La salida del planeta
en esta caída de cristales partidos
no puede residir en el dinero verde,
el egoísmo verde, la explotación verde.
Los tallos se siguen cortando con la misma guadaña.
La persistencia de su maravilloso equilibrio
se basa en algo tan sencillo
como poder mirar a la cara a la gente,
estrechar sus manos, besar su frente;
respetar al río, al bosque, al monte;
concebir a los seres vivos
únicamente como entes latientes, sintientes,
no como productos o inversiones.
Palpar con las venas las raíces,
empaparse el alma de rocío,
escuchar a los árboles, sonreír a los peces;
dejar la mercancía
definitivamente
en el vacío.
Foto de Teresa Chacón
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