A lo largo del tiempo, la función social de los archivos, y de la documentación que custodian, ha ido variando conforme nuevos actores sociales se han ido sumando al proceso de ir dejando por escrito todo el acontecer de sus actividades cotidianas. Paradójicamente, los anarquistas, que siempre se han caracterizado por su amor a la cultura y por la potencia de su tejido editorial y periodístico, han tenido una relación paradójica con la documentación que históricamente han custodiado los archivos. Lo explicamos a continuación.
Cualquier persona que haya conocido, siquiera tangencialmente, la documentación que atesora un archivo institucional ubicado en España, advertirá que desde la Edad Media hasta nuestros días, la mayor parte de los documentos que conserva, por ejemplo, un archivo municipal, da cuenta de las “hazañas” del poder político ejercido por las oligarquías; junto a ello, y al menos desde la conocida como “ley de las tres llaves”, la pragmática de 9 de junio de 1500 dada por los Reyes Católicos para que todos los concejos guardaran sus documentos más importantes en un arca de tripe cierre, los archivos institucionales han guardado de manera sistemática toda aquella documentación, producida por el poder político de las minorías, que daba fe de los derechos de unos pocos sobre el conjunto de las clases populares.
Toda esta documentación generada por los poderosos, producida con tintas y papeles de alta calidad para la época, también ha sido conservada por el poder como oro en paño, resguardándola de las inclemencias del tiempo y favoreciendo su conservación en lugares de temperatura estable, sin problemas de humedad y acceso controlado. Es precisamente esto lo que explica que muchos ayuntamientos, repartidos por toda España, conserven a día de hoy documentación producida en los siglos XIV, XV, XVI y posteriores.
Dicho esto, es precisamente la naturaleza política de toda esta documentación, que resulta imprescindible para el buen funcionamiento del engranaje legal que facilita la reproducción de los distintos sistemas de desigualdad, la que puso en el punto de mira de los anarquistas estos “papeles del poder”. Por eso mismo, no es de extrañar que en muchas de las insurrecciones y rebeliones anarquistas repartidas por medio mundo desde finales del XIX, uno de los primeros objetivos de nuestros compañeros y compañeras fuera incendiar los archivos institucionales, pues sabían de buena ley que en estos centros de poder se custodiaba la documentación que facilitaba la dominación de clase de las oligarquías que controlaban los resortes del poder político.
Sin embargo, y desde el propio nacimiento del anarquismo organizado, solo hay que ver la prolija producción de propaganda, prensa y producción editorial, ya fuera en forma de folletos o libros, para advertir que el anarquismo se ha caracterizado siempre por dar un sentido emancipatorio a la cultura, otorgando a la letra impresa un papel fundamental en la divulgación de contenidos cuya lectura favorece una toma de conciencia política que es el punto de partida del compromiso militante y, por tanto, de la transformación social.
Toda esa documentación producida por las gentes humildes, las vinculadas al movimiento obrero de inspiración ácrata, ha permanecido, y permanece aún, dispersa y fragmentada en multitud de archivos: institucionales, privados, de organizaciones políticas y sindicales… Evidentemente, toda esta documentación, a diferencia de la que hablábamos anteriormente, da cuenta de las luchas contra el poder de las clases subalternas, permitiendo rastrear sus logros y fracasos, desempolvando historias silenciadas y, en buena medida, permitiendo a los historiadores e historiadoras reconstruir un relato histórico alejado de los mitos que, además, otorga el protagonismo a la mayoría social, no a las minorías que han detentado el poder a lo largo de los siglos.
Dicho todo esto, en la Fundación Anselmo Lorenzo somos conscientes de la vital importancia para el sostenimiento de nuestras luchas que tiene la conservación de la documentación que da cuenta del devenir histórico del movimiento libertario español; un movimiento cuya singularidad, realizaciones históricas e influencia social y cultural, resulta imprescindible para seguir alimentando las luchas sociales del presente y del futuro. Precisamente por ello, la FAL realiza un importante esfuerzo económico para mantener la documentación que custodia en un depósito de conservación climatizado que, por un lado, mantiene la temperatura estable en un arco de entre 18 y 21 grados, y asegura un nivel de humedad relativa óptimo para la conservación de la documentación. Y cuando hablamos de conservación, hablamos, claro está, de una conservación centenaria. Porque si el poder se ha preocupado de mantener su documentación bien cuidada durante siglos, ¿por qué el movimiento libertario no va a poder conservar durante siglos la documentación que demuestra, precisamente, que la lucha contra el poder fue posible, que el Comunismo Libertario fue posible, que la Idea fue mucho más que eso, que se convirtió en una realización práctica que puede seguir inspirando las luchas de los de abajo?
Y en esas estamos… Sabiendo que la memoria es imprescindible para sostener las luchas del futuro. Sabiendo que sin archivos, no hay historia ni memoria, y que la FAL, que es la fundación de CNT, lleva trabajando duro desde hace décadas por hacer posible esta tarea fundamental.
Juan Cruz López
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