Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

sábado, julio 30

Xarxa de Grups de Suport Mutu per psiquiatritzadxs

Hace ya más de dos años hablamos por primera vez en esta publicación acerca de una poderosa herramienta colectiva para afrontar el sufrimiento psíquico, entre iguales y alejada de las instituciones médicas y la industria farmacéutica: los grupos de apoyo mutuo en salud mental. Más o menos por esas fechas se gestaba en la ciudad de Barcelona un proyecto de estas características, la Xarxa de Grups de Suport Mutu per psiquiatritzadxs (Red de Grupos de Apoyo Mutuo -GAM- para psiquiatrizados/as). Queremos dedicarle un par de páginas a presentar la trayectoria y el trabajo de estos grupos, en primer lugar a través de su propio texto de presentación (puedes leerlo al completo en www.xarxagam.org), y continuando con algunos extractos del artículo “La Xarxa GAM: un ejemplo de autogestión de la salud mental” publicado recientemente en el periódico Diagonal (www.diagonalperiodico.net).

Desde hace ya casi dos años nos hemos ido juntando personas disidentes y fugadxs del sistema psiquiátrico con el propósito de cuidarnos mutuamente y politizar nuestros malestares. Creamos un grupo de apoyo mutuo, sin jerarquías, ni profesionales, un grupo de afectadxs que querían y queremos hablar en primera persona (del plural) de la salud y de cómo nos desquiciamos y, también, de cómo autogestionarla y combatir por nuestras vidas.

Aunque teníamos claros estos propósitos no sabíamos muy bien, sin embargo, cómo se podía hacer eso ya que no conocíamos experiencias en este sentido. Nos parecían interesantes algunos proyectos internacionales, pero nuestras necesidades nos llevaron a iniciar un camino propio (aunque nos encantaría comprobar que no tiene nada de original, sería un indicador de que estamos haciendo las cosas bien).

Teníamos y tenemos no sólo la necesidad de politizar nuestros malestares, sino de hacerlo sobre la base del compromiso en el cuidado. Lxs compañerxs venían cada unx con su propio proceso y lucha: unxs aspiraban a abandonar el psiquiátrico, otrxs a no entrar en el mismo a la fuerza, otrxs a bajar las dosis de drogas psiquiátricas (medicinas legales), otrxs a abandonarlas definitivamente, otrxs a no caer en la cronicidad y el encierro permanente, otrxs buscaban apoyo para acompañar su proceso de adaptación a una nueva identidad sexual, otrxs para superar el estigma de la locura… pero todxs caminábamos con el horizonte común de abolir el patriarcado, el capitalismo y el sistema psiquiátrico de la farmaindustria.

Somos varios grupos que nos reunimos en centros sociales autogestionados del territorio, por el momento, de Barcelona. Cada grupo es un aparato de cuidados y, a través de éstos de politización de los malestares. Cada grupo es una unidad política autónoma, sin embargo es en la asamblea, de la que formamos parte todxs lxs compas de todos los grupos, en la que decidimos, por consenso, los objetivos y la forma de alcanzarlos. También tenemos aliadxs, un anillo externo de apoyo que lo forman personas afines a nuestra lucha. En este anillo hay también algunxs profesionales de la llamada salud mental, pero no dirigen ni mandan sobre nadie de la red de apoyo mutuo, ni siquiera en base a su saber experto, comparten nuestros objetivos parcial o totalmente y encontramos con ellxs ocasiones para colaborar en común.

Partimos de la base de que el patriarcado y el capitalismo enferman y quiebran a las personas. Nosotrxs oponemos al individualismo capitalista y al machismo, que transforma todo en mercancía y sojuzga, el apoyo mutuo, la solidaridad de los iguales, la alegría de luchar juntxs, compartir y cuidarnos. (…)

 Xarxa G.A.M.


Cuidado entre iguales


“Estamos hartos de asistencialismo, porque ya hemos tenido bastante. No es una cuestión de hablar una vez a la semana y sentirnos bien y ya está. Eso no es lo que queremos hacer”, relata Germán.

Un pilar importante de los grupos, junto a la escucha, es el cuidado entre sus miembros. “Si a alguien lo ingresan, vamos e intentamos hablar con los psiquiatras que lo atienden”.

Muchos integrantes del grupo han establecido qué quieren hacer si tienen una crisis. “Si yo me pongo mal, llaman a los compas y yo he establecido a quién quiero ver, con quién quiero hablar, de qué manera quiero que se me trate”, nos cuenta Germán, indicaciones que previamente ha dado en base a sus propias experiencias. Esa resistencia desde el día a día ya ha dado sus frutos. “La gente ingresa mucho menos que antes”, y eso es todo un logro para el colectivo.

Las personas que integran la Xarxa son muy distintas. “Acaba de entrar una mujer que tendrá 70 años”, ponen como ejemplo. “Incluso políticamente también. No queremos ser dogmáticos con lo que hacemos. Hay gente que sí tenemos un compromiso más político, de teorizar, y hay gente que va más a su aire. Para mí, uno de los problemas de los movimientos sociales es el de encajonar la lucha. En nuestro caso, luchamos por nuestra salud, y eso es lo más importante”, apunta.

 

Compartiendo saberes, generando autonomía


Con el objetivo de adquirir un conocimiento teórico de lo que les está sucediendo y que éste no siempre dependa de un profesional, la Xarxa ha puesto en marcha dos grupos de estudio: uno sobre medicación y otro sobre corrientes de la psiquiatría.

“Incluso inten­tamos desa­rrollar estrategias para hablar con los psiquiatras, que vean que tenemos un conocimiento, poder decirles ‘lo que me estoy tomando me hace esto y lo otro, y lo he leído, vamos a probar a bajar la dosis’, pero esa estrategia a veces funciona y a veces no. La gran mayoría de los psiquiatras va con la medicación por delante. No se plantean ni que haya alternativas”.

Dentro del grupo muchas personas tienen un conocimiento enorme de la medicación, pues llevan tomándola más de 20 años. “Y es increíble el poco caso que se le hace a la persona usuaria y el conocimiento que tiene de sus procesos, y de lo que le ha hecho la medicación en cada momento”.

La postura de la Xarxa es claramente crítica con las corrientes psiquiátricas mayoritarias y con la sobremedicalización. “El problema es que te encajan en el sistema para que funciones con él, no te hacen cuestionártelo. Se limitan a decir que esto te pasa porque tu cerebro está mal, y van a regulártelo”, dice Germán.

Aprender sobre estas cuestiones les otorga herramientas para tratar su propio malestar y negociar con su psiquiatra: “Cuando vas allí igual estás hecho una mierda. Te agarras a un clavo ardiendo y te crees lo que te están diciendo. Pero dentro de lo susceptible que estás hay que analizar cómo te ayuda lo que te dicen y cómo creas una autonomía en la que tú decidas tu proceso”, explica.

Los integrantes del grupo reconocen que su relación con sus psiquiatras es complicada. “Hay una jerarquía muy grande, en la que tú le cuentas todo lo que te pasa y él no te cuenta nada. Y eso ya es una relación de poder de él sobre ti. 

Además, hay algunos que critican al grupo de apoyo mutuo y le han dicho a gente que no venga. Creen que los estamos convenciendo para dejar la medicación, como si fuera una secta o algo”, explican. Y pone el ejemplo de un compañero que asistía a las reuniones con un permiso del psiquiátrico donde estaba ingresado y al que ahora ya no dejan asistir.

Lo mismo ocurre con las familias, en las que encuentran reacciones de todo tipo. “Hay familias a las que no les gusta nada lo que hacemos. Y otras que nos animan a venir”. “Si los patrones que tenga la familia te acrecientan el sufrimiento, el estar con ella a veces no ayuda”, se lamenta Ger­mán.

 

Lucha contra el estigma


Como parte de la estrategia de politizar el malestar, una de las principales actividades de la Xarxa es visibilizar su forma de trabajar, aunque esta tarea se haga difícil. “Es duro cuando das una charla, cuando hablas con la gente, cuando vas a reuniones todas las semanas y vuelves a remover lo que estás pasando”. Pero tienen claro que cuanto más se hable de ello, mejor, y que naturalizarlo ayuda a combatir el estigma social que acarrea.

La Xarxa ha dado charlas sobre todo en centros sociales y espacios okupados. “Algunos venimos de experiencias muy dolorosas en el activismo. Y sí que faltan cuidados en general en estos espacios, porque no hay recursos. Cuando una persona se emparanoia mucho con la policía, o por un acoso, o por cualquier cosa, normalmente no hay herramientas. Es muy importante el tema de cómo nos sentimos, es muy importante para hacer lo que hacemos”, reconoce Germán.

“En los centros sociales no hablamos de cómo nos sentimos, cómo hacemos las cosas, si estamos a gusto, si alguien tiene una crisis… Cuando damos una charla sí que estamos abriendo un poco eso. Y es ahí cuando la gente te ve, cuando te empieza a contar”, concluye.

Sobre las contenciones mecánicas y los ingresos forzosos

“Tantas correas como razones para no dejar de luchar…

Quien no quiera mirar, que no lo haga.
 

Apelar a que las cosas estuvieron aún peor en un pasado no muy remoto es un argumento de una fragilidad extrema. Y además es peligroso, ya que legitima la opresión y nos vende a un futuro habitado exclusivamente por la resignación y el miedo. 

Se pueden rastrear los ecos del horror en cada hebilla. Asusta pensar en ello.

Hay que desmantelar la psiquiatría hasta sus cimientos, desnudarla para que todos puedan ver el espantajo decadente que la habita, hacerla retroceder hasta el basurero de la Historia.

Hay que construir un mundo en cuyos hospitales no haga falta una habitación específica destinada al almacenaje de este tipo de herramientas. Una obviedad, si se piensa detenidamente. Son muchos ya los locos que se han dado cuenta de ello, y mientras recorren la ciudad de parte a parte se preguntan a sí mismos entre murmullos: ¿a qué estarán esperando los cuerdos?”


Con la publicación de estas palabras junto con esta imagen de las instalaciones del Hospital Gregorio Marañón de Madrid (imagen de 2015), comenzaba la web Primera Vocal (www.primeravocal.org – Archivo de textos sobre salud mental y revuelta) una serie de entradas acerca de las llamadas “contenciones mecánicas” (eufemismo de “atar a una persona”) practicadas en los servicios psiquiátricos. Una práctica de la que poco se oye hablar pero que se realiza de forma habitual, y cuyas consecuencias sobre la persona atada no pueden estar más alejadas de lo “terapéutico”. Ante la publicación de esa imagen hace ya un año, Primera Vocal comenzó a recibir respuestas de todo tipo a través del correo electrónico y las redes sociales, y decidieron publicar algunos de estos comentarios tanto de personas que trabajan en el mundo de la salud mental como testimonios de personas que han sufrido las contenciones en su piel. Aunque el espacio aquí no nos dé para reproducirlas, recomendamos encarecidamente su lectura en los siguientes enlaces:



Por otra parte, recomendamos igualmente la lectura del fanzine “Ingresos forzosos”, editado por la Xarxa de Grups de Suport Mutu, que recopila testimonios de personas que han sido internadas en centros psiquiátricos en contra de su voluntad. Otra práctica extendida e invisibilizada que supone una muestra más del fracaso de una psiquiatría basada en la deshumanización de las personas. Esperamos poder dedicarle algunas páginas en el futuro a profundizar en este tema.


 

miércoles, julio 27

El paraíso -que merece ser- recobrado. H.D. Thoreau


Reseña de El paraíso -que merece ser- recobrado de H.D. Thoreau (Ediciones El Salmón)  en la revista Hincapié


Si los editores de El Salmón tienen razón y la mayoría de libros editados últimamente de Thoreau poco han contribuido a despertar el espíritu crítico en los lectores, aquí viene este librito con mayor carga de profundidad. Mucho se está publicando de Thoreau y muy bueno. Pero esta edición aboca la crítica thoreuniana a la fe ciega en el mecanicismo más draconiano que no es más que el que vivimos en nuestros días. El Paraíso – que merece ser- recuperado es la crítica que Henry David Thoreau hizo del libro de J. A. Etzler El Paraíso al calcance de todos los hombres, utopía entonces hoy realidad de un planeta plagado de máquinas eólicas, hidraúlicas y de vapor en montes, mares, campos y ciudades que acabarían con el arduo trabajo humano y que contribuirían al advenimiento de la felicidad humana. Que la utopia etzleriana no tiene nada de futuro, por cuanto es nuestro presente, resulta evidente. Y que somos al mismo tiempo los testigos de su aplastante realidad como las víctimas de su más rotundo fracaso, además de los portadores mentales, en el gen progresista que heredamos de nuestros mayores y que trasmitimos a nuestros descendientes, de perpetuar hasta el fin de su propio fin un Progreso que ya no puede progresar más porque lo ha aniquilado casi todo. Thoreau lo decía en 1845.

Los Etzler que criticara Thoreau hace 171 años abundan en nuestros días. Están en las facultades de ciencias aplicadas, planean y ordenan – ¿están estos desordenados? – los territorios en ayuntamientos o gobiernos regionales, asesoran a partidos caducos y emergentes; están hasta en las revueltas tipo 15-M. El lema “No es una crisis, es una estafa” revela el desvelo por querer solventar un mal trago ocasionado por unos cuantos estafadores que se han quedado con el dinero que debiera fluir en los flujos de antes. Jorge Reichmann y Emilio Santiago Muiño aciertan al darle la vuelta al trucaje: “No es una estafa, es una crisis”. Es la crisis, el colpaso del propio Progreso, de la civilización nuestra. Se puede discutir la longevidad de los recursos fósiles. Menos el gisgantismo planetario del consumo energético, su degradación. Los obispos del Progreso son los reformistas de toda ralea que Thoreau identifica:

mientras un reformador friega los cielos, otro barre la tierra.

Allende los siglos, los adventistas del Progreso apartaron de los púlpitos a los que purgaban con agua bendita a los esquivos infieles. Una especie de sorpasso – palabra ahora tan de moda – histórico y dogmático. Thoreau vaticina la debacle: nada podrá tener éxito sin la concordancia con la naturaleza. El éxito del progreso es haber convertido esta elemental máxima en un quejoso resquicio de primitivistas o primates que añoran el taparabos y comer cebollas crudas. Es un éxito mental: cada persona no ve un designio del colapso en los barrios circundados por autovías, en los pueblos cercenados por centrales atómicas, hidroeléctricas, de residuos, en las costas apostilladas por puertos industriales, en el pescado con niveles elevados de cadmio, en la carne con clembuterol.

Thoreau parece adoptar una actitud descreída de las posibilidades de la utopia que plantea Etzler: sociedades con ultrateconología que mediante participaciones en acciones permitieran crear sociedades cerradas o comunitarias para el disfrute de sus asociados con sus constituciones. Ahí tenemos en nuestra era a los monopolios tecnológicos con acciones en bolsa o constituídos en sociedades limitadas con sus respectivos estatutos constitutivos. ¿Fin de trayecto? Thoreau adelanta en este sombrío librito el abismo moral de la sola idea de un futuro así. Nosotros afrontamos el abismo físico de la posibilidad de su presente. Muy malas noticias para los utopistas.
 
Íñigo Elortegi

domingo, julio 24

La vida en soledad. Aislamiento es tortura

Raquel pasó sus últimos 6 meses de vida en una celda de apenas 10 metros cuadrados en la que pasaba no menos de 21 horas diarias completamente sola. Las tres horas restantes se las repartía entre la ducha y las horas de patio. Le llaman patio a un espacio de unos 15 o 20 metros cuadrados de cemento donde lo único que podía hacer era tomar un poco el aire libre y hablar con otra persona con la que compartía el espacio. En realidad, más que un patio, estaríamos ante una celda al aire libre. No tenía actividades, no tenía nada más que hacer que esperar que pasara el tiempo. Y así, un día tras otro”. Así comienza un artículo escrito por el abogado Andrés García Berrio titulado “¿21 horas al día en una celda?”, publicado en ElDiario.es.

Este es el día a día de las miles de personas presas que se encuentran clasificadas en primer grado penitenciario. En una carta escrita a su pareja el 24 de diciembre de 2014, Raquel escribió “Joder! Qué hago? Me estalla el cerebro de tanto leer. Llevo 12 días sin salir al patio. Tengo fiebre, a ver si me traen los antibióticos. Necesito respirar, moverme, hacer gimnasia. Me estoy volviendo loca, no puedo más. Cuatro meses después, el 11 de abril de 2015, se suicidó dejando una carta póstuma dirigida al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria en la que denunciaba una situación continuada de malos tratos.

El aislamiento penitenciario como castigo

Hay dos razones por las que una persona puede encontrarse en situación de aislamiento en el Estado español: (1) por la imposición de alguna sanción (al cometer alguna infracción recogida en el Reglamento Penitenciario) o (2) al encontrarse clasificada en primer grado.

En el primer caso, el castigo de las personas sancionadas podrá durar hasta 42 días en los que permanecerán privadas de casi cualquier contacto humano, a pesar de que diversos organismos internacionales recomiendan no imponer castigos superiores a 14 días por considerarlos un maltrato injustificado.

Dicha sanción debería imponerse sólo en casos excepcionales, como último recurso y durante el menor plazo de tiempo posible. […] un período de 42 días consecutivos en régimen de aislamiento constituye un castigo absolutamente excesivo. El Comité recomienda la adopción inmediata de medidas para garantizar que ningún recluso sea puesto en régimen de aislamiento durante más de 14 días. En el caso de […] comisión de dos o más infracciones, debería preverse la interrupción del aislamiento durante cierto tiempo al cumplirse los 14 días” – Comité Europeo para la Prevención de la Tortura (CPT), tras una visita a España en 2011

En algunos casos incluso pueden verse sometidas a contenciones mecánicas, atadas o encadenadas a la pared, con todo lo que ello conlleva.

El aislamiento penitenciario como parte del tratamiento penitenciario

El segundo caso de personas sometidas a aislamiento, lo está por haber sido clasificada en primer grado. Para ellas no existe un límite temporal y el aislamiento puede llegar a aplicase durante toda la condena, con independencia de lo que dure. Este régimen se aplica a (1) presos/as especialmente conflictivos o peligrosos, o a (2) presos/as “socialmente inadaptados/as” para la vida en un módulo normal.

En el primer grupo, el de los/as presos/as conflictivos/as, solemos encontrar a aquéllos/as rebeldes, quienes han organizado motines, quienes contestan a los/as funcionarios/as, etc. Sus historias las hemos leído en ensayos como Cárceles en Llamas de César Lorenzo o Huye, hombre, huye, las memorias del preso Xosé Tarrío (descargable en www.rebelion.org/docs/127675.pdf). También se encuentran clasificados/as en primer grado presos/as que no han tenido ningún comportamiento considerado conflictivo por Instituciones Penitenciarias.

Algunas personas son derivadas a aislamiento desde el primer día en prisión por virtud del tipo de delito por el que se les condenó. Una pista: si los hechos tenían alguna motivación política, lo más seguro es el ingreso directo en régimen de aislamiento. Este es el caso de Alfon, de los titiriteros, de los/as anarquistas detenidos que ingresaron en prisión preventiva por las operaciones Piñata y Pandora, o el caso de Nahuel, etc.

Por otro lado, en el segundo grupo, se encuentra el grupo de los/as presos/as inadaptados/as. Como si de un cajón de sastre se tratara, esta vía se utiliza para aplicar el aislamiento a la población penitenciaria más vulnerable y excluida. La Institución, lejos de proveer la ayuda que necesitan aplica este régimen a quienes presentan problemas de salud mental, trastornos, adicciones y otras situaciones similares.

Tenía la mirada vacía. En sus ojos se adivinaba un principio de locura, una enajenación progresiva que dañaba el conjunto de su personalidad seriamente. Lo estaban convirtiendo en un despojo humano a base de inyecciones y sesiones continuadas de aislamiento. Aquel hombre necesitaba ayuda, compañía; no cadenas y soledad” – Xosé Tarrío.

La vida en aislamiento

La ventana había sido tapada por fuera con una chapa metálica para impedir que los presos pudiésemos ver el campo o el mar. La cama era metálica y se hallaba sujeta al suelo. Una bombilla, un lavabo y un servicio a ras del suelo concluían el conjunto de elementos de los que se hallaba provista la celda” – Xosé Tarrío.

Imagina pasar 21 ó 22 horas al día en una celda dotada exclusivamente de una cama, un lavabo y una bombilla.  Nada más. Lo único que puedes hacer es leer. Y sólo si tienes la suerte de contar con un grupo de gente apoyándote desde el exterior que te hará llegar paquetes de libros y revistas cada 15 días. También con suerte y dinero, puedes ver la tele. Tendrás que pagar 300 euros por una de las que venden en el economato de la prisión.

Puedes bajar al patio dos o tres horas al día acompañado/a de una única persona. Esa persona también está en aislamiento y probablemente no la conoces de nada. Más vale que te caiga bien, porque será la persona más cercana a ti de ahora en adelante. Si tienes buena fortuna, en el patio de diminutas dimensiones tendrán un balón con el que jugar. Un par de horas después, vuelves a la celda a ver el Sálvame u Hombres, Mujeres o Viceversa. Y así todos los días durante semanas, meses o años.

Las consecuencias del aislamiento sobre las personas

El régimen de aislamiento puede repercutir muy negativamente en la salud mental, física y en el bienestar social de los afectados por la medida” – El CPT tras su visita a España en 2011.

La experiencia de la cárcel como institución total no deja indiferente a nadie. El tipo de socialización dentro de la cárcel es contraria a la esperada rehabilitación que prevé el sistema legal. Entre los distintos efectos adversos para el individuo que tienen lugar en una institución total como la prisión se incluyen la deshumanización, desculturación, manipulación del “yo”, alta tensión psíquica, estado de dependencia y estigmatización, entre otras. Muchas de estas consecuencias son inherentes a la propia arquitectura carcelaria. Los materiales que la configuran -compuertas, pasillos, cerraduras, ventanas, etc.- tensionan la estancia, incrementan la sensación de aislamiento y reclusión y disponen el contexto para facilitar el ejercicio del poder sobre la persona recluida.

Podemos enumerar las consecuencias físicas o fisiológicas del aislamiento: problemas gastrointestinales, cardiovasculares, genito-urinales, migrañas y fatiga profunda, en los que se constatan síntomas como palpitaciones, transpiración excesiva súbita, insomnio, dolores dorsales y articulares, deterioro de la vista, falta de apetito, pérdida de peso y diarrea, letargia y debilidad, temblores, sensación de frio y agravación de los problemas de salud preexistentes.

Por su parte, las consecuencias psicológicas cuyos síntomas se han comprobado pueden manifestarse de forma gradual hasta las agudas o crónicas. Las categorías conocidas son las siguientes: (1) angustia: desde la sensación de tensión hasta crisis de pánico (irritabilidad, miedo a una muerte inminente); (2) depresión: desde un bajo estado anímico hasta la depresión clínica (pérdida de reactividad emocional, sentimiento de impotencia, perdida del deseo a vivir); (3) cólera: desde la ira hasta rabia profunda (hostilidad, imposibilidad de contener los impulsos, acceso de violencia física y verbal en contra de uno mismo, del otro o de objetos, rabia no contenida); (4) problemas cognitivos: desde falta de concentración a estados de confusión alta (pérdida de memoria, confusión y desorientación); (5) distorsiones de la percepción: desde hipersensibilidad hasta alucinaciones; (6) paranoia y psicosis: desde pensamientos obsesivos a psicosis caracterizadas; y (7), por último y más terrible, automutilación y suicidio.

Te están violando toda tu vida, cuando te están dando tu dignidad está tocada; cuando se alargan los aislamientos, el miedo, la muerte y te paras a pensar en la dignidad…” – Testimonio desde prisión.

Por último, cabría hablar del aislamiento social propio de la mera estancia en prisión.  La cárcel puede provocar alteraciones negativas en la persona, sobre todo en situaciones de abuso y malos tratos. Estas situaciones afectan tanto a la persona recluida como a sus familiares y entorno, porque para poder sobrevivir a este sistema, resulta determinante adaptarse al nuevo medio y sus normas de conducta. No adaptarse supone perpetuar una percepción de la prisión como un entorno amenazante, coercitivo y, en muchos casos, destructivo. La prisión exige unas consistencias comportamentales (cultura carcelaria), es decir, adecuarse a su anormalidad. Pero adaptarse a la prisión puede suponer la inadaptación social. Adecuarse a la vida en prisión dificulta el regreso a una vida normalizada en sociedad. Y si esto es a lo que se enfrentan quienes cumplen condena en régimen ordinario, resulta inconmensurable el esfuerzo que deberán realizar quienes han pasado años en una vida de soledad en régimen de aislamiento.

“Hasta que no pasas tiempo con más gente, los primeros días estas distante con todo el mundo. Son muchos períodos, estás reservado. Aislarte es consecuencia del propio aislamiento” – Testimonio desde prisión.

Campañas contra el aislamiento

En los últimos tiempos el discurso en torno al asilamiento coge fuerza. Hemos superado el oscurantismo y la opacidad, de los años anteriores. El periódico británico The Guardian inició una campaña internacional contra el aislamiento en EEUU con un simulador virtual de una minúscula celda. “Ésta es tu celda. ¿Podrás soportarlo?”, reza el título. E informaba de que el país americano mantiene a más de 80.000 personas sometidas a aislamiento y sobre las consecuencias psicológicas del mismo.

En el Estado español, la Coordinadora para la Prevención y Denuncia de la Tortura (CPDT) y la Asociación Libre de Abogadas y Abogados (ALA) organizaban el pasado mes de abril las V Jornadas  de Formación en la denuncia de la tortura y malos tratos: “Prisión como trato inhumano” en las que informaban no sólo de los efectos irreversibles del aislamiento en la salud de las personas, sino en la esencial semejanza del aislamiento con el concepto de tortura. Ambas organizaciones tienen habilitado un Turno de profesionales dedicado a la atención de denuncias de tortura en el estado (www.ala.org.es/denuncia-torturas).

También a finales de abril, la Coordinadora Catalana para la Prevención de la Tortura presentaba públicamente su informe sobre El aislamiento penitenciario en Catalunya desde una mirada de defensa de los derechos humanos. El documento ha sido reseñado en varios medios de comunicación de masas, revelando un interés creciente por este régimen de castigo inhumano.

Torturas en prisión

Si bien por todo lo que hemos explicado en este artículo consideramos que ha quedado muy claro que el aislamiento en sí mismo es una tortura, no debemos olvidar que las palizas y todo tipo de maltratos pueden suceder con impunidad en estas celdas apartadas de las miradas de testigos.

Si conoces a alguien que haya sufrido algún tipo de maltrato en prisión llama al teléfono 605329223 para recibir asesoría jurídica gratuita.


jueves, julio 21

Stalin y la anarquía

Ha llegado a mis manos un librito publicado en 1979 por la editorial 8 Nëntori, de Tirana. Este libro recoge una serie de artículos escritos por Stalin en polémica con los anarquistas georgianos entre 1905 y 1907.

En esos años, Rusia vivía un efímero periodo de libertad a consecuencia de la revolución de 1905, e incluso en Tiflis (capital de Georgia, donde vivía Stalin) se encendía la polémica entre anarquistas y socialdemócratas. El grupo anarquista de Tiflis publicaba los periódicos Nabati (Llamamiento), Muscha y otros. Los grupos revolucionarios, hermanados por la lucha contra la autocracia zarista, se diferenciaban por los métodos de acción; los socialdemócratas aprovechaban los pocos espacios de libertad para dedicarse a su deporte favorito: la lucha electoral, atrayéndose las críticas de los revolucionarios y, en particular, de los anarquistas. Stalin escribe una serie de artículos bajo el título de "¿Anarquismo o socialismo?" que fueron publicados en los periódicos Ajali Droeba (de diciembre de 1906 a enero de 1907), Chveni Tsjovreba (febrero de 1907) y Dro (abril de 1907). Los últimos artículos fueron secuestrados por la policía cuando la componente más reaccionaria del zarismo puso fin a las ilusiones legalitarias de los socialdemócratas y a sus periódicos legales.

El objetivo de Stalin en estos artículos era caracterizar al marxismo, analizar las críticas anarquistas al marxismo y luego pasar a criticar a la propia anarquía. En particular, los artículos publicados tratan del método dialéctico, de la teoría materialista, del socialismo proletario. Los artículos más explícitamente dedicados a la crítica de la anarquía, a la táctica y a la organización del movimiento anárquico no fueron publicados, y probablemente desaparecieron a causa de la acción represiva de la policía zarista.

El interés de estos artículos está sobre todo en el estilo de Stalin: su razonamiento es didáctico, a veces pedante, y trata de explicar de manera simple y sintética incluso los problemas más complejos; esta es una característica que Stalin conservará siempre, incluso en sus últimas obras, como Problemas económicos del socialismo en la URSS, de 1952. El trabajo de Stalin es una descripción previsible del "socialismo científico", de los elementos teóricos comunes a la Segunda y a la Tercera Internacional; del mismo modo proporciona un compendio de las críticas marxistas en general y en particular a las interpretaciones teóricas difundidas en el movimiento anarquista a principios del siglo pasado.

Este libro, entre otras cosas, demuestra que Stalin compartió durante muchos años las posturas de Lenin y la socialdemocracia internacional; por ejemplo, fueron publicados textos de Stalin por el Partido Comunista de Italia, liderado por Bordiga, en los años veinte del pasado siglo; en este contexto, hablar de degeneración estalinista respecto a la correcta enseñanza de Lenin y de Marx parece problemático: el estalinismo es una de las posibles variables de la concepción autoritaria, legalista y reformista de Karl Marx.

La serie de artículos contra los anarquistas georgianos comienza con la exposición del método dialéctico: según Stalin, el método dialéctico representa el movimiento continuo de la vida, en el que cada día algo nace y crece, y también algo se deteriora y muere. El método dialéctico ayuda a comprender que el proletariado nace y crece, crece de día en día, mientras que la burguesía envejece y camina hacia la tumba; no importa lo fuerte y numerosa que sea hoy la burguesía, porque será derrotada. El método dialéctico ayuda a comprender las causas sociales de la revolución, que para Stalin (y para Marx antes) se llaman "desarrollo de las fuerzas productivas".

Sucesivamente pasa a ocuparse de la teoría materialista de Marx y Engels, cuyo objetivo es legitimar la política socialdemócrata. De hecho, cuando pasa a ocuparse del "socialismo proletario", Stalin sostiene que la teoría materialista identifica qué ideal puede hacer un servicio directo al proletariado, sobre la base de la relación de este ideal con el desarrollo económico del país; es la teoría materialista que permite comprender si un ideal determinado corresponde plenamente con las exigencias de este desarrollo. Que el concepto de desarrollo económico ha de entenderse en el estrecho ámbito del crecimiento de la producción capitalista se confirma más abajo, cuando Stalin afirma que "debemos saludar el extenderse de la producción"; bajo esta óptica aparece clara la inconveniencia del anarquismo, ideal que "contrasta con los intereses de una poderosa extensión de la producción", por lo que la idea anarquista "es nociva para el proletariado".

Es obvio que, si el interés económico del proletariado es el desarrollo de la economía capitalista, su interés político será la instauración de la república burguesa; de hecho, hasta abril de 1917, el programa de los socialdemócratas no iba más allá de la Constitución y de la instauración de la república democrática. Fue el desarrollo de los soviets y la creciente influencia del movimiento anarquista en su seno lo que empujó a Lenin a adoptar un programa revolucionario, rápidamente echado por tierra una vez que el poder bolchevique se consolidó.

Pero volvamos al razonamiento de Stalin: la praxis, la política de la socialdemocracia, son correctas porque se han desarrollado de manera deductiva a partir del método dialéctico y de la teoría materialista de Marx y Engels; el método dialéctico y la teoría materialista ofrecen una correcta interpretación de la realidad porque en ellas se basa la acción del proletariado influido por la socialdemocracia. En esencia, este es el razonamiento repetitivo de Stalin, compartido bajo formas más elegantes y sofisticadas por todos los socialistas autoritarios.

El párrafo sobre el socialismo "proletario" prosigue ocupándose de la dictadura del proletariado y de la lucha parlamentaria; Stalin, obviamente, defiende la concepción autoritaria y legalista de la socialdemocracia, y ataca a los anarquistas. La experiencia ha demostrado que la dictadura del proletariado ha llevado a la reconstrucción del régimen capitalista, mientras que la lucha parlamentaria ha llevado a la corrupción de las fuerzas socialistas y comunistas que han participado en ella, confirmando las previsiones de los anarquistas.

Más que la confirmación de los diferentes puntos, se ha confirmado el planteamiento mantenido por el movimiento anarquista: los socialistas autoritarios siempre han sostenido, y siguen sosteniendo, que la teoría y la estrategia del partido son las armas principales para garantizar el éxito revolucionario y alejar el peligro de la degeneración; la correcta aplicación del socialismo científico está garantizada por la disciplina y la sumisión de los militantes a los dirigentes, únicos para interpretar las palabras de los profetas.

La Historia ha demostrado que los partidos autoritarios han sucumbido miserablemente frente a la agresión del Estado; sucedió con los partidos socialistas de Alemania e Italia ante la agresión fascista, ha sucedido con los partidos comunistas que se han adaptado progresivamente al sistema, revisando a cada poco sus principios fundamentales, transigiendo a cambio de un puñado de votos o de una porción de poder. ¿Esto ha sucedido porque los dirigentes socialistas o comunistas eran malvados, débiles o traidores? Sin duda eran los mejores militantes del movimiento obrero. Los anarquistas siempre han dicho que el cargo acaba por corromper hasta a los mejores, que todo gobierno, por su naturaleza, tiene necesidad de una franja privilegiada que lo apoye, ya que, no pudiendo contentar a todos, necesita de una clase económicamente potente que lo apoye a cambio de la protección legal y material que recibe; que todo parlamentario, aunque sea el más revolucionario, está obligado a mediar con los parlamentarios de las otras fuerzas políticas para conseguir aprobar alguna medida favorable a los obreros, a descafeinar su programa para obtener algún voto más. De ese modo, lo poco de bueno que llega a las clases populares por la acción parlamentaria de sus representantes, se vacía de contenido por la corrupción y por la división que se genera entre las propias clases populares.

Para los anarquistas, el camino elegido conduce inevitablemente a un destino: el camino de la delegación y del gobierno no puede llevar a la emancipación del proletariado. En otras palabras, es la actividad práctico-sensible de los hombres lo que determina y, en última instancia, también sus convicciones, y no la viceversa. Esta es la base del materialismo de los anarquistas, es la base de la desconfianza hacia los socialistas "científicos" que, tras sus fórmulas abstrusas, solo buscan someter los movimientos de transformación social a sus intereses de partido. Por ello, los doctrinarios a cuya formación indudablemente pertenece Stalin, odian el anarquismo: la autonomía del proletariado, la organización federalista y autogestionaria, y la abolición del Estado, elementos característicos del anarquismo, señalan el fin de su nefasto papel.
 
 
Tiziano Antonelli
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, Septiembre de 2015

lunes, julio 18

Piloto automático. Notas sobre el sonambulismo contemporáneo

Entrevista para el medio digital Vaho Magazine a  Juanma Agulles, con motivo de la reciente publicación de su último libro Piloto automático. Notas sobre el sonambulismo contemporáneo. Reproducimos a continuación la entrevista.


– Notamos un discurso pesimista actuando como hilo conductor de vuestras dos últimas novedades. Habláis de proporcionalidad inversa entre el número de publicaciones de Thoreau y la conciencia de la sociedad, algo que compartimos, pero también de que había algo en 2013 que te motivó a escribir el conjunto de ensayos Piloto automático que entendemos que al menos comienza a apagarse cuando decides abandonar la empresa de la reflexión semanal. ¿Son tan malos los tiempos o cabe vislumbrar algo de esperanza cuando efectivamente pese a todo os entregáis  (y en concreto te entregas) a la publicación de unos textos que esperáis que resuenen en las conciencias?

 En realidad no sé si llamaría pesimista al hilo conductor de estas y otras de nuestras publicaciones. Yo prefiero definirlas como «críticas», y el movimiento de la critica social es doble: por un lado trata de «destruir» las bases de la mentira social, y al mismo tiempo pretende «construir» un argumento emancipador, es decir, que mueva a la interrogación sobre la realidad en la que vivimos. Cuando hacemos referencia al número de ediciones de Thoreau en contraposición a la rebeldía que podemos constatar en nuestra sociedad, es para poner en valor que, precisamente, el texto que publicamos del autor de Concord es uno donde ese lado más crítico y disconforme con el espíritu de nuestro tiempo (que en parte era también el suyo) se puede ver con más claridad.

Sobre el libro Piloto automático, el hecho de escribir casi semanalmente durante dos años, y hacerlo muy pegado a lo cotidiano, fue una experiencia muy enriquecedora. En algunos casos, los artículos me llevaron a participar de debates sobre el momento político actual y a ir adquiriendo otros compromisos. El hecho de interrumpir las colaboraciones más periódicas en verano de 2015 no responde tanto a un «apagón» como al hecho de haber realizado un paréntesis para afrontar otros proyectos, colectivos e individuales, que requerían más tiempo. Entre ellos el nuevo número de Cul de Sac, que salió hace poco, la misma edición de Piloto automático, una traducción que me traigo entre manos, y la presentación de mi tesis doctoral que leí en febrero de este año. A parte de la participación en distintos debates y charlas.


Y con eso, parte de la pregunta por los malos tiempos y por las esperanzas estaría de algún modo contestada. Tanto en el plano colectivo como en el individual no es incompatible ser crítico con intentar influir en el curso de los acontecimientos que vivimos, o de aquellos procesos sobre los que tenemos alguna capacidad. Puede existir un pesimismo de la inteligencia que impulsa un optimismo de la voluntad. De eso se trata en el fondo: nunca elegimos la forma de opresión a la que nos enfrentamos, constatar que la que nos ha tocado en suerte goza, lamentablemente, de una amplia legitimación por parte de nuestros contemporáneos no quiere decir que, por eso, debamos rendirnos. En cualquier caso, para leer libros o encontrar argumentos que nos dicen precisamente eso, que nos rindamos, que vivimos en el mejor de los mundos posibles, hay un amplia oferta con la que no pretendemos competir.

– En «Combatir lo peor» respondes a quienes exigen la formula mágica, a quienes preguntan «¿entonces cómo hacemos?» (aparecen también en «Estar en contra, estar a favor»), «con muchísima dificultad». Antes de saber cómo, tal vez sea necesario definir contra qué. ¿Qué es, en resumidas cuentas «lo peor»? y sobre todo, ¿es posible combatirlo?

Tengo un amigo que siempre comenta que ante la recurrente pregunta de «¿qué hacer?», cabría responder: «de momento, y para empezar, podríamos dejar de hacernos esa pregunta». En el artículo «Combatir lo peor», vengo a decir que no sirve de nada protestar por el mal gobierno o la mala administración de lo común si, a continuación, acabamos alzando al poder a nuevos administradores y dirigentes. La estructura queda así intacta, y el proceso por el que cualquier dirigente acaba defendiendo un pequeño número de grandes intereses se mantiene. El problema reside en la delegación y el eterno regreso de la política representativa (partidaria) frente a la democracia directa. Eso que llamo «lo peor», puede adoptar múltiples formas, pero básicamente es la pérdida de libertad y de autonomía, como individuos y como comunidades, lo que tengo en mente. Es el proceso de modernización industrial y capitalista el que ha ido degenerando en una forma de opresión que tiende al totalitarismo, y lo hace bajo múltiples aspectos, por lo que también nos ofrece múltiples frentes donde combatirlo. Desde el ámbito de la cultura, a las libertades políticas (recordemos que la «ley mordaza» sigue vigente), pasando por la destrucción de las formas de vida que no necesitan de un Estado, y que adoptan formas de organización de democracia directa. Hay múltiples ejemplos históricos y contemporáneos de personas que se organizan de ese modo, y que responden afirmativamente, con su práctica diaria, a la pregunta de si es posible combatir lo peor.
 
– Esta situación política actual de la que hablas, el clima que se respira, encuentra una respuesta muy viva en «Partidos y contrapartidas». Posiblemente escueza a muchos, pero es una reflexión necesaria. Este artículo, y algunos otros que aparecen en Piloto automático, están apunto de cumplir dos años. Visto lo visto, su vigencia es abrumadora. Imaginamos que eres consciente de lo válidos que siguen siendo tus artículos ahora, pero ¿supiste en su momento que tendrían el mismo, o incluso más peso a estas alturas? ¿Crees que se debe a lo que dices en «Enseñanzas de la Peste Negra en Europa» acerca de que las transformaciones sociales necesitan siglos, milenios, para ser perceptibles?

Sí, es posible que a algunas personas les resulte chocante que ante el ascenso de nuevos partidos políticos que supuestamente representan una alternativa, haga una crítica a la «política de siempre» vestida con otro atuendo. Pero la mía no es una reflexión tan original, sinceramente. Si artículos como «Partidos y contrapartidas» tienen vigencia hoy no se debe tanto a un mérito mío como, en este caso concreto, al genio de una mujer llamada Simone Weil, que realizó la misma crítica a los partidos políticos en los años 30 del siglo pasado. Si hay algún acierto por mi parte, quizá tan sólo sea haber aplicado la lúcida mirada de Weil al contexto actual. Hace dos años era previsible la institucionalización de ciertos movimientos sociales como el de los indignados y el cierre de filas en torno a una candidatura política, hoy ya es una realidad que, pese a que obtenga mejores o peores resultados electorales, ya ha encontrado en sus mismas bases bastantes argumentos críticos frente a una espectacular deriva electoralista.
En «Enseñanzas sobre la Peste Negra en Europa» señalo algo de esto, sí. 

Especialmente cuando apunto a que el advenimiento de una crisis que parece estructural (porque afecta al conjunto de la sociedad) siempre se da sobre unas formas de regulación social previas, que hacen que determinadas instituciones sociales, unas determinadas formas de dominación, funcionen mejor cuanto peor es la situación general. El ejemplo histórico de la Peste Negra es un recurso que utilizo para decir que aquella «crisis» tuvo consecuencias importantísimas para el desarrollo posterior de una sociedad de clases, pero que en transformaciones de este tipo sus protagonistas a menudo no pueden ver el alcance de las mismas.

– Ya que mencionas a Simone Weil en tu respuesta y aparecen en tu libro varios autores de referencia como Mumford o Camus y otros referentes más literarios, queríamos hablar de la influencia que tiene la literatura sobre ti. Muchos de tus artículos se rigen por un modelo expositivo a partir de una metáfora o un ejemplo que, como una fábula, te lleva a la conexión con el tema sobre el que verdaderamente incides. ¿Cuánto hay de ética y cuánto de estética en esta forma de construir tu discurso?

La literatura es para mí la influencia más importante. Mis primeras lecturas literarias fueron la motivación para ir construyendo mi pregunta por el mundo y mi lugar en él, y trato de no perder de vista esa capacidad que han tenido muchos autores de conformar una visión de la vida que puede lograr que nuestra interrogación se extienda a todas las facetas de nuestra existencia, tanto individual como colectiva. Lograr aunar una visión estética con una toma de posición ética frente a la sociedad me parece que ha sido el logro de unos cuantos autores y autoras con los que me siento en deuda perpetua. Ciertamente Simone Weil, Mumford o Camus, pero también Orwell o Thoreau o William Morris, tienen esa capacidad de conmovernos y, al mismo tiempo, hacernos pensar.
 
En Piloto automático están muy presentes estas influencias. Partir de lo cotidiano, de un suceso o un objeto (como por ejemplo el alambre de espino) para construir una metáfora del mundo, es una manera de apelar a nuestra integridad, es decir volver a unir, a integrar, aquello que nunca debió separarse. Hay, por eso, algunos ensayos que están dedicados precisamente a la relación entre la literatura y la vida, y otros que, como decís, se acercan a lo que podría ser una fábula o una viñeta. En ese terreno intermedio entre el conocimiento histórico y social, y la pregunta estética de la literatura (que es el terreno del ensayo), es donde más cómodo me encuentro.


viernes, julio 15

Huye, hombre, huye. Diario de un preso FIES

Xosé Tarrío González

Este libro narra la vida de un joven que desde muy temprana edad comienza a descubrir el miedo y la violencia imperada por las instituciones carcelarias del estado español, encerrado ya desde los 11 años en un internado, pasando por reformatorios y acabando en prisión a los 17 años, que es donde también acaba conociendo las drogas y acaba enganchándose a ellas.

Poco más tarde vuelve a entrar en prisión a cumplir una condena de 2 años que se acaba convirtiendo en una condena de 71 años a causa de su espíritu de lucha, no dejándose nunca pisotear ni humillar por los perros guardianes de estos centros de exterminio. (Desde la opinión de que el trabajo de funcionario de prisiones no es ético y desde tener claro el papel que esa profesión juega dentro y al servicio de lo peor del Sistema, nosotr@s por respeto a las personas que desempeñan esta función que criticamos, no hubiéramos empleado el término “perros guardianes”, nota del editor).

Xosé sale de las drogas a los 19 años, participa en varios motines, y varios intentos de fuga. La fuga se convierte en un empeño constante, es lo único que le mantiene con vida, la esperanza de escapar de ese martirio impuesto por este podrido sistema camuflado tras el bonito nombre de “democracia“.

Este fue uno de los primeros libros que leí sobre prisiones, el cual me impresiono bastante, de hecho es uno de los libros en general que más me ha llenado.

Leyéndolo conocí las malas condiciones de vida en las cárceles españolas, el cruel y siniestro código F.I.E.S. y también a un gran personaje.

Xosé Tarrío es una persona digna de admiración, con un gran valor y dignidad que le mantuvo plantando cara durante tantos años pese a estar encerrado, separado de sus seres queridos, y siendo victima de todo tipo de abusos, torturas y vejaciones.

Lo puedes leer y/o descargar aquí 


martes, julio 12

Sobre el trabajo

El sistema en el que vivimos, como con muchas otras cosas, normaliza lo artificial para borrar las huellas de lo propiamente natural. El trabajo ligado a la vida lo amputa, lo convierte en empleo, en trabajo asalariado, de tal manera que sólo nos reconocemos como personas en cuanto “currantes”, “expertos” o seres productivos. Esta violencia que recae sobre nosotras nos obliga a vendernos cada día, pisar al de al lado, subir escalones a costa de los demás y mirar a nuestros iguales según su status social o su cuenta corriente. Nos dividen y enfrentan entre falsas categorías (el buen ciudadano, el vago, el migrante, el fiel trabajador que quiere levantar el país,el de aquí, el de fuera…) que nos impiden ver nuestra condición de esclavos modernos que somos, aquello que compartimos y a lo que podríamos poner fin si rompiéramos dichas clasificaciones propias del INEM y de sus salas de espera .

El trabajo apesta y lo sabemos. Nos roba la energía, el tiempo para dedicar a cuidar nuestras amistades, nuestras relaciones y nuestras vidas. Nos obliga a relacionarnos forzadamente y perfeccionar nuestra falsedad, saca lo peor de nosotros, esa capacidad de competir por una mierda de salario que gastaremos en pagar nuestra propia celda a plazos, o que derrocharemos en un ocio de usar y tirar que sólo busca contentar de viernes a domingo para que el lunes la rueda siga girando a costa de nuestras jaquecas, nuestro estrés y nuestra ansiedad, a costa del chantaje constante que nos recuerda que sólo podremos cubrir nuestras necesidades más básicas por medio del dinero y del consumo.

Es una mentira mediática muy integrada en nuestras cabezas que la gente quiere trabajo. Lo que queremos todos los mortales es comida, techo, calor y afecto. El arte del sistema y sus dispositivos publicitarios consiste en hacernos creer a todos que nuestras necesidades son las suyas, y que obtenerlas sólo es posible mediante la violencia que corre entre el paro y el empleo, entre las políticas de reinserción laboral y las prestaciones sociales .

Aunque a veces la realidad nos obligue a hacer cosas que no queremos, existen herramientas que tenemos en nuestras manos, que nos ayudan a liberar nuestro tiempo del trabajo asalariado. Reciclar los restos de esta sociedad de consumo cuando se pone el sol, ocupar tierras para cultivar y compartir los alimentos, robar en grandes superficies y estar pendientes de lo que cada uno a nuestro alrededor necesita, organizar nuestras vidas en relación a los demás y no en relación a nuestro éxito personal y exclusivo, aporta la alegría de vivir que es necesaria para luchar contra este sistema, cuya espina dorsal es el empleo. Nuestro tiempo perdido no se recupera jamás.

Hoy en día la libertad sólo se concibe en función de lo que se pueda gastar, así como el tiempo no tiene sentido tenerlo sino hay dinero con que consumir sus horas. Esta locura normalizada, esta cordura tan racional, es la base sobre la que se asienta nuestra obediencia. Las personas que conocen las comisarías de Santander, el penal del dueso, los juzgados de ciudad jardín o el desprecio social, no suelen ser villanos cinematográficos, sino personas que experimentan que lo que conocemos por libertad es un espejo que se hace añicos cuando no hay ingresos a final de mes. Tanto daño nos han hecho que concebimos tener “trabajo” como un regalo o un privilegio, y tener tiempo como una condena de aburrimiento sin recompensa. Eso de que hay que ganarse la vida es una chorrada, pues la ganamos desde que nacemos y somos tan bellos como nuestros actos puedan demostrarlo. No necesitamos la aprobación de ninguna institución para saber que merecemos la pena. Es la vida la que se empieza a perder cuando sacar dinero se impone sobre todo lo demás.

La vocación no es supervivencia, es algo que surge precisamente de ese tiempo para valorar lo que nos motiva, ese tiempo que se nos escapa en curros de mierda o en aulas de formación para adaptar nuestra fuerza de trabajo a las necesidades actuales de la producción. Un trabajo no dice nada de cada uno de nosotros. Nos quieren atados con sus falsas promesas de pleno empleo, sus anuncios de vacaciones en Benidorm, sus planes de pensiones con los días contados, sus préstamos bancarios con sonrisas de plástico, pero la vida es otra cosa y podemos intentar vivirla rebelándonos, una bella vocación que todas, en el fondo, compartimos.


Texto repartido por las paredes de Santander
 
Fuente: Briega

sábado, julio 9

La inutilidad de la policía


Apuntes sobre la historia y concepto de la policía

Desde el nacimiento del Estado-ciudad en Occidente, la "politeia" ha sido un mecanismo encargado del "ordenamiento jurídico" de la vida social, además de contribuir en las guerras de conquista por el territorio y las reservas de esclavos. Desprendiéndose de estos grandes ejércitos en todos las civilizaciones del mundo, la policía a través de sus diversas transformaciones no ha sido formada por la voluntad de los pueblos, sino por la subordinación directa de un grupo hacia otro que posee el poder político y la dictadura de la economía, justamente para defender su propiedad privada. Así, nacería la perpetuación de la propiedad privada, dividiendo a la humanidad en dos clases: la que posee las riquezas y la que las produce.

La policía ha sido un objeto de estudio insignificante e incluso turbio para la filosofía y las ciencias sociales. Pocas veces algún pensador o escritor ha vivido en carne propia la detención, la extorsión, la intimidación o el asesinato del otro y de uno-mismo a manos de un policía. Es por esto, que se ha preferido a través de varias generaciones, hacer crítica de las estructuras del poder político y no de la política aplicada en las calles a través del castigo en los toletes, armas o puños de la policía moderna.

Con la aparición del Estado moderno, la burguesía como clase dominante y los partidos políticos a finales del siglo XVIII, habrían de reformarse también los mecanismos de seguridad. La policía fue perdiendo el sesgo militar que poseía y se convirtió en una institución encargada de resguardar los "derechos de los ciudadanos" mediante el monopolio de la violencia. La policía no puede pensarse NUNCA como una instancia de la aplicación del derecho, sino, como un excedente de la “aplicación de la ley”, a su vez fundadora y conservadora: crea el castigo para conservar el “orden”. Giorgio Agamben escribe a manera de notas marginales sobre un ensasyo de Walter Benjamin: “la policía, contrariamente a la opinión común que ve en ella una función meramente administrativa de ejecución del derecho, es tal vez el lugar en el que se manifiesta al desnudo con mayor claridad la proximidad, casi el intercambio constitutivo, entre violencia y derecho que caracteriza a la figura del soberano." Es por esto, que hablo sin tapujos del monopolio de la violencia por parte de los uniformados.

La policía colabora así en el ordenamiento del medio urbano y la prevención del "delito", siempre bajo los esquemas cívicos y administrativos de una clase al poder. Con el aumento poblacional en las ciudades y el estallido de los movimientos obreros en el siglo XIX, se extiende el uso del concepto "orden público", entendido como el "estado de bienestar" necesario para la convivencia social: su mal nombrada "paz".

Para el filósofo francés Michel Foucault, es la policía la que "englobaría aparentemente todo", ya que algunas bases de la sociedad moderna son la disciplina y el castigo como "técnicas de control" desde el cuerpo hasta la mente (lo que forma parte de sus tesis sobre la "biopolítica"). Prefectos y abogados en las escuelas-universidades; caciques y autoridades comunales en el campo; patrones y directivos en el trabajo; un "amor dominante" en las relaciones afectivas, tal como ha sido descrita la "dialéctica del amor" en Jean Paul Sartre y Jacques Derrida.

Sin embargo, sería a principios del siglo XXI donde adquiriríamos una conciencia más amplia sobre el papel de la policía, gracias a la viralización de videos documentados durante brutales represiones y detenciones en manifestaciones pacíficas.

La cuestión de la policía ha sido expresada también en las contra-culturas, dentro de los movimientos anti-sistema, se popularizó la consigna A.C.A.B. (all cops are bastards = "todos los policías son unos bastardos") inventada en la década de los 70's por aficionados 'ultras' de fútbol en Inglaterra, aunque la historia oral y algunas crónicas barriales, dennotan que la consigna pudo haber sido creada desde 1920's en algunas cárceles europeas.

Somos antagónicos a sus violencias no-volitivas

Más allá de la inmediata abolición de la autoridad impuesta como aparato mundial de vigilancia, extorsión y represión, nuestra tarea es irrumpir la lógica ciudadanista (o rousseauniana) y sus opinologías de que es necesario un monopolio del poder que proteja los derechos individuales por sobre de la comunidad -lo que ellos y los gobernantes llaman "seguridad pública"-. No nacimos (y nadie bajo su sano juicio)  con la idea de crear prisiones, juzgados, burocracias y demás aparatos de dosificación del desenvolvimiento humano por encima de la libertad. Patrullas, tanques, toletes, gases lacrimógenos y pimientas, escudos, cascos, esposas, armas largas, interrogatorios, sustancias irritantes y demás, son herramientas que se gestan por terceros y recaen en el parapeto hediondo de la policía.


Los policías no son trabajadores, no producen algo, y si en rara vez detienen "delincuentes" o "violentos" (que para el individuo alienado, es la función que han de cumplir) ya sabrán por anticipado que son producto del mismo sistema de servidumbre al cual se encuentran sometidos: "¡no es su culpa, él/ella sólo necesita un salario!", "¡no violencia, ellos también son pueblo!", "¡policía, escucha, tu hijo está en la lucha!", son algunos de los argumentos-consignas de la pasividad social para defender a los policías en tiempos de revuelta, mostrando hasta la máxima cúspide de que importa más el valor de uso-intercambio que los actos de la realidad inmediata.

Es de estas premisas que la mierda no se recicla, que su violencia de mierda no recae en emplearse en una nueva dinámica histórica: SINO QUE DEBE DESTRUIRSE PARA REALIZARSE EN CONCIENCIA. Mientras no sean los mismos ejércitos, milicias o brigadas las que se autogestionen y defiendan su geografía en un proceso de amplia emancipación, pasarán de ser supuestos "guardianes de la paz" a destructores de ella. ¿Quién nos salvará de los americanistas que se apropian de los vagones del metro?, ¡hasta contra ellos el policía es un cero a la izquierda!

Y claro que hay propuestas palpables. Durante la expansión del neo-liberalismo financiero y el "progresismo" estatal, el crimen organizado en Latinoamérica alcanzaría un modelo de dominación político-territorial inimaginable en pacto con la policía local, lo que llevaría a la población rural a formar sus propias auto-defensas como el caso de Cherán K'eri en 2011 y en Aquila en 2013, ambos en Michoacán, bajo un nuevo precepto de la "ronda comunitaria" que es conformada voluntariamente por integrantes de su comunidad para servirle heroicamente a su comunidad.

No somos quienes para caer en el absurdo, que permea con nociones éticas, de concederle el título de humano o no a un policía, a un mercenario, a un soldado. Sólo decimos que.. SOMOS ANTAGÓNICOS A TODO TIPO DE VIOLENCIAS NO-VOLITIVAS. A su fuerza pública contra el desorden social: nuestra auto-defensa colectiva por un orden en común.

Conociendo este recorrido histórico, el concepto y las experiencias palpables de violencia, le pregunto al lector: ¿es útil o no el brazo policial de los estados modernos?, ¿es funcional o es necesario que los mismos individuos y comunidades se defiendan entre sí hasta lograr un modelo político donde tengamos una participación definitiva?


(Reyes, Demián, "Sobre la prisión disciplinaria" en Hermenéutica de las Prisiones, 2015).

miércoles, julio 6

Contra la Eurocopa 2016

Aparte de memorandos, guerras y desarraigos, el verano de 2016 tiene Eurocopa y Juegos Olímpicos. En condiciones de crisis sistémica, el totalitarismo moderno se profundiza constantemente, el estado de emergencia se hace permanente, el totalitarismo parlamentario se fortalece, y los patrones se vuelven cada vez más codiciosos. ---- La mercantilización del atletismo es total, y se puede notar desde el club deportivo más pequeño hasta las multinacionales que han comprado equipos en todos los deportes. Promoviendo con consecuencia los principios del antagonismo y de la vanidad, los atletas se convierten en unas caricaturas de promoción (publicidad) de las oportunidades que ofrece el capitalismo a todos y a todas. Basta con que estés dispuesto a darlo todo.

En concreto, cuando hablamos de eventos deportivos de gran alcance, los intereses son aún mayores, aún más globales. Los eventos de tal alcance constituyen la mejor oportunidad para el Estado y el Capital para eliminar los derechos laborales y para intensificar el trabajo. El resultado de eso es el aumento explosivo de los accidentes laborales, la abolición de los acervos y la devaluación de la fuerza laboral. Al mismo tiempo, son aplicadas unas leyes nuevas. Son unas leyes que diacrónicamente se caracterizan por la limitación de nuestras libertades, por más control y por más multas. Toda esta red, que conduce a la agudización de la explotación por el sistema estatal-capitalista, se promueve a través de invenciones ideológicas como la unidad nacional, el voluntarismo, etc.

Regresando al presente, vemos que todos estos elementos que caracterizan diacrónicamente a eventos como la Eurocopa, la Copa Mundial o los Juegos Olímpicos, hoy se ven más claramente.

En Francia, con el pretexto de la organización de la Eurocopa en junio y del Tour de Francia (ciclismo) en julio, se le dio una prórroga al estado de emergencia, impuesto con motivo de los ataques de ISIS a París. En la Francia del desafío y de los enfrentamientos con las fuerzas de la represión y del autoritarismo, las luces de los estadios oscurecen la realidad de los cientos de miles de manifestantes y huelguistas, de las refinerías bloqueadas, de la ofensiva por todos los lados del Estado y la patronal a los derechos laborales, y de la presencia permanente del Ejército en las calles.

Al mismo tiempo, se van a celebrar los Juegos Olímpicos en la Brasil de las favelas evacuadas y destruidas, de los muertos y los presos de la insurrección estallada y extendida hace tan sólo dos años a causa de la Copa Mundial, de la pobreza y la indigencia crecidas. La inestabilidad política, la corrupción y el saqueo de la riqueza pública, tienen que cubrirse bajo el “espíritu olímpico”, los records y el turismo.

Por nuestra parte, nos ponemos de lado de los que luchan y de los que sufren la opresión y la explotación. Reclamamos las calles y las plazas, contra la mercantilización del atletismo, contra la unidad nacional y la paz social. Luchamos por un mundo de igualdad, solidaridad y libertad, de una manera auto-organizada, sin mediadores y jerarquías.

Solidaridad con los insurrectos en Francia contra la nueva ley laboral y contra la imposición del estado de emergencia. Solidaridad a los de abajo en Brasil, quienes están recibiendo la ofensiva constante del Estado y la patronal.

 
Local anarquista-antiautoritario Antipnoia

El texto en griego:

http://verba-volant.info/es/contra-la-eurocopa/

domingo, julio 3

El Estado: creencia y descreencia

En general, se alude a Maquiavelo como el teórico del Estado moderno: una organización con el poder de ejercer y controlar el uso de la fuerza en un determinado territorio y contra un pueblo dado.
 

De esta manera, no puede hablarse de este concepto político, en el que la sociedad se subordina a la instancia estatal, antes del siglo XVI. Eduardo Colombo considera que las organizaciones políticas anteriores al Estado se dividen en tres grandes categorías: la ciudad griega, el reino y el imperio. En los imperios, caracterizados por ocupar grandes extensiones territoriales, y aunque estuvieran dotados de apartado administrativo y sistema jurídico, no existía una gran cohesión social; la participación en el proceso político de la población era, por lo general, bastante baja. Por el contrario, en la polis griega se produce lo contrario: espacio geográfico reducido, población limitada, así como fuertes cohesión y participación política. Lo que caracterizaba al reino, propio de la Europa occidental en la alta Edad Media, era una población con fidelidad hacia un rey (o familia real), sin que el espacio territorial fuera importante; era la antítesis también del Estado moderno, ya que tampoco se creaba en base a instituciones duraderas.
 

El Estado moderno se funda sobre dos cuestiones principales: los impuestos y la guerra. Por supuesto, existen matices, ya que hay precedentes en la Edad Media en intentos para crear ejércitos de carácter nacional (en vano, ya que no existía un vínculo de lealtad con el reino lo suficientemente sólido). En la cuestión de los impuestos, y sabiendo que también existían derechos de peaje y otros derechos feudales, es la invención de nuevos tipos impositivos lo que empezó a dar forma al Estado moderno. Así, a finales del siglo XV, todos los Estados occidentales logran imponer el impuesto directo, resolviendo de esa manera la cuestión de la lealtad, ya que se logró un consentimiento directo y universal en base a la lealtad principal de la gente hacia el Estado-nación (una autoridad suprema abstracta con potestad para decidir). El desarrollo de los impuestos condujo a la precisión y centralización de las técnicas administrativas, y a la creación de un cuerpo especial de funcionarios. La administración de la justicia, por su parte, también ayudó a moldear el Estado, reafirmando y extendiendo su poder, y a contribuir a sus arcas con sus propias sanciones por multas. Recapitulando, al final de la Edad Media el Estado moderno ha completado su formación: unidad política en el espacio y el tiempo, instituciones impersonales y diferenciadas, necesidad de una autoridad suprema. Tal y como dijo Kropotkin, principalmente en El Estado y su papel histórico, la formación del Estado-nación es un proceso lento que culmina bien entrado el siglo XVI, y se produce de forma paralela a su tendencia opuesta: la comuna y el federalismo.
 

En la Alta Edad Media, existen dos modos de legitimar el poder: el que se deriva de la voluntad popular (de abajo), propio de las tribus germánicas al elegir un jefe o rey, y el que lo hace de Dios o, de forma más concreta, del emperador, del ser supremo (de arriba). Con el triunfo de la Iglesia Romana se confirma que todo poder vendrá de arriba y toda relación política tendrá un ropaje jurídico (el comportamiento humano se adaptará a la ley). Al final del Medievo, empieza a producirse, en un proceso que durará tiempo, un cambio de paradigma con la importancia progresiva de las corporaciones; vuelve a requerirse cierto reconocimiento desde abajo, se busca al consentimiento de la comunidad para validar la ley. Se crea entonces la “ficción” de la representación, encarnada en la voluntad colectiva de asambleas y parlamentos. Se empieza a dar forma a una instancia jurídica abstracta, un cuerpo político que reúne la soberanía absoluta. Así, va formándose el Estado en un proceso lento que culminará con el jacobinismo resultante de la Revolución francesa. El Estado moderno comienza a existir, realmente, cuando tiene ya la capacidad de hacerse reconocer sin recurrir a la fuerza explícita o incluso a la amenaza de la misma. El aparato estatal se identifica con una instancia imperativa, superior a la voluntad individual, la cual debe someterse de forma obligatoria a sus decisiones políticas (esta legitimidad la logra en gran medida de la legitimidad voluntaria que le proporcionan las personas, tal y como expuso La Boétie en su Discurso de la servidumbre voluntaria). El poder del Estado es abstracto, racional en el aspecto instrumental, encuadrado en la ley y el derecho. Tal y como dice Colombo, esta cuestión de un poder político supremo y abstracto asumido por las personas es sencillamente tautológico; la ley está hecha por los hombres para lograr determinados fines.
 

De esta manera, no puede reducirse simplemente el Estado a sus aparatos: gobierno, administración, ejército, policía, escuela… Para poder existir, el Estado exige del imaginario social la organización de su mundo sociopolítico en base a su propio modelo o paradigma. Efectivamente, es Hobbes el que da el punto de partida al Estado moderno al considerar que se le crea en base a un proceso mental y voluntario: el Estado existe, fundamentalmente, en el espíritu y el corazón de sus ciudadanos. Así, el Estado sería una creencia, por lo que la postura anarquista deriva de la descreencia. Para su formación, el Estado necesitó generar un imaginario colectivo en base a sus propios intereses con representaciones, imágenes, ideas, valores, que legitiman un poder centralizado de carácter supremo diferenciado de la sociedad civil. Este espacio simbólico de legitimación (lealtades primarias) logra atraer a la mayor parte de la población sustituyendo a otras formas más arcaicas: tribu, clan, familia, aldea… En este caso, se trata de una reapropiación del poder político, es decir, la capacidad regulativa de la sociedad, en manos de una minoría (con la ilusión, sí, de la participación en base a la representatividad). Para la visión anarquista, el poder nace de la sociedad, resultante de las distintas fuerzas individuales reunidas para cuestiones como el trabajo, la defensa o la justicia. Sin embargo, para el Estado, entendido como alienación política, es a la inversa; así, nace el poder político como dominación. El Estado es una forma concreta de poder político, un resultante histórico como en su tiempo lo fueron otras como la polis griega o el imperio romano. La aspiración anarquista de una sociedad sin Estado, sin poder político entendido como dominación, es una forma a conquistar para el futuro.