Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, julio 31

Mi sexualidad es un problema social


Hoy, más que ayer, aunque parezca paradójico, la construcción de la identidad femenina se sustenta bajo la noción de la sacralización de la vagina y de la sexualidad propia de las mujeres. El disfrute y goce de las mujeres supone un incumplimiento de las normas de género más modernas, avanzadas y tecnológicas de este nuevo siglo. Cualquier forma de goce más allá de la heteronormada, esto es, heterosexual, conyugal, monógama y romántica, supone un ataque frontal a uno de los pilares sacrosantos del sistema patriarcal, la familia.

Una mujer debe ante todo ser madre, buena esposa, cuidadora y a ser posible trabajadora. Debe de cuidar su aspecto con dietas, higiene y cosmética. Debe ser en apariencia follable, pero pudorosa y cauta en la cama. Y jamás de los jamases debe insinuarse o corresponder a un encuentro sexual promiscuo.

Así el mes pasado nos llegaba la terrible noticia del suicidio de una empleada de Iveco, tras la viralización de un video de contenido sexual, donde al parecer solo ella salía en la imagen, rompiendo el pacto moral y la estricta ley de la heteronorma.

Iveco es un grupo industrial italiano que se dedica a la comercialización y diseño de transportes ligeros y pesados, con plantas de producción en toda Europa, en China, Rusia y algunos países de América Latina. Aquí en el Estado español mantiene su producción en Madrid.

El mes pasado Iveco se convertía en el escenario del trágico acontecimiento. Una empresa con una plantilla de más de 2.500 trabajadores, vivió con horror el suicidio inducido por la empresa a una de sus trabajadoras. ¿Por qué inducido? Porque la responsabilidad de la empresa era velar por la seguridad de su trabajadora. Y la seguridad no puede entenderse simplemente en el riesgo físico que puede sufrir el trabajador. Tiene que ser en todos sus aspectos vitales, es decir físico, psicológico y por qué no espiritual. Inducido, porque a pesar de que la trabajadora avisara a la empresa de que estaba sufriendo bullying tras viralizarse un video sexual de su persona, y que a raíz del mismo se había generado todo un entramado de burlas y comentarios vejatorios, ni recursos humanos ni nadie en la empresa, compañeros, trabajadores o/y altos cargos, hizo nada para impedir las terribles consecuencias que tuvieron tales hechos. Inducido, porque la trabajadora en cuestión vivía bajo una enorme presión y ansiedad. Su mayor miedo, según los medios de comunicación, era que el video llegara a su familia, a su marido, algo que terminó por suceder. Lo que llevó, según el periódico El Mundo, a que el marido la amenazara con divorciase y quitarle la custodia de los hijos.

Me pregunto hasta cuándo y hasta dónde sostendremos esto. ¿Por qué hoy más que ayer? Cuanto más se refuerza la idea de una sexualidad puritana para las mujeres, más se potencia convertir en aun más depravada la sexualidad para los hombres. Esto no quiere decir que hombres y mujeres vayamos a consumir una u otras formas sexuales según el género. Aquí tiene mucho más que ver con una industria, la del sexo, que con una expresión libre del ser humano.

Gayle Rubin, una de esas fantásticas autoras que se preocuparon en su día por desarrollar una praxis para superar las estrecheces conservadoras de la sexualidad, ya comentaba que en épocas de máxima tensión política las sociedades tienden a endurecer los pactos morales, favoreciendo discursos reaccionarios y puritanos. “Ha llegado el momento de pensar sobre el sexo. A algunos la sexualidad quizá sólo les parezca un tópico sin importancia, un escape frívolo de los problemas más críticos de la pobreza, la guerra, la enfermedad, el racismo, el hambre o la aniquilación nuclear. Pero es precisamente en épocas como ésta, en la que tenemos que convivir con la posibilidad de una destrucción inimaginable, cuando es más probable que la gente se vuelva peligrosamente desquiciada en lo referente a la sexualidad.” Así de claro y contundente comienza su texto “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad.”

Ha llegado el momento de hablar sobre sexo. Porque es precisamente en épocas como la que estamos viviendo, ante la posibilidad de una destrucción inimaginable, (calentamiento global, el desplazamiento migratorio que lleva a miles de personas a morir en el mediterráneo, el terrorismo, poblaciones enteras desplazadas, el feminicidio en aumento, hambrunas, guerras no mediatizadas, etc.) cuando es más probable que la gente se vuelva peligrosamente desquiciada en lo referente a la sexualidad.” Hablemos sobre sexo porque ante esta posibilidad el conservadurismo más reaccionario avanza expandiéndose en todas sus formas por todos los rincones del planeta. Y es la sexualidad de las mujeres, lesbianas, putas, gais, transexuales y demás identidades, la que está en juego. Hablemos de sexo porque no es banal que una mujer se suicide acorralada por el desquicie, el abuso y el bullying que sufrió en la empresa por parte de sus compañeros. Hablemos de sexo porque la violencia simbólica tiene rostro de buena ciudadana.

Hablemos de sexo porque el problema no es que se viralice un video personal de contenido sexual femenino. El verdadero problema es que las mujeres no podemos, no debemos gozar. No se nos permite disfrutar del juego sexual, de la expresión libre de nuestra sexualidad. Los cuerpos de las mujeres son disciplinados constantemente por los medios de comunicación, la opinión pública, la justicia, la cultura. La violencia simbólica para las mujeres está tan altamente naturalizada que somos incapaces de verla, desde la familia patriarcal/mononuclear pasando por la maternidad forzada, la educación androcéntrica, la heterosexualidad obligatoria, la historia robada, el trabajo sexuado, la ciencia ginopeista.

El contraste es terrible. Mientras a las mujeres se nos mete el miedo en el cuerpo con todo tipo de normas disciplinarias, a los hombres se les insta a consumir un sexo depravado, violento, corrompido.

Hablemos de sexo por que el suicidio de esta madre, trabajadora, mujer supone para nosotras una realidad terrible. Hablemos de sexo porque nos queremos vivas, empoderadas y juguetonas. Pícaras, seductoras, sexuales, sensitivas y gozosas.


                                        Extraído de www.todoporhacer.org

domingo, julio 28

Macrogranjas de cerdos. Sufrimiento animal y destrucción de la naturaleza y la vida rural

En el año 2018, en el Estado español fueron sacrificados más de 50 millones de cerdos y existían más de 15 millones de ovejas y cabras y 6 millones y medio de vacas. En cuanto a las aves de corral, al igual que ocurre con los peces, es prácticamente imposible dar una cifra del número de animales existente, puesto que para la industria no se mide en individuos sino en toneladas. Como dato para hacernos una idea, en 2015 se sacrificaron 356 millones de aves destinados a consumo humano, la gran mayoría pollos seguido a mucha distancia de pavos y en 2018, 43 millones de conejos.

Nuestro país es el mayor productor de carne de cerdo de Europa y el tercero mundial, solo por detrás de China y Estados Unidos, países con muchísima mayor superficie y población, y el tercero de Europa en número de vacas.

Lógicamente, ese extraordinario número de animales choca con las imágenes de vacas pastando en verdes prados de los anuncios de leche y de esos alegres lechones revolcándose en el fango y nos lleva a enormes infraestructuras mecanizadas en las que se engorda a decenas de miles de animales amontonados sin ver la luz del sol.

Por eso, mientras la producción de animales aumenta año a año, el número de explotaciones ganaderas va disminuyendo, lo que evidencia la desaparición de las granjas más pequeñas y de la cría para consumo familiar y la concentración del negocio en cada vez mayores granjas industriales.

Como consecuencia directa de esta expansión de macrogranjas, se necesita una nueva forma de dar muerte de manera masiva a estos animales, por lo que se están construyendo macromataderos como el de Binéfar, capaz de acabar con 32.000 cerdos al día. A analizar los efectos sobre el clima, el empleo y la población rural, nuestra salud y, por supuesto, sobre los animales, dedicaremos este artículo.

La concentración de la industria

Si bien el número total de granjas de porcino en nuestro país ha disminuido de forma drástica (entre 1999 y 2009 desaparecieron más de 110.000 explotaciones, un 61,4% en tan solo una década), el número de animales no ha dejado de aumentar. En ese periodo, el censo de cerdos se incrementó en un 12,3%, de los que el 90% de ellos pertenecía a una granja industrial, y el tamaño de estas no para de aumentar: en 2009, la media de cerdos por granja era de 120 animales y en 2013 ascendía ya a 467. En 2019, las granjas con más de 10.000 cerdos suponen solo el 2,5% del total, pero albergan a más del 40% del porcino español.

Tan solo seis provincias, Lleida, Huesca, Zaragoza, Murcia, Barcelona y Segovia, acogen a la mitad de los cerdos del país. Lleida, con una población de 443.029 personas, contaba con casi 10 cerdos por habitante en 2015 y en su comarca de La Noguera, la media era de 23 cerdos por persona.

La construcción de estas macrogranjas continúa su auge. En Guadix, Granada, está planeada una instalación que engordará a 126.000 cerdos al año, que llegarán pesando 20 kg y saldrán con 100 kg tras 5 meses de sufrimiento para acabar en el matadero. Para abastecer a esta fábrica de engorde, en La Puebla de Fadrique,a 100 km, nacerán 549.000 lechones al año.


Despoblación y desempleo rural

Como decíamos, se están construyendo enormes recintos de cría y engorde de animales por todo el territorio español. Al igual que con otros proyectos nocivos para la naturaleza y el ser humano, el mantra de la creación de empleo nos es repetido una y otra vez para tratar de parar la oposición a estas construcciones.

Pero según un artículo de Ecologistas en Acción, enmarcado en su campaña de acción y difusión Stop Ganadería Industrial, “se observa que la ganadería industrial no solo no frena el proceso de despoblación sino que, por el contrario, en las comparativas realizadas entre municipios con esta industria y otros que se están dedicando a otros sectores económicos (como la pequeña transformación artesanal, la ganadería extensiva o el turismo rural sostenible) los primeros pierden mucha más población que los segundos”. Lejos de la creación de empleo, Garaballa, el municipio con mayor censo porcino de la provincia de Cuenca (55.000 cerdos), ha perdido el 51 % de la población entre 2001 y 2017 y Castillejar (Granada), con una población de 1.344 habitantes y una gran explotación de Cefusa-El Pozo de 21.000 madres reproductoras y una producción de 645.000 lechones al año, ha reducido su población entre 2006 y 2017 en un 20% y aun así el paro se ha incrementado del 7,25% al 18,01% en el mismo periodo. Lo mismo ha ocurrido en otras localidades centradas en las macrogranjas, como Cancarix, en Albacete, con una reducción de la población en un 28% en diez años o en Balsa de Ves, también en Albacete, con un 40% menos de población y un aumento del paro del 9,7% al 26,4%.

Según datos del Ministerio de Agricultura, en el año 2013, solo un 2,1% de los gastos de producción correspondían a mano de obra, lo que desvela claramente la falacia de la creación de empleo. A modo de ejemplo, el proyecto de la macrogranja de Guadix, de las mayores de España, plantea crear solo 11 empleos con un sueldo de 18.000 euros anuales.

Y es que la alta mecanización de estos trabajos hace que se necesiten muy pocos/as trabajadores/as (alrededor de un trabajador a jornada completa por cada 5.000 cerdos) y que la contaminación de acuíferos y tierras y los malos olores hagan muy difícil su compatibilidad con otras actividades económicas, lo que manifiesta que dos de los impactos más importantes de la ganadería industrial para el mundo rural son la pérdida de empleo y de población.
Salud y medioambiente

La ganadería industrial también conlleva graves problemas para la salud humana y del planeta. Entre ellos, el desmesurado consumo de agua de las instalaciones industriales ganaderas (cada kilogramo de carne de cerdo requiere 5.000 litros de agua) y la contaminación por nitratos procedentes de los purines (excrementos de los animales que en la ganadería extensiva sirve como abono natural pero que en la intensiva es altamente peligroso).

Según datos de 2015, cuando en el Estado solo había 28,5 millones de cerdos, éstos produjeron casi 61 millones de metros cúbicos de purín. Esta cantidad de residuos orgánicos podría llenar más de 23 veces el estadio del F.C. Barcelona, el Camp Nou y supone que los cerdos de todo el país produjeron más excrementos que los 46,5 millones de personas que viven en él (en torno a los 41,8 millones de metros cúbicos cada año).


La contaminación del aire por amoniaco y las emisiones de gases de efecto invernadero que provoca directamente la ganadería industrial, e indirectamente la agricultura intensiva asociada a la producción de piensos y la comercialización de insumos y productos, son otro de los grandes problemas identificados. En total, según datos de la organización internacional GRAIN, el modelo ganadero industrial genera entre el 23% y el 32% de los gases de efecto invernadero a nivel mundial.

Asimismo, la contaminación de suelos, aire y aguas a causa de la expansión de la ganadería industrial tiene efectos negativos demostrados en la salud pública. La población local cercana a las explotaciones intensivas se ve afectada cada vez más por problemas respiratorios que, según estudios médicos del personal del Área de Neumología del Hospital Universitario de Albacete, están asociados al amoniaco y a las micropartículas procedentes de este tipo de ganadería. Además, la dieta con un alto porcentaje de productos de origen animal está asociada a enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer colorectal y obesidad.

Por último, cabe destacar la resistencia a antibióticos que es, en gran parte, una consecuencia de este tipo de dieta. Esta resistencia se genera en los propios organismos de los animales sometidos a un abuso de estos medicamentos para tratar de disminuir su mortandad, y se traslada a los seres humanos a través del consumo de los productos alimentarios. Si bien la Unión Europea prohibió la utilización de los antibióticos como método para acelerar el crecimiento, se siguen utilizando para la prevención de enfermedades. En 2017 la cifra de muertes por resistencia a antibióticos fue de 35.000 personas en España, más que por muertes por accidente de tráfico, y según la Organización Mundial de la Salud, en 2050 la mortalidad asociada a la resistencia a antibióticos superará a nivel mundial a la relacionada con el cáncer y será la primera causa de muerte por enfermedad.

A todo esto hay que añadir las consecuencias en los países del sur: la presión ejercida para conseguir grandes cantidades de maíz, soja (no, no son los/as veganos/as los/as que deforestan el Amazonas para fabricar tofu) y otros cereales para los piensos de los que depende este modelo, conlleva acaparamiento de tierras y el consecuente desplazamiento de comunidades, y la intimidación, e incluso la muerte, de líderes campesinos/as; además de enfermedades diversas para quienes viven cerca de los monocultivos, en unos entornos empobrecidos debido a la deforestación.
Sufrimiento animal

Si bien toda la ganadería supone explotación, dominio y muerte de los animales, la ganadería industrial ha llevado esto al máximo exponente. En las modernas macrogranjas, el animal no es un individuo, sino la parte de una tonelada destinada a ser sacrificado en un matadero industrial. El hacinamiento, la vida en jaulas, la falta de luz, el largo transporte al matadero… supone un sufrimiento inimaginable.

En la Unión Europea 120 millones de conejos al año pasan su vida encerrados en una jaula que no les permite apenas movimientos, la mitad de los 400 millones de gallinas ponedoras viven en el espacio de una hoja de papel A4, 40 millones de patos y ocas viven confinados y son alimentados a la fuerza para la producción de foie grass y 140 millones de codornices viven igualmente encerradas. Hay alrededor de 12 millones de cerdas dedicadas a la crianza, que viven la mayoría del año enjauladas en recintos donde no pueden ni girarse. Pasan la gestación y el parto encerradas y amamantan a los lechones a través de los barrotes. Tras el destete, son nuevamente inseminadas y comienza de nuevo el cruel ciclo.

Investigaciones realizadas en el Estado español, como las de Igualdad Animal infiltrándose en decenas de granjas de cerdos, conejos y patos o como la que llevaron a cabo junto al equipo de Salvados en granjas pertenecientes a El Pozo, han puesto sobre la mesa las condiciones de vida en estos lugares y han llevado a que parte del movimiento animalista inicie campañas para la mejora de la vida de los animales de granja, que se han traducido en algunas victorias, principalmente en cuanto al encierro de gallinas ponedoras y conejos.


jueves, julio 25

50 años después de Stonewall, la lucha continúa

Cuando julio llega, Madrid lo recibe envuelto en la bandera arcoíris. El Orgullo Gay es el evento que más dinero recauda en la capital, es el momento del año para demostrar que se es abierto, inclusivo y moderno. Sin embargo, cada vez son más las críticas que surgen dentro del colectivo LGTBIQ+ hacia las actividades principales: el Orgullo está totalmente mercantilizado y acaba siendo un escaparate para blanquear a empresas, marcas, políticos… Además, se siente que la palabra “gay” queda ligada a hombre, blanco, acomodado, invisibilizando otras facetas de la diversidad sexual y de género: bolleras, bisexuales o trans.

Por ello, hemos elegido dos entrevistas que tocan este tema desde “la periferia”: para abrir boca, hablamos con Orgullo Vallekano, que reivindica un activismo LGTBIQ+ de clase y combativo, y para terminar, os acercamos al conflicto laboral de una trabajadora trans despedida por utilizar el baño en el curro, demostrando, una vez más, que el apoyo mutuo es la mejor de nuestras herramientas, ¡juntas somos fuertes!


«No son tiempos para creer en unicornios» Entrevista a Orgullo Vallekano

El mes de junio llega a su fin en el madrileño barrio de Vallecas de la mano de algo más de una semana de actividades enmarcadas en el Orgullo LGTBI+. Un orgullo con carácter propio, de barrio, que lucha por la diversidad y reivindica la libertad en la cotidianidad de nuestras vidas. Para acercarnos a esta semana de lucha, que mejor que hablar directamente con el colectivo cuyo trabajo ha posibilitado todo esto, Orgullo Vallekano. Os dejamos, pues, con una entrevista a uno de sus miembros

-Tenemos entendido que el colectivo nace a principios de 2017 de la mano de la Plataforma Qué Orgullo de Periferia con la idea de descentralizar los actos del Orgullo LGTBI+ por los distintos barrios de Madrid. ¿Podéis contarnos cómo caló esta idea en Vallecas? ¿Cómo fueron vuestros primeros pasos?

Con la ayuda de la Coordinadora de Asociaciones de Vecinos de Vallecas y de la Asociación de Vecinos del Puente de Vallecas se convocó una reunión para tratar el tema el 16 de febrero de 2017. A esa reunión acudieron ya 25 personas de diversas asociaciones, colectivos y particulares, y se puso todo en marcha rápidamente. Esa fecha es la que tenemos cono nacimiento de Orgullo Vallekano en Puente de Vallecas.

-Vallecas es un barrio con una larga y amplia tradición activista, y la lucha por la diversidad y los derechos LGTBI+ no son una excepción. La primera manifestación LGTBIQ en el barrio data de 1981, ¿tenéis o habéis tenido contacto con aquella generación de activistas? ¿Qué podéis contarnos de la historia del Movimiento aquí en Vallecas?

Es cierto que Vallecas es una de las cunas del activismo en Madrid y en España, pero esa primera manifestación LGTBI de 1981 no fue convocada desde el barrio, sino que fue la manifestación del Orgullo central de Madrid, que no tenía aún lugar fijo, y las autoridades la querían relegar del centro (como ahora algunxs….). Se eligió Vallecas para esa manifestación precisamente por ser uno de los sitios más luchadores de la ciudad. Y sí que hemos tenido contacto con lxs organizadorxs de aquella manifestación que aún viven. Durante la celebración del Orgullo de 2017 hicimos una exposición de fotos de aquella manifestación y un acto público con la presencia de esxs antiguxs activistas que fue interesantísimo.

-En un contexto como el vallecano, de barrio de clase trabajadora, vecinas mayores y población migrante, ciertamente alejado del estilo más moderno o cosmopolita del centro de Madrid ¿Cómo encaja aquí el movimiento LGTBI+? ¿Cómo es la gente que participa del colectivo?

En realidad, es todo mucho más natural de lo que parece por la pregunta. No se trata de apoyar al colectivo de Orgullo Vallekano porque eso sea moderno, sino porque es una lucha más del barrio, ¡Las marikas, las bolleras y les trans también somos clase obrera! También somos precarias y también tenemos problemas de vivienda (en algunos casos, como las personas trans, incluso más por su mayor exclusión social)

-Por vuestras acciones y textos, vemos que tratáis constantemente de tender puentes entre distintas luchas y problemáticas, tejiendo lazos entre el movimiento LGTBI+ y otras luchas como la feminista o la de clase. En este sentido, y entendiendo que la lucha LGTBIQ+ va mucho más allá de la normalización del estereotipo de hombre blanco gay de clase media, ¿Cómo y desde qué óptica lográis/buscáis una transversalidad con otras problemáticas/circunstancias como la cuestión de clase, o la nacionalidad/origen, ecologismo, etc?

Las personas oprimidas por la sociedad patriarcal/capitalista tenemos el mismo enemigo común, esta sociedad que nos aparta, nos arrincona, nos explota, nos racializa, nos hace precarias. Así que de forma natural la lucha es común, al estilo de la película inglesa Pride.

-El «Orgullo Gay» se ha convertido en el evento que más dinero mueve anualmente en el municipio de Madrid y una perfecta herramienta para que tanto los partidos políticos como el propio capitalismo hagan pinkwashing y se vistan de abiertos, tolerantes y modernos… ¿Qué opináis sobre esta dinámica?

Estamos hartas de que los mismos partidos que se quieren vestir con la bandera LGTBI durante el Orgullo luego nos critiquen porque nos visibilizamos también en la Cabalgata de Reyes del barrio de 2018. Nosotras somos las mismas siempre, existimos siempre y siempre somos parte de la sociedad. Tenemos que poder ser visibles en cualquier tiempo y lugar, también en eventos infantiles, pues lxs niñxs saben así desde el principio que existimos y aquellxs que sean del colectivo verán que hay otras personas como ellxs. Así que cuando vemos estas contradicciones y este intento de utilización los señalamos en redes sociales.

-Hemos seguido varias de vuestras campañas por RRSS, algunas muy interesantes, como la de salud… ¿Cómo es vuestra lucha cotidiana, más allá de las grandes citas? ¿Qué objetivos tenéis? ¿Cómo desempeñáis vuestra actividad en el barrio? ¿Qué frentes tenéis abiertos ahora mismo?

Según se van incorporando activistas a Orgullo Vallekano nos traen su campo de trabajo a la asociación. Dos de las últimas incorporaciones han sido dos chicas médicas que nos han aportado mucho en el campo de la medicina y la salud del colectivo. Ya teníamos colaboración con entidades que luchan por la salud de las personas LGTBI como Apoyo Positivo y Atiempo, pero es verdad que estas últimas incorporaciones han supuesto un salto de calidad importante. También mantenemos abiertas otras luchas, como la Memoria de las personas LGTBI durante la Guerra Civil y la dictadura, nos relacionamos con entidades que se dedican a lxs refugiadxs (también hay refugiadxs LGTBI), no olvidamos que también la cultura y el arte son importantes para el colectivo e intentamos concienciar y educar, visibilizarnos.

  
-La extrema derecha empieza a ocupar puestos de poder en ayuntamientos y comunidades autónomas, ¿Qué pronóstico tenéis de cara a lo que se viene encima? ¿Cómo creéis que afectará tanto al movimiento LGTBIQ+ como a cualquier persona que pueda ampararse dentro de estas siglas?

Van a intentar invisibilizarnos, apartarnos, pero nosotras vamos a seguir luchando. No nos van a callar. Solo lo podrían hacer como lo hicieron en la posguerra, encarcelándonos, asesinándonos o mandándonos al exilio. Esperemos que la sociedad española no tenga que ver otra vez cómo se repite esa historia.

-En un contexto general de violencia hacia las personas LGTBIQ+, donde las escalofriantes estadísticas de agresiones sufridas suponemos se quedan cortas respecto al total que se llevan a cabo ¿Por dónde creéis que pasa la vía para evitarlas? ¿Y para afrontarlas desde una perspectiva colectiva?

Hay que aprobar por fin una ley LGTBI y una ley Trans que persigan este tipo de actitudes. En pleno siglo XXI no es de recibo que haya personas que sufran persecución o violencia por razón de su pluma o su identidad de género. Como tampoco lo es que haya tantas mujeres asesinadas y atacadas por hombres por el solo hecho de ser mujeres. Afortunadamente, sentencias como la de la Manada de estos días nos abren un hilo de esperanza.

“¡Devuélveme mi trabajo, discúlpate y no vuelvas a hacerlo!”

Con esta consigna arrancaba uno de los últimos conflictos laborales abiertos por el sindicato local del IWW británico en Sheffield. El caso era sangrante, una de sus miembros era despedida por ir al baño en el trabajo. Ella es trans, y resulta que se equivocó de lavabo. Tras una importante campaña de presión, el conflicto se cerró con la reincorporación de la trabajadora a su puesto, pero este caso ilustra a la perfección el impacto de la transfobia en un ya de por sí precario mercado laboral. Estas deleznables situaciones traspasan fronteras, y las formas de enfrentarlas, también. A continuación, presentamos una entrevista que se le realizó a la trabajadora durante el transcurso del conflicto. Es bastante explicativa.

  
-¿Puedes explicarnos que te sucedió en tu trabajo?

Empecé a usar el baño de mujeres a finales de diciembre del año pasado, estando empleada por una agencia de trabajo en la oficina de una compañía desde junio de 2014. He estado pasando por una transición de género desde hace aproximadamente 5 años, voy recorriendo etapas, pruebo algo nuevo y sigo adelante cuando me siento cómoda con ello, y había dejado de sentirme cómoda usando los baños de hombres hace bastante tiempo. Un par de semanas después de empezar a usar el baño de mujeres, mi jefe me comentó que alguien había puesto una queja sobre mí, y me realizó una serie de preguntas muy personales acerca de mi identidad de género y mi presentación. Sentí que estas preguntas eran tan poco apropiadas por parte de mi jefe como las que realiza un extraño en un bar (razón por la que dejé de estar cómoda en los baños de hombres en primera instancia). En la tercera reunión que tuvimos, una semana después, le mostré a mi jefe varios documentos confirmando mis derechos como persona trans y las pautas de la compañía para acomodar a las personas trans, pero tras salir del trabajo esa tarde, recibí una llamada de la agencia que me decía que no volviera al día siguiente. Todo esto me molestó mucho, y como tengo que seguir pagando las facturas, tuve que involucrar al sindicato.

-¿Cómo te ha afectado esta situación?

Las reuniones con mi jefe me resultaron muy invasivas y degradantes. Escribí una entrada en mi diario el día después de la primera reunión porque la ansiedad de género me estaba afectando bastante: “… ¿hago que las personas se sientan incómodas por razones más profundas que ser del género equivocado en el meadero equivocado? Si sólo son prejuicios acerca de mi cuerpo y mi identidad de género, eso puede descartarse como ignorancia, pero no puedo evitar la preocupación de que la gente se sienta intimidada por mi presencia”. Es un sentimiento horrible, y generalmente trato de ser considerada con los sentimientos de los demás, pero aun así tengo que ir al baño.

A un nivel económico, es un shock pasar de un trabajo mal pagado a no tener ningún salario en absoluto, y he tenido que seguir adelante mientras encuentro otro trabajo y lucho para obtener lo que merezco de mi último empleo. He estado en paro antes, y es una situación realmente difícil y precaria.


-Cuéntanos un poco sobre la campaña de la IWW

Las demandas de la campaña son bastantes simples: devuélveme mi trabajo, discúlpate y no vuelvas a hacerlo. Estamos presionando a la agencia para que admita su error y me restituya en mi puesto laboral, y a la compañía para que presione a la agencia para que siga sus pautas de inclusión.

El IWW es un sindicato para todo/as los/as trabajadores/as, y a diferencia de los sindicatos tradicionales, funciona de manera igualitaria y voluntaria, por lo que todos los miembros se apoyan mutuamente en las luchas, compartiendo habilidades y organizándose juntos/as. Podemos movilizarnos muy rápido: un/a miembro puede convocar una reunión, delinear una estrategia, y obtener la opinión y el apoyo del resto de compañeros/as para lo que necesite. Entre nosotros/as tenemos las habilidades no sólo para llevar a cabo piquetes en la puerta de una oficina, sino para montar una campaña publicitaria y participar en los necesarios procesos de documentación, todo de una vez. Nadie puede hacer esto por su cuenta.


También hemos recibido una sorprendente cantidad de apoyo de fuera de la IWW, con grupos LGTBIQ y feministas apoyando los piquetes, y algunas personas maravillosas que desde el interior le han contado a la gente lo que sucedió y están reforzando mi apoyo. Me han dicho que la opinión general me favorece mucho y estoy muy agradecida con las personas que me están apoyando.

-¿Te preocupa que estas situaciones se den comúnmente en la comunidad transgénero?

Sí, sé que este es un problema que afecta a muchas personas diariamente, incluyendo a algunas de mis amigas. Lo que he pasado en las últimas semanas podría deberse a un malentendido, pero no, es el reflejo de una faceta realmente cruel de la sociedad que fuerza a las personas a encasillarse arbitrariamente y castiga a quienes no encajan. Yo estoy en una posición realmente afortunada de tener de mi parte a mi sindicato y a mucha gente buena. A menudo, este tipo de discriminación es aceptada como parte de la vida cotidiana de las personas trans, como si el hecho de que sucediera a menudo significara que estuviera bien. No lo es, es doloroso y destructivo. Por eso creo que nuestra tercera demanda, un cambio explícito en la política de empresa a una que sea trans-inclusiva, es lo más importante. No quiero que nadie tenga que pasar por lo que yo he pasado en estas últimas semanas.


                          Extraído de https://www.todoporhacer.org/

lunes, julio 22

Quebrantahuesos. Diario de montaña


Quebrantahuesos es el diario de una alpinista lesionada. Y mucho más. Porque estas páginas también son una crónica disidente del mundo del montañismo.

Sin dejar espacio a la autocomplacencia, Olga Blázquez plantea un análisis vivencial de las relaciones de poder —algunas simbólicas y otras no tanto— que se evidencian en los distintos ámbitos relacionados con la escalada, amplificando la crítica a pie de víarelacionada con los procesos de turistificación y deportivización del monte.

Más allá de lo anterior, este libro también puede ser leído como un mapa. Hecho a la escala de los vínculos que teje la propia autora, los protagonistas de este diario traman una red experiencial que da cobijo a buena parte de los sueños, desvelos e inquietudes de varias generaciones marcadas por el padecimiento del capitalismo, pero también por el anhelo de acabar con él.

OLGA BLÁZQUEZ SÁNCHEZ (Madrid, 1989). Licenciada en Filología Árabe, Máster en Estudios Teatrales y actualmente realizando el doctorado sobre intervenciones artísticas en espacios de frontera (Sáhara Occidental y Palestina). Colabora en la publicación comunitaria Voz Autónoma y en el grupo de teatro autogestionado en lengua árabe formado por alumnado y profesorado de la Universidad Autónoma de Madrid.

Es autora de Viajar más allá (Chiado Editorial, 2015) y Cartografías nómadas (Ediciones Desnivel, 2017). Algunos de sus artículos son “Climbing walls to feel at home: palestinian climbers reappropriating space”, “Mujeres escribiendo resistencias sobre el muro de Palestina”, “¿Cuándo empieza la alienación?” y “Collaborative cartographies: counter-cartography and mapping justice in Palestine”.

En la actualidad se dedica a observar críticamente el modo en el que se practica el montañismo (los procesos de deportivización y turistificación del monte; la obsesión con el cronómetro, la cima y la dificultad; el mito del reto individualista…).

Edita: https://piedrapapellibros.com/






viernes, julio 19

Apuntes de cine. Ciencia ficción


La ciencia ficción siempre ha alimentado nuestros sueños imposibles y nuestros anhelos ancestrales, desde saber si estamos solos en el universo hasta imaginar si algún día será posible crear inteligencia artificial similar a la nuestra. Pero mientras nos preguntamos por lo trasncendente, la tecnología se desarrolla a pasos agigantados y siempre al servicio de los poderosos. En Antipersona creemos que el cine es una herramienta perfecta para generar imaginarios y transmitir ideología, también una buena excusa para debatir ideas y desmontar esos imaginarios. En este volumen de Apuntes de cine, abordamos las redes sociales y los linchamientos digitales (Black Mirror), reflexionamos sobre la colonización capitalista de las relaciones amorosas (Her, Langosta), nos sumergimos en la alienación que producen los medios de comunicación (Videodrome, Están vivos) y nos preguntamos si acaso no seremos replicantes en una distopía climática (Blade Runner).

Apuntes de cine es una colección que aborda diferentes temáticas y géneros cinematográficos. En cada número contaremos con diferentes autores que hablarán de política, feminismo, luchas, historia y movimientos políticos a través del cine.

Editado por Antipersona

martes, julio 16

La crisis de los opiáceos y sus responsables


Cualquiera que haya visto las series The Wire1 o The Corner sabe que Estados Unidos tiene un grave problema de drogas desde hace décadas, en gran parte debido a la enorme concentración de pobreza y las desigualdades sociales que asolan al país desde su fundación. La ira de barrios guetizados, condenados a la marginación y poblados principalmente por afroamericanos y latinoamericanos, se ha contenido gracias a las drogas, que se erigen como única vía de escape.

La Guerra contra la Droga

Al problema de la droga le siguió un remedio que resultó ser peor que la enfermedad: la Guerra contra la Droga, iniciada por Nixon en los 60. Según su asesor, John Ehrlichman, la idea detrás de esta ofensiva era “acabar con cualquier movimiento izquierdista y desestabilizar a las comunidades negras”. Durante los años de Reagan y Bush padre aumentaron las operaciones militares en el extranjero (Panamá, Nicaragua, Granada) y durante la Administración Clinton las penas por tráfico de drogas se dispararon con la clara e indisimulada intención de penalizar a las personas negras. Así, desde 1986, la posesión de 5 gramos de crack (que se consume con mayor habitualidad en barrios negros) se penaliza de la misma manera que la posesión de 500 gramos de cocaína en polvo (una sustancia más habitual entre gente blanca rica)2. Claramente hay una mayor tolerancia a la droga de los blancos que a la de los negros.

Los efectos de estas políticas perduran en la actualidad. Según The New England Journal of Medicine, un millón de estadounidenses son encarceladas al año como consecuencia de la Guerra contra la Droga y un 20% de todos los afroamericanos del país ha pasado por prisión en algún momento de su vida, con todo lo que ello conlleva (concretamente, la pérdida del derecho a votar y el trabajo esclavo para el Estado).

Desde la década de los 80, millones de personas han sido aplastadas por el rodillo judicial y policial en Estados Unidos; millones han muerto por culpa del consumo de la heroína, la cocaína y el crack y la falta de medios e interés en asistirles; y millones de habitantes de los pueblos de Latinoamérica, África central y del norte, el sudeste asiático y Oriente Medio han sufrido la intervención militar de este país que invierte 51.000 millones de dólares anuales en esta absurda guerra. Pero hasta aquí es business as usual, la forma que tienen los yankis de decir todo bien, don’t worry, es lo que hay.

Un nuevo fenómeno: muertes por opiáceos

Sin embargo, una nueva epidemia empezó a sacudir al país hará unos cinco años: la de los opiáceos. Se trata de medicamentos analgésicos, recetados por médicos, que tratan dolores intensos o crónicos. Pero son tan adictivos que cuando se acaba el tratamiento el paciente sale a buscarlo a la calle, donde acaba, a menudo, adquiriéndolo en forma de heroína (se estima que un 75% de los consumidores habituales de heroína lo eran antes de opiáceos legalmente recetados, como la vicodina) o fentanilo, un ingrediente que puede llegar a ser hasta cien veces más potente que el caballo y la morfina3, pero mucho más barato.

72.000 norteamericanas fallecieron en 2017 por sobredosis de drogas, entre 30 y 40.000 de ellas por opiáceos. Un aumento del 10% respecto del año anterior. Unas 2,5 millones de personas, a día de hoy, son adictas a estas sustancias. Esto ha provocado que la esperanza de vida de la población de EEUU haya ido retrocediendo paulatinamente durante los últimos años, hasta llegar a niveles de la Primera Guerra Mundial: a los 78,6 años (frente a 86,3 años en España).

Sus consumidores lo son de todos los perfiles imaginables: de entornos urbanos, rurales, de todas las etnias y clases sociales. Según un estudio de 2017, la mitad de los hombres en paro consumen estas drogas a diario, y los estados que concentran más sobredosis son los del cinturón industrial del sur del país. Pero, y aquí está la sorpresa del fenómeno, sobre todo afecta a la población blanca de clase media. De hecho, según datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), la comunidad blanca muere por sobredosis un 50% más que la negra y un 167% más que la hispana. Quizás por esto haya alarmado tanto a la opinión pública y haya llevado a Trump a decretar una emergencia nacional, algo que no ha hecho por el consumo de otras sustancias que afectan a minorías raciales.

Y ésta es la gran diferencia respecto de la epidemia del crack o del caballo: la crisis de los opiáceos se ha considerado un problema de salud pública, mientras que la de las drogas más convencionales se ha abordado como un problema de criminalidad. Nadie va a la cárcel por posesión de vicodina, pero sí por posesión de hachís, cocaína o heroína. A las adictas a los analgésicos se busca curarlas, no encerrarlas. Una noticia positiva, pero motivada por el racismo.

Buscando a los culpables más obvios

¿Cómo se ha podido llegar a esta situación? ¿Quién es el responsable de esta epidemia? Como ocurre con todo, existen diferentes culpables, con diferentes grados de responsabilidad, algunos son fáciles de identificar y otros, menos.

La respuesta más obvia es señalar con el dedo a la industria farmacéutica que manufacturó estas pastillas y las repartió entre la población. Sin duda, estos hombres malvados trajeados, sacados de la película El Jardinero Fiel, con sus millonarios beneficios y su absoluto desprecio por la vida humana, son los principales culpables.

Algunas empresas han recibido multas cuando se las ha pillado cometiendo algún tipo de irregularidad. La farmacéutica McKesson, por ejemplo, pagó una ridícula sanción de 13 millones de dólares cuando se descubrió que en el pueblo de Kermit (West Virginia), de 400 habitantes, se estaban recetando prescripciones médicas para comprar pastillas de opiáceos desde una farmacia que las entregaba directamente en las ventanillas de los coches (no hacía falta bajarse) y se llegaron a vender 3 millones de dosis de hidrocodona. Argumentaron que sólo vendían a las vecinas, lo cual saldría a una media de 75.000 pastillas por habitante si todas las residentes de Kermit consumieran esta droga. Una investigación reveló que había personas que recorrían cientos de kilómetros para acudir a la farmacia de McKesson a comprar recetas falsas y frascos de pastillas.

Sin embargo, la responsabilidad de varias de las empresas parece una tontería al lado de la de la familia Sackler, dueña de la empresa farmacéutica Purdue Pharma, la cual dio el pelotazo económico con el lanzamiento del medicamento contra el dolor OxyContin (oxicodona) en 1996.

En un primer momento, durante la década de los 90, la mayoría de médicos del país se negaba a recetar estos analgésicos, considerando que eran demasiado fuertes y que crearían adicciones. Pero la familia Sackler desarrolló una potente campaña de promoción de su medicamento, con médicos difundiendo vídeos introduciendo el revolucionario concepto de la pseudoadicción: “la pseudoadicción es la búsqueda de huir del dolor por parte del paciente y que se confunda con adicción a la droga, cuando lo único que quiere es que acabe su sufrimiento”4.

https://www.youtube.com/watch?v=5pdPrQFjo2o

Auspiciada por miles de médicos mercenarios a sueldo de la industria, esta droga se convirtió en un gran éxito que eliminó el dolor de muchos pacientes, a cambio de engancharlos mediante recetas que no necesitaban. Pero los Sackler son grandes filántropos del arte y han donado parte de sus gigantescos beneficios (su fortuna actualmente ronda los 14.000 millones de dólares) al Metropolitan (con su dinero se creó el ala egipcia), al Guggenheim de Nueva York, a la Universidad de Columbia, al Louvre de París y a la Tate de Londres, lo cual les ha granjeado un enorme respeto y un exquisito tratamiento mediático. Una imagen que sólo se ha visto mancillada en los últimos tiempos gracias al trabajo de denuncia de centenares de activistas.

Recientes investigaciones han descubierto que los Sackler conocían los efectos adictivos de su sustancia, pero que los ocultaron. También se sabe que Richard Sackler sobornó a miles de médicos para que recetaran sus pastillas cuando no eran necesarias, ni recomendables. Solo en 2018 se recetaron 250 millones de cajas de opiáceos en el país. Una especie de Walter White de traje y corbata y con más pelo.

Por todo esto, Purdue Pharma, convertido en el chivo expiatorio de la crisis, llegó a un pacto en marzo de este año con el gobierno por el que aceptó desembolsar 270 millones de dólares.

https://www.youtube.com/watch?v=-qCKR6wy94U

Unos días después, el laboratorio israelí Teva hizo lo propio y acordó pagar 85 millones de dólares. Pero el notición llegó a principios de mayo de este año, cuando un jurado de Boston condenó a John Kapoor, fundador y líder multimillonario de la farmacéutica Insys Therapeutics, por sobornar a médicos para que recetasen a sus pacientes un peligroso analgésico que no necesitaban: el aerosol Subsys. Elaborado a partir de fentanilo, el Subsys había sido aprobado para pacientes con cáncer terminal. Pero la empresa dirigió sus esfuerzos de ventas a un mercado mucho más grande y rentable: el de las personas con dolor crónico cuya vida no está en riesgo. Según el jurado, Insys contribuyó así a la epidemia de opiáceos que tantas vidas ha costado.

Los culpables invisibles

Ahora bien, por mucho que nos podamos regocijar en el hecho de que estos vampiros vayan cayendo, debemos tener muy presente que la crisis de los opiáceos no se debe exclusivamente a un malvado plan de cuatro millonarios sin escrúpulos que querían forrarse a base de aniquilar a toda una generación. El propio sistema ostenta una importante parte de la culpa. Porque en un país sin sanidad pública, en el que para operarse una persona tiene que hipotecar sus bienes y en el que un tratamiento de rehabilitación o de reducción del dolor sólo se encuentra al alcance de los más ricos, la solución inmediata y más fácil es la de empezar a tomar analgésicos para hacer la vida un poco más soportable, hasta acabar bajando al parque, completamente enganchado al jaco o a la morfina.

Si empezamos a ampliar la lista, nos quedamos sin espacio en el papel. Porque tenemos que incluir a los legisladores que se niegan a regular una sanidad pública accesible, a las aseguradoras, a los hospitales, a los lobbies, a los think-tanks ultraliberales y conservadores, a las empresas que no quieren pagar una seguridad social y a quienes en este lado del Atlántico buscan desmantelar la sanidad pública. Todos ellos son culpables.

_____________________________

1 Analizamos esta genial serie en www.todoporhacer.org/serie-the-wire/

2 Esto se explica magistralmente en el documental 13th (www.todoporhacer.org/documental-13th/)

3 Fijaos si es potente el fentanilo, que una inyección de este analgésico (junto con otras drogas) fue usada en el estado de Nebraska para ejecutar al preso Carey Dean Morre en 1997.

4 Extraído del vídeo “I got my life back”, de Purdue Pharma en 1998.


sábado, julio 13

Destruyamos las máquinas - Samuel Butler


«Día tras día, las máquinas nos ganan terreno; día tras día crece nuestra servidumbre hacia ellas; cada día vemos más hombres encadenados a ellas cual esclavos; cada día vemos más hombres dedicar las energías de su vida entera al progreso de la vida de las máquinas. Llegará el día en que las máquinas tomarán el mando efectivo sobre el mundo y sus habitantes. Mi opinión es que debemos proclamarles de inmediato la guerra a muerte. Toda máquina de cualquier tipo debe ser destruida por aquellos que deseen el bienestar de su especie. No debe hacerse excepción alguna, ni mostrar piedad alguna».

¿Hasta dónde nos llevará el desarrollo técnico? ¿No existe el riesgo de que el ser humano quede obsoleto? Ante el poder de las máquinas, Samuel Butler dio la voz de alarma: o los humanos se dejan esclavizar por el progreso que ellos mismos han alentado y aceptan su condición de engranajes de una maquinaria, o recuperan el control de sus creaciones, se oponen a su desarrollo y destruyen a sus amos de acero.

~

Samuel Butler (4 de diciembre de 1835-18 de junio de 1902) fue un escritor, compositor y filólogo inglés, principalmente conocido por su sátira distópica Erewhon, donde expuso sus ideas sobre la tecnología y la necesidad de reflexionar sobre sus consecuencias.


Destruyamos las máquinas
Samuel Butler
Prólogo de Nicols Fox 

Traducción de Salvador Cobo y Sebastián Miras
Edita: Ediciones El Salmón 

Descárgate un extracto del libro

miércoles, julio 10

La transformación de la esclavitud en trabajo asalariado


Las diferentes investigaciones sobre la esclavitud y su abolición tienden a centrarse en las supuestas razones económicas que propiciaron su abolición. Asimismo, la propia esclavitud como sistema social es considerada desde el punto de vista de la producción, con lo que su surgimiento y desarrollo es enfocado desde la economía. Lo que aquí planteamos no es tanto un análisis de las causas que originaron esta institución sino más bien las razones de fondo que desembocaron en su abolición o, mejor dicho, en su transformación en la forma de trabajo asalariado como neoesclavitud moderna.

El origen de la esclavitud es la guerra. En tiempos antiguos el vencedor en una guerra esclavizaba al vencido que pasaba a servirlo. Las explicaciones economicistas, tanto liberales como marxistas, acostumbran a enfocarlo todo a partir de las formas de producción y su evolución histórica cuando la esclavitud como tal es una institución forzada, y por ello mismo no surge espontáneamente como resultado del desenvolvimiento de la economía. Se ha hablado mucho de las deudas contraídas por hombres libres como causa de la esclavitud, la penuria económica, etc., pero lo cierto es que todo esto tuvo una incidencia menor en la aparición de la esclavitud, lo que en la práctica desvía la atención de un hecho fundamental y decisivo que es que se trata de una institución que necesita de la coerción, y que sin ella no es factible. La guerra, y el Estado como forma de dominación resultante desarrollada por el grupo conquistador, es la causa fundamental de la esclavitud en la medida en que los vencedores aspiran a vivir a expensas de los vencidos.

Pero al margen de los errores que desde las teorías económicas que pretenden explicar la esclavitud, mucho mayores son los cometidos a la hora de explicar los motivos que desencadenaron su abolición. En lo que a esto respecta nos encontramos con complicadas, y a veces sofisticadas, teorías relacionadas con la productividad de la formación esclavista, de las relaciones económicas y comerciales inherentes a las sociedades esclavistas, etc. Todos estos análisis suelen caer también en el mismo error en el que incurren aquellas explicaciones acerca del origen de la esclavitud. Sin embargo, en este punto es necesario hacer alguna matización. En este sentido hay que reconocer un hecho incontestable, y este es que en toda sociedad esclavista la masa monetaria en circulación es menor que en aquellas sociedades en las que impera el trabajo asalariado, lo que dificulta la movilización de recursos. Allí donde la fuerza de trabajo no está salarizada la cantidad de dinero en circulación es bastante limitada, pues los esclavos están sometidos a un régimen paternalista en el que sus amos se encargan de proveerles los medios de existencia precisos para su conservación y, dado el caso, su reproducción. Esto implica alojamiento, comida, ropa, etc., algo que, por el contrario, el trabajador debe buscarse por su cuenta en la forma de producción capitalista con el salario percibido de su patrón. De esto se deduce igualmente que el grado de comercialización de la economía doméstica es menor, y por ello el tamaño del mercado también es menor pues se produce para abastecer los centros de poder político-económico, que son las ciudades, así como los mercados internacionales para obtener metálico o divisas extranjeras.

Sin embargo, esta escasa monetización y comercialización de la economía dificulta la movilización de recursos a la hora de preparar y hacer la guerra, pues esta actividad exige grandes inversiones de dinero en muy poco tiempo. Esto significa en muchos casos tener que recurrir a mercados internacionales para abastecerse de recursos de los que se carece para equipar y organizar un ejército, sobre todo si es de mercenarios. Por otro lado la base tributaria del Estado es limitada por dos razones: la demografía y la propia economía escasamente monetizada. En el plano demográfico al imperar la esclavitud las cantidad de personas susceptibles de pagar impuestos es mucho menor que, si por el contrario, imperase el trabajo asalariado. De sobra es sabido que ser esclavo es ser propiedad, y que las propiedades no tributan, únicamente sus propietarios. En el terreno de la economía nos encontramos con que la cantidad limitada de dinero disponible dificulta la recaudación de impuestos, y el pago de los mismos se concentra en una minoría esclavista que, a su vez, es la que ocupa los puestos de dirección del Estado. Juntamente con esto la cantidad de impuestos que se retraen de la economía es menor al ser también menor la cantidad de dinero disponible, siendo el mercado interior bastante limitado. Como consecuencia de esto en muchos casos es preciso recurrir al pago de tributos en especie algo que, a su vez, también dificulta la movilización de recursos. Unido a todo lo anterior está la problemática de costear los medios de dominación precisos que sostengan la sociedad esclavista, lo que inevitablemente se encarece cuando no hay mucho efectivo disponible.

Sin embargo, todo lo anterior es un aspecto secundario y no decisivo de las razones que empujaron a abolir la esclavitud. En cualquier caso sirve para poner de relieve que los argumentos de la supuesta baja productividad de esta forma de producción, junto a otros factores concomitantes, son bastante dudosos si se toma una perspectiva más amplia de la cuestión en términos estructurales y en su relación con el aparato estatal que crea, sostiene y reproduce la esclavitud. Por decirlo de alguna manera los factores económicos antes señalados únicamente establecieron unas condiciones favorables para la abolición de la esclavitud, pero en ningún caso constituyeron una causa suficiente para su supresión. Debido a todo esto consideramos que el factor decisivo que puso término a la esclavitud tiene que buscarse en la política y en la organización del conjunto de la sociedad.

Es obvio que nadie es esclavo por propia voluntad y que todo ser humano ansía ser libre, y si es libre aspira a seguir siéndolo. La esclavitud no tiene nada de natural pese a lo que afirmase Aristóteles de que existen individuos que nacen para dominar y otros que nacen para ser esclavos. Lo que suele ser pasado por alto es que la esclavitud, como sistema social, exige unas elevadas cantidades de coerción para mantener esclavizada a una considerable porción de la población, lo que hace que los medios de dominación encargados de aplicar la coerción sean muy grandes y la apliquen en grandes proporciones para mantener el orden constituido. A los esclavos, a fin de cuentas, les gustaría ser libres y en ocasiones buscan la forma de liberarse, lo que exige el uso sistemático, y a veces a gran escala, de la violencia para reprimir a los esclavos y mantenerlos sometidos. Es algo muy parecido a lo que ocurre en las cárceles donde se aplican altas dosis de violencia para mantener a los presos confinados, pues estos añoran la libertad.

El problema al que se enfrenta toda elite esclavista es siempre el mismo, esto es, la proporción numérica entre la cantidad de esclavos y la cantidad de propietarios de esclavos existente, así como la cantidad de medios de coerción precisos para mantener las jerarquías sociales. Ningún orden social esclavista ha pasado por alto esta circunstancia, lo que ha estado unido a otra contradicción no menos importante que es la necesidad de los esclavistas de tener la mayor cantidad posible de esclavos, pues su trabajo es lo que produce la riqueza de tal modo que a mayor mano de obra esclava mayor es la riqueza producida. Sin embargo, cuanto mayor es el número de esclavos mayor es la cantidad de recursos necesarios para costear los medios de coerción con los que conservar el orden social constituido. Vemos, entonces, una contradicción social de orden político entre quienes tienen los medios de dominación que gobiernan la sociedad, y una contradicción entre la base productiva de la economía y las necesidades políticas de la elite dirigente para contar con los instrumentos de coerción con los que mantener las jerarquías sociales imperantes.

En este punto es en el que debemos pasar a examinar las circunstancias sociales, políticas y económicas en las que se desarrolló la esclavitud después del derrumbamiento del imperio romano de Occidente en el año 476. En el ámbito occidental la debilidad del Estado romano, las sucesivas guerras civiles, la crisis demográfica, etc., hicieron que el régimen esclavista fuera cada vez más insostenible, a lo que hay que sumar una serie de movimientos sociales, culturales y religiosos que contribuyeron aún más a debilitar este modelo de sociedad. No fueron pocas las rebeliones de esclavos, basta con recordar incluso las que se produjeron mucho antes del colapso del imperio como la de Espartaco. Pero también es notable el creciente rechazo de la esclavitud entre diferentes sectores sociales como resultado de la influencia de la religión cristiana que, dicho sea de paso, comenzó siendo una religión de esclavos. Todo esto hizo que en Occidente, durante la época medieval, la esclavitud se diluyese hasta desaparecer prácticamente por completo. Por el contrario, el imperio romano de Oriente continuó siendo un régimen esclavista feroz, del mismo modo que el naciente mundo islámico con los sucesivos califatos contribuyó decisivamente a extender e incluso restablecer en algunos lugares el régimen esclavista. El Islam hizo especial mella en el norte y centro de África con la esclavización de los africanos, lo que posteriormente facilitó su comercialización en el Atlántico. Igualmente los mongoles, pueblo nómada islamizado, esclavizaron a cantidades ingentes de eslavos en torno al Mar Negro para su posterior venta a los otomanos y venecianos.

La llamada era de los descubrimientos en la que las potencias europeas se lanzaron a conquistar otros continentes se encontró con el problema de no contar con mano de obra suficiente para explotar las tierras conquistadas, y consecuentemente para hacer viables a largo plazo dichas colonias como fuentes de recursos y mercados cautivos. El tráfico de esclavos sirvió para abastecer dichas colonias de la mano de obra que precisaban, un tipo de mano de obra que las elites no encontraban en Europa occidental. Así es como se desarrolló el comercio de esclavos que eran comprados en África, donde los propios africanos habían sido esclavizados por sus congéneres, para ser exportados como mano de obra a las Américas. Esto explica que en Sudamérica y posteriormente en el sur de los futuros EEUU fuese establecida una extensa población esclava que trabajaba en plantaciones de algodón, tabaco, azúcar, café, etc.

El caso de EEUU es en cierto modo paradigmático pues tras la fundación del país, y con la redacción de su segunda constitución a finales del s. XVIII, la élite dirigente estadounidense llegó al compromiso de cesar el comercio de esclavos a principios del s. XIX, aunque la esclavitud fue conservada como así había quedado reconocida en la propia constitución. El motivo de esta medida no tenía nada que ver con razones filantrópicas, humanitarias o humanistas, sino que simplemente era el reflejo de una preocupación que existía en el seno de la élite americana en torno a un crecimiento excesivo de la proporción de población esclava en comparación con la población libre. Esto haría que a la larga la estabilidad social peligrase al no disponer de los suficientes medios para reprimir a los esclavos, lo que hacía cada vez más probable los estallidos de rebeliones y que la propia esclavitud se terminase aboliendo a sí misma. Sin embargo, al mismo tiempo persistió la otra contradicción a la que nos hemos referido antes derivada de la dependencia existente con la mano de obra esclava, especialmente en las regiones del sur de EEUU. Además, no hay que olvidar que eran los propietarios de esclavos los que copaban los cargos de dirección de los Estados del sur, y que constituían únicamente un 25% de la población blanca, con lo que esta institución era aún más impopular de lo que quepa pensar. Esta situación contradictoria, que se complementó con otros factores desestabilizadores como la adquisición de territorios en el Oeste, los desequilibrios geopolíticos entre el norte y el sur que desembocaron en la guerra de secesión, etc., no fue resuelta hasta que se introdujo la 13ª enmienda, y por unos motivos que no eran en absoluto filantrópicos.

Así pues, en el caso de EEUU hay que apuntar que Abraham Lincoln, quien sentía un gran desprecio hacia los negros, aprobó muy a su pesar la enmienda constitucional que abolió la esclavitud. Esto fue hecho al final de la guerra cuando ya era muy claro que el sur iba a ser derrotado. El motivo por el que fue abolida en este momento, y no antes, es porque tanto Lincoln como otros miembros del gobierno federal habían confiado en persuadir a las élites sureñas por medio de la guerra y otras medidas para se reintegrasen en la Unión, lo que finalmente no sucedió. Esto es lo que explica que la esclavitud fuese abolida en el último momento de la guerra, lo que tenía como principal propósito debilitar a la élite sureña al arrebatarle las bases de su poder. Los puestos políticos y funcionariales en los Estados del sur estaban restringidos y sólo podían acceder a estos cargos los propietarios de esclavos. Pero además de esto los distritos de los Estados del sur habían tenido una sobrerrepresentación en el congreso de los EEUU debido a que los esclavos computaban como población a la hora de determinar el número de representantes por cada distrito, cuando en la práctica los esclavos estaban desprovistos de derechos políticos. Por otra parte, no hay que perder de vista que el propio régimen esclavista estaba muy debilitado a nivel demográfico debido a que el crecimiento de la población esclava se había desplomado, lo que explica que en el periodo de la anteguerra las élites sureñas planteasen en más de una ocasión tomar Cuba por la fuerza para convertir la isla en un criadero de esclavos. La esclavitud en EEUU era inviable a largo plazo tanto por motivos estructurales ligados a la política, la economía, la situación internacional, etc., como por los desequilibrios demográficos que esta implicaba, tanto en lo que se refiere a la mano de obra esclava como a la cohesión social ligada al mantenimiento de las relaciones de dominación entre una mayoría negra y una minoría blanca.

Un ejemplo en el que la esclavitud fue abolida desde arriba para evitar que se aboliese a sí misma desde abajo es el de la Rusia zarista, en el año 1861. En ese momento el régimen social imperante, conocido como la servidumbre, que no era en nada sustancial diferente de la esclavitud que era practicada en otros lugares del mundo, recibía un gran rechazo como consecuencia no sólo de las condiciones en las que los propios rusos eran forzados a vivir, sino también por la gran cantidad de siervos que había en el país en comparación con la escasa cantidad de señores y los precarios medios de coerción de los que disponían. No hay que olvidar que la servidumbre se mantenía gracias a los altos niveles de violencia estatal aplicados contra la población. El fracaso de Rusia en la guerra de Crimea dejó el país en una situación política y social muy frágil, lo que produjo una honda preocupación en la élite zarista ante la posibilidad de que revueltas campesinas desestabilizasen el régimen y que, en definitiva, eso condujese a una situación de creciente desorden en la que la servidumbre se aboliese a sí misma. Por esta razón era preferible reconducir la situación de peligro mediante una abolición de este régimen impulsada desde arriba para, de este modo, reorganizar la dominación del Estado para adaptarla a las nuevas condiciones sociales. En términos generales la situación de los campesinos rusos no mejoró pues el reparto de tierras favoreció a los terratenientes, y el Estado incrementó su base tributaria al fiscalizar directamente a los campesinos. El Estado salió reforzado mientras que los antiguos siervos fueron empobrecidos, circunstancia que incrementó su dependencia del incipiente mercado y del emergente trabajo asalariado.

A grandes rasgos la abolición de la esclavitud simplemente fue reconvertida con la instauración y generalización del trabajo asalariado. De este modo la esclavitud fue puesta en la nómina. Las razones fundamentales que impulsaron este proceso fueron de orden político y social para la conservación del sistema de dominación, y consecuentemente las jerarquías sociales imperantes. Es un hecho que el trabajo asalariado constituye una forma de dominación impersonal mucho más sofisticada en la que el trabajador es controlado por medio del dinero, y por ello de su permanente necesidad de disponer de ingresos para pagar impuestos y facturas. El trabajo asalariado es, entonces, la esclavitud de siempre en unas condiciones de desarrollo histórico, social, económico y político cualitativamente distintas de las que caracterizaron al régimen esclavista tradicional. En la medida en que el trabajo asalariado requiere unos niveles mucho menores de coerción, y que la movilidad del individuo es mayor, también son mayores los niveles de consentimiento social a dicha forma de trabajo, lo que revierte en unos niveles de paz social y de estabilidad mucho mayores. La forma de producción capitalista, aún siendo una forma de producción que tiene una base coactiva, se basa en un tipo de orden social en el que el trabajador no es propiedad de nadie sino que puede tomar sus propias decisiones y organizar su propia vida. En este sentido cualquier persona puede dejar su trabajo cuando quiera, al mismo tiempo que recibe por este una contraprestación en la forma de salario. Las constricciones son diferentes pese a mantener al individuo en un estado de dependencia, pero con la particularidad de que formalmente dispone de una autonomía mayor.

El trabajo asalariado constituye un salto cualitativo en la explotación de la mano de obra, y pese a que formalmente el trabajador ganó autonomía a nivel individual, sin embargo, la perdió a nivel colectivo.[1] Esto lo comprobamos al constatar que como consecuencia del impulso de esta forma de trabajo el Estado incrementó su poder de manera exponencial, pues creció su base tributaria, con ella sus ingresos y dispuso desde entonces de unos medios de dominación más amplios y eficaces. Los mayores recursos que el Estado fue capaz de retraer a la sociedad permitieron su crecimiento con la proliferación de nuevas estructuras, el aumento de las ya existentes, la expansión de su burocracia, ejército, cuerpos policiales, tribunales, etc. El Estado, en definitiva, aumentó su poder en detrimento de la sociedad que fue, por el contrario, empobrecida.

Como puede deducirse de todo lo expuesto han sido factores extraeconómicos los que de manera decisiva influyeron tanto en la instauración del esclavismo como en su posterior abolición, o mejor dicho, en su posterior reconversión en trabajo asalariado. Estos factores han sido fundamentalmente de orden político, lo que manifiesta la naturaleza forzada de la esclavitud pero también del trabajo asalariado, pero en este último caso por medio de otros procedimientos. En cualquiera de los casos es el Estado el que instituye la esclavitud y el que la protege, lo que pone de manifiesto la importancia y necesidad de que toda lucha contra la opresión esté dirigida a desencadenar la revolución social que destruya las estructuras sobre las que descansa, esto es, el Estado. Por el contrario, toda actitud y práctica reformista, orientada a introducir mejoras parciales dirigidas a aumentar la autonomía formal del individuo en el marco de los límites preestablecidos por el Estado, sólo conduce a reorganizar en unas formas renovadas el sistema de dominación y su opresión. Por tanto, la revolución no es una opción sino una necesidad para conquistar la libertad e igualdad de un mundo sin Estados, clases sociales y capitalismo.

 
                                                                             Esteban Vidal

Nota

[1] En cuanto a los efectos tremendamente nefastos que a diferentes niveles produce el trabajo asalariado sobre el individuo recomendamos la lectura de “La alienación del trabajo asalariado” en https://www.portaloaca.com/articulos/anticapitalismo/8398-la-alienacion-del-trabajo-asalariado.html

domingo, julio 7

Crisis ecológica y crisis social


Cuando hace unos cuantos años denunciábamos que la crisis ecológica que recorría el planeta, en ausencia de una crisis social paralela, sería conjurada con la entronización de un capitalismo “verde”. Olvidamos insistir en el hecho fundamental de que esa “transición” de la economía hacia una ecología de mercado se efectúa gracias a un nuevo salto cualitativo en la tecnificación y artificialización del mundo. El advenimiento de la tecnología digital como principal fuerza productiva tiene consecuencias graves. Los territorios quedan absorbidos en una tecnosfera donde las poblaciones, el campo, las comunicaciones, los espacios naturales y la vida no son más que piezas de engranaje. Ahora, mediante la hiperconectividad, todo el capitalismo, verde o de otro color, deviene totalitario, o como dicen los dirigentes, “inteligente.”
 
CRISIS ECOLÓGICA Y CRISIS SOCIAL

La subida de los precios del petróleo y el “calentamiento global” del planeta provocado por el vertido a la atmósfera de basura gaseosa que acentúa el efecto invernadero, en plena expansión de la demanda energética, son signos reveladores de una crisis ecológica que indudablemente cuestiona la producción, el consumo y el modo de vida capitalistas. La crisis no va a dejar de agudizarse por la proximidad de un “cénit” en la producción petrolera, y porque la sociedad tecnológica es incapaz de corregir sus excesos, ni siquiera contando con la colaboración de ecologistas. La desnaturalización del entorno es tan inherente al capitalismo como su imparable necesidad de crecer, así que la extinción de cualquier forma de vida en el planeta por oleadas de calor es una posibilidad cada vez más real. Urge una reducción drástica de las emisiones de CO2, pero la dependencia de los combustibles fósiles es tan grande y el sistema tan complejo que su estabilidad se vería seriamente afectada con ligeros descensos en el suministro, sin que otras fuentes de energía pudiesen hacer nada ni siquiera a largo plazo. Apenas cubren una pequeña parte de la demanda y además necesitan energía de origen fósil en distintos momentos de su producción. Es innegable que cualquier aporte energético alternativo, o cualquier ahorro, por grande que sea, será absorbido por el desarrollo económico y la subsiguiente demanda, acercando aún más la crisis. La artificialización del medio, el despilfarro de agua, energía y materias primas, la degradación del territorio y de las ciudades, el incremento exponencial de la movilidad, la contaminación galopante, la acumulación de residuos, las guerras por el petróleo, la carrera de armamentos y la concentración de poder, son fenómenos que no dejarán de producirse, porque derivan de la opresión económica de las masas asalariadas y de su colorario, la explotación insensata de la naturaleza, base del sistema capitalista. La crisis ecológica no es ninguna novedad, pues hace tiempo que el sistema avanza a través de catástrofes hasta cierto punto controladas en una especie de proceso de destrucción-reconstrucción; el problema puede plantearse por el lado objetivo cuando la crisis quede fuera de control, y por el subjetivo, cuando el malestar de la población induzca al cuestionamiento del capitalismo, es decir, cuando la crisis ecológica se transforme en crisis social. La solución de los dirigentes que administran la catástrofe consiste en habituar la población a ella, de tal forma que esta la considere natural y pase desapercibida. A través de la gestión del desastre, el poder se vuelve ecologista y los ecologistas se integran en el poder. Sobre la escena, un espectáculo de acuerdos internacionales y disposiciones locales favorables al desarrollismo; sobre el mercado, una nueva generación de mercancías “verdes.” En efecto, las cumbres de Río de Janeiro y Kyoto han anunciado el advenimiento del ecocapitalismo. Se han encargado de corroborarlo el mercado mundial de la contaminación, los biocarburantes y los automóviles con filtro de partículas y bajo nivel de emisiones, los planes de gestión ambiental de las grandes empresas y el furor bursátil por las compañías relacionadas con las energías renovables. El capitalismo “verde” es una cuestión de márketing y pronto los campos de golf, las nuevas urbanizaciones residenciales o el Tren de Alta Velocidad serán presentados como paradigmas de la ecología, tal como ahora pasa con los coches de última generación y con las centrales nucleares. Pero además, las empresas han olido dinero a cuenta del cambio climático. Como dice Eduardo Montes, vicepresidente de Siemens y jefe del Club de Excelencia en Sostenibilidad: “el medioambiente va a ser un negocio de futuro”.

El nuevo capitalismo no aporta más novedad que la asesoría ecologista, encargada de fijar el máximo de degradación aceptable en la población más afectada y el precio que la degradación cotiza en el mercado, traducible en medidas ambientalistas y ecotasas. La colusión entre el poder y los “verdes” queda plasmada en el concepto absurdo de “desarrollo sostenible”, puesto que desarrollo y sostenibilidad son antitéticos. Los ecologistas no se proponen substituir las técnicas burocráticas dominantes de gestión social y económica por formas descentralizadas y creativas de autogobierno. Lo que proponen los ecologistas –y, en general, lo que proponen las plataformas cívicas y los políticos de la “izquierda”— es que dicha gestión sea predominantemente “pública”, o sea, que permanezca en manos de los partidos. No quieren el fin del desarrollismo, sino la regulación institucional del desarrollismo. Inclinar un poco más la balanza hacia la estatización y un poco menos hacia la privatización. Conviene tenerlo presente cuando nos preguntemos si la crisis debilitará los mecanismos de la dominación, alterando las pautas laborales, consumistas y políticas que favorecen la desigualdad, la represión del deseo o el secuestro de la libertad, o si se abrirá una brecha por donde se cuelen experiencias autónomas basadas en la cooperación y el intercambio equilibrado con la naturaleza. Una economía “verde”, es decir, una economía sin petróleo tutelada por las instituciones y apoyada en un gran pacto entre los “agentes sociales”, no hará más que introducir nuevos hábitos consumistas para nuevas mercancías, manteniendo la estandarización y la masificación. Como quien determina la política institucional y el comportamiento de dichos agentes es el mercado mundial, el cambio será sólo cuestión de detalles: la recogida selectiva de basuras, el uso de bombillas halógenas o de leds, las placas solares, los carriles bici, los coches eléctricos, las calles arboladas o la promoción de la arquitectura “climática”. No hay posibilidad de que la crisis obligue a los dirigentes a modificar en lo esencial el modelo económico-social sobre el que reposa su poder y las formas artificiales de vida que le son propias. Si se recurre a fuentes de energía renovable como la solar, la eólica o la biomasa, y a otras no renovables como el gas natural o la energía nuclear, es para que la globalización, la jerarquía y la dictadura interesada de la ciencia y de la técnica, no resulten afectadas. Las energías renovables siguen la lógica de las otras -gigantismo, monopolios, patentes, fusiones, absorciones.— puesto que obedecen a poderosos intereses privados, dominantes incluso en la empresa pública. Las centrales eólicas no están para descentralizar la producción energética y de paso suprimir las MAT, sino para salvar la industria turística, la climatización eléctrica y el tren de alta velocidad; igual que el biodiesel o las pilas de hidrógeno están para mantener el actual modelo de movilidad basado en las autopistas y el coche privado; lo mismo que las plantas de reciclaje o las desaladoras hacen con los campos de golf, las segundas residencias y la agricultura intensiva. La lógica del mercado sale tan reforzada que, por ejemplo, la aparición de los agrocombustibles no sólo contribuye al aumento de precio de los cereales –y por consiguiente, del pan, de la carne industrial, de la leche…—sino que tiene un efecto en las sociedades empobrecidas semejante al que tuvieron otros cultivos industriales como el algodón, la caña de azúcar o el café. La expansión de los cultivos “energéticos” –palma aceitera, maíz, colza, soja— a la vez que es responsable de la destrucción de miles de hectáreas de selva tropical, lo es también del regreso del trabajo esclavo como forma habitual de explotación. Así, las exorbitantes necesidades energéticas de las metrópolis capitalistas, y por ende, su “sostenibilidad”, quedan cubiertas con la deforestación de los países de capitalismo insuficiente y la esclavitud de sus poblaciones. Igualmente, la creación de “reservas de la biosfera” en países de capitalismo atrasado trae como consecuencia la deportación violenta de sus habitantes, indeseables para el turismo ecológico.

Merced a la destrucción de las estructuras de clase del proletariado, al deterioro de sus vínculos colectivos, la crisis ecológica transcurre sin crisis social. El miedo ha sustituido a la sociabilidad, el consumo privado a la solidaridad común y las masas a las clases; hete aquí “el enigma de la docilidad” revelado. La diversificación de las fuentes energéticas sucede no por casualidad en un contexto de concentración del poder, aumento de las fuerzas productivas, mundialización mercantil y atomización social, por lo que su contribución a la autonomía local, al cultivo biológico y a la vida en comunidad, es completamente nula. La producción “biológica” y las políticas ambientalistas practicadas por los mismos causantes de la crisis legitiman y refuerzan su poder, no descentralizan los mecanismos de decisión. En el mejor de los casos son actuaciones limitadas y marginales, de corto alcance, pero políticamente correctas y, por tanto, útiles como propaganda. Las nuevas normativas y ordenanzas son la coartada del actual desarrollismo. El ruido montado alrededor del comercio justo, los microcréditos, los presupuestos participativos, los equipos de generación distribuida, el código técnico de edificación o la ecoeficiencia, no sirve más que para disimular el escándalo de las condiciones inhumanas de existencia, abrumadoramente generalizadas, y el peligro que corre la vida en la Tierra en manos del capitalismo. Ni las nuevas tecnologías, ni las medidas “alternativas” antes citadas, ni mucho menos las energías renovables, van a emplearse en contra del autoritarismo, la corrupción, la hipermovilidad, la urbanización ilimitada, el desarraigo, el éxodo rural o el despilfarro, sino para preparar un porvenir con petróleo caro y escaso, manteniendo las expectativas de crecimiento y las estructuras de poder intactas.

Solamente en los lugares donde la economía del beneficio no penetra, o ha desertado, subsiste una sociedad informal ajena al mercado, una sociedad del bricolaje y del trueque, de la solidaridad y del reparto equitativo, donde prima lo comunitario sobre lo mercantil. Tal fenómeno es raro en las sociedades turbocapitalistas, porque la política profesional, el sindicalismo “de concertación”, la asistencia social, la escolarización obligatoria o la cárcel, o sea, las herramientas del control social, impiden su aparición. Algún mercadillo neorrural, alguna cooperativa, algún huerto urbano, algún comedor vegano y poco más. Sin embargo las inmensas barriadas de chabolas de las grandes ciudades de América Latina, Asia y por encima de todo, África, funcionan según reglas precapitalistas que tienen su origen en la nostalgia de la tradición perdida y la moderna exclusión del mercado. La sociedad informal es producto de la necesidad de subsistencia y no se opone por definición a la economía capitalista; conecta con ella de diferentes maneras –siendo la inmigración la más vistosa- dando lugar a episodios de una lucha de clases ya olvidada en las sociedades plenamente sometidas a los imperativos tecnoeconómicos. En cierta forma se mantiene, con la inapreciable ayuda de las ONG’s y de los expertos tercermundistas, como reserva permanente de fuerza de trabajo y mercado potencial que espera el momento propicio de su incorporación al mercado. No es de desdeñar su ejemplo, pero el espacio informal al margen de la economía solamente tendrá un valor positivo en tanto que espacio arrebatado al mercado, es decir, en tanto que espacio liberado por un movimiento que disuelva las relaciones mercantiles. Si tal movimiento no existe, las experiencias aisladas de autoorganización y ecosuficiencia tienen solo un valor demostrativo y crítico. La ausencia o debilidad de las luchas antidesarrollistas y en defensa del territorio sitúa las perspectivas de liberación social en el terreno de la utopía, por lo que dichas experiencias desempeñan un trabajo pedagógico, contribuyendo a la necesaria preparación intelectual y moral –lo que los dirigentes llaman “cultura del no”- que ha de acompañar a la disolución revolucionaria del poder y a su reaparición horizontal en los barrios y los pueblos en forma de asociaciones, colectividades y asambleas comunitarias. Pero no olvidemos de que se trata sólo de formas de supervivencia dentro del capitalismo, y por lo tanto condicionadas por él, por lo que su papel es necesariamente limitado. No son focos de ninguna sociedad liberada futura; estos han de ser la obra de un movimiento social histórico que derribe por la fuerza las columnas que sostienen el reino de la mercancía y ese movimiento está por nacer.

La sociedad actual se sobrepondrá a la destrucción presente de las condiciones materiales de vida, o lo que es lo mismo, la sociedad actual entrará en una relación equilibrada con la naturaleza y sus miembros estableceran relaciones libres y comunitarias entre sí, sólo si se detiene la marcha de la economía y la tecnología separadas, si se produce un punto de inflexión en la tendencia dominante, si se invierte el proceso y los destinos dejan de depender de expertos, ejecutivos y dirigentes políticos. Para eso hace falta un movimiento social real –una verdadera generalización de la conciencia ecológica— capaz de crear contrainstituciones que se opongan a la economía capitalista y a las formas políticas y tecnológicas que le corresponden, especialmente al Estado. Un movimiento que aplique el principio de precaución al capitalismo en su conjunto, es decir, que lo identifique y caracterice como el problema mundial absoluto, de consecuencias catastróficas irreparables en un lapso de tiempo de inmediato a corto, y que lo ponga fuera de la ley. Salir de la crisis significa salir del capitalismo, incluso del capitalismo “verde”. Pero nadie escapa al capitalismo por las buenas. La transformación de las conurbaciones en comunidades territoriales, es decir, la relocalización productiva, el retorno a la agricultura tradicional, los talleres autogestionados, la desurbanización y la democracia directa, no será el producto de ninguna placa fotovoltaica ni de ningún diseño verde, ni llegará de la mano de las viejas instituciones, de iniciativas ciudadanistas o mediante fórmulas financieras y empresariales, sino la obra de una revolución social que subvierta las relaciones sociales existentes y descolonice la vida cotidiana. Paradójicamente, dicha revolución ha de preocuparse en preservar todo lo que el capitalismo no pudo destruir –solidaridad, experiencia de lucha, cultura popular, viejos saberes…, pero también la flora y la fauna, el aire puro y el agua limpia-, por lo que habrá de tener por vez primera un carácter eminentemente conservador y constructivo. Pero en ningún caso eso ha de significar mezclarse con la gestión del mundo existente. No se trata de autogestionar el desastre sino de acabar con él. Ni técnica, ni económica, ni políticamente es posible evitar la alternativa entre la extinción biológica o la revolución tal como apuntamos. No hay solución desde dentro, a la izquierda o a la derecha; sólo desde abajo y desde fuera.


                                                                        Miquel Amorós

Charla en La Quimera, barrio de Gracia (Barcelona), 7 de octubre de 2007. Repetida en La Mistelera (Denia), el 28 de diciembre.

Fuente: https://kaosenlared.net/crisis-ecologica-y-crisis-social/

jueves, julio 4

Lxs Heréticxs


El herético, como el bandido, sabe que la pérdida de su libertad le conduce irremediablemente al cadalso. Le espera un tribunal que le pasará cuenta de sus actos. Un tribunal que esgrimirá su poder y razón absoluta en nombre de Dios, el Pueblo, el Reino o el Estado. Poder y Razón son actos de sincretismo autoritario desarrollados a lo largo de los siglos por los propietarios de la Tierra, de los Mares y los Cielos.

Así también el anarquista individualista –que es hereje y bandido por igual– es consciente que su convicción de poseer su propia potencia y sus propias razones le llevan hacia la hoguera. Como una polilla busca la luz y sucumbe. Como Ícaro vuela hacia lo alto y el Sol derrite sus alas. Como Prometeo roba el fuego de los Dioses para sí y lxs otrxs como él y sufre el eterno castigo.

El drama del Anarquista es su pasión por la libertad, su búsqueda incansable de cómplices que rara vez encuentra. Desprecia el conformismo del rebaño, la cobardía de las multitudes, el dogmatismo de cualquier fe.

Todo sacerdote –de cualquier “ismo”– le odia, por que no le controla, no le obedece, no le escucha; y cuando puede alza la voz para socavar cualquier atisbo de poder y autoridad. En ocasiones, éstxs solitarixs vengadores arrojan la bomba o clavan el puñal con la intención –siempre– de sembrar el caos en el orden de la razón rigurosamente establecida como ley o verdad suprema. Otras veces, se mezclan en descontentos con la intención de desatar insurrecciones. Pero la mayor parte de su tiempo lo emplean en leer, porque su mejor amigo y pasatiempo es el conocimiento de lo que fue y lo que es. No abrigan ilusiones ni esperanzas sino convicciones.

Saben que el conocimiento es su fuerza y les otorga autodeterminación. Viven cada día como si fuese el último. En una sociedad de esclavxs la Libertad se castiga con la muerte. No se resignan, no se lamentan, blasfeman, atacan, expropian. No hay muchxs, pero incluso estxs pocxs inquietan a todo gobierno, precisamente porque son ingobernables; amantes de la Libertad total. Sea lo que esto fuese. Se reinventan a cada paso, con cada golpe, con cada beso. No son estrategas porque no tienen un fin último y, por eso, sus acciones levantan las iras de propixs y ajenxs. No tienen más “partidarixs” que aquellxs que lxs conocen y aman, eximiendo sus barbaridades iconoclastas. Muchas veces, se les caricaturiza en los periódicos porque de este modo, piensan que evitan que la gente se pregunte: ¿Quiénes son estxs locxs? ¿Qué quieren? ¿Cómo explicarle a lxs ciudadanxs que delegan su vida y pensamientos a otrxs, quiénes son lxs anarquistas?

Sí, son locxs y no quieren nada más que todo. Todo lo que les fue arrebatado y nadie puede dárselo, restituírselo. ¡Ahí van! No tienen “argumentos”, el fuego y la pólvora habla por ellxs. Un kilo de dinamita y una poesía. Un kilo de pólvora negra y una nueva herejía. Un “¡manos arriba!” y se van.
Artefactos que destrozan sus Bancos, Tribunales, Comisarias; Cuarteles, Iglesias y Sedes Políticas…

¿Qué buscan estxs locxs? ¡Nada! La nada destructora que da paso a la Naturaleza salvaje. Las flores se abren paso bajo las ruinas de su pútrida “civilización”.


                                                             Gabriel Pombo Da Silva,

                                                                  A 5 de junio de 2019.

                                           Desde algún lugar del Viejo Mundo.

Nota: Dedicado a nuestrxs caídxs en combate; a nuestrxs prisionerxs de la guerra anárquica; a nuestrxs fugitivxs y, a todxs lxs co-conspiradores ácratas que iluminan la noche...