"¡Qué locura es el amor al trabajo!
Qué gran habilidad escénica la del capital, que ha sabido hacer que el explotado ame la explotación, el ahorcado la cuerda y el esclavo las cadenas.
Esta idealización del trabajo ha sido la muerte de la revolución hasta ahora. El movimiento de los expltados ha sido corrompido por la moralidad burguesa de la producción, la cual no es solo ajena al movimiento sino contraria a este. No es casualidad que los sindicatos fueran los primeros en ser corrompidos, precisamente por su mayor cercanía a la gestión del espectáculo de la producción".
A. Bonanno
Qué gran habilidad escénica la del capital, que ha sabido hacer que el explotado ame la explotación, el ahorcado la cuerda y el esclavo las cadenas.
Esta idealización del trabajo ha sido la muerte de la revolución hasta ahora. El movimiento de los expltados ha sido corrompido por la moralidad burguesa de la producción, la cual no es solo ajena al movimiento sino contraria a este. No es casualidad que los sindicatos fueran los primeros en ser corrompidos, precisamente por su mayor cercanía a la gestión del espectáculo de la producción".
A. Bonanno
El trabajo es una malversación social. Si derrumbas los cimientos movedizos del capital, los hilos se destensan y se te empiezan a aflojar los nudos corredizos de las articulaciones, se incoa la recreación de lo que puedes llegar a ser o alcanzar tu potencialidad como ser humano. Modelas la materia y descubre en su leitmotiv la dogmatización de la existencia, la reprogramación de tu presente para fagocitar el cerebro y la voluntad de lo que realmente eres. La planificación de la realidad para poder desplegar tu esencia. La libertad se te presenta factible cuando el dogma, recreado desde los despachos y las probetas de los adoctrinadores, se derrumba fagocitando cada palmo de mentira, antes inmutable a las conciencias y sentidos. Tu verdad se hace cognoscible.
El trabajo es una rueca de subsistencia
para el individuo, un motor de multiplicar las ganancias y el crecimiento de las riquezas
atesoradas a partir de la base misma de la estructura, el modo de producción. El tótem de las
conciencias alienadas y desestructuradas que solamente aperciben una
parte convenida para la supervivencia
del sistema: ciudadanos desvinculados de su propio devenir, aún así
suficientemente manipulables y, a veces, apologistas del sometimiento
racional a una condición infrahumana de sus posibilidades reales,
transfiriendo su libertad en pos de la maquinaria bien engrasada de
la producción y el consumo mecanicista.
El salario ganado, a su vez, lo
reinvierten en el mercado, después de caminar inseguros hacia el
cebo, instrumentalizan sus conciencias para crear necesidades donde
ceder las ganancias. Rumiar la realidad es la mejor de las maneras de
desvelar el sabor agrio, las posibilidades cuánticas que podemos
conquistar si aprendemos a descubrir las caras ocultas del prisma.
Quien se mueve, escucha el sonar de los eslabones que lo constriñen
a un empleo y un palmo de tierra donde quebrar su voluntad.
Debemos caminar al contrario de los
dogmas omnipresentes e intocables que se nos presentan, endiosados por los aleccionadores y los
mass media.
Los parados no deben gastar energías
en busca de empleo, sino manifestarse en contra del sistema que forja
sus jaulas de podredumbre y deshumanizada vida. Parar de engrosar con
sus condenas las fortunas de las élites y sus tecnócratas.
El trabajo, en el modo de producción
capitalista, es un componente totalitario y dogmático en manos de
tus dueños.
Antonio Rubio Mendoza
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