Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

martes, enero 30

Necedad

 


Quiero el bien para la humanidad,

pero también un coche.

 

Quiero luchar contra el cambio climático,

pero también un aparato de aire acondicionado.

 

Estoy en contra de la guerra,

pero también quiero más petróleo

y un teléfono nuevo.

 

Estoy a favor de preservar el Amazonas,

pero también quiero hamburguesas baratas.

 

Estoy en contra de la explotación infantil,

pero no puedo prescindir de mis trapitos de Zara.

 

Quiero el bien para la humanidad.

 

Una vez que mis necesidades infinitas estén cubiertas

soy todo amor,

 

la humanidad puede contar con mi solidaridad

para lo que quiera.




Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Ed. Irrecuperables, 2023

sábado, enero 27

Sobre una tal Teresa de Calcuta

 


Escucho que a un cretino de Vox se le llevan los demonios porque alguien ha llamado «mal bicho» a la muy alabada, y también criticada, Teresa de Calcuta. Es lo que tiene ser un facha acrítico (valgo el pleonasmo). Resulta curioso que este personaje haya quedado en el imaginario popular, e incluso en el lenguaje, como sinónimo de realizar «buenas obras», incluso de manera exacerbada. Es decir, que si te muestras excesivamente genero o altruista, viene alguien a decir que eres «una Teresa de Calcuta». Veamos si podemos aportar algo de lucidez a toda esta distorsión moral a la que es tan proclive, en ocasiones, la bendita humanidad. Hay que recordar, y tal vez venga al caso, que la India es un país con un tremendo e irritante apego por las creencias sobrenaturales. De hecho, tengo unos vecinos originarios de aquellas tierras, gente tremendamente modesta, y hay que ver en las pelotudeces en las que creen. Tal vez, el viejo Marx, tan equivocado en otros terrenos, no andaba desencaminado cuando señaló que las creencias religiosas eran un consuelo del sufrimiento de los humildes en el mundo terrenal (el famoso «opio», tan malentendido por otra parte). Mis conocidos hindúes adoran a no sé qué deidad con forma de elefante y alguien dirá que no hacen daño a nadie y así nos echamos unas risas, pero me permito dudarlo, aunque solo sea por el tiempo que se pierde en tonterías.

Claro que, seguro, mucho peor es creer en una especie de déspota sobrenatural omnipotente que, al parecer, ha creado al ser humano a su imagen y semejanza. Para semejante viaje, no necesitábamos estas alforjas, y vamos de una vez al caso que nos ocupa. Un fugaz compañero de curro, ante mi estupor, me espetó que Dios, el judeo-cristiano se entiende, tiene preferencia por los pobres. Y creo que eso resume inmejorablemente la filosofía de esa figura tan criticable, Teresa de Calcuta, que el actual Papa (tan progre él) convirtió en Santa hace unos años. Y es que semejante personaje realizó todo un culto al dolor y la miseria desde su ideología católica fundamentalista realizando una constante prédica de la resignación y el conformismo. Y es que, recordemos, y esto es totalmente objetivo, la amiga reiteró una y otra vez que el sufrimiento de las personas les acercaba más a ese otro personaje de ficción llamado Cristo. Teresa de Calcuta era totalmente contraria al aborto, el divorcio y los anticonceptivos, aunque todo eso no resulta, claro, nada controvertible para los reaccionarios. Y es que dicha monja, otra lectura bastante clara, era ferozmente fundamentalista, partidaria de una fe exacerbada y contraria a cualquier renovación en la Iglesia (algo, hay que reconocerlo, absolutamente sincero y coherente con su doctrina).

Un tipo la mar de lúcido y simpático, por si no le conocéis, es Sanal Edamaruku, miembro de asociaciones racionalistas en la India, que ya tiene mérito. Para este hombre, la monja católica habría creado un mal nombre a Calcuta, una bella metrópolis, interesante, vitalista y rica en lo cultural, pintándola con los colores de la suciedad, la miseria, la desesperanza y la muerte. Su orden solo es una más entre decenas de organizaciones caritativas de la ciudad, pero supo crear el marco adecuado para dar relevancia a proyectos que nunca se materializaron y recaudar mucho dinero. El tal Edamaruku considera que la ayuda a los más necesitados de la orden fue solo testimonial y señala que no siempre estuvo claro a dónde fueron a parar tantos donativos. Incluso, se atrevió a calificar al personaje, después de declaraciones en las que insiste en su culto a la miseria y al sufrimiento, de «millonaria excéntrica». Dado que, según estas creencias, «el más hermoso regalo para una persona es poder participar de los sufrimientos de Cristo», no se suministra en sus casas para moribundos ningún paliativo al dolor. No solo no ayudó a los pobres de Calcuta, sino que sirvió a los ricos de Occidente, redimiendo conciencias de dictadores y criminales; una cantinela que suena enormemente familiar en líderes religiosos. Seguro que multitud de buenas personas tienen un buen concepto del personaje, pero más valdría que revisaran sus creencias. De momento, cuando alguien nos llame «Teresa de Calcuta», pongámonos en guardia, lo mismo la cosa tiene trampa.

 

Juan Cáspar

miércoles, enero 24

La calle

 


En algunos momentos siento la necesidad de escribir brevemente sobre algunas percepciones, sobre cosas que me rondan y me molestan, en muchas ocasiones las aparto de un manotazo, pero hay impresiones que se obstinan en seguir conmigo interpelándome. Este es el caso de esta reflexión, lo aviso por anticipado, poco optimista.

Durante la pasada pandemia del Covid, uno de los hechos que más me afectó fue el vacío de las calles, la soledad de las calles, la amenaza que representaban como espacio público de contagio y de vigilancia para los muchos «policías del orden» que afloraron en los balcones.

Las calles han sido en el pasado el foro en el que se hablaba, se gritaba, se cantaba, se caminaba, se soñaba, se trabajaba o se sufría. Los movimientos transformadores se han dado a conocer en las calles, se han manifestado y han tomado las calles, han construido las barricadas, esa frágil arquitectura de la revuelta, se han sentado y acampado para resistir la dominación.

En otros tiempos, las calles eran la ampliación de la vivienda, estas eran tan pequeñas e insalubres que las familias pasaban gran parte de su tiempo en la calle. Ahí jugaban niños y niñas, ahí se tomaba la fresca en verano, se charlaba y se compartían las noticias de lo que ocurría (era la «red social» presencial del pasado). La calle era espacio de subsistencia, donde las gentes con menos recursos o sin trabajo temporalmente se buscaban la vida a través de la venta ambulante (siempre perseguida como en la actualidad), la recogida de chatarra, afilando cuchillos o vendiendo el producto de pequeños hurtos.

El anarquismo y el anarcosindicalismo convirtieron la calle en lugar de agitación, era ahí donde las gentes que hacían huelga se manifestaban, era ahí donde la protesta se adueñaba del espacio público, era ahí donde las mujeres gritaban su rabia cuando subía el precio del pan, era ahí donde se fraguaba la huelga de alquileres, era ahí donde soñaban con la utopía.
La calle fue también lugar de cultura: se representaban obras de teatro con las sillas que se bajaban de las viviendas, se cantaba en las corales populares, se bailaba y se mitineaba. La calle era el espacio para vender revistas y periódicos, era el lugar para comentar la última novela social que salía por entregas en la prensa obrera.

Las calles fueron el espacio anti-institucional por excelencia de las clases trabajadoras, de las mujeres, de los marginales, de los y las activistas, agitadoras y rebeldes, de la delincuencia y de las gentes que no tenían otra manera de subsistir.

El poder, consciente de la potencia de la calle, derribó las callejuelas, las «higienizó», las amplió para los coches, construyó bancos incómodos e individuales, en definitiva, las borró como lugar de encuentro de las ciudades. Poco a poco, la gente se ha ido de las calles, se refugia en su casa, en las redes sociales, incluso ubica la protesta en ellas desde la seguridad de su habitación, las grandes marcas comerciales y los partidos políticos ocupan las calles con mensajes consumistas y consignas propagandísticas durante las «fiestas electorales». Las grandes avenidas son espacios de ruido y contaminación, así que las «fuerzas progresistas» crean espacios de «pacificación», pequeñas «islas» humanizadas para que hagamos el simulacro de que las calles son nuestras de nuevo. Sin duda, la calle se ha convertido en un espacio de control y disciplinamiento (la pandemia lo demostró con creces) a través de la policía, las cámaras de «seguridad», guardias de seguridad en la entrada de bancos y grandes almacenes, etc. Hoy las calles son espacios institucionales que nos hemos dejado arrebatar, la mejor prueba de ello es que los movimientos de orden (el nacionalismo de cualquier signo, la derecha, los desocupas, etc.) se apoderan de ellas tanto o más que los movimientos transformadores y antiopresiones.

Debería concluir con propuestas esperanzadoras, pero no las tengo. Quizás, esta percepción mía de la calle está equivocada, ojalá así sea.

 

Laura Vicente
https://pensarenelmargen.blogspot.com/

domingo, enero 21

El anarquismo y el Contrato Social

 

 

La sociedad política en la que vivimos está fundada en una serie de supuestos, que las personas deberían conocer si de verdad queremos jugar en igualdad de condiciones de cara a una alternativa transformadora; uno de ellos es el mito del Contrato Social, concepto de la modernidad justificador del Estado, pero que halla sus raíces muchos siglos atrás. Tratamos de conocer en el siguiente texto la visión anarquista al respecto.

La teoría del Contrato Social, llamada así por la obra de Rousseau, pero también denominada contractualismo, sostiene que la sociedad humana debe su origen (o su posibilidad) a un contrato o pacto entre individuos. Según Platón -que trataría de refutar tal concepción-, es posible que algunos sofistas desarrollaran ya una teoría contractualista, según la cual era más provechoso llegar a un entendimiento con el fin de no cometer ni sufrir injusticia; así, la justicia no sería algo absoluto, sino el resultado de un acuerdo o compromiso. En la Edad Media, la teoría contractualista estaría condicionada por el conflicto entre el poder temporal y el poder espiritual -conflicto inexistente en el mundo antiguo-. Es en la Edad Moderna cuando se desarrolla la teoría plenamente, en parte por la secularización del Estado y en parte por una concepción atomista según la cual el Estado se halla compuesto primariamente por individuos cuyas relaciones entre sí son comparables a las relaciones entre partículas. Lejos quedará ya la fundamentación trascendente, pero también la noción de politicidad innata al hombre de la época clásica, y se tratará de fundamentar los ordenamientos civiles (sometimiento a la autoridad de un Estado). Los dos autores contractualistas modernos más conocidos son Hobbes y Rousseau. El primero no partirá de un hecho histórico para el pacto (como Locke), sino de una hipótesis explicativa cuya conclusión es el poder legitimado del Estado. Hobbes considera que los hombres en un estado natural, sin un poder que los controle y sometidos a sus deseos incontrolados, se mostrarán en una situación de incertidumbre permanente, con la constante amenaza de la guerra. Es una concepción negativa de la naturaleza humana que requiere de un estado positivo donde reine el orden y los hombres se respeten mutuamente. Según Hobbes, el pacto se da en un contexto de reciprocidad horizontal, donde se cede el derecho natural a una instancia vertical (el soberano, de poder absoluto). Por el contrario, Rousseau tiene una concepción magnánima de la naturaleza humana, regida por el amor de sí, pero también por la piedad hacia los otros. Esta última característica se fue perdiendo con el tiempo (llegando el camino de la propiedad privada y estableciendo un orden abusivo y desigualitario) y la manera de salir de ese estado de decadencia es mediante un verdadero contrato social que permita la igualdad y acabe con la injusticia. El contrato será la expresión de todas las voluntades en una sola, en función de un cuerpo político donde todos se comprometen a observar las leyes dictadas por todos. Será una voluntad general que establece un orden justo (el hombre es perfectible para Rousseau y, por lo tanto, capaz de ello) donde se establece una igualdad artificial (se restaura la igualdad natural perdida). De la misma manera que en los clásicos, en Rousseau no hay distinción entre moral y derecho, el hombre será virtuoso cuando obre acorde con el bien común.


 En la tradición anarquista, y así podemos situar a William Godwin tempranamente, existe toda una crítica al contractualismo que pretende legitimar el ejercicio del poder. Si la sociedad tradicional se legitimaba en el derecho divino, la modernidad se cimentará en la justificación del poder político. El origen del gobierno tiene tres teorías principales: la fuerza, el derecho divino y el contrato social. Las dos primeras no son objeto de una crítica tan severa por parte de Godwin, ya que ni siquiera se fundan en la razón y no pueden ser, por lo tanto, base para sociedad del futuro. Por otra parte, el contractualismo no puede ser aceptado, ya que supone una amenaza a la autonomía individual con la excusa de las opiniones de una mayoría. Rousseau, para Godwin y para el posterior anarquismo, utiliza la palabra «pueblo» con demasiado vaguedad, no parece haber respeto para la individualidad. La legitimidad del Estado que existe en el contrato social no puede ser aceptada bajo ningún concepto, ya que Godwin considera que la influencia del gobierno es siempre perniciosa para el desarrollo de la sociedad hacia el progreso. En este pensador, un decidido partidario de la democracia, se encuentra también ya una crítica a la representación política, por ser en última instancia otra limitación para la libertad del individuo.

Ahora bien, el anarquismo nace explícitamente a mediados del siglo XX, por lo que hay que considerarlo, en gran medida, hijo de la modernidad: tendría así una gran confianza en el progreso científico, en la educación y en la desacralización del mundo y de las relaciones humanas. Sin embargo, otros rasgos a los que no renuncia el anarquismo, como es cierta condición romántica, le hacen criticar las instituciones que la época moderna acabaría institucionalizando: el Estado, el capital y la propiedad privada. Proudhon, abiertamente, denuncia el contrato social como una ficción que pretende legitimar el poder político. En lugar de justificar la dominación, como harían Hobbes o Rousseau, Proudhon y el anarquismo se esfuerzan por averiguar cómo podemos ser más libres. Así, la libertad no sería ninguna condición previa, ni una esencia ni algo innato, sino un objetivo a conquistar.

Proudhon afirmó que el origen de las desigualdades sociales y políticas se encuentra en el desequilibrio entre fuerzas opuestas. Sin embargo, no se trata aquí de una dialéctica hegeliana con una síntesis superadora, sino de una realidad contradictoria en lucha constante permanente en la que se debe buscar la armonía (se encuentran ecos en el filósofo presocrático Heráclito en esta visión). Existen dos principios irreductibles presentes en todas las relaciones humanas: autoridad y libertad, y ninguno debe prevalecer bajo riesgo de desorden, opresión o miseria. La preocupación de Proudhon, oponiéndose a Hobbes, será cómo puede ser el hombre más libre; la libertad será el fin y no un punto de partida ni algo innato. Se confía en la perfectibilidad del hombre, lo que supone que no existe naturaleza previa a la condición humana y se da la posibilidad de un «contrato libre» en el que los hombres establezcan sus propias reglas en la fuerza colectiva (lo social es previo a lo político). En Hobbes y en Rousseau el contrato funda lo social y lo político, y para Proudhon ese es el origen de la explotación económica y de la subordinación política (el Estado). Se niega así la instancia conciliadora y superadora de los elementos contrapuestos (el absoluto hegeliano) y se apuesta por el equilibrio, que supone una tensión sin predominancia por ninguna de las partes. La justicia no sera una síntesis, sino la armonía entre los contrarios, cuyos efectos desproporcionados son neutralizados a través de la praxis de intercambios e interrelaciones. La justicia será para Proudhon algo inmanente al hombre, basada en la reciprocidad y relación entre los individuos.

Los contratos anarquistas en una sociedad libre tendrán las siguientes características: sinalagmáticos (es decir, reciprocidad y falta de unilateralidad), conmutativos (obligaciones iguales), rescindibles (falta de permanencia y ausencia de sanciones punitivas) y parciales (no pueden darse obligaciones generales no específicas). Como resultado de estos contratos, la justicia se expresará en dos planos: en lo político, a través del federalismo; y en lo económico, a través del mutualismo. Negando Proudhon cualquier síntesis superadora, mediante esos dos principios organizadores se llega a la unidad de abajo a arriba, con un vínculo ordenador (se fijan metas y objetivos) y aportando libertad. Por lo tanto, el mutualismo se basa en un contrato libre, con las obligaciones en él establecidas, donde todos tienen las mismas condiciones de cumplimiento y obtienen de él los mismos beneficios; al ser rescindible, no hay pérdida de libertad, sino al contrario, ya que los contrayentes pertenecen a una fuerza colectiva dinámica que se autorregula. El federalismo, como la otra instancia contractual, se encargará más bien de regular la relaciones socioeconómicas, asegurando el pluralismo y la armonía de la diferencias culturales, y sin que exista autoridad encargada alguna ni prevalencia entre los constituyentes. Se rechaza la norma jurídica (expresión de un Estado que legisla para sus propios intereses), pero la justicia requerirá el cumplimiento de la norma principal: el cumplimento de los contratos (donde la única norma reguladora será la fuerza de las promesas de los hombres). Hay que dejar claro que Proudhon apuesta por la historia que no ha sido escrita, por la búsqueda del equilibrio, pero rechaza de pleno la utopía (la perfección metafísica o la tierra prometida, basadas en una convivencia perfecta). La anarquía no es, tal como la entiende Proudhon, ausencia total de todo principio, sino que es donde la libertad no será «hija del orden» y sí «madre del orden». El contrato anarquista se entiende así como un pacto ético basado en la reciprocidad (en lo que se cede y en lo que se reserva) y se da el equilibrio entre los opuestos y un orden justo.

En Bakunin encontramos también una severa crítica a la teoría del Contrato Social de Rousseau, no existe por supuesto ese pacto primigenio en la historia de la humanidad y solo la imposición de una minoría privilegiada está en el origen de dicho contrato para legitimar el poder. El Estado, para el anarquista ruso, no se origina en contrato alguno, sino que es producto de la guerra, la violencia y la conquista. En definitiva, se realiza desde el anarquismo una crítica devastadora al origen del Estado situado en la fantasía de una voluntad libre y consciente del ser humano en lo que sería su versión liberal. La sociedad no es producto de la firma de contrato alguno, entre individuos libres y conscientes, sino que precede a todo pensamiento, conciencia y voluntad de cada uno de sus integrantes.

Tal y como ya hemos dicho, la modernidad está marcada por un esfuerzo considerable por justificar la dominación política. Es por eso que gran parte de las personas no cuestionan el Estado ni se preguntan acerca de dónde se encuentra la obligación por obedecer la ley. La democracia representativa ha querido presentarse como la única respuesta al conflicto entre la autoridad política y la autonomía individual. Si denunciamos la mistificación que supone la teoría liberal del contrato social, la representación política, así como la imposición de una (supuesta) voluntad mayoritaria que aplasta a las minorías, solo podemos apostar por una acción política conducida por la razón y que exprese el empeño del conjunto de la colectividad. Desde este punto de vista, el contrato libre anarquista, concretado en el federalismo y en la autonomía de grupos e individuos, pasa por una propuesta política de plena actualidad si nuestras preocupaciones morales se fijan en todos y cada uno de los miembros de la comunidad. El anarquismo jamás ha concebido al hombre de una manera abstracta, algo previo a todo contexto social, ya que su libertad solo es posible en el seno de una sociedad libre sin atomización alguna ni alienación política.

 

Capi Vidal

jueves, enero 18

La pesadilla de los transgénicos

 


“Si se controla el petróleo, se controla el país; si se controlan los alimentos, se controla a la población.”

Henry Kissinger

 

La diversidad de los cultivos de todo el Mundo se está reduciendo a un ritmo de “extinción masiva”. Según informes de la FAO, en el último siglo se ha perdido el 75% de las variedades agrícolas que se cultivaban habitualmente. Desde el punto de vista ecológico, la pérdida de variedad en cultivos disminuye la capacidad de resistencia y adaptación a los cambios climáticos y a las enfermedades. Es decir, la Humanidad se puede enfrentar, en pocos años, a una crisis alimentaria global.

Pero, ¿dónde está el origen de esta locura? Veamos algunos datos: La llamada “revolución verde” fue, posiblemente, el primer exponente a gran escala de la estrecha y profunda relación entre las bases conceptuales del darwinismo y el modelo económico de Adam Smith, y de la similitud de sus consecuencias . Financiada por la Fundación Rockefeller y el Banco Mundial, e impulsada, a partir de los años 50 por Norman Borlaug (que recibió por ello el Premio Nobel de la Paz en 1970) y basada científicamente en el reduccionismo genético darwinista, consistió, esencialmente, en el uso de semillas seleccionadas de alto rendimiento, no importa cuales fueran las condiciones ambientales del terreno, y grandes cantidades de abonos químicos y pesticidas. Aunque, inicialmente se apreció un descenso en la proporción de personas desnutridas en el Tercer Mundo, que se estimó en un 16%, y fue el logro que justificó el Nobel para Borlaug, pronto, los efectos del “libre mercado” y del reduccionismo científico se hicieron patentes. El alto precio de las semillas mejoradas, de los fertilizantes y los pesticidas hizo que muchas pequeñas explotaciones no pudieran competir con los grandes propietarios. Sólo en Estados Unidos, el número de granjas se ha reducido a un tercio y la mayoría de las que hay son grandes empresas mecanizadas, en gran parte, propiedad de multinacionales de la alimentación. Los efectos fueron aún más desastrosos en el Tercer Mundo, en el que la concentración de la tierra en pocas manos ya era considerable, pero, además, aumentaron los precios por el alto costo en productos químicos y maquinaria, que fueron los auténticos beneficiarios de la “revolución”. Sin embargo este es sólo uno de los problemas derivados de la concepción reduccionista y mercantilista de la Naturaleza: la producción comenzó a disminuir en muchas partes y aumentaron las plagas. Como solución, tuvo que aumentarse de forma continua el uso de fertilizantes y plaguicidas. Y esto, para lograr, con suerte, los mismos resultados, porque los abonos químicos destruyen la fertilidad natural del suelo, en la que las bacterias y los hongos tienen un papel fundamental, y además, los plaguicidas “generan” plagas cada vez más resistentes. Con el tiempo, la tierra acaba por perder su capa orgánica y convierte a la tierra en inutilizable.

En otra vuelta de tuerca, desde mediados de los años 90, y también impulsadas por la Fundación Rockefeller, se comenzaron a cultivar semillas modificadas genéticamente y patentadas. El objetivo era claro, como se está demostrando por los resultados, si se consigue implantar este tipo de cultivo se puede llegar a controlar la alimentación mundial. En efecto, en 2009, las cinco mayores compañías agroquímicas, Monsanto, Du Pont, Syngenta, Dow Chemicaly Bayer controlaban el 58% de las ventas mundiales de semillas, y diez empresas, el 95%, de las que el 21% eran, entonces, transgénicas. El cebo para atraer a los agricultores

consistía en reducir el número de los perniciosos herbicidas que utilizaban en sus cultivos mediante semillas modificadas genéticamente para hacerlas resistentes a un potente y peligroso herbicida, el Glifosato bajo el nombre comercial de Roundup, que sería el único herbicida necesario. Esto obligaba a los agricultores a comprar a estas compañías los dos productos. Para asegurar las ventas anuales, Monsanto obligaba a firmar a sus clientes un contrato draconiano por el que se comprometían a no replantar, como se hacía tradicionalmente, las semillas producidas y a comprarlas de nuevo al año siguiente. Por si esta estrategia no fuera suficientemente indicativa de sus verdaderas intenciones, después de persecuciones y presiones vergonzosas de tipo mafioso a los agricultores que utilizaban sus semillas para replantar, Monsanto introdujo un nuevo “monstruo” genético en sus semillas: el “gen terminator”, una secuencia genética que convertía a las semillas procedentes de sus cultivos en estériles.

El siguiente paso, una vez controlado el mercado de las semillas, fue subir progresivamente su precio. Por ejemplo, el precio de semillas por acre cultivado (Fuente: USDA EconomicResearchService) subió de 1975 a 2011 de 8,32 dólares a 56,58 para la soja, de 9,30 a 86,16 para el maíz, etc., lo que provocó la ruina de millones de pequeños agricultores en todo el mundo (principalmente en la India y Latinoamérica), al no poder hacer frente a los crecientes gastos. La consecuencia: una nueva expansión de grandes monocultivos industrializados pertenecientes a grandes corporaciones, también muchas veces de las propias compañías de semillas y agroquímicos. Actualmente, estas grandes compañías están comprando las mejores tierras de África para este tipo de cultivos, alejando aún más a la población de sus posibilidades de acceso a la alimentación. Un alejamiento acentuadoporque productos básicos en la alimentación como trigo, maíz, azúcar… han pasado a cotizar en la Bolsa (véase la Bolsa de Chicago), donde se especula con los precios contando con información privilegiada procedente de los satélites artificiales.

Parece que ya tienen muy avanzado su objetivo. Pero esa es sólo una parte del problema, por grave que sea. La Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (IAASTD), llevada a cabo por más de 400 científicos independientes durante más de 4 años, han afirmado categóricamente que el futuro de la seguridad alimentaria no se encuentra en la ingeniería genética. La ingeniería genética es una tecnología imprevisible, ya que se basa en malas prácticas científicas, reducionista y mecanicista, que no tiene en cuenta la complejidad y la autoorganización de los seres vivos”. El término “científico independiente” produce una cierta inquietud, porque implica que hay científicos “dependientes”, pero veamos en qué se basan esas afirmaciones: los datos científicos sobre la naturaleza y el control de la información genética están mostrando que es de una enorme complejidad imposible de controlar. Una secuencia genética puede dar lugar a cientos o miles de proteínas diferentes mediante la combinación de sus componentes en función de las condiciones ambientales. Por otra parte, su “significado” está controlado por el conjunto del genoma, por lo que la misma secuencia puede tener funciones diferentes según el organismo en que se exprese (se han encontrado en los erizos de mar y en las anémonas “genes” supuestamente relacionados en el hombre con enfermedades como distrofia muscular, corea de Huntington… incluso un supuesto “gen” responsable del cáncer de mama). El reflejo de estos fenómenos en las prácticas de la llamada “ingeniería” genética se pudo comprobar, por ejemplo, cuando se intentó transferir el “gen” del pigmento rojo del maíz a la petunia; las flores se pusieron rojas, pero además las plantas tenían más brotes, más hojas, mayor resistencia a los hongos y baja fertilidad. Pero entre las consecuencias no buscadas, una muy digna de tener en cuenta son los nuevos productos derivados de una alteración genética no natural. Proteínas producidas por plantas modificadas genéticamente han mostrado tener una alta concentración de metabolitos tóxicos que han producido fuertes reacciones alérgicas y, en algunos casos, como en de la producción de L-Triptófano, “suplemento dietético” que se

obtuvo en Estados Unidos a partir de bacterias modificadas genéticamente, la muerte de 37 personas y más de 1500 con daños permanentes. Y lo difícil es reconocer los efectos acumulativos o de consecuencias a largo plazo de estas proteínas “artificiales”. El 19 de Mayo 2009, la Academia Americana de Medicina Ambiental emitió un comunicado que, al parecer, pasó desapercibido para los medios de comunicación, en el que concluían:“hay más que asociaciones casuales entre los alimentos GM y efectos adversos en la salud”y que“los alimentos GM representan un serio riesgo en las áreas de la toxicología, alergias, la función inmune, la salud reproductiva, metabólica, fisiológica y genética”

Por si estos peligros no fueran suficientes, el herbicida Roundup, derivado del “Agente naranja”, ya producido por Monsanto y Dow Chemical, que devastó las selvas de Vietnam y produjo graves malformaciones e incluso caída de la piel en miles de vietnamitas, está mostrando unos efectos cada día más alarmantes. Además de destruir la biodiversidad de plantas silvestres, como ha denunciado repetidamente la activista india Vandana Shiva, ha resultado, como era de esperarse, tóxico para las personas y animales en contacto con él o que consuman productos rociados con este herbicida. Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Berkeley en 1999 revela evidencias actualizadas de daños pulmonares, palpitaciones, náuseas, problemas de fertilidad, anomalías cromosómicas y otros muchos efectos sobre la salud debido a la exposición al herbicida Roundup

Existen centenares de estudios científicos muy bien documentados sobre todos estos aspectos que, extrañamente, o quizás, no tanto, si tenemos en cuenta el inmenso poder económico y, por tanto, político, de las grandes corporacionesde los transgénicos (que, mediante la política de “puertas giratorias” se han infiltrado en los organismos internacionales), son ignorados por los grandes medios de información, incluidas revistas científicas “prestigiosas”, y cuando alguno de ellos logra llegar a la opinión pública es ferozmente atacado y devaluado científicamente por los “rigurosos” e “imparciales” medios “oficiales”, como ha ocurrido recientemente con un estudio que demostraba fehacientemente que el consumo de maíz transgénico provocaba, a largo plazo, cáncer en ratones. Pero hay algunos que, por su repercusión económica, que es, al parecer, la única que resulta digna de atención, sí ha llegado a los medios de comunicación: en 2009, en Estados Unidos, una planta considerada como “mala hierba”, el amaranto, una planta sagrada en las culturas precolombinas y con un considerable aporte proteico, adquirió, por “transferencia horizontal” el “gen” de resistencia al Glifosato de la soja transgénica e “invadió” los cultivos (una especie de “justicia poética”), con lo que, en aquellas fechas, tuvieron que abandonar 5.000 hectáreas de cultivo y otras 50.000 estaban gravemente amenazadas. Esta “contaminación genética” ya ha dado muestras de su peligro en otras ocasiones: en 2011 se informó de que el gusano del maíz había desarrollado resistencia a la proteína Bt del maíz transgénico de Monsanto, que contiene una proteína de la bacteria Bacillusthuringiensis tóxica para el gusano. Es decir, los “genes” introducidos en los organismos transgénicos mediante bacterias, virus y plásmidosescapan de las plantas y pasan otros organismos y a las bacterias del suelo, ya que están optimizados para transferir información genética.

Y este es uno de los más graves peligros de estas prácticas de supuesta “ingeniería” genética a los que nos enfrentamos, porque las consecuencias de esta “contaminación genética” son imprevisibles. Los suelos están repletos de millones de bacterias y virus que intercambian información genética y cumplen una función esencial en los ecosistemas. Se han estimado hasta cien millones de bacterias por gramo de tierra, sin las cuales no podrían existir las plantas. Las bacterias del suelo “reciclan” los productos de desecho y los organismos muertos y “limpian” las sustancias tóxicas y hacen disponible el nitrógeno de la atmósfera para las plantas. Entre ellas siempre están los virus, en una cantidad entre cinco y veinticinco veces mayor, que son, junto con los plásmidos bacterianos, los que intercambian información

genética entre las bacterias y controlan sus ecosistemas. Sencillamente, no podemos prever a dónde nos va a llevar este envenenamiento progresivo de los ecosistemas terrestres, pero seguramente las consecuencias no van a ser precisamente positivas.

Una información más, para finalizar. En el resto de Europa, los transgénicos están desapareciendo por el rechazo político y social. En Alemania, el maíz transgénico Bt de Monsanto está prohibido por la constatación de que contaminaba campos vecinos, y se han encontrado restos de maíz transgénico en la miel de las abejas de la zona además de que también mataba a abejas, mariposas y otros insectos. En España, no se puede saber si por ignorancia o por corrupción de sus responsables (no se puede decir cuál de los motivos es peor), sólo de maíz, hay más de 116.000 hectáreas de cultivos transgénicos, en las que se experimenta con más de 16 variedades, y se importan millones de toneladas de soja transgénica. También se está experimentando con el cultivo de patatas transgénicas, y las mieles contaminadas por transgénicos están causando el rechazo a este producto en Europa.

Las pesadillas tienen la ventaja de que se puede despertar. En nuestro caso, no podemos despertar, porque se trata de una terrible realidad. Y si no nos enfrentamos con decisión a este envenenamiento ecológico, orgánico y mental a que nos tienen sometidos las grandes corporaciones y sus acólitos, el futuro de nuestros hijos estará gravemente comprometido.

Me voy a permitir finalizar con un comunicado emitido por el Foro Internacional Sobre Soberanía Alimentaria del año 2002.

«La Soberanía Alimentaria es el derecho de los pueblos, comunidades y países a definir sus propias políticas agrícolas, pesqueras, alimentarias y de tierra que sean ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas a sus circunstancias únicas. Esto incluye el verdadero derecho a la alimentación y a producir los alimentos, lo que significa que todos los pueblos tienen el derecho a una alimentación sana, nutritiva y culturalmente apropiada, y a la capacidad para mantenerse a sí mismos y a sus sociedades».

 

Máximo Sandín

lunes, enero 15

Estampas del Reich de los mil años (III)


Lo que ha avanzado el nazismo.

 

Ahora los campos de concentración no tienen alambradas,

no tienen vigilantes, ni carceleros, ni soldados,

ni barracones, ni cocinas, ni baños, ni letrinas,

por no tener no tienen ni cámara de gas.

 

Ahora no hay que descubrir al judío, al comunista, al maricón.

Ahora no hay que encarcelarlos, que transportarlos en trenes,

que clasificarlos, que esterilizarlos, que hacerlos desaparecer.

 

Ahora el campo de concentración

coincide con los límites de Europa

y las razas inferiores vienen solas,

por unos euros trabajan más y mejor

en la economía sumergida

que los viejos musulmanes,

 

y no hay que darles ropa, comida, barracones,

ni cocinas, ni baños, ni letrinas.

 

No hay que clasificarlos,

no hay que vigilarlos, no hay que dirigirlos,

no hay ni que llevarlos a la cámara de gas,

 

ya de eso se ocupa el desierto

y el Mediterráneo.

 

Hitler perdió la guerra

que el nazismo ganó para nosotros.



Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Ed. Irrecuperables, 2023

 

viernes, enero 12

Marcus Rediker: “La violencia de la esclavitud fue fundamental en el ascenso del capitalismo”

 


El historiador estadounidense Marcus Rediker ha rastreado el comienzo de las resistencias contra el capitalismo hasta llegar a la historia de la marinería y la piratería.



Dice Marcus Rediker (Owensboro, Kentucky, 1951) que el viaje de los barcos de esclavos transformaba a quienes lo hacían. A los marineros, quienes fuese cual fuese su procedencia se convertían en “blancos” durante la ruta, con potestad para ejercer la violencia; a los negros, convertidos en esclavos por la vía del secuestro, las amenazas, las torturas, las violaciones y el dolor.

Rediker no se ha ceñido a constatar esa transformación sino que, a lo largo de sus ensayos, ha querido indagar en cómo las relaciones sociales en el mar han cambiado el mundo. En su componente de transformación destructiva pero también en los cambios culturales, las resistencias, las alianzas entre personas distintas y los momentos de rebeldía que se daban en el contexto general de horror que acompaña al nacimiento del capitalismo moderno. De esas investigaciones han surgido una serie de libros que, en la última década, han sido traducidos y publicados en España. La hidra de la revolución, escrito a cuatro manos con Peter Linebaugh, reeditado en 2022 por Traficantes de Sueños, Entre el deber y el motín (Antipersona, 2019), Barco de esclavos (Capitán Swing, 2021) y el más reciente, Villanos de todas las naciones (Traficantes de Sueños, 2023), son una introducción a la historia universal a través del trabajo, la vida y la muerte en los océanos. Un campo de estudio que, como explica Rediker, permite salir de la perspectiva acartonada de la historia de los Estados-nación para profundizar en la historia desde abajo, una aproximación al estudio de la historia que comparte con referentes como E.P. Thompson, Eric Hobsbawm, o sus colegas del movimiento Midnight Notes Collective, Linebaugh y Silvia Federici.

¿En qué consiste ‘la historia desde abajo’?
Es abordar la historia colocando a los trabajadores comunes en el centro del estudio. Suelen quedar fuera de los libros, que casi siempre cuentan la historia desde arriba. Sobre reyes y reinas, presidentes y, por lo general, grandes hombres blancos. La historia desde abajo adopta una perspectiva más democrática e inclusiva, en el sentido de que todo el mundo cuenta. Pones a los trabajadores en el centro, intentas recuperar sus voces. Y, sobre todo, mostrar cómo moldearon la creación de la historia. A veces tienen el poder de cambiar el desarrollo histórico, especialmente a través de la resistencia.

¿Cómo se investiga esa historia desde abajo? Porque hay pocos registros de personas de orígenes humildes.
Es el gran desafío. ¿Cómo se consiguen fuentes históricas sobre personas que no dejaron muchos documentos propios? Requiere ser muy creativo. En primer lugar, hay que tomar los documentos producidos por las élites y leerlos a contrapelo, entre líneas, para que revelen secretos que, a veces, los creadores de esos documentos no querían revelar. También se puede recurrir a los registros legales, porque los pobres se encuentran muy a menudo en el lado equivocado de la ley. Cuando fui a Londres para trabajar en los documentos del Tribunal Superior del Almirantazgo, descubrí que en casos de disputas salariales, motines o piratería, los marineros acudían al tribunal para hacer una declaración, y el escriba anotaba sus palabras. Si quieres hacer historia desde abajo, tienes que entender cómo la sociedad que estudias elabora documentación sobre los pobres.

En La hidra de la revolución cuentas la historia de los orígenes del capitalismo, pero desde abajo, desde la perspectiva de las personas pobres. ¿Había pocos estudios sobre los orígenes del capitalismo desde esta perspectiva?
Hay muchos estudios sobre los orígenes del capitalismo, muchas historias económicas, pero tienden a dejar fuera a las personas que lo construyeron. Si estudias historia económica, podrías pensar que las mercancías se mueven por el mundo por sí solas, que no hay mano de obra involucrada. Lo que Peter Linebaugh y yo hicimos en La hidra de la revolución fue mostrar cómo este vasto y sangriento proyecto —la construcción de un nuevo orden capitalista global— se veía desde arriba, desde el punto de vista de Hércules y cómo se veía desde abajo, desde el punto de vista de la hidra a la que Hércules cortaba las cabezas una y otra vez. Porque cuando cortaba una, dos cabezas nuevas crecían en su lugar.

Descubrimos que marineros, esclavos, plebeyos de todo tipo, trabajadores, siervos temporales, tenderas, prostitutas…, en definitiva, los más pobres, fueron fundamentales en el gran drama de la construcción del capitalismo. Y que resistieron. Esta es una parte muy importante: no siguieron ciegamente las órdenes de arriba, se defendieron, lucharon. Rebeliones, levantamientos… a veces hasta una revolución. Queríamos incluir la resistencia en la historia, y mostrar cómo estos trabajadores moldearon la trayectoria histórica.

La hidra de múltiples cabezas, contra la que luchaba Hércules, es una figura mitológica que fue utilizada en el siglo XVII por Francis Bacon y otros autores para demonizar a los rebeldes. ¿Por qué crees que eligieron esta figura?
Es más importante la elección de la figura de Hércules, la figura del gran poder. Hércules realizó los 12 trabajos para alcanzar la inmortalidad. Así que los poderosos se veían a sí mismos como Hércules. “Tenemos un trabajo hercúleo para construir este nuevo sistema económico. Y ¿quién se interpone en nuestro camino, quién nos dificulta lograrlo?”. Las élites utilizan constantemente ese antiguo mito para describir lo que tratan de hacer, su proyecto. Buscamos conceptos que estuvieran en la mente de los actores de esa época, porque son un reflejo más genuino de su conciencia real.

Explicáis cómo cada cabeza de la hidra representa un grupo social considerado peligroso por el poder.
Para nosotros, las cabezas centrales de la hidra eran, ante todo, africanos esclavizados, porque su fuerza de trabajo era transportada a través de la trata de seres humanos desde África occidental a las plantaciones de las Américas. Su trabajo impulsó la economía capitalista global durante un par de siglos. Son la cabeza central de la hidra.

Otra de las cabezas, de casi la misma importancia, la forman los marineros. Son cruciales porque se mueven mucho y desarrollan una resistencia propia, pero también conectan las luchas de otros trabajadores. Por ejemplo, gracias a que circulan, pueden llevar las noticias de un levantamiento campesino en Inglaterra hasta Barbados.

Un tercer grupo son los plebeyos, la gente común que trabaja la tierra, con frecuencia en tierras comunales. Y no nos referimos solo a Europa. Mucha gente piensa que los bienes comunes solo existen en Europa, pero también había plebeyos en África occidental que trabajaban en las tierras comunales, en el Caribe y Norteamérica Precisamente, uno de los proyectos históricos del capitalismo es despojar a esas personas de sus tierras, para desposeerlas. Las personas que tenían los derechos comunes sobre esas tierras fueron expulsadas por los cercamientos y se convirtieron en el primer proletariado asalariado, porque no tenían nada que vender excepto sus manos. Cuando pierdes tus tierras, puedes convertirte en siervo temporal e ir a EE UU a trabajar en una plantación de tabaco en Virginia. Puedes convertirte en marinero y navegar hacia el Caribe. Los siervos temporales serían la cuarta cabeza de la hidra. Las mujeres trabajadoras, especialmente en las zonas urbanas, son otra de las cabezas.

¿Es posible darle otro nombre además del de hidra?
Si te fijas, en La hidra de la revolución utilizamos el término ‘proletariado’ en lugar de clase obrera, y lo utilizamos en el sentido romano del término. Un proletario en la antigua Roma era alguien que no tenía propiedades, de la clase social más baja, y se refiere específicamente a las mujeres que servirían al Estado reproduciendo soldados. Así que el concepto original de proletariado se refería a una mujer. Y se relaciona con una preocupación más amplia: queríamos hacer un retrato del mundo de los trabajadores que incluyera tanto a los asalariados como a los no asalariados. Esto incluiría a las mujeres pero también a los esclavos, a los que con frecuencia se excluye de la historia laboral porque no trabajaban por un salario.

Sostienes que los barcos de esclavos dieron forma al mundo moderno, ¿en qué sentido?
Muchas investigaciones recientes muestran que la esclavitud fue fundamental en los orígenes del capitalismo. Durante mucho tiempo, la gente siguió a Adam Smith, que pensaba que el trabajo asalariado era superior moral y económicamente al trabajo esclavo. Para los economistas que provenían de esa tradición clásica, la esclavitud no tenía nada que ver con el capitalismo. Pero ahora hay investigaciones que muestran que las ganancias acumuladas en la trata de esclavos, en el sistema esclavista, impulsaron la industrialización. Son cosas estrechamente relacionadas.

La violencia de la esclavitud fue fundamental en el ascenso del capitalismo. También podemos fijarnos en las consecuencias culturales de la trata de esclavos. Pensad en el papel de la música negra en todo el mundo, en los géneros musicales que se desarrollaron a raíz de la diáspora africana: el blues, el jazz, el soul… Todos estos géneros musicales son productos del movimiento de millones de personas y del dolor que experimentaron en ese proceso. Vivimos con la riqueza cultural que, de manera dialéctica, surgió del horror.

Señaláis que en la historia laboral moderna se hace hincapié en la clase obrera blanca, en los trabajadores industriales, ocultando la historia del proletariado atlántico. ¿Cómo era ese proletariado?
El Estado nación ha sido el marco de la historia durante los últimos 300 años. Casi todas las historias están escritas desde el punto de vista del Estado nación, y la mayoría glorifican sus logros. Y, en ese sentido, tienden a dejar de lado las dimensiones internacionales de la historia. Los marineros rara vez forman parte de las narrativas nacionales. Se les considera marginales. Cuando empecé a estudiar a los marineros, muchos historiadores del trabajo no los consideraban parte de la historia laboral porque no producían una mercancía y trabajaban fuera del Estado nación. Pero, ¡son fundamentales para el sistema capitalista global! Así que esto se remonta al tema del nacionalismo y a cómo ha dominado la escritura de la historia.

En el siglo XIX, con la industrialización, está la historia de la clase obrera nacional. Eso crea una suerte de anteojeras, que dificultan ver a esas otras personas que no son trabajadores industriales y que existen fuera de ese marco. En cierto sentido, nuestro objetivo era crear una nueva definición de lo que es la clase trabajadora, y mostrar que la historia laboral es más antigua de lo que pensábamos. Ese proletariado atlántico inventó muchas cosas que forman parte de nuestra modernidad, como la huelga.

¿Cómo?
En 1768 los marineros londinenses sufren un recorte salarial. ¿Qué hacen? Se acercan a los barcos y arrían las velas para que no puedan salir. En inglés, en lenguaje marítimo, arriar una vela se llama to strike, golpear la vela. Los barcos no se mueven. El capital no se acumula. Y la clase obrera es un nuevo tipo de poder. Este proletariado marítimo es también el origen de la bandera roja, que se convirtió en el símbolo de los movimientos socialistas y comunistas de todo el mundo. Originalmente era un símbolo naval. ¿Qué sucedía en medio de una batalla si levantabas la bandera roja? Significaba: “No nos rendiremos y no aceptaremos su rendición. Lucharemos hasta la muerte”. Los piratas la convirtieron en una de sus banderas, una de tantas. Y esto, por un circuito complicado, acaba siendo adoptado por los movimientos obreros de Europa como símbolo.

Y la mano de obra esclava también forma parte de este proletariado.
De hecho, es una parte central del mismo. El azúcar era uno de los productos básicos más importantes de la historia mundial. Y las plantaciones de azúcar en el Caribe y en Brasil eran escenarios de horror casi inimaginables, en las que se hacía trabajar a la gente hasta morir, literalmente. A los abolicionistas se les ocurrió este lema: “El azúcar se hace con sangre”, con la sangre de los trabajadores africanos. Queríamos enfatizar no solo la centralidad del trabajo esclavo, sino también sus conexiones con estos otros tipos de trabajo, especialmente el trabajo marítimo.

Al final de La hidra de la revolución señaláis que hasta 1790 había una concepción de la humanidad que era igualitaria y multiétnica, que es derrotada en ese momento, para dividirse en dos.
Es derrotada por las concepciones modernas de raza, de clase y de nacionalidad. Lo que una vez estuvo conectado y, en ciertos momentos, unido, se divide. A partir de ese momento se hace más difícil ver esa unidad potencial de la raza humana. En la década de 1790, que es una era radical, ciertas cosas se ganan, pero otras se pierden. Y el auge del nacionalismo es una parte muy importante de todo eso.

Y eso dura hasta ahora.
Sí, dura hasta ahora, pero... La gente ya no le ve la utilidad. Al escribir historia, por ejemplo, se ve que las viejas historias nacionales ya no tienen mucho sentido. La historia transnacional, la historia desde abajo, han mostrado la incoherencia de las antiguas historias, que podríamos llamar liberales de la Guerra Fría. El desafío es escribir un tipo diferente de historia para elaborar una nueva síntesis que dé sentido a todo, nacional e internacional. Es uno de los objetivos de La hidra de la revolución, proyectar una nueva visión de los siglos XVII y XVIII y ver cómo podemos mirarlo desde abajo.

Estamos acostumbrados a una imagen muy romántica de los piratas como rebeldes y villanos. Pero en Villanos de todas las naciones presentas una interpretación política de la piratería.
En la era dorada de la piratería se capturaron miles de barcos y eso creó una crisis en el sistema de comercio mundial. Una de las cosas que interrumpieron fue la trata de esclavos, algo muy molesto para las clases dominantes de la época. Muchos marineros comunes se convirtieron en piratas. Cruzaron la línea, arriesgaron sus vidas. Sabían que había muchas posibilidades de que los ahorcaran si los atrapaban. Una de las preguntas que me hice fue por qué estaban dispuestos a hacerlo. Su vida como marineros comunes era muy dura, con mala comida, bajos salarios y capitanes de barcos extremadamente violentos. Muchos dijeron: “Vivamos libremente, aunque solo sea por un tiempo”. Tenían una frase para describirlo: “Una vida feliz y corta”.

Los piratas generaron una crisis mundial. Se emprendió una campaña de exterminio, cientos de ellos fueron ahorcados. Colgaban sus cuerpos con cadenas y los cuervos picaban los globos oculares del cadáver. Los ponían en la entrada del puerto para que cualquier marinero lo viera: “Esto es lo que hacemos con los piratas. Esto es lo que haremos contigo. Somos despiadados”. Y fueron despiadados. Hay una guerra en torno a la piratería, y es una suerte de guerra de clases.

También señalas que lucharon en nombre de un orden social diferente. ¿Cómo describirías este orden social?
Reorganizaron la nave. Habían sido marineros navales y de barcos mercantes. Esas naves operaban de manera autoritaria y jerárquica. Me interesaba estudiar si los piratas reproducían lo que habían aprendido. Y no, hicieron algo completamente diferente. Lo que buscaban, en primer lugar, era limitar el poder del capitán, porque habían sufrido a estos capitanes increíblemente poderosos. Elegían a su capitán democráticamente, en un momento en que los pobres no tenían derecho a votar en ningún lugar. También crearon lo que llamaron artículos, las reglas del barco, una pequeña constitución para el barco. Crearon el puesto de contramaestre, que era el miembro de mayor confianza de la tripulación. Ejercía de tribuno del pueblo y vigilaba al capitán para asegurarse de que no se excediera con la autoridad que se le había otorgado. Además, se reservaron el derecho de deponer al capitán. También repartían su botín de forma muy equitativa, muy distinta a cómo se repartían los recursos en los barcos navales o mercantes. Crearon un sistema de seguridad social para los piratas que resultaban heridos en combate, como le pasaba con frecuencia a los marineros. Crearon una especie de utopía para sí mismos. Quiero decir, era un mundo controlado por marineros comunes, no por comerciantes adinerados ni violentos capitanes de barcos. E hicieron de la tripulación el poder soberano de su orden social.

Es como un experimento democrático pero, ¿dónde habían aprendido esas habilidades?
Las habían aprendido en la cubierta inferior de los barcos en los que trabajaban. En otras palabras, estas tendencias democráticas e igualitarias siempre estuvieron ahí, pero fueron reprimidas por el poder. Una vez que tuvieron el poder de organizar su propio barco, esas ideas brotaron.

Has escrito sobre el impacto de la revolución haitiana en el sistema de esclavitud y también en la piratería. ¿De qué manera esa experiencia ha cambiado el mundo, al menos en el Atlántico?
En mi opinión, la revolución haitiana, que estalló en 1791, no terminó hasta alrededor de 1804, porque tres potencias imperiales intentaron capturar Haití, una colonia azucarera muy lucrativa. Cuando termina en 1804, el movimiento contra la trata de esclavos triunfa en Gran Bretaña y en EE UU, y en 1807, 1808 se abolió la trata de esclavos, aunque no la esclavitud. En mi opinión, la revolución haitiana es el principio del fin de la esclavitud. La revolución da a las personas esclavizadas de todo el hemisferio occidental la esperanza de derrotar la esclavitud. Ahora bien, eso no significaba que fuese fácil de hacer. Pero había esperanza, la gente podía ver que esa situación podía llegar a su fin. Y es una pena terrible que eso se haya omitido, la gente solo hablaba de la Revolución Francesa. La revolución haitiana fue mucho más radical y, en algunos aspectos, más significativa.

Sí. Siempre es como una nota a pie de página.
Sí, es como una nota a pie de página, cuando debería ser la bisagra en la que giran las cosas, ¿verdad? El mundo no volvió a ser el mismo después de eso, después de demostrar que se podía derrotar al sistema colonial.

¿Crees que hay algún tipo de correlación entre el uso de los océanos en los siglos XVII y XVIII y la concepción actual de los océanos?
En unos días voy a Ámsterdam para participar en una conferencia sobre La solidaridad marítima, pasado y presente. Vinculamos la opresiva historia del Atlántico y la resistencia dentro de él con el Mediterráneo contemporáneo. El libro que estoy escribiendo ahora trata sobre cómo en los EE UU en el siglo XIX se escapaba de la esclavitud por mar. Tenemos esta imagen del ferrocarril subterráneo [Underground Railroad], ¿verdad? Pero no estaba bajo tierra, ni fue por ferrocarril. La mayoría de la gente escapó por mar. Los fugitivos contactaban a un marinero, un trabajador portuario o una tendera —las tenderas desempeñaron un papel muy importante en todo esto. Se introducía de contrabando a los fugitivos a bordo del barco y luego les llevaban a un puerto del norte donde se había abolido la esclavitud. Este sistema de escape marítimo es probablemente uno de los primeros movimientos de solidaridad con los migrantes. La pregunta es ¿cómo lo hicieron? Hay una serie de lecciones del siglo XIX que tienen implicaciones para los activistas de hoy en día.

¿Como cuáles?
Algo que los abolicionistas entendieron muy bien es que, si vas a ayudar a la gente a escapar por mar, debes estar dispuesto a infringir la ley, porque la esclavitud era legal. Si ayudabas a un prófugo, era ilegal. La gente fue a la cárcel, algunas personas murieron en prisión. Tienes que estar dispuesto a infringir la ley. No significa que no puedas trabajar dentro de la legislación nacional e internacional para crear la mejor situación posible, pero tienes que estar dispuesto a actuar contra el poder estatal. En segundo lugar, hay que escuchar a los fugitivos. Tienes que amplificar sus voces, entender por qué están intentando escapar, dejar que te enseñen. Los fugitivos que escaparon de las plantaciones del sur enseñaron a los abolicionistas lo que era la esclavitud. ¡La mayoría de estos abolicionistas blancos nunca había estado en el sur! No tenían ni idea de lo que pasaba realmente en las plantaciones. Hay una historia sobre un hombre afroamericano que está en el salón de un abolicionista con un grupo que está anotando la historia de su vida. Y uno de ellos le mira, sugiriendo que no se cree su historia. ¿Qué hace el hombre? Se pone de pie. Se desabrocha la camisa y se la baja para mostrar el tejido de cicatrices de su espalda. “¿No me crees? Tengo las pruebas”. Estos fugitivos enseñaron a los abolicionistas qué era la esclavitud en términos humanos. Las personas que viajan en estos barcos de migrantes pueden hacer lo mismo, hay mucho que aprender de ellos.



martes, enero 9

Un anillo para vigilarnos a todxs

 

Ring: observa, escucha y habla a tus visitas. Este es el eslogan con el que Amazon describe sus vídeo-timbres. Se trata de una tecnología de vídeo-vigilancia que cualquiera puede instalar en la puerta de su casa por el módico precio de entre 45 y 230 euros.

Democratización de la vídeo-vigilancia

La cartera de productos de Ring se compone de decenas de opciones entre las que se pueden comprar vídeo-timbres, cámaras de seguridad, kits de alarmas, repetidores, soportes, adaptadores y baterías. No todas han llegado al Estado español, pero pronto lo harán. Ya lo avisa la empresa, con un premonitorio ‘No disponible por el momento’, en varios de los productos anunciados en la página web de Amazon.

Es la era del vídeo-portero, una cámara con funciones más o menos sofisticadas según el modelo adquirido. Para poner un ejemplo: el dispositivo se enciende al detectar movimiento en las cercanías de la puerta; quien tiene la propiedad de Ring recibe una notificación en su teléfono móvil; a través de la cámara ve en directo quién se encuentra ante la puerta. Con las versiones más avanzadas del producto comienza a grabar o puede incluso entablar una conversación a través de la función de vídeo-llamada de Ring. ‘Estoy haciendo la compra, espérame 5 minutos, que ya llego a casa’. Nada que no se pudiera resolver con una llamada tradicional.

Una base de datos de metraje cuasi doméstica

Luego volveremos al reparto de todo tipo de mercancías, por el que Amazon se ha dado a conocer en el mundo entero. De momento, recordemos que la empresa de Jeff Bezos lleva ya años inmersa en una carrera por hacerse con el mercado de la domótica casera. Entre otras adquisiciones, en el año 2018 compró Ring por más de 800 millones de uros. En ese momento, sacó de su catálogo productos rivales que antes se podían pedir desde Amazon, como el vídeo-timbre inteligente de Google.

Volvamos a las grabaciones. Si se quiere acceder al historial de archivos del vídeo-portero se debe contratar el plan Ring Protect que está disponible con precios variables según se conecten una o varias cámaras. De no contratar esa suscripción no hay manera de visualizar las grabaciones pasadas unas horas desde la notificación, tampoco se pueden almacenar en un dispositivo propio. Tecnología privativa, claro estaba. Aunque la persona que ha instalado un vídeo-portero Ring no tenga acceso, Google guarda en sus propios servidores el metraje grabado. Por lo que pueda pasar.

Cesión de datos a las autoridades

Lo que puede pasar, por ejemplo, es que Ring comparta datos o vídeo con la policía si hay una investigación en la zona donde una cámara está instalada. En informes de la propia compañía de 2021 se comunicaba que se habían firmado acuerdos con más de 2000 departamentos de policía y bomberos en Estados Unidos. En principio, Ring contactaría con quienes tienen la propiedad del vídeo-portero para que compartieran información bajo petición de las autoridades. En la práctica, no siempre ocurre así. De hecho, en verano de 2022 se hizo público que Amazon había proporcionado, sin ese permiso, imágenes a los cuerpos de seguridad hasta en once ocasiones en lo que iba de año.

El uso de esta tecnología por parte de la policía estadounidense ha generado preocupación y suscitado algunas investigaciones de prensa y de activistas en defensa de los derechos humanos. En febrero de 2021, por ejemplo, la Electronic Frontier Foundation reveló unos correos electrónicos en los que la policía de Los Angeles solicitaba a personas que habían instalado Ring en sus domicilios acceso a sus grabaciones. El objeto de aquella investigación policial no era resolver ningún crimen, sino recopilar información sobre las protestas contra la violencia policial del Movimiento Black Lives Matter. Era la «primera prueba documentada de que un departamento de policía solicitó específicamente imágenes y vídeos de dispositivos de vigilancia doméstica en red relacionados con la actividad política».

Las trabajadoras contra los abusos de Amazon

A principios de 2020 Max Eliaser, ingeniero de Amazon filtró información y pidió a la compañía que Ring fuera cerrada por los problemas de privacidad que acarrea, alegando que estas tecnologías no son compatibles «con una sociedad libre». Poco después la empresa aplicó cambios a sus políticas internas para controlar lo que sus empleadas podían o no contar en sus declaraciones públicas, que debían ser aprobadas previamente por sus superiores y llegando a tipificar internamente castigos como el despido de no acatar el nuevo reglamento.

La decisión tenía por objeto neutralizar denuncias como las de Eliaser, que contó cómo empleadas y subcontratas de Ring tuvieron acceso a vídeos privados sin límites ni aceptación por parte de quienes habían instalado las cámaras en su hogar o sus inmediaciones. También pretendía neutralizar las acciones de cualquier otra empleada crítica; como las que forman el grupo amazonemployees4climatejustice, que viene denunciando el impacto de la empresa en el cambio climático; o las que denuncian el uso de la nube de Amazon para la persecución administrativa a personas migrantes.

Más de 400 empleadas firmaron entonces a una campaña conjunta para denunciar públicamente los abusos de la compañía e intentar frenar los inminentes despidos de algunas de sus compañeras.

La clase trabajadora vilipendiada con ayuda de Ring

Las redes sociales han ayudado a popularizar Ring porque estas cámaras se han convertido en una fuente inmensa de contenidos para ellas. Algunas de las personas que tienen uno de estos vídeo-porteros se han encontrado en su metraje episodios cómicos y han decidido subirlos a TikTok, Instagram o Facebook burlándose de quienes aparecen, de manera no consentida y la mayoría de las veces no consciente, en sus vídeos.

En febrero de 2022, la periodista Gita Jackson publicaba un artículo en el que explicaba cómo esta tendencia había mutado en TikTok. Algunas de las personas que usan la red social dejan una nota en su puerta a los repartidores que vienen a entregar paquetes a su domicilio, forzándoles a bailar para las cámaras de vigilancia, y después suben a la plataforma el vídeo. Jackson apuntaba que, si bien el repartidor no está obligado a satisfacer la extraña petición, «debido a la obsesión por el cliente de Amazon, algunos conductores se sienten presionados a hacer cualquier cosa que diga un cliente para evitar recibir una mala crítica o una queja» y recogía declaraciones de trabajadores como esta: «Técnicamente, si el repartidor no sigue las instrucciones, puede recibir una penalización por no hacerlo!».

Amazon a la búsqueda de ampliar Ring

En noviembre de 2022 Amazon España publicó una nueva oferta de trabajo: «Buscamos un gestor de programas entusiasta para Ring». Señalaban que «el candidato ideal es un pensador estratégico, práctico, muy orientado a los procesos y a los datos».

Entre las responsabilidades del puesto destacan «la colaboración con los directivos y las partes interesadas para identificar los objetivos o crear contenidos». Esas partes interesadas, viendo cómo se ha desarrollado el trabajo en otros países, bien podrían ser las fuerzas de seguridad del Estado, filiales de redes sociales o canales de televisión. De momento, no hay indicios de que se hayan firmado en nuestro territorio acuerdos como los ya comentados de Estados Unidos. Sin embargo, entre las cualificaciones preferidas de quienes se postulen a la oferta de trabajo se citaba la importancia de encontrar un «hábil negociador con experiencia demostrada en la búsqueda de formas creativas de hacer más con menos».

No se sabe cómo desempañará esa persona su trabajo y qué consecuencias podrán tener para la sociedad civil los acuerdos que impulse su departamento. Lo que sí podemos hacer, desde un punto de vista de personas usuarias y compradoras, es rechazar las tecnologías que no nos son soberanas y que no respetan nuestra privacidad ni nuestros derechos fundamentales.

 

Periódico CNT 

sábado, enero 6

No podréis pararnos. La lucha revolucionaria en Italia

 


Autor: Alfredo Bonanno. Editorial Klinamen. Primera edición en castellano en 2005 (revisada en 2006). 378 páginas.

«Porque criticamos constructivamente a todos aquellos que se retardan en posiciones de compromiso con el poder o que sostienen ya imposible la lucha revolucionaria. Porque mucho mejor que esperar, estamos decididos a pasar a la acción incluso cuando los tiempos no están maduros. Porque queremos acabar con este estado de cosas ya, y no cuando las condiciones externas hagan posible su transformación. He aquí los motivos por los que somos anarquistas, revolucionarios e insurreccionalista

El pasado 6 de diciembre falleció Alfredo María Bonanno, un destacado teórico y activista anarquista italiano. Bonanno fue redactor de las revistas Provocazione y Anarchismo durante la década de los ochenta. Además, fue el autor de numerosos ensayos (como Poder y ContrapoderLa dimensión anárquicaTeoría y práctica de la insurrecciónLa destrucción necesaria y Afinidad y organización informal) y panfletos (como «La tensión anarquista», «Otra vuelta de tuerca del capitalismo» y «El placer armado«). Este último texto fue prohibido en Italia y le supuso una condena a dieciocho meses de cárcel, por hacer “apología de la violencia y subversión”.

Como dice Helios Escalante en Twitter, «para muchos de nosotros sus textos y su práctica fueron importantes en los años 90 y 2000 y abrieron debates sobre la organización y la acción libertarias en el contexto español«. Pese a las diferencias filosóficas o estratégicas que cada una pueda tener con él, sus aportaciones teóricas y prácticas al anarquismo han sido fundamentales para cualquier activista de nuestra generación y siempre le estaremos agradecidas por ello.

En el ensayo No podréis pararnos se pueden encontrar una serie de textos que intentan dar una visión amplia del pensamiento de este autor tratando de exponer lo más característico del insurreccionalismo que él mismo difundió. El libro conjuga la historia más reciente del anarquismo italiano con un posicionamiento teórico que es imprescidible para entender el insurreccionalismo que se ha ido extendiendo como práctica política en algunos países europeos y latinoamericanos.

En cuanto a las críticas (constructivas) que se han hecho al pensamiento de Bonanno, cabe destacar el texto «Anarquismo de Praxis y Desarme Teórico: Cincuenta sombras de Bonanno«, de Miquel Amorós.

Pero más allá de sus contribuciones teóricas, Bonanno fue ante todo, un hombre de acción. «Porque queremos destruir el orden capitalista de la realidad mundial que gracias a la reestructuración informática se ha convertido tecnológicamente útil, solamente a los gestores del dominio de clase. Porque estamos por el ataque inmediato y destructivo contra estructuras concretas, individuos y organizaciones del capital y del Estado«, escribe.

Fue detenido y encarcelado en 1989 por un robo frustrado a una joyería en Bérgamo, por el que resultó condenado a dos años de prisión. En noviembre 1995 fue detenido de nuevo, cuando el fiscal italiano Antonio Marini impulsó el “Proceso Marini”, una operación policial y judicial que se saldó con la detención de 68 anarquistas. Alfredo María Bonanno fue acusado de ser el autor intelectual e ideólogo de una organización criminal, a raíz de la publicación de su texto «Nueva vuelta de tuerca del capitalismo» (el cual se incluye en este libro que estamos reseñando). El “Proceso Marini” culminaría el 20 de abril de 2004 con la condena de 11 de las activistas detenidas. Bonanno, sería uno de ellas, sentenciado a 6 años de cárcel por “apología y propaganda subversiva”, entre otros delitos.

El apéndice de este libro incluye un repaso de estos hitos judiciales en los que se vio envuelto el autor en Italia y gran parte de los sectores más combativos del anarquismo italiano, narrados en primera persona y poniendo de manifiesto las características excepcionales y más escandalosas del “Proceso Marini”.

Unos años después de cumplir la condena – y después de que la editorial Klinamen editara No podréis pararnos – Bonanno fue detenido de nuevo en 2009, esta vez en Grecia. Se le acusaba de participar en el robo de más de 46.000 euros en un banco de Atenas. Finalmente, fue condenado a cuatro años de prisión por complicidad con el atraco – mientras que a su compañero Christos Stratigopoulos fue condenado a ocho años – y la pena se sustituyó por la expulsión del Estado griego en 2010, atendiendo a su avanzada edad y tras una considerable campaña internacional de solidaridad con los detenidos.

No podréis pararnos es un libro muy importante para entender los años posteriores a los Años de Plomo que sacudieron los movimientos revolucionarios en los 70. En él, tras pasar por el duro golpe represivo, lanza una crítica feroz a la organización formal y apuesta por una práctica insurreccional desde la teoría a la práctica.

El libro se puede descargar en PDF en la web de la desaparecida editorial Klinamen

 

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miércoles, enero 3

Los orígenes del fascismo

 

 
Junto con el historiador David Alegre, nos adentramos en los orígenes del fascismo.
Hablaremos de la sociedad en la que surgió, las fuentes de las que bebió, y los compañeros de viaje que le siguieron. Quiénes decidieron empujarlo hacia adelante y a quién servían los fascistas.
Lo haremos recorriendo los años 20 y luego 30, intentando pararnos en qué estrategias siguieron para pasar de ser un movimiento marginal a un agente político de primer orden en la Europa de la década de los 30.