Grupo Oblomoff
La 
Ciencia sigue manteniendo un lugar privilegiado en el imaginario de los 
países occidentales. El derrumbe de distintos símbolos religiosos y 
laicos como Dios, la Revolución, e incluso el Progreso, no ha alcanzado a
 la fe en la práctica científica. Ese es el motivo por el que, en los 
últimos años, las quejas y las demandas de científicos e investigadores 
españoles hayan gozado de tan buena acogida entre amplios sectores de la
 izquierda y de la opinión pública. Sin embargo, jamás se habla del 
porqué de la necesidad de la investigación científica, de sus fines y 
sus medios, o del tipo de mundo que contribuyen a forjar y perpetuar.
La 
ciencia, en nuestro tiempo, no se entiende si no es como ciencia 
aplicada al sistema productivo. En su condición subalterna, sometida a 
la lógica de la ganancia, no puede más que celebrar y alentar los 
progresos del Estado y de la Técnica, y colaborar, así, con el 
desarrollo de un modo de vida cuya base es la sumisión. Al haber 
aceptado alegremente esta función (en la creencia de estar ejerciendo un
 magisterio científico siempre neutral y apartado de la lógica de la 
sociedad), los científicos se han condenado a una compartimentación cada
 vez más minuciosa de su trabajo, a la sujeción a la financiación 
pública y privada con el único fin de extraer benificios económicos o 
ventajas estratégicas militares, y, en definitiva, a ignorar 
conscientemente para qué y para quién
 están haciendo ciencia. Han aceptado el chantaje, guardando silencio 
sobre la degradación constante de la propia actividad científica, y 
siendo cómplices en muchos casos del encubrimiento de la nocividad de la
 producción industrial, haciéndola pasar por daños colaterales 
inevitables y, a fin de cuentas, asumibles.
En 
las páginas de este libro el Grupo Oblomoff desarrolla una crítica 
dirigida contra mitos modernos como el Progreso y la Técnica, cuestiona 
las nociones de investigación pública y «ciencia pura», y sugiere que la
 ciencia moderna ―en realidad «tecnociencia»―
 ha sometido el deseo de comprensión del mundo a una voluntad 
imperialista y hegemónica que reduce toda la realidad a simples 
mecanismos y números.
El Grupo Oblomoff nació en Francia 
hacia octubre de 2004, cuando treinta personas interrumpieron una 
asamblea del movimiento Salvemos la investigación y denunciaron la 
complicidad entre la investigación científica, la industria, y el 
ejército. Los participantes en la protesta eran en su mayoría 
estudiantes de ciencias sociales y militantes anti-nucleares y 
feministas, pero unos meses después se les sumaron investigadores y 
doctorandos en ciencias puras, constituyéndose de esta forma el Grupo 
Oblomoff. Desde entonces han venido desarrollando una doble actividad en
 la producción de textos y la realización de acciones de denuncia frente
 a personalidades o iniciativas del medio científico. La elección del 
nombre, que remite al personaje de la novela de Goncharov Oblómov, 
emblema de la indolencia metafísica, sugiere la necesidad de frenar la 
invasión tecnológica, detener la obsesión por el trabajo y la 
producción, y recordar que existen más modos de estar en el mundo.

 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Importante que existan estas cosas y que se conozcan.
ResponderEliminarTe lo copio para publicar más adelante.
Salud!