Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

domingo, agosto 30

Cuando la derecha habla de "libertad"

 


Por un lado, el acentuado control social en la era de la pandemia. Por otro lado, la presencia de la derecha en los movimientos de rebelión y «por la libertad». No hay posible confusión con esos partidarios de la «libertad» de explotación y opresión.

El lado de la libertad se precipita hacia una peligrosa pendiente cultural, especialmente para quienes, como l@s anarquistas, abogamos por un tipo de sociedad fundada en este valor. La representación del concepto y la visión que está adquiriendo la palabra libertad se ha vuelto muy complicada, además de difícil de definir y comprender. A nivel discursivo y perceptivo ahora hay más de uno. Es inevitable evocar el «Newspeak» en el famoso 1984 de Orwell, donde «la libertad es esclavitud» es uno de los tres lemas del socing (socialismo inglés en Newspeak).

¿Estamos arruinando la aspiración existencial de ser libres? ¿La libertad está intentando suicidarse y saltar voluntariamente al otro lado? Paradójicamente, en algunos aspectos también podría entenderse de esta manera. Afortunadamente, este no es el caso en absoluto. Dado que es una condición del ser, independientemente de las interpretaciones y distorsiones con las que el devenir cultural intenta transformarlo y camuflarlo, no puede dejar de ser lo que es. Antes de definirlo, de hecho, hay que vivirlo, porque cuando quieres definirlo antes de vivirlo, inevitablemente lo mortificas y te arriesgas a matarlo.

El coronavirus ha proporcionado una coartada

Lamentablemente, el caos que se está haciendo es inmenso y en este caos su significado más auténtico no es del todo obvio. Necesitamos poder salvaguardar su profundo significado. Entonces podríamos decir que más allá de cualquier declinación, la libertad indica hacer y actuar sin ser forzado ni obstaculizado. Dado que, como todas las cosas de esta tierra, no puede expresar un concepto absoluto y, sobre todo, la realidad misma está llena de condicionamientos, esta ausencia de coacciones no significa ausencia de impedimentos. Así, la posibilidad de ser libre se mide en la capacidad de moverse y operar en relación con el contexto existencial.

Cuando hablamos de libertad nos sumergimos inevitablemente en la condición social y contextual donde se puede lograr. Dado que la anarquía es la única concepción que aspira a la mayor libertad posible y lleva a desearla, vivirla y hacerla efectiva, planteando seriamente el problema de cómo realizarla concretamente para cada individuo en armonía y colaboración con los demás.

Es en este punto en que entran en juego nuestras propuestas y nuestra visión anarquista. Desde un punto de vista ideal, l@s anarquistas la viven pragmáticamente como una posibilidad y tratan de preparar las condiciones bajo las cuales se puede realizar. La libertad individual y colectiva, por tanto, armoniosamente fusionadas, que se expresan a través de la solidaridad social y las responsabilidades individuales. Incluso en la crítica al poder, l@s anarquistas intentamos entender cómo se mueve este teniendo en cuenta los límites objetivos del contexto en el que opera, para contrastarlo mejor con prácticas y alternativas antiautoritarias.

Hablamos, pues, de la libertad como referente privilegiado capaz de arrojar luz en medio del intrincado y agresivo bosque significante que envuelve su significado original hasta el punto de ocultarlo. Un ejemplo sorprendente de esta metamorfosis semántica lo proporciona la erupción del coronavirus en nuestras vidas. Con su invasión invisible, proporcionó a los poderes que están de servicio la excusa para planificar desde arriba comportamientos y plazos en la vida personal de todos. En cierto sentido, la simbología distópica de socing se ha hecho realidad y actualizada.

Por un lado, el gobierno de turno, para justificar la salvaguarda de nuestra salud, ha impuesto reglas de conducta obligatorias y sancionadoras. Una actitud sumamente paternalista, con la típica discreción autoritaria del pater familias, que básicamente sugería otra consigna de tipo orwelliano, “la represión es protección”.

Por otro lado, la oposición de derecha, después de haber acusado sistemáticamente al gobierno de ser de izquierda, con una actitud especular lo acusa de aplicar un giro hiperautoritario y anticonstitucional. Hay algo de farsa e incongruencia al mismo tiempo en este escenario de derecha. Estas fuerzas, claramente de inspiración autoritaria, se declaran con calma amigas y simpatizantes de los peores déspotas del momento sobre la faz de la tierra, Trump, Bolsonaro, Orbán, Putin y similares.

Irónicamente, dadas sus referencias internacionales y los supuestos soberanos en los que basan abiertamente su trabajo, uno pensaría que las oposiciones de derecha atacan al gobierno culpándolo de antidemocrático porque se siente usurpado. Considerándose probablemente los únicos auténticos custodios de las opciones autoritarias más efectivas, les gustaría ser quienes decidieran cómo y con qué medidas imponer restricciones a la circulación de los ciudadanos para, como en este caso, «defendernos» de la pandemia, lamentablemente no de ellos. ¿Cuestión de envidia hacia quienes ocupan «ilegalmente» ese puesto del que se consideran los únicos competentes? Más que nada, pensamos, un deseo desmesurado de poder a toda costa: no se sienten libres para imponerse como quisieran.

Un marco uniforme

Más allá de estas polémicas instrumentales, el problema que se sigue planteando obstinadamente es que los modos de comportamiento y las posibilidades de movimiento se definen según modalidades establecidas desde arriba e impuestas. Un verdadero marco uniformador que contiene en sí el germen de educar para normalizar, casi una profilaxis de la disciplina social destinada a perpetuarse. Todo se parece mucho a la implementación de tecnologías de control avanzadas, la preparación de un inmenso y sofisticado “panóptico digital” (el panóptico o panóptico es una prisión ideal diseñada en 1791 por el filósofo y jurista Jeremy Bentham). Otros ya han descrito muy bien la calidad aterradora del control político-policial que existe en China, promocionado como útil para combatir el coronavirus.

Para el poder, la ocasión del momento es la agresión pandémica que ha golpeado repentina y peligrosa; y al menos según los técnicos acreditados, no se ha encontrado otro sistema eficaz para combatirlo. Al mismo tiempo, las metodologías implementadas inevitablemente resultan ser un experimento demasiado ambicioso para actualizar los métodos de control social.

Represión y control social

Con las perspectivas que se vislumbran en el horizonte, crisis económica de proporciones gigantescas, aumento descontrolado del desempleo, expansión desproporcionada de las desigualdades, aumento de la pobreza y la miseria, acentuación del problema del hambre a nivel mundial, trastornos climáticos por causas antropogénicas, es fácil prever rebeliones aisladas y masivas, como levantamientos y motines, de diversa índole e intensidad. Con una acumulación de enormes injusticias que aumentará sobre nosotros, las angustias individuales y colectivas se están extendiendo.

Los poderosos de turno, como siempre, no tienen intención de renunciar a los estratosféricos privilegios de los que se han adueñado con descarada prevaricación en detrimento de masas humanas cada vez más difíciles. Quienes administran el dominio no pueden permitirse el lujo de soportar los inminentes levantamientos de abajo y están preparando las defensas de sus «arcas». Tanto la represión implacable de cada tumulto, como el brutal control social, preventivo y eficaz, que hace pleno uso de cada innovación tecnológica.

Revueltas gestionadas por la derecha

Es fácil prever que por parte de los rebeldes sociales será inútil soplar sobre las rebeliones más o menos insurreccionales y contar con ellas para la deseada redención social. Los poderes de turno los esperan y están preparados para enfrentarlos y aniquilarlos. En este nivel se ha vuelto prácticamente imposible luchar contra ellos, y mucho menos vencerlos. Los anhelos de rebelión serán sofocados.

Si por casualidad hubo alguna «victoria» de los manifestantes por vehemencia sobre las distintas fuerzas policiales, difícilmente surgirán situaciones de auténtica liberación, mientras que probablemente triunfarán nuevos despotismos. Se vislumbra la sombra del «reinado del terror» de 1793, consecuencia de la Revolución Francesa de 1789.

No cometamos el error de engañarnos, en muchos casos cualquier motín será gestionado por la derecha que, como viene haciendo desde hace tiempo, pretenderá estar del lado de los más débiles y querrá devolver a los pueblos la «libertad de sus tiranías».

Manteniéndonos lúcidos, sin dejarnos abrumar por la fuerza de las contingencias, podríamos y deberíamos construir una red internacional alternativa, en solidaridad y reciprocidad, de relaciones sociales autogestionadas basadas en la plena libertad.

 

Andrea Papi

Artículo originalmente publicado en italiano en la revista A # 445, Milán, verano 2020, accesible en http://www.arivista.org/?nr=445&pag=19.htm. Traducido por la Redacción de El Libertario.

jueves, agosto 27

La guerra de las semillas


Hace ya 12 mil años que todos los campesinos siembran y seleccionan semillas. Hoy, el 75% de las semillas cultivadas han desaparecido del planeta.

¿Qué está pasando?

Que se quiere hacer de lo que la naturaleza nos brinda de forma natural una MERCANCÍA.

¿Cómo?

Imponiendo la “certificación” de las semillas y decretando a la vez que todas las demás están fuera de la ley.

El comercio de semillas en España

El control de semillas está sujeto a las normativas propuestas por la Unión Europea y se divide en dos tipos de competencias:

· en el comercio interior, mandan las autonomías
· en el comercio exterior, manda el Estado a través de la Oficina Española de Variedades Vegetales

Solo se puede comerciar con las semillas inscritas – y por lo tanto impuestas – en el Catálogo Nacional de Variedades Comerciales y/o en el Catálogo Comunitario.

Además, los Productores/Obtentores pueden proteger la propiedad intelectual de una semilla inscribiéndola en uno o ambos catálogos lo que les garantiza el cobro de los royalties correspondientes.

La misma vida está siendo PATENTADA.

También está estrictamente regulado el uso que se puede hacer de las semillas, a saber:

el agricultor que las haya comprado puede obtenerlas de nuevo de su primera producción, siempre y cuando las vaya a utilizar en su propia explotación pero no puede comerciar con ellas, ni intercambiarlas, ni regalarlas a un tercero.

El comercio fuera del sistema de certificación se considera ILEGAL.

En otras palabras: el campesino es libre de adquirir únicamente las semillas de los catálogos oficiales, no puede usarlas a otros fines que su propia siembra, ni tampoco cultivar otras especies. Si lo hace está FUERA DE LA LEY.

Además, solo obtendrá subvenciones institucionales si demuestra que compra semillas certificadas.

En realidad, si lo miramos detenidamente, esas subvenciones sirven para controlar indirectamente el mercado de los alimentos ya que, desde el Estado, se sabe de antemano la producción que va a haber de tal o cual alimento, lo que permite todo tipo de especulaciones.

Así planteado, no se ve el problema, ¿verdad? Es en la práctica en donde las cosas se ponen feas.

En marzo de 2013, salió una noticia titulada “La SGAE de las Semillas” en el País en la que se informaba de que 70 agricultores habían sido multados por los inspectores de cultivos que buscan los que vulneran la ley de propiedad intelectual – a los que llaman cariñosamente “hombres de negro” – : las mandarinas que habían sembrado no tenían “papeles” así que fueron condenados a pagar más de 15 millones de euros en concepto de royalties, a 7 euros por árbol y además se les prohibió recolectar la producción.

Un aviso de lo que nos espera.


¿Quiénes “fabrican” nuestras semillas?

Curiosamente, algunos de los mayores productores de semillas del planeta os sonarán:

BAYER MONSANTO por Alemania: el primero fue el glorioso inventor del gas Zyclon B, principal artífice de la solución final de los campos de exterminio nazis. El segundo del famoso gas naranja usado en la guerra del Vietnam y del archiconocido RoundUp, muy usado todavía en España – somos el país que más químicos gasta de la Unión Europea, en algo teníamos que ser buenos –, pese a que su principal componente: el glifosato, haya sido declarado cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud.

SYNGENTA por Suiza: multinacional con múltiples patentes desde insecticidas hasta céspedes de la que no encontraréis información en Internet salvo su propia publicidad.

LIMAGRAIN para Francia: se presenta como una inofensiva cooperativa de agricultores que “crea” más de 300 variedades de semillas para cultivos extensivos, horticultura y jardín.

DUPONT PIONEER para Estados Unidos: creada en 2012 cuando la primera se “divorció” de Syngenta. La segunda está especializada en semillas de cultivos extensivos y organismos genéticamente modificados entre otros.

Para darnos cuenta de lo que puede ocurrir dejando que nuestra alimentación caiga en esas manos hablaremos de la realidad de nuestros vecinos franceses.

Allí un campesino ya no puede aprovechar las simientes de su cosecha ya que, tras el rechazo frontal y casi unánime de la Unión Europea a los transgénicos – a excepción de España, que cultiva el 48% de esas variedades -, se han impuesto las semillas híbridas.

¿Y qué las caracteriza?

Están certificadas – se pagan royalties por ellas -, todas las plantas que dan son exactamente iguales: en altura, color, forma, etc… pero no da semillas nuevas, así que no se puede reproducir.

Cada año hay que volverlas a comprar para poder sembrar.

Para hacernos una idea del poder de esas multinacionales sobre la comida de todos nosotros diremos que en Francia, el 95% del maíz que se cultiva les pertenece – unos 769 millones de Euros al año – y que BAYER MONSANTO, en particular, posee la tercera parte de ese jugoso pastel de semillas.

Las nuevas leyes que se están cociendo en la Unión Europea quieren dar más uniformidad todavía a las semillas para provecho de esas 4 multinacionales.

La idea es proteger sus beneficios impidiendo por ley el libre intercambio y la siembra de semillas no catalogadas.

No les basta con tener ya el 60% de las pequeñas explotaciones de la producción de alimentos del planeta en sus manos.

Es inaceptable que empresas privadas controlen la “despensa” de la humanidad.

 ¿Qué pasará si consiguen controlar las semillas?

Pues que gobiernos y poblaciones nos convertiremos en sus rehenes.

Bastará con que amenacen al Gobierno de turno con dejar de abastecerlos de semillas para conseguir lo que quieran y no hay garantía alguna de que no nos impongan transgénicos o cosas peores.

Estas multinacionales, para blanquear un poco su imagen codiciosa y rapaz ayudaron a crear el famoso Banco de Semillas de Svalbard, que abre sus puertas cuatro veces al año.

Está financiado por 19 países pero también por DUPONT PIONEER, SYNGENTA, la Fundación Bill y Melinda Gates y la Fundación Rockefeller entre otros, todos causantes del monocultivo y monopolio.

Más de 800 mil semillas de los cinco continentes están almacenadas allí, a 18ºC bajo cero, pero ni se sabe durante cuanto tiempo pueden permanecer activas, ni las consecuencias que pueda tener el almacenarlas en un solo lugar.

Se suponía que se podían reclamar en caso de necesidad, pero cuando los campesinos sirios las pidieron, porque se habían quedado sin semillas viables a causa de la guerra, no se las dieron.
Lo peor de todo es que nadie sabe las consecuencias que tendrá esa nueva alimentación de “diseño” sobre nuestra salud y nuestro entorno; y a esas multinacionales les da igual.

En su búsqueda incesante e inhumana del beneficio inmediato juegan con fuego a la vez que nos distraen con cortinas de humo y nos hacen sentirnos culpables de lo que está pasando.

No olvidemos que son 5 las empresas que comercializan más del 60% de nuestros alimentos en España.

Pero cuando aparece un tirano también lo hace la resistencia. Y en nuestro país vecino, un comerciante de semillas ecológicas libre de derechos, sigue resistiéndose al invasor: se llama KOKOPELLI.

En activo desde 1999 no solo comercia con ellas sino que recupera variedades olvidadas, tiene un programa de distribución gratuita llamado: Semillas sin Fronteras y va luchando en los pleitos que de año en año, le imponen las multinacionales.

La han difamado, se han escrito libros en su contra, han advertido de lo “peligroso” de sembrar esas terroríficas simientes en el jardín, y no ha servido de nada.

Hace alarde de irreductibilidad cual la famosa aldea gala de Astérix. ¡Ahí es nada!

Sus semillas llegaron a España a través de la Asociación Amigos da Terra de Galicia (fundada en 1998) que se benefició de su programa gratuito Semillas sin Fronteras y las plantó en su huerta comunitaria en 2016.

(Su representante, Ángel Dorrio, atendió muy amablemente a la autora de este artículo).

Pero KOKOPELLI no es el único disidente; la Doctora en Física Cuántica Vandana Shiva ha creado en la India, su país natal, un banco de semillas libres de derechos que no solo las distribuye sino que también intenta recuperar antiguas variedades casi desaparecidas.

¿Y por qué una doctora de prestigio se preocupa de tales asuntos?

Pues porque en los últimos diez años más de 200 mil campesinos se han suicidado en la India por las deudas que contrajeron al comprar semillas híbridas del llamado algodón BT cuya cosecha no rindió lo prometido.

Pocas son las voces que protestan ante el expolio sistemático de la vida que perpetran las grandes multinacionales alegando – cómo no – que todo es por nuestro bien.

Hay una guerra sin cuartel, encubierta, que pagaremos cara si nos quedamos de brazos cruzados, como la vaca que ve pasar el tren.

Se trata de nuestra supervivencia.

¿Qué podemos hacer?

Consumir productos ecológicos y de proximidad siempre que sea posible.

Secar y almacenar sus semillas: por si acaso…

Concienciar del problema a los que tenemos a nuestro alrededor.

De nosotros depende.

REFERENCIAS:

www.aragon.es/-/control-y-certificacion-de-semillas

Oficina Española de Variedades Vegetales: https://www.mapa.gob.es/es/agricultura/temas/medios-de-produccion/semillas-y-plantas-de-vivero/

mapa.gob.es/app/consultasprosemplan/ProductorListado.aspx

Catálogo Comunitario: www.mapa.gob.es/app/regVar/default.aspx

Diario el País, Domingo 03/03/2013: https://elpais.com/economia/2013/03/01/actualidad/1362169193_684159.html

KOKOPELLI: https://kokopelli-semences.fr/fr/

La guerres des graines: https://www.youtube.com/watch?v=vkOrBMs5RTM

https://en.wikipedia.org/wiki/Vandana_Shiva

Amigos da Terra, Galicia: http://amigosdaterra.net/info/160415_adt/

Solutions locales pour désordre global, Coline Serreau: https://www.youtube.com/watch?v=mqYgBhNnk3k&feature=youtu.beLa Guerre des Graines: https://www.youtube.com/watch?v=vGtGSFneI7o
Extraído de https://www.ecoagricultor.com

lunes, agosto 24

La corte de los enanos. De la monarquía y de la República

 

 
La Monarquía terminó en España el año 1931 como secuela de unas elecciones municipales favorables a los partidos republicanos. Alfonso XIII abandonó acto seguido el país abrumado por el rechazo popular. Ningún rey volvió a coronarse hasta noviembre de 1975, recién fallecido el dictador. A día de hoy, ese mismo monarca, habiendo renunciado a la corona por una serie de vicisitudes que empezaron con un accidente en una cacería de elefantes patrocinada por millonarios árabes y el desvío de fondos públicos para acondicionar la residencia de su última amante, anuncia su intención de residir fuera del país. Parece que la historia se repita como comedia, como diría Marx, y más teniendo en cuenta que el matador de proboscidios era presidente de honor de la conservacionista WWF.

España es un país de esperpentos, de realidades grotescas, de jefezuelos fantoches, y para muestra, el último avatar del rey “emérito”, el de las comisiones saudíes y las maletas repletas de euros llevadas a Suiza, cuya existencia han resaltado las disputas pecuniarias con su amiga Corinna. ¿Afectará el asunto de la corrupción real a la política? Desde luego, una parte de la casta partidista, Podemos, Esquerra, etc., aprovechará la ocasión para condenar la “indignidad” real, pedir la abolición de la monarquía y afirmar su inquebrantable vocación republicana, pero todo ello exclusivamente con fines electoralistas. A los podemitas y afines les interesa no difuminarse en la colaboración con los socialistas, y a los supuestos independentistas, es una oportunidad de desgaste del centralismo estatal que sale gratis. Ya se guardarán muy bien de llevar su republicanismo a la práctica, sabedores de que los cimientos de lo que llaman democracia y no lo es se confeccionaron con hormigón monárquico.

Si la figura del ex rey resulta patética y ridícula, no lo resultan menos el gobierno y el parlamento, con sus diputados portavoces rivalizando en pomposa moralidad y huera fraseología acerca de la corona y la persona que la lleva. Además, conviene recordar que la Casa real no ocupa un lugar central en el esperpento estatista, y por consiguiente, su peso es muy ligero, en absoluto capaz de generar por sí misma una crisis semejante a la que ocasionó no hace mucho el soberanismo catalán. El rey reina, no paga impuestos e incluso amasa fortunas fraudulentas, pero no gobierna. En fin, la Corona es solo el bombín del vestido institucional de la dominación, el sombrero del poder de la clase dominante, y los intereses de esta no pasan por cambiar de traje, y menos por ponerse la boina tricolor. Nadie quiere realmente cambiar las reglas del juego si puede perder algo en el cambio. Ningún partido, por republicano que se proclame, desea forzar la descomposición del régimen para adentrarse en una batalla por la reconversión institucional de salida completamente incierta. Ni siquiera los soberanistas, por más vestiduras que se rasguen.

A pesar de los pesares, las andanzas del “emérito” van a prestar un último servicio al régimen partitocrático nacido del pacto contra natura entre el franquismo y la oposición, incluida la soberanista, permitiendo por un instante desviar la atención de la crisis sanitaria y económica que se abate sobre el país, lenta e inexorable, crisis que columbra un horizonte nada halagüeño. Las verdaderas contradicciones que atraviesan el capitalismo español, impulsoras de conflictos sociales venideros, apenas han comenzado a aflorar. El ruido mediático en torno a Juan Carlos puede oscurecer durante un tiempo ante las masas semiconfinadas y enmascaradas la perspectiva azarosa de una pobreza desigualmente repartida y de una sanidad pública desmantelada, pero no todo el tiempo. El espantajo republicano solo es eso, un espantajo. Una maniobra de despiste, un tópico progresista. La población española no ha sido nunca monárquica, pero en el Estado español no queda casi nadie que se sienta inclinado a sacrificar su minúsculo interés privado en aras de sus sagrados principios, y por supuesto, los profesionales de la política menos que nadie. Esos no tienen principios. España es un país de clases medias, de políticos pesebreros, de obreros desclasados y de funcionarios jubilados, gente preocupada por mantener su nivel de consumo, y por lo tanto, poco inclinada a cambiar de sitio los muebles. Gente decidida a caminar por las viejas sendas, porque las nuevas no dan suficientes garantías.

La Monarquía ha sido más que nada un florero en la mesa española del poder, una institución postiza con la misión de reflejar la marcha tranquila y feliz de la dominación de los poderosos, la imagen floral de un país donde los turistas llegan a espuertas, los cargos responsables nunca dimiten, los inversores se enriquecen y los empresarios hacen lucrativos negocios. En tiempos críticos, sin embargo, la Monarquía puede convertirse en diana hacia la cual desviar los tiros que deberían dirigirse hacia otro lado. El espectáculo puede cambiar en último extremo para que nada cambie. Precisamente es lo que está pasando. Juan Carlos anuncia su salida de España, negociada con el gobierno, para no perjudicar a la institución monárquica, según propia confesión, convirtiendo un asunto de corrupción en otro de sacrificio paterno, pero en las Cortes preocupa más vivir de la poltrona y, encima, los partidarios de dejar la Monarquía tal como ha quedado son mayoría absoluta. Para ellos, las personas delinquen, pero las instituciones son inmaculadas.

A pesar de que nuestros deseos no vayan en ese sentido, a tenor de lo dicho, no tenemos más remedio que afirmar que la espantada real no tendrá consecuencias republicanas. Ya la Segunda República fue entronizada por antiguos monárquicos con el objeto de afrontar la crisis económica que llevó al precipicio a la Dictadura de Primo de Rivera, y con ella a la Monarquía borbónica. No fue capaz de llevar a cabo las tímidas reformas sociales que se propuso. Tampoco depuró a un ejército repleto de monárquicos y clericales. Los gobiernos republicanos no dudaron en emplear la represión más implacable contra el proletariado sindicalista, agudizando la lucha de clases y llevando a los sectores más reaccionarios de la burguesía al pronunciamiento. Su fracaso no consistió en garantizar la libertad al pueblo español, sino en no suprimir la libertad popular lo suficiente. La excusa era la guerra y la guerra se perdió. El contexto internacional no le fue favorable y los gobiernos seudodemocráticos prefirieron un régimen fascista a una República débil, burguesa en esencia pero incapaz de asegurar los intereses de los inversores y propietarios, y aún menos, de hacer tabla rasa de los proletarios.

Hoy en día no hay verdaderos monárquicos, ni verdaderos republicanos. Como ayer, la República no significaría más que un nuevo espectáculo estatal, una pirueta del orden, no una transformación siquiera incipiente de las estructuras sociales, bastante dañadas por el paro, la exclusión y las desigualdades. Apenas instaurada en plena crisis como maniobra de distracción, su entronización sería demasiado arriesgada. Podría surgir con fuerza la cuestión social, pues los antagonismos se harían visibles y no habría policía suficiente para contenerlos. No hay republicano que quiera eso. El patriotismo republicano se emplearía tanto como el actual “ciudadanismo” para la estabilización del sistema partitocrático, probablemente con escasos logros; la épica ideológica no alimenta y la retórica republicana no resuelve los conflictos. Lo que llaman “ciudadanos” es algo tan abstracto y dispar como lo que antaño llamaban “patriotas”. En concreto, hay masas, hay clases populares, hay dirigidos, oprimidos, cabreados; todos se mueven gracias a impulsos e intereses que por propia dinámica tienden hacia la universalidad. Sus movimientos apuntan a formas de democracia directa, asambleas, coordinadoras, consejos, comunidades, por más que esas metas tarden en perfilarse. La crisis no impulsa necesariamente la conciencia social. El populismo actual lo demuestra. El republicanismo del momento es simplemente populismo. Y no hay populismo que quiera una avalancha de asambleas realmente populares que vuelvan inútiles los jefes, puesto que todos aspiran al mando y al despacho. En cambio, solamente en ellas puede forjarse una auténtica voluntad popular, el elemento cohesionador de una verdadera república, una república sin Estado, de la que abominan las clases poseedoras y más aún la casta política.
En defensa no solo del anterior rey, sino de los actuales gobernantes, un ensayista señaló que precisamente los tiempos posmodernos no requieren dirigentes de altura, audaces, lúcidos y hasta quijotescos, grandes hombres de Estado con sentido de la Historia y visión universal. Pasó ya su hora. Ahora toca el turno de los dirigentes mediocres, vacilantes y por qué no, afanadores. Las circunstancias que acompañan a los poderes establecidos necesitan a los torpes e indecisos y no a los heroicos, a los enanos y no a los gigantes, ya que no se requieren grandes decisiones ni estrategias osadas para estabilizar las instituciones y garantizar los intereses económicos, sino las pequeñas componendas, renuncias consensuadas y tortuosos apaños. El nuevo dirigente nunca destaca por su inteligencia, sino por su ignorancia, ni se señala por su determinación, sino por su pusilanimidad. No se le valora por sus virtudes, sino por su insignificancia. Es de los que sabe acomodarse con lo que hay y no busca imponerse. No se enfrenta a los verdaderos problemas, más bien los evita, dando rodeos y largas hasta adaptarse. No se caracteriza por su voluntad de servicio, aunque fuese interesada, sino por aferrarse a los cargos como una lapa y por usar del dinero público como un patrimonio propio. Ese tipo de personajes fueron los que construyeron lo que todos los servidores de la dominación llaman “democracia española”, en realidad, un despotismo camuflado moderado por la ineptitud y un tanto por el enchufismo.

La democracia a la española fue fruto de una negociación entre el aparato franquista y los partidos de la oposición. Unos, los reformadores franquistas, poseían la fuerza, el poder, mientras que los otros, las mesas, juntas y plataformas opositoras, tenían la legitimidad democrática. Ambos estaban dispuestos a ceder. Unos, a neutralizar las tendencias duras del franquismo, y los otros, a desactivar y paralizar el empuje del movimiento obrero ascendente. La amnistía de los crímenes franquistas a cambio de la legalización de los partidos y de las elecciones parlamentarias. Siempre dentro de la ley: de la ley franquista a la ley desprendida de la Constitución. El movimiento obrero no pudo romper esa alianza; sus enemigos le despojaron de su autonomía y pronto, con la legalización de los sindicatos, el proletariado dejó de ser una clase histórica, portadora de esperanzas emancipadoras, para devenir un actor secundario en el proceso de la “Transición” de la dictadura a la partitocracia. Con ese nombre se designa un régimen de apariencia parlamentaria sin separación real de poderes, en el que son protagonistas las cúpulas de los partidos con representación parlamentaria. El guión de tal sistema se “consensúa” entre las jerarquías políticas, en función del número del diputados que posean. No era de extrañar que la fragilidad permanente del modelo obligara a los gobiernos a continuas leyes de excepción, y que en general las leyes sirvieran más para suprimir libertades que para garantizarlas. El código de la democracia, aparato legal que debería haber acompañado a la Constitución en 1978, no se terminó de elaborar hasta los años noventa y metió en la cárcel a más de los que había antes de su puesta en funcionamiento. La debilidad obliga a comportamientos extra-legales, autoritarios, impopulares, que pretenden mostrar sensación de firmeza y seguridad. Al cabo de los años, la seguridad ha podido con el deseo de libertad. El miedo es la pasión principal del individuo medio español, motorizado y televisivo, obediente y conformista, dispuesto a votar como poseso por la falsa opción que le manden, izquierda o derecha, unidad constitucional o independencia, y si se presentara el caso, monarquía o república. El voto no le garantiza ninguna libertad, pero al votar solamente busca la seguridad, la protección benigna de la autoridad.

Personajillos como Juan Carlos, Adolfo Suárez, Felipe González, Jordi Pujol o Santiago Carrillo, fueron los artífices del régimen posfranquista que llamaron democracia. Ninguno brilló por sus cualidades, sino por su excepcional vulgaridad, por su nulidad apenas disimulada por docenas de asesores. Juan Carlos, por ejemplo, fue enteramente una creación del franquismo. Convertido en rey por obra y designio de Franco, tuvo, o mejor, tuvieron sus consejeros, la suficiente inteligencia para no obstaculizar la Transición y ligar su suerte a esta. Puestos a dejarla correr, mejor cubrirla con su autoridad “moral”. A Juan Carlos le interesaban más las mujeres, los yates y el dinero que el poder, pero una cosa era necesaria para la otra. Así que tuvo que manejar a los generales franquistas, el escollo mayor capaz de hacer encallar la Transición, y surfear por encima del gobierno y el parlamento, a fin de convertirse en mediador indispensable de la situación cuando la mediación fuese requerida. La oposición de algunos obispos y una parte importante del aparato armado del franquismo, capitanes generales, guardias civiles y servicios secretos militares, consagró su papel de árbitro institucional y le catapultó como figura histórica.

En efecto, su aparición televisiva en el golpe de Estado del 23-F le valió el título honorífico de “salvador de la democracia” aun cuando su verdadero papel fuera más que dudoso. El rey de entonces no andaba satisfecho con ella, por lo que había incitado a unos y a otros a ponerle freno y cambiar de orientación. Es decir, a volverla menos democrática, más respetuosa con las jerarquías establecidas y sus arcaicos valores. A innovar lo mínimo. Parece que tenía adeptos en todos los partidos y que el “golpe de timón” no iba a pasar de un suave movimiento pendular en el interior de la burocracia estatal, pero la iniciativa de unos cuantos ultraderechistas bien incrustados en las fuerzas armadas dio al traste con la operación reconductora. Juan Carlos, en calidad de capitán general de los ejércitos, inclinó la balanza del lado gubernamental y con eso logró la popularidad requerida para hacer en adelante lo que le viniera en gana. Por primera vez se sintió por encima de tirios y troyanos, más allá del bien y del mal monárquico, sentado sobre bayonetas blandas.

El resultado del fallido golpe de Estado de 1981 fue un régimen tutelado entre bastidores durante unos años por los militares. La Transición se hizo más autoritaria, al tiempo que la economía seguía avanzando con altibajos. Nadie protestaba, la población gobernada se precipitaba en una sociedad consumista, donde había crédito para todo el mundo y cualquiera, hasta el más pobre, tenía algo para gastar. La Transición había desembocado en “el Cambio”, la década felipista. Los socialistas lideraban el crecimiento económico inmobiliario. El país era una nación moderna, con un desarrollo envidiable y un rey que iba y venía como embajador, riéndole todos las gracias, como cuando lanzó al esperpento bolivariano Chaves un “por qué no te callas». En lo sucesivo Juan Carlos perdió la contención y la compostura, enfermó de éxito y, dejándose llevar por sus inclinaciones naturales, la caza, las faldas y los negocios, precedido por su yerno Urdangarín, duque en-Palma-do, no tardó en protagonizar involuntarios escándalos que pudo conjurar renunciando a la corona en favor de su hijo. No fue suficiente. La cabra tira al monte.

Juan Carlos “el campechano”, el de los accidentes domésticos, el de la moto, ha sido el espejo en que se contemplaron tres generaciones de gobernantes acomodaticios, insípidos y mezquinos como él, fuesen comunistas o conservadores, regionalistas o independentistas, sindicalistas o empresarios, corruptos o limpios. Fue el rey de una época gris, donde la jerarquía del capital desplazó definitivamente en España a la de la ideología fascista y la religión católica, periodo durante el cual la política se sometió a la economía: el enriquecimiento fue la consigna a seguir, y el dinero, la meta de todo bicho viviente. Época modernizadora, preludio de la mundialización financiera que tanta marginación, miseria y resignación ha reportado. Como un juguete roto, el “emérito” sucumbe hoy a sus errores y a su avidez, todavía no demasiado, mientras la humanidad se cuece con una pandemia y al Estado español se le viene encima la mayor crisis de la historia.

Los estragos que se irán sucediendo en una sociedad colonizada por el capital cambiarán de arriba abajo el mundo en el que sobrevivimos. Lo mismo dará la forma de Estado. Si la república conviene a la clase dominante, habrá república. Por ahora parece que no. Se está más bien por “un nuevo lanzamiento de la imagen de la corona», como dice el diario “La Razón”. Si conviene a un sector significativo de la casta política, habrá moda republicana. Por ahora parece que sí. Nadie notará la diferencia, pues las masas despolitizadas, presas de sus estrechos intereses privados, son indiferentes al postureo político. Nadie saldrá de su ensimismamiento cotidiano, nadie prescindirá de su correspondiente dosis de evasión festiva, por una cuestión tan nimia como la de escoger entre una forma política de sumisión u otra. Que pongan la que quieran. A pesar de todo, la parte empobrecida, víctima de decisiones unilaterales, no comulga siempre con ruedas de molino. La esclavitud, sea cual sea la forma con la que se presente, es siempre esclavitud, y la única república deseable es aquella en la que la justicia social y la igualdad solidaria hagan imposible aquella. Por desgracia, esa clase de república, una especie de federación comunitaria antiestatal, no es la que anima a la mayoría de los republicanos de hoy, o a los que dicen serlo, más proclives a la autoridad que a la ausencia de ella. Pero siempre quedan los irredentos que confían en su posibilidad y su advenimiento. Para ellos escribimos.

 

Miguel Amorós, 5 de agosto de 2020

viernes, agosto 21

Anarquismo y república en España

 

 

El concepto de República, si bien tiene una importancia histórica innegable, no resulta tan claro en la actualidad. En un principio, se trata de lo contrario de la monarquía, equivale a la democracia en el sentido de considerar la gestión del Estado cosa de todos los ciudadanos(1); más adelante, veremos la falacia de tal asunto según la visión libertaria. La realidad es que, con el paso del tiempo, el concepto de república ha encubierto toda suerte de sistemas autoritarios en algunos de los cuales ni siquiera aparecía garantizada la democracia electiva. En cuanto a la monarquía, no debería ser necesario aclarar que resulta intolerable para cualquier persona con la mínima sensibilidad democrática, ya que se trata de la forma más elevada de aristocracia familiar; un intolerable vestigio del pasado que, sin embargo, se muestra en la actualidad en algunas países como una mera clase parasitaria, si bien asumiendo la jefatura de Estado, que tolera una democracia formal. Hoy en día, una u otra forma de Estado, monarquía o república, encubre una forma de dominación utilizando la ilusión de la democracia representativa.

Los anarquistas, desde los inicios en el siglo XIX, denunciaron my pronto la falsedad democrática que podía suponer la llegada de la República. Así, la breve Primera República española (1873-1874) encubrió en numerosos casos nuevos formas de dominación y el consecuente sufrimiento de la clase trabajadora; muy pronto los partidos republicanos se acomodaron a la nueva situación y nada harían por cambiar el orden establecido, tal y como denunciaron los libertarios; en algunos lugares, el pueblo, agotada su paciencia, trató de llevar a la práctica las promesas incumplidas de sus dirigentes y repartió las tierras abandonadas de latifundio2. Huelga decir que el gobierno restableció el orden utilizando los mismos medios de antaño y los problemas sociales permanecieron intactos. El momento previo a la proclamación de la República suponía unas condiciones insoportables para la clase trabajadora (falta de trabajo, jornales insuficientes, trabajo infantil, vejaciones para mujer…), lo que dio lugar a numerosos disturbios extendidos por todo el país y una crisis política, que concluyó con la abdicación del rey Amadeo de Saboya y la proclamación del nuevo régimen. Los internacionalistas españoles, organizados en la Federación Regional Española (FRE), núcleo originario del anarquismo español, reconocieron el cambio inesperado en el mundo político, pero alertaron de que «la república es el último baluarte de la burguesía»; era preciso, según los anarquistas, acabar con toda dominación y caminar hacia una «libre federación universal de libres asociaciones obreras, agrícolas e industriales»3. Ya la revolución de 1868, conocida como La Gloriosa, que derrocó a Isabel II e inició el llamado sexenio democrático, puede considerarse un punto de ruptura para el anarquismo español. En ese momento, arraiga el internacionalismo bakuninista en una clase trabajadora que había tenido cierta militancia en el republicanismo federal, y se adopta una coherente estrategia con tres puntos fundamentales: ruptura con los partidos políticos, definitiva desilusión con el sistema republicano y negativa a formar parte de las elecciones4.

Hay que mencionar el episodio de la insurrección cantonal, no apoyada oficialmente por la FRE, pero sí por algunos internacionalistas, que en opinión de Nettlau lo hicieron para debilitar al Estado en aras del federalismo creando distritos autónomos donde el cambio social habría sido más factible5.El breve episodio de la Primera República en España tuvo un triste colofón, después de las sublevaciones cantonalistas, cuando las autoridades republicanas, en connivencia con la burguesía, llevaron a cabo una tremenda represión de las sociedades obreras; la persecución, llevada a cabo por los mismos militares monárquicos del régimen anterior, fue de tal envergadura, que muchas federaciones locales de la AIT desaparecieron6. El golpe de Estado del general Pavía, abonando el terreno para la Restauración, acabó con un régimen republicano que fracasó en su intento de constitución federal, no llevó a cabo las promesas hechas al pueblo, pero tampoco satisfizo del todo a la burguesía, enclaustrado en una defensa a ultranza del orden establecido, tal y como analizan los anarquistas cualquier forma de Estado. A pesar de la tremenda represión, las sociedades obreras continuarían su actividad, si bien de forma clandestina.

Dando un salto en el tiempo, que nos prepara el terreno para abordar la Segunda República, hay que decir que a partir del año 1917, la clase trabajadora, harta de unas élites dominantes incapaces de llevar a cabo ninguna reforma, decidió pasar a la acción con una larga serie de huelgas. Era la decadencia del sistema de la Restauración, encabezado por un monarca con más participación política de la aparente. Esa crisis llevó a las élites dominantes a instaurar una monarquía sin democracia; era la Dictadura de Primo de Rivera, que comenzó en septiembre de 1923 con el agrado de la Realeza, la Iglesia y la burguesía y con la complicidad de, dato que no se suele subrayar en la memoria histórica, los socialistas. Solo los anarcosindicalistas se opondrían al golpe militar, con la escasa compañía de estudiantes e intelectuales del mundo universitario, algunos oficiales del Ejército y el pequeño partido comunista. Los anarquistas, fieles a su defensa de la libertad, se volcaron de todas las maneras posibles, pactando incluso con el conde Romanones o el general Valeriano Weyler, en la lucha contra la Dictadura y sin reparar en sacrificios. La Dictadura de Primo de Rivera, debido a su inoperancia para afrontar la crisis nacional, acabaría cayendo y terminaría por arrastrar quince meses después a la monarquía de Alfonso XIII.

La Segunda República

En 1931 se proclama la Segunda República en España, que igualmente levantó esperanza para la cuestión social, pero muy pronto se vería que nada tenía el nuevo régimen de revolucionario; el propio movimiento libertario no lo recibe con entusiasmo, pero tampoco lo combate, su claro objetivo es, parafraseando a Buenaventura Durruti, «un proceso de democratización social», por lo que la República podía considerarse solo un punto de partida. Se venía de una dictadura, por lo que era lógico abordar algunas reivindicaciones obreras que el autoritarismo militar había obviado o reprimido; además, estaban otros asuntos delicados, como la reforma militar, el estatuto económico, la liberalización de la enseñaba o una reforma agraria moderada, que fueron objeto de polémica y que los nuevos gobernantes no supieron o no quisieron abordar en su gran mayoría7. Lo que enseguida se vislumbró por parte de la clase trabajadora es que el nuevo régimen republicano no iba a colmar sus muy razonables aspiraciones; no tardarían en llegar las reivindicaciones económicas y la agitación social, por lo que el Gobierno republicano no dudaría en emplear una vez más la represión. Anarquistas y anarcosindicalistas, como es lógico, habían acogido la República con reservas; en junio de aquel año 1931, la Confederación Nacional del Trabajo reunió a centenares de delegados en Madrid para advertir de la nueva represión que podía suponer el régimen republicano y para mostrar un programa mínimo de solidaridad con las masas campesinas, y de socialización de la tierra y de todos los medios de producción agraria8. El movimiento anarquista, como no podía ser de otra forma, declaraba su oposición al Estado; su objetivo era educar al pueblo para que obtuviera la emancipación por medio de la revolución social. Respecto a la supuesta división del movimiento anarquista, y más en concreto de la CNT, hay que recordar que el Manifiesto de los Treinta, de agosto de 1931, firmado por algunas figuras prestigiosas como Juan Peiró, no pretendía la colaboración entre clases ni la participación en el Estado; lo que sí denunciaba era la aventura insurreccional de una minoría ácrata, pero más importante, constituía un lúcido y sensato análisis de la situación de la clase trabajadora9.

Para el caso que nos ocupa, lo importante es que no existía una auténtica división en el anarquismo; si acaso, aquellos firmantes del manifiesto oponían ante la Federación Anarquista Ibérica cierta dosis de sensatez y realismo, pero todos ellos eran firmes opositores al Estado y, por lo tanto, solo podía pretender superar el nuevo sistema republicano por muy democrático que quisiera presentarse.

No obstante, no puede considerarse la insatisfacción anarquista (o el mito de su intransigencia) la culpable de poner en un brete a la Segunda República; fue la incompetencia de los políticos republicanos para solucionar las justas reivindicaciones de los trabajadores lo que condujo a estos a la acción revolucionaria10. Definitivamente desilusionados con el nuevo régimen, los campesinos y obreros se distanciaron de los partidos republicanos y socialistas, lo que abonó el terreno para que la derecha ganase las elecciones en 1934; la revolución de Asturias de ese mismo año es una muestra más del descontento de los trabajadores con una sistema que les seguía negando recursos esenciales.

Respecto a ese atentado contra la humanidad que fue el Golpe de Estado del General Franco y sus secuaces, en julio de 1936, hay que decir que el movimiento anarquista se esforzó en luchar junto a los republicanos, principalmente por coherencia en su lucha contra el fascismo. Es cierto que, transgrediendo sus más elementales principios ideológicos, los libertarios acabaron participando en las estructuras republicanas, pero es algo muy contextualizable en una situación bélica y digno de un análisis riguroso; no se hizo, obviamente, para conquistar cuotas de poder, sino para defender la revolución social que ya estaba en marcha. Las críticas se produjeron en el momento, por parte de prestigiosas figuras como Emma Goldman o Camillo Berneri, pero incluso la Federación Anarquista Ibérica pidió cierto voto de confianza dada la situación; lo que es cierto es que jamás el anarquismo podrá ser llevado a la práctica en sentido totalitario, por lo que la participación en el Estado se produjo de manera muy concreta y sin veleidades autoritarias11. Los anarquistas tomaron una determinada decisión, de manera democrática, en un tiempo muy concreto, lo que no supone por supuesto que pueda mantenerse libre de críticas; un análisis lúcido, crítico y militante sobre la participación anarquista en las estructura republicana lo encontramos en Vernon Richards con su obra Enseñanzas sobre la revolución española.

Capi Vidal

Notas

1.-Eduardo Haro Tecglen, Diccionario político (Planeta, Barcelona 1995).

2.-Francisco Olaya Morales, Historia del Movimiento Obrero Español (siglo XIX) (Madre Tierra, Madrid 1994).

3.-Ibídem.

4.-José Álvarez Junco, La ideología política del anarquismo español (Siglo XXI de España Editores, Madrid 1991).

5.- Mencionado por Juan Gómez Casas en Historia del anarcosindicalismo español (LaMalatesta, Madrid 2006).

6.-Francisco Olaya Morales… op. cit.

7.-Juan Gómez Casas,  Historia del anarcosindicalismo español (LaMalatesta, Madrid 2006).

8.-Juan Gómez Casas… op. cit.

9.-Juan Gómez Casas, Historia de la FAI (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2002).

10.-Juan Pablo Calero Delso, El gobierno de la anarquía (Síntesis, Madrid 2011).

11.-Juan Pablo Calero Delso… op. cit.

 

martes, agosto 18

Sociedad de la información

 
A nosotros, en las clases de Historia,
nos enseñaban medias verdades, pero

un día, no muy lejano,
todo lo que las masas sabrán será mentira.

 
Antonio Orihuela. Lavar carbón. Ed. Amargord, 2019

sábado, agosto 15

La política y la mutilación de lo viviente



Hace unos meses, en uno de los análisis más contundentes y críticos que pudimos leer hasta el momento sobre la pandemia actual, Contagio social. Guerra de clases microbiológica en China escrito por el grupo Chuangse nos advertía lo siguiente: “[…] estas son lecciones importantes para una época en que la destrucción causada por la acumulación interminable se ha extendido tanto hacia arriba en el sistema climático mundial como hacia abajo en los sustratos microbiológicos de la vida en la Tierra” (Chuang, 2020). ¿Cuáles son esas advertencias? Básicamente, que el virus que está detrás de la actual pandemia (SARS–CoV–2), al igual que su predecesor, el SARS–CoV de 2003, así como la gripe aviar y la gripe porcina que la precedieron, se gestaron en el nexo entre la economía y la epidemiología:

El coronavirus más reciente, en sus orígenes “salvajes” y su repentina propagación a través de un núcleo fuertemente industrializado y urbanizado de la economía mundial, representa ambas dimensiones de nuestra nueva era de plagas político–económicasLa acumulación capitalista produce tales plagas. (Chuang, 2020)

En otro análisis de similar profundidad, “Ontología de guerra frente a la zoonosis” de Mónica Cragnolini, a través de preguntas retóricas que paradójicamente contienen respuestas, leíamos:

[…] ¿qué aspectos de la organización de nuestra vida a nivel de lo colectivo, de los sistemas sanitarios, de la economía, de los modos de vincularnos con la naturaleza, es necesario volver a pensar? Cuando pase la pandemia: ¿volveremos sin más, sin culpa, a esa forma de vida que está íntimamente vinculada con lo que nos está aconteciendo? ¿Esperaremos la próxima pandemia zoonótica para volver a asombrarnos y remitirnos a lo inesperado? (Cragnolini, 2020)

Dichas preguntas encuentran sus respuestas al finalizar el artículo: “[…] la detención de la maquinaria productiva-apropiativa-extractiva no durará demasiado: una vez controlada la enfermedad, los engranajes volverán a engancharse y seguirán su ritmo obsesivo (Cragnolini, 2020). La realidad política de este territorio nos empuja a más. Pareciera ser que ni siquiera “la detención de la maquinaria productiva-apropiativa-extractiva” se logró “una vez controlada la enfermedad”, sino que se siguen aceitando sus engranajes en el acontecer de la pandemia.

¿Cuál es el hecho que impide la “detención de la maquinaria”? El 6 de julio pasado, la cancillería argentina difundió la comunicación entre el Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Felipe Solá, y el ministro de Comercio de la República Popular China, ZhongShan, donde se anuncia una “asociación estratégica” entre ambos países, referida a la producción de carne porcina y se anuncia una “inversión mixta entre las empresas chinas y las argentinas” para “producir 9 millones de toneladas de carne porcina de alta calidad”, lo que “le daría a China absoluta seguridad de abastecimiento durante muchos años” (Acción biodiversidad, 2020).

El contenido del video viralizado en las redes por la periodista Soledad Barruti, @solesbarruti, y el comunicado publicado en el sitio digital Acción biodiversidad, también coincide con el análisis mencionado: “[…] el Covid-19 se trata de un virus que emergió por alguna de estas causas: hacinar animales para su cría industrial y/o su venta, y desintegrar ecosistemas acercando a las especies entre sí (Acción biodiversidad, 2020). En este comunicado, además, leemos algunas de las causas del posible acuerdo entre el gobierno argentino y el chino:

Dos años atrás China sufrió un fuerte brote de Peste Porcina Africana (PPA). Este virus -G4 EA H1N1-, altamente contagioso, afecta a los cerdos alterando de muchas formas su vitalidad. Para evitar su propagación en ese país, se estima que se habrían sacrificado aproximadamente entre 180 y 250 millones de cerdos (de modos sumamente crueles como quemarlos o enterrarlos vivos), lo que disminuyó la producción entre un 20% y 50%.

Hace poco tiempo, la revista científica PNAS publicó sobre el potencial pandémico actual de la Gripe Porcina, y su peligrosidad fue advertida también por la Organización Mundial de la Salud: el G4 EA H1N1 podría mutar y resultar infeccioso para los humanos.

Erradicar la Gripe Porcina y a la vez garantizar a su población el consumo de esa carne es una preocupación para China. Para alcanzar sus objetivos el gobierno de ese país autorizó a muchas de sus empresas a invertir en otros territorios, y a aumentar las importaciones de carne de cerdo. (Acción biodiversidad, 2020)

Cuando intentamos realizar una crítica hacia los diversos gobiernos que administran el Estado, no lo hacemos por mero placer de un intento de pensamiento crítico, por simpatía hacia tal o cual forma de gobernar o por creer que pueda existir una manera benevolente de gestionarlo. La hacemos porque la historia política de este territorio en particular y de la mayoría de los territorios en general, nos demuestran que el Estado como garante del Capital, más allá de otorgar “derechos” bajo el ala de una política intervencionista, en el fondo, en su abismo maquínico que tritura todo lo que esté a su alcance, no puede realizar otra acción que ser el guardián celoso de la “maquinaria productiva-apropiativa-extractiva”.

En este sentido, el modelo económico del extractivismo es una política de Estado que atraviesa a todos los gobiernos y que viola los derechos indígenas y campesinos, beneficiando así a petroleras, mineras, grandes estancieros y empresas del agronegocio. Esto lo advierte el periodista Darío Aranda, especializado en esta temática. Recientemente, señaló el doble discurso de Alberto Fernández cuando, por un lado, nos dice: “Hay que repensar la lógica financiera del capitalismo. Lo que más necesita la Argentina es inversión, producción, trabajo y desarrollo. No hay otro modo de cambiar las estructuras de un país que no sea a través del desarrollo” (Página 12, 2020). Y, además, llama a los capitales extranjeros a invertir en las “oportunidades de desarrollo” como Vaca Muerta, la minería, la agroindustria y la actividad pesquera, “con un criterio distinto del utilizado hasta ahora, favorecer la inversión en el interior del país”, y abrió el abanico de oportunidades en obra pública, entre ellas la ruta bioceánica con Chile y la hidrovía del Paraná (Página 12, 2020). Pero, por el otro lado, en una charla con jóvenes transmitida por TV Pública, decía: “La Argentina que tenemos que construir es una Argentina medioambiental sustentable. Dejar de producir contaminando. Dejar de infectar el aire que respiramos, dejar de ensuciar el agua que tomamos […]. Y que no me vengan con los argumentos económicos para tratar de sostener que sigamos contaminando al mundo”.

Los “argumentos económicos” son los engranajes que mueven la rueda del extractivismo. Ese tono coloquial, “no me vengan”, que intenta igualar posiciones entre el mandatario político y el ciudadano, no es más que un artificio retórico cargado de demagogia. Si solo fuera esto, no sería tan terrible. Nos es más que conocido el lenguaje de las autoridades políticas, serio y solemne, pero con pizcas de coloquialismo para igualarse ante la ciudadanía, rebosante de credibilidad, de fe. Por lo que, en tal caso, el problema se podría reducir a creer o no. Sin embargo, la cuestión es que estos discursos, además de generar consenso, afinidad política y garantizar “la paz social”, transmutan en acciones políticas. Acciones que generan mayor deforestación para espacios de feedlots (el engorde de animal en corral) y siembra de soja transgénica, desplazamiento de comunidades indígenas y campesinas por dicha deforestación, mayor utilización de productos tóxicos necesarios para que todo lo transgénico crezca, enfermedades y malformaciones de las poblaciones cercanas a las siembras por el uso de esos venenos y extrema violencia y maltrato animal1:

[…] el existente humano se ha colocado en relación con la así llamada naturaleza en términos de una “ontología de guerra”: la idea moderna de “saber es poder” implicó el dominio de la tierra toda como objeto disponible, como recurso. “Ontología de guerra”, para caracterizar la forma en que nos relacionamos con lo que se considera “naturaleza”, guerra que se ensaña contra los animales, y contra modos de existencia humana que se consideran animalizados. Esta “ontología de guerra” muestra un nuevo aspecto en la lucha contra las zoonosis. (Cragnolini, 2020)

La “transferencia zoonótica”, que es una forma técnica de decir que tales infecciones “saltan” de los animales a los humanos, es una mecánica la cual el capitalismo ayuda a gestar y desatar. Con el posible acuerdo entre el gobierno argentino y el chino, el riesgo para la salud colectiva es innegable, pero corre el peligro de ser desatendido. Igual que lo fue en 1996 con la introducción de soja transgénica con la firma del ya mencionado Felipe Solá, en ese entonces, como Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca durante el gobierno menemista. Este personaje, versátil y voluble, parece tener una obsesión por el avance de la maquinaria. Aunque sabemos que solo es un peón en la partida, no nos deja de asombrar su capacidad política de intensificar la guerra contra ecosistemas y existencias humanas:

En esta época, se aprobó la introducción de semillas que solo crecen en combinación con un paquete de venenos aumentando el uso de agrotóxicos en un 1400% en casi 25 años de agronegocio transgénico. Esa soja que hoy ocupa el 60% de la tierra cultivada del país, que empuja el desmonte en las provincias del norte volviéndonos uno de los 10 países con más deforestación del mundo, y que luego es exportada a países como China para alimentar animales como los cerdos. (Acción biodiversidad, 2019)

“La guerra la iniciamos nosotros cuando creímos que todo lo viviente estaba a nuestro servicio, allí, `a la mano´, listo para ser utilizado, manufacturado, consumido, aniquilado”, nos afirma Cragnolini. Sí, el “hombre” de nuestra cultura y civilización inició la guerra contra todo lo viviente. Pero tenemos que advertir que hay quienes intentamos asumir nuestras responsabilidades y construir otros modos de existencia animal-humana y quienes nunca escucharán. Podríamos empezar a descreer de estos negadores seriales de lo viviente.

Nos corre por el cuerpo rabia y odio contra los perpetradores de estas lógicas devastadoras de la vida. ¿Qué otra cosa podemos sentir? ¿Qué diálogo podemos establecer con quienes se encargan día y noche de tramar los cercanos futuros envenenamientos que vendrán contra lxs que habitamos el territorio colonizado-devastado-extranjerizado por el Estado argentino? ¿Qué palabras podemos intercambiar si siempre hicieron, hacen y harán todo lo que esté a su alcance para que “la maquinaria productiva-apropiativa-extractiva” no se detenga? A la altura de este 2020 pandémico y distópico, ¿no existen ya demasiados ejemplos de que el Estado y el Capital son contrarios a la vida?

Deseamos con todas nuestras entrañas, volver a oír. Volver a oír, en la voz de todos los que insisten en que la máquina no se detenga, “el ligero temblor de terror que nunca les abandona. Pues gobernar no ha sido nunca otra cosa que retrasar mediante mil subterfugios el momento en que el pueblo les colgará”. Escuchar el leve crujir de los cuellos de tecnócratas, inversores y políticos que desprecian y mutilan lo viviente será un placer que no conviene demorar.


Roscigna

Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2020/07/25/la-politica-y-la-mutilacion-de-lo-viviente

miércoles, agosto 12

Confinados a perpetuidad en la smart city




Parece que el confinamiento va, siempre que seamos buenos, camino a atenuarse (desaparecer, de momento, no desaparecerá), además nos están avisando que, pasado el verano (y el turismo) habrá un rebrote, mientras se van desarrollando las herramientas para que podamos vivir en confinamiento interior durante la “nueva normalidad”, “nueva normalidad” que va camino a convertirse en “condena de normalidad a perpetuidad”, manteniendo las prácticas de vigilancia, los mecanismos técnicos y la interiorización del control. Pero sobretodo la interiorización de la distancia social, distancia social que se nos vende como voluntaria o voluntariosa y saludable, pero que tiene unos sesgos muy marcados de clase social, sesgos que tardaran en borrarse (si se borran alguna vez).

Se han hartado de decir que nada será igual después de la emergencia, desgraciadamente se puede decir con fundamento que todo irá a peor, a peor incluso si no somos conscientes de ello. Muchas cosas serán evidentes: el paro, la precariedad, la miseria…, y trataran de convencernos de que con solidaridad, sacrificio… y su dirección todo se solucionar. Aunque, como pasó en la anterior crisis, los efectos acaben siendo permanentes. Hay otros efectos que no son tan evidentes como los sociales (paro, etc…), ni tan directamente dolorosos, que entran dentro de la categoría de herramientas “confinadoras a perpetuidad”, se trata de una panoplia de instrumentos tecnológicos necesarios para mantener la situación de aislamiento llamada “distancia social”.

Nos centraremos en las herramientas tecnológicas que son nuestro tema habitual, sin despreciar las herramientas psicológicas y sociales, que en muchos casos han sido todavía más nocivas (http://barcelona.indymedia.org/newswire/display/53079 ). Como trata de ser un intento de catálogo hay un exceso de autorreferencias en los enlaces, ya que el tema tecnológico lo tratamos desde el incio del proceso y continuamente surgen noticias e informaciones nuevas.  Hay que decir, sin embargo, que pocas herramientas hay que sean puramente tecnológicas, casi siempre hay un componente social de aceptación. No puede ser una relación exhaustiva ya que, dia a dia, van incorporando nuevas piezas al proyecto de Smart city confinada y que muchas de estas incorporaciones nos pasan desapercibidas… 

El control biotecnológico.

A pesar de que el temible pasaporte de inmunidad finalmente no se ha llegado a aplicar (https://negreverd.blackblogs.org/2020/04/26/passaports-dimmunitat-rastreig-de-contactes-covid19-i-control-social/ ), si que ha habido (e irán en aumento) una gran cantidad de pruebas con PCR y tests rápidos, en todo tipo de ámbitos, sobretodo los laborales, de investigación y clínicos… Los individuales nadie los ha cuantificado, pero han de ser numerosos. Pruebas aceptadas sin libertad, ya que ¿quién puede negarse a estas si ello le priva de aceso al trabajo, la salud o la educación? Todos los datos recolectados con estas pruebas pasarán a las bases de datos de los historiales clínicos electrónicos (en Cataluña la “Historia Clínica Compartida de Catalunya”, HC3).

Las perspectivas de negocio con los tests de detección han dado un impulso enorme a las compañías que desarrollan las aplicaciones del CRISPR (http://negreverd.blogspot.com/2017/07/la-edicio-genetica-un-nou-pas-en-la.html ), se trataría de conseguir un test tan sencillo como el del embarazo, que se pueda realizar incluso en condiciones domésticas. No hace falta decir la gran demanda que tendría un test como este, entre los gobiernos, líneas aéreas y particulares con posibilidades económicas de adquirirlo. El test de COVID abriría la puerta a otros tests rápidos y domésticos para multitud de enfermedades e incluso algunos caracteres genéticos ya que serían muy selectivos y se podrían practicar directamente sobre fluidos humanos (saliva, moco…). Con estas perspectivas no es de extrañar que las compañías que controlan la metodología (entre ellas la de la codescubridora, Mammoth Biosciences) se apresure a completar plazos y, de hecho, ya hay versiones de prueba para laboratorios.

Otro tema a tener en cuenta es que la adquisición de todo el instrumental necesario para las pruebas PCR ha supuesto un esfuerzo económico importante… Pero ¿qué uso se les dará cuando termine la alarma? La PCR (reacción en cadena de la polimerasa) es una técnica de biología molecular que es la misma que se utiliza para secuenciar el ADN, todos los laboratorios de policía científica disponen de ella (mossos, ertzaintza, policía nacional, guardia civil…), también todos los centros de filiación y de investigación genética. Amortizarán la inversión en parques de secuenciación, se secuenciarán genomas que hasta el momento no se habían considerado suficientemente interesantes, bajarán los precios y el tiempo de los análisis y, cada vez, será más factible la secuenciación masiva de la población humana.

También nos hemos de preparar para la vacuna que viene, ya que ahora mismo se marca como objetivo imprescindible el 80% de la población vacunada, y ya hay voces que hablan de la obligatoriedad (aprovechando para extenderla a las otras vacunas), por una parte la coerción a través de los CAP (recordemos las campañas para la vacunación de la gripe entre los mayores de 64 años) y por la otra la coerción laboral y escolar.

Vista la prisa para tener ya mismo una versión de vacuna, se están haciendo pruebas para elaborarla con vacunas genéticas, introduciendo ADN o ARN en el organismo (vacunas de tercera generación) a través de vectores o plasmidios (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1576988702703038 ). Este tipo de vacunas todavía no se han probado en humanos, solo en clínica veterinaria.

La explotación laboral a partir de la emergencia:

En este campo la principal tensión está en el control de accesos a los centros de trabajo y de los horarios, y en todo lo derivado del teletrabajo.

El teletrabajo o “plantilla distribuida” según muchos empresarios, ha superado el porcentaje mínimo anterior (sobre el 4% a finales del 2019). Durante los últimos meses han teletrabajado el 30% de la población activa (ha habido 8 veces más teletrabajadores) y, aunque la “nueva normalidad” ha hecho volver una buena parte de este 30% a las galeras, el confinamiento ha servido para romper muchas reticencias por parte de empresas y sindicatos institucionales.

Para las empresas todo son ventajas, reducción de costes (alquiler y/o compra de espacios, instrumentos y herramientas, suministros de agua y electricidad, gastos de limpieza…), aumento de la productividad (según estudios hechos en países con trayectoria en “plantilla distribuida” el aumento se sitúa en el 30%), ventajas en contratación, el teletrabajo aumentará la temporalidad y facilita el contrato de trabajadores de otras ciudades y países, también puede disminuir la conflictividad, debido al aislamiento, reducir absentismos y bajas…

Los sindicatos institucionales también obtienen ventajas, son imprescindibles para regular la relación de los trabajadores con la empresa, el trabajador al estar solo en casa tiene muy difícil coordinarse y ponerse de acuerdo con los compañeros al margen del comité, también tiene difícil ver si el reparto es correcto, para todo esto “necesitará” a los sindicatos, así pues su papel de mediador se ve reforzado (http://rojoynegro.info/sites/default/files/IMG/pdf/Laboral-10.pdf ).

El trabajador, durante el confinamiento, es obligado a hacerse cargo de la limpieza, del consumo de energía y agua, la conexión a internet, casi siempre el del ordenador, ha puesto su teléfono al servicio de la empresa, ha cargado con el coste del espacio de trabajo… y ha estado solo (https://laboro-spain.blogspot.com/2020/06/pagar-gastos-teletrabajo.html ).

La supuesta ventaja en conciliación queda notablemente reducida por el hecho de estar teledisponible a cualquier hora del día y durante el número de horas necesarias, además la autoadministración de la explotación que, en unos momentos de paro y crisis aumenta hasta niveles intolerables, aumentando la vulnerabilidad laboral y la precariedad contractual.

El teletrabajador ha de instalar aplicaciones de control horario, para la confidencialidad del trabajo y de las conexiones, para el acceso a determinadas webs, control de las comunicaciones (aquí el conflicto será mayor si el equipo es propiedad del trabajador). A menudo la empresa tiene acceso al escritorio del trabajador y puede controlar lo que hace, si el equipo es personal se hace a través de un escritorio remoto donde se instala el software de la empresa. Los aspectos disciplinarios del trabajo aumentan con la extensión del teletrabajo…

El principal efecto nocivo del teletrabajo es el aislamiento, la atomización laboral. En este sentido nos encontramos en una situación parecida a la implantación del maquinismo, queda bien explicado en las palabras de Marian Burges (1851/1935) ceramista de Sabadell anarquista y librepensador, que fue director del diario “el Desheredado”, publicación partidaria de la acción directa. Marian dijo “como es bien sabido, allí donde hay trabajadores libres que no van a toque de campana, los amos y organizadores de todas las fiestas y bromas son ellos, en Sabadell eran los tejedores a mano. Las aspiraciones a más libertad y bienestar eran ellos los que las sentían y a su manera las buscaban. Hacían fiesta los lunes y, a veces, los martes, se asociaban a escondidas e iban a los cafés después de comer y por la noche. A merendar con cualquier pretexto, ahora porque habían acabado una pieza, ahora porque empezaban una de nueva (…) Casi todos, por la mañana, antes de comenzar una rosquilla y medio “petrico de barreja” (un petrico era algo menos de un cuarto de litro) y a las once un cuarto de aguardiente (…) trabajaban cuando querían y el fabricante iba a las tabernas a suplicar que fuesen a tejer porqué había quien esperaba la pieza”. También nos comenta la experiencia que supuso el maquinismo para aquellos trabajadores libres y alegres: “encerrarse once horas frente aquel artefacto de hierro que obligaba a estar atento a cambiar las lanzaderas y sin poder ir a la taberna (…) se aclimataron pocos y fue cuestión de hacer nuevos tejedores”.

A parte del teletrabajo, el espacio laboral ha sido el sitio ideal para instalar masivamente las medidas de temperatura corporal e introducir la videovigilancia inteligente. Un ejemplo ha sido la adquisición por parte de la Diputación de Barcelona de once cámaras de videovigilancia, termográficas y con reconocimiento facial (https://negreverd.blackblogs.org/2020/06/02/alcoi-i-saragossa-campiones-en-la-implantacio-del-control-social-termografic/). Amazon anuncia también un sistema de videovigilància inteligente para controlar que los trabajadores cumplen la “distancia social”.

Tambien han proliferado los accesos por biometría sin contacto y los GPS en los vehículos, así como intromisiones diversas en la salud de los trabajadores con tests masivos de los trabajadores organizados por la patronal.

La geolocalización.

Hace algunos años, cuando alguien hablaba de dejar los móviles en casa, o quitarles la batería muchos pensábamos que era una tontería exagerada, que el rastreo masivo de los móviles era inviable, y más inviable como rutina. Pues bien, esto (como otras cosas) se ha hecho realidad a golpe de decreto de emergencia, y las operadoras están facilitando estos datos al estado, dicen que agregados, pero Marlaska ya nos amenaza con desagregarlas (https://negreverd.blackblogs.org/2020/03/30/de-la-pandemia-al-pancontrol-telefonic/ ).

Las diversas aplicaciones app públicas para el autodiagnostico del COVID-19 piden la geolocalización, concretamente la de Madrid (que es a su vez la del estado), la de Cataluña y la de Euskadi.

Hay también una app “miDGT”, de la Dirección General de Tráfico (https://www.dvuelta.es/index.php/actualidad/noticias-sobre-dvuelta/41-la-dgt-lanza-una-app-que-permitira-a-interior-saber-nuestra-ubicacion-y-donde-vamos-con-coche-o-sin-el ), que se lanzó justo después de la declaración de emergencia y no solo geolocaliza (estés conduciendo o no), sino que también tiene acceso a la cámara y a los ficheros del teléfono. Sirve para llevar en el teléfono, en formato digital, el carnet de conducir y la documentación del vehículo. La aplicación se ha descargado, de momento, más de 500.000 veces para Android (falta saber las de Apple).

La convergencia entre el teléfono y la identidad es un nuevo producto que todavía se ha de desarrollar totalmente en el nuevo-smart confinamiento.

Las aplicaciones de rastreo.

Se trata de hacer un rastreo de los contactos “físicos” a través de los contactos entre teléfonos más o menos cercanos (https://negreverd.blackblogs.org/2020/06/03/rastrejats-com-si-fossim-peces-de-caca-les-app-del-covid-19-google-i-apple-sapunten-a-la-festa/ ).

Apple y Google han distribuido a través de una actualización de sus sistemas operativos una API “notificaciones de exposición al COVID-19”, un sistema para rastrear contactos. Según ellos (¿te fías?) para ser operativa solo hace falta que el estado o “las autoridades sanitarias” desarrollen una app para recolectar datos, todo esto sin el consentimiento informado de los usuarios (https://elandroidelibre.elespanol.com/2020/05/las-aplicaciones-de-google-y-apple-para-el-coronavirus-como-funcionan-y-por-que-no-las-podras-descargar.html ). Nos encontramos con que a unos 3.500 millones de teléfonos smartphones de todos los continentes, se les ha instalado o se les instalará una aplicación de interés estatal, sin consultar a los usuarios, otra “fantasía conspiranoica” que se ha hecho realidad.

En las recientes revueltas en los EUA ha habido denuncias, algunas de ellas de la Electric Frontiere Fundation, sobre el uso del rastreo para identificar manifestantes (https://www.eff.org/deeplinks/2020/06/dont-mix-policing-covid-19-contact-tracing ). Esto es otra cosa que nos dijeron que no pasaría nunca.

Compartir datos de salud con los cuerpos policiales es lo que hace también la app de la Comunidad de Madrid, que es la misma que la del estado y que a través de el ha llegado a diversas comunidades que no disponen de una propia.

Despliegue de la videovigilancia de tercera generación.

A pesar de que se pronosticaba que el mercado de seguridad sufriría una contracción (https://www.ventasdeseguridad.com/2020030311910/noticias/empresas/informe-la-amenaza-del-coronavirus-en-el-mercado-de-videovigilancia.html ) debido a la paralización de la gran fábrica China parece que finalmente se trataba de una mala profecía. China, el principal productor y consumidor de sistemas de video vigilancia ha tirado del mercado y, en estos momentos, gracias a los diversos estados de alarma la demanda de sistemas de última generación ha aumentado hasta niveles inesperados. 

Si antes del COVID las adquisiciones ya se inclinaban hacia la videovigilancia inteligente, con la emergencia las aplicaciones AI son tendencia. Las cámaras ya no son sólo cámaras de videovigilancia, son también cámaras termográficas, de detección de conductas anormales, de formación de grupos, de mantenimiento de la “distancia social”, con reconocimiento facial, que discriminan si se lleva o no mascarilla, si se traspasa una determinada línea roja… (https://negreverd.blackblogs.org/2020/06/02/termografies-videovigilancia-i-covid-estrenyent-el-llac-del-control-social-i-la-smart-city/). 

Estas tecnologías están al alcance incluso de pequeños municipios (Tossa de Mar) y de negocios de facturación pequeña, y naturalmente de la megalópolis barcelonesa (https://directa.cat/les-cameres-de-reconeixement-facial-arriben-a-barcelona/ ) donde el ayuntamiento instalará 13 cámaras de alta tecnología con reconocimiento facial, o la Diputación de Barcelona, que instalará 11 cámaras termográficas, también con reconocimiento facial (https://contractaciopublica.gencat.cat/ecofin_pscp/AppJava/ca_ES/awardnotice.pscp?idDoc=62703834&reqCode=viewDcan ).

El control de aforamientos y de multitudes.

Este control ha sido el sueño de los directores de seguridad y de marketing de las administraciones y de los grandes centros comerciales. El control tecnológico en espacios públicos y privados es ya un hecho y ha sido comprobado largamente los últimos años, videocámaras 3D, análisis de fotogramas, técnicas de videometria… (https://negreverd.blogspot.com/2019/07/des-de-murcia-smart-city-bizkaia-smart.html )… Lo que ahora se pretende es el control de multitudes en grandes espacios. Este tipo de control habría encontrado resistencia en un periodo “pre-neo-normal”, pero en la “neonormalidad” no parece que vaya a tener mucha… Control de parques, control de conciertos, control de espacios abiertos… Como ejemplo tenemos el control del aforamiento de playas. El que más ha salido en los medios ha sido el de Barcelona que está controlando las playas mediante videocámaras desde la Torre Mapfre y con 18 videosensores distribuidos por las diversas playas (https://ajuntament.barcelona.cat/premsa/2020/06/04/la-temporada-de-bany-a-les-platges-de-barcelona-siniciara-amb-mesures-de-control-daforament/?hilite=%27taula%27%2C%27contractaci%C3%B3%27%2C%27%2F2%2F%27 ), pero no es solo Barcelona, hay un montón de municipios que, dentro de sus posibilidades siguen el mismo camino: Salou, Benidorm, Donosti, Torremolinos, Fuengirola, a Coruña…

Hay todo tipo de estrategias, Barcelona instala 18 sensores, Salou 22, Fuengirola 50, todos venden seguridad y, más allá de las playas, seguridad en los eventos públicos.

Otro cacharro de control de aforamientos son los drones, Madrid ya los utilizó en los inicios del estado de emergencia para intimidar a los ciudadanos, pero este verano en playas y otros espacios públicos veremos a la policía local utilizándolos, algunos equipados con cámaras termográficas (¡dos funciones, aglomeraciones y temperatura!).

Pero el arsenal es más extenso…

Se podría hablar de más cosas y las próximas semanas veremos más cosas, desde los humildes tronos de control de acceso (https://cuadernosdeseguridad.com/2020/06/seguridad-privada-desescalada-prevencion/?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=cs-general20200610&key_user=a34ffe7664ecb17fcaa89402a012d6afa9b3e48b188a65d10f3a1e0f5d16e1b8 ), a las listas obligatorias de pasajeros de trenes y autobuses, que serán de obligada conservación por un mínimo de dos meses, todo lo que se puede hacer a través del sistema sanitario, o los alucinantes patios escolares franceses cuadriculados.

Las redes de dominación se extienden.

Aceleradamente se va tejiendo y retejiendo la red de dominación, o mejor dicho, las redes de dominación, redes que se están tejiendo desde el inicio de la civilización, pero que cada vez se tejen más rápido y son más tupidas.

Se ha recorrido un largo camino desde las primeras redes de intercambio comercial, las primeras redes viarias neolíticas, las romanas, las incaicas… Las rutas marítimas comerciales, las líneas ferroviarias, las telegráficas, los cables submarinos, las de distribución de energía, la telegrafía sin hilos, las líneas aéreas, internet, la telefonía móvil (3G, 4G, 5G...), las subredes de control, muchas de ellas superpuestas a las anteriores, o formando parte de ellas... Las mismas interconexiones que facilitan el intercambio de mercancías, de mano de obra (mercancía), de información (mercancía), sirven también para intercambiar dominación.

El poder está cada vez más distribuido y será más difícil no ya atacarlo, sino esquivarlo, así que harán falta nuevas prácticas, nuevas estrategias para atacar estas redes o, como mínimo evitarlas.

¡¡POR UN MUNDO LIBRE Y SALVAJE!

domingo, agosto 9

Teorías de la conspiración y desmovilización social: venta de humo por metro cúbico


Seguramente todas las personas hayamos leído y escuchado acerca de teorías de la conspiración en algún momento de nuestra vida, y nos han podido resultar más o menos sugerentes, o parecernos una soberana tontería. Cuando suceden graves cataclismos globales, pandemias biológicas como la actual, atentados violentos… son tiempos donde salen a relucir muchas de estas teorías. En este artículo lo que queremos es precisamente analizar el contenido detrás de las mismas, y el escaso pragmatismo político al dejarse atraer por este tipo de cuestiones. Conviene no confundir el folclore y la cultura popular, muy ricas en el campo antropológico y social, con construir una realidad de lucha eficiente para quienes sufrimos las consecuencias del sistema de poder actualmente.

Las teorías conspirativas se refieren habitualmente al intento de explicar un acontecimiento o una sucesión de hechos, bien ya ocurridos o aún por ocurrir, comúnmente de relevancia socio-económica o política, a través de la existencia de un grupo secreto muy poderoso, que traza sus principales estrategias de manera malintencionada. No haría falta explicar que, a grandes rasgos, las estrategias puestas en marcha desde el poder para mantener el estado de cosas tal y como están, es decir, las acciones políticas más o menos abiertamente comunicadas, son el pan nuestro de cada día al analizar la función coercitiva del poder. Por lo tanto, la definición de teorías conspirativas no vendría más que a reflejar el procedimiento habitual del sistema político y social, y las tácticas empleadas por las instituciones globales, creadas para defender los intereses del sistema dominante. Estas cuestiones no vienen determinadas por planes ultrasecretos de un único grupo reducido de perversos iluminados, sino que son la consecuencia lógica de la función social de las categorías del poder.


Seguramente la denominación es ya de principio una elección peyorativa, además este concepto se ha construido sobre una idea distorsionadora que, lejos de querer explicar una lucha de clase y una conciencia sobre la realidad social del pueblo trabajador, favorece su confusión y expone conclusiones acerca de la misma muy fuera de la realidad cotidiana que vivimos mayoritariamente. Y lo que es aún más grave, vinculan toda argumentación científica-social desde las clases populares, a meras hipótesis ligadas al campo de la superstición y el esoterismo.

Ojalá todo comenzase y terminase en ese punto, sin embargo, la cultura y el imaginario creado en torno a la cuestión de las teorías conspirativas va mucho más allá de esta simple exposición. Desde muchas organizaciones políticas de izquierdas y en el ámbito del activismo existe una fetichización de las mencionadas teorías conspirativas. La hipótesis general de las teorías conspirativas es que sucesos importantes en la historia han sido controlados por grupos de manipulación que organizan los acontecimientos desde detrás de escena y con motivos nefastos. No es de extrañar que en la historia de la humanidad las estrategias para mantener el control social se hagan a espaldas de la misma sociedad que se pretende controlar, no es ninguna conspiración, es una táctica lógica del poder para mantenerse en el lugar dominante desde el cual conservar el sistema.

Ningún relato histórico social o de las clases más desfavorecidas lo encontraremos en los libros de historia oficial, este es siempre elaborado desde el gobierno en el poder, algo bien sencillo de entender desde la antropología o la sociología. El folclore particular de las comunidades sociales siempre genera cuentos, historias y relatos que establecen leyendas populares, casi inexorablemente ligadas a la cultura oral, por supuesto, nada más popular que la oralidad. Y bien encontramos ejemplos que pueden suponer un arma de las clases populares cuando estas invenciones sirven para atacar a la clase dominante, veánse los casos históricos de personajes imaginarios como Ned Ludd o Capitán Swing (azotes de la tecnificación maquinaria y en el campo agrario de la Inglaterra industrial).

Sin embargo, cuando estas teorías conspirativas son asimiladas e inteligentemente utilizadas desde el poder, se convierten en un discurso desmovilizador que debemos saber discernir. De hecho, a lo largo de la historia ya se han dado casos muy evidentes de esta utilización en beneficio del poder, como por ejemplo, las teorías contra las brujas, o contra judíos, tan extendidas tiempos atrás como auténticas conspiraciones que determinaban el imaginario y las acciones de la sociedad para tener un férreo control sobre la misma.

Una de las claves de toda teoría de la conspiración es contener trazos de realidad. Que se apoye en pilares sólidos, para tejer entre ellos una red de fábulas que resuelva preguntas sin resolver o cubra realidades incómodas. Da igual lo inverosímil que pueda parecer en un principio: si todo junto ofrece respuestas sencillas y señala a alguien a quien culpar de todos los problemas, se habrá logrado el objetivo.

QAnon es la teoría conspirativa más popular entre votantes de Trump. Aseguran que el Estado profundo (formado por políticos progresistas, George Soros y actores de Hollywood) quiere acabar con el presidente porque va a desvelar una red de pornografía infantil satánica que opera desde la pizzería Comet Ping Pong en Washington DC.

Algunas de las características comunes de estas teorías conspirativas son que las apariencias engañan, mientras que se intentan asentar sobre la ciencia numerosas explicaciones rocambolescas. Que las conspiraciones conducen la historia como si un orden divino hubiera escrito el futuro. Y sobre todo, dos factores que son seguramente los más desmovilizadores de todas estas cuestiones; el enemigo siempre gana y el pobre siempre pierde, y todo está planeado o es inamovible.

Si dando crédito a esas teorías conseguimos asumir que no hay verdades, que todo está ya planificado y que la historia ya tiene un destino escrito por grupos secretos, entonces estamos asumiendo indirectamente que ninguna clase de organización popular puede abrir una brecha, que ningún tipo de acción espontánea podrá romper las estrategias del poder, y que nuestra cotidianeidad carece de sentido porque solo reproducimos un esquema previamente escrito.

Negarse a asumir esto implica creer en la organización, el pensamiento crítico y la conciencia obrera como camino hacia la conquista de una libertad social enajenada por el capitalismo actual. Es completamente legítimo que nos atraigan relatos de literatura de ficción, sociedades secretas y narraciones distópicas, pero eso no significa que debamos construir nuestras vidas según esos esquemas ficticios. Duele más aún cuando la asunción de estos relatos despunta increíblemente entre el activismo de izquierdas y comprobamos que las distopías hollywoodienses nos han ganado la batalla cultural.