Considerar la tecnología más o menos neutral no es algo que compete
exclusivamente a las disquisiciones de los filósofos, sino que tiene
también implicaciones muy concretas en la vida cotidiana.
Hace un par de meses, las crónicas hablaron durante varias semanas de
lo que estaba sucediendo en Ferguson, una ciudad de 21.000 habitantes
en Misuri (Estados Unidos), donde el 9 de agosto pasado un policía
asesinó con seis tiros de pistola a un joven desarmado.
Como era previsible, la noticia ha saltado a la Red en todas sus
variadas ramificaciones a partir de las primeras noticias aparecidas en
Twitter.
No es la primera vez que en los Estados Unidos (y no solo en ese
país) ocurre un hecho del género pues, solo por contemplar un estrecho
arco temporal, la policía ha asesinado: el 17 de julio a Eric Garner
(Staten Island, Nueva York), el 5 de agosto a John Crawford
(Beavercreek, Ohio), el 11 de agosto a Ezell Ford (Los Ángeles,
California), el 12 de agosto a Dante Parker (Victorville, California) y
el 19 del mismo mes a Kajieme Powell (San Luis, Misuri). Todas, personas
desarmadas; pero estas noticias no han tenido ni por asomo el mismo
relieve internacional que la sucedida en Ferguson.
Antes de la difusión tan tremenda de la Red, noticias como esa
quedaban relegadas a la crónica local. Pero aunque en los tiempos de
Internet podría suceder lo mismo, en este caso son los mecanismos de
funcionamiento de los medios de comunicación los que marcan la
diferencia.
El relato de lo sucedido en Misuri, publicado en principio en
Twitter, ha escalado velozmente a la clasificación de las historias más
publicadas, suscitando en consecuencia el interés de los mayores
creadores y distribuidores de noticias. Esto, junto a las protestas
callejeras, ha desempeñado un papel fundamental a la hora de que la
historia tuviera un impacto no solo nacional sino también internacional.
Llegados a este punto, es fácil comprender lo mucho que la tecnología
puede influir en la realidad de modo relevante. Instrumentos como
Twitter, una vía intermedia entre la red social y un sistema de
mensajería instantánea, son gestionados por programas informáticos y,
como es sabido, en los programas se puede hacer -teniendo los
conocimientos pero sobre todo el poder- más o menos lo que se quiera.
En este caso en particular, si hubiera habido un filtro para limitar
(por la razón que fuera) los tweet procedentes de Misuri, no se habría
producido esa especie de efecto dominó motivado por la nueva publicación
de la noticia, y lo sucedido se habría relegado a los puestos más bajos
de la clasificación y, en consecuencia, lejos de la atención de los
medios de comunicación de todo el mundo. Pocos -al margen de una
determinada área- habrían sabido de la muerte de Mike Brown o, al menos,
no lo habrían sabido a través de la televisión o los periódicos, sino
solo leyéndolo en Internet.
Hacer que parezca que no existen filtros de funcionamiento
desconocido, con el fin de hacer circular libremente la comunicación, es
una necesidad reforzada sobre todo por lo que se ha hecho público
recientemente a propósito de una investigación realizada en Facebook. Un
grupo de psicólogos se ha servido como muestra de 689.003 usuarios de
esa red social, cuyos mensajes fueron filtrados para manipular cuanto se
publicaba en sus páginas. Todo, obviamente, sin que las "víctimas"
supiesen que estaban formando parte de un enorme experimento de
psicología social.
En la práctica, un instrumento de comunicación podría ser filtrado
con reglas decididas por alguien conocedor de su utilidad. Tan solo con
retrasar algunas horas la publicación de determinados mensajes podría
tener influencia sobre el mundo real. Así como tienen influencia los
filtros utilizados por los motores de búsqueda para establecer el orden
de aparición de los resultados en la página. Un enlace que aparece en
las primeras posiciones tiene muchas más probabilidades de ser escogido
respecto a los que aparecen tras dos o tres páginas de resultados.
Manipulaciones de este tipo son hechas a nivel "técnico" y no pueden ser
conocidas y muchos menos controladas por los usuarios, y a menudo ni
siquiera por una autoridad cualquiera.
Por ello, cuando se discute de "neutralidad en la Red", no hay que
pensar que sea cualquier cosa que solo tenga que ver con los protocolos
de transmisión de datos o con la "magia" de los programadores. Se trata
de argumentos, normalmente de no inmediata comprensión en su técnica
para los profanos en la materia, pero que son importantes para conseguir
mantener ese poco de libertad que todavía resiste en Internet.
La ciencia puede ser neutral, pero seguramente nunca es neutral su aplicación.
Pepsy
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, octubre de 2014
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