Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

lunes, septiembre 28

El origen de la violencia

Cuando hablamos de violencia es muy frecuente, casi inevitable, la aparición de discrepancias y controversias entre los interlocutores. Es posible que esto sea debido a que el término ‘violencia’ se utiliza de forma constante, desde diferentes ámbitos e ideologías, con marcados intereses propagandísticos. Sin embargo la violencia no es ningún término que por sí mismo revista de ambigüedad alguna, pues por naturaleza todas las personas somos conscientes o intuimos cuándo estamos sufriendo algún grado de violencia más allá de cuestiones legalistas o de costumbres sociales. Por este motivo, trataré de abordar esta reflexión lo más asépticamente posible con el objeto de discernir dónde se encuentra realmente el origen de la violencia tanto en cualquier situación concreta como también en el contexto general en el que vivimos hoy. Para ello, prestaremos más atención a ese sexto sentido que, desde nuestros más ancestrales orígenes, nos ha permitido poner en alerta nuestro organismo ante una situación que pudiéramos valorar de agresión hostil, y al mismo tiempo nos despojaremos y evitaremos caer en el relativismo y la confusión en que se sumerge el concepto de violencia bajo la intencional influencia del costumbrismo social, de los valores transmitidos por  las instituciones más influyentes, de la educación recibida, o incluso de las propias leyes.

 

Etimología del término.


La palabra violencia procede de la unión del latín vis- (fuerza) con el sufijo -lentus (contínuo), cuya conjunción ‘violentia’ vendría a significar “uso continuado de la fuerza“, y cuya forma verbal ‘violare‘ explícitamente significaba “agredir“.  En el diccionario de la RAE, sin embargo, podemos observar cómo le han otorgado una serie de definiciones que relativizan el término y lo orientan hacia significados algo alejados del sentido original de la palabra. Por ejemplo:

- Considera como violento todo aquello que se encuentre fuera de la “normalidad” [definiciones 1 y 6];
- Añade la condición de contener cierto grado de intensidad [definición 3], sin especificar en qué grado se empieza a considerar violento o no;
      - Subjetiviza el término completamente [definiciones 4 y 8], anulando la          posibilidad de que una persona que no sea consciente de estar siendo agredida  sí esté realmente siendo víctima de la violencia;
- Lo asocia a una emoción que generalmente se manifiesta con ausencia de control [definición 5], como si no existieran formas de ejercer la violencia perfectamente planificadas u orientadas a imponer un orden determinado (significado que, de hecho, no se considera en ninguna de las definiciones que ofrece la RAE);
- Y, por último, define la violencia como algo que no pertenece al mundo de la justicia [definición 7]. La palabra justicia, además y según la propia RAE, aparece explícitamente asociada a las instituciones jurídicas, así como también a la religión, lo cual pudiera parecer que desde un sistema jurídico o una religión no pudiera ejercerse violencia alguna.

Con esto resulta que, si nos limitamos a indagar acerca del origen de la violencia según las acepciones del término que nos ofrece la RAE, podríamos vernos enfrascados en debates interminables sobre qué es o no es “normal”, sobre qué grado de fuerza se debe aplicar para considerarse algo violento, sobre la subjetividad de cada cual, sobre el orden y el caos, o sobre la legitimidad de las leyes. Cuestiones todas ellas que no nos ayudarán a avanzar lo más mínimo y que nos arrastrarán, como suele suceder, a dar interminables vueltas sobre una serie de espirales que cada vez nos irán alejando más del significado original de la palabra violencia: acción y efecto de agredir haciendo uso de la fuerza.

 

El derecho a no ser agredido.


En su ensayo ‘Why libertarians believe there is only one right‘, Roderick Long nos muestra con lógica detallada que sólo puede haber un derecho primario, de cuya aplicación se deducen todos los demás, y ese sería el derecho a no ser agredido. Desde la perspectiva del derecho natural  (esto es, partiendo de la existencia necesaria de derechos connaturales a todas las personas, previos a cualquier tipo de ordenamiento jurídico y, por lo tanto, no supeditables a estos ordenamientos), el principio de no agresión establece que cualquier persona es libre de hacer lo que quiera consigo misma, y sin limitación alguna, siempre y cuando sus acciones no supongan iniciar una agresión o coacción sobre otra persona. Se le conoce también como principio de no iniciación de la violencia, el cual sólo se opone al uso de la fuerza si ésta supone una agresión iniciática(entendiendo como agresión cualquier tipo de empleo de la fuerza física, coacción, amenaza, fraude o incumplimiento de un acuerdo que trate de alterar, imponer o condicionar la libertad de una persona), pero sí considera legítimo el uso de la fuerza si se emplea como medida de defensa contra el inicio de una agresión.

Long deduce que, al reconocer el derecho de una persona a ser tratado de una determinada forma, surge como consecuencia la obligación del resto de personas a tratarla de esa manera. Pero dicha obligación en realidad resulta ser una coacción y la iniciación de un primer acto violento, ya que supone una limitación sobre la libertad de no querer ofrecer ese trato determinado. La única excepción a esta regla lógica, que determina que la adición de un derecho supone la sustracción de otro, es el principio de no agresión.

Por tanto, para llegar a entender dónde se produce la violencia, más allá de consideraciones jurídicas y ya sea en una circunstancia concreta cualquiera como en nuestro contexto general actual, distinguiremos los actos que, por medio de la fuerza, están orientados a ejercer una imposición o condicionamiento sobre otras personas, de aquellos otros que tratan de impedirlo. De esta forma, conseguiremos discriminar con mayor facilidad dónde se origina la violencia.

El monopolio de la violencia.


Como hemos visto, la regulación de cualquier derecho por medio de una institución, por muy justo y equitativo que dicho organismo fuera, implica determinar una serie de obligaciones que sólo se podrían hacer cumplir mediante el uso de la fuerza. Es por ello que gobernar implica forzosamente limitar las libertades individuales, y por tanto inflingir también una primera agresión sobre la población gobernada. Por tanto, podemos concluir que, dado un estado natural de libertad previo a la existencia de cualquier forma de gobierno (como ha ocurrido en multitud de momentos a lo largo de la historia, puesto que los gobiernos nunca han existido antes que las personas),sólo se podría originar la violencia de dos maneras:
 
1) tratando una o varias personas de agredir, coaccionar o condicionar directamente la libertad de otra u otras personas, ante lo cual al menos cabría la posibilidad de defenderse directamente de la agresión, o compensarla;
 
2) o bien formando un gobierno que se encargase de regular una normativa sobre un grupo determinado de personas. Al tener asignado dicho gobierno el monopolio de la violencia (pues sin dicho monopolio no podría hacer valer su ley y, por tanto, no tendría razón de ser), las posibilidades de defensa ante cualquier agresión del gobierno estarían en una situación de insalvable inferioridad.

Errico Malatesta lo resumió así perfectamente: “Gobierno significa el derecho de hacer la ley y de imponerla sobre todos por la fuerza“, independientemente de si ese gobierno es de mayorías o minorías, y tanto si se trata de un dictadura como de una democracia.

No estoy sugiriendo que la única forma de convivir con una serie de normas sea recurriendo forzosamente a la violencia. No. De hecho, siempre han existido diversas formas de organización social basadas en los libres acuerdos que, como consecuencia, son capaces de establecer códigos de convivencia sin necesidad de tener que institucionalizarlos bajo ninguna forma de gobierno. Lo que sí trato de poner en relieve es que las formas actuales de organización social en que nos encontramos, los Estados Nación, no podrían existir ni funcionar sin la condición de ejercer de forma continua la violencia, y en mayor intensidad cuanto mayor sea el Estado o cuanto mayor sea su ordenamiento jurídico.

Por supuesto, crear un código de normas en cualquier comunidad de personas es una necesidad para la convivencia, pero el hecho de que hoy en día la elaboración de esa normativa se efectúe a través del Estado no significa que ésta sea la única forma de conseguirlo, y ni mucho menos que sea la mejor posible. No tenemos más que mirar a nuestro alrededor para comprobar la deficiencia de los Estados a la hora de asegurar los mismos derechos por los cuáles justifica la necesidad de su existencia: sigue habiendo pobreza, desigualdad, robo, fraude, hambre, explotación, y una creciente e imparable violencia. Con el tiempo, lo que vamos observando es que, tanto con apariencias de democracias como de dictaduras, los Estados se van convirtiendo poco a poco en la máxima expresión del sometimiento de unas personas sobre otras.

 

Sobre la naturaleza del ser humano.


Ahora bien, ¿por qué aceptamos ideológicamente al Estado como figura necesaria para la convivencia sin cuestionarlo lo más mínimo? En su obra ‘el Leviatán‘, Thomas Hobbes justificaba la necesidad del Estado partiendo de la suposición de que el ser humano es malvado por naturaleza e incapaz de alcanzar acuerdos libres. Según Hobbes, en los primeros momentos de una organización social, las personas estaríamos contínuamente enfrentadas por tratar de alimentar similares deseos, y temerosas por el perpetuo peligro de una guerra inminente de todos contra todos. Y de semejante condición es de donde, según él, surgiría la necesidad de transferir los derechos naturales de las personas, como el de autoconservación, a un poder absoluto que procuraría el bien de todas.

De alguna forma, se podría explicar que Hobbes llegara a estas conclusiones dentro del contexto histórico en que creció, durante la sanguinaria y prolongada Guerra de los Treinta Años. Pero asumir hoy en día estas tesis, supondría también admitir que el hombre no sería capaz de bondad alguna sin mediación ni supervisión alguna, y que lo único de bueno que pudiera contener una sociedad sólo sería traído por su gobierno y no por las personas mismas. Sin embargo, multitud de prácticas que podemos observar en nuestro entorno a diario desmienten esta teoría.

¿A qué tipo de prácticas me estoy refiriendo? A las que se dan de forma natural entre las personas en todos aquellos espacios comunes en los cuales el Estado todavía no se ha arrogado la potestad de legislar. Por ejemplo: al organizarse turnos o colas para ser atendidos en una tienda, la cola del autobús, o en un comedor social; cuando se forma un club de personas en torno a una afición concreta; cuando organizamos un torneo; cuando planificamos un evento, una fiesta, o un viaje entre amigos o conocidos; cuando acudimos a prestar auxilio ante algún accidente o catástrofe; cuando una comunidad de vecinos reforma o mejora los espacios comunes; cuando pactamos las reglas de algún juego; cuando intercambiamos objetos o servicios; o también, poniéndonos más sofisticados, cuando desarrollamos software y hardware basados en código abierto; cuando compartimos nuestros vehículos o viviendas para transportar o alojar a otras personas; o cuandocomerciamos al margen de imposiciones, privilegios y restricciones económicas y políticas… son todas acciones reales y cotidianas que nos demuestran que las personas somos capaces de organizarnos con cualquier nivel de complejidad sin graves problemas, y sin necesidad de ninguna institución reguladora(incluso mejorando con creces las posibilidades de ésta), y demostrando una innata capacidad para el desarrollo de soluciones a nuestras necesidades. Todas estas actuaciones tampoco surgen porque hayamos sido previamente domesticadas por un Estado que, con su divina gracia y providencia, nos ha dotado a las personas salvajes de la capacidad de comportarnos cívicamente. No. Más bien son acciones y comportamientos que emergen como formas naturales de ordenamiento y organización social elaboradas espontáneamente al convivir entre nosotras. Esas fueron precisamente las conclusiones a las que llegó  Piotr Kropotkin en sus estudios sobre el ‘Apoyo Mutuo‘, el cuál no se trataría sólo de una habilidad exclusiva del ser humano, sino que se encuentra generalizada en el indómito reino animal. Tal y como mostró a través de sus investigaciones, la práctica de comportamientos basados en el orden, la solidaridad y el apoyo mutuo, tienen un elevado componente evolutivo por cuestiones de pura supervivencia… e incluso por interés propio:

“La sociedad se ha creado sobre la conciencia —aunque sea instintiva— de la solidaridad humana y de la dependencia recíproca de los hombres. Se ha creado sobre el reconocimiento inconsciente o semiconsciente de la fuerza que la práctica común de dependencia estrecha de la felicidad de cada individuo de la felicidad de todos, y sobre los sentimientos de justicia o de equidad, que obligan al individuo a considerar los derechos de cada uno de los otros como iguales a sus propios derechos”. (Kropotkin, en ‘El Apoyo Mutuo: un factor en la evolución’).

Por la propia realidad de nuestro entorno, esa misma realidad que acabamos de describir, y por la cantidad creciente e ilimitada de iniciativas existentes que se están construyendo al margen de los gobiernos y basadas en la solidaridad, el apoyo mutuo y los acuerdos libres... la idea de la necesidad de un Estado como única vía para elaborar normas de convivencia y poder construir comunidad y sociedad juntos, no se sostiene por ninguna parte. ¿Por qué entonces la asumimos sin más e incluso integramos su lógica en nuestra propia vida cotidiana? ¿Por qué aceptamos la total cesión de nuestros derechos a cambio de una supuesta protección que ni siquiera se nos ofrece con unas mínimas garantías? Pues esto sucede por la propia naturaleza agresora y coercitiva del Estado por la que gran parte de la población considera que no le queda más remedio que someterse.

 

La legítima defensa.


Resumiendo: al construir sociedad, y al margen de conflictos particulares, la violencia no surge de la necesidad de establecer normas, sino que ésta se origina en el momento mismo en que se crea (ya sea democráticamente o de forma impositiva) un organismo encargado de legislar y hacer cumplir la norma, para la cual  se le habrá de conceder, como hemos visto, el monopolio de la violencia. Ahí es donde reside actualmente, y en última instancia, el origen de la práctica de la violencia en sociedad.

Por supuesto, existen muchas otras formas de violencia, aunque ninguna de ellas se aplican en una escala tan enorme como la de un Estado. Mi posición particular es la de considerar al ser humano como proveedor de tantas virtudes como de defectos a la hora de construir comunidad, capaz de luchar por imponerse sobre otras personas y al mismo tiempo de solidarizarse con otras que precisen auxilio. Nacemos y vivimos debiendo resolver de forma continua en nuestro interior los conflictos generados entre nuestras virtudes y nuestros defectos, y esta batalla interna lógicamente se acaba transportando a las comunidades que las personas vayamos construyendo. Pero siempre existe la tendencia innata hacia la búsqueda de un equilibrio que nos asegure la supervivencia. Por eso, en un primer momento de la historia formado por crecientes tribus geográficamente muy separadas, sería concebible una dura lucha instintiva por el acaparamiento de recursos que fueran localmente escasos, pero hoy en día, en un mundo globalmente interconectado no (excepto en los espacios en que, por la fuerza, se genera escasez de forma artificial con el objeto de acumular mayor poder). Y es por ello que estamos asistiendo al actual despliegue de una gran diversidad de redes distribuidas por todo el mundo, perfectamente sostenibles y capaces de conectar recursos y servicios más allá de las fronteras, y evitando así el acaparamiento de esos mismos recursos por parte de los gobiernos. Algunas personas pensaran que, aún a pesar de todo, a pesar de la violencia de Estado y el sometimiento de las personas, nos vemos compensadas por las libertades civiles que el mismo Estado dice que nos garantiza. Vale, supongamos que el Estado garantizase nuestra libertad ante la agresiva naturaleza del ser humano... Bien, ahora pregúntate en primer lugar por qué a nadie se nos permite decidir si queremos o no formar parte del Estado. Simplemente por el hecho de haber nacido dentro de unas fronteras (, etc…

Se podría decir que cada parcela de nuestra vida social que es intervenida por el Estado se acaba viendo desprovista de un gran número de libertades individuales y colectivas. Esto supone una profunda y constante agresión que se extiende desde el mismo nacimiento de cada persona hasta cubrir el resto de todo nuestro proceso de desarrollo tanto individual como comunitario. Lo cual supone una iniciación de la violencia a gran escala, que además se ve sostenida de forma permanente en el tiempo. Y cómo hemos visto más arriba, en términos del derecho natural, ante una agresión inicial e injustificada como la que supone la existencia misma del Estado(puesto que se nos aplica por el mero hecho de haber nacido), cualquier acción orientada a la defensa, corrección o compensación de dicha agresión recibida, no se trataría más que de un acto de legítima defensa, puesto que su intención no sería la de someter o coaccionar a ninguna otra persona, sino más bien impedirlo.



viernes, septiembre 25

El sentimiento de la naturaleza, producto de la industria

Bernard Charbonneau (1910-1996)


«Cuanto más nos distinguimos de ella, cuanto mejor la conocemos, más experimentamos el sentimiento de la naturaleza —en el fondo, ¿ha habido naturaleza, en el sentido actual del término, antes del siglo XVIII?—, pero, al mismo tiempo, más nos alejamos de ella. La hemos inventado al destruirla y esta invención contribuye a su destrucción. Al final de este proceso se esboza un mundo en el que, destruida la naturaleza, al amor por ella sería más fuerte que nunca; y en el que el Edén original, alterado desde la primera intervención humana, se realizaría al fin en estado puro en un puñado de regiones de la tierra (o de nuestra vida) cuidadosamente organizadas.

Así, en el siglo del artificio sentimos pasión por esta naturaleza que destruimos. Somos técnicos y a la vez bucólicos; normalmente, primero lo uno y después lo otro.

La experiencia de la naturaleza es hoy en día inseparable de la de su destrucción. El amor por el campo y los campesinos ya no significa participar de la fiesta cósmica, sino asistir como espectador a la agonía de uno y otros. Todo lo más, se puede aspirar en silencio el olor de la flor que va a marchitarse. Un fulgor supremo puede iluminar el cielo, y bosques de púrpura enaltecer la catástrofe; llega la noche. La naturaleza ha dejado de ser invencible, el campesino ya no es eterno. Ante la naturaleza ya no hay alegría en la que no vibre hoy una nota de angustia contenida o reprimida. Hemos dejado de ser pastores para convertirnos en su contrario: actores que interpretan un papel. Si queremos recuperar la naturaleza, primero tenemos que hacernos cargo de que la hemos perdido».


[Bernard Charbonneau. El jardín de Babilonia, traducción de Emilio Ayllón…]

martes, septiembre 22

Expodrónica, de la tecnología militar al entretenimiento ciudadano

Los próximos 24 y 25 de septiembre de este 2015, se celebrará en Zaragoza la 1ª Feria Internacional de Drones Civiles en España, que tendrá lugar en la Feria de Zaragoza. Así pues, Expodrónica reunirá a todos los sectores con potenciales aplicaciones de drones civiles como la industria del petróleo, energética, transporte, construcción, la agricultura de precisión, particulares entusiastas, etc.

El gobierno estadounidense a asesinado mediante el uso de drones a más de 5.000 personas desde 2.009, año que Obama llegó al poder, en países como Pakistán, Irak, Siria oYemen. El Pentágono cuenta con unos 19.000 drones para tareas de espionaje o de combate, pero la CIA también dispone de su propia flota. De esta manera, queda patente una vez más, que la tecnología avanza primordialmente de la mano de la industria militar, de la defensa de los estados, fundamentalmente occidentales. Así, una vez instaurada la tecnología para las labores de control civil o militar, se hace accesible esa tecnología a la población con el único objetivo de crearle nuevas “necesidades” e innovadoras formas de entretenimiento que alejen su pensamiento de los problemas reales del mundo. Esto mismo ha ocurrido ya con la energía nuclear, el GPS o Internet, todos ellos pensados para labores de control, militares o gubernamentales y que ahora se cuelan en nuestras casas.

Así, Expodrónica no es nada más allá del mismo engaño de siempre. Tras crear un arma de guerra que se está haciendo imprescindible tanto en tareas de control como ofensivas, se crea la versión civil, de manera que a día de hoy son miles los patanes que tienen drones en su casa para pasar un rato entretenido, sino haciendo carreritas, espiando a los vecinos en sus balcones (¿dónde queda ahora la intimidad si hasta la persona más inesperada puede entrar en tu casa por una rendija en la ventana?).

En Expodrónica tendrá lugar la carrera de drones más importante de España, ¡qué entusiasmo!, sin embargo aunque incluya actividades “lúdicas” para amenizar la tarde a los más bobos, esta feria también está principalmente dedicada al control social. Para hacer carreritas ya estaban los coches teledirigidos, por tanto los drones tienen funciones más sofisticadas. La más impotante y la que más se va a llevar a cabo muy proximamente es la vigilancia (en empresas petroleras, químicas, torres y líneas eléctricas, ferrocarriles, construcciones, monocultivos transgénicos...). De esta manera, una feria de drones civiles, no consiste más que en poner en manos de las empresas que dominan el mundo y destruyen la naturaleza, una nueva herramienta, un instrumento militar con el cual tener más asegurado perpetuar su poder y dar caza a quienes pretendan crear un mundo más libre y salvaje.



sábado, septiembre 19

¿Quién teme al anarcofeminismo?

Movimieno libertario, feminismo y violencia machista

Feminazis, hembristas, bolleras resentidas, vosotras no sois libertarias, vosotras no mereceis llamaros anarquistas… 

Parece que corren malos tiempos en el Movimiento Libertario para ser anarcofeminista y luchar contra toda forma de autoridad. Parece que muchos compañeros anarquistas o bien están en pañales en cuanto al análisis del sistema jerárquico en el que vivimos o bien tienen mucho interés en proteger un estatus privilegiado, una jerarquía que les beneficie a ellos, dentro del propio Movimiento Libertario. Frente a unos principios jerárquicos de visión y división social como es el el sistema patriarcal en el que crecemos, nos socializamos y vivimos, se contraponen términos acuñados por la derecha casposa (como feminazi) o conceptos que existen como mucho en el ideario de alguna (como hembrista) pero desde luego no como estructura social de dominación.

Una afirmación de tal magnitud como es “el hembrismo como fenómeno social mata más y más lentamente que el machismo” denota una falta de conocimiento, de sensibilidad y de coherencia, más cercana a la actitud de un fascista que a la de una persona libertaria que lucha contra toda autoridad. Alegar que un SUPUESTO sistema hembrista es comparable o, incluso, peor que el sistema EXISTENTE patriarcal es sangrante e insultante, más si cabe, cuando nos despertamos a diario con terribles noticias de asesinatos machistas, noticias que no recogen ni la punta del iceberg de lo que supone para nosotras la violencia de género. El término de violencia machista engloba, no sólo la violencia que ocurre en el ámbito de la pareja o ex pareja, sino que va más allá, reconociendo como múltiples las violencias que viven las mujeres por el hecho de ser mujeres pero también las que vive todo ser que no responda a la categoría de “hombre adulto occidental heterosexual”.

La violencia machista es una violencia estructural/sistémica basada en la arbitraria división de la sociedad en dos sectores según un rasgo físico elegido aleatoriamente, en este caso, el sexo (siendo el género su supuesta traducción psicocosial). Esta división sexual estructura nuestra sociedad, nuestros esquemas cognitivos de percepción y apreciación y nuestras relaciones convirtiéndolas en relaciones de poder. El patriarcado hace viable otras formas de dominación como el Estado o el Capital al normalizar una primera jerarquía (en el orden cognitivo, sin entrar en la discusión historiográfica) y al naturalizar, es decir, al hacernos creer como algo natural, instintivo e innato, dos esferas opuestas y jerarquizadas: lo público y lo privado, el trabajo asalariado y la vida/el hogar/los cuidados. Cada una de estas oposiciones es un apoyo e incluso una extensión de la oposición entre lo masculino y lo femenino, que hace que el sistema jerárquico, cuya condición de posibilidad es que algunas cosas tengan más valor que otras (lo masculino y público frente a lo femenino y privado), quede inscrito en nuestro mismo cuerpo, el cual ese mismo sistema ha manipulado, transformado y estigmatizado a su antojo. El patriarcado consigue un efecto hipnótico, la cuadratura del círculo: aquellos que resultan privilegiados de la división sexual comienzan a funcionar en base a dicho presupuesto, tomando el resultado de sus acciones como prueba irrefutable de que esta división sexual es natural. Un ejemplo tremendamente obvio es la tan conocida “intuición femenina”: la mujer, relegada a los cuidados, sometida muchas veces al carácter de un novio o de un marido, aprende inevitablemente a adelantarse a las necesidades y los deseos ajenos como forma de perfeccionar los cuidados y de ahorrarse problemas. En cambio, la aprendida intuición femenina se ha tornado muchas veces como la justifiación de una sensibilidad, un detallismo o de una forma de pensar diferente de la mujer frente a la del hombre.

Esto no es ignorar la estructura de clases, pero tampoco considerar el feminismo como se suele hacer como un eje transversal a la misma (es decir, interclasista): el patriarcado está en la base misma de la construcción de esas clases. La división entre el hogar y el trabajo asalariado impuesta por el capitalismo (por la separación del lugar de trabajo de la casa, la imposición de unos horarios, la creación de la fábrica, etc.) implica poder asignar un valor a determinada fuerza motriz que pasa a ser considerada fuerza de trabajo y así poder considerarlo mercancía, trabajo asalariado. Esta fragmentación de la vida conlleva la primera división social del trabajo: la casa, la tarea reproductiva y las tareas de cuidados quedan encomendadas a la mujer y tanto estas tareas como ella misma quedan minusvaloradas frente a aquello que genera valor, el trabajo asalariado desempeñado por el hombre. Aunque ambas tareas son igual de necesarias para la vida social, esta última, necesaria para el desarrollo económico, es la que se reviste de valiosa por significar una salida de la cotidianidad del hogar: una salida física de la casa y una ruptura con el continuum del ciclo vital que se ve tan inevitable como la salida del sol, tal y como es la reproducción. Asimismo, la construcción del individuo en el sentido moderno, como único ciudadano, único posible participante de la política, que es considerada un valor racional, excluye por su misma definición lo minusvalorado, lo mundano, la casa (como decíamos, aquello que es tan cotidiano que debe ser obvio), es decir, a la mujer. No es que la mujer no fuera sumisa en muchos sentidos antes del Estado moderno y del capitalismo, sino que su sumisión se basaba en ser la negación de un único sexo: el masculino; es decir, no existía el patriarcado como división sexual de la sociedad, lo cual posibilita el capitalismo y el Estado moderno, sólo se tenía en consideración un sexo y su opuesto como una imperfección (el valor de la mujer era sólo la contención, en cambio el patriarcado le asigna unas tareas en las que se puede ser “buena mujer” como la limpieza, los cuidados, etc.).

No estamos hablando aquí de individuos, sino de estructuras sociales. Tanto como los anarquistas estamos acostumbrados de que los/as ciudadanistas nos vengan a hablar de “empresarios buenos”, sin que entiendan que su supuesta bondad moral no les exime de ser partícipes de una estructura de dominación, estamos las anarcofeministas acostumbradas a que incluso nuestros propios compañeros intenten cuestionar un problema estructural como el patriarcado con ejemplos individuales. Sí, Merkel es muy poderosa y sí, es mujer; no, no es hembrista y no, no es feminista: Merkel no subvierte ningún sistema de dominación. El hecho de que una mujer de clase alta tenga acceso a la política parlamentaria y a ser empresaria no cambia que nuestra sociedad siga estructurada en base a una división sexual que sigue funcionando, porque nunca el patriarcado ha sido algo ajeno a la clase social. Que podamos intuir que a Merkel le limpia la casa una mujer de clase obrera y posiblemente inmigrante, que veamos a nuestro alrededor cómo a Santamaría se la criticara por no dedicarse a las labores de crianza propias del puerperio a tiempo completo, etc., significa que el patriarcado es una cuestión de clase e internacional y que sus categorías siguen funcionando a nivel global.

Si ya son graves estas formas de violencia estructural aun lo son más cuando son compañeros de clase los que ejercen dicha dominación. El caso más evidente es el del obrero, con actitudes de patrón, que ejerce poder y autoridad hacia sus compañeras de lucha y compañeras sentimentales. Para nosotras es  la manifestación más deleznable de la violencia machista, ya que es ejecutada por personas que dedican su vida a acabar con la opresión, eso sí,  con la opresión que ejercen los demás, pero no la que ejercen ellos mismos.

Del mismo modo, no nos deja de resultar problemático la visión de otros muchos compañeros libertarios que tratan el feminismo como una especie de “patata caliente”: la igualdad, el antisexismo o el feminismo como una frase que tiene que estar en sus estatutos o en su propaganda,   pero sólo para que no les estalle nada en la cara. Pretender acabar con el Estado y el Capital pasa por acabar también con el patriarcado: no es una cuestión accesoria ni cuestión personal ni algo que vendrá sólo con la revolución social; es un sistema de dominación que como hemos dicho actúa codo con codo e incluso confundiéndose con la dominación capitalista y estatal, es una cuestión social, y una lucha diaria.

La violencia machista es un instrumento de coerción que, junto con la socialización diferencial, indica el lugar y la posición que las mujeres deben tener dentro del sistema patriarcal, que no es otro que la sumisión y la obediencia. Es el arma que hace que las mujeres no salgan de los márgenes impuestos y se adscriban a una serie de comportamientos que benefician de forma directa al propio sistema de dominación masculino. Esto no significa que el hombre, como ser individual, que agrede a una mujer sea  el cerebro organizador de una conspiración contra la libertad de las mujeres a nivel mundial, pero sí lo es el sistema que lo alienta y lo permite, quedando el hombre violento y machista como  la herramienta fundamental de ejecución de ese sistema (brazo ejecutor), al igual que lo es la policía, las leyes o las instituciones para el Estado.

Que un hombre anarquista sea ese brazo ejecutor, le convierte en nuestro enemigo, del mismo modo que lo son las fuerzas de seguridad del estado, situándole en la misma categoría infame. Deja, por lo tanto, de ser nuestro compañero para convertirse en una fuerza represiva y autoritaria a la que combatir. Y no por eso dejamos de ser anarquistas (aunque muchos nos acuséis mil y una vez de ello): sois vosotros, muchos de nuestros compañeros, los que os empeñáis en ver como luchas contradictorias lo que no es sino una misma lucha, la lucha por la revolución social.

Contra el patriarcado y toda autoridad,

miércoles, septiembre 16

La poesía como artefacto explosivo. Recitales y lecturas en revoluciones y conflictos armados

[Filippo Tomaso Marinetti, 1876-1944]
 
Estamos en Moscú, en 1914. Un Marinetti de mirada arrogante y ceño fruncido llega a la ciudad rusa en medio de una helada descomunal. Su Manifiesto Futurista ha sido leído en Rusia hasta el aburrimiento, y su visita entusiasmaba a todos los aspirantes a ocupar el trono de la vanguardia artística y literaria. “Un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia”, gritaba Marinetti en un francés absurdo. “Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo es lo más hermoso que veréis nunca”. El italiano no está consiguiendo el fervor que espera, pero sigue cacareando desde el estrado con aquellas manos diminutas y aquel bigote lleno de grasa.
 
“No entendemos nada, Marinetti, tu francés es lo más deplorable que he oído en mi vida”, gritó alguien en ruso desde el público. “No importa que no sepamos francés, eres un impostor, no dices más que mentiras de ricachón aburrido”. El que había hablado era un joven alto y delgado, con la mirada más dura y desafiante que el italiano había visto nunca. “Eres un imbécil, eres profundamente imbécil”, gritó el joven, y comenzó la fiesta. Marinetti no entendía nada en medio de todos esos golpes, no entendía por qué aquellos cuatro energúmenos se habían abalanzado sobre él para darle la paliza de su vida mientras gritaban en ruso. No entendía que aquellos jóvenes se estaban riendo de él mientras le daban patadas y puñetazos sin descanso. No entendía que aquello era un baile y todos querían bailar con él. No entendía que era una fiesta. “¿No decías que no hay nada más poético que la violencia de los puños devorando un rostro hermoso, Marinetti?” gritaba el joven mientras se reía a carcajadas. “Tu coche no es bello, imbécil, solo es la expresión de tu riqueza. Hay que ser idiota para decir que un coche de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia”, le gritaba entre patada y patada, “lo único que dices es que una cosa es más bella que otra, cuando lo que hay que hacer es extirpar la belleza de las cosas que son bellas. No para transplantársela a las máquinas, sino para aborrecerlas por ser la expresión de una clase dominante”.
 
En algún momento alguien llamó a la policía y se acabó la fiesta, pero mientras se los llevaban detenidos seguían gritando y riéndose. “Los puños son la verdadera poesía, Marinetti”, gritó uno de los jóvenes mientras se lo llevaban a rastras, y los demás estallaron en carcajadas. En comisaría les identificaron y les metieron en el calabozo durante unas horas. Aquel joven de mirada desafiante era Vladimir Maiakovski y Marinetti nunca olvidaría su nombre.
 
Un solo poema es más peligroso que veinte comandos enemigos. Los recitales de poesía como arma política

Maiakovski apenas tenía veintiún años cuando interrumpió a puñetazos el recital de Marinetti, pero aquello estaba muy lejos de ser una simple provocación de juventud. Era un acto político. Un sabotaje. El Manifiesto Futurista contenía los gérmenes de una ideología que, bajo la apariencia de una ruptura estética radical, no hacía más que perpetuar las relaciones de dominación existentes. Marinetti desplazaba la belleza de unos objetos a otros, pero todos eran símbolos de las clases dominantes. El poder ya no necesitaba expresarse a través de estatuas que conmemorasen victorias militares, sino a través de la maquinaria y la industria de un capitalismo cada vez más salvaje, y eso era lo que Marinetti alababa. Debajo de su aparente radicalidad, la propuesta del Manifiesto Futurista era una en realidad una mera renovación de los objetos estéticos con los que las clases dominantes expresan su poder, y Maiakovski lo sabía. Solo necesitó dos o tres puñetazos para explicar su postura.
 
Aquellos puñetazos eran un acto político porque la intervención de Marinetti también lo era. En la medida en que reproducen de forma pública un determinado discurso, todos los recitales poéticos son actos políticos. No importa qué tipo de poesía se lea o qué ideología haya detrás de ella: al recitar, el autor se está posicionando en un determinado lugar dentro del entramado de las relaciones de dominación. Puede que ese posicionamiento sea más fácil de detectar en la poesía social o militante, pero está también en todas las demás temáticas. Un poema sobre el amor, por ejemplo, reproduce también un determinado discurso social sobre éste, ya sea porque perpetúa una determinada forma de entender el amor o porque rompe con ella. Como el resto de relaciones sociales, las relaciones amorosas también están atravesadas por el conflicto, el poder y la dominación, lo que las convierte en relaciones políticas. De esta forma, los poemas de amor son también poemas políticos porque hablan de esas relaciones de dominación, poder y conflicto que se dan dentro de las relaciones amorosas. Aunque no lo parezca, el poema cursi que te escribieron en quinto de primaria también era política.

El posicionamiento del autor se produce ya en el acto de escribir el poema, pero cuando se publica es cuando ese posicionamiento se convierte en un acto político. El discurso que hay en él se convierte en parte de los diferentes discursos sociales sobre un determinado tema, contribuyendo a mantener o destruir las relaciones de dominación de ese momento concreto. Si además de circular de forma impresa ese poema se recita en público, su potencial para conservar o desestabilizar las relaciones de dominación se hace mucho más grande. La lectura pública dota al poema de una capacidad para convertirse en una herramienta política muy potente, ya sea para perpetuar un determinado estatus quo o para luchar contra él. El recital se convierte en un lugar de socialización política, en un acto de lucha en sí mismo. La lectura privada en la intimidad puede hacer que el poema sirva como herramienta de difusión de unas determinadas ideas, pero la lectura pública es lo que permite que se convierta en una herramienta capaz de generar movilización a favor o en contra de esas ideas. El recital socializa el poema, lo convierte en un arma que puede ser utilizada colectivamente para fines políticos, sea en el sentido que sea.
 [Vladimir Maiakovski 1893-1930]
 
Aunque se da también en otros momentos históricos, este potencial político de los recitales de poesía es especialmente significativo durante las revoluciones y los levantamientos populares, ya que se trata de momentos de cambio social en los que los discursos tienen una capacidad de movilización mucho mayor. El propio Maiakovski era consciente de ello: tras el estallido de la Revolución Soviética sus recitales se convertirán en armas de lucha a favor de la consolidación del nuevo poder político. Con cada lectura, Maiakovski engrasará más y más una maquinaria de guerra que utilizará para dinamitar los escombros del régimen anterior, cuyas relaciones de dominación aún seguían atravesando muchos ámbitos de la sociedad rusa. El éxito de esta maquinaria se verá en que Maiakovski será convertido en el poeta oficial de la revolución, en el símbolo del nuevo poder político. Con la consolidación del régimen soviético, lo que hasta entonces había sido un discurso rupturista se convertirá en conservador, pero el potencial político de sus recitales no disminuirá. Simplemente, será asimilado por el Estado y convertido en propaganda, pero esa es otra historia y aún tendrán que pasar algunos años.

Otro de los momentos históricos en los que el potencial político del acto de recitar adquirirá una fuerza especial es durante los conflictos armados. En medio de una guerra, el recital no solo será un lugar de socialización política, sino también de reafirmación de los ideales por los que se lucha. El 4 de diciembre de 1936, un Miguel Hernández de pelo rapado y chaqueta de pana visita la emisora del Quinto Regimiento para recitar sus poemas. Solo hace tres meses que se ha alistado y su cara no es todavía el rostro pálido y cansado de las fotografías de un par de años más tarde. El fusil que lleva colgado al hombro escupe todavía muchas más victorias que derrotas. Durante toda la guerra, Hernández escribirá tres poemarios y sus textos circularán mucho por el frente. Alejado de las élites intelectuales que recitaban en la trinchera por la mañana y dormían en su casa por la noche, las lecturas de Hernández tendrán una capacidad de movilización mucho mayor. Al verle como uno de los suyos, los asistentes a los recitales, que no eran otros que milicianos que peleaban en el frente como él, sentirán de forma mucha más intensa los poemas, por lo que las lecturas cumplirán mejor su función de reafirmación de los valores y los ideales del bando antifascista. Los poemas dejarán de ser simples textos para convertirse en artefactos explosivos.
 [Fadwa Tuqan, 1917-2003]
 
La capacidad desestabilizadora de los recitales de poesía en los conflictos armados será una constante en todas las guerras, incluidas las actuales. Después de la publicación del libro “Mártires de la Intifada” por la poeta palestina Fadwa Tuqan, el general israelí Moshe Dayan declaró en la prensa que un solo poema de su autora era mucho más peligroso que veinte comandos enemigos. Dayan sabía de lo que hablaba. La larga tradición de poetas existente en Palestina había servido como arma de lucha contra la todopoderosa maquinaria de guerra israelí, que a pesar de su enorme superioridad militar es incapaz de aplastar definitivamente la resistencia de un pueblo sumido en la miseria. Si algo han aprendido los palestinos es que todo es susceptible de convertirse en un arma si la arrojas con la suficiente fuerza, sea una piedra o un poema. El Estado de Israel también lo ha aprendido: para contrarrestar la capacidad movilizadora de este tipo de iniciativas, ha intentado desactivarlas apropiándose de ellas en numerosas ocasiones. En junio de 2007, uno de los grandes poetas palestinos, Mahmud Darwish, daba un recital delante de 2000 personas en la ciudad israelí de Haifa. En uno de los poemas que leyó criticaba el fundamentalismo de Hamás, y eso fue aprovechado por la prensa israelí para utilizar políticamente la figura de Darwish. Poco importaba que el compromiso político del poeta con la causa palestina le hubiese puesto en peligro de muerte y llevado al exilio en numerosas ocasiones: sus poemas eran un arma de guerra y tenían que ser desactivados. Un solo poema era más peligroso que veinte comandos enemigos.
 
Cada poema es una bomba. La poesía como forma de socialización del dolor.

A principios de 1967, un joven de aspecto serio y gesto decidido llamado Leonel Rugama se internaba en las montañas nicaragüenses para unirse al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Solo tenía 18 años, pero qué importaba. Cualquiera de aquellos guerrilleros era demasiado joven para morir en una guerra. En sus tres años de clandestinidad, Rugama escribirá mucho. La selva maltrata a los sandinistas atrozmente y Leonel escribe. Sus poemas circularán por el frente, pasándose de unas manos a otras. De vez en cuando, alguien lee uno de esos textos en voz alta y todos murmuran. Algunos de esos murmullos son oraciones, otros saben que Rugama no va a salvarse. A veces los muertos continúan andando y cantan canciones hermosas como aquellas y parecen vivos, pero en realidad están ya condenados. La selva nunca dejará escapar a Rugama. El 15 de enero de 1970 es abatido por un batallón de la Guardia Nacional de Somoza.
 [Leonel Rugama, 1949-1970]
 
Como Rugama, Isaac Rosenberg también está condenado. Estamos en otro momento y otro lugar, pero Rosenberg también demasiado joven. Quizá todos lo sean. Tiene solo veintiocho años y va a morir en el frente occidental, después de escribir uno de los poemas más atroces de todos los que se compusieron durante la contienda. El poema, llamado “Break of day in the trenches” y escrito en plena batalla del Somme, pasará de mano en mano a lo largo de toda la trinchera. Los soldados se lo leerán unos a otros y murmurarán en voz baja. La crueldad de la batalla no siempre deja tiempo para recitales, pero la lectura en común de los poemas hará que estos sirvan como un vehículo de difusión de las ideas y las emociones de los soldados. De alguna manera, aquellos poemas servirán para socializar el dolor que les destrozaba por dentro y, en la medida que dejaba de ser individual, el dolor no solo se convertía en una herramienta política sino que además era más asimilable.
 
En muchas ocasiones, como sucederá con Leonel Rugama o Isaac Rosenberg, estos poemas pasaban de mano en mano en revistas o pasquines que se distribuían por el frente. Otras veces, su utilización como herramienta política será mucho más planificada. En enero de 1942, miles de copias del poema “Libertad”, de Paul Éluard eran lanzadas por aviones ingleses sobre la población de París, que permanecía bajo ocupación nazi. Leídos antes de que el ejército ocupante pudiese hacer nada, las hojas se convirtieron en artefactos explosivos en manos de los habitantes de la ciudad.  Cada poema era una bomba.

El ejército nazi aprendió la lección. Ningún otro poema iba a provocar detonaciones delante de sus ojos. En la Grecia ocupada, decidieron poner la solución antes de que eso pasase: el poema “Epitafio”, escrito por un miembro de la resistencia llamado Yannis Ritsos, era quemado a los pies de la Acrópolis poco después de ser distribuido de forma clandestina. Sin embargo, nunca encontraron todas las copias. El poema siguió circulando y siendo leído entre susurros, convirtiéndose en un arma de lucha aún más poderosa que antes. La explosión aún tardaría en producirse, pero los incendios que la provocaron ya habían sido encendidos.
 [Yannis Ritsos, 1909-1990]

 
El potencial de la poesía como herramienta política durante los conflictos armados y las revoluciones será tan grande que acabará devorando a muchos de los que la habían utilizado. Convertido en el poeta oficial de la revolución y utilizado por el Estado soviético como forma de propaganda, Vladimir Maiakovski se pegó un tiro en el corazón el 14 de abril de 1930. Había convocado tormentas demasiado grandes, y los recitales de poesía que antes le había convertido en un héroe del proletariado ahora le hacían parecer un elemento peligroso para el orden social. Maiakovski sabía que todo poema que merezca llamarse así acaba con un disparo. A veces, tiene que ser en el corazón. 



 Artículo extraído de http://vidadeperrxs.blogspot.com.es

domingo, septiembre 13

El DNI 3.0 llega a Zaragoza

A partir de este viernes 7 de agosto, la Oficina del DNI de Paseo Teruel de Zaragoza ha comenzado la expedición del nuevo DNI 3.0 de última generación.  Se pretende que a final de año esté implantado en todas las dependencias del DNI en Aragón. Esta nueva versión del Documento Nacional de Identidad también se está expidiendo en ciudades como Santander y Lleida.
La principal razón de cambiar este dispositivo es la seguridad. “Si el anterior era complicado de falsificar, éste todavía lo es más". Esta nueva versión del DNI incorpora la nueva tecnología de transmisión de datos por contacto por lo que no hará falta el lector sino que una aplicación de móvil será suficiente para conocer los datos que contiene el DNI, así como "medidas invisibles" que no se han desvelado. Así se avanza en el proyecto de Policía 3.0, que permite no desplazarse hasta la comisaría para poner una denuncia, puesto que el con el uso del DNI será suficiente.

El nuevo documento incorpora un dispositivo novedoso, está diseñado con la última generación tecnológica, por la cual alberga en su memoria gran variedad de datos, pudiendo incluso consultar la vida laborar y las multas de tráfico. 

Cuando esté en pleno rendimiento, el DNI tendrá potencial para sustituir a la tarjeta sanitaria, al carnet de conducir, actuar como pasaporte si el país de destino tiene tecnología compatible. Y en general servir como firma electrónica para las transacciones por internet. Al traspasar la frontera, el lector del DNI verificará todos los datos, contrastándolos con las bases de datos existentes, realizando una comprobación rápida de la foto y la firma con su correspondiente nombre y asímismo con el resto de datos personales. Lo mismo ocurrirá con cualquier transacción electrónica que se quiera realizar con la Administración pública. 

Con este nuevo DNI el sistema de dominación da un paso más hacia el control absoluto de la vida, por un lado el control social de las personas se hace más completo pero a la vez más sutil, con el almacenamiento progresivo de datos y la facilidad para acceder a los mismo por parte del estado y sus funcionarios.

Por otro lado se avanza en el proyecto mundial de smart cities, donde se apuesta por la creación un mundo gobernado por tecnologías inteligentes donde un DNI o un teléfono sirvan para todas las acciones cotidianas (subir al metro, pagar la compra, ir en bici, al médico…), mientras siguen aportando información sobre nuestras vidas, nuestros gustos, nuestras ideas al estado y las grandes empresas. Contra el DNI 3.0, contra la megamáquina.


jueves, septiembre 10

Cientos de miles de refugiados huyen de la guerra y la barbarie imperialista

La Europa capitalista responde con represión, alambradas y xenofobia

Las imágenes de miles de refugiados tratando de entrar en Grecia, Serbia, Hungría, Macedonia, o de alcanzar las costas italianas o españolas en una huida desesperada de la guerra y la miseria, han enseñado a millones de europeos el verdadero rostro del capitalismo. Miles murieron en el intento, en el Mar Mediterráneo, en los desiertos, pero los niños, los mayores, las familias enteras que han logrado sobrepasar las fronteras de Europa son tratadas peor que alimañas. Hacinadas en parques públicos, estaciones de tren, o cercados por alambradas, golpeados por las porras de la policía —ese complemento indispensable del sistema liberal—, este horror vuelve a recordarnos la naturaleza criminal del régimen que nos gobierna.

Muchas han sido las comparaciones con los miles de españoles que tomaban el camino del exilio en Francia, en el frío enero de 1939, arrastrándose por carreteras desoladas y encerrados en campos de concentración improvisados en las playas por los gendarmes de la Francia “libre”.
 La misma burguesía europea que oprime a los pueblos de África, Oriente Medio y América Latina, los mismos dirigentes que prestan su colaboración entusiasta a las guerras imperialistas que saquean estos territorios, ahora exhibe su desprecio grotesco a las víctimas hablando de “inmigrantes ilegales”, de “cupos”, de “respetar las leyes”. Son los mismos que ayer auparon a Hitler, a Mussolini, a Franco, que apoyaron las dictaduras del Cono Sur, que miraron para otro lado cuando millones eran exterminados. Son los defensores de un sistema que hay que derrocar si queremos defender la humanidad y la vida.
 Las cifras del horror
 
Tan sólo en los ocho primeros meses del año más de 300.000 refugiados han cruzado el Mediterráneo, superando a los 219.000 que lo consiguieron a lo largo del 2014. Pero muchos otros no tuvieron tanta “suerte”. Aunque las cifras son difíciles de estimar, pues no hay el menor interés de los gobiernos en sacarlas a la luz, diferentes organizaciones humanitarias calculan que sólo en el mes de agosto han muerto 2.400 personas ahogadas tratando de alcanzar las costas europeas, mientras decenas de miles más esperan que llegue su oportunidad para jugarse la vida intentando completar esa misma travesía. Cifras que hay que enmarcar en otras: en la actualidad más de 60 millones de desplazados por diferentes guerras y conflictos armados, de los que unos 20 millones son refugiados, se mueven por el mundo. Un horror así no se conocía desde la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de que los grandes medios de comunicación sólo hablan de las “mafias de traficantes” para ocultar las verdaderas causas que están detrás de esta barbarie, no es difícil entender que el origen de la misma son las intervenciones militares del imperialismo, y los conflictos armados que las diferentes potencias —y sus multinacionales asociadas—, alimentan para controlar el mercado mundial de materias primas, rutas comerciales, o áreas geoestratégicas. La inmensa mayoría de estos refugiados huyen de la destrucción que se ha instalado en una amplia franja de territorio, que desde Asia Central se extiende hasta el océano Atlántico, atravesando Oriente Medio y gran parte del centro y norte de África.

Geografía de la barbarie

Afganistán. Los 13 años de presencia militar de EEUU y la OTAN (abandonaron el país en 2014 aunque siguen desplegados allí 10.000 militares estadounidenses) han constatado el completo fracaso de la invasión del 2001. Los talibanes vuelven a controlar, o al menos a tener presencia, en gran parte del territorio; mientras, el gobierno de Kabul —un conglomerado corrupto a las órdenes de Occidente, y ligado a las redes mafiosas del tráfico de heroína— sigue saqueando la economía afgana. De Afganistán parten el 12% de los refugiados que llegan a Europa, muchos de ellos mujeres que huyen de las condiciones de semiesclavitud y violencia brutal en las que son obligadas a vivir.

Iraq. Al igual que en Afganistán, la invasión estadounidense de 2003 sólo sirvió para sumir el país en el más absoluto caos, y favorecer la aparición de grupos yihadistas patrocinados por los grandes aliados de Occidente en la zona: Arabia Saudí, Qatar y Turquía. Las tropas americanas trajeron el colapso de la economía y los servicios sociales, extendiendo la pobreza a gran parte de la población. Este fue el caldo de cultivo para el posterior desarrollo del Estado Islámico, que hoy controla la mayoría del territorio suní y que se ha extendido también hacia Siria. 

Siria y Libia. Las protestas y la agitación social surgidas a raíz del estallido revolucionario (La Primavera Árabe) supusieron un grave peligro para los intereses imperialistas: la perspectiva de que un genuino movimiento de los trabajadores y las clases oprimidas pudieran derrocar a toda una serie de gobernantes, aliados y colaboradores de las potencias occidentales, era muy real. Para descarrilar estos procesos, tanto EEUU como la UE no dudaron —apoyándose en Turquía y las monarquías del Golfro Pérsico con Arabia Saudí a la cabeza—, en promover un proceso contrarrevolucionario, financiando y armando grupos ligados al integrismo yihadista. La guerra en Siria o Libia son el mejor exponente de esta estrategia. De Siria (con 11 millones de desplazados) son el 43% de los refugiados que llegan a Europa, en tanto en Libia hay ya medio millón de desplazados internos (de una población de 6 millones).

Cuerno de África. Una de las zonas más pobres y más asoladas por el hambre del planeta, y también de mayor presencia imperialista dada su situación geoestratégica para el transporte de mercancías y de petróleo como para el contrabando de armas. Somalia con un 3% del total, y Eritrea, con un 10%, son otros dos de los principales orígenes de refugiados en dirección a Europa. En el caso somalí la causa es la interminable guerra que sufre desde hace 24 años, en tanto en Eritrea se ha instalado desde su independencia un gobierno dictatorial y represivo, que ha implantado un servicio militar que puede prolongarse por más de tres décadas (una de las principales causas de huida del país).

Sudán del Sur. Consiguió su independencia en 2011 y fue aceptada y saludada por todas las grandes potencias como “la nación más joven del mundo”, un reconocimiento en el que, sin duda, tuvo mucho que ver sus importantes reservas petrolíferas y el deseo por parte de las grandes multinacionales de obtener concesiones en el sector (se calcula que altos funcionarios del gobierno se apropiaron hasta 2012 de más de 4.000 millones de dólares de los ingresos del petróleo). Por otra parte Sudán del Sur, como la mayoría de las naciones africanas, es un estado artificial conformado sobre una multitud de etnias siempre fácilmente manipulables por unos u otros intereses imperialistas. En 2013 estalló un conflicto armado entre los dos principales grupos étnicos, los nuer y los dinka, cuyo origen no fue ajeno a la rapidez con que las compañías petroleras chinas se instalaron en el joven Estado en detrimento de sus oponentes norteamericanas. Desde entonces Sudán del Sur ha sufrido una sangría de 50.000 muertos, 500.000 refugiados y más de cinco millones de desplazados.

Nigeria. Dirigida desde su independencia por gobiernos corruptos al servicio de los grandes monopolios capitalistas, nacionales e internacionales, es otro ejemplo claro del expolio que sufre África. A pesar de sus recursos energéticos, 8 de cada 10 personas viven con menos de dos dólares al día, la esperanza de vida es de 52 años, el analfabetismo entre los jóvenes alcanza el 83% y no existe ningún tipo de servicios sociales o sanitarios. A esta situación, y también gracias a ella, se ha sumado en los últimos años la actividad armada de Boko Haram (la guerrila yihadista), provocando una guerra que ha causado más de dos mil muertos y más de 1.300.000 desplazados. Nigeria aporta un 5% de los refugiados que llegan a Europa.

Los anteriores son sólo algunos de los casos más importantes, hay muchos otros conflictos surgidos en los últimos años: en Costa de Marfil, República Centroafricana, Mali, República Democrática del Congo, Burundi (África); por no hablar de las agresiones que el pueblo palestino y el Libano sufren periódicamente desde Israel, o la guerra permanente en Yemen y Pakistán. A estos casos habría que añadir las cifras de muertos y desaparecidos en América Latina y Centroamérica: tan sólo en México se calcula en 80.000 las víctimas del narcotráfico y la violencia del ejército y la policía durante los últimos diez años. Y, aunque pocos hablen de ello, en el interior de Europa hay miles de desplazados y refugiados: según los últimos datos de la FRONTEX (Agencia Europea para la gestión de la cooperación operativa en las fronteras exteriores) unos 30.000 kosovares, 900.000 ucranianos, y miles de serbios y macedonios buscan refugio en los países del norte y el centro del continente europeo. Las acciones militares del imperialismo europeo y estadounidense también son los responsables.

Vallas y muros contra los refugiados

La actuación de los líderes políticos europeos para afrontar esta oleada de refugiados no tiene tampoco nada de casual ¡Que se puede esperar de unos dirigentes a las órdenes del gran capital y que aplican a sus propios pueblos las políticas criminales de la austeridad y los recortes! Si envían sin problemas a su propia gente a la miseria, y hunden países como Grecia en la catástrofe ¿porque iban a actuar mejor con los que llegan de fuera? La crisis económica los ha hecho más innecesarios, pues el capitalismo europeo, con sus sucesivas reformas laborales, ha convertido a la fuerza laboral autóctona en mano de obra barata y precaria.

Más allá de la verborrea habitual sobre solidaridad y derechos humanos, el verdadero plan de todos los gobiernos europeos es intentar que estos refugiados no lleguen a sus países; a los que lo consiguen, los almacenan en auténticos campos de concentración —en condiciones infrahumanas— y buscan expulsarlos lo antes que sea posible. Las declaraciones del Primer Ministro británico Cameron, refiriéndose a los emigrantes retenidos en el Paso de Calais como una “plaga”, o de nuestro católico ministro del interior Jorge Fernández Díaz calificando de “goteras que inundan una habitación” a los desgraciados que son apaleados por la policía marroquí y la Guardia Civil en la valla de Ceuta y Melilla, hablan por si solas. Los mismos gobernantes que hace unos meses celebraban el 25 aniversario de la caída del muro de Berlín, aprueban y financian toda clase de muros y vallas que tratan de blindar Europa. Son en total siete zonas valladas las que ya existen o están en construcción con este fin: 12,5 km en la provincia turca de Erdine, financiada además con 3 millones de euros de fondos comunitarios; otros 30 km entre la frontera búlgara y turca, también construida con fondos de la UE, que ahora se pretende ampliar en 80 km más; 132 km de vallado de cuatro metros de altura para separar a Hungría de Serbia; 12 km en Melilla y otros ocho en Ceuta; y el proyecto de vallar también el extremo francés del eurotunel en el Paso de Calais.
 
Los refugiados llegan en primera instancia a países europeos empobrecidos y machacados por la crisis capitalista como Bulgaria, Grecia, Macedonia o la misma Italia o el Estado Español, pero su situación no promete mejorar si consiguen acceder a los principales destinos en países del centro y norte de Europa. El caso de Alemania, que es el principal objetivo que pretenden alcanzar la mayoría de ellos, es bastante claro al respecto. Los refugiados son apilados en campamentos propios de zonas de guerra, con escasez de servicios médicos y problemas de higiene, al tiempo que el gobierno limita las ayudas económicas a estos centros lo cual empeora considerablemente las condiciones de vida de los allí internados. Paralelamente, se incrementa el número de deportaciones, que batirán records este año, y se plantea desde la CDU de Angela Merkel, pero también en el SPD o los Verdes, derogar o limitar el derecho de asilo.

Por otra parte, más allá de las declaraciones hipócritas de Merkel y otros miembros del gobierno, se mantiene una permisividad absoluta con los ataques racistas de la bandas neonzais, alentados además por la propia retórica antiinmigración de la clase política alemana. Todo ello forma parte de una misma estrategia: disuadir a nuevos refugiados de tratar de llegar a Alemania al tiempo que presionan a otros países europeos, como o Italia o Grecia, para que se encarguen de hacer el trabajo sucio y retener en sus propios territorios a aquellos que consigan alcanzar sus costas.

No hay ninguna solución bajo el capitalismo a esta situación, más allá de la violencia y la represión. La creciente crisis del sistema no hace más que acrecentar las tensiones interimperialistas, y eso se traduce cada vez en más guerras, más conflictos y más zonas del mundo que caen bajo una situación de pobreza y terror, algo de lo que ya ni la misma Europa escapa como indican los casos de Ucrania o Kosovo. Las grandes organizaciones internacionales, como la ONU, muestran también su inoperancia y su impotencia ante esta situación, pues no dejan de ser en última instancia herramientas de ese propio imperialismo.


Santiago Freire 

lunes, septiembre 7

Libros en tiempo de miseria

Las personas de mi generación, nacidas a finales de los sesenta y principios de los setenta, hemos vivido dos grandes fenómenos que han condicionado nuestra forma de leer y de enfrentarnos al mundo. El primero fue -y es- la televisión. Fuimos, nos referimos siempre al caso español, la primera generación educada íntegramente bajo la tutela de ese sagrado electrodoméstico que ya nos empieza a parecer añejo. El segundo fue la decadencia del hábito de lectura entendida ésta como vehículo apasionante de grandes ideas y anhelos de rebelión. Para comprender este segundo fenómeno basta con advertir cómo en los años ochenta, cuando nos hacíamos adolescentes, la sociedad entró en una fase de estancamiento político que coincidió con la extinción, paulatina o súbita según los casos, de antiguas esperanzas de emancipación. Hasta entonces, y sobre todo entre la población joven y estudiante, ciertos libros y autores habían sido emblemáticos de esa inquietud compartida por otra forma de vida. La lectura, esperábamos, debía llevarnos más allá de los lugares comunes, de la resignación y cinismo de los que ejercían nuestra tutela.

No es que a partir de aquella época, los años ochenta, la gente joven dejara automáticamente de leer, como obedeciendo a una oscura e imperiosa voz de mando. Pero es verdad que a partir de entonces la lectura fue perdiendo ese carácter un tanto clandestino y heroico. Ya no era el acto privado que se dirigía hacia lo colectivo justamente a través del esfuerzo del individuo aislado que era capaz de elevarse hacia las cuestiones universales y candentes. La lectura ya no guardaba su fragor de combate subterráneo. Era el acto privado, a secas. Nosotros quisimos leer aún como habían leído nuestro antecesores, seguros de seguir viviendo bajo una tiranía injustificable. Así que nuestra lectura era el acto póstumo, el homenaje a una generación que había sido derrotada. Delante de nosotros, cuando levantábamos los ojos del libro, se nos habría un enorme espacio de incertidumbre y de trampas. No sabíamos que nos esperaba el vacío. Suponíamos que la Industria del Ocio, nuestro particular O’Brien orwelliano, había preparado para nosotros ese pequeño margen donde podríamos creernos elegidos. Estábamos condenados a vivir en un nicho, pero ¿cómo esquivar la trampa sin al mismo tiempo renunciar a todo?

Para las personas que aman leer podemos suponer que las lecturas que marcarán para siempre su espíritu y su visión del mundo se realizan entre la adolescencia y el fin de la primera juventud, algo así como entre los quince y los veintidós o veintitrés años, tomando, claro, estas cifras como datos aproximativos. A partir de esa edad, haremos sin duda lecturas interesantes, fascinadoras, decepcionantes o perturbadoras, pero, salvo en casos excepcionales, es dudoso que puedan tener ese carácter deslumbrador que suelen tener las primeras lecturas de adolescencia y temprana juventud.

En realidad, los lectores de mi generación no tuvimos autores o libros en particular, novedosos, exclusivos. Más bien nos apoderamos de todas esas obras que habían impresionado a los que vinieron antes. Era un totum revolutum donde se mezclaban Kafka, Hesse, Orwell, Sábato, Fromm, Cortázar, Rimbaud, Dostoyevski, Breton, Melville, Thoreau, Huxley, Salinger, Lawrence, Vian, Kerouac, Kesey, Dos Passos, London, Camus, Lorca… Cuando leímos El castillo de Kafka, nos identificamos con el agrimensor K y su conmovedora constancia frente al hermetismo del Poder inasequible. Nos identificamos también con los personajes melancólicos y desarraigados de Herman Hesse, como su Peter Cammezind. Leyendo Autopista hacia el sur de Cortázar, vimos retratado el absurdo de la sociedad moderna en la que vivíamos. Sábato nos mostró ese mismo absurdo en su ensayo Hombres y engranajes, mientras Orwell, en sus Homenaje a Cataluña y Rebelión en la granja nos alertaba de las amenazas que se ciernen sobre todo proceso revolucionario. Thoreau nos enseñaba un camino de deserción que se perdía en el bosque y André Breton, en Los pasos perdidos, nos mostraba otro camino que iba hasta la rebelión de la poesía moderna. Nos hundimos en el Madrid miserable pero vibrante de Luces de bohemia, en el Nueva York alucinante de Lorca. Leyendo La peste escarlata de London y El corazón de las tinieblas de Conrad, aprendimos lo frágil que es la frontera que separa lo que consideramos civilización de lo que consideramos barbarie. Nos entusiasmamos leyendo las páginas del Hiperión de Hölderlin y nos contagiamos de su luminosa y revolucionaria esperanza. Al día siguiente, los poemas en prosa de Baudelaire nos conducían a un terreno opuesto pero igualmente instructivo, el del desengaño y la visión cruel de la urbe, donde todavía quedaban vestigios de una poesía sacrílega… Al final, todos estos autores, aunque entonces sólo lo sospechábamos, tenían algo en común: todos habían avistado una dimensión diferente de la tiranía que debíamos combatir. Esa tiranía se podía llamar Dictadura, Iglesia, Ejército, Capital, pero también Democracia, Sociedad del Bienestar, Desarrollo Sostenible, Servicio Público, Derechos Humanos… todas ellas máscaras hipócritas del Tiempo y del Orden, de la Jerarquía intocable que se nos quería, y se nos quiere, imponer.

Ha pasado el tiempo pero el fulgor de esas lecturas persiste. Hoy se dice que la lectura, y los libros en general, está amenazada por la fluidez insensata del mundo digital. Es cierto. Pero, más que los libros en sí mismos, es la lectura inteligente y consecuente la que desde hace tiempo está amenazada por la industrialización de la cultura y por el abandono de la sociedad ante las cuestiones que verdaderamente cuentan. Sin pasión por la ética y la política, la lectura se convierte en una especie de vicio confesable y anodino.

¿Dónde están hoy los lectores que volverán a leer buscando apoyos para combatir estos tiempos de miseria?


viernes, septiembre 4

Presos políticos y presos comunes según García Calvo


De aquella distinción que había entre presos políticos y presos de los otros, habría que hacer sentir que los presos de los otros son justamente presos tan políticos, y a veces más, que los que llaman presos políticos, y el secreto está en desmentir el mito de la libertad, en reconocer que desde luego lo que está padeciendo allí dentro de la cárcel no es precisamente la persona, que está presa lo mismo dentro que fuera, sino algo que no es la persona, que queda por debajo, y que de una manera especial está allí costreñida pero que no es la libertad de la persona. Es más bien algo que está contra la persona lo mismo que está contra la cárcel.

Agustín García Calvo en 1989

martes, septiembre 1

Devastación de la Tierra: Monocultivo, agrotóxicos, megaminería, fracking, energía nuclear...

A cada momento la devastación de la naturaleza avanza acabando con la biodiversidad del planeta. El calentamiento global y el cambio climático se aceleran debido a la desforestación sistemática de los bosques y selvas nativas para la siembra de monocultivos transgénicos o para la construcción de negocios inmobiliarios, carreteras o el avance urbano. El agua dulce del planeta es cada vez más escasa; ahora mismo muchas personas y animales están muriendo por falta de agua no envenenada y al mismo tiempo se utilizan millones de litros de agua para la extracción de minerales o combustibles mediante la mega-minería o el fracking, para el riego de millones de hectáreas de monocultivos y para la construcción de represas para centrales hidroeléctricas. A su vez, se está impulsando la construcción de plantas de energía nuclear a pesar de su peligrosidad y de las nefastas consecuencias que tiene sobre el ambiente por la toxicidad de los desechos de uranio que genera.

Todo esto y mucho más es necesario para que funcione el sistema capitalista, tecnológico industrial en el que sobrevivimos la mayoría de los oprimidos. Decimos que sobrevivimos porque la mayoría de nosotras vivimos en entornos completamente artificiales, como son las ciudades, sometidos a ruidos, contaminación electromagnética, respirando aire viciado y tóxico, consumiendo agua extraída de los afluentes que se encuentran, gracias a la industrialización, completamente contaminados, llenos de metales pesados, celulosa, ácidos sulfúricos, materia fecal proveniente de los millones que habitamos las ciudades, etc. En las plantas potabilizadoras de agua simplemente filtran esta agua y le ponen cloro para eliminar los virus y bacterias pero continúan estando los metales pesados y otras sustancias ya que les costaría mucho trabajo a las empresas de agua sacarlas y no darían abasto para suministrar la demanda de agua de las grandes ciudades y los complejos industriales.

Realmente a los poderosos no les importa que tomemos esta agua sino que lo que les importa es que funcione con normalidad la industria y el consumo. La comida que consumimos en la mayoría de los casos es artificial, con semillas creadas en laboratorios, sembradas en campos de monocultivos y luego fumigados en reiteradas oportunidades por pesticidas o fungicidas. Prácticamente todos los cereales, verduras o frutas que comemos fueron rociados con estos venenos durante su proceso de crecimiento y maduración. Si estos alimentos son envasados o procesados para elaborar algún producto industrial, se le agregan químicos, conservantes, saborizantes etc. Las harinas, arroces o azúcares son refinados a tal punto que se elimina prácticamente todo el alimento nutritivo que poseen. Con respecto a la carne, los animales que se consumen en la gran mayoría de los casos fueron reproducidos de manera artificial, encerrados, alimentados con granos transgénicos e inyectados con hormonas para que crezcan de una manera acelerada. La producción de leche o de huevos también es completamente artificial y los animales sufren una tortura constante. Entonces ¿cómo nuestros cuerpos y mentes no van a estar enfermos o débiles? Obviamente que de esa manera les es más fácil tener a la población controlada. Además somos consumidores constantes del sistema farmacéutico que hace grandes negocios con nuestra salud. Millones padecen cáncer, leucemias y otras enfermedades terribles por vivir en estas condiciones y lo peor es que las políticos hacen campañas de que construyeron tal o cual hospital o salita barrial y que este año se invirtió tantos millones en el presupuesto de salud. Todo esto lo hacen obviamente para desviar el foco del problema que es vivir bajo este sistema industrial alejados del entorno natural.

¿Por qué soportar todo esto? ¿Por qué pudiendo vivir de una manera tan distinta, en armonía con la naturaleza y en forma comunitaria, padecemos guerras, hambre, fronteras, gobiernos, estados…? ¿Por qué aceptamos que unxs pocxs manden y otrxs obedezcan? ¿Por qué la mayoría acepta a la propiedad privada de lo necesario para vivir? ¿Por qué muchas no se indignan de ver tanta miseria, tanta devastación de la vida y de las relaciones sociales?

Para nosotras, anarquistas, la principal causa de toda esta desidia son las RELACIONES DE PODER, que se han naturalizado a la fuerza a lo largo de miles de años desde el surgimiento de los Estados y de la propiedad privada. Las relaciones de poder generan privilegios y que existan desigualdades sociales, sexismo o especismo y son el motor de la devastación a la que venimos haciendo mención. Los poderosos o lxs que aspiran a la toma del Poder ven a las masas como un instrumento para la producción (obrerxs) y como consumidores de productos, como fuerzas armadas para sus ejércitos y policías, como votantes en las elecciones, etc. A la naturaleza la ven como un “recurso” de donde obtener materias primas para la industria. El ser humano mientras más poder tiene, más ambicioso se vuelve, tornándose en un ser sin ningún tipo de escrúpulos para obtener más Poder y privilegio o mantener el que ya posee. La tiranía del ser humano con poder ya la hemos visto a lo largo de la historia y sobran los ejemplos. Los poderosos son poderosos porque han sabido construir a lo largo del tiempo estructuras que les permitan manipular el pensamiento de las personas y reprimirlas cada vez que fuera necesario para evitar rebeldías. Así fue como fueron surgiendo los Estados y establecieron la propiedad privada en manos de unos pocxs y para cuidarla ejércitos, leyes, cárceles. La religión fue un instrumento fundamental para la domesticación de la personas ya que a través de ella se predicaba la obediencia a la autoridad divina y a las autoridades terrenales.

En la época moderna la ciencia fue ocupando el lugar de la religión y ahora la mayor parte de la población cree de una manera incuestionable en las afirmaciones de científicos, avalando el avance tecnológico industrial. A través del sistema educativo y los medios de comunicación se manipula las mentes y los hábitos de consumo de las personas, controlando la información para que acepten el orden impuesto de las cosas. Pero a lo largo de la historia siempre existieron quienes se levantaron contra las injusticias generadas por el poder. Si toda esta devastación de la tierra está relacionada con las lógicas de poder que ven a la naturaleza como un mero recurso de donde obtener materias primas para las industrias, deberíamos enfrentarnos a esta realidad de una manera opuesta, es decir, sin reproducir poder, organizándonos horizontalmente. Enfrentamos un desafío muy grande ya que nos han alejado intencionalmente de nuestra conexión con la naturaleza, por eso la mayor parte de los seres humanos no se sienten parte de ella y es por ese motivo que si por ejemplo se está deforestando un bosque o se vuelan las montañas con explosivos para obtener minerales, muchos se mantienen indiferentes. Debido a esta desconexión con el entorno natural, las personas en la mayoría de los casos reaccionan recién cuando un determinado proyecto industrial afecta directamente el territorio que habitan o trabajan. Un ejemplo claro de las consecuencias que genera la destrucción de un ambiente natural como era el monte de Berisso- que fue prácticamente destruida para construir un puerto de contenedores- fue la inundación que se provocó en el 2012 en la Ciudad De La Plata con un saldo de más de 100 muertos y miles de damnificados por el desequilibrio ambiental tras el desmonte en la zona. Este puerto forma parte del mega-proyecto conocido con el nombre de IRSA (iniciativa de integración de la infraestructura regional) establecido para toda la región sudamericana por parte de los grandes grupos económicos y fomentados por el Banco Mundial. El proyecto incluye la construcción de carreteras y puertos para poder agilizar la circulación de materias primas obtenidas del continente, fomentando la devastación, el saqueo y el extractivismo de la región. También implica aumentar la militarización del territorio para evitar protestas o acciones que puedan entorpecer el fluido de las mercancías.

No es la intención de este escrito mencionar todas las zonas de destrucción ambiental o proyectos que pretenden poner en marcha en cualquier momento los poderosos. Lo que sí se puede decir es que es necesario intentar percibir la real dimensión que tienen estos proyectos, cómo nos afectan y nos afectarán en el futuro. Cada segundo que pasa avanza la devastación, la represión sobre las que luchan o resisten el territorio que habitan. Si las personas que están movilizadas en contra de la devastación de la tierra recaen en el pedido de leyes nuevas o que cumplan las que ya existen, terminan cayendo en la trampa del sistema que traduce la disconformidad social al lenguaje político y reformista que no rompe con la lógica del sometimiento. La experiencia y la lógica nos deberían clarificar que cuando luchamos contra un proyecto que destruye la tierra, estamos luchando contra el Estado (políticos y empresarios). Por eso es necesario focalizar a dónde podemos atacar y con qué herramientas, sacándonos las lógicas de reproducir el Estado en las luchas. ¿No es absurdo pedirle a los empresarios que cumplan las leyes que ellos mismos crearon y sostienen a través del Estado? ¿Para qué sirven los estudios de impacto ambiental, si las consecuencias de la explotación están siendo sufridas por la gente? ¿Y si las empresas se establecen dentro de los marcos legales y tienen aprobados sus estudios ambientales, no estarían igualmente contaminando? La devastación se produce dentro y fuera de la ley. Todo lo que consumimos dentro de este sistema tiene explotación, muerte, devastación. En muchas ocasiones las luchas con lógicas ciudadanas basadas en la legalidad que pregonan prácticas como juntar firmas, solicitar entrevistarse con funcionarios del Estado, para pedir que se cumplan las leyes de la constitución, etc, pueden demorar un proyecto nocivo para el ambiente, pero verdaderamente se frenan estos proyectos cuando la gente sale a la calle, cuando se ejerce presión directa sobre los funcionarios, cuando se bloquea directamente tal o cual industria.

Ejemplos como el bloqueo en la planta acondicionadora de semillas transgénicas de Monsanto en Malvinas Argentinas, Córdoba, o la toma de territorios por parte de los mapuches del sur de Chile con el objetivo de recuperar lo que les pertenece y frenar un proyecto de mega-minería, armándose para la autodefensa de una posible represión del Estado. En Cheran, territorio dominado por el Estado mexicano, las personas impidieron el paso de la maquinaria que estaba destruyendo los bosques y se autoorganizaron para defender su territorio, cansadas de las mentiras de los políticos. Podemos concluir entonces que la forma coherente es la acción directa siempre, extendiendo la solidaridad entre las diferentes luchas, con ayuda mutua, difundiendo problemáticas a las que nos enfrentamos sabiendo que todas están relacionadas entre sí ya que son luchas contra el Poder. Aunque muchas personas se estén manteniendo al margen de las luchas, las ideas y las prácticas por la libertad son contagiosas. ¿Quién no quiere ser libre? ¿A quién no le gustaría respirar aire puro, beber agua natural y comer cosas orgánicas? ¿A quién no le gusta ver a los animales libres en medio de su habitad? Destruyamos todo lo que nos destruye. Los poderosos que nos esclavizan y asesinan diariamente negociando con nuestra sangre tienen nombre, apellidos y puestos de mando. Nuestra libertad y dignidad están en juego, una posibilidad revolucionaria se construye y esto es posible porque somos una chispa que puede generar un incendio sobre su ridículo y asqueroso orden de las cosas.


Texto de Organización sin Autoridad elaborado para discutir en la actividad del 2 de Agosto en Quilmes, Arg.