Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

jueves, abril 24

El plan de deportación masivo de Israel para culminar la limpieza étnica de Gaza

 

El Gabinete de Seguridad de Israel ha aprobado la creación de una «Oficina de Emigración Voluntaria para los residentes de Gaza interesados en trasladarse a terceros países», tal y como anunció el ministro de Defensa, Israel Katz. Esta decisión supone un nuevo paso en el genocidio palestino. Al igual que la Alemania Nazi abrió en 1940 la Zentralstelle für jüdische Auswanderung, la Oficina Central para la Emigración Judía, el Estado sionista está intentando presentar el genocidio y la limpieza étnica como una migración voluntaria, “permitiendo al pueblo de Gaza elegir libremente ir a donde quiera”.

La oficina, abierta por el Ministerio de Defensa, cuenta con la colaboración del COGAT, la autoridad militar y civil que se encarga de la ocupación de la Franja de Gaza y Cisjordania, para planificar el traslado forzoso y la deportación masiva de palestinos del enclave.

El objetivo de Israel: la limpieza étnica de Gaza

El propio primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha comentado públicamente que este es el objetivo final de la guerra, haya o no un acuerdo de alto al fuego. De hecho, la tregua debe servir para implementar la limpieza étnica de Gaza. Para Israel, la negociación no se ha roto, sólo se ha trasladado al terreno militar para presionar a Hamás a que acepte este resultado.

En su declaración a la prensa, Bibi comentó lo siguiente sobre la etapa final: “Hamás depondrá las armas. Sus líderes podrán marcharse. Velaremos por la seguridad general en la Franja de Gaza y permitiremos la realización del Plan de Trump para la migración voluntaria. Este es el plan. No lo ocultamos y estamos dispuestos a discutirlo en cualquier momento”.

El ministro de Exteriores israelí, Gideon Sa’ar​, también ha sido bastante claro en reconocer que la reanudación de la contienda es el único medio para llevar a cabo la limpieza étnica de Gaza, subrayando que, sin presión militar, la situación frente a Hamás habría “permanecido estancada”. “En las últimas dos semanas y media, hemos llegado a un punto muerto: no hay ataques aéreos ni regreso de rehenes, y esto es algo que Israel no puede aceptar”. En otras palabras: únicamente con la negociación no podían alcanzar sus objetivos.

Otros ministros han sido algo más claros en sus palabras y reconocen que el plan no es “voluntario”. El ministro de Comunicaciones explicó que el objetivo de expulsar a los palestinos debe entenderse como un “plan de deportación”.

Con este mismo espíritu, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, ha defendido que el Plan de Trump podría completarse rápido: “Si sacamos a 5.000 personas de Gaza cada día, tardaremos un año en aplicar el plan de Trump«. El propio Smotrich ya avanzó el 15 de febrero que se han iniciado «los preparativos con los estadounidenses para implementar la migración voluntaria. Calculo que la migración comenzará en unas semanas”. Para la ministra de Protección Medioambiental, Idit Silman, del Likud, la “única solución para la Franja de Gaza es vaciarla de gazatíes”, calificando la medida de “realista”. 

En una entrevista con la radio pública Reshet Bet afirmó que el gobierno de Benjamin Netanyahu está “comprometido con la idea de fomentar la emigración” y añadió que cree que “Dios nos ha enviado a la administración estadounidense y nos está diciendo claramente: es hora de heredar la tierra. Gush Katif [la mayor colonia judía en Gaza] volverá, de eso no hay duda. Podría ser en casas unifamiliares o en torres al estilo Trump, pero sin duda volveremos allí. No veo otra solución al terrorismo. La respuesta al terrorismo es la soberanía”. Para los sionistas, soberanía significa anexión de nuevos territorios.

Israel asedia, de nuevo, Gaza

Según Katz, los palestinos deberían ser deportados a países que critican las acciones de Israel, como España, Irlanda o Noruega. Sin embargo, de acuerdo con información publicada por medios israelíes y la agencia Associated Press, Estados Unidos e Israel habrían entablado conversaciones con altos cargos gubernamentales de Sudán, Somalia y el Estado no reconocido de Somalilandia para explorar la posibilidad de deportar a palestinos a esos territorios.

Por el momento, Sudán ha negado la mayor, mientras Somalia ha dicho que nunca aceptaría una propuesta así. Por su parte, en Somalilandia reina en silencio; en este territorio la elección de Donald Trump es vista como una oportunidad de adquirir reconocimiento internacional. Marruecos, estrecho aliado de Israel, también podría jugar un papel importante debido a su interés de que cerrar el expediente del Sáhara Occidental con el apoyo de Washington.

En su particular “Plan Madagascar”, los líderes sionistas siguen el mismo principio y la misma lógica que Adolf Eichmann en el juicio de Jerusalén: “Era una emigración regulada y planificada, lamento que este principio no se mantuviera hasta el final de la guerra”. Esto nos indica la dirección que está tomando el genocidio y una escalada cada vez mayor de la violencia que responde a la incapacidad de derrotar militar y políticamente a la resistencia palestina. De esta forma, en la medida en que desde sus propios presupuestos son incapaces de resolver “la cuestión palestina”, cada vez acudirán a “soluciones” más extremas.

Los últimos movimientos militares también apuntan en esta dirección. El 1 de marzo Israel impuso un asedio total a Gaza, interrumpiendo toda la ayuda por primera vez desde el comienzo de la guerra: el corte de electricidad obligó a cerrar una importante planta desalinizadora en el centro del enclave, poniendo fin al acceso al agua potable para gran parte de la población.

Los grupos de ayuda advierten de que las terribles condiciones creadas por el bloqueo del Estado hebreo amenazan con volver a provocar hambrunas masivas. El ejército israelí también esta partiendo la Franja de Gaza en distintas secciones, encerrando a la población palestina en cada vez menos territorio. El 19 de marzo, retomó el control del corredor de Netzarim y, doce días después, ordenó la expulsión de la ciudad de Rafah, en el sur, obligando a huir a miles de personas.

En este territorio, que es un quinto de la Franja de Gaza, Israel ha creado una “zona de contención”, donde no se permitirá el regreso de los residentes y se demolerán todos los edificios. Aquí, el ejército sionista ha anunciado la creación de un nuevo corredor militar, que Benjamín Netanyahu ha bautizado como Corredor Morag, en honor al antiguo asentamiento israelí entre Rafah y Jan Yunis.

 

 

´Por Ángel Marrades. Extraído de Descifrando la Guerra

lunes, abril 21

Libertad para los 6 de Zaragoza


El 17 de enero de 2019, día en que se celebraba un mitin de Vox en Zaragoza, se convocó una manifestación en rechazo a los discursos de odio de la extrema derecha. Tras varias cargas policiales y la disolución de la manifestación, horas después, seis jóvenes (cuatro mayores de edad y dos menores) fueron detenidos aleatoriamente y en base a prejuicios estéticos en diferentes puntos de los alrededores. Cuatro mayores de edad y dos menores de edad.

La Audiencia Provincial de Zaragoza juzgó a estos 6 jóvenes, acusados de desórdenes públicos y atentado a la autoridad y condenó a 4 años y 9 meses de cárcel a los cuatro mayores de edad y una multa de 11.000 euros y un año de libertad vigilada para los dos menores. Ello pese a que en el juicio se evidenció que los acusados no aparecían en las grabaciones de las cámaras de seguridad del lugar de los incidentes y que presentaron diferentes testigos que aseguraban que no habían participado en los disturbios. La única prueba inculpatoria fue el testimonio de los policías denunciantes. Se castigó el derecho de protesta en sí mismo.

Tras haber agotado todos los recursos ordinarios posibles, al cierre de esta edición al menos tres de los antifascistas han ingresado recientemente en prisión. Ironías de la vida, su entrada ha coincidido en el tiempo con el descubrimiento de una nueva policía infiltrada (la octava en año y pico) en movimientos sociales (en esta ocasión de Madrid) y que se desvelara que ella, haciéndose pasar por activista antifascista, había lanzado piedras contra la policía en una manifestación en solidaridad con Pablo Hasél. Los mismos hechos por los que quieren joderle la vida a estos seis chavales.

Sus defensas han presentado un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional, pero esto no suspende la ejecución de la sentencia. Toca ingresar en prisión e ir pagando las multas e indemnizaciones. Por ello, se puede colaborar económicamente con el crowdfunding que han abierto en Goteo. También puedes firmar para apoyar una posible petición de indulto que se haga en el futuro en su web.

 

Desde aquí queremos mandar un fuerte abrazo a los 6 de Zaragoza, a sus familias y a sus compañeras. También queremos mostrar nuestra solidaridad con el medio aragonés AraInfo, que es quien más ha cubierto todo el caso y que a finales de abril sufrió un caso de censura: sin previo aviso y sin explicar el motivo, la red social Twitter (controlada desde hace año y medio por el multimillonario megalómano y ultraderechista Elon Musk) cerró su cuenta. Por suerte, al día siguiente, gracias a la presión popular se pudo recuperar.



 https://www.todoporhacer.org

viernes, abril 18

Reparadoras de grietas

 

 

Se agachó a atarse el cordón de la zapatilla izquierda justo en el momento en que sonó la explosión. Decidió quedarse ahí, a ras del suelo, recordándose a sí misma que la paz sobre una tierra destruida siempre es frágil.

Con el cuerpo todavía agarrado al miedo y la cara sobre el polvo de muchos días sin lluvia, piensa quién recogerá todo eso después, cuando cesen los golpes de las bombas sobre las huertas y las casas y los cuerpos. Cuando cesen los gritos. Piensa en quién retirará los escombros y plantará de nuevo los árboles y construirá centros de salud y plantas depuradoras para tener agua potable. Quién volverá a construir las casas. Quién los parques. Quién los raíles para que pasen trenes. Quién las aceras. Quién los rincones de los que huir del trajín de cada día.

Piensa en quién volverá a abrir los caminos que se llenaron de cosas rotas y sucias.

Piensa, sobre todo, en quién se fijará en los vínculos que rompieron las bombas. Quién se dará cuenta de todo lo que se quebró.

Piensa en quién sabrá de la importancia de volver a construirlos de nuevo. Los vínculos que se partieron. Quién decidirá hacerlo. Repararlos. Con el tiempo que lleva eso. Con el tesón que hace falta. Más que para volver a poner rectas las paredes torcidas. Más que para llenar las tiendas de suministros. Más, incluso más, que para hacer colegios que se llenen de niñas y niños que hayan dejado de tener pesadillas.

Piensa en quién creerá que las semillas volverán a germinar sobre esa tierra rota.

Una mujer se acerca a ella. Se sienta a su lado. No pronuncia ninguna palabra. No se conocen de nada. O sí. En tiempos de guerra ocurren cosas extrañas.

Le ofrece su mano.

Ella se agarra a la mano que le es ofrecida. Llora.

Comienza a caer una leve lluvia que les refresca los pómulos. La tierra se humedece. No solo de lágrimas.

Si se levanta la vista puede verse que hay más mujeres. Son muchas. Unas se mueven con sigilo. Otras aprendieron a no hacer silencio. Comienzan a quitar todas las cosas que se quedaron por medio, todo lo que está por ahí tirado entorpeciendo el paso.

Todas saben cómo arreglar las cosas descosidas y rotas.

Todas llevan los bolsillos cargados de semillas.

 

  María González Reyes

 https://www.elsaltodiario.com

martes, abril 15

El cine español y el progresismo: una de cal ¿y otra de arena?


Este pasado fin de semana Granada acogió por primera vez los Premios Goya. Durante la 39ª edición de la gala pudimos escuchar a los hermanos Morente cantar el elogiado «Anda jaleo» lorquiano desde La Alhambra, un lugar idílico para una canción de hondo arraigo popular en una de las cunas del flamenco. Los galardones del cine español estuvieron revestidos, como siempre, de un halo de progresismo político, que al rascar ligeramente su envoltura queda en un show descafeinado y elitista. 

Unos premios en los que se habló de educación pública, del genocidio al pueblo palestino, de la lucha por la vivienda digna; y que después tuvo como patrocinador televisivo a «Airbnb», una de las principales culpables de la turistificación, de entre otros tantos, el histórico barrio del Albayzín, situado frente a La Alhambra. Y es que sobre esa alfombra roja hay poco de rojo, más allá de erigirse como un altavoz de causas sociales del quiero y no puedo. Este año las principales favoritas, y que acabaron compartiendo galardón a Mejor Película por primera vez en la historia de estos premios, fueron «El 47» y «La Infiltrada». Películas con un cariz bien diferente y que reflejan la intención del cine español: café descafeinado para todo el mundo.  

La película de «El 47» es una producción catalana del director Marcel Barrena, un drama histórico protagonizado por el actor Eduard Fernández y la actriz Clara Segura. La temática escogida acercó a más de uno a sus raíces, ya que como aseveró Clara Segura al recibir el Goya a Mejor Actriz de Reparto: “Todos fuimos extranjeros en algún momento. La tierra no nos pertenece y solo nos acompaña un rato mientras vivimos”. Más allá de la fantástica elección del tema, la migración extremeña y andaluza a Torre Baró, la película demuestra que es evidente que no existen actos de disidencia pacífica, todo enfrentamiento a una autoridad estructural implica una buena dosis de conflicto, enfrentarse física y psicológicamente a quienes nos vulnerabilizan y explotan. Pero sobre todo, no existen actos de disidencia individuales, las luchas sociales no tienen «elegidos» mesiánicos, pueden tener caras visibles, personas que dan callo públicamente, pero detrás de cada una de ellos está la fuerza social de lo común. 

La historia que cuenta «El 47» refleja ambas cuestiones narrándonos unos sucesos donde el protagonista fue el movimiento vecinal del barrio de Torre Baró en la ciudad de Barcelona en 1978. Pero esa historia no comienza ese año y no es solo la historia de Manolo Vital, conductor de autobuses extremeño emigrado a Catalunya veinte años atrás. Es la historia de un barrio popular de Barcelona construido a pulso por sus habitantes, pero no romanticemos tampoco, fue edificado sobre las brechas de la miseria y de la represión franquista. Cuando los suburbios urbanos sumaban manos cada noche para construir la casa por el tejado sobre empinadas pendientes de tierra. 

La película se inserta en el cine social español que quiere contrarrestar la ola reaccionaria que vivimos actualmente, aunque como film de la industria del cine, realiza una maniobra de borrado pertinente de cuestiones que deben visibilizarse. Y es que la figura de Manolo Vital, no actuaba por cuenta propia; era militante del PSUC y de CC.OO. en los años 70. Independientemente de la opinión que podamos tener como anarquistas, lo que es verdad es que las luchas sociales las abordan militantes organizados. De hecho, el relato obvia que el día antes de secuestrar el autobús, se reunió con otros militantes para estudiar la acción. No fue un gesto individual, sino parte de una lucha colectiva. La película, además, hace un guiño al neorreformismo de forma completamente innecesaria y fuera de toda realidad, y es que sitúa a un joven Pasqual Maragall en aquel autobús en 1978, introduciendo un elemento más al gusto del relato, alejado de una realidad más fidedigna de lo que es una lucha social. 

Esa lucha vecinal para llevar el autobús hasta su barrio, para conectar a sus vecinas con la realidad de Barcelona, también tiene su contraparte desde la perspectiva revolucionaria. Y es que muchas de esas personas, en los años 70, veían ya más cerca el horizonte de la vida que prometía el neoliberalismo en ciernes que una revolución social como se soñaba a lo grande unas décadas más atrás. De por medio, una dictadura implacable y genocida había robado ese horizonte exterminando cualquier atisbo de organización que emancipase a la clase explotada. 

Las historias de supervivencia y de construcción del común son emotivas, no podemos negarlo, la increíble interpretación de Zoe Bonafonte, la hija de Vital en la película, cantando «Gallo rojo, gallo negro» de Chicho Sánchez Ferlosio hizo brotar regueros de lágrimas por las salas de cine. Escenas así consiguen provocar una emotividad absoluta a aquellos que portamos ideas de justicia social y de organización política. Nos conectan con un pasado de luchas de clase contra la dictadura y contra su hija predilecta, la democracia burguesa. Es imposible no emocionarse en varios momentos del metraje con la resistencia de las vecinas de Torre Baró.

Compartiendo premio a Mejor Película tenemos «La Infiltrada», un film dirigido por Arantxa Echevarría y Amélia Mora, esta segunda ya experta en pseudodramas policíacos que luchan contra el terrorismo, como la serie «La Unidad». El relato recoge la historia real de Aránzazu Berradre, un apodo utilizado por la policía nacional Elena Tejada, infiltrada en ETA durante ocho años. Fue reclutada por el comisario Fernando Sainz Merino, alias El Inhumano, cuando recién se licenciaba como policía en la Academia de Ávila, y enviada como agente infiltrada con apenas 20 años de edad, acabó conviviendo en un piso con militantes vascos de ETA durante dos años. Durante su infiltración mantuvo una vida paralela integrándose, a raíz del contacto inicial en el Movimiento de Objeción de Conciencia de Logroño, y posteriormente en las bases sociales de la izquierda abertzale. Seguramente este relato nos resulte muy familiar tras haber visto el reportaje documental «Infiltrats», emitido en TV3 y realizado por La Directa. En una hora de duración nos narra los casos de infiltración policial en los movimientos sociales en esta última década. Casos de tortura legal auspiciada por el estado y legitimada por buena parte de la sociedad.

«La Infiltrada», con su producción, publicidad y galardón compartido, está normalizando entre la sociedad que las infiltraciones policiales son válidas y legítimas. Retrata a cualquier enemigo del régimen político como un monstruo sin rostro humano al que se le puede torturar, violentar y eliminar bajo cualquier premisa, incluso en una democracia burguesa con supuestas normas de derecho legal. Las directoras se meten en el oscuro túnel del discurso de la extrema derecha para airearlo a los cuatro vientos, se legitiman las cloacas del estado español, y se entierra cualquier disidencia con el discurso oficial. Incluso una de sus productoras, en la gala de los Premios Goya reivindicaba la memoria histórica para las víctimas de ETA, olvidando a su vez la memoria de cientos de personas asesinadas por el estado español desde la transición. Poco más se pueda esperar que en un par de décadas produzcan una película dedicada a los policías infiltrados en nuestros tiempos en los movimientos políticos; la normalización de esta violencia estatal merece una respuesta, porque la infiltración también es tortura. 

El cine español demuestra una vez más tibieza con tintes progresistas. El cine español, un quiero y no puedo.

 

Angel Malatesta, militante de Liza y Andrés Cabrera, militante de Impulso

 

sábado, abril 12

Fugaz

 


La era de la comunicación es la era de la soledad,

de las estrellas fugaces en redes asociales,

del activismo desde el sofá,

de las horas menguantes,

la forma sin fondo,

el ruido, los fakes, 

los memes y los cibergurús,

en una sociedad búnker atrincherada tras su smartphone.

Para recuperar las relaciones sociales densas,

imprescindibles en cualquier proyecto transformador, 

podríamos comenzar por conocer el nombre 

de nuestros vecinos puerta con puerta.

No sé,

por empezar por algún lado.



Germán Ferrero. Presente Canibal. Ed. Lentas, 2024

miércoles, abril 9

¿Monarquía o res publica?

 


Algunas fuerzas políticas siguen dando la matraca con un posible referéndum sobre la elección de un sistema monárquico u otro republicano. Por supuesto, como en toda consulta al pueblo las opciones son constreñidas, ya que se limitan a dar a elegir entre una forma de Estado u otra. Es decir, o una dominación u otra. Como uno tiene una arrogante condición ácrata y nihilista, se niega a adherirse a principio trascendente alguno. Tampoco en política, qué le vamos a hacer. Es cierto que asquea bastante este inefable país en forma de reino, y con mayor motivo si recordamos los vínculos borbónicos con la ignominia histórica. ¡Ah, la memoria histórica! Cómo pedirle a las personas que recuerden lo que ocurrió hace cien años, si no parecemos capaces de reconocer a personajes infames recientes en este país para volver a tropezar una y otra vez en la misma piedra. Hagamos, no obstante, un poco de memoria. Probablemente, si uno hubiera vivido cuando el republicanismo debió emerger en tierras hispanas, allá por el tercer tercio del siglo XIX, la cosa hubiera sido diferente. La condición verdaderamente democrática y social de aquella militancia republicana, al menos, hubiera tenido que despertar ciertas simpatías entre los libertarios.  Hasta uno, escéptico y nihilista hasta los tuétanos, hubiera cedido un poquito.

Como aquel primer experimento del siglo XIX fue un fracaso, hubo que esperar unas cuantas décadas para un segundo. Entre una fecha y la siguiente, aflora sorprendentemente en este país un movimiento anarquista de lo más simpático, que estamos seguros de que ha dejado alguna herencia genética para paliar el papanatismo de la sociedad española actual. Y llegamos a un momento histórico, que todavía determina nuestro presente, se trata de la mitificación o demonización de aquella Segunda República iniciada en 1931. Como, pocos años después, la cosa desembocó en un golpe de Estado, una derrota del bando republicano y una cruel dictadura de casi cuatro décadas, con una supuesta Transición democrática a la muerte del genocida, que en realidad fue una suerte de continuidad en muchos aspectos, los vínculos históricos son obvios. A pesar de ello, se sigue insistiendo en la desmemoria histórica, en la construcción del mito por parte de unos y en la defenestración por parte de otros. Una bondad y maldad de aquella República, casi sin matices, que abundan en un maniqueísmo que insulta la inteligencia. En esta visión maniquea no hay lugar para recordar la revolución social libertaria, iniciada tras el reaccionario golpe de Estado. Por supuesto, para qué recordar la posibilidad de una sociedad sin dominación, si lo que se pide ahora es elegir entre una forma u otra de Estado.

Sí, asquea la forma monárquica de España, y mucho, máxime si recordamos sus vínculos con la dictadura. Sin embargo, desde una postura verdaderamente transformadora, de profundización democrática y de búsqueda de justicia social, muy poco o nada supone hoy la transformación del Estado en una república. Es más, a poco que reflexionemos en nuestro pertinaz afán antiautoritario, la forma republicana resulta mucho más satisfactoria para asegurar la dominación, ya que el jefe de Estado es electivo y se mantiene la ilusión participativa del pueblo. No, no creo en los referéndums, en las consultas limitadas organizadas por dirigentes para asegurar su chiringuito. Las elecciones son entre mitos de uno u otro pelaje, una monarquía como «garante» de la unidad patria y del sistema democrático o una república que conlleva, de nuevo, la fantasía de cierta transformación social, pero que es más de lo mismo. No hay que desterrar solo a un Borbón (¡ojo, que también!), sino a toda creencia absurda, mítica y absoluta. ¡Ardua labor, pero nadie dijo que fuera fácil!

 

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/wp-admin/post.php?post=42&action=edit

domingo, abril 6

Cerdos ecofascistas (y plantas de biogás)


El proyecto nazi alemán se apoyó en la ciencia para muchas cuestiones, también para la alimentaria. En concreto, su ensoñación de alcanzar una autarquía alimentaria –idea central en los cánones fascistas– les llevó a dedicar muchos esfuerzos y recursos económicos a la adaptación de sus razas de cerdo a una alimentación basada en recursos propios. A base de patatas se pretendió engordar cerdos con alto contenido graso para garantizar los aportes calóricos de la población. Desde su punto de vista, no era sostenible, y subrayo sostenible, que la alimentación del nuevo imperio dependiera de engordar cerdos con maíz importado de terceros países. 


Como recoge el libro Cerdos fascistas de Tiago Saraiva, este proyecto de estandarizar cerdos ‘comepatatas’ por todos los rincones de Alemania bajo el argumento de alcanzar la independencia alimentaria nacional, no solo afectó a la cabaña porcina. Empujado por la retórica nacionalista, y en concreto por la creación de un poderosísimo estamento central, la Corporación de Alimentos del Reich, la Reichsnährstand, el régimen buscó una reorganización de todo el campo y de la sociedad rural. De un modelo de agricultura campesina centrado en la subsistencia, la ciencia y el régimen forzó la industrialización del campo al servicio de una idea de país. 


No creo que exista mucha diferencia entre aquello y lo que hoy podríamos llamar cerdos capitalistas, los engordados hoy por el sistema industrial global. Solo la adoración al dios mercado y al crecimiento infinito impuesta por el régimen capitalista puede hacer entender la rapidísima expansión de macrogranjas por todo el territorio español, con mucho respaldo económico y científico y oídos sordos a la oposición social. Con los mismos vítores que el campesinado alemán recibía a Hitler en festejos y grandes celebraciones mostrándole orgullosos sus cosechas, aquí y ahora, nuestros gobernantes se arrodillan ante las inversiones extranjeras y los nuevos récords alcanzados en la exportación de carne de cerdo. 


En los últimos años, la dominación del régimen capitalista industrial al mundo rural se ejerce blandiendo el discurso, también, de la (malentendida) sostenibilidad, con una fuerza (y respaldo científico) que poco tiene que envidiar a la que ejerció el nazismo en Alemania. Aunque en términos ecológicos sean propuestas mucho más perjudiciales que beneficiosas, estamos viendo cómo el territorio se trocea y se degrada a base de macroparques solares o eólicos bajo el mantra de la sostenibilidad. Pero como explicó un nutrido panel de ponentes en las jornadas “Aturem el macrogàs” organizadas por la plataforma Pobles Vius, puesto que las renovables son solo generadoras de energía eléctrica, la cual solo representa el 20% del consumo energético, se necesitan activar otras energías alternativas ‘sostenibles’. 


En concreto, las únicas alternativas que parecen que pueden aportar algo más de eficacia y viabilidad para mantener la sociedad industrial, son poco novedosas y se centran en la quema de biomasa. Pero dado que no disponemos de tierra suficiente para generar toda la leña que necesitaríamos si queremos sustituir petróleo por pellets, pero dado que tampoco podremos mover los coches y camiones a base de combustibles derivados de aceites vegetales (los biocombustibles) si queremos seguir teniendo alimentos, pero dado que el biogás solo tiene sentido a pequeña escala y para el autoconsumo… la única opción válida técnicamente hablando pasa por lo que se llaman ‘combustibles orgánicos’ derivados de la quema de cadáveres animales y sus ‘subproductos no destinados al consumo humano’, ya que solo la grasa tiene una densidad energética similar a la del petróleo. 


Qué poco conspiranoico me parece pensar que tras el brutal incremento de instalaciones de macrogranjas de cerdos y de proyectos de macroplantas de biogás, instalaciones aptas también para la quema de cadáveres y otros residuos orgánicos, se esconde la nueva alternativa energética. Con ustedes, los cerdos ecofascistas.

 

 

Artículo original en CTXT. Gustavo Duch

 

jueves, abril 3

Greenwashing

 


Hoy, el consumo mundial de materiales alcanza la cifra récord de cien mil millones de toneladas al año (con cifras de 2017). El uso insostenible de los recursos destruye la biosfera y la corteza terrestre, pero el reciclaje se está reduciendo: de todo ese inmenso consumo de materiales (más de 13 toneladas per cápita, en promedio) sólo se recicla el 8’6% (y dos años antes era el 9’1%), así que la cosa va a peor.

 

Véase Damian Carrington, “World’s consumption of materials hits record 100bn tonnes a year”, The Guardian, 22 de enero de 2020

 

 

Reutiliza y recicla,

te dicen Coca-Cola, PepsiCo y Unilever,

las tres empresas que más residuos han arrojado a la naturaleza

en los últimos cien años.

 

Cuida el agua,

te dicen los freseros de la corona hídrica de Doñana.

 

Conectamos personas preservando el medio ambiente,

te dice Amazon, Hauwei, Samsung,

Vivo, Google y Sony, cada uno en lo suyo,

las seis empresas más contaminantes del mundo.

 

Apuesta por la movilidad del futuro,

te dicen los fabricantes de coches.

 

Consume responsable,

te dicen las grandes marcas de ropa

desde algún taller clandestino en el tercer mundo.

 

Respeta la biodiversidad,

te dicen PetroChina, Shell, Exxón Mobil y Total

que han sido los encargados de destruirla.

 

Promueve la eficiencia,

te dicen las compañías aéreas.

 

Usa energía limpia,

te dicen los propietarios de centrales nucleares.

 

Impulsamos la investigación,

te dice el Ministerio de Defensa.

 

Mueve el talento,

dicen los programas del corazón.

 

Fomenta la economía local,

dice Mercadona.

 

Emprende sostenible,

te dicen los megaproyectos de minería a cielo abierto.

 

No te preocupes por nada,

y menos por el cambio climático,

lo solucionaremos encomendándonos a Dios

y quemando brujas,

te dice la ultraderecha.

 

Denegación,

distracción,

dominación.

 

¿Acaso es posible salir del capitalismo?



Antonio Orihuela. El fuego desde el otro lado. Ed. La tortuga búlgara, 2023