Thoreau. La vida sublime, así se denomina este cómic o novela gráfica de los autores A. Dan y Masimilien Le Roy. Dibujo del primero, que firma de esa manera, y guión y color de Le Roy. Thoreau es un pensador muy importante en la modernidad, de mucha actualidad en algunos aspectos hoy en día, y sin ser explicitamente anarquista, no de un modo político concreto, sí ha sido reivindicado en la tradición libertaria e incluso publicadas sus obras en el movimiento anarquista.
El cómic nos sitúa al autor volviendo a su pueblo natal, Concord, en Massachusets, a mediados del siglo XIX; acaba de fallecer su hermano, se encuentra afectado por ello y también por la rigidez de la vida en la gran ciudad. Llevará entonces una labor pedagógica vinculada a la sencillez del entorno rural en estrecho contacto con la naturaleza. De esa manera, vivirá durante dos años en una cabaña rudimentaria, construida por él mismo, junto al lago Walden y así se llamará una de sus obras más importantes. Es en ese contexto donde se gestarán sus ensayos más radicales de cuestionamiento del poder y de la libertad del individuo frente a una autoridad que no respeta los principios morales más elementales (o universales, que Thoreau reivindica, y que es un debate que llega hasta la actualidad). Como es sabido, este autor era un antiesclavista furibundo, que ha pasado a la historia en gran medida como un partidario de la desobediencia civil para no sustentar el poder político, algo que como veremos más adelante resulta polémico.
Thoreau se presta a diversas interpretaciones, según el ensayo que leamos, pero uno de los temas cruciales en su obra, y una de las que más nos interesa desde el punto de vista libertario, es la relación del individuo con la autoridad, con el gobierno si se quiere. Así, sitúa como eje de su obra la conciencia, la objeción moral hacia el poder político, el Estado, más que en la búsqueda de las adecuadas instituciones políticas. Por lo tanto, la libertad del individuo estaría por encima de las instituciones y las leyes, lo que le colocaría sin duda en la tradición libertaria, aunque aclararemos una vez más que no llega al anarquismo al reivindicar en algún momento el mejor gobierno. De hecho, mi opinión es que su faceta radical naturalista, su deseo de una existencia en estrecho contacto con la naturaleza, puede verse como una huida de la vida política, no tanto de un deseo de transformar las comunidades humanas. Parecer ser que al final de su vida esto cambia, hablamos de un autor complejo e inteligente y, como no puede ser de otra manera, sujeto a una evolución en su vida y pensamiento. Así, sería entonces más partidario de la acción colectiva, a través del municipio, evitar o limitar los desmanes del capitalismo y preservar la naturaleza.
Es esa otra faceta de Thoreau, junto a la de la desobediencia civil, que llega hasta nuestros días. Hay que tener en cuenta que existe una visión oficial del autor, impregnada por lo que le interesa al poder, y de hecho Thoreau ha sido homenajeado incluso por presidentes en los Estados Unidos, algo tremendamente paradójico. Se nos muestra de esa manera a un desobediente y un naturalista benévolo, pacífico, que apela a grandes principios morales, pero que no molesta demasiado a la autoridad. Algunos expertos, y al final del cómic hay una muy interesante entrevista al respecto, afirman que tal vez la condición de resistente es más adecuado que desobediente, lo que le confiere a Thoreau tintes más rebeldes. De hecho, hay episodios de su vida en la que estuvo en contacto con abolicionistas violentos, es el caso de John Browm, que se recoge en el cómic, finalmente ejecutado, partidario de una insurrección violenta de esclavos a lo Espartaco. Hay alguna obra de Thoreau, insistimos en que un pensador complejo y cambiante, donde difícilmente le podemos ver como un partidario de la no-violencia e incluso insinúa que en algunas circunstancias resulta inevitable la resistencia armada. Por supuesto, todo esto hay que situarlo siempre en el contexto de la época y, con seguridad, Thoreau podía estar condicionado por la ineficacia de una mera desobediencia hacia un Estado bélico y esclavista.
En definitiva, este cómic, por un lado de una gran belleza plástica, nos sirve también para introducirnos en el pensamiento de un hombre complejo, que sería importante leer con atención antes de formular juicios definitivos. Como hemos dicho, hay una visión histórica, superficial y oficial muy cuestionable, ya que resulta más bien inofensiva para la transformación radical del sistema. Thoreau no era un simple partidario de discursos u obras vehementes y en algunas circunstancias se vio empujado a la acción colectiva para preservar los derechos civiles y la naturaleza. Es un debate que llega hasta nuestros días, que ha influido en multitud de militantes, y digamos que tanto la acción como el pensamiento radical, sin división entre ambos ni escapismo místico alguno, son necesarios para cambiar el estado de las cosas.
La novela gráfica concluye con la muerte de Thoreau en 1862, tres años antes de que se aboliera la esclavitud en Estados Unidos. Es tal vez la última etapa del autor más interesante que sus primeros años, en los que se produce su amistad con Emerson y su cercanía al trascendentalismo, un movimiento romántico y algo místico, que reivindicaba una conciencia moral superior y la experimentación individual, algo de gran influencia en la vida y el pensamiento de Thoreau. Sin embargo, es en sus últimos años cuando apuesta de forma más concreta por el cuestionamiento crítico, denuncia la injusticia política, la hipocresía religiosa, la explotación de la naturaleza, y apuesta por una vida más sencilla alejada del consumismo, no obcecada en el trabajo… Son cuestiones que llegan hasta nuestros días, un siglo y medio después, dado el desarrollo depredador y alienante de la modernidad, de la que Thoreau era un gran crítico, aunque jamás de un modo reaccionario. Esta novela gráfica, disfrutable por otros aspectos artísticos, es también una estupenda introducción a todo ello.
Capi Vidal
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