Ahora que ya pasó el mundial de ese deporte que parece enloquecer a las masas conviene recordar, gracias a este libro Qatar. Sangre, dinero y fútbol, la explotación y miserias que se producen en torno a ello, que es lo mismo que decir del sistema en que vivimos. Efectivamente, es necesario profundizar en ello, máxime, en este mundo de la información de la inmediatez y la permanente manipulación; como ejemplo, se filtraron gran parte de los crímenes producidos, con miles de trabajadores muertos por condiciones infrahumanas, por la celebración del mundial en un país con una dictadura y sin tradición futbolística, pero se ahogaron las protestas y la cosa se acabó celebrando sin mayores problemas para vergüenza de la profesión periodística y del mundo en general.
Fonsi Loaiza comienza su libro recordando que los valores del capitalismo han cambiado completamente el mundo del fútbol, deporte que considera nació como una conquista de la clase trabajadora, y que como cualquier otro debería ser limpio y disfrutable; sin embargo, hoy se ha convertido, palabras textuales, en “el bastión mafioso de la especulación financiera”, una gran cloaca del capitalismo que funciona como tapadera de toda suerte de oligarcas, jeques, fondos buitres y paraísos fiscales. Así, hace ya tiempo que gente muy poderosa del mundo árabe se ha hecho con el control de diversos clubes europeos (como el Manchester City o el Paris Saint-Germajn), incluidos varios más modestos en España; también, los tentáculos llegan a otros sectores, como medios de comunicación, constructoras o grandes superficies.
En el caso concreto de Qatar, el deporte claramente ha funcionado como lavado de imagen de la tiranía imperante en aquel país; se dan datos muy concretos, con nombres propios, de las circunstancias que llevaron a elegir la candidatura de este país para celebrar el evento. Si en los años 50 del siglo XX Qatar era una humilde región de 40.000 habitantes dedicada a la pesca, la explotación del gas y el petroleo, con la entrada de los mercados financieros le convertiría en uno de los países más ricos del mundo. Así, el régimen de Qatar llegaría a entrar en el IBEX 35, siendo el tercer fondo de inversión más importante, que controla empresas españolas como El Corte Inglés, Iberdrola, el Grupo Prisa o MediaPro; los tentáculos de Qatar, por lo que se ve, llegan lejos y a diversos ámbitos de este inefable país que llamamos Reino de España. A los poderosos jeques árabes se les recibe con todos los honores en España, pero cuando los musulmanes son pobres se les asesina en la frontera; el repulsivo mundo clasista en que vivimos.
Cuando el emir de Qatar vino hace unos meses a Madrid, a pesar de la sistemática vulneración de los derechos humanos en aquel país, se le concedieron toda suerte de medallas y honores por parte de los mandatarios españoles; en la vergonzosa cena de gala que Felipe VI ofreció en el Palacio Real, con el consecuente besamanos por el que desfilaron todo tipo de personajes del mundo empresarial y político, la reina Letizia Ortiz lucía unos diamantes regalados por el emir de Qatar valorados en 100.000 euros. Los datos sobre los negocios e inversiones de Qatar en España son innumerables y muy concisos; por ejemplo, el fondo soberano de inversión de Qatar posee un considerable porcentaje del capital de Iberdrola, una de las grandes empresas donde están colocados varios excargos políticos de España (la indignante política de las puertas giratorias), también hay capital qatarí en El Corte Inglés o en grandes empresas inmobiliarias.
Quizá de lo más indignante, que ya es decir, son las inversiones qataríes en Prisa, el grupo de comunicación más importante de España. Loaiza denuncia de forma concisa y acertada cómo el poder mediático de Prisa, a través de las páginas del diario El País y otros medios, ha funcionado como instrumento del control del pensamiento en España desde el fin de la dictadura ejerciendo la hegemonía ideológica; sus apoyos a la monarquía o a los gobiernos de Felipe González explican lo ocurrido en ese fraude denominado Transición a la democracia. Es sabido que el Banco Santander tiene un tanto por ciento de capital en Prisa, ya apenas puede ocultarse que la banca es la propietaria de los grandes medios de comunición; a su vez, el fondo de Qatar entró en el accionariado de Santander Brasil, que eligió al recientemente fallecido exfutbolista Pelé como embajador. Todos los intereses de la pasta perfectamente vinculados al mundo del deporte.
En este mundial, todo el mundo tiene las manos manchadas de sangre; apoyar el fútbol como negocio es ser cómplice de la situación de los trabajadores en Qatar, que son verdaderos esclavos del siglo XXI. Mientras estos obreros, procedentes de países como Sri Lanka, Bangladesh o la India, trabajaron con temperaturas de 50 grados para construir las infraestructuras (lo cual ha producido al menos 7.000 muertes), el evento se pasa al mes de noviembre para que los multimillonarios jugadores no pasen calor. Esta cifra ha sido proporcionada por algunos medios y por Amnistía Internacional, pero lo más probable es que sea mucho más elevada por la lógica opacidad del régimen dictatorial de Qatar, totalmente blanqueado por diversos tipejos europeos y por los propios deportistas desprendidos de cualquier tipo de conciencia.
Los jeques árabes comprendieron muy bien que dominar el mundo pasa por controlar el mundo del deporte, un auténtico nido de corrupción (se define a la FIFA como una mafia criminal). Para dar más datos concretos, y sorprendentes (o no tanto), uno de los países candidatos a futuras sedes del mundial es Arabia Saudí; el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, por cierto, amigo de Felipe VI, se le señala como el que mandó asesinar al periodista Jamal Khashoggi y hoy tiene inmunidad judicial en Estados Unidos al compartir negocio en el mundo del golf con Donald Trump. No obstante, la relación de estas teocracias árabes con Estados Unidos, con el nuevo inquilino en la Casa Blanca Joe Biden, no ha empeorado lo más mínimo; como ejemplo, a Qatar se le ha nombrado aliado principal de la OTAN, Se denuncia también cómo se ha fortalecido la monarquía española gracias a la financiación de los qataríes, saudíes y demás. De hecho, Felipe VI al parecer fue el único monarca que asistió a la inauguración del Mundial.
La dictadura teocrática de Qatar parece tener comprado al mundo entero hasta el punto que tiene buenas relaciones con los que parecen enemigos declarados; Estados Unidos e Irán o Israel y Palestina, mientras financia, tanto a Hamás o los talibanes de Afganistán, como al mundo capitalista occidental; tal y como sostiene Loaiza, con un juego de sobornos y con un ejercicio de cinismo notables ha logrado ser una pieza casi intocable en el ámbito geopolítico blindada por toda una red global de intereses.
El repulsivo régimen de Qatar, una de las mayores reservas de gas del mundo, ha acabado invirtiendo en los principales centros de poder a nivel internacional, ha adquirido acciones de los grandes bancos, de las principales empresas de prácticamente todos los sectores y se le ha blaqueado al funcionar como patrocinio de grandes clubes europeos como el FC Barcelona, la Roma, el Bayern de Munich o el Boca Juniors en Argentina, también ha sido sponsor de grandes torneos de fútbol; hablamos de una dictadura donde la mujer está totalmente sometida al hombre la homesexualidad está penada con prisión, los trabajadores no poseen derechos y no existen las libertades más elementales. Todo esto con la connivencia de los llamados Estados democráticos y liberales, que no denominan como dictadura a Qatar por ser sus jerarcas miembros de sus consejos de administración habiendo comprado a diestro y siniestro.
Fonsi Loaiza, por este libro y especialmente por Florentino Pérez, el poder del palco, no solo ha sido boicoteado, también permanentemente amenazado. El vergonzoso mundo en que vivimos, en el que hay que presentar batalla de forma constante.
Capi Vidal
No hay comentarios:
Publicar un comentario