lunes, junio 14
Rebeldes periféricas del siglo XIX, pioneras de la liberación de la mujer
Ana Muiña
El siglo XIX nacía y avanzaba empujado por el florecimiento de los grandes movimientos sociales contemporáneos: el movimiento obrero y el sindicalismo, el pacifismo y el antimilitarismo, el anticlericalismo, el librepensamiento, la educación racionalista, el socialismo, el anarquismo, el comunismo, el feminismo -llamado también la emancipación de las mujeres-, el control de la natalidad, los matrimonios y los entierros civiles, etcétera. Entonces eran idearios frescos que seducían a cientos de miles de hombres pero también de multitud de mujeres hoy anónimas y olvidadas. Pasaron indecibles penalidades: hambre, pobreza extrema, perdida de los hijos por enfermedad y malnutrición, destierros, exilios, cárceles, torturas, intentos de asesinato, penas de muerte… a fin de propiciar para toda la humanidad "la sociedad del porvenir" que anhelaban, llena de justicia, igualdad y libertad.
El movimiento obrero femenino en el Estado español arranca con las chinches, apodo despectivo dado a las operarias textiles y, particularmente, a las cigarreras. Las tabaqueras eran muy avanzadas: las primeras en casarse por lo civil, en originar grandes revueltas por sus pésimas condiciones de trabajo, en formar las primeras hermandades de socorro mutuo en 1834 y, como no tenían permiso de maternidad, nada más dar a luz llevaban a sus bebés a la fábrica para amamantarlos, consiguiendo arrancar salas de lactancia, guarderías y escuelas dentro de los talleres.
En la década de 1860 la chusma encanallada se organiza en las asociaciones obreras y en la Primera Internacional de los Trabajadores (AIT). Una de sus primeras componentes en España fue Guillermina Rojas, pionera en obtener el título de maestra. Asimismo, en 1874, se la podía ver por las callejuelas madrileñas combatiendo con un fusil para defender la Primera República contra el golpe de Estado monárquico. A Guillermina, la prensa liberal de 1868 la apodaba "el apóstol del amor libre".
Las pioneras internacionalistas reclamaban la emancipación del matrimonio fuera de la Iglesia y de las leyes, pues otorgaba a las mujeres obreras el estatus de disponibilidad en la casa y en la cama, convirtiéndolas en criadas para todo. Querían uniones basadas en la igualdad, la libertad y el goce. Adscritas a este ideario, Teresa Claramunt, Ángeles López de Ayala y Amalia Domingo Soler, organizan en la Barcelona de 1889, la Sociedad Autónoma de las Mujeres, el primer grupo con vocación de emancipar a sus congéneres. Eran librepensadoras, anticlericales, masonas, anarquistas (Teresa y Ángeles) y en el caso de Amalia, espiritista. Impulsan las primeras escuelas laicas y racionalistas para obreras, las primeras de acogidas para mujeres sin recursos, un orfeón musical, un centro terapéutico para deficientes y El Nivel Rojo, un dispensario médico laico alternativa a la beneficencia de curas y monjas.
Artículo completo en la página 17 de: http://www.cnt-ait.tv/d/1109-2/cnt_365_web_opti.pdf
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