http://burgos-dijital.blogspot.com

viernes, abril 14

Desvelar la paz

Se suele hablar de Paz como ausencia de conflictos, pero pocas veces se hurga en el asunto. Además habitualmente se ocultan los intereses de quiénes se erigen en sus representantes. A todo esto hay que añadir que los medios utilizados para conseguirla suelen estar a la vista solo en parte.

La Constitución habla en su capítulo 10 de la Paz como elemento esencial asociado al orden político. El Código Penal del 2015 habla de Paz relacionada con delitos o agravantes en siete apartados. Entre ellos los hay vinculados con actividades públicas o manifestaciones (art. 557/1 y 557 ter./1), con terrorismo (art. 573/2ª y 578/2) y con comprometer la Paz y la independencia del Estado (596/1). Los vínculos entre el sistema jurídico-penal y la Paz son muy estrechos: La policía y los juzgados persiguen a quienes pretenden “alterar” la Paz, los partidos y sindicatos buscan, por medio de pactos, sostenerla o recuperarla y, la disidencia defiende que hay que acabar con la Paz social porque no hay verdadera justicia. En este asunto no se suele ir mucho más allá.

 Pero ¿De dónde viene la idea de Paz que manejamos? ¿Qué funciones cumple? ¿Cómo se pone en práctica? ¿Cómo nos afecta?

Las instituciones estatales actuales tienen su origen en el modelo de Estado romano. En aquella época los procesos de dominación eran menos sofisticados que hoy. La Pax era una de las divinidades del panteón romano. Esta diosa no simbolizaba lo contrario del conflicto, la represión o la guerra; más bien vivía en ellos y formaba parte de su lógica. Actualmente los procesos de pacificación se desarrollan de forma más sutil, y suelen ocultar sus verdaderas características. Por todo esto parece necesario desentrañar el relato oficial sobre la Paz, sus trampas y sus contradicciones. Comprendiendo como se impone, en cada caso, el relato pacificador se puede pasar a ponerlo en cuestión. Al debilitar la versión oficial se abre la posibilidad de construir un relato propio.

 Hace falta adentrarse en la lógica sagrada de las instituciones para captar la atracción que la Paz provoca y, también para entender su capacidad de influencia en contextos conflictivos. Al explorar los relatos, personajes y símbolos que acompañan a la Paz se pueden comprender los efectos que ésta provoca en la voluntad y las emociones colectivas. El video “Desvelar la Paz” trata de ser una contribución a este trabajo.


martes, abril 11

La modernidad y la idea central del trabajo

Reflexionamos sobre la idea central del trabajo, en las sociedades modernas, identificado con la libertad y la dignidad humanas, pero reducido a la mera capacidad productiva; la cuestión es que, ahora, que cada vez escasea más en un mundo en el que el bienestar sigue negado para muchos, se requiere un cuestionamiento de esa idea fundamentalista.

El trabajo, al menos en la tradición judeocristiana, es un castigo al mayor de los pecados, como sabemos por la frase "ganarás el pan con el sudor de tu frente". Tal vez, en el paraíso ultraterreno, no sea necesario trabajar, pero en este mundo estaríamos condenados. No obstante, en la Grecia antigua, cuna de la filosofía, tampoco está claro que la idea del trabajo fuera benévola, más bien lo contrario. Seguro que por eso, la libertad no era un bien inherente a seres inferiores, lo esclavos, que no por casualidad eran los encargados de los peores trabajos. En la Edad Media, hallamos ya una reflexión más amplia en torno al trabajo, que discernía entre la mera actividad, la habilidad para una labor o la producción de alguna cosa. Al parecer, ya en esta época el trabajo pasó de ser una maldición a todo lo contrario, un camino para la salvación. Esa división del trabajo en tres aspectos bien diferenciados garantizaba en el orden social ciertas necesidades: espiritualidad, seguridad y provisión de bienes materiales. Alfredo Vallota nos recuerda que ya en el siglo XIII se produce una situación que llega hasta nuestros días, con el predicto del que "el que no trabaja, no come", lo cual relega a la marginalidad a los que se niegan a hacerlo o sencillamente no puede. Esta situación, al igual que en las sociedades de hoy, genera compasión y benevolencia, por un lado, pero también desprecio.

Llegamos a la Modernidad, en la que podemos observar el trabajo como una idea central para el progreso, el bienestar y la ciencia. Adam Smith, en La riqueza de las naciones, sostiene que la riqueza proviene del trabajo y de la producción, no tanto de los bienes que puedan poseerse en un país. Con este autor nace también la identificación entre tiempo y valor del trabajo, que también llega hasta nuestro días. Al identificarse el trabajo con la creación de riqueza material, el concepto vuelve a reducirse a labores meramente productivas. Así, con el antagonismo entre productivo e improductivo, quedarían fuera de la primera categoría profesiones como la del filósofo, el maestro, el artista o el científico. Esa dualidad se extiende mediante distintas formas: práctico-teórico, manual-intelectual, hacedor-pensador… La medida de la riqueza de una nación parece medirse por su producción material, no tanto artística o intelectual, aunque estos ámbitos adquirieran prestigio con el paso del tiempo. La identificación del trabajo con la producción se expresará mostrando lo perdurable de la acción humana mediante lo producido. Esta concepción del trabajo acabará subordinada al capitalismo, algo que el marxismo tampoco supo cambiar, por lo que el trabajo se convierte en una idea central para la vida humana y social.

En la sociedad occidental, en el seno de la cultura cristiana, pero también en las corrientes socialistas, el trabajo se acaba convirtiendo en la esencia del individuo, lo que da lugar a su libertad y a su capacidad productiva, lo que determina sus relaciones sociales y puede contribuir a cambiar el mundo, al mismo tiempo que es su medio de ganarse la vida. Negar esta concepción, rechazar el trabajo productivo, será absurdo y poco menos que digno de un enfermo para el sistema. En el capitalismo, será la empresa, pública o privada, la que cumpla esta función al otorgar empleo, por muy mal remunerado que esté. Esa situación ensalzará y justificará la labor del patrón. Sin embargo, ¿qué ha ocurrido en las últimas décadas? La realidad es que cada vez se produce más con menos trabajo humano y, con la revolución tecnológica imparable y un sistema en el que el bienestar está dirigido a unos pocos, esta situación parece incrementarse. Por supuesto, la desigualdad planetaria hace que esa tecnificación sea todavía más costosa que la explotación de mano de obra barata en determinados países. Esa situación, en la que multitud de personas se ven desocupadas, pone en cuestión sencillamente que el trabajo sea la esencia del ser humano. ¿Alguien que no trabaja deja de ser humano? Es muy probable que los pensadores posmodernos tengan mucha razón en este aspecto, no hay una esencia o naturaleza inmutable en el hombre, sencillamente queda modificada por las circunstancias.

Lo que podemos observar, de forma evidente, son las consecuencias de esta situación, la terrible desesperanza, necesidad, sumisión y alienación de tantas personas. Los intentos para salvar, o al menos paliar, la situación se realizan dentro de una sociedad en la que esa idea central del trabajo continúa siendo la misma. Está claro que la solución, vistas las insuficientes reformas, pasa por cambios radicales. Desgraciadamente, el sistema político y económico actual supone el sacrifico de gran número de vidas humanas. La gran cuestión es si esa sociedad, en la que el trabajo se identifica con la dignidad humana (e, incluso, su esencia) está llegando a su fin. En cualquier caso, es importante que hagamos un análisis profundo de la situación, comprender que la modernidad, a pesar de haber pretendido dejar el dogmatismo religioso a un lado, conllevó tal vez nuevas visiones fundamentalistas. La condición del hombre, su supuesta esencia, se modifica con el paso del tiempo y con nuevos paradigmas sociales, por lo que no podemos seguir cayendo en idealismos, concepciones del progreso y de la sociedad incluso de apariencia progresista, como es el caso de esa identificación del trabajo con la emancipación humana.

En la antigua Grecia, la sociedad se desarrolló en muchos aspectos, pero a costa del esfuerzo y el embrutecimiento de los esclavos. Tal vez, ese trabajo arduo pudieran hacerlo hoy las máquinas, los sistemas automatizados, pero dirigido el progreso y el bienestar hacia el conjunto de la sociedad, no de una pequeña élite. Tal y como están concebidas las instituciones, esto resulta imposible. La educación no puede estar dirigida únicamente hacia el trabajo productivo, es necesario el cultivo de las humanidades y la valoración del tiempo de ocio para el desarrollo intelectual y físico. El capitalismo nos ha reducido a lo que podemos aportar como productores, pero la realidad es que la ausencia de trabajo, forzosamente, está conduciendo a un nuevo escenario. Es primordial aportar la visión libertaria de emancipación, con su idea de la diversidad social, y su concepción amplia y creadora del ser humano, no reducible al mero trabajo productivo. Tenemos que potenciar todas nuestras capacidades: la especulación filosófica, la creación artística, la imaginación, la capacidad de elección, de conocimiento, de disfrutar de todos los placeres de la vida… No hay una respuesta definitiva sobre la condición humana, nuestra naturaleza es modificable, para mal o, esperemos y trabajemos por ello, para bien.



sábado, abril 8

Smartphones y redes sociales, un enfoque crítico



Escribo de parte de un grupo (el col·lectiu contra el domini tecnológic “les hienes”) que tuvo una vida efímera. Empezamos juntándonos miembros de una misma asamblea universitaria para tratar el vasto tema de la tecnología. Veíamos a todo el mundo (también a nuestros compañeros) enganchados al teléfono móvil o a Internet. Compartíamos un rechazo y cierto desazón en la experiencia cotidiana de hablar con alguien y que éste estuviera constantemente mirando la pantalla de su smartphone. Al principio, constatamos como el tema nos afectaba profundamente y bromeamos sobre llamarnos Plataforma de Afectados por la Tecnología, parodiando a la PAH.

Viendo que la cuestión de la tecnología era tan grande, decidimos acercarnos a ella por esa parte que más nos tocaba diariamente: la sociabilidad. Nuestras formas de relacionarnos están cambiando muy deprisa. Hemos sido testigos en muy pocos años de una rápida penetración de los smartphones e Internet en la vida social. Nosotros creemos que los movimientos sociales anticapitalistas deberían haberse tomado un tiempo de reflexión antes de asimilarlos ciegamente, intentando comprender que dinámicas colectivas generan. No pretendemos negar su poder de difusión ni su realidad para así marginarnos aún más, tan solo queremos suscitar un debate que ha brillado por su ausencia.

Antes que nada, para analizar estas transformaciones, me gustaría que el texto partiera de una breve anotación sobre la propia materialidad de los smartphones. Muy a menudo, las discusiones sobre si la red es libre (y democrática) pasan por alto la naturaleza física de estos dispositivos en un afán de presentar Internet y toda tecnología como neutral y carente de ideología. Pero la realidad es otra, y en este caso sangrienta y brutal. Los condensadores de los teléfonos móviles están hechos de coltán, un mineral escaso en el planeta por el cual se libran guerras desde 1998. Solo entre 1998 y 2003 se contabilizaron unos 7 millones de muertos.1 Además, la propia extracción del coltán genera también millares de muertos y enfermos puesto que los trabajadores se ven expuestos a la radioactividad de otros minerales que se encuentran bajo tierra junto al coltán. Detrás de estos conflictos bélicos está el financiamiento del FMI y de diversas empresas fantasmas de las cuales se benefician los productores de móviles.2

Esta materia prima es transportada a fábricas chinas del sudeste asiático como la gigante Foxconn, que ensambla aparatos para Apple, entre otras marcas. Esta compañía, en la cual trabajan 1,2 millones de personas, es conocida por su trato inhumano hacia sus trabajadores: jornadas laborales de más de 10 horas, 6 días a la semana, horas extra impagadas, salarios de miseria... Bajo estas condiciones, en la planta industrial de Foxconn se han suicidado decenas de personas. A raíz de esto, la empresa decidió colocar unas redes para los trabajadores que se tiraban por la ventana, así como establecer un contrato laboral por el cual los empleados se comprometían a no suicidarse.

Hace dos años, uno de estos trabajadores decidió terminar con su vida. Era Xu Lizhi, un joven obrero de 24 años. Su caso apareció en algunos medios debido a su juventud y a que, en su escaso tiempo libre, se dedicaba a escribir poesía. Cito aquí parte de un poema suyo:

Taller, línea de ensamblaje, máquina, tarjeta de fichar, horas extra, salario,..
Ellos me han entrenado para volverme dócil
No sé gritar o rebelarme
Cómo quejarme o denunciar
Solo cómo sufrir silenciosamente el agotamiento.

(...)

Renuncio a faltar, renuncio a enfermar, renuncio a las faltas por asuntos personales.
Renuncio a llegar tarde, renuncio a irme temprano.
Por la línea de ensamblaje me mantengo firme como el hierro y mis manos vuelan.

¿Cuántos días, cuántas noches
habré estado - así - dormido de pie?1

Y de la fábrica a la tienda nos encontramos en los escaparates esos móviles brillantes y relucientes en sus cajas de colores, completamente desconectados de las consecuencias sociales de su proceso de producción. Ni más ni menos que como cualquier otra mercadería que nos vendan.

Curiosamente, este ciclo de vida del teléfono termina, otra vez, en el continente africano. Ahí van a parar todos esos móviles estropeados o deshechados2 En este sentido hay que hacer hincapié en su deliberada producción defectuosa para que tengan una fecha de caducidad. Se trata de la obsolescencia programada, aunque también hay que considerar la obsolescencia social, es decir, el hecho de que un móvil se considere pasado de moda y se cambie por otro con mejores prestaciones. En este punto hay que señalar la incesante presión que ejerce la publicidad para que compremos algo y, al cabo de poco, renovemos el producto.

Otro aspecto del que hablábamos en las charlas son las consecuencias ecológicas de la telefonía e Internet. Por ejemplo, hay enormes cifras sobre el gasto energético de las antenas repetidoras, los cables kilométricos que cruzan los océanos o la refrigeración de los centros de procesamiento de datos. También hay abundante documentación sobre los efectos que provocan en la salud las ondas del móvil y las redes wifi. Son otras formas interesantes de abordar la nocividad de Internet y los smartphones pero no las trataré en este texto puesto que, como he dicho, ya hay suficiente información al respecto.3

El tema que realmente generaba debate en las charlas que hicimos con el colectivo era la parte referida a las consecuencias sociales del uso de Internet y los smartphones. También era el apartado que considerábamos más atractivo porque era el que notábamos más presente y nos hacía reflexionar sobre nuestra cotidianidad.

He aquí el quid de la cuestión. ¿Cómo nos afecta ese cambio de paradigma relacional?

Primero de todo, para decir simple y llanamente nuestra tesis, nosotras pensamos que el smartphone aísla y aliena al individuo, a la vez que fomenta el individualismo. Con esto no queremos decir que el ser humano fuese autónomo antes de la llegada de éste, más bien queremos señalar que el smartphone refuerza notablemente la estrategia capitalista de separar las personas y romper las comunidades humanas, o lo que quede de ellas.

Analizamos primero el smartphone como pantalla y, para entender que sucedía entre esta y nosotros, miramos hacia atrás para poder contextualizar mejor de dónde provenía. De esta forma, inscribimos al smartphone en una evolución histórica de la pantalla que, muy a grosso a modo, la resumimos así:

El primer espectáculo de masas de la era industrial fue el cine. El cine es, tradicionalmente, un espectáculo colectivo, es decir, vemos la pantalla acompañados de más gente que, a menudo, no conocemos. Luego, entre los 60 y los 70 aproximadamente, en distintos países europeos se instauró la televisión en casi cada hogar. La pantalla entró en un ámbito doméstico y familiar, es decir, con menos gente y de confianza. Después, con los ordenadores e Internet, el consumo se volvió plenamente individual y des de casa, pero ya no des del salón. Y así hasta llegar al Smartphone o teléfono inteligente, donde la pantalla se libera de sus ataduras para que la llevemos siempre encima.

Ver en perspectiva este periplo de la pantalla nos da algunas ideas. Hoy en día, fruto y continuación de ese transcurso histórico, las pantallas se multiplican a nuestro alrededor sumergiéndonos de lleno en la realidad virtual. Llevando un miniordenador en el bolsillo, esta segunda realidad es cada vez más inmersiva. La meta final de este proceso podría terminar en las Google Glass o en las gafas de realidad aumentada, ya promocionadas en la última edición del Mobile World Congress. En este sentido, también cabría destacar el furor generado por la aplicación Pokemon Go, de la que hablaremos más adelante.

Se podría haber ido aún más atrás para hablar de la relación filosófica entre el ser humano y la imagen, e incluso encontraríamos aportaciones interesantes en la caverna platónica o en la querella iconoclasta de los siglos VIII y IX, pero decidimos acotar un poco más el terreno. A quién sí utilizamos para nuestra crítica fue a Debord (La sociedad del espectáculo, 1967) para referirnos a la pantalla como eso que nos pone siempre en una condición de espectador, el cual es siempre un sujeto pasivo: la imagen aparece ante nosotros sin capacidad de poderla contestar, revelando así su carácter autoritario y unidireccional. En esta línea, el autor francés nos dice: “El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que "lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece". La actitud que exige por principio es esta aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho por su forma de aparecer sin réplica, por su monopolio de la apariencia.”1

Esta inmersión en lo visual, este retraimiento en uno mismo que permite la pantalla portátil del smartphone es la que desconecta al individuo y lo fija temporalmente en otra realidad. Cuando decíamos que el smartphone aísla al individuo, a menudo pensábamos en ese silencioso vagón de metro en el que todas las personas van mirando su móvil, en un estado de semi-ausencia, separadas de su entorno físico.

Para entender la función del móvil en nuestra sociedad hundimos las raíces en las pulsiones más elementales del individuo. Todo ser humano tiene unas necesidades básicas: de comida, de casa, afectivas... En los ambientes que vivimos, especialmente en esas ciudades cada vez menos habitables, impersonales y con un creciente número de espacios privatizados, observamos que el móvil viene a suplir una carencia social de afectos y de comunicación. Un déficit que se hace más manifiesto en estas grandes urbes donde pasamos largas horas en esos no-lugares que son los transportes públicos2. Hoy en día, con la crisis se ha ido acentuando una tendencia hacia la precarización donde ya nada es estable: un día trabajamos aquí y otro allí, nos hemos mudado del barrio en que crecimos, los amigos de siempre también y nos vamos dispersando todos... a falta de espacio público o de comunidad por culpa de esa movilidad constante a la que estamos sometidas, el móvil se hace necesario para reconectar todas esas partes fragmentadas de la vida, para no quedarse demasiado solo y ser un infeliz. Los anuncios se adaptan a todo ese ambiente y te dicen “la vida es móvil”, “consúltalo estés donde estés”, “cuéntaselo a todos tus amigos”, “connecting people”... la publicidad, auténtico combustible del capitalismo, juega con nuestros sentimientos diciéndonos “Nunca estarás sola”, y claro, en este mundo monótono y asfixiante, ¿quién podría seguir viviendo sin la compañía o el afecto de las otras? Este sistema propone parches para los problemas que él mismo crea. Si este mundo rendido a la competición, la prisa y el trabajo ha sacrificado las relaciones humanas por el camino, es este mismo mundo el que te ofrecerá el móvil o Internet como remedio a esa enfermedad que ha generado.1 Pero esa solución no es perfecta, pues no cura el dolor de la distancia, ni mejora las relaciones entre las personas, únicamente las hace pasar por otro canal.

La comunicación crea un indicio de comunidad. Entre la televisión y el smartphone hemos pasado (y estamos) por una época que, con sus más y sus menos, carece de conciencia de clase o de religión, de esos grandes relatos que aúnaban la comunidad2. Compartir fotos, chatear constantemente con amigos y, en general, participar del mundo online hace sentir al individuo formar parte de un todo. La simulación tecnológica provoca artificialmente una sensación de congregación.3 Parece cumplir con las características de ese espacio público cada vez más muerto que deviene en espacio virtual. Sin embargo, nosotros vemos la “comunidad virtual” como un oxímoron, ya que esta comunidad no junta a las personas para cantar al unísono, si no que, por lo contrario, Internet tan solo incita a publicitar nuestro aislamiento, creyendo que de la suma de aislamientos surgirá la comunidad.4 La red solo une electrónicamente a los individuos, puesto que realmente cada uno de ellos está solo, en su cuarto o concentrado en su smartphone, separado del mundo. Volviendo a Debord: “El espectáculo no es más que el lenguaje común de esta separación. Lo que liga a los espectadores no es sino un vínculo irreversible con el mismo centro que sostiene su separación. El espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado.”5

Constatamos con el grupo que esta comunicación constante que facilitan las nuevas tecnologías muchas veces se vuelve en coacción. Pensamos que controlamos el móvil pero a menudo es él el que nos controla a nosotros, ya que cuando suena tenemos la obligación de mirarlo. En este sentido es sabido del alto número de parejas que han finalizado sus relaciones por el tema del doble tick del WhatsApp (¡Has visto el mensaje y no me has contestado!). Un estudio de 2013 afirmaba que 28 millones de parejas de todo el mundo habían terminado por culpa de esta aplicación6. Asimismo, en lo que atañe al móvil en relación al mundo laboral tendríamos al dispositivo jugando aquí también el rol de controlador: el jefe te puede vigilar más y mejor. En muchos casos, la instauración del móvil ha significado para el trabajador el hecho de llevarse el trabajo a casa y así extender la jornada laboral más allá del horario marcado sin que la parte restante sea remunerada. En cuanto al control en el trabajo, ya han habido diversas sentencias judiciales sobre despidos improcedentes en pleitos sobre vigilancia de redes sociales de los superiores a los trabajadores7. También tenemos otras expresiones del mismo asunto en fenómenos como el cyberbullying o el ciberacoso, los cuales están en el orden del día. En definitiva, lo que vemos en común en todos estos casos es que Internet no libera al individuo, sino que lo ata aún más a lo mismo que ya estaba atado antes: al trabajo, al jefe controlador, al novio machito que vigila, al matón del patio... La dominación se hace extensible más allá de las barreras físicas de la presencia. Se perfecciona incluso.

Otro ejemplo que salió en uno de los debates, este quizá más trivial pero que sin embargo nos pareció ilustrativo, es la anticuada concepción de que no se debía llamar por teléfono a la hora de comer. Antes era de mala educación, ahora, en cambio, no contestar es quedar mal. De alguna forma, tanto en la vida laboral como en el resto de la vida, se nos dice que siempre tenemos que estar conectados, permanentemente en alerta.

Cada día que pasa se detectan más cambios en los comportamientos y las actitudes de las personas. Hechos que pueden parecer banalidades o nostalgias de cariz costumbrista, para nosotros indican el camino que tomamos de ahora para el futuro. Fijémonos también en la diana predilecta de toda publicidad, la juventud. En estos días que corren, para los adolescentes es un imperativo estar en las redes sociales (facebook, twitter, whatsapp, snapchat, instagram...) y ser activo en ellas para no quedarse al margen de nada. La psicología afirma que en la pubertad y la adultez temprana es cuando se empieza a desarrollar la pertenencia al grupo y las redes, tal como he dicho, ofrecen una manera de amplificar la sensación de conexión con otras personas. En relación a esto, algunos investigadores han propuesto una nueva patología llamada FoMO (fear of missing out) que se puede traducir como “miedo a perderse algo”. Este fenómeno explica bastante bien la presión que siente algunos chavales por estar “dentro” del grupo, por no quedar marginados y ser objeto de burlas. Otra patología relacionada que nos puede resultar familiar es el denominado ringxiety (de ring y ansxiety, ansia), en el cual sentimos vibrar el móvil y nos parece oírlo, cuando éste en realidad no está sonando.

¿Y por qué tanta addicción? ¿Por qué en todos lados gente mirando el móvil?

Cuando uno está en internet, tanto des del ordenador como des del teléfono inteligente, uno experimenta cierta sensación de confort y comodidad. Uno navega velozmente por la interfaz controlando cada detalle, mostrando lo que quiere mostrar, configurando hasta las más pequeñas cosas. El mundo digital aparece como un refugio del mundo real. Si la realidad para uno es desordenada, caótica, decepcionante y, en general, se tiene poca capacidad de decisión sobre ella, el revés de la pantalla, la otra realidad, es gestionable, accesible, previsible y se le puede dar la forma que uno quiera. En un mundo masificado en el que unos estamos a merced de otros (o muchos lo estamos a merced de pocos) se nos permite ser miniDioses en lo que atañe a nuestro mundo virtual, nuestro refugio-huida electrónica.

Lo que no controlamos son las consecuencias personales de cada uno en este giro colectivo hacia lo digital. La lógica del navegante de Internet es la dispersión y la multitarea. En la web se perciben constantemente estímulos de colores y formas que nos quieren llamar la atención para que pulsemos ahí. La gamificación pretende mostrar toda operación como un juego. De un sitio se va a otro y un clic alimenta otro clic, los ojos vuelan en diferentes direcciones. Por estas razones, Internet dificulta la capacidad de concentrarse en una sola cosa y, por lo tanto, tiende a sintetizar todo cada vez más, haciendo la lectura de más de 6 línias algo inaceptable. Un ejemplo claro es twitter.

Todo esto nos hace más dispersos e impacientes, necesitamos estímulos cada vez más immediatos y todo es sujeto de canvio en cualquier momento. Lo sólido parece desvanecerse: cuando quedas con alguien, nunca sabes si el otro va a venir hasta que no lo confirma a última hora por whatsapp. Se ha generado una nueva subjetividad. Y esta nueva subjetividad, como las anteriores, está condicionada por los instrumentos (los aparatos) que la burguesía (el capital) ha puesto sobre la mesa.

La circulación libre por Internet ha escondido la imposición obligatoria de su uso para relacionarnos. Si ya en los adultos y la gente mayor ha habido la necesidad de adaptarse y así generar nuevas dependencias, en los niños y los jóvenes hablamos de un crecimiento completamente condicionado por las redes sociales y los smartphones que van a empobrecer y degradar los conceptos de amistad o intimidad, reduciendo estos a la cantidad de mensajes y me gustas o al espectáculo que puede llegar a hacerse uno de su propia vida.

“Si al principio el móvil se asociaba al businessman, poco a poco se ha convertido en la herramienta imprescindible del ser humano liberal. Corresponde así a muchas de sus “cualidades” emblemáticas: individual, consumidor, moderno, flexible, eficiente, móvil, en comunicación permanente, etc. La difusión masiva y sin cuestionar del móvil ha participado de la propagación de estos valores, modificando en profundidad las relaciones sociales.”1 En cuanto a objeto necesario y paradigmático de nuestra era, en cuanto mercadería que vincula las demás mercaderías, el smartphone se ha erigido como símbolo máximo de esta nueva etapa capitalista, así como lo fue anteriormente el automóvil.

Por otro lado y cambiando un poco de tema, ¿cómo es toda esa comunicación telemática entre smartphones y ordenadores? Evidentemente un diálogo cara a cara es mucho más rico en particularidades que no una conversación de WhatsApp. Hay que considerar que aproximadamente un 80% de nuestra comunicación es no verbal. El filtro tecnológico elimina las diferencias para crear un lenguaje único y computable. En la red, las palabras se vuelven mensajes y las emociones quedan reducidas a emoticonos. De ahí esa ansia en llenar las frases con ellos y descubrir nuevos constantemente.2

En este tipo de relaciones virtuales también tiene un gran protagonismo la imagen, sobre todo la de uno mismo. Hemos denominado este fenómeno como “cultura del postureo”. Facebook, el ejemplo más claro, transmite una positividad absoluta: hay me gusta, pero no hay "no me gusta”; hay amigos, pero no hay "enemigos”. La gente enseña lo maravillosa y alucinante que es su vida, como mercaderías autopromocionándose. Se muestran hipócritas, como si fuesen los actores de sus propias vidas. Es todo un universo virtual creciente que entendemos como una forma de evasión a una vida efectivamente miserable y aburrida.

“La Jovencita es optimista, radiante, positiva, alegre, entusiasta,
en otros términos, sufre”
“La Jovencita no se ama a sí misma, lo que “ama” es su imagen3

Además, gran parte de esta comunicación es espiable. Damos nuestros datos a “los amos de Internet” (Google, Apple, Facebook, Amazon) para que realicen estudios de mercado a partir de la perfilación de nuestras identidades digitales. Mediante el mecanismo perverso de la gratuidad aceptamos los TOS (terms of service, “términos de servicio”) y facilitamos nuestra información a terceros, sin ser capaces de ver que si no hay producto que vender, el producto somos nosotros mismos. De nosotros sacan sus ingentes beneficios estas empresas que no venden nada físico.

En este sentido, el Big Data hace referencia a los grandes almacenes de información que, a partir del tratamiento de esos datos cedidos voluntariamente, permiten a las compañías conocer mejor a sus clientes, clasificar la población en grupos o segmentos dependiendo de diferentes variables (clusters) y, mejor aún, predecir las reacciones de los usuarios. El procesado de información que ejecuta el Big Data responde a una mezcla entre marketing y seguimiento policial, pero extendido al conjunto de la población. Cabe decir que sus intereses son mayoritariamente comerciales.1

El Big Data es una fuente económica en plena expansión. Empresas como Google o Facebook, a pesar de no “producir” nada, atesoran unos ingresos altísimos que las equiparan a las más grandes multinacionales. La venta de datos personales es un sector relativamente nuevo, aparecido con la popularización de Internet. Hasta ese momento, la comunicación entre las personas no era una actividad de la cual se pudieran extraer tantos beneficios. ¿Qué quiero decir con todo esto?

El capitalismo aspira a monetizar (capitalizar) toda actividad humana. Su funcionamiento y la explicación de su expansión es la subsunción, es decir, absorber hacia el mercado aspectos previamente no capitalistas, subsumir actividades que no se rigen bajo la ley del valor, mercantilizar todas las facetas de la vida. El capital es valor valorizándose constantemente. Los parones y las caídas de ese proceso han producido crisis. Crisis que se han superado abriendo nuevos mercados, descubriendo nuevos sectores, dicho en otras palabras, poniendo el capital otra vez en movimiento. De la depresión del 29 se salió con la industria de la guerra arrasando con millones de vidas en la Segunda Guerra Mundial. De la crisis del petróleo del 73 se salió privatizando a ritmo neoliberal y convirtiendo el dinero en activos financieros para que pudiera seguir circulando pese a ser ficticio. Hoy en día, también en crisis (permanente), vemos un enorme campo a experimentar en el Big Data y la realidad virtual. Las ganancias de Facebook o Google así lo certifican. El fenómeno Pokémon Go también nos lo demuestra: la realidad aumentada crea una capa que encubre el espacio público para privatizarlo.2 Este juego, del cual Google también participa, ha marcado récords de beneficios (Nintendo ha duplicado su valor en bolsa) además de dar lugar a situaciones dantescas como la de la niña estadounidense que fue atropellada por un coche mientras capturaba Pokemon y que luego criticó la aplicación dándole la culpa a ella por su accidente.3

En conclusión y ya finalizando, para sintetizar este cambio de paradigma en las relaciones, me acojo a una reflexión que aparece en el último libro del comité invisible.

Esta catástrofe es en primer lugar existencial, afectiva, metafísica. (…) No ha sido a la ligera que [el hombre occidental] ha puesto tantas barreras entre él y el mundo. Arrojado sin tregua de la euforia al estupor y del estupor a la euforia, hace el intento de remediar su ausencia en el mundo con toda una acumulación de especializaciones, de prótesis, de relaciones, con todo un montón de chatarra tecnológica al fin y al cabo decepcionante. De manera cada vez más visible, él es ese existencialista superequipado que solo para cuando lo ha ingeniado todo, recreado todo, al no poder padecer una realidad que, por todas partes, lo supera. (…) La vida está efectivamente, afectivamente, ausente para él, pues la vida le repugna; en el fondo, le da nauseas. Es de todo aquello que lo real contiene de inestable, de irreductible, de palpable, de corporal, de pesado, de calor y de fatiga, de lo que ha logrado protegerse arrojándolo al plano ideal, visual, distante, digitalizado, sin fricción ni lágrimas, sin muerte ni olor, de Internet.

(…) No es el mundo el que está perdido, somos nosotros los que hemos perdido el mundo y lo perdemos incesantemente; no es él el que pronto se acabará, somos nosotros los que estamos acabados, amputados, atrincherados, somos nosotros los que rechazamos de manera alucinatoria el contacto vital con lo real. La crisis no es económica, ecológica o política, la crisis es antes que nada de la presencia.1

No nos gusta la vida que vivimos (¿a quién le gusta verdaderamente?) y por lo tanto huimos de esa realidad a base de drogas, series y fiestas al fin y al cabo deprimentes. Interponemos entre nosotros y el mundo un smartphone, una pantalla, una barrera, que tape un poco. Sentimos que estamos solos y que todo da asco, pero entonces miramos al móvil y vemos que tenemos un mensaje y pensamos: “bueno, al menos alguien piensa en mí”. Es una permanente huida hacia adelante, hacia el abismo.

***

Como alternativa, nosotros como grupo suplíamos esa comunicación vía móvil e Internet por encontrarnos diariamente en el local de estudiantes. Nuestra propuesta, un poco vaga y difusa, es recuperar los espacios públicos y colectivos: hacer vida en ellos, encontrarnos afectivamente en los ateneos, en las plazas, en el barrio, en las asambleas, en el sindicato... Que esto, en el fondo, no es más que la antigua historia de la clase obrera, la cual se juntaba en estos sitios para conspirar y compartir emocionalmente sus miserias. Se trata de recuperar la cultura local enfrente de la cultura capitalista o la cultura del espectáculo. Recuperar la historia de los barrios combativos, tratar de hacer habitables nuestras vidas, atacar aquello que las degrada y las mata. 
 
 
Notas:
 
1. 
Con esta cifra situamos el genocidio del Congo en el segundo puesto de las guerras con más víctimas fatales justo por detrás de la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, bajo la escalofriante cifra de 7 millones, tampoco querríamos olvidar el alto número de mujeres violadas, torturas, migraciones forzadas, desforestación, mutilaciones o el uso de niños soldado.

2.   El tema de la guerra en el Congo está suficientemente documentado y por lo tanto no será el principal interés del texto profundizar en este aspecto. Des de aquí recomendamos la lectura del capítulo “El ejemplo del coltán” dentro Cuadernos de negación, nº8 Crítica a la razón capitalista <http://cuadernosdenegacion.blogspot.com.es/2013/12/nro8-critica-de-la-razon-capitalista.html>, DE ALTUBE, RAMIRO (2004) El imperialismo continúa, la fiebre del coltan. <http://www.rebelion.org/noticia.php?id=2727>, y DE ALTUBE, RAMIRO (2011) La fiebre del coltan, genocidio en la República Democrática del Congo. <http://www.rebelion.org/noticia.php?id=138707>

3.
Recomiendo enardecidamente sus poemas. En esta web se puede encontrar algunos más http://www.sinpermiso.info/textos/obituario-de-un-cacahuete-la-poesia-obrera-de-xu-lizhi-0

4. 
¿Dónde van los móviles que ya no queremos? (2012) Expansión (diario) <http://www.expansion.com/accesible/2012/10/11/empresas/1349987490.html>

5. 
Este artículo da algunas cifras sobre esta cuestión Vivimos rodeados de radiaciones electromagnéticas, Moai: boletín sobre control tecnológico, biológico y social. <http://archivomoai.blogspot.com.es/2013/04/vivimos-rodeados-de-radiaciones_28.html>

6. 
DEBORD, GUY (2002). La sociedad del espectáculo. Valencia, España, Pre-Textos.

7. 
Considerábamos como otros no-lugares Internet (la red): el espacio virtual, ese espacio que no es espacio. Bajo esa idea de no-lugar también nos venía a la cabeza ese tipo de plazas hechas por urbanistas de nuevo cuño, en las cuáles predomina el diseño más que las necesidades humanas. Esas plazas que tienen el suelo duro, que parecen más hechas para el tránsito de las personas y los coches que no para el encuentro, que permiten una gran visibilidad para detectar rápidamente las conductas incívicas, que a menudo los bancos están dispuestos de formas extrañas en las que la gente no pueda hablar entre ella.

8. 
Capítulo “Más aislado” dentro de Quema tu móvil, (fanzine) <https://quematumovil.pimienta.org/mas_aislado.html>

9. 
Exceptuamos aquí la comunidad musulmana que sí mantiene en gran medida su religiosidad.

10. 
IPPOLITA (GRUPO). (2016). Ídolos: ¿la Red es libre y democrática? ¡falso! Madrid, Enclave de Libros.

11. 
La xarxa... (poema) (2010) < https://invisiblecomite.wordpress.com/2010/03/06/la-xarxa/>

12. 
DEBORD, GUY (2002). La sociedad del espectáculo. Valencia, España, Pre-Textos.
 
13.  
La culpa no es del doble ‘check’: el verdadero papel de WhatsApp en las rupturas de pareja, (2015) El diario (diario)
<http://www.eldiario.es/hojaderouter/Internet/Whatsapp-relaciones-problemas_de_pareja-detectives-abogados-consejeros_matrimoniales_0_348915726.html>

14. 
VALERO MOLDES, FABIÁN. (2013), La actividad en las redes sociales como causa de despido <http://www.elderecho.com/laboral/actividad-redes-sociales-causa-despido_11_570430002.html>

15. 
Quema tu móvil, (fanzine) <https://quematumovil.pimienta.org/mas_aislado.html>

16. 
Por fin la paella valenciana tendrá su emoji en WhatsApp, (2016), 20 minutos (diario) <http://www.20minutos.es/noticia/2749454/0/paella-emoji-icono-emoticono-whatsapp/>

17. 
TIQQUN (GRUPO). (2012). Primeros materiales para una teoría de la Jovencita ; seguido de "Hombres-máquina: modo de empleo". [Madrid], Acuarela.

18. 
El procesado de datos con fines mercadotécnicos es ampliamente superior al uso de estos datos para fines políticos, es decir, para la investigación y la vigilancia de los individuos. A propósito de esta vigilancia virtual, destaca el programa estadounidense PRISM, un dispositivo secreto de control masivo de Internet y de las telecomunicaciones que fue desarrollado por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA). El impacto global del programa fue denunciado en junio de 2013 por el revelador Edward Snowden. Prism cuenta con la colaboración de Microsoft (comprendiendo también Skype), Google (y Youtube), Facebook, Yahoo!, Apple, AOL i Paltalk. Fue curioso como fue ferozmente reprochado el gobierno de Obama por esta iniciativa, pero en cambio apenas fueron criticadas estas corporaciones multinacionales que sin su contribución el programa PRISM no hubiera funcionado.

19. 
El fenomen Pokémon, (2016) Solidaridad Obrera (diario) <http://lasoli.cnt.cat/12/08/2016/el-fenomen-pokemon/>

20. 
Esta chica sufre un atropello cuando cazaba pokémon y dice que la culpa la tiene el juego, (2016) La Vanguardia
<http://www.lavanguardia.com/tecnologia/videojuegos/20160715/403234086296/chica-sufre-accidente-de-coche-por-jugar-a-pokemon-go.html>
 
 
 
Joan Liébana Tardío
(capitaludd@nodo50.org)
Artículo aparecido en el número 43 de Ekintza Zuzena