Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

martes, septiembre 5

De Madrid al infierno

 

El dicho poético “de Madrid al cielo” tiene un origen incierto y difuso. Hay diferentes ideas entre las cuales parece enraizar esta prosaica expresión clerical, aunque para algunos la que más peso pueda adquirir al parecer es la que se asienta sobre unos versos de Quiñones de Benavente. Pero no investigaremos aquí cuál es su génesis, más bien su contrario, desbrozaremos muy someramente porqué Madrid no conduce al cielo, sino al infierno.

Esta creencia popular respecto a esta ciudad según la percepción de los que aceptan la prosaica expresión es por extensión a que no falta nada en ella. Al ser la capital, supuestamente se abren todas las puertas profesionales pudiendo de este modo desarrollar también la necesidad personal de un proyecto vital, ya sea individual o familiar, por ende, se abren las puertas del presente y futuro. Asimismo, como añadido, se ofrece un amplio abanico de entretenimiento (más que cultural) inclusive el ocio nocturno, en este sentido, se despliega una inmensa oferta del narcótico en todas sus formas.

Pero que en esta ciudad se abra el horizonte del presente y futuro puede ser tan solo un espejismo. Ya en el siglo XVIII Madrid era la ciudad con más pobres del país a la que llegaban desde todo el territorio nacional debido a que es donde más ricos se asentaban. Vivir de la limosna era el destino de la mayoría excepto de los más afortunados que vivirían de la servidumbre domestica en alguna casa sirviendo a los ricos. Y  es que es muy dudoso que los ricos generen riqueza, más bien pobreza y servidumbre, y este tipo de Madrid se empeñan en hacerlo perdurar en el tiempo.

Desde que Madrid dejara de ser una villa para convertirse en la capital de España y otra gran urbe internacional, han cambiado numerosas veces las cosas, aunque siempre existió en ella una realidad común que no es precisamente armónica, más bien de tensión, dureza y peligros. Pobreza y represión social y política. Iremos descubriendo que por mucho que intentemos encajar la poética premisa “de Madrid al cielo”, ninguna avenida ni puerta de esta ciudad, ni siquiera la de Alcalá, conduce a dicho lugar, sino a su contrario religioso.

En el Madrid de nuestros días, las puertas al cielo se cierran no solo debido a que su realidad celeste sufre una aplastante contaminación atmosférica en continuo agravamiento. En las urbes ya hace mucho tiempo que desaparecieron las estrellas del firmamento debido a la contaminación lumínica y atmosférica. Si vas al cielo desde Madrid, siento decir vulgarmente que será porque te pongan anticipadamente un pijama de madera debido a los altos niveles de contaminación que a día de hoy superan por cuatro los límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), siendo una ciudad sancionada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea por incumplimiento sistemático de los límites de contaminación legales. Científicamente se ha demostrado que el nocivo aire de Madrid, enferma y mata.

La realidad madrileña destruye tanto la visibilidad de la bóveda celeste como la salud y cualquier aspiración de vida razonable. La única puerta que dejan abierta a las clases medias y trabajadoras es la de la precariedad y sufrimiento. A estas clases no solo les enferma y mata la contaminación atmosférica, sino también la violencia económica, social y política que despliega contra ellas la dogmática ideología neoliberal que impera con afán continuista de preservar aquella pobreza y servidumbre. Es además la única ciudad europea donde venció y asentó el fascismo y no fue derrotado, y de aquellos lodos, estos barros. En Madrid, llevan siglos detestando, explotando y excluyendo a los pobres y trabajadores, aprovechándose de ellos, desarrollando políticas para que un proyecto vital sea inviable excepto para los ricos, y llevamos décadas viendo como esto se evidencia y recrudece nuevamente.

Madrid es, a saber, la ciudad de la inmigración nacional (y hoy también internacional), una ciudad levantada ladrillo a ladrillo por esclavos y obreros que duermen en extrarradios y votan a sus verdugos, los ricos que les explotan y niegan sus derechos y condenan a la pobreza, precariedad e indignidad perpetua.

En términos lógicos, podemos decir que la población madrileña viola sistemáticamente en las urnas el principio de no-contradicción negándose a sí misma haciendo del título de “ciudadano” una reducción al absurdo. (Aceptaremos como ciudad madrileña también su área metropolitana como ya no puede ser de otra manera).

El llamamiento a las masas a la ociosidad con el eufemismo de “libertad” no es más que el velo que enmascara la histórica oposición entre poder y pobreza, el poder que oculta y aísla a los pobres, la represión y violencia económica, social y política que ejerce contra ellos y a todo lo que se interponga a los intereses de los ricos. En resumidas cuentas, en Madrid se ha pasado directamente del absolutismo que se oponía a acabar con la esclavitud y pobreza y la mantenía con caridad y gestos de filantropía, a la dictadura franquista y actual dictadura neoliberal de los mercados que ejerce sofisticada represión y sostén con mismos fines.

A día de hoy no cabe duda que Madrid es una ciudad más sin esencia, sin alma propia. A no ser que señalemos el etnocentrismo provinciano y nacionalismo castellano como tal. Lo que evidencia la pobreza espiritual en la que está sumergida la ciudad. Tan solo es una gran urbe más de la globalización, unas, copias de otras, en la cual, los grandes capitales se han encargado de destruir la convivencia para implantar el mercado sin ley, y a esto, lo llaman “libertad”. Pero bien sabemos que sin “igualdad” no existe “libertad”, sino el privilegio para unos pocos de poder disfrutarla y la desgracia de la mayoría de tan solo poder soñarla atrapados en una vida de sufrimiento y miseria.

Es a los ricos a quienes Madrid una vez más abre sus puertas de par en par. En la ciudad actual sus céntricas avenidas son la constatación de que las personas no transitan ya por un espacio público para la vida humana, sino que transitan en masa por un espacio restringido para el negocio. Un obsceno parque temático de consumo con un despliegue hipertrofiado del capitalismo desregulado que incapacita y destruye por completo el equilibrio entre actividad lucrativa y cualquier proyecto vital o uso comunitario, generando un severo conflicto entre lo público y lo privado.

Es evidente que hemos olvidado cómo y por qué emerge la “ciudad”, una entidad pública de fundamento filosófico y político para tratar las cuestiones humanas y encontrar el mejor modo de organizarnos para una vida social en comunidad en la que podamos solventar y atender mejor los problemas y necesidades comunes. Pero se impone el olvido y el mercado impone sus normas basadas en la desarticulación del Derecho y Ciudadanía, expulsión de familias y vecinos a extrarradios y más allá dejando a la población en un limbo entre la España vaciada y la urbe privatizada. Sólo hay cabida para las grandes empresas y  el “homo consumer” tras sus desgraciadas jornadas de “animal laborans”.

El neoliberalismo ha cambiado el derecho, dignidad y felicidad de las personas por el privilegio del lucro de los mercados anteponiendo el negocio a la vida. Es una oscura y falsa ideología que ha convertido Madrid en una burda verbena, un escaparate nacional de expropiación y destrucción masiva de Derechos y Capitales Públicos en beneficio del histórico festín de los ricos, evidenciando una deshumanización y barbarie en forma de libre mercado que reduce la libertad a mera elección de consumo, destruye la democracia e impone una sociedad nihilista altamente instrumentalizada, alienada y narcotizada que se limita a intentar no perecer en la jungla asfáltica. 

Madrid ofrece unas condiciones de vida infernal a presente y futuro, el proyecto vital de cualquier persona media o sencilla se hace utópico y quimérico. Ni tan siquiera se puede acceder a una vivienda digna en alquiler y menos aún en propiedad si no eres un pequeño o completo burgués. Se han construido unas urbes disparatadas y en concreto un Madrid como claro ejemplo que muestra cómo mediante la destrucción del concepto de “ciudad” y “comunidad” se implanta el paraíso para los ricos y sus mercados. Han hecho un Madrid insoportable, lleno de polución, ruido estridente, bullicio, estrés, tráfico y grandes atascos, contaminación acústica y toxica de diversa índole, agresividad, hostilidad, tensión, ansiedad, explotación, empujones, codazos, crispación, gritos, depravación, prostitución, alcoholismo, pornografía, prostíbulos, drogas y violencia, precariedad, delincuencia y corrupción política, e incluso, emana nuevamente un hedor neofascista y neofranquista cada vez más groseramente visible.

Estamos pues legitimados a decir: de Madrid al infierno. Porque en esta ciudad es inviable desarrollar un proyecto vital, no tiene cabida alguna. Es una ciudad muerta al uso. Deshumanizada y atomizada en la que impera la desconfianza y soledad masiva. Ya no ejerce función de ciudad, de acoger para vivir y convivir en comunidad ocupándose de los problemas comunes ya que aquí no gobiernan para el bien de todos, sino en beneficio de la clase rica minoritaria. Madrid es una lucha constante, solo tiene cabida la tensa coexistencia atropellada. Madrid ha muerto, su función filosófica, política, antropológica y social de ciudad ha muerto. Madrid no acoge. Madrid maltrata, instrumentaliza, explota, roba y expropia, expulsa, enferma y mata. La vida en Madrid se descompone y destruye, es una auténtica picadora de carne humana y causa desequilibrante de la salud mental de las personas. Una ciudad maldita que ha dado la espalda al cristianismo de amar al prójimo imponiendo la guerra hobbesiana de todos contra todos como estado natural del ser humano, en la que impera el individualismo, la maldad, el odio, el egoísmo, la codicia, deshumanización y violencia en todas sus formas, sobre todo económica y política contra la clase trabajadora.

Por tanto, de Madrid no se va al cielo. De Madrid, se va al infierno.

 

Marcos Ferrero

Tomado de https://www.portaloaca.com/opinion/de-madrid-al-infierno/

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