Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

jueves, junio 30

Aullando con la fiebre del combate

XXX

Rompamos contra el suelo las vasijas,
aullemos con la fiebre del combate.
La guerra está perdida de antemano,
pero vayamos riendo hacia el infierno.


XXVI

Por rendirme al furor de la tormenta
he soltado mis riendas en la noche:
me gritan el relámpago y el viento
que solo es libre quien lo pierde todo.



Aullando con la fiebre del combate (30 Rubaiyat) 
Azad Daulati
Torre de Gálata. Árbol de Poe



lunes, junio 27

Surrealismo y locura

El surrealista activo Eugenio Castro dicta una conferencia sobre su especialidad en el ciclo “Los Días de Pandora”.

Eugenio Castro (Toledo-las Herencias, 1959) es callejero. Goza de inercia de mirar. Cae a menudo en la desacción. Escribir se le ha vuelto una adiposidad. Abolicionista del trabajo. Desdeñoso del esfuerzo. Épico de la inutilidad. Su libido aumenta en presencia de ciertos objetos y cuando construye otros. Ama el océano. En su charla ofrecerá una aproximación, necesariamente imperfecta pero responsable, del encuentro entre los surrealistas con la mal llamada locura. Un punto de vista con un contenido crítico y deseablemente afirmativo.

Desde 1979, E.C. participa del Movimiento surrealista. Cofundador del Grupo Surrealista de Madrid y de su revista SALAMANDRA. Tiene publicados “H, Mal de confín”, “La flor más azul del mundo”, “La región insomne”, “La Maga de la Masturbación”, “El Gran Boscoso”, “Las bellas hibernantes” (junto a Bruno Jacobs) o “La ciudad alucinada” (junto a Javier Gálvez).

Aquí puedes escuchar el audio.

viernes, junio 24

Farsa periódica


No votar, por supuesto. Pero las cosas han llegado a tal extremo, el Desarrollo se ha desarrollado tanto, que ese NO de "no votar" se ha quedado demasiado corto; que con la abstención no basta (y hasta puede tranquilizarle baratamente la conciencia, y que crea V. que con abstenerse ya está haciendo "algo positivo", o sea, en definitiva, votando a su manera), y que hace falta inventar maneras más eficaces de decirle NO a esta periódica farsa y estafa milmillonaria con que el Poder aburre y entretiene juntamente a su Masa de Personas.
 
La abstención, mire usted, no puede ser un método suficiente, porque nunca puede llegar a ser tanta (digamos: menos de un 15% de votantes entre los censados, menos de un 5% de la población) que los dejara a Ellos, como se dice, en bragas, y denunciara por sí misma el engaño y que la gente se ha dado cuenta de que las Elecciones y Votaciones pertenecen íntegramente al Aparato del Poder y que a la gente no le sirven para nada (para nada más que para dejarse convertir en Masa de Personas).
 
Y a lo mejor se hace usted ilusiones al respecto, y sueña con esas tasas de abstención del 80 y tantos % o del 90. Pero no se las haga usted: ese camino está cerrado. Cierto que nos cuentan que en Estados Unidos, donde no en vano llevan padeciendo el Régimen más tiempo, se han alcanzado en ocasiones tasas halagüeñas, como del 30 y pocos % de votantes; pero eso lo más que puede mostrarle es la potencia del engaño, y cómo el Estado (o sea, el Capital) puede llegar a arreglárselas con margen tan escaso para seguir como si nada, haciendo creer que Él representa al pueblo y que en las votaciones se expresa la voluntad del pueblo.
 
Pues no: a pesar del inestimable apoyo de los sencillamente perezosos (que es también una legítima manifestación del hastío y del escepticismo popular, y sin ellos poco íbamos a hacer los abstencionistas a conciencia), con todo, la abstención no puede llegar a ser tanta, por la propia ley de las Mayorías: así como, dentro de la votación, la Mayoría vota siempre lo que está mandado (y en esa seguridad se funda el Régimen Democrático), así también, antes de la votación, aquellas personas de la Masa que tengan que decidir si votar o si no votar, acabarán siempre, en su mayoría, yendo a votar, como está mandado y como es natural y conforme a las conciencias respectivas. Así que...
 
No: no puede V. quedarse tan tranquilo con no votar en estas Elecciones, con no participar positivamente con su voto en este tejemaneje y en el sempiterno recuento de la Mayoría, no: la institución de las Elecciones y del Voto es demasiado importante y fundamental para el Dominio como para que nos podamos contentar con eso.
 
Hace falta encontrar maneras más ingeniosas y eficaces de decir NO a la Votación en bloque, NO al Sistema Democrático entero y en su pleno desarrollo, de hacer ver cómo la gente se vuelve de espaldas a esa fúnebre fiesta y se dedica en tanto (como si no retumbaran los bombos ni relampaguearan los mascarones) a seguir con sus inventos y tareas por acá abajo.
Y a buscar con nosotros esos métodos de decir NO es a lo que esta Agencia, modesta en sus contingentes, pero no en sus ambiciones, le está invitando por el presente anuncio.
 
Ya se irán encontrando. El camino se hace; precisamente por eso "no hay camino". Imagine lo que sentimos de los líderes y Sindicatos que proclaman por las paredes "Sin empleo no hay Futuro", haciéndoles el caldo gordo a los Productores de la Nada y Creadores de Puestos de Trabajo.
 
Pero el pueblo no tiene Futuro. Porque es que, a diferencia de Usted y de un servidor, el pueblo nunca muere. Por eso no tiene Futuro. Por eso tiene que irlo haciendo.
 
 
                                                            Agustín García Calvo

martes, junio 21

Nosotras no votamos

Ante las próximas elecciones habíamos pensado publicar un artículo explicando que los anarquistas no votamos y lo que significa esa opción. Queríamos incidir en la inutilidad de desalojar del poder a unos para que se encaramen otros, por muy progresistas, izquierdistas y demás que se proclamen. Pero nos cayó en las manos una carta de Élisée Reclus (1830-1905) y nos pareció que resultaba muy oportuna en estos momentos. La reproducimos traducida. (Nota de Tierra y Libertad)

Clarens, Vaud, 26 de septiembre de 1885

Compañeros:

Pedís un a hombre de buena voluntad que no es ni votante ni candidato, que os exponga cuáles son sus ideas sobre el ejercicio del derecho de voto.

El plazo que me concedéis es muy corto pero, al tener convicciones bien claras sobre el tema del voto electoral, lo que os voy a decir puede expresarse en pocas palabras.

Votar es abdicar; nombrar uno o varios amos para un periodo corto o largo es renunciar a la propia soberanía. Ya se trate de un monarca absoluto, de un príncipe constitucional o simplemente de un mandatario provisto de una pequeña parte de realeza, el candidato al que llevéis al trono o al sillón será vuestro superior. Estaréis nombrando a hombres que están por encima de las leyes porque se encargan de redactarlas y su misión es haceros obedecerlas.

Votar es ser un ingenuo; es creer que hombres como vosotros adquirirán de repente, al tocar un timbre, la virtud de saberlo todo y de comprenderlo todo. Vuestros mandatarios se encargarán de legislar sobre todas las cosas, desde las cerillas hasta los barcos de guerra, desde el podado de los árboles hasta la exterminación de poblados rojos o negros, pareciéndoos que su inteligencia aumenta en proporción a la inmensidad de su tarea. La Historia nos enseña que ocurre todo lo contrario. El poder siempre ha trastornado, la palabrería siempre ha embrutecido. En las asambleas soberanas, la mediocridad prevalece fatalmente.

Votar es evocar la traición. Sin duda, los votantes creen en la honestidad de aquellos a los que entregan su voto, y quizá tengan razón el primer día, cuando los candidatos están todavía con el fervor de su primer amor. Pero cada día tiene su día siguiente. En cuanto cambia el medio, cambia el hombre con él. Hoy el candidato se inclina ante vosotros, y puede que se agache aún más; mañana, se enderezará y puede que más alto. Mendigaba los votos, os dará órdenes. El obrero, convertido en contramaestre, ¿podrá seguir siendo como era antes de haber obtenido el favor del patrón? El apasionado demócrata ¿no aprende a doblar el lomo cuando el banquero se digna a invitarlo a su despacho, o cuando los lacayos del rey le hacen el honor de darle conversación en la antecámara? La atmósfera de esos cuerpos legislativos es malsana, enviáis a vuestros mandatarios a un medio corrupto; no os extrañe si salen corrompidos.

No abdiquéis, no impliquéis en vuestro destino a hombres incapaces por fuerza o a futuros traidores. ¡No votéis! En lugar de confiar a otros vuestros intereses, defendedlos vosotros mismos; en lugar de buscar abogados para proponer un mundo futuro de acción, actuad. No faltan las ocasiones para los hombres de buena voluntad. Arrojar sobre los otros la responsabilidad de su conducta es falta de valentía.

Os envío un saludo muy cordial, compañeros


Élisée Reclus

sábado, junio 18

El trabajo no puede ser redefinido


Después de siglos de adiestramiento, el hombre moderno ya no se puede imaginar, sin más, una vida más allá del trabajo. En tanto que principio imperial, el trabajo domina no sólo la esfera de la economía en sentido estricto, sino que también impregna toda la existencia social hasta los poros de la cotidianidad y la vida privada. El «tiempo libre», ya en su sentido literal un concepto carcelario, hace mucho que sirve para la «puesta a punto» de mercancías a fin de velar por el recambio necesario.

Pero incluso más allá del deber interiorizado del consumo de mercancías como fin absoluto, las sombras del trabajo se alzan también fuera de la oficina y la fábrica sobre el individuo moderno. Tan pronto como se levanta del sillón ante la televisión y se vuelve activo, todo hacer se transforma inmediatamente en un hacer análogo al trabajo. Los que hacen footing sustituyen el reloj de control por el cronómetro, en los relucientes gimnasios la calandria experimenta su renacimiento postmoderno, y los veraneantes se chupan un montón de kilómetros en sus coches como si tuviesen que alcanzar el kilometraje anual de un conductor de camiones de largas distancias. Incluso echar un polvo se ajusta a las normativas DIN de la sexología y a criterios de competencia de las fanfarronadas de las tertulias televisivas.

Si el rey Midas vivió como una maldición que todo lo que tocaba se convirtiese en oro, su compañero de fatigas moderno acaba de sobrepasar ya esa etapa. El hombre del trabajo ya no se da cuenta ni de que al asimilar todo al patrón trabajo, todo hacer pierde su calidad sensual particular y se vuelve indiferente. Al contrario: sólo por medio de esta asimilación a la indiferencia del mundo de las mercancías le puede proporcionar sentido, justificación y significado social a una actividad. Con un sentimiento como el de la pena, por ejemplo, el sujeto del trabajo no es capaz de hacer nada; la transformación de la pena en «trabajo de la pena» hace, no obstante, de ese cuerpo emocional extraño una dimensión conocida sobre la que uno puede intercambiar impresiones con sus semejantes. Hasta el sueño se convierte en el «trabajo onírico», la discusión con alguien amado, en «trabajo de pareja», y el trato con niños, en «trabajo educativo». Siempre que el hombre moderno quiere insistir en la seriedad de su quehacer ya tiene presta la palabra «trabajo» en los labios.

El imperialismo del trabajo, en consecuencia, también se deja sentir en el uso común del lenguaje. No sólo estamos acostumbrados a usar inflacionariamente la palabra «trabajo», sino también a dos ámbitos de significado muy diferentes. Hace tiempo que «trabajo» ya no se refiere solamente (como correspondería) a la forma de actividad capitalista del molino-fin absoluto, sino que este concepto se ha convertido en sinónimo de todo esfuerzo dirigido a un fin y ha borrado así sus huellas.

Esta imprecisión conceptual prepara el terreno para una crítica de la sociedad del trabajo tan poco clara como habitual, que opera exactamente al revés, o sea, a partir de una interpretación positiva del imperialismo del trabajo. A la sociedad del trabajo se le reprocha, justamente, que aún no domine la vida lo suficiente con su forma de actividad porque, al parecer, hace un uso «demasiado estrecho» del concepto de trabajo, al excomulgar moralistamente del mismo el «trabajo propio» o la «autoayuda no remunerada» (trabajo doméstico, ayuda comunitaria, etc.), y considerar trabajo «verdadero» sólo el trabajo retribuido según criterios de mercado. Una valoración nueva y una ampliación del concepto de trabajo debería acabar con esta fijación unilateral y con las jerarquizaciones que se siguen de ésta.

Este planteamiento, por lo tanto, no se propone la emancipación de las imposiciones dominantes, sino exclusivamente una reparación semántica. La enorme crisis de la sociedad del trabajo se ha de superar, consiguiendo que la conciencia social eleve «verdaderamente» a la aristocracia del trabajo, junto con la esfera de producción capitalista, a las formas de actividad hasta ahora inferiores. Pero la inferioridad de tales actividades no es meramente el resultado de un determinado punto de vista ideológico, sino que es consustancial a la estructura fundamental del sistema de producción de mercancías y no se supera con simpáticas redefiniciones morales.

En una sociedad dominada por la producción de mercancías como fin absoluto, sólo se puede considerar riqueza verdadera lo que se puede representar en forma monetarizada. El concepto de trabajo así determinado se refleja imperialmente en todas las demás esferas, pero sólo negativamente, al hacerlas distinguibles en tanto que dependientes de él. Las esferas ajenas a la producción de mercancías se quedan, por lo tanto, necesariamente en la sombra de la esfera capitalista de producción, porque no entran en la lógica abstracta de ahorro de tiempo propia de la economía de empresa; a pesar de que y justamente porque son tan necesarias para la vida como el campo de actividades separado, definido como «femenino», de la economía privada, de la dedicación personal, etc.

Una ampliación moral del concepto de trabajo, en vez de su crítica radical, no sólo encubre el imperialismo social real de la economía de producción de mercancías, sino que además se encuadra excelentemente en las estrategias autoritarias de administración estatal de la crisis. La exigencia, elevada desde los años setenta, de «reconocer» socialmente como trabajo plenamente válido también las «tareas domésticas» y las actividades en el «sector terciario», especulaba en un principio con aportaciones estatales en forma de transferencias financieras. No obstante, el Estado en crisis le da la vuelta a la tortilla y moviliza el ímpetu moral de esta exigencia, en el sentido del temido «principio de subsidiaridad», en contra de sus esperanzas materiales.

El canto de loa del «voluntariado» y del «trabajo comunitario» no trata del permiso para hurgar en las arcas estatales, de por sí bastante vacías, sino que se usa como coartada para la retirada social del Estado, para los programas en curso de trabajo forzoso y para el mezquino intento de hacer recaer el peso de la crisis sobre las mujeres. Las instituciones sociales oficiales abandonan sus obligaciones sociales con el llamamiento, tan amistoso como gratuito, dirigido a «todos nosotros» para combatir, en el futuro, la miseria propia y ajena con la iniciativa privada propia y para no volver a hacer reclamaciones materiales. De este modo, una acrobacia de definiciones con el concepto de trabajo aún santificado, mal entendida como programa de emancipación, abre todas las puertas al intento del Estado de llevar a cabo la abolición del trabajo asalariado como supresión del salario, manteniendo el trabajo, en la tierra quemada de la economía de mercado. Así se demuestra involuntariamente que la emancipación social hoy en día no puede tener como contenido la revalorización del trabajo, sino sólo su desvalorización consciente.


miércoles, junio 15

Ai Ferri Corti

Cuerpo a cuerpo -Ai ferri corti- fue editado originalmente en italiano en el año 1998, fruto de las discusiones y debates internos de la denominada área anarquista insurreccionalista y tuvo una limitada recepción en su país. Mayor impacto ha tenido en los países de habla hispana, desde su primera traducción al castellano en ese mismo año ha sido reeditado múltiples veces en diversos formatos. En esta nueva edición hemos corregido los fallos detectados en la edición del año 2001 (Muturreko Burutazioak, Bilbao) y hemos añadido una nueva introducción, fruto de la discusión entre los autores y editores del texto, con vistas a contextualizar un texto que, pese a los 14 años transcurridos desde que salió por primera vez, conserva plena vigencia y actualidad. Ai ferri corti con un lenguaje claro y directo nos expone claves del debate anti-autoritario, tan escaso y necesario en estos momentos de confusión. No nos entrega fórmulas mágicas de intervención, pero esboza las líneas maestras de una acción insurreccional fuera de toda mediación. Una invitación a manejar nuestro propio timón para no ser arrastrados por cualquier otra embarcación que nos conduzca a tierras pantanosas de las que luego es difícil salir. Un estímulo para suplir la escasa formación revolucionaria y la profunda fosa que abre la falta de interés por el conocimiento de luchas y de procesos insurreccionales anteriores, para participar con conocimiento de causa en nuestro propio proceso revolucionario individual y colectivo.

Ha llegado la hora de romper con este nosotros, reflejo de la única comunidad actual, la de la autoridad y la mercancía. Una parte de esta sociedad tiene absoluto interés en que el orden siga reinando; la otra, en que todo se derrumbe lo más rápido posible. Decidir de qué parte estar es el primer paso. Pero por todos lados están los resignados, verdadera base del acuerdo entre las partes, los mejoradores de lo existente y sus falsos críticos. En todos lados, también en nuestra vida, que es el auténtico lugar de la guerra social, en nuestros deseos, en nuestra determinación así como en nuestras pequeñas, cotidianas sumisiones.


Contra todo esto hay que acudir a las armas cortas, para sostener finalmente un cuerpo a cuerpo con la vida.


Lo podéis leer aquí

domingo, junio 12

El derecho al ocio y a la expropiación individual

En 1933 los sectores anarquistas revolucionarios de Montevideo publicaban, a través de la revista "Afirmación" un potente texto de un compañero que firmaba como Briand. El escrito, titulado "El derecho al ocio y a la expopiación individual", reivindicaba la expropiación como un medio legítimo de lucha de la clase obrera.

El original había sido escrito en italiano y publicado en Nueva York por la revista "L’Aldunata dei Refrattari", una de las revistas anarquistas insurreccionales más importantes de aquel entonces, que difundía algunas de las posiciones más claras y combativas del proletariado.

Briand era el seudónimo que utilizó Severino di Giovanni para firmar el artículo. Nacido en Italia, Severino se había exiliado en 1923 tras del ascenso de Mussolini al poder. El gobierno de Uriburu le aplicó a Severino la ley marcial y lo fusiló en la Penitenciaria Nacional, junto al compañero Paulino Scarfó en 1931.

El Estado de Argentina se vengó así de estos dos revolucionarios, los cuales no se doblegaron ni en los momentos finales frente al pelotón de fusilamiento.

Puedes leerlo aquí

jueves, junio 9

El parlamentarismo como dictadura política

El parlamentarismo es un sistema político dictatorial debido a que excluye a la sociedad de la participación política y por tanto de los procesos decisorios. El parlamento es en esencia un órgano de colaboración de clases que se encarga, por medio de elecciones periódicas, de legitimar el sistema de poder que representa el Estado. Así pues, el parlamento se encarga de ocultar las diferencias económicas y sociales bajo la igualdad jurídica y la  igualdad del voto de explotadores y explotados, al mismo tiempo que oculta la separación que existe entre la sociedad y esta institución en la medida en que la primera no participa en las labores parlamentarias.

El parlamento legitima al poder establecido para crear el debido consentimiento en la sociedad. Además de esto se limita a ratificar las decisiones del poder lo que demuestra que este último no reside en dicho órgano. Por el contrario nos encontramos con que las leyes que son aprobadas en el parlamento son redactadas en los despachos ministeriales de los altos funcionarios y de los asesores gubernamentales, por una elite que no sólo no ha sido elegida por nadie sino que ni tan siquiera da cuenta de sus decisiones ante la sociedad. De esta forma comprobamos que el politiqueo de los partidos únicamente es parte del circo mediático para entretener a las masas, embrutecerlas, enfrentarlas y ocultar así la verdadera realidad de que con el voto no deciden absolutamente nada.

Como consecuencia de lo anterior descubrimos que los políticos y los gobiernos pasan pero que el Estado, con su sistema de dominación parlamentarista y sus elites dirigentes, permanece. Y con este sistema de poder también permanecen las relaciones de explotación que le son inherentes, las mismas que a través del voto son legitimadas y confirmadas. De esta manera la clase sometida colabora con la clase dominante al proveerle de legitimidad, y con ello manifiesta su conformidad con las relaciones de explotación y de dominación que organizan el sistema de poder que la sojuzga. La clase oprimida, al actuar así, es al mismo tiempo víctima y verdugo de sí misma.

El Estado representa la gran cárcel que la elite del poder utiliza para controlar las necesidades, la vida y el futuro de la sociedad para, así, forzar su voluntad al obligarla a hacer lo que no desea. Esta elite la componen no sólo los altos funcionarios de los ministerios y los asesores gubernamentales, también los generales de los ejércitos, los jefes de los servicios secretos, los jueces, los mandos policiales, la patronal, los intelectuales, etc. Ellos son los dueños de la cárcel, las leyes son los muros que mantienen al pueblo en la cautividad y los políticos son sus carceleros. El parlamentarismo únicamente ofrece a la sociedad la ilusión de elegir periódicamente a sus carceleros. Decimos que ilusión porque la propaganda y la manipulación de las estructuras de dominación ideológica dirigen, y en última instancia determinan, su elección.

La naturaleza del sistema de dominación que representa el Estado ha permanecido intacta desde sus mismos orígenes, mientras que las formas que ha adoptado han variado según las circunstancias históricas, sociales, económicas, internacionales, etc. Por este motivo a lo largo de la historia se han sucedido diferentes tipos de regímenes políticos y formas de Estado: regímenes monárquicos y republicanos, absolutismo, parlamentarismo, totalitarismo, etc. El régimen parlamentario sólo es un momento organizativo estatal de la clase dominante. Su naturaleza autoritaria es idéntica a las de los restantes regímenes políticos de dominación. En este sentido puede afirmarse que cada régimen político persigue los mismos fines de dominación a través de procedimientos distintos.

En el contexto del sistema de poder que caracteriza al Estado parlamentarista los partidos políticos se presentan públicamente como candidatos para realizar reformas que hagan más confortable por dentro la cárcel en la que vive la sociedad. Pero reformar un sistema existencialmente opresivo y regresivo significa perfeccionarlo, y por tanto mejorar y hacer más eficaz la dominación sobre la clase sometida. Inevitablemente esto implica crear una sociedad compuesta por individuos hiperdominados, incapaces de nada por sí mismos, extremadamente deshumanizados, que lo esperan todo de las instituciones y del poder establecido. En última instancia significa que los esclavos amen las cadenas de su esclavitud. En lo que a todo esto respecta el parlamentarismo, por medio de las elecciones, ha conseguido un alto grado de consentimiento social a esta situación y que la sociedad vea como legítimo un orden de cosas en el que una minoría privilegiada impone su voluntad e intereses al resto. Todo esto puede resumirse en que la última esperanza que alberga la sociedad es la de aspirar a tener algún día unos amos justos. Pero la mera existencia de amos ya es de por sí una injusticia que tiene su origen en la falta de libertad e igualdad.

Los partidos políticos históricamente han demostrado que no son agentes del cambio, sino que por el contrario se han encargado de perpetuar la dominación mediante una administración mejorada de la misma. Así, en la medida en que su finalidad no es otra que la de gestionar las instituciones establecidas, o en su caso reformarlas para mejorarlas en su función dominadora, demuestran ser agentes de la reacción al operar como elementos conservadores del orden constituido. Por este motivo es habitual que en su afán de medrar y de rentabilizar electoralmente sus posibilidades de ascenso político no duden en desarrollar discursos políticos profundamente demagógicos, de manera que intentan captar parte del descontento y desencanto social para aumentar sus cuotas de poder. Este es el claro ejemplo de la izquierda que históricamente ha sido el pararrayos del sistema establecido al canalizar a los sectores más contestatarios y refractarios de la sociedad hacia las instituciones oficiales.

Mediante esta estrategia el sistema ha aplacado las protestas sociales y cualquier veleidad rupturista que cuestione el sistema establecido, de tal modo que la izquierda siempre ha sido un carcelero eficaz que ha logrado abortar el más mínimo atisbo de revolución a través de la sumisión del voto.

Ante unos nuevos comicios electorales siempre vuelve la misma cháchara propagandística y los habituales discursos políticos cargados de demagogia. En el contexto social y político del Estado español estos discursos han alcanzado un nivel de toxicidad inusualmente nauseabundo que ha hecho que amplios sectores del radicalismo político hayan pasado a entrar en la órbita electoral de la socialdemocracia más recalcitrante, y que por tanto hayan pasado a formar parte del gran proceso de reorganización de la izquierda institucional puesto en marcha por el Estado y el Capital con el lanzamiento de Podemos, hoy Unidos Podemos.

La verborrea por momentos rimbombante y pretendidamente radical y rupturista que únicamente denota populismo, así como elevadas dosis de estulticia y demagogia, trata de encubrir una realidad por momentos aterradora como es la del nuevo partido de la izquierda encargado de defender a la patronal, a la banca, al ejército, a la policía y a la guardia civil. Es el partido cuyo líder máximo no duda en afirmar que son los empresarios (pequeños y medianos) los que sacan el país adelante, y no los millones de trabajadores que están empleados en unas inmisericordes condiciones de explotación. Un líder que no duda en reivindicar el patriotismo español y en dar vivas a la policía nacional, al ejército y a la guardia civil en sus mítines, al mismo tiempo que sus listas electorales están copadas por individuos tan inquietantes como el teniente general Julio Rodríguez, antiguo Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) y colaborador de la CIA, o guardias civiles como Antonio Delgado, portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. O que dirigentes como Jesús Montero, secretario general de Podemos Madrid y con un sueldo semejante al del presidente del gobierno, afirmen que los dueños del Banco Santander no son casta sino que forman parte de una cultura empresarial que quiere contribuir al bienestar social.

No es aceptable la complicidad y la colaboración con quienes pretenden refundar el capitalismo tratando de humanizarlo a través de medidas keynesianas y socialdemócratas que persiguen relanzarlo. Es el momento de denunciar y desenmascarar a quienes quieren ser burguesía de Estado, repartirse los cargos institucionales, las prebendas y demás privilegios con sus amigos y familiares, además de reforzar a las instituciones que mantienen y reproducen las relaciones de explotación y dominación vigentes. Son los nuevos carceleros que bajo una apariencia amigable y desenfadada no van a dudar en reformar el actual sistema de dominación para reorganizarlo y perfeccionarlo en una forma mucho más agresiva y brutal con vistas a satisfacer las ansias de poder y riqueza de altos funcionarios, empresarios, banqueros, militares, etc. Son, en definitiva, quienes llegado el momento no tardarán en aplicar las mismas medidas que hoy aplica Syriza en Grecia para convertirse así en cipayos de los poderes internacionales.

La respuesta popular a las elecciones, y más concretamente a ese engendro electoral del Estado y del Capital que representa Unidos Podemos, no puede ser otra que la abstención activa el día de las elecciones, lo que significa la propagación de la abstención en el resto de la sociedad. Pero además de esto es preciso el repudio público de este partido señalando los intereses a los que sirve verdaderamente y lo que pretende, y recordando a quienes le den su voto que obrando de este modo se hacen cómplices de la patronal, la banca, el ejército, la guardia civil y, en suma, de un sistema opresivo que, además, es esencialmente corrupto. Por todo esto se hace necesario romper las urnas que nos relegan a la permanente postración y en las que sólo se eligen los colores de las cadenas de nuestra esclavitud.

Cierto es aquel refrán que dice que no hay mayor ciego que el que no quiere ver. Pero si abrimos los ojos veremos que el lanzamiento de Podemos a la palestra política nacional lo hizo el capital financiero a través de su entramado mediático, y que contó con el apoyo inestimable de altos funcionarios además de mandos de las fuerzas armadas y represivas del Estado. Y hoy observamos cómo la derecha le está haciendo la campaña a este partido al delimitar la lucha electoral como una confrontación política exclusivamente entre el PP y Unidos Podemos. Todo esto da claras muestras de quién está detrás de un partido que en muy poco tiempo ha irrumpido en la política y ha logrado instalarse en los confortables sillones de las instituciones.

Pero la abstención no significa nada si no se combina con la igualmente necesaria autoorganización colectiva y la lucha para, así, proceder a la creación de espacios autogestionados al margen del control de las instituciones e introducir en la población aquellos valores e ideas dirigidas a crear las condiciones para lanzar la revolución social que ponga fin al Estado y al capitalismo para, de este modo, instaurar una sociedad sin clases.



Esteban Vidal

lunes, junio 6

Vacunas, una reflexión crítica

El libro plantea una interesante revisión histórica de las vacunas, complementándola con los últimos descubrimientos en Biología médica. 

Pretende abrir un necesario debate social sobre este polémico tema, y ofrecer información contrastada a los nuevos padres que se enfrentan ante el dilema de si vacunar, o no, a sus hijos. Hay que recordar que la vacunación en España es una decisión libre y que los padres deben afrontar en relación a sus hijos en el momento en que nacen. Es cierto que la mayoría de médicos recomienda esta práctica, pero hay médicos que opinan diferente, y que tienen tanto derecho como los otros a expresar su opinión, y a publicar sus investigaciones. El hecho de que esto se impida, no tiene ningún sentido en una sociedad democrática y abierta al debate.

Los autores de “Vacunas, una reflexión crítica” son el médico de familia Enric Costa Verger y el educador y escritor Jesús García Blanca, que es el conferenciante.

Aquí podéis escuchar un audio de la presentación del libro.

viernes, junio 3

La red de dominación

Compañerxs:

Dejamos a vuestra disposición la traducción integra del libro de Wolfi Landstreicher titulado “La Red de la Dominación: Análisis de las instituciones, estructuras y sistemas de dominación y explotación, para ser debatidos, desarrollados y usados en la practica” para que lo puedan difundir como lo estimen conveniente, sea en internet, sea en la calle.

Al realizar la traducción de este texto, buscamos dar un aporte al desarrollo cualitativo y cuantitativo a la lucha contra toda forma de dominación y autoridad, haciendo hincapié en la necesaria actualización del pensamiento y la acción anárquica en relación al presente contexto histórico, político, económico, etc., que enfrentan las diversas individualidades y grupos de afines a lo largo del globo dominado por el Estado y el Capital.
 
A leer, reflexionar, compartir, tensionar… y que viva la anarquía!

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.:LEER AQUÍ:.


La Red de la Dominación

Análisis de las instituciones, estructuras y sistemas de dominación y explotación, para ser debatidos, desarrollados y usados en la practica.

Wolfi Landstreicher

Índice
• Algunas palabras
• Introducción
• El Poder del Estado
• El Precio de sobrevivir
• De proletaria/o a individuo: Hacia una compresión anarquista de la clase
• El Trabajo: el robo de la vida
• La maquinaria de control: Una mirada critica sobre la tecnología
• La propiedad: Las rejas del capital que encierran
• La Religión:Cuando lo sagrado aprisiona lo maravilloso
• Un asunto de familia
• ¿Por qué todas/os vivimos en una prisión? La cárcel, las leyes y el control social
• Palabras finales: ¿Destruir la civilización?