“La Sociedad quiere, es cierto, que cada uno obtenga su derecho; pero este derecho no es sino aquél que la Sociedad ha sancionado; es el derecho de la Sociedad y no de cada uno”
En cierto grado, la opinión pública tiene
asumida nuestra condición social, la necesidad que tenemos unos de
otros para subsistir y, además, construir nuestra personalidad, nuestros
sentidos de vida. Cierto es que la ideología imperante en los países
supuestamente desarrollados predican el individualismo, aunque este
choca con la realidad social que convive en la mayoría de sistemas de
vidas (basta con señalar la importancia de la familia o las amistades en
la infinidad de culturas existentes a día de hoy, inclusive en la
occidental). Sin embargo, la concepción más usual que se tiene respecto a
la sociedad consiste en el alzamiento de un ideal abstracto por encima
del individuo, aunque admito la dificultad que conlleva comprender al
individuo sin la sociedad. Debido a ello, para que tales cuestiones se
tornen algo más lúcidas, compartiré un fragmento del libro mencionado:
“La palabra Gesellschaft (Sociedad) tiene por etimología la palabra Saal
(sala). Cuando en una sala hay varias personas reunidas, esas personas
están en sociedad. Están en sociedad, pero no constituyen la sociedad;
constituyen, cuando más, una sociedad de salón. En cuanto a las
verdaderas relaciones sociales, son independientes de la sociedad;
pueden existir o no existir, sin que la naturaleza de lo que se llama
sociedad sea alterada. Las relaciones implican reciprocidad, son el
comercio (commercium) de los individuos. La sociedad no es más
que la ocupación en común de una sala; las estatuas, en una sala de
museo, están en sociedad, están agrupadas. Siendo tal la significación
natural de la palabra sociedad, se sigue de aquí que la sociedad no es
la obra de Ti o de Mí, sino de un tercero; ese tercero es el que hace de
nosotros compañeros y es el verdadero fundador, el creador de la
sociedad”.
Max Stirner lleva a cabo una
diferenciación entre Sociedad y asociación. Como en el anterior
fragmento detalla, la Sociedad consiste en una conceptualización por una
tercera persona o fuerza que impone un conjunto uniforme de individuos
conexos. Sin embargo, la asociación trata de vincular individuos, crea
relaciones sociales en constante cambio y no se estanca en un ideal fijo
y sagrado. La Sociedad solo se puede sustentar por un poder ajeno al
nuestro, un poder constructor de derechos universales y no concretos y
específicos: “Nuestras sociedades y nuestros Estados existen, sin que
otros los hagamos, pueden aliarse sin que haya alianza entre nosotros;
están predestinados y tienen una existencia propia, independiente;
frente a Vosotros, los egoístas, son el estado de cosas existente e
indisoluble”. La noción estática que tenemos del mundo, basada en el
autoritarismo, en la existencia del Poder por encima de nuestras
relaciones y nuestra unicidad vital, nos conlleva a creer
inconscientemente en el Estado, la Nación, Patria, Rey, etc. Pero, sin
ir más lejos, también nos hace creer en la Sociedad como ente alzado,
hasta el punto en el que ciertos movimientos siguen perpetuando la
religiosidad, la creencia en el sacrosanto derecho de una Sociedad a
penas existente.
En la medida en que el derecho de la
Sociedad se acepta y es sublimada (se apodera del pensamiento público),
el derecho del individuo (aquel que él crea y cree convincentemente en
ello por infinidad de influencias) se ve inútil e inservible. Un ejemplo
claro respecto a esta opresión en el individuo, sería la opinión
general en una sociedad establecida como la actual, la cual da por
sentado la existencia de un género binario (hombre o mujer) frente a
cualquier otra determinación individual, siendo esta última negada y
desprestigiada. Por ello, paralelamente, Stirner nos habla de la
unicidad del individuo o del “Egoísta” y sugiere una asociación de
egoístas, ante cualquier ideal u organismo que se apodere de su Yo. Sin embargo, considero ambigua la concepción que tiene del Yo
y la propiedad de este, pero eso lo trataremos en otra ocasión (tampoco
Stirner pretende convencer a nadie, ni siquiera estar en lo cierto).
En síntesis, Stirner suscita la
posibilidad de crear relaciones de libre asociación, rehusando todo
ideal y organismo que imponga un derecho sagrado por encima del
individuo -en la medida de lo posible, ya que el impropio existir es
impositivo-. Esto implica la vinculación dinámica entre individuos y sus
sistemas de vida, al igual que el rechazo de tales relaciones. Sin duda
alguna, se trata de una respuesta contra el orden lógico de nuestros
tiempos, una lucha contra quienes crean y quienes sumisos aceptan el
funcionamiento de una sociedad universal y necesaria, sociedad que
arrastra a los criminales que se envalentonan en reapropiarse de las
vidas y del tiempo que les robaron.
“Los ídolos no existen más que por Mí; basta que deje de crearlos, para que desaparezcan: no hay poderes superiores, sino porque yo los elevo y me pongo debajo de ellos”
Antonio Cantó
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