El espectáculo se ha entremezclado con toda realidad (…) no
existe ya nada, ni en la cultura ni en la naturaleza, que no haya sido
transformado y contaminado conforme a los medios y los intereses de la
industria moderna. Incluso la genética se ha vuelto plenamente accesible
a las fuerzas dominantes de la sociedad.
Guy Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, 1988.
Guy Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, 1988.
Sentir, pensar, luchar…
Son verbos necesarios, acciones, actos, para una gramática de la
subversión. Desde el vacío palpable de un movimiento real de crítica,
trataremos de buscar, como Platón, la Verdad, el Bien y la Belleza. O
no. Tal vez gritemos y gimamos como si los perros de la noche llevaran
nuestro nombre entre dientes. Tal vez dejemos —de una vez por todas— de
complacernos artísticamente en las formas —espectaculares— y seamos como condenados que son quemados vivos y hacen signos desde la hoguera.
Pero ojo: no para contentarnos como Narciso en su reflejo o con la
aurora de una revolución en soledad y solipsista, sino para aprehender dónde estamos y
escapar cuanto antes y por todos los medios de tanta miseria. Para
humedecer, en fin, un ansia poética que pueda acabar desbordándose en
nuestra relación con los otros, con los objetos y los fenómenos.
En este peculiar détournement (perversión,
corrupción, desvío… uso imprevisto de la poesía) tal vez nos
preguntemos ¿qué es el hombre?, tal vez nos preguntemos también ¿qué
puedo saber?, y menos, esperemos, ¿qué debo hacer? (imperativo moral,
categórico), y nunca ¿qué cabe esperar? (religión). El pensamiento no
puede complacerse tan fácilmente; postergar la necesidad de
transformación al futuro, que ha sido nuestra ilusión toda la vida y que falta todo por hacer, y quedar atrapado en la pregunta ¿qué es posible?
El
nuestro, de tener alguno, no es el papel de profetas. Y si hablamos de
revolución no lo hacemos pensando únicamente en el porvenir. Lo hacemos,
antes de nada, pensando en apearnos, en abandonar el miedo que paraliza
para el sabotaje nuestros cuerpos: desde aquí y ahora,
más tarde veremos. Como Lautreamont, hemos recibido la vida como una
herida y hemos prohibido al silencio que cure la cicatriz. Queremos que
el Creador contemple, en cada hora de su eternidad, la grieta abierta.
Es el castigo que le infligimos, es nuestra lucha.
“La acción subversiva [dice Aldo Pelligrini] se manifiesta al ofrecernos la poesía la imagen de un universo en metamorfosis, en oposición al universo rígido que nos imponen las convenciones. La imagen poética en todas sus formas actúa como desintegradora de ese mundo convencional, nos muestra su fragilidad y su artificio, lo sustituye por otro palpitante y viviente que responde al deseo del hombre [y de la mujer] (…). Pero indudablemente la poesía, al introducirnos en el misterio de lo real, nos descubre una vasta zona de peligro, una región inquietante y turbadora. Muchas veces lo poético [esto es: cuando cada uno de nosotros comprende que nuestras vidas yacen presas] toma la forma de un acto de violenta provocación y aparece como antipoético, como negador de la creación.”
La
poesía, tal y como la entendemos —vivida—, ahora que la hegemonía del
Estado/Capital ha colonizado casi por completo nuestros anhelos… y
nuestro movimiento, ahora que el régimen “democrático-espectacular” retrata e informa de un mundo virtual hermoso pero que aniquila la vida en su versión real, no es ni mucho menos un lujo o
un divertimento pequeñoburgués, sino una necesidad del mismo calibre
que lo es el respirar o el compartir vivencias con espíritus afines. La
poesía es al mismo tiempo palanca y resultado, causa y efecto, de una politización radical de la vida.
Negar por entero lo existente, aprehenderlo, subvertirlo… Está todo por hacer.
Joan B. Marzo de 2006. Reescritura de abril de 2014
Todo por hacer y mucho que deshacer.
ResponderEliminarSalud