Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

sábado, noviembre 27

"Crónicas marcianas" de Ray Bradbury

El libro fue publicado en 1.945 (8 años antes de Fahrenheit 451). Está compuesto por una serie de relatos de ciencia ficción ordenados cronológicamente (enero de 1.999 - octubre de 2.026) cuya línea argumental, aún no siendo lineal, gira en torno a la llegada a Marte y la posterior colonización del planeta por los terrícolas, suceso que lleva aparejado la extinción de la población autóctona. El libro trata temas variados que van desde la soledad, la guerra, el racismo (hacia los marcianos y hacia los negros), la insignificancia del ser humano en el contexto universal y el poder autodestructivo del hombre. Abunda en descripciones poéticas que reflejan la calidad de la pluma de Bradbury. Hay un relato en especial (La elección de los nombres) en donde se prefigura el libro que escribiría posteriormente y que lo lanzaría a la fama (Fahrenheit 451). El libro contiene una visión ciertamente negativa del ser humano, cosa por otra parte normal teniendo en cuenta la época en la que lo escribió (final de la II Guerra Mundial) y el clima de pesismismo que se respiraba en los EE.UU, país natal del escritor. Esta atmósfera pesimista anima a Bradbury a escribir este libro en el que nos viene a decir que podemos llegar a colonizar otros planetas e incluso vencer a sus habitantes si es necesario, pero jamás podremos desprendernos de nuestras miserias, que llevaremos a cuestas allá donde vayamos y a las que no podremos vencer nunca. En resumidas cuentas un tipo de ciencia ficción poética, surrealista en ocasiones e introspectiva que nos hace replantearnos nuestra existencia y los pilares en los que ésta se sostiene. Como último apunte decir que el prólogo a la versión en castellano está escrito por Borges.

Lo podéis leer aquíhttp://www.librosgratisweb.com/pdf/bradbury-ray/cronicas-marcianas.pdf

miércoles, noviembre 24

El Sáhara, otro pueblo atormentado por los Estados


Otro claro ejemplo, de cómo los Estados subyugan a los pueblos.  Se puede advertir  sin contrariarse en lo más mínimo, el abuso sistemático por parte del Estado Marroquí y la insidia del Estado español, que prácticamente mira hacia otro lado en todo este asunto. Se manifiesta rotundamente que hay dinero en juego entre esos dos Estados y que cuando se trata de poder y pasta, éstos se quitan las caretas de misericordia y tutela, para pasar sin dilaciones a ser asesinos redomados sin contemplaciones. Es entonces cuando se ve la cruda madera  autoritaria, agresiva y de orden vertical en que están compuestos. Una vez llegados a ese punto, ya no importan sus gentes, los pueblos o ciudadanos, porque solo estamos en este juego como engranaje o como desecho, pero nunca tomamos partida. Por lo que si llega el caso se nos elimina y ya se encargará el alzhéimer  social de barrerte al olvido, materia en la que éstos ponen mucho empeño.


El pueblo saharaui mal vive despojado de lo más elemental, por no  hablar de lo suyo.  Deambula entre los cercos del desierto  de Argelia, Marruecos y “España” sin potestad y de vez en cuando masacrado.  Luego vendrán los de siempre a vendernos la imagen de unidad territorial, de coherencia nacional y hasta de libertad, cuando no existe apego alguno. A lo mejor con suerte ahora que han encontrado gas y petróleo por la zona, se involucren los máxime de  la internacional del dividendo con sus árbitros de la ONU, que de seguro motivados por la pobre gente.

La verdad, que mala suerte han tenido los saharaui desde la colonización española y el abandono de ésta en el 1975 a manos del absolutista y sanguinario Hasan II, no sin antes negociar intereses de Estado y beneficiar a las familias cercanas al régimen y asegurar su éxodo.  A los demás que se jodan. ¡Muy español, sí señor!

En momentos de tratados diplomáticos con esta problemática, el Estado de marruecos arremete contra los campamentos, mata, tortura y encierra. Conjuntamente  anima a los colonos marroquís a la xenofobia sumándose al encarnizado asalto, algo escalofriante. Marruecos, con esta acción de supremacía macabra, apuesta por la violencia, algo muy de Estado.  Lo quiere dejar muy claro a la comunidad internacional, comportándose a lo Israel.

Pensemos que es muy mala suerte tratándose de hechos acaecidos a un pueblo, pero esto pasa por todas partes en mayor o en menor medida. Aquí, en “nuestro” territorio, también ocurre, ya sea un pueblo, una ideología o una etnia. Así que, el Sahara  podría ser tu pueblo.

 Fotos: Manifestación pro saharaui Madrid 13/11/2010

 Extraído de CNT Aranjuez

domingo, noviembre 21

Principios del sindicalismo revolucionario

Aprovechando el centenario de la fundación de la CNT ofrecemos a nuestros lectores parte de los vigentes estatutos de la AIT, organización de la que la CNT es su sección española. 


1.- El sindicalismo revolucionario, basándose en la lucha de clases, tiende a la unión de todos los trabajadores dentro de organizaciones económicas y de combate, que luchen por la liberación del doble yugo del capital y del Estado. Su finalidad consiste en la reorganización de la vida social asentándola sobre la base del comunismo libertario y mediante la acción revolucionaria de la clase trabajadora. Considerando que únicamente las organizaciones económicas del proletariado son capaces de alcanzar este objetivo, el sindicalismo revolucionario se dirige a los trabajadores en su calidad de productores, de creadores de riquezas sociales, para germinar y desarrollarse entre ellos, en oposición a los modernos partidos obreros, a quienes declara sin capacidad para una reorganización económica de la sociedad.

2.- El sindicalismo revolucionario es enemigo convencido de todo monopolio económico y social, y tiende a su abolición mediante la implantación de comunas económicas y de órganos administrativos regidos por los obreros de los campos y de las fábricas, formando un sistema de libres consejos sin subordinación a ningún poder ni partido político alguno. El sindicalismo revolucionario erige, contra la política del Estado y de los partidos, la organización económica del trabajo, opone al gobierno del hombre sobre el hombre la gestión administrativa de las cosas. No es, por consiguiente, la finalidad del sindicalismo revolucionario la conquista de los poderes políticos, y sí la abolición de toda función estatal en la vida de la sociedad. El sindicalismo revolucionario considera que con la desaparición del monopolio de la propiedad debe desaparecer, también, el monopolio de la dominación, y que toda forma de Estado, encúbrase como se quiera, no podrá ser nunca un instrumento de liberación humana, antes al contrario, será siempre el creador de nuevos monopolios y de nuevos privilegios.

3.- El sindicalismo revolucionario tiene una doble función a cumplir: la de proseguir la lucha revolucionaria de todos los días por el mejoramiento económico, social e intelectual de la clase obrera dentro de los límites de la sociedad actual, y la de educar a las masas para que sean aptas para una gestión independiente en el proceso de la producción y de la distribución, así como para la toma de posesión de todos los elementos de la vida social. El sindicalismo revolucionario no acepta que la organización de un sistema social descansando totalmente sobre el productor, pueda llegar a ser ordenado por unos simples decretos gubernamentales, y afirma que solamente puede lograrse por la acción común de todos los trabajadores manuales e intelectuales, en cada rama de industria, por la gestión, dentro de las fábricas, de los mismos trabajadores, de tal manera que cada agrupación, fábrica o rama de industria sea un miembro autónomo en el organismo económico general y ordene sistemáticamente, sobre un plan determinado y sobre la base de acuerdos mutuos, la producción y la distribución como mejor interese a la comunidad.

4.- El sindicalismo revolucionario es opuesto a todas las tendencias de organización inspiradas en el centralismo del Estado y de la Iglesia, porque sólo pueden servir para prolongar la vida del Estado y de la autoridad, y para ahogar sistemáticamente el espíritu de iniciativa y de independencia del pensamiento. El centralismo es la organización artificial que supedita las llamadas partes bajas a las tituladas superiores, y que abandona en manos de una minoría la reglamentación de los asuntos de toda la comunidad (el individuo se convierte en un autómata de gestos y de movimientos dirigidos). En la organización centralista los valores de la sociedad son postergados por los intereses de algunos, la variedad es reemplazada por la uniformidad, la responsabilidad personal es sustituida por una disciplina unánime. Es por esta razón que el sindicalismo revolucionario asienta su concepción social dentro de una amplia organización federalista, es decir, de la organización de abajo a arriba, de la unión de todas las fuerzas sobre la base de ideas e intereses comunes.

5.- El sindicalismo revolucionario rechaza toda actividad parlamentaria y toda colaboración con los organismos legislativos, porque entiende que el sistema de sufragio más libre no puede hacer desaparecer las evidentes contradicciones que existen en el seno de la sociedad actual, y porque el sistema parlamentario sólo tiene un objetivo: el de prestarle un simulacro de derecho al reino de la
mentira y de las injusticias sociales.

6.- El sindicalismo revolucionario rechaza todas las fronteras políticas y nacionales, arbitrariamente creadas, y declara que el llamado nacionalismo sólo es la religión del Estado moderno, tras la cual se encubren los intereses materiales de las clases poseedoras. El sindicalismo revolucionario no reconoce otras diferencias que las de orden económico, regionales o nacionales, producto de las cuales surgen las jerarquías, privilegios y opresiones de todo tipo (por raza, sexo, sexualidad o cualquier diferencia percibida o real), y reclama para toda agrupación el derecho a una autodeterminación acordada solidariamente a todas las otras asociaciones del mismo orden.

7.- Por idénticas razones, el sindicalismo revolucionario combate el militarismo y la guerra. El sindicalismo revolucionario recomienda la propaganda contra la guerra, y la sustitución de los ejércitos permanentes, los que sólo son instrumentos de la contrarrevolución al servicio del capitalismo, por las milicias obreras que durante la revolución serán controladas por los sindicatos obreros; exige, además, el boicot y el embargo contra todas las materias primas y productos necesarios para la guerra, a excepción del caso en que se trate de un país donde los obreros estén realizando una revolución de tipo social, en cuyo caso hay que ayudarles en la defensa de la revolución. Finalmente, el sindicalismo revolucionario recomienda la huelga general preventiva y revolucionaria como medio de acción contra la guerra y el militarismo.

8.- El sindicalismo revolucionario reconoce la necesidad de una producción que no dañe el medio ambiente, que intente minimizar el uso de recursos no renovables y que utilice siempre que sea posible alternativas renovables. Identifica la búsqueda de ganancias y no la ignorancia como causa de la crisis medioambiental actual. La producción capitalista siempre busca minimizar los costes para conseguir un nivel de ganancias cada vez más elevado para sobrevivir, y no puede proteger el medio ambiente. En concreto, la crisis mundial de la deuda ha acelerado la tendencia hacia las cosechas comerciales en detrimento de la agricultura de subsistencia. Esto ha causado la destrucción de las selvas tropicales, hambre y enfermedades. La lucha para salvar nuestro planeta y la lucha para destruir el capitalismo deben ser conjuntas o ambas fracasarán.

9.- El sindicalismo revolucionario se afirma partidario de la acción directa, y sostiene y alienta todas aquellas luchas que no estén en contradicción con sus propias finalidades. Sus medios de lucha son: la huelga, el boicot, el sabotaje, etc. La acción directa encuentra su expresión más profunda en la huelga general, la que debe ser, al mismo tiempo, desde el punto de vista del sindicalismo revolucionario, el preludio de la revolución social.

10.- Enemigo de toda violencia organizada por no importa qué clase de gobierno, el sindicalismo revolucionario tiene en cuenta que se producirán encuentros violentísimos durante las luchas decisivas entre el capitalismo de hoy y el comunismo libre de mañana. Por consiguiente, reconoce la violencia que pueda emplearse como medio de defensa contra los métodos violentos que empleen las clases dominantes durante las luchas que sostenga el pueblo revolucionario por la expropiación de las tierras y de los medios de producción. Como esta expropiación sólo podrá ser iniciada y llevada a feliz término por la intervención directa de las organizaciones económicas revolucionarias de los trabajadores, la defensa de la revolución debe encontrarse también en manos de los organismos económicos y no en las de una organización militar o parecida que se desenvuelva al margen de ellos.

11.- Es únicamente en las organizaciones económicas y revolucionarias de la clase obrera donde se encuentra la fuerza capaz de realizar su liberación y la energía creadora necesaria para la reorganización de la sociedad sobre la base del comunismo libertario.


jueves, noviembre 18

El futurismo y los anarquistas italianos


Cuando se nos habla de la corriente vanguardista conocida como Futurismo, siempre se nos recuerda su vinculación con el fascismo italiano, el llamado Partido Político Futurista de Marinetti fue uno de los pilares del Partido Nacional Fascista de Benito Mussolini (junto a los Fascios Italianos de Combate, la Asociación Nacional Italiana y la Unión Italiana del Trabajo). Como ya contó en su momento el compañero Sorrow, también había futuristas de izquierdas, incluso anarquistas, los cualescombatieron al fascismo.

Basándome en una entrada de la Wikipedia en italiano titulado Futuristi di sinistra (Futurismo de izquierda), hay un apartado llamado «Futurismo ed anarchici» (Futurismo y anarquistas) que me he permitido más o menos traducir. Si hay errores de traducción es responsabilidad mía.


Futurismo y anarquistas

El Futurismo nació antes de la Primera Guerra Mundial en 1909, cuando aún estaba muy lejos el advenimiento del fascismo en Italia: en este período dentro del movimiento anarquista, es decir durante los primeros años del siglo XX, había tantos seguidores de Max Stirner como de Friedrich Nietzsche, los cuales —coherentes con los dictados de sus mentores ideológicos— fueron atraídos por el Futurismo. Por consiguiente, el Futurismo es un movimiento artístico en el que influyeron los dos teóricos individualistas. Por supuesto, su lucha contra el tradicionalismo (que idealiza un pasado mejor), su potencial subversivo, el gusto por la violencia, la indignación por lo «burgués» y lo «institucionalizado», estaban más cerca de los dictados ideológicos de Nietzsche y Stirner, que luego formarían la «parcela» del Movimiento Futurista denominado en lo sucesivo como «anarco-futurismo». La adhesión de una parte de los anarquistas al Futurismo fue con el objeto de oponerse almarinettismo, aunque Filippo Tommaso Marinetti intentó atraerse a los anarquistas solidarizándose con Giovanni Gobernato «Cromatico», que estaba encarcelado, con un escrito solidario que apestaba a nacionalismo (Marinetti también se solidarizó con Errico Malatesta en 1920). El movimiento anarquista vio claramente, durante el juicio de Giovanni Gobernato «Cromatico», a quienes se subordinaron Marinetti y otras importantes figuras del Futurismo (los reconocidos posteriormente por el régimen fascista. Renzo Novatore y «Cromatico», por supuesto, no lo fueron).

Volviendo a la época de la fundación del Manifiesto Futurista y, a continuación, diversos miembros destacados del movimiento como Lucini, Carlo Carrà, Buzzi, Ceccardi buscaban contactos con el mundo que había alrededor del anarquismo, lo que les unía no eran los métodos de expresión, que podían ser de los mas dispares, pero sí algunas ideas «filosóficas» de fondo. El llamado anarco-individualismo sale en la misma época que Vir, una revista anarquista publicada en Florencia en los años 1907 y 1908 y con esta ideología tienen contactos varios intelectuales entre los que se encontraban Giovanni Papini. Al pintor Umberto Boccioni, sensible al pensamiento anarquista, se le puede considerar como continuador del simbolismo de Edvard Munch y el divisionismo de Giuseppe Pellizza por Volpedo. Desde otro punto de vista, Le roi Bombance [El rey Francachela] la obra simbolista de Marinetti, está ambientada en los ambientes socialistas y anarquistas. Roi Bombance es esencialmente un drama satírico escrito por Marinetti en 1905, representado en 1909, que sería un fracaso y con críticas muy duras. Carlo Carrà tendrá con Leda Rafanelli una relación breve pero intensa en la que se basará el libro de Alberto Ciampi de 1989: Leda Rafanelli, Carlo Carrà: un romanzo, arte e politica in un incontro [Leda Rafanelli, Carlo Carra: Romance, arte y política en un encuentro] (el arquitecto Alberto Ciampi es uno de los mayores conocedores sobre la conexión del Futurismo con el anarquismo, igual que el francés Michel Antony). Pero cuando Carlo Carrà era compañero de Leda Rafanelli no sería lo suficientemente coherente con la militancia antifascista de la época, aunque durante el tiempo que estuvo cercano a la ideología anarquista contribuyó con sus diseños en varios periódicos de influencia anarquista como Sciarpa Nera[Bufanda Negra], La Rivolta [La Insurreción], La Barricata [La Barricada], entre algunos ejemplos, y también colabora con otras publicaciones anarquistas. Durante el tiempo que existe Vir habrá en sus páginas encuentros e intercambios de puntos de vista entre anarquistas y futuristas, entre ellos Monanni, Sem Benelli, Giovanni Papini. Desde sus posiciones, ¿cómo podían los anarquistas unirse al Movimiento Futurista?, para ello en 1912 se publicó claramente en La Barricata el manifiesto de Renzo Provinciali titulado Anarchia e Futurismo [Anarquía y Futurismo]. La Barricata la editaban en Parma Leda Rafanelli y Carlo Carrà. En el manifiesto Anarchia e Futurismo Renzo Provinciali, y cómo era de prever, atacaba duramente a Marinetti:
«De hecho, los nacionalistas y los monárquicos comprendieron al principio que el Futurismo contrastaba estridentemente con sus ideas y por eso, aún hoy, siempre seremos adversarios. A pesar de las calurosas y fascinantes demostraciones marinettianas, que tienden a seducir y atraer admiradores, todos adocenados por su Futurismo, todos estos señores que se han quedado helados, indiferentes a los berridos de Marinetti, desde su comodidad, sin preocuparse por una miserable súplica o de un muy deseado aplauso. En efecto, ¿cómo un monárquico, un burgués cualquiera, frío y cínico a lo que es la libertad, el socialismo, la anarquía, la rebelión, podrá excitar a las multitudes trabajadoras polifónicas por la revuelta? Y lo que es la escuela, ¿qué mejor forma para relacionarla con el Futurismo que con un programa de violencia y de acción, de rebeldía y de orgullo?»
La revista en la que se desarrolla y se aclara la relación entre el Futurismo y los anarquistas es La Barricata. Se informó a través del manifiesto Anarchia e Futurismo el esfuerzo de la militancia por unir al movimiento artístico con el político. En este caso tuvo gran interés un grupo significativo de universitarios futuristas de izquierda de Parma, donde se publicaba La Barricata y algo parecido en Milán hacen con Demolizione[Demolición] por el año 1910. De Ottavio Dinale que lo encontraremos escribiendo para el Popolo d’Italia[Pueblo de Italia] de Benito Mussolini en unos tiempos en que el fascismo no ha mostrado su verdadero rostro represor de la clase obrera, es decir, en la época del Manifiesto del Fascio Revolucionario de Acción Intervencionista, se unió a gente de izquierdas que tiempo después pasaran a la lucha antifascista. Otras revistas de la época, alrededor de los años diez, que nos pueden ilustrar y servir como medio de análisis y comparación entre los futuristas y los anarquistas es 'Rovente [Caliente] de Illari y Soggetti, publicado sucesivamente en Pavía (1919-1920); La Testa di Ferro [La Cabeza de Hierro] de Mario Carli, en el que escriben Renzo Novatore y D'Auro Arcola (o Tintín Rasi); en Pistoya La Tempra [Entereza] que publicó entre los años 1914 y 1916, mediante la introducción de la Dichiarazione [Declaración] estaría disponible también para los anarco-futuristas. El pintor Attilio Vella se une al movimiento futurista y al anarquista; y el ácrata Cesare Cavanna es también un conocido tipógrafo futurista. Un elemento distintivo tanto del movimiento anarquista como del futurista es que lo subversivo, en el futurismo, se convertirá en «La Subversión Lingüística», es decir, la palabra se convierte en «acción directa» o «violencia», como en la obra de Filippo Tommaso Marinetti Bellezza [Belleza]. Tal elemento «subversivo» es utilizado en Parma por el grupo encabezado por Renzo Provinciali, estudiantes de izquierda vinculados al Círculo Libertario de Estudios Socialesen 1911. Para algunos autores este elemento está bien definido como en Il canto dei reclusi [La canción de los reclusos] de Buzzi, Sette scaricatori di carbone [7 descargadores de carbón] de Cavacchioli, Monumento alla fiamma [Monumento a la llama] de Cangiullo. También en periódicos libertarios como La Folla [La Multitud], Il Proletario Anarchico [El Obrero Anarquista], Iconoclasta! [¡Iconoclasta!], Fede [Fe], Vita [Vida], Il Proletario [El Proletario], Vertice [Cima], el lenguaje utilizado propone la palabra como un «elemento subversivo» con su característica acción directa, incluso en los textos de carácter social. Las relaciones entre el Futurismo y los anarquistas fueron estrechas y ocultadas durante muchos años, ya que el fascismo fagocitó a sus figuras más significativas o percibidas como tales; cuya consecuencia lógica fue incluir a todo el Movimiento Futurista dentro del fascismo sin profundizar en su trayectoria histórica…

De gran interés son los experimentos tipográficos para la preparación de las obras teatrales del dramaturgo Virgilio Gozzoli en Pistoya, que se publicaban en artículos dedicados al único número de esta obra desde 1911 hasta 1915. Otras obras como Parole in libertà [Palabras en libertad], así como la publicación editada por Virgilio Gozzoli que repite en «L'Italia Futurista» [La Italia Futurista] y en «La Folgore Futurista» [El Rayo Futurista]. Los primeros anarquistas de la posguerra están cada vez más alejados de Marinetti, de hecho Renzo Provinciali ya había hecho un análisis de Marinetti y el marinettismo en el Manifiesto, en el que da a entender cómo este movimiento tarde o temprano terminaría esclavizado al Capital y, peor aún, a la reacción o al fascismo, aunque en la época del Manifiesto el fascismo no había surgido todavía. El «Programa Político» de Marinetti, publicado en 1923, tuvo la oposición de la izquierda libertaria, principalmente por Pietro Illari y Vinicio Paladini. El grupo de La Spezia que siempre gravitó en torno al Libertario de Pasquale Binazzi, Renzo Novatore, Tintín Rasi (Auro d'Arcola), Giovanni Governato y Renzo Provinciali de Parma, seguirán un proceso futurista relativamente con paralelismos respecto al movimiento de Marinetti, pero sin ningun trato con él, y mucho menos con el fascismo, como hizo la mayor parte de los personajes citados, la no cooperación derivará en la militancia antifascista. Cuando el Futurismo apoya a Mussolini y lo ayuda en su llegada al Poder, los anarquistas abandonarán el Movimiento definitivamente.

lunes, noviembre 15

Película: La cuestión humana

Adrián Massanet


Que el cine europeo, que tantas alegrías nos dio durante la mayor parte de los años 90, entró en un ciclo de catalepsia preocupante que ha durado más de un lustro, es algo más que evidente, y que ahora comienza de alguna forma de salir del agujero creativo y de identidad en el que se sumergió, también. A películas interesantes pero menores como ‘Good Bye, Lenin’, y otras del mismo corte, ahora la sustituyen obras mayores como ‘La vida de los otros’ o ‘El hundimiento’, desde Alemania, y ‘Las horas del verano’ y la impresionante, majestuosa, solemne, inclasificable ‘La cuestión humana’, desde Francia.
No tengo la menor duda, y menos aún después de observar cómo un tercio de los espectadores que compartían sesión conmigo en el cine iban abandonando la sala, de que si establezco comparaciones entre ‘La cuestión humana’ y otras parábolas sobre el poder como ‘Apocalypse Now’ (Coppola, 1979) o ‘Ciudadano Kane’ (Welles, 1941), muchos lectores pensarán que soy un snob, o un elitista. Pero así lo pienso. Pues ‘La cuestión humana’, es no sólo la más grande película europea en varios, o muchos años, sino una disección del poder empresarial de una lucidez que asusta.

Resulta una experiencia dolorosa, desconcertante, asistir a las imágenes fantasmagóricas, impregnadas de los códigos de la sci-fi y a menudo del cine de terror, de esta película. Al finalizar su visionado, se queda uno literalmente agotado, exhausto intelectual y emocionalmente, confrontado a verdades terribles, reflejado en un espejo demoledor e inexcusable, desnudado sin compasión y expuesto a un mundo sin esperanza. Nicolas Klotz (que hasta ahora no había dirigido nada de este calibre), y su guionista Elizabeth Percival, han cumplido su cometido: desahuciarnos moralmente.
Pero que no piense el lector de estas líneas que el discurso de esta película es evidente o está mostrado de manera frontal. Muy al contrario, sus descarnadas cargas de profundidad emergen de manera natural, desestabilizando esta historia del psicólogo de la enorme empresa petroquímica que conocerá una peripecia íntima y profesional indescriptible. De la inicial investigación de un alto cargo de la despiadada empresa, pasamos sin aliento a una reflexión sobre los rastros que el pasado deja en el presente y que ensombrecen el futuro. Las heridas de la vieja y desmemoriada Europa se hacen dueñas de la película.
Porque en el desordenado, denso y aún así cristalino relato que se nos narra, Klotz empareja, sin apenas esfuerzo visible, la Europa capitalista, gélida (tanto como la película), progresivamente deshumanizadora en la que nos encontramos, con aquella que emergió de las ruinas de la segunda guerra mundial. Y es que para Klotz “el pasado es partícipe del mismo paisaje que el presente, no existen fronteras entre el pasado, el presente y el futuro”. La veraz disección de las argucias del poder, sus títeres y maestros de marionetas, se entrecruzan en esta película, certificando esa identificación.
La puesta en escena de Klotz no puede, en ese sentido, resultar más agobiante, inquietante, y también valiente. Huyendo de cualquier convención formal, la cámara deviene en acerado instrumento al servicio de un punto de vista muy singular. Se advierte la desesperanza del director respecto de lo que cuenta, pero también su profunda compasión. Los primeros planos frontales se intercalan con planos generales que acentúan inhóspitos y sombríos interiores, dotándolos de gran personalidad, que ayudan a comprender a los retorcidos y casi inalcanzables personajes.
La colorimetría también ha sido alterada para lograr este objetivo. No hay lugar para los colores vivos, ni siquiera para la luz del sol, que es impensable en esta película. Los tonos ocres, los encuadres inesperados, son notablemente empleados, así como el opresivo formato 1:1,66. Pero, ¿acaso no es más nítido el sentimiento de libertad en las breves y bellas secuencias en las que esta se infiltra, como un escalpelo? Son las secuencias del beso robado en la rave, o la del concierto musical y los sentimientos que este provoca en la pareja sentimental del protagonista.
Mathieu Amalric (que ya hizo un gran trabajo en el último Bond, que guarda algunos paralelismos temáticos con esta) realiza un trabajo formidable, proteico. Su personaje, que es el investigador de esta trama falsamente detectivesca, falsamente materialista, es el objeto de nuestra investigación, la que hacemos los espectadores. Este psicólogo responsable del departamente de recursos humanos, se nos confiesa a nosotros, desordenada pero prolijamente, buscando una redención que sabe que no merece. Ejecutor de las prácticas empresariales que dejan sin trabajo a los menos competitivos, descubrirá lo que él, y miles como él, han provocado para el futuro, y lo que todos hemos heredado de las prácticas de aniquilación de los nazis.
El psicólogo Kessler es, como el propio Amalric, elegante y misterioso. Irá mutando, conociéndose, a medida que sus certezas se evaporen, que encuentre motivos para dudar de todo y de todos. Imperturbable en un principio, alcanzará el sosiego y el terror de los que saben más de lo que deben, de los que saben, por fin, en qué mundo viven. Un mundo que resulta, casi siempre, el peor posible. Klotz y Percival ni juzgan ni manipulan, simplemente nos muestran las cosas como son, y dan a sus personajes la posibilidad de encontrar el oasis de la comprensión y el cariño.
A nosotros, pobres espectadores, nos queda la opción de devolver al lenguaje (que la película considera un instrumento del poder, que deshumaniza cuando se vuelve neutra respecto a lo que nombra, como los horrores del nazismo) su capacidad para expresar sentimientos, ideas y emociones, más que eufemismos, tecnicismos deshumanizadores. ‘La cuestión humana’ constata que todavía podemos revolvernos, rebelarnos contra las maquinaciones de los poderosos, que al fin y al cabo, son personas, como nosotros. No en vano la cuestión humana es tanto su ambición y codicia como nuestra capacidad de sufrimiento.

viernes, noviembre 12

Organización e insurreccionalismo


¿Es  la organización formal el método más idóneo para el desarrollo de la acción anarquista o supone un lastre para el espontaneísmo y  se convierte en un aparato burocrático contrarrevolucionario? En la actualidad, quizás por la propia situación marginal en la que se encuentra el anarquismo este debate que parecía superado se reabre.

Los grupos que se posicionan en contra de la organización formal ocupan un amplio y difuso abanico ideológico. De forma general comparten el rechazo a las tácticas tradicionales del movimiento libertario español, cuyo eje angular siempre fue el anarcosindicalismo, al que habitualmente consideran como vanguardista. Un ejemplo de esta propuesta fue la Coordinadora de colectivos Lucha Autónoma, en cuyo texto ¿Qué es la autonomía?(1) explicaban que la autonomía busca dotarse de formas organizativas (la autonomía no implica necesariamente espontaneismo), pero unas formas de organización que no aspiran a sustituir a los protagonistas de las luchas, no busca erigirse en vanguardia (o no debería hacerlo)”. Esta disputa entre insurreccionalismo y organización formal es uno de los eternos debates en el movimiento libertario cuyo resultado va fluctuando en las diferentes fases de la lucha de clases.

Fluctuaciones y tácticas adecuadas para cada fase.

La lucha de clases no es un proceso monolítico e invariable. Atraviesa distintas fases a lo largo de la historia. Unas se caracterizan por un estado de mayor confrontación entre clases, a las que llamaremos fases insurreccionales, y otras por una disminución de la lucha social provocada por una pérdida de conciencia de clase, a las que llamaremos fases de retroceso.

La historia del movimiento obrero español nos muestra épocas de gran actividad insurreccional. Paradigma de ello fueron los años 30 del siglo XX en Cataluña. En esta fase insurreccional, el movimiento obrero estaba muy organizado en una poderosa central sindical, la CNT, complementada por una serie de organizaciones específicas libertarias, que le dotaban de una gran fuerza. Por tanto, las conquistas a las que se podía aspirar eran superiores, llegando incluso a la realización de la Revolución Social, tal y como muestra la clara vocación de construir una nueva sociedad plasmada en los acuerdos del IV Congreso de la CNT de 1936, en los que se hace alusión directa al Comunismo Libertario y a las estructuras organizativas postrevolucionarias. Todo este movimiento dio como resultado la revolución iniciada con el golpe militar en julio de 1936.

En un contexto como el que se inició el 19 de julio del 36, el movimiento libertario puede y debe tomar una línea insurreccional que haga efectiva la implantación de una sociedad sin clases y sin Estado. Debido a este proceso de cambio radical de sistema y organización social, es natural que se empleen tácticas informales ya que permiten tener una mayor flexibilidad en la lucha y dar una respuesta rápida a los ataques de la reacción y la contrarrevolución. Las iniciativas de control obrero surgieron de forma espontánea respondiendo a la necesidad de gestionar una industria que había quedado descabezada con la huida de la burguesía, así como el pueblo se echó a las calles de Barcelona para rechazar el intento de golpe militar sin necesidad de que nadie se lo ordenara. No obstante, esta informalidad en la organización no debe perdurar en el tiempo. Según vayan sucediéndose los acontecimientos y se consiga instaurar la sociedad sin clases y sin Estado, la organización del conjunto de la sociedad deberá tornar hacia una organización formal para evitar que los problemas derivados de las tácticas informales, que trataremos más adelante, se trasladen a la nueva sociedad. Como ejemplo de organización formal post-revolucionaria nos queda el recuerdo de la experiencia colectivizadora aragonesa organizada en el Consejo Regional de Defensa de Aragón.

No es difícil darse cuenta de que la situación actual de la lucha de clases es bien diferente en nuestra actual sociedad.  El movimiento obrero tiene muy poca fuerza y la burguesía hace y deshace lo que le viene en gana sin ninguna oposición. La clase trabajadora, carente en su amplia mayoría de conciencia de clase, se encuentra desorganizada y en manos de los sindicatos burocráticos (CCOO y UGT), inoperantes y financiados por el Estado, como única herramienta de defensa contra las agresiones de la  burguesía. Las organizaciones y tácticas libertarias han perdido presencia en el movimiento obrero, hasta convertirse en algo meramente testimonial. La lucha de clases se reduce a meras concesiones reformistas haciendo de ella una caricatura de lo que fue.

Debido precisamente a la escasa fuerza del movimiento, es preciso que éste tome cuerpo en la organización formal a fin de no verse reducido a la marginalidad, e ir tomando presencia en el conjunto de la sociedad, propagando la idea revolucionaria y acumulando las experiencias que se vayan dando en la lucha. La fase de retroceso no posibilita otra táctica.

En esta fase de la lucha de clases, el movimiento revolucionario debe tener como prioridad la acumulación de efectivos y la difusión de sus propuestas, generalmente desconocidas por el conjunto de la clase trabajadora. En este contexto, la táctica reformista se vuelve inevitable, lo que crea el peligro a que se confundan las tácticas y los fines provocando derivas reformistas y fracturas en el movimiento obrero, tal y como ocurrió con la CNT en los años 80. Ejemplo de táctica reformista en este proceso es la del anarcosindicalismo, con objetivos a corto plazo innegablemente reformistas pero con fines y objetivos revolucionarios en el horizonte.

Defectos de la táctica insurreccional en la fase de retroceso.

Una de las críticas más habituales por parte de los insurreccionalistas a las organizaciones formales es el hecho de que éstas supuestamente tienden a desarrollar una jerarquía formal o informal y a quitar el poder a las bases. Lo cierto es que este argumento, tal y como replica Joe Black en su artículo Anarquismo, insurrecciones e insurreccionalismo(2), es “una buena crítica del leninismo o de las formas social-demócratas de organización, pero no describe, en realidad, las formas anarquistas de organización existentes, en particular, la organización anarco-comunista. Los anarco-comunistas, por ejemplo, no pretenden sintetizar todas las luchas en una organización única. Mas bien, creemos que la organización específicamente anarquista debe involucrarse en las luchas de la clase obrera, y estas luchas deben ser dirigidas por la misma clase no dirigidas por una organización cualquiera, sea  anarquista o no.”

La experiencia precisamente nos demuestra que estas jerarquías surgen fuera de las organizaciones formales por falta de mecanismos organizativos que las eviten. La organización formal, con una serie de mecanismos prefijados para evitar la aparición de grupos informales de poder en su seno, es de hecho, una garantía de que esto no ocurra. Por poner un ejemplo cercano, en la CNT, cuando un comité de un sindicato adquiere un carácter jerárquico y ejecutivista, existen los mecanismos necesarios para que la asamblea destituya a este comité y elija a otro. Además, cada cargo sólo puede ser ocupado por una misma persona durante dos años, prorrogable a tres si así lo considera la asamblea de dicho sindicato. También, una persona con un cargo en el comité puede ser destituida en cualquier momento si no cumple con la responsabilidad que requiere dicho cargo o por cualquier otra razón que considera la asamblea oportuna. Esta serie de mecanismos, reflejados en los acuerdos de la organización, no existen en una asamblea espontánea, por lo que ésta tendrá más complicado enfrentarse a la aparición de una élite que la dirija, aunque ésta esté formada precisamente por anarquistas.

Un segundo defecto es el aislamiento que provoca la táctica insurreccional en la fase de retroceso. Como ya hemos dicho, esta fase se caracteriza precisamente por un movimiento libertario débil, por tanto, su prioridad debe ser la propaganda que dé a conocer la idea anarquista al resto de la sociedad para poder crecer numéricamente a la vez que los militantes se van formando en el transcurso de este proceso. Por consiguiente, una táctica insurreccional dirigida al ataque directo y continuado de instituciones capitalistas y estatales sólo puede provocar que el resto de la sociedad no entienda estas acciones por el propio desconocimiento de las propuestas y tácticas anarquistas y, por ende, no se consiga concienciar a este conjunto amplio de la sociedad sino, más bien, crear en ellos un rechazo que será efectivamente abonado por los medios de comunicación en manos del gran capital.

Uno de los grandes beneficios que aporta una federación asamblearia es la posibilidad de coordinar luchas en espacios muy amplios. Cuando no se cuenta con una organización formal, llevar a cabo acciones coordinadas, por ejemplo, a nivel estatal, es siempre más complicado, aunque no imposible. Cierto es que existen ejemplos de luchas más o menos amplias coordinadas sin necesidad de una organización formal, pero existen muchos más  de lo que una organización formal puede conseguir, aun estando formada por pocos miembros. Todo esto por no mencionar uno de los principios básicos de la táctica anarquista como es la coincidencia entre fines y medios. Si aprendemos a coordinarnos en organizaciones más o menos amplias, estaremos formándonos de cara a una sociedad sin estado, en la que la coordinación entre diferentes colectivos será una necesidad habitual, y demostrando que la organización anarquista es efectiva incluso para actividades de un alto grado de complejidad.

Por otro lado, la ausencia de organización formal es indudablemente un problema en el aspecto de la acumulación de experiencias. La asamblea informal tiene por definición un objetivo concreto que responde a un problema puntual. Una vez finalizado el conflicto, lo más habitual es que la actividad se diluya y con ello se esfumen muchos de los lazos creados durante el conflicto y se pierdan los hábitos que tanto cuesta crear y que tan efectivos resultan a medio y largo plazo. La inercia creada durante el transcurso de los conflictos no se aprovecha y las tácticas que han funcionado pueden no perdurar en el tiempo. Ahí nos queda toda la lucha estudiantil llevada a cabo contra la implantación del llamado Plan Bolonia, de la que ha desaparecido todo rastro en apenas un par de años. Sin acumulación de experiencias estamos condenados a repetir los errores cometidos en el pasado.

Si nos centramos en el aspecto de las luchas obreras, el anarcosindicalismo parte de pequeños conflictos de carácter reformista, como puede ser una lucha por una subida de salario en una empresa concreta, para que, a través de la concienciación de la clase trabajadora, las luchas se generalicen hasta una escala amplia que produzca un colapso en el sistema. Por lo tanto, una de las funciones de la organización formal en este ámbito es la propagación de los conflictos. Gracias a la federación, podemos contar con una respuesta rápida a cualquier petición de solidaridad por parte de cualquier otro colectivo, sindicato, etc. que componga dicha organización. Aunque es evidente que no es necesario estar federado con otro colectivo para mostrar tu solidaridad con él, también es fácil ver que la solidaridad podrá ser más rápida y efectiva cuando existe una relación formal y un trabajo en común que se realiza de forma habitual.

Por último, fijándonos en el aspecto represivo, del que cualquier colectivo que pelee contra el sistema de forma aislada puede ser una presa fácil, la federación nos dota de un cuerpo protector frente a los ataques que podamos recibir. Permite una mayor y más contundente respuesta a la represión ya que el Estado, mediante los cuerpos represivos, no se enfrentará sólo contra un determinado grupo aislado, sino contra una organización entera.

En definitiva, las ventajas de la organización formal son, como la historia y la propia experiencia nos ha demostrado, muy superiores a los de la organización digamos espontánea o autónoma. Además, la organización formal es la mejor salvaguarda para las aspiraciones revolucionarias que desgraciadamente suelen derivar en luchas meramente reformistas cuando se actúa de forma desorganizada y dispersa. Siendo conscientes de la fase actual de la lucha de clases en la que nos encontramos, la prioridad del movimiento anarquista debe ser el reforzamiento de las organizaciones que lo componen, sin descartar el surgimiento de otras nuevas, y la propaganda masiva de nuestras propuestas, pues nuestro ideal es nuestra fuerza y será el motor para la definitiva emancipación de la humanidad.

Grupo Anarquista Los Incendiadores.
1. Lucha Autónoma “¿Qué es la autonomía?”
2. Joe Black “Anarquismo, insurrecciones e insurreccionalismo”  http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=4324

martes, noviembre 9

"2666" de Roberto Bolaño

Cualquier reseña sobre 2666 resulta insuficiente. Esta novela de más de mil páginas se escapa a cualquier tipo de definición, de abstracción, de resumen. Roberto Bolaño no nos entrega aquí una historia, sino muchas, demasiadas. No hay una interpretación o una visión de la realidad, sino opiniones encontradas, versiones disímiles. Entre los distintos propósitos de los personajes, nos encontramos con la persecución de un escritor de culto, la intención de descubrir (y encubrir) el asesinato de numerosas mujeres en Santa Teresa y la lucha por la supervivencia en la Segunda Guerra Mundial. Pero eso no es todo.

Quizás es necesario señalar, para comenzar, que 2666 no es un libro sino cinco libros. O un libro con cinco partes: “La parte de los críticos”, “La parte de Amalfitano”, “La parte de Fate”, “La parte de los crímenes” y “La parte de Archimboldi”. Ahora bien, no hay que pensar en la segunda parte como la continuación (de cualquier naturaleza) de la primera, ni siquiera como un racconto o una segunda visión de los mismos hechos. Y esto mismo ocurre con el resto de las otras “partes”. Al llegar al final del libro, no se llega al fin ni al cierre de nada. Sin embargo, al leer la historia de Archimboldi, se puede vislumbrar la idea de cierto principio u origen (aunque no se trata, en ningún caso, de una novela “contada al revés”).

Una segunda idea muy importante es que, a pesar de todas las “partes”, versiones, personajes e historias que componen esta novela, 2666 no se construye ni se presenta al lector como algo caótico. En la contratapa del libro se propone la idea de un “agujero negro” en la que todas estas historias y personajes se irán precipitando hasta llegar al vacío. Pienso que este agujero negro tiene un referente directo en la historia mexicana, en la historia de Ciudad Juárez, para ser más precisos. Lo que finalmente une, de una u otra manera, a todos los personajes son los asesinatos que se suceden inexplicablemente en la ciudad de Santa Teresa (trasunto de Ciudad Juárez en la novela). Todos los personajes llegan a Santa Teresa por diferentes motivos: los críticos de literatura que buscan a Archimboldi; Amalfitano, el profesor chileno que trabaja en la Universidad de Santa Teresa; Oscar Fate, el reportero norteamericano que viene a cubrir un partido de box; y, finalmente Archimboldi mismo. Todos se implican y son testigos de la horrorosa realidad en la que viven las mujeres de esta ciudad, presas del pánico de ser la siguiente víctima. 

Se puede decir entonces, que los dos ejes sobre los que gira vertiginosamente este “agujero negro” son la literatura (encarnada en la vida y obra del escritor alemán Beno von Archimboldi) y la violencia (presente no solo en las viñetas que describen los crímenes de la ciudad, sino que también en la visión apocalíptica de Alemania tras la Segunda Guerra). Así, Bolaño construye una historia de la violencia y de la destrucción conectando ambos lados del Atlántico. En 2666 se presenta al mismo tiempo una visión crítica acerca de una civilización europea en decadencia y una reflexión sobre la irracionalidad e institucionalización de la violencia. Esta violencia está presente tanto en la experiencia de la Segunda Guerra como en la ininterrumpida cadena de asesinatos que la policía y el gobierno mexicanos, por su posible implicación en los hechos, no son capaces de detener.

Desde los inicios de la década de los noventa, el oficialismo mexicano ha tratado las muertes de cientos de mujeres en Ciudad Juárez como hechos aislados, desvinculados entre sí. Algunas veces fueron relacionados a crímenes pasionales y otras simplemente se cerraban los casos por falta de pruebas o por una especie de desinterés y de apatía propios de la policía local. “La parte de los crímenes”, una especie de homenaje a las víctimas de Ciudad Juárez, retrata de manera cabal y minuciosa –como si nos encontráramos viendo un documental (el narrador como cámara)- la serie de muertes, por un lado, y por otro, los procedimientos llevados a cabo por la policía para entorpecer el esclarecimiento de la verdad. Bolaño critica de este modo la ineficacia y la corrupción de las instituciones: no solo la policía local, en un principio, sino que también el gobierno de la capital está imbricado en esta serie de hechos sangrientos. La relación entre violencia institucionalizada y ciudad es, en el caso de Ciudad Juárez, directa y evidente. No hay que olvidar el complejo enclave espacial que es Cuidad Juárez (Santa Teresa): ciudad ubicada en la frontera entre México y Estados Unidos, es al mismo tiempo una de las rutas del narcotráfico y el “patio industrial” de Estados Unidos.

En una de las numerosas reseñas de 2666, leí una comparación propuesta por el crítico Álvaro Bisama entre Santa Teresa y Macondo. Si Macondo era la ciudad mítica que narraba el origen de Latinoamérica, Santa Teresa, es la ciudad que narra su fin. Pienso que si bien la comparación puede resultar atractiva en cierto sentido, es al mismo tiempo peligrosa. García Márquez creó, en las numerosas historias que componen su gran novela, una especie de mito de la realidad latinoamericana: la consecuencia fue ver las ciudades de Latinoamérica como pobladas de magia, como si hubiera algo de Macondo en cada una de ellas. El realismo mágico se convirtió, sobre todo para los ojos de los países del “primer mundo”, en el modo de ser de los países latinoamericanos, en su realidad. Por el contrario, creo que Bolaño se aleja completamente de cualquier interpretación mítica de la realidad: en alguna página de la novela leemos “la historia es una puta sencilla, no tiene momentos determinantes sino que es una proliferación de instantes, de brevedades que compiten entre sí en monstruosidad”. Si bien la violencia es, como en el caso de García Márquez, uno de los motores generadores de su historia, aquí está profundamente conectada con la realidad. La violencia de 2666 es, lamentablemente, violencia real. Y Bolaño se encarga, sobre todo en “La parte de los crímenes”, de que este hecho no pase desapercibido. No es posible crear una ficción, construir una interpretación mítica de un hecho tan horroroso como el de las muertes de Ciudad Juárez. Si Macondo es el mito del origen de Latinoamérica, Santa Teresa es la ilustración de que cualquier interpretación mítica (de origen o de fin), resulta risible, inútil, absurda: en términos de Bolaño, monstruosa.

Santa Teresa es una ciudad borde. Una ciudad que queda en la frontera entre México (y, por extensión, Latinoamérica) y Estados Unidos. Una ciudad límite entre la realidad y la ficción. Entre literatura y vida. Es la ciudad de Cesárea Tinajero (poeta mexicana de los años treinta alrededor de la cual circulan las historias y personajes de Los detectives salvajes) y el refugio de Beno von Archimboldi. Es, al mismo tiempo, un centro industrial, un espacio en la mitad del desierto que con el correr de los años se convirtió en un peligro y una amenaza para las mujeres. Es el espacio de la conspiración: de la impunidad de los estamentos de poder, de la corrupción y del imperio del dinero.

¿Y qué es 2666?, ¿Cuándo sucede el año 2666? En Amuleto (1999), cuyo eje catalizador es otro hecho violento (la matanza de Tlatelolco de 1968), Auxilio Lacouture, en el D.F., describe desde la óptica del año 1975 hechos pasados y nos da una pista de lo que podría significar 2666. La protagonista, que va siguiendo a otros dos personajes (uno de ellos Belano, especie de alter ego de Bolaño) dice: “Y los seguí. Los vi caminar a paso ligero por Bucareli hasta Reforma y luego los vi cruzar y Reforma sin esperar la luz verde, ambos con el pelo largo y arremolinado porque a esa hora por Reforma corre el viento nocturno que le sobra a la noche, la avenida Reforma se transforma en un tubo transparente, en un pulmón de forma cuneiforme por donde pasan las exhalaciones imaginarias de la ciudad, y luego empezamos a caminar por la avenida Guerrero, ellos un poco más despacio que antes, yo un poco más deprisa que antes, la Guerrero , a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio de 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo”. (76-77)
Y con la descripción de Auxilio Lacouture doy fin a estas líneas. Quizás sí es posible una síntesis de la novela, después de todo. O más que una síntesis, una imagen: 2666 como el cementerio futuro de Latinoamérica, como una narración que conduce a la muerte y a la destrucción, o, en las palabras de Fresán, como “un inagotable mural mitad El Bosco mitad Diego Rivera; todo y todos se mueven y van y vienen y se cruzan en la tierra y en el aire por rasgos artísticos… monstruosos… o culinarios”


Ángeles Donoso

sábado, noviembre 6

Julio Verne, escritor sin dios ni amo

¿Cuantos libros no leimos en el colegio, del famoso escritor Julio Verne, historias de aventuras, naufragios, viajes interminables y una interminable línea de sucesos que hicieron de sus obras una lectura exigida para cualquier adolescente de secundaria.

Pero sus obras no terminan allí, en el mero entretenimiento de la imaginación, sino que adentrándose en su vida y obra descubriremos su simpatía por el anarquismo, su apoyo a la insurrección, desobediencia y el poco valor del oro que siginificaba el mercantilismo (de la época) y de la propiedad privada, no así por los actos de violencia injustificada.

Julio verne, un escritor sin dios ni amo:

El 24 de marzo de 1905 moría, a los 77 años de edad, uno de los más
populares novelistas de lengua francesa: Julio Verne. Considerado autor para la infancia, nunca fue incluido en los anales de la literatura francesa.


En todos sus escritos, la sociedad prevista por este visionario es de raíz técnica y moralmente anarquista, seguramente inspirada por largas conversaciones con su amigo Piotr Kropotkin...

Jean Chesneaux * 


Para que la obra de Verne adquiera todo su sentido, hay que situarla en relación a tres corrientes ideológicas del siglo XIX francés: la solidaridad con las nacionalidades, la fe saintsimoniana en la expansión económica y la crítica social anarquista llevada hasta la negación más radical.

Esta última tendencia empuja a Julio Verne a la crítica social y al individualismo libertario. Es la más escondida, la más secreta. En este dominio sería preciso contentarse con anotaciones fugitivas, con episodios y personajes aparentemente secundarios, incluso con deducciones, si hacia el final de su existencia Julio Verne no hubiese dado, repentinamente, libre curso a sus simpatías anarquistas, si el grito "ni dios ni amo" no hubiese resonado bruscamente en el universo que él creara mediante Los náufragos del Jonathan, obra póstuma de una importancia considerable por la inteligencia de su pensamiento político y en la que nos expone, retrospectivamente, una de las "claves" del conjunto de su obra.

En su serie de Viajes extraordinarios arremete contra el oro, considerado como instrumento ficticio de potencia y de riqueza. EnCinco semanas en globo (primero de los Viajes extraordinarios) el oro representa un valor convencional y muy relativo. El doctor Ferguson, cuyo globo se posó en pleno desierto africano, lastró el ingenio con enormes sacos de cuarzo aurífero: los bloques de mineral serán arrojados por la borda a medida que el viaje se prolonga y sea necesario aligerar el aerostato.

El único caso donde el oro aparece con otra significación es el episodio de los galeones de la Bahía de Vigo reencontrados por Nemo gracias a su Nautilus, que le facilitan recursos ilimitados. Sin embargo, el oro esta vez está al servicio de un hombre que ha roto con la sociedad y que sabe, no obstante, y lo considera preciso, ayudar a los oprimidos. Para el caso, Nemo remite una cantidad importante a un emisario de los insurrectos candiotas de 1868.

Sin embargo no va más lejos en el análisis del juego de las fuerzas económicas y las desigualdades sociales. Prácticamente no hace referencia a la producción, la explotación del trabajo por el capital, noción, sin embargo, bien conocida en la época. Por el contrario, aunque sea indirectamente, ataca al derecho de propiedad. Las atribuciones de terrenos a los mineros auríferos o diamantíferos, la fragilidad de las bases sobre las cuales aquéllas descansan, los errores que las mismas comportan, le dan ocasión para demostrar más generalmente el carácter convencional -y de rechazo la fragilidad, lo fortuito, lo revocable- de la propiedad individual del suelo.

La crítica social es vigorosa, aunque no llegue a ser específicamente anarquista. La disconformidad con la autoridad estatal, la distribución de las tierras, la existencia de fronteras, es más específicamente anarquista. Julio Verne repudia profundamente, al parecer, el carácter frágil, litigioso de las fronteras y de las soberanías territoriales.

En César Cascabel esta contingencia resulta novelesca. El tratado de cesión de Alaska a los Estados Unidos de América y de transferencia de soberanía entra en vigor el día mismo que un proscrito ruso se presenta en la frontera y teme caer en manos de la policía zarista.

En cuanto al nacionalismo, a pesar de algunos arranques de patriotismo, no influye en el conjunto de su obra. La comunidad social creada por el capitán Nemo es la expresión más explícita de esa preocupación de superar las nacionalidades. La tripulación del Nautilus habla un lenguaje artificial e incomprensible del cual se nos da una muestra; solamente ante la muerte, cuando un pulpo gigante se lo lleva, uno de los marineros recurre de nuevo a su lengua natal para gritar socorro en francés.

Los jueces son formulistas y pretenciosos: todo acusado es, para ellos, un culpable. Los policías son antipáticos y cínicos. El error judicial, tema familiar en la literatura anarquista de la época, este símbolo del conflicto de la sociedad y del individuo y del carácter inseguro de la justicia establecida, tiene asimismo un lugar importante en el universo de Los Viajes extraordinarios.

La posición de Julio Verne referente a la criminalidad es equívoca. Las bandas de forajidos y de piratas intervienen con frecuencia en sus relatos, y bajo rasgos en apariencia muy desfavorables, muy convencionales: "hez de la sociedad", "miserables", "criminales endurecidos". Sin embargo, observándolo de cerca, el autor ¿no testimonia una estima secreta por el vigor humano de estos fuera de la ley?

A la sociedad establecida, con sus obligaciones y sus montajes ficticios, los anarquistas oponen los "medios libres", las pequeñas comunidades voluntariamente creadas y fundadas en la solidaridad y la ayuda mutua según la tradición proudhoniana.

Tales comunidades encontraremos con frecuencia en Los mundos conocidos y desconocidos; nacidas, claro, fortuitamente, a resultas de catástrofes o de aventuras: los colonos de La isla misteriosa, donde su globo es abatido a causa de una tempestad; la guarnición del Fuerte Esperanza, enviada por la Compañía de la Bahía de Hudson para crear un establecimiento subpolar, instalándose, aquélla, sobre una plataforma de hielo cubierta de tierra, la cual deriva sin remedio posible; Hatteras y sus compañeros, invernando cerca del Polo dentro de su fortín de hielo; la colonia del capitán Savardac, llevada por el cometa Galia; los náufragos de Segunda patria, continuación del célebre Robinson suizo; los pupilos de la pensión Chairman, abandonados en una isla del Estrecho de Magallanes durante dos años, debido al naufragio de su "brick", a la deriva desde Nueva Zelanda sin ningún adulto a bordo (Dos años de vacaciones); la tripulación del Nautilus.


El individuo frente de la sociedad

Todas estas colectividades nacidas de la aventura se caracterizan por su natural armonía; los conflictos de nacionalidad no existen, o se esfuman; cada cual puede desarrollar sus cualidades humanas, concretando escuelas de iniciativa y solidaridad a la vez. Sin embargo, se distinguen de los "medios libres" anarquistas (incluidas sus relaciones novelísticas como Terre Libre de Juan Grave) por un rasgo fundamental: las colectividades de Verne son dirigidas por un jefe, un organizador de la actividad económica y de la vida social. Ese jefe es, generalmente, un oficial (el capitán Savardac, el teniente Hobson en En el país de las pieles), un técnico y un sabio (Nemo, Robur, el ingeniero Cyrus Smith). Igualmente los muchachos de la pensión Chairman sienten la necesidad de elegir un jefe por sufragio universal.

Cuando Verne exalta la revuelta del individuo frente a la sociedad, se sitúa muy próximo a la ideología anarquista. En Veinte mil leguas de viaje submarino, la bandera de Nemo es negra y la planta, en señal de posesión, en el Polo Sur, tierra libre de toda implantación estatal en la época. Esta aparición de la bandera negra de la anarquía y de la piratería es tanto más significativa por repetirse con frecuencia en el universo verneriano. Igualmente, los campesinos canadienses enarbolan la enseña negra al rebelarse contra los ingleses (Familia sin nombre), con voces terminantes: "Fuera, tiranos; el pueblo despierta... Unión de los pueblos, terror de los grandes... Antes una lucha sangrienta que la opresión del Poder corrupto"; este pabellón negro lleva una calavera y dos huesos en cruz, con el nombre de los gobernadores detestados, Dalhouise y Craig.

El pabellón del ingeniero Robur es negro con un sol amarillo, pero el pirata Sacratif también iza el pabellón negro, marcado esta vez con una S, cuando ataca a los navíos griegos en lucha contra los turcos (El archipiélago en llamas); es el mismo trapo negro que enarbolan los piratas que sitian a los colonos de La isla misteriosa; es decir, que la bandera negra aparece en la obra de Verne con una ambigüedad muy significativa, a la vez como emblema de personajes menospreciables y de héroes positivos.

Veinte mil leguas de viaje submarino es la obra de Verne más reveladora de sus secretas simpatías libertarias, por lo menos hasta la publicación de Los náufragos del Johathan, siendo esta la ocasión de recordar la curiosa leyenda según la cual Louise Michel sería la verdadera autora de la novela, cuyo argumento habría vendido por cien francos en un día de miseria.

Esta leyenda, por la forma en que ha sido explicada, es evidentemente falsa; el manuscrito de la obra fue remitido a Hetzel en diciembre de 1868, es decir, mucho antes de la fecha supuesta de la cesión a Julio Verne; es particularmente imposible que Louise Michel haya imaginado el nombre de Nautilus recordando las conchas denominadas "nautilus" que ella encontrara en las playas de Nueva Zelanda durante su deportación.
br> El estudio de los archivos de Verne quizás revele que, desde el fin del Imperio, el autor estuvo en relación con la inteligentsiaantiautoritaria de París, sabiéndose al efecto que en el periodo posterior entabló gran amistad con los hermanos Reclus y su grupo, y que su amigo Nadar evolucionó hacia el anarquismo.


Una obra peculiar

Los náufragos del Jonathan, obra póstuma editada en 1909, fue redactada en las postrimerías de la vida de Julio Verne, en fecha incierta. No existe razón alguna para sospechar de su autenticidadcomo hizo un erudito italiano de la Sociedad Julio Verne.Contrariamente, esta novela de un vigor excepcional, reincide coherente y explícitamente en los temas anarquistas veladamenteintroducidos en los volúmenes de los Viajes extraordinarios, nadie que no fuese Verne habría sido capaz de operar ese reagrupamiento, ese legado aclaratorio del tema.

Puede igualmente notarse que el Jonathan… es la única obra, conLos hijos del Capitán Grant y La isla misteriosa, que Julio Verneelaboró sobre un plan ternario, más amplio y más dramático; todas sus demás producciones tienen una o dos partes, lo que indica una vez más que se trata de una obra de importancia muy particular, ya que Verne nada confiaba al azar en materia de composición literaria.

fotoEn una isla del Estrecho de Magallanes, la islaHoste, vive un proscrito: Kaw Djer (tal es el nombre que le dan los fueguinos); este anarquista abandonó el mundo civilizado, no conociendo otro principio social que la libertad de cada individuo; frente a la civilización, él prefiere la vida primitiva de los habitantes del país. Un navío americano, el Jonathan, naufraga en aquellos parajes; sus pasajeros son emigrantes que una compañía colonizadorareclutó en California para expedirlos en África.

Toda esa gente desembarca en plena confusión, en desorden, y KawDjer queda, contra su gusto, obligado a dirigir, a mandar, a organizar la vida social de los recién integrados a la isla. Gracias a los efectos transportados por el navío, destinados a ser utilizados en África, los náufragos se preparan para soportar el invierno.

El gobierno chileno -del cual la isla depende desde la firma de un tratado de partición con la Argentina- acuerda la independencia de la isla Hoste si los colonos aceptan el compromiso de explotarla. De ello resulta el nacimiento de un pueblo, una experiencia de sociedad nueva. Una villa emerge: Liberia, pero la experiencia no resulta afortunada. Políticos socialistas y comunistas se crean clientelasparticulares incapaces de organizarse en colectividad.

El hambre aparece con el segundo invierno, se forman bandas de pillos y una guerra civil se entabla entre el socialista Beauval (que consiguió que se le eligiera gobernador) y la banda del comunistaDorick.

Por segunda vez Kaw Djer acepta la función de dirigir, cuyo principio le causa horror. Restablece el orden, reorganiza la agricultura y el comercio y rechaza una invasión de los patagones; pero asiste impotente a una marcha en pos del oro que atrae a la islaHoste a aventureros de los cinco continentes, cuando sondescubiertas algunas pepitas.

El desorden se reinstala y Kaw Djer se ve obligado a hacer disparar contra los mineros en revuelta, contándose más de mil muertos, dando pretexto a Chile para revocar su concesión de independencia.Kaw Djer abdica, refugiándose en la isla Hornos para entregarse a la vida solitaria.

Varios temas anarquizantes que ya hemos seguido a través de la obra de Verne vuelven a esta novela, esta vez para ocupar un lugar esencial; los del oro, la propiedad, las fronteras territoriales y las soberanías estatales.

El carácter ficticio del oro como fundamento del valor económico es tanto más manifiesto tratándose de una sociedad nueva,potencialmente libre de toda convención. Por otra parte, el derecho a la propiedad privada es puesto abiertamente en duda. El problema del acaparamiento estatal de los territorios del planeta, el carácter ficticio y convencional de fronteras y soberanías, temas ya apuntados varias veces en otras obras, se plantean igualmente en elJonathan…, esta vez a plena luz. La Magallania, al empezar la novela, es definida como tierra libre de toda implantación estatal, como el Polo Sur cuando Nemo planta en él el pabellón negro; es esa condición de la isla la que atrajo a Kaw Djer para quedarse en ella.

Julio Verne se ocupa igualmente en el Jonathan… del carácter irrisorio de las declaraciones de guerra y de las formalidadesdiplomáticas que llevan consigo. El mundo de los náufragos es un microcosmos que revela (para mal, según Verne) toda la experiencia histórica de las sociedades humanas. A propósito de una joven que quiere casarse contra la voluntad de su padre, estalla una crisis entre el gobernador -el socialista Beauval- y el grupo de amigos de Kaw Djer; y como la tensión se encrespa, loskaw-djeristas derriban el puente de madera que separa sus casas de la zona ocupada por los adversarios.

Ciertos temas libertarios ya expuestos por Verne en otras obras se incluyen en el Jonathan con más fuerza y nitidez. No obstante, el interés de la novela -según entendemos- radica en que el autor expone sus ideas anarquistas a través del protagonista, Kaw Djer. Exposición notable por su tono familiar, de interioridad; pero sobre todo por el hecho de que Verne no quebranta sino a propósito del anarquismo la regla de mutismo político que parece se fijó para el conjunto de los Viajes extraordinarios,

Kaw Djer es el único personaje en toda la obra de Verne que desarrolla sistemáticamente y de forma coherente una filosofía política, y ello no en un desliz de párrafo según la técnica secreta de la cual disfrutara extraordinariamente Verne. Todos suscomentaristas han notado el fenómeno, ya desde el primer capítulo, de manera que el lector no tenga duda.

A lo largo de Jonathan la disposición de Kaw Djer por la anarquía es señalada en varios episodios. "Sus ojos despedían refulgenciasinquietantes" cuando uno de sus adversarios pronunció el vocablo "leyes". Es el culto a la libertad y a la independencia que elprotagonista inculca a sus amigos fueguinos: "dueño no puede haberlo para un hombre digno de este nombre", les explica. KawDjer es, se ve claro, "un alma feroz, indomable, intransigente, refractaria a todas las leyes".

Seguidamente, Julio Verne toma la precaución de distinguir dos categorías de anarquistas: unos "corroídos por la envidia y el odio, siempre prestos para la violencia y la muerte"; otros "verdaderos poetas que ensueñan una humanidad quimérica de la que el mal será arrojado para siempre"; Kaw Djer pertenece "a la sección de ensoñadores y no a la de los profesionales de la violencia".

El nudo esencial de la novela se resume en la confrontación trágica entre las concepciones anarquistas de Kaw Djer y la sociedad que se organiza en la isla Hoste tras el naufragio. Jonathan no relata una simple aventura para la juventud, sino un drama moral que le confiere una intensidad particularísima.

Kaw Djer ve, en efecto, sus teorías rebatidas, o por lo menos defraudadas en razón del comportamiento de los náufragos: apego a la propiedad, individualismo, aceptación de la autoridad ajena, menosprecio por el interés general, incluso la guerra civil acudirá para desgarrar ese microcosmos. Mas las convicciones anarquistas del protagonista no serán quebrantadas, sino solamente reafirmadas.

En resumen, el anarquismo por el que Julio Verne ha podido sentir algún interés, una cierta simpatía, es el de los años 1880-1890, situado antes de la corriente de atentados -de los cuales los Viajesextraordinarios prácticamente no hacen mención-. Es igualmente anterior al reencuentro entre el anarquismo intelectual y el movimiento obrero, es decir, el anarcosindicalismo. A tal efecto se puede notar que el proletariado de la gran industria moderna está totalmente ausente, o casi, de la obra de Julio Verne. 



* Tomado de la revista Tierra y Libertad. Condensado de su artículoDrapeau Noir (Bandera negra).