Fragmento de Contra la paz, de Agustín García Calvo
Todo aquello que se llama Futuro es
"muerte". "Futuro" no escandaliza a nadie y "muerte" sí. Imaginaos la
que os están haciendo cuando a vosotros, la gente de veintipocos años,
os dicen que tenéis mucho Futuro. Una vez que habéis entendido lo que
quiere decir la palabra, supongo que el truco os parece bastante claro.
Tenéis mucho Futuro, en efecto, tenéis tanta cantidad de Futuro que no
hay tiempo para vivir. Ésta es la descripción, más o menos, de la
administración de muerte. No hay tiempo para vivir, porque ese tiempo en
el que a lo mejor podría suceder tal cosa, como "vivir", está
íntegramente ocupado en la preparación del "Futuro". Íntegramente
ocupado en la preparación del Futuro de todas las maneras que vosotros
ya sabéis, desde las más triviales, desde el momento que os hacen estar
pendientes de un examen fin de curso, desde ese momento, pues, ya veis
cómo la administración de muerte se realiza. No tiene ninguna
importancia que os examinéis, da igual, y esto lo comprobáis a cada
paso. Al aparato le importa un bledo. Si hay algún profesor que está
interesado en las cosas que trata es una excepción. Lo que importa es
que tengáis un programa, un proyecto, un plan de fecha fija. Os quieren
hacer creer que os estáis preparando para adquirir una formación que os
permita debidamente integraros en este orden. Pendientes de un Futuro y,
efectivamente pues, llega el final de carrera, llega la oposición y lo
que sea o el manejo por el que os colocáis; otros quedáis sin colocar,
pero no importa porque también el paro está dentro del trabajo, es una
parte de la institución, de forma que el parado sigue aspirando a
colocarse y no se le ocurre disfrutar de su condición de descolocado ni
por asomo. De forma que todos están preparados con eso. Luego están
otros Futuros: parece que tenéis que casaros, nadie, ni dios sabe por
qué, pero está ahí, está en el Futuro, es una condición, llega un
momento en que hay que casarse y da igual que no creáis en esto y en lo
otro y os parezca que eso del matrimonio es una ceremonia, da igual, no
importa. Lo importante es que es una cosa más que hay que hacer y que
está en el Futuro, y que después hay que preocuparse de unos niños y
después pensar en los posibles cambios de residencia y colocación que
entretienen mucho, y después en los planes de jubilación que la banca os
proporciona para que os aseguréis la última parte del camino tranquila y
podáis disfrutar así con Futuros sucesivos que ocultan el mismo tiempo,
que revelan la verdadera condición del Futuro: esa muerte verdadera de
la que estoy hablando. El mundo desarrollado aspira a que las
poblaciones no sean más que masas de individuos, cada uno íntegramente
reaccionario, es decir, conforme con el estado y el capital que lo rige.
Se confía por lo menos por la parte de arriba que cada uno sea
necesariamente reaccionario, es decir temeroso de su Futuro, preparador
de su Futuro. Se confía, por desgracia, con buen fundamento en que al
menos la parte superior de cada uno, la visible, tenga esa condición.
Gracias a esto confían que las votaciones de la mayoría sean siempre
reaccionarias y conformes. Lo practican una y otra vez; están seguros de
que el procedimiento va a darles lo que esperaban. Y así funciona la
cosa, así forman estas "masas", cuando no es a través de las
instituciones de educación directamente, es por los otros medios
culturales, la televisión a la cabeza. Así se consigue que nunca pase
nada para que siga esta paz. Esta paz que consiste en la inmovilidad, la
inmovilidad recubierta de movimiento acelerado. Se mueven pero están
quietos. Ésta es la condición metafísica; esta conversión de la vida en
historia implica al mismo tiempo la conversión de la gente en puras
"masas" de individuos.
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