Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

sábado, enero 30

Entre tormentas y canciones


La mentalidad individual ha quedado totalmente destruida por lo hiperespecialización del trabajo y por los dogmas del consumo que nos ven como simples objetos hechos para comprar y comprar cada vez más con el fin de acumular y de poseer más y más. “Eres” en cuanto más posees y la experiencia individual ya no es tenida en cuenta para nada, ni tampoco la verdadera sabiduría.

La sabiduría de hoy en día se basa en la asimilación de unos conceptos utililitarios y pragmáticos donde los conceptos profundos y vitales se ven relevados a un segundo plano en favor de un “dentro de lo malo esto es lo mejor”.

Las experiencias vitales han sido eliminadas del mapa, ya no cuentan para nada los conocimientos y las habilidades que te permiten llevar una vida digna y autónoma, nuestras mentes son incapaces de distinguir entre lo que es más conveniente para ti y para tu entorno, y lo superfluo e inútil que solo sirve para alimentar al ego.

Nuestras individualidades se han convertido en meros fantasmas de lo que podrían haber llegado a ser gracias a un completo desarrollo de las potencialidades como individuos en estados de verdadera discapacidad para afrontar diferentes situaciones que se nos antojan imposibles de comprender y que seguramente estén causadas por el mismo sistema al que todos y todas alimentamos, y que, además, son individualizadas y tratadas como errores personales cuando está claro que tienen un componente colectivo, en muchas ocasiones, grande.

No puedo compartir el término sociedad, no puedo compartir ese concepto porque simplemente no existe, lo que existen son diferentes sujetos insensibles que tratan de sobrevivir a un entorno caníbal que solo les permite sobrevivir a duras penas y adaptarse a unas condiciones que cada vez son más precarias mientras 2.153 milmillonarios acumulan aproximadamente el 40% del producto interior bruto mundial.

Mientras tanto nos quieren divididos, nos quieren peleando por las migajas que nos sueltan a través de sus títeres y perros falderos (espero que sepáis quienes son todos estos), nos quieren mutilados y alienados y bien enfrentados en partes irreconciliables, haciéndonos seguir polémicas e intrigas con las que mantenernos entretenidos y, además, pretenden que no sepamos ni apreciar lo que nosotras y nosotros somos capaces de hacer por nosotros y nosotras mismas.

Cada día, a las 8 de la tarde, oigo desde mi dormitorio como se encienden unos altavoces y suena el aclamado “Resistiré” como himno omnipotente ante todo lo que está sucediendo... Ese el colmo de mi vaso, espero que, sin entrar en si es “buena” o “mala” la canción, también veáis en esa canción una forma más de alienación al sistema, otra vuelta de tuerca para convencernos de que acatemos al sistema y, a la vez, para marcar aún más nuestra individualidad ya de por sí atomizada. ¡Ahora somos héroes! ¡y sin salir de casa! ¡Para mí que se traguen su retórica post-movidista hasta que se les atragante!

Si salí a aplaudir los primeros días del confinamiento a la ventana, fue porque hay gente que está dando la vida por salvar un montón de vidas y como protesta ante los diferentes gobiernos que han estado recortando en bienes básicos para una comunidad libre y sana. No voy a apoyar a ningún estado que priorice la economía y los mercados antes que el bienestar de la comunidad, ¡no voy a apoyar a ningún estado, y menos si es capitalista!

Se está repitiendo lo mismo otra vez, al final, no somos más que ovejitas pastoreadas por lobos, lobos de afilados colmillos que aprovechan cualquier oportunidad para hincarnos los dientes y hacernos sangrar hasta la muerte; esa sangre es la sangre de los pueblos, de los pueblos carcomidos por los oprobios del capital y de sus súbditos neoliberales...

Yo les digo que han topado por la rabia, han topado con la rabia y el odio de alguien que no aguanta la opresión, de alguien que no aguanta la desigualdad, de alguien que ahora si que siente aquella frase que una vez le dejaron dibujada en una camiseta: “solo hay algo más fuerte que el amor a la libertad, el odio a quien te la quita”.

No soy ningún mesías, pero es que la verdad es que esta clase de momentos me hacen despotricar y hacen que de mi interior salgan miles de demonios que yo mismo me encargaré de enviar a todos nuestros “santos”, porque la sangre de Prometeo corre por mi interior y mi amor hacia la humanidad y al planeta aumenta, mientras mi odio hacia los que verdaderamente fomentan este desastre crece a ritmos forzados.

Me alegro que, aunque se intente invisibilizar e incluso criminalizar, siga habiendo corazones que luchen por un mundo más solidario, por un mundo, al fin y al cabo, más comprometido con todo lo que les rodea, esto es un verdadero ejemplo de lo que puede hacer un pueblo organizado, esa es la verdadera razón de mi lucha, esas son las luces que me hacen dislumbrar como podría contarse todo esto, todos ellos, que llegan a poner su vida en riesgo por el bien común, son mi razón de ser y es a ellos y ellas es a las que hay que agradecer que, aunque las posibilidades sean difusas, se pueda soñar con un mundo realmente mejor; y es así, es verdaderamente así, en la organización horizontal de las bases, como se puede construir un mundo verdaderamente libre, justo y unido. Yo prometo seguir metido en mi trinchera (con quien me gusta estar) y me iré feliz de esta vida si consigo arañar y recuperar un poco de lo que nos han quitado.


-Richie punk-

miércoles, enero 27

¿Anarquismo post-izquierda?



Sigue existiendo un gran número de anarquistas que continúan identificándose estrechamente con la izquierda política de una forma u otra, pero cada vez hay más sujetos dispuestos a abandonar gran parte del peso muerto asociado con la tradición de izquierda. Las páginas de este texto están dedicadas a comenzar una nueva exploración de lo que está en juego al considerar si se tiene algún provecho al identificarse con la izquierda política como anarquista.

Durante la mayor parte de su existencia en estos últimos dos siglos, activistas, teóricos, grupos y movimientos conscientemente anarquistas han habitado una posición minoritaria en el mundo ecléctico de los aspirantes a revolucionarios de la izquierda. En la mayoría de las insurrecciones y revoluciones que definieron el mundo —aquellas en que tenían alguna permanencia significativa sus victorias—, los rebeldes autoritarios eran generalmente una mayoría obvia entre los revolucionarios activos. Incluso cuando no lo eran, estos rebeldes autoritarios ganaban la ventaja por otros medios. Si eran liberales, socialdemócratas, nacionalistas, socialistas o comunistas, seguían siendo parte de una corriente mayoritaria dentro de la izquierda política explícitamente comprometida con toda una constelación de posiciones autoritarias. Junto con una admirable dedicación a ideales como la justicia y la igualdad, esta corriente mayoritaria favorece la organización jerárquica, el liderazgo profesional (y también ofensivo), las ideologías dogmáticas (especialmente notable en sus muchas variantes marxistas), un moralismo auto-justificado y un aborrecimiento generalizado por la libertad social y una comunidad auténtica y no jerárquica.

Especialmente después de su expulsión de la Primera Internacional, los anarquistas generalmente se han encontrado frente a una dura elección. O bien podrían localizar sus críticas en algún lugar dentro de la izquierda política —aunque solo dentro de sus márgenes—, o por otro lado podrían rechazar la “cultura de la oposición mayoritaria” en su totalidad y tomar la posibilidad de ser aislados e ignorados por estos grupos políticos de izquierdas.

Mientras que muchos activistas anarquistas, si no la mayoría, han salido de la izquierda a través de la desilusión con su cultura autoritaria, la opción contraria de aferrarse a sus franjas e intentar adaptar sus temas en una dirección más libertaria se ha mantenido como un atractivo constante durante los siglos. El anarcosindicalismo puede ser el mejor ejemplo de este tipo de anarquismo. Ha permitido a los anarquistas usar ideologías y métodos de izquierda para trabajar por una visión de izquierda de la justicia social, pero con un compromiso simultáneo con temas anarquistas como la acción directa, la autogestión y ciertos valores culturales libertarios (muy limitados). El anarco-izquierdismo ecológico de Murray Bookchin, sea por el sello de municipalismo libertario o de ecología social, es otro ejemplo. Se distingue por su persistente fracaso para intentar ganar apoyo o adeptos a la causa en cualquier lugar, incluso en su terreno favorecido de la política verde. Otro ejemplo, aquel más invisible (¿y numeroso?) de todos los tipos de anarco-izquierdismo, es la elección que toman muchos anarquistas de sumergirse dentro de organizaciones de izquierda que tienen poco o ningún valor libertario, simplemente por la imposibilidad que tienen de trabajar directamente con otros anarquistas (que muchas veces se encuentran de manera similar, escondidos, sumergidos en otras organizaciones izquierdistas).

Tal vez es hora, ahora que las ruinas de la izquierda política continúan implosionando, para que los anarquistas consideren salir en masa de su sombra que desaparece constantemente. De hecho, todavía existe una posibilidad, si suficientes anarquistas se desligasen de los innumerables fracasos, purgas y “traiciones” de la izquierda, es probable que los anarquistas puedan actuar por su cuenta.

Además de lograr definirse en sus propios términos, los anarquistas podrían nuevamente inspirar a una nueva generación de rebeldes, que esta vez puedan estar menos dispuestos a comprometer su resistencia frente a ideologías de izquierda en intentos de mantener un frente común con la izquierda política que históricamente se ha opuesto a la libre comunidad, donde quiera que haya aparecido. La evidencia es irrefutable. A los revolucionarios libertarios de cualquier tipo se les ha negado sistemáticamente una presencia en la gran mayoría de las organizaciones de izquierda (desde la ruptura de la Internacional); forzados al silencio en muchas organizaciones en las que se les ha permitido unirse (por ej. “los anarco-bolcheviques”[1]); perseguidos, aprisionados, asesinados o torturados por cualquier izquierdista que haya obtenido el poder político o los recursos organizacionales necesarios para hacerlo.[2]

¿Por qué ha habido una historia tan larga de conflictos y enemistad entre los anarquistas y la izquierda?[3] Es porque, aunque cualquier grupo o movimiento particular siempre incluye elementos contradictorios, existen dos visiones fundamentalmente diferentes del cambio social encarnadas en el rango de sus respectivas críticas y prácticas. En su forma más simple, los anarquistas —especialmente anarquistas que se identifican menos con la izquierda— suelen participar en la práctica que se niega a constituir una dirección política de la sociedad, rechaza la inevitable jerarquización y manipulaciones envueltas en la creación de organizaciones de masa y refuta la hegemonía de una sola ideología dogmática. La izquierda, por otro lado, comúnmente ha participado en la práctica sustitutiva y representacional en las que las organizaciones de masas están sometidas a un liderazgo elitista de ideólogos intelectuales y políticos oportunistas. En esta práctica el partido se sustituye por el movimiento de masas, y el liderazgo del partido se sustituye por el partido.

Históricamente la función primaria de la izquierda ha sido recuperar todas las luchas sociales capaces de confrontar directamente al capital y al Estado, de tal manera que, en el mejor de los casos, solo se ha logrado una representación sucedánea de la victoria, ocultando siempre el secreto público de la continuación de la acumulación del capital, de la esclavización laboral,[4] la continua jerarquización y las políticas estatistas de costumbre bajo una insustancial retórica de la resistencia y la revolución, la libertad y la justicia social.

La pregunta más importante es: ¿Podrán los anarquistas tener mejores resultados afrontando la izquierda desde una posición crítica explícita e intransigente, que eligiendo sumergirse en la izquierda y cambiarla desde adentro?


                                                                    Jason McQuinn

Notas

[1] Referencia a los anarquistas que decidieron sumarse a la revolución bolchevique y luego se vieron desilusionados al notar que su autonomía individual y grupal quedaba sujeta a las consignas bolchevistas. [N. del T.]

[2] Por ejemplo, la masacre de los campesinos, obreros y marineros de Kronstadt a manos de Trotsky y el ejército rojo. [N. del T.]

[3] Al menos desde las disputas entre Marx y Bakunin y la disolución de la primera internacional. [N.del T.]

[4] El perpetuo intercambio de servicios y salarios que surge desde la cohabitación de sujetos con autoridad que poseen el poder de comandar, y por otro lado, sujetos sumisos con solo el poder de servir. [N.del T.]


domingo, enero 24

El lector desmemoriado. El libro anarquista


Podría decir que está por estudiar la poderosísima relación del mundo anarquista con la palabra escrita. En realidad, y sin embargo, menudean los estudios al respecto. Desde tiempo inmemorial, allí donde ha habido, y donde hay, un grupo anarquista ha habido también una imprenta, una editorial, una revista y una vietnamita que permitía multiplicar las octavillas. El peso del fenómeno ha sido tal que me atrevo a adelantar que la imagen saludable que muchos de nuestros abuelos -y abuelas- libertarios siguen conservando entre nosotros algo le debe a un esfuerzo alfabetizador y culturizador estrechamente vinculado con libros y folletos, y protagonizado por gentes que se levantaron clara y hermosamente por encima de sus posibilidades.

Algo de eso ha llegado hasta nuestros días, y a mi entender lo ha hecho en virtud de tres canales diferentes. El primero nos habla de la pervivencia de un mundo editorial sorprendentemente fuerte. Siguen siendo muchas las editoriales de corte libertario que publican con talento y con mucho, pero que mucho, trabajo voluntario. Al respecto no está de más comparar lo que se edita en ese mundo con lo que sacan de las imprentas las fuerzas políticas al uso. Pese a su aparente modestia, cuantitativa y –creo yo- cualitativamente el mundo libertario gana de calle.

El segundo de esos canales que invocaba remite a la condición de un puñado de librerías que resisten heroicamente. Aun a sabiendas de que la lista es más larga, pienso en lo que significan LaMalatesta en Madrid y La Rosa de Foc en Barcelona. Pero podría proponer ejemplos de otras localidades de la piel de toro y de otras ciudades del mundo. En semejante escenario, y entre tanto, no parece que los malos tiempos que comúnmente se le auguran al libro hayan llegado para quienes tanto empeño han mostrado en seguir difundiendo las obras de Bakunin, de Kropotkin, de Louise Michel o de Emma Goldman.

Me interesa, con todo, prestar singular atención al tercer canal, que no es otro que el que proporcionan las ferias, los encuentros, del libro anarquista que, en el caso español, se celebran cada año, desde hace un tiempo, en un centenar de localidades. No sólo sirven, por cierto, para difundir las publicaciones de las editoriales de corte libertario: se han convertido a la vez en un genuino y transversal espacio de intercambio de opiniones en un mundo a menudo dividido y sectario. Qué hermoso sería que un movimiento como el que me ocupa levantase el vuelo, en un grado u otro, gracias al libro.


Carlos Taibo

jueves, enero 21

Balance anual


Buenos días, señores y señoras accionistas,

tengo el honor de anunciarles que ya somos

la mayor organización de delincuentes del planeta.



Tenemos escuelas para secuestrar

las ganas de aprender de nuestros niños,

tenemos sindicatos para contener las reivindicaciones obreras,

centrales nucleares para sostener nuestro consumo eléctrico,

supermercados para explotar a los agricultores y ganaderos,

ganaderos y agricultores para explotar a los ilegales,

multinacionales para saquear el Tercer Mundo,

Estados para extorsionar con sus impuestos

y redes sociales para que nos hagan de chivatos.



Como presidente del Consejo de Administración

les he convocado, señores accionistas,

para celebrar Junta General Ordinaria en la fecha,

hora y lugar que se indica a continuación

y durante la cual vamos a hacer desaparecer

los millones de cadáveres

que hemos inmolado en el altar de la productividad,

el consumo y los beneficios,



y aún tengo que hacerles partícipes de la mejor noticia,

es infinita la cola de los que quieren ingresar

en nuestra organización criminal.




Antonio Orihuela. Todos atrapados en la misma trampa. Ed. Garum, 2020

 

lunes, enero 18

Anarquismo y antidesarrollismo


En los periodos de crisis de autoridad, donde la normalidad queda redefinida por la corrupción, la mediocridad y la incompetencia de los dirigentes, es frecuente que a muchos les repugne obedecer o ser mandado, por lo cual es fácil que los sentimientos de justicia social, igualdad y libertad busquen en el anarquismo la expresión intelectual más adecuada. Entonces, para ser efectivo como idea, el anarquismo ha de actualizarse sumergiéndose en una realidad tornadiza, detectando los cambios habidos a fin de poder explicarlos y afrontarlos de acuerdo con su punto de vista, para terminar sugiriendo vías de intervención coherentes que empujen las luchas sociales hacia prácticas y metas libertarias. A tal objeto, no ha de perder la memoria, que constituye su principal bagaje, pero para orientarse en nuevos escenarios gracias a la experiencia pasada, no para atrincherase tras dogmas inamovibles y sobrevivir con comodidad entre las tenues cortinas de la fantasía ideológica. La historia es lo que tienen en común todos los anarquistas, lo que constituye en cierto modo su fuerza moral y lo que les preserva de contaminarse con ideas espurias, ajenas a su ser.

La realidad hay que buscarla en las condiciones materiales de existencia, que hoy son las que corresponden a una sociedad de consumo, tecnológica y masificada. La diferencia con etapas anteriores es importante. El anarquismo se desarrolló en una sociedad de clases y ha llevado hasta hoy la impronta del movimiento obrero autónomo, reflejada fielmente en sus principios, en sus métodos y en sus objetivos, claramente obreristas. Sin embargo, el triunfo final del capitalismo significó el predominio de la economía sobre las demás esferas de la actividad humana y sobre el entorno: todo se volvió económico. No solo el mundo del trabajo, sino el territorio, fue subsumido en el capital. La economía absorbió la política. La clase obrera fue expulsada casi por completo de la producción, perdiendo una posición privilegiada. La fracción aburguesada de los asalariados –sobre todo funcionarios y empleados- llegó a ser mayoritaria y determinó la conducta conformista característica del sindicalismo oficial y el reconocimiento popular de la función mediadora del Estado, la otra cara del Capital. Su bajo nivel de conciencia social bloquea cualquier planteamiento anticapitalista y antiestatista en su seno. Son la base social del régimen político partitocrático.

Los anarquistas tiene ahora que encararse con unas condiciones políticas, sociales y ambientales muy diferentes a las de periodos anteriores. Las clases dirigentes hallaron en el crecimiento económico sostenido el arma para liquidar toda la problemática social, tal como hoy ven en la industria “verde”, el arma que acaba con la problemática ecológica. En consecuencia, el desarrollismo, a menudo etiquetado de “sostenible”, ha llegado a ser la ideología de la dominación, como lo había sido antes la idea de progreso, y la industrialización de la vida y del territorio es su materialización cotidiana.

Para culminar el panorama, el carácter destructivo del capitalismo plenamente desarrollista se puso de manifiesto, primero, con la invasión de productos sintéticos en la vida cotidiana tal como denunció el anarquista americano Murray Bookchin: detergentes, plaguicidas, cosméticos, aditivos alimentarios, conservantes etc. Luego fue la urbanización salvaje, la acumulación de residuos y la contaminación; y finalmente, la disminución del ozono estratosférico, la amenaza nuclear y el calentamiento global. El capitalismo resultaba dañino para todos los seres vivos, ya que amenazaba con extinguir a todas las especies, la humana incluida. Era evidente que el desarrollo capitalista, dependiente cada vez más de la tecnología, lejos de solucionar problema alguno, añadía nuevos que eran mucho peores. El crecimiento económico mantenía una relación directa tanto con la pobreza, la guerra y la enfermedad, como con el deterioro ambiental y la destrucción de los ecosistemas. La cuestión ecológica si situaba en el centro de la cuestión social. La causa de la igualdad y de la libertad confluía con la causa de la naturaleza, y por consiguiente, las luchas contra la explotación económica, contra el patriarcado, contra los desahucios, etc., debían fusionarse con la defensa del territorio. Ese nuevo planteamiento es la base de la crítica anti-industrial, más conocida por estos lares como antidesarrollista.

El antidesarrollismo es una reflexión racional sobre el devenir nocivo del mundo. No es una simple crítica del crecimiento sin fin de la economía y de la técnica, sino toda una crítica de la ideología del progreso. El antiprogresismo marca una ruptura con toda la crítica social anterior que, prisionera de la perspectiva burguesa, consideraba los adelantos tecnológicos, los descubrimientos científicos y el aumento de la producción como peldaños de la escalera que llevaba a un progreso infinito de la humanidad. Sin embargo, las raíces de la explotación del hombre y de la mujer son exactamente las de la explotación de la naturaleza -de la consideración de la naturaleza como objeto explotable- facilitada por la ciencia y la técnica. Eso es justamente el progreso. El sometimiento implacable de la naturaleza acarrea la esclavitud de la humanidad entera, e inversamente, la esclavización de la humanidad comporta la sumisión de la naturaleza. La intrusión de los valores económicos en todos los ámbitos degrada las relaciones sociales al tiempo que destruye el entorno natural. La ciencia y la técnica puestas al servicio de la economía y desarrolladas únicamente en esa dirección, reproducen y refuerzan el tipo de sociedad que se debería combatir, autoritario, opresivo y artificializado. Ni las ciencias ni las tecnologías son neutras: las hay que favorecen la desigualdad y la explotación y las hay que fomentan la cooperación y la convivencia. Las primeras colonizan la vida cotidiana y la someten a las leyes de la mercancía; las segundas la liberan y fortalecen el sentimiento comunitario. Unas actúan sobre la naturaleza como si fuera un objeto inerte; las otras la tratan con respeto considerándola como sujeto (esa sería otra de las características diferenciales del antidesarrollismo, aprendida de las comunidades indígenas). En fin, unas son autoritarias, y las otras, libertarias.

La economía mundial reposa en el suministro inagotable de energía barata. En el momento en que se constata que los combustibles disponibles de origen fósil y nuclear son limitados, su precio amenaza con dispararse y detener el crecimiento. Lo mismo sucede con determinados metales, con el agua o con el suelo cultivable. Para superar todos los obstáculos, el capitalismo se orienta hacia la industria de las energías renovables y entra en una fase extractivista; entonces el territorio cobra importancia como fuerza productiva. Se convierte en un factor de crecimiento de primer orden, tanto como fuente de energía y proveedor de materias primas, como de soporte de numerosas infraestructuras y planes de urbanización. La explotación intensiva del territorio profundiza el desequilibrio con la naturaleza y es causante de multitud de efectos nocivos pero la existencia del capitalismo hoy en día depende de ello. Desde los años setenta del siglo pasado se vienen sucediendo luchas contra la instalación de centrales nucleares y cementerios de residuos, la apertura de minas de uranio, la construcción de autopistas, ferrocarriles de alta velocidad, vertederos, macrocárceles, pantanos y aeropuertos, la extracción de combustible por fracking, etc., que han demostrado un gran poder de movilización y en alguna ocasión han dado pie a experiencias positivas como ocupaciones, repoblaciones y puesta en marcha de proyectos comunitarios. Y en ellas nos percatamos de que las relaciones de vecindad crean lazos más fuertes que las relaciones laborales, pues el grado de solidaridad existente en las primeras recuerda la fraternidad que soldaba las estructuras comunitarias propias de las antiguas barriadas obreras.

Al contrario de otras luchas, que pueden integrarse en el mundo de la mercancía si la coyuntura es favorable porque no llegan a cuestionarlo a fondo, la defensa del territorio al obstaculizar el crecimiento ataca el corazón del sistema. Eso no quiere decir que las demás luchas sean desdeñables. Todas las luchas importan, puesto que responden a situaciones inaceptables, y el hecho de que las luchas contra toda nocividad abran con más facilidad perspectivas anticapitalistas no es excusa para apartarse de las otras: hay anarquistas allá donde la justicia, la dignidad y la libertad necesiten ser reivindicadas y defendidas. Por otro lado, no conviene idealizar la defensa del territorio; con frecuencia no sobrepasa el horizonte local dominado por la moderación y el “realismo”, con lo que tiende a autolimitarse, evitando con cuidado cuestionar la autoridad, la política de partidos, las instituciones y el sistema económico. El escollo ha sido superado pocas veces y ha contribuido a gran número de derrotas, por no hablar de esa clase de victorias que acaban reforzando al enemigo.

El análisis antidesarrollista parte de que el capitalismo globalizado ha sobrepasado sus límites externos, derivados de la limitación de los recursos disponibles. En consecuencia, las contradicciones que se desprenden de la explotación infinita de unos recursos finitos no han cesado de producirse. Sus efectos conducen al colapso de la civilización capitalista. Para los antidesarrollistas, no se trata solo de sustituir un tipo de energía por otro, o de parar el desarrollo de las fuerzas productivas, sino de desmantelar los medios de producción y cambiar de manera de vivir. El sistema termo-industrial es imposible de aprovechar en sentido contrario, ya que su autogestión reproduciría la misma forma de producir, la misma clase de productos, la misma resignación y el mismo estilo de vida que se quieren abolir. Tanto para dialogar y tejer lazos simbióticos con la naturaleza, como para establecer relaciones igualitarias y libres en la sociedad, hay que salirse de la economía, no apoderarse de ella, y, por consiguiente, las estrategias de secesión serán preferibles a aquellas basadas en la gestión de lo existente. La desurbanización de las metrópolis, la repoblación del campo y la desmonetarización de los intercambios, son las vías adecuadas de la desmercantilización y desestatización del mundo, es decir, del comunismo libertario.


Miquel Amorós

Charla sobre antidesarrollismo en el local del Sindicato de Oficios Varios de la CNT-AIT, Madrid, el 18 de octubre de 2019.

Publicada en “CNT-AIT” nº 4, noviembre de 2019.

viernes, enero 15

El reto de una teoría anarquista en antropología

En los últimos años, se han sucedido los estudios acerca de las relaciones entre antropología y anarquismo, así como el estudio sobre las sociedades anárquicas. Son trabajos decisivos para comprender lo que es la sociabilidad humana y, en cuestiones políticas, ayudan a reactivar las propuestas del anarquismo moderno y a orientar los movimientos sociales actuales tan inspirados en las ideas libertarias. Desde el ámbito antropológico, las sociedades anárquicas son aquellas en las que las normas de conducta se producen sin ningún aparato de gobierno, jerarquía ni poder político. Tal y como sostiene Macdonald, esta definición implica también conceptos extraños a una sociedad ordenada como son los de «inminencia, aleatoriedad, imprevisibilidad y complejidad»1 . El anarquismo moderno, por su parte, busca una sociedad sin Estado, ni ningún tipo de dominación, basada en el acuerdo libre y en el apoyo mutuo.

La antropología se ha visto estancada desde hace décadas, de tal manera que solo ha concebido la sociedad humana desde una perspectiva evolucionista; de ese modo, se produce la conocida secuencia banda-tribu-jefatura-reino-Estado. La nueva generación de antropólogos ha propuesto echar un nuevo vistazo a las sociedades que hasta ahora se han considerado simples, como son la de cazadores-recolectores y horticultores, bajo un prisma diferente; así, lo que puede parecer simple, con una análisis profundo aparece con una complejidad que puede ayudar a comprender nuestro pasado y, consecuentemente, lo que es nuestra moderna sociabilidad2 . Si el marxismo y la antropología han intercambiado ideas e información desde que Marx y Engels utilizaron, sobre todo, el trabajo de Lewis Henry Morgan, en el caso del anarquismo no se ha producido tanto interés, a pesar de algunas excepciones. El nombre de Pierre Clastres es usualmente asociado a una teoría anarquista en antropología; lo que diferencia el trabajo de Clastres en los años 70 de las ideas vigentes en aquellos momentos no es la afirmación de que las sociedad primitivas carecían de Estado, algo conocido y aceptado, sino la aseveración de que la sociedad primitiva se mostrada activamente orientada a prevenir la emergencia del Estado3 .

La sociedad contra el Estado 

El gran prejuicio del etnocentrismo es que el Estado sería un término necesario a toda sociedad según una manera de entender la evolución. La sociedades primitivas serían pobres residuos de antaño, determinadas negativamente por sus carencias: sin Estado, sin escritura, sin historia, y determinadas también en lo económico al tener una mera economía de subsistencia e ignorar la economía de mercado. Clastres se pregunta qué hay de cierto en todas estas afirmaciones. El gran pretexto para desdeñar ciertas sociedades arcaicas se encuentra en su presunta inferioridad técnica. Pero Clastres realiza una definición de técnica en la que entiende ésta como el conjunto de procedimientos con que se proveen los hombres, no para asegurarse el dominio absoluto de la naturaleza, sino para asegurarse un dominio del medio natural. De ningún modo las sociedades «primitivas» han sido incapaces de realizar tal propósito. Si esas sociedades tienen una economía de subsistencia, cosa que Clastres entrará enseguida a cuestionarse, no es a falta del saber-hacer técnico. Dos axiomas caracterizarían a la civilización occidental, que «la sociedad verdadera se da a la sombra del Estado» y el imperativo categórico de que «es necesario trabajar». Pero la supuesta economía de subsistencia no implica la búsqueda angustiosa, a tiempo completo, del alimento; habría una compatibilidad de la limitación del tiempo para las actividades productivas. No existe un miserabilismo, como implica la idea de la economía de la subsistencia, el hombre «salvaje» no está sujeto a una condición de supervivencia, sino que en un tiempo corto obtiene un resultado productivo y algo más (lo que serían excedentes)4 .


Según Clastres, la relación política de poder precede y funda la relación económica de explotación. La aparición del Estado marcaría la gran división entre «salvajes» y «civilizados», el corte que transforma el tiempo en Historia. Para Clastres, lo decisivo es el corte político y no el cambio económico, niega que la gran revolución se produjera en el Neolítico, ya que deja intacta la antigua organización social; el cambio decisivo sería la revolución política, que supone la muerte de las sociedades primitivas, y llegaría con el Estado. El cambio a partir de la base económica sería imposible, ya que para incrementar la producción es necesario bien un acuerdo de los hombres para hacerlo o bien una coacción externa. En las sociedades «primitivas» no existe la división de clases, ya que la capacidad igual para todos de satisfacer las necesidades materiales lo impide; de igual modo, al no existir el intercambio de bienes y servicios se impide la acumulación de propiedad privada, lo que hace imposible el deseo de poder o de poseer y parecer más que el vecino. El jefe de este tipo de sociedades no lo es de un Estado, no posee autoridad ni poder coercitivo; su finalidad es acabar con los conflictos entre personas, familias o linajes, y ese reconocimiento se lo concede la sociedad por prestigio (atribución separada tajantemente de lo que sería el poder). La sociedad impide que la capacidad técnica que se la ha concedido al jefe se transforme en autoridad política, ya que existe un control estricto que impide que la persona vaya más allá en sus funciones5 .

No obstante, el riesgo de que el jefe se extralimite en sus funciones y quiera imponer su proyecto individual a la tribu existe por supuesto; si esto se cumpliera, si la sociedad se pusiera al servicio del líder, y no al revés, nacería el poder político (el Estado). Pero el poder político es casi imposible en la sociedad primitiva, ya que no hay un vacío que el Estado pueda llenar. Clastres considera que hay un campo que escapa al control absoluto de la sociedad para impedir la formación de un poder político, se trata de la cuestión demográfica. El aumento de la densidad poblacional conmocionó a la sociedad primitiva, ya que solo funcionaría ésta en el caso de ser poco numerosa. La articulación de lo demográfico con lo político es meta que el antropólogo considera más apropiada para el estudio sociológico.

Otra teoría interesante, a propósito del derrumbamiento de este mundo salvaje, es la de que los profetas de estas sociedades, conscientes de esta catástrofe sociocósmica, «decidieron dejar el mundo de los hombres y ganar el de los dioses». Identificaron el nacimiento del Mal con la unidad, algo que en ellos tenía un sentido metafísico, pero que podía muy bien entroncar con la tradición de lucha contra el poder político (y su concreción, que sería el Estado). Clastres afirma que jefatura y lenguaje están muy ligados en la sociedad primitiva, pero si bien pudiera parecer la palabra opuesta a la violencia en el jefe salvaje (por inocente), enseguida plantea el interrogante de que la sociedad primitiva pudiera empezar a escuchar otro discurso (la palabra profética, el discurso del poder). Ahí puede encontrarse el origen del poder, el comienzo del Estado en el Verbo (la palabra profética, que se concretó en nuestra cultura en el cristianismo). Irónicamente, y contestando nada menos que a Marx, Clastres dice que si la historia de los pueblos que tienen una historia es la historia de la lucha de clases, la historia de los pueblos sin historia es la historia de su lucha contra el Estado6 .


La visión de Clastres implica, por lo tanto, una guerra permanente de ciertas sociedades primitivas contra el poder político impidiendo la aparición del Estado. Si ciertas tendencias anarcoprimitivistas observan esas comunidades arcaicas de un modo ideal, como pacificas y exentas de ningún tipo de violencia, la evidencia arqueológica y etnográfica apunta a todo lo contrario. Los estudios de Clastres, junto a otros más recientes7, confirman que la violencia y la guerra son mecanismos importantes para enfrentarse a la lógica estatal al mismo tiempo que actúan como factores sociales de cohesión; el Estado monopoliza la violencia, según la visión clásica de Max Weber, por lo que al enajenar a la sociedad de su uso también la desestructura según estos trabajos antropológicos. Otras autores emprendieron su trabajo en la línea de Clastres, como es el caso de Harold B. Barclay, cuyo libro People Without Government se anticipa a la antropología anarquista mostrando también numerosas sociedades que funcionan sin poder político e interrogándose acerca del surgimiento del Estado para contemplar la posibilidad de su derrocamiento8 .

Los provocadores fragmentos de Graeber 

David Graeber, recientemente, ha estimulado el interés acerca de qué podría ser una antropología anarquista proponiendo una serie de ideas, haciendo provocativas preguntas y analizando en diversos ámbitos problemas sobre los que la antropología oficial no da respuestas. Este autor considera, en respuesta a por qué existen tan pocos académicos interesados en el anarquismo, que las propuestas libertarias de anticipación sobre una vida futura no encajan demasiado bien en una institución arcaica como la universitaria. A pesar de ello, hay que dejar claro que los anarquistas no están en contra de la teoría, por lo que son necesarias las herramientas adecuadas para el conocimiento y el análisis intelectual. El estudio antropológico del mundo ácrata concluye que el esfuerzo se dirige más en encontrar proyectos concretos fortalecidos por las diversas propuestas y no en demostrar que una u otra teoría es errónea. El trabajo de Graeber parte de dos premisas: la de que es posible otro tipo de sociedad en la que las instituciones coercitivas se eviten, y la de que cualquier teoría anarquista debe renunciar a cualquier tentativa de vanguardia al rechazar el papel de que una minoría actúe como dirigentes de las masas. En base a estas dos premisas, Graeber reactiva el papel de la utopía libertaria, tan denostada por el statu quo, y rechaza los acontecimientos históricos como inevitables. Un considerable número de investigadores han demostrado ya la existencia de multitud de sociedades autogobernadas y con una economía dirigida a satisfacer a sus miembros, nada que ver con el Estado y el capitalismo. El proyecto intelectual propuesto por Graeber puede tener dos momentos: uno etnográfico, dirigido a proporcionar un modelo de cómo funcionaría una práctica revolucionaria no vanguardista, y otro utópico en el que la imaginación adopte un papel como principio político; ambos momentos se encontrarían en constante diálogo. McDonald considera excelente el trabajo de Graeber, aunque considera que no llega a proporcionar un conjunto bien articulado de principios sobre los que desarrollar una antropología anarquista; con total seguridad, tampoco pretende hacerlo y sí lanzar unos atractivos fragmentos sobre la cuestión9 . Otro influyente autor actual en la antropología anarquista es Brian Morris, cuyo trabajo junto al de Graeber pone de relieve la importancia de las ideas libertarias en los movimientos sociales actuales, algo que también está afectando al ámbito académico10 .

 Todavía hoy, existen en diversos lugares del mundo comunidades anárquicas que pueden verse como remanentes de lo que pudo haber sido el paradigma dominante de sociabilidad entre los seres humanos; el mismo se basa en una diversidad de lazos débiles y, de manera paralela, en una serie de circunstancias que posibilitaban la cooperación. Tal y como lo describe McDonald11 , se trataba de una vida social imprevisible, de una creación de grupos aleatoria y de una cultura compleja; esas comunidades eran pequeñas por necesidad, basadas en las relaciones personales y multientrelazadas, muy probablemente pacíficas y con seguridad igualitarias. Esas comunidades anárquicas no tenían, algo que cambiaría con cierta probabilidad el paradigma de la sociabilidad, es la invención de la corporación y de fuertes lazos personales basados en la dependencia. Esos lazos, convertidos en la base de la estructura social, pudieron ser transferidos a una corporación, una entidad abstracta, trascendente y colectiva, como es el caso de la nación.

Así, la existencia de corporaciones a las que los seres humanos prometen lealtad es central en la actual vida económica, política, social y moral. A pesar de ello, los paradigmas sobre la sociabilidad humana, y consecuentemente sobre la posibilidad de comunidades más libres e igualitarias, continúan siendo objeto de la investigación antropológica. Es por eso que es más necesario que nunca seguir trabajando por una teoría antropológica de la anarquía que revitalice el anarquismo moderno, nos dé una nueva perspectiva sobre nuestra historia social y oriente a aquellos movimientos sociales que caminen hacia la autonomía y la autogestión de la sociedad.


 José María Fernández 

Notas:

1.- Charles J.-H. McDonald, «Antropología de la anarquía», en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.10 (julio-diciembre 2012).

2.- Ibídem.

3.- Pierre Clastres, La sociedad contra el Estado (Virus, Barcelona 2010).

4.- Ibídem.

5.- Ibídem.

6.- Ibídem.

7-Augusto Gayubas, «Pierre Clastres y las sociedades contra el Estado», en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm. 9 (enero-junio 2012).

8.- Harold B. Barclay, «El poder: una visión antropológica», dentro de Anarquismo y antropología, VV.AA., coordinado por Beltrán Roca (LaMalatesta, Madrid 2008).

9.- David Graeber, Fragmentos de antropología anarquista (Virus, Barcelona 2011).

10.- Brian Morris, «Antropología y anarquismo: afinidades electivas», dentro de Anarquismo y antropología… op. cit.

11.- Charles J.-H. McDonald, «Antropología de la anarquía»… op. cit.

martes, enero 12

No es sequía, es saqueo. Historia de un territorio en lucha

 

Alto contenido en vitaminas A, B y C, aporte de minerales como potasio, magnesio y hierro, aporte de grasas monoinsaturadas… un SUPERALIMENTO, que por lo demás tiene sabor y textura exquisitos. Desde hace ya muchos años los supermercados europeos han tenido acceso a este fruto que esta tan de moda: el aguacate.

Como ya casi todas las frutas y verduras que llegan a nuestras fruterías o supermercados, la mayoría son exportadas e importadas desde diferentes lugares del mundo, con el consecuente mercado de cultivo y transporte que eso genera. A quienes parten, o intentamos partir, de una crítica a los mercados globalizados, no es novedosa la reflexión de que para que en nuestra mesa haya un alimento exquisito o exótico, son muchos y muchas las que sufren la explotación y deterioro de las condiciones de trabajo y de la tierra. Si rascamos un poco debajo de lo que consumimos, probablemente resulte imposible no encontrar las consecuencias nefastas que el capitalismo y la globalización van dejando a su paso.

Desde la región chilena desde la que escribimos no consideramos que sea muy diferente lo que ocurre acá frente a lo que con probabilidad ocurre en otros muchos territorios del mundo. Sin embargo, creemos que compartir las experiencias y las consecuencias de lo que acá se vive en primera persona, es importante para hacernos una idea más global de cómo los tentáculos del capitalismo se extienden a todos lados y cómo un plato exquisito en España o cualquier lugar de Europa, supone en otro territorio del mundo un conflicto que va más allá de lo económico, se trata de un conflicto en el que se juega la vida de muchas personas.

 En la zona centro-norte del territorio denominado Chile existe una comuna llamada Petorca. Entre la falda de los Andes hasta tocar el Océano Pacífico, habitan en torno a unas 10.000 personas a lo largo de los diferentes pueblos que conforman la comuna. Hasta hace pocos años Petorca era un territorio desconocido para la mayoría de los y las chilenas, y a día de hoy, se está convirtiendo en una zona tristemente famosa, especialmente porque de ahí es de donde salen la gran mayoría de los kilos y kilos de aguacates (o paltas como se conocen acá), que se exportan a Europa y Estados Unidos.

Allá por los años 2006 – 2007 un conjunto de iluminados decidió que Petorca reunía las condiciones perfectas para la plantación de esta especie tropical que iba en gran proyección en los diferentes mercados internacionales, el aguacate. En aquellos momentos Petorca estaba dentro de las zonas más empobrecidas del territorio chileno y la llegada de grandes plantaciones se vendió como la llegada del “Oro verde” que iba a traer prosperidad y bonanza económica a la zona. Fueron miles los árboles que se plantaron y fueron miles de millones de dólares los que se están embolsando las grandes plantaciones. 15 años después estamos viendo las consecuencias del “Oro verde”.

Una especie tropical en una zona pre-desértica, un río cuyo caudal depende exclusivamente de las precipitaciones anuales, puesto que no se nutre de las nieves de los Andes, unido a una situación de escasez hídrica general en un territorio en el que llueve tarde, mal y nunca, dan como resultado que, a día de hoy, en la comuna de Petorca el agua esté racionada a unos 10 litros por persona al día aproximadamente. 10 litros con los que cada persona de la zona tiene que hidratarse, comer, cocinar, limpiar, ducharse, hidratar a sus animales y en caso de los que puedan, regar sus plantas o pequeños huertos.

¿Dónde está el engaño en todo esto?

A estas alturas ya es casi un cliché recordar que Chile tiene el deshonroso honor de ser el país más neoliberal del mundo, y más aún, la deplorable medalla de ser el único país del mundo en el que el agua está en manos de empresas privadas. El famoso código de aguas de Chile, creado en 1980 de la mano con la constitución actualmente vigente (cuyos creadores eran la mano derecha del dictador augusto Pinochet), establece que las fuentes de agua y su gestión están en manos privadas y además esa gestión puede ser heredada. Es decir, que quien tiene dinero compra las fuentes de agua y además decide cómo y dónde utilizarla.

Según la legislación chilena, el uso del agua para consumo humano es gratuito y está garantizado. Supuestamente en situaciones de escasez hídrica es el Estado el que tiene la facultad de expropiarle a las empresas el agua. Cosa que, a día de hoy, aún no sucede.

No es de extrañar en un país en el que la economía general está en manos de 7 familias, con nombres y apellidos, que deciden e influyen en cualquier decisión política, basándose siempre en criterios empresariales y económicos. A día de hoy, en Petorca y otras muchas zonas del territorio chileno, el agua en lugar de ser un bien común pasa a ser prioritaria para la industria extractivista. Ya no sólo en el caso de los paltos de Petorca, sino también en otros territorios en los que los caudales de agua de desvían hacia las grandes mineras o hidroeléctricas por encima de las necesidades básicas humanas y animales.

No contentos con tener el derecho y la gestión del agua, los grandes terratenientes de la zona de Petorca además están acusados por diferentes organizaciones ambientalistas de robar el agua de la población. A pesar de haber secado el río hace años, los habitantes del lugar y pequeños agricultores tienen acceso a pequeños pozos de aguas subterráneas, las llamadas napas, las cuales, también están siendo expoliadas. La capacidad de los y las pobladoras de poder excavar unos pocos metros para encontrar agua, no tiene comparación a las grandes tuneladoras de los dueños de las plantaciones, quienes sin escrúpulos cavan más profundo y continúan secando las pocas fuentes subterráneas de agua que van quedando. Hecho que por ningún motivo está penado por la ley chilena puesto que el delito de “robo ambiental” no existe (en el papel), por lo que la pena máxima es pagar una multa y seguir robando.

 

Hay que recordar que, al tratarse de una especie tropical, la palta o aguacate tiene un consumo de aproximadamente de 100 litros de agua diarios. 100 litros versus los 10 por persona que establece la “sequía” en la zona. El hecho de crear monocultivo tropical en una zona que no lo es, además del consumo de agua, supone una devastación para la flora y la fauna autóctona, donde además de matar los nutrientes propios de la tierra, han desaparecido fenómenos que eran naturales de la zona, como la camanchaca o neblina nocturna que dotaba de una humedad natural a la zona.

Las luchas contra el saqueo

Son muchas las organizaciones ambientales que están llevando a cabo una lucha visible frente al conflicto del agua en Petorca. No pocos miembros activos de estas organizaciones han recibido amenazas de muerte y algunos incluso han abandonado sus casas por miedo al terrorismo empresarial.  Al grito de “No es sequía, es saqueo” quienes habitan y sufren las consecuencias del expolio ambiental vienen denunciando hace años que no es posible que, por motivos económicos, se responsabilice a la población, quien sobrevive a base camiones aljibe que una vez por semana rellenan de agua los depósitos de las casas para poder sobrevivir, mientras que, a lo lejos en el valle a la falda de una montaña amarilla, brilla una plantación verde.   

Como bien se dice, no es sequía, es saqueo. El agua está y es suficiente para abastecer al mercado, sin embargo, no para abastecer la vida de las personas y animales que habitan un territorio que, previsiblemente si nada cambia, será expoliado y posteriormente abandonado a su suerte.

Son muchas las esperanzas e ilusiones que habitan en muchas personas de que el cambio constitucional que viene para Chile modifique el código de aguas y permita equilibrar esta situación. Sin embargo, a algunos nos cuesta vislumbrar otro tipo de gestión del agua, siendo que hace algunas semanas, y por primera vez en la historia, el uso del agua pasó a cotizar en bolsa en Wall Street. Como si de una película distópica se tratara, el agua ya está siendo un conflicto abierto y no tiene para cuando terminar.

Es, una vez más, la lucha por la vida contra el capitalismo. De qué lado estemos lo determinan nuestros posicionamientos, el foco de nuestras luchas y, por qué no decirlo, nuestra responsabilidad de consumo. El foco no está contra la palta o aguacate, el foco está contra quienes se adueñan de los territorios, los secan y después se van a expoliar a otro lado cuando ya no tienen de donde sacar.

El mercado europeo de los superalimentos, las dietas veganas basadas en el mercado ecocapitalista, el exotismo en nuestros supermercados de productos que ni siquiera respetan las temporadas de cultivo propias de la tierra, son solo un ejemplo más de los tentáculos de un sistema que nos está matando. A unos antes que a otros, claro.

Por eso desde los posicionamientos anarquistas se hace fundamental la visibilización, el boicot, sabotaje y toda herramienta que esté en nuestras manos para frenar y no colaborar con las grandes empresas que lucran con la vida. La autoorganización y defensa de los territorios se hace fundamental, así como la complicidad desde otros lugares del mundo. Sobre todo, desde aquellos en los que se consume lo que acá mata.

Si no tenemos tierra en la que hacer la revolución, esta no queda más que en palabras y papel mojado. 

 

Escrito por compañeres residentes en Santiago de Chile

Extraído de https://www.todoporhacer.org

sábado, enero 9

Charla entre Miguel Amorós y Tokata y Fuga


En tus textos sobre ella, cargas el acento en el hecho de que la crisis del coronavirus ha supuesto una vuelta más de la tuerca del control social estatal en el tornillo del desarrollismo capitalista. Dices que “estamos participando como masa de maniobra en un ensayo general de defensa del orden dominante frente a una crisis global”, un proceso aparentemente desencadenado por la pandemia que podría haberlo sido por cualquier otro entre los muchos efectos nocivos de la “sociedad del crecimiento infinito”. ¿Nos podrías ampliar un poco esa perspectiva?

La pandemia existe y sabemos que su letalidad es baja, que es tratable por los medios habituales y que el ritmo de los contagios evoluciona de forma similar a otras enfermedades infecciosas respiratorias como la gripe. Por otra parte, sorprendentemente, a nadie parece alarmar el saldo de muertes en el mundo por cáncer, hambre, contaminación, diabetes, infartos, tuberculosis, paludismo, sida, hepatitis, suicidios o accidentes de tráfico. Entonces, si tanta dolencia nunca ha forzado medidas de excepción como la mascarilla, la distancia, el rastreo, el toque de queda o el confinamiento, ¿cuál es la base médica que las justifica en el caso de la Covid 19? ¿Problemas de seguridad asociados? No parece que sea el caso. El virus simplemente evidenció el mal estado de la salud pública y de la asistencia a mayores saturando hospitales y funerarias. La reacción desproporcionada por parte del gobierno obedece a una estrategia de choque que aprovecha una supuesta crisis sectorial para introducir cambios involutivos. Los regímenes que se entretienen con formalismos democráticos se saben débiles para afrontar una situación crítica con debates públicos y se decantan por la medicalización, o sea, por encararla como si fuera un grave problemas médico solucionable únicamente con medidas de emergencia que van más allá de la medicina. Para imponerla recurren al miedo. Gracias a la comunicación unilateral, ha sido factible la expansión de una psicosis de resultados horribles para la convivencia, pero excelentes para el modelo autoritario entronizado por el estado de alarma.

¿Cuáles son para tí las verdaderas causas?

Las hay de varios tipos. Primero, una combinación de ignorancia, inercia y temor gubernamental a medidas contraproducentes. Segundo, la crisis general del modo de vida capitalista, el lado oscuro de la insostenible industrialización del vivir. El hacinamiento, la hiperactividad, la hipermovilidad, la destrucción del territorio (luego de los hábitats de las especies animales), la alimentación industrial, la polución y un muy deficiente sistema de protección sanitaria, son los verdaderos responsables de la pandemia. El capitalismo ha tocado techo y se ha vuelto totalmente insalubre. Tercero, la reconversión digital de toda actividad planetaria.

¿A qué te refieres cuando hablas de choque de intereses dominantes contradictorios?

Entre las elites planetarias hay diferencias enormes sobre el modo de conjurar la crisis global, o por decirlo de forma más actual, la pandemia económica. Unas confiesan su preocupación por el cambio climático o la suerte de los refugiados y son partidarias de un gobierno mundial, de mantener la parafernalia democrática y del capitalismo verde. Las otras niegan la importancia del calentamiento global y levantan barreras contra la inmigración; están a favor de un enroque nacionalista, de un modelo chino de Estado y de un desarrollismo sin color.

Hablas de administración de la catástrofe y rearticulación de la megamáquina. De un gran avance en profundidad y extensión de la sustitución del “Estado social” por el Estado policial. De desmantelamiento de la sanidad pública, de medicalización y aún mayor crecimiento del poder de las multinacionales farmaceúticas. De dictadura sanitaria.

El poder (la megamáquina) se está reconfigurando a nivel estatal, financiero y tecnológico, y si en el terreno médico eso se manifiesta en la expansión de la industria privada de la salud y el avance de las grandes corporaciones químico-farmacéuticas, en el el terreno administrativo equivale a un desarrollo del área policial y una regresión en la política. Hoy podemos hablar de una dictadura legitimada por supuestas urgencias sanitarias cuya causa se atribuye a un temible enemigo microscópico del que solo las vacunas de las multinacionales nos pueden salvar.

Describes grandes progresos de la alienación: digitalización social, imperio indiscutido de la mentira espectacular, catastrofismo, gobierno del miedo, estadísticas manipuladas, estudios científicos interesados; desplazamiento de la soberanía a instancias cada vez más incontrolables; gestión técnica de los excedentes de población…

Los rápidos cambios producidos desde principios de año por las medidas restrictivas han alterado considerablemente las relaciones sociales y aumentado todavía más la presión sobre la población excedentaria, la gente excluida del mercado laboral, que cada vez resulta más costosa de asistir. También ha expandido en ciertos sectores conformistas una mentalidad sumisa e histérica, incapaz de razonar, propensa a la obediencia ciega y a la delación, típica de los sistemas totalitarios. La digitalización, los medios de comunicación subordinados, la ciencia sobornada y la policía omnipresente son las herramientas de esa forma extrema de alienación, debido a la cual los gobernados ceden gustosamente su soberanía nominal al Estado y a las instancias superiores que determinan sus decisiones.

¿Esos cambios en el régimen mundial de dominación y explotación son, entonces, irreversibles? ¿Se ha acabado lo que se solía llamar “democracia”? ¿Se está produciendo un salto cualitativo en la mundialización del mercado y su imbricación con el sistema tecnológico? ¿Qué es lo que tú ves venir?

El poder ya no puede dar marcha atrás. Todas las mudanzas venideras apuntarán en la misma dirección, la de la barbarie. Lo que dicen «democracia» y no lo es, en la medida responda al salto cualitativamente autoritario de la globalización, será visiblemente lo que ya era en esencia, una dictadura suavemente golpista y tecnológicamente bien equipada.

Conspiranoia y negacionismo, colaboracionismo izquierdista, sumisión servil y dependencia declaradas de la población, profundización en el ciclo trabajo-consumo, entrega a los dictados de los dirigentes, obediencia incondicional. ¿Galerías de un mismo laberinto?

La información vertical, la mentira generalizada, la demagogia dirigente y sus frutos emponzoñados -las fake news, la negación friki y la obsesión complotista-, son en efecto, junto con la servidumbre voluntaria, el control disciplinario y el consumismo acentuados, las características principales del panorama actual.

Perspectivas reales de resistencia y autodefensa.

La profunda desconfianza de las masas ante las improvisadas vacunas, el incumplimiento relajado de las medidas impuestas, la indignación del personal sanitario, la disidencia entre investigadores y la instalación de urbanitas en los pueblos, son síntomas de que la sumisión a los imperativos de la supervivencia metropolitana no es general y ni mucho menos automática. La credibilidad de quienes nos gobiernan no está en su mejor momento y su capacidad de maniobra es más bien limitada. Falta, eso sí, una alternativa civil activa que lleve a plantear la transformación radical del modo de vida, o sea, la salida del capitalismo. Ha de quedar claro que es necesario para la sociedad autogobernarse. La desobediencia, que ya es abundante, la protesta, que no escasea, la autonomía y el gusto por la verdad, casi ausentes, son únicamente los primeros pasos de una revuelta posible que reinvente la salud, los cuidados, la enseñanza, los transportes, el urbanismo, la vida cotidiana, la administración, la política...

 

Miquel Amorós

miércoles, enero 6

[Madrid] Contra la tarjeta sanitaria virtual y la dictadura tecno sanitaria

 

 

«La medicina ha hecho tantos progresos que ya nadie tiene buena salud» Aldous Huxley

 

La declaración por parte de aquellos que gestionan y administran nuestras vidas de la “emergencia sanitaria” provocada por el Covid19 el pasado mes de marzo ha dado lugar a la aplicación de diversos proyectos de ingeniería social, el mundo entero ha sido convertido en un inmenso laboratorio donde probar todas las “armas” en la guerra contra el virus. La tecnocracia sanitaria a nivel mundial ha convertido nuestros cuerpos en patógenos, es decir, nuestros cuerpos son convertidos en “peligros” capaces de transmitir el virus, capaces de matar..esta idea transmitida hasta la saciedad por todos los medios de nuestra tecnificada sociedad a calado hondo en el imaginario social, haciéndonos desconfiar del vecino, del amigo, del familiar etc..es decir, de la comunidad, para desposeernos de la poca comunidad que nos quedaba sustituida ahora como el resto de las cosas por relaciones virtuales, por una comunidad virtual. Que mejor momento para su lógica que regular, que hacer el espacio y el tiempo aún más racionales, nuestros movimientos, nuestras acciones, nuestros pensamientos etc, que imponer un distanciamiento social, que no nos engañemos ya venia golpeándonos fuerte con la extensión de la digitalización a todos los ámbitos de nuestra vida y que como hemos visto ha crecido exponencialmente desde la “emergencia sanitaria”. El transhumanismo está imponiendo su lógica en la sociedad: digitalización y el miedo a los cuerpos, a lo orgánico, a lo no mensurable, a lo salvaje…creando un mundo incorpóreo y digital donde desaparece todo vinculo y somos gobernados por la maquina algorítmica.

LA TARJETA SANITARIA DE MADR.I.P.

Ayer, lunes 14 de Diciembre, tomaba forma uno de estos proyectos de ingenieria social impuestos con la excusa de la “emergencia sanitaria”, la llamada Tarjeta Sanitaria Virtual (TSV) creada por la Comunidad Madrid en Junio de este año incorporará las pruebas diagnósticas relacionadas con el coronavirus, desde las PCR hasta los test de antigenos y seroprevalencia realizados los mismos tanto en la red pública como en los laboratorios privados, así como información de como actuar en caso de un resultado negativo o positivo.

La creación de esta función en la Tarjeta sanitaria significará la selección de personas en función de su estado de salud.. ¿eugenesia sanitaria? Higienismo sanitario?..suena fuerte? ..no hace tanto tiempo que los nazis marcaban a los que consideraban inferiores en función a sus patrones ahora la dictadura tecno sanitaria marca a los enfermos….en diferentes estados del mundo existen otros tipos de documentos necesarios para una vida social como, por ejemplo, el de antecedentes que te permite encontrar o ser rechazado en un trabajo en función de los datos de este documento, en algunos estados de los EEE.UU. las leyes son tan rígidas que es demasiado fácil poseer antecedentes que durante años,o toda la vida, condicionarán tú vida. La TSV supone la posibilidad de ofrecer tus datos sanitarios a un tercero. Quien posea la tarjeta puede mostrar esos resultados a un tercero, si lo considerase necesario, incluyendo un código QR que le dirigirá a una página de verificación donde el Servicio Madrileño de Salud validará que esa información es correcta. Estos terceros se pueden convertir en cualquier persona desde el departamento de recursos humanos de cualquier empresa que te hace una entrevista de trabajo, al portero de un evento deportivo, la vigilante encargada controlar la entrada a un concierto..o quizás el día de mañana el revisor del metro, o la guardia de un supermercado, es decir, nuestros datos más personales e íntimos estarán en manos de cualquiera, la sociedad de la vigilancia se extiende a grandes pasos en el ámbito de la salud. Seremos seleccionados por nuestro estado de salud, bienvenidas a la nueva dictadura tecno sanitaria, que la TSA incluya datos sobre si tenemos o hemos tenido el Covid19 abre el camino a que el dia de mañana los datos de cualquier otra enfermedad que en base a sus patrones consideren peligrosa sean igualmente expuestos en la Tarjeta Sanitaria, incluso abre el camino a que cualquier enfermedad que tengamos o hayamos tenido quede en manos de terceros, sin ir más lejos hoy todo esta información ya está en manos del Sistema de Sanidad Publico que quiza el dia de mañana venda nuestros datos a Google o cualquier empresa interesada en la industria médica/farmacéutica. La selección en base a nuestros datos sanitarios sea cada vez mayor, igualmente abre la posibilidad de usar estos métodos y extenderlos a otros ámbitos que no sean exclusivamente sanitarios..Obviamente esto condicionará nuestras vidas, nuestro comportamiento, nuestra forma de ver el mundo, ya que procuraremos regular nuestra vida con la intención de no “contagiarnos” de no ser señalados en función de nuestra salud y de poder llevar a cabo diferentes actividades sociales. No paran de repetirnos que estos datos serán anónimos con el fin de que la utilizemos o nos pleguemos a sus impertivos, sin embargo la TSv que llevaremos en nuestros moviles inteligentes, al igual que el resto de los llamados objetos inteligentes no tienen nada de anónimo, cada paso que damos en el mundo virtual queda registrado, analizado y datificado. Y parafreseando al poeta alemán nuestros aparatos inteligentes tienen nombre y dirección, y es la nuestra. Los grandes compañías farmacéuticas y tecnológicas (Google, Amazon , Microsoft etc. y están invirtiendo ingentes cantidades de dinero en farmacéuticas) están mas que interesadas en los datos de nuestros cuerpos, la biometrización de los cuerpos es una nueva fuente con la cul maximizar beneficios. Por lo tanto será de esperar que nuestros datos personales e íntimos registrados en la TSA tarde o temprano acaben en manos de terceros que harán negocios con ellos, una vez mas seremos convertidos en simple mercancía, en unos números de los cuales obtener los máximos beneficios. La mercantilización de nuestros cuerpos se esta convirtiendo en un gran negocio para el capitalismo tecno científico las posibilidades que ofrecen la biología sintética, las terapias geneticas, las tecnologías reproductivas, la industria de la clonación etc.. suponen la artificilización y fragmentación de las diferentes partes de nuestro cuerpo convertidas en objetos que pueden ser diseñados, fabricados, comprados y vendidos.

Por ello debemos negarnos a su mundo inteligente, que modela nuestras vidas, que pretende adaptarnos al mundo máquina convirtiéndonos en simples autómatas. Negarnos a ser convertidos en simples numeros que quepan en sus racionales cálculos, negarnos a dar nuestros datos y que sean usados para rediseñar nuestras vidas. Por la anarquía. Muerte al progreso.

 

Contra toda nocividad, Diciembre 2020

domingo, enero 3

David Segarra: “L'Horta nos enseña que somos parte de una sociedad creadora y no solo destructora”

 

David Segarra, periodista y documentalista valenciano implicado con los movimientos en defensa del territorio, ha realizado una serie de documentales donde se refleja la situación de la huerta —l'Horta— valenciana.

  

Con la respuesta popular dada cuando, hace dos décadas, l'Horta de La Punta (València) estaba siendo asediada y reprimida, recuerda David Segarra, una generación pudo observar cómo la oposición frontal de una comunidad labradora y rural era posible en la Europa industrializada de los inicios del siglo XXI. “Aquellas personas que luchaban por su manera de vivir, vinculadas a la tierra y los animales, fueron una gran revelación tanto para la juventud de los pueblos como de las ciudades”, explica el documentalista. El ejemplo de resistencia en La Punta se extendería después entre las personas jóvenes de Benimaclet y de Alboraia con la oposición a una Ronda Nort que destruía gran parte de l'Horta. Él fue uno de estos jóvenes: entre el año 1999 y el 2001, Segarra empezó su vinculación personal con las luchas por la defensa del territorio. A raíz de aquello decidió abandonar la ciudad de València y se fui a vivir en Alboraya para empezar a trabajar de labrador. Fue, dice, una especie de viaje a su origen, un viaje para redescubrir sus, nuestras, raíces.

El apoyo a quienes defienden el territorio ha vuelto a ser visible hace escasos días con la respuesta popular tras el intento de desalojo del CSOA L'Horta en València. Un posicionamiento, el de la defensa del territorio, en el cual Segarra ha profundizado durante años a través de su obra documental.

En vuestro último documental, Per molt que bufe el vent —Por mucho que sople el viento—, se habla de estas luchas, pero se da especial relevancia a la que tuvo lugar en el Forn de Barraca el septiembre de 2019. ¿Qué supuso esta última lucha? 

El Forn de Barraca es el punto de inflexión en 2019 para las nuevas generaciones que se suman a este aprecio por la tierra. Al hacer el documental, la reflexión era no caer en el aislamiento, en la desconexión y la fragmentación, que son un fenómeno muy habitual a los medios de comunicación modernos. Nosotros hicimos el contrario: contextualizar, conectar y ligar. Quisimos mostrar que la lucha del Forn de Barraca era heredera de las luchas y resistencias que había habido antes en Campanar, Alboraia, Benimaclet, La Punta... La lucha en defensa de l'Horta y la tierra no es una cuestión de décadas, es una cuestión de siglos, e incluso de milenios. El Forn de Barraca es un eslabón más en una larga cadena de compromiso de los seres humanos para defender una vida algo más equilibrada que la que nos propone el poder.

¿Cuál es la vida que nos propone, o a la que nos avoca, el poder?

A partir del siglo XIX, con las revoluciones industriales y con la entrada a la modernidad, hemos logrado un proceso de urbanización radical sin precedentes en la historia. En consecuencia, estamos sufriendo un proceso de desconexión con la tierra y de fragmentación de las comunidades, y de la pérdida de una forma de vida tradicional milenaria. De la vida en alquerías hemos pasado a vivir recluidos en edificios. El malestar generalizado y el proceso global de cambio climático nos reflejan que en el siglo XXI hay una necesidad profunda de retorno. Volver a conectarnos con las personas, con los animales y con la naturaleza. La lucha por la huerta es una de las manifestaciones al mundo de esa necesidad humana de volver a tener una vida con sentido.

A veces parece que estamos en un punto de no retorno, pero, por mucho que sople el viento... No se apagan las estrellas, ¿no?

 Esta frase de la cultura popular nos viene a decir precisamente que hay que seguir luchando por muchos cataclismos y destrucciones que haya causado el poder. Las élites no son dioses, aunque desde los faraones hasta los caudillos “por la gracia de Dios”, los tiranos siempre se hayan querido divinizar. Este fenómeno también lo hereda la ilustración, que diviniza el ser humano con la razón. Junto con el mito burgués del progreso —del que nace tanto el fascismo, como el comunismo y el capitalismo— nos han hecho creer que la agricultura, las tradiciones y las comunidades rurales e indígenas son un obstáculo. Pero esto nos ha conducido a los límites del crecimiento y a una vida que se vive al límite a todos los niveles, tanto físicos, como psicológicos y emocionales.

¿Es esto el que nos viene a decir el documental Per molt que bufe el vent?

Aunque tiene muchas lecturas, esa es la magia del cine documental, sí. Aun así, ese es solo el último documental de una trilogía. Esta se inicia con Savis de l'Horta (2018), un primer diálogo con las labradoras y labradores que mantienen este conocimiento ancestral. Seguidamente, Renaixem (2020) es un corto documental que nació de manera inesperada durante la pandemia, y habla de la nueva generación de jóvenes que se han incorporado en l'Horta de València, quienes alimentan verdaderamente en la ciudad. Y es que durante la pandemia pudimos ver como las grandes redes de la globalización económica y sus infraestructuras colapsaban. La ciudad de València podía ser autosuficiente gracias a este aproximadamente 50% de huerta milenaria que nos queda. Finalmente, Per molt que bufe el vent (2020) es el que recoge la lucha intergeneracional en defensa de la verdadera civilización.

¿Cuál sería esta nueva civilización? 

No es nueva. El mensaje revolucionario que dan las labradoras y labradores es que gran parte de las respuestas, reflexiones y prácticas; y las formas de vida comunales, comunitarias, y sostenibles con el medio ya existen. L'Horta nos dice “paraos un momento, no hay que buscar respuestas en Moscú, Washington, Londres o Berlín, escuchad a las mujeres y hombres de la tierra porque aquí hay un mundo que vive”. Todas somos herederas, gracias tanto a periodistas como labradoras, de una larga cadena de conocimientos. L'Horta nos enseña que somos parte de una sociedad creadora, y no solo destructora.

Este paradigma, que responde a las teorías del comunalismo eco-regionalista, puede arraigar bien en l'Horta valenciana, pero, ¿crees que se puede aplicar, teniendo en cuenta las particularidades, en cualquier parte del mundo? 

En mi experiencia, una de las cosas que me sorprendió mucho es que la cosmovisión de los labradores y las labradoras de l'Horta de València es muy similar a la de las labradoras de Palestina y a la de las indígenas de Colombia y Venezuela. Es muy similar la manera que tienen de relacionarse con el entorno e, incluso, utilizan palabras que se asemejan mucho.

De hecho en el documental hay dos planos con indígenas brasileños que vinieron a l'Horta para solidarizarse con nuestra lucha, porque saben que es la misma que la suya. También, cuando Lluís Fontelles habla de cómo empezó a funcionar el Forn de Barraca, como no tenemos imágenes de hace cien años en l'Horta de València, aparece una mujer marroquí haciendo pan en un horno moruno, que, al fin y al cabo, es el horno tradicional valenciano, porque l'Horta valenciana fue creada por los árabes. La conexión es universal y directa, tenemos el mismo origen civilizatorio. Hay que abrir la perspectiva tanto en el tiempo como en el espacio, y recuperar la universalidad del ser humano que hemos olvidado.

Un modelo completamente opuesto al que nos plantean los poderes hegemónicos, teniendo además en cuenta el hecho que las revoluciones científico-técnicas han hecho posible que la destrucción de la naturaleza se haga mediante procesos más eficientes y con resultados más eficaces.   

El proyecto de la modernidad le declaró la guerra a la naturaleza, tanto en los países capitalistas como la Unión Soviética. Pero ya lo hicieron antes en Babilonia, Mesopotamia, Egipto o Roma. Todos estos imperios plantearon un modelo centralista, urbanocéntrico, jerarquizando y violento; y todos van tener la resistencia de las poblaciones labradoras. Aquí y hoy, en la Europa occidental altamente industrializada, también perviven comunidades que nos lanzan el mensaje que la vida en comunidad, respetando la tierra, el agua y el cielo, es posible.

Sin embargo, es cierto que hay un terrible factor: los peligros de la industrialización. Lo hemos visto en las dos guerras mundiales, en el genocidio nazi, en Chernóbil y en Fukushima, en la deforestación y en el agujero de la capa de ozono. Por eso podríamos decir que estamos en la época más peligrosa de la historia humana, con un nivel de destrucción de la vida sin precedentes. Esto hace que estas generaciones tengamos mucha responsabilidad.

Dentro de esa responsabilidad está también la de mostrar y contar realidades, como habéis hecho vosotros en los documentales que tratan la cuestión de l'Horta. Y que, además, son una perfecta herramienta de enseñanza y de aprendizaje para las generaciones que están y las que vienen. 

Correcto, por eso nos surgió la necesidad de hacer la crónica y documentar una lucha que cataliza a muchos sectores de la sociedad que plantean que la defensa de la tierra es un modelo vital. Inspirados en otros documentales, como por ejemplo A Torna Llom, y por periodistas de la historia popular como Eduardo Galeano o Patricio Guzmán, quisimos dejar constancia en el ámbito audiovisual de luchas como la del Forn de Barraca, que además de ser simbólica fue significativa. La gente mayor nos enseña que las historias se tienen que guardar y transmitir, porque como día Joan Fuster: “Si las historias no las contamos nosotros, nos las contarán contra nosotros”.

Per molt que bufe el vent —Por mucho que sople el viento— tardó un año al hacerse. ¿Podríamos decir que lo trabajasteis como se trabaja l'Horta? 

Efectivamente, trabajamos como se trabaja la tierra tradicionalmente, con muchas manos y con un esfuerzo colectivo y lento. Nosotros consideramos que la vida y las historias se tienen que sembrar, cuidar y trabajar lentamente para poder obtener una buena cosecha. Cierto es que muchas veces la inmediatez y la actualidad no nos dejan, pero nuestra forma de hacer periodismo es esta, para estar a la altura de lo que contamos. Desgraciadamente el modelo de periodismo de esta civilización es el mismo que el que adoptamos en nuestra alimentación y en nuestras relaciones afectivas y sexuales. Y aquí surge otra vez la insostenibilidad del “usar y tirar”.

La modernidad líquida de la que habla Zygmunt Bauman nos llega a todas y todos.

 Sí, además con el factor de que el periodismo, más que un trabajo, es un derecho. El derecho de contar nuestras historias. Abarca todas las áreas del conocimiento humano porque es quien comunica la realidad social. Muchos de los grandes escritores, como Estellés y García Márquez, empezaron como periodistas. Después ya abrieron sus horizontes más allá del artículo y la crónica, haciendo periodismo con la literatura, como también se puede hacer con el cine documental.

Me viene también a la cabeza Kapuściński, uno de los imprescindibles a la carrera de periodismo. 

Lo hacen estudiar, claro, pero después no nos permiten trabajar como él. Con él nos cuentan lo que nunca podremos, ni nos dejarán, hacer. Hacer una pieza de más de 50 páginas durante seis meses está completamente prohibido en los medios de comunicación actuales. Aun así no nos tenemos que doblegar al modelo de periodismo hegemónico. Siempre habrá una semillita.

Tu semilla periodística está en una tierra muy fértil. 

Sí, porque la cuestión de l'Horta también genera consenso social, comunidad y amor. Se ha pensado en el siglo XX que el periodismo, como la política, es para confrontar y dividir. También puede ser para mostrar las cosas que nos unen, que son muchas. L'Horta une la sociedad valenciana, como cuidar a la gente mayor y a las criaturas une a la sociedad en general. Con nuestros documentales queremos hacer lo que hace l'Horta. Nos separa muy poco, pero es en lo que se fija sistemáticamente la política y los medios de comunicación hegemónicos.

Las élites crean en sus laboratorios los odios y después los inocula a la sociedad, como hicieron con el antisemitismo y como hacen ahora con la islamofobia. Es el pensamiento único del que nos habla Noam Chomsky que dice que los poderes económicos obligan los medios de comunicación a hablar sistemáticamente mal de Catalunya o de Venezuela. Esto no es nuevo, Sant Vicent Ferrer ya predicaba contra los judíos diciendo que eran demonios. Después iba la gente y los lapidaba. Siempre ha habido predicadores del odio, pero la diferencia es que ahora, con las tecnologías, pueden llegar a todas partes. El poder necesita enemigos para que la sociedad no vaya a una. Nosotros nos revelamos. Queremos hacer un periodismo que una, y no uno que divida.

 

Extraído de https://www.elsaltodiario.com