Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

domingo, diciembre 31

Delirio

 


El 1 % más rico del mundo ha convencido al 99% restante

de que en nombre de la libertad

cualquiera puede formar parte del 1% más rico del mundo.



El 1% más rico del mundo ha decidido que

para continuar con nuestro actual estilo de vida

es aceptable sacrificar al 99% restante

con la complicidad de todos ellos.



El 1% más rico del mundo ha convencido al 99% restante

que cualquiera puede formar parte del 1% que se salvará.





Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Ed. Irrecuperables, 2023

jueves, diciembre 28

Cristianismo (y distorsión moral)

 


Ahora que está a punto de celebrarse no sé muy bien qué, sobre el mito del cristianismo, y mientras en la tierra donde supuestamente nació masacran al pueblo palestino ante la indiferencia generalizada, no está demás lanzar unas reflexiones al respecto. Antes de nada, un lúcido comentario apriorístico ante las acusaciones de todos esos bodoques sobre que criticamos fácilmente una religión mientras con otras, supuestamente, no nos atrevemos. Y es que, de forma obvia, uno lanza exabruptos sobre las creencias e instituciones que sufre con mayor fuerza, máxime si pretende ser toda una luz civilizatoria como es el caso del cristianismo (en este inefable país, llamado España, sabemos mucho de eso). Diremos, por supuesto, que hay que combatir otras religiones, como es el caso de la musulmana, máxime con las teocracias que perviven en el siglo XXI y con la guerra santa proclamada por unos cuantos fanáticos dispuestos a hacer cualquier barbaridad en nombre de ella, algo por otra parte que también han hecho históricamente los seguidores de ese personaje de ficción evangelizadora llamado Jesús. Aclarado esto, vamos allá. Ya el gran Bertrand Russell lo dijo hace casi un siglo, pero trataremos de señalar de nuevo lo evidente ya entrado el nuevo milenio. Las brillantes diatribas de hoy no serán contra la religión en general, con sus peculiares fantasías sobre seres sobrenaturales y sus sueños sobre la inmortalidad, más bien sobre la figura que ha conformado culturalmente eso que llamamos Occidente.

Y es que llega hasta la actualidad, no estoy muy seguro si de forma sincera o no a poco que reflexionemos, que ese profeta de la Antigüedad llamado Jesús, tenga o no una naturaleza divina, es un ser dotado de una capacidad moral superlativa. No entraremos en la fiabilidad histórica de su existencia, más bien dudosa, daremos por hecho que todas las contradicciones existentes en los mitos puestos negro sobre blanco en las sagradas escrituras, efectivamente, han dado lugar a todo un referente moral y cultural más o menos coherente. Tampoco insistiremos demasiado en toda esa distorsión racional que supone cualquier creencia religiosa, aunque resulte inevitable vincularla también a la que se produce en el terreno moral. Vamos con ello. De entrada, un fulano que sostiene nada menos que la condena eterna no puede más que espantar a alguien medianamente sensible. No es que hablemos de una tortura durante años a alguna suerte de malnacido, no, sino de tostarse al fuego por toda la eternidad para aquellos, no solo que se hayan portado mal (como se dice a los pobres infantes), también para los que no tengan la peculiar fe religiosa. Ya solo por esto, y no creo decir nada especialmente impactante, es para cuestionar a alguien que pretende ser un ejemplo moral.

No olvidemos tampoco que las enseñanzas de Jesús ponían como primer precepto el amor y sometimiento a Dios, el gran Amo, una exigencia que realizaba de manera rigurosa mediante una fe inconmovible del creyente. No hace falta tener una gran sensibilidad libertaria para sentir horror hacia esa obligación, que echa por tierra una mínima capacidad de elección de cada cual. El manido «amor al prójimo», que tanta gente suele valorar, y sin dudar de que haya habido cristianos que lo hayan tratado de seguir a rajatabla, conlleva no pocas contradicciones y cosas cuestionables. Está muy bien proclamar que no hay que abrir la cabeza a los demás a poco que no nos guste su comportamiento, pero ese enseñanza supone muy a menudo una tolerancia y resignación ante lo inicuo que parece intolerable. Por otra parte, vinculado con ese abstracto amor al otro se encuentra una exigencia de humildad y pureza, que desemboca inevitablemente en la humillación y rebajamiento del pobre incauto cristiano. Y es que ni siquiera el llamado Jesús fue capaz de estar a la altura de todos esos despropósitos y encontramos ejemplos en los evangelios de sus amenazas, cólera y actos vengativos, por no hablar de un tipo al que resulte francamente difícil encontrar virtudes intelectuales apreciables. La severidad y exigencia de obediencia, aunque excluyamos algunas cosas ya expuestas, parecen contradecir abiertamente la idea de que Jesús era un ejemplo de perfección moral. Tal vez, solo tal vez, al margen de las creencias sobrenaturales que muchos se empecinan en sostener, y dejando a un lado la fe irracional, todo esto sirva para reflexionar un poquito sobre los referentes culturales que barajamos y sobre la profunda distorsión moral que padecemos.

 

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2023/12/23/cristianismo-y-distorsion-moral/

lunes, diciembre 25

Una crítica radical y bien fundada de la sociedad industrial

 


En la cada vez más evidente crisis energética que amenaza a nuestra sociedad, las renovables tienden a presentarse como la panacea que ha de sacarnos del atolladero, pero un análisis riguroso muestra lo vano del empeño. 
 
 

En la cada vez más evidente crisis energética que amenaza a nuestra sociedad, las renovables tienden a presentarse como la panacea que ha de sacarnos del atolladero, pero un análisis riguroso muestra lo vano del empeño.

El ensayista y novelista José Ardillo (1969) ha investigado esta cuestión en Las ilusiones renovables, un texto publicado en 2007 por Muturreko burutazloak, y que acaba de reaparecer en el catálogo de El salmón enriquecido con varios apéndices, además de un prólogo a la nueva edición y el que se añadió a la francesa de 2015.

La interacción de los humanos con el medio en términos de energía es un asunto crucial que determina la viabilidad de las sociedades y debe ser analizado de acuerdo con las leyes de la física y la dinámica de los ecosistemas. Habida cuenta de esto, el propósito de Ardillo con Las ilusiones renovables es aproximarnos a la forma como hemos llegado a la situación actual, marcada por un agotamiento progresivo de recursos y una crisis ambiental sin parangón. Estos problemas son estudiados en su terca realidad y más allá del ideario impuesto por la acumulación de capital y los intereses espurios de las corporaciones, es decir “sin que medie el empuje de la actual propaganda disfrazada de realismo”.

Un Moloch devorador de energía

Los primeros capítulos ofrecen un recorrido histórico y temático por los grandes empeños energéticos del capital desde el fin de la II Guerra Mundial. Éste fue un momento en el que la industrialización y tecnificación pisaron el acelerador, lo que en el caso de la agricultura significó un aumento de la energía, sobre todo procedente de combustibles fósiles, invertida en la producción de alimentos, y un uso generalizado de agroquímicos que provocaron una agresión ambiental sin precedentes. La crisis del carbón en los 50 pudo solventarse gracias al auge del petróleo que siguió, aunque éste hubo de favorecerse con golpes de estado como el que se orquestó contra Mohammad Mosaddeq en Irán en 1953. En esta época comenzó también el desarrollo de la energía nuclear civil y en 1957 hubo que lamentar ya graves accidentes en el norte de Inglaterra y los Urales.

La primera crisis global del modelo se produjo en 1973, cuando la OPEP, que había sido creada en 1960, decidió un incremento en los precios del crudo que se planteaba como una represalia por el apoyo occidental a Israel en la guerra del Yom Kippur, pero obedecía sobre todo al interés de las grandes compañías petroleras por “sangrar” a los consumidores europeos y japoneses. Fue sólo un primer barrunto de que podría llegarse a una escasez real, pero algunas mentes lúcidas como Fritz Schumacher, Iván Illich, Barry Commoner o Amory Lovins comenzaron a advertir ya en esa época sobre el camino sin retorno emprendido y vieron incluso una relación estrecha entre el control de la energía y la centralización de poder impuesta en la sociedad.

Esta conexión entre energía y centralización es diáfana en el caso de las centrales nucleares, en las que la tecnología implicada requiere siempre una seguridad extrema que aboca a una sociedad militarizada. Las circunstancias de la catástrofe de Chernóbil en 1986 y las medidas posteriores a ella muestran esto a las claras. El descrédito de esta energía no hizo más que crecer desde aquel año fatídico, pero el veto podría revertirse utilizando hábilmente la crisis en curso para adoctrinar a la gente en su necesidad. En la actualidad vemos que no faltan voces capaces de presentar las centrales de fisión como una alternativa “limpia” a los combustibles fósiles.

Respecto al petróleo, el capitalismo ha encontrado en él un instrumento tan imprescindible que cabe preguntarse qué perspectivas se abren con su agotamiento inminente. Podría sugerirse que al carecer de uno de sus resortes esenciales de poder, el sistema podría desmoronarse, posibilitando una refundación de las bases de la economía. Sin embargo, la historia enseña que las situaciones de este jaez suelen resolverse más bien en una disgregación caótica y destructiva. En cualquier caso, lo que es claro es que la existencia insensata que vio nacer el siglo XX, plagada de automóviles que derrochan el tesoro energético robado por las bayonetas en países lejanos, con un coste ambiental inasumible, toca inevitablemente a su fin.

Tratando de esbozar una alternativa al desastre en marcha, un capítulo está dedicado a las ideas sobre energía de algunos clásicos del anarquismo, de Piotr Kropotkin a Murray Bookchin. El recorrido demuestra que la mayor parte de los pensadores libertarios, tras diagnosticar la explotación económica y sus causas, a la hora de hacer propuestas se suman a los ideales de una tecnificación que habría de facilitar la vida humana en el nuevo mundo. Ardillo critica que en este análisis no se tenga en cuenta en general el declive de los recursos, pero en el otro extremo censura luego también a los primitivistas, dispuestos en su insania a abolir la agricultura, que considera que rompen con el proyecto emancipador del anarquismo clásico.

Perspectivas para el futuro

La gran apuesta del sistema frente a la situación creada con el agotamiento de diversas fuentes de energía son las renovables, pero un repaso cuidadoso de las alternativas en la agenda resulta francamente descorazonador. Las centrales nucleares de fusión no están ni se las espera, el hidrógeno verde enfrenta dificultades sin cuento y los proyectos solares y eólicos, analizados en detalle se revelan incapaces de sustituir a los combustibles fósiles. Tal parece que no existen opciones viables para seguir alimentando de kilovatios hora nuestro loco mundo.

Paralelamente a esto, otro aspecto preocupante es que el movimiento ecologista, nacido con pretensiones de superar el modelo social imperante en el convencimiento de que la matriz energética de una sociedad sólo podría ser desmontada juntamente con sus estructuras de poder, deambula mayoritariamente hoy por senderos reformistas, sin atacar el núcleo del problema. Para Ardillo esto resulta terrible, pues en su opinión “no necesitamos alternativas a las energías convencionales, sino una salida forzosa del mundo energético donde nos han introducido y nos hemos dejado llevar.” Para él, la solución pasa inevitablemente por detener la dinámica explotadora y ecocida del capitalismo.

La nueva edición de Las ilusiones renovables incorpora tres artículos como apéndices. “Interrogantes sobre el cenit del petróleo”, de 2013, muestra cómo la confianza en una transición suave tras el declive del petróleo, apoyada en avances tecnológicos, no parece muy fundamentada, y se intuye más bien la emergencia de crisis y conflictos globales. “El gran laboratorio climático, o cómo reducir el planeta a una olla a presión”, de 2020, critica la deriva del viejo ecologismo, comprometido con la búsqueda de una sociedad menos centralizada e industrial, hacia un activismo volcado en demandar medidas a los estados contra el calentamiento global, con lo que “acepta un campo de batalla diseñado por sus enemigos y falsificadores”. “Contra la colapsología. Por una ecología libertaria sin cuenta atrás”, de 2020, comienza mostrando lo difícil que es hacer predicciones en contextos de crisis y con base en ello, reivindica para la ecología, más allá de profetizar colapsos, el cuestionamiento de una forma de vida fatal para el planeta y sus habitantes. Como estrategias, Ardillo es partidario sobre todo de la difusión de ideas, las experiencias colectivas de autogestión y la lucha defensiva y pacífica contra las agresiones que el sistema no deja de infligirnos.

Las ilusiones renovables describe puntualmente el camino que nos ha traído donde estamos, y con generosidad de datos y argumentos ayuda a comprender una situación en que esquilmados los recursos energéticos, el entramado económico que nos domina propone una opción de recambio inviable y de negras perspectivas. La difícil coyuntura es imprescindible que se convierta en un momento de reflexión para todos, porque frente a la dinámica enloquecida del capital, que nos conduce al desastre, la única alternativa es construir una forma de vida más sencilla, respetuosa con nuestros semejantes y el planeta que nos cobija.

 


Una crítica radical y bien fundada de la sociedad industrial
Jesús Aller

 

 
 

viernes, diciembre 22

Adios a Dios (y a cualquier otro concepto absoluto)

 


Como creo que ya he manifestado en alguna de estas magníficas columnas que pongo negro sobre blanco, tengo la (no siempre) sana costumbre de leer y escuchar a gente de todo pelaje. Sé que es una botarate tendencia del ser humano la de solo atender a lo que pueda confirmar sus creencias, pero no es mi caso. Precisamente, como uno es un lúcido ácrata de tendencias nihilistas, se deja guiar por su curiosidad, escepticismo, crítica e incredulidad para ir dando forma a un pensamiento exento de dogmas, ya que el compromiso con los valores, quizá de forma solo aparentemente paradójica, se muestra más sólido desde posiciones no absolutistas y enarbolando una pequeña bandera (figurada, of course!) nihilista. Y, por mucha tabarra que nos den algunos, la historia y el pensamiento ayudan sobremanera a llegar a estas conclusiones. El caso que los intelectuales reaccionarios (valga el oxímoron), vertiente católica, son muy, muy pesaditos nombrando hasta el hastío al escritor y filósofo Chesterton. A este fulano se la atribuye una frase, que sus seguidores fundamentalistas no dejan de repetir hasta la saciedad con orgullo algo estólido; algo así como que, si el ser humano deja de creer en Dios, acaba creyendo en cualquier cosa.

He de decir que el pensamiento del tal Chesterton, por motivos algo obvios, no me ha estimulado gran cosa, aunque este buen hombre nos ha legado, eso sí, un gran número de entretenidas novelas policiacas. Por cierto, entre las mismas, hay una especie de sátira llamada El hombre que fue jueves, protagonizada por un grupo de anarquistas donde acabamos descubriendo que todos sus integrantes eran policías infiltrados; hay que reconocer que la cosa tenía su gracia, aunque el autor demuestra no tener ni repajolera idea de las ideas libertarias (seguro que no todo era así en su persona). Pero, vayamos con la engañosa, irritante y distorsionadora frase de marras, soltada reiteradamente como una verdad eterna e inmutable. No diré yo que no sea cierto que un número considerable de presuntos sapiens ha sustituido la creencia dogmática tradicional por cualquier otra disponible en el mercado moderno o posmoderno, pero la cosa es digna de análisis. En primer lugar, la argumentación reaccionaria tiene algo de continuación y un mucho de trampa; vienen a decir que si se abandona esa abstracción, que la historia ha denominado Dios, se adopta cualquier otro concepto absoluto y se acaba haciendo barbaridades en su nombre.

Claro, se obvia que precisamente el problema radica en la creencia en verdades absolutas, aunque se presenten como el bien con mayúsculas (que supongo que es lo que consideran los monoteístas sobre su creencia, ¡uf!), y es posible que las mayores aberraciones las hayan hecho los presuntos sapiens en nombre de esa abstracción trascendente, todopoderosa y dudosamente benovolente llamada Dios. Sí, es obvio que muchos cambiaron una creencia dogmática por otra, pero el terreno abonado para imponerla al prójimo y fundar instituciones consecuentemente autoritarias ya lo había realizado la religión, amiguetes. Suelo mencionar una argumentación que escuché de boca de una amiga filósofa, según la cual la posmodernidad ha tratado de acabar con ese absolutismo entronizado que era la divinidad; sin embargo, el error ha sido no haber dinamitado también el trono, de tal manera que cualquier otro poder absoluto acaba colocando en él sus posaderas. Parece algo similar a lo que dijo el fervoroso creyente Chesterton, pero sin arrimar el ascua reaccionaria a su voluminosa sardina y con todas las intenciones libertarias (y, desde mi nada modesto parecer, algo nihilistas).

 

Juan Cáspar

martes, diciembre 19

Ningún país fue para viejos. Sobre el origen del concepto «envejecimiento poblacional»

 

                 El sastre del pueblo (1894), Albert Anker

 

Después de terminar Edades de tercera (Descontrol, 2022), me quedé con ganas de ampliar algunas partes del ensayo relacionadas con el origen histórico de algunos términos, como «envejecimiento demográfico», que son claves para entender muchos debates actuales en torno a la vejez. Por eso me decidí a escribir este artículo que se publicó hace una semana en Ser Histórico - Portal de Historia

Ningún país fue para viejos.  Sobre el origen del concepto «envejecimiento poblacional»

1999 marca un hito en la estrecha y conflictiva relación entre la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la cuestión demográfica. El año previo a la finalización del siglo XX fue declarado Año Internacional de las Personas de Edad y fue el pistoletazo de salida a todo el trabajo de análisis estratégico emprendido por esta institución en relación al llamado envejecimiento demográfico[1]. Atrás quedaban los años oscuros en que la organización internacional, a través del Fondo de la ONU para la Población (UNFPA), se empleó a fondo para luchar contra la bomba poblacional de los países del Tercer Mundo (favoreciendo, incluso, la puesta en marcha de programas de esterilización masiva).

A partir de entonces, han sido muchos los estudios demográficos elaborados por la ONU; análisis rigurosos donde destacan las proyecciones de población para los próximos años. En estas proyecciones, por ejemplo, España aparece como uno de los países más envejecidos del mundo en el año 2050.

Sin embargo, estos datos no han servido para que las cuestiones relacionadas con el envejecimiento poblacional estén en la primera línea del debate público en nuestro país de forma explícita. Por el contrario, ha tenido que ser una cuestión sobrevenida la que ha favorecido, al menos durante un periodo de tiempo, que los problemas de la vejez y el proceso de envejecimiento hayan suscitado el interés de los medios de comunicación de masas; nos referimos, claro está, al episodio relacionado con el fallecimiento de miles de ancianos en las residencias a consecuencia de la gestión política de la pandemia provocada por el coronavirus.

Sin embargo, a poco que rasquemos por debajo de los titulares de prensa, nos daremos cuenta de que la cuestión del envejecimiento poblacional está detrás de muchos de los debates recurrentes de nuestra sociedad; debates como los relacionados con la dependencia y los cuidados, las residencias de ancianos, la supervivencia del sistema de pensiones, el sistema de salud público, los modelos de familia, la violencia contra los mayores, etcétera.

Por otro lado, el uso político, explícito y envenenado, del concepto de envejecimiento poblacional de las naciones occidentales, resulta clave para la articulación de los discursos de la extrema-derecha más radicales, como el vinculado a la tesis conspirativa del llamado Gran Reemplazo; una tesis con especial predicamento en países como Francia, Estados Unidos, Alemania y los países escandinavos.

Llegados a este punto, y teniendo en cuenta el papel fundamental que el concepto de envejecimiento poblacional juega en buena parte de los debates actuales, resulta interesante plantearse cuál ha sido el proceso histórico que está detrás de la construcción teórica de este axioma de la demografía contemporánea.

Una historia de la Francia del XVIII y el XIX

Siguiendo las investigaciones de Patrice Bourdelais[2], reputado demógrafo francés que dirigió hasta 2018 el Institut des Sciences Humaines et Sociales (InSHS), durante el siglo XVII, debido al reforzamiento del proceso de centralización del Estado francés y al desarrollo de una administración que se pretendía más efectiva, por lo que tenía de fiscalizadora, la administración francesa favoreció la puesta en marcha de herramientas estadísticas de carácter demográfico que empezaron a utilizarse en las colonias y luego aterrizaron la metrópoli. El Marqués de Vauban (1633-1707) y Jean-Bastiste Colbert (1619-1683) tuvieron un papel protagonista en el impulso de estas medidas de análisis demográfico.

Hasta 1795, Francia fue el país más poblado de Europa, incluida Rusia. Sin embargo, a finales del siglo XVIII el control voluntario de la natalidad comenzó a practicarse de manera generalizada entre los estamentos más acomodados de la sociedad francesa. Una práctica que empezó a extenderse al conjunto de la población desde principios del siglo XIX. Teniendo en cuenta esto, en 1866 y en un contexto europeo marcado por la hostilidad franco-prusiana y la carrera imperialista, los territorios que en 1871 quedarían unificados bajo la bandera alemana, pasaron a superar en población a Francia, lo que sin duda pasó a formar parte de las preocupaciones de las élites francesas de finales del siglo XIX.

Fue entonces cuando un demógrafo, Jacques Bertillon (1851-1922), empezó a postular la teoría que problematizaba, en clave nacional, el aumento de la edad media de la población francesa provocado por el descenso de la mortalidad, el incremento de las tasas de población envejecida y el paulatino descenso de las tasas de natalidad. Según este razonamiento, la población francesa, es decir, Francia, se estaba haciendo más vieja, más débil y, por tanto, menos capaz de competir con las naciones rivales de su entorno. Una teoría que, dicho sea de paso, no escapaba al socialdarwinismo de la época y, entre otras consecuencias, favorecía la desvalorización social de los ancianos.

Natalismo patriótico VS. Neomalthusianismo obrero

Serían precisamente las propuestas teóricas de Bertillon, las que servirían de argumentario político a las organizaciones patrióticas —como la Alianza Nacional para el Crecimiento de la Población Francesa[3] que conformaron el muy activo lobby natalista francés.

Estas organizaciones, conectadas a un importante sector de las élites sociales y económicas de Francia, presionaron para el establecimiento de políticas públicas que incentivaran la natalidad y limitaran la contracepción, con el objetivo, según ellos, de frenar el debilitamiento del país provocado por el proceso de envejecimiento demográfico.

Como no podía ser de otra manera, la intervención política de estas agencias acabó por colisionar frontalmente con aquellos sectores, intelectuales y sociales, que ya a principios del siglo XX defendían las tesis neomalthusianas[4]. Estas últimas abogaban por enfrentar el problema de la pobreza de las familias obreras a través de la procreación consciente, lo que, entre otras cosas, implicaba una apuesta por la separación entre sexo y reproducción, el fomento de la educación sexual y la socialización de toda una serie de valores que, finalmente, favorecían la autogestión de la salud de la clase trabajadora[5].

Hay que tener en cuenta que fue en 1896, en el mismo año en el que se creaba la Alianza Nacional para el Crecimiento de la Población Francesa, cuando nacía la Liga Neomalthusiana francesa, que solo cuatro años después, en 1900, impulsaría el primer Congreso Neomalthusiano Internacional, celebrado en París. Un congreso que, a la postre, resultó clave para la difusión del ideario neomalthusiano. De hecho, fue poco después, en 1904, cuando se creó la Liga Neomalthusiana Ibérica, impulsada por el médico anarquista catalán Luis Bulffi de Quintana (1867-192?). Según Layla Martínez, en 1905 esta liga ya contaba con treinta y seis secciones, distribuidas por toda la península, que «realizaban labores de educación sexual y de difusión de las tesis de procreación consciente, poniendo especial énfasis en los métodos anticonceptivos y en la necesidad de que las mujeres decidieran sobre sus embarazos[6]».

Hablamos, por tanto, de todo un despliegue de propuestas que, en buena medida, fue factible gracias al papel jugado por publicaciones periódicas como Salud y Fuerza, Iniciales, Generación Consciente o, ya a partir de 1927, Estudios; periódicos y revistas de cuidada edición, tiradas generosas y amplia distribución que, como revelan los trabajos de investigadores como Alejandro Civantos[7], formaron parte de la pléyade de cabeceras que animaron el riquísimo universo cultural del anarquismo ibérico del primer tercio del siglo XX.

En la práctica, desde finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, asistimos a la pugna, también en el terreno de la demografía, de dos modelos sociales antagónicos. El primero, representado por el patriotismo natalista, tomaba como referencia a la nación francesa y, partiendo del por entonces balbuceante concepto de envejecimiento demográfico, abogaba por la puesta en marcha de medidas que favoreciesen el aumento de la natalidad y, por ende, contribuyeran al descenso de la edad media de la población francesa; algo que, por un lado, pretendía garantizar la primacía de Francia en la carrera imperialista (lo cual satisfacía los intereses del ejército y los grandes industriales) y, por otro, alimentaba el argumentario religioso que perseguía la contracepción y la educación sexual.

Frente a ello, el movimiento neomalthusiano, en especial el de inspiración ácrata, tomaba como referente a la clase obrera internacional y pretendía divulgar entre los trabajadores y trabajadoras la idea de procreación consciente. Esta propuesta, que aspiraba a convertirse en una herramienta más en la lucha contra la miseria obrera[8], abría un horizonte emancipatorio para las mujeres y, de manera lógica, se insertaba a la perfección en un movimiento integral, como el anarquista, marcadamente internacionalista, antibelicista y enemigo acérrimo del poder político de las instituciones eclesiásticas.

Reverberaciones políticas actuales

Tal y como indica el demógrafo Julio Pérez Díaz en su blog, Apuntes de Demografía, a pesar de que el aumento de la edad media de la población había sido problematizado mucho antes del siglo XX, sería en 1928 cuando el prestigioso demógrafo Alfred Sauvy (1898-1990) —que posteriormente sería conocido por acuñar el término Tercer Mundo— empezó a utilizar de manera prolija la expresión «envejecimiento progresivo» de la población; una idea que, ya en 1946, facilitaría la aparición y normalización del término «envejecimiento demográfico» a través de su uso en la revista Population, una de las publicaciones periódicas sobre demografía más prestigiosas a nivel internacional.

Casi 80 años después, el término envejecimiento poblacional, libre de polvo y paja, se sigue blandiendo como una espada por aquellos actores políticos que, mientras alertan del “ocaso de Europa” (denunciando la “invasión migratoria” y la supuesta desaparición de los valores del cristianismo), ignoran las consecuencias del imperialismo occidental, aplauden las políticas neocoloniales que expolian a los países periféricos y, para más inri, promueven las medidas económicas de carácter neoliberal que precarizan la vida de los jóvenes, contribuyendo con ello al desarrollo de las condiciones generales que dificultan la natalidad y, por tanto, favorecen el aumento de la edad media poblacional[9].

Por otro lado, buena parte de las propuestas del movimiento neomalthusiano, incorporadas —como veíamos anteriormente— con especial predilección por el anarquismo internacional a su fecundo acervo de prácticas de intervención política, han permeado en otros movimientos sociales, como el feminista, que las hicieron suyas desde su conformación, desplegándolas de forma autónoma y, en no pocas ocasiones, ignorando su genealogía obrera y libertaria.

Finalmente, el anarquismo actual, que antaño pareció interesarse por todo aquello que condicionaba la vida de las clases populares, parece haber dado la espalda a la reflexión teórica en torno al tema capital de la demografía; ignorando, quizá, la acuciante necesidad de incorporar su imaginario humanista y su enfoque revolucionario al debate político en torno al futuro de la población mundial. Un futuro, como siempre en pugna, donde no solo se ven amenazados los códigos culturales que contemplan la inalienable dignidad de las personas mayores, sino también las mismas bases de la vida humana sobre la tierra.    

 


[1] Para no extendernos mucho, diremos que el envejecimiento demográfico es el concepto que alude al aumento de la media de edad de una población determinada. Asociado a la modernización del régimen demográfico, es una de las características de la demografía de los países desarrollados.

[2] Para el artículo que nos ocupa, hemos seguido fundamentalmente uno de los interesantes trabajos de Bourdelais, «Las claves históricas del natalismo. Francia, siglos XVII-XX», incluido como capítulo en Invasión migratoria y envejecimiento demográfico. Dos mitos contemporáneos, Isidro Dubert y Antía Pérez-Caramés (coordinadores). Catarata. Madrid: 2021.

[3] Fundada en 1896, el propio Jacques Bertillon fue uno de los fundadores de la Alianza. Su capacidad de influencia en política francesa será innegable, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX. La aprobación del llamado Código de la Familia (1939) fue una de sus grandes victorias. 

[4] Para un acercamiento a la relación entre neomalthusianismo y movimiento obrero, especialmente el de inspiración ácrata, recomendamos los trabajos de Eduard Masjuan; sobre todo, La ecología humana en el anarquismo ibérico (Icaria, Barcelona: 2000).  

[5] Será este el momento en el que corrientes como el higienismo o el naturismo empezarán a tener cada vez más predicamento entre las clases trabajadoras, sobre todo del sur de Europa.

[6] Hartémonos de amor ya que no podemos hartarnos de pan. Sexología y anarquismo. Layla Martínez Vicente. Piedra Papel Libros. Jaén: 2014.

[7] Leer en rojo. Auge y caída del libro obrero (1917-1931), editado por la FAL en 2017, y La enciclopedia del obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923), publicado por Piedra Papel Libros en 2022, son dos de los trabajos de Alejandro Civantos que abordan la dimensión cultural del anarquismo ibérico.

[8] A pesar de que el movimiento neomalthusiano tuvo una clara influencia en el movimiento libertario a nivel internacional, también hubo sectores del anarquismo que, por diversos factores, se opusieron a sus tesis. Para rastrear, por ejemplo, el antimalthusianismo de Kropotkin, recomendamos la lectura de «Eugenesia y anarquismo en el primer neomalthusianismo libertario barcelonés, 1896-1915», de Álvaro Girón-Sierra, en História, Ciência, Saúde – Manguihos, Río de Janeiro (Brasil), v. 25, supl., ago. 2018, p. 87-103.

[9] Un certero acercamiento a las causas de la baja natalidad en España lo encontramos en «Las causas de la muy baja fecundidad en la España actual», Teresa Castro-Martín, Teresa Martín-García, Julia Cordero, Marta Seiz y Cristina Suero, en Invasión migratoria y envejecimiento demográfico. Dos mitos contemporáneos, de Isidro Dubert y Antía Pérez-Caramés (coordinadores). Catarata. Madrid: 2021.

 

https://labandadeloscuatro.blogspot.com 

sábado, diciembre 16

Hegemonía


Dices:

 

guerras de baja intensidad,

tráfico de seres humanos,

organismos modificados,

reclutamientos forzosos,

tragedias humanitarias,

inmigrantes muertos,

deterioro ecológico,

 

oleadas de pateras,

 

cambio climático,

 

desplazados,

hambrunas,

corrupción,

 

esclavitud,

violaciones,

epidemias,

verjas,

 

pero debe haber un error,

 

nuestras flores no están sucias de ceniza,

no llueve ceniza sobre nuestras cabezas,

no sale ceniza de nuestras chimeneas.

 

¿Y cuando salga?

 

Siempre podremos pensar que es un error

o que, al fin y al cabo, solo es ceniza

sobre las flores, sobre nuestras cabezas.

 


Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Ed. Irrecuperables, 2023

 

miércoles, diciembre 13

Sobre la distancia y su melancolía

 

 

Buenos días amigos de artax. A golpe de calor reflexionaremos sobre las implicaciones de la hipermovilidad y la distancia en el mundo que ¿habitamos? y también intentaremos hacer alguna pincelada sobre intentos de politizar la melancolía que en ocasiones tiene relación con anteriores fenómenos.

La hipermovilidad del mundo capitalista que habitamos genera una distancia geográfica entre afectos que amputa relaciones desde nuestra infancia. Apoyados en alguna que otra referencia de ensayo y serie, intentaremos que este programa (fundamentalmente musical) os suene de lujo. Y recordad, los amigos de artax no combaten la tristeza, combaten el poder!

Podréis escuchar;

MÚSICA DE FONDO; The dead flag blues GODSPEED YOU! BLACK EMPEROR

A distancia LA URSS

Kremos maix COMA

Cristales LA CULPA

Insoportable TENSIÓN

La prisa mata amigo PICORE

Territorio devastado FUTURO TERROR

Extracto de canción Album 2002 VISIÓN TUNEL

Ventanas emergentes BIZNAGA


Algunas referencias

-Sobre la distancia y las implicaciones sociales, materiales e ideológicas de la comprensión acelerada del mundo. José A.Miranda Introducción de MIquel Amorós La neurosis o las barricadas 2015
https://www.laneurosis.net/sobre-la-distancia/

- Técnica y tecnología; Cómo conversar con un tecnolófilo. Adrián Almazán
https://www.librerialalibre.org/actividad/club-lectura-tecnica-y-tecnologia-como-conversar-tecnofilo-adrian

-El transgénero y el espíritu de la revuelta. Judith Butler
https://cbamadrid.es/revistaminerva/articulo.php?id=376

- Serie Undone

- Escena El indomable Will hunting

domingo, diciembre 10

Mujer, reserva natural protegida



 

Susan Rawlings se encierra en la habitación 19 del Fred’s Hotel. Sola, sin responsabilidades, después de doce años de matrimonio se empeña en buscarse a sí misma otra vez. Está enfadada, de una manera irracional y absurda, ha perdido su espacio dentro del único que se nos está permitido: el doméstico. De una manera magistral y sin tapujos, Doris Lessing retrata en su relato ‘To Room 19’ la soledad buscada, la invisibilidad y la necesidad de identificarse con el espacio que nos rodea en base a una identidad propia, y no a ser persona “en función de”: madre de, esposa de, hija de… ¿Quiénes somos NOSOTRAS y cuál es nuestro espacio?

Las mujeres vivimos enjauladas en nuestra propia percepción de identidad. Nosotras vemos la vida a través del vértice de un ángulo agudo sin realmente ser conscientes de ello. Crecemos en pequeños departamentos-estanco definidos por la construcción social de nuestro género, con paredes transparentes, pudiendo siempre ver el espacio que ocupa el otro, pero sin posibilidad de alcanzarlo. Y esos muros tienen un nombre. O muchos.

Ser una santa o una puta. Trabajar o cuidar. Amar o estar sola. Amar y estar sola, igualmente. Dicotomías, caminos divergentes sin cambio de sentido, nuestra vida es una cuenta atrás permanente en torno a la edad límite reproductiva. Postergar, procrastinar, nos convertimos en proyectos inacabados, una casa con ladrillos vistos.

Desde que nacemos, la imposición del juego simbólico nos orienta hacia el mundo de los cuidados. No se nos educa para disfrutar de la amplitud del parque, del espacio público. Ya desde pequeñas se nos enseña a sentirnos cómodas en lo pequeño, lo cerrado, se marcan con tiza en el suelo las líneas que van a definir nuestro espacio vital. Y si salimos fuera, que sea sobre unos patines de color rosa, por favor.

Los patios de los colegios siguen monopolizados por el fútbol. Y mientras un grupo de niños acaparan el único espacio de ocio, el resto se afana en moverse alrededor, ocupando el residuo. En ese grupo estamos nosotras, las niñas. A mí me enseñaron a pasear mi cochecito de muñeca por el camino, sin salirme, un piececito detrás de otro. Sin caerme. Sin mancharme. Y no sé desaprender eso.
Las niñas crecen sin referentes reales respecto a lo que pueden ser. El éxito personal, laboral, viene determinado por el estrato social. No podemos ignorar los condicionamientos e imposiciones de un sistema económico que se lucra del trabajo gratuito de millones de mujeres. Porque cuando nosotras, las mujeres de clase trabajadora, queremos progresar, lo hacemos a costa del sacrificio de otra mujer en la que delegar. Y así de manera infinita en un esquema piramidal enterrado en el subsuelo, invisible. Las mujeres que se nos muestran como referente de progreso están en otra dimensión social. Son hijas del privilegio. Su vida no está definida por renuncias permanentes. Ellas, como el resto de su clase, viven a hombros de la explotación de otras personas. Y no son, no deberían ser, modelos de nada. No son ejemplo. La sociedad las mira como en una reafirmación constante de lo que no pueden llegar a ser. Son la imagen de la crueldad del inmovilismo social.

Cuál es el espacio de las mujeres en la lucha social? ¿Por qué son relevantes los nombres de mujeres dedicadas a la política pero no a la lucha sindical, por ejemplo? ¿Cómo seguimos dejando que sean ellos quienes se conviertan en ariete por la consecución de unos derechos laborales y sociales que no van a contemplar el paradigma de género en ningún momento? ¿Cuál es la barrera que nos impide a las mujeres dedicarnos a reivindicar las bases laborales de una conciliación real que nos permita realizarnos como personas en su sentido completo, sin renuncias?

Nosotras estamos en segunda línea de lucha, compañeras. Y esto es así tanto por nuestra nula capacidad de autoconvencimiento respecto a nuestras propias posibilidades, como a la resistencia que ofrece la otra mitad a responsabilizarse de lo que tradicionalmente ha sido nuestra tarea. Lo que nosotras conocemos por conciliar, para ellos es delegar. Y no les importa. Ni miran atrás ni se sienten culpables por ello. Para nosotras, hay un antes y un después de los trabajos de cuidados. Y todo el espacio que ocupábamos, todo lo que pensamos que podríamos hacer, todo se convierte en un espejismo que reproducimos mentalmente mientras ponemos nuestra vida en pausa. La tercera ley de Newton dice que: «Para cada acción hay una reacción igual y en el sentido opuesto». Eso quiere decir que, siempre que un objeto realice una acción como mover, empujar u oprimir otro objeto, este último reacciona devolviendo la misma fuerza. Y así reacciona el sistema. Por cada lucha obrera, por cada logro peleado, la resistencia del poderoso, y para nosotras, la creación de diques alrededor de nuestro trabajo más allá de la puerta del hogar. Nuestras reivindicaciones corren de manera paralela, pero sin ser totalmente asumidas por ninguna organización. «Hay alguien todavía más oprimido que el obrero, y es la mujer del obrero», que dijo Flora Tristán hace más de dos siglos. Doscientos años, las mismas demandas.

Nuestra casa es nuestro castillo. Nuestro cuerpo, nuestra frontera. Y ni siquiera de ese espacio somos dueñas. Las imposiciones legislativas son una losa sobre nuestra capacidad de toma de decisiones sobre nuestro propio cuerpo. Las imposiciones estéticas nos amputan, nos esquilman, nuestro espacio se convierte en una muñeca rusa infinita de limitaciones hacia adentro.

Hay un espacio de libertad plena, y Virginia Woolf lo sabía bien. «No hay barrera, cerradura o cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente». Sólo que no es cierto. Y ella lo demostró acabando con su atonía vital en el agua de un río. Nuestra mente es a menudo nuestra prisión. Los condicionamientos ideológicos patriarcales y la aplastante realidad modelan nuestros pensamientos para acunarnos y frenar la disonancia cognitiva que produce la inacción ante una situación de opresión que identificamos plenamente pero a la que no sabemos o podemos poner freno.

La salida a este laberinto de ratones en el que se convierte la vida de una mujer se llama otras mujeres. Es escuchar otra voz más allá del muro que derriba barreras. Es la tribu de manos que teje otras vidas. Para crear espacios nuevos debemos modificar el paradigma relacional entre nosotras. Y eso pasa por destruir el sistema que impone delegar las responsabilidades de cuidados de unas en otras, y por pelear los preconceptos respecto a nuestras propias posibilidades en una sociedad capacitista moral que esquilma nuestro potencial como personas de pleno derecho. Es desaprender el amor para que se convierta en una herramienta liberadora y deje de transformar nuestras vidas en maquetas a escala de la realidad. Reivindicar el amor como constructor de espacios más allá de la ensoñación romántica y, sobre todo, promover el amor entre nosotras, sin censuras, como herramienta de lucha y cimiento de lugares y no lugares igualitarios y plenos.

Invadir, conquistar, ese es nuestro mantra. Ser invadidas y conquistadas, nuestro aprendizaje. Lo que para los hombres es un hábitat natural, para nosotras es parasitismo de espacios ajenos. No hay concesiones para las mujeres, no hay derecho que no hayamos peleado, no hay descanso, sólo en la mirada de la amiga. Y así hasta que descubramos que pisar los caminos, hasta los que ya están trazados, es crear, y que cada paso amplía el horizonte y la realidad de que nuestro espacio, hasta el que no vemos, se puede arañar con la punta de los dedos. Nosotras somos la mitad. La mitad de todo lo que te rodea. Sabemos cuál es nuestro lugar.

Y ya no pedimos permiso.

 

Extraído del cnt nº 434.

 

jueves, diciembre 7

El atractivo de escapar de los estado-nación

 

 

Escuchar programa aquí


Este mes llegamos apresurades a vuestros oidos para preguntarnos por qué el nacionalismo supone un atractivo para tanta gente y, en particular, el nacionalismo del reino de España, que no es nada sin saqueo colonial. A modo de crónica de un programa anunciado, lo haremos intercalando punk melódico y arisco desde tierras ibéricas, entrando en ciertos temas que querremos abordar en un futuro con mayor profundidad. ¿Hay algo más cutre que una identidad colectiva basada en una patria y su trapo?

POSDATA; Sentimos la calidad del audio, prometemos también conseguir un equipo nuevo!

MÚSICA;

Música ambiente; A través - Relevo

Extracto película Martin H.

Canciones;

Mentiras en red - Accidente

Antipatrias - Bestiario

Odio mi patria - RIP

Manada - Columna

Tu patria - Venganza

Romper España - Antidoto

La construccio de las massas - Fera

viernes, diciembre 1

Donde no lleguen los hombres. Descripción de la sierra de Bérchules. (2.500 m) Granada. mayo 2014

 


Flotan los pétalos de la flor del cerezo

ingrávidos y silenciosos

como suave nieve primaveral

como mariposas blancas que traen buenas noticias.

bajan desde cumbres inaccesibles

los limpios sonidos del culebrear del agua

que acompañan

al del croar de las ranas

al canto de un alcaudón

y al silbido de la brisa colándose entre fresnos, castaños y riscos.

corretea salvaje una zorra

se detiene un instante

olfatea y mira un paisaje verde

de prados con innumerables flores silvestres

e innumerables colores

con la sencillez y la belleza

del trabajo bien hecho por un artesano viejo.

suben las nubes barranco arriba

vuela elegante una perdicera

vuelan con su vuelo suicida los vencejos

vuela azulado y blanco un arrendajo.

huele a tierra mojada, a tomillo, a recuerdos de infancia

late el suelo de vida

de insectos acróbatas, voladores, trepadores, saltadores,

prehistóricos unos, futuristas otros…

con colores miméticos o con los colores del fuego…

y en el horizonte se encuentran el cielo y el mar.

Hasta aquí no suele llegar el ser humano

y todo es frágil y majestuoso

todo parece mantener un sencillo equilibrio

las leyes de los hombres, aquí,

de nada sirven

solo interviene la mirada del que mira

el camino del que anda

la palabra del que escribe.

y después de una noche de un frío

que corta las cañas y los dedos

de una noche de millones de estrellas

amanece

sin darse la mayor importancia

 

José Pastor