Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

martes, junio 8

Limpieza étnica en Sheikh Jarrah y bombardeos israelíes sobre Gaza

 


Mohammed El Kurd es un poeta palestino de 22 años. Su historia vital es la de la ocupación en tiempo real. La mitad de su casa, situada en el barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, fue ocupada en 2009 por colonos judíos. Él tenía entonces 11 años. Desde entonces ha crecido con esos hombres a su lado, que buscan expulsarle a él, a su familia y a 27 familias más en Sheikh Jarrah. Lo mismo sucede en el área de Silwan con 84 familias que afrontan demandas de desalojo presentadas por colonos que reclaman su propiedad. A veces, cuando Mohammed regresaba de la escuela, los colonos coreaban consignas como «pronto estaréis durmiendo en un basurero en Ramala» o «a sangre y a fuego expulsaremos a los árabes«. Su abuela, Rifqa, – que murió en 2020 con 103 años – resistió durante años los intentos de desalojo y se convirtió en un icono en el barrio.

A principios de mayo se encontraba previsto que el Tribunal Supremo israelí se pronunciara de una vez por todas sobre los derechos de vivienda de las familias de Sheikh Jarrah. Durante estos días se celebraron algunas protestas – mayoritariamente pacíficas – pro-palestinas, las cuales provocaron que el Supremo suspendiera la publicación de su sentencia. A las habituales protestas en los territorios ocupados se han sumado las manifestaciones palestinas dentro de las fronteras de Israel, algo poco común. Estas movilizaciones no están organizadas por partidos políticos, sino por jóvenes activistas palestinos, comités vecinales y colectivos de base. Buscan evidenciar que no nos encontramos ante un conflicto inmobiliario entre particulares y que la palabra “desahucio” no ilustra adecuadamente lo que puede suceder. “Esto es un desplazamiento étnico forzoso”, explicó El Kurd ante distintos medios de comunicación.

La limpieza étnica palestina y el cinturón judío

Yonatan Yosef, portavoz de los colonos israelíes en Sheikh Jarrah, parece darle la razón a El Kurd: “Tomamos casa tras casa, toda esta zona será un barrio judío. No hemos terminado el trabajo, después iremos al siguiente barrio, y tras ello iremos a otro. Nuestro sueño es que todo Jerusalén Este sea como el Oeste, la capital judía de Israel”, explicaba en una entrevista con varios medios. Otro colono añade lo siguiente: “Lo veo como la continuación del proyecto sionista. El regreso a Sión. ¿A costa de los árabes? Sí. Pero nuestras instituciones también fueron construidas a costa de los árabes que vivían aquí. Y el propio Estado israelí”.

El origen del conflicto se remonta a 1948, cuando se fundó el Estado de Israel y se desplazó forzosamente a más de 700.000 palestinos (un episodio conocido como la Nakba). En 1957, gracias a la intervención de Jordania, miles de familias palestinas fueron reubicadas en el barrio de Sheikh Jarrah. Cuando en 1967 Jerusalén Este fue ocupada ilegalmente por Israel, el Gobierno de Tel Aviv aprobó la Ley de Asuntos Legales y Administrativos, que determina que los terrenos de Jerusalén Este que hubieran pertenecido a judíos (y solo a judíos) antes de 1948 serían devueltos a sus dueños si los reclamaban. Los palestinos, por su parte, serían trasladados forzosamente, vetados de entrar siquiera en el Estado de Israel y de visitar las tierras de sus ancestros y desposeídos de sus tierras, acciones contempladas como un crimen de guerra por el Estatuto de Roma. B’Tselem, la principal organización israelí de derechos humanos, señaló en 2019 que la Justicia israelí ha revocado la residencia de más de 14.500 palestinos de Jerusalén Este.

En una visita a Jerusalén Este en 2002 el entonces ministro de Turismo Binyamin Elon señaló que el plan estratégico para la ciudad era asegurar «un cinturón de continuidad judía de este a oeste».

En 2021, este cinturón judío se va expandiendo y los territorios palestinos se van reduciendo y se encuentran cada vez más desconectados, lo cual imposibilita la creación de un Estado propio: Cisjordania se encuentra físicamente separada de Jerusalén Este por el muro (el cual, en palabras del historiador Ilan Pappé, convierte a Cisjordania en “la cárcel más grande de la Tierra”) y Gaza se compone de municipios divididos por controles militares imposibles de sortear.

Y es en este contexto en el que comenzaron, a principios de mayo, las protestas contra los desplazamientos forzosos en Jerusalén Este que previsiblemente autorizará el Supremo.

Con un tono de voz suave y calmado y un buen dominio del inglés, Mohammed El Kurd se convirtió en el símbolo de la resistencia palestina de Jerusalén Este, durante una entrevista en la CNN. La “periodista” le preguntó “¿Apoya usted las protestas violentas surgidas en solidaridad con usted y con familias como la suya?” a lo cual le respondió El Kurd “¿Apoya usted mi desposesión violenta y la de mi familia?”. Tras unos segundos de incómodo silencio la entrevistadora repitió “Simplemente quiero saber si usted apoya las protestas que han estallado apoyándole a usted y a su familia”. El Kurd respondió “Apoyo movilizaciones populares contra la limpieza étnica, sí”.

Estados Unidos y la comunidad internacional

La frase “¿Apoya usted mi desposesión violenta y la de mi familia?” recorrió el mundo. Resume a la perfección la situación que estamos viviendo: una limpieza étnica, en vivo y en directo, ante los ojos de la comunidad internacional, que permanece impasible.

 

Naciones Unidas sostiene, al menos oficialmente, que todos los territorios ocupados por Israel desde 1967 son ilegales e insta a su retirada de todos ellos. Pero su inacción y el apoyo expreso de Estados Unidos ha supuesto que Israel ha podido operar con impunidad e, incluso, proclamar Jerusalén como la capital indivisible de Israel y el pueblo judío.

Se trata del caso de colonialismo más reciente de nuestra historia, produciéndose ante nuestras narices y ante la indiferencia del mundo entero.

“Muerte a los árabes” en Al-Aqsa

En este contexto de tensiones y protestas en Jerusalén Este, y en pleno Ramadán, la policía israelí tomó la zona de Haram al-Sharif, o el Noble Santuario, el tercer lugar más sagrado del mundo para los musulmanes porque es donde se encuentra la mezquita de Al-Aqsa. Esta misma zona, conocida como el Monte del Templo, es de gran importancia también para la fe judía, pues es el lugar donde se encontraba el templo del rey Salomón, destruido por los babilonios y desde hace años diferentes grupos extremistas judíos disputan la administración de este lugar sagrado.
El 10 de mayo, jornada en que se celebra el Día de Israel, se produjeron enfrentamientos en Haram-al-Sharif, después de que un grupo extremista de supremacía judía organizara una marcha en la que los participantes corearon “Muerte a los árabes” y algunos palestinos atacaran a judíos ortodoxos. Los incidentes finalizaron con cargas y disparos de la policía, que incluso se adentraron en la mezquita y agredieron a fieles que rezaban en pleno Ramadán.


Bombardeos en Gaza

Al día siguiente de las cargas en la mezquita, Hamas lanzó algunos cohetes hacia Jerusalén Oeste. Y a esta acción y a la escalada de tensiones le siguieron bombardeos israelíes en Gaza contra, supuestamente, objetivos de Hamas. Evidentemente, los dos bandos en conflicto no son simétricos y la sofisticación y letalidad de las bombas israelíes es notablemente superior a la de Hamas. No en vano, Estados Unidos le brinda un apoyo armamentístico a Israel de 3.800 millones de dólares anuales.

 Estos enfrentamientos se han saldado con más de 254 palestinos muertos (más de 60 de ellos niños), más de 1.700 heridos y la destrucción de numerosos edificios en Gaza (incluyendo oficinas de prensa). En el otro lado de la balanza, en el israelí, han muerto 12 personas, entre ellas una mujer india y dos hombres tailandeses.


El hecho de que, pese a contar con unas armas inteligentes, hayan muerto tantos civiles en Gaza, nos muestra, una vez más, que al Estado de Israel no le importan las vidas palestinas.

Según datos de Naciones Unidas, desde 2008 hasta 2020 han muerto 5.590 palestinos por ataques israelíes y se han producido 115.000 heridos. En el mismo periodo hubo 251 muertos israelíes por ataques palestinos y 5.600 heridos. 

Estados Unidos y Marruecos: aliados de Israel

En las últimas semanas hemos acudido a manifestaciones en apoyo a Palestina en ciudades occidentales y hemos visto actos de solidaridad preciosos, como el hecho de que los estibadores del puerto de Livorno impidieran salir a un barco que iba cargado de armas con destino a Israel.

 Pero también hemos presenciado declaraciones miserables de la derecha y ultraderecha europea expresando su apoyo claro e incondicional a Israel.

En cuanto a las posturas oficiales de los Estados, cabe destacar que durante los bombardeos en Gaza EEUU fue la única potencia del Consejo de Seguridad de la ONU que vetó una petición de alto el fuego.

Pero la postura marroquí es más desconcertante. Como ya explicamos hace unos meses, Marruecos, que siempre ha apoyado oficialmente la causa palestina, se abrió a reconocer el Estado de Israel a cambio de que Estados Unidos reconociera su soberanía sobre el Sáhara Occidental, a lo cual accedió Donald Trump. Con la llegada de Joe Biden a la presidencia su postura no cambió respecto de la de su predecesor y los pueblos palestino y saharaui se han visto abandonados una vez más y hermanados por la desgracia.

A mediados de mayo el régimen marroquí abrió sus fronteras en Ceuta coincidiendo con la ofensiva israelí después de que se descubriera que el Gobierno español ha dado asistencia médica al líder del Frente Polisario, Brahim Gali. Marruecos chantajea a España y Europa por la causa saharaui con el objetivo de presionar también a Biden, a cambio de su mediación en Palestina y de su posición en África. La dictadura alauí se ofrece para ser enclave para las tropas de Estados Unidos y aliado frente a la influencia china en el continente.

Por supuesto, Rabat también quiere mandar un mensaje a Madrid y Bruselas de que puede crearles un problema migratorio cuando quiera. Los países europeos están pagando a Marruecos, como hacen con Turquía o Libia, para que sean nuestra brutal policía fronteriza. El 18 de mayo el gobierno español aprobó el pago de 30 millones de euros a Marruecos con esta finalidad mientras que la Audiencia Nacional española reactivaba una causa por genocidio contra Brahim Gali tras una querella interpuesta por un hombre de confianza del rey de Marruecos.

Las potencias occidentales, con tal de mantener su hegemonía y poder en zonas remotas de África y Asia, se han puesto al servicio de quienes violan sistemáticamente los derechos humanos. Y quienes sufren las consecuencias son los más débiles.

 

Este artículo ha sido escrito con informaciones publicadas por Olga Rodríguez y Javier Gallego en distintas entradas publicadas en eldiario.es

 

 

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