Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

lunes, febrero 28

"Todos nosotros" de Raymond Carver

Una de las virtudes de Raymond Carver, quizá la mayor, es la invisibilidad de su estilo. La transparencia de su escritura hace que desparezcan todos los resortes de la creación, incluso cuando él mismo los señala en Tu perro se muere, uno de los poemas que abre Todos nosotros, donde se hace una poderosa reflexión sobre el acto de escribir sin que apenas nos venga a la cabeza el términometaescritura. Esa imperceptibilidad de los recursos que lo hermana con William Carlos Williams (pensemos, por ejemplo, en el poema A proletarian portrait), se reviste de temáticas algo más punzantes que las del anterior, cercanas a Charles Bukowski, a quien Carver cita en más de una ocasión y dedica algún poema, caso de No sabéis lo que es el amor (una tarde con Charles Bukowski). La distancia entre ambos autores, creo, reside en el distinto punto de vista con que abordan temáticas semejantes. En el caso de Bukowski encontramos en los textos un aire más barojiano y nihilista, se queja sin remedio de todo y por todo, mientras que en Carver la atmósfera semeja al realismo poético de Chejov o a los pasajes más líricos de la prosa de Hemingway, con quien guarda bastantes similitudes. Carver y Bukowski se redimen del alcohol a través del amor y la escritura, ahí reside su parecido, pero la forma de llevarlo a cabo resulta diferente, a pesar que a ambos se les encierre bajo la etiqueta de realismo sucio.
Todos nosotros, versión española de los Collected Poems de Carver, está repleto de poemas confesionales donde lo más cotidiano resulta el vehículo perfecto para la expresión de sentimientos íntimos, algo que insiste en la veta abierta por Wordsworth y Coleridge en lasLyrical Ballads, donde lo no poético y el lenguaje coloquial se convertían en poesía. En Carver encontramos muchos de esos elementos traduciendo las vivencias de personajes proletarios de la segunda mitad del siglo XX en Estados Unidos. Los retratos que lleva a cabo el escritor -aunque en el caso de los poemas de Carver deberíamos hablar de autorretratos- recuerdan a los que llevó a cabo el fotógrafo Richard Avedon en la década de los ochenta con su trabajo In the American West; en aquellas fotografías la intensa poeticidad nacía de una transparencia afectiva extrema que se transformaba en una cruda desnudez de los sentimientos. Es cierto que lo dicho de Raymond Carver con respecto a Avedon quizá sirve más para sus cuentos que para sus poemas, pero el proceder de Carver resulta igual de útil para las situaciones retratadas, con la salvedad de que el retratado suele ser él mismo a través de determinadas vivencias.
Las relaciones familiares ocupan un lugar importante en todo el libro y aparecen siempre como hechos irreversiblemente dolorosos, con la excepción de Tess Gallagher, escritora y esposa del autor, a quien Carver expresa su gratitud en repetidas ocasiones por rescatarle del infierno en el que se encontraba. El trayecto vital del escritor aparece de un modo optimista en Todos nosotros ya que después de unos primeros años muy difíciles encuentra el amor -el de Tess- que le acompañará hasta la muerte. Su periplo vital se resume en uno de los más bellos poemas del libro titulado Propina. El resultado de su vida se resume en la última nota encontrada por Tess Gallagher tras su muerte y que lleva el nombre de Último fragmento:
¿Y conseguiste lo que
querías en esta vida?
Lo conseguí. 
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado sobre la tierra. 
El tono de este último poema y lo circunstancial del mismo nos trae a la memoria el último fragmento escrito por Antonio Machado (Estos días azules y este sol de la infancia), a quien dedica Carver el poema Ondas de radio:
Cerré los ojos y me puse a escuchar el sonido
 del agua. Luego los abrí y empecé a leer
 “Abel Martín”.
Esta mañana pensé mucho en ti, Machado. 
Espero, incluso a pesar de lo que sé de la muerte,
 que hayas recibido el mensaje que te envié.
Pero esa tranquilidad de los poemas anteriores contrasta en gran medida con las vicisitudes a las que se enfrenta el escritor en textos como Nuestra primera casa en Sacramento, A mi hija o en Ante una vieja fotografía de mi hijo. En ellos lo familiar es mostrado como un purgatorio asociado al alcohol, que traduce las taras familiares repetidas de generación en generación. Carver no llega al grado de cercanía de la poeta Sharon Olds a la hora de auscultar las heridas ancestrales, pero al igual que ésta resulta poco complaciente con el lector:
Ay, hijo, en aquellos días quise
cien -no mil- veces que te murieras.
Pensaba en todo lo que dejamos atrás. ¿Quién diablos
sacó esta foto y
por qué aparece ahora,
justo cuando empezaba a olvidar?
Miro la foto y se me  encoge el estómago.
Me veo a mí mismo apretando las mandíbulas, los dientes, y
de nuevo me puede la cólera.
Sinceramente necesitaría una copa.
Eso es una prueba de tu fuerza y tu poder, del miedo
y la confusión que aun me inspiras.

La crudeza de algunos momentos de la escritura de Carver constituye la base misma sobre la que descansa esa elegancia estilística de la invisibilidad. 
En Todos nosotros podemos encontrar una suculenta variedad temática, algo que lo distancia de sus relatos donde suele ser más uniforme, en especial en lo que atañe a los personajes. Aquí, al igual que en su prosa, se constituyen como elementos esenciales lo familiar, las experiencias con el alcohol, el amor fracasado y la escritura; pero se añaden a esas temáticas los poemas-homenaje (Balzac, Machado, Hemingway, William Carlos Williams), la reflexión en soledad, la pesca, la amistad, o las escenas cotidianas de súbita trascendencia. 
El narrador y poeta estadounidense demuestra en Todos nosotros cómo su estilo es fruto de la elección y no tanto de la necesidad, algo que le había reprochado injustamente la crítica más elitista. La escritura de Carver profundiza en una veta literaria importantísima del realismo siguiendo los pasos de autores como Chejov, Machado, Hemingway y otros. Sus trabajos nos enseñan que la realidad no está agotada y que la mirada artística sigue siendo lo principal.  
La excelente traducción de Jaime Priede junto la introducción preparada por Tess Gallagher paraTodos nosotros publicado en Bartleby otorgan al libro un carácter excepcional dentro de lo que ofrece el mercado. Estos materiales junto a la nota que fue publicó Mariano Antolín Rato en su traducción de Bajo una luz marina (Visor, 1990) son textos muy interesantes a la hora de acercarnos a la vida de Raymond Carver porque intensifican el valor artístico y semántico de los textos. El narrador estadounidense encuentra la poesía en la vida, no al revés.

  
Óscar Curieses

sábado, febrero 26

Alasbarricadas.org es condenada por el Tribunal Supremo a pagar 6.000€ por unos comentarios en sus foros

En una nueva vista del caso Ramoncín, el Tribunal Supremo de Madrid, institución a la que se había recurrido tras perder la vista en primera instancia en el Juzgado número 44 de Madrid, ha rechazado todos los recursos que la página Alasbarricadas.org había interpuesto y le da la razón a Ramoncín. 

En síntesis, el Supremo basa su decisión en que la ilicitud de los contenidos "es patente y evidente por sí sola, al no depender de datos o información que no se encuentre a disposición de del intermediario", y porque incumplir el art. 10 (los deberes de información), supone - en su opinión - no observar la debida diligencia de cara a la retirada de contenidos ilícitos. Asimismo fallan que se incumple la LSSI, al no disponer de una dirección actual en el registro, como es obligación de todo buen ciudadano, ignorando que existen otros medios de contacto como el correo electrónico, que por cierto jamás utilizaron. 

O sea que, aunque los comentarios fueron retirados más o menos en cuanto nos dimos cuenta de que había una causa legal interpuesta, no sirve de nada, ya que al parecer no fuimos lo bastante "diligentes" en su retirada. Los comentarios, para los jueces, son ilícitos sin ninguna duda, y no se atienen al derecho a la libertad de expresión, sino al derecho al honor. Y en cuando un administrador viera uno de estos comentarios (tan patentemente ilegales) debe, proceder a eliminarlo. 

La sentencia del Tribunal Supremo viene a contradecir otras sentencias de otros tribunales, en las que se eximía a los moderadores de otros foros de los comentarios de sus usuarios, como el caso Rankia o que libraba a los acusados de otras demandas por injurias contra el honor como fueron el caso Quimera o el caso CNT Artes Gráficas, entre otros.

Dicho esto, queremos también elevar una queja sobre cómo los mass media tratan la realidad sin contrastar absolutamente nada. En diversos medios aparece que la página condenada es Alasbarricadas.com, que cualquiera con un mínimo de curiosidad puede comprobar que no existe, y no alasbarricadas.org. ¿Es así como trabajan los periodistas de hoy, que ni se molestan en averiguar ni de qué página web están hablando? Exigimos que se corrija este "error".

En estos momentos estamos evaluando la estrategia a seguir. De todas formas para todas aquellas personas que deseen solidarizarse, os remitimos a esta página

En breve ampliaremos la información.

miércoles, febrero 23

Defender el comunal frente a un nuevo proceso desamortizador

El artículo de J. Lamo de Espinosa “La lucha contra el déficit: ¿una nueva desamortización?” (ABC, 27-5-2010) proponiendo la venta de la parte enajenable de las tierras comunales aún existentes, aunque por lo general bastante desnaturalizadas ya, hasta 3,5 millones de Has, por las cuales el Estado de España ingresaría unos 21.000 millones de euros, destinados a enjugar su déficit, exige una respuesta. Este nuevo artículo de Félix Rodrigo ha sido publicado originariamente en la revista “Soberanía Alimentaria” de enero 2011.

Félix Rodrigo Mora

Los rumores sobre que el comunal sobreviviente al aciago proceso desamortizador ilustrado, constitucional y liberal de los siglos XVIII-XX podría ser en breve apropiado por el ente estatal (lo que es ilegítimo e incluso ilegal, a mi entender), subastado y entregado al mejor postor, ya son señalados con aprensión por Alejandro Nieto, autor de “Bienes comunales” y otros trabajos sobre esta materia, en el libro “Arabako Kontzejua XXI. Mendean”, de manera que el artículo arriba citado sólo viene a confirmar que algo inquietante está siendo planeado en las alturas.
Los bienes y terrenos comunales han estado y están siendo expoliados de manera regular. Por ejemplo, hay montes que aparecen en los catálogos y relaciones como de los Ayuntamientos, cuando lo cierto es que son de los vecinos. Esto lleva siglos sucediendo, lo que explica que el consistorio de Cuenca sea, al parecer, el mayor terrateniente del país, y que las corporaciones locales se inmiscuyan a menudo en lo que no les compete, el control y rentabilización monetaria del comunal allí donde aún perdura. Otras veces son las voraces Comunidades Autónomas, que inscriben en ocasiones como suyos lo que es del vecindario organizado en concejo abierto.
Lo expuesto viene a significar que, si el Estado central fue quien aniquiló coercitivamente lo sustantivo del comunal (y del orden social sobre él constituido, lo que es calificable de etnicidio) sobre todo con las leyes desamortizadoras de tierras y otras propiedades colectivas populares de 1770, 1813 y 1855, asunto que se trata con más detalle en mi libro “Naturaleza, ruralidad y civilización”, en el presente éste y las otras dos expresiones de lo estatal, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos, se proponen liquidar ya por completo aquél, haciendo que en el agro sólo existan dos tipos de propiedad particular, la estatal en sus tres expresiones (erróneamente tenida por “pública”) y la privada capitalista, con una presencia cada vez más reducida de la pequeña hacienda campesina. La propiedad comunal es cualitativamente diferente de ambas, y es la única que puede ser calificada sin comillas de pública, puesto que es del común de las y los vecinos, al realizarse la toma de decisiones respecto a ella por todas y todos los adultos de cada localidad.
Por tanto, teniendo en cuenta que la bancarrota de facto del Estado se ha convertido ya en una situación consolidada, a causa de la crisis económica iniciada en 2008, que por su naturaleza tiene muy difícil y larga superación, podemos estar seguros de que, tarde o temprano, aquél se lanzará a aniquilar el comunal subsistente. Esto nos llama a la resistencia y a la lucha, para: 1) mantener lo que de él perdura, 2) recuperar su prístina condición, 3) hacer que las porciones de comunal expoliadas por el Estado o por particulares sean devueltas al acervo colectivo, 4) conocer mejor su naturaleza concreta, 5) contribuir a crear comunidades humanas rurales aptas para la vida comunitaria, vale decir, sustentada en los bienes comunales, 6) cooperar en forjar seres humanos de la suficiente calidad y virtud como para poder ser sujetos agentes de los objetivos expuestos. El primer paso en esa dirección es comprender con objetividad la cuestión.
La propiedad comunal se forma en la Alta Edad Media, época calumniada con ferocidad por la historiografía progresista hoy devenida en oficial y ortodoxa, en los territorios libres del norte peninsular, como consecuencia y causa al mismo tiempo de la gran revolución civilizatoria que tuvo lugar en ellos a partir del siglo VIII, de la que es expresión la obra escrita de Beato de Liébana. Desde sus orígenes está íntimamente vinculada a la institución asamblearia del concejo abierto, que estudio en mi libro, ya citado, y en un artículo específico, “Quien dice Cantabria dice concejo abierto” (Diagonal Cantabria nº 18). En efecto, sin comprender éste no puede inteligirse con objetividad el comunal, que lejos de ser una institución esencialmente económica debe ser percibida como la plasmación de un ideario sublime de convivencia y relación a un nivel superior entre los seres humanos, lo que Felipe Esquíroz, autor de libros esclarecedores, “Historia de la propiedad comunal en Navarra” y “Comunal y utopía”, plasma en la noción de “espíritu de comunalidad”. Antes de seguir he de advertir que la institución del concejo abierto hoy tolerada para municipios de menos de cien electores, por la legislación emanada de la Constitución de 1978, no democrática, en particular la Ley de Régimen Local de 1985, lo que permite es una parodia de institución concejil, tan constreñida y ninguneada por instituciones y leyes, y tan sometida a los poderes estatales y empresariales vigente, que no puede ser tomada en serio.
Los fines de dicha formación social eran inmateriales, según se ha expuesto, y las necesidades materiales desempeñaban una función secundaria, lo que no puede ser olvidado, pues los que pretenden explicar la institución popular del comunal desde criterios economicistas, o productivistas, se equivocan en lo más sustantivo, error además que contribuye a ofrecer una imagen deformada y manipulada, de aquélla y de la sociedad rural popular tradicional en su conjunto. En definitiva, aquél satisfizo la necesidad humana más acuciante, de tipo inmaterial, la de relación, afecto, compañía y cariño, de generosidad y servicio desinteresado, hoy casi por completo ahogada, además de demonizada, por el statu quo y sus voceros.
Es cierto, no obstante, que el comunal proporcionaba una parte sustantiva de las necesidades vitales de las comunidades rurales en las que, hasta su desnaturalización, la propiedad privada era bastante rara, así como su correlato, el espíritu de posesividad. Pero se realizaba con subordinación a la meta número uno de aquella formación social, la optimización de la convivencia, designio a que se dirigía también el concejo abierto. Sin propiedad privada y sin instituciones estatales de mando y dominio los vínculos de amistad, cooperación, simpatía y amor entre las y los vecinos podían alcanzar su máxima expresión.
También el medio natural desempeñó una función de importancia en aquella sociedad, porque al poseer metas espirituales reducía al mínimo las exigencias materiales, lo que la permitía vivir con la naturaleza y no contra ella, como acontece ahora, dado que el consumo y la abundancia de bienes eran tenidos por negativas e indeseables. Al ser el orden social concejil y comunal un vasto agregado de aldeas, en el que cada comunidad debía subsistir con lo local, la preservación del medio se convertía en una exigencia estructural. La inexistencia de ciudades, por la no ausencia o extrema debilidad del Estado, siempre funestas medioambientalmente, contribuía al mismo fin, lo mismo que el amplio consumo humano de frutos y hierbas silvestres, que limitaba la actividad agrícola,
estando el resto ocupado por un bosque alto interminable, que aún existía como tal en el siglo XV y que fue liquidado en el XIX por la aplicación de las leyes sobre desamortización civil impuestas por el ente estatal liberal y constitucional, para robustecerse, crear el capitalismo y debilitar al elemento popular. Finalmente el ideario de amor a las y los iguales se hacía extensivo a la naturaleza. Todo ello, que ya sólo sobrevive como recuerdo que casi hace brotar las lágrimas, va a ser ahora destruido hasta en sus más ínfimas manifestaciones. En nuestras manos está el evitarlo.

Contacto del autor: esfyserv@gmail.com

jueves, febrero 17

Centenario de Pietro Gori (1911-2011): Biografía y su visión del anarquismo


El 8 de enero de 2010 se cumplen 100 años de la desaparición de Pietro Gori. Para homenajear su memoria y, sobre todo, para ofrecer al lector actual un esbozo de sus ideas, muy actuales en este siglo XXI que acaba de comenzar, ofrecemos en primer lugar su biografía, escrita por Rudolf Rocker. A continuación, aprovechamos la excelente antología de sus escritos preparada por Franco Bertolucci y Maurizio Antonioli y publicada en el número de agosto de A rivista anarchica; entre peréntesis va el título de la obra de que se han sacado cada uno de los textos. En Pensamiento Libertario se puede leer el artículo Lo que queremos que escribió el propio Gori.

Biografía de Pietro Gori por Rudolf Rocker


Ha sido Pietro Gori uno de nuestros mejores combatientes, un luchador y un idealista infatigable que ha contribuido poderosamente a la difusión del anarquismo en Italia y en otros países. Ha sido también uno de los oradores más elocuentes e influyentes de nuestro tiempo. Sus discursos eran obras en todo el sentido de la palabra y producían una impresión inolvidable en el ánimo de sus oyentes. Su maravillosa fuerza oratoria fue asimismo la causa por la que la vida de este hombre ha sido una larga cadena de crueles persecuciones. El gobierno lo temía sencillamente sabiendo que la influencia de sus discursos era ilimitada.
Pietro Gori nació en 1865 en Mesina. Su padre era oficial del ejército y su madre, Giulia Lusoni, pertenecía a la aristocracia de Toscana. Llevaban sus padres una vida desahogada y por eso la juventud de Pietro fue dichosa.
Gori estudió derecho en las universidades de Liorna y Pisa. Era todavía muy joven cuando se puso en contacto con el movimiento anarquista de Italia. Bajo el influjo poderoso de Mijaíl Bakunin, Carlo Cafiero, Andrea Costa y Errico Malatesta, ese movimiento tomó un vasto impulso durante las últimas décadas del siglo pasado. Después del levantamiento de Benevento, en 1877, comenzó una terrible reacción en toda Italia. Se perseguía a los anarquistas igual que a las bestias salvajes. Centenares de compañeros padecían en las cárceles. El parlamento italiano votó una ley de excepción contra los anarquistas y disolvió todas las organizaciones públicas de la Internacional. Poco después comenzó la propaganda conspiradora con sus persecuciones y sus víctimas incontables.
Cuando Gori llegó a conocer el anarquismo los tiempos eran ya más favorables. Nuevamente aparecían varios periódicos y en las ciudades y aldeas se había reanudado la propaganda verbal.
Pietro tenía dieciséis años cuando habló por primera vez en una reunión anarquista. Algunos de sus primeros discursos aparecieron entonces en un folleto, Pensieri ribelli, que fue confiscado enseguida. Gori fue acusado y en 1877 apareció ante el jurado de Pisa. Enrico Ferri defendió en esa ocasión al joven estudiante, pronunciando uno de sus discursos más brillantes. El proceso terminó con la absolución de Gori.
Pero poco después empezaron nuevamente las persecuciones. En Ancona los obreros celebraban por primera vez el 1 de Mayo. En la vieja ciudad anárquica comenzó un gran movimiento huelguista que provocó sangrientos choques con la policía. Gori se hallaba a la vanguardia del movimiento y la policía hizo recaer sobre él la "responsabilidad moral" de los sucesos. Fue condenado a un año de prisión. Y aunque la Cámara de Apelaciones revocó más tarde la condena, Gori casi ya la había cumplido.
En 1891 Gori se trasladó a Milán. Allí realizó su examen de abogado, pero todo su tiempo libre lo dedicaba a la propaganda anarquista. Celebró centenares de asambleas y sus excepcionales cualidades de orador atrajeron a millares de personas. Ese mismo año participó en el congreso anarquista de Capolago, junto con Malatesta, Cipriani y Merlino. A su vuelta a Milán fundó el periódico L'Amico del Popolo. De los 27 números que aparecieron casi todos fueron confiscados, pero la policía siempre llegó tarde. Al mismo tiempo Gori actuaba también corno abogado, interviniendo en varios grandes procesos políticos.
Con la mayor energía atacó el socialismo parlamentario y a los dirigentes del reformismo en Milán; esa campaña halló una expresión interesante en su periódico y en las asambleas; mas dicha campaña la desenvolvió siempre en el terreno de las ideas, evitando los motivos personales. Al propio tiempo que combatía a los reformistas en varios congresos, estaba ligado por una antigua e íntima amistad con Filippo Turati, el jefe del reformismo italiano.
En Milán, Gori publicó tres tomos de poesías y de estudios literarios y además seis folletos anarquistas. Gori era un hombre italiano: el instinto del arte constituía en él una especie de herencia nacional. En sus discursos y en sus escritos reconocíase siempre al artista. Sus versos pertenecen a lo mejor que ha producido la moderna poesía italiana y recuerdan frecuentemente las formas y los ritmos de Ada Negri. Muchas de sus poesías rebeldes son cantadas por el mundo revolucionario de Italia, como por ejemplo Il canto dei coatti, Il canto di Maggio y el bellísimo himno Sante Caserio. Gori fue también autor de varias piezas de teatro que han sido puestas en escena con todo éxito en Milán y otras ciudades italianas.
En 1894 el anarquista italiano Sante Caserio mató a Sadi Carnot, presidente de la República Francesa. Una reacción terrible se declaró en Francia y en Italia. La prensa policial de este último país exigía una nueva ley de excepción contra los anarquistas y atacó principalmente a Pietro Gori, a quien hacía cargar con la responsabilidad moral del atentado. Caserio había frecuentado varias reuniones en que hablara Gori y éste lo había defendido años antes, en calidad de abogado, ante los tribunales de Milán. De esto dedujo la prensa policial que Gori era el maestro de Caserio y el causante "moral" del atentado de Lyon.
Poco después el gobierno italiano promulgó una nueva ley contra los anarquistas y Gori se vio obligado a abandonar el país. Cruzó la frontera francesa, pero fue arrestado inmediatamente y expulsado de allí. Entonces se refugió en Lugano, en la Suiza de habla italiana; mas el gobierno italiano insistió tanto ante los republicanos suizos que éstos expulsaron al odiado anarquista, junto con muchos otros compañeros.
Gori se dirigió a Alemania, pasando por Holanda donde se quedó algunas semanas con Domela Nieuwenhuis y los anarquistas holandeses. Poco tiempo después llegó a Londres, donde tomó parte activa en el movimiento. En aquel tiempo Londres era el centro de todos los perseguidos. Malato, Malatesta, Louise Michel, Émile Pouget y muchos otros se veían obligados a vivir en Inglaterra debido a las leyes de excepción que regían en Francia e Italia. Gori y Malatesta desarrollaron una enérgica y provechosa campaña entre los residentes italianos en Londres y el vigoroso talento oratorio del primero atrajo a centenares de personas.
En 1895 Gori se trasladó a los Estados Unidos con el objeto de realizar allí y en el Canadá una jira de propaganda. Su éxito en América fue extraordinario; habló en todas las grandes ciudades entre Nueva York y San Francisco, celebrando más de cuatrocientos mítines. Pero ese esfuerzo constituyó un peligro para la salud. En 1896 volvió a Londres como delegado al congreso socialista internacional. Poco después cayó gravemente enfermo y estuvo varias semanas en un hospital. Su estado seguía empeorando, cuando decidió volver a Italia no obstante el peligro a que se exponía de ser confinado en la "Siberia" italiana.
Empero, los diputados Imbriani y Bovio plantearon el asunto en el parlamento y el gobierno declaró que no molestaría a Gori mientras éste se mantuviese tranquilo. Gori pasó cierto tiempo en la isla de Elba, enfermo, extenuado. Sin embargo el gobierno no lo perdía de vista y todo un ejército de vigilantes y pesquisas merodeaba siempre alrededor de la casa del paciente.
Transcurrió mucho tiempo antes de que Gori recobrase la salud. Abandonó Elba y se fue a Milán, donde reanudó sus actividades en favor de sus ideas. No era posible celebrar en ese tiempo asambleas públicas porque los anarquistas estaban excluidos de los derechos civiles. Gori empezó a organizar las llamadas reuniones privadas, valiéndose de algunos subterfugios de la ley. Pero la policía cuidaba cada uno de sus pasos. En Milán se había erigido un monumento a los combatientes de la revolución italiana. Gori fue uno de los oradores en el acto de la inauguración y pronunció uno de sus más notables discursos. Entonces el gobierno le hizo saber que lo mantendría en arresto domiciliario si llegaba a hablar nuevamente.
Poco después defendió a Malatesta y a sus compañeros ante el tribunal de Ancona. Su defensa fue una de las acusaciones más vehementes contra la reacción y un desarrollo maravilloso de la doctrina anarquista.
Algún tiempo después de la sublevación de Milán, en la cual 300 hombres y mujeres cayeron bajo las balas de los soldados, la policía trató de arrestar a Gori y sólo por una casualidad éste consiguió huir al extranjero. Más tarde el consejo de guerra lo condenó a doce años de cárcel por considerarlo causante "moral" del levantamiento.
Gori se trasladó a Argentina, donde desarrolló una espléndida propaganda. Los estudiantes y los profesores lo invitaron a dar una serie de conferencias en la Universidad. Disertó allí sobre sociología criminal cautivando la atención del auditorio. Al mismo tiempo viajó por toda Sudamérica difundiendo por doquier las enseñanzas del anarquismo. Por encargo de la Sociedad Científica Argentina, Gori tomó parte en una expedición a la Tierra del Fuego y a la Patagonia, publicando luego un brillante informe acerca de sus viajes.
La amnistía de 1902 dio a Gori la posibilidad de volver a Italia. La propaganda libertaria se había desarrollado nuevamente. Junto con Luigi Fabbri fundó la excelente revista Il Pensiero, una de las publicaciones más importantes de la literatura anarquista. Pero la policía no lo dejó en paz. Las persecuciones contra él fueron tan violentas que el Parlamento tuvo que intervenir.
Esas persecuciones constantes obligaron a Gori a abandonar nuevamente Italia. Se dirigió a Palestina y a Egipto, mostrándose en todas partes muy activo por la causa. En 1905 volvió a Italia, gravemente enfermo. La dolencia no le permitió desarrollar una gran actividad; sin embargo luchó hasta sus últimos momentos por nuestras ideas. Publicó varios folletos y un tomo de poesías. El 8 de enero de 1911 falleció en la isla de Elba, a los 45 años de edad.
La triste noticia se propagó por toda Italia, pues Gori era un de las figuras más populares del movimiento revolucionario de ese país. Su sepelio dio lugar a una de las demostraciones más grandiosas. Todas las organizaciones revolucionarias enviaron delegados y coronas. Millares de personas acompañaron al amado extinto a su último reposo. Todos los comercios y las fábricas permanecieron cerrados. El pueblo entero estaba de luto, porque todos sabían que Pietro Gori había sido el amigo más leal de los pobres y explotados, un verdadero profeta de la revolución social.

El anarquismo de Pietro Gori

El Estado
El Estado, el poder ejecutivo, el judicial, el administrativo y todas las ruedas grandes o chicas de este mastodóntico mecanismo autoritario que los espíritus débiles creen indispensable, no hacen más que comprimir, sofocar, aplastar cualquier libre iniciativa, toda espontánea agrupación de fuerzas y de voluntad, impidiendo, en suma, el orden natural que resultaría del libre juego de las energías sociales, para mantener el orden artificial -desorden en sustancia- de la jerarquía autoritaria sujeta a su continua vigilancia. Magistralmente definió Giovanni Bovio el Estado: "opresión dentro y guerra fuera. Con el pretexto de ser el órgano de la seguridad pública, es, por necesidad, expoliador y violento; y con el de custodiar la paz entre los ciudadanos y las partes, provoca guerras vecinas y lejanas. Llama bondad a la obediencia, orden al silencio, expansión a la destrucción, civilización al disimulo. Como la Iglesia, es hijo de la común ignorancia y de la debilidad de la mayoría. A los hombres adultos se manifiesta tal cual es; el mayor enemigo del hombre desde que nace hasta que muere. Cualquier daño que pueda derivar a los hombres de la anarquía, será siempre menor que el peso que el Estado ejerce sobre ellos". Hacen creer los gobernantes, y el prejuicio es antiguo, que el gobierno es instrumento de civilización y de progreso para un pueblo. Pero si bien se observa, se verá que, al contrario, todo el movimiento progresivo de la humanidad es debido al esfuerzo de individualidades, a la iniciativa anónima de las multitudes y a la acción directa del pueblo. El mundo ha marchado siempre hasta el presente, no con ayuda de los gobiernos, sino a pesar de éstos, y en éstos hallando siempre el continuo obstáculo directo e indirecto a su fatal andar. ¡Qué de veces los más gloriosos innovadores en ciencias, en arte, en política, no hallaron su camino barrado, mucho más que por los prejuicios y por la ignorancia de las multitudes, por los andadores y por las persecuciones gubernativas!
Cuando el poder legislativo y el gobierno aceptan y satisfacen en forma de ley o de decreto alguna nueva petición salida de la conciencia pública, es después de innumerables reclamaciones, de agitaciones extraordinarias, de sacrificios mil del pueblo. Y cuando los gobernantes se han decidido a decir sí, a reconocer a sus súbditos un derecho y, mutilado y desconocido, lo promulgan en los códigos, casi siempre aquel derecho se ha hecho anticuado, la idea es ya vieja, la necesidad pública de tal o cual cosa no se siente ya, y entonces la nueva ley sirve para reprimir otras necesidades más urgentes que se avanzan, que tienen que esperar a ser esterilizadas, hipertróficas, antes de que las reconozca una ley sucesiva.
Todo aquel que ha estudiado y observado con pasión los partos curiosos y extraños del genio legislativo, las leyes pasadas y las presentes, queda sorprendido al ver el sutil fraude que logra gabelar por derecho el privilegio, por orden el bandidaje colectivo, por heroísmo el fratricidio de la guerra, por razón de Estado la conculcación de los derechos y de los intereses populares, por protección de los honrados la venganza judiciaria contra los delincuentes, que como dice Quetelet, no son más que instrumentos y víctimas, al mismo tiempo, de las monstruosidades sociales.
Y cuando nosotros queremos combatir estos males, causa y efecto juntamente de tanta infamia y de tantos dolores, para derribar todo lo que dificulta el triunfo de la justicia, se nos llama "fautores del desorden".
Cierto; propiedad, Estado, familia, religión, son instituciones que algunas merecen la piqueta demoledora y otras esperan el soplo purificador que las haga revivir bajo otra forma más lógica y humana. ¿Pero querrá esto decir seriamente que se pasaría del "orden al desorden"? ¿Quién no desearía entonces, si se diese voz, tan contrario significado a las palabras, el triunfo del desorden?
Pero si las palabras conservan su significado, no pueden los anarquistas ser llamados amigos del desorden, ni aun considerando esto desde el punto de vista único de revolucionarios. En este histórico periodo de destrucción y de transición entre una sociedad que muere y otra que nace, los actuales revolucionarios son verdaderos elementos de orden. Tienen éstos en sus fosforescentes ojos la visión de la sublime idealidad que hace palpitar el corazón de la humanidad, que la empuja hacia el infinito ascendente camino de la historia.
Después del estampido del trueno, brilla sobre la cabeza de los hombres el bello cielo luminoso y sereno; después de la vasta tempestad que purifique el aire pestilente, estos militantes del porvenir señalan la primavera florida de la familia humana, satisfecha en la igualdad y embellecida con la solidaridad y la paz de los corazones.
(Vuestro orden y nuestro desorden, 1889)
El capitalismo
¿Y como es que el propietario comenzó a hacerse rico? Seguramente la riqueza la heredó de su padre, de su abuelo, si no fue conseguida por medio de alguna intriga vergonzosa o de algún engaño; pero, en cualquier caso, quienes le transmitieron esta herencia, ¿cómo se hicieron ricos? Sabéis bien que con el continuo trabajo, desalentador de generación en generación, vuestras familias nunca se hicieron ricas. Está claro que estos propietarios no acumularon por ventura la riqueza con su propio trabajo, sino aprovechándose del trabajo de otros.
Veamos cómo sucedió empezando con los pocos obreros que tenía al principio, quitando a cada uno de ellos una parte del salario, y no precisamente la más pequeña. Cada obrero produce 5, y 4 van al bolsillo del patrón, quedando sólo 1 al obrero; esta es la proporción más o menos exacta entre el salario y el coste de la producción entera. De esta forma, teniendo solamente dos obreros, quitando a cada uno 4, el patrón obtiene en total 8, que es lo que obtendrían de salario ocho obreros juntos; así empezó la riqueza del propietario a elevarse sobre la miseria del obrero; con esta progresión fatal, que más enriquecía a aquél, éste se volvía más pobre, por leyes ineludibles de la competencia, viéndose continuamente disminuido su salario.
De esta forma la riqueza de uno y la miseria del otro van de la mano, aumentando; y el propietario se enriquece explotando diariamente al obrero, con un continuo y progresivo robo de su salario.
De manera que solamente con el engaño, con el fraude y con el robo disimulado, comenzó la riqueza de los propietarios. Y en el robo cotidiano de los explotadores del trabajo de los obreros explotados, tiene su origen la denominada propiedad individual.
Para esta propiedad individual la tierra, que la Naturaleza, esta gran madre de todas las cosas, había dado a todos los hombres indistintamente, viene dividida sólo entre unos pocos, los ricos, que constriñen al obrero, si quiere vivir, a trabajar para ellos que no hacen nada: y el obrero bajó la frente y trabajó, y aceptó vilmente, casi como un regalo, cuanto los ricos quisieron darle para que no muriera de hambre. Digo para no dejarlo morir de hambre, porque los ricos consideran a los pobres como a una máquina y nada más; y sólo para que esa máquina sea útil y no se destruya, y acabase así la vida felizmente ociosa que ellos disfrutan, los propietarios, los burgueses, los ricos dejaron que el pueblo, agotándose y consumiéndose de hambre poco a poco, se sometiera más y más; porque si la tierra produjera por sí sola la mies y los frutos, y las máquinas pudieran trabajar sin necesidad del brazo del obrero, los ricos le habrían dejado morir de hambre aguda y así mantenerse mejor como amos del mundo.
(Pensieri ribelli, 1889)
La religión
Antes que nada, bueno será pedir de qué religión se trata. ¡Hay tantas en este mundo! ¿Se trata de la que promete el paraíso cristiano e infantilmente amenaza con las llamas del infierno, de igual modo que a los niños buenos o malos se les promete el terrón de azúcar o el coscorrón, y que hace consistir todo el estimulo a las buenas obras en la esperanza usuraria o en el infantil miedo de gozar o sufrir… en la otra vida? ¿O es que se nos habla de la religión de Mahoma, que a sus fieles promete el goce pagano de las huríes jóvenes y bellas entrevistas detrás del humo del opio? ¿Tal vez de la religión de Confucio o de Buda, o de cualquiera otra que haya entenebrecido o anuble aún las humanas mentes? ¿De cuál se pretende hablar, ya que sus respectivos sacerdotes sostienen que la religión verdadera es la suya?
Naturalmente que, según estuviéramos en Turquía, en la India o en la China, cada una de las religiones, por boca de sus curas, nos dirigiría la dura acusación de incrédulos. Y nosotros podríamos, en todas partes, rebatir la acusación y confundir a los acusadores con una cantidad de argumentos especiales que es inútil enumerar aquí.
Pero ya que nacimos y vivimos en países donde predomina la religión cristiana y los que más vociferan contra nosotros son los fanáticos y los mercaderes del cristianismo, y sobre todo, del catolicismo, podemos dispensarnos de buscar sendos argumentos, ya que los mejores nos los suministran los mismos sacerdotes de la religión cristiana. Ellos son los que más tremendos golpes asestaron para destrucción de su propia fe. Desde el momento en que el descendiente de Pedro, el pescador, olvidó la humildad originaria del cristianismo -religión de los pobres y para los pobres-; desde el momento en que los príncipes de la Iglesia en lugar del cilicio, las espinas y el tosco vestido se cubren con sedas, púrpura y pedrería, como todos los demás potentados de la tierra; desde el momento en que las indulgencias, los pasaportes para el paraíso, las amnistías totales o parciales del purgatorio pudieron comprarse como una mercancía cualquiera o como un favor de ministros corrompidos; desde el momento, en suma, en que la religión de Cristo cesó de ser apostolado y se convirtió en charlatanería de sacamuelas de plazuela y la iglesia se transformó, fin natural de todas las iglesias, en botica de almas y de conciencias, la ilusión del misticismo cristiano comenzó a revelarse como un embuste, como vil metal dorado que con el uso pierde su apariencia y no engaña ya al ojo del villano que hasta entonces creyólo oro del más puro.
Una vez el dogma católico se puso abiertamente de parte de los grandes contra los humildes y miserables, tan caros a Jesús, se reveló, tal como por su propia esencia debía convertirse, enemigo de la ciencia y de la libertad. Y esta tendencia invencible de toda religión hacia el fanatismo y beatería ciegos de un lado y el servilismo hacia los poderosos y dueños contra los súbditos y siervos del otro, tendencia que constituyó y constituye aún el germen de disolución del cristianismo, esta fe dejó de ser joven.
Es una fe que arrastramos como un grillete que nos impide caminar libremente hacia nuestra meta de liberación integral. Llegó la hora de que esta cosa muerta y que grava con su peso todo el de la cadena de esclavitud que arrastramos, nos la arranquemos de los pies arrojándola bien lejos de nosotros.
(Ciencia y religión, 1896)
La guerra
Pero consolémonos, que hoy la guerra ha perdido ya algo de su carácter primitivo; que hoy no es ya salvaje la guerra como antiguamente; que se ha convertido en científica y cínica.
¡Profanación de una palabra sagrada! La guerra científica, o sea, las preclaras dotes del ingenio, las noches de insomnio del hombre de estudio dedicadas al feroz problema de la destrucción.
En este caso, ciencia es sinónimo de maldición… Servíos de ella, ¡oh hombres!, como una diosa benéfica, para arrancar sus secreto a la naturaleza, para dar vida a las máquinas, la fuerza al carbón; utilizadla para convertir el rayo en productor de riqueza, para aligerar las fatigas del hombre, para atenuarle sus dolores, para restaurar los relajados tendones de la humana abeja en sus fatigas del trabajo cotidiano; utilizadla para horadar montañas, para regar los valles, para sanear el aire, para enlazar pueblos con pueblos en fraternal obra de solidaridad y de colaboración, a fin de que juntos procedan a la conquista del progreso y de la felicidad.
Haced de la ciencia un instrumento de civilización y no de destrucción y de muerte...
Hemos dicho que la guerra moderna es cínica, y, de hecho, la guerra científica, con la cual se matan a millares de metros de distancia los hombres, que no se conocen, que no se han visto jamás, ha perdido también la forma del culto primitivo de la fuerza y de la destreza en las armas, de que fue un ejemplo la antigua Grecia.
Los Agamenón y los Aquiles ya no son posibles con los fusiles de repetición, con las balas dum-dum y con la dinamita, la melinita y con todas aquellas sustancias explosivas tan similares en sus efectos a aquellos otros estragos de la humanidad como la bronquitis, la pulmonía, la pleuresía, etc. Hoy triunfa Moltke disponiendo serenamente sobre el mapa topográfico las banderitas rojas que indican los movimientos del enemigo y los ataques afortunados del combatiente.
Pero si mañana, sobre la azulada bóveda, una mirada pensativa pudiese contemplar la humana tragedia, con tantas vidas juveniles segadas en flor, como una hoz inexorable, y a las armas de fuego vomitando inconscientemente la muerte, tan inconscientemente como los que las cargan; si esta mirada pudiese abarcar el amontonamiento de los cadáveres mutilados y la sangre que baña la tierra, sin una lágrima de pena, sin un remordimiento, se preguntaría si toda aquella carnicería es acaso obra de un destino ciego, inexorable, que condena a los hombres desde su origen a un común matadero, o una gran locura que sojuzga al género humano, pervierte la historia y triunfa sobre el hombre arrogantemente.
(Guerra a la guerra, 1903)
Los anarquistas
¿Quiénes son los socialistas anárquicos? Si hacemos esta pregunta a un policía, sin duda nos responderá: "Los anarquistas son malhechores". Y la sentencia de los anarquistas independientes le dará la razón. Si preguntamos a los patronos que viven a costa de vosotros, trabajadores, pero sin trabajar, responderán que los anarquistas son unos vagos, gente que no quiere trabajar. Si preguntamos a los hombres serios y prácticos nos dirán, con un esfuerzo de benevolencia, que los anarquistas son locos de atar.
Y los gobiernos, monárquicos o republicanos, dan razón a esta gente, y mandan a los socialistas anárquicos a poblar las cárceles, los penales, y a ensangrentar los patíbulos. ¿Qué importa?
Quien está interesado en defender privilegios y sinecuras no puede ser juez imparcial de hombres que tienen como grito de guerra la abolición de todo privilegio y de toda forma de explotación.
Pero vosotros, trabajadores, que sois las víctimas, los mártires ignotos de todo un sistema social a base de latrocinio, de fraude y de mentiras, vosotros haréis justicia a las inconsistentes acusaciones que el vulgo dorado de los satisfechos y los ambiciosos os lanza a la espalda.
Los anarquistas son, trabajadores, hombres del pueblo como vosotros; sufren con lo que vosotros sufrís: la dura condena de un trabajo extenuante, mal pagado y despreciado por los ociosos regocijados. Como vosotros han recibido de sus padres, también trabajadores, en compensación a tantas fatigas, la pobreza, único y triste patrimonio. Como vosotros dejaréis a vuestros hijos, también ellos, trabajadores, dejarán el triste fruto de una fatigosa existencia, el pesado fardo de la miseria.
Vosotros sabéis que, sobre todo, los socialistas anarquistas quieren la igualdad, pero la igualdad verdadera, no la embusteramente proclamada por las leyes y brutalmente desmentida por la realidad de los hechos sociales. Pero ¿cómo es posible la igualdad en una sociedad en la que unos pocos son poseedores y los más no poseen nada, de modo que estos últimos, obligados por la necesidad, tienen que vender sus brazos a los propietarios de la tierra, de las máquinas y los instrumentos de trabajo? La igualdad social, por tanto, no será posible hasta que todos los hombres sean poseedores de las tierras, de las máquinas y de las demás fuentes de riqueza, y hasta que esta riqueza, que es el producto del trabajo de todos, sea puesta en común para todos.
Esto es el comunismo. De la comunidad de bienes materiales, o sea de los instrumentos de producción y de la producción misma, se desarrollará la armonía de los intereses del individuo con los de la colectividad, según el principio "todos para uno y uno para todos", en contraposición con la egoísta moral burguesa del "cada uno para sí". De la asociación de bienes y de las fuerzas de todos derivará la asociación de los corazones y se desarrollará espontáneamente y con grandeza un sentido de solidaridad y hermandad desconocido en la sociedad burguesa, desgarrada por la más feroz antropofagia legal y por una implacable guerra civil, que envenena y despedaza a esta moribunda sociedad finisecular.
En esta atmósfera pura, en lugar de la familia cerrada, egoísta de hoy, crecerá serena y feliz la gran familia de los iguales y libres, la familia de la que será miembro amado igualmente todo hombre, todo ciudadano del mundo; y las nuevas generaciones crecerán vigorosas y hermanadas, no como hoy, que son el fruto enfermizo e insano de fríos acoplamientos, de calculados e interesados contratos matrimoniales; no más como ahora producto anémico y epiléptico de tristes amores y de prostituciones más o menos legales. Desaparecido junto con la propiedad individual todo instinto de bajo interés personal, la unión de un hombre y una mujer no será ya un negocio en el sentido moderno y mercantil de la palabra. La unión libre, sobre las bases del amor y la simpatía: este es el lógico vínculo sexual, esta es la familia del porvenir, sin la mentira convencional del juramento civil ante el alcalde, o del religioso ante el cura.
¿Y el cura? Comenzad a combatir al cura, chillan los anticlericales, y habréis emancipado a la humanidad.
Los anarquistas responden: ¡Oh, el cura! Desaparecerá junto con la ignorancia y el embrutecimiento de la mayoría, y con el cura desaparecerán todas las mentiras religiosas borradas con el rayo vivificador de la ciencia. Mientras tanto, al cura lo combatimos también nosotros mucho mejor que los eternos abanderados profesionales de cortejos conmemorativos y fúnebres, y lo combatimos señalándolo sobre todo a vosotros, trabajadores, como el eterno aliado de nuestros opresores y explotadores, e intentando oponer la luz de la razón a la impostura de lo sobrenatural.
Pero, antes que cualquier otra cosa, reivindicamos para todos la nutrición del estómago -ya que la gran cuestión vital no es otra cosa que una prosaica cuestión de panza, oh politicastros… de panza llena- y después nutrición del cerebro y del corazón (si se me permite la metáfora), amplia nutrición de ciencia y de afectos, de instrucción y educación; reivindicaciones todas ellas de la más alta facultad del ser humano.
Pero sobre todo, antes que nada ¡libertad! No libertad mutilada, irreconocible gracias a ese papel impreso llamado ley; no libertad administrada por bandidos de cualquier código más o menos plebiscitario -ya sean demócratas, republicanos o socialistas- sino libertad ejercida íntegramente por cada individuo, fusión de todas las actividades y de todas las iniciativas asociadas libremente por tendencias naturales, para el bienestar de todos.
Tú dirás, pueblo, que nosotros te podemos engañar cuando afirmamos que el porvenir es la gran paz, la verdadera igualdad, la infinita hermandad entre todos los hombres de la tierra.
Podremos engañarnos, pero no engañarte. ¿Qué objeto tendría? ¿Qué interés? Tú ves la suerte que nos reserva a los anarquistas la valiente declaración de guerra que arrojamos a la cara de la mafia mundial de los patronos y de los gobiernos coaligados para tu perjuicio.
No hay perdón, no hay tregua para nosotros. Y nosotros no pedimos perdón ni tregua. Paralelamente, las horcas republicanas en las que en 1887 el democrático gobierno de los Estados Unidos ajusticiaba a nuestros cuatro héroes, que cometieron el horrendo delito de decir en voz alta la verdad a la cara a las sanguijuelas de la clase trabajadora, surgió en la España monárquica y católica el cruel instrumento del garrote, y cerca de allí, en la Francia republicanísima, se han promulgado leyes idóneas para golpear a los enemigos implacables de la injusticia y de la plutocracia. Un gobierno equivale al otro; todos los gobiernos están contra nosotros, contra todas las tiranías. Solo nosotros no nos hemos acobardado ante los sacrificios a la hora de reivindicar para todos los hombres la verdadera igualdad en el comunismo, con la supresión de toda explotación del hombre sobre el hombre, con la abolición de la propiedad individual; solo nosotros queremos la emancipación completa de la personalidad humana del yugo opresivo de toda autoridad política, civil, militar y religiosa; solo nosotros ambicionamos la libertad integral del género humano, la libertad de las libertades: la anarquía.
(Socialismo legalitario e socialismo anarchico, 1906)
La emancipación de la mujer
Igual que los obreros sufren la tiranía económica de la clase capitalista, las mujeres -en los usos y en las leyes- sufren la tiranía del sexo masculino. La liberación de los unos del yugo económico y la de las otras del yugo sexual solo puede ser resultado del esfuerzo colectivo de todos los humillados por esta sociedad. Igual que la emancipación de los trabajadores no puede ser obra más que de los propios trabajadores, según el dictamen de la Internacional, así la emancipación de la mujer será siempre una afirmación verbal vacía si en ella no pone manos a la obra la mujer misma. Y porque las reivindicaciones femeninas están, por mil razones y causas, unidas a las reivindicaciones obreras, y por otra parte el derecho obrero no conseguirá la victoria si la mujer se queda indolente fuera de la lucha, por ello los trabajadores tienen el interés y el deber de no descuidar el problema femenino, que es parte de la vasta cuestión social, y las mujeres tienen el interés y el deber de preocuparse con amor inteligente por la cuestión social, ya que fuera de ella el feminismo sería vana academia de unas pocas charlatanas ambiciosas.
Pero eso, al hablar de la mujer y la familia, me dirijo a la vez a vosotras, mujeres que me escucháis, y a vosotros, obreros, compañeros míos de lucha y más o menos afines a nosotros por ideas.
Existe este error, amenazador con graves efectos, incluso en medio de los combatientes de las batallas del porvenir. Por un lado los obreros, emancipados intelectualmente, que toman demasiado al pie de la letra la teoría del materialismo histórico, según el cual no se debe tener en cuenta más que el factor económico en la valoración de los hechos sociales y en el movimiento de renovación humana, sin preocuparse de emancipar a la propia mujer y las mujeres que viven su propia vida, perteneciendo a su misma clase social. Hay que estar ciego para no comprender que la mujer constituye en el mundo la mitad o más del género humano, y que hasta que no se libere de la influencia del cura y de la sumisión a toda prepotencia, será para nosotros y para la humanidad que avanza, como una bola de plomo encadenada al pie que le impedirá caminar con soltura. Muchos se limitan a olvidar a la mujer; incluso van un poco más allá… Hay, no vamos a negarlo, quien piensa todavía que un poco de religión es bueno para la mujer; hay quien impide a la mujer ocuparse de las más urgentes cuestiones de reivindicación social. Cuántas veces he escuchado a algún republicano o socialista decir a su mujer en medio de una discusión: "Mira, querida, vete a otra habitación; estas cosas no te interesan", y volviéndose a mí y a los demás contertulios, añadir: "¡La política no es cosa de mujeres!"
Si por política se entiende el arte malvado de gobernar y gobernar, estamos de acuerdo. No faltaría más que la mujer se mezclase en esas torpes cosas que son la vida parlamentaria y gubernativa, donde todo lo que hay de bueno en el alma humana es sofocado y transformado. Pero nosotros pensamos que no solo hay que alejar esta forma de política de la mujer, sino también del hombre. Y los anarquistas de hecho están lejos. Pero si por política se entiende el ocuparse de la vida pública, el interesarse por las cuestiones más palpitantes de la vida social, el tomar parte en el movimiento de elevación económica y moral, está claro que esta es la sana política que todas las mujeres deberían y podrían hacer, sin por ello perder su gracia innata y sus atractivos, que aumentarían.
De la misma manera, muchas mujeres, que se ocupan de esta bendita política, acaban por hacer de ella el falso concepto que precisamente hemos deplorado; y dan la máxima importancia al hecho de convertirse en electoras o ser elegidas, mezclándose también ellas en las poco decorosas luchas del poder. En vez de pensar en emanciparse ellas y las demás de las diferentes formas de esclavitud y opresión, deciden a su vez solo el poder y participar también ellas en la obra de opresión y esclavitud ejercida por los gobiernos y los parlamentos.
Estas preocupaciones tan poco dignas de su bondad y gentileza las llevan a concebir el movimiento de elevación y emancipación de la mujer como algo separado de las demás cuestiones sociales, y separado sobre todo del problema obrero; mientras que la verdad es todo lo opuesto, porque como bien demostró Bebel en su magistral libro sobre la mujer y el socialismo: la mujer no alcanzará su verdadera emancipación mientras no haya desaparecido el privilegio económico, es decir, hasta que la clase trabajadora no se emancipe de la opresión económica, siendo en gran parte la condición actual de la mujer un resultado de la mala organización económica de la sociedad.
(La donna e la famiglia, 1900)
Libertad e igualdad
Ya indicamos en páginas precedentes las bases sociológicas en que se funda la doctrina anarquista; veremos cómo solo a condición de una profundo cambio de la sociedad en sus relaciones económicas, será posible un estado de cosas que garantice al hombre la libertad integral deseada por los anarquistas, para que no se produzca la opresión y la violencia organizada del gobierno y la milicia como hoy día.
La solución anarquista al problema de la libertad presupone una solución socialista al problema de la propiedad. Por eso los anarquistas son socialistas, porque no habrá igualdad verdadera más que cuando los individuos puedan disponer libremente de sí mismos, sin tener que rendir cuentas a nadie.
Yo, que me siento íntimamente anarquista, soy socialista, y eso desde que comprendí (y era jovencito) que la moderna concentración industrial, con sus sistemas de producción, despojando a la mayoría y socializando el trabajo, contiene al mismo tiempo el empuje para la reivindicación de toda riqueza a la sociedad entera, y las líneas maestras del futuro ordenamiento económico. Esta convicción socialista, en mí como en los otros, solo puede ser el resultado de sentimientos y razonamientos combinados. La primera rebelión contra la iniquidad social es la impulsada por el corazón o por la necesidad; después viene la lógica austera y fría que, emergiendo de las causas profundas de los sucesos humanos, critica, destruye y combate serenamente, sin odio y sin miedo. No es un dogma preestablecido esta fe en el porvenir de la humanidad; no es un teorema árido ni el rumiar estéril de fórmulas algebraicas. Es poesía y ciencia a la vez. Es certeza matemática, que tiene su génesis en el corazón y su vitalidad en el cerebro, y que, desafiando toda ironía y toda persecución, se presenta a la lucha como la más alta transfiguración del sentimiento.
El socialismo, en su aplicación integral, que solo los anarquistas hacen, conduce al comunismo científico; y será un ordenamiento económico en el que la armonía del interés de cada uno con el interés de todos resolverá la sangrienta disidencia entre los derechos del individuo y los de la humanidad entera. Pero en el socialismo, que es la base económica de la futura sociedad, deben ser conciliados en la práctica los dos grandes principios de la igualdad y la libertad. De esto se deduce el vibrante y mal comprendido concepto de la anarquía: libertad de la libertad, que no será otra cosa que la coronación política necesaria del socialismo mañana, como hoy lo es la corriente claramente libertaria. La anarquía no es, como el socialismo autoritario, la humanidad sofocando al hombre. No es, como el desorden burgués, el hombre que pisotea a la humanidad. Retoma el ideal del acuerdo espontáneo de las voluntades y de las soberanías individuales para el goce del bienestar, creado gracias al trabajo de todos. Sin explotación: este es el ideal económico; sin coacción: este es el ideal político del verdadero socialismo.
Lejos de ser contradictorios, los dos términos -socialismo y anarquía- se integran y complementan a la vez. Aplicad la crítica y los postulados científicos del socialismo en política y tendréis la conclusión más libertaria que se pueda imaginar; y a la viceversa, dirigid a la economía burguesa la crítica que los enemigos del Estado hacen a las instituciones políticas actuales, y llegaréis por otro camino al reconocimiento de la doctrina socialista.
El socialismo significa riqueza socializada (no dividida y repartida, como irónicamente se suele decir) y la anarquía significa libre asociación de las soberanías individuales, sin poder central y sin coerción.
Imaginad una sociedad en la que todos los ciudadanos, libremente federados en grupos, asociaciones, corporaciones de profesión, arte u oficio, sean copropietarios de todo: tierras, minas, talleres, casas, máquinas, instrumentos de trabajo, medios de cambio y de producción; imaginad que todos estos hombres, asociados por una evidente armonía de intereses administren socialmente, sin gobernantes, la "cosa pública", disfrutando en común de las ventajas, y trabajando en común para aumentar el bienestar colectivo, y tendréis la anarquía ideal. ¿Es utopía? ¿Hay alguien que, conociendo siquiera superficialmente la historia de las grandes utopías humanas, podría afirmarlo?
Que el socialismo autodenominado científico (lo han bautizado así sus doctores, modestamente) sea otra cosa es indudable. Pero los socialdemócratas se apresuran, como Ferri en su Socialismo y ciencia positiva, a rechazar cualquier solidaridad, incluso teórica, con los perseguidos de hoy, negándoles el derecho a llamarse socialistas, olvidando o ignorando que el movimiento socialista popular en toda la Europa latina ha sido en principio, y en algunas partes continúa siéndolo, claramente anarquista.
Así pues, teóricamente -como concluía en otra ocasión- de la crítica económica del socialismo (aceptadas las premisas) se debe llegar lógicamente a las conclusiones matemáticas de la anarquía.
(La questione sociale e gli anarchici)
La sociedad futura
Si bien no podemos decir con exactitud cómo será la forma de la sociedad futura, sí podemos afirmar (guiándonos por la experiencia histórica) que el actual ordenamiento de base capitalista deberá ceder el puesto a un ordenamiento más amplio, que esté en armonía con las nuevas necesidades colectivas, y responda mejor a la profunda revolución operada en el siglo XIX en todos los medios de producción.
Se puede creer en el materialismo histórico de Marx y en la consiguiente teoría catastrófica derivada de la concentración de capitales en pocas manos y de la proletarización -si se me permite la palabra- de la gran masa de la sociedad; se puede confiar en el oportunismo reformista que espera obtener una transformación por medio de concesiones graduales de la clase dominante; o por el contrario se puede pensar que con la fuerza de las ideas apoyada en la de los hechos, el proletariado avezado en sus asociaciones podrá por sí mismo reivindicar colectivamente todo cuanto su trabajo creó a través de los siglos.
Pero indudablemente los trabajadores, que son la inmensa mayoría de la sociedad, de un modo u otro quieren lograr esto y tienen interés en alcanzar -y por tal vía se han encaminado- una más igualitaria y satisfactoria distribución de todos los bienes producidos por ellos. Que tal transformación se efectúe bajo una forma u otra, como dicen los socialistas autoritarios o como dicen los anarquistas; pero es indudable que la transformación llegará.
Si la evolución social procede del acuerdo con sus leyes naturales, lógicamente la reacción histórica que se presenta como inevitable frente a la concentración capitalista, que crea la gran usura industrial sobre el trabajo y la consiguiente esclavitud económica del obrero bajo la forma del salariado, es el socialismo.
Por ello, vano y absurdo sería indagar y prever en este artículo en cuál de sus formas y escuelas triunfará el socialismo. Que tenga preponderancia la forma autoritaria o la libertaria, con base comunista o colectivista, lo que es cierto es que en la nueva sociedad, al menos durante algún tiempo, permanecerán algunos residuos de los organismo pasados; de aquí la probable fisonomía multiforme de la sociedad humana al día siguiente de la desaparición del régimen capitalista.
(Come sarà la società futura?)
Periódico Anarquista Tierra y Libertad Nº 270