Nadie puede negar que la ciudad, núcleo
de la sociedad industrial, se ha convertido en un lugar donde la
represión de la vida cotidiana de los hombres mediante el
condicionamiento es la más avanzada. En ella se expande la
“violación de las masas” por la publicidad omnipresente, en ella
se realizan al máximo las ambiciones cada vez más alienantes de la
sociedad de consumo. Y, corolariamente, también es un lugar donde la
policía se halla magníficamente representada, organizada, agresiva
y activa (…) En el siglo XX las ciudades no son obra de sus
habitantes sino de los técnicos bajados del cielo del conocimiento,
que planifican y organizan la vida cotidiana de miles de hombres,
imponiendo un marco a lo cotidiano sin prevenir a quienes introducen
en cajas. Cajas azules, rosas o floreadas, regalo que ofrece como
premio la asociación poder-capital por la venta de treinta años
suplementarios de una vida ya entregada al enriquecimiento de otros,
y de un pensamiento plegado ya al poder de los organizadores del
espectáculo...
“El urbanismo al
servicio del poder”, Monde Libertaire, nº 128, enero 1967.
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