Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

viernes, marzo 30

Dios es inglés


1637
Bahía de Massachusetts

«Dios es inglés»

dijo el piadoso John Aylmer, pastor de almas, hace unos cuantos años. Y John Winthrop, fundador de la colonia de la bahía de Massachusetts, afirma que los ingleses pueden apropiarse de las tierras de los indios tan legítimamente como Abraham entre los sodomitas: Lo que es común a todos no pertenece a nadie. Este pueblo salvaje mandaba sobre vastas tierras sin título ni propiedad. Winthrop es el jefe de los puritanos que llegaron en el Arbella, hace cuatro años. Vino con sus siete hijos. El reverendo John Cotton despidió a los peregrinos en los muelles de Southampton asegurándoles que Dios los conduciría volando sobre ellos como un águila, desde la vieja Inglaterra, tierra de iniquidades, hacia la tierra prometida.
Para construir la nueva Jerusalén en lo alto de la colina, vienen los puritanos. Diez años antes del Arbella, llegó el Mayflower a Plymouth, cuando ya otros ingleses, ansiosos de oro, habían alcanzado, al sur, las costas de Virginia. Las familias puritanas huyen del rey y sus obispos. Dejan atrás los impuestos y las guerras, el hambre y las pestes. También huyen de las amenazas del cambio en el viejo orden. Como dice Winthrop, abogado de Cambridge nacido en cuna noble, Dios todopoderoso, en su más santa y sabia providencia, ha dispuesto que en la condición humana de todos los tiempos unos han de ser ricos y otros pobres; unos altos y eminentes en poder y dignidad y otros mediocres y sometidos.
La primera vez vieron los indios una isla andante. El mástil era un árbol, y las velas, blancas nubes. Cuando la isla se detuvo, los indios se acercaron, en sus canoas, para recoger fresas. En lugar de fresas, encontraron la viruela.
La viruela arrasó las comunidades indias y despejó el terreno a los mensajeros de Dios, elegidos de Dios, pueblo de Israel en las arenas de Canaan. Como moscas han muerto los que aquí vivían desde hace más de tres mil años. La viruela, dice Winthrop, ha sido enviada por Dios para obligar a los colonos ingleses a ocupar las tierras desalojadas por la peste.

Memorias del fuego I. Los nacimientos.
Eduardo Galeano

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