En tiempos de guerra la propaganda es bien simple: el enemigo es muy
malo, quiere invadirnos y matarnos a todos, no hay más factores detrás.
La pandemia nos ha acostumbrado a este tipo de propaganda y parece que
ha calado en esa clase media alta que mastica, traga y digiere el
mensaje institucional que repiten como loros los medios de comunicación
burgueses. ---- La realidad es que las guerras surgen, o bien por
nacionalismos creados artificialmente, o bien por la conquista de
recursos y vías de comercio. Y en el caso de Rusia y Ucrania, dos
naciones unidas por lazos históricos y étnicos, se dan los dos factores.
---- Ucrania lleva años siendo mimada por sus vecinos, tanto al oeste
por la Unión Europea a instancias de su amo estadounidense, como al este
por Rusia. Desde el oeste se les ofrecía el sueño europeo, el mismo que
lleva viviendo el Estado español desde mediados los 80 y que ya sabemos
que sólo supone poca cobertura para los más desfavorecidos y más
riqueza para los de siempre. Desde el este, Rusia prometía los recursos y
seguridad de una gran nación con armas nucleares. Parece evidente una
tercera opción como nación neutral, pero la gran guerra económica que se
lleva librando entre las dos grandes potencias Estados Unidos y China
se está recrudeciendo a pasos agigantados, y el futuro planeta que
estará dividido en dos no admitirá neutralidad, al menos en los países a
los que ha tocado la mala suerte de estar justo en medio. Lo que ya
está quedando cada vez más claro es el bando que ha elegido Rusia.
Las guerras surgen, o bien por nacionalismos creados artificialmente, o bien por la conquista de recursos y vías de comercio
En esta tesitura, Ucrania primero se decanta a principios del año 2014
por romper los lazos con Europa y entrar en la órbita rusa con el
entonces presidente Víktor Yanukóvich, en una decisión con tufillo a
político comprado. El norteamericano, en su papel de paladín del mundo
libre, no se cruza de brazos y organiza una de sus ya conocidas
revoluciones populares espontáneas, el llamado Euromaidán, en esta
ocasión capitaneadas por nazis armados hasta el punto de poder plantar
cara a las fuerzas represivas estatales, y llegando a utilizar
francotiradores que disparan sin distinción a manifestantes y policías
para acelerar la caída de Yanukóvich, con un tufillo a CIA cada vez más
demostrado.
Lo primero que decide el nuevo gobierno fue eliminar las lenguas
minoritarias, ruso incluido, y prohibir los partidos comunistas. Los
rusos, por su parte, intervinienen militarmente en la región de Crimea y
controlan su gobierno desde entonces. Esta región, mayoritariamente de
habla rusa, es una península al sur de Ucrania en la que Rusia posee una
base naval de gran importancia militar por suponer una salida al Mar
Negro y por tanto al Meditarráneo. Por su parte, en el este, en las
regiones de Lugansk y Donetsk, el llamado Donbás, se produce una
reacción al Euromaidán en el que milicias prorrusas declaran la
República Popular del Donbás, a la que el gobierno ucraniano responde,
desatando una guerra que se extiende desde entonces pese a los intentos
de tregua en los Acuerdos de Minsk. Estas tropas gubernamentales
incluyen a buena parte de batallones de ideología abiertamente nazi, que
en los medios occidentales escucharemos con el eufemismo de
ultranacionalistas.
A principios de este año, Estados Unidos anuncia que ha detectado
movimientos de tropas rusas cerca de Ucrania y los acontecimientos se
desatan. Pese a que las tropas rusas están realizando maniobras ya
planeadas y anunciadas desde hace seis meses, las violaciones de los
acuerdos de Minsk se multiplican y el 21 de febrero, en una sorprendente
operación, Donetsk y Lugansk declaran su independencia y Rusia decide
invadir Ucrania. El argumento de fondo incluye la desnazificación del
país y su neutralidad respecto a la OTAN y la UE. Pero aunque el 15 de
marzo el presidente Zelensky reconoce que jamás entrarán en la OTAN,
Rusia continúa sus ataques.
La UE, en una decisión sin precedentes, abre sus puertas a los
refugiados ucranianos, en contraste con lo que sucede con los africanos o
sirios.
La UE, en una decisión sin precedentes, abre sus puertas a los
refugiados ucranianos, en contraste con lo que sucede con los africanos o
sirios. La maquinaria mediática se pone en marcha, recordando rancios
recelos contra el enemigo ruso, dignos de novela de espías de la guerra
fría. Se alienta la propaganda del miedo, se habla de tercera guerra
mundial, se resalta que se están bombardeando zonas cerca de territorio
OTAN o de centrales nucleares.
Mientras, en Polonia -bando de los buenos-, el periodista Pablo
González, con nacionalidad española pero nacido en Rusia, es acusado de
espionaje y arrestado sin posibilidad de hablar ni con sus abogados.
Parecería que no ha sido la casualidad la que ha propiciado el ascenso
del fascismo en toda Europa en los últimos años y que será tan útil en
estos años de guerra fría 2.0 que se avecinan. Este es el caso polaco,
donde presidente y primer ministro pertenecen al partido de extrema
derecha Ley y Justicia. Al igual que en el bando de los malos, Amnistía
Internacional ha denunciado en su informe 2020 menoscabos a la
independencia del poder judicial, restricciones a los derechos del
colectivo LGTBI, el acceso al aborto y a los de manifestación, reunión y
expresión.
En el mundo de la economía, los especuladores se frotan las manos.
Mientras se establecen medidas de embargo contra Rusia, Wall Street se
adueña de la barata deuda corporativa rusa. La Reserva Federal
estadounidense comienza una política de aumento de los tipos de interés.
La inflación lleva tiempo disparada por una política económia
acomodaticia, es decir, liarse a producir dinero ficticio como si no
hubiera mañana para propiciar una plena ocupación de los factores
productivos. Toca apretarse el cinturón una vez más y la culpa
claramente es de los malos. Los mercados bursátiles han tenido tiempo
para cubrir sus posiciones y esperan el final de la guerra para volver a
comprar y que el valor aumente. La guerra se alarga pero no pasa nada,
cuanto más se destruya más se tendrá que reconstruir después.
Principales gasoductos a través de Ucrania, que unen yacimientos de gas
de Siberia Occidental con países de Europa Occidental. / Rianovosti
Se avecinan tiempos difíciles para el planeta, con las dos grandes
potencias china y estadounidense mirando desde arriba las fichas de un
gran tablero de ajedrez. Europa cada vez se lo pone más complicado al
gigante asiático para ser su mercado de demanda, pero tardará en
independizarse precisamente por su gran dependencia. Nos salió mal la
globalización. Así que China busca nuevos mercados y mira a África,
camino de convertirse en su segundo mundo. Y ahí sí que nos toca estar
justo en medio, así que España mima a su vecino marroquí dándole manga
ancha en su conflicto con el pueblo saharahui, pero a la vez enfadando a
su vecino argelino, su principal suministrador de gas.
La única vía para salir de este futuro poco alentador es cambiar todos
los paradigmas. Olvidar el sueño utópico del estado del bienestar y
salir de esta vorágine capitalista que no nos conducirá a ningún lado.
Lamentablemente, las protestas ciudadanas se han encaminado a un escueto
No a la guerra, cuando podían haber ido más allá en su análisis y haber
dado la importancia que tienen en el trasfondo de esta situación otros
factores. En primer lugar, abrir el debate de la fabricación de armas,
que crean empleo en una zona para que mueran personas en otras. Pensar
lo que supone realmente que el Estado español sea el séptimo exportador
de armas del mundo. En segundo lugar, la pertenencia e incluso la
existencia de la OTAN, organización que perdió su razón de ser hace ya
treinta años pero que continúa dejando un rastro de guerras y golpes de
estado -eufemismo occidental democratización- por todo el mundo. En
tercer lugar, el sistema económico que perpetúa a unos pocos en lo alto
del mundo a costa de la sobreexplotación de los recursos naturales, la
miseria de muchos y la creación de contextos geopolítcos que no pueden
tener otro final que un conflicto bélico. Y por último olvidar las
fronteras, las razas, la separación del género humano por razones
indignas del siglo XXI, la supuesta superioridad cultural y social de
occidente, el odio por lo que está lejos. Todos somos iguales. Todos
somos seres humanos.
Está muy bien el artículo, y el comentario sobre la órbitacion rusa de yanukovich en 2014 es algo en lo que yo no había caído.
ResponderEliminarEntiendo el mensaje, pero, a parte del "No a la guerra", no veo cómo "cambiar los paradigmas" y articular una resistencia al militarismo. El problema es el Psoe, ellos controlan la protesta social tanto como el militarismo. Son maestros.
Salud!