¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?
Soy la anarquía Émile Armand
miércoles, octubre 11
Vuelve la guerra a Palestina. La paz pasa por el reconocimiento de la soberanía del pueblo palestino
La mañana del 7 de octubre, un sábado, comenzó con un ataque de Hamas
contra algunos asentamientos israelíes cercanos a la Franja de Gaza.
Los milicianos, que lanzaron 7.000 cohetes y realizaron incursiones por
tierra, secuestraron civiles y mataron a cientos de personas en el 50º
aniversario de la Guerra del Yom Kippur. Esto generó una contundente
respuesta del gobierno del Estado hebreo, que ha declaró el estado de
guerra.
El mismo sábado Benjamin Netanyahu ordenó una intensa campaña de
bombardeos, haciendo minutos antes un llamamiento a que la población
civil palestina abandonara Gaza. Acto seguido, empezó a derribar torres
(incluso algunos que albergan familias y sedes de medios de
comunicación) por toda la franja. Esta cínica advertencia fue respondida
por Francesca Albanese, la relatora especial de Naciones Unidas para el
conflicto palestino-israelí, quien tuiteó “Espera,
¿Israel va a levantar el bloqueo que lleva 16 años implementando? De lo
contrario, esto no es más que un chiste: los palestinos de Gaza no
tienen dónde irse”. Y es que Gaza lleva bloqueado por Israel desde
que en 2007 ganó las elecciones Hamas, convirtiéndose en la cárcel al
aire libre más grande de la tierra.
Además de los bombardeos, Israel cortó la luz
en los asentamientos palestinos de Gaza y bloqueó el acceso a
alimentos, ayuda humanitaria y gas. Todo ello contrario al Convenio de
Ginebra. El lunes 9 de octubre, el Ministro de Defensa israelí llamó
«animales humanos» a los palestinos y anunció que no habría compasión.
La misma retórica de los «subhumanos» que usaban los nazis con los
judíos.
Todo esto es un crimen de guerra más en su largo listado de violaciones de derechos humanos. Y se espera que en los próximos días se pueda producir una incursión por tierra, con unas consecuencias aún desconocidas.
“Todos iguales”, la equidistancia que ignora la opresión
Pese a los bombardeos israelíes, en los últimos días el grueso a las
críticas, en la comunidad internacional, se las ha llevado Hamas (una
organización, por cierto, que goza de gran importancia en la comunidad
palestina porque durante décadas Israel se dedicó a eliminar toda la oposición secular existente). Paradigmático fue el tuit de Pedro Sánchez: “Seguimos
con consternación el ataque terrorista contra Israel y nos
solidarizamos con las víctimas y sus familiares. Condenamos rotundamente
el terrorismo y exigimos el cese inmediato de la violencia
indiscriminada contra la población civil. España mantiene su compromiso
con la estabilidad regional”.
Resulta descorazonador ver que, en el mejor de los casos, autoridades
internacionales han condenado los actos de violencia de ambas partes,
tanto de Israel como de Hamas; en el peor de los casos, se ha
justificado la larga opresión del pueblo palestino. Éste último es el
caso de la ultraderechista Nikki Haley,
embajadora de EEUU ante la ONU con Trump y candidata a presidenta de
EEUU por su mismo partido, quien compareció ante medios y pidió a
Netanyahu que «destruyera a los palestinos«.
La respuesta de las instituciones europeas fue igual de
decepcionante: condenaron el ataque de Hamas, reconocieron el derecho de
Israel a defenderse y anunciaron el bloqueo de la ayuda humanitaria a
Palestina.
Esta postura equidistante, que equipara a opresores y oprimidos, no hace
más que favorecer a la parte más poderosa y violadora de derechos
humanos: el Estado de Israel. Y es que ningún análisis del ataque de
Hamas del pasado 7 de octubre se debería realizar sin contextualizar, no
ya los últimos 75 años de colonialismo y racismo, sino incluso los eventos de los últimos meses.
En primer lugar, debemos subrayar que, legalmente, los palestinos son
ciudadanos de segunda en Israel y que la desigualdad entre ambos
pueblos es estructural y prolongada. Por ejemplo, en Gaza
(donde viven 2 millones de personas) el 97% del agua no es potable, el
56% de la población vive en situación de pobreza, el 64% de los jóvenes
se encuentran desempleados, el 80% de sus habitantes dependen de la
ayuda internacional (muy limitada por el ejército israelí), el 70% son
refugiados y el 100% viven asediados.
En ese contexto de opresión sistemática, en los últimos meses la
tensión ha crecido en la región. La llegada de nuevo al poder de
Netanyahu – liderando el gobierno más derechista de la historia de
Israel— ha significado un aumento de los pogromos y la destrucción de
asentamientos palestinos. Este verano hemos visto incontables vídeos de
colonos judíos atacando a civiles palestinos –entrando en sus tiendas y
saqueándolas, echando cemento en sus pozos para que no puedan regar sus cosechas, derribando casas, grabando una Estrella de David
en la cara a un palestino con un cuchillo, etc.– ante la impasible
mirada del ejército. Algunos de estos fundamentalistas que, incluso, han
atacado a turistas cristianos
que acuden a visitar la Tierra Santa. Y, mientras tanto, las
autoridades gubernamentales van extendiendo un discurso de odio
antipalestino sin precedentes. Y no se puede ignorar que varios altos
cargos del gobierno de Netanyahu han sido investigados en el pasado por
los servicios secretos que ahora dirigen por delitos de odio o
terrorismo y ahora promueven medidas abiertamente racistas (destacan en
esta línea Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich).
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