Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

lunes, agosto 29

Los medios, al servicio de la dominación

 


El propósito de este breve texto es aportar algunas pinceladas sobre el papel de los medios de comunicación de masas en la coyuntura actual(1). Las dos últimas grandes crisis en las que estamos inmersos(Covid-19 y choque entre la OTAN y Rusia en el escenario ucraniano) han puesto de manifiesto una agudización y radicalización de tendencias tradicionales ya insertas en los medios dentro de la dinámica del capitalismo.

Podemos destacar así algunos aspectos de esta tendencia mediática:

La información convertida en consignas y propaganda. Los mass media se han convertido en herramientas de difusión constante, directa y repetitiva de mensajes unidireccionales, que tratan de fijar ideas y forzar a comportamientos sociales. Ante un contexto bélico la información se convierte en un arma de guerra más y se cumple nuevamente aquello de que”en las guerras la primera víctima es la verdad”(2). El aparato mediático se utiliza como un arma propagandística cuyo objetivo es construir una determinada imagen del enemigo (en la que se mezclan elementos reales y falsos) y destruirlo simbólicamente. Se busca, en definitiva, la alienación y la alineación de la sociedad en torno a las decisiones de las elites.

Homogeneización de los mensajes y las agendas mediáticas, derivada en buena medida de la concentración y el control que grandes grupos económicos, políticos y militares mantienen sobre el caudal comunicativo. La dependencia de los medios no solo se restringe a determinados intereses empresariales o corporativos, sino también a la ayuda institucional(3). Este proceso-como elemento a destacar y relativamente novedoso- también afecta a medios independientes o situados en un espacio que se podría denominar crítico o progresista, al aceptar de facto un relato o una visión hegemónica de la realidad, a la que en todo caso, trata de dar un enfoque social(4).

Emocionalidad y sensacionalismo por encima del análisis y la contextualización. Los medios buscan incidir fundamentalmente en la emocionalidad y la visceralidad. Se trata con ello de generar reacciones empáticas, movilizadoras-desmovilizadoras, paralizantes o promotoras de odio ante situaciones traumáticas o excepcionales (guerras con sus secuelasd de sufrimiento generalizado, amenazas sanitarias, etc). Se elude, en definitiva, poner en contexto coyunturas complejas, que permitirian entender (que no necesariamente justificar) el desencadenamiento de determinadas situaciones o las motivaciones de los actores implicados.

Simplificación e individualización. La construcción de una realidad en blanco y negro, sin matices que puedan aportar luz o facilitar la resolución menos traumática de lo que de hecho son siempre situaciones sujetas a múltiples matices, por un lado, dirige el foco social hacia un objetivo y, por otro, permite descargar de responsabilidad a otros actores. En este sentido la creación del “enemigo” o del “chivo expiatorio” sirve como “los dos minutos de odio” orwellianos(5) para deshumanizar o estigmatizar al otro y a la vez canalizar el descontento o la reacción social en una dirección determinada(6). De igual forma, un manejo mediático típico en lo que se refiere al tratamiento que se da a sectores disidentes es el de la serie silenciamiento-ridiculización-criminalización, en función de cómo sea percibida su capacidad de incidencia social.

Imperio mediático de la sinrazón. La constante legitimación o justificación acrítica de determinadas situaciones (decisiones erráticas, absurdas, ilógicas o contradictorias, conculcación de derechos fundamentales, ilegalidades, etc) conduce a la naturalización de una sumisión irracional y acrítica a discursos cambiantes generados desde el poder. A ello contribuye igualmente la manipulación de las cifras estadísticas y el ocultamiento, descontextualización o reinterpretación de datos o informaciones relevantes que permitan conformar una opinión fundada.

Los medios de comunicación como actores partidistas y no como intérpretes o relatores de la realidad. Los medios se convierten en “hooligans” o en grupos de poder que presionan para que las instancias políticas tomen decisiones, generalmente en beneficio de intereses antisociales, fomentando el odio, el militarismo, la escalada bélica(7), las medidas represivas, etc. cuyas consecuencias pueden ser catastróficas (ej. conflicto nuclear). En este sentido, operan, tanto las noticias como la opinión, através de un ejército de “expertos”, “analistas” o “tertulianos” que reafirman una y otra vez el relato que se pretende extender socialmente.

Doble rasero. La guerra de Ucrania a puesto en evidencia una vez más la distinta percepción o estrategia comunicativa en función de quiénes sean los sujetos implicados. La guerra de la exYugoslavia, la invasión de Irak, las contiendas de Siria, Libia o Yemen, la demonización o blanqueamiento de Irán o Venezuela en base a las distintas coyunturas políticas, etc. serían solo una pequeña muestra de este desempeño de los medios occidentales. Hechos similares, que ocurren en situaciones de conflicto pueden silenciarse, denunciarse o jalearse según los intereses en juego, manipulando el lenguaje para convertir, por ejemplo, a los ucranianos (incluyendo a los neonazis) en “luchadores por la libertad” y a los palestinos en “terroristas”.

Falta de deontología periodística. La deontología es la rama de la ética que trata, entre otros aspectos, de los deberes, especialmente de los que rigen las actividades profesionales. En el caso del periodismo actual, existe una quiebra respecto a lo que debería ser una labor basada en determinados valores (ética, ecuanimidad, principio de precaución, contraste de informaciones, sentido crítico, etc), lo que lleva a la aceptación incuestionable de la narrativa del poder.

Manipulación , censura y autocensura. Los parámetros de manipulación y censura alcanzados durante la covid y el conflicto de Ucrania(8) parecen ya no tener límites, con un manejo obsceno de los medios y con un escaso cuestionamiento de la mayor parte de la sociedad. En cuanto a la autocensura, es algo que ya ni se discute(9). El mundo del periodismo se ve, de esta manera, envuelto en un drama existencial, ante la pérdidad de lo que deberían ser sus elementos definitorios: la libertad de expresión y la libertad de conciencia.

Doctrina del shock. Los medios ayudan en la imposición y extensión de determinaddas visiones de la realidad al calor de acontecimientos que golpean profundamente la subjetividad y la vida cotidiana de las personas.

Internet, sombra y luz. Estamos en la época de la postverdad y de las “fake news”, de los “verificadores”, de la crisis de modelos comunicativos “clásicos” (ej. prensa en papel) y de un cierto descrédito y desconfianza social (crecientes) hacia “el sistema”(del que también se conciben como una parte importante los medios de comunicación de masas). La red se ha convertido en un espacio donde, por un lado, se ha generado un enorme “ruido” y confusión, una maraña de datos e informaciones (en muchos casos banales y superficiales) que generan una suerte de narcosis, a la vez que una sensación de caos e ininteligibilidad de la realidad. En ese contexto es donde los intereses económicos e ideológicos de las empresas multinacionales (Youtube, Google, Meta…) imponen y dirigen la mayoría de los contenidos. Por otro lado, y en parte también contribuyendo a ese mismo “ruido” informativo, se han desarrollado una multiplicidad de iniciativas comunicactivas alternativas, individuales y colectivas, que en muchos casos -y a pesar del peso abrumador de la verdad oficial, de los obstáculos y la censura- han conseguido abrir una grieta en el discurso dominante. Esto ha sido patente en el periodo pandémico, tanto para generar contrainformación como para provocar la movilización social.

 

NOTAS:

(1)Existen en el mercado y en la red múltiples libros y artículos que nos pueden ayudar a profundizar sobre el papel social de los medios de comunicación y su poder para conformar mentalidades y estados de opinión.

  1. Ya en el contexto de la pandemia del Covid-19 las primeras declaraciones de gobiernos como el español o el francés hablaban explícitamente de “guerra”, con las connotaciones que ello conlleva.

  2. Por mencionar un dato, en el Boletín Oficial del País Vasco del 13 de diciembre de 2021 se hacían públicas una serie de subvenciones a diversos medios de comunicación con “el compromiso de mantener la misma línea de informaciónde cercanía y servicio a la ciudadanía en relación a la pandemia”. Línea en general y en muchos momentos muy unitaria y acrítica en torno al relato dominante.

  3. Esta cuestión se ha evidenciado, por ejemplo, a la hora de abordar la covid-19, donde ha habido una aceptación mayoritaria y una falta de crítica al discurso oficial (a pesar de sus múltiples deficiencias y contradicciones), apoyado en una determinada visión de la ciencia y de la vida.

  4. En la novela 1984, de George Orwell, el Gran Hermano y su estructura opresiva organizan diariamente lo que llaman “Los dos minutos de odio”. Durante ese tiempo, las telepantallas emiten información sobre enemigos del sistema hacia los que los miembros del partido deben expresar su ira.

  5. La constitución mediática de Putin como el “gran demonio” desvía la atención de complejas y profundas cuestiones geoestratégicas que están insertas en el conflicto de Ucrania. Por otro lado, y en el caso de la Covid-19, la figura de los “negacionistas” ha servido como catarsis para la tensión social generada por la pandemia.

  6. “El coro de los medios de comunicación a favor de “más guerra” parece estar sirviendo a una operación de blanqueamiento ideológico que despeja el camino a los gobiernos mientras se preparan para una propaganda más extrema y medidas antidemocráticas” Jonathan Cook, “Los medios occidentales actúan como promotores de la guerra”, Ctxt, 01/03/2022.

  7. Es significativo, por ejemplo, el silencio de algunas asociaciones profesionales de periodistas frente a la censura de medios rusos como RT o Sputnik. Asimismo, en el contexto de la covid-19 ha sido habitual la ausencia en general de opiniones críticas o disidentes, modulada en función de los momentos. Por otro lado, Internet ha sido campo de censura sistemática de contenidos “no adecuados”.

  8. Una forma extrema de potenciar la autocensura son los asesinatos de periodistas que ocurren en diferentes partes del mundo. A ello hay que añadir el acoso o el condicionamiento de la actividad informativa por parte de las autoridades u otros autores en diferentes situaciones. Un caso reciente es el del periodista Pablo González, detenido en Polonia el 28 de febrero de 2022, bajo la acusación de ser un espía ruso.

 

(Artículo extraído de la revista libertaria “Ekintza Zuzena nº48 de 2022)

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