Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, agosto 30

Suicidios, individuales y colectivos


Recientemente, escuché una estadística sobre los suicidios en este inefable país, que parecía increíble por estremecedora. Nada menos que once personas acaban con su vida a diario en el Reino de España, algo totalmente cierto de lo que apenas se habla. Por mucho que se aluda a cuestiones particulares de cada uno, un factor que se nos trata de introducir en todos los ámbitos de nuestra vida haciendo creer que todo es posible desde la actitud individual, la estructura social y el sistema político y económico están íntimamente relacionados con los problemas personales que empujan a la gente a lo peor. Como en tantos otros problemas sociales, que es lo mismo que decir que los de los individuos que componen la sociedad, no interesa profundizar en los mismos, no sea que el personal empiece a cuestionar el sistema que se le impone. Los problemas mentales, como no podría ser de otro modo, están ampliamente extendidos en una sociedad donde las crisis se suceden y la precariedad se acumula a diario. El machacón discurso de que todo es posible, sencillamente con una actitud positiva, parece una broma cruel de los que solo quieren que nos convirtamos en meros consumidores compulsivos y sumisos feligreses del Estado.

Urge un modelo social más saludable a todos los niveles basado en la comunicación racional y una libertad vinculada estrechamente a la solidaridad y no a un emprendimiento vital material, falaz para la inmensa mayoría de la población, que se ve abocada a sobrevivir en el mercado de la nada. Y parte de ese mercado es una industria farmacéutica deshumanizada, poniendo por delante el beneficio económico, que empuja, como parte de la demencia consumista, a que las personas se mediquen en exceso con efectos secundarios sobrecogedores. Ya importantes psicólogos sociales, como Erich Fromm, advirtieron en el siglo XX que el sistema capitalista es caldo de cultivo para toda suerte de patologías mentales, para individuos totalmente enajenados respecto a un yo mínimamente racional. Bien entrado en el nuevo milenio, esa situación solo se ha exacerbado con crisis económicas cíclicas, que nos hacen al común de los mortales todavía más precarios, y crisis sanitarias, que nos vuelven todavía más débiles y sumisos (y, consecuentemente, más psiquiatrizables).

En la llamada sociedad posmoderna los valores humanos son líquidos, la conciencia social aparece como inaprensible y la frustración individual está servida a través de promesas de éxito y belleza, tan frívolas, como vacuas. A nadie extraña entonces que la enfermedad mental esté servida. Solo podemos seguir caminando hacia el abismo si no analizamos de esta manera el mundo en que vivimos, profundizando en todos y cada uno de los problemas sociales, que son también los problemas individuales, para comprender que son necesarios cambios radicales a todos los niveles. Una auténtica revolución, este término tan denostado en la actualidad, en todos los ámbitos humanos imaginables, para subvertir auténticamente el estado de las cosas frente a tanto maquillaje político. No obstante, si algo hemos aprendido a la fuerza en la sociedad posmoderna, es que resultan vanas las promesas de una mañana mejor si no colocamos ese horizonte revolucionario en el quehacer diario. Como primer paso, tendamos aquí y ahora nuestra mano a todas esas personas sumidas en la desesperación hasta el punto de querer acabar con su existencia. Los anarquistas siempre insistieron en la solidaridad y el apoyo mutuo, como paradigmas sociales predominantes, y sobre esos valores tenemos que colocar toda nuestra esperanza.

 

Juan Cáspar

 

domingo, agosto 27

Necedad

 


El ideal del ocio capitalista

son las formas de vida precapitalistas

pero cobrando por ellas.


Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Ed. Irrecuperables, 2023.

jueves, agosto 24

"Contra los mitos sostenedores del capitalismo fosilista", Vicente Gutiérrez Escudero


 

 https://issuu.com/comunaleducartivo/docs/contralosmitossostenedores

 

“Contra los mitos sostenedores del capitalismo fosilista”, de Vicente Gutiérrez Escudero. Cuadernillo que se ha entregado junto con el número 49 de la revista libertaria "Ekintza Zuzena", publicado en mayo de 2023.

 


 

lunes, agosto 21

Excursionistas de la idea: montañismo anarquista en la España prebélica

 


«¿Qué será que la generación cada vez es más débil y más enfermiza? Pues es muy sencillo: es debido a la mala vida y viciosa de los antepasados, que sin mirar el porvenir de sus generaciones se arriesgaban a todos los vicios, por malos que fueran y sin escrúpulo de ninguna clase. ¡Jóvenes! Mirad muy bien lo que hacéis, no solo por vuestra felicidad, sino por el porvenir de vuestros futuros hijos y demás descendencia que nunca os puedan decir vuestros hijos que están enfermos por vuestra culpa. ¡Jóvenes! Ingresad en el Grupo Excursionista Eliseo Reclús». Corría el mes de febrero de 1938 y, en la Valencia capital de la República resistente, los horrores de la guerra no habían acabado con la actividad recreativa de las Juventudes Libertarias de la Barriada de la Misericordia, que, unos días antes, habían constituido aquel grupo excursionista cuya primera expedición los conduciría al paraje conocido como El Picacho. Se hacían parte, con ello, de una historia larga de maridaje entre el anarquismo y el montañismo, que en España —sobre todo en Cataluña— venía desplegando, desde finales del siglo XIX, una variopinta proliferación de grupos, revistas y ensayistas.

En la montaña, en los espacios naturales, encontraban los ácratas muchas y distintas cosas, conectadas a veces con otras sensibilidades características del movimiento, tales como el desnudismo, la teosofía o el esperantismo. Acudían los enemigos del poder a la montaña a desnudarse, a nombrar en el idioma artificial del doctor Zamenhof las cosas que veían y de esa manera practicarlo, a construir comunas… y también a rastrear —en el caso de los anarquistas catalanes— pasos de montaña a través de los cuales escapar a Francia, huyendo de la Guardia Civil, el somatén o el servicio militar, o escondrijos para las armas de la acción directa, conocimientos que resultarán muy útiles cuando la negra noche del fascismo se abata sobre España, y ante él haya que alzar la insurgencia desesperada del maquis. «Las reuniones clandestinas en la montaña —escribe Juan Gómez Casas en Historia del anarcosindicalismo español— cubríanse con el deporte del excursionismo, el culto sincero al desnudismo, al aire oxigenado y el bronceamiento al sol. Todo esto formaba un contraste pintoresco si se tiene en cuenta que esa vuelta sincera a la naturaleza era perfectamente compatible con los planes conspirativos, la química de los explosivos, el ejercicio de tiro con pistola, el intercambio de periódicos y hojas clandestinas, los anatemas contra el tabaco y el alcohol».

La crítica del deporte que hacía el anarquismo, viendo en él una correa de transmisión de valores capitalistas como la competición, o, en el caso de las sociedades deportivas marxistas, un instrumento para el encuadramiento y el adoctrinamiento —aunque hubo, también, clubes deportivos anarquistas como el Júpiter de Poblenou, afiliado todo él a la CNT, con secciones de fútbol, atletismo y excursionismo—, encontraba una excepción en el montañismo; en su confraternización desatenta a los relojes; en sus jiras, vocablo utilizado entonces para las excursiones, que el DRAE define hoy como «banquete o merienda, especialmente campestres, entre amigos, con regocijo y bulla» y registra como procedente del francés [bonne] chère, o sea, «buena comida». «Cada día las jiras van divulgándose más y más, convirtiéndose en una bella costumbre anticipadora de la vida nueva», se señalaba el 1 de septiembre de 1932 en La Revista Blanca, publicación quincenal de sociología, ciencias y artes, editada en Madrid desde el año 1900 por Juan Montseny y Teresa Mañé. La revista informaba en su «Sección de Excursionismo» de las organizadas por todo un archipiélago de colectivos, recogiendo estampas de pequeñas muchedumbres recostadas en un prado y ondeando banderas. Aquel número concreto incluía, por ejemplo, tres de la realizada por la juventud libertaria de La Nucia (Alicante) al Puig Campana, «donde entre sanas expresiones de vida resonó optimista el grito de ¡Viva la anarquía!», así como la crónica de la realizada por la Regional de Asturias, León y Palencia al Puerto de Pajares, en una «mañana deliciosa de julio con un céfiro suave y voluptuoso impregnado de aromas campestres», por «tierras de fecundidad y vida». Mil quinientos excursionistas encontraban en ella «un medio positivo de abolir prejuicios regionalistas, de conocerse y amarse mutuamente los pueblos, considerándose todos hermanos en la inmensa familia humana y en la gran patria del mundo». Montseny y Mañé eran por cierto —lo habrá adivinado el lector perspicaz— los padres de una joven llamada Federica, que unos años antes, en 1927, defendía así el naturismo en las páginas de la propia revista: 

«El origen del naturalismo es el afán de recobrar la salud perdida por falta de contacto con la naturaleza. Empezó a dejar de ser remedio para convertirse en tesis con dos principios fundamentales: físico el uno y ético el otro. El primero es el retorno a la naturaleza. El segundo es el respeto a la vida animada por la naturaleza. El naturismo que no sea anarquista, no es ni será nunca naturismo. […] El naturismo no es otra cosa que una consecuencia lógica de la ciencia y los sentimientos modernos».

Eliseo Reclús, Élisée Reclus, era una suerte de santo patrón laico para aquellos amantes paralelos de las caminatas por la montaña y la revolución social. Maestro de geógrafos y anarquista de la Comuna, en el exilio en Suiza había escrito un libro, La montaña, en el que —como escribe Daniel Hiernaux-Nicolas— «el paisaje se alía a la descripción de los problemas sociales». En el «montañés libre» encontraba Reclus, hombre transido de la ética protestante del trabajo, una alegoría y una escuela del revolucionario: al habitante de la montaña —escribía—, «la fatiga del trepar y del bajar penosamente, la sencillez del alimento, el rigor de los fríos invernales, la lucha contra la intemperie» lo han hecho «un hombre aparte, le han dado una actitud, un andar, un juego de movimientos muy diferente de los usados entre sus vecinos de la llanura. Le han dado además un modo de pensar y de sentir que le distingue. Han reflejado en su espíritu, como en el del marino, algo de la serenidad de los grandes horizontes: también en muchos sitios le han asegurado el tesoro inapreciable de la libertad». Entre los montañeses,

«el trabajo solidario y los esfuerzos de conjunto son una necesidad. Todos son útiles para cada uno, y cada uno para todos. El pastor que va á los pastos altos á guardar los rebaños de la comunidad no es el menos necesario á la prosperidad general. Cuando ocurre un desastre, ayúdanse todos mutuamente para enmendar el daño. Si el alud se ha desplomado sobre algunas cabañas, todos trabajan en el desescombro. Si la lluvia ha desmoronado los campos que se cultivan en gradas sobre las pendientes, todos se ocupan en recoger la tierra que se ha venido abajo y subirla en espuertas hasta la vertiente de donde se cayó. Si el torrente desbordado ha cubierto de piedras las praderas, todos se afanan en limpiar el césped de tales escombros que lo ahogan. Cuando en invierno es peligroso arriesgarse entre la nieve, cuentan unos con la hospitalidad de otros. Todos son hermanos y pertenecen á la misma familia. Así es que cuando los atacan, resisten de común acuerdo, movidos, digámoslo así, por un solo pensamiento. Por otra parte, la vida de combates sin tregua contra toda clase de peligros y quizá también el aire puro y saludable que respiran los convierten en hombres atrevidos y desdeñosos de la muerte. Trabajadores pacíficos, á nadie atacan, pero saben defenderse».

El excursionismo era vida, vigor, regeneración, aire fresco, baños solares como los que perseguía el colectivo Amics del Sol, fundado en Barcelona en 1915 por obreros naturistas que habían convertido en un solárium una de las paredes de su fábrica, cercana a la playa de Can Tunis. Y su cultivo se entrelazaba con la sensibilidad eugenésica que, entonces (tiempos anteriores al malogramiento de la palabra por la vesania nazi) caracterizaba a la izquierda toda. Algunos de los miembros de Amics del Sol, juntamente con los esperantistas de La Rondo y el Ateneo Obrero de Les Corts, regentaban como «Grupo pro-Eugenismo» una editorial llamada Eugenia desde la que se pregonaba «la selección espiritual de los individuos, para así obtener la perfección mental de la especie, cuyos principios sociales sean la cultura y el altruismo». Se creía en la posibilidad de un hombre nuevo, alumbrado por los avances tecnológicos de una era de promisorios amaneceres, y, frente a la eugenesia clasista y racista de los conde de Gobineau y los Houston Stewart Chamberlain, aquellos anarquistas cuyos hijos se llamaban Aurora o Liberto predicaban la posibilidad de una eugenia igualitaria. No era el suyo —escribía Albano Rosell, autor de El naturismo integral y el hombre libre o de la novela En el país de Macrobia, fundador de la revista El Naturista…— «el eugenismo que nos endilga yanquilandia, […] esencialmente dogmático y clasista», sino un combate social por la conservación de la naturaleza y la abolición de la propiedad del suelo y el agua.

Sol y Vida era el muy eugénico nombre de la sección de excursionismo popular del Ateneo Ecléctico Naturista, fundada en 1926, radicada en el barrio barcelonés del Clot, y que publicaba sendas revistas llamadas Ética e Iniciales. Al grupo, que formó parte de la asamblea fundacional de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), el 25 de julio de 1927, pertenecía Joan Padreny, autor de un folleto titulado Necesidad del excursionismo y sus influencias libertarias en los individuos y los pueblos. «No pretendemos —reza su introducción— redimir a la humanidad por medio del excursionismo, pero sí creemos que es un factor que ayudará a ello y por lo tanto debemos propagarlo. Nadie ignora que durante las excursiones, y en los momentos de parada, organizamos charlas y juegos de acuerdo con el ideal de Acracia. Y es así como formaremos hombres fuertes y rebeldes, capaces de contribuir al derrumbamiento de la tiranía». Concha Liaño, miembro de Sol y Vida, evocaba tiempo después las ansias semanales por que llegase el domingo para ir de excursión:

«Todo el Ateneo iba de excursión. […] Y era muy bonito. Nos juntábamos pero muchos, los abuelos, los tíos, los niños. Era muy bello. Y también hacían grupos que discutían siempre sobre las ideas. […] Fue una época muy bella y la gente muy sana. Yo tengo unos recuerdos tan bonitos de eso. […] Aquellos muchachos eran de verdad magníficos, tan altruistas, tan sinceros, tan anarquistas. Y eran muchos. De todas las barriadas nos juntábamos».

Los clubes de montaña —de los que Nueva Humanidad celebraba en mayo de 1933 que contribuían «eficazmente a sacar a la juventud de esos antros de perversión que se llaman cafés, cines, bailes, etc.»— eran escuelas de la emancipación. Lo fueron, por ejemplo, para Liberto Sarrau (1920-2001), uno de los más heroicos antifranquistas catalanes, anarcosindicalista al que siendo niño había cautivado el martirio de Ferdinando Sacco y Bartolomeo Vanzetti, que se formó en la escuela racionalista La Farigola de Joan Puig Elias, en 1936 cofundaría el grupo Los Quijotes del Ideal, y en la posguerra pasaría por los campos de concentración franceses, los de trabajo nazis y luego volvería a entrar en España, donde formaría el grupo Tres de Mayo y sería detenido, torturado y encarcelado, penando en la prisión de San Miguel de los Reyes y la de Burgos, tras lo cual regresaría a Francia. A finales de los ochenta, atrás ya los años vividos peligrosamente, fundaría la Asociación Cultural y Ecologista Natura y, en el Pirineo, abrigaría el proyecto de creación de la colonia infantil Nou Món, inspirada en el espíritu de Ferrer i Guàrdia y para la que intentó comprar una masía de treinta hectáreas, aunque sin éxito. Sarrau era esperantista, naturista y excursionista; la tríada completa del anhelo del homo novus que construyera con mente sana en un sano cuerpo la confraternidad universal. Todo era un mismo magma. De Poblenou hacía el anarquista Antonio Turón, entrevistado por Manuel Rivas, esta evocación que incluía el excursionismo:

«Poblenou era como una placenta anarquista. Había más anarquismo por metro cuadrado que en cualquier parte del mundo. Ateneos, corales, grupos excursionistas, naturalistas, de todo. Y luego estaba el sindicato. No era necesario el proselitismo. Bastaba con ver y escuchar. Yo trabajaba en los trenes de laminación. En los turnos de descanso se leía, se debatían las cosas del mundo. Sí. Bastaba con ver. Había unos hombres que eran los más cultos, una cultura de la vida, te hablaban de una novela de Gorki o de Víctor Hugo a la hora del bocadillo; que se preocupaban por los problemas colectivos, que no bebían alcohol, que no fumaban y que además eran los mejores operarios. Y resultaba que esos eran los anarquistas […] Yo abrí los ojos a la realidad del mundo en aquella placenta que eran la fábrica y el barrio. Y cuando nos dimos cuenta, en plena adolescencia, vino el 36 y ya estábamos en una trinchera. No tuvimos miedo. En los trenes de laminación trabajabas con hierro incandescente. Cuando salimos a parar a los golpistas el 19 de julio, el primero que veías en la calle, con mono azul de faena, era a Buenaventura Durruti. ¿Cómo ibas a tener miedo?».

Cuesta imaginarse hoy aquel mundo, irremisiblemente enterrado bajo el «estrato histórico» que José Luis Villacañas dice que el franquismo es en La revolución pasiva de Franco; de su victoria «definitivamente decisiva». La vida ya solo crece sobre él; «ya no puede florecer en los estratos subyacentes. Estos pueden dar nutrientes últimos a las raíces más profundas, pero sin luz no pueden alimentar la planta, hacer crecer la flor y dar el fruto». Sigue habiendo anarquistas y siguen haciendo excursiones como las que organizan las asociaciones mancomunadas en la Unió de Grups Excursionistes Llibertaris (UGEL) de Cataluña, pero son dispersas brasas de lo que un día fue un incendio. De «tiempos idos» hablaba ya Joan Ferrer i Farriol (1896-1978) en una serie de artículos melancólicos publicados en la revista Solidaridad Obrera, publicada por el exilio anarcosindicalista español en París. El número XV, publicado en 1957, versó sobre el excursionismo, y en él el anciano revolucionario derrotado evoca cómo 

«Cuando los libertarios salíamos al exterior de las poblaciones no era para darnos un “día de campo” con exclusiva de arroz o “costellada”, sino para alternar y fraternizar con compañeros y compañeras de otras procedencias. […] El ideal nos animaba para el encuentro, en plena naturaleza, de otros seres alentados por preocupaciones parejas a las nuestras. Llegados al punto de destino, las manos de unos y otros se entrechocaban y los rostros se sonreían animadamente. En general, las conocencias así rápidamente entabladas determinaban amistades sólidas, inquebrantables para toda la vida […] Nuestra flema de excursionistas de la idea contrastaba con los pobres kilometristas domingueros que salían de casa para regresar a casa solamente para puntuar una marca de 100 km. andados del amanecer al anochecer». 

Ferrer caracteriza con gran viveza a algunos de los compañeros de aquellas montañadas, y al hacerlo viene a componer un bestiario de aquella ingenua acracia, de su diversidad, en la que cabían «el vegetariano Torres», «el dicharachero Mingo» o el «titiritero de la revolución» Corbella, personaje singular, de divertida semblanza:

«En 1927 ese hombre se arrebató de entusiasmo solitario y ofrecía, con vistas a la revolución antiprimorriverista que se avecinaba, armas de todas clases y calibres en cartas ordinarias echadas al correo, cuando podía servirse de la recadería, muy en boga en aquellos tiempos. Una, dos y tres cartas recibimos insistiendo el manresano en proveernos de armas, hasta que el compañero Cuatrecasas le escribió reclamándole seis cañones de artillería a vuelta de correo».

Sobrecoge la nostalgia del exiliado; de este miembro de la «inmensa Numancia errante sin puerto al que llegar» de la que hablara Araquistáin, a quien desgarra evocar, en aquel año 57, las «horas añoradas todas ellas por su perfume montañero, por el amor del bosque y la acogida de las matas, allí acogedoras y olorosas. Y por la comunión fraternal con los compañeros de tales o cuales pueblos, siempre con idénticos deseos manumisores. Ante esas páginas de juventud, comprensión y entusiasmo, las incomprensiones del exilio se nos antojan monstruos de pesadilla». El homo novus nunca fue alumbrado. En aquella España —escribía Blas de Otero— no se salvó ni Dios: lo asesinaron.

 

Extraído de https://www.jotdown.es

viernes, agosto 18

Kissinger, un genocida cumple cien años

 


El 27 de mayo Henry Kissinger cumple un siglo de vida, cuando se cumple medio siglo de algunos de los crímenes más infames en distintas partes del mundo, los cuales llevan su firma. Momento para recordar algunos de los impresionantes logros de una mente psicópata.

Kissinger no inventó nada en materia de manipulación mediática y de masacres preventivas en nombre de la libertad y en procura de más poder. No lo distingue nada de otros psicópatas que actuaron en el silgo XIX y antes de la Guerra Fría, sino su longevidad. De hecho, repitió hasta el hastío, por todo el mundo, el modelo aplicado a Guatemala en 1954.

En su penúltimo mensaje radial, Árbenz había declarado: “Nuestro único delito ha sido el darnos nuestras propias leyes; nuestro crimen ha sido el aplicarlas a la United Fruit… No es verdad que los comunistas están tomando el poder en nuestro gobierno… No hemos impuesto ningún régimen del terror; por el contrario, los amigos guatemaltecos del Sr. John Foster Dulles son quienes desean imponer el terror entre los guatemaltecos atacando a niños y mujeres desde aviones piratas”.

Cuando Guatemala solicitó una comisión investigadora de la ONU, el embajador de Estados Unidos, Henry Cabot Lodge, vetó la resolución. La CIA continuó bombardeando por tres días los abastecimientos de petróleo y arrojando bombas NTN sobre Chiquimula, Gavilán y Zacapa. El 27 de junio, Árbenz leyó su último mensaje por la radio pública: “Les digo adiós, amigos míos, con amargo dolor, pero manteniendo firme mis convicciones. Cuiden lo que tanto ha costado. Diez años de lucha, de lágrimas, de sacrificios y de conquistas democráticas”.

Estas palabras de despedida de Árbenz se repetirán casi veinte años después cuando en Chile, 1973, Salvador Allende deba hacer lo mismo. De la misma forma, la declaración de inocencia de los secretarios John Foster Dulles en 1954 y la de Henry Kissinger en 1973 se repetirán como si fuesen escritas en papel calco, como otra prueba de la paranoia sistemática de quienes necesitan controlar el mundo.

También como lo hizo Kissinger horas después del golpe de Estado en Chile en 1973, en 1954 el Secretario de Estado, John Foster Dulles informó que “el Departamento de Estado no tiene ni el más mínimo indicio de que se haya tratado de otra cosa que de una rebelión de los guatemaltecos contra su gobierno”. Una vez consumado el golpe, el mismo Dulles, el fanático religioso que se guiaba por la rectitud moral de las Escrituras, después de organizar el complot en base a repetidas mentiras, anunció en cadena de radio: “El gobierno de Guatemala y sus agentes comunistas de todo el mundo han insistido en oscurecer la verdad —la del imperialismo comunista— denunciando que el interés de Estados Unidos era proteger los intereses económicos de las empresas estadounidenses… Liderados por el coronel Castillo Armas, el pueblo guatemalteco ha decidido derrocar al gobierno comunista. Ha sido un asunto interno de los guatemaltecos”.

Con el golpe de Estado de 1954, la UFCo no sólo recuperó sus tierras nacionalizadas sino que se privatizaron varias áreas de propiedad pública. Los generales del ejército participantes del golpe también recibieron tierras, una especie de reforma agraria inversa. Washington invirtió millones de dólares en Guatemala bajo dictadura para demostrarle al mundo la eficacia de la obediencia a la que llamará, por alguna misteriosa razón, democracia.

Miles de campesinos que se negaron a abandonar las tierras otorgadas por Árbenz fueron desplazados por la fuerza o, simplemente, ejecutados. Otros 200.000 guatemaltecos serán asesinados o masacrados por las dictaduras militares que seguirán hasta los años 90. El presidente Ronald Reagan las llamará “dictaduras amigas” y las pondrá como modelos de libertad y democracia.

El 11 de mayo de 1967, Richard Nixon repitió su tour latinoamericano de una década atrás. Esta vez no encontró ni críticas, ni manifestaciones de estudiantes ni escupitajos como en 1958. Claro, tampoco tantas democracias. Desde el golpe contra Rómulo Gallegos en Venezuela en 1948, América latina perdió una decena de democracias, gracias a la ayuda económica, estratégica y moral de Washington.

Al día siguiente, el New York Times reprodujo un cable de UPI con las declaraciones de Nixon en Buenos Aires: el general Onganía “es uno de los mejores líderes que conocí en mi vida”. Al igual que su amigo Henry Kissinger, sabe y dice la verdad: nada importante ocurre en América del Sur o a nadie en el norte debe importarle.

El 8 de setiembre de 1970, en una reunión secreta de la Comisión 40 para impedir que Allende asuma como presidente electo en Chile, se encontraban presentes el Asesor de Seguridad nacional, Henry Kissinger, el fiscal general John Newton Mitchell y el director de la CIA Richard Helms, entre otros. Según Henry Kissinger, Allende, como Árbenz en Guatemala dos décadas atrás, era un peligro mayor que Fidel Castro por haber llegado a la presidencia a través del voto, lo cual serviría no sólo como ejemplo para otros países de la región sino, incluso, para Europa, como era el caso inminente de Italia.

El 12 de setiembre, Kissinger le comunicó a Richard Helms la decisión de impedir que Allende tome posesión del cargo a cualquier precio. Más tarde, con su arrogancia clásica, confirmó la filosofía fundacional del proyecto: “No veo por qué razón deberíamos limitarnos a ver cómo un país se convierte en comunista por la irresponsabilidad de su propia gente”. El director de la CIA, Richard Helms, le escribió a Kissinger con la solución, por cierto, nada creativa: “Un repentino desastre económico será el pretexto lógico para justificar una acción militar”.

Tres días después, el martes 15, en reunión secreta con Kissinger, Helms tomó nota de las palabras del presidente Nixon. Con letra apurada, escribió en forma de verso: “cualquier gasto vale la pena / ningún riesgo que pueda preocuparnos / mantener la embajada por fuera / diez millones de dólares o más si es necesario / haremos que la economía chilena grite de dolor”. El 25 de noviembre, Henry Kissinger le envió un memorándum al presidente Nixon para la actuación en Chile con el título “Acción encubierta en Chile”, en la cual resume la estrategia a seguir:

1) Fracturar la coalición de Allende;

2) Mantener y extender los contactos con el ejército chileno;

3) Proveer de ayuda a los grupos no marxistas;

4) Darle visibilidad a los diarios y los medios contrarios a Allende;

5) Apoyar a los medios como [censurado] para que inventen que Cuba y los soviéticos están detrás de su gobierno.

El Comité ha aprobado las medidas de actuación de la CIA y el presupuesto necesario”.

Nixon reemplazó al embajador Korry por Nathaniel Davis y al director de la CIA, Richard Helms, por James Schlesinger en procura de una mayor agresividad en la ejecución del plan. La CIA canalizó millones de dólares, esta vez no para los políticos amigos sino para crear rabia e insatisfacción popular contra el gobierno que apenas había asumido y para torcer el ejército chileno en contra del orden constitucional, alegando razones morales y patrióticas. El Plan B funcionó a la perfección. La estrategia fue efectiva: continuar la guerra económica y psicológica antes de la solución final. El 21 de setiembre, el embajador Edward Korry le envió a Kissinger un reporte oficial : “No permitiremos que ni una tuerca ni un tornillo llegue a Chile mientras Allende sea presidente. Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para condenar a Chile y a todos los chilenos a la mayor miseria que sea posible”.

Para facilitar el plan, Kissinger solicitó colaboración a su viejo amigo, David Rockefeller, director general del banco de la familia, el Chase Manhattan Bank (luego JPMorgan Chase), y uno de los principales bancos en Chile. Nixon cortó los créditos de aquel país, pero no las ayudas millonarias a la oposición. El gerente de ITT en Chile, John McCone (ex director de la CIA, dueño del 70 por ciento de las telefónicas en ese país y distinguido en 1987 por Ronald Reagan con la Medalla Presidencial de la Libertad) ya había informado de su disposición de poner un millón de dólares para desestabilizar a Allende. Su primera donación había sido de 350.000 dólares para la campaña política del rival de Allende, Jorge Alessandri, la cual había sido igualada por múltiples donaciones de otras grandes corporaciones estadounidenses en Chile.

Aunque el 3 de julio de 1972 el New York Times había publicado el informe de uno de sus enviados identificado como Mr. Merriam filtrando los sobornos de ITT en Chile, ni a Nixon ni a Kissinger les importó, como alguna vez les importó a sus predecesores. Años antes, el Pentágono había financiado y organizado diferentes infiltraciones en la academia sudamericana con programas como el Proyecto Camelot en Chile, el que debió ser suspendido por el Secretario de Defensa de entonces, Robert McNamara, el 8 de julio de 1965 “debido a la mala publicidad de la que ha sido objeto”.

En Washington, Henry Kissinger dio una conferencia de prensa y, como copia del discurso exculpatorio del Secretario de Estado John Foster Dulles luego de destruir la democracia en Guatemala en 1954, negó cualquier participación del gobierno de Estados Unidos en el golpe militar de Chile. Kissinger sigue, letra por letra, el manual de la CIA que, por décadas, exige que todo lo que sea hecho debe ser hecho “permitiendo una negación plausible” y, bajo cualquier circunstancia, “nunca se debe admitir alguna participación en ningún hecho, aunque todas las pruebas indiquen lo contrario”.

El 6 de julio de 1971, Kissinger informó al mismo comité que la Casa Blanca le ha encomendado eliminar al nuevo gobierno de Bolivia, liderado por un militar con tendencias izquierdistas llamado Juan José Torres. Kissinger considera que la nueva Asamblea del Pueblo donde obreros, mineros, campesinos y universitarios participan por igual, es una de las mayores amenazas inspiradas por los soviéticos, por lo cual era necesario ayudar a la oposición con dinero y propaganda. En el comité se concluye que antes “teníamos un líder a quien apoyar [general René Barrientos] y ahora tenemos un auto en marcha y estamos en la búsqueda del conductor”.

Casi al mismo tiempo, el secretario ejecutivo del Departamento de Estado Theodore Eliot comunicaba de forma confidencial que Washington estaba preocupado por la posibilidad de que el nuevo partido de izquierda, el Frente Amplio, pueda ganar la intendencia de Montevideo y no quería un nuevo Allende, aunque sea en una alcaldía. Echando recurso a una estrategia más indirecta que la usada en Chile, Washington intervino en el proceso electoral, como lo hizo a lo largo de las décadas anteriores, propagando información conveniente, plantando editoriales en “diarios prestigiosos” e infiltrando las fuerzas de represión locales. Aunque lejos de la violencia desatada por generaciones en las repúblicas tropicales, en Uruguay también se contaba con la excusa perfecta del combate a un grupo subversivo llamado Tupamaros, surgido años después de la intervención de la CIA en uno de los países más independientes y democráticos del continente. El memorándum a Henry Kissinger informaba sobre las buenas posibilidades de su candidato preferido, Juan María Bordaberry, aunque también advertía que en Uruguay “el fenómeno de los Tupamaros es básicamente una revolución de la clase media en contra de un sistema que no ofrece oportunidades de participación”.

Para las cruciales elecciones de 1971, Washington y Brasilia ya se habían encargado de que el Frente Amplio obtenga una mala votación y que el Partido Blanco (el partido de Nardone, ayudado por la CIA una década atrás, pero ahora posicionado unos pasos hacia la izquierda con su candidato Wilson Ferreira Aldunate) pierda las elecciones. Luego de meses de recuento y de denuncias de fraude, el candidato del Partido Colorado, ahora en manos de la derecha militarista, resultará vencedor. Juan María Bordaberry obtendrá unos pocos miles de votos más que Wilson Ferreira y se encargará de entregar el país a la dictadura militar dos meses antes del golpe en Chile. Este mismo año, en la Casa Blanca, Richard Nixon, Henry Kissinger, Vernon Walters y otros funcionarios de Washington le agradecen personalmente al dictador brasileño Emílio Garrastazu Médici por su intervención en las elecciones en Uruguay, por su liderazgo en la represión de los movimientos sociales de América Latina y por el bloqueo de Cuba como miembro de la OEA.

También de forma simultánea, entre 1969 y 1973, caían sobre Camboya más bombas (500.000 toneladas) que las que cayeron sobre Alemania y Japón durante la Segunda Guerra. Lo mismo les ocurrió a Corea del Norte y a Laos. En 1972, el presidente Nixon preguntó: “¿Cuántos matamos en Laos?” a lo que su Secretario de Estado, Ron Ziegler, contestó: “Como unos diez mil, o tal vez quince mil”. Henry Kissinger agregó: “en Laos también matamos unos diez mil, tal vez quince mil”. En realidad, estas cifras son apenas la sombra del genocidio perpetrado en la región.

Luego de que la Comisión Church del senado revelara varias operaciones de la CIA, como la manipulación de la prensa y la cultura en decenas de países, el apoyo con dinero y  logística a políticos obedientes en múltiples elecciones, la organización de golpes de Estado y el asesinato de líderes populares por todo el mundo, Henry Kissinger propuso radicalizar las medidas que impidieron futuras acusaciones bajo nuevos estándares de “secreto incondicional”. Las estrategias fueron y son infinitas. Según el National Security Archive, el mismo Kissinger había filtrado documentos secretos por lo cual se intentaba castigar a las comisiones investigadoras y, según uno de los periodistas que destaparon el escándalo que terminó con la renuncia de Nixon, Carl Bernstein, la misma comisión Church omitió información más comprometedora.

En 1976, Henry Kissinger llegó a Santiago y le entregó al general Pinochet el discurso que pensaba leer al día siguiente, asegurándole que no habría ninguna mención a los Derechos Humanos referidos a Chile sino a los regímenes comunistas. “Usted es una víctima de la izquierda internacional”, dice el poderoso Kissinger, como forma de consuelo. Luego agrega: “Queremos ayudarlo. Usted ha hecho un gran servicio a Occidente derrocando a Allende”. Chile fue el primer laboratorio del neoliberalismo diseñado por Friedrich von Hayek y Milton Friedman y, como siempre, impuesto a fuerza de sangre y acoso.

Poco después Kissinger aterrizó en Argentina para ayudar a otro de sus regímenes favoritos. Aunque la Junta militar justificaba el golpe en la violencia de los grupos subversivos de izquierda, los registros de la Embajada de Estados Unidos muestran que la violencia del terrorismo paramilitar era muy superior. Sólo durante el primer año del gobierno de Isabel Perón, los asesinatos de la Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A creada por José López Rega, la mano derecha de la presidenta) sumaron 503 víctimas, más que todas las víctimas de los atentados de los grupos de izquierda. El mismo embajador Robert Charles Hill, el 24 de marzo de 1975 había reportado al secretario de Estado, Henry Kissinger, sobre 25 ejecuciones políticas en solo 48 horas, de las cuales dos tercios eran víctimas del paramilitarismo de extrema derecha. “El mayor incidente —escribió el embajador en un memorándum— ocurrió el pasado viernes cuando 15 terroristas (de la Triple A) secuestraron a jóvenes de la izquierda peronista en ocho Ford Falcon. Una mujer fue asesinada cuando intentaba evitar que se llevasen a su esposo. Más tarde, aparecieron otros seis cuerpos… En Mar del Plata, como represalia por la muerte de un abogado de la derecha peronista a manos de un grupo de montoneros, otros cinco izquierdistas fueron asesinados, los que suman más de cien asesinatos políticos en lo que va del año”.

Apenas un año después, el desprecio del embajador Robert Hill se proyectó sobre Kissinger. Poco antes de dejar este mundo, como una reacción moral al final de su larga carrera imperialista, el embajador intentó resistir la aprobación de Kissinger a la dictadura argentina debido a las obvias violaciones a los derechos humanos. En la reunión de la OEA en Santiago de Chile de junio en el Hotel Carrera, Hill intentó revertir sin éxito la poderosa diplomacia por entocnes no oficial del todopoderoso Kissinger. Uno de los hechos que precipitaron la crisis moral del embajador Hill poco antes de su muerte fue cuando el hijo de treinta años de uno de los empleados de su embajadora, Juan de Onis, fue secuestrado y desaparecido por el gobierno de Videla. Cuando en octubre de 1987 The Nation informó sobre este caso, Kissinger se burló de las excesivas preocupaciones del fallecido embajador Hill sobre los derechos humanos.

Kissinger siempre fue intocable y sus objetivos por demás claros. El 25 de marzo de 1976, en el telegrama 72468 del Departamento de Estado, había enviado a la Casa Blanca una copia de la conclusión del Bureau of Intelligence and Research, confirmando los beneficios del nuevo golpe en América Latina, razones que sólo repiten otros argumentos usados en el siglo XIX: “Los tres líderes de la Junta son conocidos por sus posiciones en favor de Estados Unidos… y por sus preferencias por las inversiones de los capitales extranjeros. Además, el nuevo gobierno buscará la ayuda de asistencia financiera de Estados Unidos, sea moral o en dólares”. Como es costumbre, la nueva dictadura argentina no fue bloqueada sino lo contrario. El FMI aprobó, en cuestión de pocas horas, un préstamo de 127 millones de dólares (575 millones al valor de 2020) para asegurar el éxito del nuevo régimen terrorista, de la misma forma que habían hecho con Chile y otras dictaduras militares―préstamo que, como fue el caso de otras dictaduras amigas, saltará por las nubes poco después debido a las nuevas tasas de interés de la FED.

El 7 de octubre 1976, luego del golpe, Henry Kissinger, en una reunión en la que se encontraba el subsecretario de Estado de Estados Unidos Philip Habib, le dirá personalmente al ministro argentino de Relaciones Exteriores, el almirante César Guzzetti: “Nuestro interés es que tengan éxito. Tengo una visión pasada de moda según la cual a los amigos hay que defenderlos. En Estados Unidos la gente no entiende que ustedes tienen una Guerra civil aquí. Leen sobre la necesidad de los Derechos Humanos pero no entienden el contexto… Así que cuanto antes lo hagan, mejor”.

Un par de años antes, el 24 de marzo de 1977, el nuevo consejero de Seguridad nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski, pecando de un exceso de optimismo, había declarado que la doctrina Monroe “ya no es válida; representa un legado imperialista que ha destruido nuestras relaciones internacionales” y que lo que corresponde es tener una relación más igualitaria con los vecinos del sur. Los idealistas no durarán muchos años. Ni siquiera podrán gobernar cuando les toque gobernar. En un memorando secreto dirigido al mismo Brzezinski con fecha del 11 de julio de 1978, Robert Pastor le informará sobre la visita de Kissinger a la Argentina con motivo de la Copa Mundial de Fútbol. Refiriéndose a la Junta militar, Pastor informará que las palabras de reconocimiento del ex secretario de Estado Henry Kissinger “por los logros del gobierno en su lucha contra el terrorismo fueron música para sus oídos, algo que habían estado esperando por mucho tiempo”. Luego: “sus declaraciones sobre la amenaza soviético-cubana me parecieron desactualizadas, con un retraso de quince o veinte años… Lo que me preocupa es su deseo de atacar las nuevas políticas de la administración Carter sobre los derechos humanos en América Latina. Por otra parte, no queremos una discusión pública sobre esto, sobre todo porque necesitamos su ayuda para el SALT”.

En julio de 1978, el Buenos Aires Herald publicó declaraciones de Henry Kissinger que se parecen a su respuesta ante las cámaras de televisión sobre el desconocimiento del golpe de Estado en Chile cuatro años atrás. Ahora, el intocable Kissinger (su apellido significa “más que un beso”) vuelve a hacer uso de su clásica hipocresía. “Se supone que soy un experto en asuntos internacionales, pero no he tenido mucha información sobre lo que ha ocurrido en Argentina en los últimos diez años”, declara. El embajador Robert Hill, en un momento de crisis de fe, toma un bolígrafo y subraya estas palabras. Al margen del diario, escribe: “perfecta mierda”.

El poder de Kissinger fue más allá de lo razonable, aún sin un cargo oficial. Poco después, Robert Pastor le solicitó a Brzezinski que trate de preguntarle a Kissinger si no le importaría el hecho de que un miembro de su staff (“yo mismo”) pudiese cuestionar los objetivos de su viaje a Argentina. Con cierta ambigüedad o ingenuidad, Pastor concluye: “Eso podría darme un indicio sobre si a él realmente le interesa algo sobre nuestras políticas de derechos humanos para promover una campaña y darle alguna información sobre la efectividad de nuestra política de derechos humanos para América Latina”.

Cuarenta años después, aparte de la sistemática y masiva violación de los derechos humanos en Argentina, los documentos desclasificados en Washington abundarán en menudencias como la costumbre de las fiestas, los conciertos y las cenas de rigor a los que estaban expuestos los diplomáticos en Argentina; la reunión de Henry Kissinger en abril con Jorge Luis Borges, con Martínez de Hoz (el representante del proyecto neoliberal en ese país) y con el ministro de exteriores, Cesar Augusto Guzzetti, a quien Kissinger autorizó (“[gave] explicit permission”) para actuar de la forma que fuese necesario para “reprimir el terrorismo”.

Desde principio de los años 60, como en cualquier otro país de la frontera sur, en África y en Asia, la CIA arma y financia grupos paramilitares que se hacen célebres en la historiografía por sus matanzas y sadismo sin límites contra cualquier indio o pobre que resista los abusos y desalojos de sus tierras apetecidas por las corporaciones. En América central las dictaduras apoyadas por Washington, por empresarios y pastores como Pat Robertson, dejan cientos de miles de muertos y se las llama “Guerra civil”. Desde 1971, Israel también abasteció de armas a las dictaduras centroamericanas, entre otras, pero de 1977 a 1980 (debido al recorte de ayuda militar del presidente Jimmy Carter) se convierte en el principal proveedor junto con el régimen de apartheid de África del Sur. Durante diversos gobiernos militares de la región, y con la venia de Henry Kissinger, Israel también proveyó ayuda técnica y logística en control interno y según la doctrina de la Seguridad Nacional. Como en casi todos los otros casos, la razón de esta doctrina (la existencia de grupos subversivos) es una consecuencia de la misma doctrina. Incluso cuando la resistencia armada existe es, en proporción, irrelevante. La Corte Interamericana de Derechos Humanos insiste que los grupos guerrilleros carecen del armamento y de las fuerzas necesarias para convertirse en una amenaza para el gobierno de Guatemala. Pero el terrorismo de Estado necesita una razón para existir. El ejército y los paramilitares se encargan de casi todas las matanzas y a eso se le llama “Guerra Civil”. Ametralladoras importadas y penes nacionales son las principales armas del genocidio y la humillación sistemática.

El 21 de julio de 2020, el gobierno de Trump emitirá orden de captura y una recompensa de cinco millones de dólares por el presidente del Tribunal Supremo de Venezuela, Maikel Moreno, acusado de corrupción. El secretario de Estado Mike Pompeo explicó la decisión: Moreno “aceptó sobornos para influir en los resultados de algunos casos criminales en Venezuela; con este anuncio estamos enviando un mensaje claro: Estados Unidos está en contra de la corrupción”.

Casi veinte años antes, en agosto de 2001, como respuesta al requerimiento del juez español Baltasar Garzón para que el exsecretario de Estado Henry Kissinger declare ante los tribunales internacionales por su participación en las dictaduras latinoamericanas, el gobierno de George W. Bush emitió un comunicado protestando: “Es injusto y ridículo que un distinguido servidor de este país sea acosado por cortes extranjeras. El peligro de la Corte Penal Internacional es que un día los ciudadanos estadounidenses puedan ser arrestados en el extranjero por motivaciones políticas, como en este caso”.

En 1968, cuando aún era un desconocido profesor de Harvard, Kissinger, sobreviviente de la persecución nazi en Alemania, había resumido toda la filosofía imperialista con su clásico cinismo: “Existen dos tipos de realistas: aquellos que manipulan los hechos y aquellos que los crean; Occidente necesita hombres capaces de crear su propia realidad”.

Hace cincuenta años, dos meses después del golpe de Estado en Chile, Kissinger fue distinguido con el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos por la paz en Vietnam. Kissinger declaró que recibía el premio “con humildad” y donó el dinero del premio a los niños huérfanos de los soldados estadounidenses caídos en Vietnam, Laos y Camboya.

Dicen que corrieron lágrimas de emoción por tan noble gesto.

 

 

Jorge Majfud. Extractos del libro La frontera salvaje.

martes, agosto 15

Entrevista a la editorial ‘Piedra Papel Libros’ con motivo de su décimo aniversario

 


Este mes hemos charlado con una de nuestras editoriales amigas y con quien nos une un sentir anarquista y rebelde: Piedra Papel Libros. Quisimos hacerles esta entrevista para celebrar su décimo aniversario, ya que tantas veces hemos recomendado algunas de sus obras, y ellas nos distribuyen periódicos también allá donde se desplazan en ferias y encuentros editoriales. Pero este mutualismo encierra algo mucho más que intereses comunes, sino distintas versiones de un todo; desde nuestro medio alternativo y desde su editorial, tomamos responsabilidad en organizarnos para ser altavoz y divulgadores de luchas políticas y cultura libertaria. Nos une ese mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones.

¿Qué motivaciones personales, políticas y culturales os llevaron hace diez años a lanzar el proyecto editorial Piedra Papel?

Pues no os creáis que fue un proyecto demasiado pensado al principio. No había una serie de objetivos marcados ni una intención explícita de transformar desde el ámbito editorial o intervenir políticamente a través de la cultura. Se trataba, más bien, de generar un espacio donde poder pensar detenidamente en algunos textos, autores y temáticas que nos interesaban personalmente, y poco más. De hecho, como no teníamos demasiada conexión con el mundo de la edición, arrancamos el proyecto publicando pequeños fanzines y textos cortos que, a día de hoy, todavía siguen en el ADN de Piedra Papel.

Contadnos cuántas obras habéis editado en esta década de existencia y cuál ha sido vuestra evolución y algunos momentos relevantes en vuestro recorrido editorial.

Actualmente tenemos 67 títulos vivos en nuestro catálogo. La evolución ha sido muy orgánica, la verdad. Poco a poco hemos ido haciendo mejor las cosas. Todo es en base a mucho autoaprendizaje, mucho ensayo error y, sobre todo, mucha paciencia y ganas. Si echamos la vista atrás, el proyecto ha crecido bastante, ya no solo por el número de títulos en catálogo, sino por el número de puntos de venta, eventos en los que participamos e iniciativas que impulsamos. Finalmente, si tuviéramos que quedarnos con un momento clave, sería, sin duda, la incorporación de Araceli al proyecto, algo que tuvo lugar en un momento en el que Piedra Papel no podía continuar con su actividad por la falta de tiempo de Juan. Eso supuso un punto de inflexión que, por un lado, garantizó la viabilidad de los proyectos editoriales que en ese momento teníamos en mente, y, por otro, permitió tejer una pequeña red de distribución directa que permitía que nuestros textos tuvieran una colocación decente.

En el panorama político y editorial actual, ¿qué creéis que se puede aportar desde la edición alternativa y qué espacios deben conquistarse políticamente?

Si entendemos alternativa como autonomía, que es como lo enfocamos nosotras, creemos que la pelea puede estar en construir, poco a poco, un espacio editorial que pueda servir como herramienta múltiple a los colectivos en lucha contra el capitalismo. Nosotras, además, que nos reconocemos en la tradición libertaria ibérica y en su herencia cultural, tenemos muy en cuenta la importancia de poner en pie herramientas de autogestión cultural que ayuden a sostener comunidades en lucha y que, en cierta forma, disputen la hegemonía cultural al poder. Necesitamos genealogías propias, textos que asienten debates, libros que ayuden a levantar imaginarios de construcción colectiva y, sobre todo, editoriales que entiendan que tenemos que trabajar en redes de afinidad que valoren el trabajo puesto en pie por nuestras imprentas, nuestras librerías, nuestras autoras, nuestras bibliotecas sociales… En todo lo que escapa del circuito comercial del libro. Son esas iniciativas las que han de multiplicarse, teniendo en cuenta, ojo, que estos proyectos no han de estar nunca aislados de las luchas, ni han de convertir el libro en un fetiche reverenciable. Lo importante es lo que hacemos juntas.

Por último decidnos qué planes de futuro tenéis en la editorial y algunas últimas reflexiones que queráis compartirnos.

Pues pensamos en el futuro de manera calmada. Ni nos obsesionamos con ponernos objetivos ambiciosos ni desligamos el proyecto editorial de nuestros tiempos de trabajo y militancia, con lo cual acabamos siendo bastante realistas y prácticos. Lo principal para nosotras es que el proyecto siga teniendo sentido en sí mismo, que nos aporte alegrías y que todo el tiempo de trabajo que invertimos en él, nos sea provechoso a todos los niveles. Para nosotras, por ejemplo, es importante que nuestro proyecto editorial se consolide, no solo para garantizar la viabilidad de mismo, sino para ampliar el eco de nuestros textos y, si se puede, desbordar su previsible incidencia social. Somos una editorial pequeña, claro que sí, pero sabemos que si se trabaja bien y no se pierde la vista de lo que importa, se pueden mover cosas positivas para el común, consiguiendo que nuestro trabajo editorial ponga su granito de arena en procesos sociales que van mucho más allá de la mera lucha cultural. Es algo que vivimos desde hace años con el tema del deporte popular o el memorialismo libertario.

 

https://www.todoporhacer.org 

sábado, agosto 12

La urdimbre de un reino extraño


El que espera un conejo de la chistera del mago

y se ve salir a sí mismo con una lágrima madura en el ojo izquierdo.

 

El que va a una tienda de disfraces

y se pide un disfraz de hombre.

 

El que entra en la iglesia de Santa Bárbara de Heredia

y ve al cura apuntando los nombres

de todos los que ese día han ido a misa.

 

El que busca una metáfora

y encuentra el cadáver de un pavo real.

 

El que entra descalzo en una zapatería.

 

La que tiene tres mil pares de zapatos,

pero solo dos pies.

 

El que se calza dos botellas de plástico para cruzar el desierto

porque no tiene otra cosa que ponerse en sus ganas de llegar a Europa.

 

El que ve pasar el último carro del pueblo con un perro atado.

 

El pigmeo que atiende un puesto en la selva del Congo

donde cambia dólares por yenes.

 

El que sale del museo de arte contemporáneo

diciendo que lo que más le ha gustado son los inodoros.

 

El asesino de gafas oscuras, a quien el tiempo ha convertido

en un viejo que da de comer a las palomas.

 

El político que promete regalar exclusión, incultura y heroína

y consigue que todos le voten.

 

El converso que engrosa las filas de la Inquisición

para perseguir a sus antiguos correligionarios.

 

El que se sabe cómplice en esta farsa,

pero no dice ni hace nada,

porque le ha tocado un buen papel en el reparto.

 

El que va de compras solo por comprar,

aunque no sabe ni lo que está comprando.

 

La que tiene un contrato por horas, un alquiler temporal,

un proyecto de vida indefinido y un amor en prácticas.

 

La que para dejar de ser pobre coge tres trabajos,

y no se explica cómo sigue sin llegar a fin de mes.

 

El que se enamora de una bróker pero decide esperar

a que su cotización vaya a la baja.

 

El que mira a través de un telescopio el tiempo suficiente

como para terminar viendo su propio cogote.

 

El que sale de la oficina del INEM

esperando que le llamen pronto, no para trabajar,

sino para dirigir el mundo.

 

El que al ser rescatado de la patera hundida

baja los ojos y pide perdón por existir.

 

El que se pasea por el pueblo luciendo

un coche más caro que su propia vida.

 

El que baila alrededor de una flor inexplicable

en la Piazza de la Libertá en Lampedusa.

 

La que, en vez de cantar mineras

en la fiesta del señorito,

se baja al pozo de Santa Cruz del Sil

a cantarle a los mineros en huelga.

 

Los cuatro millones de andaluces

que viven al borde de la pobreza,

reducidos por obra de la política

a flamencos, toreros, cofrades y rocieros.

 

El que condena la violencia que queda fuera

de su gestión de la violencia.

 

El que tiene cinco cadenas de televisión rendidas a sus pies

cada vez que dice que para crear trabajo hay que destruir empleo.

 

El que se maravilla de la cristalina transparencia de los explotados.

 

El que coloca una pegatina de NUNCA MAIS

en la tapa del depósito de gasolina de su BMW.

 

El que es incapaz de ver en él lo que denuncia en ellos.

 

El que concluye que hay que defender la revolución

de los que la hicieron.

 

El burgués que azuza a los independentistas

porque sabe que ya no existen obreros

que puedan acabar con ellos.

 

El que habla de concordia para decir amnesia selectiva.

 

El que se compadece

de los esclavos que construyeron las pirámides en veinte años

pero no de que él termine de pagar su casa en treinta y cinco.

 

El que afirma que su identidad está en una lengua

que no hablan sus padres,

que él ha aprendido en la escuela,

y que fue inventada hace menos de cien años.

 

El que le replica que la suya está en la bandera

que acaba de comprar en el chino.

 

El experto en pisotones que está harto de que lo pisen.

 

El que dice esto es la selva, antes de poner un poco más de selva

a la selva.

 

El sordo que se da cuenta de lo claro que habla el capitalismo

cuando le piden mil euros por un sonotone.

 

El que baila contra el son que le tocan.

 

Los novios que quedan para acariciar sus móviles

en un banco de la plaza.

 

El que no sabe si ella es su prisión o su prisionera.

 

El que le dice a la amada que no quiere perderla

como si alguna vez hubiera sido suya.

 

El que se venga de su situación

haciendo de casamentero entre sus amigos.

 

El que sale de casa esperando regresar a casa.

 

El que cierra los ojos para ver solo lo que quiere ver.

 

El que se cree algo

y se aísla para ser más algo,

sin ver que lo que está es muy solo.

 

El que se pregunta quién es

y solo le salen nombres de mujeres.

 

El que cada vez que piensa en el amor

ve a una niña en bicicleta

con una tostada de mantequilla

atada al cuello.

 

La que entra en el salón

para anunciar que la cena está servida.

 

El que se levanta a mediodía

y se encuentra la casa fregada y ordenada.

 

El que se casa sin saber freír un huevo.

 

La que hace su cama por un solo lado

y alisa los pliegues con un temblor en su sexo.

 

La que siempre soñó los sueños de quien durmió a su lado

y ahora se desmorona sobre una cama vacía.

 

La que se baña en la aguas del olvido

y ni así borra su dolor.

 

La que cada vez que se estira las medias

cree que engaña al tiempo.

 

La que sale a la noche húmeda de los bares sucios

y regresa con otro sueño roto.

 

La que pone dos cubiertos en la mesa para cenar,

aunque hace años que solo se ensucia un plato.

 

La que incluso dormida es rondada por la belleza

para decirle: nada serás sino humo de gasolina.

 

La que arroja al pozo de los deseos un puñado de nieve.

 

La que lee un poema sin saber que el poeta que escribió el poema

está a su lado sonriéndole.

 

La que le susurra al oído del poeta

que retama se escribe con h.

 

El que nunca la mirará de frente porque lo vería arder.

 

El que ama en lo oscuro

para arrancar a lo pasado un poco de futuro.

 

El que cree que avanza y continúa andando en círculos.

 

El que se muere y al final del túnel encuentra

no la visión beatífica que esperaba,

sino el paisaje del río Trubia en un tramo de la senda del oso.

 

El que busca a Caronte para darle la moneda

y descubre que el barquero es el cobrador del autobús

que lo llevaba, de niño, a la escuela.

 

El que arrastra el tiempo en un rayo de luz de su ventana

hasta ver unos carros lidios que marchan al combate.

 

El que sabe tanto, que no quiere decir nada,

por si lo que sabe no fuera más que otra de las argucias del error.

 

El millonario que se cruza en una calle de Bombay con un sadhu

sin entender que existen mil maneras de ser humano

y encarnar una verdad tan fuerte como la suya.

 

El que sobre la blanca losa del dolmen de Monte Areo pregunta

¿cuántos han resucitado?

 

La que cría y amamanta su bebé para la muerte.

 

La que hace horas extras para poder pagar la niñera de su hijo.

 

La que cada vez que vota recibe un empujoncito más hacia la miseria.

 

El que descubre que el infierno es el autobús de los vikingos,

donde te dan un casco con cuernos

y tienes que gritar en cada semáforo que se pone en verde,

para recorrer por toda la eternidad el centro de Dublín.

 

El que ve a su madre, jovencísima, limpiando pescado

en las escamas del pescado que él está limpiando.

 

El que recuerda la voz de sus abuelos

pero a duras penas es capaz de hacerlos hablar.

 

El que contempla las ruinas del templo de Zeus en Agrigento

e intenta reconstruir los cuerpos que amó

igualmente desmoronados por el tiempo.

 

El que guarda en el bolsillo de su chaqueta

un pañuelo doblado que se manchó de carmín

y rímel hace más de cuarenta años.   

 

El que escribe “por aquí se va al cielo”

en la puerta de la casa de la mujer que ama.

                                  

El que, incapaz de deshacerse de un recuerdo,

se pasa una goma de borrar por las sienes.

 

El que sigue esperando al tullido pájaro del amor.

 

El que llena su copa de pérdidas

y bebe en silencio el oscuro vino de la decepción.

 

El que sabe que el tiempo no fue suyo,

sino que él fue del tiempo.

 

La que pasa sus dedos por los labios

con la alegría de haber besado mucho.

 

La que descubre que quitándose lo que creía alas

puede por fin volar.

 

La que descubrió que renunciar a sí misma

es la única forma de abrazar a los demás.

 

La que muestra en su cara la sucesión maravillosa

de las mujeres que la habitan, cuando transfigurada

recorre el vasto instante dilatado del éxtasis.

 

La que guarda silencio para conservar sus palabras.

 

La que dibuja en la verde corriente del Mondego

el perfil de su secreto con un rayo de sol volcado.

 

La que busca la cantina El Bosque

usando una botella vacía de mescal a modo de catalejo

desde un balcón del hotel Monte Albán de Oaxaca.

 

Los dos que al terminar de hacer el amor vuelven a hacerlo,

para asegurarse de que el amor queda bien hecho.

 

El que aun desnudo

sigue luciendo feliz una espiga de campo en su pecho.

 

El que comprueba que con seis centavos de hachís

es posible procurarse un billete para recorrer toda la tierra.

 

El que halla dentro de una bolita de opio

una ruta para dar la vuelta al mundo.

 

La que es aire, pero sabe que el aire

también construye la casa.

 

La que, en vez de deshojar la margarita,

la riega y ve crecer en ella su amor.

 

El que moja sus dedos en el agua

cuando no puede manejar su dolor

y dibuja su dolor hasta que su dolor se evapora.

 

Los que se encuentran después de mil años

sobre la línea borrosa del amanecer.

 

El que se queda mirando las cosas rotas,

sin saber qué hacer con las cosas rotas.

 

El que muerto de frío se pregunta

por qué se apagan tan pronto las brasas del amor.

 

El que sueña en el frío dominio de la noche

con la orilla azul del duelo.

 

El que se ahoga e intenta transformar en salvavidas

todo lo que toca.

 

El que vuelve al monasterio de Batalha

después de cuarenta años

para preguntarse por todas sus derrotas.

 

El que conduce hasta Praia de Adraga entre la niebla

y se cruza con Fernando Pessoa al volante de un Chevrolet

por la carretera de Sintra.

 

El que pedalea dentro de la noche estrellada

pintada al natural una noche de primavera

sobre el puente de Triana.

 

El que lee La casa junto al río

en la casa junto al río

sin saber que son la misma casa

porque aún el círculo está muy lejos de cerrarse.

 

El que busca un bar donde pongan raciones de belleza.

 

El que descubre la alta poesía del mundo

en la puerta del retrete de una discoteca.

 

El que dice gorrión y se llena de ramas,

y se cubre de niebla y luna.

 

El que lee libros que aún no se han escrito

en un idioma sin traducción posible.

 

El que corta una tarta

y se encuentra con dos tartas idénticas

a la que ha cortado.

 

El que al terminar de subir la escalera

descubre que no estaba apoyada en ninguna pared.

 

El que escribe un poema para que suceda

lo que espera que suceda.

 

El que sabe que allí donde acaba el mundo

comienza el mundo.

 

El que quema budas de madera

en la estufa del monasterio

para que así no tiemble de frío

el buda que habitaba en su corazón.

 

El que canta que todos los seres son completos,

perfectos, libres e indestructibles.

 

El que se pasa el tiempo haciendo pompas de jabón,

intentando convertirse en una de ellas.

 

El chimpancé que es Dios interpretando perfectamente

el papel de un chimpancé.

 

El lobo del que desconfía la manada,

porque no sabe morder más que su propio dolor.

 

El pájaro que en su trino abre las puertas del mundo.

 

La vaca de Chagall que hablaba hebreo.

 

Las alas de los ángeles de Cimabue

con el misterio de la Santísima Trinidad resuelto.

 

Los hongos psilocybe del maestro de Hohenfurth

en la tabla de Jesús en el jardín de Getsemaní.

 

La piedra y la burbuja como metáfora del mundo

que pintó Konrad Witz en La pesca milagrosa.

 

La música de la escalera de caracol del estudio de Carlos Relvas.

 

La pared que cuelga de un clavo.

 

Los campos de cereales azules de Monet.

 

El cielo verde manzana de Van Gogh.

 

La luna ahogándose entre temblores en los remolinos del Arno.

 

La ola que escribe en las rocas de la costa su forma de romper.

 

El que, al querer meter el brazo y la cabeza,

se queda atrapado en la fina

y misteriosa urdimbre del jersey,

porque todo está entrelazado con todo

desde siempre y para siempre.

 

La crisálida de la voz que me dice que ya puedo ir,

que nada ha de quedarse fuera.

 

El que se olvida del yo a base de desnombrarse,

y despierto a la convicción de la unidad de todo lo vivo, pregunta:

 

¿Hay algo más aún?





Antonio Orihuela. Diles que dije no. Ed. La Isla de Siltolá, 2022