Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

viernes, julio 31

Mi ciudad




Extraña ciudad la mía,
aquí se dice que habitan
tres millones de personas,
pero miro en la calle el trabajo en el súper el bar
en el banco en el bus en el metro en el cine el estadio
y acabo pensando
que en verdad habita
una
sola
persona
tres millones de veces.


Batania
Ilustración: Laurie Lipton

martes, julio 28

Veganismo en un mundo de opresión



Una crítica habitual que se le hace al movimiento por los derechos animales, y que fácilmente se puede extender a muchos otros movimientos por la transformación social, es la de estar desarrollado a partir de enfoques y experiencias de personas blancas. Se crea así una espiral de autoafirmación y a la vez de exclusión. El grupo que está dentro se retroalimenta y no necesita mirarse a sí mismo para mejorar. Mientras tanto, el grupo que queda fuera (que es la mayoría de la población mundial) encuentra difícil conectar con un movimiento que no hace alusión alguna a sus condiciones de existencia ni parece tenerlas en cuenta. Veganismo en un mundo de opresión es uno de los varios intentos que están surgiendo en los últimos años por revertir esta realidad.

Julia Feliz Brueck ha contactado con activistas no blancas de diferentes lugares alrededor del mundo y ha conseguido generar una obra coral en la que, por medio de ensayos académicos, reflexiones personales y poesía, se examina críticamente el movimiento tradicional por los derechos animales, al tiempo que se ofrecen perspectivas importantes sobre cómo construir un movimiento más inclusivo, consistente y efectivo, que tenga en cuenta las diferentes realidades humanas a la vez que sitúa en el centro a los animales no humanos.

El libro fue originalmente editado por Sanctuary Publishers, y si queréis ampliar conocimientos y visión sobre este tema, podéis encontrar bastantes materiales en una web hermanada con dicha editorial. También el proyecto Consistent Antioppression tiene fuertes lazos de parentesco con Veganismo en un mundo de opresión.

Podéis descargar el PDF gratuito de este libro pinchando aquí

sábado, julio 25

Cazadores: regulando los montes a base de tiros


El pasado febrero un nuevo titular nos recordaba que el odio al lobo ibérico sigue estando en primera plana: la Diputación Foral de Álava autorizó la caza del único lobo del que se tiene constancia en la provincia, ante la petición particular de un grupo de ganaderos. La noticia de por sí ya resultaba bastante incomprensible, pero lo era aún más sabiendo que la autorización se otorgaba mientras se estaba evaluando la inclusión de la especie en el catálogo vasco de especies amenazadas. Unos días más tarde, por suerte para el lobo alavés, el gobierno vasco anunciaba que el lobo se incluiría en este catálogo, aunque con la menor categoría de protección, la de “especie de interés especial”.

Por ser una especie emblemática y haber saltado a los medios de comunicación frecuentemente, el debate sobre la caza de lobos es bien conocido y también ha sido abordado anteriormente desde esta publicación. Por eso en esta ocasión no hemos querido detenernos sobre él, si no aprovechar para hacer un repaso a algunas otras barbaridades que el mundo de la caza nos ha regalado recientemente, así como a algunas de las respuestas que cada vez más le están haciendo frente.


La fábula del zorro y el conejo

Hace unos meses, la consejera de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible de Andalucía, Carmen Crespo, adelantaba algunas de las “bondades” del nuevo Plan Andaluz de Caza, que se encuentra actualmente aún en proceso de revisión. Tranquilizando a los cazadores y loando los beneficios de la actividad cinegética, anunciaba algunas medidas como el adelanto de dos meses de las órdenes de veda, el aumento de presupuesto para la renovación de cotos públicos, o la firma de un convenio con la Universidad de Córdoba para el apoyo al silvestrismo1.

Sin embargo, a la Federación Andaluza de Caza parece que el nuevo Plan se le queda corto. Recientemente, según publicaba El Mundo, reclamaban a la Consejería que permita la caza del meloncillo y que autorice el uso de lazos para cazar zorros, por considerar que hay demasiados y que han hecho disminuir las poblaciones de conejo y liebre. Vayamos por partes…

1) “que permita la caza del meloncillo…” El meloncillo es una mangosta que se encuentra protegida con el rango de especie de interés especial. Según un estudio realizado por la Consejería y la Universidad de Córdoba en 2017, no sólo no han aumentado sus poblaciones, si no que hay «una tendencia negativa de presencia del meloncillo en Andalucía, en general, y en casi todas las áreas cinegéticas en particular, en el periodo 2007-2015”.

2) “…y que autorice el uso de lazos para cazar zorros…”. Los zorros, por desgracia, están considerados especie cinegética y como tal, está permitido matarlos a tiros. Pero parece ser que esto no es tan fácil, por eso los valientes cazadores andaluces reclaman que les dejen poner lazos de alambre para su captura y muerte. El único inconveniente es que los lazos están prohibidos desde hace más de quince años por ser un sistema que no discrimina una especie de otra y haberse cargado (y continuar haciéndolo a día de hoy ilegalmente) a varios linces ibéricos, entre muchos otros animales protegidos.

3) “…por considerar que han hecho disminuir las poblaciones de conejo y liebre”. El pensamiento más obvio que se nos viene a la cabeza es: “entonces… los cazadores dejarán de matar conejos y liebres para permitir que se recuperen sus poblaciones, ¿no?”. Pues no, parece que no van por ahí los tiros. De hecho, en julio de 2019 la Junta de Andalucía aprobó una resolución para “controlar el incremento de las poblaciones de conejo silvestre y evitar así daños en cultivos e instalaciones agrícolas en zonas con presencia o alta densidad de ejemplares de esta especie”, concretamente, en 88 municipios repartidos en cuatro provincias andaluzas durante toda la temporada 2019/2020. Es decir, que hay que matar más conejos pero al mismo tiempo hay que matar más zorros para que no se coman a los conejos.

Aunque a día de hoy la legislación impida a la Federación Andaluza de Caza poner lazos, cepos, cazar meloncillos, linces o lo que les venga en gana, la elaboración de un nuevo Plan de Caza por parte de una Junta gobernada por el trifachito nos debe recordar que los impedimentos legales actuales pueden dejar de existir si bajamos la guardia, en Andalucía o en cualquier parte.


Matar animales no es regular ecosistemas

El ejemplo andaluz puede parecer anecdótico y absurdo, pero lo cierto es que el sector cinegético juega esta baza del control poblacional constantemente, y muy a menudo le funciona. Sin aportar estudios de poblaciones ni otro “sustento” que las quejas de agricultores o ganaderos según el caso (que, no lo olvidemos, son parte interesada en recibir las compensaciones por daños), presionan a la consejería de turno, si es que hace falta, y consiguen mayores permisos para la caza de unas u otras especies. El zorro siempre será un problema por comer conejos, el lobo por el ganado, los conejos por la agricultura, los jabalíes por los accidentes de carretera…

El diario La Opinión de Zamora nos regalaba hace unas semanas (en un artículo que no tiene desperdicio) otro ejemplo perfecto al publicar una detallada crónica de la última reunión de la Junta Consultiva de la Reserva Regional de Caza «Sierra de la Culebra»4. En la misma, en resumidas cuentas, se aprobaba la caza (de la de porque sí, la de matar por diversión) de 42 ciervos machos, 12 corzos y 11 lobos, además del “control poblacional” (eufemismo de matar también, pero poniendo excusa) de otros 20 ciervos macho y 60 hembras “con objeto de prevenir daños en cultivos y siniestralidad en carreteras por atropello de fauna cinegética.” Es decir, sobran ciervos pero se mata a sus depredadores naturales, los lobos. Pero lo mejor es que, al mismo tiempo, la Junta reconoce con orgullo que en los años precedentes invirtió en la “creación de pequeñas parcelas sembradas de cereal o desbrozadas para crear pastizales para los herbívoros salvajes” y “en al aporte de alimento suplementario para los herbívoros salvajes en el periodo alimenticio crítico, que es el verano-otoño: así, la guardería de la Reserva distribuyó más de 2.500 alpacas de alfalfa como suplemento alimenticio para ciervos y otros ungulados, por todos los cuarteles de la Reserva, buscando también con ello prevenir daños en cultivos” y que seguirá haciéndolo en la próxima temporada. En resumen: alimento ciervos y mato lobos – sobran ciervos – mato ciervos – alimento ciervos… Y vuelta a empezar.

Se hace evidente que el único interés de la caza es perpetuarse y extender su actividad, además de los beneficios económicos que genera y que se concentran en unas pocas manos. Nunca, en ningún caso, los cazadores van a velar por el medio ambiente, por mucho que se empeñen en pintarse de verde y venderse como los salvadores de la tierra.

Lejos de solucionar problemas, es la caza misma la que los crea. No solamente por la multitud de especies que han sido y siguen siendo llevadas a la extinción por esta práctica, si no por los desequilibrios de todo tipo que causa en los ecosistemas: introducción de especies invasoras, alteración de la estructura poblacional al cazar mayor cantidad de machos en algunas especies como los ciervos, sobrepoblación de otras al facilitarles alimentación suplementaria o eliminar a sus depredadores, además de por las sueltas de animales criados en cautividad, como perdices o conejos, que alteran a las poblaciones autóctonas y aumentan el riesgo de transmisión de enfermedades. Sin olvidar lo más básico y fundamental: estamos hablando de quitarles la vida, de matar a miles de animales.

No se trata de negar la realidad: a día de hoy todos los ecosistemas en nuestras latitudes son medios muy antropizados y hay muchísimos factores además de la caza que alteran su equilibrio natural, como pueden ser las prácticas agrícolas y ganaderas, la contaminación de aguas y suelos, o la cada vez mayor deforestación y expansión del medio urbano. Lo que hay que tener claro es que la caza es uno de los problemas, no de las soluciones, y que las soluciones existen y tienen que enfocarse de forma integral, es decir, englobando a todo el ecosistema y no a una de las piezas (una especie animal concreta) de manera aislada, favoreciendo el equilibrio entre los eslabones de la cadena trófica, mejorando los hábitats, mitigando con medidas preventivas los daños que la fauna pueda producir, etc. Cualquier otra cosa, incluyendo el liarse a tiros con todo lo que se mueva, no podrá funcionar nunca.
Echarse a la calle (o al monte)

Solo nos resta recordar que contra esto se puede y se debe actuar, y que por suerte hay muchos ejemplos que muestran que ya se está haciendo, como el boicot llevado a cabo el 18 de enero de este año contra el Campionato Galego de Caza de Raposo, una competición terrible en la que unas 150 personas se dedican a matar el mayor número posible de zorros. Ese día, manifestantes venidos de todo el Estado se dispersaron por toda la zona siguiendo a los cazadores y armando el mayor ruido posible para ahuyentar a los zorros. La competición no se canceló, pero es seguro que lograron salvar bastantes vidas.


Donde sí lograron cancelar una batida, de jabalís en este caso, fue en Benicàssim, el 14 de febrero. Varios manifestantes penetraron en la zona de la batida hasta que el Seprona decidió cancelarla por seguridad, para evitar que sufrieran algún accidente.

También desde las ciudades: como cada año desde hace casi una década, la plataforma No a la Caza convocó el domingo 2 de febrero manifestaciones en casi todo el territorio del Estado coincidiendo con el fin de la temporada de caza con galgos, denunciando doblemente esta modalidad por infringir a estos perros cada año maltratos, abandonos y muerte.

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1 Actividad que consiste nada menos que en capturar pájaros como jilgueros o verderones, entre otros, y adiestrarlos para el canto. Sí, eso existe en 2020.




miércoles, julio 22

Obediencia (Pequeños apuntes sobre Fromm y Milgram)


Obediencia: Acción de acatar la voluntad de la persona que manda, de lo que establece una norma o de lo que ordena la ley.

La obediencia está en la base de todo sistema social y, en consecuencia, en todo sistema de poder. Especialmente, desde que la coerción física y el sometimiento por la fuerza han pasado a un segundo plano en las actuales sociedades capitalistas. ¡Ojo! Han pasado a un segundo plano, no han desparecido. El matiz no es pequeño.

La obediencia tiene unas bases tanto individuales como sociales y consecuencias en ambos planos. En el plano individual, está la sumisión ideológica, la aceptación acrítica de la interpretación de la realidad que la autoridad (en el ámbito que sea) ofrece. Esto provoca la falta de responsabilidad personal sobre lo que se hace puesto que simplemente hacemos lo que el poder nos indica, por tanto, nada incorrecto. Probablemente, la obediencia es la conducta más reforzada durante la trayectoria vital del individuo. Es importante resaltar el principio de jerarquía, su necesidad modelada durante siglos hasta hacer prácticamente impensable un modelo social no jerarquizado. Esto entronca con las bases sociales de la obediencia. Fromm hablaba del carácter social como la estructura que caracterizaba a un grupo. Esta estructura mantiene el funcionamiento social una vez que todos los componentes del grupo han hecho suyo el deseo general (es decir, cuando los que ostentan los medios para ejercer el poder consiguen que todos hagan suyos sus deseos). En nuestro modelo social este deseo estaría representado por conceptos como consumo, crecimiento, productividad, competencia...

El propio Fromm distinguía dos tipos de obediencia. Por un lado, la Heterónoma (Sometimiento) que se da con respecto a otra persona. Por el otro, la Autónoma (Autoafirmación) que obedece los dictados de la propia conciencia, pero lo que consideramos como propio en la mayoría de las veces no es otra cosa que una extrapolación de las órdenes que emanan de la autoridad o de los principios morales que rigen en la sociedad. En ocasiones, sí existe esa conciencia libre de la lógica de premio/castigo tan característica del orden social. A este tipo de conciencia libre, Fromm la denomina humanística (frente a la autoritaria que es como denomina a la anterior) y la describe como surgida del conocimiento interior auténtico. Creo firmemente, que mayoritariamente predomina la obediencia autónoma autoritaria. Es aquello que siempre se dice de que somos esclavos sin darnos cuenta de ello porque pensamos que somos libres, que lo que hacemos es fruto de nuestra propia reflexión. Como si las elecciones que vamos realizando a lo largo de nuestra vida no estuvieran condicionadas por el entorno en el que vivimos, por la cultura predominante, por los recursos de que disponemos… pero obedecer no siempre es fácil, en ocasiones crea conflictos internos ante los que debemos desarrollar estrategias para defendernos, para sentirnos mejor. No queremos quedar fuera del grupo, ser marginados. Aunque duela es mejor eso que desobedecer porque esto sí implica irremediablemente decir adiós.

Sin duda, en el estudio de la obediencia uno de los experimentos paradigmáticos es el que realizó Stanley Milgram. Algunas de las principales enseñanzas que nos dejó este experimento son, sin duda, a tener muy en cuenta.

Lo primero que observó es que la conciencia deja de funcionar. Esto está en la base de la obediencia, se sustituye el pensamiento propio por el de la autoridad, cuando esto sucede, el pensamiento se transforma en acción. Algo parecido postulaba Fromm con su concepto de conformidad automática definida como la adaptación del sujeto a las pautas culturales para no sentirse diferente y solo. Al aceptar el pensamiento de la autoridad, automáticamente se abdica de cualquier tipo de responsabilidad. El cumplimiento de los mandatos de la autoridad hace que la responsabilidad sea para dicha autoridad. El hecho se percibe como mero espectador no como actor principal. Por tanto las consecuencias que se puedan derivar de nuestros actos no nos incumben, nosotros estamos haciendo lo correcto. Esto es fácilmente observable en el estilo de vida llevado de forma mayoritaria en las llamadas sociedades opulentas. Condenamos a hambre y muerte a medio planeta, esquilmamos los recursos del planeta y lo enfermamos sin ningún rubor, sin apenas cargo de conciencia porque simplemente estamos haciendo lo que debemos hacer (trabajar y consumir). A esto se le añade, como observó Milgram, que el alejamiento de la víctima facilita la crueldad. En los momentos actuales, la distancia se ha vuelto ley y, probablemente, esta ley ha llegado para quedarse. Pero no debemos engañarnos, llevamos años alejados, aislados, confinados en nuestras propias burbujas. No conocemos a nuestros vecinos, en la mayoría de los casos ni a los que llamamos amigos, como para no sentirnos alejados de los miles de millones de humanos que habitamos el planeta. La tecnología nos ha acostumbrado a creer que somos sociales y empáticos mientras ha ido destruyendo todo rastro de sociabilidad y empatía. También la burocracia desplegada hasta el último rincón de nuestras vidas se ha convertido en una manera de relacionarnos con el mundo, despersonalizada, aséptica, sin implicaciones. Vivimos sin necesidad de implicarnos emocionalmente en nada, esa es nuestra forma de socializar. Así es muy sencillo mantenerse alejado del resto, ser crueles sin remordimiento alguno. Pero si alguna cosa está siempre presente en nuestras vidas es la autoridad y tal y como decía Milgram, es necesaria su presencia para reforzar la obediencia. La autoridad forma parte de nuestra vida: empieza en la familia, sigue en la escuela, en el mundo laboral, está presente en los medios de comunicación, fuerzas policiales y militares, instituciones médicas… La autoridad es omnipresente y esto refuerza la obediencia. Lo saben bien.

Milgram demostró lo peligroso de la predisposición a obedecer y cómo esto nos deja sin conciencia de lo hecho y sin responsabilidad por lo realizado. Concluyó que lo peligroso no era el autoritarismo sino el principio de autoridad en sí mismo. Sabias palabras en mi opinión porque no es necesario vivir en una dictadura declarada para comprender que la desobediencia se paga cara, muy cara y en todos los aspectos de la vida de la gente.

Desobedecer no es sencillo, requiere de muchos recursos personales atreverse a dudar de la autoridad, atreverse a situarse en el otro lado, en el lado en el que estás solo y fuera del círculo social, donde la culpa por no hacer lo que se espera de ti puede llevarte a lugares no deseados, donde sobreponerse a todo eso requiere de una voluntad muy grande y donde, además, estás expuesto a las consecuencias físicas de la desobediencia que van más allá de lo que somos capaces de imaginar la mayoría de las personas. Sin embargo y, a pesar de todo, la desobediencia es más necesaria que nunca. No se me ocurre mejor explicación que estas palabras que Fromm dejó escritas en su “Sobre la desobediencia civil y otros ensayos”:

“Si la capacidad de desobediencia constituyó el comienzo de la historia humana, la obediencia podría muy bien, como he dicho, provocar el fin de la historia humana”.


domingo, julio 19

El síndrome de la cabaña, la conquista de las bicicletas y otras cuestiones post-cuarentena



Bajo los adoquines… habrá arena de playa para construir otra ciudad posible

Es indiscutible que el choque más directo y fulminante del confinamiento desde una perspectiva psicosocial lo hemos vivido en las ciudades, y no con ello queremos afirmar que las urbanitas merezcamos una atención especial. Debemos reconocernos mucho peor preparadas en la cultura urbana para la situación de pandemia experimentada. Hemos vivido la ciudad de una manera diferente: calles completamente desiertas, espacios urbanos vacíos y la inseguridad de las colas que se formaban en estrechas aceras frente a supermercados.

También este hecho nos ha ayudado a imaginar una ciudad sin contaminación, ese veneno letal que respiramos y que tenemos normalizada su presencia, hemos concluido que necesitamos unos barrios menos asfaltados y mejor preparados para un encuentro social seguro. No solicitamos grandes ingenieros para hacer obras urbanísticas con sus comisiones en B en el sentido de un capitalismo verde, sino que debemos apropiarnos de nuestros espacios urbanos, conquistarlos para nunca más sentirlos extraños, ni un apéndice de una vida impuesta.

Las ciudades neoliberales están diseñadas para el turismo y la circulación de automóviles privados, cuestión que responde a los intereses concretos económicos, pero que convierte las ciudades en espacios inhabitables. Moramos lugares que hacen imposibles las relaciones humanas sanas y conscientes. Las salidas en pleno desconfinamiento con calles abarrotadas de personas que deseaban salir a caminar o hacer ejercicio, hacían complicado mantener una distancia social saludable y necesaria para algunas personas, debido a la configuración del asfalto que pisamos. El 80% del espacio público de Madrid está dedicado al coche, cuando representa el 29% de los desplazamientos. Un indicio del reparto tan desequilibrado que existe, y que debe ser una oportunidad para reivindicar espacios a otros transportes, y otras maneras de desplazarse por la ciudad. Son tiempos de la conquista de las bicicletas, de promover modelos geográficos críticos y sociales, de tomar espacio para desplazar al vehículo privado.

Síndrome de la cabaña o cómo romantizar la ficción de vida que propone el capitalismo

No nos extraña ya escuchar a todas horas aquello que han denominado ‘nueva normalidad’, que verdaderamente se parece demasiado a la antigua normalidad que teníamos en nuestras vidas, que no era otra más que estrés social e incertidumbre laboral continuada. En el afán de siempre de patologizar todo lo que nos sucede para desrresponsabilizar al sistema económico y social que está detrás, nos han hecho creer que teníamos el ‘síndrome de la cabaña’. Presentarnos como un problema psicológico las pocas ganas que tenemos de volver a nuestras aceleradas vidas e hiperproductivas actividades de antes del coronavirus.

Si bien en la cuarentena nos subíamos por las paredes de casa (eso quien tenía cuatro paredes donde quedarse) y estábamos deseando salir a la calle. La desescalada que trajo de la mano la posibilidad de comenzar a salir a la calle, primeramente con horarios limitantes, y después sin más restricciones que las mascarillas y la distancia social, nos ha descubierto que tal vez hayamos pasado días completos sin salir de casa. Unas veces lo comentábamos con amistades como algo anecdótico, bromeamos con la pereza que da desplazarse hasta el centro de la ciudad. Paulatinamente escuchamos hablar del ‘síndrome de la cabaña’, ese desánimo generalizado y vivido principalmente por quienes vivimos en urbes. Una etiqueta que parece de la misma fabricación que el síndrome postvacacional, o que ese odio visceral que tenemos a los lunes. Verdaderamente nuestro cuerpo es mucho más fuerte e inteligente de lo que creemos, solo hay que hacerle un poquito de caso y saber interpretar bien las pistas que nos ofrece. Nuestro problema no es individualizado, evidentemente tiene un origen social, que tiene que ver más con el infinito hastío que sentimos de esta vida impuesta. No somos seres más débiles que hace décadas, ni más tendentes a patologías, ni menos aptos para sobrevivir; simplemente llevamos un mayor desgaste de ‘acoso y derribo’ de este sistema sobre nuestras mentes y nuestros cuerpos durante generaciones, hasta el punto de ver anulada nuestras personalidades.

Todas hemos vivido con angustia y ansiedad algunas consecuencias del confinamiento, no poder ver a nuestras gente querida y darles abrazos, incertidumbre por el futuro, y además ni la convivencia familiar ni la soledad cuando es obligada nos ayuda demasiado. Sin embargo, también hemos descubierto que podemos hacer con nuestra vida mucho más que productividad continuada, podemos descansar, hacer absolutamente nada, incumplir aquello que parecía impensable que no hiciésemos. El confinamiento nos ha agarrado fuerte, nos ha puesto bocabajo y nos ha agitado; obviamente no podemos quedarnos igual tras esa agitación.

El problema no está en que tengamos ninguna clase de síndrome, el problema tiene raíces mucho más profundas, y tiene que ver con la estructura social y política que nos hemos encontrado en este mundo desde que nacimos. No queremos salir quizá porque detestábamos las vidas de mierda que consistían en trabajar de ocho a tres para consumir de tres a ocho, no queremos volver a movernos a contrarreloj como autómatas. Si se ha parado el mundo y nos hemos bajado por un tiempo, que sea para reanudar la actividad en otra marcha, la nueva normalidad no debería ser lo que otros decidan por nosotras, sino lo que sea saludable para nuestras vidas, desechando aquello que no las conviertan en algo que merezca la pena ser vivido.


Extraído de https://www.todoporhacer.org

jueves, julio 16

Un terror sanitario injustificado




Desde que el 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara como pandemia la enfermedad Covid-19 causada por el coronavirus SARS-CoV-2, y tres días después el gobierno español decretara el Estado de Alarma y nos confinara en nuestros domicilios, hemos asistido con asombro tanto a la cadena de decisiones tomadas como a la forma en que ha reaccionado gran parte de la sociedad. El malestar y estupefacción que albergábamos los primeros días fueron dando paso a una profunda preocupación por el cariz tomado por los acontecimientos.

Cul de Sac, colectivo responsable de las publicaciones de Ed. El Salmón, publicará próximamente El virus está desnudo, donde analizamos la presente crisis en sus distintos aspectos sanitario, político, ecológico y social.

Adelantamos a continuación las principales conclusiones de nuestro trabajo.

Versión para descarga

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UN TERROR SANITARIO INJUSTIFICADO

Cul de Sac & Ed. El Salmón

 

  1. Se ha tachado de irresponsable a quien osó decir que la Covid-19 era igual que una gripe. No es igual. Para la gran mayoría de la población, la Covid-19 es aún más inofensiva que una gripe.

La mayoría de los contagiados no muestran síntomas.
La mayoría de los que muestran síntomas apenas enferman.
La mayoría de los que tienen síntomas severos no enferman de gravedad.
La mayoría de los enfermos graves sobreviven.
Muy pocos mueren.
Y los que mueren, no todos fallecen por la Covid-19, sino con la Covid-19, sin que ésta sea necesariamente la causa de su muerte.

No lo decimos nosotros, sino los datos.
En España, los fallecidos con Covid-19 menores de 60 años son el 4,7% de los casos diagnosticados. 969 decesos. Hay 35 millones de personas en ese rango de edad.
Y en los mayores de 60 años, la inmensa mayoría de quien contrae el virus, el 85%, no muere.

No lo decimos nosotros, sino numerosos científicos, epidemiólogos y virólogos que no verás en la tele y que se han mostrado críticos con las medidas de confinamiento ateniéndose a los datos sobre letalidad del virus.

No lo decimos nosotros, sino el principal asesor científico del gobierno de Inglaterra:

Entre quienes muestran síntomas, la gran mayoría, probablemente un 80%, desarrollará la enfermedad moderada o leve. Como mucho, tendrán que guardar cama unos días, pero sin tener que ir al médico. Una desafortunada minoría tendrá que ir al hospital, pero la mayoría sólo necesitarán oxígeno y después se irá. Y una minoría de ellos necesitarán cuidados intensivos, y algunos desgraciadamente morirán. Pero son una minoría, el 1% o probablemente incluso menos del 1%. E incluso entre el mayor grupo de riesgo, es menos del 20%. Es decir, que la gran mayoría de la gente, incluso entre los grupos de mayor riesgo, si coge el virus no morirá.

Pese a estas constataciones, este científico ha abogado por el confinamiento porque así se salvaban vidas.
¿Es esto cierto? Probablemente, no.

Cada vez más estudios cuestionan que las medidas de confinamiento y restricción de la movilidad hayan sido la causa principal de la contención del contagio y la prevención de más muertes. Es algo que deben estar pensando muchos gobernantes, aunque pocos se atrevan a admitirlo. Sí lo ha hecho la primera ministra de Noruega, que ha confesado que actuaron movidos por el pánico, y que el virus ya se había extendido por todo el país cuando se impuso el confinamiento. Afirma que ha sido un error que no volverán a repetir.

Pedro Sánchez justificó el Estado de Alarma porque habría salvado la vida de 300.000 personas. ¿En qué se basaba? En los cálculos del Imperial College británico, que vaticinó 500.000 muertes en Inglaterra si no se confinaba a la población.

¿Podemos saber qué habría pasado de no haber tomado estas medidas de excepción? Científicos suecos críticos con la postura de su gobierno ―el único en Europa en no encerrar a la población en sus casas― estimaron, basándose en el modelo inglés, que de no imponer un confinamiento en mayo habría 40.000 muertos y a finales de junio, 100.000. A 2 de junio, han fallecido 4.468 suecos.

Es más, el confinamiento podría haber resultado contraproducente. En Inglaterra, se estima que cada semana fallecen entre 2.000 y 3.000 personas por no poder hacer uso de los servicios de salud. Un prestigioso oncólogo británico afirma que 50.000 personas podrían morir como consecuencia de no poder tratar a tiempo sus tumores. El presidente de la Asociación Francesa contra el Cáncer sitúa esa cifra en 30.000 personas. Cabe recordar que en España cada año fallecen por el cáncer más de 100.000 personas.

 

  1. El organismo internacional responsable de la declaración de pandemia y que recomendó todas las medidas de excepción, la Organización Mundial de la Salud, está desde hace tiempo sometida a los intereses de la industria y del mercado.

Como agencia de las Naciones Unidas, cabría pensar que la financiación de la Organización Mundial de la Salud es totalmente pública. No es así. La aportación de los Estados miembros representa apenas el 20% de su presupuesto. El 80% restante corresponde a donaciones que, en su mayoría, especifican a qué fines debe destinarse el dinero. Un peso fundamental de estas aportaciones recae en el sector privado, como la industria farmacéutica, que cada año riega con millones de dólares la OMS. Un ex alto cargo de la agencia afirmaba en una entrevista en la Cadena Ser que «la OMS está en manos privadas».

El mayor donante privado de la OMS es la fundación de Bill Gates, creador de Microsoft. En los medios se le presenta unánimemente como un filántropo desinteresado que anhela contribuir con su fortuna a hallar una cura al coronavirus. Lo que nadie dice es que Bill Gates tiene millones de dólares invertidos en bonos y acciones de la industria farmacéutica (amén de en el sector armamentístico, combustibles fósiles, etc.).

 

  1. El modelo económico vigente es responsable de vastas transformaciones en la biosfera que están en el origen de la aparición de nuevas pandemias. Y es este modo de vida basado en la producción y el consumo de masas el que genera las condiciones que agravan la incidencia del virus.

Las últimas pandemias y epidemias graves decretadas por la OMS («vacas locas», gripe aviar, gripe porcina, MERS y la presente Covid-19) han tenido como origen un sistema de explotación de ganadería y agricultura industrial.

Además, el desarrollo económico invade y destruye cada vez más espacios de naturaleza salvaje y propicia la interacción del ser humano con patógenos con los que no había tenido contacto antes. Después, el sistema mundial de intercambio de mercancías y de movilidad global se encarga de propagar en pocos días infecciones que antes se restringían a un ámbito local o regional.

La producción y el consumo industrial llevan dos siglos arrasando el aire, el agua y la tierra. La contaminación ambiental es desde hace décadas uno de los principales problemas de los países desarrollados. Numerosos estudios correlacionan una mayor incidencia y letalidad de la Covid-19 en aquellas regiones donde la calidad del aire es peor (Lombardía, Madrid, Wuhan, etc.). Esto es así en las infecciones respiratorias en general. En China, se estima que la extrema contaminación del aire mata 4000 personas cada día. Es el mismo número de muertes totales registradas en el país asiático por Covid-19 durante toda la pandemia.

La presencia cotidiana de los conocidos como «disruptores hormonales» se sabe desde hace tiempo que deterioran nuestro sistema inmune volviéndolo más vulnerable a cualquier tipo de infección. Los químicos presentes en plásticos, envases, cosméticos y multitud de objetos de uso diario aumentan la posibilidad de que el efecto del coronavirus sea más fuerte.

 

  1. La supresión de derechos y libertades es la forma habitual de enfrentar las periódicas crisis del sistema económico. La gestión de la pandemia a través de las medidas de excepción no se entiende fuera de esta tendencia.

El presente estado de alarma, que se esgrime como única solución técnico-jurídica a la pandemia, no puede ocultar que la pandemia misma ha sido determinada políticamente. No se trata de una cuestión sanitaria y técnica, sino de una forma de gobierno a través del pánico a la enfermedad.

Esta pandemia ha acelerado la crisis económica, ecológica y social en la que ya estábamos inmersos. El hecho de que el confinamiento y demás medidas excepcionales vayan a agravar más esa crisis no quiere decir que algunos sectores de la economía no se vean beneficiados. Una repentina y brutal destrucción de parte del tejido económico resulta tentadora para algunos intereses por las ventajas futuras en la reconstrucción.

Las medidas ligadas al confinamiento, que restringen libertades y tratan de suprimir el disenso, podrían convertirse en la norma. Edward Snowden lo resumía así: con la excusa de combatir el coronavirus se está forjando la arquitectura de la opresión del día de mañana.

La aceptación mayoritaria de estas imposiciones muestra asimismo hasta qué punto se había asumido la tendencia a renunciar a nuestra ya de por sí restringida libertad con tal de mantener algún tipo de seguridad, por precaria que ésta fuese.

Se ha pasado de lo que Ulrich Beck bautizó como «sociedad del riesgo» a un mundo que funciona en base al pánico generalizado: desde el que asalta a los inversores en los cada vez más frecuentes desplomes financieros, al causado por los atentados terroristas y los desastres climáticos. Ahora, el pánico biológico desatado por un virus cualquiera ha vaciado ciudades del mundo entero y ha instalado la sospecha sistemática de ser portadores asintomáticos de una amenaza de destrucción masiva.

El recurso a la vigilancia y a la digitalización de nuestra vida cotidiana, que ya estaba muy presente, ha encontrado bajo estas condiciones excepcionales el argumento perfecto para desembarazarse de las tímidas críticas a su generalización.

*

No somos «negacionistas del coronavirus», ni creemos que haya sido inventado en un laboratorio.
Ni que Bill Gates encabece una raza de reptilianos en busca del control mundial.
No pensamos que se trata de una conspiración orquestada de antemano en la sombra.

 

El virus existe, y es inofensivo para la gran mayoría de la población.
Existen otras epidemias mucho más letales que no reciben el mismo tratamiento porque afectan a países pobres.
Las decisiones de la OMS responden a los intereses privados de la industria farmacéutica y de un capitalismo disfrazado de filantropía.
Declarar la pandemia es una decisión política, no sanitaria, y las medidas de excepción adoptadas pueden llegar a convertirse en la norma.

 

DESOBEDECER A QUIENES, DICIENDO DEFENDER NUESTRA SALUD, NOS CONDENAN A UN SOMETIMIENTO AÚN MAYOR, CONSTITUYE UN DEBER MORAL.

                                                                             

Alicante, 2 de junio de 2020

lunes, julio 13

La disciplina social se alimenta de datos


La disciplina se define como el conjunto de reglas de comportamiento para mantener el orden y la subordinación entre los miembros de un cuerpo o una colectividad en una profesión o en una determinada colectividad.

Creo que esa definición lo dice todo: orden y subordinación.

En lo social, la disciplina es la fuerza que regula la sociedad. La disciplina social se puede definir como el acatamiento cotidiano al conjunto de reglas para mantener el orden y la subordinación a las normas (legales y morales) entre los miembros de un grupo social. Es la adhesión a normas que garanticen la convivencia. Es decir, el respeto de la Ley. También es la adecuación del individuo al medio social. Parte del proceso de socialización consiste en adquirir conciencia de las obligaciones para con el grupo o sociedad y en la práctica de esas obligaciones para adaptarse a ella. La disciplina social se empieza a construir en el seno de la familia durante los primeros años. El proceso continúa en la escuela y se sigue dando en el resto (y a través de) el resto de instituciones.

Esa disciplina se alimenta de datos. Lo vemos todos los días en esta especie de estado de alarma en el que nuestras vidas han quedado suspendidas.

Muertos, infectados, recuperados, porcentajes… Por país, por región, por municipio… por escalera de vecinos si pudiéramos obtenerlos. Los datos ofrecen certezas, para bien o para mal. Es algo a lo que agarrarse, proporciona una justificación racional frente a la otra cara de la moneda: el miedo. Porque los datos en sí, son meros números pero la utilización que se hace de ellos siempre tiene un propósito. Los datos aportan información y de siempre se ha visto que quien domina la información adquiere una gran ventaja. Los datos los manejan unos pocos pero sus consecuencias las sufrimos todos. El Estado y las grandes empresas manejan los datos, no sólo los controlan sino que los fabrican a su antojo. Nos ofrecen aquellas versiones que interesan a sus proyectos. Incluso nos enseñan cómo debemos reaccionar ante ellos. El fin de todo ello, es alcanzar el objetivo antes mencionado: orden y subordinación. Es decir, que nos mantengamos siempre abaja, siempre agradecidos al poder por protegernos y velar por nuestros intereses.

A día de hoy, podemos ver la ansiedad de millones de personas a la espera de nuevos datos a cada instante. La visceralidad con que se reciben esos datos y, a pesar del teatro político (una patraña que como siempre sólo sirve para mantener alerta al rebaño) la convicción mayoritaria de mantenernos obedientes. Dispuestos a delatar ante las autoridades a cualquiera que no comparta nuestro miedo y decida actuar de otra forma.

Llevamos toda la vida entrenándonos en la recepción acrítica de datos y en la sumisión a las consecuencias que el poder nos indica sobre esos datos.

Los datos están por todas partes. Vivimos en un mundo donde todo se reduce a cifras, incluso las personas. Desde que el dinero y la propiedad privada son los pilares fundamentales del orden social, las personas nos hemos convertido en números, en meros apuntes contables. Lo hemos aceptado e interiorizado y dejamos que nos traten y nos usen de esta forma. Así, la estadística (esa rama de las matemáticas que utiliza los datos para obtener inferencias) se ha convertido en la forma habitual de referenciar cualquier situación social y, por tanto, la mejor forma de mantener el espejismo de este mundo insostenible.

Llevamos toda la vida atendiendo a los datos de empleo y ausencia de él, a los sube y baja de la bolsa, a los datos demográficos, a los salariales, a los índices de precios de cualquier cosa, a los de jubilación y esperanza de vida, a los escolares… Nos hemos especializado en actuar en función de un sinfín de datos que nos proporcionan la certeza de saber en qué posición de la escala social nos encontramos y en cómo debemos actuar para ascender y no caer en el abismo de los que tienen peores números que nosotros.

Pero no sólo sirven para estas justificaciones sino que los datos tienen un uso todavía más perverso. Esa cara oculta que produce verdadero pavor y fortalece esa disciplina social.

Los datos determinan lo normal y, por tanto, establece las bases para la norma. Esto significa que se utiliza para determinar qué principios se imponen o se adoptan para dirigir la conducta o la correcta realización de una acción. Así, la estadística, justifica nuevamente la imposición de criterios de control y selección social. Esto se puede ver en cualquier ámbito de la vida. En el ámbito de la educación, el criterio estadístico sirve para etiquetar (con su consecuente estigmatización) a cualquier joven en función de unos criterios establecidos única y exclusivamente para hacer prevalecer una estratificación social y un sistema de organización social firmemente asentado sobre la base de cada cual ocupe el lugar que tiene asignado. De esta forma, la estadística predice, señala y confirma el destino de cada uno a través de la constante reducción a factores numéricos de la compleja vida de cualquier joven. En el ámbito de la salud, los datos determinan quién tiene derecho a recibir un tratamiento y quién queda desahuciado. Determina quién debe ser considerado como sujeto de riesgo en función de si cumple con los criterios establecidos para actuar en consecuencia. Especialmente, en lo tocante a la salud mental (extendido a todo ese universo de las llamadas ciencias psi) es donde se manifiesta en toda su plenitud el factor estadístico. Permite clasificar a todos los sujetos en categorías, muchas veces totalmente inventadas con el único propósito de patologizarnos; la desfachatez llega al punto en que para decidir si uno sufre alguna enfermedad de este tipo se basan en una simple cuestión de número: si se cumplen un porcentaje aleatorio de criterios estás o no enfermo. También en lo social muchas veces se impone el criterio estadístico. De esta forma se decide quién puede recibir la limosna del Estado o quién debe acudir directamente a la caridad religiosa. Se decide quién está en riesgo o no, o quién es apto para la vida en sociedad y quién no.

Todo se reduce a una cuestión numérica porque en eso nos hemos convertido. Esos números nos definen, nos catalogan y nos ubican en el lugar que nos corresponde. A través de este tratamiento estadístico se obtiene la uniformidad social y la estratificación bien definida que todo Estado necesita para su buen funcionamiento democrático. Es decir, que las ovejas sigan obedeciendo al pastor y que las que no lo hagan sean tratadas como lo que son: descarriadas y, por tanto, abocadas al ostracismo y finalmente, al matadero. Los datos alimentan la disciplina social, la nutren y la engrasan para su buen funcionamiento. Conocer los datos nos da la certeza de saber hacia dónde quieren que nos dirijamos y, por tanto, nos indica cómo debemos actuar. También acrecientan nuestros miedos. Miedo a quedar excluido, miedo a ser diferente a no pasar inadvertido, miedo a sufrir las consecuencias, miedo a morir en vida. Frente a esos miedos, la subordinación, la sumisión y el mantenimiento del orden aparecen ante nuestros ojos como la mejor opción para mantenernos en pie. Lamentablemente, no parece que seamos conscientes de que mantenerse en pie en este lodazal en el que vivimos nos conduce inevitablemente al agujero infecto en el que es imposible desarrollar nada mínimamente humano.


viernes, julio 10

Entorno privilegiado


Construyeron para nosotros un entorno privilegiado.

Con un parque infantil.
Dentro de un parque de ocio.
En un parque comercial.
Junto a un parque empresarial.
Enclavado en un parque tecnológico.
Rodeado de un parque industrial.
Al lado
de un parque
de regeneración de aguas residuales.

Todo,
en un lugar,
donde antes sólo había
zonas verdes.


Iván Rafael

martes, julio 7

¡Puristas!


"Nada hay tan intransigente y categórico como las ideas.  No admitimos términos medios y ninguna clase de atenuantes. Por eso en nuestros escritos tratamos de ser tan explícitos como podemos. Nuestro norte es la anarquía, el punto que deseamos alcanzar y hacia el cual dirigimos nuestra marcha"
                                          
                                              Fernando Tárrida del Mármol (1)


En la cuestión social existen multitud de maneras en las que se puede abordar un tema; pero sucede que cuando los anarquistas hablan de anarquismo y hacen frente a las distorsiones del mismo, no falta nunca la voz que parece señalar con el dedo a un hereje de la era de la inquisición: ¡Puristas!

Curtidos en los debates, no nos espantan esos títulos y en el caso del purismo es algo que en lo personal reivindico. Pero como no quisiera dar lugar a equívocos daré una breve explicación lo que entendiendo por purismo y en qué manera puede esto ser reivindicable.

No es el purismo de secta, encerrados en nuestra gavilla de la cual nos negamos a asomarnos al sol por miedo a que éste nos queme; no es la defensa necia y ciega de unas ideas, sino la demostración de las mismas; no un dogma defendido “porque sí”; no es la creencia ciega y sin crítica de unas ideas, sino la comprobación-análisis-comprobación de las mismas.

De esta manera, y habiendo entendido lo que no reivindicamos, hemos de proceder a una rápida comprobación histórica, para dar por fin con lo que entendemos por purismo y la defensa abierta de ese purismo, basados en la historia y la filosofía.

No nos tiembla la mano para afirmar que el anarquismo nació como la reacción violenta al reformismo y al Estado por igual.

La crítica del Estado, realizada en todos los tiempos, tomó más seriedad y textura revolucionaria a partir de las críticas socialistas. Cuando algunos afirmaban que el Estado se podía mejorar, que era un mal necesario, que siempre había habido, había y que siempre habría Estado y autoridad, algunos socialistas previeron en el horizonte una sociedad sin Estado ni autoridad; algunos aún, buscando en la historia antigua, vieron que era una idea que se había planteado hacía muchos años.

Algunos otros socialistas defendían la idea de que el Estado y la autoridad, verdaderas máquinas asesinas del pueblo, podrían ser utilizados para beneficio del pueblo cual arma de guerra que puede ser arrancada del sicario para servir a la revolución.

Pero los socialistas anarquistas, previendo el peligro que era esa reforma de las instituciones estatales y autoritarias al maquillar y embellecer solamente las mismas prácticas y que podrían llevar a perpetuarse con una aceptación popular engañosa por las reformas hechas de forma, pero no de contenido, se alzaron en rotundas críticas a estas ideas reformistas.

Proudhon no dudó en levantarse contra el reformismo comunista de Blanqui, contra la dictadura blanquista y el Estado de tipo “popular” e incluso contra el “gobierno directo” y la “legislación directa”. Cierto que en un momento pensaba que las cosas podrían cambiarse sin un proceso revolucionario y violento, pero ya en 1851 habla de una revolución que removiera las bases de la sociedad misma y al final de su vida Proudhon apostaba ya abiertamente por la revolución social, y prueba de ello es su obra póstuma La capacidad política de la clase obrera, considerada como su testamento ideológico a los obreros franceses; Bakunin luchó arduamente contra el reformismo marxista que pretendía dar una barnizada de popularidad al Estado y la autoridad, y quien haya investigado esos hechos sabrá que la lucha era dura y que Bakunin y sus compañeros no dieron tregua alguna en su lucha contra la autoridad marxista; Malatesta no dudó en levantar la voz contra el sistema parlamentario, aun cuando se disfrazara de socialista (léase Merlino); Kropotkin no dudó en levantarse tampoco contra el reformismo de los neodarwinianos que pretendían que la lucha por la vida era la condición de la existencia humana.

Y es que en sus fundamentos el socialismo se manifestó, no como una forma de embellecer la esclavitud: fue una violenta protesta a favor de los trabajadores en guerra abierta contra sus explotadores. Nació como la protesta de la justicia contra la desigualdad. No fue producto de una reforma, sino las formulaciones de crítica dura y firme contra la explotación y para beneficio del pueblo.

Y si esta fue la naturaleza del nacimiento del socialismo ¿en qué momento se deformó tanto para convertirse en nexos entre la defensa de los trabajadores y el ejercicio del poder político?

Esto ocurrió cuando en las filas del socialismo se mezclaron las ideas burguesas de defensa del pueblo desde el poder, de utilizar el poder político para beneficio del pueblo, de tener representantes obreros y demás vulgaridades.

Entonces el socialismo, nacido como una protesta violenta contra la injusticia degeneró en “partidos obreros”, “gobiernos obreros” y cosas similares.

Fue, entre otros, Karl Marx quien impulsó la idea de una lucha que mezclara las ideas del socialismo con las instituciones burguesas; fue ese “demócrata aburguesado” como bien lo define Rudolf Rocker, quien impulsó “partidos obreros”, “conquista del poder político”, “dictadura del proletariado”, “Estado obrero” y demás propuestas absurdas.

No mantener la pureza del socialismo lo hizo degenerar en cosas tan horrendas que actualmente por socialismo algunos entienden gobiernos abiertamente burgueses como el de Hugo Chávez y posteriormente Nicolás Maduro, Evo Morales o la brutal dictadura China e incluso los jemeres rojos, la brutalidad de la dictadura de Lenin, Trotzky y Stalin y regímenes iguales de burgueses y criminales.

¿Qué pueden tener de socialista, de violenta protesta contra la injusticia, regímenes dictatoriales en donde la injusticia es la norma de conducta? ¿cómo puede un gobierno, expresión máxima de la injusticia, ser a la vez la defensa de la justicia, cuando su función principal es precisamente la de vigilar el bienestar de los explotadores sobre los trabajadores? ¿en qué cabeza cabe que las dictaduras, gobiernos y partidos políticos, elementos ejecutores de la injusticia, puedan en algún momento ser defensores de la justicia?

El socialismo nacido como la defensa de la justicia frente al capitalismo degeneró de manera terrible al grado de que hoy todos los que se dicen socialistas han hecho defección del socialismo en sus fundamentos.

Solamente el anarquismo es la única rama del socialismo que puede jactarse de mantenerse fiel a los principios socialistas: su renuncia a los elementos ejecutores de la injusticia, léanse gobiernos, dictaduras y leyes; su mantenimiento de combate a toda forma de injusticia y autoridad; su rechazo completo del Estado y de sus instituciones le dan la condición de ser la única rama heredera auténtica del socialismo.

Las demás ramas podrán adoptar el nombre que sea de su preferencia, pero de socialistas no tendrán más que el nombre.

Sumergidos en gobiernos, leyes, Estados, partidos, autoridad, dirigencias y vanguardias, todos ellos derivados en un vulgar capitalismo de Estado, no les otorga de socialistas más que la etiqueta. Un estudio de los orígenes del socialismo y sus aspiraciones que dieron origen a su nacimiento no permite llamarlos socialistas.

Regresando al anarquismo y a nuestra defensa del purismo, podemos jactarnos de decir que tenemos un ejemplo claro en el socialismo sobre lo que sucede cuando en vías de la apertura se da cabida a elementos de todo tipo e ideas.

Podemos, pues, decir con la historia en la mano que esa apertura que a veces se toma como elemento de libertad no trae sino elementos de todos los colores dañando los fundamentos de una idea, y por el contrario que el mantenimiento de la pureza de las ideas es algo que debe estar presente para que estas no degeneren en vulgaridades como le sucedió al socialismo originario.

A partir de la primera manifestación del anarquismo de manera filosófica con la obra de Proudhon ¿Qué es la propiedad? en ese mítico 1840, el anarquismo se desmarcó de las demás ramas del socialismo y tomó una personalidad propia.

Esta diferenciación del anarquismo de las demás ideas sociales no era solamente una protesta contra el Estado y la autoridad, sino también contra el reformismo de quienes pretendían mejorar y/o utilizar al Estado como elemento emancipador o instrumento de mejora de las condiciones de las capas populares. Antiestatal y antirreformista fueron los primeros rayos del sol que alumbraron al anarquismo. Y lo fueron no solamente como condiciones necesarias a su personalidad propia como anarquismo, sino como mantenimiento y pureza de las ideas originarias del socialismo, al grado que como hemos dicho antes el anarquismo es la única rama socialista que se mantiene fiel a sus raíces.

Así, la pureza del socialismo y del anarquismo, para ser tales, se ven forzados inevitablemente a ser antirreformistas y por extensión puristas en el sentido más claro de la palabra: mantener la pureza de las ideas, alejadas de las contaminaciones ajenas a ellas, y esto no por mero capricho, sino por haberlo demostrado con la historia en la mano. ¿Cuáles son estas contaminaciones? Precisamente aquello contra lo que siempre se ha luchado: nexos con el enemigo, el capitalismo, el Estado, la autoridad, y conforme a ellos, todos los que aspiran a tomar el poder político sean del nombre que sean, así como todo tipo de vanguardias y dirigencias que nada tienen que ver con las aspiraciones de justicia, equidad y libertad que propugna el anarquismo.

El anarquismo se desmarcó de las demás ideas por una característica que no comparten ninguna de las demás ideas sociales, y que fue precisamente esta condición la que dio personalidad al anarquismo: la negación radical del Estado.

Y es que todas las demás tendencias que se ven involucradas en la cuestión social, tanto enemigas como “compañeras” comparten una cosa en común.

Preguntemos a los partidarios de la dictadura militar si consideran al Estado una institución imprescindible y responderán afirmativamente; preguntemos a republicanos, liberales y laicos si desean la destrucción del Estado y todos ellos dirán que no; preguntemos a los socialistas parlamentarios si desean mejorar el Estado para ejercer un gobierno que consideran mejor y dirán que es justamente eso lo que desean; preguntemos a los partidarios del fascismo si desean la destrucción del aparato estatal y todos lo negarán; preguntemos a los marxistas más radicales si desean la conquista del poder político, y si no responden con ambigüedades y se ciñen a las enseñanzas de su maestro todos dirán que sí.

Todos ellos, pese a sus diferencias ideológicas, desean conquistar el Estado. Todos ellos consideran al Estado un arma imprescindible para el orden. Todos ellos, pese a que algunos digan que después de un periodo se debe destruir, comparten la necesidad del ejercicio del poder estatal. Las diferencias en las formas de ejercer el poder los dividen, pero en el fondo el ansia de poseer el Estado los hermana.

Unos prefieren un Estado militar con una férrea dictadura que trate a las personas como bestias que deben ser domadas; otros dirán que el Estado debe ser más democrático y brindar más (2) libertades al pueblo; otros se dirán representantes del pueblo revolucionario y pretenderán un gobierno obrero, campesino y popular con, quizá, la posibilidad a desaparecer después de 3 generaciones.

Las diferencias, pues, se deben únicamente a la forma, pero no al contenido.

El anarquismo es la única teoría social, económica y filosófica, que considera que el Estado, sea cual sea su forma y contenido, es una pesadilla para los pueblos y considera que el primer acto de una revolución debe ser la extirpación radical y sin periodos intermedios del Estado y sus instituciones, lo que también equivale a la destrucción de la autoridad de unos sobre otros de manera coactiva (3).

Tenemos, pues, dos elementos esenciales al anarquismo y que históricamente le dieron una personalidad propia tomando distancia de todas las demás ideas sociales, incluidas las que pretenden mejorar la condición del pueblo incluso mediante la revolución, pero manteniendo la estructura estatal: antirreformismo y negación radical de toda forma de autoridad, Estado, capitalismo y cualquier forma bajo la que se esconda la dominación de unos sobre otros.

Sin estas condiciones el anarquismo no sería anarquismo, sino una teoría igual de reformista que las demás.

Los anarquistas, quienes pretenden llevar a cabo la revolución para implantar el sistema económico, político y social del anarquismo, no serían anarquistas si faltaran a esta renuncia radical a toda forma de Estado y autoridad.

Su personalidad ideológica no se debe a la pinta de una A circulada, a un estilo de música o forma de vestir, ni a amistades con tal o cual persona con la que mantenga una relación, sino a fundamentos históricos, filosóficos y económicos que condenan de manera implacable toda forma de Estado y autoridad.

Despejados de todo impulso pasional, de todo deseo o sentimiento, la historia nos demuestra que el Estado y la autoridad son dos elementos a suprimir de manera directa junto a todos sus tentáculos e interpretaciones.

El anarquista, pues, no puede hacer dejación de sus principios ideológicos más que al costo de dejar de ser anarquista.

Efectivamente ¿se puede ser anarquista y participar en el parlamento? ¿Se puede ser anarquista y policía a la vez? ¿Se puede ser anarquista y participar en las instituciones del Estado?

Creemos que no. En tal caso quien se llame anarquista podría ser un coherente socialista parlamentario, un republicano, un marxista, pero de ninguna manera un anarquista.

El anarquismo no es una filosofía para poner en práctica dentro de 100 años cuando estalle la revolución (o antes), sino una forma de actuar en el aquí y ahora, en las asambleas y conferencias, en la familia, la pareja o el trabajo. Porque el anarquismo no es un disfraz para ponerse cada domingo, sino una práctica diaria.

Contaminados por el ejercicio del Estado, el marxista puede darse la mano con los nazis (4), con los que comparte la necesidad del ejercicio del Estado; el fascista se puede dar la mano con los marxistas (5) y el republicano se puede dar la mano con la reacción más derechista (6); radicales, conservadores y de toda tendencia pueden tener mil discursos con distintos matices y llevar una conducta personal y política de lo más contrario a lo que predican.

Haciendo ejercicio de las herramientas de opresión al pueblo no importa lo que digan sus palabras ni sus aspiraciones cuando en el fondo encontramos el mismo pantano estatal.

Pero los anarquistas no hacen uso de esas herramientas de opresión, no está en su filosofía la necesidad de los mismos sino su destrucción y la instauración de la sociedad radicalmente distinta de la actual. Por ello su accionar debe ser coherente entre fundamentos ideológicos y práctica.

De esta manera el anarquismo se presenta como una exigencia de coherencia para quienes se asumen como anarquistas.

Esta coherencia, esta ligazón inevitable entre los fundamentos ideológicos del anarquismo y los anarquistas, es lo que nosotros reivindicamos como purismo.

¿De qué manera a alguien se le ocurre pedirle a un anarquista, por una supuesta apertura mental (7), su ayuda o simpatía con un partido político, cuando el anarquista desea destruir esos mismos partidos, y llamarle dogmático cuando se niegue a ello? ¿de qué manera, si no es desconociendo el propio anarquismo, se le puede reclamar a un anarquista el que no vaya a votar, cuando es la elección de amos uno de los puntos que el anarquista desea destruir? ¿de qué manera se le puede decir cerrado a un anarquista que ve en el marxismo la misma idea genocida que tantos anarquistas ha asesinado a lo largo de la historia y cuyas ideas apuntan a la conquista del poder político, mismo que los anarquistas buscan destruir?

Solicitamos a quienes incurren en semejantes disparates que antes de llamar cerrados o dogmáticos (8) a quienes se nieguen a apoyar las manifestaciones del Estado y la autoridad, que primero conozcan las ideas anarquistas. Porque a nosotros no se nos pueden mezclar con las demás tendencias estatales que pueden hermanarse unas con otras porque en el fondo el Estado forma parte de su estructura ideológica.

Nosotros hemos declarado la guerra al Estado y la autoridad en todas sus manifestaciones, tanto en el ámbito estudiantil como en el sindical, en la asamblea como en el trabajo, en las manifestaciones como en nuestra vida diaria.

No mendigamos al Estado algunas leyes, no recibimos dinero de nuestro enemigo, no esperamos ninguna mejora proveniente de quienes aplastan al pueblo, ni vamos a darnos la mano con empresarios, burgueses o aspirantes al poder político, aun cuando su discurso nos hable de revolución.

Para nosotros es un crimen la existencia del Estado, y cómplices quienes lo apoyan o desean conquistarlo y ejercerlo. Y esto no es algo que nos saquemos de la nada. Son conclusiones que provienen desde los clásicos del anarquismo y que conforme se estudia el actuar del Estado y la autoridad en la actualidad se confirman paso a paso.

Este combate a nuestros enemigos constituye para nosotros un fundamento irrenunciable. No deseamos modificar algo demostrado de continuo, y por ello no aceptamos ningún compromiso con el enemigo quienes asumimos el anarquismo como algo serio y no una etiqueta dominguera, y en ese sentido deseamos mantener nuestras ideas puras.

¡Puristas! Nos dicen ¡y nosotros afirmamos!

Puristas, porque no queremos ser piezas de ajedrez en el tablero de la política burguesa.  

Puristas, porque no queremos en nuestras filas a quienes de frente nos hablan de camarada y en sus aspiraciones se encuentran las mismas ideas que nosotros combatimos (conquista del poder político, centralismo, autoridad).

Puristas, porque defendemos la pureza de los principios ideológicos del anarquismo sin la mancha gubernamental, aunque ésta se presente como social, socialista o comunista. Es decir, aunque esa mancha gubernamental se presente como gobiernos obreros, liberales, socialistas o leyes a favor del pueblo. Porque sabemos que todo eso no son más que falacias, máscaras del mismo enemigo que se nos presenta con otras formas.

Puristas, porque la amistad no está por encima de las ideas, y a quien se presenta como amigo, pero es un enemigo declarado de la libertad y la justicia popular, no podemos brindarle nuestra amistad y con ella la complicidad.

Puristas, porque a quienes se dan la mano con los partidos políticos y sin embargo pretenden estar en nuestras filas les llamamos por su nombre: traidores.

Puristas, porque en el conflicto social ya hay demasiados que trabajan en el marxismo y los “movimientos sociales” a secas, y nosotros destinamos todas nuestras fuerzas, tiempo, energías, dinero, inteligencia, investigaciones y militancia al anarquismo. Sin ambigüedades. Porque consideramos que es ilógico decirse anarquistas y dar propaganda a ideas ajenas a las nuestras.

Puristas, porque para nosotros el anarquismo no es un bonito sentimiento, sino una lucha firme y sin ambigüedades.

Puristas, porque no somos anarquistas de nombre, sino de hechos diarios, de propaganda y militancia.

Puristas, porque en medio de tanta contaminación estatal nosotros deseamos marcar una línea divisoria con todos ellos, para mantener una lucha anarquista sin medias tintas.

Puristas, porque nuestra apertura al pueblo llano no significa una dejación de principios ideológicos, los cuales para nosotros son inamovibles e incorruptibles.

Puristas, porque con Malatesta decimos que “A los anarquistas les compete la especial misión de ser custodios celosos de la libertad, contra los aspirantes al poder y contra la posible tiranía de las mayorías”, y por ello consideramos la defensa de la pureza de las ideas anarquistas un deber del anarquista.

Puristas, nos dicen, y nosotros respondemos ¡Desde luego, somos puristas!


                                                           Erick Benítez Martínez

Notas:

1.- Anarquismo sin adjetivos. Reproducido en Antología Ácrata Española, de Vladimiro Muñoz, página 31

2.- Otorgar, dar, brindar, permitir, dominar, pero dejando la cuerda un poco más floja. Todos estos actos son equivalentes unos de otros.

3.- Hablamos de exterminar la autoridad coactiva para no dar lugar a falsos debates sobre la autoridad intelectual del albañil en las labores de la construcción, del panadero a la hora de hacer pan, etc. En lo siguiente se entenderá que nos referimos a la autoridad estatal, policial, económica y coactiva.

4.- Ejemplos no faltan en la historia: en 1939, con motivo de la invasión rusa en Polonia, al llegar a la población el ejército rojo se encontró con que los nazis ya estaban ahí saqueando a las poblaciones y se dieron amistosamente la mano, marchando juntos, incluso, colocando estrellas rojas y svásticas nazis en los “arcos de la victoria” en Brest-Litovsk.

5.- En 1938 la Alemania nazi firma un tratado de no agresión con los bolcheviques.

6.- Creo superfluo brindar uno de los miles de ejemplos de esto.

7.- Nada puede haber en la política más cerrado de mente que la ingenua idea de que la política burguesa, el mismo fracaso que tantas veces se ha ensayado, pueda brindar un mínimo de libertad al pueblo trabajador. Apertura de mente es ver más allá de las rejas estatales y ver la necesidad de destruir la casona estatal.

8.- Resulta curioso cuando nos negamos a trabajar con gente ambigua y se nos llama “cerrados y dogmáticos” pero esa gente resulta más dogmática y cerrada de lo que acusan a los demás.

Nadie que se salga de sus concepciones merece respeto para esa gente. Todos los que se niegan a darles la razón son atacados de manera furibunda, muchas veces de formas en las que no atacan siquiera al Estado o a los capitalistas.

Para ellos todos deben ser exactamente como ellos lo consideran. No se trata de una defensa de unas ideas como es nuestro caso, sino de la alineación de la personalidad, ya que no tienen unas ideas definidas no podemos hablar de defensa de unas convicciones. Ellos no quieren sino que todos pensemos y seamos exactamente como ellos: todos debemos, no por decisión, sino forzados para no ser insultados o verse como cerrados ante los demás, aceptar las mezclas más extrañas y contrarias unas de otras, aunque ese amasijo de gente sólo sirva para encumbrar a algunos a algún puesto de dirigencia.

Todos deben querer mezclar todo tipo de ideas, todos deben verse como hermanos aun cuando sea el enemigo, todos deben pensar que pueden trabajar con organismos, instituciones o sindicatos del Estado y que estos, de tentáculos de la injusticia se convertirán, como por arte de magia, en compañeros leales y sinceros.

¡Malaya quien no lo haga! ¡Maldito quien se atreva a salirse de esos carriles! Será insultado y tachado de dogmático pretendiendo imprimir el sello de la ignominia en su frente.

Por fortuna a nosotros esa gente no nos genera sino risa, y continuamos nuestro camino sin dar importancia a lo que no lo tiene.

sábado, julio 4

El fenómeno de Greta Thunberg...




Nota del autor: Artículo publicado por este mismo autor en el número 4 de el periódico anarco individualista "El errante" y en plena lucha contra la destrucción climática antes de que irrumpiese en el planeta el COVID19 y dejase eclipsado este asunto.


El fenómeno de Greta Thunberg y su paraguas del Capitalismo verde llevan ya varias semanas de sermón tratándonos de culpabilizar por no acudir a una marcha de limpieza de colillas, conducir tu coche para ir a trabajar o no separar la basura en los contenedores correspondientes y no queriendo permitirte conciliar el sueño por haber cometido la tamaña aberración de tirar los envases en el contenedor del orgánico; a estas alturas más o menos todos sabemos o al menos tenemos una ligera idea de quién es Greta Thunberg, pero no pasa nada, para los más desubicados les pongo brevemente al corriente:

El nuevo icono de este capitalismo verde nace un 3 de Enero de 2003 en Estocolmo, Capital de Suecia, pronto, con apenas 15 años en Agosto de 2018 se manifestó en los alrededores del parlamento de Suecia con un cartel en el que “exigía” a los gobernantes una acción climática más contundente. Otros jóvenes y estudiantes pronto la emularon y comenzaron a convocar protestas similares organizándose bajo la organización “Viernes para el futuro”. Thunberg , ya como “lideresa” y referente mediática de este colectivo, participó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2018.

A partir de aquí Greta y los suyos han protagonizado decenas de actos, protestas y las llamadas “huelgas climáticas” en todo el mundo, con miles de participantes en todas ellas. Thunberg también apareció en la portada de la revista norteamericana Time, que la nombró “líder de la próxima generación” y son los muchos medios de difusión que ya hablan de “el efecto Greta Thunberg”… Ya teniendo trazado el perfil de “presentación”, formulamos:

¿Quién, quienes o que está detrás de Greta Thunberg?, evidentemente no disponemos de todos los elementos de juicio para daros una respuesta sólida a tal efecto, pero si podemos allanar el terreno con una serie de datos objetivos que nos pueden ayudar a comprender este “boom”; “detrás” de Greta y en el aspecto biológico, podemos decir que se encuentran Svante Thunberg y Malena Ernman, el de profesión actor y un conocido productor de cine, hijo de también dos históricos actores y productores de cine, y ella una famosa cantante de ópera, famosa en concreto por haber representado a Suecia en Eurovisión. Malena es también integrante de la Real Academia de Lengua de Suecia; los cuatro, pues el matrimonio Thunberg-Ernman tienen otra hija, conviven en un piso de una zona acaudalada en el centro urbano de Estocolmo, diversos elementos que nos hacen entender la “casualidad” del empujón mediático y por consiguiente la proyección mundial que ha tenido (está teniendo) Greta en esta “lucha climática” orquestada por el denominado capitalismo verde, mismo que dirige y financia a organizaciones influyentes como Greenpeace, un “capitalismo verde” de un “ecologismo políticamente correcto” en el que culpan y hacen sentir como un mierda al ciudadano medio en lugar de apuntar a la verdadera raíz del problema, el problema creado e interesado de ellos .

Greta Es una “niña bien” y que dispone del privilegio de dormir todas las noches sobre un cómodo colchón en su buen barrio de Estocolmo, la que tiene el “visto bueno” para subirse a estrados, presentarse en conferencias de “peces gordos” y supuestamente “cantarles las cuarenta”…en una serie de “shows” similares (en fondo, no en forma) con los citados Greenpeace y sus subidas con arneses a la Torre Eiffel desplegando pancartas gigantescas, mientras el ciudadano medio embrutecido aplaude desde el sofá de casa frente a su televisor. En este sentido, diversas informaciones apuntan al negocio multimillonario que se escondería tras el telón de la mediática y juvenil activista; según información del diario “The Times” filtrada a diversas agencias informativas:

"La periodista Rebecca Weidmo Uvell ha estudiado esta correspondencia y ha constatado que Thoren, líder de un movimiento contra los combustibles fósiles, llevaba tiempo buscando caras frescas para sus campañas verdes. En febrero de 2018, por ejemplo, defendió la necesidad de involucrar a la gente joven y lograr que su participación acelere la transición a una sociedad más sostenible. En mayo de 2018, Thunberg fue galardonada por un periódico por un artículo de corte ecologista y Thoren se puso en contacto con ella y con otros niños que participaron en aquel concurso de escritura. Fue él quien les propuso una huelga escolar, inspirándose en lo que ocurrió en una escuela de Parkland, Florida, tras un tiroteo que acabó con la vida de distintos alumnos”, esta fuente añade que "La madre de Greta reconoció que nadie más quiso secundar la huelga, de modo que su hija se quedó sola, pero se mantuvo firme. Todo estaba coordinado, puesto que esa misma semana salía a la venta un libro de sus propios padres (Nota: “Escenas de nuestros corazones” es su título) en el que los progenitores de Greta afirman que trabajar por el Planeta les ayudó a salvar su familia. El editor de la obra, Jonas Axelsson, reconoce que los periodistas les preguntaron de inmediato si la huelga era un acto publicitario del libro", Continúa con "Rentzhog, responsable de popularizar a Thunberg, no es un activista de baja estofa. Ha pasado por la organización medioambiental de Al Gore, el Climate Reality Project. Tanto él como su socio, David Olson, han pasado por fondos y empresas financieras como Laika Consulting o Svenska Bostadsfonden.

Entre los inversores que han trabajado con Rentzhog y Olson está Gustav Stenbeck, una de las mayores fortunas de Suecia. Ahora, en su rol de activista, Rentzhog dirige Global Utmaning, un think tank vinculado con la acaudalada exministra socialdemócrata Kristina Persson, quien heredó una gran fortuna y se lanzó después a la política de izquierdas. La organización de Rentzhog cuenta también con la colaboración activa de Anders Wijkman, expresidente del Club de Roma, Petter Skogar, dirigente de una de las principales organizaciones empresariales de Suecia, Catharina Nystedt Ringborg, un directivo con una dilatada carrera en el sector de la energía… Ese es el tipo de gente con el que Thunberg ha desarrollado su carrera. Parte del trabajo de Greta se está canalizando a través de Daniel Donner, que ejerce como jefe de prensa de la niña. Donner trabaja en la oficina de un lobby con sede en Bruselas conocido como European Climate Foundation.”

Un relato veraz, con conocimiento de causa sobre el terreno y naturalmente sin el “patrocinio” del corporativismo verde, lo protagonizaría alguna de las millones de adolescentes que habitan en la sábana africana o las selvas amazónicas, una joven integrante de esas cientos o miles de tribus que tratan de vivir (u hoy en día al menos subsistir) plenamente integradas en la naturaleza como una parte intrínseca de la misma, pero el relato de alguna de estas muchachas indígenas sería un relato destructor, o más que destructor, demoledor, ya que se situaría fuera de control del sistema tecno industrial. En boca de cualquiera de ellas sí que sería apropiada esa frase recientemente pronunciada por ella de “me habéis robado la infancia…”

Con la puesta en escena, controlada, de una adolescente sueca, teatralizando lágrimas y oratoria “dura” ante los capos del planeta y erigiéndose en lideresa de la lucha juvenil por el cambio climático, se consigue, a mi juicio, un importante efecto, captar a toda esa juventud precoz que empieza a adquirir una cierta conciencia ambientalista, naturalista…pues si dicha juventud queda bajo el control “ideológico” e influyente de Greta, quedará bajo el control de la estrategia capitalista verde y de marketing que está detrás de la puesta en escena de Greta.

Estas palabras concedidas por los (antes citados) padres de Greta a un medio de comunicación, sintetizan así la filosofía de este capitalismo verde que supuestamente la propia joven les ha inculcado en casa:

“Estábamos cogiendo aviones de un lado a otro, comiendo carne, comprando cosas y conduciendo un coche grande. Así que, escuchándola, nos embarcamos en el compromiso por la sostenibilidad y el cambio climático”.

Traducimos a los padres de Greta: El culpable eres tú, por conducir “un coche grande”, por tus hábitos alimenticios y por “comprar cosas” (inclasificable), pero el culpable no es (modo irónico, aviso a lectores), en cambio, las grandes industrias madereras, mineras, petrolíferas que arrasan, calcinan, desplazan y masacran a los nativos amazónicos que les resultan “molestos” para sus bastardos intereses monetarios, culpables tampoco parecen ser quienes electrocutan, drogan o diseccionan animales en nombre de la ciencia, las grandes industrias que envenenan nuestros ríos con sus sucios vertidos o los mercenarios paramilitares que asesinaron a la activista ecologista Berta Cáceres y a otros tantos (campesinos, sindicalistas, medioambientalistas…) que se han opuesto a importantes proyectos de hidroeléctricas, fracking, autopistas o talas masivas de bosques.


León Darío

miércoles, julio 1

Chernoblues. De la servidumbre voluntaria a la necesidad de servidumbre


En nuestras sociedades contemporáneas las tragedias ya no se repiten como farsas, directamente se transforman en destinos turísticos. Tras la emisión de la miniserie Chernobyl, el número de visitantes creció espectacularmente, si bien en 2018 ya había sido de 71.862 personas. La banalización del mal no conoce límites en la era de la men­tira desconcertante. La idea de que Chernóbil fue «sólo un ac­cidente» que hoy podemos conmemorar alegremente, o inclu­so visitar los lugares irradiados con la intención de conseguir un selfie impactante, es un ejemplo más de esa servidumbre voluntaria de la que hablaba Roger Belbéoch. Los miles de muertos provocados por el accidente, las consecuencias para la salud de miles de niños bielorrusos, la gran mascarada y las mentiras flagrantes de los «expertos» du­rante la gestión de la catástrofe y de las consecuencias poste­riores, todo ello parece haber pasado al terreno de la ficción sin mayor problema.

En los dos textos que componen el libro (Chernoblues, 2001, y La sociedad nuclear, 1990), Roger Belbéoch, físico de profesión y referente de la lucha antinuclear, muestra que la energía nuclear no sólo crea perjuicios para la salud y el medioambiente: propicia también un tipo de sociedad autoritaria, la única verdaderamente compatible con la civilización industrial coronada por el átomo, donde la servidumbre ciudadana se pliega al dictamen de los expertos de la tecnoburocracia.

Belbéoch tenía la capacidad de analizar los problemas de la energía nuclear al margen de todo esquema establecido y de todo compromiso. Sus análisis, efectuados con una lucidez, una competencia y un rigor poco común, nos alertan sobre los riesgos ligados a la industria nuclear, riesgos confirmados por las catástrofes de Chernóbil y después Fukushima. Belbéoch siempre buscó la verdad, pero nunca buscando honores ni recompensas.

Roger Belbéoch (1928-2011), físico especializado en la aceleración de partículas y en las radiaciones ionizantes, trabajaba como investigador para el CNRS cuando empezó a interesarse por los efectos de dichas radiaciones. Al calor del movimiento de crítica a la ciencia Survivre et vivre, fundado en 1970, comenzó a articular una labor crítica de la tecnología nuclear y de los engaños que la han acompañado desde su nacimiento. Colaboró de forma asidua con La Gazette Nucléaire, revista editada por la Agrupación de científicos por la información sobre la energía nuclear (GSIEN), de la cual formaba parte, así como con Lettre d’Information del Comité Stop Nogent-sur-Seine, comité antinuclear del que también fue miembro. En colaboración con su mujer, la también física Bella Goldsztein (1928-2016), escribió Tchernobyl, une catastrophe. Quelques éléments pour un bilan, Allia, París, 1993 (reeditado por La Lenteur, 2012), y Sortir du nucléaire c’est possible avant la catastrophe, L’Esprit Frappeur, París, 1998.
Puedes encontrar el libro aquí