Acerca del canon de belleza [1]
A estas alturas, casi todo el mundo más o
menos vinculado a los movimientos sociales reconoce que valorar de
mejor o peor manera a una persona en base a la belleza es algo frívolo y
que es fruto de una sociedad capitalista que todo lo convierte en
mercancía de la que se puede sacar partido: cosméticos, operaciones
estéticas, gimnasios, ropa… Incluso se ha llegado a convertir la
belleza en un reclamo sexual que aumenta el negocio del ocio como bares,
discotecas, etc. No está tan extendido, en cambio, el considerar cierto
tipo de comentarios valorativos del aspecto como forma de autoridad,
siendo supuestamente inofensivos y viniendo casi siempre en tono de
broma. Esto hace que, lamentablemente, sean comunes entre nuestros
círculos anarquistas. Por eso rebatirlos es considerado una exageración y
un cierto maniqueísmo (al fin y al cabo, “¿a quién hace daño una
broma?”o “¿por qué no vamos a decir que está buena, si es que es
verdad?”).
Tras la consideración superficial de la
belleza en la sociedad capitalista con la que podemos tratar cada día,
encontramos una intención de clasificación, de normativización en base,
como siempre, a los valores de las clases altas. Es obvio que en una
sociedad de clases la clase alta impone sus costumbres, sus valores, su
forma de ser y sus fines como los válidos y los positivos, por eso en
una cultura como la nuestra se valora a las personas competitivas y
ambiciosas como aquellas que pueden conseguir realmente lo que quieren,
al igual que se valora el fin de conseguir un trabajo donde se gane
mucho dinero y no es valorado el entregar una vida a la lucha. El caso
de la belleza no iba a ser menos y los cánones de belleza se han ido
ajustando a lo que significaba para las mujeres de la clase alta como
tal, siendo, por lo tanto, convencionales.
Así, anteriormente se valoraba a la
mujer blanca que no estaba trabajando al sol, “gordita” porque era la
que no pasaba hambre y bien vestida a la época por ser quien se lo podía
permitir económicamente. Obviamente, si este canon se hubiera extendido
hasta hoy no se correspondería con lo que viene a ser una mujer de
clase alta que a día de hoy se ve ejemplificada por la mujer delgada con
un cuerpo trabajado en el gimnasio y, normalmente, demasiado delgada
para desarrollar cualquier trabajo manual que requiera de fuerza.
Asimismo, de la mujer blanca hemos pasado a la excesivamente morena, la
que se puede permitir veranear en la playa y tomar rayos uva el resto
del año para “elaborarse” su color de piel.
Las mujeres famosas y ricas son, por
tanto, las que hacen el canon: esas que tienen dinero para dedicarse a
su cuerpo y un ejército de publicistas que la hacen aparecer por todos
los rincones de nuestra vida con una figura imposible gracias a la magia
del photoshop. El acoso de estas imágenes desde que somos pequeños es
inevitable, como lo es su influencia. Ésa es la mujer que una debe ser y
que uno debe desear tener (sí, tener, porque se aprende como un simple
objeto expuesto). Por ello, nunca podremos desligar al canon del
carácter autoritario de cualquier clasificación.
En el caso de la belleza, la
clasificación del canon es una clara gestión de los cuerpos para
dominarlos, para violentarlos en base a un deber ser. Es una manifiesta
incoherencia intentar defender (como muchos hacen) que, pese hacerse
comentarios sobre si una persona encaja o no en el canon, no se está
haciendo más que un inofensivo comentario. La dominación sobre los
cuerpos es una forma de poder que enajena a la persona, la hace encajar
en algo externo cambiando lo que debería ser su curso natural. La
clasificación es una normativización que hace que la persona se vea y
nosotros veamos a la persona como algo exterior a ella misma y no desde
ella misma. Desde algo exterior que es el poder capitalista, desde una
clasificación que interesa directamente a este poder.
Desde nuestro punto de vista, cualquiera
que pretenda llamarse anarquista debe rechazar todo tipo de poder, todo
tipo de autoridad ejercida sobre el individuo por muy abstracta que
sea, ya que sus métodos y sus efectos son bastantes concretos
(complejos, transtornos en la alimentación, inseguridades…) Los
problemas generados por el canon no vienen de las grandes pasarelas de
moda, que pocos solemos ver, vienen de la publicidad y del día a día del
que nosotros formamos parte, de una autoridad que ejercemos como piezas
del mecanismo de poder, quizá no del todo conscientemente, sobre
aquellos/as con quienes convivimos.
La anarquía libera cuerpos y mentes,
potencia el desarrollo del individuo en la comunidad sin el ejercicio de
autoridad sobre él. La belleza está en la anarquía, por ella luchamos.
Corporación Dermoestética, el canon al alcance de tu bolsillo
Recuperamos esta reflexión-crítica con
los cánones de belleza debido a la reciente noticia de la caída en
picado de una de las empresas más conocidas y grandes del mundo de la
belleza, una de esas empresas que te venden la felicidad a través del
rechazo de tu propio cuerpo en base al canon de belleza dominante.
Hablamos de Corporación Dermoestética, la empresa que se vanagloriaba de
“democratizar la cirugía estética”. La caída de esta empresa es una
consecuencia lógica del momento que atravesamos, crisis y
empobrecimiento de la población, aunque ojalá hubiera sido por el
rechazo a la mercancía que vendían. Al menos, su caída puede hacernos
reflexionar acerca de su nocividad. Corporación Dermoestética no hizo
más que aprovechar la ola de la bonanza económica y ofrecer un servicio,
hasta el momento reservado a las clases altas, a los sectores
trabajadores con mayor holgura económica, las clases medias o
simplemente cualquiera a través “del crédito fácil” que parece que
circulaba por aquel entonces. De esta manera se crea la falsa ilusión de
un progreso social al alcance de cualquiera, un paso más en el
aburguesamiento social a través del simbolismo de lo estético, los
valores de la clase dominante son los valores dominantes y estos se
reproducen a través de cualquier práctica, en este caso el consumo y la
publicidad.
Aun así las víctimas, quienes pagan las
consecuencias, son los/as de siempre, los/as trabajadores/as al paro a
través de un ERE y los/ as pacientes a mitad de tratamientos, pagos
adelantados, estafas o negligencias. Víctimas necesariamente
colaboradoras de su desgracia y la reproducción de unos valores y una
sobrevalorización de la estética nocivos se mire por donde se mire.
Tampoco hay que olvidar, que al final la cirugía estética también
conlleva unos riesgos en la salud, y si dejamos nuestra salud en manos
de empresas cuyo objetivo es la rentabilidad económica, podemos correr
serios riesgos, además de todos los recursos e inversiones que van a
parar a facetas de la sanidad de corte elitista y mercantilizada.
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[1] Extraído del texto “Reflexión sobre
la relación entre la belleza física y la normativización-clasificación
de las personas” del Grupo Anarquista Heliogábalo
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