“Escribo para no reventar, por temor
a la muerte lenta y a la gangrena de la amnesia, en la que se pudre
toda una generación (…) Escribo mientras noto cómo me sube por
dentro la bomba de explosión retardada de estos años de soledad (…)
Escribo porque todavía no se me ha ocurrido nada mejor para matar
definitivamente las mañanas carcelarias. O porque no he tenido el
valor para hacerlo. Escribo para que esas mañanas sin vida se
encarcelen y se hundan en el dolor de las palabras y de su frágil
arquitectura.”
Así, engarzando soledad, desesperanza y sustantivos, dejó escrita su voz Jean-Marc Rouillan en su primer libro, Odio las mañanas. Jean –Marc fue integrante del MIL, de los GARI y luego de Action Directe, encarcelado a perpetuidad desde 1987 aunque, actualmente, El 26 de septiembre del 2007 un tribunal de París le concede el régimen de semilibertad y el 17 de diciembre es trasladado al centro de semilibertad de Marsella. Ese mismo día sale por primera vez a la calle tras 21 años de prisión.
Durante su encarcelamiento, escribió en el periódico francés de crítica y experimentación social CQFD, abreviatura de "Ce Qu'il Faut Dire, Détruire, Développer" (Lo Que Es Necesario Decir, Destruir, Desarrollar), donde distintos movimientos sociales abordan temas como la precariedad laboral, la okupación, el ecologismo, antiglobalización o las condiciones de presos en las cárceles.
A finales de 2008, el semanario L'Express publica una entrevista con Rouillan en la que, a la pregunta sobre si se arrepiente del asesinato de Georges Besse, responde: "Tengo prohibido expresarme sobre eso... Pero el hecho de que no me exprese ya es una respuesta. Pues es evidente que si escupiese a la cara de todo lo que hicimos podría expresarme. Esta obligación de silencio nos impide también hacer un verdadero balance crítico de nuestra experiencia". En opinión de la fiscalía de París estas frases infringen la prohibición, que forma parte de su régimen de semilibertad, de hacer declaraciones que se refieran a los hechos por los que fue condenado. Por ello la semilibertad de Rouillan se supende de forma preventiva el 2 de noviembre de 2008.
El 17 de mayo de 2011, Txema Bofill escribió: “Después de 24 años de prisión Jean Marc Rouillan, ex miembro de Action Directe, sale en libertad condicional el jueves 19 [en realidad, en semilibertad]. Rouillan está bien de salud, tanto física como psicológicamente, y no ha renunciado nunca a sus ideales. El activista ha sufrido más de 10 años de reclusión en aislamiento, 7 años en un solo periodo, entre otras vejaciones que ha sido denunciadas a lo largo de los años por sus familiares y amigos y por los grupos de apoyo que ahora celebran verlo en libertad. La justicia francesa y los medios oficiales le han exigido durante años que se arrepintiera y renunciara a hablar de su pasado, pero no lo han conseguido.
Jean Marc Rouillan no tendrá que volver a la cárcel para dormir, pero llevará una pulsera de control y tiene la obligación de trabajar y de indemnizar a las viudas del general René Audran y del presidente de la Renault, Georges Besse, con una parte de su salario. Tampoco disfrutará plenamente del derecho a la libertad de expresión, no podrá hablar de lo que hizo, hace más de dos décadas, ni de por qué lo hizo. Con esta ridícula amputación del derecho de expresión, uno de los más elementales derechos humanos, el gobierno francés solamente demuestra que tiene miedo, un miedo atávico a una insurrección armada o a que resurjan grupos armados que hagan de justicieros contra banqueros, empresarios, políticos, generales, y corruptos de todo tipo. La justicia francesa se lo impide expresamente bajo la amenaza de volverlo a encarcelar, como ya hizo el año 2007 cuando contestó a una entrevista de un periodista de L’Express.”
Jean-Marc Rouillan nos dejó escrito una frase que se escribe desde la convicción más absoluta, desde la absoluta evidencia de que es inútil luchar contra la necesidad de LIBERTAD que el ser humano, que no humanizado, siente:”Uno no se acostumbra nunca a la cárcel. Y cuanto más tiempo pasa, más duelen las mañanas. ¿De dónde sigo sacando fuerza o inconsciencia para llegar a la noche?”
Poco ha cambiado de esa cárcel que sometió la libertad de Jean-Marc y muchos activistas contra el fascismo y el capitalismo. No existen materialmente los barrotes de metal que tergiversaban la realidad exterior para que, a los ojos enceguecidos cruelmente, de los aprisionados, fuera una realidad tan dolorosa como vivir fuera de ella, sin su acceso. Hoy el mundo es una cárcel gigante, de plantas desoladas, preñadas de celdas sin luz, atiborradas de soledad y desesperanza. Una no acaba de acostumbrarse a la cárcel, a esta realidad que nos han ido construyendo, por la espalda, poco a poco, ofreciéndonos una zanahoria ideológica, cubierta de falsas promesas, que unos pocos amasan para engañarnos bajo la expresión de “estado de bienestar”. Nos han dado en los ojos el fogonazo reiterado e imparable de una libertad que es MENTIRA, a la que jamás llegaremos, porque nuestras huellas, nuestros pies, están teledirigidos por el capitalismo en su versión más dañina. Nos han ido programando, mentalmente, mientras, a la vez, nos dejaban creer que vivíamos. Estamos muertos. Asesinados por la mentira. Ahogados por una mano invisible que nos empuja a adentrar nuestra cabeza sobre las aguas negras de la inconsciencia, la paralización social, la anestesia ideológica y la mutilación de la acción, cada vez que intentamos respirar el espejismo incierto al que ellos llaman libertad.
Sin esperanza, con las manos atadas por el hambre. Con la garganta cerrada por el miedo a que nos despojen de lo poco que todavía conservamos. Con el corazón absolutamente en estado de muerte inducida, sin latido, luchamos no por recobrar la libertad, que nos hurtan cada día, sino por no sentir que nada merece nuestro esfuerzo, ni uno solo de nuestros sueños. Nos han secuestrado las mañanas. Han hecho que cada uno de sus actos asesinos -hay muchas formas de asesinar, no solo la de quien arranca la vida a otro con un arma- halle una escusa perfecta en el saqueo financiero a que estamos sometidos, al vapuleo de todas y cada una de las facciones de terroristas económicos que se sientan en los sillones de las entidades que ayer nos dieron para que hoy les debamos hasta la vida. ¿Por qué hemos olvidado que el capitalismo conlleva la destrucción del hombre como ser social? ¿Por qué permitimos, hemos ido permitiendo, su presencia en alud sobre nuestra existencia? ¿Por qué dejamos pasar a nuestro lado a quién nos roba con impuestos y, a la vez, nos da palmadas en la espalda mientras nos asfixia quitándonos cualquier medio para sobrevivir?
No puede ser cierto que únicamente nos quede la palabra. No puede ser. Me niego en voz alta a que la palabra sea la expresión máxima de una rebeldía que hemos olvidado. Estamos en una cárcel sinfín en la que el sinfín de los días se hace crónico y oscuro. Habrá que aporrear los barrotes y las puertas, salir de la prisión y luchar contra la muerte de la libertad y contra la victoria de quienes pisotean nuestros derechos más elementales.
Jean-Marc Rouillan decía que, al despertar, la cárcel se le tira a uno a la garganta. Yo siento cada día, que despertar es ser esa garganta cercenada y enmudecida, pero ha de haber algo más que la palabra. Yo, que escribo para no reventar y dejarme abatir por la desesperanza ante la visión esperpéntica de algo que un día se soñó como “sociedad”, busco algo más que la expresión y persigo un camino, aunque pequeño, que conduzca a la revuelta, de mi interior, mi mirada y mis actos…porque ha de haber algo más que la palabra. O permitirnos enfrentar a la palabra al espejo que Ernesto, Che, Guevara dibujó en su mente para decir “solo veo la palabra si es el gatillo de la acción”.
Una no se acostumbra nunca a esta realidad que es una cárcel donde los tiranos poderosos, la banca, los jueces corruptos, los políticos mafiosos, los mentirosos con traje que besan las banderas nos dan el toque de queda y nos recluyen. Y cuanto más tiempo pasa, más me duelen las mañanas.
Así, engarzando soledad, desesperanza y sustantivos, dejó escrita su voz Jean-Marc Rouillan en su primer libro, Odio las mañanas. Jean –Marc fue integrante del MIL, de los GARI y luego de Action Directe, encarcelado a perpetuidad desde 1987 aunque, actualmente, El 26 de septiembre del 2007 un tribunal de París le concede el régimen de semilibertad y el 17 de diciembre es trasladado al centro de semilibertad de Marsella. Ese mismo día sale por primera vez a la calle tras 21 años de prisión.
Durante su encarcelamiento, escribió en el periódico francés de crítica y experimentación social CQFD, abreviatura de "Ce Qu'il Faut Dire, Détruire, Développer" (Lo Que Es Necesario Decir, Destruir, Desarrollar), donde distintos movimientos sociales abordan temas como la precariedad laboral, la okupación, el ecologismo, antiglobalización o las condiciones de presos en las cárceles.
A finales de 2008, el semanario L'Express publica una entrevista con Rouillan en la que, a la pregunta sobre si se arrepiente del asesinato de Georges Besse, responde: "Tengo prohibido expresarme sobre eso... Pero el hecho de que no me exprese ya es una respuesta. Pues es evidente que si escupiese a la cara de todo lo que hicimos podría expresarme. Esta obligación de silencio nos impide también hacer un verdadero balance crítico de nuestra experiencia". En opinión de la fiscalía de París estas frases infringen la prohibición, que forma parte de su régimen de semilibertad, de hacer declaraciones que se refieran a los hechos por los que fue condenado. Por ello la semilibertad de Rouillan se supende de forma preventiva el 2 de noviembre de 2008.
El 17 de mayo de 2011, Txema Bofill escribió: “Después de 24 años de prisión Jean Marc Rouillan, ex miembro de Action Directe, sale en libertad condicional el jueves 19 [en realidad, en semilibertad]. Rouillan está bien de salud, tanto física como psicológicamente, y no ha renunciado nunca a sus ideales. El activista ha sufrido más de 10 años de reclusión en aislamiento, 7 años en un solo periodo, entre otras vejaciones que ha sido denunciadas a lo largo de los años por sus familiares y amigos y por los grupos de apoyo que ahora celebran verlo en libertad. La justicia francesa y los medios oficiales le han exigido durante años que se arrepintiera y renunciara a hablar de su pasado, pero no lo han conseguido.
Jean Marc Rouillan no tendrá que volver a la cárcel para dormir, pero llevará una pulsera de control y tiene la obligación de trabajar y de indemnizar a las viudas del general René Audran y del presidente de la Renault, Georges Besse, con una parte de su salario. Tampoco disfrutará plenamente del derecho a la libertad de expresión, no podrá hablar de lo que hizo, hace más de dos décadas, ni de por qué lo hizo. Con esta ridícula amputación del derecho de expresión, uno de los más elementales derechos humanos, el gobierno francés solamente demuestra que tiene miedo, un miedo atávico a una insurrección armada o a que resurjan grupos armados que hagan de justicieros contra banqueros, empresarios, políticos, generales, y corruptos de todo tipo. La justicia francesa se lo impide expresamente bajo la amenaza de volverlo a encarcelar, como ya hizo el año 2007 cuando contestó a una entrevista de un periodista de L’Express.”
Jean-Marc Rouillan nos dejó escrito una frase que se escribe desde la convicción más absoluta, desde la absoluta evidencia de que es inútil luchar contra la necesidad de LIBERTAD que el ser humano, que no humanizado, siente:”Uno no se acostumbra nunca a la cárcel. Y cuanto más tiempo pasa, más duelen las mañanas. ¿De dónde sigo sacando fuerza o inconsciencia para llegar a la noche?”
Poco ha cambiado de esa cárcel que sometió la libertad de Jean-Marc y muchos activistas contra el fascismo y el capitalismo. No existen materialmente los barrotes de metal que tergiversaban la realidad exterior para que, a los ojos enceguecidos cruelmente, de los aprisionados, fuera una realidad tan dolorosa como vivir fuera de ella, sin su acceso. Hoy el mundo es una cárcel gigante, de plantas desoladas, preñadas de celdas sin luz, atiborradas de soledad y desesperanza. Una no acaba de acostumbrarse a la cárcel, a esta realidad que nos han ido construyendo, por la espalda, poco a poco, ofreciéndonos una zanahoria ideológica, cubierta de falsas promesas, que unos pocos amasan para engañarnos bajo la expresión de “estado de bienestar”. Nos han dado en los ojos el fogonazo reiterado e imparable de una libertad que es MENTIRA, a la que jamás llegaremos, porque nuestras huellas, nuestros pies, están teledirigidos por el capitalismo en su versión más dañina. Nos han ido programando, mentalmente, mientras, a la vez, nos dejaban creer que vivíamos. Estamos muertos. Asesinados por la mentira. Ahogados por una mano invisible que nos empuja a adentrar nuestra cabeza sobre las aguas negras de la inconsciencia, la paralización social, la anestesia ideológica y la mutilación de la acción, cada vez que intentamos respirar el espejismo incierto al que ellos llaman libertad.
Sin esperanza, con las manos atadas por el hambre. Con la garganta cerrada por el miedo a que nos despojen de lo poco que todavía conservamos. Con el corazón absolutamente en estado de muerte inducida, sin latido, luchamos no por recobrar la libertad, que nos hurtan cada día, sino por no sentir que nada merece nuestro esfuerzo, ni uno solo de nuestros sueños. Nos han secuestrado las mañanas. Han hecho que cada uno de sus actos asesinos -hay muchas formas de asesinar, no solo la de quien arranca la vida a otro con un arma- halle una escusa perfecta en el saqueo financiero a que estamos sometidos, al vapuleo de todas y cada una de las facciones de terroristas económicos que se sientan en los sillones de las entidades que ayer nos dieron para que hoy les debamos hasta la vida. ¿Por qué hemos olvidado que el capitalismo conlleva la destrucción del hombre como ser social? ¿Por qué permitimos, hemos ido permitiendo, su presencia en alud sobre nuestra existencia? ¿Por qué dejamos pasar a nuestro lado a quién nos roba con impuestos y, a la vez, nos da palmadas en la espalda mientras nos asfixia quitándonos cualquier medio para sobrevivir?
No puede ser cierto que únicamente nos quede la palabra. No puede ser. Me niego en voz alta a que la palabra sea la expresión máxima de una rebeldía que hemos olvidado. Estamos en una cárcel sinfín en la que el sinfín de los días se hace crónico y oscuro. Habrá que aporrear los barrotes y las puertas, salir de la prisión y luchar contra la muerte de la libertad y contra la victoria de quienes pisotean nuestros derechos más elementales.
Jean-Marc Rouillan decía que, al despertar, la cárcel se le tira a uno a la garganta. Yo siento cada día, que despertar es ser esa garganta cercenada y enmudecida, pero ha de haber algo más que la palabra. Yo, que escribo para no reventar y dejarme abatir por la desesperanza ante la visión esperpéntica de algo que un día se soñó como “sociedad”, busco algo más que la expresión y persigo un camino, aunque pequeño, que conduzca a la revuelta, de mi interior, mi mirada y mis actos…porque ha de haber algo más que la palabra. O permitirnos enfrentar a la palabra al espejo que Ernesto, Che, Guevara dibujó en su mente para decir “solo veo la palabra si es el gatillo de la acción”.
Una no se acostumbra nunca a esta realidad que es una cárcel donde los tiranos poderosos, la banca, los jueces corruptos, los políticos mafiosos, los mentirosos con traje que besan las banderas nos dan el toque de queda y nos recluyen. Y cuanto más tiempo pasa, más me duelen las mañanas.
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