Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

viernes, marzo 30

Dios es inglés


1637
Bahía de Massachusetts

«Dios es inglés»

dijo el piadoso John Aylmer, pastor de almas, hace unos cuantos años. Y John Winthrop, fundador de la colonia de la bahía de Massachusetts, afirma que los ingleses pueden apropiarse de las tierras de los indios tan legítimamente como Abraham entre los sodomitas: Lo que es común a todos no pertenece a nadie. Este pueblo salvaje mandaba sobre vastas tierras sin título ni propiedad. Winthrop es el jefe de los puritanos que llegaron en el Arbella, hace cuatro años. Vino con sus siete hijos. El reverendo John Cotton despidió a los peregrinos en los muelles de Southampton asegurándoles que Dios los conduciría volando sobre ellos como un águila, desde la vieja Inglaterra, tierra de iniquidades, hacia la tierra prometida.
Para construir la nueva Jerusalén en lo alto de la colina, vienen los puritanos. Diez años antes del Arbella, llegó el Mayflower a Plymouth, cuando ya otros ingleses, ansiosos de oro, habían alcanzado, al sur, las costas de Virginia. Las familias puritanas huyen del rey y sus obispos. Dejan atrás los impuestos y las guerras, el hambre y las pestes. También huyen de las amenazas del cambio en el viejo orden. Como dice Winthrop, abogado de Cambridge nacido en cuna noble, Dios todopoderoso, en su más santa y sabia providencia, ha dispuesto que en la condición humana de todos los tiempos unos han de ser ricos y otros pobres; unos altos y eminentes en poder y dignidad y otros mediocres y sometidos.
La primera vez vieron los indios una isla andante. El mástil era un árbol, y las velas, blancas nubes. Cuando la isla se detuvo, los indios se acercaron, en sus canoas, para recoger fresas. En lugar de fresas, encontraron la viruela.
La viruela arrasó las comunidades indias y despejó el terreno a los mensajeros de Dios, elegidos de Dios, pueblo de Israel en las arenas de Canaan. Como moscas han muerto los que aquí vivían desde hace más de tres mil años. La viruela, dice Winthrop, ha sido enviada por Dios para obligar a los colonos ingleses a ocupar las tierras desalojadas por la peste.

Memorias del fuego I. Los nacimientos.
Eduardo Galeano

martes, marzo 27

La impronta situacionista


No es casual que, entre las acciones de agitación que se planteaba realizar la Internacional Situacionista (IS) en su manifiesto de 1960, se encontrara la ocupación de la sede parisina de la Unesco, concebida como “la concentración directiva de la cultura localizada en un solo edificio”.

Y es que, en el cuestionamiento radical de la cultura en tanto que sustento básico del sistema del espectáculo y, al mismo tiempo, en la llamada insistente a la creación de una nueva cultura que, en sí misma, propicie la necesidad de tomar las riendas de nuestras propias vidas, se encuentra uno de los ejes principales de la impronta situacionista que emergió del empeño apasionado de un puñado de artistas en los inicios de la segunda mitad del siglo XX.

En el libro "Rupturas situacionistas", Aurelio Sainz toma como punto de partida el carácter central que la cultura ocupó en la IS desde su texto fundacional de 1957 para establecer un recorrido minucioso por la propia evolución del movimiento situacionista, basándose, especialmente, en el análisis de los presupuestos teóricos en que se apoyó.

Una evolución, pues, que en el ensayo se articula en dos partes: una primera, que abarca desde el inicio de la IS hasta el año 1962 y que se caracteriza por su propuesta de “superar el arte” a través de una revolución cultural.

Y una segunda parte, que se inicia a partir de 1962 con la intensificación política de todas sus expectativas teóricas hasta fundirse en la acción colectiva transformadora que supusieron los hechos de Mayo del 68. Esto no significa que la implicación política ganara la partida al arte, sino que, para los situacionistas, se había convertido en la misma cosa.

En este sentido, un ejemplo cercano de que la apuesta de la IS no fue una mera puesta en escena de artistas fuera de órbita -como a veces se suele interpretar- fue el hecho de que, en el Estado español, la recepción de los situacionistas no fue en su momento una iniciativa de un grupo de artistas o agentes culturales, sino de organizaciones como Acción Comunista, el Movimiento Ibérico de Liberación (MIL) y, en general, de todos los grupos que se movían en la heterodoxia marxista, la autonomía y el consejismo obrero que fue, precisamente, el sustrato político del que más se nutrió la IS en su segunda etapa.

La descolonización de la vida cotidiana

Uno de los aspectos más interesantes del trabajo de Aurelio Sainz es el modo en que evita la seducción teórica, guardando una distancia metódica y crítica con la producción textual de la IS (verdaderos exploradores de “la fuerza de la palabra”), para poder así vertebrar su ensayo a través de las analogías y diferencias que los situacionistas mantienen con autores como W. Benjamin, T. Adorno o H. Marcuse, además de teóricos de la vanguardias artísticas como P. Bürger o F. Jameson, entre otros.

Por eso resulta acertada la caracterización que Sainz hace de la IS como uno de los retos artístico-políticos más exigentes del siglo XX, ya que, para el autor, la ruptura de la IS respecto a los anhelos de muchos artistas del pasado consistió, sobre todo, en que “para los situacionistas no se trata de poner el arte al servicio de la revolución, sino de proponer una revolución social llevada a cabo de forma autónoma y con sus propios medios”.

En esta misma dirección, el libro también nos brinda la posibilidad de obtener una visión de conjunto de todos esos “medios propios” que fueron ideados en el seno de la IS para la consecución de sus objetivos. Medios como “la construcción de situaciones” (base fundamental que da nombre al movimiento), el urbanismo unitario, la psicogeografía, el détournement (desvío), la deriva y la apuesta por el juego.

También es destacable el análisis que se ofrece en la segunda parte del libro de La sociedad del espectáculo de Guy Debord. En especial, de los conceptos de Separación, Historia y- sobre todo- de Tiempo defendidos por Debord.

No en vano, tiempo y vida (individual y colectiva) se identifican de forma tan estrecha en los situacionistas, que todas sus propuestas de transformación confluyen en un solo propósito: la descolonización liberadora y total de la vida cotidiana.

Estas palabras escritas en el número 3 de la revista de la IS (1959) lo expresan muy bien: “El acto situacionista más sencillo consistirá en abolir todos los recuerdos del empleo del tiempo de nuestra época. Es una época que, hasta ahora, ha vivido muy por debajo de sus posibilidades”.


Alfonso López Rojo
Setmanari Directa, núm. 253, diciembre de 2011

sábado, marzo 24

José Pérez Ocaña


José Pérez Ocaña. Comúnmente citado y conocido como Ocaña. Cantillana (Sevilla), 24-3-1947 / Sevilla, 18-9-1983. Pintor, bixexual confeso, activista por los derechos de los homosexuales y libertario de creencias. Residenciado desde 1971 en Barcelona, se relacionó con artistas de toda índole (Nazario, Camilo, Copi, Enric Majó, Ventura Pons, Jesús Garay, Carlos Cano, María José Magaz, etc.) y contó con no poca popularidad en el barrio de Las Ramblas (se paseaba travestido con ropajes impactantes). Montó exposiciones pictóricas (en bares, librerias, galerias, museos, etc.), teatrillos y procesiones en las que su estética y convicciones vitales refulgían. Participó en actos culturales promovidos por el movimiento anarquista y la CNT (por ejemplo en las Jornadas lIbertarias de 1977).

Destacó por su modo de vida, absolutamente libre, lo que ha dejado su obra pictórica en un segundo plano, aún no lo suficientemente estudiada (se ha señalado su deuda con Chagall, el ingenuismo y el dadaísmo). Exposiciones de su obra en Cantillana (1976), Barcelona (1977, 1982, 1984), Palma (1983), Ibiza y en 1985 en el Museo Español de Arte Contemporáneo de Madrid. Intervino como actor en Hasta los ángeles mueren en el suplicio (1979) de Gérard Courant, Manderley de Jesús Garay (1979) y Silencis de Xavier Daniel (1982). En 1978 protagonizó Ocaña, retrato interminente, película de Ventura Pons. Ya muerto, ha seguido vivo: el dibujante Nazario lo homenajeó en el comic Alí Babá y los 40 maricones (1993), Andrés Ruiz López ganó un premio teatral (1985) con Ocaña, el fuego infinito (1985), Marc Rosich lo recordó en otra obra teatral Copi i Ocaña al Purgatori (2004), Juan José Moreno y Manuel Huete rodaron el documental Ocaña, la memoria del sol (2009), en 2009 se le rindió un homenaje en Barcelona y ahora en Vitoria y otras ciudades se puede ver la exposición sobre su vida y obra, Ocaña 1973-1983. Acciones, actuaciones, activismo.

* Nota biográfica de la Enciclopedia
Histórica del anarquismo español
(futura ampliación en marcha) .

miércoles, marzo 21

Bestias de carga


Edición a cargo de Local Anarquista Magdalena
11.5 x 15.5 | 84 págs. | 2011


En Bestias de carga se hace un breve repaso por la evolución de la explotación, por un lado, de la explotación de lxs humanxs sobre los demás animales; y por otro, de unxs humanxs sobre lxs
demás, señalando cómo el desarrollo de las técnicas de dominación a los dos niveles es totalmente paralelo, y cómo muchos mecanismos de esa dominación se aplicaron primero con animales no humanos y luego con humanos.
El texto busca acabar con esa «ilusión» de que ambos tipos de explotación son independientes entre sí, de manera que uno pueda existir sin el otro y no se hayan retroalimentado históricamente, y servir de refl exión tanto para lxs «animalistas apolíticxs» como para lxs «anticapitalistas especistas».
En la segunda parte, se refl exiona sobre la lucha por la liberación animal y se señalan sus puntos en común con el movimiento comunista, entendiendo por “comunista”, no la ristra de siglas y partidos en que solemos pensar, sino «el movimiento hacia la abolición de los estados, las clases, la propiedad privada, el dinero y las jerarquías de poder, y la creación colectiva de los medios para satisfacer nuestras necesidades y deseos».

Atención: Este libelo no está disponible para su distribución a librerías o colectivos. Si quieres tener Bestias de Carga en tu librería, centro social o distribuidora alternativa, puedes escribir a:


libreriamagdalena@gmail.com

domingo, marzo 18

La otra cara de "La Pepa"

Este año es el 200 aniversario de la I Constitución Española, conocida también como LA PEPA por haber sido promulgada el 19 de marzo de 1812. Grandes fastos y celebraciones oficiales (que pagamos entre todos) se preparan para tan gran efeméride, puesto que se supone que festejamos el inicio de nuestro Estado de Derecho, de la conquista de nuestras libertades y del nacimiento de la Democracia…
Pero… hay opiniones diferentes a la historiografia académica, hay voces distintas a las oficiales. Como es la del historiador Félix Rodrigo Mora, que relata cómo La Pepa fue implantada a la fuerza en contra de la opinión del pueblo, el cual fue sometido y dejado “sin voz ni voto” para instaurar unas leyes que sólo beneficiaron a los más ricos e implantaron la fiscalizadora, justiciera y represiva maquinaria del Estado que ha llegado hasta nuestros días: el régimen actual que “disfrutamos” y que Félix define como una Dictadura Constitucional Parlamentaria y Partitocrática.
Aquí podéis ver y escuchar esa “voz diferente” para poder formar vuestra propia opinión al respecto, oyendo todas las partes… no sólo las oficiales.

martes, marzo 13

Sociedad e individuo


Puede decirse que Bakunin consideraba la sociedad como la base de la existencia humana, ya que precede en el tiempo a cualquier desarrollo humano. Por lo tanto, el hombre sería producto de la sociedad y está sujeto a sus normas, al igual que al resto de las leyes naturales. Del mismo modo, es en la sociedad donde nace lo que llamamos razón y moral en una fase ulterior de su evolución. También considera Bakunin que la libertad solo es posible en sociedad, y que cuanto mayor es el desarrollo del individuo más influencia recibe del medio. Todo individuo, a su vez, influye de alguna manera en la sociedad, la cual no es más que la suma total de todas las vidas, desarrollos, relaciones y acciones de sus miembros. Ni el hombre nace como ser libre y autónomo, ni es un creador de la sociedad, sino que nace ya dentro de ella. Por eso es el producto de un medio social específico generado por una extensa serie de influencias, desarrollos y hechos históricos, lo cual determina su carácter y su naturaleza. En mayor o en menor medida, de manera más o menos consciente, cada individuo es un reflejo de la sociedad y está penetrado por sus creencias, prejuicios, pasiones y hábitos. Sería importante comprender esto, precisamente en aras de la posibilidad de desarrollar una nueva conciencia no determinada por el medio social.

Hoy, la psicología social nos demuestra la dificultad sobre el pensamiento libre, ya que el medio social y la opinión pública influyen pesadamente sobre la actitud del individuo. Es necesario un notable poder intelectual, así como cierta actitud contraria a la sociedad, para mostrar resistencia a esa enorme presión. De hecho, tal vez pueda expresarse como que es la propia sociedad la que determina la posibilidad de un pensamiento auténticamente libre, aunque siempre esté dispuesta a anularlo. Lo que es seguramente indiscutible es que el hombre es un animal social, algo que se remonta al zoon politikón de Aristóteles, al cual se refieren tantas veces como remoto origen de la psicología social. Bakunin denuncia el pensamiento idealista que parte de un ser humano libre e inmortal, a priori, para acabar convirtiéndose en un esclavo. Detrás de esta concepción, según la cual el individuo no necesita a la sociedad, está alguna suerte de caída en desgracia como son el pecado original o la pérdida de la conciencia sobre esa supuesta inmortalidad y libertad originales.

El anarquista insiste en que la sociedad es el verdadero punto de partida de la civilización, y es en ese medio donde únicamente pueden desarrollarse la libertad y la individualidad humanas. Cuántos ejemplos históricos podemos encontrar de individuos que renuncian a la sociedad en aras de una supuesta perfección espiritual, ya que identificaban la sociedad con la corrupción. Obviamente, nosotros no hablamos de religión, por lo que por mucho que rechacemos a la sociedad (y yo, particularmente, creo que tienen un mayor peso los factores irracionales en ella), hay que evitar siempre esa renuncia y estar dispuesto a enfrentarse a todo tipo de situaciones sobre las que influimos. No me refiero a eludir una mera evasión, que sería por otra parte imposible, sino también a tener en cuenta esa influencia permanente que tiene esa sociedad sobre nuestra conciencia y nuestras ideas. 

De alguna manera, somos hijos de la sociedad y de todos sus numerosos factores concurrentes.Las viejas nociones religiosas, que son también la fuente para nuevas creencias por mucho que reciban otras denominaciones, de la inmortalidad del alma, los valores innatos, el pecado original o la ilusión del libre albedrío, son el caldo de cultivo para el aislamiento y las imperfecciones (muy) terrenales. La perfección espiritual, según proclamaban los profetas, es incompatible con la riqueza material, algo que denunciaba Bakunin como una falacia hipócrita al observar a unas clases acomodadas que repetían las frases de los Evangelios.

Hoy, resulta igualmente importante seguir señalando esa hipocresía, aunque lo es también analizar un mundo material, mezquino y desigualitario, que no es igualmente rechazable. Es posible que el concepto de salvación personal religioso haya impregnado toda una sociedad contemporánea basada en la idolatría y en un individualismo insolidario. Bakunin reclamaba desprendernos de ese viejo estigma religioso, que imposibilita aceptar nuestra condición humana y finita, lo necesario del desarrollo social y potenciar al máximo los valores humanos y terrenales. La sociedad no es una limitación de la libertad de un individuo determinado por una condición inherente, sino el medio en que el ser humano llevo a cabo, o no, su desarrollo. Es por eso que, gracias a ese progreso de la sociedad, en todos sus ámbitos, se observa la posibilidad de alcanzar un grado notable de emancipación y de libertad (tanto individual, como social).


Extraído de Tierra y Libertad

sábado, marzo 10

Las buenas conciencias - Cortázar


Sos así: inteligente, clara, refinada,
vivís en armonía con las gentes, las cosas y las plantas
que has elelgido despaciosamente,
rechazando sin ruido lo que quebraba el ritmo diurno,
la calma de tus noches.

Eso no significa que ignores este caos,
este fragor de sangre que llaman siglo veinte.

Al contrario, seguís muy de cerca
cosas como el racismo, el apartheid y las transnacionales,
la sangre en Argentina y Chile y Paraguay y etcétera.

Cada tarde a las seis comprás Le Monde
y te indignás sinceramente
porque todo es violencia, violación y mentira
en Dublín en Beirut en Santiago en Bangkok.

Y después cuando vienen Paulita y Juan y Pepe
les explicás con té y tostadas que esto no puede ser,
que cómo puede ser que esto sea así, y la mesa
se llena de protestas democráticas,
de migas humanísticas y Derechos Humanos (cf. Unesco).

Todos están de acuerdo, y todos sienten
que están del justo lado, que hay que aplastar a Pinochet,
pero curiosamente
ni ellos ni vos han hecho nunca nada
para ayudar (digamos, dieron plata, se solidarizaron
algunos con campañas periodísticas),
porque les lleva lo mejor del tiempo
aplastar al fascismo con perfectas razones silogísticas
y sentimientos impecables.
Es evidente que leer Le Monde
es ya un combate frente a los que leen el Figaro.

Lo importante es saber dónde está la verdad
y repetirlo y repetirlo cada día
a los mismos amigos en el mismo café.

Casi una militancia o poco menos,
casi un peligro porque en una de ésas
te oye un fascista y ahí nomás te fichan.

Oh, querida, ya es tarde,
andá a dormir pero antes, claro,
las últimas noticias. Mataron
a Orlando Letelier. Qué horror, verdad.

Esto no puede ser, esta violencia
tiene que terminar.

(Suena el teléfono, es Paulita
que acaba de enterarse).

Da gusto ver
cómo vos y tu gente paticipan
de la historia.

Vas a dormir tan mal, verdad, mejor quedarse oyendo música
hasta que venga el sueño de los justos.


(Papeles Inesperados, Ed. Alfaguara,2009)  

miércoles, marzo 7

Picasso anarquista. Entrevista


Oscar Segarra (Barcelona, 1979) es Licenciado en Periodismo y Maître ès lettres, por la Universidad de París IV La Sorbona en LiteraturaComparada. En la actualidad trabaja como periodista free lance y ultima su ensayo Picasso Anarquista, que será publicado esta próxima primavera por la editorial madrileña La Oveja Roja.



-Pregunta. -Oscar, ¿cómo se te ocurrió escribir un libro sobre Picasso?, ¿qué se puede decir de él que ya no se sepa?


-Respuesta. –Bueno, a decir verdad, Picasso se atravesó en mitad de mi tesis hace ahora dos años. Yo estaba entonces investigando sobre la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia, otro personaje del siglo XX sobre el que se ha escrito mucho pero de cuyo círculo profesional apenas había noticias, y aquí fue dónde inesperadamente me encontré con Picasso.


-P. -¿Quieres decir que Picasso fue amigo de Ferrer?


-R. –No sabría decir qué grado de amistad pudo haber entre los dos. En realidad yo creo que el contacto mayor fue con Clemencia Jacquinet.


-P. -¿Quién era esta persona?


-R. -Te explico. Cuando empecé a investigar sobre la Escuela Moderna y el círculo de Ferrer, me llamó especialmente la atención la figura de Clemencia Jaquinet. Me pareció el personaje más original de todos los que se movían alrededor de la escuela. Así que aproveché una beca de estudios para investigar sobre ella, primero en L’ Archive Departamental de Paris y después en el Ministère de l’Éducation, donde localicé un documento a nombre de Clemencia Jaquinet en el que solicitaba una especie de fe de vida laboral para poder jubilarse como maestra a causa de una enfermedad crónica. El documento tenía fecha de 1925 y facilitaba una dirección en Dijon, en la Borgoña francesa. Tenía una intuición sobre aquel sitio, y Dijon tampoco es una ciudad enorme, apenas tiene ciento cincuenta mil habitantes, así que no lo pensé dos veces, tomé un tren y me fui a ver qué rastro podía quedar de Clemencia. No me equivoqué, la casa de la rue Verreire seguía perteneciendo a su familia, en concreto a una sobrina nieta que me recibió al principio con gran desconfianza pero a la que supe ganarme hablándole maravillas de su abuela, después todo fueron facilidades. Sabía por la bibliografía que había consultado que Clemencia era una joven menuda, de aspecto monacal y firmeza de carácter y, en efecto, las fotos de juventud que me mostró su sexagenaria nieta no mentían. Clemencia había conocido a Ferrer en 1897, en Paris, donde vivirá prácticamente toda su vida. Había sido alumna del curso de español que Ferrer daba en la sede del Gran Oriente de Francia, es decir, que Clemencia compartía con Ferrer la filiación masónica y un agudo anticlericalismo. En 1898 dejó Paris y se marchó a Egipto como institutriz de los hijos del pachá Hassan Tewftik, al año de estar allí, las cosas entre el pachá y los ingleses se complicaron y ante la situación de incertidumbre e inestabilidad política regresó a Paris, donde volvió a retomar el contacto con Ferrer. Poco después, la muerte de su madre, que la afectó hasta el punto de pensar en el suicido, la sumió en una profunda depresión de la que Ferrer la sacó haciéndola participe de su proyecto de escuela y con emprender una nueva vida en Barcelona. Nathalie, la nieta, me mostró en el salón de la casa un mueble donde guardaba parte de la biblioteca de su abuela, allí vi libros de Montaigne, Rousseau, Pestalozzi, Froebel, Spencer, Kant, Rabelais… estaba la colección del El hombre y la tierra de Reclús, Las aventuras de Nono de Jean Grave, un librito de caligrafía de Malato, un manual de Geografía Física y dos volúmenes de Ciencias Naturales los tres firmados por Odón de Buen y hasta un ejemplar de Sembrando Flores con una dedicatoria autógrafa en francés de Federico Urales. También conservaba como un tesoro, en un mueble aparte, los tres volúmenes que Clemencia escribió de Historia Universal y que fueron publicados por la editora de la Escuela Moderna, y un pequeño estudio sobre Ibsen y su obra también publicado en España.


P- ¿Y Picasso?


R.- Picasso viaja a Paris en octubre de 1900, de la mano de Casagemas, para asistir a la Exposición Universal donde se exhibía una obra suya en el Pabellón Español: Últimos momentos. Ambos se instalan en el estudio de Isidre Nonell, al que conocían del grupo Els Quatre Gats. Se dice que Nonell influyó mucho en los temas que Picasso pinta en esos años: marginados, miserables, etc.


P.- ¿Qué era Els Quatre Gats?


R. -Un local frecuentado por artistas que compartían intereses políticos y sociales, además de artísticos. Allí discutían de arte, de literatura y también de anarquismo, comentaban los libros de Kropotkin, entonces muy populares. Allí se daban cita artistas fracasados, perdedores varios, bohemios de provincia, en fin, una fauna exótica entre la que Picasso encajaría como un guante.


P.- La mayoría de los biógrafos de Picasso habían minimizado la influencia del anarquismo en el pintor, si acaso, la habían reducido a las amistades que hizo en la cafetería que citas, ¿no?


R.-Els Quatre Gats era algo así como el buque insignia de la bohemia modernista. Picasso comienza a frecuentarlo intermitentemente hacia 1897, con 16 años, al poco de abrirse el local. El 3 de febrero de 1900 cuelga allí su primera exposición individual. Allí toma contacto con la vanguardia artística y con las ideas anarquistas, en efecto, pues el local era frecuentado por personajes que se movían en esta onda o al menos tenían cierta simpatía por lo que suponía el anarquismo, como Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Pere Romeu, Adriá Gual, Opisso, Xavier Gosé, Luis Bagaria, etc… Miguel Utrillo lo dirá en sus memorias: Todos éramos anarquistas. Aunque fueran, la verdad, un poco anarquistas de salón, más dados al debate intelectual que a la acción.


P. ¿Y cuál es el papel de Picasso entre ellos?


R.- Picasso es el más joven de todos, incluso de sus amigos mas próximos como Pablo Gargallo, Jaime Sabartés, Carles Casagema o Josep Cardona, sus cualidades plásticas y un punto de retraimiento le hacen que se gane el favor general de los veteranos, frente a los que Picasso se comportó como un observador reservado que absorbía todo lo nuevo que oía. Su aire de modestia le vino bien e hizo que le quisieran y le animaran.
P. ¿Y en esa época, qué sabe Picasso de anarquismo?


R.- Pues lo que oye allí. Picasso era un anarquista instintivo, una mente libre, rechazaba la autoridad, la jerarquía y las convenciones sociales y, sobre todo, las artísticas. Reniega del academicismo y de sus reglas, desprecia el arte burgués y allí, en Els Quatre Gats, se siente entre iguales. Tal vez por eso se definiera a sí mismo como anarquista, porque estaba por la destrucción del orden social, opresor de pobres y artistas y creía en un arte que generara nuevas alternativas que pusieran en crisis el orden establecido ofreciendo a cambio distintas formas de vida. Este tono, anárquico e individualista, caracterizó al pintor. Fue un anarquista sentimental, rechazaba la autoridad y sentía una gran simpatía por los desvalidos, por eso la proyectaba en su obra de un manera romántica, no política. Hizo dibujos de una clase obrera tan indefensa como pasiva. Los anarquistas activos, que se dedicaban a reorganizar los sindicatos barceloneses, contemplaban a este grupo donde estaba Picasso con un sentimiento ambivalente, a pesar de que en no pocas ocasiones participaron juntos en manifestaciones, mítines y manifiestos.


P. ¿Este ambiente trascendió a su obra?


R.- En efecto, basta ver sus cuadros de ese momento, pero sobre todo es explicito en dos de ellos: El prisionero de 1987, donde se ve a un anarquista preso y Un miting anarquista de 1901. Pero hay más, cuando se marcha a Madrid, en enero de 1901, participa activamente en la publicación de una revista, Arte Joven, junto a otro amigo anarquista, Francisco de Asís Soler. Picasso ilustra la revista con caricaturas feroces donde se ridiculiza a la burguesía y se ensalza la figura de la gente humilde. Las primeras palomas que pinta Picasso aparecen en esa revista, y de momento son palomas anarquistas. Los textos de Azorín, Baroja o Silverio Lanza allí presentes te pueden hacer una idea de con quién se codeaba Picasso en la capital.


P.- Nos comentabas antes que la influencia de Nonell fue determinante en el devenir de Picasso…


R.- Bueno, no sé si determinante, pero desde luego Nonell le transfirió sus temas y, desde luego, le animó a marchar a París. Nonell le presentará al marchante Pere Mañach, con el que Picasso terminará haciendo amistad y firmando un contrato en exclusiva a cambio de unos emolumentos irrisorios. Se instala en el 130 del Boulevard de Clichy, en la casa de Mañach, una especie de almacén, que servía también de cuartel general a los anarquistas catalanes en París. La amistad con Mañach le costó su primera ficha policial porque su círculo anarquista había redactado el “Manifiesto de la colonia española en París” pidiendo la liberación de los anarquistas encarcelados por su oposición a la guerra de 1898 en Cuba que publicó el periódico La Publicidad de Barcelona, y todos los firmantes, Picasso entre ellos, eran vigilados por la policía francesa, temerosa de que pudieran tramar algún tipo de atentado. El hecho de que ahora, además, Picasso se hospedara en casa de Mañach hizo despertar sospechas en la policía. Picasso fue vigilado de cerca, la policía secreta controló todos sus movimientos durante los meses que pasó en París.


P. ¿Tan peligrosos eran los anarquistas?


R.- La policía tenía motivos para temerlos, desde luego, sólo entre 1893 y 1894 habían cometido más de cincuenta atentados en Francia, entre ellos, una bomba que colocaron en el Parlamento o el magnicidio del Presidente de la República M. F. Sadi Camot. Salvando las distancias, para el poder político de entonces eran los islamistas actuales y, al igual que ahora, la identificación del anarquista con el terrorista era tan directa como hoy la de cualquier persona de rasgos árabes con Al Qaeda. Por supuesto, la mayoría de los anarquistas nada tenían que ver con el terrorismo.


P.- ¿Sacó algo en claro la policía sobre el peligroso anarquista Picasso?


R.- Lógicamente nada, Picasso ni frecuentaba reuniones políticas, ni se le podía acusar de nada, por otra parte, apenas hablaba francés así que sus contactos fuera del pequeño círculo de artistas que frecuentaba eran casi inexistentes. Cuando la policía se aburrió de seguirlo dictaminaron que como amigo de Mañach había que considerarlo anarquista pero que de momento no se le podía objetar nada más.


P. ¿Picasso estaba ya instalado definitivamente en París?


R.- No, no, en absoluto. Vivía en casa de Mañach y pintaba para él, compartían amigos y juergas. Pere Mañach será el primero que le hable a Picasso de un profesor de español, Francisco Ferrer i Guardia, que hacía poco había dejado Paris para montar una escuela racionalista en Barcelona. A finales de enero de 1902 se pelearon, Picasso rompió el acuerdo que tenía con Mañach y se volvió a Barcelona.


P. ¿Esto si es una novedad en lo que se sabía sobre Picasso, no?


R.- Sí, recuerda que te comenté que había pasado unos días en Dijon, siguiendo el rastro a Clemencia Jaquinet. Pues bien, el hallazgo más sorprendente que hice allí fue una caja de medias, una caja realmente bonita, de diseño modernista, que la nieta, Nathalie, me mostró al comentarle la dedicatoria que Federico Urales había estampado en su libro para su abuela. Nathalie conoció a Clemencia ya muy anciana, pero con una excelente memoria; para Ferrer, decía que su abuela solo tenía reproches, pero que en Barcelona también había hecho grandes amigos y que guardaba algunas cartas de todos ellos. Ella había leído, por curiosidad, las que estaban en francés, que estaban atadas en un mazo con una cinta de raso rojo, pero que las otras, guardadas de idéntica manera, al estar en español no las había más que ojeado. Me permitió consultarlas. Eran bien curiosas, se ve que para que no le ocuparan mucho espacio había metido unas dentro de otras, por ejemplo, en un sobre cuyo remitente era Odón de Buen me encontré con la carta de este pero también con otras dos firmada una por Cristóbal Litrán, el secretario de Ferrer, y la otra por Roger Columbié, dirigente del Centro Republicano Histórico de Barcelona. En otro sobre, aunque constaba al dorso la dirección de Eudall Canibell, el editor y fundador del Centre Excursionista de Catalunya, en su interior encontré además de la carta de este, otra de Anselmo Lorenzo, entonces director de las publicaciones de la Escuela Moderna, una de Ricardo Mella, otra de Eleuterio Quintanilla y, sorpresa, otra carta firmada por Picasso. Sinceramente, la existencia de esta carta ha sido la que me llevó a aparcar momentáneamente mi trabajo sobre la Escuela Moderna y centrarme en el pasado más oscuro de Picasso.




domingo, marzo 4

A crear grupos de afinidad (ligera invitación)



Un anarquista en su arrojo individual puede hacer bastante, pero aunado con otro, puede hacer mucho más. Hoy como ayer esa vieja expresión sigue siendo cierta, y para nosotros, urgente. No estamos obligados a unirnos, pero entendemos que reuniendo diversas capacidades individuales podemos llegar más lejos o bien solucionar problemas más complejos. La unión entre anarquistas no nos debe espantar, aunque es claro que debemos combatir las formas autoritarias de conexión. La organización es simplemente un medio, jamás el fin donde concentrar todas nuestras energías, es un espacio de relaciones en donde diversas individualidades se citan para actuar coordinadamente, un nodo que nos puede ser de gran utilidad, pero nada mas.
¿Unidad por la unidad? –ciertamente no. Pues no debiera, creo, ser nuestro el fetiche del número, de la “organización única del anarquismo”, de las grandes y pomposas siglas, de las miles de banderas en las marchas. La unidad que proponemos es la unidad para la acción, no es la unidad para que nuestra organización sea más numerosa. Nos unimos para hacer, no para parecer. Y ese hacer está condicionado por los intereses de cada grupo particular. Podemos agruparnos para auto-educarnos, para difundir la propaganda anárquica, para crear situaciones de tensión, para levantar instancias de economía no capitalista, para generar, en fin, una gama muy diversa de expresiones. Eso es lo urgente: hacer.
¿Qué es un grupo de afinidad? Básicamente es un tipo de organización que ha sido rescatado y utilizado con prolijidad desde el anarquismo. Es el núcleo, en ocasiones la unidad política primera tras el individuo, la coordinación elemental. Puede estar compuesto a partir de 2 personas y hasta donde alcancen los afines, o hasta donde cada grupo quiera llegar. Es una organización horizontal, sin jerarquías: así se relacionan sus miembros y así toman sus decisiones. Desde un prisma libertario puede estar orientado a satisfacer diversos intereses (difusión, cultura, economía, etcétera). Aunque en este punto quisiéramos agregar una necesaria crítica elaborada por algunos compas de Iberia, de la FIJA, al respecto:
“Creemos que es necesario diferenciar grupos de afinidad y grupos que abogan por luchas parciales. Pues mientras éstos se centran en un único campo de actuación, aquellos, los grupos de afinidad, encuentran en el antiautoritarismo su campo de batalla. La afinidad no es una cercanía a la hora de encontrar un campo o problema concreto, sino a la hora de analizar el autoritarismo y enfrentarse a él. Desde nuestro punto de vista, no nos parecen eficaces las propuestas parciales, una organización anarquista debe, en nuestra opinión, tender a eliminar todas las manifestaciones de la autoridad y no sólo aquellas que en contextos adecuados aparezcan como más agresivas o incluso socialmente aceptadas (presismo, veganismo, okupación, etc.)”
Un grupo de afinidad por no permitir burocracias y jerarquías en su interior y por ser primordialmente autónomo, puede actuar de forma muy dinámica pues sus componentes no están obligados a esperar órdenes ajenas, a menos que previamente se hayan concertado acciones coordinadas.
Allí cada personalidad aporta al colectivo permitiendo la creación de un acervo de experiencias y saberes muy diversos y complejos, disponibles de forma sistematizada o informal, para el momento de planificar y actuar.
Debe existir la confianza plena y dado que es un grupo autónomo, y no un partido o un aparato “político-militar”, no ha de existir compartimentaciones de conocimientos. Todos deben estar informados de aquellas cosas que afectan a todos. Claramente la diversidad de saberes es algo que en un primer momento está fuera de nuestras capacidades de control y es hasta un beneficio para un colectivo,  pero no hay que dejar espacio para que esa diversidad se traduzca en relaciones de dependencia, y por extensión, de dominio.

Los grupos anarquistas, los grupos de afines, no deben dar lugar a jerarquías, ni a mandones, y si bien es cierto que en muchas ocasiones la diversidad de temperamentos (Lo que se traduce en la facilidad o dificultad de “hablar” en público, por ejemplo) decantan en una especie de “protagonismo” de algunos compañeros sobre otros, tanto estos como aquellos deben hacer todo lo posible para conjurar dicha situación, dado que allí está presente el germen de la jerarquía, hoy en estado pasivo, pero quien sabe mañana.
Por lo anterior es importante que cada individuo del grupo sea plenamente activo, según sus capacidades y ánimos, y permanentemente crítico de las características, relaciones creadas y acciones desarrolladas en la organización. Insistimos, no hay que fetichizar nuestras instancias de coordinación. No vale aquí el tiempo de vida de la sigla, ni la nostalgia por los tiempos idos, no vale cuando ya la organización no nos sirve y no nos sentimos plenos en su interior.
Las decisiones que se tomen dentro de la organización, creo, deben utilizar al mínimo la democracia. Aun entendiendo que aquella es útil en ciertas ocasiones para resolver algunos asuntos, es plausible razonar que la misma no deja de responder a la tiranía de la mayoría sobre las minorías. El número no garantiza nada. 99 pueden votar en favor de que la tierra es cuadrada, 1 puede decir lo contrario ¿Quién está en lo correcto?. Demás está decir que quien esté en contra de la decisión de la mayoría del grupo, no tiene porqué secundar a los mismos. Si las diferencias son muy graves es porque la afinidad ya no existe, y el vínculo con la organización puede voluntariamente desaparecer.
Hay quienes proponen trabajar con la idea del consenso, es decir, en lugar de hacer competir opciones por votos, se genera una informada y participativa discusión en que se llega a un acuerdo común. Esto claramente es un avance, sin embargo hay que tener cuidado con anular nuestras voluntades por una unión forzada. La discusión se debe hacer y sobretodo porque con ella es posible llegar a conocimientos mas complejos de la situación en tanto se incluyen mas perspectivas sobre el mismo problema, pero si después de “agotar” el debate no hay acuerdo ¿Cuál es el problema?. El grupo debe fomentar la crítica y la coincidencia de intereses en lugar de la anulación de las voces contrarias. Y si bien el consenso no quiere decir acuerdo total y armónico, y se constituye como una salida deseable, aquel método también debe tratarse con cuidado.  El grupo no debe absorber al individuo, debe proyectarlo, y si eso no se da, hay que marginarse de la decisión de las mayorías, y si las diferencias son irreconciliables y la convivencia posterior imposible, no tenemos por qué seguir ahí. No hay que sacralizar a la organización.

Las formas en que se distribuyen las responsabilidades dentro del grupo dependerán exclusivamente de la voluntad de sus componentes. Serán ellos quienes decidirán si les sirve más dividirse todas las funciones o solo algunas o ninguna. Pero hay que tener presente que generalmente delegar en otros las responsabilidades, puede inhibir la actividad de los demás en torno al tema particular del que se encargará el primero. La delegación puede ser operativamente útil, pero es un peligro cuando una responsabilidad específica permanece permanentemente en manos de alguien, o cuando se generan relaciones de dependencia, o bien cuando delegar en otro se traduce en desentenderse de aquel tema.
Así como en muchas ocasiones aunar fuerzas individuales en esfuerzos colectivos ayuda a proyectar nuestras energías, lo que se supone se podría dar con la creación de un grupo de afinidad, de igual forma en ciertos momentos nos puede ser de utilidad mancomunarnos con otros nodos de actividad anárquica, con otros grupos de afines, o bien con entidades organizadas de forma distinta a la nuestra (coordinadora, sindicato, asambleas, escuelas libres, cooperativas). Lo importante es nuevamente que aquella unidad sea real y sobretodo útil, y que no nos anule, analizar si para los objetivos que nos estamos fijando podemos efectivamente o no lograr más y mejores cosas unidos, que  permaneciendo aislados. Y es que, una vez mas se presenta necesario destacar y problematizar el hecho de que no todas las actividades se ven beneficiadas con la unión.

La propaganda impresa, por ejemplo, se beneficia del aislamiento en tanto aquel obliga a ejercer más energías en cada proyecto y sobre todo porque la atomización posibilita la generación de iniciativas editoriales muy diversas (en características de soporte y en diversidad de intereses) y en distintos puntos espaciales. La fusión de múltiples expresiones impresas, creo, resta –entre otras cosas- la “riqueza” de la diversidad.
En otras ocasiones ese mismo aislamiento nos imposibilita para coordinar campañas o para elaborar acciones que requieren más voluntades y recursos, o que están pensadas para desarrollarse mas allá de los espacios territoriales en que nos desenvolvemos cotidianamente. En fin, es un tema complejo. Lo importante es ser sumamente críticos de las ventajas y dificultades que nos puede presentar la coordinación con otros grupos, entendiendo que para cierto tipo de actividades la unión es útil, y para otras no.
Indudablemente hay diversas formas de organizarse, esta es solo una de ellas. Cada cual tiene sus ventajas y desventajas. Los grupos de afinidad no son la última panacea, pero vaya que nos pueden servir para la difusión y concreción de discursos y prácticas libertarias. Y por supuesto, no son excluyentes de la actividad individual o de la participación en otras instancias organizativas.
Por último, una breve “arenga”. Los grupos de afinidad no solo pueden ser espacios operativos, pues también –y tal vez con mayor prioridad- constituyen nodos de relaciones anárquicas, de encuentros en libertad y sin coerción. En los grupos, por muy minúsculos que sean, germinan las realidades nuevas que buscamos. Formas de sociabilidad, cultura, economía y política libertaria se difundirán y expresarán en cada grupo que pueda surgir en todos los pueblos y barrios a lo largo y ancho de esta región y de otras. Si es nuestra la voluntad de expandir la idea, sus contenidos y sus prácticas, sin duda, hay mucho por hacer.

Manuel de la Tierra


Algunos textos de referencia:


Willful Disobedience, “Desarrollar relaciones de afinidad”
Notes from Nowhere, “Grupos de afinidad”
Federación Ibérica de Juventudes Libertarias, “Los grupos de afinidad anarquista”
Manuel Lagos, ’Viva la Anarquía’: Sociabilidad, vida y prácticas culturales anarquistas. Santiago, Valparaíso, 1890-1927”, Tesis Magíster en Historia, USACH, 2009.
Dolores del Rio, “Organizándose para la acción”, El Libertario, Caracas, septiembre 2011

** Publicado en El Surco Nº32, enero/febrero 2012



jueves, marzo 1

Al diablo con la cultura

Herbert Read

Como advierte el autor en la introducción, esta serie de ensayos fueron publicados mientras transcurría la Segunda Guerra Mundial, momento histórico en el cual el arte como fenómeno social era ampliamente discutido, así como también su función, y las obligaciones éticas de los artistas. A lo largo de todo el libro, la concepción de Read sobre el arte se despliega en distintas dimensiones y se analiza desde diversos puntos de vista.

Históricamente hablando, sólo podemos identificar a una civilización por el arte que nos ha legado. Sometidas a la prueba del tiempo, las civilizaciones se reducen a sus obras artísticas; lo demás parece comido por la podredumbre. Hasta los períodos más remotos de la historia se nos vuelven palpitante realidad en un fragmento de hueso tallado o en un dibujo rupestre. Las ciudades y las fértiles llanuras desaparecen, pero sepultados en sus ruinas, enterrados en tumbas y santuarios, encontramos un vaso, una joya, unas monedas, que nos hablan con voz clara y nos dicen del carácter de esa civilización perdida. No nos dicen, simplemente, que este pueblo o aquel otro adoraban al Sol, que peleaban sus batallas en carros de combate, que creían en la resurrección de los muertos. Nos dice algo más, pues estos son datos accesorios que podemos averiguar en otras fuentes. Las obras de arte nos hablan de manera más directa, ya que, por su forma y por su estilo, nos dan la pauta del refinamiento que poseyó una civilización.

Herbert Read nació en 1893 en Kirkbymoorside, Inglaterra. Estudió en la Universidad de Leeds entre 1911 y 1914, pero con la irrupción de la Primera Guerra Mundial abandonó sus estudios para sumarse al ejército inglés. Read se destacó como poeta y como crítico de arte y literatura. Su primer libro fue Canciones del Caos, publicado en 1915. Durante la Primera Guerra Mundial, Read fundó el periódico Artes y letras junto a Frank Rutter, en el cual se criticaban fuertemente las ideas conservadoras. En Artes y letras, Read fue uno de los primeros en publicar al poeta inglés T.S Eliot. Durante toda su vida, Read siempre defendió los valores anarquistas, y fue capaz de relacionar arte y anarquismo en Arte, poesía, anarquismo. A pesar de sus críticas hacia la derecha, Read también fue muy crítico de ciertas miradas marxistas. En este libro, esa contradicción está presente en casi todos sus ensayos. Read murió en el mismo barrio donde había nacido, en 1968.

Podéis leerlo aquí

Ediciones Godot, Colección Exhumaciones. 
Buenos Aires 2011
226 págs.