Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

jueves, noviembre 28

América Latina se levanta y el mundo mira a otro lado

Este mes pasado ha sido un periodo donde se han activado varios frentes sociales, luchas en la calle, resistencias indígenas y revueltas en el territorio latinoamericano. Este panorama nos hace pensar en un ciclo de rebeldía que vuelve a abrirse paso en América Latina, unas revueltas al calor de otras, bajo la premisa de la confrontación de clases sociales. Las comunidades del continente Abya Yala (nombre mayoritariamente aceptado para denominar a América por los pueblos indígenas que significaría “Tierra de sangre vital”) se levantan haciendo ruido, porque el silencio no está hecho para esos hombres y mujeres resistentes. El mundo en cambio da la espalda, miramos hacia otro lado, incluidos muchos movimientos sociales u organizaciones militantes; seguimos escondidos tras nuestros colectivos creyéndonos jueces del tribunal de lo revolucionario, y lanzando nuestro dedo acusador sobre qué deben hacer los parias del mundo.

Se cumple este mismo año el centenario de un ciclo revolucionario europeo muy relevante, que ya hemos mencionado en otros números de nuestra publicación, como la huelga general de La Canadiense en Barcelona, el Biennio Rosso italiano en Turín, o el consejismo obrero en la República de Baviera. Experiencias que marcaban el inicio de un ciclo que venía fraguándose desde hacía décadas por la ascendente organización obrera internacional y que tendría aún que escribir algunas de las páginas más revolucionarias de la historia del pueblo trabajador. En las dos décadas que llevamos de este siglo XXI se puede comprobar en América Latina un incremento de organización de las comunidades marginadas, de las sociedades indígenas y la juventud precaria del capitalismo en las periferias del sistema. No estamos hablando de conatos de rabia exclusivamente, nos referimos a auténticos procesos de ofensiva y construcción de autonomías por parte de los movimientos sociales de América Latina.

El pensador y activista uruguayo Raúl Zibechi ha estudiado ampliamente a estos movimientos sociales latinoamericanos, identificando líneas teóricas y prácticas distintas respecto de los movimientos sociales en Europa o en los Estados Unidos de América. La primera cuestión es que se tratarían de movimientos ligados al territorio, pero no desde un punto de vista nacional, ni con intenciones de reclamarlo para construir una entidad estatal. Son movimientos campesinos, indígenas o populares urbanos que continúan ligados a la tierra, cuya fuerza de trabajo sigue vinculada al territorio, no al mercado global. Esto nos lleva a una segunda cuestión, y es que en los territorios controlados por estos movimientos sociales, predominan las relaciones sociales no capitalistas y las instituciones sociales horizontales que desprecian las jerarquías. De esta manera se reivindican prácticas no hegemónicas que ayudan a pensar en las relaciones autoritarias como un enemigo ajeno a los modos sociales y culturales reivindicados desde estos territorios.

Esto le lleva al mencionado escritor Raúl Zibechi a acuñar el término de ‘sociedades en movimiento’, que sustituiría a la denominación de ‘movimientos sociales’. Les caracterizaría a estas comunidades en Latinoamérica su doble vertiente que determinan su esencia de lucha: por un lado la resistencia al modelo socio-económico dominante, y a la vez un proceso de creación de un mundo nuevo a partir de estas relaciones sociales territorializadas al margen del capitalismo. El desafío frente a la concepción clásica revolucionaria de estas sociedades en movimiento es que son portadoras en sí mismas de ese mundo nuevo, no deben imaginarlo, ni deben conquistar el poder político estatal; construyen poderes autónomos porque esa es su esencia.

Analizaremos a continuación tres procesos que se están dando desde este mes pasado en Latinoamérica, y que no han estallado de la nada, sino del silencioso trabajo de cientos de miles de personas en guerra continuada contra el capitalismo criminal. Se trata de las revueltas de Ecuador, Haití y Chile; algunas de estas rebeliones populares continúan abiertas, no tienen principio o fin divisable, son una página más en la historia de las resistencias en América Latina.

Ecuador dice basta al presidente Lenín Moreno: una fuerza social de veinte mil indígenas toma la ciudad de Quito y logra tumbar las medidas antisociales

Las protestas en la capital ecuatoriana comenzaron el 3 de octubre. Las organizaciones sociales convocaron marchas que se extendieron pronto por todo el país frente a las medidas económicas introducidas por su presidente, Lenín Moreno. Ante la urgencia climática, el presidente ecuatoriano estableció un paquete de medidas sobre los hidrocarburos recomendado por el Fondo Monetario Internacional, que atacaba directamente el ya precario nivel de vida de la población ecuatoriana. Tras varios días ininterrumpidos de protestas, la represión por parte de la policía y el ejército caldeó muchísimo el ambiente político ecuatoriano, y activó fuertemente la oposición a su presidente.

El lunes 7 de octubre comenzó a entrar en la capital una fuerza social de más de veintemil indígenas, que llegaban a una ciudad completamente paralizada y exclusivamente activa para realizar acopio de alimentos que recibiera a esta ingente marea humana. Los servicios de transporte paralizaron el país, las Gobernaciones de Bolívar y Morona Santiago fueron tomadas por el movimiento indígena; e incluso el presidente Lenín Moreno huyó de Quito para establecer el gobierno en la ciudad de Guayaquil. La CONAIE o Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador consiguió una victoria simbólica abrumadora en el país, logró hacer huir al presidente mismo, y levantó a toda la sociedad en Ecuador.

La militarización de Quito no se hizo esperar por parte de su presidente, quien utilizó todos los medios informativos a su alcance para lanzar propaganda contra el movimiento indígena y aprovechar de esa manera el apoyo internacional que la mayoría de países europeos, entre otros, el propio Estado español, le brindaban como voto de confianza desde la cloacas del capitalismo. Las denuncias de torturas, malos tratos y amenazas en las dependencias policiales incrementaron la intensidad de las luchas, y también consecuentemente una represión criminal y sin miramientos. El martes 8 de octubre desde por la mañana el edificio vacío de la Asamblea Nacional era ocupado por los manifestantes urbanos junto con la fuerza de las comunidades indígenas que habían tomado la ciudad. El gobierno estableció un toque de queda, los choques violentos con la policía aumentaron y se comenzaron a conocer los primeros muertos entre resistentes indígenas. Las barricadas fueron la más habitual estructura urbana espontánea esos días, durante la semana se incrementaron las tensiones con marchas diarias y una paralización absoluta del país.

A día del 12 de octubre, fecha muy simbólica en toda América por su resistencia, el balance era de 27 muertos, 860 heridos, 120 desaparecidos, casi 2 mil detenidos y un centenar de personas torturadas. Después de una docena de días ininterrumpidos de lucha popular, el presidente Lenín Moreno anunciaba el fin del paquetazo económico que incendió el país. La sangre indígena y de otros movimientos populares ya había corrido, y sin embargo en la Casa de la Cultura, que fue el espacio de contrapoder indígena durante esos días, se festejó esta medida. Pero no sin antes anunciar que la lucha no cesaba, sino que volvía a otros cauces que a ellos y ellas preferían, porque no desean verse obligados a utilizar la violencia como autodefensa ineludible a la que habían tenido que recurrir.

La confluencia de los movimientos anticapitalistas urbanos, junto a la fuerza de las mujeres feministas, y la CONAIE indígena consiguió la unión suficiente para alzar la voz y levantarse como pueblo, revitalizando el conflicto de clase, al cual presentaron batalla de un modo inimaginable en nuestras sociedades europeas.

Haití lleva años de pobreza y revueltas; es la historia de la larga agonía de un pueblo que se levanta como una mariposa que agita sus alas

El pueblo haitiano es el gran desconocido de América Latina, y también el más pobre. Es el país vecino de la República Dominicana en el mar Caribe, devastado hace tres años por el huracán Matthew, el patio trasero de los Estados Unidos de América y un juguete roto del Fondo Monetario Internacional. Actualmente ha cumplido su sexta semana consecutiva de protestas, que se ha cobrado más de 30 manifestantes asesinados. La paralización del país es total, pero… ¿cuándo no está paralizado un territorio que vive en eterna pobreza? Un país que es el campo de experimentación más preciado del capitalismo global.

Su presidente, Jovenel Moise, un títere corrupto elegido por organizaciones supranacionales, está aferrado a un poder que por gestionarlo directamente en favor del FMI, se beneficia enriqueciéndose la élite política del país. Las multitudinarias marchas en su capital, Port-au-Prince, de diversos grupos opositores están dejando un reguero de sangre por la fuerte violencia policial desatada.

El pasado domingo 20 de octubre, una nueva movilización reclamaba la dimisión incondicional del presidente Moise. Los movimientos populares haitianos señalan la incompatibilidad de la situación política y económica que tienen con una vida digna. La desintegración de los servicios públicos y la sensación constante de inseguridad son herramientas que determinan el estado de shock actual. Mientras Haití se desangra, el mundo hace oídos sordos, y cuando damos la espalda a los pobres del territorio de una pequeña isla, le estamos dando la espalda a cualquier alternativa en nuestras mismas sociedades.

Chile insiste y resiste pese a la violencia militar y policial que hace recordar a la dictadura de Augusto Pinochet

La situación chilena es bien similar a la ecuatoriana. El presidente derechista Sebastián Piñera aumentó el precio del billete de metro en Santiago de Chile; y sin embargo no sabía que esa medida sería el inicio de una confrontación que debe leerse en clave de hartazgo de un modelo económico y político que lleva ahogando a Chile desde la dictadura pinochetista.


Las medidas económicas capitalistas en América Latina son respondidas desde la rabia no contenida; en cambio en Europa se acepta de buen grado la subida del nivel de vida como un mal menor a pagar por seguir manteniendo privilegios. En Chile han sufrido por décadas ese síndrome de modelo económico a la europea, pero extendido sobre un territorio periférico del capitalismo, y con una fuerza indígena Mapuche que ya amenaza con unirse al movimiento social en lucha.

A finales del mes de octubre, al cierre de esta edición, la presencia militar enviada por el gobierno ha dejado un balance de 27 muertos, 12 mujeres violadas, y cientos de detenidos y torturados, que hacían recorrer el fantasma pinochetista de nuevo por las calles de Santiago ensangrentada. Esas calles que pisarán una y otra vez nuevamente quienes insisten y resisten, representados por ellos y ellas mismas, sin singlas partidistas detrás y con el empeño de continuar la lucha pese a la retirada del tarifazo del metro por el presidente el día 23 de octubre.


Nos mantendremos alerta con la evolución de los conflictos abiertos en América Latina, y con la amenaza de iniciarse otros nuevos en Uruguay, Bolivia o Colombia. Abya Yala hace honor a su nombre: tierra de sangre vital.


                                  Extraído de https://www.todoporhacer.org/


lunes, noviembre 25

Todas las balas serán devueltas. COP25 NO. Convocatoria 2 al 13 diciembre, Madrid


A partir del 2 de diciembre, los dueños del mundo vienen a Madrid. Algunos de los mayores asesinos de este planeta, de los mayores responsables de su devastación. Vienen a llenar sus bocas y agendas con los próximos planes de “lucha contra el cambio climático”. Mientras el capitalismo global sigue intacto y el grueso de las emisiones de CO2 emanan de la producción industrial, mientras sus entidades continúan devastando bosques y montañas para extraer sus recursos naturales.

Y por si no fuera suficiente, al mismo tiempo, Chile arde, y sus calles siguen cubiertas de los casquillos del armamento de las fuerzas de seguridad. Pero Piñera no podía ver su agenda política perturbada por la revuelta, no podía admitir el foco mediático cuestionando su mandato ante tal estallido social. Y gracias a la amabilidad del gobierno de España ahora podrá continuar con sus planes sin despeinarse.

Pero en Chile la normalidad ya no podía sostenerse, y nosotras tampoco queremos sostenerla aquí. No vamos a permitir a los líderes mundiales reunirse a diseñar la destrucción bajo la apariencia de la sostenibilidad y el respeto, como si todo marchase con perfecta normalidad. Como si no llevaran ya destruyendo todo este tiempo, como si no cargasen miles de cadáveres a sus espaldas. No les vamos a otorgar tal legitimidad. También porque sabemos que la mejor manera de solidarizarse con las rebeldes no es otra cosa que extender la revuelta. Como en Hamburgo, queremos que esta cumbre se convierta en su infierno.

Por eso animamos a las enemigas de este sistema a reunirse en Madrid, en las fechas en que los dueños del mundo se citan en esta ciudad. Permaneced atentas a las próximas convocatorias e informaciones. Se habilitarán espacios para acoger a las que lleguen de otros lugares.

Por otro lado, tampoco confiamos en que las políticas que se gestan en parlamentos y despachos vayan a detener la destrucción o a frenar el camino hacia el colapso, que cada vez se vuelve más inevitable. Pero confiamos en la capacidad de actuar de cada una, de manera individual o en grupos. Por eso queremos hacer un llamamiento a la acción descentralizada para señalar a los responsables de la destrucción medioambiental. Los políticos no van a actuar en contra de los intereses del capitalismo, pero nosotras sí. Contra el cambio climático; acción directa.

Guerra a quien destruye la tierra!


viernes, noviembre 22

Feliz vejez


Qué vieja es siempre la palabra sincera
y qué moderna es siempre la mentira.

Qué viejas siempre las canciones
y qué modernas siempre las guerras.

Qué viejos siempre los abrazos para quienes están lejos de su casa
y qué modernos siempre los prejuicios de quienes poseen la tierra.

Qué viejas siempre las celebraciones del hombre libre
y qué modernas siempre las cárceles y las cadenas.

Qué viejo el tesoro del aprendizaje, de la cercanía, del lecho confortable.
Qué moderno el miedo, la ley, la infamia, la vanidad infinita.

Qué viejos siempre los niños, las madres, los animales, la vida
y qué moderna es siempre la tortura, el hambre, el cementerio de inocentes.

Qué viejo siempre el cese de un conflicto
y qué moderno siempre el comienzo de otro.

Qué viejas siempre las ideas gratuitas al servicio de todos
y qué modernos siempre los balazos en las nucas y los paladares.

Qué vieja siempre la feliz vejez
y qué moderno siempre el dolor, la deuda,
la enfermedad, las pelotas de goma.

Qué viejos siempre los hombres que pelean injusticias
y qué modernos siempre los mercenarios y los traidores.

Qué vieja es siempre la poesía, la hiriente, la rabiosa, la chiquita
y qué moderna siempre la brutalidad de las manos y los pensamientos.

Qué viejo siempre el espíritu de la tierra sin puertas
y qué moderna siempre la estupidez del hombre que la pisa.



Cristian Esteban Martín. En Poesía & Harragas. Voces del Extremo. Moguer, 2019

martes, noviembre 19

El taimado arte de destruir ciudades


Sobre la tendencia totalitaria del fenómeno urbano

La ciudad es un modelo particularmente revolucionario de asentamiento humano aparecida por primera vez durante el IV milenio a.C. en la Mesopotamia. El verdadero Edén fue una ciudad, no un jardín. Allí nacieron la escritura, la contabilidad, las ciencias, las artes y la verdadera democracia; las ideas de libertad y revolución, la sexualidad no convencional, la poesía, la historia y la filosofía; pero también, la burocracia, las jerarquías, las clases, los ejércitos regulares y el dinero.

Pausanias rehusaba llamar ciudad a los agregados construidos sin plaza ni edificios públicos, es decir, sin espacio público, sin un lugar de participación e intervención directa de las ciudadanía, sin un terreno para la política comunitaria (política viene de polis, ciudad en griego). En efecto, en la ciudad, gobierno, justicia, fiesta, mercado, teatro, pensamiento, ceremonial y pedagogía, o sea, todas las actividades consideradas públicas, transcurrían al aire libre o en lugares abiertos. Sus límites estaban perfectamente definidos por un recinto urbano protegido por fosos y murallas.

Existía una clara distinción entre la ciudad, la forma excepcional de un espacio habitado, y la no ciudad, el campo, la forma habitual. Conservando tales criterios, ninguna urbe conocida hoy en día podría considerarse ciudad, puesto que ninguna dispone de espacios públicos. Las rotondas han substituido a las plazas vacías y las zonas verdes a los jardines públicos, testimonios de un pasado sobre el que se hizo, teórica y prácticamente, tabla rasa, mientras que sucesivas autopistas periféricas marcaban la frontera momentánea a rebasar por una ininterrumpida oleada urbanizadora.

La urbe totalitaria surge de la destrucción y de la fagocitación del espacio rural; no se distingue de su entorno sino por la densidad edificatoria, siempre en aumento; no tiene puertas ni límites, sólo cinturones viarios con muchos carriles, verdaderos tentáculos mediante los cuales aquella envuelve a todo el territorio en un abrazo letal. A la variedad y originalidad de las calles y las plazas de la ciudad tradicional, opone la vulgaridad y monotonía de las barriadas yuxtapuestas. A la belleza de sus arquitecturas que manifiestan un amor a la vida y a todo lo humano, la urbe sobrepone la monstruosidad de monumentos que pretenden simbolizar el progreso y la modernidad. Las decisiones que conciernen a sus habitantes son tomadas en espacios bien cerrados, por no decir blindados, a menudo privados, defendidos por esbirros y telecámaras. Nada ocurre gratuitamente, ni siquiera los grandes espectáculos deportivo-culturales que jalonan las etapas urbanizadoras: los accesos son de pago, siempre hay que comprar entrada.


La vida cotidiana transcurre o bien dentro de un vehículo, o bien en una casa dormitorio bunkerizada. Si la muerte en la ciudad había siempre acarreado una manifestación de duelo público, en la urbe totalitaria es un asunto privado sin importancia que no concierne más que al difunto. Vida y muerte son tan semejantes que apenas pueden distinguirse. La insensibilidad general es el resultado: los muertos vivientes no se preocupan ni de los sufrimientos ajenos, ni del aire que respiran.

En el marco de una expansión infinita, el territorio rural pierde su patrimonio histórico, sus leyes propias, sus tradiciones locales y sus señas de identidad, para convertirse en satélite amorfo de la conurbación central. En realidad es un territorio considerado edificable, residencial, zona logísitica o lugar de paso; en suma, una prolongación de la urbe a la que trasladar sus penosas condiciones de supervivencia y su manera especial de entender el progreso: carestía, consumismo, atascos, insalubridad, neurosis, ruidos, contaminación y comida industrial. No será ya el amor a la libertad, la solidaridad o la vindicta de clase lo que podrá caracterizar al habitante, sino las virtudes del ciudadano moderno, a saber, el miedo al prójimo, el odio racial y la manipulabilidad, condiciones políticas fascistas. En realidad el territorio podría definirse como el espacio intersticial entre dos conurbaciones, y como tal, destinado a suprimirse mediante las infraestructuras de circulación rápida y la concentración de la población dispersa.

El territorio racionalmente ocupado, es decir, con densidad de población baja, ideal para la forma de vida rural, es inviable para la economía capitalista. Se han hecho números y la vida en el campo resulta parca en ganancias monetarias; hay que concentrar a sus habitantes alrededor de un centro comercial y de ocio, encerrarlos en sus casas y enchufarles la tele. Podrá ser malo para los habitantes, pero es bueno para la especulación inmobiliaria, la motorización y el negocio turístico; por lo tanto, bueno para la economía, que es quien a la postre decide.

El verdadero urbanismo surge con la revolución industrial. A lo largo de la historia la ciudad había padecido los embates de poderes totalitarios, pero nunca sus elementos habían quedado atrapados en una relación social abstracta, nunca habían sido mediatizados completamente por cosas, fuesen mercancías, trabajo o dinero. Eso empezó a ocurrir con el ascenso de la burguesía al poder. Si el primer urbanismo burgués proclamó la ciudad como lugar privilegiado para la acumulación del capital, solamente cuando esa función fue declarada única podemos hablar de totalitarismo. De un dominio formal del capital se pasó a un dominio real. He llamado a esa fase urbanismo desarrollista, pues en esa etapa histórica que preludia a la urbe fascista, queda fijada la prioridad del crecimiento económico y urbano por encima de cualquier otra consideración. Tal propósito vino sellado por un pacto social entre los capitostes políticos, los empresarios nacionales y los dirigentes sindicales que proporcionó treinta años gloriosos de beneficios y transformó a las clases peligrosas en masas domesticadas.


Las grandes familias burguesas cedieron el mando a mánagers y cuadros ejecutivos. De una sociedad de productores se pasó a una sociedad de consumidores; de una economía industrial, a otra de servicios; de un capitalismo nacional tutelado por el Estado a un capitalismo global dirigido por las altas finanzas. El desarrollismo urbano es un periodo de transición que debuta con la aniquilación de la agricultura campesina y finaliza con la crisis de la industria. A partir de ese momento todos los problemas serán reducidos a su dimensión técnica, especialmente los urbanísticos. En adelante, la política, la economía, el derecho y la moral carecerán de autonomía, y sólo podrán ser abordadas desde la técnica, en nombre del progreso y del futuro entendidos, claro está, como progreso y futuro técnicos.

Cuando la tecnología se sobrepone a cualquier discurso ideológico y ocupa una posición central, todas las cuestiones se resuelven partiendo de ella. La modernización tecnológica será la clave para superar todos los obstáculos y el criterio fundamental de la verdad modernizada. Y por el contrario, oponerse a ella definirá al enemigo social, al reaccionario, al “antisistema”. La libertad existe en una sola dirección, la de la técnica: cualquiera puede ser libre para comprar un coche y tiene derecho a la velocidad; la lentitud y el caminar son actos subversivos. La técnica no es neutral; es instrumento y arma, y en calidad de tales, sirve a quien posee su secreto, a quien enchufa o desenchufa, a quien decide su aplicación. O sea, sirve al poder dominante, al poder de la dominación. Es el matrimonio con el capital lo que la ha puesto al servicio de la opresión, determinando tanto su evolución y desarrollo, como su devenir religioso. La técnica es a la vez condición de existencia y religión de las masas despolitizadas, amaestradas y asustadas. Alcanzado este estadio, la técnica ya es totalitaria. No ya porque abarque la totalidad de la vida, sino porque arrasa con todo. No reconoce límites, puesto que no reconoce la supremacía de lo humano. La misma limitación de los recursos, de la nocividad del ambiente o la degradación de la vida, sirve de estímulo. Hay soluciones técnicas para todo, y no caben otras.

Para el caso que nos ocupa, el urbanismo totalitario, diríamos que es tecnicista, sigue las leyes y los principios de la tecnología, e igual que ella, funciona destruyendo todo lo precedente para reconstruirlo de nuevo a cada innovación. Bajo la dictadura de la tecnología no es que el trabajo se haga precario: la misma existencia se vuelve precaria. Una vez liquidado el proletariado de las fábricas, las fuerzas productivas, ya eminentemente técnicas, son en esencia fuerzas destructivas. El urbanismo, también lo es. El crecimiento económico, que no puede apoyarse más que en medios técnicos, impone gracias a la maquinaria urbanizadora, un estado de guerra permanente contra el territorio y sus habitantes. Por eso los arquitectos y urbanistas habrán de ser juzgados como criminales de guerra. Por eso quienes tratan de contemporizar y aceptan una destrucción negociada acaban traicionando la buena causa del territorio. La lucha antidesarrollista y en defensa del territorio es la única que plantea la cuestión social en su totalidad, puesto que más que nunca es una lucha por la vida. Es la lucha de clases del siglo XXI. No se entiende esa lucha en armonía con un modelo capitalista no cuestionado, es inconcebible fuera del horizonte de la desurbanización y la autogestión territorial. Sólo en los escenarios donde transcurren los combates contra la barbarie urbanizadora podrán soplar los aires de libertad que fueron expulsados de las primitivas ciudades y podrán resurgir las fecundas maneras vitales que caracterizaron la cultura agraria. Hic Rhodus, hic salta!


Miquel Amorós

sábado, noviembre 16

Inundaciones desastrosas


A principios de septiembre se sucedieron una serie de lluvias torrenciales que derivaron en grandes riadas e inundaciones que causaron víctimas mortales y multitud de daños materiales. Lo que tradicionalmente se ha conocido en el Levante como Gota Fría, en los últimos años está generando más problemáticas que antaño. Si bien es cierto que los fenómenos climatológicos extremos son difícilmente predecibles con gran precisión en escalas medias de tiempos, no podemos eludir la cuestión de que los daños causados cada vez son mayores sin que el aumento de estas lluvias torrenciales haya sido tan grande.

Principalmente debemos enmarcar esta cuestión en la guerra que está llevando a cabo el desarrollismo capitalista contra la tierra. El desarrollo industrial y urbanístico ejerce como acelerador del cambio climático y éste aumenta los riesgos y cantidades de fenómenos climatológicos extremos, que a su vez generan más daños. Un camino en círculo que se retroalimenta constantemente sin que se tomen las medidas necesarias. Lo que importa es producir, consumir, construir, vender y los desastres son nuevas oportunidades de negocio.
Regando nuestras riadas

Las razones de los grandes daños causados por estas lluvias tienen más que ver con la acción del ser humano que con cuestiones ambientales fuera de nuestro control. Es importante señalar correctamente las causas de las consecuencias, y señalarlas sobre cuestiones sobre las que tengamos capacidad de acción. Lo contrario es echar culpas sobre cuestiones que nos desbordan y desmovilizan.

Tenemos la mala costumbre de ocupar y urbanizar terrenos por naturaleza inundables. La agricultura intensiva e industrial reduce la cubierta vegetal y no realiza las tareas de conservación de los suelos necesarias. Esto, junto al aumento de infraestructuras que impermeabilizan los suelos, desordenan los cauces naturales de los ríos por tierra y subterráneos.

Algunas de las soluciones propuestas para los desbordamientos e inundaciones son peor remedio que la enfermedad. Se ha apostado por la construcción de defensas artificiales como diques, presas o dragados que no han impedido las consecuencias de los torrenciales y que, además, aumentan la peligrosidad en el momento en el que se fracturan. Se está quitando espacio a los ríos para dárselo a infraestructuras que tratan de controlarlo de forma claramente insatisfactoria.
La virtud del dejar hacer

Décadas de nula planificación urbanística e industrial nos han traído hasta aquí. Las zonas potencialmente inundables no deben ser objeto de construcciones o asentamientos y así permitir que los ríos sigan sus trayectorias naturales sin barreras artificiales. Junto a ello, urge recuperar masa vegetal que sirva de filtro y drenaje. Estas cuestiones son válidas tanto para entornos rurales como urbanos. Estas cuestiones son una suma de dejar hacer a la naturaleza y una planificación respetuosa con el medio natural. La naturaleza tiene un gran potencial de regeneración en el momento en el que la mano del ser humano se echa a un lado. Ahí tenemos ejemplos como la renaturalización del río Manzanares, que con el simple gesto de dejar correr el agua abriendo las compuertas que lo retenían, la flora y fauna se ha desarrollado sin grandes intervencionismos.
Cuando la naturaleza puede a la técnica

Hemos llegado a una situación en la que somos incapaces de controlar aquello que hemos creado. El desarrollo industrial, técnico y tecnológico ha ido más allá, demostrando por una parte autonomía respecto del ser humano y por otra, una consecuencia lógica de la acción humana. La predominancia de las soluciones técnicas y tecnológicas a los problemas de la humanidad ha llegado a un punto que agrava el problema. Es una forma de pensamiento dominante ligada a la necesidad de extraer beneficio a todo. Obviamente, es más rentable construir presas que no hacerlo, o desarrollar fertilizantes que regenerar en base a la no sobreexplotación. Quizás, las soluciones sean más sencillas que grandes obras de ingeniería y debamos dejar a un lado la tecnificación frente a la imaginación y acción colectiva.


miércoles, noviembre 13

De la desobediencia civil a la insurrección popular: una reflexión en torno a la revuelta y el terrorismo de estado en la región chilena


El neoliberalismo agoniza en la región chilena y quiere llevarnos con él. La rabia acumulada por décadas encontró su chispa en el alza del metro de Santiago extendiéndose por los diferentes territorios controlados por el estado chileno. No es raro, por tanto, que los actos de sabotaje, saqueos e incendios apuntasen a la infraestructura de las instituciones que representan a los sectores de la elite chilena que explotan día a día a millones (1).

 Militares desplegados en el centro de Santiago

Si el estado policial avanzaba implacable con nuevas legislaciones represivas –la última década vio recrudecer la ley antiterrorista (2011) y la ley de control de armas (2015), junto a la instalación del control preventivo de identidad (2016) y la ley Aula Segura (2018), entre otras-, las protestas, principalmente de lxs estudiantes, frente a la intensidad de la criminalización en contra de quienes denunciaban la violencia sistemática del estado y del mercado, nunca cesaron; las evasiones masivas que comenzaron con el aumento del pasaje del metro (2) -la cuarta en dos años- terminaron por desenmascarar el fascismo y la soberbia de la clase política conservadora, que en un primer momento se burló de la rabia social y amenazó con aplicar la ley de seguridad interior del estado, para luego desencadenar una ola represiva extrema -como no se había visto desde tiempos dictatoriales (3)-, invocando el estado de emergencia en prácticamente la totalidad del territorio que pretenden controlar. El paraíso del consumo neoliberal, vio nuevamente a los militares empuñar las armas en contra de las personas que dicen defender, castigando la desobediencia con varias muertes, centenares de heridxs y miles detenidxs; socavando la dignidad de los luchadores sociales a través de las más aberrantes torturas, utilizando el secuestro y la violencia política sexual en numerosos casos conocidos (4) -aplicando en el nuevo contexto algunos de los métodos de contrainsurgencia- para instaurar el miedo y buscar frenar el movimiento social insurrecto, todo ello para resguardar la propiedad privada, privilegiando la defensa de las multinacionales (supermercados, farmacias, mall, etc.) e instituciones estatales frente a las vidas de las personas (5), recordándonos su función como defensores de los privilegios de los poderosos.

Estación Metro Baquedano ha sido señalada como un centro de tortura en Santiago

A pesar de esta creciente ola de violencia perpetrada por militares y policías, los barrios y comunidades han respondido con valor y dignidad enfrentándose incansablemente contra las fuerzas represivas, tomándose las calles una y otra vez con barricadas y ataques a las instituciones y símbolos de poder, de quienes llevan décadas robando a todxs quienes habitamos la región chilena, la sociedad no creyó el discurso oficial que con ahínco el gobierno de turno intentó posicionar por medio de una guerra psicológica criminalizadora de las legítimas demandas de un pueblo exhausto, que finalmente comienza a ver de manera clara cómo funcionan los engranajes de un sistema social y económico desigual al borde del colapso. Es necesario no olvidar que la actual revuelta viene a aglutinar una variedad de demandas de parte de las comunidades y barrios más desfavorecidos en la región; en donde el puntapié inicial puede identificarse en el mochilazo (2001), que continuó con varias protestas en las últimas dos décadas: revolución pingüina (2006), huelga de hambre de los presos políticos mapuche (2010), movilizaciones estudiantiles contra el lucro (2011), revuelta social de Aysén (2012), protestas de pescadores artesanales contra la ley de pescas (2012), revuelta social de Chiloé (2016), protestas contra las AFP (2016), la revolución feminista (2018) y la revuelta por la crisis medioambiental de Puchuncaví-Quintero (2018), por nombrar algunas de las más relevantes.

Creemos necesario enfrentar la instalación, sin caretas, del estado policial y tomar la posta de lxs caídxs sin bajar los brazos, enfrentando los ataques del estado desde todas las trincheras posibles. Es la hora de reencontrarnos en nuestros territorios y comunidades, reconstruir confianzas al fuego de las barricadas y cacerolas por la eliminación de un sistema ecocida y autodestructivo, a forjar auto-determinación y recuperar nuestra libertad. Que la crisis terminal del neoliberalismo –en su versión chilena- no nos lleve con él. Evitemos que se instale el fascismo en nuestros espacios, hoy más que nunca es hora de golpear al capital. La revuelta se levanta en diferentes territorios: Ecuador, Honduras, Hong Kong, Francia son ejemplos visibles de organización y resistencia al dolor universal que el exterminio capitalista de millones de formas de vida ha ocasionado durante siglos. Las opciones son simples: revolución o extinción.


Grupo Solenopsis

Octubre 2019

Santiago, Región chilena
 
Fuente: https://lapeste.org/2019/10/de-la-desobediencia-civil-a-la-insurreccion-popular-una-reflexion-en-torno-a-la-revuelta-y-el-terrorismo-de-estado-en-la-region-chilena/

PD: Recomendamos la crónica del colectivo CrimethInc sobre la represión en los primeros día de la revuelta: https://lapeste.org/2019/10/resistiendo-bajo-la-ley-marcial-un-reporte-una-entrevista-y-una-llamada-a-la-accion/

Notas

(1) Mientras la tonica ha sido aumentar las penas en contra de lxs luchadores sociales, criminalizar el comercio ambulante y reprimir los delitos en contra de la propiedad, por otra parte para lxs grandes empresarios ha existido grandes perdonazos y penas menores: colusión de los pollos (https://ciperchile.cl/2016/01/06/nueva-colusion-por-el-precio-del-pollo-acusan-a-las-tres-principales-cadenas-de-supermercados/); colusión farmacias (https://ciperchile.cl/2009/04/09/el-dossier-del-caso-farmacias-asi-se-subieron-los-precios-segun-fasa/); colusión del papel (https://ciperchile.cl/2018/10/11/colusion-del-papel-el-secreto-que-cubre-los-2-795-millones-que-recibieron-conadecus-y-odecu/); financiamiento irregular de lxs políticos (https://ciperchile.cl/especiales/financiamiento-irregular-politica/), entre otras.

El nivel de cinismo de lxs poderosxs ha sido tan grande que en el caso Penta los empresarios Délano y Lavín pese a un millonario fraude al fisco solo recibieron multas y la obligación de realizar clases de ética sin perder su libertad.

(2) El pasaje del metro aumentó $50 en lo que va del 2019, siendo la cuarta alza en dos años, posicionándose como el tercer año en que más sube su tarifa. Cabe destacar que el punto sin retorno en las alzas desmedidas del metro ocurre en 2010, poco después de la creación del panel de expertos -que dictaminan el valor del transporte público- quienes estipularon cinco alzas, lo que se traduce en $120. https://www.eldinamo.cl/nacional/2019/10/19/el-ano-en-que-mas-subio-la-tarifa-del-metro/

(3) La última vez que se invocó el estado de emergencia para aplacar manifestaciones sociales fue en 1987 en la dictadura de Pinochet.

(4) https://www.24horas.cl/nacional/indh-suma-120-denuncias-por-violaciones-a-los-derechos-humanos-durante-el-estado-de-emergencia-3690240

(5) El ex-presidente de Evópoli (partido oficialista), Francisco Undurraga, señaló a los medios de comunicación que los atentados a los derechos humanos realizados por agentes del Estado eran de igual gravedad que los ataques sufridos por el Metro de Santiago. https://www.cooperativa.cl/noticias/pais/manifestaciones/ex-presidente-de-evopoli-atentados-al-metro-son-igual-de-graves-que/2019-10-28/145251.html

domingo, noviembre 10

¿Viene el fascismo o ya estaba aquí?


Hay quien habla de viejos y nuevos fascismos. Pura retórica. El fascismo siempre ha estado allí. Mucho antes de que a principios de la década de los veinte del siglo pasado Mussollini definiera el fascismo canónico, ya habían surgido en muchos otros momentos y lugares sus elementos más definitorios.

* Ultranacionalismo: con su correlato de racismo y xenofobia (mi raza es única y la mejor, los que vienen de fuera la pervierten y nos quitan lo que es nuestro). La patria como ente metafísico, supremo objeto de veneración y desprovisto de todo componente de racionalidad.

* Misoginia, homofobia: los valores imperantes son los propios de la virilidad. Las mujeres son relegadas siempre a roles secundarios, generalmente enfocados en la reproducción de la raza y el mantenimiento de los valores de la reproducción. La homosexualidad es perseguida, aún cuando muchos fascistas sean homosexuales vergonzantes.

* Régimen de partido único (fascio: gavilla). Falange: flechas unidas por el yugo). La libertad de pensamiento y de ideología se considera perversa y decadente.

* El corporativismo como base de las relaciones laborales y embrión de lo que serían los sindicatos verticales: patrones y obreros juntos en la misma organización, porque se supone que todos viajamos en el mismo barco…

* Sacralización del papel del Estado como máximo referente social y político, aunque en economía sean profundamente liberales y nunca atenten contra los privilegios de las empresas y las finanzas.

* La violencia y en último extremo la guerra, como forma suprema y predilecta de solucionar conflictos.

* La religión como coartada y las instituciones eclesiales como colaboradoras y cómplices (apoyo entusiasta de la iglesia católica al franquismo y ayuda a los fugitivos nazis y fascistas tras la 2ª Guerra Mundial).

* Culto al líder: proponen un sistema altamente jerarquizado donde el líder es incuestionable y se le debe obediencia ciega.

De forma resumida, estas son las características que han resumido al “pensamiento” fascista, tanto en su versión canónica como, avant la lettre, desde la noche de los tiempos. En una forma u otra, con diferentes matices y distintas contextualizaciones en función de las circunstancias, siempre ha estado presente como factor de perpetuación de los intereses de las clases dominantes. Obviamente, en cada momento histórico presenta sus características propias, pero en su estructura profunda, siempre ha permanecido inalterable, siempre se ha hecho presente en nuestras sociedades cada vez que las clases que detentan el poder político y financiero se han sentido amenazadas.

Cambian sus métodos, cambian sus palabras –ahora a la demagogia de toda la vida la llaman populismo-, aprovechan cualquier circunstancia aciaga, como el terrible drama de los refugiados sin refugio, para inocular su veneno en forma de miedo al otro. Y lo peor de todo ello es que algunas de las personas más receptivas a sus discursos de odio suelen ser aquellas personas más en precario y que más solidarias deberían sentirse con las que están peor.

En ciertos casos (como el de España), parece que la gran novedad de las últimas contiendas electorales es la aparición con cierto ímpetu en los comicios de un partido considerado de extrema derecha, cuando los que pactan con él, lo son casi en la misma medida. Pura retórica. Y lo más grave: algunos partidos autocalificados de izquierdas, cuando alcanzan el Gobierno, actúan de manera ladina pero firme en defensa de los intereses de quienes detentan el poder real y en contra de la mayoría de sus ingenuos votantes.

Así que, menos dar el miedo con la excusa de que viene el lobo del fascismo, porque siempre había estado entre nosotros, y más luchar contra él en todas sus formas. También con las más sutiles que todos llevamos dentro, así como las de aquellos que se nos aparecen con la piel de oveja de un falso “progresismo” izquierdista.


Publicado originalmente en la revista Al Margen # 110, Valencia, verano 2019

jueves, noviembre 7

La dictadura de las urnas


Las urnas, sacadas cada vez que hay elecciones, son un símbolo de los regímenes dictatoriales que impiden a la sociedad tomar sus propias decisiones. Desde tiempos inmemoriales los procesos electorales han sido un instrumento mediante el que las estructuras de poder que gobiernan a la sociedad han creado los correspondientes consensos que han facilitado la cooperación entre gobernantes y gobernados, y gracias a las que se han dotado de su necesitada legitimidad.

Tanto en la época de la república romana, en la que existían los comicios de la plebe en los que era elegido el tribuno, como en la época absolutista con las cortes, Estados Generales, la Dieta, etc., como en los regímenes totalitarios del más variado tipo, tal y como sucedía con los del socialismo real o incluso los fascismos, en los sistemas teocráticos como el actual Irán, e igualmente en las dictaduras militares más diversas, como la de Franco, en la que existían elecciones a los tercios municipal, sindical y de las familias, las urnas han estado presentes de un modo u otro, pero siempre para mantener la dominación de una minoría mandante sobre el resto de la población.

Los referéndums, por ejemplo, son otro ejemplo paradigmático de cómo las urnas son utilizadas para confirmar la voluntad de las élites que se encargan de formular la pregunta y de establecer las respuestas posibles. En este sentido las elecciones son, también, otra forma de reprimir la expresión de la voluntad del individuo, y por extensión del conjunto de la sociedad. El acto de votar consiste en depositar una papeleta en una urna con la que el elector manifiesta su apoyo a un determinado partido político, pero en ningún caso sirve para que este exprese lo que realmente quiere o espera de dicha organización y sus máximos dirigentes.

Por tanto, los procesos electorales, contrariamente a lo que afirman los discursos hegemónicos, funcionan de arriba abajo, y no de abajo arriba, en la medida en que la expresión política del individuo es reprimida al circunscribirla a través de las leyes y de las instituciones a una serie de opciones preestablecidas, hasta el extremo de reducirle a la condición de un número estadístico en los resultados electorales. Esto demuestra que las urnas son un mecanismo cuya finalidad es imponerle al individuo la voluntad de una minoría dirigente, y no de expresar la opinión y punto de vista de la sociedad, además de tener una consecuencia deliberadamente deshumanizadora al reducir a la persona a la condición de un número. De hecho, a día de hoy comprobamos cómo los procesos electorales son un instrumento a través del que las élites mandantes resuelven sus querellas internas al trasladar sus problemas a la población, y de esta manera involucrarla en estas luchas para que tome partido por alguno de los contendientes. Esto lo vemos claramente en la política nacional española, donde la falta de entendimiento entre los dirigentes políticos ha hecho necesario, una vez más, trasladar a la sociedad sus particulares disputas, lo que conlleva su politización y, consecuentemente, ser arrastrada a conflictos ajenos a sus intereses y en muchas ocasiones contrarios a los mismos.

Todo esto sirve, también, para constatar que la contradicción central que rige en la sociedad es la que existe entre gobernantes y gobernados, mientras que la que se da entre derecha e izquierda es la que domina las luchas partidistas en el seno de la élite mandante. Sin embargo, esta contradicción de derecha-izquierda que gobierna el espectro político de las élites es trasladada al conjunto de la sociedad y, así, pasa a dominar la arena del debate público, y con ello a impregnar los conflictos sociales con la lógica del poder. De esta manera la conflictividad entre gobernantes y gobernados es reconducida, ordenada y gobernada gracias a su canalización por medio de las elecciones, lo que supone una reorganización del debate político en torno al eje de izquierda y derecha, y que consecuentemente gira en torno a las polémicas internas de la élite mandante. Gracias a esto es como logra canalizarse esa conflictividad entre gobernantes y gobernados hacia las instituciones para crear consensos y facilitar la cooperación entre clases.


Así pues, las urnas son el símbolo de la represión de la expresión política de la sociedad, y con ello el símbolo de la imposición que establecen las élites para forzar la aceptación de su voluntad y del orden establecido con sus leyes y mecanismos de dominación. Son el símbolo de la esclavitud al reducir a la población a una masa amorfa de números en estadísticas, de átomos desprovistos de entidad propia que son convenientemente manipulados, tanto por el aparato mediático como por la propia dinámica electoral que establecen las leyes. Las urnas son, en definitiva, el instrumento mediante el que hacer aceptable y legítimo un orden político en el que una minoría ejerce el poder y el resto es obligado a acatar esas decisiones junto a las estructuras que las ejecutan. De esta manera las elecciones son utilizadas para que la población obedezca lo que dicta el poder, y si los resultados no son los convenientes las elecciones son repetidas hasta que salga el resultado deseado, tal y como hoy vemos en la política española. Así es como son construidos los consensos y la legitimidad sobre la que se articula la cooperación entre gobernantes y gobernados, y que dota al sistema de dominación de la base social sobre la que se apoya para perpetuarse y expandir su poder de forma ilimitada.

Las urnas son, además de una herramienta de represión de la expresión de la voluntad popular, un instrumento idóneo para impedir la participación del pueblo llano en la política al ser relegado a la condición de mero espectador de la contienda política una vez finalizado el proceso electoral, no pudiendo intervenir en las decisiones fundamentales que afectan a sus intereses y porvenir. La política es convertida así en un asunto de especialistas profesionales, los políticos, que se ocupan de suplantar a la población con falsas promesas. En lo que a esto respecta las urnas sirven para materializar en términos políticos el delegacionismo sobre el que se fundamenta el sistema parlamentarista que, bajo una fachada de aparente libertad, construye su discurso legitimador a partir de la convocatoria periódica de procesos electorales que son presentados como la expresión de la voluntad popular.

Sin embargo, no debemos pasar por alto un hecho fundamental que no suele ser tenido en cuenta, y este no es otro que constatar que los políticos son funcionarios. Si bien es cierto que son un tipo particular de funcionarios en la medida en que son cargos electos, pero al margen de esto son funcionarios que se deben a la estructura de poder de la que forman parte, esto es, al Estado. Por este motivo los políticos lejos de representar a la población representan al Estado, al cual sirven y del que forman parte, al mismo tiempo que este les mantiene al ser empleados suyos. De esta forma los políticos están sujetos a sus leyes e instituciones, y consecuentemente también a la dinámica de dominación que le es inherente. Debido a esto los políticos no intervienen en el funcionamiento interno del Estado, sino que forman parte del mismo en su condición de funcionarios, siendo su principal cometido la función legitimadora de ese aparato de poder que constituye el Estado. De todo esto se deduce que las decisiones importantes son tomadas por otros estamentos del poder establecido, y no por los políticos. Nos referimos a los altos mandos militares, los jefes policiales, los responsables de los servicios de espionaje, los altos funcionarios de los ministerios, los magistrados de los principales tribunales, etc.

Dicho todo esto, ante las elecciones únicamente cabe adoptar una postura de rechazo, de boicot y sabotaje contra un proceso que tiene como finalidad mantener el yugo del Estado y su élite dirigente. Las urnas sólo son un instrumento con el que los gobernantes imponen su voluntad y coaccionan al público, y por ello mismo su destino no puede ser otro que su destrucción junto al sistema de dominación que sostienen. Son el símbolo de la servidumbre al despojar a las personas de su dignidad, y por ello son un símbolo de opresión al ser su finalidad imponer la obediencia de la sociedad a una minoría mandante. Por todo esto la autoorganización por medio de asambleas, la acción directa y el apoyo mutuo son los instrumentos de los que dispone el pueblo llano para desprenderse del yugo que lo atenaza. La abstención activa es más necesaria que nunca, y eso significa una actitud beligerante con las instituciones y con los procesos electorales, y por ello la propagación de las ideas revolucionarias dirigidas a subvertir el orden establecido para construir un mundo nuevo, sin Estado ni capitalismo.


Esteban Vidal

lunes, noviembre 4

Catalunya octubre 2019: cuando nos ciegan las llamas de las barricadas y nos ensordecen los disparos de la policía


¿Cómo no va a alegrarse un corazón anarquista cuando una parte del pueblo no solo desafía, sino que se abalanza contra las fuerzas represivas asumiendo todos los riesgos que eso conlleva?

¿Cómo no va a vibrar la fibra anarquista cuando se grita contra los encarcelamientos, se exige la libertad de los presos y se reclama el fin de la monarquía?

¿Cómo no vamos a involucrarnos en una revuelta tumultuaria y, si nuestro cuerpo nos lo permite, no vamos a procurar estar en las primeras líneas de la contienda?

Es claro que las barricadas, las llamas, la lucha cuerpo a cuerpo contra la policía encienden nuestro imaginario libertario y hacen hervir nuestra sangre. Además, bien sabemos que es a partir de episodios de lucha de este tipo como consiguen nacer algunas veces impredecibles acontecimientos subversivos que sobrepasan con creces los motivos y las circunstancias iniciales de las revueltas.

Así qué huelga decir que entiendo perfectamente que un sector del anarquismo haya respondido con energía al llamamiento lanzado desde el gobierno catalán y las organizaciones nacional/independentistas para protestar contra la sentencia condenatoria de algunos miembros del anterior gobierno y de dos lideres de organizaciones nacional/independentistas. Es más, entiendo que esos sectores afirmen que no han respondido a dichos llamamientos sino que de todas formas se hubieran lanzado a la calle de motu propio.

Entiendo todo esto pero me cuesta acallar algunas de las dudas que me asaltan.

¿Acaso ese mismo corazón anarquista al que antes aludía no debería manifestar cierta perplejidad al verse involucrado en una revuelta alentada por las máximas instancias del poder político?

¿Acaso aquella fibra anarquista no debería sentirse un tanto incómoda debido a las inconfundibles resonancias nacionalistas de la lucha en la que participa?

Quizás esa perplejidad y esa incomodidad deberían propiciar un pequeño alto en el ímpetu combativo para buscar respuestas a algunos interrogantes, porqué:

¿Estaremos de acuerdo (¿o no?) en qué las instituciones catalanas y las organizaciones nacional/independentistas han venido incitando desde hace tiempo y de forma machacona a desencadenar una masiva respuesta popular tan pronto como se conociera la sentencia?

¿Estaremos de acuerdo, (¿o no?) en que esa respuesta popular, además de suscitar la natural simpatía de quienes luchan contra el sistema, forma parte íntegramente del largo “proceso” articulado para avanzar hacia la independencia nacional de Catalunya?

¿Estaremos de acuerdo (¿o no?) en qué sin la incansable actuación de las instituciones y de sus medios de comunicación, así como de la permanente movilización de las organizaciones nacional/independentistas, la respuesta difícilmente habría alcanzado la dimensión que ha tenido?

¿Estaremos de acuerdo (¿o no?) en qué sí las manifestaciones y las concentraciones son tan masivas es porqué acuden a ellas cientos de miles de personas que son en su inmensa mayoría profundamente nacionalistas?

Por supuesto, no se trata de esperar a que una revuelta presente inconfundibles tintes anarquistas para involucrarse en ella, eso significaría en la práctica la renuncia a toda acción. Sin embargo, la ausencia de discernimiento en cuanto a decidir en qué revueltas participar, y junto a quienes luchar, también anula la eventual eficacia emancipadora de nuestras acciones . Lo cual las equipara con la ausencia de acción, o peor aun, las lastra como acciones contraproducentes. Involucrarnos en luchas populares que distan mucho de ser anarquistas como las de Chile o las de Ecuador tiene unas justificaciones de las que carecen las luchas respaldadas por el poder y con resonancias nacionalistas.

¿Reclamar la libertad de los presos y de las presas? Faltaría más, ¡por supuesto! Pero sin responder al silbato de quienes nos convocan a manifestar esa exigencia solo cuando se trata de presos y de presas nacional/independentistas. Mis dudas para acudir a ese tipo de convocatoria se desvanecerán tan pronto como vea que esos llamamientos también se lanzan para reclamar la libertad de otro tipo de presos y de presas. De lo contrario me resultará muy difícil no pensar que mi repulsa hacia la prisión está siendo instrumentalizada al servicio de unos valores y de unos objetivos que distan mucho de ser los que defiendo en tanto que libertario.

Por bellas que sean las llamas de las barricadas y por indignantes que sean los disparos de la policía no deberíamos dejar que esas llamas nos impidan ver los caminos engañosos que alumbran, ni dejar que esos disparos nos impidan oír las enseñanzas proporcionadas por la larga historia de nuestras luchas emancipadoras.


Tomás Ibáñez 
Barcelona octubre 2019

viernes, noviembre 1

[Chile] ¿Nunca más? Acerca de revueltas y normalizaciones


Soplan vientos de cambio que traen consigo aires de revuelta, de prácticas exageradas de libertad, pero también aires de normalización, de recomposición desmesurada de obediencia. El capitalismo, o al menos una región donde el mismo domina, se encuentra en un proceso agudizado de crisis. Preferimos no decir que “el capitalismo está pasando por una crisis” porque eso sería afirmar que hay momentos en los que el capitalismo no está crisis, lo cual sería erróneo. La “crisis”, en un sistema social estructurado alrededor de la propiedad privada de los recursos y herramientas, es un constante perpetuo debido a que la contradicción fundante entre los propietarios ricos y los desposeídos pobres es la base fundamental de este sistema de mierda. Sin embargo, como sabemos, esta contradicción fundante tiene sus tensiones. Momentos de cierta estabilidad, y momentos de agudización. Actualmente, en la región sudamericana particularmente, estamos viviendo agudizaciones de la lucha de clases. Otra vez, el Capital y el Estado plantean que el pueblo pague las deudas que el mismo sistema produce. Otra vez, los partidos se alinean para ayudar a “mantener el orden democrático” y proponen al pueblo quedarse en casa, volviendo a comprobar sus roles de recuperadores de las luchas del pueblo hacia el Estado. Por suerte, diferentes pueblos y comunidades no están escuchando y deciden tomar las calles. En el proceso, contagian rabia, dolor y dignidad.

La estrategia integral de la burguesía

Ha llegado el momento, luego del dominio regional del populismo progresista que supo repartir consumo y “derechos” (con sus debidas obligaciones) por un período de 15 años, de que el proletariado latinoamericano pague las cuentas. Esta historia ya la conocemos, no debería ser ninguna novedad. El acercamiento crítico a la historia política de los Estados-nación de estos territorios nos deja ver que esto viene pasando hace mucho tiempo, y ahora está sucediendo nuevamente. Se notó claramente en Ecuador las semanas pasadas, también en Haití y ahora lo mismo está sucediendo en el territorio vecino denominado $hile, en donde nuestres hermanes se encuentran dando una fuerte batalla contra la burguesía chilena, esa burguesía asesina que ha vuelto a sacar a los milicos a patrullar las calles, a realizar detenciones masivas indiscriminadas, a disparar, secuestrar, torturar y asesinar al pueblo rebelde. Por un lado, esto demuestra el poder del Estado chileno, pero por el otro, también da cuenta de que se vio empujado a imponer explícitamente en las calles el monopolio legitimado (por el Capital) de la violencia por la enorme respuesta de la insurrección proletaria. El enemigo ha vuelto a recurrir al fascismo para defender sus privilegios. El presidente Sebastián Piñera el pasado 8 de octubre dijo que “nuestro país es un verdadero oasis en una democracia estable”. Doce días después sentencia que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable”. La lógica fascista nunca se fue, solo estaba agazapada. La dictadura nunca se fue porque la misma es la melliza maldita de la democracia capitalista. 29 años después de que Pinochet dejase el poder y de que se diera paso a la llamada “Transición a la democracia”, $hile vuelve a estar asolada por la sombra del fascismo.

“Ningún gobierno lucha en contra del fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se les escapa de sus manos, alzan el fascismo para defender sus privilegios”, palabras que a pesar de haber sido pronunciadas en 1936, no han perdido vigencia alguna. Y es por eso que la “novedad” de que el Estado chileno haya sacado a los militares para defender los intereses de los ricos no es para nada nuevo, así como tampoco es un fenómeno propio del Estado de $hile. Sacar a los militares a la calle es el accionar lógico, necesario y acordado por la clase dominante para frenar el avance del proletariado en revuelta y lograr mantener el orden establecido hasta poder “re-ordenar” al pueblo y reinstalar la normalidad democrática. Esta última, se caracteriza por ejercer una represión indirecta a través de las distintas instituciones burguesas que por su forma de funcionar y su contenido, generan un adoctrinamiento social basado en la lógica estatal-patriarcal-capitalista que vuelve al ser humano no solo un individuo desposeído de las herramientas para satisfacer sus necesidades reales: alimentarse, educarse, cuidarse, organizarse, sino también un individuo cansado, asustado y neurótico. Cuando esta represión indirecta no es suficiente para que la clase explotada se limite a ir “de la casa al trabajo y del trabajo a casa” (como le gusta decir a los fascistas de acá), llega la hora de utilizar la artillería pesada: los militares. Y eso debería de ser lógico, ¿o no? ¿Acaso el lema patrio de $hile no es “Por la razón o por la fuerza”? ¿Acaso el lema de los pacos asesinos no es “Orden y Patria”?

Así, la dictadura y la democracia se nos revelan, no ya como dos sistemas de gobierno antagonistas que se oponen -como nos quiere hacer creer todo el arco político parlamentario de izquierda a derecha- sino como dos momentos o tácticas distintas de la estrategia integral de la burguesía. Estos momentos o tácticas se retroalimentan, y son llevadas adelante por las distintas burguesías nacionales (con el obvio apoyo de los Estados imperiales y el gran Capital) dependiendo, principalmente, del nivel de combatividad de la clase explotada. No por algo el Plan Cóndor se dio en la década de los `70, década en las que grandes luchas proletarias se estaban llevando adelante en el mundo, y de la cual el Gran Capital incidió de forma determinante como con la formación de los represores en la Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad (que aún hoy en día sigue funcionando), más conocida como Escuela de las Américas, en donde se formaron represores como Viola y Galtieri; no por algo la AAA (1973), la Liga Patriótica Argentina (1919), la ley de residencia y la ley de defensa social se erigieron como herramientas nacionalistas-fascistas avaladas por la democracia, encargadas de aniquilar al proletariado combativo organizado.

Las dictaduras de ayer, las democracias de hoy

Ahora bien, como sabemos, nada en la vida es blanco o negro, sino que hay matices. Es decir no nos da lo mismo vivir en una democracia o en una dictadura. Dictadura y democracia no son lo mismo. Obviamente el nivel de impunidad que tienen las fuerzas represoras del Estado durante la dictadura es terrible y muy difícil de sostener a largo plazo, ya que en términos de armamento la lucha es muy desigual. Nadie desea vivir bajo un contexto de guerra directa, pero tampoco vamos a ser tan ilusos de reproducir la lógica binarista de oponer la democracia a la dictadura. Eso es un suicidio político, y decimos suicidio porque esa lógica binarista es simplista y lo único que fomenta es un conformismo resignado a la democracia que solo beneficia a los partidos políticos y el Estado/Capital. La única solución a nuestras demandas de clase (salud, vivienda, alimento, tierra y educación para todes) puede provenir de una revolución social, de un comunismo anárquico que se acomode a cada territorio y pueblo en particular, buscando eliminar la lógica patriarcal que reproduce la jerarquía, el machismo, la competencia, el beneficio y el privilegio. Esa revolución social no es un momento determinado y cuantificable, no es un mañana mejor y no puede ser otorgado desde arriba por ningún partido, persona o dios/mesías. Esa revolución es una decisión y un movimiento disruptivo diario perseverante en la construcción de autonomía que busca negar no solo a las instituciones represivas que sostienen la hegemonía burguesa, sino también negar nuestra condición proletaria, nuestra reducción a meros trabajadores/engranajes de la maquinaria estatal. La lucha no es solo por conquistas económicas, sino que también y fundamentalmente, la lucha es por la autonomía de la clase explotada, por la creación, consolidación y defensa de órganos comunitarios de decisión del pueblo que buscan desarrollar una vida organizada en torno la satisfacción de las necesidades del pueblo y no del mercado. Como decía Bakunin: “Libertad política sin igualdad económica es una pretensión, un fraude, una mentira; y los trabajadores no quieren mentiras”, o también su otra aplastante frase: “Libertad sin socialismo es privilegio e injusticia; Socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad”.

La lucha es por la autonomía

¿Cómo pretender que los milicos no vuelvan a estar en las calles si las razones que llevaron a la burguesía a orquestar el Plan Cóndor siguen estando? ¿O acaso pensamos que el mundo es muy distinto al de aquella época? Los que ordenaron, pensaron y llevaron adelante las distintas dictaduras militares que asolaron Latinoamérica, son los mismos que siguen gobernando y dominando hoy en día. La contradicción principal de la sociedad no ha sido resuelta. El mundo sigue estando dominado por una minoría escondida detrás de la palabra “mercado” que logra determinar la materialidad global a su favor. Las burguesías nacionales de cada Estado son las encargadas de ocuparse de cumplir las órdenes (consciente o inconscientemente) de los amos del mundo.

Nuestra clase no debe aliarse con fracciones “progresistas” de la burguesía que buscan una “liberación nacional” porque cualquier reivindicación apoyada en la patria y la nación implican la negación de nuestros intereses como clase explotada, es seguir reafirmando la mentira de las fronteras que buscan dividirnos, es caer en la falacia de que “el Estado somos todos”. Toda patria fue fundada sobre la sangre de los pueblos originarios y trabajadores que se opusieron a ese proyecto de dominación burgués. Lo que sucede en $hile no es un tema del que solo les chilenes tienen que ocuparse, sino que es un ataque y una declaración de guerra a nuestra clase.

No están asesinando chilenes, están asesinando hermanes. La maquinaria estatal lustra y se calza la bota fascista que nunca dejó de lado.

Que la solidaridad no sean solo palabras escritas, sino que sean acciones y organización.

Larga vida a la Revuelta de todos los pueblos que luchan por la dignidad.