Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, diciembre 29

Vacaciones en Pyongyang

 


«Corea del Norte prohíbe reírse y contar chistes», 17 diciembre 2021

«Pedro Sánchez impondrá la mascarilla obligatoria
en exteriores»,  22 diciembre 2021


Hace unos días los medios informaban del nuevo decreto aprobado en Corea del Norte: durante once días, sus ciudadanos tendrán prohibido reír, contar chistes, beber alcohol, realizar festejos u otros actos de ocio, en señal de duelo por el décimo aniversario de la muerte de Kim Jong-il, padre del actual líder del país.

Muchas personas se escandalizarán porque parezca que pretendemos comparar el absurdo y la arbitrariedad de la tiranía norcoreana con la gestión de la pandemia de la covid-19. Eso es exactamente lo que vamos a hacer*.

Desde que en marzo de 2020 se decretó la pandemia, un país tras otro impuso severas medidas. Primero el motivo era no saturar ni colapsar el sistema sanitario; después, evitar el mayor número de muertes; más adelante, prevenir ingresos en UCI y hospitalizaciones; por último, impedir los contagios a toda costa.

España se puso a la cabeza de las restricciones más duras, empezando por un confinamiento estricto que, durante mes y medio, privó a la población de salir de sus casas salvo para trabajar o realizar «compras esenciales» (quedando así la infancia encarcelada sin remedio). Después la sucesión de medidas ha sido imparable: mascarillas en interior y exterior, cierres de hostelería, confinamientos perimetrales, requisito de test –y más tarde vacunación- para entrar o salir del país, límites en el número de personas con las que reunirse o conversar tanto al aire libre como en domicilios privados…

Algunos juristas dudaban de la legalidad de buena parte de esas medidas, como así han refrendado distintos tribunales. Otros consideraban que colisionaban gravemente con derechos y libertades fundamentales. Pero, además, su eficacia médico-científica es, según el caso, entre muy dudosa y nula. No son pocas las personas que desde la ciencia y la medicina han cuestionado que los confinamientos o cierres perimetrales funcionen, que la mascarilla (sobre todo en exteriores) prevenga el contagio, o que los test y PCR a discreción sean el modo adecuado de determinar la gravedad de la crisis sanitaria.

En mayo de 2021, publicamos Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo, escrito por la jurista Paz Francés, el médico José R. Loayssa y el historiador Ariel Petruccelli. Remitimos a sus más de 400 páginas para un análisis detallado del primer año de pandemia.

Desde la primavera de este año hemos venido presenciando cómo se iniciaba una campaña de vacunación masiva, al tiempo que desaparecían o se relajaban muchas restricciones. Sin embargo, y ante la reticencia a vacunarse de algunos individuos, muchos países los han ido acorralando con la aprobación de los llamados «certificados covid». Según el lugar, este documento es requerido para entrar en bares, desplazarse en trenes y autobuses, asistir a teatros, gimnasios, cines, conciertos, o incluso para trabajar o acceder a hospitales, como ya sucede en Italia.

Se trata de una medida extremadamente autoritaria, que hasta la gran mayoría de sus expertos considera completamente ineficaz, y que aun así también se está adoptando por casi toda la geografía española, con el solo fin de obligar a la gente a vacunarse cueste lo que cueste.

Pero, si como aseguran, las vacunas funcionan y evitan contagios, muertes y hospitalizaciones; si, en definitiva, protegen a las personas vulnerables y a todos aquellos que quieren sentirse más tranquilos, ¿qué riesgo corren ante quien decide no vacunarse? Como alguien ha sintetizado, ¿los no vacunados deben vacunarse para proteger a los vacunados, porque los vacunados no están protegidos con la vacuna que tienen que ponerse los no vacunados para proteger a los vacunados?

Se nos replicará que la vacunación y los certificados covid sirven asimismo para evitar la saturación de los hospitales. Consideramos muy grave e irresponsable escudarse en esto cuando son los propios gobiernos los que mantienen en la más absoluta precariedad el sistema sanitario, tanto en lo material como lo referente al personal. Y, por otro lado, ¿acaso no es función de los hospitales el acoger, cuidar y curar a los enfermos? ¿No colapsaba la gripe buena parte de las urgencias y las UCI en inviernos no muy lejanos?

Como decía con mucho tino el filósofo italiano Giorgio Agamben, se ha pasado del derecho a la salud a la obligación de estar sanos.

Ahora vemos cómo la pandemia del pánico suma un nuevo capítulo con la obligatoriedad, una vez más, de la mascarilla al aire libre, y el probable regreso de otras medidas represivas como toques de queda, límites del derecho de reunión, imposición del certificado covid para el acceso a todo tipo de espacios (¡hasta en las terrazas de los bares!), etc.

Como afirmaba alguien con humor, la pandemia acabará cuando nos pongamos la 165º dosis y cerquemos y fusilemos a los no vacunados. Por desgracia, este futuro distópico no va muy desencaminado: Israel ha aprobado ya la cuarta dosis de la vacuna, países como Austria o Alemania anuncian que impondrán la vacunación obligatoria so pena de multas y cárcel, Corea del Sur (sí, «del Sur») usará más de diez mil cámaras con reconocimiento facial para rastrear infectados…

¿Queda ya claro que todo esto no trata de un virus? Desde Ediciones El Salmón hacemos un llamamiento a la desobediencia, así como a la organización, para plantar cara y luchar contra esta dictadura erigida sobre excusas sanitarias.

22 de diciembre de 2021

 

* «El mismo año de la liberación de París frente a la ocupación nazi, Jean-Paul Sartre escribía un artículo para Lettres Françaises, titulado “La república del silencio”, que comenzaba así: “Jamás fuimos tan libres como bajo la ocupación alemana. Habíamos perdido todos nuestros derechos y, ante todo, el de hablar; diariamente nos insultaban a la cara y debíamos callar […] como una policía todopoderosa procuraba constreñirnos al silencio, cada palabra se volvía preciosa como una declaración de principios; como nos perseguían, cada uno de nuestros gestos tenía el peso de un compromiso […]”. Habrá quien se escandalice porque piense que estoy tratando de comparar la gestión política de la actual pandemia con la ocupación nazi. Y eso es precisamente lo que voy a hacer». Tomamos del magnífico artículo de Juanma Agulles «Jamás fuimos tan libres como durante la pandemia», publicado en Hincapié, ese recurso retórico.

 

Extraído de https://www.edicioneselsalmon.com/

domingo, diciembre 26

En nuestra salita


Incendiamos los bosques

y adornamos nuestra salita

con una orquídea.
 

Diezmamos los cardúmenes

y decoramos nuestra salita

con una pecera.


Matamos seres humanos

y vemos en nuestra salita

un buen documental.


No nos reconocemos en el espejo

y compartimos un selfie

con las amistades que sonríen

en salitas idénticas.



TOTALITARIA, Conrado Santamaría Bastida

Planeta Clandestino, 2021

 

lunes, diciembre 20

Certificado covid: otra trágica huida hacia adelante

 


En Navarra ha entrado en vigor la Orden Foral 60/2021 de la Consejería de Salud por la que se establecen nuevas medidas para afrontar la situación sanitaria. De todas las medidas, destaca la obligatoriedad de presentar el certificado de vacunación o prueba diagnóstica negativa para el acceso a determinados locales de ocio, a toda persona mayor de doce años. Creemos que la decisión de imponer restricciones a las personas no vacunadas solo se justifica como salida irracional a la frustración que genera en gobiernos y en la propia población vacunada el hecho incuestionable de que las vacunas no están funcionando como nos prometieron. De hecho, como algunos expertos pronosticaron, están siendo vacunas «fallidas»: a cambio de unos meses de protección parcial frente a casos graves (una proporción escasa del total de infecciones), facilitan la prolongación de la pandemia, el riesgo de efectos secundarios a largo plazo sigue constituyendo una incógnita y aquellos a corto y medio plazo son ya de una magnitud no despreciable (como se muestra en el documento del propio Gobierno de España «Estrategia de vacunación frente a Covid-19 en España», actualización 9 de 2 de noviembre de 2021″).

Además, se confirma que vacunar con una vacuna deficiente (leaky), que no evita el contagio y tampoco la trasmisión, en medio de una pandemia, promociona la propagación de cepas más resistentes a los anticuerpos. Son lo que se denominan mutaciones de escape y ya se están sufriendo. Es una noción elemental de biología evolutiva que nuestros políticos y «sus» expertos deberían conocer. Poner presión evolutiva (las vacunas lo son) en un virus con gran tendencia a mutar es tremendamente peligroso. Pero, por el contrario, se pretende que sean las personas no vacunadas las responsables de la propagación actual del virus, algo esperable ante la inaudita carrera vacunal a la que hemos asistido, pero que es insostenible desde el punto de vista científico. ¿Hasta cuándo va a ser la pandemia de los no vacunados, si esos son un porcentaje tan bajo de la población? ¿Seguiremos hablando de pandemia de los no vacunados cuando estos supongan el 1% de los ciudadanos, como en Gibraltar, que afronta una nueva onda? ¿Cómo cuadra esto con el hecho ya conocido de que las personas vacunadas transmiten el virus? El relato no se sostiene de ninguna manera.

Pero si desde el punto de vista sanitario la situación es preocupante lo es más si consideramos la dimensión de los derechos. Sobre la restricción de derechos a personas no vacunadas y en concreto sobre el «Certificado Covid» ha habido varias sentencias del Tribunal Supremo contrapuestas: la del 18 de agosto, nº 5899/2021 considerando inconstitucional una medida similar a la que se ha adoptado en Navarra por considerarla no proporcionada, idónea y necesaria, y la de 14 de setiembre, nº1112/2021, que se reproduce en la Orden Foral, para justificar la medida como constitucional. Más allá de las resoluciones del Tribunal Supremo, la negativa a aceptar esta medida por distintos Tribunales Superiores de Justicia de otras Comunidades Autónomas al considerarse inconstitucional, pero la aceptación por parte del Tribunal Superior de Justicia de Navarra, sin duda, el derecho a la igualdad y a la no discriminación (art. 14 CE), el derecho a la integridad física (art. 15 CE) y el derecho a la intimidad personal y a la protección de datos (art. 18.1 y 18.4 CE), están fuertemente comprometidos con esta medida y debiera ser objeto de preocupación ciudadana.

De todas las cuestiones que se podrían desarrollar al respecto, por su gravedad, queremos destacar la referida a las implicaciones que tiene adoptar restricciones en las personas no vacunadas en la obligatoriedad indirecta a la vacunación. De hecho, los medios de comunicación airean esta idea sin disimulo. Hasta hace poco, obligar a una persona a someterse a la inoculación de cualquier vacuna era una auténtica aberración contraria al Código de Nurenberg de 1947 y la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos humanos, entre otras. Si además a esto se añade que se trata de una vacuna que está solo autorizada de manera provisional y cuyos resultados y consecuencias son todavía una incógnita, esto se convierte en un evento desconocido hasta el momento en nuestra historia como para aceptarlo sin ningún cuestionamiento. Sin conocer los resultados de la evaluación de las medidas restrictivas anteriores (confinamientos, cierres perimetrales, reducción de aforos en algunos lugares, etc.) supuestamente para evitarlas, se plantea esta otra, que sin embargo sigue la estrategia dominante adoptada desde el inicio para afrontar la pandemia que se basa en presupuestos sanitarios autoritarios, reaccionarios y neoliberales en lo político, y biologicistas, asociales y reduccionistas en lo epistemológico. Pero, además, es una medida tan ridículamente arbitraria y esperpéntica como seguramente ineficaz. En el mejor de los casos será inocua, pero a costa de un retroceso evidente en la comprensión de los derechos.

Nuevamente se está dando la espalda a planteamientos progresistas propios de la epidemiología entendida ante todo como una ciencia social, o cuando menos biológico-social, arrojando a la basura aspectos tan básicos como los enfoques integrales, la información veraz, la participación y la decisión informada de la persona, con unas consecuencias muy serias para los derechos de las personas, la creación de una polaridad social prácticamente insalvable (que nos recuerda, sin duda, a momentos pasados de la historia) y el retraso a una salida digna de esta crisis sanitaria. Llamemos a un debate sobre la situación y a levantar la censura a las voces formadas (pero críticas con el relato oficial) que avisaron de lo que iba a pasar. Seguir machaconamente con las mismas estrategias no va a resolver la compleja situación ante la que estamos.

 

Extraído de http://www.politicayletras.es

viernes, diciembre 17

Trauma y represión a seis años de la operación Pandora II

 

El autor, una de las personas represaliadas en aquella operación policial ordenada por la Audiencia Nacional, profundiza en las investigaciones sobre el trauma psicológico y la fuente de información que aportan a la hora de afrontar procesos represivos como el que ha vivido. 

 

En octubre se cumplieron seis años de la operación Pandora II, en la cual diez personas fuimos detenidas bajo la ley antiterrorista. Seis años pueden parecer poco, pero, a día de hoy, mi vida —así como seguramente la de muchos del resto de encausados— ha cambiado mucho y hay cosas que las miro ya con el regusto de boca de haber quedado atrás. En los últimos años he dedicado mucho de tiempo a entender lo que me ha pasado en relación a diferentes procesos personales, entre ellos la represión. Esta búsqueda me ha llevado a descubrir y entender el trauma y como actúa en diferentes esferas de nuestra vida. 

Sin querer entrar mucho y utilizando una descripción poco precisa, cuando hablo aquí de trauma me refiero al estado en que se queda nuestro cuerpo —en concreto partes del cerebro y del sistema nervioso autónomo— al ser expuestos a situaciones que no podemos procesar. Cuando acontece la herida traumática, nuestra psique se fragmenta, aislando la parte en que queda la memoria traumática, manteniéndose los mecanismos de protección ante el peligro en alerta, e impidiéndonos, a pesar de que a menudo de forma inconsciente, volver al estado de reposo inicial. Las consecuencias de esto pueden ser hipervigilancia y reactividad, estados de depresión y ansiedad, revivir eternamente la situación traumática a partir de flashbacks o pesadillas, estados de ánimo alterados, etc.

La historia de lo que hoy en día denominamos trauma, a pesar de tener un largo recorrido, cambia drásticamente a partir de diferentes experiencias de guerra del siglo pasado. Al volver, los soldados (sobre todo norteamericanos) a casa, muchos de ellos llegaban con heridas psíquicas que les impedían retomar sus vidas con normalidad. Esto fue especialmente significativo en la guerra de Vietnam, la cual dejó una elevada tasa de suicidios entre los “veteranos”. Es en este momento cuando diferentes organismos e instituciones norteamericanas empiezan a invertir mucho en investigación. Gracias a esto la neurociencia pudo entender mucho sobre como funcionaba y qué impacto tenía el trauma.

Algo de lo que se dieron cuenta era que las mismas huellas cerebrales y neuronales que observaban en los soldados, quedaban en personas que habían sufrido otras vivencias: maltrato de diferente tipo, supervivientes a catástrofes naturales o de asesinatos, etc. De hecho, la evolución de estas investigaciones nos ha enseñado que el trauma no es algo que pase solo a partir de hechos tan impactantes como una guerra o en situaciones que podemos considerar como altamente dramáticas, sino que también con experiencias que vivimos cotidianamente. La realidad es que la mayoría de personas tenemos en mayor o menor medida nuestra propia huella traumática.

Volviendo al tema que nos ocupa, la represión, estas investigaciones aportan luz sobre factores interesantes a la hora de afrontarla. Cuando, durante las guerras mundiales, aparecieron masivamente casos de trauma, uno de los primeros debates médicos se centró en el carácter moral de los pacientes. Desde la ética marcial de la época, un soldado tenía que ser un guerrero glorioso y no tenía que mostrar ningún tipo de emoción. Por lo tanto, en muchos casos estos pacientes eran vistos como inferiores, o incluso como holgazanes o cobardes. Algunos médicos llegaron a describirlos como inválidos morales. Poco a poco las investigaciones fueron demostrando el contrario: este tipo de daños también se manifestaban en quienes tenían una personalidad moral muy alta. De hecho, salieron a la luz casos de soldados que, a pesar de haber destacado por su valentía en el combate, habían acabado sufriendo lo que entonces denominaron neurosis de guerra. Finalmente, las autoridades médicas acabaron asumiendo la evidencia: cualquier soldado expuesto al peligro durante cierto tiempo podía desarrollar las mismas heridas psíquicas.

Si extrapolamos esto a nuestro mundo, podemos observar analogías muy claras: todos y todas podemos salir heridos de experiencias traumáticas como la represión. De hecho, a veces también insistimos al mantener la imagen moral del guerrero revolucionario, el cual no tiene miedo y se enfrenta a la lucha con la verdad como espada y la conciencia social como escudo; pero lo cierto es que este guerrero, si existe, también es susceptible de ser herido cuando se expone a una situación traumática. Somos vulnerables y, cuanto antes lo aceptamos, antes lo podremos integrar. Esto es algo importante de nombrar, ya que existe un tipo de pacto de silencio que nos impide hablar públicamente de ciertas cosas, como si nos volviera débiles o se generalizara un estado de miedo, y no nos damos cuenta de que es precisamente esto lo que nos debilita. Muchas personas que afrontan la represión con fortaleza y dignidad, detrás de los comunicados políticos y de las declaraciones judiciales, sienten el peso emocional de la experiencia que están pasando y lo viven en silencio. Esto solo sirve para aislarnos y,  consecuentemente, es un factor que tiende a debilitar nuestras comunidades.

Enlazado con esto, otra cosa que descubrieron es que lo más efectivo a la hora de afrontar y superar la herida traumática no era ni la moral marcial, ni el patriotismo, ni el odio al enemigo; era nada más y nada menos que el amor que sentían los soldados entre ellos. Los lazos interpersonales les ayudaban a superar la situación. Esta es, sin duda, una información de mucha relevancia: a la hora de afrontar la represión, nuestra mejor salvaguardia son los vínculos comunitarios que establecemos. Si las relaciones interpersonales que tenemos están dañadas, somos más susceptibles de no poder afrontar ciertos procesos. Esto es más importante todavía cuando estalla la represión, momento en que la tensión y el miedo acostumbran a suponer que nuestras diferencias crezcan. Nos guste o no, la represión es capaz de romper incluso los grupos que aparentemente están más unidos. Es por ello que es vital que esta unión sea más efectiva —y afectiva— que aparente.

A día de hoy diría que los vínculos humanos lo son todo en un movimiento revolucionario: la base, la estructura y la finalidad. Una de las mayores derrotas políticas que podemos vivir es la ruptura y disgregación de nuestras comunidades, cosa que muchas hemos podido experimentar y de lo que a menudo nos damos cuenta cuando ya es tarde.

Aun así, la lógica del trauma puede llevar implícita una tendencia al aislamiento. El daño en las relaciones no es algo secundario, sino que los acontecimientos traumáticos tienen un efecto directo en el sistema de vinculación que une el individuo con el grupo. Además, el trauma empuja a las personas a rehuir las relaciones íntimas y, al mismo tiempo, a buscarlas desesperadamente. La ruptura en la confianza básica, los posibles sentimientos de vergüenza e inferioridad y la necesidad de evitar situaciones que recuerdan al trauma llevan a las personas a rehuir las relaciones próximas. A la vez, el miedo intensifica la necesidad de protección. Es por ello que la persona traumatizada puede tender a aislarse y aferrarse de forma ansiosa e incoherente. Si entendemos que, además, las situaciones traumáticas muchas veces afectan todo un grupo, podemos imaginar las dificultades que atravesará este para poder afrontarlas.

Es importante que aprendamos a dejar de escondernos en los discursos y análisis sociológicos, hay otros factores importantes a atender a la hora de afrontar procesos colectivos. Se trata de poner nuestros propios cuerpos en el centro de lo que denominamos política o, en todo caso, entender que cuando vivimos ciertas situaciones es difícilmente eludible. Para finalizar quiero aclarar que no todo lo que tiene que ver con la represión nos habla de fragilidad, ni mucho menos, también lo hace de fuerza, coraje y determinación. Tendemos a pensar que una cosa y una otra son excluyentes, pero de lo que realmente se trata es de aprender a integrar la relación entre ambas.

 

Quim Gimeno

https://directa.cat 


martes, diciembre 14

Efectos secundarios del progreso. Psiquiatría, psicofarmacología y control social

 

 

Daniel Cuéllar Yagüe

 

Este libro es una crítica radical al sistema de salud mental en general, y a la psiquiatría y a su alianza con la industria farmacéutica en particular. Los psicofármacos actualmente se están utilizando de forma indiscriminada y perjudicial para la salud mental de adultos y niños. 

El sufrimiento está medicalizado en exceso. El predominio del modelo biomédico ha dado lugar a la medicalización con psicofármacos de las reacciones normales a las variadas presiones que genera la vida. También se medican los problemas sociales pues existe una dependencia excesiva a dar explicaciones biomédicas sobre el sufrimiento psíquico y los problemas de salud mental. Se suele dar prioridad a los tratamientos basados en la coacción, la excesiva medicación y la institucionalización, lo que acaba reforzando la estigmatización, discriminación y exclusión social acrecentando así estos problemas de salud mental. Con las cinco clases de psicofármacos existentes se tratan prácticamente todos los trastornos del DSM-V y CIE-10. 

La psiquiatría actual, con la falta de validez y fiabilidad de sus diagnósticos y con su excesiva sobremedicación con psicofármacos, está creando una epidemia psiquiátrica. Esta epidemia se basa, en gran medida en los intereses de la poderosa industria farmacéutica y de la psiquiatría y su afán de suministrar psicofármacos sin valorar suficientemente sus efectos secundarios y la posibilidad de convertir en "enfermas crónicas" a estas personas si lo toman a largo plazo.

sábado, diciembre 11

Cataluña a la sombra del capitalismo - Miquel Amorós


 Parece ser el territorio un elemento importante en el crecimiento de la economía, que es como decir en la acumulación de capitales. Con la perspectiva del cambio climático y de la “transición energética” del capitalismo, el territorio en tanto que paisaje es un factor estratégico de primer orden en boca de sus administradores. No hace falta calentarse la mollera con esto, pues cada año en Cataluña son clasificadas como suelo urbanizable más de cien mil hectáreas, al tiempo que toda clase de infraestructuras devoran la tierra fértil. La sobreurbanización implica la hipermovilidad. En el territorio catalán se producen alrededor de veinte millones de desplazamientos diarios, la mayoría en vehículo privado (el número de coches crece a mayor velocidad que el de habitantes). Encima, un alud de proyectos “disneylandistas” camuflados o no tras la candidatura Barcelona-Pirineos a los Juegos de Invierno lo quieren transformar; planes, leyes y decretos a montones concurren para regular dicha transformación sin molestarla demasiado. Como de costumbre, el discurso dominante alude al desarrollo y a los mercados, y apunta a “nuevas expectativas de actividad” y “oportunidades” para los hábitats rurales, pero añade ingredientes ecodesarrollistas como lo de la cohesión territorial, el ocio responsable, la conservación del patrimonio y la protección del medio ambiente. En la práctica, la fragmentación y la fagocitación del territorio continúan su camino ascendente. Como sea que el interés particular es la ley y que, desde hace más de dos siglos, las ganancias determinan la tonadilla de los dirigentes, el cambio de letra denota un cambio de dirección en la obtención de plusvalías. ¿Qué es lo que pasa? ¿Dónde estamos? A fin de encontrar respuestas adecuadas pasaremos revista desapasionadamente a la actual realidad catalana.

Cataluña es una sociedad plenamente urbana, una “ciudad de ciudades”, como dirían los tecnócratas de la socialdemocracia catalana. El 95% de la población vive en núcleos de más de dos mil habitantes y hay censados menos de 25.000 campesinos. El derecho a la ciudad tan caro a los urbanistas de la “izquierda” institucional ahora es un deber; casi todo el mundo ha de vivir aunque no lo quiera en un entorno urbanizado. El modo de vida característico de la urbe se ha generalizado, o dicho de otra manera: el vivir se ha industrializado. Al menos desde de los fastos olímpicos del 92, Cataluña es una especie de archipiélago metropolitano, o más claro, un “sistema” urbano fuertemente centralizado. El país orbita alrededor de una enorme conurbación de casi cinco millones y medio de habitantes -una de las más grandes y contaminadas de Europa- conectada con otras más pequeñas, que en conjunto abarca el 16% del territorio. De un modo u otro, todos los catalanes son barceloneses. Cataluña entera obedece a las necesidades de la metrópolis, dictadas por la dinámica desarrollista a ultranza correspondiente a la fase globalizadora. Es la “Cataluña ciudad” soñada por los idealistas burgueses de los ochenta, macrocefálica y depredadora, elitista y fenicia, crisol de trepas y especuladores, que no obstante se describía con rostro humano, cosmopolita y progresista, cuna de un capitalismo popular, democrático y participativo, llena de oportunidades para todos. Si la Gran Barcelona industrial de los sesenta y setenta era el motor de la economía española, ahora, en plena terciarización, se afana por ser un nodo -un “hub”- de la economía mundial. Si prestamos atención a quienes mueven los hilos de la planificación inútil y deciden el infeliz destino de los catalanes, el paso siguiente es formar parte de una “eurorregión” mediterránea con el turismo por único soberano, donde los beneficios se multipliquen por diez y el pastel nunca se acabe.

La metrópolis ha sido siempre el problema, nunca la solución. En cualquier momento, su poder desintegrador del territorio ha sido inmenso. Las elites urbanas lo reconfiguraron brutalmente -lo “reordenaron”- imponiéndole unas servidumbres tras otras. De hecho, la contradicción entre campo y ciudad se desvaneció hace treinta o cuarenta años. Los límites municipales se fueron desbordando hasta que las diferencias entre dentro y fuera quedaron borradas. Todo terminó en urbano o periurbano. Se puede afirmar que hoy en día en Cataluña el mundo rural propiamente dicho no existe o es muy residual. Bueno, aún se cultiva el 25% del territorio, pero la agricultura se desenvuelve bajo parámetros industriales y acata las reglas impuestas por las multinacionales de la alimentación. Es una agricultura no soberana, sin verdaderos agricultores. Los viejos saberes campesinos se perdieron irremisiblemente, igual que las costumbres o el derecho consuetudinario. De las prácticas antiguas de los pueblos tales como los consejos abiertos, los repartos vecinales, la enfiteusis, los campos abiertos y los bienes comunales o propios nadie se acuerda. En fin, el modo de producción agrario tradicional, y junto a él, la sociedad auténticamente campesina, desapareció hace casi un siglo. Era precapitalista, luego incompatible con el capitalismo y con el tipo de Estado centralizador y fiscalizador correspondiente: tenía que ser liquidado. A pesar de todo, el proceso de exterminio fue lento: en 1890 la producción agraria, basada en la trinidad cereales-vid-olivo, todavía superaba a la industrial. Hasta entonces, Cataluña era un país mayoritáriamente agrícola. Hoy apenas tiene industrias propiamente dichas. La gente del campo perdió el control de los lugares donde vivía y siguió por fuerza las directrices del mundo urbano. Los campesinos se convirtieron en ocupantes del patio trasero de la metrópolis, los últimos en enterarse de lo que les concierne. El campo perdió población a espuertas. Cerca de la cuarta parte de los municipios catalanes hoy están en peligro de extinción. Toda una civilización se hundió sin remedio y ni siquiera el museo etnológico es capaz de ofrecer un cadáver folklórico convincente. Habrá que echar mano al azar de algunas antiguallas para poder confeccionar una identidad local susceptible de convertirse en capital simbólico y atraer visitantes. El territorio esta siendo reinventado para adquirir el mayor valor posible en los mercados vacacionales. Eso no es nuevo en absoluto; la novedad consiste en que si la reinvención antes era consecuencia del capitalismo posmoderno, ahora es su premisa. La tierra es más que nunca de quien no la trabaja: el territorio es para explotar más que para vivir. La casa del labrador se llenó de urbanitas. ¿Cómo hemos llegado a esto? Veamos las etapas de este maldito recorrido.

La “revolución” industrial provocó el retroceso económico de la producción agraria y alumbró una nueva clase de asentamiento sin contornos fijos, donde se concentraban bancos, fábricas y mano de obra, en gran parte proveniente del campo: la ciudad industrial. Barcelona, que en la Guerra de Sucesión tenía solo 35.000 habitantes, creció hasta los 184.000 en 1857, en vísperas de la demolición de sus murallas, lo cual originó la expansión fabril por el llano circundante. Primero el ferrocarril y luego el tranvía crearon los suburbios. Si en el año 1900, Barcelona contaba con más de medio millón de habitantes, principalmente burgueses y proletarios, durante la Guerra Civil sobrepasaba el millón, el 37 % de la población catalana. A partir de entonces, el peso de la ciudad, rodeada por un cinturón industrial, no cesará de aumentar, y la lucha de clases, a pesar de la derrota republicana, seguirá caracterizando su historia hasta el advenimiento de la sociedad de consumo masivo. La agricultura tradicional, ya descomunalizada, caerá en picado con la llegada de la mecanización, los abonos químicos, los cultivos especializados y la ganadería intensiva. Allá por los años cincuenta del siglo pasado, la masía entró en crisis para nunca jamás remontar. La demanda del mercado nacional seguiría empujando hacia arriba la industria y, en consecuencia, extendiendo la conurbación. Las autoridades franquistas fueron muy conscientes del fenómeno y aplicaron las normas de zonificación recomendadas por el CIAM, decretando la separación entre fábricas y viviendas y el traslado de la industria barcelonesa al extrarradio. El Plan de Ordenación de Barcelona de 1953 fue el primer intento de racionalización instrumental de la Barcelona metropolitana. A lo largo de los años sesenta y gracias al automóvil se consolidará una primera corona de 36 municipios, reconocida legalmente en 1974 como Corporación Metropolitana, y luego rebautizada como AMB, Área Metropolitana de Barcelona. La continuidad del urbanismo franquista más allá de la muerte del dictador dio un salto cualitativo en 1987, cuando la Generalitat pujolista disolvió la corporación por temor a ceder poder a una institución en manos de competidores políticos.

La numerosa llegada de inmigrantes entre 1965 y 1975 había propiciado la construcción de horrorosos bloques abiertos de pisos de calidad ínfima que enriquecieron a sus promotores, afearon el paisaje urbano y segregaron a los trabajadores en barriadas obreras cada vez más alejadas de un centro cada vez más degradado e insalubre. De los equipos municipales nacidos en las primeras elecciones de “la democracia” salieron reformas tecnopopulistas que contaron con un cierto soporte empresarial, profesional y vecinal. El modelo Barcelona, elaborado por arquitectos “recosedores”, defensores de la institucionalización de las coronas, fue el paradigma urbanístico del desarrollismo posfranquista. Cuando hubo reactivación económica, el idílico “derecho a la ciudad” del urbanismo de fachada social-tecnocrático desembocó en una apuesta por el transporte privado y una prosaica subida del precio del metro cuadrado, suprimiéndose en la práctica el derecho a la vivienda y dándose vía libre a la especulación, a la destrucción del patrimonio y a la gentrificación. En 1977, bastante antes de la entrada de España en la Comunidad Europea, la ocupación en el sector servicios sobrepasó a la ocupación industrial. La circulación -o los “flujos”- y el tratamiento industrial de actividades terciarias aventajaban en capacidad de empleo a la decadente producción fabril. Eso significaba cada vez más un uso no manufacturero de los viejos polígonos y un uso no agrícola del espacio rural. Barcelona tuvo que “ponerse guapa”, que es como decir que hubo de adaptarse a las condiciones de la naciente “cultura del ocio”, o mejor, industria del entretenimiento. De derechos del ciudadano no quedó ni un pellizco. Ante el impulso del consumo privado -ante la colonización de la vida cotidiana- la alianza política entre las clases medias, la aristocracia obrera y los empresarios progresistas hizo aguas. Con el posfranquismo económico se agotaron las metas universales y todo el mundo se sumergió en la vida privada. A mediados años ochenta, mucho más de la mitad de los catalanes se consideraba clase media y soñaba en coches de alta gama, adosados y vacaciones en contacto con la naturaleza domesticada. Entonces, tal como ya había pasado con la costa, la frecuentación sistemática y masiva del interior, especialmente de la montaña pirenaica, -y la construcción de segundas residencias que derivaba de ello- se reveló como la mayor fuente de ingresos y la mejor alternativa a la industrialización. La comercialización del tiempo “libre” ofrecía sin lugar a dudas mejores expectativas que la producción de alimentos, tejidos, electrodomésticos o motocicletas: el deseo de los asalariados de evadirse del trajín cotidiano era mucho más rentable que la demanda de víveres y bienes de consumo. Pasado un tiempo, el derecho de escapar un rato de la aglomeración urbana ahogaría el derecho a habitar en un entorno campestre y a cultivarlo. Prioridad pues al cemento, al asfalto y al esparcimiento mercantilizado. La urbanización se hizo difusa, consumidora abusiva de terreno y muy agresiva. El territorio tuvo que incrementar su conectividad, mejorar sus accesos y multuplicar los espacios recreativos. Las urbanizaciones, los hoteles y los campings, la red viaria y finalmente internet nos introdujeron en una especie de pesadilla extractivista. Las infraestructuras tomaron más importancia que el espacio público y los hábitos cooperativos antaño arraigados: los técnicos al servicio de los inversores dijeron que “vertebraban” el territorio mucho más que las tradiciones y la solidaridad, y nosotros decimos que definen la dominación -el Poder- mejor que las instituciones.

Incluso antes del horizonte del 92 se impusieron los partidarios de la desregulación del mercado del suelo y la supresión de trabas ordenancistas. Un urbanismo perverso -al que podría llamarse olímpico- tomó el relevo al urbanismo táctico de las plazas duras y los “esponjamientos”, escudado en una calamitosa arquitectura de “marca” y un gran acontecimiento deportivo. Entrábamos en la sociedad de los edificios-espectáculo. El sector inmobiliario se perfilaba ya como motor principal de la economía. La superficie construida se duplicó en seguida; el proceso de suburbanización fue más intenso que nunca y se dio preferencia descarada a las autopistas. La corrupción y la deuda de los consistorios ayudaron lo suyo. A cuenta de las clases medias motorizadas, los conjuntos residenciales camparon a sus anchas. Surgieron como setas grandes superficies, naves logísticas y zonas de aparcamiento. Se proyectaron nuevas “rondas”, “patas” y variantes. La expansión del área metropolitana y la expulsión de los pobres de la capital y la AMB fueron el resultado inmediato. En la década de los ochenta se levantaba acta de una segunda corona sin status oficial de más de cuatro millones de habitantes. Agrupaba a 164 municipios. En los noventa, la primera corona se había colmatado e incluso perdía habitantes, mientras que la segunda, denominada Región Metropolitana de Barcelona, RMB. disponía de suelo y se extendía a discreción. La destrucción del territorio estaba servida. Hacia el 2000, se fusionaba lo urbano con lo periurbano. Estábamos a un paso de la “Cataluña-ciudad”, o más exactamente, en la Cataluña globalizada. La “vocación metropolitana” del capitalismo político catalán se había realizado, pero ¡de qué manera! El ritmo acelerado de vida en la conurbación, los nuevos hábitos consumistas promovidos por el endeudamiento alegre y una panorámica de grúas, mostraban sus horribles resultados. Barcelona-municipio permanecía en el centro del caos, luciendo escaparates, celebrando ferias, ofreciendo plazas hoteleras y empleos basura, y disparando el precio de la vivienda. Así, los problemas se traspasaron al territorio, objeto de los frenéticos fines de semana de centenares de miles de personas. Aparte de los daños ambientales, el alto grado de dispersión edificatoria elevó en gran medida el coste de los servicios y de las infraestructuras imprescindibles, obligando a una tímida regulación del hecho metropolitano mediante un Plan Territorial aprobado en 1998, pero no concretado del todo hasta 2010. El interés privado se sobreponía claramente al público (supuestamente el de la administración) o, mejor dicho, ambos se habían vuelto idénticos.

No era necesario que encima se apostara ostentosa y gratuitamente por las finanzas internacionales y el turismo, como hizo el desastroso Fórum maragalliano de las Culturas de 2004, puesto que la parquetematización de Barcelona era un hecho afianzado y la globalización, algo imposible de evitar aunque se quisiera. La crisis inmobiliaria posterior convenció a la plutocracia catalana de la urgencia de finalizar el periodo de edificación desordenada y vertederos incontrolados. Se imponía girar -aunque fuese de boquilla- hacia lo verde de acuerdo con las instrucciones europeas. En 2008 la población concentrada en la RMB se acercaba a los cinco millones y la llegada de turistas batía todos los récords. El turismo surgía como el único motor económico de la Cataluña de los “flujos” apaciguados. La explotación intensiva del territorio en todas direcciones y el despilfarro de recursos asociado que comportaba -en idioma tecnócrata, la “diversificación de la oferta” ante la “demanda externa”- clamaba por un maquillaje completo. El paisaje, sucio, maltratado y desmembrado, era más que nunca un elemento básico del “relanzamiento económico”, especialmente en las zonas entre mar y montaña, donde se estaban ubicando las vías del tren de los ejecutivos (el TAV) y las pistas de aterrizaje en compañía de los aerogeneradores, las placas fotovoltaicas, las incineradoras, las líneas de alta tensión y las plantas de reciclado. La entrada de Cataluña”en el siglo XXI”, es decir, el progreso de la clase dirigente catalana en el panorama internacional exigía cosas ecológicamente incorrectas como la ampliación del aeropuerto de El Prat. De cualquier forma, el ruido en torno al calentamiento global y la energía “limpia” obligaba a una normativa conservacionista de improbable aplicación.

En realidad, apenas se trata de la conservación del medio o de modificaciones significativas del modelo energético “fósil”, y en absoluto del final del sistema alimentario globalizado o de la especulación a todos los niveles: era caso de la explotación “sostenible” del territorio (sic), o sea, de planificaciones “flexibles” y “ajustadas a la diversidad” que no disminuyan la rentabilidad de las operaciones, ni la credibilidad de las autoridades. Se trata pues de la incorporación suave de los costes de la destrucción del territorio al precio del producto turístico-residencial, a través de una suerte de fusión de ambientalismo, política y negocios. En resumen, el desarrollismo teñido de verde. Una nueva ley, todavía en fase de anteproyecto, cargará con la tarea de establecer un uso del territorio que los expertos al servicio de los promotores quieren “eficiente”, “competitivo” y a su manera “sostenible”, de forma que las condiciones reales que nos han llevado a la situación en la que nos encontramos no se alteren sustancialmente, las fuentes del beneficio privado no se agoten, y la locomotora del progreso continúe su marcha por los raíles del estatismo hacia el precipicio sin que ningún freno intervenga.

 

Miquel Amorós

Jornades per l'agitació “Rehabitem les ruralitats”, a Les Llosses (Ripollès) el 18 de setembre de 2021

miércoles, diciembre 8

Me declaro incondicionalmente insurrecta

 


Me declaro incondicionalmente insurrecta

de la tiranía del esquema

de la tiranía del patrón

de la desidia de la inercia

de las burbujas de egoísmo

 

-en los días oscuros sálvese quien pueda-

 

Me declaro insurrecta

de ser cosa

de ser medio

de ser escalón

translúcida

semitransparente

fondo de página

marca de agua

atrezzo

telón de fondo

fondo de cajón

encajonada

(siempre para ser apenas)

 

Me declaro insurrecta del venir siempre bien

de mi propia utilidad

del llegar siempre estupendamente a todo

de estar siempre pendiente de todo

de no ser habitualmente

más que la sombra conveniente

convenientemente en sombra

que cobija a base de adelgazar

la presencia propia

apropiadamente en silencio

Me declaro

oficial e incondicionalmente insurrecta

de dejar de ser yo.



***


 


He visto mil veces llegar a Alberti

pero nunca vi a María Teresa León llegar

Alberti, entre flores, bajando la escalinata

y una mujer

diez pasos más atrás

sin derecho siquiera al eco de los aplausos

barriendo el suelo de pétalos

- más atrás, diez pasos -

pensando en ir haciendo la cena

y en las lavadoras de todo un exilio por poner

-diez pasos más atrás,

una mujer-

 

He oído mil veces hablar a Alberti

pero nunca oí a María Teresa León hablar

 

Nadie supo enseñarme

la voz detrás de sus palabras

ni pude aprender en ningún colegio cuál era su verdad

María Teresa, viniste del mismo exilio,

pero de ese otro

-el de la mujer detrás siempre,

el del genio siempre es él-

de ese otro nunca volviste

y a nadie parece haberle importado nunca.




                                   María Cano García. En: Femmes Libres. Antología poétique internationale. Ed. Tapuscris. Montpellier. 2021

domingo, diciembre 5

El Comité para la Prevención de la Tortura constata la existencia de torturas en centros de detención españoles

 

 

De las protestas del metal de Cádiz de finales de noviembre jamás olvidaremos a la ciudad y a la comunidad entera respaldando a sus vecinos, participando en paros y cortes y mostrándonos, una vez más, la eficacia de estas tácticas en cualquier lucha colectiva. Otra cosa que no se nos borrará de la memoria es la tanqueta de la UIP recorriendo las calles gaditanas como si se encontrara en Belfast en 1975. O las cargas policiales. O el vídeo viral de los antidisturbios salvando la democracia española apaleando a un anciano.


 A estas alturas a nadie se le escapa que, al menos de vez en cuando, hay funcionarios (de prisiones, policías, etc) que se exceden y cometen actos de tortura y/o de malos tratos. Si son habituales o no, sistemáticos o no, ordenados por sus superiores o no, entendemos que puede ser debatible. Nosotras tenemos nuestra opinión al respecto. Pero que esta violencia ocurre, al menos ocasionalmente, no es cuestionable.

 

Así ha dejado la policía en Cádiz a un anciano que apoyaba la manifestación de los trabajadores del metal en huelga. Matones con placa enviados por "el gobierno más progresista de la historia".

 

El grado de intensidad del maltrato es variable. En el espectro más bajo podemos citar el ejemplo que han vivido muchas personas que han pasado por una detención, que relatan haber sufrido algún empujón, colleja o comentario vejatorio. En el más alto, desde golpes hasta disparos. El ejemplo más reciente se produjo en Villaverde el pasado 5 de noviembre, cuando – según los medios – unos agentes “abatieron” a Issa, un ciudadano ghanés que supuestamente había amenazado a uno de ellos con un cuchillo. Sin embargo, el relato de muchas vecinas que presenciaron los hechos, es que éstos se habían “excedido y habían disparado indiscriminadamente contra el fallecido, incluso cuando estaba en el suelo[1].

 

Denuncias al denunciante

Pese a lo innegable de la existencia de casos de violencia institucional, existen personas que han sido condenadas por delitos de calumnias contra la policía por verbalizar casos de malos tratos. El caso más reciente es el del periodista Fonsi Loaiza, quien vinculó a la policía y al racismo institucional con la muerte del mantero Mame Mbaye y fue condenado por ello el pasado 13 de octubre[2].

Otro ejemplo es del profesor Iñaki Rivera, que fue denunciado e investigado por decir en la televisión catalana que se producen torturas en las cárceles[3]. Por fortuna, en su caso, el pasado 16 de noviembre su causa fue archivada.

Otras personas que también han sido denunciadas y no condenadas por denunciar la existencia de torturas en centros de detención incluyen a la abogada y ex-diputada de Podemos Lorena Ruiz-Huerta e, incluso, al mismísimo Luis Bárcenas, quien en una entrevista para Interviú en 2015 dijo que los funcionarios de prisiones llevaban guantes especiales y pegaban palizas a presos en las zonas que no tenían cámaras.

En todos los ejemplos citados sobre estas líneas, los denunciantes fueron sindicatos policiales o de prisiones.

 

Torturas en centros penitenciarios: golpes como castigo para sacar información

El último organismo en anunciar que se producen torturas en el Estado español –en este caso, en prisiones– ha sido el Comité para la Prevención de la Tortura (CPT) del Consejo de Europa, un organismo paneuropeo no dependiente de la UE que reúne a 47 países. El pasado 9 de septiembre el CPT publicó su informe acerca de su última visita a España, que tuvo lugar en septiembre de 2020.

La delegación del CPT examinó el trato y las condiciones de detención de personas recluidas en varias prisiones –Castelló II, Soto del Real, Estremera, Sevilla II y València/Picassent– y en los dos hospitales psiquiátricos penitenciarios de Alicante y Sevilla, así como en un centro de detención para menores en Algeciras. Además, se examinó el trato y las garantías ofrecidas a las personas privadas de libertad por la policía en comisaría.

Así, el Comité para la Prevención de la Tortura insta en su informe a las autoridades españolas a tomar “medidas decididas para prevenir los malos tratos en prisión y garantizar que los casos se investigan de forma eficaz”. También propone medidas para mejorar el tratamiento de los presos y pacientes recluidos en hospitales psiquiátricos penitenciarios y para hacer frente a los malos tratos por parte de agentes de policía.

La mayoría de las personas entrevistadas durante la visita afirmaron que los agentes los habían tratado correctamente”, afirma el informe. Sin embargo, la delegación del CPT “recibió un número significativo de denuncias de malos tratos”, afirma el documento, que detalla una veintena, “principalmente contra la Policía Nacional, consistentes en bofetadas, puñetazos y patadas, así como, ocasionalmente, el uso de porras con el supuesto fin de obligar a las personas a proporcionar información, confesar delitos o castigarlas por el presunto delito cometido”.

El CPT considera “muchas de denuncias consistentes y creíbles de malos tratos físicos recientes por parte de funcionarios de prisiones, que consistieron principalmente en bofetadas en la cabeza y el cuerpo, puñetazos, patadas y golpes con porras”. Y añade que “en varios casos, los presuntos malos tratos fueron respaldados por lesiones documentadas por la delegación o anotadas en el historial médico de la persona«.

La delegación también recibió “varias denuncias creíbles de personas a las que se les había sometido las plantas de los pies a repetidos golpes de bastón, un método de tortura conocido como falaka”.

Según el documento, “el maltrato parece ser una reacción punitiva al comportamiento recalcitrante de los presos. Abordar ese comportamiento requiere una supervisión más rigurosa por parte de la dirección, la formación del personal en técnicas de control, contención y desescalada, la documentación precisa de todas las lesiones y la denuncia inmediata de todas las denuncias de malos tratos a las autoridades fiscales”.

 

Mención especial a las contenciones mecánicas

En este medio hemos hablado largo y tendido del gravísimo problema que suponen las contenciones mecánicas: una práctica consistente en inmovilizar a una persona y atarla a una cama por las muñecas, tobillos o caderas[4]. Su existencia ha generado enormes críticas y años de luchas por parte de activistas de la salud mental, las cuales han desembocado en diferentes procesos de resistencia. En nuestro contexto más inmediato el colectivo LoComún lanzó en 2018 la campaña #0Contenciones, en la cual mediante la difusión de documentos y testimonios de afectadas abogan por acelerar la abolición de una práctica prohibida ya en otros países buscando politizar colectivamente el malestar con una mirada social.


 

Es un gusto ver que el trabajo de colectivos activistas de base está dando sus frutos y que cada vez son más los organismos oficiales que asumen que esta práctica es una barbaridad que debe llegar a su fin. Y, en este sentido, el CPT en su informe hace especial énfasis en la problemática de la fijación mecánica de una persona a una cama. El documento alaba “los considerables avances realizados en todas las cárceles de España en la reducción tanto del número como de la duración de las aplicaciones de la medida. Sin embargo, el CPT considera que el objetivo debe seguir siendo abolir esta medida en prisión, ya que está expuesta a abusos”. Y cita varios ejemplos de ellos.

Por ejemplo, en el Centro de Detención de Menores La Marchenilla de Algeciras, la delegación del CPT resaltó que “varios menores se quejaron del comportamiento del personal de seguridad al inmovilizarlos” y el CPT encontró que los menores “continuaban siendo sometidos a períodos prolongados de fijación mecánica y se les inyectaba a la fuerza medicamentos mientras estaban fijados”. En consecuencia, el CPT “vuelve a instar a las autoridades españolas a abolir la fijación mecánica de menores a nivel nacional”.

 

Mujeres en prisión: doblemente explotadas

 

En lo que respecta a las reclusas[5], el informe pide “un enfoque específico de género que tenga en cuenta las necesidades de las mujeres, por ejemplo, en relación con la gama de actividades que se ofrecen, y la adopción de una política para prevenir los actos de autolesión”. Además, el CPT denuncia la falta de productos específicamente femeninos (higiénicos, por ejemplo) en centros de detención y la falta de protocolos contra el acoso sexual a presas.

 

Hospitales penitenciarios: deberían estar bajo la responsabilidad del sistema nacional de salud y no de Interior

El informe del CPT también es crítico con el tratamiento y las condiciones que se ofrecen a los pacientes en los dos hospitales psiquiátricos penitenciarios de Alicante y Sevilla, y considera que “deben gozar de plena separación institucional y funcional del servicio penitenciario y estar bajo la responsabilidad del sistema nacional de salud. Paralelamente, debería haber un cambio de paradigma en el tratamiento de los pacientes forenses basado en los principios del tratamiento individualizado, alejándose del enfoque actual basado en la farmacoterapia”.

En ambos hospitales, la delegación “recibió algunas denuncias de malos tratos físicos consistentes en golpes con porras de goma y fijaciones mecánicas dolorosas e inadecuadas”, relata el informe.

 

Se dota a la policía de porras extensibles de acero

Pese a la contundencia de informes como éste, la última jugada del Ministerio del Interior de Marlaska (que, no olvidemos, se encuentra en manos del PSOE y Podemos) ha sido anunciar la compra de más de 25.000 bastones extensibles de acero y su reparto entre los cuerpos policiales para sustituir la tradicional porra semirrígida de la policía que tan bien conocemos. A un precio de 80 euros la unidad, nos han costado 2 millones de euros.

Más allá del gasto público, es una pésima nueva, debido a que estas armas (de 26 cm plegadas y más de medio metro extendidas) resultan mucho más gravosas, por ser más duras. Sus consecuencias pueden resultar terribles.

Se preguntaba un tuitero cuando se hizo pública esta noticia “¿qué relación se puede tener con una institución a la que se contenta dándole cosas para pegarnos más fuerte?”. La respuesta, desde luego, no es positiva.



[1] Recomendamos este artículo de eldiario.es que recoge distintos testimonios y vídeos de los momentos posteriores a los hechos.

[2] Para profundizar más en su condena, nos remitimos a este artículo.

[3] Sobre la denuncia interpuesta contra Iñaki Rivera en el año 2019, nos remitimos a este artículo.

[4] Sobre las contenciones mecánicas en centros de menores, véase este artículo. En el ámbito de la salud mental véase este otro.

[5] Para profundizar más en la cuestión de las mujeres en prisión, nos remitimos a este artículo.

 

Extraído de https://www.todoporhacer.org

jueves, diciembre 2

Desjerarquizar el arte


 

                Mural de Cynthia Veneno en el parque Moret de Huelva

La relación del arte con el movimiento libertario ha sido estrecha desde siempre. Han existido muchos artistas que han contribuido a la difusión de las ideas anarquistas desde diversos campos: literatura, ilustración, audiovisual…; también muchos, a través de la práctica artística, han encontrado un espacio de creación e indagación de otras formas posibles de hacer, desde fuertes postulados políticos y emancipatorios, frente a un modelo capitalista imperante que desde sus inicios ha pretendido absorber y reforzar todo lo que contribuyera a su consolidación.
Tal y como señala Luis Navarro en La anarquía del arte y el arte de la anarquía: «arte y anarquía […] parecen hermanadas por su origen, su despliegue y su fin último. Ambas surgen del mismo proceso histórico, beben de las mismas fuentes del proyecto de emancipación surgido de la Ilustración y se desarrollan juntas a lo largo de la modernidad, con la instauración del capitalismo como sistema productivo y en conflicto con él». Desde luego, el anarquismo surge frente al capitalismo; el arte, sin embargo, ha sido siempre, también desde la aparición del capitalismo contemporáneo, una pieza importante de las élites en el poder; aunque siempre hubo disidentes que, desde el plano creativo, hicieron frente a estas mismas élites.

Si, tal como nos cuenta Ana Muiña en Mina Loy. Futurismo Dada Surrealismo, «los movimientos artísticos que abandonan el siglo XIX para zambullirse en el XX descubren que la función del arte es “traducir” un texto al que llaman realidad y, por tanto, es preciso darle una nueva lectura a ese texto, cambiarlo por completo», al meternos en el siglo XXI encontramos nuevos paradigmas que van a seguir indagando entre viejas y nuevas concepciones de creación para sumergirse en ese traducir, leer, incidir en esa realidad.

UN BREVÍSIMO BOSQUEJO

Durante el mes de marzo, coincidiendo con el día de de la mujer trabajadora, se fueron sucediendo las noticias de ataques por parte de la extrema derecha a diversos murales feministas que se habían realizado en diferentes localidades del estado español. Uno de esos ataques fue el día 9 y se produjo en el Parque Moret de Huelva. El mural de la artista Cynthia Veneno aparecía con esvásticas y con pintura negra en un intento de destrozarlo; sin embargo, tal y como señala la muralista, estos ataques lo que consiguen es visibilizar mucho más el trabajo artístico en apoyo a la lucha feminista.

 Cartel para la huelga feminista del 8M de 2018 diseñado por Yeyei Gómez

Esta ilustradora y poeta sevillana entiende que «el arte es una herramienta, un medio de expresión desde el cual puedo expresar todo aquello que no puedo verbalizar. Un formato que va más allá de tener o no una técnica». En su trabajo confluyen la representación de identidades disidentes y cuerpos no normativos con la crítica al sistema capitalista que los expulsa a los márgenes de la pobreza y la precariedad. A su vez encontramos una potencialidad a lo largo de su obra que radica en la reivindicación de lo cotidiano, los cuidados y la ternura como actos revolucionarios. Cynthia asegura que «como anarquista y artista, la relación entre ambas es inherente, ya que veo el arte como una herramienta fundamental que se nutre del anarquismo y viceversa. El anarquismo rompe esa cara elitista y estética del arte, desafía a un sistema que lo quiere invisible y sale de los museos para plantarse en las calles y los contenedores».

Por su parte, la ilustradora e historietista madriñela Yeyei Gómez nos habla del arte «como un instrumento del poder para construir la subjetividad de los pueblos, jugando un papel importante en la educación y el espíritu de una época», y continúa afirmando que «en una sociedad como la nuestra donde el arte es una mercancía más, creo que la especialización en lo político, o algunas obras abiertamente políticas, en ocasiones instrumentalizan en beneficio del artista luchas sociales. Con el peligro de producir obras que parezcan vías de escape sin llegar a producir grandes cambios».

La estética en la obra de Gómez guarda ciertos puntos en común con ilustradores y cartelistas anarquistas de principios del siglo pasado. Figuras alargadas con rostros sobrios que se desdibujan, que nos traen a la memoria a figuras como Alejo —ilustrador de periódico CNT—; viñetas satíricas de denuncia social que nos sugieren la pluma de Luis García Gallo; el uso de una gama cromática llamativa y reconocible, en el que predominan el uso del rojo, negro y morado. Una técnica con fuertes influencias del patrimonio artístico obrero. No es casual que para Yeyei haya más valor en la idea de arte como una herramienta en la que se problematizan los fenómenos que se dan en la sociedad —pretendiendo con ello contribuir a mejorarla—, que en la idea de arte como fin en sí mismo. «La sensibilidad artística y la sensibilidad anarquista comparten el compromiso férreo con una ética personal puesta siempre al servicio de la colectividad y del bien común, y donde la crítica no devenga en inmovilismo y aislamiento, sino en la participación activa», nos revela como un horizonte artístico comprometido.

Desde una perspectiva muy similar, el escritor y cineasta astigitano Manuel Onetti habla de la utilidad histórica para la perpetuación de modelos políticos hegemónicos, como es el caso de la Edad Media y la ingente cantidad de artistas que estaban al servicio de la Iglesia Católica representando el canon eclesiástico dominante, o como ejemplo más cercano, el arte soviético. Para Onetti el arte es «una intuición que tiene que ver con la forma de ver el mundo. Lo que haces con ella luego determina tu práctica artística (en cuanto a técnica e ideología)». En cuanto al poder transformador del arte, asegura que «nunca he creído en ese poder de transformación» y continúa exponiendo que cree «más bien que el arte sí puede cambiar a las personas. En ese sentido pienso que el arte tiene una proyección y unas connotaciones más individualistas que luego los sujetos pueden poner en común en otros lugares de índole exclusivamente política».

Cartel de la quinta edición de J.A.C.A. (Jornadas de arte y creatividad anarquistas de 2019)
 
La obra de Manuel orbita entre lo intimista, lo diarístico, lo intuitivo y la indagación de las raíces a través de la memoria histórica. Sus imágenes poéticas y visuales, que se narran desde lo cotidiano, nos dotan de una sensibilidad para captar las huellas sutiles que dibujan en la piel el colonialismo, el capitalismo o la dictadura franquista. Para él «sí que hay artistas anarquistas y los habrá siempre, pero no un arte anarquista. Normalmente la gente asocia cierto tipo de arte con ciertas ideologías, en este caso hablamos de anarquismo, pero a grandes rasgos lo que tiene mayor visibilidad es un arte con mensajes anticapitalistas —desgraciadamente a veces bastante vacíos—, los cuales no están mal vistos por el propio sistema».

J.A.C.A.

En 2019 se celebró la quinta edición de las Jornadas de Arte y Creación Anarquista (J.A.C.A.), según su propio manifiesto, «como un «espacio creativo-artístico en una ciudad donde el arte se está monopolizado por una élite cultural y una industria de masas que separa el arte de la vida, del día a día, de la reflexión y la crítica, convirtiendo el arte en una maquinaria de ideas represoras y un entramado de manipulación social en manos de un capitalismo invisibilizado bajo la etiqueta de “Cultura”».

Las J.A.C.A. se organizan de forma horizontal y asamblearia. En ellas confluyen artistas de muy diversas trayectorias artísticas en donde lo que prima es la igualdad de trato y de implicación. Desde la organización entienden que todas las personas y tareas que forman parte de cada edición son una parte importante del evento, desde la limpieza, la cocina, la gestión de barra o el montaje de la exposición. Julia Eme, colaboradora de las jornadas, nos asegura que la idea es «desjerarquizar las labores, entender el arte como una manera de expresión y acción sociopolítica y que las formas de hacer estén en armonía con el mensaje».

En los días que transcurren las J.A.C.A. se pretende generar una visión crítica de la sociedad capitalista, intentado tocar todos los ejes de privilegios y opresiones que confluyen en nuestra sociedad: antirracismo, anticapitalismo, feminismo… La exposición cohabita con charlas de diversas temáticas, feria de libros, taller infantiles y una gran diversidad de actividades. Julia Eme anima a que las personas que estén interesadas en formar parte de las jornadas contacten con la organización, ya que entiende que la grandeza de las jornadas tiene que ver con que cada vez sean más las personas que aportan sus diferentes visiones y experiencias; la finalidad, al cabo, es tambalear el orden establecido desde lo común.
 

lunes, noviembre 29

XIX Encuentro del Libro Anarquista de Madrid, 3, 4 y 5 de diciembre, 2021

 


¿DÓNDE?

Escuela Popular de Prosperidad (La Prospe) C/ Luis Cabrera 19

Metros: Prosperidad y Avenida de América

Autobuses: 1, 9, 29, 52, 73

Telefono: 91 562 70 19

Email: prospe@nodo50.org

https://encuentrodellibroanarquista.org/ 

martes, noviembre 23

Echar palabras en un cubo



echar palabras en un cubo

palabras a las que les tengáis manía



echarlas al tuntún

con desgana rabiosa y



una pizca de escepticismo

manido



profesional y /

experto



evento y

caridad /



maestro y

patria /



nacional y

discípulo



jefe y

alma



moda y

fama



competidor y

emprendedor



especialista y

torero



intoxicación y

alta velocidad



ganador y

poema bonito



negocio y

especulación



artista y

premio



intelectual orgánico y

prisa



mentira y

corbata



desahucio y

contaminación



ilusionismo suicida y

arma



agente literario y

lapa



secretario general y

secretaria generala







ahora verter 7 litros de agua

en el cubo y



esperar 7 minutos

en la antesala de la disolución



más tarde verter el agua del cubo

en el suelo del patio y



esperar otros 7 minutos



a ver si hay suerte y

florece un ramillete



de complicidad agnóstica

en el zapato



en todo este proceso

de espera activa



no dejemos

de mirarnos los pies



por ahí empieza

el contacto permanente

con la actividad del mundo





                 Eladio Orta. Taller de palabras. Ed. Amargord, 2021

sábado, noviembre 20

Jornadas contra el extractivismo y su mundo (Barcelona)

 

 

El extractivismo es el proceso de devastación de la naturaleza para transformarla en mercancía. Proyectos extractivistas se multiplican por todo el mundo, sobre todo fuera de los centros del poder, para sostener el modo de vida y el funcionamiento del capital.

El extractivismo no es una forma de gestionar el capital, sino que es el capital mismo con su máquina de muerte extendiéndose como una enfermedad. En este sentido, su infraestructura, su dimensión material, es inherente a su lógica de devastación. No hay capital sin extractivismo, como no hay producción ni consumo sin devastación de la naturaleza, sin opresión de todo lo vivo, humanos incluidos…

El mundo que lo sostiene expande la miseria, la explotación, la servidumbre y el control. Lo que llaman el desequilibrio de los ecosistemas no es más que la invasión del poder transformando la naturaleza en mercancía, donde la gestión del capital sacrifica territorios, hábitats y comunidades para su beneficio antropocéntrico.

Los pueblos ancestrales siguen resistiendo contra la colonización llamada capitalismo, su expolio y despojo, su ideología y sus aparatos represivos. Para nosotrxs luchar y señalar el extractivismo es anhelar y/o resistir otras formas de vida fuera de la lógica de la civilización, la industria y el capital, sus valores y su nocividad.

Estas jornadas nacen de la necesidad de plantear, desde distintas perspectivas y experiencias, luchas y reflexiones contra la nocividad del extractivismo y el mundo que lo sostiene. El objetivo es profundizar los discursos y practicas contra el capital/estado en todos sus ámbitos, y buscar lugares de análisis que busquen el desmantelamiento, la destrucción de la sociedad del poder y toda la basura ideológica que acarrea a su paso. Plantear perspectivas anárquicas/antiautoritarias contra la devastación es señalar uno de los rostros del enemigo en toda su infraestructura y monopolio.

¡Hasta eliminar el último bastión del capital y el mundo que lo
sostiene!
¡Solidaridad con la lucha de los pueblos ancestrales!
¡Extractivismo es colonialismo y autoritarismo!

 

Anarquistas contra la devastación

https://malclima.blackblogs.org/