Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

lunes, octubre 31

Latinoamérica, tierra de feminicidas

La violencia emocional y física que vivimos las mujeres es el pan nuestro de todos los días en Latinoamérica. Todos los días nos acosan, nos insultan, nos golpean, sufrimos violaciones sexuales, nos torturan, nos desmiembran y nos dejan tiradas en cunetas y campos baldíos, como desperdicios en bolsas de basura. Nos desaparecen en fosas clandestinas. Todos los días las mujeres latinoamericanas enfrentamos el miedo y tenemos que vencerlo para salir de nuestras casas e ir a estudiar y trabajar. Pensar que está latente que ése sea el último día que veamos a nuestra familia, porque algo nos puede suceder en el camino. Niñas y adolescentes están en peligro constante debido a la vulnerabilidad de la edad y, a la amenaza que representa una sociedad enferma de patriarcado e insensible ante la violencia de género.

¿En qué momento nos convertimos en ésta porquería de población? ¿En qué momento nos deshumanizamos así? ¿Cómo llegamos a sobrepasar los límites del respeto y hemos ahondado las raíces del patriarcado y la misoginia que nos exterminan a pasos agigantados?

Los feminicidios son algo muy apartado de la violencia común. Son en específico misóginos y llevan intrínseco el odio hacia el género femenino. Muy de la mano van los transmicidios que llevan su fuerte dosis de homofobia, transfobia y lesbofobia agregada al odio hacia el género femenino; es alarmante la cantidad de asesinatos de personas transexuales que se dan en el continente y que al igual que los feminicidios quedan en absoluta impunidad. Y es que si nos va como nos va, a las mujeres transexuales la violencia del patriarcado y el machismo las invisibiliza aún más y en esa exclusión los abusos se multiplican, ajenos a nuestra insensibilidad como sociedad: podrida, patriarcal, misógina, fanática, carente de toda moral e inhumana.

Cada vez que nos enteramos de la desaparición de una niña lo que decimos es que tenía corta edad pero que se comportaba como una mujer vivida. Y con esto le restamos importancia a su desaparición. Si es adolescente o mujer, lo primero que decimos es que de seguro se fue a coger con el novio o el amante. Que de seguro era de cascos ligeros y que se fue huida con algún enamorado escondido que tenía. Que se fue por puta. Y todo el ataque es hacia su sexualidad, que dicho sea de paso tiene todo el derecho de disfrutar con libertad y no ser juzgada por eso.

Si esa desaparición de por sí trágica, se convierte en la noticia de un feminicidio, entonces decimos que se lo tenía merecido por puta. -¿Desde cuándo ser puta es un delito? Todas las mujeres lo somos. Y vivir la sexualidad en plena libertad no es razón para ningún tipo de señalamiento y abuso, mucho menos para una violación y feminicidio-.

Pero, ¿cómo llegamos a este nivel de violencia hacia la mujer?¿Dónde comienza? Desde el momento del nacimiento y cuando quien recibe a la criatura dice: “es una niña”. Y equivocadamente continuamos con los patrones patriarcales de los roles por género, y seguimos con las normas machistas y misóginas que rigen nuestra sociedad. Un papel primordial juega la iglesia en la violencia de género, la propaga, la apoya y la acredita.

La enorme irresponsabilidad de los medios de comunicación sensacionalistas que ayudan a propagar el machismo, la misoginia y el patriarcado.

La pregunta es, ¿cuándo vamos a comenzar a cambiar los patrones y a erradicar el patriarcado y la cultura de la violencia de género? ¿Cuándo vamos a dejar de propagar y secundar el acoso callejero, la violencia emocional y física? ¿Los abusos sexuales y los feminicidios? ¿Cuándo vamos a dejar de castigar, señalar y desvalorizar a una mujer por vivir su sexualidad en plena libertad y con todo el derecho que tiene como ser humano?

¿Cuándo vamos a entender que cuando una mujer dice no es no y que no hay derecho a abusarla por eso?

¿Cuándo vamos a entender que una persona tiene derecho a elegir cómo vivir y no por eso tenemos el derecho a denigrarla, abusarla y asesinarla? Peor aún, solapar ese abuso amparados en religiones, patrones inhumanos y la doble moral.

¿En qué momento las mujeres vamos a dejar de atacarnos unas a otras, unas por santas y las otras por putas beneficiando con esto al patriarcado que nos oprime? ¿En qué momento vamos a dejar de ser esta porquería que infesta a Latinoamérica y nos vamos a convertir en seres humanos que se respetan unos a otros en la hermosa diversidad? ¿En qué momento hombres y mujeres vamos a dejar de ser machistas, misóginos y patriarcales? ¿En qué momento vamos a dejar de orar y dejarle todo a Dios y a exigir justicia por los abusos sexuales y feminicidios que se engavetan en absoluta impunidad?

¿Cuándo será el día en que nos liberemos del patriarcado y seamos por fin una sociedad que respeta las diferencias de género y de toda índole y que se acepte diversa?

No esperemos a que la violencia, la tragedia y el dolor, nos toquen de cerca y se queden a habitar en nuestras vidas para siempre, empecemos hoy: erradiquemos la cultura de la violencia de género.


Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.com

viernes, octubre 28

La búsqueda en el anarquismo de la fragmentación y la pluralidad vinculadas por la ética



El camino fácil, y de consecuencias terribles de forma reiterada, para cualquier otra opción política es la conquista del poder. El reto para el movimiento anarquista es propagar en las personas un deseo de libertad, entendida como negación de toda estructura jerárquica y de dominación, los vínculos sociales deben ser fundamentalmente éticos, el apoyo mutuo y la solidaridad.

Una de las divergencias más grandes, y seguramente irreconciliables, entre marxismo y anarquismo es la negación de este en adaptar la práctica a la teoría. Es lo que podemos llamar libre examen y libre experimentación en el anarquismo. Frente a toda teoría definida e inmovilista, se da predominancia a la práctica y a la acción en las ideas libertarias. En una tradición que se remonta al viejo Heráclito,y que recogerá Bakunin en la modernidad, se considera que "todo es movimiento". No existen, o no deberían existir, escuelas, dogmas y conductores ideológicos o espirituales en el anarquismo, todas sus posibilidades estriban en las condiciones posibles para la autogestión y la ética en una determinada comunidad. Si la política es más cuestión del contexto social, el anarquismo otorga el mismo peso, o incluso mayor, a la cuestión ética. Ética identificada fundamentalmente con apoyo mutuo y solidaridad, conceptos que solo cobran sentido en la práctica. En cualquier caso, el anarquismo puede considerarse como la propuesta ético-política, de raíces amplias y difusas, con mayor peso en la modernidad. Ambos conceptos resultan indisociables para construir una noción de libertad profundamente crítica con toda forma de dominación. Frente a las continuas disquisiciones sobre lo que es el poder para diferenciarlo de la capacidad y autonomía (por ello, preferimos llamarlo 'dominación' para escapar de la deriva polisémica), tal vez el anarquismo tenga su gran baza en su negación a concebir la sociedad también como algo cerrado y ordenado para siempre (al igual que la teoría). Es por eso que la frase clásica "la anarquía es la máxima expresión del orden", a pesar de su atractivo teórico y propagandístico, resulta más que cuestionable.

El proponer el anarquismo una profunda conexión e importancia entre la ética y la política conlleva varias aclaraciones. Una de los más habituales son los interrogantes acerca de la condición humana, no algo esencialista y dado para siempre, sino producto de unos determinados modos de pensar y  de prácticas históricas. Aclarado esto, resulta importante romper de una vez por todas con esas ingenuas e interesadas visiones religiosas acerca de la naturaleza del ser humano. Es una concepción que nos ata a mitos del pasado (con su especial evolución y relevancia en la modernidad hasta conformar el democrático Estado-nación, que no es más que otra forma de legitimar el poder político). Los anarquistas insistieron siempre en que la condición humana remite ineviblemente, para bien o para mal, al contexto social. Si podemos desarrollar nuestras capacidades, de forma activa e innovadora, es si la sociedad lo permite. Toda forma de individualismo que hable de seres aislados (o que considere la riqueza material como la única posibilidad de desarrollo, como el liberalismo) resulta una falacia, el anarquismo observa la comunidad como una conexión entre individuos gracias al  apoyo mutuo y a la solidaridad. Si de verdad creemos en la libertad hay que pensar en el individuo, pero también en la sociedad (conjunto de individuos).

Por otra parte, en la sociedad siempre van a existir conflictos, aunque se trate de reducirlos lo máximo posible, y por supuesto se niega toda forma de estructura jerárquica como solución para ellos. La existencia de problemas no legitima el poder político, ni ningún otro tipo de dominación, por lo que se confía en la estructura horizontal, la comunidad de libres e iguales, para resolverlos. Desde su nacimiento, el anarquismo ha pretendido entonces acabar con el poder político, el Estado, aunque tal vez hay una mejor manera de expresarlo en la actualidad. Por la predominancia que se da a la ética, se desea potenciar la sociedad civil al máximo; es por eso que hablamos de la conexión entre ética y política para la final disolución de cualquier forma de Estado en la sociedad.

Recordemos, una vez más, que a pesar de tantas veces etiquetarse el anarquismo como antipolítico, lo que en realidad se desea es acabar con el poder político; en realidad, a lo que es contrario es a batirse en un terreno de conquista por el poder (una concepción de la política, ya antigua, que le es ajena). Frente a la unidad totalizadora (el Estado), se quiere la fragmentación y la pluralidad, lo cual lleva al anarquismo a campos inevitablemente dificultosos, pero de una actualidad y un futuro innegables.


Capi Vidal

martes, octubre 25

Entrevista a Noelia Cotelo


Primer programa de La Casa Incendiada en su sexta temporada en Radio ELA. Comenzamos hablando con Noelia Cotelo que salió el pasado 10 de septiembre de prisión después de haber estado más de 8 años encerrada. Durante este tiempo Noelia ha sufrido las restricciones, el aislamiento, humillaciones y torturas por rebelarse dentro.

En la segunda parte del programa Daniel Jiménez, autor del libro “Trampas y Tormentos. Para una ecología del castigo en el reino de España”, nos cuenta sobre esta obra que analiza la función ideológica de control de las prisiones hacia las personas que no están presas, la reducción del secuestro institucional por la expulsión o las políticas públicas generadoras de daño social/castigo entre otras cuestiones https://lacaidaeditorial.wordpress....
lacasaincendiada@radioela.org

Puedes escucharlo aquí

sábado, octubre 22

La ilusión democrática


Transcripción de la charla ofrecida por la poeta y profesora Isabel Escudero en el local de la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.) de Madrid, el 20 de octubre de 1995. Publicado como epílogo de "Contra el Hombre" (Agustín García Calvo, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2ª edición, Madrid 1997).

 
Con este mismo título (ya en el año 1992 y a través de la Revista Archipiélago) pusimos en tela de juicio la constitución misma de la Democracia, su engañosa naturaleza y su condición de traidora del pueblo. De entonces a acá todo tipo de atropellos, horrores y estupideces, como podridos frutos de la Democracia, nos han venido invadiendo la vida pública y privada. Desde hace ya años no hay más que abrir un periódico o encender el televisor para que en cascada –siempre renovada y al mismo tiempo inalterable– se nos caiga encima toda la miseria de este progresado Orden Democrático. Rostros de personajones del Gobierno, o de su Oposición (indistinguibles entre sí), Administradores del Estado o del Dinero (que hoy son los mismos) se nos presentan en la modalidad de delincuentes, de facinerosos, junto a las complementarias figuras del Bueno: el Juez insobornable, el policía honrado, el intrépido periodista, etc. etc. como mascarones de un repetido telefilm servido puntualmente a la hora de las comidas a las familias democráticas. Este marcado signo de "realismo" a base de corruptelas y personalismos, viene a ser la constante de todas las Democracias evolucionadas en las llamadas Sociedades del Bienestar. Chismes y comadreos constantes con apariencias de novedades para entretener a las gentes como si se quisiera decir: "sí, pero estos son los malos, luego están los buenos, los verdaderos demócratas, la auténtica Democracia". Esa es la verdadera función de los corruptos: hacernos mantener la ilusión de una democracia inteligente y honrada, verdaderamente popular, siempre inalcanzable: ideal. No. La Democracia es esto de aquí y ahora: es esta y no otra la Democracia ideal: la auténtica Democracia. De ella y contra ella pues hablamos. No vengan ahora los más creyentes a acallar las críticas en nombre de "los ideales democráticos". 
 
Estos que padecemos son precisamente los ideales democráticos. Y esta Realidad democrática (ideal) se sostiene precisamente por sus crisis. Es su crisis permanente la que la sostiene, igual como las ilusiones de mudabilidad sostienen la Idea medular: la creencia inalterada. La apariencia de cambio en los actores sostiene la fe de que aquello podría ser otra cosa. Como si en vez de cuestionarse la Idea misma (por ejemplo del Matrimonio) uno o una tuviera la fe en que basta con cambiar los contrayentes una y otra vez para que aquello funcione. En el caso del Régimen Demotecnocrático, y su fe en el Hombre, en el individuo personal, las imperfecciones de cada moral particular vienen a crear la ilusión del concepto perfeccionado: el Hombre (y el Humanismo) como sustituto reemplazante de la idea de Dios, sus atributos y poderes, su perfección. El Régimen Tecnodemocrático está sustancialmente sostenido por el átomo de las Masas que no es otro que el Individuo personal, con su voluntad propia, su opinión personal, su libertad personal, etc. Todas esas fantasías tan prestigiosas y que tanto publicitan las Democracias. Se trata de atribuirle al individuo una soberanía de razón y hasta de inocencia olvidando que, precisamente, ese individuo –tal como hoy funciona– es ya una construcción, una fabricación desde Arriba del propio Sistema Tecnodemocrático y sus poderes más operativos: La Información, el Mercado, el Dinero; los Medios llamados de Comunicación (más exactamente Medios de Formación de Masas) operan a través de la formación de individuos, diseñados paradójicamente con un modelo clónico pero con la ilusión personalizadora, al modo como la publicidad dice a todos: "especialistas en ti".
 
 
 
Veamos. Lo que ya entonces denunciábamos –en aquel número de la revista Archipiélago– se ha venido confirmando con creces. La estulticia democrática, la vanidad democrática: su radical vaciedad repleta de caras cambiantes, es hoy la pura realidad cotidiana. Hoy la vida de los ciudadanos no encuentra ya resquicios para librarse de ese impenitente atosigamiento desde Arriba de toda suerte de fechorías y trajines con sus correspondientes salvadores. Hipotecada la vida de las gentes, aplastada con los siniestros, y al mismo tiempo banales, tejemanejes de una clase entretenedora, audiovisual, adornada por una casta que se presenta como "intelectual" y que aspira a no ser menos y así poblar repetidamente hasta la saciedad las tertulias de la pantalla de la caja tonta haciendo el inflado gesto de la "crítica": una crítica conducente únicamente a la recreación de lo mismo con el sostenimiento de opiniones diversas (en el fondo la única), pero lejos de ninguna verdad, y sobre todo ajena al pueblo.
 
Es precisamente, esa aparente "exigencia de realismo", una de las trampas de la Democracia. Se pretende que se está hablando de algo físico, palpable, popular, cuando bien mirado ya los hechos mismos revelan su carácter ilusorio constitutivamente mentiroso. Por ejemplo la trampa previa consiste en cómo se puede creer que una minoría es la Mayoría (no sólo porque la población votante no deja de ser minoritaria respecto al común de las gentes, sino porque la posterior "representación democrática" siempre es una minoría personalizada cada vez menos representativa de nadie, a no ser de sí mismos, cada vez más impresentables a medida que van entrando en la escena Democrática). Otra operación tramposa consiste en hacer creer que la Mayoría es todos, esa es otra de las claves de la ilusión democrática: el engaño en que se funda; a partir de esas ilusiones engañosas básicas todos los juegos ilusionistas posteriores, el baile de máscaras, los discursos inflados, los dineros escamoteados, no serían sino ilusiones menores con la que se adorna la gran mentira de la representación democrática: la ilusión de representación.
 
 
 
El papel real de los Medios de Comunicación, o de Formación de Masas, sería el de proteger –no sólo con críticas sino precisamente mediante ellas– el poder del Régimen: la constante autorreproducción de estos Medios de amplificación y creación de opiniones juega fundamentalmente con el ilusorio recurso a la libertad individual, a la libertad de "expresión". La "libertad", ese motor que se suponía tradicionalmente como hálito de las revoluciones, se ha elaborado perfectamente como instrumento potenciador del individualismo y, por tanto, es una fórmula de privacidad e interés personal (el mismo "interés" que el de los bancos: el del dinero). El resultado del supuesto ejercicio y suma de esa "libertad" personal es el conformismo generalizado, la obediencia perfecta con el disimulo de la libertad personal. Ejemplo eximio de esta tramposa operación es el automóvil particular (perfecto ejemplo de ciudadano democrático: un coche un voto), que como sabéis propone y faculta ese tipo de ilusoria libertad individual, que bien mirado consiste (véase el ejemplo vivo en un atasco de autopista en fin de semana) en la obediencia extrema: ir al mismo sitio, por el mismo camino, a la misma hora que tu vecino, pero, eso sí, con la ilusión de que uno lo hace por libertad y gusto personal.
 
Otra trampa a la que recurren las Democracias del Bienestar: cuando se nos presenta a través de los Medios de Formación de Masas otras formas de dominio más primitivas o extemporáneas (por ejemplo con referencias al Tercer Mundo) se está distrayendo y confirmando como "ideal" esta forma del dominio democrático. No hay pues que distraerse con las tiranías de otros mundos, por ejemplo las mujeres del Régimen Demotecnocrático no deberíamos alentar a las mujeres de los Regímenes Monoteístas Subdesarrollados a seguir este modelo nuestro como modelo de liberación. Hay que ser capaces –hay que saber hacerlo– de atacar sus tiranías sin proponerles como alternativas liberadoras estas tiranías nuestras. Hay que desvelar y desilusionar al Mundo no Desarrollado contra éste del Régimen Tecnodemocrático: Modelo (por lo demás) el más perfecto y evolucionado de todos y al que parecen estar condenadas irremisiblemente todos los pueblos y todas las Culturas. No hay que tener miedo de levantarle las vendas a la Democracia para dejar ver sus heridas: la herida del pueblo bajo sus ropajes de bienestar y participación. 
 
No estamos tan desesperados como para aceptar que este modelo que tanto nos duele, que tanto ha contribuido a la demolición del pueblo y sus tradiciones, sea el único modelo fatal de gobierno de los hombres. No es incuestionable la Democracia, ni ésta ni cualquier Democracia. Ese aparente poder que el nombre mismo de Democracia pretende conceder al pueblo es también el que le desactiva y le mata. Ver sino cómo las Democracias han terminado radicalmente con las tradiciones populares, bajo el modelo uniformador del Progreso impuesto desde Arriba, y este modelo uniformador que mata las tradiciones para­dójicamente, alienta los Nacionalismos, la constitución de Estados más o menos disimulados, usando el engaño de los Pueblos, justamente sometiendo lo que hay de común y de razón en ellos: lo que hay de pueblo en los Pueblos.
 
Se atosiga al pueblo desde los llamados Medios de Comunicación con los nefandos pormenores de lo que por allá Arriba pasa (en el Gobierno y en el Gran Dinero) como si fuera un asunto físico, palpable, popular que de alguna manera atañera al corazón de las gentes. Con esa exigencia de realismo figurativo se entretiene y anestesia a las gentes de abajo y, claro, esa operación tiene su infalible éxito: basta que un ciudadano cualquiera se ponga al tanto de toda esa representación de la estulticia para que automáticamente ya no se pueda desentender de ella, la Información no es inocente. Ya queda marcada la inteligencia y la sensibilidad: se queda ya atrapado por esa estupidez de tener que escoger entre este o aquel personajón en vez de ir directamente a desvelar la vaciedad y ajeneidad misma del mecanismo seducido, el espectador, por el engaño de la ilusión de que él desde acá abajo puede hacer algo, al menos opinar, sobre lo que teóricamente debía pertenecerle, ya que fue él mismo el que con su "libertad personal" votó a futanito o a menganito, a este o a aquel Partido. Se busca desde Arriba la complicidad de los de abajo propiciando una especie de asignación de responsabilidad e ilusión de participación para cerrar este juego engañoso de la representación democrática. Para darle carnalidad con eso que ellos llaman la opinión pública. Pero nos preguntamos cómo todavía hoy día se puede hablar inocentemente de "opinión pública", y de "público".
 
 
 
En primer lugar, a qué se le llama Público ¿a las Masas de Televidentes, puntualmente informados y atrapados en las mil y una sandeces que con celeridad de vértigo se les echa todos los días con la apariencia de que pasa algo? ¿Es eso lo que ellos llaman Público? No, esas son las Masas democráticas constituidas por individuos (átomos de esas Masas) previamente diseñados, fabricados y amamantados día a día desde esa eficaz escuela de los Medios de Formación de Masas. ¿Y a que se llama "opinión"?, no a ningún razonamiento libre y popular sino a la asimilación de esas opciones, de esas alternativas fatales que se proponen desde Arriba y ante las que hay que ejercer la tan prestigiosa y cacareada libertad de elección por lo que se escoge entre la misma basura pero con diferente envoltorio, al modo de como se ejerce la libertad de Hipermercado de una marca u otra (todas las mismas con diferente apariencia). 
 
Elija usted entre estas posibilidades, da igual lo que elija pero tiene la obligación de elegir: lo único que no se le permite es que no elija nada: que no compre, que no vote... etc. La infracción democrática es sólo decir No a esa obediencia. Ese mecanismo del Mercado de 1as Sociedades del Bienestar es el mismo mecanismo del manejo de la opinión democrática: elija usted, opine usted entre esas variedades informativas, entre estos tipos del abanico democrático que le presentamos, pero participe, vote y no apague el televisor. Esta ocupación con los entretenimientos de las élites del Estado, del Dinero, de la Justicia, o sea de los regentes de las Democracias, no es inocente; esta ocupación impide de raíz –porque es como un sustituto– cualquier razonamiento libre y desmandado, verdaderamente popular. Hay que elegir. Si Información/no sabiduría. Si opinión/no revolución. No es inocua la Información de Masas. Esa coartada democrática de que basta sacar a la luz las miserias del Estado y el Capital, de hacer "vox populi" los desmanes personales de los gobernantes, para que se desactive el Sistema es mentira. 
 
El Régimen Demotecnocrático vive y se sostiene precisamente por esos desmanes "personalizados"; esas crisis son las que sostienen y vertebran el Sistema. Sin esas patologías, sin todos esos tejemanejes con que ilusoriamente se mantiene en el pueblo la apariencia de cambio, el Sistema Demotecnocrático se vendría abajo. Es la Información desde Arriba, esa continua y acelerada ilusión de movimiento, la que sostiene la fe en el Régimen. La Democracia (en su modalidad Progresada) es necesariamente tecnológica y en su estado ideal: audiovisual.
 
Y que no se nos diga que un ataque frontal a la Democracia –tal y como aquí proponemos– supone un confinamiento a la dicotomía Democracia o Dictadura. Bien sabemos que esta tradicional oposición funciona, como bien ha funcionado a la inversa en nuestro pasado histórico: el oficio peor de las Dictaduras es hacer luego soportable cualquier tipo de gobierno. Pero la Democracia con su creencia en el cómputo de individuos y su fe en la Mayoría no es "en modo alguno" contraria a las dictaduras: representa tan sólo un desplazamiento, un perfeccionamiento del modelo: se constituye así la Democracia como Dictadura de la Mayoría. Es eso lo que se nos propone e impone, pero nos negamos a aceptar que esta Realidad sea todo lo que hay o pueda haber en el mundo y en el gobierno de los hombres. Hay otros mundos inexplorados, otros caminos por hacer, caminos de esos que el poeta dice que se hacen al andar. Estarán quizá fuera de la Historia. Pero si algo tienen que ver esos caminos no hechos con la anarquía es con la condición de que, fuera lo que fuere anarquía, su primera operación es negativa. Por ejemplo: decir No al sustituto: Democracia no es pueblo. Esta vía negativa no se agota y así no hay que dar nunca por sabido ni contado que es eso del pueblo, sino que ello mismo será pueblo porque se deje hablar con voz libre y razón desmandada: que dé señales allá donde florezca a cada instante, sea en la resistencia callada o en la boca de las gentes.

miércoles, octubre 19

Todas las guerras contra nosotras. Nosotras contra todas las guerras


La guerra es el horizonte "normal" de nuestra época.
Los gobiernos y las organizaciones supranacionales -militares, económicas y políticas- a escala global persiguen el control de los recursos, de los territorios, de los flujos de información, con una actitud cada vez más autoritaria y militarista.

En un planeta donde la confrontación entre potencias está marcada por un horizonte multipolar, la competencia entre los Estados y el conflicto entre intereses imperialistas provocan la multiplicación de las guerras, tanto aquellas en las que se combate directamente como las que se apoyan de manera indirecta y no evidente. A las operaciones bélicas se une la intervención económica y política para la construcción de áreas de influencia cada vez más amplias.

La narración dominante y que se emplea para apoyar los objetivos hegemónicos es, según los contextos y los momentos, la de la guerra al terror, de la defensa de la paz, de la estabilidad y del bienestar.

La separación entre guerra y orden público, entre ejército y policía, es cada vez más fina. La coartada de la salvaguardia de la población civil queda desmentida por la evidencia de que las principales víctimas y lo principales blancos de las guerras modernas son precisamente los civiles. Civiles bombardeados, hambrientos, controlados, interrogados, violados, robados: he aquí una crónica de guerra cotidiana. Luego llega la "reconstrucción", la creación de un Estado democrático marioneta de las tropas ocupantes, la organización de ejército, policía, magistratura leales a los nuevos amos. Con otros medios, la guerra continúa.

La guerra se convierte en filantropía planetaria, las bombas, la ocupación militar, las limpiezas son su herramienta. Los militares se convierten en policías, los policías en militares.

Veinticinco años después de la primera guerra del Golfo, tras otros múltiples conflictos, todos ellos en nombre de la humanidad y de la justicia, el temor de que la guerra pudiera llegar hasta nuestras ciudades se ha hecho realidad, si bien en un modo que nadie antes habría podido prever. Desde las Torres Gemelas hasta las calles de Londres, París, Madrid, Bruselas, Niza, Múnich, Suruc, Ankara, la guerra ha llegado a dos pasos de nuestras casas. La convicción de que la guerra estuviese lejos se ha hecho añicos. Pero los gobiernos siguen cultivando la ilusión de que sea posible alejarla, cerrando las fronteras, expulsando a los inmigrantes, cercando los barrios pobres, entregando las ciudades a los militares, colocando videocámaras y micrófonos por doquier.

Se cancelan nuestras debilitadas libertades. El miedo es un arma poderosa. El paradigma de guerra de civilización integra, sin sustituirlo, el de la guerra humanitaria y la noción ambigua de operación policial internacional. El enemigo absoluto, cuya ferocidad no puede compararse a ninguna otra, justifica que pueda cometerse cualquier horror para combatirlo y derrotarlo.

El propio enemigo, con una clara operación de propaganda y proselitismo, exhibe ese vasto muestrario de horrores, que, generalmente, en otras latitudes es cuidadosamente ocultado y negado.

Nada nuevo en la propaganda de guerra: la democracia encubre y niega los propios horrores o los describe como excepciones necesarias. El Estado Islámico prefiere mostrarlos para propagar el terror y hacer proselitismo.

Con maneras de renovada actitud colonialista, nuestros gobernantes justifican la guerra como elemento preventivo de acciones terroristas y como deber de ayuda a poblaciones consideradas "constitutivamente" incapaces de salir del estado de minoría cultural.

La gestión de las emergencias humanitarias causadas por la guerra en las que participan las fuerzas armadas occidentales es, asimismo, un gran y lucrativo negocio, además de un extraordinario laboratorio de control de los millones de personas a las que crisis, guerra y deseo de nueva vida empujan a viajar.

Los especialistas del sector humanitario siguen y a menudo acompañan a las tropas en misión al extranjero. No son (solo) la cara amable que se muestra a la opinión pública, sino que forman parte integrante del dispositivo bélico. No se trata de proseguir la guerra con otros medios, sino de la guerra con todos los medios necesarios.

El paradigma de la "guerra al terror" del que derivan legislaciones y prácticas de emergencia y el consiguiente estado de excepción, más o menos permanente, pretende imponer una mayor disciplina a los dominados, más que defenderlos de cualquier enemigo exterior, y ha servido, en Afganistán y en Iraq, para cubrir una operación depredadora imperialista, destinada a conseguir un mayor control de los recursos energéticos. El miedo, el terror, la guerra pueden realzarse. El mercado de la vigilancia de masas, el sector de la defensa privada, de la logística bélica, no han dejado de incrementarse desde el ya lejano 2001.

Por doquier los gobiernos aumentan el gasto militar, la producción bélica y refuerzan sus propios poderes, los del ejército y los de la policía. Se ha visto claramente y de modo brutal tras el fallido golpe de Estado en Turquía y antes de las Olimpiadas en Brasil, así como en el México de las luchas de los enseñantes. Lo mismo ha ocurrido en muchos otros países europeos. En Francia, el estado de excepción ha servido para golpear a quienes luchaban contra la nueva legislación laboral.

Las leyes contra el terrorismo, el fortalecimiento de los ejecutivos, la limitación de la libertad de manifestación, la proclamación del estado de excepción, tratan de reprimir cualquier forma de oposición política y social y de imponer la disciplina a los proletarios, en particular a los inmigrantes, fomentando así la guerra entre los pobres y nutriendo la división entre trabajadores europeos y trabajadores inmigrados.

Las raíces de la guerra están a dos pasos de nuestras casas: son bases militares, fábricas de armas, fronteras cerradas, muros y alambradas. Intervenir es posible, intervenir es necesario.

Debemos abolir las fronteras, acabar con la lógica de la explotación, romper el cerco del miedo, oponernos a la guerra y al militarismo, mediante el apoyo mutuo y la acción directa.

Nos impulsa le conciencia de que el mundo en el que nos vemos forzados a vivir es intolerable. Lo que hace cada vez más fuerte una urgencia: la de la anarquía.



Declaración del Congreso Anarquista Internacional
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, Septiembre 2016

domingo, octubre 16

Las olvidadas


Nosotras,
que no somos costilla,
sustento del patriarcado

Nosotras,
que no somos corriente,
contra el sentido normal de las marchas

Nosotras
que no somos ramas
que somos raíces

Nosotras
que no somos tendencia
ni colores
ni lilas, ni violetas, ni rosas
ni cuerpos en venta, escaparates con bonitas ofertas

Nosotras
que sufrimos las violencias,
las del Estado, las familiares, las de pareja
las propias y las impuestas

Nosotras
las abuelas de la Plaza de Mayo

Nosotras
las nietas de la guerras

Nosotras
pacifistas sinceras
las camareras de pisos
las heroínas sin calles
las que protestan en alto
las punkys en catedrales
las madres de Alfon y Carlos

Somos Ester Quintana
Somos Patricia Heras

Nosotras
las sufragistas, las anarquistas
las de la huelga de sexo
Lisístratas en Grecia, Colombia o Kenia

Nosotras
Somos Rosa Parks, una sencilla costurera

Nosotras
Las brujas, las hechiceras

Nosotras
Somos la pluma de Mary Shelley

Nosotras
Somos Louise Michel en las barricadas

Nosotras

Abuelas, hijas y nietas

Nosotras

Somos ellas


JORGE MAíz ChACÓN
en Contra: poesía ante la represión. Coordinadora Antirepresión de Murcia

jueves, octubre 13

El conformismo social o la adaptación al grupo


El estreno de una interesante película sobre los experimentos de Stanley Milgram acerca de la obediencia a la autoridad, Experimentar, invita a reflexionar sobre los mecanismos que empujan a la mayoría de las personas al conformismo social; desde un punto de vista antiautoritario, estamos obligados a tratar de aportar nuestra propia influencia: nuevas ideas y modos de pensar, que conduzcan a una ética libertaria.
 
El conformismo social puede definirse como la tendencia de los miembros de un grupo a adaptarse a las reglas y a los objetivos del propio grupo. Se trata de una igualación de la conducta individual producida bajo la presión del grupo y con tensión entre las convicciones inmediatas y las informaciones que los miembros del grupo facilitan. Hay que insistir en el conflicto que va implícito en el conformismo. Los experimentos de Solomon Asch, llevados a cabo en 1951, demostraron significativamente el poder de la conformidad en los grupos; muchos de los sujetos que participaron en los experimentos acabaron plegándose al juicio incorrecto de la mayoría sin que existiera ningún tipo de sanción ni de recompensa en un caso u en otro. La explicación a esta adecuación a la opinión mayoritaria puede estar en la presión del juicio unánime, que hace pensar que el propio esté equivocado, o el deseo de seguir a la masa para evitar entrar en desacuerdo y resultar antipático.
 

Aquellos experimentos dejaron en evidencia un claro conflicto en dos objetivos: dar la respuesta correcta o bien responder a la expectativas de los otros. Por otra parte, al dar los sujetos sus respuestas en privado y no estar ya presente la presión de la mayoría se infravaloraba la opinión ajena (es decir, se opinaba que eran los demás los que sucumbían ante esa presión social) y no se aplicaba ese juicio crítico a la propia opinión. Hay que destacar también los posteriores experimentos de Stanley Milgram sobre obediencia a la autoridad, los cuales pueden considerarse una continuidad de los de Asch en cuanto al conformismo, pero a lo que añade también la teoría de la cosificación, según la cual la obediencia, proceso de influencia producido por la presión social de la autoridad, consiste en el hecho de que una persona se observa a sí misma como un instrumento que realiza los deseos de otra persona y no se considera, por lo tanto, responsable de sus actos (el caso de los soldados en un ejército es el ejemplo más evidente). La investigación sobre la obediencia de Milgran supuso un impacto, no solo en la sicología social, en todas las ciencias sociales.
 

Como ya hemos afirmado en otras ocasiones, no hay que considerar al ser humano enteramente maleable, pero sí hay que comprender los procesos que actúan como presión para que la gente obedezca y se conforme, aun en sociedades con evidentes problemas sociales. Lo que sí parece claro que es que ninguna persona nace obediente ni conformista, son actitudes que se aprenden en sociedad. El problema surge desde temprana edad, cuando lo habitual es que se inculque en los chavales una aceptación de una sociedad muy concreta, se enseñe a acatar unos valores, normas y costumbres, y además el hecho de que obedecer es una forma positiva de conducta. Es un problema encadenado, ya que los mismos progenitores consideran que no mostrarse sumiso y obediente al entorno supone crear problemas de adaptación al grupo y al orden social. Además, el psicólogo Alvin Rosenfeld consideró un problema sicológico añadido en los chavales, ya que ese afán de adecuación social, fundado en el adiestramiento de habilidades técnicas para un mundo basado en la competencia, no les permite un tiempo que deberían emplear en juegos que tengan que ver con el desarrollo de la creatividad personal. No obstante, aunque la familia sea la que canaliza en mayor medida los mecanismos de adecuación o conformidad social, es un problema inherente a toda la vida organizada.
 

Vamos a dar una nueva definición al concepto de conformidad social, sintetizando diferentes visiones: se trata de un cambio de conducta que se manifiesta, no solo como inherente a la persona, sino sobre todo como rasgo dentro del grupo; es una forma de valorar la influencia social, ya que se trata de un ajuste adaptativo del individuo ante la presión social (percibida o real) y resulta clave para la perpetuación de una sociedad injusta y desigualitaria. Parece que, en el pasado, el conformismo dentro de la sicología social se denominaba influencia social y se examinaba de una manera automatizada, tal y como dice Tomás Ibáñez: "la adecuación del individuo al grupo al que pertenece, ejerciendo, por tanto, una función de control social (tanto en el sentido de vigilancia como en el sentido de dirección y de intervención reguladora)". Desde este punto de vista, el comportamiento del individuo o del grupo tiene por función asegurar su inserción en el sistema o en el ambiente social, por lo que se busca la normalización y se rechaza toda "desviación" considerada como disfuncional y no adaptativa.
 

No obstante, el problema del conformismo social es complejo y tiene diversas visiones, por lo que resulta un reto para la psicología social estudiar todas las formas. Moscovici (1985) considera que hay tres formas de reacción frente a la influencia social: el conformismo o aceptación de una norma dominante; la normalización, que es la "presión ejercida recíprocamente, que se traduce en una norma de juicio aceptable para todos", y la internalización, que es la influencia que pueden tener individuos o minorías para crear nuevas ideas, modos de pensar y de comportamiento, o bien de modificar todo lo establecido al respecto. Como solución al problema del conformismo social, se requiere una nueva pedagogía liberadora basada en la aceptación de diferentes modos de conocer, en comportamientos que alteren las relaciones de poder tradicionales y establecidas y en un papel activo del ser humano en cuanto a sus representaciones. Para ello, parece fundamental ser crítico con todo mecanismo que incite al conformismo y aceptar que su naturaleza es social, ya que la conducta del ser humano responde a esos procesos condicionados, pero es susceptible de ser replanteada conforme a una transformación de la conciencia.


lunes, octubre 10

Destino

 
El caso es llegar cuanto antes.
 
Ése es el lema que preside los manejos del Régimen y su propaganda: lo más visible, en el traslado de cosas y personas, autopistas cada vez más lisas para velocidades cada vez más estupendas de automóviles personales, ferrocarriles sumisos al mismo ideal y trenes de Alta Velocidad y Madrid-Valladolid en 2 horas, hora y ½, 1 hora, ½ hora, compitiendo con los aviones supersónicos, etcétera, pero eso de que todo se subordine al ideal supremo de llegar al destino en el menos tiempo posible es algo que se impone y manifiesta igual en las otras faenas, trámites y negocios a que se ha reducido lo que se llamaba vidas de la gente: me basta tocar esta tecla para que a los honestos lectores les surjan de sus penas cotidianas ejemplos a montones.

El destino se come al camino: ésa es la cuestión. Vean cómo, en aviones, trenes o autobuses, dando por supuesto que el tiempo del trayecto está vacío, proceden a llenarlo cerrando las ventanillas y entreteniendo al personal con vídeos de películas que corren en otro tiempo, mientras se pasa sin sentir el de los viajeros y ni se enteran por dónde van pasando; pero véanlo igualmente en la manera en que las vidas se convierten, año por año, hora a hora, en preparaciones para la futura (al fin, lo mismo que la Iglesia mandaba antaño) con oposiciones, exámenes, bodas programadas, proyectos y presupuestos, y cómo a los más jóvenes se les propone como ideal supremo el de que tengan un futuro.

Así el futuro va tragándose las vidas. Cierto que el fin último, la muerte de cada uno, pretenden, al revés, aplazársela más y más, alargar la esperanza de vida, como dicen; pero es una mentira hueca: la vida ya se la han birlado, la muerte ya se la han ido administrando a lo largo de sus años; y, para quedarse muerto como un muerto, no hace falta andarse yendo a morir mañana.
 
 
Agustín García Calvo

viernes, octubre 7

¿Por qué trabajamos?

“Iban al colegio, luego treinta años en el mercado laboral, dos años de jubilación y caían muertos”, dice Guy Standing. ¿Por qué trabajamos? ¿Para ganarnos la vida o para perderla? En este capítulo del Soy Cámara, Yann Moulier Boutang nos adentra en la historia del trabajo, de la explotación y de la dominación disciplinaria del capitalismo; Guy Standing aborda el precariado (concepto desarrollado por él mismo) y la alienación laboral contemporánea, y Judy Wajcman nos alerta sobre el riesgo de la aceleración en el trabajo. Si la mayoría de la gente está molesta con su trabajo, ¿por qué seguimos confiando en él? ¿Qué nos dicen las nuevas formas de trabajo sobre las nuevas formas de dominación social?

martes, octubre 4

Sobre la odiosa contradicción de ser trabajador


Quizá comprender que vivimos una crisis civilizatoria y no una crisis económica –como lo denomina el espectáculo– suponga disminuir la exigencia a tener más Estado y más trabajo; quizá también comprender que el capitalismo no morirá de muerte natural, ayude a ver lo contradictorio de las relaciones sociales impersonales.

Nuestra civilización –entendiéndola como un presente que no cesa– goza del elenco de personas más numeroso habido en la historia que asume el trabajo como necesario para la vida y a su vez emplea más tiempo social dedicado a un fin absoluto ajeno: trabajar.

Dramático es, que la condición de trabajadoras nos defina frente al otro y este hecho organice nuestras relaciones. Somos el personaje que trabaja.

Nuestra vida, en al menos 1/3 está empeñada en conseguir un salario, 8 horas o más diarias que dejamos de lado nuestras relaciones personales, 8 horas dedicadas a relacionarnos por y para un elemento común: el dinero.

Por esto el trabajo es una esfera separada de la vida, que se abstrae de ella como el globo de la tierra, dejando fuera de ese espacio limitado y no total de la vida, la conciencia de nuestras dolencias, nuestras necesidades, nuestros deseos… De ahí que sea la noción de trabajo abstracto lo que define su realidad bajo el capitalismo. De hecho la sustancia social de la que se alimenta el capital es el tiempo de trabajo, trabajo abstracto porque es independiente de las virtualidades de cada trabajo concreto y de sus utilidades específicas. Actividades que separadas de sus especificidades sólo tienen en común que son tiempo de trabajo.

El trabajo es un afuera relativo, ya que su existencia también determina la importancia y la centralidad de las relaciones humanas en nuestras sociedades. Además, como relación social impersonal, la dinámica capitalista es capaz de transformar emociones sentidas en el trabajo como impotencia, disgusto o frustración en emociones provechosas para mejorar la productividad

Innumerables los momentos de aislamiento en el trabajo frente a la inseguridad con el resto de compañerxs –trabajo sin distracciones–, la obcecación por los objetivos frente al miedo a la pérdida del curro o garantizar nuestro puesto esforzándonos por mantenerlo –competencia y enfrentamiento entre todxs–

¡Una tiene que ir a cumplir, no a quejarse!

Es la civilización del capital quien no recompensa las distancias entre nuestra casa y el trabajo o las preocupaciones que nos llegan cuando terminamos la jornada –incrementando el consumo de drogas, regladas o no, por el aislamiento entre las relaciones humanas– A mayor tiempo dedicado a la producción de valor y mercancías, menor es el que disponemos para estar con nuestra gente querida. El fundamento de existencia y reproducción de la sociedad del capital es la separación y fragmentación entre los diferentes sujetos, de nuestras vidas. Una atomización social que es reconducida por la comunidad ficticia del dinero y del Estado.

No son recompensadas porque supone seguir la misma lógica del capital, objetivar nuestro tiempo de trabajo como mercancía.

Lo contrario, que fueran recompensadas sería principalmente el resultado de la capacidad autónoma del capital por revalorizar los salarios, además de las diferentes presiones sindicales o huelgas, aunque estas no sean siempre suficientes para equilibrar las demandas con parte del valor producido. Sigamos;

Esta separación entre el trabajo y el resto de momentos para relacionarnos con gente querida no es una construcción de la conciencia, no. Es el producto de las relaciones capitalistas, como una suerte de Deus ex Machina que introdujera rupturas de realidad permanentemente entre las relaciones humanas.

El capitalismo y el Estado son un tejido de relaciones sociales que superan nuestra capacidad para relacionarnos, debido al fundamento atomizado de nuestra realidad social como indicábamos más arriba. Midiendo, cuantificando, tasando y contrastando lo que deberían ser vínculos sociales concretos y directos –vínculos personales– tecnificando la experiencia y experimentando la técnica.

Surge así el engaño, la contradicción de ficcionalizar el trabajo, identificándonos más o menos con él. La urgencia por simular un personaje que asuma la contradicción capital/trabajo. Es a esto a lo que Marx se refería cuando hablaba del fetichismo de la mercancía.

Nuestro personaje intercambia secciones de vida –un tiempo delimitado y aislado que produce valor– por dinero –la encarnación del valor–


En una época de mutación de las relaciones sociales a unas cada vez más impersonales y descompuestas; mientras las desigualdades aumentan más que nunca, los movimientos no surgen al calor del rechazo del trabajo –como reivindicaba la autonomía italiana de los 70’– al contrario, brotan movimientos en defensa del trabajo y piden mayor gestión por parte de instituciones jurídicas de la economía y la sociedad. Estos movimientos nos piden que nos hagamos a un lado y prescindamos de nuestros vínculos con el otro, que defendamos el dominio de la mercancía y defendamos nuestra condición de trabajadores a tiempo completo.

Piden una mayor separación de la vida y piden un vaciamiento de contenido de nuestra gran parte de vida sensible. Las reivindicaciones no buscan la comunidad humana porque no surgen de ella, buscan la repercusión pasivo mediática y la organización a través del laboratorio social antes que el cambio de relaciones sociales, producto de las interacciones de cuerpos sin que entre ellos medie la mercancía.

Como trabajadores nos movilizamos para que nuestras vidas mejoren al tiempo que reivindicamos la existencia del trabajo. Quizá haya sido el error de buena parte de las luchas precedentes, organizar la revolución desde el argumento capitalista. El error, la organización a partir del trabajo (y por ende del capital), reconociendo que esta crisis es económica y es un problema de gestión de los medios de producción.

La cuestión está en la producción misma –de valor, mercancías, sufrimiento– como relación social abstraída que busca la acumulación de capital y su reproducción ampliada. Su organización y gestión, consideramos, no es la cuestión fundamental del sistema capitalista (¿posible crítica a los partidos políticos y a la democracia como cristalización de las relaciones sociales capitalistas?). La producción nos acerca a la barbarie.

Esta crisis, reiteramos, es civilizatoria.

Estimular el consumo para salir de la crisis, resulta utópico si entendemos todos sus efectos y el presente civilizatorio. Estimular el consumo significa nuevamente, dejar paso a la libre mercantilización de la vida.

La realidad dicta que es el consumo de trabajadores por el capital lo que aumenta, como sujetos flexibles y aislados entre nosotros. Trabajadores sin vínculos, esto es lo homogéneo en estas relaciones sociales. Nuestra comunidad ficticia basada en ser ficción en el trabajo, el dinero en forma de salario, el tiempo de trabajo gastado en forma de valor –sustancia inmaterial que mediante su acumulación e intercambio, hace posible el desarrollo de las relaciones sociales capitalistas–

Nuestra capacidad de imaginar, empozada. La naturaleza, estéril. La vida, mercantilizada.

El decorado que genera el teatro de los trabajadores son las villas miseria, las infraestructuras faraónicas –que permiten la aceleración del intercambio de mercancías, midiendo en tiempo y no en distancias la geografía, tecnificando la noción de lejanía– y la arquitectura del aislamiento y represión.

Y su trama se desenvuelve entre la vampírica apropiación de valor frente a la disolución de los vínculos humanos y la creación de trabajos que tratan de producir y gestionar en el menor tiempo posible las mercancías.

Confiar en el intercambio mercantil como forma de justicia y equilibrio social supone reconocer la propiedad exclusiva y su explotación privada. El liberalismo, a través de las expropiaciones originarias en la modernidad, se valía de este intercambio mercantil para extender su dominio tanto territorial como social y promocionar políticas mercantilistas y discriminatorias. Este intercambio está en la génesis del Estado Moderno (efectivamente, Capitalista)

 

Hay que hacer arder el teatro del mundo, no basta con salir de la esfera económica escaladamente o nutrir los ayuntamientos del cambio con sentido de acumular fuerzas. Esta incoherencia refuerza la presencia de las relaciones impersonales. En este momento histórico de imposibilidad de revalorización del capital –que desde los 70’ comenzó a menguar su rentabilidad, al aumentar costes de explotación– demandar más empleo multitudinariamente significa emplear energías vitales para la causa de nuestros males, es la contradicción en movimiento.

Explicitar que el paradigma relacional en Occidente está mutando al paradigma corporativo y estatista es quizá, entender la dominación del capital y el Estado en la sociedad del trabajo. Nuestro mecanismo frente a esta dominación es el engaño, el ser ficción al menos un tercio de la vida, pensándonos falsamente libres el otro tiempo sin trabajar, interiorizando el uso del dinero como un elemento consustancial a la interacción humana. Esta es nuestra libertad, elegir a qué supermercado ir a gastarnos el dinero.

La mercancía es susceptible de ser controlada, nunca nuestras aspiraciones revolucionarias.



                                    A. I., miembro de Colectivo Germinal
                                             http://colectivogerminal.org/656-2/

sábado, octubre 1

Quisieron pero no pudieron -por Xosé Tarrío-

Quisieron pero no pudieron...
Quisieron embrutecernos y despertaron ternuras.
Quisieron encarcelarnos y florecieron libertades como flores.
Quisieron matarnos a ojos del mundo y brotó de los labios la sonrisa, la vida.
Quisieron comprarnos pero no se compra el aire, ni el cielo, ni los sueños.
Quisieron dividirnos y en la unidad encontramos nuestra razón de ser.
Quisieron ser nuestros amos pero nos rebelamos.
Quisieron decirnos proscritos y nos hicimos bandidos románticos, libres.
Quisieron engañarnos con cuentos y de la verdad construimos un camino.
Quisieron juzgarnos y condenarnos y en su condena nos confirmamos más humanos.
Quisieron la política. Nosotros la razón de la Anarquía.
Quisieron policías, códigos, cárceles, y nosotros quisimos libertad e igualdad.
Quisieron marginarnos de la historia, pero fuimos y somos nosotros los que la hacemos cada día, con cada acción, con cada idea, con cada momento.
Quisieron aislarnos y nos hicimos más fuertes.
Quisieron decirnos qué pensar, pero nosotros ya teníamos un pensamiento.
Quisieron someternos por medio de verdugos inhumanos, pero no pudieron...
Quisieron torturarnos y lo consiguieron... pero nada más que eso.
Quisieron multiplicar los barrotes y los hicieron... pero nada más.
Quisieron nuestras almas, entonces, y les respondimos con dignidad y burla.
Quisieron nuestra dignidad y recibieron a cambio nuestra indiferencia.
Quisieron nuestro orgullo, pero no se lo dimos.
Quisieron vernos arrastrar, pero caminamos erguidos.
Quisieron asustarnos con oscuras mazmorras y la libertad nos dio valor.
Quisieron que nos sintiésemos solos y brotó la solidaridad y la ternura.
Quisieron jueces y tribunales para nosotros, los rebeldes, y no los reconocimos.
Quisieron dar ejemplo y nos encarcelaron, nosotros nos escapamos.
Quisieron, entonces, una cárcel dentro de la cárcel y crearon la universidad de hombres libres.
Quisieron las guerras y nosotros la paz.
Quisieron quitarnos, nosotros compartir.
Quisieron asesinarnos y nos mataron a muchos... pero luego vinimos otros, y después de nosotros otros más, y muchos más detrás de ellos.
Quisieron humillarnos y se encontraron con que éramos ya demasiado libres.
Quisieron un mundo sólo para ellos, donde explotarnos, y nos negamos a ello.
Quisieron acumular las riquezas pero nosotros las repartimos, se las quitamos.
Quisieron llamarlo delito y nosotros lo llamamos anticapitalismo, reparto de la riqueza, cultura del bienestar.
Quisieron convertirnos en cadenas y fuimos balas veloces disparadas, martillos.
Quisieron, por último, callarnos, pero gritamos y gritamos la palabra libertad.
... Y ahora quieren prohibirla, ocultarla, matarla, para que otros no escuchen y no oigan: pero no podrán...


Extraído del libro "Que la lucha no muera. Ante la adversidad, rebeldía y amistad", recopilatorio de textos, poemas y reflexiones del compañero Xosé Tarrío publicado por la Editorial Imperdible (Madrid).