Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

lunes, octubre 31

Sobre el Ecofascismo


El próximo 5 de septiembre sale a la venta el ensayo Ecofascismo: Una introducción, de Carlos Taibo (Catarata, 2022). En él, Taibo (politólogo y autor de Rusia frente a Ucrania, Ante el Colapso, Anarquistas de Ultramar, Walter Benjamin: La vida que se cierra, Colapso, etc.) explica que el ecofascismo es una apuesta en virtud de la cual algunos de los estamentos dirigentes del globo –conscientes de los efectos del cambio climático, del agotamiento de las materias primas energéticas y del asentamiento de un sinfín de crisis paralelas– habrían puesto manos a la tarea de preservar para una minoría selecta recursos visiblemente escasos. Y a la de marginar, en la versión más suave, y exterminar, en la más dura, a lo que se entiende que serían poblaciones sobrantes en un planeta que habría roto visiblemente sus límites. En esa perspectiva, el ecofascismo no sería un proyecto negacionista vinculado con marginales circuitos de la extrema derecha, sino que surgiría, antes bien, en el seno de los principales poderes políticos y económicos. Aunque tendría como núcleo principal a las elites occidentales, a ellas podrían sumarse otras radicadas en espacios geográficos diversos. El ecofascismo hundiría sus raíces, por lo demás, en muchas de las manifestaciones del colonialismo y el imperialismo de siempre, que en adelante tanto podrían apostar por el exterminio, ya sugerido, de quienes se estima que sobran como servirse de poblaciones enteras en un régimen de explotación que recordaría a la esclavitud de hace bien poco. En más de un sentido el ecofascismo sería, en fin, una forma de colapso. 


A modo de adelanto editorial, publicamos a continuación un pasaje del libro que nos ha cedido generosamente el autor.

El camino que nos conduce desde la normalidad hasta colapsos y ecofascismos no empezó ayer. Algunos de los hitos que lo han jalonado han sido los atentados del 11 de septiembre de 2001, con la parafernalia antiterrorista acompañante; la crisis de 2007-2008, con la eclosión del capitalismo financiero y bancocrático, y la pandemia registrada a partir de 2020, con la entronización de otro capitalismo, como es el del comercio digital y el de las grandes farmacéuticas. Por añadidura, en los últimos tiempos se han ido acumulando noticias que parecen emplazarnos en una suerte de antesala del colapso. Recordaré que en estas horas se hacen valer cortocircuitos en muchos de los flujos industriales, comerciales y financieros, se revelan problemas de suministro de materias primas energéticas y han subido espectacularmente los costos de movimiento de las mercancías. El ciclo se cierra con las secuelas, impredecibles, de la guerra ucraniana. Por detrás es fácil apreciar una aceleración muy notable de muchos procesos y, con ella, una creciente dificultad a la hora de encararlos, con la intuición, en la trastienda, de que acaso no estamos en la antesala del colapso, sino en el colapso mismo.

 Las cosas así, lo menos que puede decirse es que en muchos de los estamentos de poder del planeta ha ganado terreno la idea de que el cambio climático y el agotamiento de las materias primas energéticas son realidades muy graves que afectan a la lógica entera del sistema y reclaman respuestas. Una de ellas, que no tiene un peso marginal, es el ecofascismo. La propuesta correspondiente obedece, en una de sus dimensiones fundamentales, al designio de recuperar un dominio pleno e incontestado en provecho del capital, en general, y, en su caso, de unos capitales sobre otros. En ese terreno, el ecofascismo parece llamado a ratificar muchas de las reglas del imperialismo de siempre, en el buen entendido de que ahora el designio en cuestión exhibe, junto con otras, una importantísima matriz ecológica. En ese marco los habitantes de los países ricos -y las elites de muchos lugares que no responden a esta descripción- están poco dispuestos a renunciar a niveles de consumo y de status social, y en modo alguno se muestran solidarios con los integrantes de las generaciones venideras, con muchos de los pobladores del Sur del planeta y con los miembros de las demás especies con las que sobre el papel compartimos este último. Una fórmula que retrata lo anterior de manera gráfica es la que recuerda que los turistas ejemplifican la «buena globalización”, en tanto los refugiados representan el lado amenazador de aquella. 

Parece obligado subrayar, por otra parte, que el ecofascismo nace de la condición de un capitalismo incipiente. Si durante décadas la corriente dominante en el capitalismo realmente existente ha sido aberrantemente cortoplacista, y a poco más aspiraba que a multiplicar de forma espectacular los beneficios en un período muy breve, sin ningún proyecto mayor de futuro, hoy se perciben con claridad los rasgos de un capitalismo nuevo que, consciente de lo que en el terreno ecológico se nos echa encima, sí tiene un proyecto de futuro. Cierto es que ese proyecto exhibe al tiempo un carácter criminal tanto en lo que hace a los objetivos –marginación y exterminio- como en lo que respecta a las herramientas. Al fin y al cabo el sustantivo que se incorpora al término ecofascismo se justifica en buena medida de resultas de la mentada naturaleza criminal del proyecto en cuestión, que invita a concluir que tal proyecto no constituye una respuesta ante el colapso, sino, antes bien, una forma singular de este último. Una de las señales de la fortaleza del proceso que me ocupa es un progresivo engrosamiento de las funciones represivas propias de la institución Estado, que como siempre se halla al servicio de las clases dominantes. Otra asume la forma de un renacimiento de organizaciones como la OTAN, que anuncia un horizonte planetario de militarización, crecimiento en el gasto en defensa, negocios para la industria de armamentos, autoritarismo, represión de las disidencias, injerencias e intervenciones. Aunque en semejante escenario parece haberse instalado la conclusión de que, para hacer frente a la crisis ecológica en sus múltiples manifestaciones, es preciso aceptar el asentamiento de fórmulas autoritarias del más diverso cariz, no queda más remedio que afirmar con rotundidad que esas fórmulas se encaminan a ratificar una estrategia de dominación más allá de la ecología y sus reglas, con franco ahondamiento de la crisis social, de las separaciones y de la represión.

Conviene, aun así, que nos alejemos de aquellas visiones que entienden que la suerte está echada y que el resultado de la partida no puede ser otro que la entronización, con unos perfiles u otros, del proyecto ecofascista. Hay quien piensa que el gran capital, las corporaciones, las bolsas, los gobiernos que los amparan y los aparatos represivos y mediáticos de los que se han dotado están en el origen de todas las tensiones que se registran en el planeta. Si el argumento tiene, ciertamente, su fundamento, no nos obliga, sin embargo, a tirar la toalla. Por lo pronto, esas instancias no son tan inteligentes y capaces como pudiera parecer. Aunque son impecables los análisis de Naomi Klein en lo que respecta a la capacidad que el capital muestra en lo que atañe a utilizar en provecho propio las catástrofes naturales, en la gestión correspondiente en modo alguno faltan las disfunciones y los errores. Esto aparte, las instancias que ahora me interesan a menudo compiten descarnadamente entre sí, circunstancia que abre hendiduras, de nuevo, en el edificio de su poder. Aunque hoy todas ellas están marcadas indeleblemente por la lógica del capital, las pulsiones imperiales revelan también elementos de diferencia y de competición que dibujan un panorama cualquier cosa menos plácido. Para cerrar el círculo, en fin, el colapso parece inequívocamente llamado a cruzarse de por medio y a debilitar de forma sensible la capacidad de poderes tradicionales que dependen en demasía de energías y tecnologías que van a escasear. Así las cosas, está servida la conclusión que señala que un sistema incapaz de evitar su colapso a duras penas puede presentar esta circunstancia como una virtud, por mucho que se apreste a sacar partido de la situación en cuestión. 

Más allá de lo anterior, la crisis sin fondo del capital tiene que ser aprovechada por resistencias que cabe esperar que sean muy distintas de las que en tantos lugares cobraron cuerpo en el siglo XX. Aunque es posible que esas resistencias hayan de aguardar al poscolapso para plasmarse en plenitud, lo suyo es que prestemos oídos a su condición presente. Su apuesta debe asentarse, antes que nada, en un rechazo, desde la democracia directa y la autogestión, de los procedimientos autoritarios inherentes al ecofascismo. Ese rechazo se desplegará desde lo que en unos escenarios serán espacios autogestionados de nueva creación y en otros comunidades  ancestrales, de tal suerte que se reunirán –ojalá- pulsiones anticapitalistas y flujos precapitalistas. En muchos casos esas realidades lo que procurarán será preservar y recuperar, antes que introducir algo nuevo. Hablo de instancias que remiten inmediatamente al concepto de comunidad. Aclararé, en fin, que no defiendo los espacios autónomos y las comunidades primitivas sin más: postulo su coordinación y su voluntad de sublevación.

No tengo dudas en lo que hace a la naturaleza de la terapia que deben desplegar esas instancias de resistencia. En ella tienen que reunirse la aplicación de frenos de emergencia que permitan salir del imaginario miserable del crecimiento, la apuesta por una redistribución radical de la riqueza y la defensa de formas de organización social y colectiva que dejen atrás el capitalismo. Si se trata de garantizar que la especie humana siga existiendo, importa, y mucho, saber cómo y en qué condiciones. Al respecto debe hacerse valer el recordatorio de que buena parte de la historia de esa especie se ha vinculado con formulas de autogestión y de apoyo mutuo, de tal manera que no hay motivos para concluir que esas reglas han desaparecido para siempre. Es verdad, eso sí, que en el escenario posterior al colapso las tensiones no faltarán. Lo más probable es que adquieran carta de naturaleza, en espacios geográficos a menudo próximos entre sí, realidades muy dispares que en unos casos reflejarán la pervivencia de los poderes tradicionales y en otros el ascendiente de opciones alternativas como las que aquí defiendo, sin cerrar, claro, el paso a otros horizontes, con un corolario insorteable: la diversidad de resistencias, de comunidades y de historias de la que hablo hace difícil creer en la consolidación de algo que huela a una soberanía planetaria. Pero el teatro del poscolapso, que por muchos conceptos será el de una tragedia global, bien puede borrar de un plumazo muchos de los problemas que hoy nos acosan en materia de propiedad privada y de deuda.

Cuenta Horvat que con ocasión de un terremoto que se reveló durante la pandemia, el gobierno croata emitió dos mensajes manifiestamente contradictorios. Por un lado, la población debía abandonar las casas –para hacer frente a las consecuencias previsibles del terremoto- y por el otro tenía que permanecer en ellas –para plantar cara a la pandemia y respetar las medidas de distancia social-. La locura en curso obliga a aseverar que los mismos que han creado los problemas se disponen a salvarse a costa, una vez más, de sus víctimas. En ese atolladero, y tal y como lo recuerda el propio Horvat, “en lugar de ‘regresar a lo normal’, deberíamos encarar lo ‘normal’ como el verdadero problema”.

La imagen de la cabecera ha sido extraída de la web Nortes.me

 

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viernes, octubre 28

Ser bosques. Emboscarse, habitar y resistir en los territorios en lucha


Por doquier se libran batallas en las que resuena está misma idea: el bosque no es un yacimiento de biomasa, una zona de desarrollo futuro, una reserva de la biosfera ni un sumidero de carbono; el bosque es un pueblo que se subleva, una defensa que se organiza, imaginarios que se intensifican”.

La civilización occidental se ha construido, piedra a piedra, sobre las cenizas de los bosques. Pero, además de ser devastados para obtener materias primas, los bosques también han sido arrasados porque, desde que hay memoria, fueron refugio de personas libres, herejes y resistentes, de todos aquellos que no se dejan gobernar.

Hoy en día, esa dinámica política y económica que sigue asolando las masas arbóreas se denomina «ordenación territorial», pero debe entenderse como una guerra de baja intensidad: contra los bosques, pero también contra los animales y las comunidades humanas que los habitan. Y que los defienden, muchas veces con su vida, pues no olvidemos que, más allá de los bulldozers, los gases lacrimógenos y las pelotas de goma de nuestras democracias, el asesinato de activistas medioambientales se ha duplicado en la última década.

Para todas esos activistas, y para la parte de la sociedad a la que representan, el bosque es asiento de la comunidad, refugio temporal, lugar sagrado, amparo de lo salvaje. Por ello los campesinos mexicanos de Guerrero llevan quince años luchando contra la explotación industrial de aquel territorio; los tramperos del pueblo cree, en Canadá, defienden el bosque boreal contra la deforestación; los penan de Borneo se arman de cerbatanas contra las compañías de palma aceitera; en Renania, la resistencia se organiza para bloquear la extracción de lignito en uno de los últimos bosques primarios de Europa; la ZAD de Notre-Dame-des-Landes se enfrenta al Estado francés y sus leyes, etc.

Porque eso es lo único que hace esta época: gestionar. Gestiona los ecosistemas, gestiona las poblaciones, gestiona los cuerpos, del mismo modo que gestiona una red eléctrica, que gestiona una sala de control, que gestiona una cabina de mandos. […] Desde tan arriba, a través de los datos satelitales, ¿qué se ve? Desde luego, no las formas de vida del bosque, ni la profusión de plantas ni la bulliciosa vida del suelo. Si en los mitos había «signos» que traducían el mundo a gestos, en las pantallas táctiles ya no hay más que «señales».

[…] Hay lugares así, que cristalizan vínculos irreductibles, vínculos que no se pueden traicionar. Habitarlos es también habitar una historia, con un pasado insurrecto”.

 

Autor: Jean-Baptiste Vidalou. 

Traducción: Silvia Moreno Parrado. 

Editorial Errata Naturae. 2020. 280 páginas


 

martes, octubre 25

Alexander Dugin: Fascista y filósofo de cabecera de Putin

 


El pasado 20 de agosto –unos días antes de que la guerra de Ucrania cumpliera 6 meses– un coche bomba a las afueras de Moscú acabó con la vida de la periodista de extrema derecha, Daria Aleksándrovna Dúguina.

Dúguina era la hija de Aleksandr Dugin (el verdadero objetivo del atentado, quien en el último momento cambió de coche), un conocido filósofo neofascista, antiguo profesor de la Universidad de Moscú, ex-diputado del partido de Putin, gestor de la influyente web Geopolitika.ru y editor jefe de la televisión online Tsargrad TV, un émulo de la Fox News estadounidense. Existe un consenso en que es el filósofo que susurra al oído al presidente Vladímir Putin y que comparte su misma cosmovisión.

El pensamiento de Dugin

Hijo de un alto cargo de la inteligencia militar soviética, Dugin siempre mostró un gran interés por el orientalismo, el ocultismo, el hermetismo y la teología. Sus pensadores de cabecera fueron el belga René Guénon y el italiano Julius Évola, considerados como los padres del neofascismo cultural místico durante la segunda mitad del siglo XX, centrales en la Nouvelle Droite, es decir, la tercera revolución que vivió la extrema derecha después de 1945.

Tal y como explica Montserrat Galcerán en El Salto, el punto de partida del pensamiento de Dugin «no es otro que el concepto heideggeriano de Dasein. ¿Heidegger otra vez? Lo haya leído o no con detalle, Dugin capta muy bien el significado colectivo y para nada individual de la existencia humana —el famoso Dasein. Textos recientes, entre otros el fabuloso libro de E.Faye, La Introducción del nazismo en filosofía (Akal, 2005) nos habían mostrado con todo detalle que cuando Heidegger habla de “existir” (Dasein) nunca se refiere al ser humano individualizado y aislado, sino al “ser colectivo”. El da (ahí) muestra que existir, ser-ahí, es siempre un modo de estar en el mundo con otros. Hasta ahí la cosa no sería muy preocupante. Lo duro empieza cuando estos otros con los que existimos y compartimos el mundo se conceptualizan como un “pueblo”, “nuestro pueblo”, amenazado por poderes superiores cuya salvación estaría en nuestras manos y cuya llamada de socorro deberíamos atender, si es necesario con las armas en la mano.

Ese “pueblo”, tanto en Heidegger como en Dugin, tiene una misión: oponerse al liberalismo global y universalista que está destruyendo el mundo ofreciendo una alternativa populista y restaurativa de pasados nacionales gloriosos, enraizados en las propias tradiciones, tradiciones que en tanto casos son imperiales. Ese sería el caso de Rusia cuyas tradiciones imperiales Dugin identifica con el Imperio zarista, con la posición de gran potencia de la Unión soviética y con el sueño imperial de Putin. ¿Demasiado cercano al modelo del Tercer Reich? Realmente si mantenemos en nuestra memoria que Heidegger fue un pensador nazi y Schmitt lo mismo, —su doctrina política juega un importante papel en el libro— esa mezcla extraña de antiliberalismo y anticomunismo, junto a reminiscencias patrioteras, constituye el meollo poco digerible de ese panfleto.

Dugin reformula con Heidegger la vieja pregunta kantiana: “¿Qué es el hombre?”, transformada ahora en “¿Quiénes somos nosotros?”. Heidegger respondía: somos “alemanes” atrapados entre el auge del liberalismo en el oeste y el del bolchevismo en el este y necesitados por eso mismo de luchar por nuestro “propio espacio vital”. Dugin responde: somos rusos que, frente al auge del liberalismo global, estamos perdiendo nuestra identidad y necesitamos reforzar el espacio de nuestra civilización, una pretendida esfera euroasiática«.

En su afán por oponerse al –innegable– imperialismo de la OTAN y a los servicios secretos de Ucrania (principales sospechosos de colocar la bomba), algunas organizaciones e individualidades de izquierdas se hicieron eco del suceso refiriéndose a Dugin como un “filósofo” o “pensador”, pero omitiendo su vínculo con la extrema derecha.

La conexión de Dugin con la extrema derecha española

El hecho de que Dugin se oponga a EEUU y al Gobierno de Kiev no le convierte en trigo limpio.  No podemos obviar que Dugin ha viajado al Estado español en al menos 3 ocasiones desde los 80 y que ha participado en actos con los partidos nazis MSR y Alianza Española, así como con el “periodista” José Javier Esparza (cercano a Vox). Sus obras han sido publicadas en castellano por la editorial neofascista Nueva República (comprada por Ediciones Fides, propiedad de los conocidos fascistas Jose Antonio Llopart y Jordi Garriga, quien en un tuit reciente ha definido a Daria Dúguina como “una mártir”) y el prologuista de varios de ellos es Jordi de la Fuente, el vicesecretario de organización de Vox en Barcelona, que comparte su misma idea de una unión euroasiática, cristiana, homogénea y conservadora. Por su parte, el escritor y fan declarado de Vox, Fernando Sánchez Dragó, ha recomendado leer sus “lúcidas” obras en redes sociales.

 Por su parte, Josep Alsina (presidente de la organización de extrema derecha catalana Somatemps, quien ha sido invitado por Vox para participar en charlas sobre la invasión de Ucrania), ha hecho suya la Cuarta Teoría Política de Dugin, que se refiere al bloque geopolítico de Eurasia, un imperio teocrático con sede en Rusia. Sin embargo, Alsina, atribuyendo a Dugin una invitación a internacionalizar su teoría, afirma que se puede reproducir en otros espacios donde se combata “el globalismo” y lo extrapola a un imperio español. Marcelo Bullo, otro imperialista hispano, tiene una interpretación similar.

Según explica Dani Domínguez en La Marea, «Vox bebe de los postulados de Dugin principalmente en lo que respecta a su presunta lucha contra las “élites globalistas”. Unas élites que sido representadas en un solo personaje: el multimillonario húngaro George Soros, una especie de ojo-que-todo-lo-ve, un ente corpóreo que lo maneja todo, desde los medios de comunicación hasta las pateras en las que miles de inmigrantes se lanzan al agua. Como bien decía Héctor G. Barnés, “usted puede estar trabajando para George Soros. El charcutero que le vende el fiambre, el médico que le cura o el barrendero que limpia las calles de su ciudad, también”. Para la extrema derecha, todo es Soros y todo se mueve porque Soros quiere que se mueva, principalmente a través de su organización filantrópica, a Open Society Foundations. El húngaro –y judío– es el centro de la conspiranoia de la ultraderecha y de él, Dugin ha asegurado que prohibiría su fundación “por su acción totalitaria”«.

Los vínculos de Dugin con la extrema derecha europea

Fuera de España, Dugin ha influido notablemente en el pensamiento de Marine Le Pen (candidata a la presidencia de Francia, que al inicio de la campaña electoral tuvo que destruir sus folletos en los que aparecía con Putin por el estallido de la guerra de Ucrania), Viktor Orbán (presidente de Hungría), Alberto Buela (un escritor argentino formado en la Nueva Derecha francesa, con vínculos con el MSR español), Alexander Markovics (historiador y periodista austríaco muy prestigioso entre la Nueva Derecha Europea) y David Duke, el ex-líder del KKK en EEUU.

El “cerebro de Putin” apuesta por una alianza entre los países europeos, ya que considera que “son demasiado débiles para defender su soberanía por sí solos”, apostando por un populismo total que acabe con el liberalismo y que se aleje del nacionalismo xenófobo y racista. Un discurso que ha calado entre la extrema derecha europea, por lo que su influencia también se ha materializado en otros países, donde han acogido de buen grado su Cuarta Teoría Política publicada en 2009.

La apuesta por una supuesta internacional posfascista virulentamente antiglobalista ha sido acogida de buen grado por Marion Maréchal Le Pen (sobrina de Marine Le Pen) que es tan fascista que no apoya a su tía y se ha pasado al bando de Éric Zemmour. Para ello ha fundado el Institut des Sciences Sociales, Économiques et Politiques (ISSEP), que tiene el objetivo de luchar contra la “hegemonía cultural” que, según ella, está dominada por la izquierda. En España, el ISSEP ha sido impulsado por varias personas vinculadas a Vox, como Kiko Méndez Monasterio o Gabriel Ariza, hijo de Julio Ariza, presidente y fundador del Grupo Intereconomía, en cuya televisión –El Toro TV– ejerce como presentador estrella el mencionado José Javier Esparza, actual profesor del ISSEP y uno de los contactos de Dugin en España. Por fortuna, esta idea de una Internacional Posfascista no ha terminado de cuajar. Como explica Robert O. Paxton en su Anatomía del fascismo (Capitán Swing, 2019), “el fascismo, a diferencia de los otros “ismos”, no es para la exportación: cada movimiento guarda celosamente su propia receta para el resurgir nacional y los dirigentes fascistas parecen sentir poco parentesco, o ninguno, con sus primos extranjeros”.

Desarrolla Dani Domínguez en La Marea que, «tal y como se explica en Patriotas indignados (Alianza Editorial, 2019), las relaciones de este ideólogo han sido fructíferas con el neofascismo húngaro del Jobbik o con Nikos Michaloliakos, el que fuera líder de los neonazis de Amanecer Dorado, en Grecia. Los lazos del Kremlin también se han hecho patentes en Italia, con Silvio Berlusconi, cuya buena relación con Vladímir Putin permitió grandes negocios de compañías italianas con la rusa Gazprom; o con la extrema derecha austriaca del FPÖ, los flamencos de Vlaams Belang y o con el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia. La líder de la extrema derecha francesa, según El Confidencial, logró en 2014 un préstamo de una entidad financiera ligada al Kremlin en un momento crítico desde el punto de vista económico para su partido.

El día que Donald Trump ganó las elecciones, Dugin afirmó que se trataba de algo “increíblemente bonito” y “uno de los mejores momentos” de su vida: “Consideramos a Trump como el Putin americano”. Asimismo, también ha mostrado sus simpatías por la Lega de Matteo Salvini y su admiración por el pensamiento de Constanzo Preve y Diego Fusaro«.

El imperialismo ruso

Existe una cierta izquierda tuerta, que con un ojo ve –con acierto– el imperialismo de EEUU, las políticas de la OTAN o la presencia de nazis en el ejército ucraniano y lo denuncia, pero carece de un segundo ojo para ver y denunciar el imperialismo ruso. Parece que todo enemigo de la OTAN es su amigo y se niega a reconocer hasta lo más evidente: el Gobierno de Putin es machista, LGTBIQfóbo, de extrema derecha e imperialista. Y su filósofo de cabecera, Alexander Dugin, es un puto nazi.

 

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sábado, octubre 22

Abrir las fosas comunes y conquistar la memoria bajo tierra. Primera exhumación de civiles asesinados por el Franquismo en Madrid

 


«Escondéis la higuera bajo el cemento, igual que vestís a las personas de uniforme para que no se reconozcan» – Pintada anónima en una pared en el municipio de San Sebastián de los Reyes la pasada década

 

Las huellas de un genocidio pueden ser enterradas bajo el cemento, y también pueden esconderse bajo la arena del silencio. La represión en el Estado español siempre queda atada y bien atada, y los huesos sacuden una verdad ocultada premeditadamente. Las cifras oficiales del Ministerio de Justicia registran al menos 2.567 fosas comunes, donde se calculan que pueda haber más de 115.000 desaparecidos víctimas del Franquismo. En Madrid habría 54 fosas comunes, que contabilizan 12.116 asesinados.

Las estadísticas apabullan, y la actitud del Estado español sigue sorprendiendo (no tanto) décadas después, protegiendo política y socialmente siempre a quienes perpetraron esos crímenes y a quienes actualmente siguen exaltándolos. No extraña tanto cuando en este país es la sociedad consciente y organizada la que ha decidido romper el silencio y la inacción oficial, buscando verdad, justicia y reparación; una labor a la que siempre los poderes estatales ponen piedras en el camino.

El pasado 22 de agosto la Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes y la Sociedad de Ciencias Aranzadi iniciaban la excavación de una de las fosas del municipio de Colmenar Viejo, donde fueron tirados los cuerpos de 107 hombres y una mujer, fusilados por las autoridades franquistas entre el 15 de abril y el 1 de diciembre de 1939 por sus ideas antifascistas.

Fueron fusilados en varias tandas semanalmente, cualquier día de la semana, incluso en domingo, como el caso de Manuel Mateo López, ex alcalde de Sanse. Una nueva evidencia material para abandonar las teorías reaccionarias que apuntan a señalar la violencia en ambos bandos y esas narrativas herederas del Franquismo que quieren adornarse de falsa neutralidad. La realidad es que el régimen franquista cometió un genocidio y creó aparatos jurídicos y represivos para llevar a cabo un exterminio masivo de la población española por razón de odio a la clase trabajadora organizada y su ideología emancipadora.

De todas las personas enterradas en una de las fosas comunes en el cementerio de Colmenar Viejo, 44 eran vecinos de ese municipio (incluyendo a Martina Aparicio Bastero, de 32 años de edad, la única mujer inhumada), 25 vecinos de San Sebastián de Madrid (denominado así en 1936), 16 de Fuencarral, 11 de Hortaleza, 5 de Moralzarzal, 4 de Soto del Real, 2 de Manzanares, 1 de Miraflores de la Sierra y otro de El Molar. Todos ellos, bien eran miembros de las corporaciones municipales, o eran sindicalistas o milicianos, pero tenían algo en común, y es que eran trabajadores, mayoritariamente jornaleros.


Desde el año 2015 que nació la Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes, junto al antropólogo Roberto Fernández y otros historiadores voluntarios, se ha perseguido conquistar esta memoria bajo la tierra con una gran labor de investigación y lucha social. Se han organizado eventos, se han realizado homenajes, se ha localizado a familiares de las víctimas, es decir, se lleva rescatando la memoria durante largo tiempo y este proceso de exhumación es un punto álgido, y a su vez continuación de un proceso que debe marcar la azada en otras muchas fosas sin abrir.

Estas exhumaciones recaen sobre una doble necesidad narrativa: la personal, la de los familiares en búsqueda de la verdad, y los sentimientos con los que se encontrarán para sanar heridas; y por otro lado la narrativa social que reconstruye la memoria del pasado para aportar a la lucha en el presente. Se vincula al hilo rojo de la lucha histórica anticapitalista y antifascista, porque si queremos hacerles un reconocimiento honesto, debemos considerar que sus acciones políticas e ideas buscaban acabar con el capitalismo y aplastar el fascismo, labor que aún en la actualidad tenemos pendiente.

El año pasado se acudía a la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, donde se presentó un proyecto solicitando una subvención para iniciar los trabajos de exhumación de las fosas de Colmenar Viejo, y que finalmente fue aprobado. La exhumación, dirigida por la antropóloga forense Almudena García-Rubio, está siendo de un gran interés mediático ya que se trata de la primera exhumación realizada en la Comunidad de Madrid.

En la primera jornada, con gran expectación, se rompió el hormigón de media fosa, y se comenzó a sacar tierra de relleno, no compactada, se excavó en total unos 30-40 cm. El primer esqueleto apareció en el tercer día, a metro y medio de profundidad, un varón de unos 25 años con un orificio de bala en la mandíbula y en el cráneo. Según los informes que la Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes ha compartido, tras la primera semana de intenso trabajo ya se habían localizado un total de 11 cadáveres, 6 de los cuales ya estaban exhumados en cajas para llevar al laboratorio. Los últimos restos humanos aparecieron sin caja, como suele ser habitual, y ha aparecido una bala de las que usaba la Guardia Civil en la época para dar el tiro de gracia. Durante el primer fin de semana, además, se hicieron visitas guiadas con explicaciones históricas a familiares y personas que quisieran conocer los detalles de la exhumación sobre el propio terreno.

 

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domingo, octubre 16

Policía contra la miseria

 

 

 Los discursos en torno a la seguridad y a la policialización de lo social generan marcos culturales clasistas y xenófobos de cara a los conflictos derivados de la precarización de la vida.

 

Nunca antes nuestras ciudades estuvieron tan gentrificadas. Nunca antes los policías que las vigilan condujeron coches tan modernos y brillantes, ni tuvieron a su disposición cámaras de videovigilancia y herramientas para el reconocimiento facial, ni se armaron hasta los dientes con material de última generación de origen israelí. El combate contra el crimen es el pretexto interminable para seguir abultando las partidas presupuestarias de Seguridad en nuestros municipios, diputaciones y gobiernos. Mientras, la exclusión y la miseria se cronifican (y no paran de crecer) en las zonas segregadas y marginadas de los entornos urbanos. 

La gestión securitaria de la pandemia supuso un punto de inflexión: más de un millón de multas durante el primer estado de alarma en España y 20.000 en Euskal Herria. Entre tanto, la derogación de la Ley Mordaza con la que los partidos del Gobierno de coalición hicieron campaña en 2019 quedó en noviembre del año pasado en una «modificación de algunos artículos» todavía sin concretar. En este contexto, el estado de emergencia sanitaria ha dado paso a un nuevo estado de guerra, como nueva forma de acumulación capitalista en Europa. Y lo previsible es que, en el futuro inmediato, el sistema de equilibrios de la democracia liberal representativa se escore todavía más hacia el poder policial.

 Ante esta realidad, los medios de comunicación cierran filas con las políticas de endurecimiento disciplinario. Sirvan como ejemplo las fiestas mayores de la Capital del Mundo: durante la pasada Aste Nagusia de Bilbao, la portada de uno de los periódicos más leídos se llenó de noticias esencialmente basadas en fuentes policiales que no serían aprobadas por ningún libro de estilo, código ético o manual deontológico mínimamente independiente y democrático. La cloaca mediática criminaliza a los sectores que se van descolgando del pacto social: «a esos sujetos peligrosos, enemigos de la ley y el orden, que atemorizan a las personas de bien, las fuerzas policiales deben hacerles frente sin descanso». 

 Porque si la propaganda securitaria es en líneas generales una farsa, con las estadísticas sobre criminalidad actuales en la Zona Especial Norte en la mano, es lo más parecido a una estafa. Los datos no dejan lugar a dudas: Euskal Herria es uno de los territorios con menores índices de criminalidad de Europa y, al mismo tiempo, Nafarroa tiene la mayor tasa de policías por habitante de toda la Unión Europea, con 1.100 Policías Forales, 650 Policías Municipales, 1.820 Guardia Civiles y 739 Policías Nacionales para 650.000 personas, o sea, un policía por cada 150 habitantes. Por eso, no hay que olvidar que los discursos en torno a la seguridad y a la policialización de lo social cumplen una función fundamental: generar marcos culturales clasistas y xenófobos para que los conflictos derivados de la precarización de la vida y del racismo estructural se aborden con más racismo, aporafobia y mucha policía.

 

https://www.elsaltodiario.com/autor/hordago-el-salto 

 

jueves, octubre 13

Buenos ciudadanos

 


Tu ya lo tienes todo

claro, ya sabes lo que harás

tal vez mañana y en tu agenda

las horas están comprometidas,

el tiempo calculado, las palabras

apuntadas como arpones.

Tú ya lo tienes todo

decidido: tu gato, tu periódico,

tu vehículo, tus libros y aparatos,

tu TIC, tu TAC, tu pen, tu ONG

lo que has de decir, lo que debes callar

el trazo rectilíneo de tu vida diseñada,

tu pareja disponible, tu seguro salario

aunque sea más miseria.

Tú ya lo tienes todo aunque no sabes

del enorme vacío que te encierra,

maniobrados, rodeados, esposados:

aunque te sientas ilusoriamente bien,

con la mezquina seguridad domesticada

del, ahíto de alimento, pájaro enjaulado.

Lloras lágrimas de cocodrilo, cuando deciden

que se conmueva tu duro corazón

mostrándote criaturas ahogadas, mutiladas,

con los vientres enfermamente hinchados,

hasta das unas monedas, para que los altruistas

sigan poniendo tiritas a hemorragias.

Eres feliz, como si no supieras,

que, como si respiráramos,

mueren doce niños por minuto

de hambre, de miseria, para que suban

como el humo las acciones

del mercado de futuros.

Tú ya lo tienes todo claro, i

gnorante ilustrado, adicto

a las redes sociales, progre.

No cuento contigo. 

 

Francisco Marín Campos. De Gaia a Ciencia (canciones de amor y guerra)

lunes, octubre 10

El repulsivo régimen iraní


Desconozco si hay algún régimen jerarquizado, en algun lugar de un mundo económicamente globalizado para provecho de unos pocos, que respete al cien por cien los derechos humanos. De lo que estoy seguro es que hay Estados que son especialmente repulsivos al respecto. Uno de ellos es el de Irán, para vergüenza de la comunidad internacional (por supuesto, con algunas excepciones con condenas firmes, que no provienen precisamente del poder político o económico). En los últimos días, personas de extraordinario valor, especialmente mujeres, se han manifestado en dicho país provocando la solidaridad en el mundo árabe en lo que es quizá una de las revueltas más notables de los últimos tiempos. El estallido fue el asesinato de la joven Mahsa Amini, por parte de la nauseabunda policía moral, por no llevar bien puesto el hijab. La revolución de carácter feminista ha esgrimido como una de sus reivindicaciones ese decir no a la imposición del velo, por lo que el acto reivindicativo de descubrirse se ha podido ver en países como Siria, Irak o Palestina. Y es que la vulneración de los derechos humanos en el régimen iraní, especialmente para las mujeres, para vergüenza de todo esos gobernantes «democráticos» que apenas realizan alguna inofensiva condena ocasional, no ha dejado de deteriorarse desde hace ya muchos años.

Las mujeres que defienden sus derechos, en un sistema teocrático, son detenidas con suma violencia acusadas de los delitos pecaminosos más indignantes. Recordemos que en Irán existen castigos atávicos como latigazos, amputaciones, incluso ceguera, o la propia pena de muerte, todavía presente en tantos lugares como el más definitivo instrumento de represión por parte del Estado, por no hablar de condenas a infinidad de años de prisión para dar ejemplo a las que alzan la voz contras las leyes islámicas. Miles de personas son interrogadas, sometidas a juicios arbitrarios y encarceladas por el único delito de defender los derechos humanos; las fuerzas represivas del Estado iraní utiliza cualquier medio letal para sofocar las protestas, y la tortura y negación de asistencia médica son el pan de cada día. La violencia se dirige, sobre todo, a las mujeres y personas de condición sexual diversa, así como a minorías étnicas y religiosas, las cuales sufren una discriminación sistémica.

Hay pruebas documentales de que, en las recientes protestas, el máximo órgano militar de Irán dio órdenes a los que estaban al frente de las fuerzas armadas para reprimir con severidad a las personas que salieron a la calle indignados tras la muerte de Mahsa Amini a manos de la policía. El resultado, que conozcamos al menos, es de más de medio centenar de víctimas de la represión; las autoridades iraniés, decididas a causar el máximo daño o matar incluso, para aplastar a los insurgentes, cuentan nada menos que con la Guardia Revolucionaria, la fuerza paramilitar Basij, la Fuerza de Aplicación de la Ley de la República Islámica, la policía antidisturbios y, por si fuera poco, con agentes de seguridad vestidos de civiles. Se trata de una impunidad sistemática que prevalece en el país desde hace mucho tiempo, para vergüenza de una comunidad internacional que de una u otra manera lo tolera al no adoptar medidas firmes y solo denunciar en ocasiones sin alzar demasiado la voz, seguramente porque no hay Estado que no haga algo similar de manera más o menos encubierta.

 

Juan Cáspar

 

viernes, octubre 7

La libertad en el anarquismo como autonomía, creatividad y solidaridad

 

El anarquismo es tal vez la filosofía vital y política que más complejidad ha aportado a la noción de libertad, íntimamente vinculada con otros conceptos sociales: igualdad, autonomía, creatividad, solidaridad, apoyo mutuo…

La libertad, para el anarquismo, implica necesariamente la igualdad entre los seres humanos. Esa igualdad no se produce por la naturaleza, ni tenemos las mismas capacidades, ni la misma vida, ni el mismo físico, ni actuamos del mismo modo en circunstancias similares. La libertad a la que aludimos parte de esas notorias desigualdades para asumir que todos podemos ser libres cada uno dentro de nuestras posibilidades. Ya Bakunin lo dijo, cuando se refería a «la igualdad por la libertad»; cuando los anarquistas hablan de igualdad se refieren a partir de las mismas condiciones materiales, económicas y sociales, para que uno se desarrolle libremente. Obviamente, hay mucho que hablar sobre la libertad y su vinculación a otras nociones que afectan a las personas, pero es el anarquismo el que más complejidad parece aportar al asunto; no es casualidad que se esfuerce en vivir sin poder coercitivo alguno. El anarquismo coloca la libertad como su preocupación fundamental, por lo que no es casualidad que se defina también como movimiento libertario, ya que se trata de una obvia búsqueda de una vida libre. La libertad, en cualquier caso, en el pensamiento anarquista requiere de ciertas aclaraciones.

Hay que hablar de una libertad directamente relacionada con la autonomía, se busca una comunidad en la que las personas se otorguen sus propias normas. La autonomía parte de considerar a los seres humanos como dotados de capacidades de actuación siguiendo únicamente los dictados de su propia conciencia. Por lo tanto, el individuo posee esa capacidad autónoma siempre y cuando actúe siguiendo sus decisiones libres. Sin embargo, no hablamos de un mero individualismo, esa autonomía implica necesariamente a los otros, de ahí la conocida máxima libertaria de que la libertad de uno se completa y se realiza con la libertad de los demás. La libertad anarquista necesita de la creatividad y de la participación del conjunto de la sociedad. Tampoco la libertad dentro del anarquismo, y esto gustará a los pensadores posmodernos, es una esencia previa a la existencia humana. La persona no nace libre, sino con la libertad como una de las posibilidades de desarrollo dentro de su existencia, de ahí que se considere una gran responsabilida la actuación del individuo. El anarquismo constituye, por supuesto, movimiento, una filosofía práctica y concreta, que nada significa si no se logra vivirla.

Si se considera en el anarquismo que cada voluntad es única, que cada persona tiene su propia voz y forma de expresarse, a la fuerza tiene que renunciar a toda instancia social por encima del individuo que le reste autonomía. Llegamos así al enfrentamiento del individuo ácrata con la autoridad coercitiva y el poder. Estas preocupaciones por las limitaciones del individuo a la hora de actuar, por el poder y la dominación, por la búsqueda de la autonomía, en lugar de aceptar una instancia heterónoma, coloca al anarquismo como la filosofía política moderna más compleja al respecto. No se busca, como en el Estado moderno, una forma amable de dominación, sino el máximo desarrollo de libertad en un contexto de igualdad en el que cada uno tenga su propia voz para participar en la gestión colectiva. Recordemos también los dos aspectos de la libertad, el negativo y el positivo. El primero alude a la no coacción en la actuación de las personas, por lo que se identifica meramente con una ausencia de restricción y de obstáculos. El segundo sentido, el positivo, se refiere explícitamente a la autonomía, a la capacidad de ser y de actuar. La libertad en el anarquismo se observa mediante estas dos instancias, de tal manera que su identificación con la autonomía la convierte en una idea superior. La libertad es una posibilidad, una capacidad concreta, una autonomía plena sin límites.

Por supuesto, la libertad como autonomía está vinculada a la igualdad, la solidaridad y la capacidad creativa de cada uno. Por lo tanto, la libertad es un concepto colectivo en espacios construidos en los que se producen todos esas nociones que impulsan a las personas a actuar y a mostrarse creativas. El anarquismo, y tocamos aquí otro de los puntos clave del pensamiento posmoderno, niega toda necesidad histórica y apuesta claramente por la capacidad innovadora. La historia no se observa, necesariamente, como un proceso en el que unos momentos presuponen los siguientes, sino que se considera siempre la posibilidad de actuación y de modificación del presente. De esta manera, la historia no es algo inevitable, y la libertad anarquista apuesta siempre por la capacidad de intervención y modificación sobre la realidad. Frente a toda arbitrariedad y determinación externa, hay que apostar por la libertad creadora, por el desarrollo de todas las capacidades y desarrollo de la existencia. Hemos concretado dos nociones vinculadas a la libertad, que la enriquecen, como son la autonomía y la capacidad creadora. No es casualidad la importancia que han dado siempre los anarquistas a la educación.

Como es sabiso, el pensamiento liberal, burgués y capitalista, solo da importancia a la libertad individual obviando su carácter social. Recordemos la máxima de que solo somos libres en la medida en que todo el conjunto de la sociedad lo sea, mientras haya alguien dominado o explotado la libertad no será un hecho. Si la libertad para el liberalismo es propia de un individuo aislado, para el anarquismo es inequívocamente una construcción social. El contrato social, fundamento de la teoría política liberal moderna, considera que la libertad precede a la realidad social y, por lo tanto, hay que restringirla para la construcción del espacio político. En la visión anarquista, fuera de la sociedad no existe conciencia de la libertad, por lo que es necesaria la vida social de forma solidaria. Si puede parecer complicado conjuntar autonomía individual y solidaridad comunitaria, el anarquismo se esfuerza en ello armonizando y equilibrando elementos que pueden parecer antitéticos. Para ello, a nivel social y político, el federalismo y el libre contrato son primordiales. La libertad ácrata, en definitiva, supone una filosofía de vida compleja, íntimamente enraizada con lo social y que solo se desarrolla plenamente en un contexto verdaderamente igualitario. Del mismo modo, la libertad anarquista se encuentra enlazada a la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo. Tal vez, muchos se esfuercen en señalar la libertad y la solidaridad como conceptos muy diferentes. El anarquismo, como filosofía política única en la modernidad, se esfuerza en sostener lo contrario.

 

Capi Vidal

http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com.es

martes, octubre 4

Rojos y fachas

 


Desde que era (casi) un tierno infante, cargué estoicamente con la etiqueta de «rojo» por parte de mi entorno más reaccionario. No es que me disgustase semejante apelativo político, ya que si te denominan así en este inefable país, seguro que es un buen comienzo. Por otra parte, si tenemos que hacer una división entre rojos y fachas, que a nadie le quepa duda alguna de en qué lado de la trinchera se encuentra uno. No, no es una actitud en absoluto beligerante, ni guerracivilista, ni esas sandeces que suelen soltar los poco dotados de recorrido intectual; y, si lo es, solo en un sentido estrictamente moral. De hecho, los que se vuelven locos por la estética belicista, con poco o ningún sentido de la ética, armados hasta las trancas de símbolos, banderas y uniformes, erectores de estatuas infames, ya sabe un lector mínimamente avispado en qué lado se encuentran. Sin embargo, y creo que ya lo he contado en demasiadas ocasiones, uno siempre ha sido más rojinegro que rojo; a ello obligaba un amor incondicionado, y solidario, por la libertad individual. Es posible que ya afrontada la mediana edad, sea más negro que rojinegro, pero eso es cuestión de que uno se esfuerza en seguir el orden inverso habitual: cuando más viejo, más empecinadamente radical. Algunos, no podemos evitar ser inconmensurablemente lúcidos e inhabitualmente irreductibles. Pero, volvamos con toda esa pléyade reaccionaria que no tardaba demasiado en etiquetarle a uno de «rojo».

Para ese tipo humano, bien anclado en el pensamiento establecido según los paupérrimos cánones de este indescriptible país, la connotación con término en cuestión solía estribar entre el desdén y la condescendencia. De esa manera, la aclaración más recurrente ante cualquier opinión usualmente brillante por parte de uno era algo así como «¡Claro, tú es que eres un rojo!». Y, ojo, no hace falta aclarar que no es que uno soltara que había que socializar los medios de producción e instaurar la dictadura del proletariado; no hacía falta tanto para que a uno le espetaran la frase en cuestión con intenciones claramente cortantes. Y es que ya el criminal Francisco Franco lo tenía muy claro, todos los que están a mi izquierda son «rojos»; así sin matiz alguno, y me temo que eso ha calado en gran parte de la población décadas después de la muerte del dictador. Para el caso, «rojo» es casi sinónimo de «comunista», aunque si el interlocutor elegía mejor esta palabra esdrújula la connotación era ya abiertamente peyorativa. Recuerdo también a otro estólido reaccionario, en un debate televisivo, que se refería constantemente al conjunto de los que lucharon contra el fascismo en la guerra civil como «rojos» con una intención claramente despectiva; el tipo era tan inicuo y/o ignorante que él mismo quiso aclarar que a los propios rojos les agradaba el término y, por ello, crearon un organismo llamado Socorro Rojo. Vaya usted a aclarar a imbéciles como este que SR fue creada a nivel internacional por las URSS y que, precisamente, los anarquistas crearon Solidaridad Internacional Antifascista como alternativa al predominio estalinista.

Es posible que se nos diga que algunos hemos abusado también en este inenarrable país del apelativo «facha», aunque un servidor lo ha usado siempre de forma inequívoca con la clarificadora intención de referirse a alguien como retrógrado y reaccionario; ojo, no necesariamente «fascista», ya que eso requiere de mucho más matices políticos. Y, desgraciadamente, en este país abundan los fachas y de qué manera. Hoy, leo un tuit en el que un difícilmente descriptible cantante y presentador al parecer de rancio abolengo aristocrático, cuyo nombre artístico creo que es Bertín Osborne, asegura que en el Reino de España llaman «facha» a cualquiera que no sea «comunista» (obsérvese la elección del vocabulario); se le podría responder a semejante ser humano que lo más seguro es que sea a la inversa, pero hay que tratar de no situarse a la altura moral de las cloacas. Hablamos con el susodicho Bertín, a poco que leamos sus opiniones, de un despropósito intectual, de acuerdo, de un fulano que sencillamente vive en un mundo elitista si el menor atisbo de problemas sociales; de hecho, él mismo ha aclarado que la derecha y ultraderecha de este país, que vienen a ser algo muy parecido, le han tirado los tejos, lo cual dice mucho del modelo moral e intelectual buscado por ciertas fuerzas políticas. De momento, trabajo arduo, seguiremos luchando para la erradicación de todo pensamiento retrógrado en este bendito país; aclararemos por el camino, eso sí, para quien quiera entender, que nuestro rojo es cada vez más oscuro.

 

Juan Cáspar

sábado, octubre 1

El capitalismo invade Ucrania

                   Principales gasoductos a través de Ucrania, que unen yacimientos de gas de Siberia Occidental con    países de Europa Occidental. / Rianovosti

 

En tiempos de guerra la propaganda es bien simple: el enemigo es muy malo, quiere invadirnos y matarnos a todos, no hay más factores detrás. La pandemia nos ha acostumbrado a este tipo de propaganda y parece que ha calado en esa clase media alta que mastica, traga y digiere el mensaje institucional que repiten como loros los medios de comunicación burgueses. ---- La realidad es que las guerras surgen, o bien por nacionalismos creados artificialmente, o bien por la conquista de recursos y vías de comercio. Y en el caso de Rusia y Ucrania, dos naciones unidas por lazos históricos y étnicos, se dan los dos factores. ---- Ucrania lleva años siendo mimada por sus vecinos, tanto al oeste por la Unión Europea a instancias de su amo estadounidense, como al este por Rusia. Desde el oeste se les ofrecía el sueño europeo, el mismo que lleva viviendo el Estado español desde mediados los 80 y que ya sabemos que sólo supone poca cobertura para los más desfavorecidos y más riqueza para los de siempre. Desde el este, Rusia prometía los recursos y seguridad de una gran nación con armas nucleares. Parece evidente una tercera opción como nación neutral, pero la gran guerra económica que se lleva librando entre las dos grandes potencias Estados Unidos y China se está recrudeciendo a pasos agigantados, y el futuro planeta que estará dividido en dos no admitirá neutralidad, al menos en los países a los que ha tocado la mala suerte de estar justo en medio. Lo que ya está quedando cada vez más claro es el bando que ha elegido Rusia.

Las guerras surgen, o bien por nacionalismos creados artificialmente, o bien por la conquista de recursos y vías de comercio

En esta tesitura, Ucrania primero se decanta a principios del año 2014 por romper los lazos con Europa y entrar en la órbita rusa con el entonces presidente Víktor Yanukóvich, en una decisión con tufillo a político comprado. El norteamericano, en su papel de paladín del mundo libre, no se cruza de brazos y organiza una de sus ya conocidas revoluciones populares espontáneas, el llamado Euromaidán, en esta ocasión capitaneadas por nazis armados hasta el punto de poder plantar cara a las fuerzas represivas estatales, y llegando a utilizar francotiradores que disparan sin distinción a manifestantes y policías para acelerar la caída de Yanukóvich, con un tufillo a CIA cada vez más demostrado.

Lo primero que decide el nuevo gobierno fue eliminar las lenguas minoritarias, ruso incluido, y prohibir los partidos comunistas. Los rusos, por su parte, intervinienen militarmente en la región de Crimea y controlan su gobierno desde entonces. Esta región, mayoritariamente de habla rusa, es una península al sur de Ucrania en la que Rusia posee una base naval de gran importancia militar por suponer una salida al Mar Negro y por tanto al Meditarráneo. Por su parte, en el este, en las regiones de Lugansk y Donetsk, el llamado Donbás, se produce una reacción al Euromaidán en el que milicias prorrusas declaran la República Popular del Donbás, a la que el gobierno ucraniano responde, desatando una guerra que se extiende desde entonces pese a los intentos de tregua en los Acuerdos de Minsk. Estas tropas gubernamentales incluyen a buena parte de batallones de ideología abiertamente nazi, que en los medios occidentales escucharemos con el eufemismo de ultranacionalistas.

A principios de este año, Estados Unidos anuncia que ha detectado movimientos de tropas rusas cerca de Ucrania y los acontecimientos se desatan. Pese a que las tropas rusas están realizando maniobras ya planeadas y anunciadas desde hace seis meses, las violaciones de los acuerdos de Minsk se multiplican y el 21 de febrero, en una sorprendente operación, Donetsk y Lugansk declaran su independencia y Rusia decide invadir Ucrania. El argumento de fondo incluye la desnazificación del país y su neutralidad respecto a la OTAN y la UE. Pero aunque el 15 de marzo el presidente Zelensky reconoce que jamás entrarán en la OTAN, Rusia continúa sus ataques.

La UE, en una decisión sin precedentes, abre sus puertas a los refugiados ucranianos, en contraste con lo que sucede con los africanos o sirios.

La UE, en una decisión sin precedentes, abre sus puertas a los refugiados ucranianos, en contraste con lo que sucede con los africanos o sirios. La maquinaria mediática se pone en marcha, recordando rancios recelos contra el enemigo ruso, dignos de novela de espías de la guerra fría. Se alienta la propaganda del miedo, se habla de tercera guerra mundial, se resalta que se están bombardeando zonas cerca de territorio OTAN o de centrales nucleares.

Mientras, en Polonia -bando de los buenos-, el periodista Pablo González, con nacionalidad española pero nacido en Rusia, es acusado de espionaje y arrestado sin posibilidad de hablar ni con sus abogados.
  Parecería que no ha sido la casualidad la que ha propiciado el ascenso del fascismo en toda Europa en los últimos años y que será tan útil en estos años de guerra fría 2.0  que se avecinan. Este es el caso polaco, donde presidente y primer ministro pertenecen al partido de extrema derecha Ley y Justicia. Al igual que en el bando de los malos, Amnistía Internacional ha denunciado en su informe 2020 menoscabos a la independencia del poder judicial, restricciones a los derechos del colectivo LGTBI, el acceso al aborto y a los de manifestación, reunión y expresión.

En el mundo de la economía, los especuladores se frotan las manos. Mientras se establecen medidas de embargo contra Rusia, Wall Street se adueña de la barata deuda corporativa rusa. La Reserva Federal estadounidense comienza una política de aumento de los tipos de interés. La inflación lleva tiempo disparada por una política económia acomodaticia, es decir, liarse a producir dinero ficticio como si no hubiera mañana para propiciar una plena ocupación de los factores productivos. Toca apretarse el cinturón una vez más y la culpa claramente es de los malos. Los mercados bursátiles han tenido tiempo para cubrir sus posiciones y esperan el final de la guerra para volver a comprar y que el valor aumente. La guerra se alarga pero no pasa nada, cuanto más se destruya más se tendrá que reconstruir después.

Principales gasoductos a través de Ucrania, que unen yacimientos de gas de Siberia Occidental con países de Europa Occidental. / Rianovosti
Se avecinan tiempos difíciles para el planeta, con las dos grandes potencias china y estadounidense mirando desde arriba las fichas de un gran tablero de ajedrez. Europa cada vez se lo pone más complicado al gigante asiático para ser su mercado de demanda, pero tardará en independizarse precisamente por su gran dependencia. Nos salió mal la globalización. Así que China busca nuevos mercados y mira a África, camino de convertirse en su segundo mundo. Y ahí sí que nos toca estar justo en medio, así que España mima a su vecino marroquí dándole manga ancha en su conflicto con el pueblo saharahui, pero a la vez enfadando a su vecino argelino, su principal suministrador de gas.

La única vía para salir de este futuro poco alentador es cambiar todos los paradigmas. Olvidar el sueño utópico del estado del bienestar y salir de esta vorágine capitalista que no nos conducirá a ningún lado. Lamentablemente, las protestas ciudadanas se han encaminado a un escueto No a la guerra, cuando podían haber ido más allá en su análisis y haber dado la importancia que tienen en el trasfondo de esta situación otros factores. En primer lugar, abrir el debate de la fabricación de armas, que crean empleo en una zona para que mueran personas en otras. Pensar lo que supone realmente que el Estado español sea el séptimo exportador de armas del mundo. En segundo lugar, la pertenencia e incluso la existencia de la OTAN, organización que perdió su razón de ser hace ya treinta años pero que continúa dejando un rastro de guerras y golpes de estado -eufemismo occidental democratización- por todo el mundo. En tercer lugar, el sistema económico que perpetúa a unos pocos en lo alto del mundo a costa de la sobreexplotación de los recursos naturales, la miseria de muchos y la creación de contextos geopolítcos que no pueden tener otro final que un conflicto bélico. Y por último olvidar las fronteras, las razas, la separación del género humano por razones indignas del siglo XXI, la supuesta superioridad cultural y social de occidente, el odio por lo que está lejos. Todos somos iguales. Todos somos seres humanos.

 

https://www.cnt.es/noticias/el-capitalismo-invade-ucrania/