Desde hace algunos años es muy difícil
encontrar lecturas anarco-individualistas sobre la actualidad. La
batalla “clasista” sigue siendo a menudo la prioridad sobre cualquier
otra lucha y los conflictos, cualesquiera que sean, se resumen la mayor
parte de las veces en problemas económicos. El capitalismo sería el
mayor culpable.
Los “comunistas libertarios” tienen como
filtro de lectura el colectivo y este desgraciadamente en detrimento del
individuo. Sin contar con que al individualismo se le suele acusar de
todos los males del anarquismo, sus valores son desviados hasta el
ridículo. El individualista es entonces burgués, o ultraliberal, o
pretencioso…
Lo lamento, y aún más porque la autonomía
individual, muy querida a los individualistas, es históricamente una de
las primeras demandas de los anarquistas. La historia del movimiento
anarquista muestra que en sus primeros momentos de organización los
anarquistas no querían federaciones. La razón era simple: una
organización de cualquier tipo sería garantía de pérdida de la autonomía
individual. La idea de grupo no era rechazada, pero debía ser lo menos
coercitivo posible.
Seguidamente las federaciones vieron la
luz, mientras los individuos alertaban a compañeros y compañeras de
probables excesos. Es interesante observar que, si bien la mayoría de
estos individualistas rechazaron la organización a “gran escala”, otros
estuvieron presentes, negándose a quedar en los márgenes de un
movimiento que llevaba la esperanza de cambio social en línea con sus
propios deseos.
¿Qué individualismo?
Debo, en este momento, explicar lo que
para mí es el anarquismo individualista, pero sin poner al
individualista en una categoría específica. Para éste, y esta es una
base común a todo individualista, no existe causa superior al propio
individuo; ni siquiera el anarquismo sería una causa por la que el
individualista se sacrificaría.
La idea no es encontrarse solo contra
todos como un ermitaño asocial, sino la búsqueda de su libertad con la
de los demás. Lo común tiene todo el sentido e interés, y la pretensión
de que una persona pueda vivir fuera de cualquier sociedad se revela
falsa. El individualista parte de sí mismo, es el centro de sus
preocupaciones, de sus luchas contra toda dominación. Es por eso que no
se define por una pertenencia que le superaría – identitaria, social,
comunitaria o de clase –, sino por sus elecciones conscientes y su ética
personal.
Mi individuo prima sobre los grupos
sociales que uniformizan y tienden a subordinar a los individuos a
dogmas o a líderes. Para mí es primordial hacer de todo para no plegarme
a ningún determinismo social.
El individualista lucha contra el hecho
de que el individuo siga siendo una construcción social y, por tanto,
producto de las condiciones sociales. Él quiere ser la suma de sus
actos, experiencias y elecciones, que no son, naturalmente, aisladas de
las elecciones y actos de los demás individuos que componen la sociedad,
pero no deben ser en modo alguno determinadas por ellos.
En una agrupación de individuos mi
prioridad es mi bienestar. Si, en un grupo, cada individuo acepta que
sus gestos y pensamientos son guiados por sus propios intereses – y por
lo tanto no se esconde tras la hipocresía del sacrificio por los demás –
; si cada persona piensa por sí misma, pero nunca contra los demás; si
no se trata en ningún caso de darwinismo social; si cada persona
defiende su autonomía individual, entonces las relaciones humanas se
establecerán en pie de igualdad y fuera de toda tentativa de dominación.
¿Clase o individuo?
Así, el individualista no se opone a toda
agrupación. El peligro, sin embargo, es que todo grupo que ha ganado en
estabilidad corre el riesgo de convertirse en autoritario o incluso
terminar plagado de sujetos que desean convertirse en indispensables. No
obstante, si este grupo se ha basado en la asociación libre, donde el
individuo se considera como una unidad y no una parte de otra unidad (el
grupo) y donde el individuo no da cuenta más que a sí mismo actuando de
acuerdo con su propia ética y no por una moral impuesta, entonces el
individualista no pondrá objeción alguna a su propia participación. Por
el contrario, es muy consciente de la importancia de estas asociaciones
libres.
Hay en un individualista un profundo
desacuerdo con los que llamaría “los clasistas”. Estos ven al individuo
como una construcción ideológica. Para el individualista que soy, son
los individuos – independientemente de si son o no conscientes de su
unicidad – quienes han creado ese grupo social de clase y quienes en él
se encierran. Y la creación de esta entidad ideológica define al
individuo fuera de sí mismo por su condición en lugar de por lo que él
ha hecho de sí mismo.
Además, no me siento necesariamente
compañero de todos los proletarios. Si para mí está fuera de lógica
sentirme cercano a alguien que explota a los demás, ello no convierte
automáticamente en simpático a cualquier explotado. El verdadero hermano
– la hermana de verdad – no es siempre el más afectado por la
explotación, sino quien desea emanciparse de las categorías en las que
se encuentra atrapado.
La sociedad de mañana
Lo que realmente me asusta de los
compañeros y compañeras que tienen ideas sobre la organización
post-revolucionaria, es cuando piensan que la emancipación individual
sólo puede lograrse a través de la emancipación colectiva; así la
potencia individual se convierte en el resultado de las necesidades
colectivas satisfechas. Nosotros vemos ahí claramente un riesgo
significativo de autoritarismo anarquista que obligue a seguir las
reglas establecidas por los más iluminados relativas a la dicha
necesaria para los individuos. Para mí, las exigencias del individuo
están por delante de las de la sociedad, es la afirmación del Yo mi
propia finalidad y además toda acción no tiene valor más que para Mí.
Recuerdo una discusión con unos
compañeros sobre la posible economía libertaria. Cada uno iba con su
idea y sus planes sobre la forma de organizarse.
Estos momentos siempre
me dan un poco de miedo. En efecto, ¿hay lugar para la disidencia? ¿Qué
sucederá, en estos paraísos sociales, si me niego a participar? No nos
confundamos, las proyecciones de compañeros y compañeras sobre la
redistribución de la riqueza son muy atractivas, son sus convicciones lo
que me asusta. Siempre tengo la sensación de que me será imposible
realizarme como yo lo entiendo. Un ejemplo: Si yo denuncio un trabajo
como alienante incluso fuera de un sistema capitalista, pero el grupo,
la comuna, decide otra cosa, ¿tengo que alinarme o resistirme a este
paraíso? ¿Cuál es entonces el lugar para mi autonomía individual? En
estas discusiones, a menudo tengo la impresión de que los muros ya están
construidos para los disidentes.
¿Revolución? No, devenir revolucionario
Otra preocupación que tengo acerca de las
propuestas de muchos compañeros y compañeras es su visión de ese
momento en el que todo cambiará desde un sistema hacia el otro. Estoy
por que los que trabajan decidan sobre su organización y me opongo
totalmente a que una persona pueda vivir a expensas de otro, no puedo
sin embargo creer en el poder omnipotente de una revolución.
No es
suficiente implorarla, hay que construirla. Por eso prefiero hablar de
devenir revolucionario más que de revolución. Prefiero una vida
revolucionaria desde ahora que una revolución mañana. Y la revolución,
hay que hacerla con todo el mundo o contra todo el mundo? Tengo hoy la
sensación de que ahora, los hombres y las mujeres emancipadas de
prejuicios, de deseos de obedecer y del placer de dar órdenes son menos
numerosos. Tengo la sensación de que mañana apenas serán más. Mi
inquietud es ver ese deseo de revolución o insurrección muy por encima
de lo que yo llamo “la colectivización de la emancipación.”
Pero vale la pena repetirlo una y otra
vez: no existe oposición entre individualista y anarquista en la crítica
de las condiciones sociales actuales ni en la organización del reparto
de la producción.
El individualista no dicta a cada uno la
mejor manera de organizar la economía, la producción. Lo que importa
sobre todo es la acción individual. Lo cual, naturalmente, no excluye el
comunismo como organización económica.
Este es mi individualismo: un individualismo social con una finalidad comunista y egoísta.
Thierry
Groupe Germinal de la Fédération Anarchiste
Groupe Germinal de la Fédération Anarchiste
Para aquellos que estén interesados en la potencia de ciertos escritos individualistas, les recomiendo vivamente la lectura de los artículos de Albert Libertad. Para descubrir lo que han aportado esos individualistas al movimiento anarquista y a los individuos, sugiero se lancen sobre los libros de Anne Steiner, Celine Baudet y Gaetano Manfredonia, a quienes agradezco sus escritos emancipatorios.Nota: Este texto no está feminizado para no hacer pesada su lectura. Sin embargo, soy consciente del poder del lenguaje para dominar. Es por esto que la forma masculina debe ser tomada como neutral cuando es posible sustituirla por la forma femenina.
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