Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

jueves, diciembre 31

Mudanza del isonauta



¿Cerebros

formateados por los videojuegos y las fake news

podrían construir un mundo justo

y sustentable?



¿Seguimos fantaseando con el futuro robótico

y el Internet of Things

en vez de hacernos cargo del descenso energético?



¿O concebimos –quizá ya sea tarde–

un orden social que no se asiente

en la administración de la crueldad?


 

(en el segundo decenio del tercer milenio)

 

–La extinción de tanta vida no es nada

desde el punto de vista del cosmos,

apenas otro suceso natural



–Eso se lo dices a tu madre

Tierra

 

(exabrupto)

 

Maduren, les decíamos,



dejen de portarse como adolescentes,



como si pudiera

prescribirse

alguna clase de sabiduría

 

(asuman la realidad, les instábamos)

 

Creíamos

que dejábamos atrás las sociedades

campesinas



En los centros de la industrialización

habrá sido un viaje de ida y vuelta

en diez generaciones;



en España

en sólo tres o cuatro

 

(descenso energético)


Jorge Riechmann. Mudanza del Isonauta. Tusquets, 2020

 

lunes, diciembre 28

Los Holobiontes

 


Nos lo explicó hace unos días el poeta-filósofo Jorge Riechamm, “debemos saber que los seres humanos somos holobiontes”. Es decir, estamos hechos de seres vivos.
 

Estamos hechos de seres vivos, somos un fabuloso zoológico donde junto a nuestros 30 millones de células conviven unos cien billones de microorganismos que representan más de un 2% de nuestra masa corporal, uno o dos kilos de nuestro peso total, que no es poco. La flora intestinal, un buen rebaño de bacterias en el estómago que colaboran en la digestión, es bien conocida, pero otros microbios y seres vivos como ácaros nos habitan en los ojos, en la piel y en cualquier otro rincón de nuestro cuerpo. Conocer nuestro contenido es fundamental para tener cuidado del continente. Tiene mucho que ver con las miradas sanitarias holísticas muy diferentes a la superespecialización con la que muchas veces se abordan los desafíos frente a la pérdida de salud.
 

La tierra nutricia, ese manto de pocos centímetros de profundidad donde brotan nuestros alimentos, no es solo un acúmulo de minerales. Es otro holobionte. Como explica Francesc Font en su libro Arrelats a la terra si tomamos con una cucharadita de postre una porción de tierra, estaremos recogiendo, al menos, unos cien millones de bacterias, un millón de hongos y algunas decenas de protozoos, nemátodos o insectos que, exactamente como nuestra flora bacteriana, tienen un papel fundamental para mantener el mágico y caótico equilibrio de la vida. Este microbioma en la tierra, por ejemplo, asociado a las raíces de los vegetales es quien permite su alimentación y crecimiento y por lo tanto el pilar de toda la cadena trófica.
 

Pero que la tierra cultivable es un holobionte parece que la gran industria agroalimentaria lo ignora. Como esa medicina que todo lo trata con antibióticos matando lo perjudicial y lo beneficiario, este modelo predominante de agricultura trabaja agresivamente aplicando todo tipo de venenos, incluso de forma preventiva. Como esa alimentación que solo piensa en que ganemos peso y energía a base de dietas hipercalóricas, el modelo predominante de agricultura mantiene dopada a la tierra a base de fertilizantes sintéticos. De hecho la metodología del monocultivo es el mayor exponente de la ignorancia agraria que nos rodea. Y acabando con la biodiversidad y su armonía, la aparición de plagas está servida.
 

Y acabando con la biodiversidad y su armonía, la aparición de pandemias está servida.
 

Porque nos falta un último elemento para entender esta realidad holobióntica. Quizás el más difícil de interiorizar en nuestra sociedad antropocéntrica, de “homus deus”, de únicos sujetos sobre la Tierra con derechos y sin obligaciones… pero seguro que él más importante. El ser humano no es solo continente. Somos contenido de un ser vivo mayor, global al que podemos llamar Tierra o Gaia pero que debemos sentir. Lo dijo poéticamente Konrad Lorenz, “La ruindad ética y estética de la sociedad actual se debe al alejamiento de la Naturaleza”.

 

Revista SoyComoComo, Gustavo Duch

viernes, diciembre 25

Prohibir la caza es lo único razonable

 

 

En los países en los que está PROHIBIDO CAZAR, primero se habló de la prohibición y decían que era imposible. Luego, se aceptó como algo posible y beneficioso. Y finalmente se prohibió cazar. Moraleja: Hablemos de PROHIBIR LA CAZA porque es posible, legítimo y ético.

En plena pandemia por el COVID-19, la Junta de Andalucía (PP) autoriza a los cazadores a moverse libremente mientras los demás no podemos pasar de una localidad a otra. Hay más libertad para matar que para disfrutar de la Naturaleza respetándola. No puedes cambiar de localidad para tomarte un bocadillo en el campo, pero si vas a cazar puedes recorrer Andalucía libremente (e incluso ir a Castilla-La Mancha). Es otra de las aberraciones del PP contra los animales y el medioambiente.

Los cazadores alegan que son imprescindibles para el mantenimiento de las poblaciones. Ese es su principal argumento para existir. Y es totalmente falso: la caza no sirve para controlar las poblaciones, porque no es ese el objetivo y, aunque sirviera, el problema de la caza es su falta de ética animal y ecologista (contaminación por la munición, muerte de otras especies, incluso protegidas…). Solo hay que pensar que los cazadores —invariablemente hombres— no cazan por amor a la naturaleza. Cazan porque les gusta matar. Ese es el único motivo que los mueve. Si no les gustara afinar su puntería para matar, no saldrían al campo, por mucha falta que hiciera controlar las poblaciones. ¿Cuántos cazadores plantan árboles? No lo sabemos. Pero sí conocemos a muchos planta bosques, que no cazan.

¿De verdad hay superpoblaciones y la caza es esencial?

Sobre esto hay que exponer cinco ideas básicas:

  1. Los cazadores crían y alimentan artificialmente especies cinegéticas para luego soltarlas y disparar mientras huyen. Hay multitud de imágenes sobre esto, muy lamentables. El negocio de la caza genera superpoblaciones y luego los cazadores pretenden erigirse en los controladores de la naturaleza y en los salvadores del planeta a balazos.
  2. Cuando hay superpoblaciones —de forma esporádica— es porque faltan depredadores, precisamente porque los cazadores los matan. Los mismos cazadores que alegan que hay superpoblaciones para cazar, también defienden cazar el lobo, el depredador más natural. ¿Es eso amor a la naturaleza o amor a las armas de fuego?
  3. Hay formas éticas de controlar las posibles superpoblaciones. El problema ocurre cuando no hay ética, sino ganas de disparar. En Países Bajos, por ejemplo, se aplican métodos éticos, como la esterilización de hembras.
  4. Tráfico alerta de que en época de caza aumentan los accidentes por animales. Los cazadores son los que provocan el problema que dicen querer solucionar. Deprimente.
  5. La caza es la causa directa de la extinción o del declive de cientos o miles de especies (desde el origen del Homo sapiens, y no hemos aprendido nada ni siquiera con la pandemia, y algunos siguen sin querer aprender). Los cazadores no solo disparan a lo que declaran cazar sino que, por el camino, matan a muchas otras especies. Por ejemplo, recientemente en Huesca un cazador mató a una osa (especie protegida) y el mismo día, en Palencia, otro cazador mataba a otra osa. Son “supuestos accidentes” demasiado frecuentes, a los que hay que sumar los que no se publican. En medio de un bosque, ¿quién sabe a qué dispara cada cazador? No podemos permitirnos poner más especies en peligro; pero la lista crece cada año.

¿Qué salud mental y qué formación ética tienen los cazadores, si es más fácil conseguir un permiso de armas que el carnet para conducir?

La caza es un reducto más de un patriarcado en crisis. A la mayoría de los hombres no les gusta matar animales. El porcentaje es casi del 100% entre las mujeres. Una vez más, el feminismo da lecciones de responsabilidad, empatía y sostenibilidad. Igual que no puede haber ecologismo sin minimalismo, tampoco puede haber feminismo sin animalismo. Son caminos que van de la mano.

Si queremos construir una sociedad pacífica, ética y sostenible, debemos urgentemente prohibir la caza, como han hecho otros países. Es algo que se hará tarde o temprano y esperemos que sea a la vez que la abolición de la tauromaquia.

 

Pepe Galindo

https://blogsostenible.wordpress.com 

martes, diciembre 22

Canarias es la nueva Lesbos: el infierno de Arguineguín

Se han instalado 7 grandes campamentos temporales de migrantes por distintos puntos de las Islas Canarias. Se trata de una estrategia, adoptada por el “gobierno más progresista de las historia”, que imita, aunque en condiciones y cifras diferentes, a la que se lleva practicando desde el 2015 en la isla griega de Lesbos (de un país actualmente gobernado por la derecha): crear una jaula para quienes alcanzan sus costas de manera irregular. Ésta está siendo la respuesta a la mayor llegada de migrantes por mar a las Canarias desde la denominada Crisis de los Cayucos de 2004, en la que sobrevivieron al viaje 31.500 personas.

En lo que va de año, 18.300 migrantes han llegado a las islas en patera o cayuco, un 1.019% más que en 2019. Pero no deja de ser menos de un 20% de la capacidad que tiene el Santiago Bernabéu, pero esto no ha impedido que se tache de «crisis migratoria» o de «invasión». De los migrantes que llegan al achipiélago, el 65% llegan a Gran Canaria; el 20%, a Tenerife; y el 10%, a Fuerteventura.

Las personas que se bajan de la patera técnicamente no se encuentran privadas de libertad, pero a pesar de ello se les retiene en campamentos lejos del continente para evitar su tránsito por el resto de países de la unión y desincentivar más llegadas. Una estrategia, aplaudida por la denominada UE de las libertades, que pasahttps://www.youtube.com/watch?v=hTsE-oabVt0 por hacinarlas (en noviembre el campamento del muelle de Arguineguín albergaba a 2.600 personas), entregar menos de un litro de agua por persona, tenerles sin duchas, luchando por un cartón sobre el que dormir y comiendo hasta dos semanas tres bocadillos diarios y zumos envasados. Y así, en el infierno, por tiempos de hasta 3 semanas, pese a que la ley impone un máximo de 72 horas.

 

 Un día en Arguineguín

Como explica un artículo titulado «Un día en el campamento para migrantes de Arguineguín» (eldiario.es), «cuando pisan Arguineguín, se procede a su filiación. En un mismo paquete viene la hoja de registro y una pulsera. El brazalete incluye el número de la patera en la que han llegado y, en lugar del nombre y apellido de cada una de ellos, otra cifra. La pulsera es roja si la persona ha precisado atención médica en el muelle, y verde si se encuentran «bien». Después reciben asistencia médica. Una de las carpas del muelle funciona como pequeño hospital, pero las personas en un estado de extrema gravedad son evacuadas a los hospitales de la isla. Ambos están a más de una hora de distancia. 

El estado de salud y de ánimo de los migrantes aglomerados en el muelle va cayendo con el paso de los días. En algunos casos, sobre todo en el de las personas que viajan desde países subsaharianos, se desvanecen en cuanto pisan tierra después de haber estado hasta dos semanas en un cayuco. Tras recibir una primera asistencia, son ubicados en carpas, en las que no se pueden mezclar personas que hayan llegado en embarcaciones diferentes, como medida de prevención para contener la COVID-19. Cada una de las tiendas está bordeada por una valla amarilla. Cuando llega la hora del reparto de la comida, quienes se encuentran muy mal «apenas tienen fuerzas para levantarse y salir a recoger el bocadillo«. 

¿Una crisis migratoria o una crisis del sistema?

Los medios, de todos los colores (si bien con predominancia de los de derechas) no han dudado en tildar la nueva llegada de migrantes a Canarias desde agosto como una «crisis migratoria». Algunos van más allá; «Esto no es una crisis migratoria ni humanitaria. Esto es una invasión solapada en toda regla. Marruecos nos está invadiendo a diario«, publicó El Mundo el 19 de noviembre.

Otras voces más sensatas, sin embargo, indican que realmente se trata de una crisis de acogida. Es importante que no interioricemos el lenguaje que culpa las personas vulnerabilizadas (las migrantes) y que pongamos el foco en quién tiene la culpa de la crisis. En eldiario.es, por ejemplo, se publicó lo siguiente: «El campamento de migrantes en el muelle de Arguineguín se ha convertido en el símbolo de la gestión del Gobierno al aumento de las entradas de pateras a Canarias. Los recién llegados, exhaustos después de haber transitado una de las rutas más peligrosas para llegar a Europa, son alojados en el llamado campamento de la «vergüenza». Sus carpas no son suficientes para resguardarlos a todos. Duermen sobre mantas extendidas en el suelo irregular del puerto, donde se ha documentado la presencia de ratas. Este campamento que, decían, era «de emergencia» cumple cuatro meses operativo a pesar de los anuncios de su inminente cierre. La falta de previsión, la descoordinación entre ministerios y las reticencias de Interior a trasladar a inmigrantes a la península, sumado a una crisis sanitaria que lo dificulta todo, han desencadenado en una crisis de acogida de la que las ONG y autoridades locales llevaban meses advirtiendo«.

La llegada de personas huyendo de situaciones dramáticas (la guerra civil de Mali es un ejemplo claro) era previsible. Todo el mundo sabía que iba a suceder. «Las previsiones acerca de la reactivación del flujo migratorio hacia Canarias se remonta a dos años atrás, ante el cierre de la ruta entre Libia e Italia. Las llegadas a través del trayecto atlántico, surgida tras la llegada de la primera patera a Fuerteventura en 1995, comenzaron a aumentar progresivamente desde 2018, cuando se superaron las 1.000 personas que alcanzaron las costas isleñas (algo que no ocurría desde 2009). En el segundo semestre de 2019, la tendencia se confirmaba, pero el fenómeno pasó desapercibido para las administraciones competentes, que se han demorado hasta este verano para habilitar espacios donde alojar migrantes«, explica el artículo de eldiario.es.

 La UE avala la mano dura contra la migración

No es la primera vez que la UE avala la mano dura de Grecia en la frontera. Recordemos que así lo hizo, con semántica bélica incluida, en marzo de este año, cuando la policía griega se empleó con violencia en la frontera para impedir la llegada de personas desde Turquía (lo cual causó la muerte de al menos dos refugiados y decenas de heridas). “Agradezco a Grecia que sea el escudo de Europa” dijo entonces la presidenta de la Comisión Europea en el paso de Kastaniés.

Las fronteras impermeables pero sofisticadas de la UE

La metáfora de la Fortaleza Europa representa una construcción muy sofisticada, mucho más que el continente fortificado de la Segunda Guerra Mundial. Como explica el artículo «Grecia y la cuestión meridional de la Unión Europea» (elsaltodiario.com), «sus líneas de fortificación son móviles y están repletas de dispositivos de vigilancia electrónica, que refuerzan un arsenal represivo centrado en las armas de la burocracia y el miedo. Sus muros son semipermeables, diseñados no solo para excluir sino para filtrar la entrada de un modo muy restrictivo, fabricando y modificando constantemente los sistemas de categorización jerárquica, de los cuales es solo un ejemplo la distinción entre los “refugiados” —aceptables, pero solo en cantidades limitadas— y los “inmigrantes económicos”, ilegítimos y, por lo tanto, inaceptables. Opera estableciendo pactos con otros Estados o agencias, subcontratando las funciones de coerción, detención, vigilancia y control. Con esos medios, buen número de Estados no miembros a lo largo del litoral mediterráneo y más allá se han transformado en zonas de amortiguación, como anillo externo de las defensas fronterizas de la UE. […]

La “frontera” de la UE es, pues, mucho más compleja que una simple línea de separación entre los poderes territoriales soberanos. Implica relaciones de poder híbridas y desiguales, obligaciones asimétricas, regímenes solapados cuyos límites no coinciden. Como primera aproximación, podemos decir que la relajación del control interno sobre las fronteras nacionales de los Estados miembros se ha visto compensada por el fortalecimiento externo del perímetro de la UE”. Y la creación de estos campamentos son una muestra más de que las autoridades europeas nunca se cansan de pensar en nuevas formas de reprimir la llegada de migrantes que huyen de la miseria.

Estos campamentos deben cerrarse ya, empezando por el de Arguineguín. Exigimos la inmediata libertad de sus habitantes y el reconocimiento del derecho a la libre circulación de las personas.

 

Extraído de https://www.todoporhacer.org

sábado, diciembre 19

¿Qué tiene que ver la Covid con la Biodiversidad?

 Hoy todo el mundo mira con expectación la aparición de una vacuna para el Coronavirus y se ponen todas las esperanzas en una solución técnica que resuelva no solo el problema de la enfermedad, sino todos los asociados a ella. Miles de millones se han invertido en grandes farmacéuticas, se han pre-comprado vacunas que aún no existen y no se toman medidas drásticas de contención esperando que la vacuna llegue cuanto antes. Todo para que vuelva la vieja normalidad, la economía se recupere y hagamos como si aquí no hubiera pasado nada.

Esta forma de pensar y hacer es muy de nuestros tiempos derivados del paradigma de la Modernidad, donde la suma de ciencia y tecnología, la tecno-ciencia, genera un horizonte de esperanza ante cualquier desastre, sea de la índole que sea. Da igual si hay un aumento de fenómenos climáticos extremos, si aumenta la desigualdad o si ganan peso formas totalitarias de gobernar. La ciencia y la tecnología darán una solución tarde o temprano, nos dicen. En realidad no es un problema intrínseco a la ciencia o tecnología, el problema es el mantra del crecimiento económico, la destrucción ambiental y social que provoca y pretender que todos los problemas se solucionen a base de nuevas tecnologías. Esta idea lo único que soluciona es el mantenimiento de las tasas de ganancia de las empresas que hoy dominan el mercado, las grandes tecnológicas simplificadas bajo las siglas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Microsoft).

 Prevenir es curar

Quizás los saberes populares tengan mayor visión de futuro y humanidad que las GAFAM. ¿O es que nunca hemos oído la expresión “es mejor prevenir que curar”? Un dicho popular tan simple pero que lleva intrínseco un paradigma completamente ajeno al del turbo-capitalismo. Las vacunas son una cura necesaria e imprescindible, pero ¿y si fuéramos capaces de prevenir situaciones como la actual? ¿Es realmente posible prevenir eventos de tal magnitud? Desde luego que sí, aunque con la inercia del sistema que padecemos se vuelva tremendamente difícil.

Para prevenir hay que conocer y analizar el origen. Pocas veces habréis leído que el coronavirus es una enfermedad de origen zoonótico, esto quiere decir que es de origen animal con capacidad de infectar al ser humano. El 70% de las nuevas enfermedades descubiertas son zoonóticas y lo son el 100% de las decretadas como prioritarias por la OMS. Esto nos da un primer indicador: la relación de humanos con animales no humanos puede provocar saltos de enfermedades nuevas y nocivas. ¿Cómo sucede esto? ¿Ha sucedido siempre?

Zoonóticas: las enfermedades que ya están aquí

Las enfermedades zoonóticas no son una novedad. El Ébola, el Zika o el Virus del Nilo son ejemplos desgraciadamente conocidos por su impacto sobre la salud humana. El origen de este tipo de enfermedades está en el contacto entre humanos y no humanos, desde una garrapata que primero estuvo en uno y luego en otro ser, hasta contactos más directos derivados de la ingesta de animales salvajes. Esta lectura nos lleva directamente a la cuestión de la biodiversidad y el avance del ser humano sobre territorios no urbanizados. La biodiversidad funciona como un equilibrio natural que cuando es alterado puede tener consecuencias trágicas. Las enfermedades zoonóticas funcionan de la siguiente forma: existe un patógeno dentro de una especie huésped y existen especies reservorio. Las reservorio son especies que son huésped del patógeno pero sin que éste suponga una amenaza a su salud. Cuando se produce un contagio hacia una especie de este tipo, las posibilidades de propagar el patógeno se reducen. Esto nos indica que las áreas de mayor diversidad funcionan como una barrera natural de protección frente a patógenos. El equilibrio natural dificulta que estas enfermedades lleguen al ser humano.

Rompemos la biodiversidad

En el momento en el que el ser humano avanza en su proceso de deforestación y urbanización por terrenos salvajes, estamos destruyendo ese equilibrio que es la biodiversidad y aumentando las probabilidades de que una enfermedad desconocida salte a nosotras. Hay muchos ejemplos básicos que nos sirven para ejemplificar.

En el Golfo de Guinea la pesca intensiva de las grandes multinacionales provocó que la mitad de la biomasa pesquera desapareciera. Quienes se dedicaban a la pesca tradicional perdieron su sustento y, con ello, la comunidad que vivía y se alimentaba de ello, al aumentar drásticamente los precios del pescado. En busca de formas de sustento, entraron las empresas madereras, comenzó la deforestación y la interacción con animales salvajes también en la alimentación. Así saltó el VIH al ser humano.

 

Los monocultivos industriales, la destrucción de las prácticas tradicionales de agro-ganadería, las migraciones forzosas y, en definitiva, la destrucción medioambiental de la mano de los grandes capitales son las que han posibilitado la aparición de multitud de enfermedades hasta el momento desconocidas y de consecuencias terribles para el ser humano.

Además, el Cambio Climático acelera toda está vorágine de pérdida de biodiversidad y transmisión de patógenos. Las aguas estancadas aumentan la existencia de ciertos mosquitos en áreas semi-urbanas que facilitan tremendamente la transmisión de enfermedades y la rotura de estos equilibrios eco-sistémicos facilita otro gran vector de infección, como son las garrapatas. Ante ello, nos vemos en el absurdo de culpar a estos bichos, cuando, como hemos visto, la culpa va más allá y es fruto de la actividad humana que destroza los equilibrios naturales. La solución de los tecnócratas sería matar a todas las garrapatas. Así de absurda es esta forma de pensar.

Un sistema tan vigoroso como frágil

Mientras que el capitalismo se vende como “el mejor de los sistemas posibles” acelera la destrucción del único planeta habitable del que disponemos. La crisis de la Covid ha puesto de manifiesto lo que las ecologistas llevan décadas avisando: que todo sistema excesivamente complejo acarrea multitud de vulnerabilidades que, en situaciones de fuerte estrés, pueden llevar a su colapso. Y con él, vamos nosotros. El circuito mercantil y empresarial internacional permite que los problemas se propaguen a una velocidad nunca antes vista. Las cadenas de valor internacional generan una pérdida total de autonomía económica y política de los territorios. Estamos viendo un ejemplo más de cómo las vulnerabilidades existentes, y potenciales, de esta forma de vida son mayores y más peligrosas que los beneficios que nos ofrecen.

Hoy la vacuna no supone más que un parche necesario para atajar esta pandemia mundial. Pero el objetivo debería ser impedir que otras pandemias lleguen a producirse. Para ello hace falta un cambio de paradigma que es estrictamente incompatible con el paradigma que nos ofrece la tecnología como solución a todos nuestros problemas, sin mostrarnos el lado perverso de todo ello.

 

En la Comunidad de Madrid tenemos un ejemplo muy claro de este choque de paradigmas. Mientras que el mundo sanitario estaba reclamando reforzar las medidas preventivas mediante la inversión en atención primaria y rastreadores, el gobierno necro-neoliberal de Isabel Díaz Ayuso se ha dedicado a construir un nuevo hospital de pandemias, a la vez que existen plantas en hospitales públicos cerradas o no se ha tomado el control de los recursos privados para ponerlos a disposición pública.

Un nuevo paradigma

No es casualidad el momento en el que se ha producido esta crisis. Llevamos décadas sentando las bases para que sucesos como este se produzcan. La infra-inversión en los sistemas sanitarios, la dependencia del comercio exterior, el aumento de la presión turística y la destrucción medioambiental no son hechos aislados y compartimentados. Son parte un todo global como hemos visto. La salud no es solo cuestión de enfermeras, doctoras y científicas. A principios del siglo XX uno de los hechos que hicieron reducir drásticamente las enfermedades y la mortalidad infantil fueron las campañas por la higiene personal, algo tan sencillo como lavarse las manos. Esta forma holística de pensar es lo que hoy se necesita más que nunca. Una nueva forma de pensar que permita generar un paradigma que nos muestre un futuro que no sea o apocalíptico o una versión cutre de Blade Runner. Recuperar la biodiversidad, desacelerar los ritmos de vida, restar poder al mundo empresarial e invertir en aquello que no se rige por criterios comerciales y de beneficio, son algunos de los pasos por los que debemos transitar para que, en el caso de que haya una nueva pandemia, estemos preparadas.


 

Extraído de https://www.todoporhacer.org

miércoles, diciembre 16

La invasión

 


La ultraderecha española

siguen metiendo miedo con los inmigrantes,

pidiendo expulsiones, verjas y palos,

pero la invasión no viene en patera

viene en limusina, en avión y en trasatlántico,

y esa España, con la que a ellos se le llena la boca,

no sabe cómo vomitarlos.


Han comprado medio país,

reformado a su gusto pueblos y ciudades,

construido urbanizaciones exclusivas

en zonas no urbanizables, vegas, riberas

y primeras líneas de playa

con la complicidad y la ayuda

de quienes claman

contra los que se ahogan en el Mediterráneo.


Los que se aprovechan de nuestro sistema de salud

no son los inmigrantes, son ciudadanos europeos,

alemanes, británicos y noruegos,

que vienen a hacer turismo sanitario.


Los que nos expulsan hacia la periferia,

encarecen los alquileres y hacen invivible

el centro de las ciudades no son los subsaharianos

sino los ciudadanos europeos que vienen

a montárselo de botellón en vuelos chárter

todos los fines de semana.


La culpa de nuestros sueldos de miseria

no la tiene la competencia que nos hacen los de fuera

sino los niveles de explotación

que somos capaces de soportar

de los nuevos negreros de la patronal.


La culpa de los desahucios

no la tienen los inmigrantes

sino los fondos buitre

alimentados por inversores extranjeros

que así reparten beneficios

y se preparan una tranquila jubilación

especulando con tu casa, tu impotencia y tu dolor.


Los valores y la cultura

no están peligrando por culpa de los inmigrantes

sino por parte de los residentes europeos

que están cambiando nuestro estilo de vida,

que jamás se integrarán en nuestra cultura,

nuestra idiosincrasia y nuestras fiestas populares

y que se niegan a aprender una sola palabra de nuestro idioma,

mientras nosotros tenemos que pagar por hacer cursos

para aprender el suyo y poder trabajar en la hostelería.


A fecha de hoy, los alarmistas de la invasión,

los reyes de la xenofobia y los abanderados

de la pureza racial y el miedo, tienen a su favor

un millón de marroquíes, medio de rumanos y latinos,

y doscientos mil chinos, en total no más de cinco millones

de migrantes.


En su contra, los ochenta millones de los que no dicen nada,

pero que están destruyendo la identidad de nuestras ciudades,

convirtiéndolas en parques temáticos,

empobreciendo a los que viven en ellas

y generalizando el trabajo esclavo en el sector servicios.


Ochenta millones de termitas devoradoras

de recursos escasos, agua y energía.


Ochenta millones de termitas contaminadoras

y generadoras de toneladas de residuos

sin aportar gran cosa al tejido social de las ciudades.


Ochenta millones que dejarán beneficios

mientras se puedan seguir externalizando los costes, sí,

pero beneficios que se quedan en muy pocas manos,


las de aquellos que agitan en la frontera

banderas de España contra los inmigrantes.





Antonio Orihuela. Todos atrapados en la misma trampa. Ed. Garum, 2020

domingo, diciembre 13

Soberanía Rural




Antes de la pandemia (a.P.) vivíamos junto a una hoguera que, en mayor o menor medida, a todas nos producía algún grado de quemaduras. Pero las clases gobernantes, inconscientes o parapetadas en sus privilegios –o las dos cosas– no detectaban ni siquiera el humo. Han pasado poco más de tres meses de la explosión de la covid-19 y, aunque el incendio eco-social no puede ser más evidente, no solo no proponen ninguna medida para frenarlo sino que, con sus políticas y fondos de recuperación, lo alimentan cual pirómanos. Esto sí que nos genera un verdadero estado de alarma.

Me preocupa, también, el salto mortal que nos ha llevado de decenios a.P. donde predominaban los sentimientos mayoritarios de ruralofobia y de desprecio hacia la Naturaleza a lo contrario, el boom rural. En los últimos meses abundan los anuncios publicitarios donde la estrategia de marketing pasa por piropear a los pueblos y a sus gentes; la prensa convencional está haciendo huecos urgentes a la cultura rural, que ahora está de moda; y, desde luego, las grandes cadenas de supermercados ya no solo llenan lineales con productos ecológicos sino que también divulgan a los cuatro vientos su compromiso para salvar a la pequeña agricultura y “su trabajo esencial”. ¿Será lo rural un nuevo nicho de negocio? ¿Qué planes para “reflotar la economía” de los entornos rurales se imaginan los gobiernos?

El renovado interés por la búsqueda de espacios naturales acrecienta los fenómenos especulativos de la vivienda en los pueblos

Como advertían algunas voces, la construcción del discurso de la España vacía ha generado un buen pretexto para justificar cualquier tipo de negocio, por perjudicial que sea. El argumento de repoblar los entornos rurales está permitiendo la expansión de las macrogranjas industriales, por ejemplo, o la expansión desproporcionada de parques eólicos. El renovado interés por la búsqueda de espacios naturales, lejos de los riesgos epidémicos de las grandes ciudades, es un segundo factor que ya está acentuando una suerte de retorno a lo rural que, sin compromiso por formar parte de la sostenibilidad colectiva del pueblo, acrecienta los fenómenos especulativos de la vivienda en los pueblos y de la tierra cultivable. Y esto hace aún más difícil la llegada de personas que sí miran a lo rural/natural como el lugar donde situar vidas vivibles a partir de la relación con la tierra y su fertilidad.

Con este escenario, lo rural y lo natural cotiza cada vez más alto en las bolsas de valores. A los buitres que rastrean donde invertir no se les escapa que en esta época d.P. el mundo rural es muy llamativo en cualquier escaparate. Vendemos pueblos abandonados. Buena inversión para ofrecer lugares donde vivir y teletrabajar con menos riesgos de caer enfermo, dirán sus anuncios. Increíble caserío a la venta, protegido con seguridad privada 24 horas y dos huertas perimetradas con vallas electrificadas. Solares por edificar en una calle asfaltada, sin olor a estiércol. Vendo 20 hectáreas de prístinos parajes. Muchas posibilidades
De hecho, poniendo un poco de atención, ya detectamos esta nueva tendencia para “refugiados pandémicos clase top”. En las mesas de algunas administraciones se está discutiendo el proyecto llamado “Maestrazgo-Els Ports” –impulsado por una conjunción de entidades filantrópicas y fondos de inversión– que pretende reducir 550.000 hectáreas de comarcas del norte del País Valencià, de las Terres del Ebre y del Maestrazgo aragonés a una postal, a un parque temático de lo salvaje. Como se explica en esta serie de reportajes publicados por La Directa, a los promotores no les tiembla la voz cuando esgrimen que “con la reintroducción de especies salvajes o la renaturalización del territorio (léase, expulsión de campesinado) se facilitará el trasvase de capital de las ciudades al campo así como generar oportunidades económicas en las comunidades rurales”.

Satisface ver cómo la sociedad en general ha puesto en valor la libertad no confinada y poder vivir o tener acceso cotidiano a los espacios naturales. También es una buena noticia observar cómo se ha redignificado el papel de las personas productoras de alimentos… pero no perdamos de vista que los ingredientes para una invasión neoliberal de lo rural están servidos. Es ahora, con más importancia que nunca, cuando se debe apelar a la soberanía rural. Son quienes viven y mantienen estos territorios los que deben decidir sobre los mismos. Lo expresa muy bien el colectivo Arterra con un fanzine cuyo título es suficientemente explícito: “Saca Tus Sucias Manos De Mi Pueblo”. Como ellas dicen, “levantadas en defensa de la comunidad cual lo hacen los campanarios de nuestros pueblos”.


Publicado en revista CTXT y en la revista Soberanía Alimentaria. Gustavo Duch. Julio 2020

jueves, diciembre 10

¿Por qué okupamos?


Con este texto pretendemos hacer una pequeña exposición básica sobre los motivos por los cuales la okupación es una herramienta válida a la hora de luchar y a la hora de vivir. Este pequeño anexo, que se complementará en futuros números, se explica cómo entendemos la okupación, qué utilidad tiene y por qué la asumimos como algo vital.

Entramos ilegalmente en viviendas, edificios, solares, espacios… abandonados y en desuso y tomamos posesión de ellos porque lo consideramos un acto de reapropiación, es decir, una forma de recuperar parte de lo que es nuestro y de todos, puesto que el planeta tierra no es de nadie y es de tod@s.

Porque con la propiedad privada nos han negado el libre acceso a los recursos básicos para la vida, y esto nos “obliga” a aceptar durante casi toda nuestra existencia la explotación que supone el trabajo asalariado, explotación que significa que parte del esfuerzo que realizamos los desposeid@s para vivir, nos es robado por l@s propietari@s, perpetuando así el circulo vicioso del capitalismo, es decir, que un@s vivan a costa de otr@s. Al okupar, rompemos con la necesidad de aceptar ese chantaje, recuperamos una parte de lo sustraído y, por extensión, de nuestro tiempo de vida. Nosotr@s, usamos la okupación como herramienta política, es decir, como un medio más en nuestro intento de crear espacios de vida al margen de las leyes, normas y valores que nos imponen el Estado y el Capital.

No somos okupas, somos personas, que estamos okupando con el fin de procurarnos, por nuestros propios medios y esfuerzos, viviendas, lugares de aprendizaje y trabajo, espacios de esparcimiento y de producción de lo que necesitamos: alimentos, bienes, etc. Okupamos por algo más que el interés personal, por algo más que para huir de la asfixia cotidiana que supone vivir al son de políticas y mercaderes.

Usamos la okupación como ensayo de un mundo nuevo, como puesta en práctica de nuestras ideas:

De acción directa: no necesitando de intermediarios, sino siendo nosotr@s mism@s quienes tomamos y llevamos a cabo las decisiones, y, por tanto, asumimos las responsabilidades de las mismas.

De autogestión: organizando entre tod@s nuestras relaciones y necesidades, manteniendo nuestra capacidad de decisión intacta ante posibles chantajes surgidos de la relación y dependencia de instancias externas: estatales, comerciales, etc.

De solidaridad: compartiendo y ayudándonos l@s un@s a l@s otr@s, respetando y reconociendo los intereses individuales en los colectivos, y viceversa.

De horizontalidad: nadie manda y nadie obedece. Funcionando a través del libre acuerdo, la responsabilidad y la confianza en la palabra dada. No queremos que nadie se vea obligad@ a hacer nada con lo que no esté de acuerdo, por eso no aceptamos la imposición de la mayoría, y por eso, no votamos.

De igualdad: tod@s somos diferentes, pero tod@s somos personas. Considerando a cada un@ como un ser vivo único, con su propia personalidad, identidad e idiosincrasia. Tratando de respetar a l@s demás como nos respetamos a nosotr@s mism@s. Respeto por respeto, porque sólo respetando la libertad de l@s demás podremos hacer crecer la nuestra.

Concluyendo, cuando okupamos estamos realizando un acto de reapropiación de nuestras vidas. Por un lado, al rechazar la lógica opresora del Estado y el Capital por la cual se crean y fomentan las desigualdades sociales a través de la propiedad privada, y se perpetúan gracias a la herencia; y, por otro lado, ensayando la construcción de nuestra realidad individual y colectiva un poco más libre día a día.


lunes, diciembre 7

Thoreau. La vida sublime


Thoreau. La vida sublime, así se denomina este cómic o novela gráfica de los autores A. Dan y Masimilien Le Roy. Dibujo del primero, que firma de esa manera, y guión y color de Le Roy. Thoreau es un pensador muy importante en la modernidad, de mucha actualidad en algunos aspectos hoy en día, y sin ser explicitamente anarquista, no de un modo político concreto, sí ha sido reivindicado en la tradición libertaria e incluso publicadas sus obras en el movimiento anarquista.

El cómic nos sitúa al autor volviendo a su pueblo natal, Concord, en Massachusets, a mediados del siglo XIX; acaba de fallecer su hermano, se encuentra afectado por ello y también por la rigidez de la vida en la gran ciudad. Llevará entonces una labor pedagógica vinculada a la sencillez del entorno rural en estrecho contacto con la naturaleza. De esa manera, vivirá durante dos años en una cabaña rudimentaria, construida por él mismo, junto al lago Walden y así se llamará una de sus obras más importantes. Es en ese contexto donde se gestarán sus ensayos más radicales de cuestionamiento del poder y de la libertad del individuo frente a una autoridad que no respeta los principios morales más elementales (o universales, que Thoreau reivindica, y que es un debate que llega hasta la actualidad). Como es sabido, este autor era un antiesclavista furibundo, que ha pasado a la historia en gran medida como un partidario de la desobediencia civil para no sustentar el poder político, algo que como veremos más adelante resulta polémico.

Thoreau se presta a diversas interpretaciones, según el ensayo que leamos, pero uno de los temas cruciales en su obra, y una de las que más nos interesa desde el punto de vista libertario, es la relación del individuo con la autoridad, con el gobierno si se quiere. Así, sitúa como eje de su obra la conciencia, la objeción moral hacia el poder político, el Estado, más que en la búsqueda de las adecuadas instituciones políticas. Por lo tanto, la libertad del individuo estaría por encima de las instituciones y las leyes, lo que le colocaría sin duda en la tradición libertaria, aunque aclararemos una vez más que no llega al anarquismo al reivindicar en algún momento el mejor gobierno. De hecho, mi opinión es que su faceta radical naturalista, su deseo de una existencia en estrecho contacto con la naturaleza, puede verse como una huida de la vida política, no tanto de un deseo de transformar las comunidades humanas. Parecer ser que al final de su vida esto cambia, hablamos de un autor complejo e inteligente y, como no puede ser de otra manera, sujeto a una evolución en su vida y pensamiento. Así, sería entonces más partidario de la acción colectiva, a través del municipio, evitar o limitar los desmanes del capitalismo y preservar la naturaleza.

Es esa otra faceta de Thoreau, junto a la de la desobediencia civil, que llega hasta nuestros días. Hay que tener en cuenta que existe una visión oficial del autor, impregnada por lo que le interesa al poder, y de hecho Thoreau ha sido homenajeado incluso por presidentes en los Estados Unidos, algo tremendamente paradójico. Se nos muestra de esa manera a un desobediente y un naturalista benévolo, pacífico, que apela a grandes principios morales, pero que no molesta demasiado a la autoridad. Algunos expertos, y al final del cómic hay una muy interesante entrevista al respecto, afirman que tal vez la condición de resistente es más adecuado que desobediente, lo que le confiere a Thoreau tintes más rebeldes. De hecho, hay episodios de su vida en la que estuvo en contacto con abolicionistas violentos, es el caso de John Browm, que se recoge en el cómic, finalmente ejecutado, partidario de una insurrección violenta de esclavos a lo Espartaco. Hay alguna obra de Thoreau, insistimos en que un pensador complejo y cambiante, donde difícilmente le podemos ver como un partidario de la no-violencia e incluso insinúa que en algunas circunstancias resulta inevitable la resistencia armada. Por supuesto, todo esto hay que situarlo siempre en el contexto de la época y, con seguridad, Thoreau podía estar condicionado por la ineficacia de una mera desobediencia hacia un Estado bélico y esclavista.

En definitiva, este cómic, por un lado de una gran belleza plástica, nos sirve también para introducirnos en el pensamiento de un hombre complejo, que sería importante leer con atención antes de formular juicios definitivos. Como hemos dicho, hay una visión histórica, superficial y oficial muy cuestionable, ya que resulta más bien inofensiva para la transformación radical del sistema. Thoreau no era un simple partidario de discursos u obras vehementes y en algunas circunstancias se vio empujado a la acción colectiva para preservar los derechos civiles y la naturaleza. Es un debate que llega hasta nuestros días, que ha influido en multitud de militantes, y digamos que tanto la acción como el pensamiento radical, sin división entre ambos ni escapismo místico alguno, son necesarios para cambiar el estado de las cosas.

La novela gráfica concluye con la muerte de Thoreau en 1862, tres años antes de que se aboliera la esclavitud en Estados Unidos. Es tal vez la última etapa del autor más interesante que sus primeros años, en los que se produce su amistad con Emerson y su cercanía al trascendentalismo, un movimiento romántico y algo místico, que reivindicaba una conciencia moral superior y la experimentación individual, algo de gran influencia en la vida y el pensamiento de Thoreau. Sin embargo, es en sus últimos años cuando apuesta de forma más concreta por el cuestionamiento crítico, denuncia la injusticia política, la hipocresía religiosa, la explotación de la naturaleza, y apuesta por una vida más sencilla alejada del consumismo, no obcecada en el trabajo… Son cuestiones que llegan hasta nuestros días, un siglo y medio después, dado el desarrollo depredador y alienante de la modernidad, de la que Thoreau era un gran crítico, aunque jamás de un modo reaccionario. Esta novela gráfica, disfrutable por otros aspectos artísticos, es también una estupenda introducción a todo ello.


Capi Vidal

viernes, diciembre 4

El Dilema Social: somos mercancía

 


«Hay dos industrias que llaman a sus clientes “users” (usuarios): la de las drogas ilegales y la del software» 

El Dilema de las Redes Sociales

 

Las expertas advierten que recibimos una notificación, sacamos el móvil del bolsillo y contestamos unas 80 veces al día. Cada vez que lo hacemos, una empresa – Google, WhatsApp, Instagram, Facebook, Twitter, etc. – lucha para que pasemos más tiempo en su aplicación, pegadas a la pantalla. El tiempo invertido se traduce en que la app aprende más sobre ti y esa información vale mucho dinero. Como se dice en el documental El Dilema de las Redes Sociales (The Social Dilemma, 2020), “cuando no pagas por el producto, el producto eres tú”.

A este nuevo mercado de datos se le denomina “capitalismo de vigilancia”. “Cada acción que uno realiza es vigilada y registrada. Exactamente qué imagen miras y cuánto tiempo la miras”, dice en el documental Jeff Seibert, exejecutivo de Twitter.

Este filme, dirigido por Jeff Orlowsky, entrevista a varias extrabajadoras de las principales empresas de redes sociales – hombres jóvenes, ricos y blancos en su abrumadora mayoría – entre las cuales se encuentran las creadoras del botón del “like”, uno de los mayores iconos del siglo XXI. Es una buena película que explica cómo estos algoritmos explotan las vulnerabilidades de la psicología humana, como dice Jose Antonio Luna en eldiario.es, pero llama la atención de que lo haga a través de Netflix, una plataforma que emplea las mismas prácticas. Por ejemplo, cuando sube una nueva temporada de Narcos o Stranger Things, cuyas imágenes dentro de la app de la plataforma suelen ser cambiantes hasta que identifican la más atractiva para los espectadores. Es como si Amazon nos alertara del peligro de no comprar en comercio de proximidad.

También choca que el documental no aborda el escándalo de la venta de datos que realizó Facebook a la empresa Cambridge Analytica, que propició la gran manipulación de la sociedad británica para que votara a favor del Brexit y de la estadounidense para votar a Trump. Pero no pasa nada. Sobre este tema Netflix tiene a disposición del consumidor el documental El Gran Hackeo (2019).

Uno de los aspectos que explica El Dilema de las Redes Sociales es en cómo las fake news se propagan por las redes sociales en general y en Facebook en particular. El informático Jaron Lanier explica que páginas como Facebook, YouTube o incluso Google varían el resultado de buscar términos como «cambio climático» según la localización y/o la persona que realiza la búsqueda. En redes sociales se despacha al gusto del navegante, lo cual genera microcosmos de personas con su propias realidades y sus propios hechos. Incluso si son mentira. Lo importante es que sea una historia que genere clicks. «Con el tiempo tienes la falsa sensación de que todos coinciden contigo porque todas tus noticias piensan como tú«, explica Roger McNamee, uno de los primeros inversores de Facebook. ¿Las consecuencias? El fortalecimiento de las ideas de la extrema derecha, su acomodamiento en posicionamientos racistas y el florecimiento de teorías conspiratorias (desde el terraplanismo hasta el negacionismo del Covid, pasando por QAnon).

No pretendemos en este artículo impugnar las redes sociales en su conjunto, ni caer en posicionamientos simplistas acerca de su maldad intrínseca. Reconocemos que son mecanismos útiles para difundir información a un público amplio – este periódico tiene cuentas de Facebook, Twitter e Instagram –, si bien está claro que su diseño fomenta la adicción, su uso irresponsable y una transformación brutal de nuestra sociedad. Lo que buscamos con estas líneas es que reflexionemos acerca de los intereses que se esconden detrás de las redes y explicar – parcialmente, pues la realidad nunca es sencilla – algunos de los fenómenos que hemos visto en los últimos meses: por ejemplo, los disturbios liderados por fascistas contra el estado de alarma al grito de “Pedro Sánchez hijo de puta, nazis saliendo a la caza de MENAs y convirtiéndose en víctimas tras defenderse éstos, teorías de la conspiración que vinculan la propagación del coronavirus con el 5G, etc. Cuando un relato es jugoso, morboso, se propaga como la pólvora porque los algoritmos así lo prevén y se acaba por convertir en la versión oficial.

El Dilema de las Redes Sociales dista mucho de ser perfecto. Primero, porque da voz a un grupo muy concreto de personas (extrabajadoras de empresas de redes sociales), que si bien realizan una detallada crítica a este mundo, lo hacen sin revelar la verdadera fuente de todos los problemas: el capitalismo. El problema de las redes sociales es el mercadeo. Por otro lado, el formato del documental tampoco ayuda. Cuenta con una parte dramática con actores que representan una maniquea y exagerada historia familiar sobre la adicción a las redes sociales llena de clichés que se carga su credibilidad y acaba haciendo justo lo que critican de las grandes corporaciones tecnológicas: condicionar nuestra forma de pensar sobre un tema. Aún así, merece la pena echarle un visionado.

Hace casi diez años que salimos a la calle denunciando que “somos mercancía en manos de políticos y banqueros” (lo cual dio pie al movimiento 15M). Quizás ahora convendría añadir al lema “y de empresas tecnológicas”.

 

Extraído de https://www.todoporhacer.org

martes, diciembre 1

Poderoso caballero traslada a sus ministros la respuesta de los adivinos



 

Que no se enteren nunca

de lo que hacemos siempre.



Que crean que es verdad

lo dicho por nosotros.



Que adoren nuestros dioses

y crean en milagros.



Y que palpen el poder

de nuestro Dios verdadero.



Que crean cosa suya

el mito de las patrias.



Que nunca nos descubran

las cartas en la manga.



Que no se enteren nunca

que somos sus verdugos.



Que las luces del mundo

no les alcancen nunca.



Creadles esperanzas

a cambio de la nada.

Que adoren la mentira

nombrando la verdad.



Habrá que cambiar algo,



y que esto siga igual.





Manuel Ruiz Amezcua. Las reliquias de un sueño. Huerga & Fierro Ed. 2019

miércoles, noviembre 25

El anarquismo y el nacionalismo como religión de Estado



Puede decirse sin ambages que la visión anarquista del nacionalismo -concepto político para nada unidimensional, ni por su propia amplitud y ambigüedad, ni por los numerosos rechazos que recibe- es negativa, las más de las veces, por unos nítidos principios ideológicos que pretenden superar la parcelación patriótica, étnica o identitataria, y establecer estrechos lazos de colaboración entre los pueblos con el fin de expandir la libertad y la cultura, conviene analizar con detalle un fenómeno complejo, enmarañado con el tiempo, que es utilizado por todas las opciones políticas estatalistas y jerarquizantes. Conviene dejar claro, a priori, la asociación política que conlleva el nacionalismo político al llamado «derecho de autodeterminación», que aspira inevitablemente a la creación de un Estado para administrar sus intereses, por lo que las ideas libertarias se muestran, obviamente, opuestas a semejante objetivo.

En el protoanarquismo, se puede comprobar que Proudhon observaba la nación disociada del Estado, como parte de un engranaje de organización federativa, clave para la construcción del internacionalismo en la futura sociedad; poseía esta visión un carácter flexible y descentralizador y debía sustentarse en otras entidades autónomas como la región, el municipio o el barrio. Para Bakunin, la formalmente llamada «liberación nacional» de los pueblos sometidos estaba indisociablemente unida a la revolución social antiestatista y federalista -es conocida su visión al respecto sobre los distintos pueblos eslavos, enfrentados a los imperios ruso, austriaco, turco y prusiano-, negando, a priori, cualquier derecho histórico o político ya que la voluntad del pueblo se encontraba por encima de todo; opinaba que la nación es para los pueblos lo mismo que la individualidad para cada uno, un hecho natural y social, un derecho inherente a pensar, a hablar, a comportarse y a sentir de una manera propia, enfrentada a los Estados, tendentes a anular esa libertad tanto en naciones como en individuos. Es importante insistir en la divergencia ideológica entre Marx y Bakunin, también notable en este aspecto. La visión del alemán, insistente en su teoría de la expansión económica y desarrollo de las fuerzas de producción que desembocarían en el socialismo, negaba cualquier particularismo local o nacional -y, por lo tanto, negaba cualquier movimiento independentista o revolucionario a nivel local- ya que sería absorbido por el gran proceso. De nuevo estamos ante un conflicto polémico que conlleva demasiados vericuetos, especialmente con la perspectiva histórica que nos da la actualidad. Sin embargo, puede destacarse el mayor acierto y honestidad del anarquista ruso -al menos, en aquel contexto histórico- frente al pensador germano. Hay que matizar que para Bakunin la nacionalidad, separada del Estado, no era un principio universal ni un ideal en sí mismo, sino una consecuencia histórica, un hecho local del que tienen derecho a participar los pueblos. Kropotkin no se encontraba muy lejos de su compatriota en sus análisis de los movimientos de liberación nacional, los cuáles no podían tener un carácter meramente nacionalista ya que los factores económicos y sociales eran vitales para su lucha antiimperialista. Consideraba que los libertarios debían estar al lado de esta lucha contra la opresión, y darle un mayor énfasis a la cuestión social.

Es más, la Primera Internacional nace en gran medida por la consideración de que la llamada liberación nacional solo era sinónimo de explotación nacional, la proclamada nación solo tenía cadena para los trabajadores. Puede expresarse como que los obreros no tenían país y se organizaron en la Internacional. Conocida es la divergencia entre seguidores de Marx y de Bakunin, sospechosos los anarquistas de que el autor de El capital quería convertir la organización en un Estado tan represivo como los feudales o los nacionales. Las versiones posteriores de la Internacional no tuvieron ya en su seno a los anarquistas, hasta tener el colofón de una organización amoldada a la Unión Soviética, al partido dirigente de la misma y a su fundador Lenin. Aunque el propósito de la Tercera Internacional pretendía ser el derrocamiento del capitalismo, el proceso desarrollado en el Estado ruso no dejaba de ser similar a los de las naciones capitalistas. La explotación y el saqueamiento de recursos se hizo igualmente, con una fuerza policial cada vez más poderosa que dirigía su represión contra el interior de la nación, y así el comunismo se convirtió en equiparable a una organización totalitaria de perfecto control. Así, en los países totalitarios, en los que burguesía no llegó a crear una nación poderosa, el papel lo cumplió otra clase con un discurso diferente seudorrevolucionario, aunque no dejaba de producirse la explotación capitalista y, especialmente, la opresión nacional. Incluso, los herederos de Lenin y Stalin, ante el obvio fracaso en acabar con la explotación del hombre por el hombre y con el trabajo asalariado, empezaron a hablar de «liberación nacional». Este concepto presuponía, como es obvio, un Estado, una organización social jerarquizada con sus fuerzas policiales, y hacía hincapié en una supuesta liberación económica (sin que haya nada ya del componente romántico que tenía el nacionalismo en sus orígenes). Visiones ácratas posteriores, como muestra Fredy Perlman en El persistente atractivo del nacionalismo, llegan a considerar que sin capital, sin un proceso de producción capitalista (el cual se produjo igualmente en los llamados países socialistas y en los fascistas), no habría poder ni nación. Los líderes, así como toda clase de directivos generales, son parte nacional y parte del proceso de producción capitalista.

Rudolf Rocker, otro gran pensador y activista ácrata, en su obra Nacionalismo y cultura, se muestra claramente reacio al concepto que nos ocupa al ver una «voluntad de poder» detrás de todo lo nacional y considerar que «el aparato del Estado nacional y la idea abstracta de nación han crecido en el mismo tronco»; la separación de unos pueblos y otros tiene su génesis y su fortalecimiento en la opresión política de los Estados. Consideraba el teórico alemán que existía una clara ruptura entre la cultura y el nacionalismo, ya que era mucho más influyente en el individuo su entorno intelectual que el llamado «espíritu nacional». El «nacionalismo cultural» es indisociable de su vertiente política, mostrando las mismas aspiraciones de dominio. Para Rocker, la separación entre pueblo y nación era tan clara como entre sociedad y Estado; bajo ningún concepto se puede considerar el Estado como un efecto de la nación, más bien a la inversa. La conciencia nacional, al igual que la religiosa, no es innata en el ser humano, sino algo impuesto por el ambiente o la educación, una traba más en la definitiva emancipación universal. Es este criterio el que, bajo nuestro punto de vista, más se ajusta a la visión general anarquista, el de considerar a todo nacionalismo fundamentalmente reaccionario, ya que pretende la uniformización de una comunidad en base a unas creencias predeterminadas. El nacionalismo se mostraría como una creación cultural apriorística elevada a la categoría de sujeto colectivo, que se eleva por encima de los individuos y los relega a una condición histórico-cultural parcelada; se establecen así, artificialmente, diferentes identidades que abundan en la separación y falta de colaboración de la humanidad. Insistiremos en que este análisis no difiere demasiado del que se haría de la religión desde una óptica libertaria. El mismo Rudolf Rocker afirmó que el nacionalismo constituía la religión del Estado.

Fraternidad universal

Como hemos mostrado, el anarquismo es desde sus orígenes internacionalista; tal y como dice Ángel Cappelletti en La ideología anarquista, se entiende «que las fronteras políticas son obvia consecuencia de la existencia de los Estados, no pueden menos que considerarse también fruto de una degeneración autoritaria y violenta de la sociedad». ¿Qué propone y revindica entonces el anarquismo como sustituto de ese sentimiento político y cuasirreligioso? Se recoge en el anarquismo una herencia cosmopolita, una cambio de paradigma producido en la Antigua Grecia por parte de escuelas de pensamiento como la cínica y la estoica, basándose en observar a la humanidad como un todo natural y moral. Esa visión se filtrará siglos después a través de la Ilustración, y podemos hablar de unos de los componentes primordiales de la filosofía social anarquista; es posible que solo el anarquismo, y por supuesto los anarquistas, han sido fieles a esta idea ética de la fraternidad universal. El anarquismo considera que los tres grandes conceptos herencia de la Revolución Francesa están estrechamente vinculados: libertad implica necesariamente igualdad y fraternidad; esa herencia cosmopolita de la Antigüedad se concreta en la modernidad como una gran aspiración universal. Posteriormente, se reducirá notablemente ese ideal en beneficio de la nación-Estado, aunque tantas veces se presente en su forma republicano-democrática. El anarquismo considera que la fraternidad es endógena al individuo; si ese sentimiento es exógeno, se apropia de él una instancia externa y trascendente al ser humano se abre la puerta al autoritarismo.

Nos atrevemos a sostener entonces que el anarquismo es la evidente antítesis del nacionalismo, no parece concebible ninguna compatibilidad más allá de los rasgos libertarios (siempre enfrentados a otros autoritarios e inhibidores) que pueda presentar cualquier idea o creación humanas. Carlos Malato, en La filosofía del anarquismo, utiliza el término «patria» (si bien, como claro sinónimo de nación) y la acusa de no ser más que una religión vulgar, una nueva fe que substituye a la antigua. Incluso, se apela a lo que es «natural», y no lo es rechazar a una persona que ha nacido al otro lado de una frontera. El deseo histórico es que la idea de la patria se acabe fundiendo en la idea de la humanidad, lo cual constituye otra manera de entender el progreso. Tal y como lo expresa Malato, de manera muy bella y nítida, hay dos manera de negar la patria: uno bárbaro e inconcebible, que es desear la ruptura de un país unificado por el idioma y por una serie de costumbres, lo cual supondría el regreso al provincianismo de épocas anteriores; otra manera de negar la patria, tal y como se vincula a una nación y a un Estado, es preconizando la federación de pueblos libres, «una patria única y sin rival». Naturalmente, esta convicción no es simplemente un programa político que podamos aplicar en un futuro próximo, es un deseo consustancial al anarquismo, un ideal a perseguir que comienza considerando a todos los seres humanos nuestros hermanos, observándoles como individuos autónomos que forman parte de pueblos libres. Los ideales inconclusos de libertad, igualdad y fraternidad solo adquieren sentido en el anarquismo, no aplicados con una mirada estrecha ni mediatizados por algún nuevo poder político.

El persistente atractivo del nacionalismo

Fredy Perlman, en El persistente atractivo del nacionalismo, considera que se trata de un concepto que ha sido revitalizado con el tiempo, no solo por parte de los conservadores, también por la de muchos que se consideran revolucionarios. En éste último caso, se asegura que el nacionalismo es sinónimo de liberación de los oprimidos, tanto a nivel personal, como cultural. El nacionalismo, según esta visión presuntamente emancipadora, vendría a ser «una estrategia, ciencia o teología de la liberación, como la culminación del dictado de la ilustración, afirmando que el conocimiento es poder». En cualquier caso, como ya hemos dicho al principio, el nacionalismo no posee una definición definitiva, ya que se han producido diversas experiencias históricas en las que el término va adaptándose. Resulta muy interesante la visión de Perlman al respecto, desmontando una serie de tópicos «revolucionarios». El primero de ellos es considerar el imperialismo un fenómeno relativamente reciente, como la última fase de un capitalismo que pretende conquistar el mundo entero, y ver el nacionalismo (las luchas de liberación nacional) como un eficaz remedio contra ello. En cualquier caso, volviendo a los inicios históricos, hay que decir que el concepto de nación-Estado surge de las revoluciones del siglo XVIII y, anteriormente, únicamente puede hablarse de imperios. Tal y como afirma Perlman, el nacionalismo se convirtió en la metodología que condujo al imperio del capital. Otro de los factores responsables del mundo contemporáneo es el matrimonio entre capital y ciencia, debido al cual el medio natural se convirtió en un mundo procesado, en artificio, y se redujo a gran parte de la humanidad a meros servidores de ese artificio.

Durante el siglo XIX, los detentadores del capital explotaron la mistificación de la «identidad colectiva», la búsqueda de factores de cohesión con aquellos que explotaban. Si era complicado movilizar a las personas como sirvientes o clientes leales, sí podía hacerse como fieles compañeros de una misma nación. Esos factores de cohesión nacional, como la lengua, las costumbres o la religión, se convirtieron en materiales para la construcción de las naciones-Estado. Pero esos factores eran medios, y no fines, ya que lo que se pretendía desarrollar en realidad eran las economías nacionales. La primera fase del proceso nacionalizador abarca el periodo que se inicia con las revoluciones del siglo XVIII (americana y francesa) hasta el final del la Primera Guerra Mundial. En ese colofón, los estados dinásticos se convirtieron en naciones en las que la burguesía pasa a ser la clase dominante. Sí hay que aclarar que la burguesía de otras culturas más débiles, como es el caso de turcos y armenios, las cuales aspiraban a la misma dominación territorial, fue exterminada (y establecemos aquí una lógica entre evolución del concepto nacionalista con el genocidio de otros pueblos). Perlman insiste en la mistificación de la llamada identidad colectiva, como el mismo lenguaje o la misma religión, ya que solo era usada como material de unificación como una razón pragmática. Esos rasgos compartidos solo eran importantes porque resultaban útiles para dar lugar a una fuerza policial que protegiera la propiedad nacional y una armada que despojara a los extranjeros.

La visión de Perlman es, tan lúcida, como pesimista, ya que considera que el nacionalismo continúa resultando atractivo a los oprimidos ante la ausencia de otros proyectos. Insistiremos en su visión: el nacionalismo es un producto del proceso de producción capitalista (dentro de este proceso, Perlman critica también a la ciencia aplicada y a sus especialistas, los cuales se colocan al servicio de la opresión). Desgraciadamente, dentro de esa liberación nacional no existe ya lucha de clases ni afán antiautoritario, ya que el proletariado aspira simplemente a dejar de serlo y ocupar los más elevados puestos. El pragmatismo más mezquino que ofrece la nación-Estado en connivencia con el capital ha triunfado, solo en principio, y ante un horizonte de nuevas luchas, sobre los más nobles valores y las más altas aspiraciones de la humanidad. El anarquismo se observa como la gran esperanza para una sociedad de clases en la que conceptos como libertad, solidaridad y fraternidad universal adquieran un verdadero sentido que haga difícil reproducir modelos autoritarios.


Capi Vidal

Fuentes:

-Ángel Cappelletti, La ideología anarquista (Ediciones en movimiento, Bogotá 2004).

Eduardo Colombo, El espacio político de la anarquía (Editorial Nordan-Comunidad, Montevideo 2000). 

Fredy Perlman, El persistente atractivo del nacionalismo (Al Margen, Valencia 1998).

-Mijail A. Bakunin, Escritos de filosofía política (Ediciones Altaya, Madrid 1994).

-Murray Bookchin, Noam Chomsky, Herbert Read, Colin Ward, John P. Clark, Ángel J. Cappelletti, El anarquismo y los problemas contemporáneos (Ediciones Madre Tierra, Madrid 1992).

-Piotr Kropotkin, El Estado y su papel histórico… op. cit. 

-René Furth, Formas y tendencias del anarquismo (Editorial Nordan-Comunidad, Montevideo 1970). 

-Rudolf Rocker, Nacionalismo y cultura (Reconstruir).

-Víctor García, El pensamiento de P. J. Proudhon (Editores Mexicanos Unidos, México D.F. 1981). 


domingo, noviembre 22

Chile: Vamos por todo y con todo

 

 Luchar en tiempos de pandemia de la Primera Semestral Anarquista de Madrid, que cuenta, entre otras experiencias de lucha alrededor del globo, con una entrevista a una compañera que reside en Chile.

 

El pasado mes de octubre, Chile volvió a ser noticia. El sí al plebiscito sobre la redacción de una nueva constitución tuvo un pequeño hueco en noticiarios y periódicos. Unas cuentas líneas y hasta la próxima. Por nuestra parte, creemos que la lucha que se inició en octubre del año pasado y que sigue viva hoy en día va más allá de estas pocas líneas y necesita ser contada. Es por ello que compartimos este texto que una compañera nos envía desde allí.

Determinar cuál es la lucha que se estaba llevando en Chile antes de la llegada de la pandemia de coronavirus resulta difícil de definir. Si hay algo que caracteriza a este país andino es la multiplicidad de aristas respecto a las luchas y la conflictividad constante que se vive a lo largo y ancho del territorio.

Desde las luchas de los pueblos originarios, las luchas por garantías sociales como son la desprivatización del sistema de jubilaciones; la lucha por una educación pública y de calidad, teniendo en cuenta que en Chile cualquier persona con capital tiene el beneficio de la ley para comprarse un colegio o una universidad, con la consecuente brecha social y económica que eso supone; y sobre todo, de una manera muy presente las luchas en lo relacionado con la tierra y con la economía extractivista que impera en el país. Cada zona, cada territorio, “posee” su propia lucha en defensa de la tierra y contra su devastación. Desde el agua en territorios en los que, gracias a la ley, un árbol de palta (aguacates posteriormente exportados a Europa para ser vendidos como un súper alimento) recibe diariamente 100 litros de agua, mientras que familias enteras no tienen acceso a más de 10 litros por día porque “hay sequía”. La lucha contra los destrozos de las grandes mineras, que devastan y contaminan el medio ambiente con el fin de extraer minerales que son vendidos, en su gran mayoría en el mercado asiático, hidroeléctricas que inundan valles de bosque con especies nativas en peligro de extinción, zonas industriales que contaminan y envenenan el aire y el agua de los pobladores y pobladoras de la zona… y así un sinfín de ejemplos que han mantenido en los últimos 40 años el conflicto constante.

Si existe un antes y un después en la historia chilena es el pasado 18 de octubre de 2019, cuando tuvo lugar lo que se ha denominado oficialmente como “El estallido social”. Dicho estallido vino a aunar de alguna forma todos los pequeños focos de lucha que venían dándose en los últimos años. Por cuarta vez en un año se aumentó el precio del transporte público en Santiago en 30 pesos. 30 pesos no es mucho, son en torno a unos 5 céntimos de euro. Sin embargo, esto supuso la gota que colmó el vaso para la gran mayoría de los habitantes de Santiago.

En un país en el que todo, absolutamente todo, es privado, existiendo una pésima sanidad pública que además hay que pagar igualmente, enfermar y no tener dinero supone la muerte segura. La educación en manos de empresarios. El sistema de jubilaciones en manos de las AFPs (Administradoras de Fondos de Pensiones), las carreteras concesionadas de por vida a empresas españolas, el agua en manos de privados (hay que recordar que Chile es el único país del mundo que tiene sus aguas privatizadas), y además un costo de vida muy equivalente al de algunos países europeos, sin sueldos equivalentes a ello obviamente, hace que un porcentaje altísimo de la población se mantenga en la deuda constante. La clase media chilena, que de media tiene poco, subsiste, sobrevive y se puede comprar algún que otro lujito, única y exclusivamente porque vive en el endeudamiento a crédito con los mismos empresarios que son dueños del agua, las clínicas, las mineras, las AFP, etc.

Este círculo vicioso, sabido por todos y padecido por la gran parte de la población chilena, hizo que el aumento de 30 pesos del transporte público fuera el principio del fin (o eso se espera). Con los estudiantes secundarios como punta de lanza, comenzaron a convocarse evasiones masivas en numerosas estaciones de metro para decir que basta ya. Al grito de “evadir, no pagar, otra forma de luchar” colegiales de uniforme abrían las puertas y torniquetes del metro para abrirle paso a una masa adulta trabajadora que, diariamente, caminaba mirando al suelo soportando el peso de las deudas y una vida miserable que no se podía sostener. Esto conllevó la aparición de las fuerzas policiales del Estado quienes actuaron de manera violenta y represiva, lo cual, lejos de asustar a quienes evadían, iba encendiendo los ánimos del resto de la población, quienes entendían la legitimidad y el sentido de la protesta.

El 18 de octubre, cuando en redes sociales apareció la imagen de una escolar sangrando a causa de un disparo efectuado por carabineros de Chile, la revuelta se desató. Las barricadas, los saqueos, los disturbios se fueron apoderando de la ciudad. En cuestión de horas empezaron a llegar noticias de que, en otras regiones, en otras ciudades, también estaban saliendo a la calle. Todo Chile había entendido que “No son 30 pesos, son 30 años” que “no era depresión, era capitalismo”.

Desde ese día hasta principios de marzo, cuando llega el coronavirus a Chile, la revuelta continuó sin parar, el centro de Santiago quedo devastado, no hay multinacional u oficina bancaria que haya quedado en pie. En el balance negativo estamos sufriendo toque de queda, militarización de las calles, la criminalización legal y judicial de cualquier tipo de protesta, 34 muertos que aún no han sido investigados, 450 personas mutiladas sin ojos a manos de los perdigones de carabineros, en torno a 2500 personas presas, muchas de ellas aún en preventiva esperando juicio, un incontable número de personas heridas por perdigones etc. En el balance positivo, entre otras cosas, organizaciones territoriales, copamiento del espacio político por y desde la calle, deslegitimización absoluta de los políticos y el sistema legislativo, judicial y policial.

¿Qué supuso la llegada del coronavirus a Chile?

Supuso el caballo de Troya que en este contexto el gobierno necesitaba para apaciguar a la población. La primera medida que se toma con la llegada del virus es decretar estado de emergencia, sacar de nuevo a los militares a la calle y establecer toque de queda (el cual lleva impuesto firmemente desde marzo a la actualidad y contando). Lo cual deja claro que los intereses del Estado nunca han sido sanitarios, sino represivos. Esto generó obviamente un descenso en la intensidad de la revuelta, suponiendo la descentralización de la protesta y trasladándola, o más bien manteniéndola, en los territorios y poblaciones. La pandemia vino a dejar en evidencia las falencias del sistema neoliberal en el que vivimos. La precariedad, en una gran parte de la población, que si no sale a la calle a trabajar no tiene qué comer, la nefasta gestión de un sistema sanitario que no tiene cómo cubrir las necesidades básicas de la población, los claros intereses comerciales en la actividad diaria, quedando restringido el juntarse con otras personas, sin embargo viéndonos obligados a viajar en un transporte público atestado de personas y un sinfín de precariedades fruto de la sobreprivatización de los recursos naturales y sociales.

Es en este contexto que toman importancia las organizaciones territoriales, creadas por, desde y para quienes habitan y conviven en un mismo espacio y realidad. Las ollas comunes, creadas durante la dictadura en respuesta al hambre, vuelven a tomar protagonismo, la protesta desde los territorios, la organización entre las propias asambleas de barrio, son los ejemplos de lo que ha mantenido viva la lucha, demostrando también que para muchas personas la revuelta supuso además de destruir, construir en otros sentidos, de otras formas, desde lo horizontal y al margen de organizaciones partidistas.

Este es quizás el foco que ahora ocupa los objetivos de los espacios y colectivos políticos que se organizan al margen de instituciones y partidos. La convocatoria del plebiscito llamando a una nueva constitución del pasado 25 de octubre y que obtuvo como resultado el “apruebo” a este cambio, plantea de nuevo un panorama incierto respecto a lo que venga. Hay quienes hacen, o hacemos el llamado a que el neoliberalismo no morirá en una urna, que los intereses del capitalismo, y muy especialmente del neoliberalismo, están demasiado insertos en este territorio como para soltarlo tan fácilmente. Cuesta creer que la constitución escrita por los militares en el año 80, va a pasar a ser mucho mejor si ésta es escrita por los empresarios que se formaron al alero de la dictadura de Pinochet.

Que, aunque suene a cliché, la lucha esta en la calle y no en las instituciones, y prueba de eso es que en un año los políticos se han movido, y tanto derecha como izquierda, se han puesto de acuerdo para aprobar y desbloquear propuestas que llevaban años esperando. Esto ha sido y será fruto de la lucha en la calle, desde abajo, desde el habernos encontrado y reconocido. No esperamos respuestas o soluciones que vengan de los políticos, sin embargo, hemos podido intuir o sentir el miedo, o al menos la incertidumbre en sus caras ante una respuesta en la calle que no podían entender o controlar.

Sólo esperamos que el proceso constituyente no fagocite lo logrado hasta ahora. Ante eso sólo nos queda la opción de seguir perpetuando la lucha, con o sin pandemia, desde la calle, con apoyo mutuo, solidaridad y sobre todo horizontalidad. Lejos de los intereses partidistas y oportunistas de los políticos, que grandes o chicos, nunca van a estar de nuestro lado, porque su realidad no es y no será nunca la nuestra.

Vamos por todo y con todo… si no pa´ que…


Extraído de https://www.todoporhacer.org/