El día 8 de abril, la organización Cruelty Free International hizo pública una investigación llevada a cabo en el laboratorio de experimentación animal Vivotecnia, en Madrid. Gracias a esta, salieron a la luz las prácticas vejatorias, el maltrato y la crueldad que pueden tener lugar en las instalaciones de este tipo de empresas. El laboratorio fue denunciado y obligado a cesar su actividad mientras las autoridades realizan su propia investigación.
Gran parte de la sociedad condenó las acciones expuestas. Se organizaron alrededor de 20 manifestaciones en varias ciudades del estado español durante dos fines de semana para exigir la liberación de los animales. Cientos de personas acudieron a las protestas y consiguieron hacer visible la indignación y la voluntad de luchar por los derechos de los animales. Gracias a la difusión de los hechos a través de las redes sociales y gracias también a la cobertura mediática de la noticia, se ha cuestionado la supuesta necesidad de experimentar con animales en laboratorios.
Puede que el ensañamiento revelado en el vídeo de Vivotecnia no se dé en todas partes, pero es innegable que la experimentación animal implica sufrimiento y que las condiciones de bienestar son inaplicables. No hay manera de hacer enfermar o padecer una dolencia física o psicológica a un animal sin que este sufra. Los animales son conscientes de todo lo que les sucede; sienten dolor, se estresan, se alegran, se entristecen e incluso son capaces de dejarse morir ante situaciones que ya no pueden aguantar más. Se sabe de gatos en protectoras que no superan un abandono, no se adaptan a su espacio y dejan de comer arrinconados y hundidos en una depresión letal.
Imaginemos lo que debe sufrir un animal en un laboratorio. Encerrados de por vida en espacios o jaulas pequeños, sin paseos al aire libre, sin establecer vínculos con sus semejantes o con los humanos que se limitan a manipularlos con mayor o menor cuidado para causarles dolor a corto o largo plazo. Sin entender por qué están allí ni por qué les tratan de esa manera. Sin saber que nada de lo que hagan o intenten cambiará sus circunstancias.
Es un infierno innecesario que se ha convertido en un negocio más a costa de miles de vidas. La experimentación animal actualmente no está justificada bajo ningún concepto. Se llevan a cabo pruebas de productos cosméticos y de limpieza con el único objetivo de comprobar los límites de su toxicidad. En cuanto a los fines médicos, según un estudio de Doctors Against Animal Experiments: “Entre el 92,5% y el 95% de todos los medicamentos que resultan ser efectivos en estudios animales fracasan en las posteriores fases clínicas 1 a 3 en humanos. Esto es debido a que o bien no funcionan o bien causan efectos secundarios graves”.
En el año 2018, un grupo de investigadoras hizo pública una recopilación exhaustiva de todas las autoridades, centros de investigación, organizaciones de derechos animales, bases de datos y revistas académicas que informan, apoyan y se centran en métodos alternativos a la vivisección. En 2019, la Cátedra de Investigación Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid publicó un artículo en el que presentaba algunas alternativas a la experimentación animal ya existentes.
En 2020, más de 70 profesionales de la comunidad científica hicieron pública una carta en la que reclaman “un cambio de mentalidad y un calendario preciso para cambiar las regulaciones y poder acelerar el desarrollo de los medicamentos que tienen más posibilidades de ser más seguros, más efectivos y más baratos sin el uso de animales”. Señalan que el hecho de que se probaran vacunas para la COVID-19 directamente en humanos debería sentar un precedente. Además, a raíz de los hechos denunciados en Vivotecnia, la Red Española para el Desarrollo de Métodos Alternativos a la Experimentación Animal (REMA) envió un manifiesto al Gobierno español en el que solicitan la inversión y el paso hacia métodos de investigación sin animales.
Por otro lado, como individuos que vivimos en sociedad deberíamos reflexionar sobre los comportamientos humanos dentro del laboratorio Vivotecnia que han sido expuestos en la misma investigación. ¿Por qué hay personas capaces de ejercer tanta violencia y mostrar tanto desprecio hacia unos animales cuyas vidas tienen en sus manos?
En una sociedad especista, muchas personas maltratan e incluso matan a animales que no son humanos simplemente porque los consideran inferiores. La mayoría de especies animales son consideradas como objetos que pueden ser usados para extraer un beneficio. Muchas personas abusan de quienes perciben como más débiles o menos inteligentes. Proceden de forma muy similar cuando condenan consciente o inconscientemente a otras personas que no piensan, no son o no viven como ellas. Pruebas de ello son el racismo, el sexismo y la discriminación física que sufren muchos individuos a diario.
Otro factor que contribuye a la violencia y la normaliza son las prácticas de tortura animal que son legales, pero nos anulan la empatía. Es decir, la tauromaquia, la caza, la explotación ganadera y los mataderos. Desgraciadamente, es habitual encontrar en las redes fotos de cazadores con la misma actitud burlesca y cruel que vemos en el vídeo de Vivotecnia; así como escenas denunciadas por varios investigadores en mataderos de todo el mundo.
Podemos decir que en nuestra sociedad no se condena la violencia ni se educa en el respeto hacia los demás. Siguen habiendo feminicidios, violaciones, acoso, bullying, pederastia y más maltratos. Parece que se acepte el abuso de poder como método para alcanzar metas, riqueza o cualquier cosa que nos apetezca llamar felicidad.
La experimentación animal y el caso de Vivotecnia ponen de manifiesto que nuestra crueldad no tiene límites cuando convertimos la violencia en una forma de explotación para obtener beneficios. Conseguir la liberación de los animales encerrados en ese laboratorio y la implantación de métodos de experimentación alternativos no acabará con estos defectos en nuestra sociedad.
Es necesario rechazar todas las demás formas de violencia injustificada. Es hora de admitir que los animales de otras especies tienen conciencia e intereses, son individuos. Cada animal tiene una manera de ser única, al igual que no hay dos seres humanos iguales. No es justo que a algunos les tratemos como si fuesen una masa inanimada de la que aprovecharnos, porque no lo son. Son seres vivos que tienen la capacidad de sentir, como cualquier humano o humana.
No se trata de que todas las personas amen a todos los animales. No hace falta amarles para exigir su derecho a vivir libres. Tampoco amamos a todos los seres humanos, pero les debemos respeto y defendemos sus derechos cuando estos son amenazados o les son arrebatados.
Cuestionarse hábitos y costumbres requiere valor. Pero es algo que podemos hacer individualmente para tomar decisiones y conseguir una sociedad más amable, más sana y menos agresiva en un mundo más sostenible. Aceptar que podemos vivir sin consumir carne ni productos de origen animal es un acto revolucionario. Dejar de apoyar la explotación animal en todas sus formas puede ser el camino hacia un nuevo concepto de igualdad y de justicia que proteja a todos los seres vivos del planeta.
No estamos obligados a criar, torturar y matar animales. Hay infinitas formas de ser felices respetando el derecho de todos y de todas a vivir libres. Hoy en día existen alternativas para todo y para todas las personas. La información es poder y está a nuestro alcance. Resolvamos dudas y veremos que vale la pena apostar por una relación de respeto incondicional y desinteresado hacia los demás, sean de la especie que sean. Cada vida cuenta, cada acción cambia nuestro mundo.
Laura Muñoz
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